lunes, 25 de noviembre de 2024

Veintiseis años... Twenty six years... Vingt six annees...

Hace un par de días mi hija mayor cumplió veintiseis años; para variar me confundí al comentarle el hecho cuando nos encontramos diciéndole que estaba cumpliendo veintiocho; hace veintiseis años estaba intentando formar mi familia, trabajando en el segundo -o tercer- lugar como ingeniero y a punto de graduarme de la universidad.

Aún no había hecho la tesis -la presenté cuando mi hija segunda estaba por nacer-; aún no había adquirido un automóvil; aún tenía muchos sueños e ilusiones: la principal era tener una familia normal; lo que no se pudo cumplir.

Ahora no tengo automóvil -aunque el de Rb está a mi nombre-; acabo de comprar un departamento para que lo ocupen dos de mis hijos; y me segunda hija acaba de graduarse en una universidad del Imperio del Norte -y al parecer, está estableciéndose permanentemente en ese lugar-.

Rara que es la vida...

El lunes me levanté a las siete y media; medité y entré a la reunión diaria del equipo; por alguna razón el micrófono del headset estaba en mute cuando me tocó que actualizar mi avance y no pude aportar nada a la reunión.

Me quedé en la cama dormitando hasta después de las diez; a esa hora me levanté a desayunar y a trabajar un poco en la tarea en la que he estado tratando de avanzar desde la semana pasada -está un poco complicada-.

Al mediodía preparamos un arroz con hígados de pollo y luego sacamos a caminar a los perros -el tiempo ha estado bastante gris e incluso ha habido algunas lloviznas debido a una depresión tropical en el atlántico-.

A media tarde lavé los trastes del almuerzo y preparé té de manzanilla para Rb y un café para mí; luego del horario laboral realizamos la rutina de ejercicios de los lunes y después estuve conversando un poco con mi hija mayor -en whatsapp-.

Al inicio de la noche estuve viendo el cuarto capítulo de Lionness y traté de ver una película de una variante de Ghost in the Shell pero realmente me dormí durante varias etapas de la misma; incluso Rb me comentó que había entrado varias veces en la habitación y no había querido despertarme.

No sé si es deficiencia de algún alimento; o tenga algo que ver con mi estado de ánimo pero me está empezando a preocupar el que me levante a media mañana y antes de la noche, si me acuesto, me quedo dormido.

El martes me levanté a las siete y media y, luego de meditar, entré a la reunión diaria; afortunadamente el micrófono funcionó bien y mi participación fue la esperada: una actualización de las tareas de los últimos días.

Luego de la reunión me quedé en cama leyendo; un poco antes de las nueve y media Rb me comentó que el mecánico había venido y salí a recibirlo; revisamos el daño del auto y le entregué las llaves del mismo: venía con su hijo adolescente y pusieron manos a la obra.

Un rato más tarde me habló el mecánico para que le transfiriera una suma de dinero pues debía comprar una rótula (preferí una nueva), e ir a ver una defensa delantera usada; un poco antes del mediodía fue por los repuestos.

Con Rb preparamos una tortilla española (nuestra versión: papas, chile pimiento, champiñones y pollo molido) y almorzamos junto con un consomé de pollo; el mecánico retornó por la tarde con la noticia que la defensa estaba en muy mal estado; que convenía más comprar una nueva.

Después del horario laboral (una hora más tarde, realmente) fuimos con Rb a los supermercados en dirección sur: debíamos comprar lechugas para las ensaladas del resto de la semana; le avisé al mecánico pues ya estaba por caer la noche.

Retornamos menos de una hora después pero ya estaba completamente oscuro (estos meses del año) y me comentó que algunas grapas para poner el guardapolvo nuevo no habían encajado por lo que tendría que retornar al día siguiente.

Como había sacado dinero del cajero en el supermercado le cancelé lo que aún le debía de los repuestos y la mano de obra (en total doscientos sesenta dólares); por la noche estuve viendo -otra vez- la tercera película de la serie de Ghost in the Shell que he estado siguiente últimamente (también el cuarto episodio de la serie de pastelería que estamos viendo con Rb).

Ese día empecé a leer el nuevo libro de francés; y la verdad me está costando bastante avanzar en el mismo: el lenguaje es un poco más formal y la historia no es tan lineal como la mayor parte de los libros que he leído en ese idioma.

También empecé a leer el siguiente libro en español: La muerte del comendador; aunque ya había sobrepasado el límite que me pongo para libros del mismo autor, me llamó la atención el título y no encontré algo más interesante en este idioma.

El miércoles la meditación matutina y la reunión diaria ocurrieron sin ninguna novedad; me quedé nuevamente en cama -ahora haciendo las lecciones Duolingo de la mañana- y, casi a la misma hora que el día anterior, Rb me avisó cuando el mecánico tocó el timbre.

Salí a entregarle las llaves y me comentó que había tenido que comprar diez grapas para instalar el guardapolvos derecho; le indiqué que haríamos cuentas cuando terminara; y menos de una hora después volvieron a tocar el timbre.

Ahora querían agua para probar los chorros del limpiaparabrisas: el depósito también se dañó por lo que tuvo que ser reemplazado; un rato después me indicaron que el automóvil estaba listo y le pagué al mecánico la cantidad restante (diez dólares).

Al mediodía volvimos a almorzar otro sexto de la tortilla española preparada el día anterior; aunque en esta ocasión ya no había caldo, sino que preparé una de las típicas ensaladas con las que solemos acompañar nuestros almuerzos.

Por la tarde lavé los trastes del almuerzo y luego preparé té de manzanilla para Rb y un café con leche para mi mismo; que acompañé -lo he estado haciendo las últimas semanas- con una galleta waffle y una galleta sandwich de chocolate.

Para terminar la jornada -después del horario laboral- realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles; por la noche estuve viendo la tercera de la serie de cuatro películas de Ghost in the Shell que he estado tratando de concluir; igual me pasé una buena parte del tiempo dormitando; luego leí un poco de La valeur de l’inconnu.

El jueves me levanté a meditar a las siete y media y luego retorné a la cama; era el segundo jueves del mes que estoy obligado a tomar vacaciones por lo que no tuve que jalar la computadora a la cama; pero, por alguna razón me levanté bastante desanimado: creo que estuve soñando algo y me levanté pensando en que mientras otras personas han logrado mucho con su vida (viajes, posesiones y así) yo no he hecho nada.

Traté de aplicar ACT (defusión y así) y me quedé en cama aplicando un poco de mindfulness; pero no fue tanto tiempo porque habíamos acordado con Rb de salir a las nueve y cuarto en su visita semanal al mercado del centro histórico.

Me levanté un poco después de las ocho y desayuné; luego salimos a tomar el busito que nos lleva hasta la estación del Transmetro en la ciudad; el tráfico estaba bastante pesado y el avance en el boulevard fue bastante lento.

Pero el transmetro estaba bastante vacío; antes de entrar al mercado pasamos a la tienda en donde compré la corbata dorada dos semanas atrás: Rb quería comprar un conjunto de bebé para su perra más anciana; no encontró lo que buscaba pero yo compré una taza; que esperaba llevar al departamento de mis hijos en mi siguiente visita.

Luego pasamos al mercado; Rb se aprovisionó de frutas para toda la semana y luego retornamos en Transmetro -la estación estaba super llena, posiblemente a causa de una manifestación de maestros- al comercial desde donde salen los busitos.

En ese lugar entramos al supermercado y yo compré una magdalena: este sábado invité a desayunar el voluntario que hace un par de años puso fin a nuestro aislamiento social (y que deprimió bastante a Rb por la historia de sus dolencias).

Cuando salimos a abordar el busito estaba completamente vacío por lo que creí que tendríamos que esperar quince minutos; pero no, casi al mismo tiempo otras personas abordaron la unidad y al parecer ya era su hora de salida pues arrancó casi al momento.

Venimos a casa justo al mediodía; yo me puse a trabajar en la encuesta que quería enviar a los participantes en el evento de ciberseguridad que facilité durante tres meses; e inicié la redacción del informe final del mismo.

Por la tarde continué avanzando en La valeur de l’inconnu y luego del café vespertino (y té para Rb) acordamos salir antes de las cuatro hacia otra tienda de ropa usada que queda a cuatro o cinco kilómetros; Rb encontró una pieza de ropa para su perra y aprovechó para comprar un par de tenis.

En la caminata de regreso pasamos a la tienda verde de descuentos y yo compré otra bolsa de frijoles (no estaba seguro si ya tenía una para el desayuno del sábado; de hecho sí tenía) y Rb quería aprovisionarse de bolsas herméticas que utilizamos para conservar productos en el freezer.

Luego retornamos a casa sin ninguna novedad; en el camino nomás pasé a comprar un poco de pan dulce para mis desayunos de viernes, sábado y domingo; por la noche estuve viendo la misma película de Ghost in the Shell y avanzando un poco en el libro Determined -me está costando avanzar en el mismo-.

El viernes me levanté a meditar a las siete y media; la verdad me levanté de mejor ánimo que el día anterior; luego le comentaría a Rb que me había ayudado mucho su soporte normal; la reunión de la mañana estuvo igual a varias ocurridas últimamente: no se realiza un reporte individual de los avances sino que el programador más antiguo y el project manager revisan únicamente el avance en los temas prioritarios; además recordaron que este día era el último en el uso de la herramienta de horarios en curso: a partir del lunes deberemos empezar a utilizar otra.

Después de la reunión me quedé un rato en cama: terminando el reto semanal de Duolingo; luego me levanté a preparar mi desayuno de los fines de semana para acompañar a Rb en el comedor; el resto de la mañana estuvo bastante tranquilo; Rb salió a media mañana a comprar culantro para preparar el pescado y aprovechó para comprar ocho papas de gran tamaño para los almuerzos de la otra semana: tenemos en el freezer cuatro porciones de asado desde hace un par de meses.

Al mediodía preparamos pescado frito y lo acompañamos con ensalada; después sacamos a caminar a sus perros; como tenía reunión a las tres de la tarde (la última o penúltima del evento de ciberseguridad) lavé los trastes y preparé un té chai con leche para mí y el té de manzanilla para Rb.

La reunión de las tres estuvo bastante tranquila: nomás debíamos revisar un par de pendientes; utilizamos más el tiempo para hablar de libros (el libro de Murakami que estoy leyendo me tiene completamente emocionado) y en afinar un poco el plan para la finalización del evento: la entrega de certificados el primer jueves de diciembre.

Después del horario laboral (a las cuatro y media) realizamos la rutina de ejercicios de los viernes; creo que debo cambiar algunas cosas: me he estado quedando sin aliento justo antes de empezar la parte final de estiramiento; y me está doliendo la rótula izquierda (creo que debido al choque del domingo).

Por la noche, después del baño post ejercicios y de realizar las lecciones nocturnas de Duolingo, estuve viendo otra película de Ghost in the shell (esta de Netflix, y no estoy seguro si ya la ví antes) pero no le puse mucha atención; nuevamente me venció el sueño en varias ocasiones.

El sábado me levanté a las seis y media (una hora antes de lo habitual): el amigo con el que me junté hace un par de meses en el comercial cerca del departamento de mis hijos venía a las ocho y media de la mañana.

Me levanté a meditar, luego hice las lecciones matutinas de Duolingo y después me metí a la cocina a preparar el desayuno; lo que me entretuvo un poco menos de una hora; a las ocho y veinticinco tenía a fuego bajo los frijoles y los plátano; y a fuego medio el agua para el café (mi amigo había comentado que traería café instantáneo).

A las ocho y media sonó el timbre y salí a recibir a mi amigo; Rb nos acompañó en el comedor -él fue un voluntario de apoyo cuando ella ingresó al voluntariado- durante las siguientes dos horas; entre desayuno y conversación.

Como está trabajando en artesanías basadas en resina le pidió a Rb granos de café para confeccionarle un par de posa vasos -también es arquitecto-; a las diez y media se despidió y salimos a acompañarlo al parqueo.

Luego fuimos a los supermercados en dirección sur: necesitábamos comprar bananos y lechugas; cuando retornamos del mercado me puse a hacer una rutina de bicicleta estática para principiantes (veintitrés minutos).

Después saqué a caminar a la perra más voluminosa y después me metí a la regadera; ya eran las doce y veinte cuando estaba vestido y listo para dirigirme al apartamento de mis hijos; consideré que llegaría tarde y le envié un mensaje a mi hija mayor previniendola.

Pero -sorprendemente- el tránsito estaba bastante ligero: no paré en ninguna parte de la ruta -excepto en los semáforos qu eencontré en rojo- y a la una menos cinco estaba sentándome en el espacio entre las habitaciones de mis hijos.

Un poco más tarde mi hija salió de su dormitorio y nos dirigimos al parque temático más grande de la ciudad; le comenté que -debido al desayuno con mi amigo- no había podido preparar nada y que almorzaríamos pizza; estuvo de acuerdo.

Llegamos al lugar -ochocientos metros de distancia- un poco más tarde y nos dirigimos al restaurante que vende las pizzas; compré lo tradicional: una grande de jamón y un litro y medio de gaseosa; almorzamos en las mesas del área de comida y luego estuvimos armando tres cubos de rubik que cargaba y dejamos a media una partida de scrabble en inglés.

Habíamos visto al entrar que la obra de teatro había sido actualizada con la temática navideña y acordamos acudir a la presentación de las cuatro de la tarde; quince minutos antes de la hora nos dirigimos al lugar y pasamos la siguiente media hora viendo el musical de las mascotas de la institución bailando con un grupo de comparsas.

Luego retornamos al departamento; en el camino pasamos a un comercial a ver si había opción de imprimir los diplomas que debo entregar el cinco del próximo mes; el lugar estaba cerrado; cuando entramos al departamento le pedí a mi hija que le preguntara a su hermano si quería compartir un té y un poco de pan de banano -mi amigo trajo uno por la mañana y consumimos menos de la mitad por lo que me llevé el resto por la tarde-.

Mi hijo salió de su habitación y estuvimos un rato los tres entre té, pan de banano y conversación; un poco antes de las seis nos despedimos y -después de darle los cien dólares de regalo de cumpleaños a mi hija mayor- retorné a casita.

Por la noche estuve avanzando trabajosamente en el libro de Sapolsky; incluso luego de la meditación nocturna continué leyendo el capítulo en curso; aún así -creo que ya fueron más de dos días en el ciclo- me quedaron más de quince páginas pendientes -estoy leyendo ochenta en cada ocasión-.

El domingo me levanté a las siete y media de la mañana; realicé la meditación matutina y luego retorné a la cama; el tiempo está bastante frío -al parecer hay un frente de baja temperatura- por lo que no me sentí con ánimos de hacer Duolingo -o de salir a preparar el desayuno-.

Me quedé en cama dormitando hasta las ocho y veinte; a esa hora me levanté a preparar el desayuno y después me puse a hacer un poco de Duolingo; Rb me había pedido el día anterior que fuéramos después de su desayuno a un supermercado en dirección norte.

A las nueve y cuarto me recordó la salida y me pidió que fuéramos en automóvil; sorprendentemente -era la hora en la que la gente usualmente va a la iglesia- la ruta estaba bastante vacía por lo que no tardamos mucho en llegar al supermercado -aunque en el camino pasamos a una gasolinera pues quería calibrar las llantas del auto (especialmente la que sufrió el golpe el domingo pasado)-.

En el supermercado Rb compró un recipiente con harina de coco y luego retornamos a casa; felizmente sin ninguna novedad; como habíamos acordado trabajar en el patio delantero entre diez y once de la mañana -faltaba limpiar de malezas la mitad- me cambié de ropa y nos pusimos a trabajar en el mismo.

Al mediodía preparé un par de ensaladas; calentamos el caldo que sobró del almuerzo del día anterior y Rb preparó las alitas de pollo dominicales; almorzamos y luego sacamos a caminar a los perros; a las tres de la tarde me dirigí a mi visita mensual a la casa del voluntario que vive en la misma colonia que viví casi una década.

Antes de llegar a su casa pasé al café internet que está a la entrada de la universidad: había planeado imprimir una muestra de los diplomas que espero entregar en la reunión de equipo del próximo mes; pero el negocio estaba cerrado (aunque había una persona en el interior).

Llegué a las tres y media a la casa de mi amigo -llevaba la mitad de la magdalena que había comprado el jueves- y nos pasamos el siguiente par de horas entre conversación y café con magdalena; y la última media hora repasando el primer paso de la resolución del cubo de Rubik.

Como a las cinco y media Rb me llamó pues se preocupó de ver que la perra más voluminosa estaba rascando la puerta de mi habitación -como que le ha gustado subirse últimamente a la cama en la que duermo-; y un poco más tarde me despedí de mi amigo y retorné a mi casita.

Y a ver cómo sigue eso.


lunes, 18 de noviembre de 2024

El auto, otra vez... The car, again... La voiture, autre fois...

La verdad es que me está preocupando la situación con el automóvil este año: en enero un choque con otro auto; hace un par de meses llamar a una grúa porque no arrancaba; y, el domingo último, un derrape (en el paso a desnivel para entrar al boulevard) que terminó en la defensa frontal partida y una rueda dañada.

Afortunadamente siempre uso cinturón de seguridad; pero el daño al auto es bastante extenso y este mes sobrepasaré mi presupuesto por un gran margen (también estoy cubriendo el costo de la lavadora/secadora del departamento de mis hijos).

Y me ha hecho incluso sopesar la conveniencia de seguir manejando; pero creo que es irreal negarme a hacerlo: vivo en la periferia de la ciudad y el transporte es bastante ineficiente.

Así que ni modo: a ser más consciente a la hora de conducir y a tomar las cosas con calma; al final todos vamos a morirnos, pero lo mejor es tratar de vivir cada día lo mejor que podamos -o al menos eso creo-.

Y a ver cómo va eso...

El domingo pasado, después del mediodía, transcurrió más o menos en la misma forma que los anteriores: no me gustó: me pasé un par de horas tratando de no dormirme en mi habitación; ni leí ni nada. En la noche me dije que debo preparar un horario como el que preparaba cuando mis hijos pasaban los sábados conmigo: dosificar actividades.

El lunes me levanté a las siete y media; entré a la reunión y luego continué trabajando -y dormitando- en cama; hasta después de las nueve; el trabajo ha estado bastante tranquilo.

Por la tarde, después del horario laboral, hicimos la rutina de ejercicios de los lunes; por la noche estuve viendo el tercer capítulo de Lionness y otro capítulo de The Old Man.

El martes me levanté a las seis y media pues quería avanzar un poco en mis tareas antes de entrar a la reunión diaria; revisé algunos detalles de la app que estamos probando pero no pude aclarar mucho.

Después de la reunión me quedé dormitando en la cama; salí de la habitación a desayunar después de las nueve; el resto de la mañana estuvo bastante tranquila: me puse a dividir las 2240 preguntas que tengo en veinte archivos y empecé a practicar con el primero de ellos.

Por la tarde, luego del horario laboral, fuimos con Rb a los supermercados en dirección norte; en la tienda verde de descuentos compramos un tubo de pegamento acrílico para reparar la bicicleta estacionaria.

La semana pasada -o antepasada- Rb me llamó porque la bicicleta había empezado a hacer un ruido luego de que escuchó que algo se había zafado; el sábado -o domingo, no recuerdo- la desarmé y vimos que el fieltro del freno se había caído.

También compramos bananos en el supermercado que se encuentra en el comercial donde tomamos los buses intermunicipales; y finalmente, en una verdurería del camino compramos tres papayas pequeñas y un poco de culantro.

Por la noche ví el último capítulo de la primera temporada de The Old man y vimos una parte del segundo capítulo de una competencia de pastelería de temporada que hemos visto durante los últimos años.

Me retiré a mi habitación un poco antes de las once y estuve leyendo un poco del libro de No Ficción que acabo de empezar: Play to Learn; un poco después de medianoche estaba empezando a dormirme cuando un zancudo empezó a zumbar cerca de mi oído.

Me levanté para tratar de atraparlo pero no pude verlo; volví a intentar dormirme pero volvió el zancudo; total que pasé muy mala noche: traté de dormir bajo las sábanas pero estaba muy incómodo; incluso escuché cuando Rb se levantó a alimentar a su perra a las tres de la madrugada.

El miércoles me levanté a las siete y media -de mal humor-; medité y luego tomé la computadora del comedor a la cama para entrar a la reunión; en la que no participé pues el project manager se dedicó a revisar -con el programador más antiguo- el estado actual de varias tareas.

Después de la reunión me quedé haciendo Duolingo en la cama -ayer terminamos el reto semanal con Rb- y después estuve leyendo un poco de Play to Learn; afortunadamente no me dormí porque no recordaba de mi reunión quincenal con mi supervisora.

La reunión estuvo tranquila: me comentó cómo estuvo la reunión del día de ayer con el Director del área -vino del Imperio del Norte y ‘rifaron’ lugares para asistir a la reunión general (yo no salí elegido)- y luego conversamos sobre la última actividad del evento de ciberseguridad que concluye este viernes.

Después de la reunión terminé de leer la parte actual de Play to Learn y continué con el de francés en turno: Comme un long accident de char; también me puse a reparar la bicicleta: le apliqué pegamento a la pieza de fieltro y a la base plástica; dejé reposar diez minutos y luego los aseguré con una llave de tubo y un alambre.

Además ayudé con el almuerzo: piqué papas y culantro para el menú del día: Pollo en crema con loroco; al final de la tarde -luego del horario laboral- realizamos con Rb la rutina de ejercicios de los miércoles.

El jueves; después de meditar y entrar a la reunión diaria -en la cual no participé pues únicamente han estado revisando las tareas más prioritarias- me quedé en cama haciendo Duolingo y leyendo; a las nueve salí pues Rb salía hacia su visita semanal al mercado del centro histórico; durante estos últimos días he estado trabajando en -la depuración, randomización de respuestas y separación en veinte archivos de- las más de dos mil preguntas de Product Owner, CEH, CompIT y CF.

Por la tarde, después del horario laboral, fuimos a los supermercados en dirección sur a comprar bananos (también pasé a la panadería a comprar pan para mis desayunos del fin de semana); por la noche vinieron a dejar el par de raquetas que adquirimos en Línea (matazancudos, que supuesteamente los atraen con luz ultravioleta) (veinte dólares ambas).

El viernes prometía ser un día interesante: habíamos programado la reunión con la que concluiríamos el evento de ciberseguridad que hemos tenido por tres meses: se trataba de una sesión de la versión libre de una plataforma similar a Kahoot.

Pero, la PM (quién se había ofrecido a dirigir la reunión) informó el día anterior que estaría en un par de días de certificación; que ya había hecho arreglos para ausentarse esa hora pero que enviaba el contenido en caso que hubiera alguna dificultad.

La reunión diaria estuvo igual que los últimos días: únicamente los devs presentaron sus avances en las tareas más prioritarias; a las diez me reuní con el analista más joven -y más inteligente, creo- y revisamos un poco de código -en lo que debo mejorar aún-.

A las once tuvimos la reunión del evento de ciberseguridad y todo marchó sobre ruedas: de los doce convocados únicamente una persona no pudo asistir -estaba en una reunión de trabajo- y, por fin, dimos por concluido el evento.

Ahora nomás toca realizar un par de actividades de cierre: una encuesta de satisfacción y un informe de lo realizado; y el cinco de diciembre -día en la que nos han convocado a la reunión del equipo de fin de año, en el parque temático más grande de la ciudad- entregaremos los certificados de participación y el premio al campeón.

Por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los viernes; el día anterior había terminado de ver el capítulo de Lionness que tenía pendiente, el viernes por la noche traté de ver Alien: Romulus y un poco de Cross; pero no avancé mucho en ninguna de ambas.

La verdad me estaba sintiendo bastante soñoliento -hice un gran esfuerzo para no dormitar-; y luego, casi a medianoche, me costó conciliar el sueño -luego de meditar y leer la mitad de la última parte de Comme un long accident de char-; afortunadamente la respiración abdominal vino al rescate.

El sábado me levanté a las seis menos cuarto; había planeado meditar, luego hacer un poco de Duolingo, luego bañarme y, después, meterme a la cocina a preparar el desayuno al que había invitado a mi amigo asiático con rasgos de autismo.

Realicé las actividades de acuerdo a lo planeado y a las siete estaba terminando de lavar los trastos que utilicé para preparar el desayuno: omelette de embutidos, champiñones y chile pimiento; frijoles refritos, platanos fritos, tomate rodajado, salsa de tomate, crema y café con pan.

A esa hora me dí cuenta que mi amigo me había escrito cinco minutos antes de las siete -hora convenida-; comentándome que estaba por salir de su casa, que vendría como a las siete y cuarto; y, efectivamente, un poco después de las siete me llamó de garita para confirmar el apellido de Rb; luego nos pasamos las siguientes cuatro horas entre desayuno, revisión de aplicaciones en su computadora y conversación -aunque es difícil caracterizar esto último: mi amigo habla y habla sin parar; apenas puedo introducir unas palabra o una corta frase durante esas cuatro horas-.

A las diez le comenté que a las once -como siempre- saldríamos con Rb de casa; quince minutos antes de esa hora -tenía una alarma- le comenté que podía pedir su Uber y salimos hacia la garita; el auto ya estaba esperándolo -a una cuadra de distancia- y corrió al mismo; con Rb fuimos al supermercado más cercano en dirección sur a comprar pollo para el almuerzo.

Después del almuerzo me puse a bajar algunos libros en francés pues hoy termino el actual; un rato después mi amigo me escribió para comentarme que tendrá que venir mañana a la colonia pues olvidó su ID en garita.

Por la tarde me costó nuevamente no dormirme -por haberme levantado antes de las seis de la mañana-; me puse a buscar libros en francés para continuar en esta línea y bajé dos o tres que encontré en una lista al final del actual; por la noche terminé de leer Comme un long accident de char; continué con Everybody Lies y me dormí antes de media noche.

El domingo me levanté a seis de la mañana; había dejado la alarma para esa hora considerando que nomás quería meditar, hacer un poco de Duolingo y bañarme antes de dirigirme al desayuno programado con mi doctora.

Todo fue bien en la mañana y llegué al restaurante cinco minutos antes de la hora prevista (siete de la mañana) incluso aún no habían abierto el restaurante; a las siete lo abrieron y entré a esperar a mi amiga.

La doctora llegó unos minutos más tarde y nos pasamos las siguientes tres horas y media entre conversación y desayuno; en general, a sus treinta y seis años, aún busca un camino vital; entre pareja y estabilidad familiar.

A las diez y media nos despedimos e inicié el retorno a casa; había estado lloviznando durante una buena parte de la mañana y, al tomar el paso a desnivel frente al lugar en donde usualmente tomamos los buses intermunicipales, el auto derrapó y le fuí a pegar al bordillo de la pared.

El golpe fue bastante fuerte -creo que tampoco iba a una velocidad adecuada- pero afortunadamente traía cinturón de seguridad; afortunadamente -también- no había ningún vehículo al frente o detrás; porque hubiera sido bastante aparatoso el resultado.

Salí del lugar pero escuché que la llanta delantera derecha hacía un ruido raro; temí que hubiera explotado el neumático por lo que conduje a muy baja velocidad (debajo de los diez kilómetros por hora) y me subí a la banqueta a un par de calles.

Bajé a revisar y afortunadamente la llanta no había explotado; me imagino que la flecha (o rótula, o lo que sea que sostiene a la llanta) se torció (o rompió); me subí al auto y seguí conduciendo; pero la estabilidad estuvo bien complicada; un poco de velocidad y el auto empezaba a irse hacia un lado.

Por suerte pude completar el viaje sin ninguna otra contrariedad -la vuelta en U estuvo bastante complicada- y un poco después estaba estacionándome frente a la casa de Rb; me dí cuenta que tres o cuatro casas antes había un vehículo del ministerio de salud y me pregunté si había alguna emergencia médica.

Rb estaba afuera y me pidió las llaves del auto pues en la guantera mantiene los carnets de vacunación de sus perros y el personal de sanidad en el vehículo andaba vacunando contra la rabia a las mascotas de la calle; sacó a su perra más anciana y la llevó a vacunar; luego me pidió ayuda con la perra más gorda y ella se hizo cargo de su perro; no costó mucho llevarlos a que los vacunaran.

Después preparamos alitas; lo que almorzamos, con una ensalada y un poco de caldo; más tarde lavé los trastes del almuerzo y preparé té de manzanilla para Rb y té de menta para mí -lo que consumí con lo último del pan de los desayunos del fin de semana-.

En la tarde le escribí al mecánico -un poco antes le había escrito a mi doctora y a mi amigo que vive al otro lado de la ciudad- para comentarle lo sucedido con el auto y preguntarle sobre su nivel de ocupación estos tiempos: me ofreció venir el martes.

Rb me había preguntado un poco después de que vine si me dolía algo y en ese momento me dí cuenta que me estaba doliendo la parte izquierda del cuerpo (la verdad es que el cinturón de seguridad funcionó de maravilla) y me dí cuenta que tenía una cicatriz cerca de la cintura, en donde el cinturón evitó que saliera volando.

Pasé el resto de la tarde en mi cama, viendo videos de resúmenes de películas y series del canal de Fedelobo -y también dormitando un poco, creo-; un poco después de las cinco y media mi amigo autista asiático vino por su documento de identificación y pasó saludando.

Aún estuvimos conversando un poco fuera de casa pues quería mostrarme el apartamento que fue a ver este día (es en un edificio de diecisiete pisos que el gobierno está promoviendo para brindar oportunidades a personas de escasos recursos); está ubicado un la periferia de la ciudad en el lado norte y su precio es como la tercera parte de lo que me costó el de mis hijos.

Por la noche ví una pequeña parte de una película de Ghost in the Shell -Animé-; las noches anteriores estuve viendo algunos trozos de otras versiones -o variaciones de la misma serie-; también preparé las gelatinas para mis desayunos de los primeros cuatro días de la semana.

Y a ver sigue va eso...

domingo, 10 de noviembre de 2024

La profesión... The profession... Le métier

Estoy leyendo un libro de un neurobiólogo de Stanford que proclama que no existe tal cosa como el libre albedrío; que todos estamos determinados por nuestros genes y el ambiente en el que vivimos; la verdad lo encuentro bastante deprimente y me está costando avanzar en el mismo.

Me llama la atención una frase: ‘concluir exitosamente el plan de ochenta años al seleccionar una casa de retiro’; o sea, deprimente; de todos modos el verdadero final es la muerte; y para eso no hay ninguna opción.

Y vuelvo a la carrera profesional: he tratado de vivir la vida pensando que puedo hacer algo por mejorar mi situación -ninguno de mis padres estudió (en su niñez) más alla de la primaria; aunque mi madre sacó el bachillerato un año después que yo y mi padre obtuvo un nivel medio Universitario hace un par de años-.

Y me llama la atención la forma en que algunas personas llegan a encontrar su pasión; dos ejemplos: una de las grandes figuras de la ciberseguridad de España (según un video que ví hace unas semanas) estudió Fisioterapia, se metió al ejército y allí la capacitaron para ser una de las líderes de la ciberseguridad en su país.

Otro: un profesional de la ciberseguridad en el Imperio del Norte, cuenta que estudió para ser  -y trabajó como- maestro; que luego un amigo que estaba formando su empresa involucró a todos sus conocidos para obtener accesos de seguridad en el gobierno; que la empresa de su amigo nunca funcionó pero que ese acceso le permitió desarrollarse en el campo.

En fin.

El domingo, al final de la tarde, continué leyendo Head First Data Analysis en mi computadora con Fedora 39 -no pude conseguir el libro en formato epub (en el que leo en mi tablet) y es bastante incómodo leer pdfs allí-; por la noche vimos el segundo capítulo de Sharp Objects con Rb y continué avanzando con The Gratitudes; también empecé a leer The Mindfulnes Toolbox, en la línea de psicología/meditación.

El lunes, creo que la perra más anciana de Rb estuvo, otra vez, chillando por la madrugada -para que le dieran su ración diaria de pollo-; pero creo que no me despertó por completo, nomás me alteró un poco el sueño; como acaban de cambiar el horario en el Imperio del Norte había decidido levantarme una hora más tarde; a las siete y media me levanté a meditar y luego jalé la computadora a la cama.

Después de la reunión me levanté y preparé mi desayuno; Rb salió a la clínica en la que le están inyectando neurotropas -la penúltima inyección, de seis- y yo estuve en la mañana trabajando en el formateo del cuarto grupo de preguntas para la certificación CEH; estuvo un poco complicado porque no había extraído dos grupos de preguntas -cada uno de cincuenta-.

Al mediodía almorzamos el arroz con menudos y zanahoria que preparamos el día anterior y, después de sacar a caminar a los perros de Rb, le preparé té de manzanilla y me preparé una taza de café; por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los lunes.

El martes me pasé casi todo el día inquieto, tratando de no ver estadísticas en las redes sociales o en general en Internet; por alguna razón tenía esperanzas de que no se dieran los resultados que al final se dieron.

O sea, al final eligieron a una persona condenada por diversos delitos en lugar de a una mujer (hija de inmigrantes, por cierto); en un país en el que más de la tercera parte de la población puede identificarse de la misma forma; me imagino que el mensaje de ellos contra nosotros siempre tocará una fibra muy sensible -y profunda- de los grupos en todas partes; serán cuatro años interesantes -como ha sido siempre-.

Por la mañana pagué el servicio de Internet del apartamento de mis hijos -me percaté que incrementaron el precio del servicio y recordé que algo me habían comentado la última vez que los visité-; por la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur.

Teníamos que comprar bananos para los desayunos y yo adquirí algunos ingredientes para los desayunos que planeo preparar el tercer y cuarto sábado -he invitado a un par de conocidos a venir a desayunar a la casa de Rb-; también compré coquitas para un par de meses.

El miércoles me levanté con la noticia de que se repetirían -o se incrementarían- las idioteces de hace cuatro años en el Imperio del Norte; el día anterior me había pasado casi todo el día inquieto; el miércoles me pasé una buena parte del día de bajón.

Al final me dije que ni siquiera era mi país el que había -otra vez- realizado una elección decepcionante -de todos modos siempre terminan afectándonos sus acciones-; además, no debería sorprendernos: es nomás el reflejo de la realidad (racismo, machismo y así).

Rb fue a su última cita a la clínica de acupuntura; por la mañana llamé a mi amigo que reside -de forma ilegal- en la ciudad del Imperio del NOrte en la que pasé algunos meses hace ya casi dos décadas; estuvimos conversando un rato y por supuesto que su percepción es de esperanza con la elección realizada (la ignorancia de la gente).

Antes del mediodía estuve procesando las preguntas (más de trescientas) del último -cuarto- libro de CEH que adquirí hace unos meses; me costó un poco pues me habían faltado dos bloques de veinticinco preguntas cada uno; pero al final logré que la carga en mi aplicación se realizara correctamente.

Después del mediodía llamé a mi único amigo de la infancia -le había escrito para preguntarle si podía llamarlo-; pero, al parecer, estaba trabajando en el muelle local -no podíamos escucharnos-; le pregunté por una hora para llamarlo al día siguiente y me indicó que a las siete de la mañana.

Al finalizar el día laboral -a las cuatro y media, por el cambio de horario en el imperio del norte- realizamos con Rb la rutina de ejercicios de los miércoles; por la noche estuve viendo Sharp Objects -con la esposa de Superman- y empecé a ver The Old Man.

El jueves terminé de leer el libro con la autobiografía de Chespirito; quería ya dejarlo atrás para leer el último (?) libro de Murakami; también quería terminar de leer el único libro en papel en el que me he embarcado en los últimos años: Conejo Blanco Lobo Rojo.

Este libro lo rescaté de la pila de libros que mi hijo iba a tirar cuando le tocó moverse al departamento; y lo había estado leyendo únicamente los jueves -que es el día que acompaño a Rb (cuando tengo vacaciones) a sus visitas al mercado en el centro histórico-.

Y me urgía terminarlo pues la última vez que nos reunimos con mi segunda ahijada profesional había prometido que se lo regalaría en la siguiente ocasión que desayunamos (mañana nos reunimos en un restaurante del centro histórico).

A pesar de que los tres días anteriores me había estado levantando a las siete de la mañana -debido al cambio de horario en el imperio del norte- este día me levanté a las seis y media: medité y luego retorné a la cama.

A las siete de la mañana llamé a mi único amigo de la infancia; y lo desperté; pero luego estuvimos conversando durante más de una hora (!): hace un mes había tenido una situación bien delicada con su pie (y también murió su hermano mayor).

Un poco después de las ocho nos despedimos y me levanté a desayunar -y a hacer Duolingo-; después nos dirigimos con Rb al mercado del centro histórico -yo llevaba conmigo Conejo Blanco Lobo Rojo-.

La verdad aún andaba un poco desanimado por el ambiente virtual en general; pero me ayudó que el tránsito estaba super pesado y preferimos caminar el par de kilómetros para abordar un autobús intermunicipal.

El Transmetro no estaba muy lleno y el mercado, en general, igual que de costumbre; aunque es interesante que las locatarias se pongan violentas (sarcásticas, realmente) cuando uno decide no comprar algo por estimar que le ponen el precio muy alto.

Antes qe entrar al mercado le había pedido a Rb que me acompañara a una tienda de ropa usada que queda justo frente al mismo; allí conseguí una corbata de color dorado -que planeo utilizar en el convivio de trabajo de fin de año; el tema es: black and gold-.

Después del mercado pasamos al supermercado en donde Rb termina de realizar las compras semanales -me compró una docena de muffins- y luego retornamos a casita; yo vine a encerrarme en la habitación y terminé -por fin- el libro de Chespirito y el libro en papel.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros de Rb y luego -al tiempo que lavaba los trastes del almuerzo- preparé té para Rb y café para mí; después -a las cuatro y cuarto- me dirigí al pollo frito de una de las familias que poseen esta finca que llamamos país.

Había quedado de reunirme, a las cinco y media, con mi amigo el poeta; afortunadamente tránsito estaba bastante fluido por lo que llegué al lugar un poco después de las cinco; pedí un café y un muffin y me dispuse a esperar; mi amigo llegó a la hora programada -cinco y media- y nos estuvimos un par de horas entre cena -él invitó- y conversación sobre la situación general mundial y su situación personal: hace un par de meses salió por primera vez del país para pasar unas semanas en Berlín (visitando con su pareja a unos amigo que llevan un par de décadas de residir en el lugar).

Pero, por la situación general -cree- ha estado sufriendo molestias cardíacas -cambios de presión y dolores esporádicos- por lo que ha estado en observación médica -al parecer su médica sospecha de exceso de estrés-.

A las siete y media nos despedimos -mi amigo anda en bicicleta y no quería retenerlo muy tarde- y me comentó que la lluvia había estado bastante fuerte por la Universidad -debo pasar por allí como a la mitad de mi camino y su pareja es profesora en la escuela de comunicaciones-; temí que el tránsito estuviera descontrolado.

Y sí, estaba algo pesado -justo por el lugar en donde tuve el percance automovilístico a principios de año- pero no extremadamente; un poco después de las ocho estaba estacionando el automóvil frente a la casa de Rb.

Entré justo cuando Rb estaba terminando una reunión de trabajo que había empezado a las siete; yo aún tuve el tiempo para entrar a la parte final de la primera clase de manejo de herramientas digitales que está brindando un brazo cultural de la embajada del imperio del norte.

Luego vimos otro capítulo de Sharp Objects y completamos nuestras lecciones nocturnas de Duolingo; para terminar la noche entré de lleno en el siguiente libro de francés de mi lista (el vigesimo primero en este idioma): Comme un long accident de char.

El viernes me levanté antes de que la alarma de las siete y media sonara: por alguna razón había estado soñando bastante vívidamente durante un buen rato; medité y luego salí a por la computadora; aunque me quedé un rato en el comedor pues la perra más anciana de Rb había querido salir y usualmente se queda un gran rato afuera; y no quería levantarme de la cama o que despertara a Rb cuando empezara a rascar la puerta pidiendo entrar.

Pero no se quedó mucho tiempo afuera: unos minutos más tarde rascó en la puerta; la dejé entrar y me retiré a la cama; entré a la reunión pero -al igual que la reunión de hace dos días- no participé directamente en la misma pues se han estado enfocando en temas más urgentes.

Cuando la reunión terminó me levanté a desayunar; salí a comprar el pan para los desayunos del fin de semana -y un poco de culantro- y me sustituí el pan francés de costumbre por una tortilla de harina -ya que no utilizaré el paquete en los almuerzos con mis hijos este año-.

Rb Salió a la clínica cercana en la que se ha estado inyectando neurotropas; aunque en esta ocasión se trataba de su vacuna anual contra la influenza; por la tarde, después del horario laboral, hicimos la rutina de ejercicios de los viernes.

El Sábado me levanté a las seis y media: había quedado de reunirme a las nueve -en una cafetería del centro histórico- con mi ahijada y había decidido desayunar antes de partir; me levanté a desayunar, luego hice Duolingo -ahora quitaron las prácticas para reponer corazones- y después estuve leyendo en la cama; un poco antes de las ocho me bañé y me preparé para salir.

Rb se levantó un poco antes y me despedí de ella antes de dirigirme al centor histórico; el tránsito estaba bastante pesado: a pocas cuadras de la calle en la que vivo el boulevard estaba completamente lleno.

Afortunadamente no hubo detención total de la circulación por lo que unos minutos antes de las nueve estaba llegando al lugar de la reunión; el parqueo estaba lleno por lo que tuve que ingresar al del otro lado de la calle (del cual, me imaginé, el restaurante cubriría sólamente una parte).

Mi ahijada llegó unos minutos después de las nueve y estuvimos un par de horas en el lugar entre desayuno (mi segundo desayuno), conversación, pastel y -al final- una fotografía (unos días antes le había enviado un recuerdo de la red azul: una fotografía de hace once años); también le regalé el libro Conejo Blanco Lobo Rojo.

Algo que me sorprendió bastante fue que me contó que acababan de terminar la relación -de once años!- con su novia (yo las había conocido a ambas, en el voluntariado, antes de que empezaran a salir); me  conmovió ver que los ojos se le ponían llorosos mientras me comentaba ligeramente la situación.

A las once nos despedimos y retorné a casa -en efecto, tuve que pagar tres dólares (de cinco) de parqueo-; el tránsito de vuelta estuvo más ligero y un poco después estaba parqueándome frente a la casa de Rb.

Preparamos un caldo de pollo para almorzar y luego sacamos a caminar a sus perros; a media tarde le preparé té a Rb -yo no quise tomar nada pues dos desayunos y un almuerzo abundante me habían dejado en el borde de la indigestión-.

Por la noche ví el tercer capítulo de Lionness y vimos con Rb el último capítulo de Sharp Objects; la verdad no me gustó el final: me molestan los twists sobre twists; pero bueno, también ví un capítulo de The Old Man.

El domingo me levanté a las seis y media; aún me estaba sintiendo bastante lleno de las comidas del día anterior por lo que decidí no desayunar; nomás medité y retorné a la cama; en donde estuve dormitando hasta las siete y media que escuché que Rb se levantó.

Habíamos quedado de que la iría a dejar a su iglesia a las ocho pues debía dar una clase a un grupo de jóvenes; al final decidió salir un poco más tarde por lo que pude estar un rato más en cama; revisando mis correos me percaté que una de mis contactos en Duolingo me obsequió siete días de su plan familiar; por lo que no me preocuparé durante siete días por la cuestión de los corazones.

A las ocho y cuarto Rb me pidió que la fuera a dejar y aprovechamos para pasar a llenar el tanque del auto en una gasolinera del camino -treinta y cuatro dólares-; la dejé en el parqueo de su iglesia -se veía todo desolado- y retorné a casita.

A las nueve menos cuarto le dí la comida a los perros de Rb; afortunadamente todo estuvo normal en el proceso; luego he estado viendo un poco de The Old Man y realizando las lecciones matutinas de Duolingo.

Y a ver cómo sigue eso...

domingo, 3 de noviembre de 2024

La carrera... The career... La carrière...

Debido -quizá- al contexto en el que crecí -o a ser parte de la generación X-, aún después del medio siglo sigo cuestionando mi carrera profesional -o tratando de mejorar mi empleabilidad- : a pesar de tener un título universitario -técnicamente dos- continúo la autoformación constante.

Pero había decidido -hace varios años- no tener un perfil activo en LinkedIn: hace unos años fui contactado en varias ocasiones por reclutadores y no me gustó la experiencia -en uno de los procesos llegué hasta el final, a pesar de que no quería cambiar de empleo-.

Por haber iniciado hace un par de semanas mi vinculación con un grupo voluntario de una ciudad del Imperio del Norte reactivé mi perfil de LinkedIn y justo al inicio de esta semana recibí una oferta de trabajo del segundo mejor call center de la ciudad (según yo, en donde trabajo se lleva el título del primer mejor).

Y no respondí a la propuesta: no me interesa cambiar de empleo; pero, le comenté a Rb que me sentía bien de que -aunque quizá es un proceso automático- mi perfil aún llama la atención a reclutadores.

Y a ver cómo sigue eso.

El domingo me levanté a las seis y media; medité y salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; luego estuve actualizando el documento en el que registro los sucesos más memorables de cada día.

Mi hijo menor me pidió que le transfiriera los cincuenta dólares que tenía como balance en mis cuentas, debido a la diferencia entre la cuota del apartamento del primer mes y el valor de la bicicleta estacionaria que me cedió cuando se mudó.

Almorzamos las tradicionales alitas de pollo y ensalada -a medio almuerzo me tocó que salir a recibir el gas propano pues se acababa de terminar- y, luego de sacar a caminar a los perros de Rb, me dirigí a la casa del voluntario que habita en la colonia en donde viví más de una década -y en la que crecieron mis hijos-.

Antes de llegar a la casa del voluntario pasé a un supermercado del mismo sector y compré una papaya y una bolsita con cuatro cubiletes; me estuve en la casa del voluntario un poco menos de dos horas, entre café, cubiletes y práctica del primer paso de la resolución del cubo de Rubik de 3x3x3. 

El lunes me levanté a meditar a las seis y media; luego jalé la computadora a la cama y entré a la reunión diaria del equipo de trabajo; en general el trabajo está bastante tranquilo y me quedé en la cama hasta después de las nueve de la mañana.

A esa hora Rb se dirigió a la clínica de acupuntura y me pidió prestado dinero para el pasaje; me levanté a desayunar y a hacer las lecciones matutinas de Duolingo y me quedé trabajando en la sala; al mediodía calentamos la salsa que Rb había preparado el día anterior y un poco de caldo de la semana pasada; almorzamos nuestra versión de espaguetis a la boloñesa y caldo.

Por la tarde, después del horario laboral, hicimos la rutina de ejercicios de los lunes; a las cinco entré a una reunión con la administradora del grupo de voluntarios en el que estoy empezando a participar; configuramos algunos accesos -al inicio de la reunión le presenté a Rb, pues me había comentado que podría ayudar con alguna tarea de traducción- y luego entramos juntos a una reunión del equipo de administración de proyectos.

La primera reunión tardó una hora y la segunda -también programada para una hora- llevaba más de hora y media cuando le escribí en privado a la administradora para avisarle que me retiraría de la misma; por  la noche empecé a leer -en la línea en la que antes leía francés- el libro Determined; originalmente me propuse como meta leer cien páginas del libro en cada ciclo.

El martes me levanté a meditar a las seis y media; y nuevamente me llevé la computadora de la mesa a la cama; por lo que, al igual que el día anterior, me quedé dormitando en la cama después de la reunión matutina.

Me levanté y salí de la habitación después de las nueve; preparé mi desayuno y me puse a completar las lecciones matutinas de Duolingo; el trabajo ha estado bastante tranquilo, a pesar de que se vienen las carreras de fin de año.

Almorzamos la misma pasta que el día anterior, pero en vez de caldo preparamos una ensalada; después de sacar a caminar a los perros preparé café para mí y té de manzanilla para Rb; después del horario laboral caminamos hacia los supermercados en dirección Sur, necesitábamos sacar dinero del cajero automático pues ya andábamos sin efectivo; luego pasamos a comprar una papaya en la tienda de la vuelta.

Por la noche ví una parte de una película de acción Malaya que empecé a ver la noche anterior -y el primer capítulo de la segunda temporada de Lionness-; avancé un poco con el libro Determined pero aún no completé el número de páginas que me había propuesto.

El miércoles me levanté a las seis y media y decidí que no quería seguir durmiendo en la mañana; me quedé trabajando en la sala; además, el perro macho de Rb también le pidió salir de la habitación en la que duermen.

Entré a la reunión diaria y luego preparé mi desayuno; después de que Rb se levantó me acosté un rato en su cama pero luego recordé que tenía la reunión quincenal con mi supervisora; la reunión estuvo tranquila; básicamente revisamos los avances en el evento de ciberseguridad que estoy liderando -ya solo quedan dos semanas!- y me asignó la revisión de la información para un cambio que se viene en la tecnología.

Para el almuerzo consumimos la mitad de hashbrowns de pollo que Rb preparó el domingo, con una ensalada; por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles; en la noche ví una tercera parte de la película de acción que he estado viendo durante la semana; y el segundo capítulo de la segunda temporada de Lionness; además, decidí bajar de cien a ochenta el número de páginas de Determined.

También, decidí bajar el nivel en el que juego ajedrez; de siete a cuatro: en el nivel más alto no he logrado superar el diez por ciento de juegos ganados desde hace mucho por lo que espero replicar mi práctica de meditación con el ajedrez.

El jueves me levanté a las seis y media y, al igual que el día anterior, me quedé trabajando en el comedor; también el perro de Rb pidió salir a la sala, por lo que -una hora después- se levantó de no muy buen humor.

Un poco después de las nueve me metí un rato a la cama de Rb pero me levanté cuando salió hacia su visita semanal a los mercados del centro histórico: sus perros querían quedarse en el patio y me pidió que estuviera atento para cuando rascaran la puerta.

Por la tarde, después del horario laboral, fuimos a los supermercados en dirección sur; necesitábamos comprar bananos y aproveché para comprar embutidos para mis desayunos -y para los desayunos que debo preparar los dos sábados siguientes que vienen conocidos a casa de Rb-; también compré pan para mis desayunos.

El viernes me levanté a las seis y media, medité y, como Rb me había pedido el día anterior, saqué a su perro de la habitación y empecé a preparar mi desayuno de los fines de semana; durante la mañana pagué los montos del principio de mes: mi contribución local, los servicios del departamento y el monto de las acciones de la empresa en la que trabaja mi hijo menor.

A media mañana fuimos con Rb a los supermercados en dirección sur: necesitábamos efectivo y aproveché para comprar algunos ingredientes para los desayunos; también compramos papaya y algunas hojas verdes.

Desde hacía algunos días había programado una visita a las tres de la tarde a un ex compañero de área laboral; a quien le había ayudado a pasar su exámen de PSPOI unas semanas atrás; después de sacar a caminar a los perros de Rb consulté Waze para ver si era práctico sacar el automóvil pero la estimación era de casi una hora de camino (más del doble del tiempo normal); inclusó sopesé irme por una ruta alterna.

Al final ordené un uber moto -cinco dólares- para llegar a la carretera más larga del continente y desde allí tomé un autobús; lo malo es que no tenía claro en donde apearme por lo que me tocó que caminar más de veinte minutos -dos kilómetros en cuesta ascendente-.

Llegué casi a las tres y media -aunque había llamado a mi amigo para avisarle que iba tarde-; estuvimos una hora y media entre café y magdalena -la que Rb me había traído el día anterior- y conversación -también me dió un tour por su vivienda: impresionante-.

Un poco antes de las cinco me llamó Rb para ver cómo estaba -antes de salir se había ofrecido a ir por mí a la mitad del camino- pero le indiqué que a las cinco empezaría mi retorno y no necesitaba que saliera; a las cinco me despedí de mi amigo pero él se ofreció a bajarme a la ruta; y al final me trajo hasta la colonia -menos de media hora de tiempo-; entré a casa antes de las cinco y media.

Por la noche terminé el libro The Happiness Trap y me quedé pensando en cuál será el siguiente en esta línea; había considerado continuar con CAT pero creo que -al igual que en la línea de meditación- debo reevaluar el contenido de los libros en mi lista.

El sábado... como había quedado con mi único amigo de la facultad en reunirnos a las ocho, en un restaurante frente al comercial en donde se parquean los busitos, puse la alarma para las siete de la mañana.

Me levanté, medité, me bañé y me dirigí al punto de reunión; llegué con veinte minutos de antelación y, después de haberle enviado un mensaje a mi amigo, me puse a hacer Duolingo y a jugar un par de partidas de ajedrez.

Mi amigo llegó un poco después de la hora acordada y pasamos el siguiente par de horas entre conversación y desayuno -trece dólares-; además le regalé la calculadora que aún me quedaba del tiempo de mis hijos en la facultad.

Un poco después de las diez nos despedimos y retorné a casa; vine diez minutos antes de las once y noté que no estaba -como es usual- la llave en la puerta del frente: Rb había salido; le envié un mensaje pero luego -a las once- la alarma de su celular sonó.

Antes de mediodía Rb retornó con pollo para el almuerzo y luego se puso a preparar un caldo con los ingredientes que había salido a comprar; lo que acompañamos con un hashbrown que nos sobró de la semana.

Después del almuerzo sacamos a caminar a sus perros y luego preparé té de manzanilla para ella y te de lo mismo pero con miel para mí; por la tarde empecé a ver una serie donde la esposa de Superman (la actriz) es una periodista que se autolesiona y retorna a su pueblo a  investigar una serie de asesinatos de chicas adolescentes.

En la noche avancé un poco en el libro de francés: Les gratitudes; la historia está interesante; los días en un asilo de una anciana, contada por dos chicas: una a la que ayudó cuando era niña y una ortofonista que la ayuda con su pérdida gradual del habla.

El domingo... había decidido desde la noche anterior levantarme tarde: casi todo el sábado me la pasé intentando no dormirme pues entre las dos y media y las tres la perra más anciana de Rb estuvo gimiendo y ladrando en la sala (ya está muy anciana y se acostumbró a ser alimentada -pollo cocido- a las tres de la madrugada).

Me dormí antes de la medianoche del sábado y me levanté el domingo a las seis y media; medité y retorné directamente a continuar durmiendo (no lectura, no Duolingo, dormir); a las nueve y media Rb entró a la habitación a hablarme pues habíamos acordado de ir a las diez y media al supermercado en donde compramos comestibles a granel; preparé mi desayuno y lo tomé mientras hacía un poco de Duolingo.

A las diez nos dirigimos al supermercado en donde el auto se quedó tirado hace más de un mes; afortunadamente ahora anda funcionando bien y luego de realizar las compras mensuales (y algo para mis hijos) pasamos al supermercado de descuentos a comprar unas piezas de foami que Rb piensa utilizar en su cama.

Yo aproveché para comprar una bolsa de frijoles pues este mes he previsto que un par de amigos vengan en dos sábados consecutivos a desayunar; luego pasamos a otro supermercado a comprar higados de pollo -y bananos- y, finalmente, pasamos a un Burger King a comprar un Birthday cake (3 dólares!).

Luego retornamos a casa; yo me puse a ver algunos videos de Youtube y después preparamos el almuerzo: alitas de pollo y caldo; seguidamente sacamos a caminar a los perros y luego preparé té de manzanilla para Rb y té de menta para mí.

Para completar la tarde Rb se puso a cocinar los almuerzos de la semana (ayudé un poco rayando una zanahoria y cuadriculándo un chile pimiento); también preparé las gelatinas para los desayunos de esta semana; ahora estoy avanzando en el libro de tecnología: Head First Data Analysis.

Y a ver cómo sigue eso...

domingo, 27 de octubre de 2024

El final... The end... La fin...

En las reuniones con los compañeros que me han estado apoyando en el desarrollo del evento de ciberseguridad, en el trabajo, a veces hablamos de literatura: el dev dirigió hace unos años un grupo de lectura en la ciudad -bastante elitista, por cierto: se reunían en restaurantes bastante elegantes-.

La chica es bastante joven -tiene pocos años de haberse graduado- y no lee mucho; nomás nos comenta que anota los títulos que le mencionamos, para el futuro; el dev, por otra parte, creo que andará por la media de la treintena; y yo, empecé la quinta década hace un par de años.

En la reunión del viernes les comentaba que la muerte ha sido un tema común en mi vida durante los últimos tiempos; no por morbo o algo parecido; sino que he llegado a la parte del camino en el que he tenido más contacto, creo.

Un antiguo conocido murió dos días antes de mi cumpleaños -melanomas en el cerebro- y un compañero de bachillerato murió media hora después de que lo llegara a visitar -tumores en la lengua-; y Hacker News me ha conducido, este año, a leer el blog de un par de casos: un escritor técnico a quien también le extirparon la lengua y un químico con tumores en el cerebro -gioblastoma-.

Creo que por eso preparé ya el documento póstumo que compartí con Rb con detalles que facilitarán un poco en caso que no se cumpla mi plan: vivir tres períodos de ocho años; en el primero continuar como voy, en el segundo bajar el trabajo formal y aumentar el voluntario, y en el último dedicarme únicamente a ser voluntario.

Ya le he comentado el plan a mis hijos -al menos a la mayor y al menor-; y la mayor nomás me preguntó qué pensaba hacer si superaba los setenta y cinco años -muy poco probable- y me comentó, casualmente, que ella tiene conocimientos médicos para un cese de la vida tranquilo.

Y a ver cómo va eso.

El domingo pasado me levanté a las seis y media; luego de meditar -me tocó reiniciar el ciclo pues no desactivé bien la alarma y sonó a los cinco minutos- salí a preparar el desayuno de los fines de semana (el día anterior y este había acompañado el mismo con un plátano frito).

Después de desayunar me quedé un momento en el comedor pero antes de las ocho retorné a la cama: me puse a completar la lección matutina de Duolingo y luego me quedé dormitando hasta las nueve; habíamos quedado con Rb de salir temprano hacia su iglesia: a ella le tocaba impartir una clase a un grupo que sigue las disposiciones del programa para el que ella trabaja; pero quería -antes de entrar en la iglesia- un poco de pollo para los almuerzos de la semana.

Había ya empezado a llover -al parecer hay alguna tormenta tropical afectando el clima- pero el tráfico estuvo bastante tranquilo; en donde nos atrasamos fue en el supermercado: había dos personas delante de nosotros en la carnicería y un solo dependiente.

Después de comprar el pollo -y bananos y una red de aguacates- retornamos al auto; Rb sacó su material para la clase y yo retorné a casita; volví a desayunar -usualmente lo hago los viernes, sábados y domingo- y luego me puse a imprimir la documentación que debía llevar el jueves para la reposición de mi pasaporte.

Por la tarde nos pusimos a preparar los ingredientes para el almuerzo de los cuatro primeros días de la semana: partí un montón de papas, guisquiles, apio y chile pimiento; preparamos una especie de comida china, con las verduras y un poco de pollo.

El lunes Rb fue por la mañana a su cita con el fisioterapeuta; a su retorno traía un par de objetos de silicón para la utilización en la cocina (agarradores) y en el lavatrastos (canastita para la esponja); como tenía una reunión a las cuatro y media para empezar a colaborar como voluntario, en un proyecto de código de la ciudad donde Terminator fue gobernador, le pedí a Rb que hicieramos la rutina de ejercicios media hora antes.

Después del horario laboral (a las tres y media) realizamos la rutina de ejercicios de los lunes y  luego entré a la reunión en la que se distribuyó una invitación para el día siguiente para el proceso de adhesión al proyecto.

El martes el día estuvo bien tranquilo; de hecho he estado durmiendo casi todos los días después de la reunión de las siete de la mañana -no sé cómo va a cambiar mi rutina el otro mes que cambien de horario en el Imperio del Norte-.

Después del horario laboral fuimos a los supermercados en dirección norte; en la tienda verde de descuentos compramos aceite -la bicicleta estacionaria ha estado haciendo un zumbido raro cuando se aumenta la resistencia- y en la tienda una papaya.

A las seis de la tarde -cuando regresamos de los supermercados- ví que tenía un mensaje de mi amigo anciano negro que vive en la ciudad del Imperio del Norte en la que pasé un par de años hace casi veinte.

Lo llamé por Facebook y estuvimos casi una hora poniéndonos al día de las vidas de cada uno: teníamos más de un año de no conversar; en el pasado nos manteníamos más en comunicación; luego, por la noche, me pasé casi tres horas en la reunión en la que se proporciona toda la información para adherirse al proyecto de coding en el que estoy esperando participar por un buen tiempo; además, reservé una reunión para el día siguiente con la administradora del proyecto.

El miércoles estuvo tranquilo el trabajo; he estado tratando de actualizar el ambiente de mi computadora pues no he logrado revisar los últimos cambios debido a la incompatibilidad de algunos componentes.

Por la tarde, después del horario laboral, completamos con Rb la rutina de ejercicios de los miércoles; después entré a la reunión con la administradora general del grupo de voluntarios con el que espero empezar a colaborar; ella también es parte del espectro neurodivergente y mantuvimos una amena conversación en la que definimos el inicio de mi involucramiento; por la noche terminé de leer Les heures souterraines y empecé a leer el siguiente de la línea de francés: Les gratitudes.

El jueves me levanté a las cuatro y media de la mañana; medité y me vestí pues quería salir antes de las cinco hacia la oficina en la que se emiten los pasaportes en la ciudad; caminé hasta el comercial en donde abordamos los buses intermunicipales; luego tomé el transmetro y llegué hasta la estación más cercana a mi destino antes de las seis de la mañana.

Como la cita la tenía para las siete de la mañana (se suponía que debía presentarme quince minutos antes) me metí a un Mc Donald’s cercano y tomé un desayuno de Mc Muffin de Salchicha; luego me estuve leyendo un rato el único libro en papel que he estado leyendo por muchos años: Conejo Blanco Lobo rojo

Un poco después de las seis y media -luego de pasar por los servicios sanitarios- me dirigí a la oficina de los pasaportes -a cuatro o cinco calles-; llegué sin ningún contratiempo y el trámite no me tomó más de media hora.

A las siete me encontraba ya fuera de la oficina; con el nuevo pasaporte en la mano y sopesando qué hacer: habíamos quedado con Rb de encontrarnos en el centro histórico pero faltaban más de dos horas para la hora en la que ella saldría de casa; decidí retornar.

Caminé hasta la estación de transmetro más cercana -por no recordarme que la que tomamos usualmente estaba cerrada me tocó dar un gran rodeo: caminé como diez cuadras en vez de dos- y luego tomé el busito para retornar a casa.

Vine un poco después de las ocho de la mañana y, después de desayunar nuevamente, me puse a trabajar en el formateo de las preguntas del libro de CEH que conseguí en la red; no pude terminar la tarea pues un poco después de las nueve nos dirigimos con Rb al centro histórico.

El viaje de ida estuvo tranquilo -el busito pasó rápido y el transmetro no estaba lleno- y en lugar de apearnos en la estación usual -cerca dle mercado- nos dirigimos a la última, pues teníamos que comprar fideos orientales en una tienda china que se encuentra en sus cercanías.

Luego pasamos al mercado; Rb adquirió sus frutas semanales y después nos dirigimos a la estació más cercana -la segunda más cercana pues no sabíamos que podíamos utilizar la más cercana- para tomar el transmetro de retorno; pasamos a un supermercado en el comercial en donde se estacionan los busitos.

Rb compró medicina en una farmacia del lugar y yo elegí -Rb generalmente me trae algo en sus salidas- un par de muffins y un eclaire; luego retornamos a casita a preparar -recalentar, realmente- el almuerzo; la tarde pasó muy lenta para mi gusto pues me sentía bastante cansado por haberme levantado dos horas antes de lo acostumbrado; pero, si duermo en el día se descontrola mi ciclo circadiano, aguanté hasta la noche.

Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; compramos un poco de bananos y yo pasé a la panadería a proveerme del pan que consumo en los desayunos de los fines de semana; en la noche ví un poco de Canary Black -creo que dormité en el ínterin- y un poco antes de las diez le avisé a Rb que me retiraría, pues me sentía bastante agotado; todavía medité y leí un par de páginas del libro de francés; luego me dormí.

El viernes la alarma sonó a las seis de la mañana pero -por primera vez en mucho tiempo- nomás la apagué y seguí en cama hasta las seis y media; a esa hora me levanté a meditar y luego pasé la computadora de la mesa a la cama.

Participé en la reunión de las siete de la mañana y luego me quedé en cama: me sentía bastante cansado; me había costado dormirme y estuve soñando -creo- una gran parte de la noche; un poco después de las nueve Rb me habló y me levanté a preparar el desayuno de los fines de semana; luego hice Duolingo y estuve tratando de avanzar un poco en el trabajo que tengo asignado: estoy teniendo problema de compatibilidades con los componentes y no he podido revisar los últimos cambios.

Le pedí al analista más joven -e inteligente, creo- del equipo que me ayudara y puse una reunión para las once y cuarto; Rb salió a comprar un poco de culantro para el pescado del almuerzo y cuando regresó estuvimos un buen rato cortando flores de loroco: doce onzas.

A las once y cuarto me reuní con el analista y estuvimos un poco más de media hora tratando de avanzar en la solución de mis dificultades; no pudimos pero obtuve algunas ideas para continuar; a la uno entré a una reunión del voluntariado al que me inscribí la semana pasada: eramos menos de diez personas y la mayoría administra un proyecto de desarrollo dentro del grupo; nomás estuve escuchando la forma en la que se manejan este tipo de reuniones.

A las tres me reuní con el Dev y la PM que me han apoyado con el desarrollo del evento de ciberseguridad que estamos llevando a cabo -ya sólo tres semanas!-; revisamos el avance del proyecto y nos asignamos algunas tareas para avanzar con el mismo; después de la reunión -casi una hora- le pedí al dev que se quedara un momento y me apoyara con algunas dudas del ambiente de trabajo.

Le mostré las últimas acciones que había tomado y justo encontramos un error común: a pesar de haber cambiado algunas variables del sistema no había reiniciado el ambiente por lo que aún no estaban siendo tomadas en cuenta para el proceso; al final me funcionó; después del horario laboral hicimos la rutina de ejercicios de los viernes y después de un buen baño fuimos a la tienda de verduras a proveernos de ingredientes para los almuerzos de la siguiente semana.

El sábado me levanté a las seis y media; medité y salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; luego retorné a la cama a hacer Duolingo -y a dormitar un poco-; me levanté nuevamente a las nueve pues habíamos planeado ir al supermercado más cercano en dirección sur.

Rb había comprado algunas inyecciones con neurotropas -sigue sufriendo dolores en el brazo derecho- y se había inyectado la primera el día anterior, en una clínica que queda a un par de calles; había previsto ponerse la segunda inyección luego de retornar del mercado; a donde se dirigió luego de despedirnos en la garita de la calle; yo estuve leyendo un poco antes de realizar la rutina semanal de bicicleta estática -antes le había aplicado aceite a las partes móviles de la misma-.

Después de los veinte minutos de bicicleta estática saqué a la perra más pesada a su caminata diaria; después me bañé y me dirigí al departamento de mis hijos; habíamos visto bastante tránsito en el boulevard durante nuestra salida matutina y temí que continuara al mediodía.

Y efectivamente había más tránsito de lo usual; pero no estuvo tan mal: en vez de la media hora habitual mi viaje tardó alrededor de cuarenta minutos; igual llegué al edificio quince minutos antes de la una de la tarde.

Subí al departamento y me instalé en el espacio de la sala; unos minutos después salió mi hija y, luego de saludarnos, le indiqué que debíamos participar en la reunión de vecinos que habían programado para las cuatro de la tarde -mi hijo me había enviado copia de la convocatoria el día anterior-.

Ordené en línea una pizza y un calzone de Domino’s Pizza -la misma opción que mi hijo había elegido la semana anterior- y nos dirigimos al comercial que queda a un par de cuadras; pero el pedido aún no estaba.

De hecho la orden no había sido procesada por lo que nos tocó que esperar quince minutos en la tienda; después de recibir el pedido nos dirigimos a una de las mesas del lugar y almorzamos -también resolvimos algunos cubos de Rubik-.

Le propuse a mi hija que camináramos al parque temático más grande de la ciudad y hacia allí nos dirigimos; pero, como a medio camino mi hija se quejó de sentirse mal -no sé si fue el tobillo por el que aún anda renqueando o mareos, por haber estado comiendo de forma muy irregular-.

Por lo que le propuse que retornáramos a casa; estábamos a cuatro calles del edificio y en el medio se encuentra un supermercado bastante popular; pasamos a comprar un poco de bananos y un pastelillo; retornamos al departamento, preparamos café y compartimos el pastelillo -yo le pedí a mi hijo que saliera de su habitación-; conversamos un poco entre los tres y luego subimos, con mi hija, a la reunión de vecinos.

En la que se acordó subir la cuota mensual de mantenimiento en un treinta y tres por ciento; la verdad es que me parece bastante macabra la forma de administrar del edificio; pero es una comunidad en la que estamos -cincuenta departamentos- y no hay mucho que se pueda hacer de forma individual.

Además, el próximo mes deberemos pagar una cuota extraordinaria del doble de lo que estábamos pagando como aportación mensual: se tiene una gran deuda con la empresa que proporciona mantenimiento al edificio; un desastre.

Lo interesante de la reunión -habíamos como veinte propietarios en la misma- es que encontré como tesorera de la junta directiva a la contadora de la empresa en la que trabajé antes de mis viajes al imperio del norte; lo dicho… la ciudad es un pañuelo.

Después de la reunión -en la que también se acordó eliminar el servicio comunal de lavado y secado- conversamos un rato con mis hijos sobre las siguientes acciones a tomar: comprar una lavadora/secadora para el departamento; y prever la estadía en el lugar al menos diez años; luego de los cuales se reevaluará la conveniencia del mismo.

También conversamos con mis chicos acerca de mi deseo para la última semana de cada año: que tengamos un almuerzo de navidad y uno de fin de año; patrocinado por cada uno de ellos; y compartir un par de horas el día anterior a navidad y año nuevo; un poco después de las seis de la tarde me retiré del apartamento.

Pasé -Rb me había enviado un mensaje- por el supermercado que se encuentra en el comercial en donde se estacionan los busitos que vienen a la colonia: debía comprar un par de bandejas de pollo molido, para los almuerzos de la siguiente semana.

Luego retorné a casa; vine un poco después de las siete de la noche; completé las lecciones de Duolingo y llegué casi al final del séptimo archivo de preguntas de PSPOI/CEH/CompTIA; las once me retiré a mi habitación y finalicé el ciclo del libro actual francés: Les gratitudes, y avancé un poco con Sin querer queriendo; luego me dormí.

Y a ver cómo sigue eso…

domingo, 20 de octubre de 2024

Viajar... Travel... Voyager...

Mi nombre -o al menos, una de sus variantes- tiene una connotación -creo- bastante fuerte con los viajes; a pesar de eso no me gustan; o al menos ahora: recuerdo que era uno de mis motivaciones de joven al aplicar a algún trabajo.

Cuando tenía veintidós o así la panadería industrial para la que trabajaba me envió a la capital colombiana por un mes; para apoyar en el arranque de algunas líneas de producción; fue una experiencia rara: acababa de empezar mi convivencia con la madre de mis hijos.

Pero no fue la primera vez que salí del país: el departamento en el que crecí tiene frontera con el segundo país más grandes del Istmo (no sabía que nosotros estamos en tercer lugar... :S) y cuando tenía quince o dieciseis años -mientras permanecía unos días en la casa de un amigo de la iglesia- pasamos al otro país en caballo.

Luego estuvieron los tres viajes al imperio del norte -que completaron la ruptura de mi familia y me permitieron mejorar mi fluidez en inglés- que tienen tantos buenos y malos recuerdos; y, finalmente por ahora, hace cinco años me llevé a mi hija mayor y mi hijo menor a la graduación de la mediana.

Y ahora que vienen nuevamente las vacaciones he sopesado salir nuevamente del país: quiero ir a la capital de ese país al que entré ilegalmente en mi adolescencia a ver a una ex compañera del master de ciberseguridad, ayudarla con su examen de PSPOI y ver si puedo atender algún evento del mismo tipo.

Y a ver cómo va eso...

El domingo pasado -casi como el anterior- fue bastante tranquilo; de hecho temía que se repetiría el patrón de una semana antes: pasarme casi todo el día en cama; después de despertarme y meditar salí a prepararme el desayuno de los fines de semana.

Después volví a la cama a hacer Duolingo -y a escribir un poco-; cuando Rb se levantó yo me metí a su cama y leí un rato; pero realmente estuve dormitando; hasta las diez; a esa hora me levanté a preparar lo necesario para el asado: lavar las papas y preparar el carbón para iniciar el fuego; luego estuvimos durante más de tres horas -hasta las dos- cocinando: varias tandas de pollo, papas y finalmente mis embutidos.

En el ínterin almorzamos; despues de terminar el asado apagué las brasas y luego sacamos a caminar a los perros de Rb; posteriormente preparé té (de menta para mí y de manzanilla para Rb) y a las cuatro de la tarde -estaba sintiendo bastante pesado el día- nos dirigimos a los supermercados en dirección norte.

Necesitábamos un poco de bananos -no mucho, pues el lunes Rb debía pasar por el mismo lugar en su viaje a su cita con el fisioterapeuta- y luego de adquirirlos retornamos a casa; al inicio de la noche ví un capítulo de Terminator Zero y luego estuve avanzando en el nuevo libro de francés -Les heures souterraines- y después un poco con el libro de meditación.

También llamé a un amigo de mi época del bachillerato: era el primogénito de una de las familias más acaudaladas de la región -creo que era el único que llegaba en automóvil al instituto- y, después de graduarse -y pasar un par de años en el Imperio del Norte- se convirtió al cristianismo y ahora -junto con su esposa canadiense- dirige un gran Orfanato en un departamento vecino. Espero visitarlo en diciembre.

El lunes me levanté una hora antes de lo habitual (a las cinco y media); medité y luego me vestí y me preparé para ir a la casa de mi amigo de ascendencia asiática: habíamos quedado que a las siete y media estaría esperando que saliera a su trabajo para que me entregara el repuesto del auto.

Caminé hasta el lugar en el que pasan los buses intermunicipales (había menos tráfico del esperado pero no quise abordar uno de los busitos locales); a las seis de la mañana abordé el bus intermunicipal; este bus me deja a un par de cuadras del comercial en donde se estacionan los busitos locales; después de apearme caminé hasta la casa de mi amigo y llegué cinco minutos antes de las siete; le escribí por whatsapp y también lo llamé.

Unos minutos más tarde salió -aún en pijama- a entregarme el repuesto -también me regaló un puñado de chocolates de una bolsa que compró para halloween-; aún conversamos un rato y luego inicié el retorno a mi casa.

Caminé hasta el comercial y allí abordé un busito; el cual aún esperó diez minutos (hasta las siete y media) para iniciar su recorrido; al final retorné a casa un poco antes de las ocho y empecé con las labores diarias -luego de escribirle al mecánico para inquirir sobre la hora a la que vendría: me respondió que a las diez y media-.

Al final vino despues del mediodía. Rb fuer a su sesión de fisioterapia y retornó antes del mediodía; un poco antes de la una empezamos a recalentar el almuerzo y estabamos a la mitad de esto cuando se apareció el mecánico.

Salí a darle las llaves del auto -y el sensor- y nomás me comentó que era chino; yo le indiqué que le auto también, pero él me recordó que en realidad era japonés; estuvo trabajando como media hora -mientras nosotros empezábamos a almorzar- y luego nos informó que ya estaba -treinta dólares-.

Esto nos atrasó un poco con el paseo diario de los perros de Rb -estábamos justo sacándolos cuando nos comentó que ya estaba el auto-; a media tarde preparé un té de manzanilla para Rb y un café -con una bolsita de café petrificado que encontré en mi mochila-.

Durante la mayor parte de la tarde nos quedamos sin Internet; Rb llamó a la compañía y la guiaron un par de veces en el reseteo del router; al final no pudieron realizarlo y programaron la visita de un técnico -entre veinticuatro y treinta y seis horas-.

Me resigné a ir el martes por la madrugada al departamento de mis hijos para iniciar desde allí mi jornada laboral y me puse a avanzar en el libro de Mindfulness que llevo a medias; a las cuatro -después del horario laboral- nos preparamos para realizar la rutina de ejercicios de los lunes pero, antes, desconecté el router por un rato; luego lo reconecté y nos pusimos a hacer los ejercicios.

A media rutina verifiqué la computadora y comprobé que el servicio ya se había restablecido -de forma estable en esta ocasión-; al menos no tengo que volver a levantarme más temprano mañana; luego de terminar la rutina de ejercicios -y del baño correspondiente- me puse a actualizar las hojas en las que tengo el historial del dinero que Rb tiene en mis cuentas -que ahora incluye la deuda del mecánico- y a completar -nuevamente- el cuarto autoexamen de PSOPI/CompTIA/CEH.

En la mañana estuve trabajando un rato en el documento de instrucciones póstumas sobre el que he estado conversando durante esta año con Rb; hasta el momento nomás incluye detalles del departamento, cuenta bancaria, tipo de servicio y la música para el mismo; debo agregarle información más detallada.

El martes me levanté media hora antes de la hora usual pues quería realizar un par de pruebas antes de entrar a la reunión diaria; al final no pude completar la prueba y en la reunión nomás indiqué que estaba en progreso.

Por haberme levantado una hora antes el día anterior y media hora este día me sentía bastante agotado; me terminé durmiendo un par de horas entre las ocho y las diez y media de la mañana; por la tarde me reuní con el analista más joven -y más inteligente, creo- del equipo para tratar de replicar el issue que he estado tratando de reportar; no logramos avanzar, pero me dió algunas ideas para continuar.

Después del horario laboral fuimos con Rb a los supermercados en dirección sur; compramos un poco de bananos -y yo me proveí de varios insumos: bolsas de snacks para los almuerzos con mis hijos, leche en polvo para mis té chais y un par de bolsitas de crema, para el desayuno que prepararé a mitad del otro mes para compartir con mi amigo de ascendencia asiática.

Por la noche, por fin pasé el cuarto archivo del autoexamen; e inicié el quinto -de 10-; también preparé la penúltima porción de flan -compré ese par de libras de polvo para flan a finales del sexto mes de este año-.

El miércoles me levanté a meditar a las seis y media; luego empecé a replicar el issue que debía reportar; lo que terminé de hacer después de la reunión diaria; creé el elemento del reporte y lo envié; hice Duolingo y luego salí de la habitación, un poco después de las ocho de la mañana; desayuné -avena, banano, gelatina y flan- y luego esperé la reunión quincenal con mi supervisora.

A las nueve y media me reuní con mi supervisora y para iniciar -luego de que me preguntara qué estaba estudiando actualmente- le mostré la app que creé en React para estudiar -y que me permitió obtener el certificado PSPOI-.

La reunión se extendió por casi media hora completa y luego de despedirnos continué la documentación del issue que estaba trabajando, en la plataforma que utilizamos para gestionarlos; por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles; después de bañarnos salimos a la tienda a comprar una papaya -Rb había escrito por whatsapp a la señora de la tienda de verduras pero no tenía-; en la noche pagué el servicio de Internet del departamento de mis hijos.

El jueves salí de la habitación un poco antes de que Rb saliera a realizar su visita semanal al mercado del centro histórico; me quedé trabajando en la mesa del comedor y estaba viendo algunos videos cuando retornó.

Al principio de la jornada envié el flyer del segundo día de la tercera semana del curso de ciberseguridad que estamos impartiendo y por la tarde el video para finalizar el tema; por la tarde, después del horario laboral, fuimos a los mercados en dirección sur; compramos bananos para los desayunos; además, compré algunas bolsas de snacks, para los almuerzos mensuales con mis hijos y una bolsita de café instantáneo.

El viernes el trabajo estuvo bastante tranquilo; nomás le dí seguimiento a un reporte que había realizado un par de días antes; por la mañana mandé la evaluación de la tercera fase del curso de ciberseguridad; por la mañana Rb me pidió que la acompañara a la tienda de verduras; la verdad no tenía ganas de ver a nadie; me llevé puestos los audífonos USB -que pierden la señal como a media cuadra- y uno de mis cubos de Rubik de 3x3.

También empecé a revisar las cajas de plástico en las que tengo la mayor parte de mis pertenencias -ya son 8-; empecé por las dos que tengo en la estantería de mi habitación: no encontré mis pasaportes vencidos en ninguna de ellas.

Por la tarde nos reunimos con el Dev y la SM para evaluar el avance en el curso de ciberseguridad; y ver los pendientes para la siguientes semana -ya solo quedan cuatro-; un poco antes había entrado en la página del Servicio Exterior del país para ver los pasos para renovar el pasaporte y empecé el trámite para renovarlo por diez años (el último se me venció hace un par de años): ochenta y cinco dólares.

Después de la reunión continué con las cajas de plástico que están en la habitación que usamos de bodega -y alacena de la comida de los perros-; son dos columnas de tres cajas cada una; completé la primera columna y no encontré nada -muchos muchos recuerdos nomás-; luego tomé la segunda columna; justo en la segunda caja de la misma encontré un sobre con mis tres últimos pasaportes.

Para esto ya había confirmado la cita para realizar el trámite de renovación del pasaporte: el próximo jueves debo encontrarme a las siete de la mañana en las oficinas de migración; por la noche hice muchas lecciones de Duolingo: una de mis contactos en la app me ‘regaló’ tres días para que comprobara el funcionamiento del servicio pagado de esta app; al parecer es una nueva forma de promocionarse; además terminé de leer -casi a medianoche- The Road to Character.

El sábado me levanté a las seis y media; medité, desayuné e hice Duolingo (uno de mis contactos me ‘regaló’ tres días de Super Duolingo); luego esperé a que Rb se levantara pues habíamos planeado ir al supermercado por la mañana.

Fuimos a los supermercados en dirección sur; compramos ingredientes para los almuerzos de la próxima semana y retornamos a casa; había planeado hacer una rutina de bicicleta estática antes del mediodía, sacar a caminar a la perra más pesada de Rb y luego dirigirme al departamento de mis hijos.

Pero un poco después de las once mi hijo menor me escribió para pedir que retrasáramos nuestro encuentro una hora: estaba lavando ropa y otro de los inquilinos puso un ciclo extra largo; por lo que retrasé la rutina de ejercicios; igual un poco después de las doce y media ya estaba saliendo hacia el lugar de mis hijos -luego de haber hecho la rutina de ejercicios, sacado a caminar a la perra y bañarme-.

El tránsito estaba bastante ligero por lo que un poco después de la una y cuarto me estaba estacionando en nuestro parqueo dentro del edificio; les llevaba a mis hijos los consumibles que había comprado hacía unas semanas: jabón de ropa, cepillos, papel higiénico y bolsas para basura.

Subí al departamento con todos los insumos y al no encontrar a nadie procedí a sentarme frente al ventanal de la sala -completamente vacía- y tomé una fotografía a la calzada que está a una cuadra; luego me puse a hacer el autoexamen con el quinto archivo de las mil seiscientas preguntas en las que he estado trabajando desde hace unas semanas; un poco antes de concluirlo mi hijo salió de su habitación.

Le pedí un par de minutos pues me faltaban cuatro o cinco preguntas para terminar las ciento sesenta y siente preguntas; y las completé sin ningún error -ahora me toca el sexto archivo-; conversamos un poco y luego le propuse que compraramos una pizza y un calzone -las promociones de temporada en Domino’s pizza- y que almorzáramos -debido a la hora- en el mismo comercial.

Pedí en línea los productos y nos cruzamos la calzada para el gran centro comercial que se encuentra en el lugar; nuestro pedido ya estaba preparado cuando llegamos (nueve dólares) y almorzamos en una mesa del área general de comida del lugar.

Luego pasamos a dejar la media pizza que nos sobró a la refri y nos dirigimos al centro temático más grande de la ciudad -a ochocientos metros-; el día estaba bastante nublado pero tuvimos la fortuna de llegar al lugar sin ningún contratiempo.

Pero justo estábamos entrando cuando empezó a lloviznar; le propuse a mi hijo que nos refugiáramos en una de las áreas techadas del lugar; como había llevado siete de mis cubos -dos de 2x2, dos de 3x3, dos de 3x3 de espejo y el de 4x4- nos entretuvimos con los mismos.

Cuando la lluvia amainó un poco caminamos en el lugar pero no duró mucho la pausa; nos refugiamos en otra de las áreas destinadas al consumo de alimentos y esperamos nuevamente que la lluvia se calmara.

Un poco después de las cuatro le propuse que retornáramos al departamento: la lluvia había pasado y nomás los zapatos sufrieron por el área mojada; pasamos a comprar pan tostado a una panadería a la vuelta del edificio y preparé café en la cafetera de mi hijo.

Estuvimos tomando café -le escribimos a mi hija mayor pero no nos contestó- conversando sobre mis planes para la última semana del año: almuerzo de navidad y almuerzo de año nuevo; un poco después de las seis inicié el viaje de retorno a casita; a donde llegué un poco después sin ninguna novedad.

Un poco más tarde mi hija me respondió los mensajes de Whatsapp: andaba en uno de los turnos de ambulancia que debe completar para conseguir su certificado como técnico en urgencias médicas...

Y a ver cómo sigue eso.