Me acordé del suceso este día. Venía hacia mi trabajo cuando dos paradas antes de mi destino se subió una señora al bus. Intentó pagar su pasaje con la tarjeta magnética que utiliza el nuevo sistema de nuestra ciudad pero no lo logró. Ella aseguraba que su tarjeta tenía saldo y el chofer y el policía del bus le indicaron que a veces las tarjetas se dañan y que algunas veces el lector magnético no las detecta bien. Le indicaron que podía probar en el siguiente bus. Como venía en uno de los asientos del frente le hice señas de que avanzara y me acerqué para que el pasaje fuera descargado del saldo de mi tarjeta. Su sonrisa y agradecimiento compensaron con creces el valor del pasaje. Me quedé pensando que al final no es tan difícil empezar con una cadena de favores personal.
El lugar en el que registro los sucesos que se van dando para resolver mi koan personal...
martes, 7 de septiembre de 2010
Buses, pasajes y ayuda...
Un día hace unos tres o cuatro años –mi tercer viaje a Pórtland- como a las cinco de la mañana iba bajando en bicicleta un puente que quedaba más o menos a la mitad del camino entre mi casa y mi trabajo. Usualmente andaba preparado con parches e inflador pero me parece que acababa de llegar –nuevamente- a la ciudad por lo que andaba en esta ocasión sin nada de esto. Casi al finalizar la cuesta de bajada del puente un clavo o algo parecido se incrustó en la llanta trasera de mi bicicleta, abriéndole un gran agujero. Luego de lamentarme de lo ocurrido empecé a caminar en dirección a mi trabajo –estaba oscurísimo por esa carretera- cuando vi que venía un bus. Según las políticas de la empresa de transporte no se puede parar en lugares que no están definidos como paradas autorizadas a menos que se trate de un buen motivo. La piloto del bus consideró que mi caso era un buen motivo y paró. Coloqué mi bicicleta en el mecanismo que tienen los buses en Pórtland para este propósito y subí al bus. Cuando empecé a buscar dinero para introducir en el expendedor de tickets resultó que no me alcanzaba para el pasaje. O me estaba tardando mucho en encontrar el dinero en mis bolsillos. Afortunadamente Mk, un anciano que trabajaba en el mismo workshop iba en el bus y me prestó uno de sus tickets del talonario semanal que compraba para su transporte. Más tarde ese día le pagué los dos dólares del valor del ticket.
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