El 4 de febrero de 1976 se registró en el país un sismo de 7.5 grados en la escala de Ritcher. Como muchas de las construcciones eran de adobe el número de muertos y heridos fue impresionante. Me imagino que el epicentro fue dentro del territorio nacional.
Este día se registró otro sismo de la misma magnitud. El epicentro -creo- estuvo en el mar pacífico, frente a las costas de Guatemala. Yo estaba un poco antes de las 11 en mi escritorio buscando algo en internet cuando se empezó a balancear el piso. Trabajo en el nivel 19 del edificio más alto -20 pisos- de la ciudad. El bamboleo fue bastante fuerte y tardó varios segundos.
Al igual que en las anteriores ocasiones -ha estado temblando con cierta regularidad en el último año- todos nos quedamos a la expectativa ya que bajar los 19 niveles por la escalera no parecía muy práctico. Otra vez se repitieron las bromas -nerviosas- de guardar comida de perro en las bolsas o de dirigirnos al elevador para que las familias puedan cobrar el doble del seguro.
La red telefónica -o redes telefónicas, más bien- son tan débiles por acá que durante algunos minutos no pudimos llamar a nadie fuera de la oficina. Yo intenté casi 10 minutos sin éxito de llamar a mis papás y a mis hijos. Finalmente pude comunicarme con mi hija mayor y constatar que estaban bien. Luego mi papá me llamó -vive en la costa frente a la cual fué el epicentro- para comentarme que no habían novedades.
Un poco después de las 11:00 nuestro jefe máximo nos informó que había hablado con su jefe y había recibido la instrucción de retirarnos. Salí del edificio y vi que muchos trabajadores estaban aún en el patio, a la espera de réplicas. Pasé por Miraflores y encontré a una amiga de visita de los sábados por la mañana. Como se dirigía a la universidad me ofrecí a acompañarla y nos venimos en autobús. Nos depedimos en la estación de la universidad.
Pasé al mercado a comprar zanahorias, tomates, aguacate y limón y vine a mi habitación a prepararme una super sopa. Luego me dediqué a actualizar mis correos. Un poco antes de las 2 me dirigí al centro, aprovechando la tarde libre para comprar algunos libros usados para mis chicos. Casi cada vez que vienen a mi habitación me han estado preguntando por nuevos libros.
Después de comprar siete libros -casi 12 dólares- pasé por la sede de mi voluntariado a recoger una bata que había enviado a hacer hace dos o tres semanas, cuando nos indicaron que debíamos de poner más cuidado en nuestras visitas en hospitales. Ahora tengo una bata para visitar por la mañana y, en caso de que esa visita sea en hospital, puedo utilizar la otra para mi visita por la tarde.
Un poco antes de las seis retorné a mi habiación. Se supone que las actividades se normalizan mañana. En la ciudad no ocurrió -o al menos no lo noté- ninguna catástrofe. Navegando un poco por internet veo fotos de lagunas áreas afectadas en el occidente del país. Espero que ese haya sido el grande y que no haya ninguna réplica de consideración.
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