Mi hija mayor cumple veinticinco años mañana -que es el día en que celebran Thanksgiving este año en el imperio del norte- y teniendo la mitad de mi edad vive como vivía yo a los treinta y cinco: en una habitación sin ninún mueble -pero sin una carrera universitaria ni tres hijos-.
Cuando mi hija mayor nació yo estaba en mi segundo trabajo como profesional, empezando la tesis para graduarme de la universidad y ya llevaba un par de años de estar conviviendo con su madre; también creía -me parece- más fantasías que ahora.
O sea, creía en que el ser humano posee un alma y toda la mística judeo-cristiana; o que leyendo muchos libros podía aprender algo; o que si me portaba bien y me esforzaba mucho podía alcanzar el éxito en esta realidad... puras fantasías.
La semana pasada, a partir del miércoles, volvió a bajar de intensidad el trabajo: las tareas que habíamos planificado la semana anterior fueron diluyéndose y actualmente me encuentro nuevamente buscando qué más puedo hacer para continuar realizando las mismas funciones.
También tuve un par de llamadas que podría calificar como interesantes: mi madre me llamó en dos diferentes ocasiones para que habláramos sobre su última voluntad: quiere que me haga cargo de que un notario registre sus deseos sobre lo que sucederá con sus propiedades cuando ya no esté.
Y es que dice que la presión baja ha hecho que sienta que ya son sus últimos tiempos en el planeta; como no tengo prejuicios con respecto a la muerte me limité a escucharla, registrar sus ideas de cómo quiere que sus hijos hereden el par de casas que posee y afirmarle que morirse es la cosa más natural del mundo.
En la primera llamada también me solicitó ciento cincuenta dólares para finalizar la construcción del muro que da al callejón en la casa que he estado construyendo desde el año pasado en el terreno que me cedieron.
Lo interesante fue que el jueves -ya habíamos tenido un par de llamadas con mi madre- en el grupo de whatsapp de la familia de mi papá convocaron a todos sus hermanos -son once actualmente- y a la hija sobreviente de la única hermana ya fallecida a una reunión para tratar el mismo tema con respecto a la parcela y la casa de la abuela.
La señora tuvo trece hijos -mi papá era gemelo pero su hermana murió en la primera infancia- y actualmente sobreviven once de ellos; y a pesar de que mi abuela murió hace más de quince años es hasta ahora que están -con la ayuda de un primo abogado- tratando de aclarar la posesión -o repartición- de las dos propiedades.
Ese día llamé por la noche a mi padre para ofrecerme a ayudarle a atender la reunión a la que lo habían convocado pero nomás me dijo que se había excusado de asistir por razones de salud; y luego, el sábado, mi madre me llamó para comentarme que siempre sí había ido a la reunión: el tío que reside en el mismo departamento le había proporcionado transporte.
También el jueves mi prima favorita me escribió para solicitarme un préstamo adicional -me debería como trescientos dólares-; el día anterior me había estado escribiendo para contarme de sus dificultades financieras: debe hacerse cargo de su hijo menor quien tiene problemas neurológicos y su sueldo de mil dólares mensuales le queda corto.
Y la verdad es que su situación es rara: sus dos hijos mayores ya viven aparte pero siguen apoyándose en ella y su esposo tiene también otra pareja con quien comparte un apartamento en la ciudad; creo que a su vida le sobra drama; el jueves le transferí el préstamo solicitado.
El viernes mi hija me escribió para recordarme el pago de la segunda cuota -de seis- del curso de paramédico que está tomando con la esperanza de que le sirva para irse a trabajar a otro país; en total son como setecientos cincuenta dólares en seis meses y ha estado depositándome mensualmente setenta y cinco dólares.
Ese día, luego del horario laboral, acudimos con Rb a la tienda donde compro frecuentemente dulces y galletas pues habían convocado en la oficina a un almuerzo para este día y planeé llevar algún dulce a cada compañero.
También me escribieron del grupo que organiza jornadas médicas para proponerme una colaboración del cuatro al nueve de enero del próximo año; sin dudarlo mucho les confirmé mi asistencia y le escribí a mi supervisora para solicitarle cuatro días de vacaciones.
Y la verdad me sentí raro pues ya había solicitado diez días de vacaciones para el mes de diciembre; mi supervisora estuvo de acuerdo pero me indicó que debía enviar un correo dirigido al administrador del proyecto y a los encargados de la parte técnica y administrativa para que lo aprobaran.
El sábado almorcé con mi hija mayor; llegué a su casa a la una de la tarde y caminamos hacia el Mc Donald's que queda a tres o cuatro calles de distancia; estuvimos en el lugar un poco más de un ahora entre almuerzo y conversación y luego le pedí que me acompañara a un cajero automático pues no cargaba mucho efectivo.
El cajero no me permitió realizar la operación que necesitaba por lo que retornamos a su habitación para volver a intentar la transferencia pero nuevamente volvió a fallar; aprovechando la salida pasamos al café internet de la universidad pues había enviado un par de hojas de sticker para que me los imprimieran a color.
Luego le escribí a Rb para que me enviara una transferencia y esta sí fucionó; al final toda la operación era para el obsequio que les brindo a mis hijos en sus cumpleaños y navidad (cien dólares) y afortunadamente pude realizarlo; también compramos un pastel y retornamos a compartirlo con café.
El domingo por la mañana fuimos a la tienda de ropa usada estadounidense donde usualmente nos proveemos de vestimenta: Rb quería comprar un par pantalones y yo quería reponer un cincho que compre hace un par de meses y que se deterioró bastante rápido.
Rb compró dos o tres pantalones y yo encontré un cinco de lona que espero me dure más que el anterior; por la tarde -de acuerdo a lo previsto- no salí de casa y me dediqué a leer un poco -y a dormitar-.
Por la noche del domingo mi ex supervisora me envió un mensaje para invitarme al baby shower de mi actual supervisora; la fecha que indicaba era la misma para el almuerzo de la oficina -hoy- y a pesar de haberme propuesto mejorar en mis habilidades sociales decidí declinar la invitación.
Le envié, eso sí, al día siguiente el comprobante de los veinte dólares que deposité en su cuenta como contribución a la celebración y le indiqué que ya tenía apartado el horario; además, ayer le pedí a Rb que me ayudara a armar un pequeño paquete de regalo para mi supervisora, planeo entregárselo en el almuezo de hoy.
Ayer me escribió el joven que estuvo apoyando a mi papá en los trámites de graduación: su madre venía a la ciudad a una cita médica y me pidió que le ayudara con el transporte desde la estación de autobuses hasta el hospital en el centro histórico.
Como el bus venía hoy a las cinco de la madrugada le indiqué que me llamara a esa hora para que le ordenara un Uber; y hoy a las cinco y media me llamó y me escribió en Whatsapp para pedirme que procediera solicitar el viaje.
Fuí por mi computadora y estaba por confirmar el viaje cuando me volvió a escribir para cancelar su pedido: al parecer su cuñada era parte del viaje y ella se estaba haciendo cargo del transporte en taxi; además de que no se hablan o algo así.
Como ya estaba despierto aproveché para ponerme al día con mis correos, meditar, y empezar con las actividades de la jornada...
Y a ver cómo va eso...
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