Si no invitara a conocidos/hijos a desayunar/almorzar de vez en cuando no saldría -o no tendría razón para salir- para nada de mi casa: es una de las ventajas/desventajas de estar trabajando por más de cinco años remotamente.
Y es una de las cuestiones que me causa incomodidad sobre pensar en el siguiente movimiento laboral: la posibilidad de que la siguiente función que desempeñe en otra empresa mantenga/cambie la naturaleza de mi trabajo.
La rutina es bien cómoda pero a la vez me preocupa cuando no tengo ninguna salida durante el fin de semana: dos sábados al mes los tengo apartados para almorzar con mi hija mayor y mi hijo menor, pero los otros dos o tres -dependiendo del mes- intento programar una reunión -corta- con algún conocido.
Y el fin de semana pasado iba a ser una de las excepciones: había considerado invitar a mi único amigo de la facultad a desayunar, o a mi amigo el Testigo de Jehová, o a -in extremis- un conocido garífuna con quien me gradué en el nivel medio.
Al final mi amigo de la facultad se disculpó porque anda trabajando -que lo hace esporádicamente-, el garífuna adujo que se encontraba fuera de la ciudad y el Testigo me escribió disculpándose porque no había podido cambiar sus compromisos adquiridos.
Por lo que el sábado nomás me quedé en casita: leyendo, viendo series, jugando ajedrez, viendo videos de YouTube, y así; el domingo había previsto acudir a la biblioteca del centro histórico a donar -por fin- los libros que me entregaron en Enero...
Pero esa es otra historia.
El jueves pasado, luego del horario laboral, acudimos con Rb a los supermercados que nos quedan en dirección sur: compré café instantáneo y mayonesa en el más barato de ellos y luego compramos bananos y lechugas en el segundo; también compré -en una nueva panadería- el pan para los desayunos del viernes, sábado y domingo.
Y el viernes tuvimos que repetir la salida en la misma dirección: nos faltaban alitas de pollo -nuestro almuerzo habitual de los domingos-; aprovechando la salida adquirí un par de pliegos de papel de regalo en la librería más cercana: estos planeo usarlos para el regalo de cumpleaños de mi hijo menor y para algún otro regalo a mis conocidos.
El sábado me la pasé casi íntegramente en casa; nomás salimos por la mañana a los supermercados que nos quedan en dirección norte pues Rb quería encargar una bolsa de alitas en una distribuidora de pollo que queda en esa dirección, también compramos otro poco del mismo producto en el supermercado.
Tanto viernes, como sábado y domingo me levanté a las seis de la mañana -creo que también el jueves-; los primeros días para adelantar un poco en mis tareas antes de la reunión diaria del trabajo y el sábado y domingo para alejar los días azules.
El domingo temprano trabajé un poco en una tarea que había estado posponiendo en mi trabajo y, después de que Rb le dio desayuno a sus, perros nos dirigimos a la biblioteca del centro histórico; por la necesidad de trasladar tres cajas de libros del auto a la biblioteca nos parqueamos en la misma calle, justo enfrente.
Entregamos de forma exprés las cajas al asistente de la directora y luego, para evitar quedarnos encerrados por alguna procesión de Semana Santa, salimos de ese parqueo y dejamos el auto en el parqueo que utilizo generalmente en mis visitas sabatinas a esta biblioteca.
Luego caminamos un poco por el centro: mientras estábamos viendo -y escuchando- una procesión recibí una llamada de mi hija; sonaba confusa pues me indicó que no podía acudir a su trabajo pero que no sabía exactamente por qué me había llamado; nomás le dije algo como 'te quiero, cuídate, sí?'; que es como termino la mayor parte de nuestras interacciones.
Me imaginé que había estado de fiesta o que estaba teniendo nuevamente dificultades en el lugar en el que ahora vive; pero, era un poco más serio; con Rb terminamos nuestro paseo en el centro histórico y retornamos a casita: yo le había indicado que saldría después del paseo diario de sus perros.
Un poco después del almuerzo me llamó el mejor -creo- amigo de mi hija mayor -se graduaron juntos y ha sido una de las personas más constantes en su vida- para decirme que ella se encontraba en el hospital de accidentes del seguro social con una pierna rota.
Le comenté que me había llamado antes pero que no me había contado nada y él me indicó que ella le había dicho que no se había sentido bien de contarme su condición; en fin... me dio la información de contacto del lugar y los horarios de visita; también me informó que él tenía el teléfono y demás de mi hija.
Para variar un poco mi comportamiento normal le comenté la situación a Rb pero le indiqué que, como por el momento no podía hacer nada, continuaría con lo previsto: tomé el auto, pasé por un supermercado en dirección sur y me dirigí a la casa de mi prima favorita.
El trayecto no tuvo ningún incidente y en la casa de mi prima volví a almorzar -poco pues el almuerzo normal había sido abundante-, tomé café con la magdalena que había llevado y pasamos una tarde tranquila, en compañía de su hijo.
Un poco antes de las seis me despedí de ambos y retorné a mi casita; aunque el viaje de vuelta sí estuvo un poco complicado pues me toca pasar por la plaza central de un municipio aledaño y, debido a procesiones de Semana Santa, el tránsito estaba algo pesado.
En la noche llamé al hospital en el que se encontraba mi hija y me comentaron que aún no la habían operado -ya llevaba casi doce horas en el área de emergencias- por lo que contacté a un par de conocidos para ver si había alguien que pudiera ayudar.
Coincidentemente la esposa de mi único amigo de la facultad es enfermera en el mismo lugar; y un poco antes de medianoche me confirmaron que ya había sido ingresada a uno de los servicios -ignoro a qué se refería- y que ya estaba a la espera de la operación.
No me había percatado que acaban de cambiar el horario en el Imperio del Norte: ayer me desperté a las seis pero continué dormitando hasta las ocho, hora en la que esperaba entrar a la reunión diaria; pero al ver el calendario me percaté que la reunión había sido una hora antes.
También vi que nuestro project manajer había puesto un mensaje en el tablon local: media hora después de haber realizado la reunión se disculpaba por no haber enviado la invitación antes y anunciando el adelanto -por el momento- de una hora en la reunión diaria.
Ayer por la mañana llamé nuevamente al hospital para inquirir sobre el estado de mi hija pero no logré comunicarme -la llamada simplemente se cortaba entre extensiones-; a media mañana el amigo de mi hija me llamó para comentarme que todo había ido bien con la operación y que podía entregarme las posesiones de mi hija.
Como a media mañana me llamó la enfermera -esposa de mi amigo- pero no llegué a tiempo de contestar; la llamé de vuelta y me comentó que había hablado con mi hija -y de los trámites administrativos que debía realizar con su trabajo-; un poco más tarde me llamó mi hija -desde un teléfono que le prestó una compañera de habitación-.
Como le indiqué que llegaría este día -las visitas son Martes y Jueves- me pidió que le llevara su celular y el resto de sus cosas y quedamos en que nos veríamos hoy; y empecé a preparar un listado de lo que puedo llevarle: implementos de limpieza, libros, etc.
Luego del horario laboral hicimos nuestra rutina de ejercicios con Rb pero -bendito verano- el ambiente está bastante húmedo por lo que lo sentí más pesado de lo usual; además, estuve pensando que debo dejar de acostarme al inicio de la noche para leer pues al final termino dormitando.
También, he decidido leer un poco más de francés: cambiaré -a partir de este ciclo- la lectura inter líneas por un libro en ese idioma; empecé a leer Aurore Noire -un thriller sobre la Jihad- pero no lo encontré muy atractivo por lo que me cambié a Aurore: es una historia sobre una enfermera que cuida a varios ancianos en una comunidad francesa.
Anoche nos pusimos de acuerdo con el amigo de mi hija para que me viniera a dejar sus cosas -le envié 12 dólares por el combustible y las molestias- y le pedí que me avisara cuando se acercara para ausentarme un rato de mi trabajo.
Hoy, un poco después de las ocho, recibí el mensaje de que ya estaba en camino por lo que me levanté y me dispuse a recibirlo; Rb se levantó un poco después y, cuando recibí la llamada de que ya estaba fuera de la colonia, le indiqué que lo invitaría a un café en un comedor fuera.
Al final lo invité a desayunar y estuvimos en el lugar un poco más de una hora, entre desayuno y conversación -en general sobre su vida-; la verdad me llama la atención su historial ya que es, creo, la relación menos destructiva de mi hija.
Pagué los dos desayunos -seis dólares- y me despedí del joven en la entrada de la colonia; retorné para fotocopiar el documento de identificación de mi hija -necesita presentarlo para que la seguridad social se haga cargo- pero la librería estaba cerrada.
Vine a casa a desayunar -otra vez- y a continuar mi jornada laboral...
Y a ver cómo sigue eso...
No hay comentarios:
Publicar un comentario