Creo que cada año vamos a ir diciendo 'Este es el verano más caluroso de mi vida'; y es que -lastimosamente- seguimos acabando con esta isla, creyendo que la basura que no vemos ya no existe, cuando simplemente la cambiamos de lugar.
Y, creo, es muy poco lo que el ciudadano de a pie puede hacer; o sea, puedo bañarme en menos de cinco minutos, o apagar todas las luces de mi casa; pero el impacto de eso palidece con lo que en un día gasta cualquier planta industrial; o incluso la ganadería.
Pero tampoco creo que la solución sea irte al bosque, construir tu propia casa y formar tu comunidad para 'salvar a todos los que puedas'; de hecho he visto varios casos en los que esto ha acabado mal: Jonestown bebiendo Kool-Aid o el crucero libertario.
Y el párrafo anterior es porque ayer le comentaba a mi hija que estaba viendo el último video de Migala (3 horas!) y el único que -creo- sigue con el proyecto quiere ahora construir Vinland (el nombre sacado, cómo no, de una obra gráfica japonesa) que suena muy bonito; pero -como toda utopía-, tiene muy remotas posibilidades de acabar en algo bueno... en fin.
El sábado pasado por la mañana me estuve en casa haciendo Duolingo, jugando ajedrez y practicando un poco de malabares; a la una de la tarde ordené en línea una pizza hawaiana y luego me dirigí a la pizzería por la misma.
En el mismo local compré un par de donas y luego me dirigí a la habitación de mi hija mayor; en donde estuve como tres horas, entre comida, Scrabble en inglés y un poco de cubos de Rubik; antes de retirarme preparé té y dimos buena cuenta de las donas.
Retorné bastante temprano a casita y por la noche estuve viendo un poco de la serie de Obi Wan Kenobi, haciendo Duolingo y jugando ajedrez; el domingo por la mañana fuimos con Rb al supermercado en donde compramos productos a granel.
Luego pasamos por otro supermercado en donde compré un poco de pan tostado -pensaba usarlo para la visita de la tarde-; después pasamos -aún- a otro supermercado y aquí compré un pastelito de Nestlé -que fue lo que llevé al final a mi visita vespertina-.
A las tres de la tarde volví a tomar el auto y me dirigí a la casa del voluntario que vive en donde viví por casi una década; preparamos té y compartimos el arrolladito que había comprado en el tercer supermercado de la mañana; también jugamos varias partidas de dominó.
Un poco después de las cinco me despedí de mi amigo y retorné a mi casita; esta semana laboral ha estado bastante rara -casi nula en el sentido laboral-: no hemos logrado recuperar el acceso al sitio en el cual realizamos nuestras labores.
El lunes por la tarde nos convocaron a una reunión general: para revisar el estatus del acceso, y la administradora general nos informó que no podíamos estar reportando tiempo de trabajo con el código del proyecto durante estos días de ocio.
El martes, luego de la jornada laboral, acudimos con Rb al supermercado mas lejano en dirección sur; compré un poco de leche de soya -al parecer la leche entera de vaca ya no le está cayendo tan bien a mi sistema digestivo- y unos paquetes de galletas.
Ayer tuve casi toda la mañana cubierta por reuniones: empezó con la reunión diaria de las siete de la mañana; luego -a las nueve y media- la reunión quincenal que mi manager ha programado desde el mes pasado -ninguna novedad-; después -casi al mediodía- una reunión general en donde se nos puso al tanto de las metas anuales (!) y del estatus actual de no acceso al sitio de trabajo.
También tuvimos -antes de la reunión general- una hora de aprendizaje de una parte de la tecnología que se supone deberíamos estar usando -pero a la cual perdimos acceso desde la semana pasada-; después del horario laboral realizamos la rutina de ejercicio de los miércoles.
A las seis y media empaqué unos rollos de papel higiénico que mi hija mayor me había pedido y me dirigí a su habitación; también llevaba una bolsa de agua pura y un par de galletas de chispas de chocolate.
La salida del municipio estuvo terrible: al parecer el retorno a las actividades normales en la ciudad provocó un aumento inusual del tránsito; pero la entrada a la ciudad tampoco estuvo fácil: el periférico estaba lleno y tuve que tomar una ruta paralela al mismo para llegar a la habitación de mi hija.
Estuve en su habitación un poco más de media hora: el viaje de llegada me tomó más tiempo del esperado y había planeado pasar a visitar al hijo mayor de mi segunda prima favorita: un par de días antes lo habían hospitalizado por dolores abdominales y lo habían operado de emergencia.
Me despedí de mi hija un poco antes de las ocho y llegué bastante rápido a la casa de mi prima; creí que el joven (treinta y un años) iba a estar guardando cama pero lo encontré cenando en el comedor familiar (le dieron de alta la noche anterior luego de extirparle la vesícula).
Estuve con mi prima y su familia un poco más de media hora y luego retorné a mi casita; en donde estuve haciendo Duolingo, jugando un poco de ajedrez y viendo el penúltimo capítulo de la serie de Obi Wan Kenobi.
He continuado con mi rutina de meditación de diez minutos antes y después de acostarme; espero cumplir los cien días con la misma y luego planear el siguiente paso (aumentar uno o dos minutos de tiempo); pero, también, he continuado dormitando luego de la reunión de las siete -excepto ayer- hasta la hora de la limpieza -lunes, miércoles y viernes a las nueve cuarenta y cinco- o hasta la hora del desayuno (diez de la mañana).
Terminé de leer The Jin bot of Shantiport y empecé a leer Colin Fisher: trata de un chico con Asperger (o Autismo) que está empezando la escuela secundaria y quien es blanco de bullying; sigo avanzando con Immortelle(s) -es el nombre en francés de la flor Nomeolvides (Forgetmenot)-.
En español -me ha costado mucho El mundo de las palabras- estoy a un capítulo de concluir; y hoy espero terminar What do you want out of life -el libro que sustituí por la línea de francés-; no sé que leeré luego de este, aunque creo que será algo de no ficción.
Y a ver cómo sigue eso...
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