El viernes pasado me levanté -me despertó un zancudo- a las seis menos veinte; después de intentar -sin éxito- de atrapar al zancudo me levanté, medité y preparé mi desayuno; el día estuvo bastante normal, laboralmente hablando y por la tarde corté un racimo de bananos silvestres que estaba justo sobre la pared que divide la propiedad de Rb de la de la vecina.
El día anterior, en nuestra caminata post jornada laboral, habíamos encontrado a dicha vecina y nos había comentado que varios de los bananos ya se veían pasados de madurez; la rutina de ejercicios abdominales de este día me dejó más agotado: he estado utilizando las pesas de cinco libras en la mayoría de ejercicios.
El sábado me levanté a las seis y prepare mi desayuno de los fines de semana; luego hice Duolingo y traté de no salir muy temprano hacia la reunión que había concertado con uno de mis últimos contactos de mi antiguo voluntariado, la espera fue un error: cuando salí al boulevard el tráfico estaba casi detenido.
Eran las ocho y habíamos acordado con mi amigo reunirnos a las nueve en un McDonald's del inicio del anillo periférico; avancé unas pocas calles en diez minutos y, como estimé que no iba a llegar a tiempo, di una vuelta en U en un lugar no permitido e intenté retornar a mi casita: el plan era estacionar el auto y pedir un Uber moto.
Pero, en el lugar en el que retorno para entrar a la calle en la que vivo, también había un exceso de vehículos; seguí conduciendo hasta el extremo de la ruta esperando poder entrar por esa vía a la ciudad; sin embargo, antes de llegar al final de la ruta vi que la cuesta de ingreso -es un poco menos de un kilómetro- avanzaba con bastante lentitud.
Entonces volví a dar media vuelta y me dirigí a casa; estacioné el auto y entré a saludar a Rb: le comenté sobre la situación vehicular y ordené un Uber moto; luego salí a la ruta principal a esperar mi transporte; el joven era muy diestro manejando y, a pesar de que la estimación de la hora de llegada eran las nueve y veintisiete, a las nueve y cinco estaba entrando al restaurante.
Luego esperé diez minutos antes de llamar a mi amigo para ver si iba a presentarse; me comentó que ya estaba cerca pero que el tráfico estaba terrible de ese lado de la ciudad; al final llegó con media hora de retraso pero no me molestó la espera: estuvimos en el lugar hasta las once de la mañana, entre desayuno, conversación y varias partidas de dominó.
Entonces le propuse que camináramos hasta el centro histórico pues planeaba tomar el Transmetro para retornar a mi casita: tomé una unidad del sistema de buses articulados a las once y veintisiete -le había escrito a Rb para prevenirla de mis horarios-; a las doce y cuarto me apeé en la última estación y caminé a paso rápido a la estación de los busitos locales.
Llegué un poco antes de las doce y media, hora a la que empezó su recorrido; vine a casa a la una menos diez -al menos pude jugar varias partidas de ajedrez en todo el tiempo de transporte- y ayudé a Rb con la preparación del almuerzo: recalentado del pollo que asamos a mitad de la semana.
Casi toda la tarde Rb estuvo preparando los panes y galletas que consume en sus comidas cotidianas y yo estuve avanzando con Le temps de lilas y un poco de Por qué somos como somos; por la noche hice Duolingo y leí un poco más del libro de Punset; a las once me retiré a mi habitación y media hora más tarde me dispuse a meditar.
Pero, un minuto o así antes de que completara mi tiempo de meditación, Rb abrió la puerta de la habitación para mostrarme un nido de hormigas que estaba emergiendo del piso de la puerta del baño; como la interrupción había sido cerca del fin de los diez minutos habituales, di por terminado el día y me dispuse a dormir.
El domingo me levanté a las siete y, después de mis diez minutos de meditación, preparé el desayuno habitual; luego estuve haciendo Duolingo; luego del desayuno de Rb nos dirigimos a la tienda de artículos chinos de la semana pasada: compré un par de cubos de 2x2 y otro de 5x5; después pasamos a otra tienda del mismo tipo que se encuentra a unos pocos cientos de metros.
La segunda tienda está en las mismas instalaciones en donde trabajaba cuando me gradué de la Universidad -preparé mi tesis basándome en una tecnología utilizada en este lugar; en la misma época en que nacieron mis tres hijos, compré mi primer automóvil e inicié una (inconclusa) maestría en RRHH-.
La tienda es enorme; quizá dos o tres veces más grande que la primera y nos estuvimos mucho tiempo recorriendo todos los pasillos; al final compramos un par de raquetas para zancudos -con luces led para, supuestamente, atraer a los insectos-; además de una parrilla para asar; también compré otros ganchos de cabello para mi hija mayor -el miércoles le llevé los que Rb había comprado en la primera tienda- y una taza que planeo regalarle a mi hijo para ayudarle con su consumo de avena-.
Después de pagar nos dirigimos a la tienda de ropa usada en la que usualmente nos proveemos; compré un par de pantalones de lona -la semana pasada había desechado uno del par que uso cotidianamente y el otro está por romperse cerca de la rodilla-; también compramos una bolsa de los pescados que consumimos los viernes.
Luego retornamos a casa; a preparar el almuerzo de alitas, ensalada y caldo de pollo; por la tarde estuve leyendo un poco y a las cinco y media me dirigí a la habitación de mi hija. Le llevaba un cartón de huevos y uno de los cubos de Rubik de 2x2 que había comprado el día anterior; aún me faltaba adquirir otros dos artículos -aceite y jabón de cuerpo- por los que pasé al supermercado que me queda en el camino.
Me parqueé en los lugares al borde de la carretera pero cuando salí con una botella de aceite y un 4pack de jabones había un auto estacionado atrás: los jóvenes se veían sospechosos (estaban mojándose el rostro y la cabeza con botellas de agua) pero salí con cuidado y me uní al tránsito.
La bajada al puente estuvo tranquila pero la subida a la ciudad fue bastante lenta: casi llegando al final de la cuesta había una van tirada, cortando el flujo de vehículos por la mitad; no tuve ningún otro inconveniente y tres minutos antes de las seis estaba estacionándome bajo la ventana de mi hija; le entregué lo que llevaba y luego preparé té; que consumimos con galletas de chocolate.
Estuvimos conversando -sobre la vida, su estado de salud e incluso sobre el proyecto que quiero realizar en mi curso de React- hasta las siete de la noche; luego me despedí y retorné a casita; Rb tuvo clases de teología de siete y media a nueve y yo aproveché para hacer mis lecciones diarias de francés -y un poco de coreano- en Duolingo; luego estuvimos viendo un poco de alguna serie de cocina.
A las once me retiré a mi habitación y leí un poco de Le temps de liles y luego me dispuse a meditar; lo que fue interrumpido nuevamente por Rb, en esta ocasión porque necesitaba la raqueta que habíamos comprado en la mañana y que habíamos dejado en mi habitación; como estaba más o menos a medio período de meditación, decidí recomenzar el período completo.
El lunes me levanté a las seis de la mañana pues quería revisar el estatus de una tarea: había un par de asignaciones que quería actualizar antes de la reunión de la mañana; una de las tareas pudo ser completada y la otra la actualicé y la dejé en pausa.
A las siete de la mañana entré a la reunión e informé del estado de las asignaciones; luego de la reunión volví a la cama y me dormí hasta las nueve; incluso le envié un mensaje por Whatsapp a Rb pues me había pedido que le recordara, antes de las diez, sobre un medicamento para su perra más anciana.
A las nueve y cuarenta me levanté y preparé los utensilios para la limpieza trisemanal de los pisos; luego continué trabajando con la aplicación con la que me toca interactuar en la mayor parte de mis asignaciones laborales; también estuve leyendo un poco de la última parte de On Being Awesome y jugando algunas partidas de ajedrez.
Almorzamos lo mismo que el día domingo y luego sacamos a caminar a los perros; por la tarde estuve avanzando un poco con el libro de la línea de inglés y tratando de afinar los detalles para una llamada con mi mejor amiga -que vive en el Imperio del Norte-; podría ser hoy o podría ser dentro de dos domingos; luego del trabajo realizamos los ejercicios de la rutina de fuerza y resistencia.
Por la noche me percaté que ya no tengo té de menta y lo puse en la lista de compra de la semana; además de las lecciones de francés y coreano, por la noche vimos el último capítulo de una serie que empezamos a ver hace cuatro años: Bob <3 Abishola; me llamó la atención que al final del capítulo el autor agregó una nota sobre las razones -integración inmigrante- por las que escribió la misma.
El martes me levanté a las cinco y veinte pues quería revisar algunos detalles del trabajo antes de la reunión diaria de las siete; medité y luego empecé a trabajar desde la cama; el período temprano fue bastante provechoso por lo que pude reportar algunos avances; luego continué en cama pero no me volví a dormir.
Un poco antes de las nueve salí al comedor pues Rb tenía que llevar -antes de las diez- a la más anciana de sus perras a que le cortaran el pelo; después de las diez desayuné; para el almuerzo preparé las mismas papas asadas de la semana anterior pero, en lugar de brasas, utilicé un par de planchas y la estufa.
Por la tarde le escribí a la coordinadora de la jornada médica del año pasado para ver si dentro de dos meses puedo repetir; no había respondido a mensajes previos de las otras dos organizaciones: la verdad no me gustaron mucho; aunque estaba considerando la tercera de ellas para atender su convocatoria del mes de Junio.
Ayer me levanté nuevamente a las cinco y veinte, medité diez minutos y me quedé trabajando hasta las siete en la cama; luego de la reunión volví a dormirme, hasta las nueve: hice limpieza a las nueve y media pues tenía reunión de equipo a las diez y media y no quería andar corriendo.
Hice la limpieza (barrido y trapeado de pisos), desayuné y luego entré a la reunión; que se trató sobre hacer más reuniones: una cuatrimestral, patrocinada por la empresa y una mensual (o periódica) no patrocinada por la empresa sino para integrarnos.
Luego le escribí a mi supervisora para solicitarle vacaciones la segunda quincena de Junio: ayer decidí por fin a hablar con la coordinadora de la tercera organización y me propuso acompañar a un grupo la tercera o cuarta semana de Junio; conversé con Rb y elegí la tercera semana.
Así que sí: iré a este departamento durante ocho días para traducir a un grupo religioso -católico o evangélico-; el martes también le escribí a la coordinadora del grupo del año pasado, preguntándole si me estaría convocando este año y me comentó que aún no tiene toda la información; pero que me tomará en cuenta en su planeación -espero que se dé, creo que sería la segunda quincena de julio (o al menos así fue el año pasado)-.
Y a ver cómo va eso...
No hay comentarios:
Publicar un comentario