Hay dichos antiguos que ya no tendrían su razón de ser actualmente; por ejemplo: un reloj defectuoso -o quebrado- puede dar la hora exacta dos veces en el día; tenía mucho sentido cuando la norma eran los relojes analógicos de agujas; ahora un reloj descompuesto puede que no de ninguna hora.
Ayer por la tarde estaba pensando en el título de este post; o más bien, al inicio de la tarde: -casi- todo me salió ayer como un reloj (analógico, antiguo): el día anterior había considerado salir de casa a las seis de la mañana para dirigirme al pueblo en el que nació mi padre (la segunda capital del reino) a visitar a su hermano menor.
Tenía más de cinco años de no verlo -desde el último viaje al exterior de Rb- y su hijo segundo me había comentado que había tenido ciertos problemas de salud: lo habían operado de una hernia y estaba en un reposo extendido.
Al final decidí levantarme a las cinco y veinte; meditar, bañarme y luego pasar a despedirme de Rb; de acuerdo a lo planeado a las seis menos veinte estaba saliendo de la calle donde vivimos; para caminar hasta el lugar en el que se toma el bus para salir a la carretera más larga del continente.
Cuando estaba llegando al lugar -a las seis- vi que uno de los busitos estaba saliendo; ese grupo de transportistas son bastante confiables en sus horas de operación -y duración del trayecto- por lo que me dispuse a esperar quince minutos a que pasara el siguiente.
Pero, de acuerdo a cómo operan, el busito se parqueó a dos o tres calles de distancia; corrí hasta el mismo y lo abordé; llegando a la carretera principal a las seis y cuarto; allí utilicé la pasarela para pasar al otro lado y esperar el bus hasta el pueblo.
Y, como nunca estoy seguro de qué bus abordar, esperé hasta las seis y treinta y cinco para subirme a un bus hasta la ciudad colonial del país; a donde llegué a casi a las siete y media; caminé bastantes calles hasta encontrar a una policía de tránsito y preguntar por el lugar donde podía abordar un bus hasta mi destino final.
Y justo estaba llegando uno de esos buses; el cual abordé sin mucha dificultad; llegando a mi destino final -el comedor en el cual había planeado invitar a desayunar a mi compañero de trabajo que vive justo en el mismo pueblo- diez minutos antes de la hora prevista: ocho de la mañana.
Le escribí a mi compañero -mi compañía telefónica me había regalado dos días de conexión a internet- para comentarle que ya estaba en el lugar y a las ocho me respondió que llegaría en cinco minutos; entré al local y pedí un desayuno; diez minutos o así más tarde llegó mi compañero.
Estuvimos conversando sobre la ciudad; las personas en comunes que conocíamos en la misma, y un poco sobre su trayectoria en el trabajo: tiene cuatro años de estar en la empresa; con un período de cuatro meses fuera de la misma, hace cuatro años; por cuestiones de superación y salarios.
Había puesto una alarma para las nueve menos once pues ese era el tiempo estimado para caminar hasta la casa de mi tío; cuando sonó la misma procedí a pagar el desayuno de ambos - diez dólares-, me despedí de mi compañero y me dirigí caminando a mi destino final.
Antes de despedirnos mi compañero me había ofrecido llevarme a Antigua cuando emprendiera el regreso pero había declinado amablemente su oferta: había planeado utilizar el servicio de Uber moto; de todos modos le agradecí y dejé abierta la posibilidad de llamarlo más tarde.
Llegué al frente de la casa de mi tío a las nueve menos un minuto; antes de cruzar la calle ví un anciano llevando un par de piezas de tablas de madera bastante grande: el segundo -o tercer, no estoy seguro- hermano mayor de mi papá; por supuesto no me reconoció; y yo no quise perder el tiempo.
Le escribí a mi tío para avisarle que había llegado y crucé la calle; toqué el timbre y estaba pensando en golpear con un objeto, pero salió su esposa a abrir el portón; la saludé -bastante efusivamente, creo- y luego pasé al comedor en donde mi tío estaba tomando su desayuno.
Lo encontré bastante afectado por sus dolencias -ni siquiera pudo levantarse a saludarme (aunque sí lo hizo cuando me despedí, mas tarde)- y les entregué los zepelines que había comprado un par de días antes; me ofrecieron café y estuvimos conversando sobre la vida y milagros de la familia.
Un poco después se nos unió su hija menor y algo más tarde mi prima mayor; con su hija de nueve años (la última vez que la había visto tenía tres o cuatro años); a esta última le obsequié un par de marshmallows; de la bolsa que había adquirido el día anterior para obsequiar en los convivios de fin de año.
Estuve hasta las once menos diez en la casa de mi tío; les había comentado que me retiraría más o menos a esa hora; mucha de la conversación fue sobre la familia y las dificultades intergeneracionales; y el efecto de la pandemia en la vida en general.
También me comentaron que el servicio de Uber no funcionaba en el lugar tan bien como en la ciudad; por lo que decidí -de acuerdo a su consejo- abordar una motocicleta de las que se mantienen en la gasolinera local -a una cuadra de donde viven-.
Pero cuando salí tampoco vi esta opción; caminé hasta la parada de autobuses y le escribí a mi compañero; quien amablemente pasó por mí, luego de diez minutos, para acercarme a la salida de la ciudad colonial, desde donde planeaba tomar el bus de retorno a la ciudad capital.
Abordé el bus a las once y media y a las doce y doce estaba apeándome en la entrada a la zona del municipio; allí abordé -tres minutos más tarde- el busito que estaba esperando llenarse de pasajeros; media hora más tarde llegué al final de la ruta -en donde había tomado el primer busito de la mañana- y caminé hasta casa; a donde estaba entrando a la una menos dos minutos: -casi- como un reloj.
Durante toda la mañana había tenido activada la localización de whatsapp por lo que Rb había visto en donde me encontraba; además nos habíamos enviado varios mensajes durante todo el tiempo; cuando vine la encontré saliendo de la ducha y terminamos de preparar el almuerzo.
Por la tarde, después de sacar a caminar a sus perros, nos dirigimos a los mercados en dirección sur; compramos varias piezas de pollo para el asado que hemos planeado realizar este día; entre seis y siete de la noche me reuní con mi amigo que trabaja como freelancer en cuestiones de administración de proyecto pues me había pedido ayuda para pasar su exámen de certificación.
En general fue poco lo que tuve que ayudar -ha estado trabajando en el tema desde el año pasado y maneja bastante bien los conceptos- y un poco antes de las siete concluímos la reunión con un resultado positivo: de ochenta preguntas nomás tuvo dos incorrectas.
En la noche terminé de leer el libro de Ciberseguridad para principiantes y traté de empezar con el de Análisis de Datos; pero el pdf es muy pesado para la tablet y he tenido dificultad en cargarlo; debo ver qué otras opciones tengo -o elegir otro libro, aún no sé-.
Y a ver cómo va eso...
El jueves acompañé a Rb a su visita semanal al mercado del centro histórico; aproveché el viaje para avanzar un poco en Conejo Blanco Lobo Rojo -el único libro en papel que he leído en los últimos años- y para comprar un par de zepelines para la visita que había programado para el sábado.
También compré -justo antes de abordar el transmetro de vuelta- un protector transparente para mi celular actual -el anterior sufrió varias caídas (la primera de Rb) y terminó con la pantalla hecha añicos- a un joven que ofrecía estos productos en la calle -cinco dólares-.
Rb había planeado comprar una tira de velcro; en un almacén de telas que se encuentra en el comercial frente a la estación del transmetro que más utilizamos; en el mismo comercial hay un local de donas por lo que también me interesaba pasar por el lugar.
Desafortunadamente no había velcro en el almacén; así que solo nos entretuvimos unos minutos en la tienda de donas; en la cual compré un café y una rellena; luego nos pasamos al comercial desde donde salen los busitos que vienen a la colonia; en el supermercado del lugar compré los zepelines y también un paquete de pan tostado, pues he estado considerando invitar a un café al anciano que anda cortando los arbustos de nuestra calle.
Luego retornamos a casa sin ningún contratiempo; el almuerzo era el último de la serie de pollo asado de la semana -usualmente comemos lo mismo de lunes a jueves-; por la tarde, después de sacar a caminar a los perros nos dirigimos a los supermercados en dirección norte: Rb quería comprar el velcro en una tienda del lugar y yo adquirí una bolsa de marshmellows empaquetados individualmente -planeo compartirlo en los convivios de fin de año-.
El viernes el trabajo estuvo tranquilo; todo lo demás estuvo bastante movido: me estuvieron llamando (comenzaron el día anterior) para coordinar una visita al departamento de mis hijos para revisar el router de internet; y estuve -también desde el día anterior- coordinando la adquisición de la pieza que le hace falta al auto.
Al final escribí hasta mi ex supervisor en el imperio del norte -habíamos tenido una video llamada un par de noches antes, luego de una llamada en diciembre pasado, luego de casi una década de silencio- para que me ayudara con el asunto: no había podido encontrar en el país la bendita pieza.
Habíamos intentado con varios lugares de venta de repuestos -incluyendo la agencia-; llamé a mi tío -que trabajó más de veinte años como mecánico en los talleres de la policía nacional-, estuve buscando la pieza en Amazon y en Ebay -le pedí a mi hijo ayuda con la adquisición, pues él es experto en el tema-.
Y al final final fui salvado por mi amigo asiático que se encuentra en el espectro -o sospecho-: hoy viene de una conferencia de Inteligencia Artificial que celebraron en Atlanta y le había escrito un par de noches antes para pedirle que me trajera la pieza -el plan era pedirla en ebay y que se la entregaran en el hotel-.
Pero, el jueves, me comentó que podía ir a la tienda física pues estaba a pocas calles del lugar de la conferencia; en la mañana del viernes me llamó para confirmar el tamaño del motor y luego comentarme que no había stock de la misma; pero que esperaba ir a otros lugares.
Al mediodía -justo antes de que confirmara la compra de la misma en un sitio web- me llamó para confirmarme que ya la había adquirido (setenta dólares) y nos pusimos de acuerdo para vernos un momento el lunes por la mñana para la entrega.
Fue un viernes bastante intenso pero, espero, que sea un paso la reparación del automóvil; después del horario laboral hicimos la rutina de ejercicios de los viernes y, por la noche, avancé con el libro de No Ficción en turno: The Road of Character; la verdad el libro ha sido bastante difícil de leer y estuve de acuerdo con el comentario general de GoodReads sobre el mismo: no vale la pena.
Y a ver cómo sigue eso...
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