Y no es un juego deportivo... ayer nuestra selección perdió -después de quedar en el primer lugar en la ronda anterior- contra un equipo de afrodescendientes de una isla colonizada por ingleses... de donde proviene el reggae también... no vi el partido pero al parecer el futbol está mejorando un poco -al menos a esos niveles-.
Lo que está en pausa es el juego político local: el giro a la izquierda no puede completarse porque quienes tienen los medios de producción por acá -y bueno, la situación geopolítica es demasiado particular- están tomando una serie de acciones legales para que no se oficialicen los resultados de la primera vuelta... a ver cómo sigue eso.
Por lo pronto ya me anoté en un formulario del partido que surgió del movimiento anticurrupción de hace ocho años que convocaba a fiscales para la observación de la segunda vuelta, en caso se alcance; también me inscribí en un curso del mismo tema que imparte en línea nuestro organo estatal encargado de la realización de elecciones.
Toda la semana pasada -con excepción del día de ayer- seguí la misma rutina antes de empezar a trabajar: leer o realizar los ejercicios del libro de dibujo -he hecho dos o tres dibujos con fondo de carboncillo- y meditar durante veinte minutos; esto último lo hago sin un objetivo particular, tratando de seguir las enseñanzas de mi antiguo templo zen.
El lunes, miércoles y viernes salimos a caminar con Rb luego del horario laboral: el lunes nomás nos proveímos de alitas de pollo y bananos, el miércoles compré los ingredientes para preparar hamburguesas para llevar en mi visita trimestral a mis padres: leche y embutidos.
El martes y el jueves realizamos, también luego del horario laboral, los ejercicios de kickboxing y abdominales respectivamente; además al final del miércoles tuve que llamar al mecánico pues no se apareció ese día, quedó de venir al día siguiente y efectivamente estuvo trabajando el jueves y el viernes -al final la fuga de refrigerante se debía a la bomba de agua- en el auto.
También nos dijo que debemos cambiarle los neumáticos delanteros pues el delantero de lado derecho está bastante gastado -el lado que él reparó la última vez-; en total pagamos como doscientos dólares entre el servicio del motor y el cambio de la bomba de agua acordando con Rb de cambiar los neumáticos la siguiente vez que vayamos al supermercado en donde compramos comestibles a granel.
El jueves era el cumpleaños de mi prima favorita y, continuando con mi esfuerzo en mejorar mis habilidades interpersonales, le escribí tempranito para felicitarla y al final de la tarde le envié una pizza vegetariana a su domicilio -aunque trabaja desde casa ese día casualmente la hicieron llegar a la oficina-.
El viernes un poco antes de medianoche -estaba por dormirme cuando ví el anuncio en facebook- encargué una mochila para -finalmente- sustituir la que he estado usando la última década -tiene ya rasgaduras y hace cuatro años o así ya la mandé a reparar por la misma razón- creo que fueron veinte dólares bien invertidos.
Toda la semana me estuve levantando entre seis y media y siete para lograr trabajar al menos una hora entre dibujo y meditación; el sábado me levanté a las cinco y media pues había acordado reunirme a desayunar a las siete con el tenor que fue antiguamente mi supervisor.
El desayuno estuvo muy bueno y se alargó hasta las diez de la mañana; en esta ocasión él insistió en pagar la cuenta y luego de acordar no dejar pasar otro año -justamente hace un año lo había invitado por primera vez- para repetirlo nos despedimos.
Me sentía un poco indispuesto del estómago por lo que pasé a un comercial cercano a utilizar los servicios y luego me dirigí al banco en el cual me pagan pues había planeado retirar quinientos dólares -parte de mi plan de seguridad financiera-; el banco estaba bastante lleno por lo que mejor me dirigí a una pastelería y adquirí un par de magdalenas para la visita del día siguiente.
Retorné a mi casita luego de pasar a llenar el tanque de gasolina del auto y el resto del día lo utilicé para dibujar en InDesign y leer; además empecé a ver una película basada en un libro de John Le Carré: es la última película en la que actuó Seymour Hoffman y ya la había visto hacía algunos años; por la tarde recibí la mochila que había encargado la noche anterior.
El domingo me levanté a las cuatro y media de la mañana y no dibujé ni medité; me dediqué a preparar las hamburguesas para la visita utilizando unas tortitas de cordero que teníamos en el congelador desde hacía algunos meses; luego me bañé y un poco antes de las cinco y media tomé el camino al puerto.
La concesión de la autopista -con el peaje- terminó hace un par de meses pero los trabajos para eliminar el peaje aún no han concluido por lo que el paso por el lugar está bastante lento: de ida me tocó nomás disminuir la velocidad pero en el retorno un tramo de un par de kilometros los recorrí como en veinte minutos.
El viaje de ida lo hice en una hora y cuarto y el de retorno en dos horas; encontré a mis papás bastante bien y me sorprendió que la terrasa del segundo nivel de la casa que estoy construyendo ya está terminada: el del primer nivel fue bastante oneroso y en este caso nomás me pidieron dos transferencias de mil dólares cada una.
Estuvimos desayunando y conversando con mis padres y luego, aprovechando que el clima estaba bastante fresco salimos a dar un recorrido por todo el lugar en donde viven: el área fue hace muchos años una refinería/almacenamiento de combustible y está rodeada por un muro de un par de metros; la mayor parte de casas son bastante humildes pero se ven algunas verdaderas mansiones.
Casi terminando el recorrido empezó una lluvia bastante torrencial por lo que retornamos un poco empapados y estuvimos esperando a que se calmara antes de realizar la otra acción que preví para mejorar mis relaciones interpersonales: pedirle a mi madre que me acompañara a saludar a la presidenta del comité de vecinos y entregarle una de las magdalenas que adquirí el día anterior.
La visita fue bastante breve -y buena-; ellos tienen un comedor justo en la entrada de la colonia -hay un enorme portón que servía en tiempos antiguos para controlar la entrada al área- y estaban en el lugar la señora, su esposo -a quién entregué un regalo similar hace tres meses- y la hija menor de ambos -con su respectiva hija de tres o cuatro años-.
Luego de retornar a la casa de mis papás empaqué mis utensilios -había llevado incluso una cafetera- y emprendí el viaje de vuelta; la carretera está -aún- en buenas condiciones y, salvo por el paso del peaje no hubo novedades en el trayecto; un poco después del mediodía estaba estacionándome frente a mi casita y luego ayudé a Rb con el almuerzo dominical: alitas de pollo.
Como había madrugado temí que me quedaría dormido si continuaba viendo la película de Seymour Hoffman y efectivamente estuve a punto de hacerlo pero me ayudó que Rb empezó a utilizar la computadora y aproveché para refaccionar; además estuve bajando algunos libros que el pastor de Rb le había pedido.
Por la noche nomás avancé un poco en el libro de Inversiones que estoy leyendo y me retiré a dormir un poco antes de la hora habitual; esta mañana me costó bastante levantarme -no cabe duda que ya no estoy para los viajes de un día al puerto- y no dibujé nada, nomás hice los veinte minutos de meditación que he estado realizando.
Además del libro de Inversiones escrito por una autora española estoy actualmente leyendo Lean your loneliness slowly against me -ficción, noruega, aún empezando-, 2666 -en español, ya por el setenta y cinco por ciento-, Bad thoughts -no ficción, pensamiento crítico, como a la mitad-, The Agile Samurai -Tecnología, aún empezando- y el último libro de Análisis Transaccional dentro de mis planes -ya tengo preparado el de Meditación con el que empezaré la siguiente línea de lectura-.
En el trabajo sigue la cosa más o menos igual: afortunadamente han habido algunas tareas mientras el curso que nos estaban impartiendo desde el subcontinente asiático continúa realizándose dos o tres veces a la semana -aunque ya no he estado haciendo las tareas-...
Y a ver cómo va eso...
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