Creo que llevo muchos años de no celebrar propiamente la navidad... creo que es una celebración -al menos en nuestro mundo occidental- que trasciende muchos límites, incluídos los credos -aunque no he conocido a muchos judíos o musulmanes por acá-.
De niño era una celebración por costumbre: todas las personas conocidas compraban juegos pirotécnicos, estrenaban ropa y eventualmente compartían regalos; también era común encontrase con fiestas familiares o vecinales.
En mi época familiar también se lo inculcamos a nuestros hijos -la costumbre-; pero luego ya no le encontré -como a muchas cosas- mucho sentido; en mi segundo viaje al imperio del norte me tocó que pasar la navidad en soledad en la casa de mis amigos judíos.
Lo único agradable -por estos días- de la época es el asueto que otorgan las empresas el veinticinco de diciembre -y el primero de enero, para celebrar el año nuevo-; y en mi caso, es la única ocasión en la que les entrego un regalo a cada uno de mis hijos -la otra es en cada cumpleaños-.
Y desde hace cuatro o cinco años mis regalos han sido en efectivo; creo que desde hace dos o tres han sido cien dólares a cada uno; pero este año sí les pedí a mis hijos mayor y menor que empezáramos una tradición: un intercambio de regalos.
Incluso el año pasado fui categórico en comentárles que no me agradaba recibir regalos: prefiero viajar con poco equipaje; y mi hijo menor se lo tomó al pie de la letra; mi hija mayor, en cambio, sí me regaló el cubo de Rubik de espejo 3x3x3.
Este año les compré a cada uno una taza y la acompañé con un pequeño sobre con el acostumbrado regalo en efectivo; mi hijo menor me regaló (!) una taza y una playera comprada en línea -ni siquiera le quitó la etiqueta del precio-.
Mi hija mayor, por otro lado, me regaló algo que me agradó bastante: un calendario de escritorio hecho a mano en el cual realizó una pintura para cada mes del 2024; es un gran trabajo artesanal y me recordó a uno que me dió hace siete u ocho años.
Aunque en esa ocasión me parece que las ilustraciones las había hecho en computadora me gustó mucho y lo mantuve todo el año en mi escritorio -en esa época trabajaba en un cubículo-; el de este año está hecho en acuarela -me parece- y todo el texto está en francés.
A mi hija segunda le envié -por medio de mi compañero de trabajo que vive en Texas- los cien dólares de costumbre y le escribí un par de días antes de navidad deseándole que pase unas buenas fiestas; en seis meses se supone que obtiene su MA en Educación y no sé que pasará después de eso.
Pero creo que hay otro hecho por remarcar: el anciano hermano de la presidenta del comité de vecinos ha estado -durante todo el año- manteniendo la parte exterior lateral de la casa de Rb libre de malezas e incluso ha sembrado unos cuanto arboles de ficus.
Habíamos acordado con Rb obsequiarle un presente para navidad y el lunes -después de venir del puerto- le compramos una herramienta multiusos -similar a la que yo adquirí hace unas semanas pero de un tercio del precio- y una mañana de esta semana le pasamos agradeciendo por el cuidado de la acera.
El jueves por la mañana -aprovechando que era mi último día de vacaciones- acompañé a Rb a su salida semanal al mercado; abordamos el busito y luego el transmetro y compramos algunas frutas y verduras en el mercado municipal del límite de la zona uno; por la tarde hicimos nuestra rutina de aeróbicos.
El viernes retorné a mis labores; pero todo estaba vacío -digitalmente-: una gran parte del equipo en el imperio del norte se tomó la semana de vacaciones y de mis dos compañeros solo uno estaba en línea; también el administrador del proyecto estaba de vacaciones y no había ninguna reunión programada.
Me pasé casi todo el día sin mucho que hacer y aproveché para empacar las tazas que había comprado para mis hijos y preparar los sobres; luego del horario laboral salimos a caminar con Rb y a adquirir algunas frutas en el supermercado; además encargué un par de tamales en la tienda de la esquina para mi cena navideña.
El sábado me levanté temprano y me pasé la mañana entre la cama y la mesa del comedor; entre lecturas, Duolingo y ajedrez; a las doce me alisté, tomé el auto y me dirigí a las habitaciones de mis hijos.
Pasé primero por mi hija mayor -me pareció otra vez percibirle aliento a alcohol y efectivamente ví una botella de brandy en una repisa de su habitación- y luego por mi hijo menor; nos dirigimos a Taco Bell en donde almorzamos e hicimos el intercambio de regalos.
Estuvimos en el lugar por un par de horas y luego me ofrecí a pasar a dejarlos a sus habitaciones pero mi hija nos comentó que iba hacia el centro histórico por lo que pasé a dejarla a una estación del transmetro; luego pasé a dejar a mi hijo a su habitación.
Después pasé a un supermercado a comprar unos dulces y una magdalena y me dirigí a la casa de mi tía -la había llamado antes de recoger a mi hija mayor- pues quería visitarla y agradecerle por las atenciones con mis padres el lunes.
Llegué a donde mi tía a las tres y media y aún ví a mi primo y su esposa saliendo de la casa -es la casa de él- y aproveché para regalarles unos malvaviscos que me habían sobrado del convivio de mi nuevo grupo de voluntarios.
Estuve de visita en la sala de mi tía casi una hora; entre café y conversación y, cuando mi tío regresó -había salido justo cuando yo había llegado-, aproveché para despedirme de ambos y retornar finalmente a mi casa.
Ayer veinticuatro me levanté bastante tarde y antes de desayunar -frijoles y huevos- salí a comprar tortillas y a recoger los tamales que había encargado un par de días antes; luego de desayunar estuve leyendo el primero libro en francés en mucho tiempo.
Les fabuleuses aventures d'Aurore es de un autor que escribe en inglés pero sus libros han sido traducidos a distintos idiomas; lo encontré buscando un libro de una autora francesa de ese nombre y tengo la intención de leer todos los libros de la saga -es para niños a partir de los nueve años y aún no sé cuantos libros componen la saga-.
Para almorzar preparamos un par de los pescados que trajé el lunes pasado del puerto; y luego sacamos a caminar a los perros de Rb; cuando estábamos a medio trayecto Rb paró a conversar con una de las vecinas a las que usualmente ha regalado güisquiles y un poco más tarde esta señora vino a regalarnos una cena de navidad.
Yo había planeado cenar uno de los tamales que había recogido más temprano -y chocolate- pero luego pensé que era mejor consumir lo que nos habían traido ya preparado -era pavo relleno, arroz y otro par de acompañamientos- y café.
Después de cenar terminé de ver Rebel Moon -había estado esperando esa película de ciencia ficción de Zack Snyder pero al final no me gustó- y esperaba tener una sesión de tutoría con el joven con quien hemos estado practicando álgebra pero al final la canceló.
Para ayudar a Rb con el cuidado de sus perros -no les gusta nada el sonido de los juegos pirotécnicos y usualmente la medianoche del veinticuatro es la más ruidosa- estuve en su habitación leyendo hasta medianoche y luego -realmente no hubo tanta bulla- nos dimos las buenas noches y me retiré a dormir.
Hoy me levanté bastante raro del estómago -la verdad después del almuerzo de ayer ya me sentía bastante satisfecho y creo que no ameritaba cenar-; tanto que luego de levantarme le anuncié a Rb que no almorzaría; que quizá hasta media tarde voy a consumir el tamal que no congelé ayer -y un poco de chocolate-...
Y a ver cómo va eso...
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