Se suponía que el último amigo al que vería en mi visita a casa de este año pasaría por a las diez de la noche para tomarnos un café en un comedor al lado de la estación de buses del Puerto; el año anterior habíamos procedido de la misma forma aunque en esa ocasión -un año después de habernos reencontrado- nos acompañó su esposa y su hijo.
Pero, quizá sin mucha sorpresa, durante la noche estuvo enviándome mensajes indicando que estaba por desocuparse y al final pasó media hora más tarde de lo acordado; mi hermano salió a saludarlo y luego nos dirigimos a la estación -en esta ocasión no lo acompañaba su familia-.
Le comenté lo que acababa de ocurrir con mi ex compañero del bachillerato -su fallecimento- y, aunque en la última ocasión que conversamos, su esposa había indicado que conocía a la hermana de mi amigo, él no pudo identificarlo.
El tránsito estaba bastante tranquilo y unos pocos minutos después estaba parqueándose frente al comedor; me indicó que, como había tenido una celebración de cumpleaños -además de la cena habitual- nomás quería un café; yo ordené una tortilla de harina -mi platillo favorito del lugar-.
Estuvimos un poco más de una hora entre alimentos y conversación y quince minutos antes de la medianoche me acompañó a la fila de abordaje del autobús; me pareció intersante que -al igual que en mi viaje al departamento colindante con nuestro vecino del sur- en el viaje de vuelta a la ciudad no me obligaron a desprenderme de mi herramienta multiusos antes del abordaje.
El viaje de vuelta no tuvo muchos contratiempos: nomás me pareció interesante que mi vecina de asiento se mostrara un poco locuaz; y creo que la explicación la encontré un poco antes de entrar a la ciudad: un policía abordó el bus para verificar identificaciones y resultó que la chica era migrante.
Y las respuestas que le dió al policía me parecieron de lo más particular: en vez de un documento le mostró el boleto del bus y le indicó que estaba tramitando su identificación y que ese era su comprobante; mencionó que tenía doce años de vivir en el país pero su acento era muy fuerte.
Un poco después de que el policía bajara -no le prestó mucha atención, realmente-, ví que intercambiaba miradas con un par de ancianos que viajaban en el lado opuesto del pasillo y luego llamó a alguien para comentarle que acababa de pasar por el 'último' puesto de migración; pobre gente.
El otro incidente ocurrió mas o menos a medio camino -afortunadamente en este horario de viaje no hay una parada a mitad de la ruta-: durante el día un camión que transportaba una cisterna de combustible había volcado y la ruta estaba dañada; nos tocó que esperar casi una hora para pasar.
Lo bueno es que dormí la mayor parte del trayecto: un poco después de abordar el bus empecé mi período de meditación -dándome cuenta casi en el acto de que no había hecho Duolingo en todo el día-; me resigné a dejar pasar el día sin mi lección diaria, pues igual -por no haberme saltado un día en los últimos tres años- tengo cuatro freezes.
Pero, unos pocos minutos antes de medianoche, el copiloto pasó revisando los pasajes de abordaje y tuve que abrir los ojos para mostrarle mi recibo; por lo que aproveché los últimos tres minutos del día para mantener mi streak intacto.
Después de medianoche intenté nuevamente meditar pero no completé los doce minutos; ingual, a pesar de que esa era uno de mis inquietudes: romper el hábito de meditar antes y después de dormir; pude ir y retornar manteniendo la rutina.
Por la hora que perdimos en el accidente a mitad del trayecto no nos salvamos del tráfico matutino de la entrada a la ciudad: en vez de entrar a la estación a la hora esperada (entre cuatro y cinco de la mañana) lo hicimos un poco después de las seis de la mañana.
Como tenía la mochila conmigo -no me tocó dejarla en el equipaje, como en el viaje de ida- nomás me apeé del autobús y me dirigí a la estación del Tansmetro que se encuentra a cuatro o cinco calles de distancia.
No había mucha cola para abordar las unidades por lo que un poco más tarde estaba apeándome del mismo en el comercial en donde se estacionan los busitos que vienen por la colonia; afortunadamente ya había uno a punto de partir; por lo que, un poco después de las siete de la mañana estaba tomando la llave de emergencia que mantenemos en el jardín de Rb y entrando a casa.
Concluyendo el viaje a casa del 2024...
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