Durante los últimos cinco años he llevado un registro bastante detallado de mis egresos personales; no de los ingresos, pues realmente es muy poco lo que cambian de mes a mes; aunque por esa época aún estaba generando dinero de forma esporádica con la confección de libros de texto.
Pero bueno, no creo tener mucho control sobre el nivel de ingresos -no tengo espíritu emprendedor- pero sí sobre la forma en la que se gastan; y la verdad vivo de forma bastante frugal -y feliz-: no tengo auto -aunque el de Rb está a mi nombre- ni ninguna posesión -ni siquiera el terreno que mis padres me cedieron está (aún) a mi nombre-.
A partir de Noviembre del año pasado -debido al préstamo de casi diez mil dólares que le otorgué a mi hija mediana- me dió curiosidad evaluar la relación Ingresos/Egresos en mis finanzas personales: empecé a registrar mensualmente los ingresos -básicamente mi salario mensual, más los intereses que estaban produciendo el monto que tenía en mis cuentas de ahorros y alguna que otra jornada médica a la que estaba acudiendo-.
Y -con excepción de los meses en los que desembolsé el monto que mi hija mediana me pidió prestado- la relación no ha estado tan mal: usualmente la relación Egresos/Ingresos se mantiene entre el treinta y el cuarenta por ciento (el mes que le envié la segunda parte del préstamo fue de más de doscientos cincuenta por ciento, eso sí).
Y bueno, no sé cómo seguir ahora: todos mis ahorros los utilicé para adquirir un apartamento de tres habitaciones en el séptimo nivel de un edificio que se encuentra a un par de kilómetros de mi vieja alma mater; y al final ví el gasto -o inversión- como una forma de facilitarle un poco la vida a mis peques: no más estar pagando alquiler (ahora nomás deben hacerse cargo de los gastos que conlleva una propiedad: pago de mantenimiento, servicios, impuestos, etc).
Y, también estoy replanteándome cómo continuar con la gestión de mis finanzas personales: mis cuentas bancarias quedaron casi a cero (básicamente tengo los tres mil dólares que Rb usualmente mantiene como ahorro en mis cuentas); además deberé estar administrando -al menos por un par de años- los pagos que conlleva poseer un apartamento.
Y a ver cómo sigue eso...
El lunes pasado cambié un poco mi rutina de vacaciones: como no quería volver a levantarme hasta media mañana puse el reloj para las siete y media; medité y volví a la cama: aún no me estaba sintiendo todo lo bien que esperaba; o sea, el día anterior había estado la mayor parte del día en el baño -o dormitando-.
Estaba tan mal que ni siquera tuveánimos de leer en ese par de días; afortunadamente volvimos a almorzar el caldo de pollo del día anterior; lo que sentí que le hizo bastante bien a mi estómago; aún estuve yendo varias veces al baño y la verdad estaba temiendo deshidratarme, por el nivel de líquidos desechados; lo que sí estuve haciendo sin falta es Duolingo.
Por suerte entré a una liga bastante tranquila - a pesar de no haber esperado hasta la noche, como de costumbre- y me he mantenido en el primer lugar -en la penúltima semana de la liga dorada-; por la tarde -después del almuerzo- estuve viendo un poco de una película que acababa de bajar: The Peacemaker; y por la noche ví la mitad de la última película de la saga de Planet of the Apes.
Al final de la noche me volvieron los ánimos de la lectura por lo que avancé con el ciclo actual de Aurore en New York; un poco antes de medianoche medité y luego, antes de dormirme, puse la alarma para las siete y media de la mañana.
El martes me levanté con un poco mejor ánimo que los días anteriores; medité y luego me puse a completar el ciclo de Aurore y a continuar con Tracers in the Dark; después me puse a hacer mi lección matutina de Duolingo -espero lograr el primer lugar de la liga esta semana-; un poco después de las ocho Rb entró a la habitación a comentarme que nuestro país tenía la oportunidad de conseguir su segunda medalla olímpica -aún no se sabía si de Oro, Plata o Bronce, pero que era segura una medalla-.
Recordamos un poco la primera medalla olímpica -de plata, en marcha, hace doce años- y yo estaba casi seguro que había escrito sobre eso en este espacio; pero no, luego estuve revisando las entradas de hace doce años y a pesar de haber bastante información -al parecer fue un año intenso- no encontré ninguna mención.
Pero sí, recuerdo claramente la ocasión: retornábamos a la ciudad -era un sábado (eso lo acabo de confirmar en Google) y habíamos visitado a una ahijada del voluntario que vive en la colonia en la que habité más de una década-; el viaje desde San Juan del Obispo lo estábamos finalizando al caer la noche y en la ruta que entra a la ciudad iba una motocicleta de la empresa municipal del transporte con un rótulo luminoso anunciando la noticia.
Creo que les envié un mensaje de texto a mis hijos para comentarles la novedad; y uno o dos años después acudimos al museo olímpico en donde -por un tiempo- se exhibió una representación de la medalla de plata.
Como aún andaba recuperándome de la -espero- intoxicación alimentaria de la semana pasada, no salí para nada durante la mañana; luego del almuerzo sacamos a caminar los perros de Rb; y, como quería dar por finalizado el capítulo de los libros donados a la biblioteca, confirmé con mi amigo, el Testigo de Jehová, la reunión de las cuatro de la tarde para entregarle los últimos libros -de texto- aún en mi posesión.
A las tres y media cargamos la última caja de libros en el auto de Rb y nos dirigimos al comercial en donde usualmente tomamos los buses municipales; estábamos por llegar cuando Rb me sugirió que fueramos al otro comercial -en donde están nuestros bancos- para comprar una red de aguacates.
Como no se veía mucho tráfico consideré que no nos llevaríamos más de media hora; pero, tres minutos después de la hora acordada con mi amigo -cuatro y media-, aún nos encontrábamos a unos cientos de metros del lugar de la reunión; afortunadamente pudimos realizar la entrega sin ninguna dificultad y, para justificar el parqueo en el lugar, entramos al supermercado a comprar una libra de azúcar.
El miércoles me levanté temprano -ya me sentía mucho mejor del estómago-; medité, hice Duolingo y leí un poco de Aurore en New York; a las ocho y media -después de desayunar- me despedí de Rb pues habíamos acordado con mi hija mayor empezar la mudanza al apartamento a las nueve de la mañana.
El tránsito estaba algo pesado por lo que un poco después de las nueve recibí un mensaje de mi hija; inquiriéndo sobre mi avance; llegué con cinco o seis minutos de retraso y empezamos a bajar sus -posesiones- para acomodarlas en el baúl del auto -y los asientos traseros-.
Afortunadamente pudimos vaciar completamente su habitación; ella le tomó una foto al espacio vacío -creo que para mandársela a su landlord- y nos dirigimos al apartamento; mi hija me acababa de entregar el control del portón del parqueo por lo que ingresamos directamente al segundo nivel; parqueamos el auto cerca de los elevadores y acudimos con la señora de recepción a avisarle que estaríamos subiendo bártulos en uno de ellos.
La subida no nos llevó mucho tiempo y un poco antes de las once le propuse a mi hija ir por un Ecofiltro; los de la empresa eléctrica habían llegado mientras estábamos subiendo las cosas y ella fue a verificar la instalación de la electricidad.
El tránsito estaba un poco pesado y en cierto momento le propuse a mi hija regresarla al apartamento y realizar la compra online; al final subimos a un comercial cerca de donde vive mi hijo menor y adquirimos el Ecofiltro -de peltre- y media docena de bombillas led.
Luego retornamos al departamento; la dejé en el lugar y retorné a mi casita; después del almuerzo sacamos a caminar a los perros de Rb y, como estaba en medio de su reunión de trabajo cuando vino el señor de las verduras, me tocó salir a realizar las compras de sus frutas.
El primer día de agosto era jueves y, como casi todas las semanas -cuando no trabajo en ese día de la semana-, acompañé a Rb al mercado del centro histórico en donde se provee de su consumo semanal de frutas -y algunas verduras-.
Rb quería verificar el precio de las uvas en el supermercado que se encuentra en el comercial en donde se parquean los busitos por lo que subimos al primer nivel del mismo; en un kiosco del lugar ví que estaban exhibiendo un celular como el que fui a buscar el sábado anterior; el precio era el esperado (cien dólares) por lo que lo adquirí en el acto.
Lo malo fue que la vendedora cambió en el acto la tarjeta sim del antiguo celular al nuevo por lo que perdí todos los diálogos de whatsapp del último año -incluyendo la información para pagar la cuota mensual de mantenimiento del apartamento- así como todos los recordatorios que me envío constantemente: una calamidad.
También en este día se llevaba a cabo la segunda reunión informal del equipo de trabajo: una compañera había organizado una noche de juegos en un edificio de apartamentos de una de las zonas más acaudaladas de la ciudad.
Me pasé la mayor parte de la tarde ‘trasladando’ la información del Samsung 04 al Samsung 05 -y perdiendo la información de whatsapp- y no me dí cuenta que tenía habilitados los datos moviles, por lo que cualquier saldo que tuviera fue consumido casi en el acto.
Me dí cuenta de esto cuando ya iba de camino a la reunión -habían convocado para las seis de la tarde, por lo que salí de acá un poco antes de las cinco de mi casa; el tránsito no estuvo muy fuerte para salir del municipio y en todo el trayecto nomás me detuve brevemente en el Obelisco.
Al final llegué al lugar quince minutos antes de lo esperado; por lo que pude entrar cómodamente al parqueo de visitas y subir al salón social -de lujo- del segundo nivel; me presenté con nuestro anfitrión -un amigo de nuestra compañera de trabajo- y esperamos a los siguientes asistentes -que empezaron a llegar después de las seis de la tarde-.
Llegó uno de los devs con varios juegos muy interesantes, mi supervisora, el único dev que llegó a la reunión que yo había organizado, nuestro PM, y, por último, la organizadora de esta; pidieron tres pizzas de Domino's y el anfitrión -antes de retirarse- dejó preparada la cafetera -la organizadora había llevado donas glaseadas-.
La reunión estuvo muy interesante -divertida?-; primero jugamos una versión de Dungeons & Dragons con cartas -eso fue el primer dev en llegar, nuestro anfitrión, el host y yo-; después -cuando el host se había retirado- jugamos Camel Up; por último -ya los siete- nos echamos varias partidas de Dutch Blitz.
A las diez el PM dijo que se tenía que retirar pero, entre finales y despedidas, terminamos saliendo un poco antes de las diez y media del lugar; aún vine a hacer algunas lecciones de Duolingo -sigo en primer lugar de la liga semanal!-.
El viernes me pasé casi toda la mañana tratando de recuperar la información que perdí cuando cambié de teléfono -no tuve mucho éxito-; también pagué mi parte de las pizzas y gaseosa de la noche anterior -menos de cuatro dólares!-.
Desde el cumpleaños de mi tía -hace algunas semanas- había acordado con Rb -y mi prima favorita- que la visitaríamos un viernes, por lo que, después de que Rb les diera de comer a sus perros, cargamos en el auto la torta vienesa que había comprado el día anterior y nos dirigimos al municipio en donde vive.
Nos hicimos menos de una hora de viaje -aunque, no tan sorprendentemente, me tocó que dar un par de vueltas en el parque central del municipio, para tomar correctamente el camino que lleva a su colonia-; mi prima estaba nomás con su hijo menor -que tiene serias dificultades mótrices- aunque un poco despuès llegó su hijo mayor -que a veces trabaja y acaba de entrar a la misma empresa en donde estoy por cumplir diez años-; estuvimos en el lugar un par de horas entre conversación y café con pastel -Rb llevaba, como de costumbre, su propio té y galletas-.
Otra de las pérdidas por haber cambiado de aparato fue que -debido a la versión de Android en el más nuevo- ya no pude instalar la app que he estado utilizando durante los últimos cinco años para llevar control de mis gastos: Dollarbird.
En los últimos tres teléfonos había instalado manualmente esta app encontrando el archivo apk en sitios que se dedican a mantener versiones antiguas; en el último teléfono ya no estaba disponible esta opción, debido a la versión Android; por lo que traté de instalar la última versión oficial, pero, ahora es versión de suscripción, y después de ingresar el quinto registro me pidió que empezara a pagar.
Además, desde hacía algunas semanas, había estado escribiendo una app en React para graficar los totales por mes y por categoría -dos gráficos- de la información almacenada durante los últimos cinco años; por lo que decidí escribir -con ayuda de ChatGPT, Gemini, Claude y Phind- un componente para capturar registros y bajar la información en formato CSV.
Eso estuve haciendo el día viernes antes de dirigirme a la casa de mi prima -con Rb-; y la mayor parte de la tarde se me fue en revisar un problema de compatibilidad en una librearía que maneja las fechas -el formato que usa Dollarbird es AAAA.MM.DD-; y al final no fue con ninguna AI sino con el puro Google y el foro oficial de la librería que logré resolver el problema -hasta el sábado-.
El sábado me levanté a las siete de la mañana; medité y volví a la cama; de donde me levanté hasta que Rb hizo bulla al preparar su desayuno -alrededor de las nueve-; preparé mi desayuno y luego la acompañé al supermercado; a comprar pollo, embutidos y carbón -planeamos preparar un asado el próximo martes-.
El resto de la mañana -y parte de la tarde- me la pasé revisando código de React hasta que logré publicar en github dos apps: una para agregar -y bajar como csv- registros de gastos; y el otro para cargar un csv y graficar totales por mes y por categoría de gasto; sigo -aún- con un ritmo de lectura bastante bajo; aunque he notado que me sucede especialmente con las líneas 'serias': programación y psicología (ACT).
Hoy me levanté a las seis y media de la mañana: es la hora a la que realmente espero estar iniciando mis actividades diarias; aunque estos últimos días he tenido serias dificultades para levantarme temprano; y es que, por alguna razón, he estado teniendo serias dificultades para conciliar el sueño; generalmente llego a la una o dos de la mañana dando vueltas en la cama.
Empezó, creo, alrededor del viaje a mi pueblo natal: viajé -tanto de ida como de vuelta- de noche; aunado a eso estuvo la mayor compra de mi vida; y la muerte de mi compañero del bachillerato; y bueno, vuelven las preocupaciones sobre cómo gestionaré los gastos que conlleva poseer un apartamento, o lo que haré cuando me quede sin trabajo... aún no sé.
Y a ver cómo sigue eso...
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