jueves, 18 de diciembre de 2025

Autos y Ajedrez... Cars and Chess... Voitures et Échecs...

Sigue la saga con los autos: el mecánico vino hace dos días y no pudo encontrar el fallo del auto de Rb; o sea, al parecer el problema con la aceleración era porque tenía una manguera zafada en el motor -alimentación de aire o algo así-.

Me imagino que se salió de su lugar por haber pasado sin mucho cuidado en la ruta al puerto -y desde el puerto- en donde habia demasiadas grietas en el camino; pero la razón de que la reversa no funcionaba no pudo encontrarla.

Entonces -como no es experto en cajas automáticas- diagnosticó lo más "simple": cambiar la caja; o sea, encontrar una usada (sin garantía) o adquirir una nueva; igual la cuenta sería de más de mil dólares.

Me estuvo explicando la situación y las posibles opciones; pero preferí entrar y comentarle a Rb los detalles; estuvimos conversando un momento sobre opciones, pero decidimos que no valía la pena: o sea, pasó lo mismo con la camioneta anterior y al final Rb la cambió por el auto actual.

Rb salió de la casa y conversamos con el mecánico sobre nuestras reservas; cuando le pregunté si tenía una opción nos ofreció una camioneta MPV dos años más antigua que el Protegé actual.

Se supone que se la compró -al crédito- a una de sus clientas y que la ha tenido en su casa durante unos meses -alguien le quebró el vidrio trasero-; nos mostró algunas fotos y acordamos adquirirlo por mil quinientos dólares -transfiriéndole el auto por novecientos-.

La iba a traer al día siguiente -miércoles- pero al final nos la trajo el jueves; y si en general es más amplia (siete asientos) y más potente (el motor es de dos mil quinientos centímetros cúbicos); y se le notan los mas de veinte años: la manecilla de una puerta lateral está quebrada.

No todos los controles de los vidrios eléctricos funcionan bien; y hay que cambiarle el vidrio trasero; pero consideramos, con Rb, que nos puede servir, al menos durante unos cuatro o cinco años.

Le entregamos las llaves del auto Protegé y entramos a casa a completar la transacción: aún habia cien dólares en el saldo que el mecánico tenía por la adquisición de la camioneta anterior; y le transferí al diferencia -una parte a la cuenta de su esposa y una parte a su propia cuenta-.

Y en ajedrez: me había propuesto alcanzar un nivel de mil quinientos en Duolingo antes del final de año; la verdad es que la app es bastante irregular: las primeras semanas nomás permitía jugar con las blancas.

Ademas, la asignación de puntos después de cada partida no es siempre lógica; pero he estado jugando bastante -demasiado?- durante las últimas semanas: y el martes, un poco antes de las seis de la tarde lo conseguí: obtuve un ELO de mil quinientos cuatro.

Me mantuve sobre el nivel de mil quinientos durante los dos días siguientes; hasta que el jueves -mi retorno al trabajo- estuve jugando varias partidas en el transcurso del día y retorné a mil trescientos.  

Y a ver cómo sigue eso... 

El sábado me levanté a las cinco menos veinte: había quedado -el martes- con mi primo que pasaría por su casa a las siete de la mañana para convidarlo a un desayuno; había intentado organizar este evento desde hace un par de años.

Es una de las personas con las que realmente me interesa fortalecer una relación -es dos años menor que yo- pero no había sido muy insistente en las invitaciones: su hijo mayor se acaba de graduar del nivel medio, el segundo está en el nivel básico y sus hijas gemelas están en el último año del nivel primario.

Mi primo ha tenido una vida muy ordenada: empezó a trabajar antes de cumplir la mayoría de edad y ha estado -prácticamente- en la empresa desde entonces -y ya tiene cincuenta años-; se casó a los treinta y uno y compró una casa; es enorme -no estoy seguro si tres o cuatro niveles- y le dá posada en un nivel a sus padres.

Entonces, cuando mi primo se ponía evasivo con fechas, me dije: tiene una familia bien estructurada, con un trabajo demandante y necesita todo el tiempo que pueda pasar con su familia; no andaré agregando presión a su vida.

Pero esta semana que hablamos me comentó que su familia se había ido al departamento de donde procede su esposa -sefueron los cinco- y consideré que era una buena oportunidad para tener una pequeña reunión.

Después de darle el pollo a la perra de Rb a las tres de la mañana la saqué al patio y volví a la cama -Rb se quedó esperando su retorno-; pero me costó volver a conciliar el sueño; sin embargo, no me costó mucho levantarme a las cinco menos veinte, medité y luego me metí a la ducha.

Después de vestirme ví que apenas eran las seis y diez; y no quería llegar muy temprano a la casa de mi primo -me había quedado la inquietud de conducir el auto  después de las respuestas de Mistral-; jugué una partida de ajedrez y saqué las bolsas de la basura; después arranqué el auto e inicié el trayecto.

Cuando llegué al puente que conecta el municipio con la ciudad -queda en lo más profundo de la hondonada que separa ambos municipios- ví que había una unidad de los bomberos y algunas personas de uniforme en el lado del puente en el que iba conduciendo.

Afortunadamente solo estaban cubriendo uno de los dos carriles por lo que nomás me moví al carril interior y pude continuar mi camino -me imaginé que alguien había saltado al precipicio (suceden uno o dos casos cada varios años)-.

Llegué a la calle en la que vive mi primo con más de quince minutos de anticipación; continué conduciendo por la calle lateral pues no quería llegar muy temprano; y no quería utilizar el retroceso del auto.

Después de avanzar ocho o diez calles entré en una avenida y conduje -en sentido contrario por la siguiente calle-; aún así llegué con doce minutos de antelación; me estacioné al otro lado de la calle pues un automóvil estaba justo frente a la casa.

Esperé un par de minutos y luego llamé a mi primo, aunque no me contestó, le envié un mensaje por whatsapp -pero no me dí cuenta que no estaba conectado a la red-; me propuse a esperar un poco jugando una partida de ajedrez.

Pero unos minutos mas tarde mi primo devolvió la llamada; le comenté en donde estaba -el auto que estaba frente a su casa era el de su padre- y me indicó que saldría en el acto; un momento después salió mi tío y luego mi primo.

Me bajé del auto, saludé a mi tío y le indiqué a mi primo en donde me había estacionado; nos despedimos de mi tío y, con mi primpo, abordamos el auto y conduje hasta el restaurane en donde usualmente invito a desayunar a mis amigos y conocidos.

Estaba decidido a utilizar solo una vez el retroceso y, efectivamente, para parquearme me tocó que bajar la palanca a todas las posiciones antes de poder retroceder; pero el auto quedó estacionado en el primer intento.

En el restaurante ordenamos un par de desayunos (catorce dólares) y nos pasamos la siguiente hora y media entre desayuno y conversación; la verdad es que hacía mucho tiempo que no nos tomábamos un tiempo de esta forma y fue muy bueno.

Aunque no realicé la pregunta que he tenido desde hace varios meses: mi primo me ha estado enviando durante un tiempo videos sobre la Tierra Plana y otras teorías de conspiración similares.

O sea, no me sentí cómodo de cuestionarlo directamente sobre el tema; pero se emocionó comentándome que lleva siete años -o más- de estar estudiando detenidamente la biblia; se considera un exégeta.

En general el tiempo compartido fue bastante bueno; a las ocho y media le propuse que nos retiráramos del lugar -aunque primero pasé a los servicios sanitarios- , arranqué el auto y retorné a dejarlo a su casa; luego conduje hasta la casa de Rb.

La verdad es que desde la noche anterior me había quedado bastante intranquilo por las respuestas de la LLM, por lo que anduve bastante pendiente del comportamiento del auto; afortunadamente no hubo ningún inconveniente en el camino de retorno por lo que, un poco más tarde, -y utilizando otra vez el retroceso- estacioné el auto frente a la casa de Rb.

Rm me comentó que el tránsito en el boulevard había estado terrible toda la mañana -de hecho me afectó el embotellamiento por un par de calles antes de dejar el boulevard- debido al suceso del puente: una persona se había -o intentado- tirar al vacío.

Como aún era temprano invertí una buena cantidad de tiempo en hacer lecciones de Duolingo -la noche anterior había vuelto (después de muchos días) a alcanzar el nivel de mil cuatrocientos de ELO-; y, a las once y media, empecé a preparar el almuerzo.

El sábado anterior había probado una receta que ví en un video de Youtube: burritos de huevo y zanahoria rellenos con mayonesa de aguacate, pechuga de pollo y lechuga; pero ese día había dividido en dos la tortilla de huevo y zanahoria, por lo que no habían podido cerrarse muy bien.

Lo había realizado de esta forma porque creí que al realizar un enrollado, con la tortilla -cuadrada- completa, quedarían muy grandes; pero había decidido probar de esta forma; además, se me había ocurrido agregarles un poco de champiñones fritos.

Nos metimos a la cocina con Rb; ella preparó un caldito de pollo y sofrió los champiñones; yo preparé el resto; cuando ambas cosas (el caldo y el burrito) estuvieron listos sacamos a caminar a los perros. 

Después de sacar a los tres perros -y recoger los desechos del patio- entramos a almorzar; después me puse los audífonos y mientras escuchaba un video de Youtube me puse a lavar la montaña de trastos que habíamos utilizado en la preparación -y consumo- del almuerzo.

Después de lavar los trastos busqué en Youtube el video en el que había aprendido a hacer el sobre de origami con el que les he entregado a mi hija mayor e hijo menor su regalo, durante los últimos años; en esta ocasión me tocó hacer, en paralelo, tres de estos, ya que ahora también está mi hija mediana por acá. 

A las tres menos cuarto le llevé la comida a los tres perros -la más anciana volvió a la rutina de ser alimentada por Rb en su cama- y luego preparé un café y un té; el resto de la tarde me la pasé viendo videos de Youtube.

Al final de la tarde nos dirigimos, con Rb, al supermercado más cercano en dirección sur: fue la primera salida extensa para ella, después de la operación; traté de moderar el ritmo de la marcha, para evitarle un sobreesfuerzo. 

El domingo me levanté tarde: Rb me habia comentado el día anterior que ella se estaria haciendo cargo de echarle agua a la comida de la perra más pesada -esto me dá diez o quince minutos más de descanso por las mañanas-; desconecté la alarma, medité y luego salí a ayudar con el desayuno de los perros.

Después del desayuno me estuve viendo algunos videos en la mesa del comedor; creo que empecé a ver The Running Man (la nueva versión: la anterior -hace como treinta años- la protagonizó Scharzenegger).

A la hora del almuerzo prescindimos de las alitas dominicales: como yo había salido a almorzar con mi hija mediana el jueves, Rb había congelado mi porción de pollo con manzanas verdes; ella calentó un poco de pollo que habíamos reservado en otra ocasión.

Después del almuerzo me vestí y me dirigí a la casa del voluntario que vive en la misma colonia en donde crecieron mis hijos; como había decidido no utilizar el automóvil caminé hasta la carretra intermunicipal.

Estaba llegando al lugar cuando ví que uno de los buses estaba continuando su recorrido; pero me esperaron -tuve que correr un poco-, con lo que llegué bastante temprano al comercial en donde está la estación del Transmetro.

Tomé la siguiente unidad y, dos estaciones más tarde, me apeé; llegué a la casa de mi amigo un poco antes de las tres; toqué el portón pero no oí ningún ruido en el interior; esperé un par de minutos y luego volví a tocar -quizá un poco más fuerte-; mi amigo salió y me preguntó por el automóvil.

Le comenté lo de las dificultades actuales y esperé a que sacara su auto: cuando había programado la reuntión del mes me propuso que la hicieramos en el restaurante en el que generalmente invito a desayunar a mis conocidos y amigos.

Nos dirigimos al lugar -había un poco de tráfico- y mi amigo se estacionó hasta el fondo del parqueo -estaba algo lleno el lugar-; en el interior del restaurante ordenamos dos capuchinos grandes y dos porciones de pastel (pagué diez dólares).

Nos estuvimos en el lugar un poco más de media hora, entre refacción, conversación y -al final- algunas partidas de dominó; la verdad no me estaba sintiendo muy bien -sentía cierto embotamiento en el cuerpo- por lo que a las cuatro y media le indiqué que retornaría a mi casa.

Lo acompañé hasta el automóvil, nos despedimos y crucé la calle para pasar por unos aguacates y manzanas que Rb me había encargado -también le compré algunas peras y, para mí, otra bolsa de malvaviscos-.

Después de pagar las compras salí a tomar el busito; el cual no tardó mucho en iniciar el recorrido hasta la calle de la casa de Rb; por la noche estuve viendo algunos videos de canales de difusión científica en Youtube.

El lunes me levanté a las cinco y veinte -igual que el sábado-; el día anterior le había escrito a mi amigo garífuna y habíamos acordado reunirnos, a las siete, en el restaurante que más visito.

Medité y luego me metí a la ducha; como no tenía mucho efectivo me hice una transferencia móvil -también tomé la nueva tarjeta de débito de Rb- y salí de casa; había considerado caminar hasta el lugar en donde tomé el bus el día anterior, pero un busito pasó apenas un par de calles después de que empezara a caminar.

Llegué a la estación final bastante temprano; pasé a un cajero en el lugar y luego por el paso subterráneo -el restaurante queda justo del otro lado de la calle, frente al comercial-; entonces revisé mi celular y ví que mi amigo me había escrito más temprano: iba a llegar a las siete y media.

Como no eran ni las siete -y había algo de frío en el ambiente- retorné al comercial  a esperar un poco de tiempo; me conecté con la wifi de la sucursal bancaria y estuve revisando mi correo electrónico; también me senté a una mesa y armé el cubo de Rubik de cuatro por cuatro.

Un poco antes de las siete y media volví a pasar bajo la calle principal y me dirigí al restaurante; estaba por llegar cuando ví que mi amigo se encontraba en el carril central -de forma ilegal, realmente-, esperando que los vehículos le dieran paso; tuvo que esperar algunos minutos, pues el tránsito estaba bastante pesado.

Nos saludamos cuando logró pasar y entramos al restaurante; yo ordené un desayuno de los que siempre tomo y él nomás ordenó un tazón de avena -casi ni tocó el tazón de frutas que lo acompaña-; la cuenta me salió nomás un poco más alta que la de la tarde anterior.

Estuvimos en el lugar durante un poco más de una hora, entre desayuno y conversación; lo segundo no me entusiasmó tanto: mi amigo es algo reservado con su vida personal y familiar -he entendido que tuvo varios hijos fuera del matrimonio, mientras viajaba  por el istmo-.

Y además, se entusiasmó hablándome sobre su vida espiritual: o sea, no se congrega en ninguna iglesia pero ha estado -según él- estudiando detenidamente la biblia durante varios años; y la verdad ya tengo poca paciencia con este tipo de temas.

Un poco después de las ocho y media mi amigo me externó que le preocupaba su auto -lo había dejado estacionado en un restaurante del otro lado de la calle-, por lo que le sugerí que dieramos fin a la reunión.

Caminamos hasta el comercial y nos despedimos; salí a tomar el busito, afortunadamente la unidad no se entretuvo mucho y, un poco más tarde, estaba entrando a la casa de Rb; apenas pasaban unos minutos de las nueve de la mañana.

Un poco más tarde Rb me pidió que la acompañara a la tienda de las verduras: necesitábamos papaya -y ella algunas peras-; pero la diligencia no nos tomó mucho tiempo; al mediodía calentamos la primera porción de la comida que preparamos el día anterior.

Mientras sacábamos a caminar a los perros había preparado dos tazas de arroz y combinamos esto con el pollo en crema -de almendras- y aguacate; después del almuerzo esperé hasta la hora de la comida de los perros y, mientras Rb les daba de comer, preparé un café y un té.

El café lo acompañé con un cuarto de muffin que había comprado el jueves anterior; además de una galleta y un pingüino de chocolate que Rb me había obsequiado el día que caminamos hasta el supermercado en dirección sur.

Durante la mañana -y parte de la tarde- estuve enviandole mensajes alusivos al fin de año a mis conocidos en Whatsapp y Fb; algunos me contestaron e intercambiamos mensajes; también me escribió el amigo con el que desayuné el miércoles anterior: había recibido el libro que le envié (El dios de las pequeñas cosas: veinte dólares) por delivery.

El martes -el penúltimo día de vacaciones- había decidido no salir de casa: esperábamos recibir al mecánico para que viera las dificultades del automóvil de Rb; y es que eran varias: aceleración irregular, dificultad para poner retroceso, ruido en los frenos y en una llanta trasera.

El mecánico había dicho que vendría a las nueve; al final vino como a las diez y media: el tránsito estaba super pesado en el boulevard; salí a comentarle los síntomas del auto y lo invité a abordarlo para que escuchara los ruidos -y lo demás-.

Lo raro fue que el auto no se comportó de la misma forma con la aceleración; pero, al intentar retroceder ya no funcionó la reversa; de hecho me tocó que manejar hasta el fondo de la calle y luego lo tuvimos que empujar para dar la vuelta.

Entonces tuvimos la conversación y análisis que describí al inicio de este texto; por la tarde caminamos con Rb hasta el supermercado en dirección norte; la distancia es de un par de kilómetros pero era la primera vez, desde la operación, que se atrevía a completarlo.

Además, la inclinacion es, quizá, de unos treinta grados; y hay muchas muchas gradas en toda la acera; caminamos a un ritmo bastante bajo y, en el supermercado, compramos un poco de pescado: estamos planeando preparar tacos de pescado uno de estos días.

El camino de retorno estuvo bastante tranquilo; Rb compró un poco de uvas en la tienda de la vuelta y luego retornamos a casa; por la noche estuvimos viendo la primera parte del ultimo capítulo disponible de la serie de competencia de pasteles.

El miércoles -mi último día de vacaciones- esperábamos recibir el automóvil del mecánico; pero no vino; lo llamé a media mañana y me comentó que estaba limpiándolo y revisando los frenos, para que no hubiera dificultades.

Me pasé el día viendo videos de Youtube -principalmente canales de difusion científica- y haciéndome cargo de la mayor parte de las tareas con los perros -aplicarle gotas a la perra más anciana, llevarles la comida, entre otros-.

También salí -me parece- un par de veces: por la mañana a la tienda de las verduras, por un poco de frutas; y por la tarde caminamos al supermercado mas cercano en dirección sur; aunque, en esta ocasión, avanzamos un poco más.

Por la noche vimos la segunda parte del último capítulo que han publicado de la competencia de pasteles; además, empecé a regularizarme del estómago: a las tres de la madrugada había tenido que ir un par de veces al baño.

Me costó volver a dormirme y a las seis me tuve que levantar nuevamente; en total fui unas seis o siete veces -generalmente nomás voy una vez-; pero al final de la tarde empecé a sentirme mejor.

El jueves me levanté a meditar a las siete y media de la mañana; unos días antes le había indicado a Rb que el diecisiete sería el último día en que me levantaría a las tres de la madrugada.

Medité veintidós minutos y luego entré a la reunión diaria; la cual estuvo bastante tranquila; nomás noté que el analista que mejor me cae anda de vacaciones; nuestro supervisor nos pidió que nos quedáramos luego de la reunión y nos asignó -con el otro analista que mejor me cae- una tarea para trabajar durante la siguiente hora y media.

Estuvimos trabajando en la asignación hasta las nueve y media y despues me preparé el desayuno; a media mañana entré a la reunión que el jefe de mi supervisor programa cada quince días; pero tampoco hubo muchas novedades.

El resto del día traté de completar algunas de las tareas que mi compañero que menos bien me cae no hizo -le asignaron la mayor parte de estas y no hizo nada-; y perdiendo muchas partidas de ajedrez -bajé más de doscientos puntos de ELO-.

Además, un poco antes del mediodía, el mecánico vino con el auto que estaremos usando en el corto/(y espero)mediano plazo: es automático pero tiene la palanca de velocidades en el timón; lo sacamos a dar una corta vuelta con Rb y luego lo parqueamos frente a la casa.

El mecánico -siempre anda con su hijo (que ahora tiene quince años)- se fue a trabajar en otro auto a un par de casas de distancia y con Rb sacamos a caminar a los perros; pero Rb notó que había un charco de agua bajo el auto -y que algo estaba goteando- por lo que le pedí que lo viera luego.

Y no encontró nada malo; se supone que algo de la refrigeración; igual me dejó algo intranquilo; quedando nada más en que debo mantenerme monitoreando el nivel de temperatura del motor mientras esté funcionando.

A las cinco de la tarde -cuando terminó mi horario laboral- le pedí a Rb que me acompañara a comprar el pan de mis desayunos de los fines de semana; además, pagué por un par de tamales para el veinticuatro de diciembre.

Cuando venimos -nos tocó que salir con paraguas porque estaba lloviznando- recogí todos los bártulos del piso y realicé la limpieza semanal -que había pasado por alto el día anterior-; por la noche estuve revisando mi correos personales y haciendo algunas lecciones de Duolingo -mientras Rb participaba en una reunión de su trabajo-. 

sábado, 13 de diciembre de 2025

Otra vez el auto... The car again... Encore la voiture…

El auto de Rb está -otra vez- con fallos: esta semana -miércoles?- nos tocó que usarlo para recoger la nueva tarjeta de débito -la semana anterior se la clonaron y el banco la canceló- y, cuando íbamos en camino, se empezaron a sentir tirones en el motor cuando el dial de las RPM pasaba de dos a tres.

Primero pensé que estaba acelerando de forma incorrecta -antes, en alguna ocasión, sentía algo similar cuando -especialmente empezando a conducir- aceleraba muy intempesstivamente.

Pero no, traté de ir acelerando paulatinamente y siempre -entre dos y tres- sentía un tirón por parte del motor; Rb también lo notó y comentamos que algo no estaba bien; además, cuando intenté retroceder -al parquear el auto de retroceso- el auto no se movió cuando la palanca pasó a R.

Tuve que mover la palanca a las otras velocidades (uno y dos) y luego retornar a R para que funcionara esta función; total que cuando regresé a casa me puse a interrogar a un par de LLMs sobre las posibles causas del comportamiento del auto.

Creo que ChatGPT me indicó que podía ser tanto un problema de bujías sucias o solenoides desajustados (conozco algo de las primeras pero nada de los segundos) o, cuando agregué el detalle del retroceso, que podía ser algo de la caja automática de cambios.

La siguiente consulta fue si podía seguir conduciendo el automóvil mientras lo llevaba al mecánico -ese mismo día le escribí al mecánico regular y me comentó que podía venir a ver el auto el próximo martes- y la respuesta fue que sí; que aún podía conducirlo incluso por semanas.

Pero he tratado de no utilizarlo; aunque el jueves sí lo saqué porque era el día del mes que almorzaría con mi hija segunda; y luego había previsto usarlo el sábado por la mañana -desayuno con mi primo- y el domingo por la tarde -café con el voluntario que vive en la colonia donde crecieron mis hijos-.

El jueves funcionó más o menos bien, aunque sentí que la dificultad con el retroceso aumentó; tanto para estacionar como para salir del parqueo costó que R funcionara; el viernes le pregunté a otra LLM sobre el riesgo del uso -en este caso Mistral- y desde el principio respondió que era muy riesgoso continuar conduciéndolo, que  podía dañar más lo que no estaba funcionando.

Entonces decidí que nomás lo utilizaría el sábado y que el domingo haría uso del transporte público para ir a la casa de mi amigo voluntario; lo que no estará muy bien pues se supone que iremos a la cafetería en la que usualmente invito a desayunar a mis conocidos y amigos.

Y a ver cómo sigue eso... 

El martes era el primer día de mi último período -oficial- de vacaciones; había puesto la primera alarma -después de las tres AM- para las ocho y cuarto; el plan era levantarme, echarle agua a la comida de la perra más pesada -es parte del procedimiento-, luego meditar, después mi desayuno.

Creo que me logré dormir bastante rápido después de las tres de la mañana -creo que ayuda que le doy la comida y le echo las gotas, pero luego dejo a Rb que se haga cargo de sacarla al patio-.

De todos modos me desperté temprano -a las siete y media-; y no estoy seguro si fué nomás la costumbre, o el tránsito estaba más ruidoso que de constumbre; pero no me levanté a esa hora, nomás ví el celular y continué en cama hasta las ocho y media.

Cuando sonó la alarma me levanté, saludé a Rb, eché agua a la comida de la perra y retorne a la habitación a meditar; luego sí saqué los platos con comida de los perros y empezó el día.

Preveía un día sin ninguna actividad: el día anterior había intentado coordinar una reunión con mi amigo garífuna, pero no se pudo; después de desayunar me pasé la mayor parte de la mañana en cama, viendo videos de Youtube.

Al mediodía le propuse a Rb -y ella aceptó- que cambiáramos los coditos por ensalada: el domingo habíamos desinfectado un par de zanahorias y varias hojas de lechuga; almorzamos de esta forma y luego, mientras los perros comían, preparé un café y un té.

El dia estuvo bastante gris -y lento-, pero traté de racionalizar mi situación: debo aprender que no es necesario que esté ocupado para mantenerme tranquilo; de todos modos, después de la comida de los perros, aproveché a llamar a mi amigo que vivió mucho tiempo en la ciudad en la que viví algunos meses en el Imperio del Norte.

La conversación tardó casi una hora y estuvimos rememorando algunos recuerdos compartidos del lugar en el que crecimos; mi amigo sigue sin poder trabajar, debido a su situación irregular en el Imperio; al final incluso hablamos algo sobre Inteligencia Artificial, Nanotecnología y Mecánica Cuántica.

Después de la conversación con mi amigo me dirigí al supermercado más lejano en dirección sur: la bolsa de mayonesa, que uso -con la de ketchup- para preparar mis desayunos de viernes, sábado y domingo, estaba por terminar.

Pero no compré solo eso: aproveché para proveerme de coquitas y frijoles volteados para un par de meses; también compré un par de paquetes de galletas dulces -a veces tomo dos galletas en vez de una con mi taza de café de las tardes-.

En el camino de vuelta pasé a la tienda de las verduras: la papaya de la cena estaba por terminarse; pero fue lo único que adquiri en el lugar -Rb ya había hablado con la señora y nomás me presenté para recoger el pedido-.

Retorné a casa un poco antes de las cinco y media y, como lo he estado haciendo ultimamente, tomé mi cena un poco temprano: entre cinco y seis de la tarde me estoy sirviendo la porción de papaya, un banano y una galleta de soda con mayonesa.

Un poco antes de darle la comida de la noche a los perros llamé a mi primo favorito: el día anterior le había escrito y habíamos quedado de conversar por la noche, pero no había sucedido; le había vuelto a escribir por la tarde y quedamos en hablar a las ocho y media.

A esa hora lo llamé por Whatsapp; mi interés principal era coordinar mi próxima visita a mi tía; pero también queria explorar la posibilidad de verlo esta semana: he estado intentando coordinarlo desde el año pasado y quería aprovechar este período de vacaciones.

Al final -la conversación tardó menos de diez minutos- acordamos en que pasaría por su casa el sábado a las siete de la mañana, para compartir un desayuno en el restaurante en el que usualmente invito a mis conocidos/amigos.

El miércoles me volví a levantar temprano: había previsto reunirme con mi antiguo supervisor en la oficina de consultoría en ERP/CRM -ya hace más de quince años de eso- a las siete de la mañana; pero habia decidido no utilizar el automóvil.

Y es que ya me habia pasado unos meses antes el encontrarme con un tremendo embotellamiento al intentar salir, antes de las siete, en un día laboral; me levanté a las cinco y cuarto, medité, tomé una ducha y caminé hasta el comercial en donde tomamos los buses intermunicipales.

Usualmente los buses cobran medio dólar para el comercial en donde abordamos el Transmetro; y un veinticinco por ciento más cuando el viaje es hasta el periférico -en donde tomamos otra línea del Transmetro-; y aunque algunas veces han intentado cobrarme más, en este caso ni siquiera me preguntaron por mi destino, nomás no me dieron cambio para el billete con el segundo valor.

Iba relativamente temprano, tanto que hubiera podido caminar el par de kilómetros entre la segunda estación del transmetro y el restaurante a donde me dirigía; pero pensé que no valía la pena llegar todo sudado a mi destino; por lo que me quedé en la primera estación y allí abordé el Transmetro.

Al final llegué al restaurante con cinco minutos de anticipación -caminé despacio desde la estación del Transmetro-; esperé a que me asignaran mesa -en esta ocasión el desayuno era en un restaurante un poco elegante-; desde allí le escribí a mi amigo para comentarle que ya me encontraba en el lugar.

Él me respondió que ya se encontraba cerca; y, efectivamente, un poco más tarde entró por la parte posterior del lugar -le había comentado en dónde nos habían asignado-; mi amigo me llevaba un regalo y yo me disculpé por ir con las manos vacías; conversamos un poco antes de ordenar.

El restaurante es un poco más caro que el que frecuentemente utilizo para este tipo de reuniones; pero pedimos un par de desayunos en el punto medio; y nos pasamos el siguiente par de horas entre desayuno y conversación.

Mi amigo se ha mantenido ocupado bastante durante el último semestre: dirige un grupo de consultores; además participa en algunos conciertos -es uno de los pocos tenores del país-, imparte algunas clases de canto y le ayuda a su ex-pareja -y actual roommate- con un pequeño puesto de comida.

A las nueve le pregunté a mi amigo a dónde se dirigiría después del desayuno y me comentó que regresaría a su casa -vive en un extremo del centro histórico y trabaja desde su casa-; me ofreció llevarme a donde yo me dirigía y le pedí que me acercara al comercial desde donde se toman los busitos.

Abordamos su automóvil -anda estrenando un Kia modelo dos mil veintiséis- y, un poco más tarde, me dejó a un costado del comercial; nos despedimos y caminé a abordar el busito; un poco más tarde estaba apeándome frente a la calle de la casa de Rb.

Cuando vine Rb ya le había dado desayuno a sus animales por lo que nomás le apliqué gotas oftálmicas a la perra más anciana; también me comentó que le habían hablado del banco para informarle que ya podía recoger su nueva tarjeta de débito; aunque, por error no la enviaron a la agencia más cercana.

Abordamos el auto y nos dirigimos a este comercial -a unos ocho kilómetros de distancia-; en el camino notamos que, cuando las revoluciones del auto pasaban de uno a dos -creo que la escala están en los miles de RPM- el motor daba un pequeño tirón; lo comentamos y acordamos llamar al mecánico para la siguiente semana.

El tránsito estaba un poco pesado pero no nos llevó mucho tiempo llegar al comercial; nos parqueamos en el espacio externo y entramos a la nave principal; lo malo es que las gradas eléctricas estaban inmóviles en dirección ascendente; lo bueno es que había un ascensor en un lateral -una chica de un kiosco nos lo indicó-.

Y es que Rb aún anda en período de recuperación -apenas tres semanas después de la histerectomía-; nos tocó que esperar un poco en el área de servicio al cliente pero, finalmente, le entregaron la nueva tarjeta de débito.

En la planta baja encontramos una caseta de McDonald's y compré un McFlurry de temporada; luego entramos al supermercado del interior para comprar un poco de bananos; después de pasar a validar el ticket de parqueo -sin cargo- abordamos el auto e iniciamos el camino de vuelta; el tránsito estaba más pesado que de ida.

Nos tomó un buen tiempo avanzar en la carretera intermunicipal pero después, ya en el boulevard, el tránsito estaba más despejado; ya en casa le escribí a mi amigo para preguntar sobre su dirección: acababa de recibir el aguinaldo y quería obsequiarle un libro del que le había hablado varias veces: El dios de las pequeñas cosas.

Encontré el libro en una de las librerías más populares de la ciudad y, con los tres dólares de envío, el costo era de apenas unos veinticinco dólares; pagué con mi tarjeta de crédito online y coloqué el nombre y la dirección de mi amigo para su entrega.

Por la tarde estuve viendo videos de varios canales de divulgación científica en Youtube; y en la noche, como no había nuevos episodios del concurso de pasteles que estábamos viendo con Rb, nomás estuve en su cama con mi computadora.

El jueves me volví a levantar tardísimo: me desperté antes de las ocho pero nomás ví la hora en el celular y continué en cama hasta que la alarma sonó; cuando me levanté le eché agua a la comida de la perra más pesada y me retorné al cuarto a meditar.

Por alguna razón -no me había pasado antes- no me percaté que la alarma para alimentar a los perros iba a sonar un minuto y medio antes de que completara mi tiempo de meditación; así que el período de la mañana se acortó un poco.

Después de ayudarle a Rb con la comida de los perros me preparé el desayuno; después preparé los bártulos para la limpieza -tocaba el día anterior pero lo había olvidado por completo- y levanté lo que pude del suelo, antes de barrer y trapear.

Un poco antes de las diez de la mañana me metí a la ducha y me preparé para mi reunión con mi hija mediana: habíamos quedado en que llegaría a su lugar a las once y prefería llegar más temprano que tarde.

Salí de la casa a las diez de la mañana; el boulevard se veía vacío pero era nomás una apariencia: dos o tres calles más adelante empezaba un embotellamiento que llegaba hasta la carretera intermunicipal -y que seguía (aunque no tan pesado) hasta la ciudad-.

El periférico también estaba un poco cargado, con muchos camiones tratando de bajar a la carretera al Pacífico; y la calle principal al lado de la cual se encuentra el edificio en el que viven mis hijos tenía su cuota de transporte pesado.

En total el camino me llevó casi una hora; estacioné el auto tres minutos antes de las once y subí -por las gradas- al séptimo nivel; como no había usado los servicios sanitarios después de desayunar iba con deseos de pasar al baño y fue lo primero que hice al entrar al departamento.

Después -de lavarme las manos- le escribí a mi hija comentándole que ya estaba en el lugar y ella salió de su habitación -la nueva-; le propuse ir al parque temático; yo había elegido el día porque -suponía que- era el segundo día de descanso, con lo que esperaba que tuviéramos un mejor tiempo que el mes anterior-.

Mi hija me comentó que le habían cambiado sus días de descanso: de miércoles/jueves a lunes/jueves; pero al menos en esta ocasión llegué tres horas más tarde que la anterior; nos dirigimos al parque temático y entramos directamente al restaurante más grande del lugar.

Hice cola para comprar un par de menús de hamburguesas y le pedí a mi hija que subiera al segundo nivel -al área de mesas- a reservar un lugar; mientras estaba haciendo cola para recibir el pedido aproveché para jugar un par de partidas de ajedrez en Duolingo.

Cuando recibí el pedido subí al segundo nivel y me instalé en la mesa que mi hija estaba reservando; tomamos los alimentos y conversamos un poco sobre su situación laboral actual -es algo preocupante-.

Estuvimos un buen rato en el lugar, luego le propuse que nos dirigiéramos a una de las áreas verdes del lugar; el clima estaba bastante interesante: bastante fresco bajo la sombra pero bastante caluroso en las áreas soleadas.

Nos instalamos en unas bancas en donde el sol no era muy intenso y estuvimos armando el cubo de Rubik de dos por dos y el de tres por tres mirror; también le enseñé un poco del cubo de cuatro por cuatro; un poco más tarde le propuse que jugáramos algunas partidas de dominó y nos movimos a un lugar en donde pudieramos colocar las piezas.

Para terminar la tarde -habíamos acordado despedirnos a las tres- nos subimos a la rueda de Chicago más alta del lugar; por ser temporada de vacaciones escolares -y de convivios empresariales de fin de año- había bastante asistencia a los juegos; pero no tuvimos muchas dificultades para subir al juego mecánico.

Un poco después de las dos y media salimos del parque e iniciamos la caminata de regreso al departamento; llegamos antes de las tres y aún terminamos de armar el cubo de cuatro por cuatro en la sala; a las tres le indiqué a mi hija que me retiraba y nos despedimos.

Tuve un poco de dificultad saliendo del parqueo -está costando que la palanca de velocidades reconozca la reversa- pero la salida a la calle principal estuvo fácil; yo había estimado un tiempo de media hora para retornar a casa y la primera mitad del camino estuvo bien.

Lo malo fue la segunda mitad: en la avenida de entrada a la Universidad había un embotellamiento bastante fuerte; consideré tomar la ruta del periférico pero decidí continuar; y en la intersección del periférico y universidad encontré la fuente del atasco: había un gran pickup detenido casi a mitad de la calle, con algún problema mecánico, aunque también había una patrulla a su lado.

Cuando entré a la vía municipal también encontré un poco de tránsito; y es que a esa hora ya habían colocado el carril reversible para entrar: uno de los carriles de salida lo revierten; estaba casi por entrar al boulevard cuando me llamó Rb -faltaban nos minutos para las tres y media-.

Y es que yo le había ofrecido retornar a las tres y media, para la caminata de los perros; le comenté  lo del embotellamiento en la Universidad -antes de entrar al boulevard había otra señora cubriendo uno de los carriles, con el auto (aparentemente) sobrecalentado-.

Afortunadamente el tránsito en el boulevard estaba bastante fluído, con lo que dos o tres minutos después de las tres y media estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb; entré a dejar la mochila y sacamos a caminar a los perros.

Cuando completamos las dos vueltas a la calle con ambos perros recogí los desechos de los perros del patio delantero; luego entramos a la casa y me preparé una taza de café -y preparé té para Rb-; a las cinco de la tarde le pedí a Rb que me acompañara a comprar el pan para los desayunos del viernes y el fin de semana.

Por la noche me puse a bajar Pokemón: Detective Pikachu; había empezado a verla un par de días antes pero el sitio en el que estaba haciéndolo no me había funcionado el día anterior -y en el otro estaba nomás con subtítulos en español-.

El viernes me levanté -otra vez- super tarde; me despertó -creo- el tránsito pero continué en cama hasta que sonó la alarma a las ocho y cuarto; iba a salir de la habitación pero Rb me comentó que ya le había echado agua a la comida de la perra más pesada.

Entonces le comenté que saldría a la hora en que les toca comer -las nueve menos cuarto-; medité y después salí de la habitación; ayudé con la alimentación de los perros y luego me preparé el desayuno de los viernes.

Después de desayunar estuve viendo videos de Youtube en la mesa del comedor; luego continué con lo mismo pero en la cama: al parecer la perra más pesada le había dado una madrugada ocupada a Rb y ella tomó una siesta por la mañana.

También estuve viendo unos videos educativos de un sitio que me salió -creo- como publicidad en Duolingo: es HP life -o algo así- y ofrece certificados en temas bastante ligeros: pensamiento crítico, networking, entre otros.  

Al mediodía preparamos una mojarra; y almorzamos eso con una ensalada bastante abundante -manzana roja en lugar de manzana verde-; después del café de la tarde -a las tres y media- me dirigí al supermercado más cercano en dirección sur.

Necesitábamos comprar algunos ingredientes para el almuerzo del sábado y bananos para los desayunos y cenas; como también debíamos comprar en la tienda de las verduras Rb me sugirió que fueramos juntos -cuando yo trajera las compras del primer lugar-.

Cuando retorné del supermercado almacené en la refrigeradora la mayor parte de las compras -lechugas y varios tipos de carne de pollo- y luego nos dirigimos a la tienda de las verduras; como era la primera vez que Rb la visitaba en casi un mes me llevé el cubo de Rubik de cinco por cinco.

Creí que Rb se iba a tomar su tiempo conversando con la señora de la tienda -y su hija- y no quería aburrirme; pero no ocurrió lo que esperaba: ya tenían preparado el pedido y casi no nos tardamos en el lugar.

Por la noche estuve haciendo algunas lecciones de aritmética en Duolingo y completando algunas partidas de ajedrez -he vuelto a sobrepasar los mil cuatrocientos de ELO-; también terminé de ver la película que había bajado la noche anterior.

martes, 9 de diciembre de 2025

Las últimas vacaciones... My last vacation... Les dernières vacances...

Pasé mucho tiempo sin tomar vacaciones; creo que influyó el hecho de que, cuando tomé unos días para la graduación de mi hija mayor, mi jefa me llamó un par de veces: nos llevábamos muy bien pero era una workaholic incorregible.

Además, el proyecto que estaba probando se descarriló: mis compañeros no realizaron las actividades que habíamos estado haciendo, pusieron como excusa que la aplicación no era adecuada -lo que no tenía sentido- y retorné a un proyecto descontrolado.

Entonces decidí no tomar más vacaciones; y es que tampoco me llamaba la atención ausentarme del trabajo: por un lado me intranquiliza no tener una estructura; por otro, esperaba acumular esos dias para que -en caso me despidieran- mi liquidación fuera más grande.

Al final no me despidieron -o sea sí, pero luego no- y aquí estoy con más de once años trabajando en la misma empresa; pero la acumulación de vacaciones no le cayó bien a mi supervisora actual: su jefe le indicó que mi situación afectaba algún indicador de recursos humanos.

Y desde hace un par de años estoy con la consigna de rebajar el número lo más rápido que se pueda: el año pasado tomé más de treinta dias -además de los dos jueves al mes que me pusieron de consigna-; este año creo que termino casi igual.

Y es que había acumulado más de cien días de vacaciones -por esto tiempos creo que ya bajaron a sesenta-; y al principio intenté 'utilizar' el tiempo realizando algún trabajo voluntario: participé en cuatro o cinco jornadas médicas en año y medio.

Pero ahora ya no; de dos de los proyectos ya no me volvieron a llamar; y tuve que declinar la oferta del tercero -aunque participé en el training anual- porque había empezado a hacer horas en otro proyectdo laboral -en el que estuve solo un mes-.

Así que este último mes del año -aunque había declinado tomar más vacaciones- pedí otros ocho días: iba a descansar del ocho al diecisiete -del lunes de esta semana al miércoles de la siguiente- pero entonces entró la cirugía de Rb; y tomé el lunes anterior.

Y, para terminar el año, desde el martes hasta el próximo miércoles estoy fuera del trabajo; traté de programar algunas reuniones con antiguos conocidos del voluntariado -o de trabajos anteriores- pero al final nomás coordiné con mi antiguo supervisor el miércoles.

También con mi hija mediana el jueves -habia previsto reunirme el martes o el viernes con mi amigo garífuna, pero me comentó que ya tenia ocupada su agenda; y a mis cincuenta y dos años aún estoy aprendiendo a relajarme cuando no tengo ninguna ocupación.

Y a ver cómo va eso. 

El viernes empezó el día normal -o al menos la normalidad de las últimas semanas- o sea, a las tres de la madrugada:  alimentar, aplicar gotas oftálmicas y sacar al patio; a la perra más anciana de Rb; dormir otro rato y levantarme a meditar a las siete y media; luego entrar a la reunión diaria.

Después de la misma me preparé el desayuno de los viernes; un poco más tarde Rb me recordó que era el día en que había decidido retornar a dormir a su habitación; entonces metí la ropa de cama usada a la canasta de ropa sucia.

Ayudé a Rb sacando la ropa de su cama al patio -estaba repleta de pelo de perros- y luego elegí ropa de cama limpia para la cama que Rb desocupaba; también traté de trabajar un poco: pero no en lo que se suponía que debía trabajar -seguir probando la app de siempre- sino que me puse a revisar el código pra automatizar pruebas que el analista más brillante nos había compartido unos meses atrás.

El código se divide en tres partes: sección web, sección de escritorio y sección funcional; al principio nomás estaba funcionando la última; me puse a revisar por qué no estaba funcionando la primera y logré -luego de un buen rato, y consultando varias LLM- que funcionara la versión web.

El resto del día me lo pasé tratando de reparar la versión de escritorio; pero no obtuve ningún resultado -además de aprender un poco de la estructura de los proyectos escritos en Playwright-; por una parte, creo que mejorar en este tema podría ayudarme en futuras oportunidades laborales; por otra parte, no sé.

Al final de la tarde, después del horario laboral, acudí al supermercado más cercano en dirección sur; compré algunas alitas de pollo y un muslo -para el almuerzo del día siguiente-; y un poco de lechuga y bananos.

De vuelta pasé a la tienda de las verduras: se suponía que nomás tendría que recoger el pedido que Rb había realizado más temprano; pero no, llegué y la hija de la señora me comentó que aún no tenía los detalles; llamó a su madre y, un poco después, me entregó una bolsa con el pedido.

Por la noche continuamos viendo el concurso de elaboración de pasteles temáticos -de Netflix, por supuesto-; continué la noche con la meditación a las diez y la última salida de los perros al patio un poco antes de las once; después intenté dormirme, pero tuve muchas dificultades: creo que mi cuerpo resintió el cambio de bolsa de dormir a cama.

El sábado me levanté a las cuatro y cuarenta y cinco; había quedado de reunirme con mi amigo voluntario -el conspiranóico-, en un Mc Donalds que abren bastante temprano, a las seis de la mañana. 

Después de meditar me metí a la ducha; luego esperé un poco pues aún no eran las cinco y media y no quería llegar excesivamente temprano al lugar; al final había olvidado que mi amigo -a veces- llega bastante temprano a nuestras reuniones.

Tomé el automóvil un poco después de las cinco y media pero manejé bastante tranquilo; las calles estaban bastante despejadas a esa hora; llegué al lugar y me estacioné a las cinco y cincuenta y cuatro; le envié un mensaje para avisar que ya estaba por allí.

Pero al conectarme ví que había enviado un mensaje a las cinco cuarenta y seis; entré al lugar y encontré a mi amigo sentado a una mesa infantil; nos saludamos y lo noté algo serio; me comentó que el lugar no le traía muy buenos recuerdos: algunos años atrás había tenido un episodio de delirio de persecución en el lugar.

Mi amigo es muy creativo pero ha tenido varios brotes psicóticos desde su juventud -ahora tiene más de cuarenta años-: al parecer entra en estados maníacos en los que pasa muchos días casi sin dormir.

Invité a desayunar a mi amigo ; luego -aprovechando que había refill de café- también compré un par de pastelillos; la verdad las dos horas que estuvimos en el lugar fueron bastante agradables: mucha conversación.

Algo inquietante -?- es que acaba de cumplir un mes en su nuevo trabajo -en donde debe administrar recursos, incluyendo humanos- y está resintiendo la presión; yo le dí soporte en la confección del currículum que utilizó en sus últimos dos movimientos laborales. 

Un poco antes de las ocho incluso mi amigo me incluyó en la selfie del día; luego, un poco más tarde, le indiqué que debía retirarme -quería regresar a la casa antes de la hora del desayuno de los perros- y nos despedimos; el periférico estaba tranquilo, no así la entrada al municipio.

No recordaba que los sábados ponían el carril reversible de los días laborales: en vez de los dos carriles de entrada y dos de salida colocan tres de salida y nomas uno de entrada; con lo que los tres carriles que alimentan la entrada se reducen a uno.

Pero aún así vine un poco después de las ocho y media; a tiempo de ayudarle a Rb a alimentar a sus perros; se suponía que ella iba a probar mi banquito de meditación, para darle de comer a la perra más anciana:  desde una semana atrás -o así- se la he tenido que estar llevando a la cama para que la alimente.

Como el desayuno había sido bastante escueto volví a desayunar -lo hago frecuentemente los viernes, sábado y domingo-: avena, banano y gelatina; intenté dormir un poco -me costó conciliar el sueño entre las tres y las cuatro cuarenta y cinco-: programé treinta minutos en el temporizador del celular, pero no estoy seguro si me dormí, creo que nomás dormité un poco. 

Cuando el celular sonó me levanté a preparar el almuerzo: había visto un short en Youtube mostrando un burrito -de zanahoria rallada y huevo- relleno de mayonesa de aguacate -huevo duro y aguacate (también le eché un poco de aceite de oliva)-.

Me tardé un poco confeccionando el par de burritos -pero salieron bien- y Rb me ayudó a prepara una sopa con el pollo comprado el día anterior; sacamos a caminar a los perros un poco tarde; después entramos a almorzar.

Después del almuerzo me puse a lavar los trastes: había un volcán de estos en el lavatrastos; luego, mientras los perros comían, preparé un café y un té de manzanilla; después de que los perros comieron fuimos al supermercado que se encuentra en el comercial en donde se estacionan los busitos.

Como ya habían pasado casi veinte días -dieciocho, para ser más exactos- desde la operación de Rb le había pedido que me acomopañara al supermercado; quería comprar los ingredientes para los almuerzos de la siguiente semana -y un par de magdalenas para la visita a mis padres el día siguiente-.

El tránsito de salida del municipio no estuvo muy pesado; y el comercial estaba bastante vacío; estacioné el auto y tomamos las gradas eléctricas -para evitar esfuerzos innecesarios-; utilizamos una carreta en el supermercado pues la lista de compras era algo larga. 

Lo malo es que no habíamos pasado al cajero antes de entrar al supermercado -y la tarjeta de débito de Rb se la repondrían hasta la siguiente semana-; por lo que dejé esperando a Rb antes de pasar a la autocaja del supermercado y utilicé el cajero automático del banco en el que me pagan el salario quincenal.

La cuenta fue de más de cincuenta dólares; pasamos al área de paquetes para que validaran el ticket del parqueo y luego nos dirigimos a la farmacia que está en el mismo nivel; allí le pedí a Rb que me esperara pues había otro cajero a donde me había enviado una transferencia móvil.

Pero el cajero -al lado del banco- no estaba funcionando; iba a retornar a la farmacia pero recordé que dos niveles arriba había otro cajero; así que me dirigí hacia allí -andaba cargando todas las compras-; el cajero funcionó correctamente y bajé con otros sesenta dólares.

Y es que había previsto pasar a llenar el tanque del auto -lo hago siempre antes de viajar a donde mis padres, para hacerme cargo personalmente del combustible que consumo en el viaje (son más de cien kilómetros)-; salimos del comercial y, cuatro o cinco calles más tarde entramos a la gasolinera -fueron quince dólares-.

Por la noche vimos el penúltimo capítulo de la edición de Halloween de una competicion de pasteles; como había previsto llevar emparedados a la visita del día siguiente preparé la bolsa completa; luego me comí las tapas del pan, con un poco de frijoles.

El domingo -al igual que el día anterior- volví a dormir muy poco: me levanté a las tres de la madrugada, para alimentar a la perra más anciana, luego volví a la cama y, aunque me costó conciliar el sueño, me quedé acostado hasta las cinco menos cuarto.

A esa hora me levanté a meditar, luego tomé una ducha; desde la noche anterior habia metido al auto todo lo que tenía que llevar al puerto: el saco con la comida para perros, la cafetera, agua pura; incluso el par de magdalenas que había comprado en el supermercado.

A las cinco y media arranqué el automóvil e inicié el trayecto hasta la casa de mis padres; la primera parte del camino estuvo bastante tranquila; pero la segunda mitad -nuevamente- fue bastante complicada: están construyendo una autopista por lo que, en la mayor parte, hay únicamente un carril en cada dirección.

Además, casi al setenta y cinco por ciento de la distancia, hubo una parte de varios kilómetros en donde la carretera está realmente mal: aparentemente nomas han estado vertiendo una capa de asfalto sobre la anterior; dejando una superficie en pésimas condiciones -muchas grandes grietas-.

Con todo, llegué a mi destino final casi a las siete y media; encontré a mi madre fuera de la casa y me bajé del auto a mover algunos sacos con material de reciclaje -mi madre continúa acumulando este tipo de material para venderlo en una recicladora- pues no habia espacio para estacionar el auto.

Después de estacionar el auto bajé el saco de alimento para perros; mi madre me comentó que mi padre no se encontraba: el día anterior uno de sus hermanos -quien vive a un par de kilómetros- llegó a traerlo para un viaje a la aldea de donde provienen.

Por lo que tuve una jornada bastante diferente a las últimas: usualmente mi padre acapara toda la atención -sus conocimientos de muchas areas son bastos- y mi madre se mantiene al margen; ahora -como en alguna otra ocasión- hemos podido conversar más libremente.

Calenté un poco de agua, preparé un par de tazas de café instantáneo y desayunamos con una de las magdalenas -y los sandwiches de jamón y queso-; después estuvimos conversando un poco sobre las últimas novedades familiares.

Después de completar el desayuno fuimos a la antigua presidente del comité de vecinos a entregarle la otra magdalena; la señora estaba algo indispuesta -al parecer se había golpeado un pie con la motocicleta- y nomás estuvimos un rato allí.

Le propuse a mi madre que salieramos a caminar -el sol no estaba muy fuerte- y nomás retornamos a verificar que el portón de la casa estuviera asegurado; luego salimos de la colonia y tomamos la carretera principal.

Caminamos dos o tres kilómetros, pasando frente a la cassa del hermano de mi papá con quien andaba de viaje; luego entramos a un par de senderos en un área bastante agreste; retornando un poco más tarde a la casa de mis padres.

A las diez de la mañana me despedí de mi madre y empecé el camino de regreso; llamé a Rb para comentarle que iniciaba el retorno (no habia podido comprar el día de servicio de internet que usualmente adquiero) y comencé el trayecto.

La primera parte del viaje fue bastante lenta, especialmente los kilómetros con muchas grietas en la carretera; pero la segunda mitad no estuvo tan mal; al final un poco después de una hora y cuarenta y cinco minutos estaba entrando a la gasolinera que se encuentra en el extremo del boulevard.

Rellené el tanque de gasolina -exactamente la misma cantidad que el día anterior-; Rb me llamó justo cuando estaba bajándome del auto y le comenté que en unos minutos estaría en casa.

Estacioné el auto y bajé un racimo de plátanos verdes que mi madre le envió a Rb -el miércoles, cuando la llamé le había comentado que no queríamos pescados por el período actual de reposo-; me sentía bastante cansado.

Esperamos hasta las doce y media y sacamos a caminar a los perros; la caminata con la perra más pesada se está volviendo cada día más tediosa: la perra, por alguna razón, se niega a caminar en varios sectores del camino; debo jalarla y es bastante pesada.

Las dos vueltas con el perro son más tranquilas: no se niega a caminar, y ahora Rb nos está acompañando la mayor parte del recorrido; después de entrar -y recoger los desechos de los perros en el patio- Rb se puso a preparar las alitas dominicales.

Yo preparé un par de ensaladas -bastante grandes- y calentamos un poco de caldo que nos había sobrado del día anterior; yo había desayunado cuando volví -avena y bananos- y sentí que el almuerzo fue demasiado grande.

La verdad sentí bastante modorra después del almuerzo y me recosté un rato; no me pude dormir pues me estaba sintiendo incómodo por el almuerzo excesivo; acordamos con Rb tomar una siesta después de alimentar a los perros a las tres menos cuarto.

Ayude a Rb con el almuerzo de los perros y luego jalé la almohada de la cama en la que duermo y me acosté en la cama de ella; al principio nomás permanecí aletargado durante un buen tiempo -escuchando los ronquidos de Rb- pero luego me quedé dormido.

Un poco antes de las cinco de la tarde escuché que Rb se levantaba y salí de la habitación para ayudarle a preparar los almuerzos de la semana: pollo con manzanas verdes; tuve que pelar y cuadricular ocho o nueve manzanas.

Por la noche vimos el último capítulo de la competencia de preparación de pasteles que habíamos empezado a ver a mediados de la semana; después de alimentar a los perros -a las ocho y cincuenta- dividimos los almuerzos en cuatro porciones y los refrigeramos.

El lunes estuvo bastante tranquilo; con los perros y el trabajo: la reunión de la mañana no tuvo muchos sobresaltos; pero, luego de la misma, el supervisor en el Imperio del Norte me escribió para indagar si había completado los reportes de incidentes.

Le comenté que sí, pero que coordinaría con el PM para ver si había alguno más que debiera creares -y si habian: diez-; después de la reunión -y mientras desayunaba- puse manos a la obra y completé la tarea antes de media mañana.

El resto del día lo pasé casi inactivo -al menos en cuestión laboral-; al mediodía consumimos la primer porción del pollo con manzanas verdes que habíamos preparado el día anterior -lo acompañamos con una porción de coditos de arroz.

Como el segundo de los racimos de bananos verdes finalmente empezó a madurar no hubo necesidad de acudir al supermercado a proveernos de esta fruta; sin embargo, me tocó acudir al centro comercial pues Rb necesitaba medicina antiparasitaria para sus perros.

Un poco antes de las cinco caminé hasta el supermercado más cercano en dirección sur; el trayecto es bastante corto -quizá medio kilómetro- y cuando llegué encontré al veterinario en la sala de espera.

Le comenté de las últimas molestias de salud de la perra más anciana -la semana anterior habia tenido un fluido viscoso en la orina, y esta semana Rb le había estado aplicando sávila pues se notaba irritada-; me indicó que lo mas seguro sería realizar un cultivo; así que a ver cuando hay que llevarla.

Recibí las pastillas y retorné a casa; durante la noche estuve viendo la primera parte de Detective Pikachu, y una pequeña parte de la versión del dosmil seis de Death Note; como el día siguiente iniciaban mis vacaciones quité todas las alarmas entre las tres y las ocho y cuarto.

También participé -entre siete y ocho de la noche- en la primera reunión -virtual- que organizó la encargada de la actividad educativa en la que participaré el otro año como voluntario -el título es Challenge Master, aunque aún no tengo claro toda la implicación-.

A la reunión acudimos once personas -incluyendo la organizadora- y allí me enteré que su esposo -trabajamos juntos hace algunos años y fue quien me invitó a unirme a la actividad- es el director del proyecto (ella es como la coordinadora general, o algo así).

También me enteré de que -salvo la otra chica que tomará los niveles académicos más bajos (yo me hago cargo de Secundaria y Universidad) y yo- todos han estado involucrados por varios años.

Como no pude asistir a la reunión anterior -fue presencial y me avisaron apenas un día antes- investigué un poco sobre la naturaleza del proyecto y me dí cuenta que asistí a una edición -como padre de participante- cuando mi hija mediana estaba en su segundo año de bachillerato.

Y a ver cómo sigue eso...