sábado, 18 de octubre de 2025

Un mejor futuro... A better future... Un meilleur avenir...

En el budismo -o al menos, en el budismo zen- -o al menos, así lo entendí- se enfatiza el no aferrarse; ni al pasado, ni al presente, ni al futuro; o sea, impermanencia total; yo lo he tomado -lo leí, creo, en alguna parte- como no esperar, no tener esperanza.

Lo que de buenas a primeras suena bastante dark: o sea, la mayor parte de las personas tienen la esperanza de un mejor mañana; y es lo que mueve a la mayoría a continuar con sus esfuerzos.

Pero, creo que, tiene sentido; al menos para mí: no importa el esfuerzo, o los resultados, o los fracasos; al final todos llegaremos al mismo lugar; o a la misma situación; o sea, nadie sale ganador de esta partida.

Yo, al menos, no lo encuentro deprimente; quién sabe si porque lo he intelectualizado; o simplemente porque ya tengo cincuenta y dos años y no espero grandes cosas de la vida; me basta con disfrutar -a veces no literalmente- el día, tratar de ser amable con las personas, y pasar un poco de tiempo con mis hijos.

Me puse a pensar -otra vez- en esto en la mañana del sábado anterior: vino de visita mi amigo asiático autista -trato de invitarlo a desayunar cada tres meses, pero la última vez lo había citado en la cafetería que más visito-.

En esta ocasión -igual que como seis meses atrás- le pedí que viniera a la casa de Rb: preparo un omelete con embutidos, champiñones y chile pimiento; frijoles refritos, platanos fritos, y café; han sido, en general, buenas reuniones.

La última vez había decidio no invitarlo acá pues no me había sentido cómodo cuanod Rb intentaba conversar 'normalmente' con él: yo nomás lo dejo que hable y hable y hable; agregando nomás, de vez en cuando, algún comentario.

Pero el sábado mi amigo estuvo actuando un poco diferente: hacía grandes pausas al hablar; e incluso tenía ciertas dificultades al responder a preguntas directas; yo lo noté un poco, pero no le dí mucha importancia; Rb lo notó y me conminó a que le preguntara si le había sucedido algo.

Trate de hacerle una pregunta bastante ligera; pero no me dió ninguna respuesta específica; más tarde le comenté a Rb que quizá estaba intentando auto regularse; o sea, a mí me ha sucedido varias veces; después de algún evento desafortunado, como un reclamo directo, o un deliz social importante, me retraigo.

Pero hubo algo más que me dejó pensativo: en cierto momento de la conversación mi amigo volvió a referirse a su situación indicando que esperaba que mejorara: encontrar un trabajo en donde reciba un poco más de dinero; y en el que sienta que su contribución es más importante.

Y es que, personalmente, yo no espero eso: me gusta mi trabajo -no es perfecto- y no espero encontrar otro 'mejor'; afortunadamente mis egresos son de alrededor de la mitad de mis ingresos; y tampoco tengo grandes aspiraciones sobre la 'contribución' que mi trabajo pueda representar.

Es más, en muchas ocasiones lo encuentro irrelevante: mucho del trabajo que realizo puede ser obviado; y no es que no me esfuerce; de hecho trato de realizar las tareas asignadas con el cuidado necesario; pero, muchas veces, el resultado queda totalmente fuera de mi control.

Entonces, le comentaba a Rb que me llamaba la atención las esperanzas de mi amigo; tenemos casi la misma edad, pero yo no ando en búsqueda de algo más; o sea, uno de mis temores vitales es que me despidan de mi trabajo actual -aunque en otras ocasiones deseo que lo hagan-, encuentro curiosa la diferencia.

Y a ver cómo sigue eso... 

El domingo anterior había previsto visitar al voluntario que vive en la colonia en la que crecieron mis chicos: repito lo mismo cada mes desde hace un par de años; había comprado, para el efecto, una bolsa de pan tostado.
 
Unos días antes Rb me había pedido que cortáramos el monte del patio delantero: había crecido bastante y les provoca dificultades a los perros cuando salen a aliviarse de sus necesidades fisiológicas; así que a media mañana nos pusimos a la tarea, completándolo en un poco más de un ahora.
 
A las tres menos cuarto me dirigí a la casa del voluntario; llevaba la bolsa de pan tostado que había comprado la tarde anterior, y el tablero de ajedrez: a pesar de no haber querido continuar con el cubo de Rubik, aún podemos jugar una partida cada mes.
 
El tránsito estaba bastante bien y llegué a la casa de mi amigo un poco antes de las tres de la tarde; y nos pasamos el siguiente par de horas entre café -había llevado un par de los paquetes individuales que me son tan convenientes- y ajedrez.
 
Al igual que las veces anteriores me esforcé en no ganar; pero estuve casi a punto de perder: me quedé sin la dama y mi amigo logró hacer una segunda; al final, y casi por casualidad, mi rey quedó en una posición sin opción a movimiento; o sea, ahogado; aunque mi amigo lo publicó como una victoria.
 
Un poco antes de las cinco me despedí de mi amigo y me dirigí a la cafetería en la que frecuentemente invito a mis conocidos a desayunar; allí me reuní con mi amiga psicóloga a la que ví hae casi tres meses -cuando hubo una serie de temblores en la ciudad-.
 
Mi amiga llegó un poco después de las cinco; el plan era que nos tomáramos un café y un pastel; pero mi amiga no había tenido tiempo de almorzar; con lo que ordenó una hamburguesa, yo pedí un café y un pastel, y me hice cargo de la cuenta.
 
Estuvimos por un poco más de una hora en el lugar; y, noté -no por primera vez, que en este caso yo ocupo el lugar del amigo autista: hablo y hablo y hablo; un poco antes de las siete nos despedimos y retorné a la casa de Rb.
 
El lunes esetuvo bastante tranquilo en el trabajo: al parecer el proyecto en el que trabajo está ampliando su área de aplicación, y el supervisor está tratando de involucrarse más en esa parte, dejando al equipo local sin mucho control.
 
Con Rb completamos la rutina de ejercicios a primera hora de la mañana; por la tarde, luego de la jornada laboral, bajamos a los supermercados en direcció sur a comprar un poco de canela y algunos bananos.
 
El martes continuó la saga actual de Rb y sus dificultades ginecológicas: luego de algunas semanas con medicación recetada por un endocrinólogo -para tratar la tiroides- empezó a tomar anticonceptivos, para controlar una pequeña masa en el útero.
 
Pero, al parecer, esto último no le cayó nada bien: su período se alargó por más de una semana y empezó a sentir algunas otras molestias; leyó en internet que si había dolores debía ir con el médico; y empezó a sentir dolores.
 
Entonces, ese día fue a la ginecóloga que le recetó los anticonceptivos; y, como la clínica ya no se encuentra en el municipio, la salí a dejar al transmetro; de allí viajó unos cuantos kilómetros hasta la estación cerca de la casa de su mejor amiga.
 
En ese lugar pasaron por ella los papás de su mejor amiga: la doctora está atendiendo en un hospital privado de una zona algo alejada; y Rb no quería manejar; la doctora le hizo un nuevo ultrasonido y determinó que, además de la masa encontrada antes, ahora se presentaban unos miomas.
 
Por lo que le indicó que no continuara con los anticonceptivos; los papás de la mejor amiga de Rb la habían esperado en la clínica y luego la trajeron a la colonia; después del horario laboral nos dirigimos a los supermecados en dirección sur.
 
El miércoles me tocaba salir de casa: la semana anterior la supervisora había pospuesto el almuerzo trimestral pues su hija -tiene un poco más de un año- estaba presentando problemas de salud -alguno de esos virus que captan en el colegio-.
 
Rb ordenó el medicamento que la ginecóloga le había indicado el día anterior: la indicación era que lo tomara si el flujo continuaba; pero había algo sobre esperar dos o tres días para ver la evolución.
 
Pero no, Rb llamó a la farmacia -fueron más de sesenta dólares-; yo había decidido pasar a saludar a mi amigo que vive en el otro lado de la ciudad; trabaja en un lugar más o menos cercano al lugar en el que estaba programado el almuerzo.
 
El almuerzo estaba previsto para las doce y media; salí a las diez de la mañana, previendo que me tomaría un par de horas llegar al edificio en el cual trabaja mi amigo; quien se suponía saldría a mediodía.
 
El plan era que nos reuniéramos a las doce, tomar un café -o similar- y luego me llevaría -en moto- al restaurante en donde debía estar media hora más tarde; al final llegué al lugar a las doce menos cuarto.
 
Le escribí a mi amigo y me quedé esperando en la parte frontal del edificio en el que trabaja; y esperé hasta las doce y cuarto sin ninguna respuesta; a esa hora le envié un mensaje comentándole que me retiraba y entré a la estación del transmetro que se encuentra frente al lugar.
 
Llegué al restaurante -mediterráneo- con cinco minutos de retraso; mi supervisora ya se encontraba con el discurso inicial; pero no fui el último: tres o cuatro personas llegaron durante la siguiente hora; y el último llegó casi a las tres.
 
La comida del lugar estuvo buena: gyro y papas fritas; las segundas las identifiqué, el primero lo nombró Rb cuando le envié una fotografía del almuerzo; pero la reunión fue bastante extensa: tres equipos diferentes presentaron los detalles de sus labores.
 
El fin de la reunión estaba previsto para las tres y media; el día anterior le había escrito a mi primo -el segundo hijo del hermano menor de mi papá- para que nos reuniéramos cuando saliera de su trabajo: sale a las cuatro y eran como cuatro o cinco estaciones de transmetro de distancia.
 
Pero la reunión se alargó; por lo que le envié un mensaje, comentándole lo sucedido y pidiéndole que nos reuniéramos en un punto intermedio; entonces pude despedirme tranquilamente de todas las personas que llegaron.
 
Después caminé hasta un Mc Donald's y me entretuve la siguiente hora jugando ajedrez en Duolingo; también estuve en constante comunicación con mi primo, para saber el progreso de su viaje; un poco después de las cinco nos encontramos en la estación del transmetro más cercana.
 
De allí caminamos a la estación anterior y tomamos una unidad hasta el comercial en donde se estacionan los busitos que llegan al municipio; a un lado -casi- de este comercial hay otro en donde se encuentra Dunkin Donuts, hacia allí nos dirigimos.
 
Invité a mi primo a café y donas -él ordenó dos- y nos quedamos en el lugar por un poco más de una hora; Rb me había escrito un poco antes para perdirme que retornara antes de las ocho, pues no quería empezar su nueva medicación en soledad.
 
Con mi primo la conversación es un poco rara: ha estado leyendo masivamente desde hace unos años -cerró la carrera de auditoría pero no ha hecho esfuerzos por graduarse- por lo que sus temas de conversación son bastante intelectuales.
 
Un poco antes de las siete le indiqué que debía retornar a mi casa y me acompañó hasta el busito; luego nos despedimos; vine como a las siete y media pero Rb me indicó que había decidido no tomar la medicación: entre sus ingredientes estaba el almidón de maíz.
 
El jueves siguió tranquilo el trabajo; de hecho continuamos sin las reuniones del mediodía; tampoco pude avanzar mucho -pero sí terminé una prueba que tenía pendiente desde hacía varias semanas-.

Rb salió al supermercado y volvió antes del mediodía; en el ínterin hice un poco de Duolingo, preparé una taza de arroz y salí a comprar un par de zanahorias, para las ensaladas del almuerzo; me trajo unos cubiletes.

Después del almuerzo Rb tuvo una crisis: mientras le estaba dando de comer a su perra más anciana me indicó que se sentía mal; sentía las manos dormidas y una debilidad extrema; yo estaba lavando los trastes del almuerzo.

Con las manos jabonosas me acerqué y le hice un par de preguntas para evaluar su nivel de malestar; ella se acostó en el piso -había estado sentada- y me indicó que temía desmayarse; traté de tranquilizarla.

Luego se desesperó porque la perra no comía -lleva alimentándola de esa forma durante varios años- y la situación se puso bastante dramática -o tensa?-; yo traté de continuar con mi rutina; me preparé un café y le preparé un té.

Un poco después Rb se tranquilizó; y me indicó que no le había gustado que me mantuviera tan pasivo mientras ella sentía que debía ir a un hospital, o llamar a los bomberos, o algo parecido.

Yo nomás le indiqué que estaba dispuesto a realizar alguna de esas acciones cuando la situación lo ameritara; al final nos reímos -un poco- del suceso, y continuamos la jornada normal: incluso salimos a caminar al final de la tarde.

Y a ver cómo sigue eso...

sábado, 11 de octubre de 2025

Literatura y Esperanza... Literature and Hope... Littérature et Espoir...

Una de las razones por las que llegué al templo Zen al que acudí durante seis meses -durante el último de mis tres viajes al Imperio del Norte- fue la lectura de Eat, Pray, Love; o sea, el libro es como un chick flick, pero, al terminar de leerlo dije: debo, por fin, empezar a meditar.

O sea, había leído sobre el budismo mucho antes -y me había parecido algo muy deprimente-, pero me llamaba la atención la meditación; entonces me puse a buscar lugares para la práctica -internet no era tan tan popular aún-.

Acudí a un centro de yoga, a un templo -que me pareció- hindú y, finalmente, al templo Zen en donde tuve mi primer acercamiento -formal- al budismo; y estuve meditando continuamente durante casi seis meses.

Leí varios libros sobre Zen, algunos sobre meditación y algunos sobre budismo; también leí un poco sobre la autora de Eat, Pray, Love -un poco después Julia Roberts la personificó en la adaptación cinematográfica- y, luego, ya en el país; ví algún que otro libro de esta señora, en la biblioteca en la que pasábamos mucho tiempo con mis hijos.

Allí ví el libro La Firma de todas las cosas; pero antes me había enterado que había escrito Commited; en donde contaba cómo había decidido casarse con el tipo con el que termina en el libro anterior; pero la implicación era que lo había hecho nomás para que no lo sacaran del Imperio.

Luego, hace unos meses, leí un artículo en el que explicaba por qué había dejado de preocuparse de su cabello: había decidido utilizar el cabello casi al rape; y me enteré de esto porque una escritora de nuestro pequeño vecino del sur la estaba tomando como modelo a seguir.

Y esta semana me enteré de su último libro: Hasta la orilla del río; en donde habla sobre su adicción a las relaciones, el tiempo que estuvo de pareja con su mejor amiga -moribunda- y luego, con el compañero de cuarto de esta.

Creo que todo se resume en una imagen -del canal de Youtube de literatura en donde me enteré de la última parte-; en la imagen hay tres cuadros mostrandola a ella -con una persona diferente en cada una- y con estas frases: Novelista se casa con el hombre de sus sueños. Se enamora de su mejor amiga. Inicia una relación con el amigo de su amante fallecida.

Un rollo... 

El martes me levanté a las seis y media; desde el día anterior había decidido que ya no completaría los wordle diarios: la verdad es que -más que todo, por la situación laboral- mi ánimo había estado bastante bajo durante el último tiempo.

Medité, jalé la computadora a la cama y entré a la reunión diaria; la cual estuvo un poco diferente: en lugar de revisar la lista de hallazgos el PM retornó al reporte individual de cada desarrollador; fue una reunión bastante corta.

Un poco más tarde -pero no mucho- el supervisor en el Imperio del Norte nos llamó desde el grupo de la reunión del mediodía; pero los dos compañeros que menos bien me caen no pudieron ser localizados; nomás entramos el otro analista y yo.

La reunión estuvo terrible: básicamente la persona esta cuestionándonos sobre las razones por las que las tareas no habían sido completadas en el tiempo estipulado -el día anterior-; luego nomás nos advirtió que luego tendríamos reuniones uno a uno.

Pero el día se fue a peor: a mitad de la mañana perdimos el acceso a los servidores en el Imperio del Norte; consultamos con nuestro supervisor y nomás nos comentó que estaban teniendo problemas con el internet en las oficinas centrales.

Estuvimos el resto del día a la expectativa; yo también temiendo la reunión; pero no hubo retorno en el acceso; ni tuvimos la reunión del mediodía; o sea, el resto del día lo pasamos nomás a la espera.

Desde la semana anterior estaba previendo una semana difícil: la supervisora había convocado a la reunión/almuerzo trimestral en un restaurante cerca de su vivienda; y, debido a las lluvias de los últimos días, el tránsito ha estado más pesado que de costumbre.

Eso estaba previsto para el miércoles; la reunión estaba programada para el mediodía; además, había programado el primer día de vacaciones para el jueves -el día siguiente-; por último, estaba considerando reunirme con mi amigo el poeta: quería entregarle los dólares que no me recibieron en el banco.

Y es que mi amigo ha estado viajando en los últimos años a nuestro pequeño vecino: la medicina es más barata allí y, al parecer, debe de proveerse de varios medicamentos cuyo costo es menor allí; además, la economía allí está dolarizada.

La semana anterior le había escrito a mi amigo para invitarlo a una cena, y ofrecerle los billetes que no me habían aceptado en el banco; pero el día anterior le escribí para comentarle que las cuestiones laborales estaban intensas y que mejor dejábamos la reunión para el siguiente mes.

La noche anterior, también, tuve una extensa y animada conversación con el segundo hijo del hermano menor de mi padre -biológico-: cerró auditoría hace unos años pero se ha dedicado nomás a trabajar en call centers; fue una extensa conversación muy animada sobre literatura.

Pero bueno, estaba previendo una semana difícil; pero, a media mañana la supervisora escribió al grupo local comentando que debía hacerse cargo de una emergencia con su hija -tiene apenas un año- y que estaba moviendo la reunión para la siguiente.

A las tres y media empecé a realizar la limpieza que hago dos veces por semana: barrido de las dos habitaciones, el baño, la cocina y la sala/comedor; luego trapeado de las mismas áreas; no me lleva más de treinta minutos.

Despues, un poco después de las cuatro, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el más lejano compré un paquete de queso para sandwiches y una bolsita de crema -el sábado había programado un desayuno con mi amigo autista-.

En el otro supermercado compramos bananos y lechuga; además compré pepperoni, salami y jamón de pavo; para mis desayunos del fin de semana; aunque el día estuvo gris -y había llevado una chumpa- retornamos a casa sin ninguna dificultad.

Por la noche me metí a mi habitación a hacer Duolingo, ver algunos videos de filosofía en el canal de Roxana Kreimer  y leer un poco del libro de eutanasia que he estado leyendo fuera de mis líneas normales de lectura.

El miércoles fue un día super lento; me levanté a las cinco y cuarto, medité y entré a despertar a Rb; hicimos los cincuenta minutos de ejercicios sin ningún contratiempo y, luego de una ducha, entré a la reunión diaria.

Nadie más del equipo entró a esta reunión; y el primer comentario del desarrollador lider fue para confirmar si el equipo local aún no tenía acceso a las estaciones de trabajo en el Imperio del Norte (desde el día anterior, un poco después del mediodía, nos habíamos quedado sin acceso).

Le comenté que aún seguíamos sin acceso -de hecho, no había visto, por lo que entré a la VPN e intenté conectarme- y su único comentario fue 'Aaaw man'; y no obtuvimos acceso durante el resto del día; un poco antes del mediodía nuestro supervisor nos comentó que había problemas con un equipo y por eso no podíamos ingresar.

Total que todo el día fue nomás de espera; aproveché para agregar pasos a algunos procedimientos que había dejado nomás nombrados durante los últimos meses; y para avanzar en la lectura de Same as Ever.

Como el señor de las verduras no se apareción -ni le contestó a los mensajes en whatsapp a Rb- propuse que fueramos a la tienda, un poco después del horario laboral; Rb quería comprar sus frutas semanales; pero nomás compramos una papaya y un poco de culantro -no había de las frutas que Rb adquiere usualmente en el lugar.

Por la noche llegué -por fin- a un ELO de 1200 en el ajedrez de Duolingo; también ví el último capítulo de Gen V; y, para acompañar a Rb mientras veía sus series, armé los cubos de Rubik de 4x4 y 5x5; intenté continuar con la limpieza de las (últimas) preguntas de AWS pero aún voy  atrasado en la tarea.

El jueves me levanté a meditar a las seis y media; era el primer día de vacaciones (obligatorio) del mes; después de meditar retorné a la cama y continué dormitando, hasta las ocho y media.

A esa hora me levanté a desayunar, pues había acordado acompañar a Rb a su visita al mercado en la ciudad; también habíamos previsto acercarnos hasta el edificio de la empresa en la que trabajo: debía recoger un formulario para inscribirla en el seguro social como beneficiaria.

Después de desayunar preparamos una bolsa para las compras y salimos a esperar el busito; justo estábamos entrando a la calle de salida de la colonia cuando vimos pasar una unidad del transporte.

Un poco más tarde pasó otro, pero este nomás iba hasta la mitad del camino, por lo que continuamos esperando; pero unos minutos después escuchamos que llamaban a Rb -apenas lo escuchamos-: era la presidenta del comité de vecinos, quien nos ofreció aventón.

Abordamos el asiento trasero del pequeño automóvil e iniciamos el trayecto; el tránsito se estaba poniendo un poco pesado; y la señora no paraba de contar las peripecias que le ha tocado sortear con el comité; también nos contó que iba a visitar a un sobrino, padece esquizofrenia y está internado en uno de los hospitales públicos más grandes de la ciudad; también está recibiendo hemodiálisis.

La señora nos acercó a unas pocas calles del lugar en donde debíamos tomar el transmetro y continuó su camino; mientras caminábamos hasta la estación me percaté que, debido a que no llevaba celular, no tenía el nombre de la persona a quién debía acudir en el edificio a donde nos dirigíamos.

Paramos un momento pero decidimos continuar; la estación del transmetro no estaba muy llena; nos apeámos en la estación de la municipalidad y caminamos hasta la estación del mercado en donde Rb usualmente compra frutas y verduras; allí abordamos la siguiente unidad.

Un poco más tarde llegamos al edificio; entré a la edificación número uno, pues recordaba que me habían indicado que allí era donde se solicitaba el formulario necesario; me enviaron al sexto nivel, pero allí me indicaron que era en el otro edificio.

En el primer nivel de este lugar está un escritorio con una recepcionista; y allí era en donde debía solicitar el documento; esperaba que me entragaran dos copias pero, al final, nomás recibí una; ahora debo realizar el trámite con el seguro social.

Después de recibir el documento salí a encontrar a Rb -por normas del lugar no puede acceder nadie sin badge- y, en la estación que se encuentra justo delante del edificio- tomamos la unidad del transmetro.

Esa nos llevó hasta el lugar en donde debíamos abordar la segunda y, después de un rato, estábamos entrando al comercial desde donde tomamos los busitos para la casa de Rb; primero subimos al tercer nivel pues ámbos precisábamos utilizar los servicios.

Luego, en el segundo nivel, compré un folder, para proteger la hoja que había recibido un poco más temprano; finalmente entramos al supermercado del lugar; en donde compramos un poco de pollo, algunos aguacates, y azúcar para el consumo de Rb.

Después del supermercado pasamos a la farmacia del mismo nivel; luego salimos a abordar el busito para retornar a casa; el tránsito estaba bastante fluido y, un poco después de la una, estábamos entrando a la calle en que vivimos.

 Como ya era bastante tarde nos dispusimos a preparar el almuerzo: yo me encargué de las dos ensaladas y Rb recalentó la cuarta de las porciones de arroz con pollo e hígados; luego sacamos a caminar a los perros.

Afortunadamente el día estaba aún soleado (los tres días anteriores la lluvia había comenzado un poco después del mediodía) por lo que pudimos completar ambas vueltas sin ningún contratiempo; luego de entrar me retiré a mi habitación a leer un poco del libro de francés (Mon Mari).

Pero, realmente, empecé a dormitar; por lo que puse el temporizador para que sonara veinte minutos más tarde; cuando el tiempo se completó salí a lavar los trastes del almuerzo, pelar y picar una papaya, y preparar un café y un té.

El viernes la jornada empezó a las cinco y cuarto: medité y luego, después de encender mis dos computadoras, entré a despertar a Rb; completamos la rutina de ejercicios sin ningún contratiempo; después de tomar una ducha entré a la reunión diaria.

El resto del día estuvo bastante tranquilo: habían pronosticado un día bastante húmedo, como casi toda la semana; a media mañana tuvimos la reunión semanal con el supervisor, pero no hubo muchas novedades: me pidió que completara el ciclo de pruebas que había finalizado un par de días antes.

A media mañana le propuse a Rb que cambiáramos el grifo del lavatrastos; el empaque se había deteriorado desde hacía varias semanas por lo que no tenía tope al cerrar; nomás había que tener cuidado de no continuar girando.

Habíamos comprado un grifo unas semanas antes pero yo había estado evitando el cambio: la tubería de metal tiene una parte bastante corroída y temía que no resistiera el torque que sufriría al desatornillar la llave defectuosa.

Y en efecto, estuvo bastante complicado retirar la llave anterior: estuve forcejeando con la rosca pues, luego de cuatro años, había acumulado bastante herrumbre; entonces se me ocurrió calentarla con una veladora.

Luego de dejar bajo el acople la llama de la vela durante diez minutos volví a intentarlo; y, como no cedía, utilicé un martillo para golpear la llave de plomeria con la que estaba intentando hacerla girar; la llave se aflojó, por fin, e instalamos la nueva. 

Al mediodía almorzamos pescado, acompañado de la última porción de arroz con zanahoria y pollo; luego sacamos a caminar a los perros; la tarde continuó baja en materia laboral; cuando se terminó la jornada hice la limpieza de pisos.

Por la noche terminé de ver la segunda temporada de The Peacemaker; se supone que no habrá tercera, pero quién sabe; también leí -antes de dormirme- la segunda parte del capítulo de Harry Potter e a camara secreta que llevaba a medias.

El sábado me levanté a las cinco y media; una semana antes habíamos acordado con mi amigo asiático autista que vendría a desayunar a las siete de la mañana; medité, me bañé y me metí a la cocina a preparar el par de desayunos.

Terminé la preparación cinco minutos antes de las siete; como no había comprado pan el día anterior tomé la llave de la casa y me dispuse a salir; en el patio de al lado la vecina estaba empezando a barrer las hojas que la lluvia había acumulado el día anterior.

Y justo en ese momento mi amigo estaba llegando; le propuse que me acompañara y nos dirigimos a la tienda de la esquina a comprar un poco de pan; pero allí no había, por lo que tuvimos que salir a la panadería del boulevard.

Luego retornamos y procedimos a dar buena cuenta d elos dos desayunos; Rb se levantó -con sus perros- un poco más tarde, pero retornó a su cama a ver alguna serie en su computadora.

Cuando terminamos con el desayuno le propuse a mi amigo que jugaramos dominó, con un set de Rb que no llega hasta seis:seis, sino hasta doce:doce; jugamos varias partidas antes de que Rb saliera a desayunar.

Luego, después de terminar su desayuno, Rb se nos unió y jugamos tres o cuatro partidas extras; ya casi a las once le indiqué a mi amigo que teníamos que salir al supermercado, por lo que le ofrecí que nos acompañara en la caminata, a tomar el microbus.

Algo que noté -y bueno Rb lo notó más que yo- fue que mi amigo no estaba actuando igual que las veces anteriores: en esta ocasión no mantenía un dialogo sin parar; es más, hubo veces en que se quedó en silencio, incluso cuando le preguntamos algo.

Salimos con Rb y ami amigo al boulevard; en el camino al supermercado encontramos el busito que lo saca del municipio y nos despedimos antes de que lo abordara; luego continuamos con Rb hasta el supermerado más lejano.

Allí compré un poco de pan tostado, para la visita del día siguiente al voluntario que vive en la misma colonia donde mis hijos crecieron; en el otro supermercado compramos un poco de pollo para el almuerzo, y bananos.

Al retornar de los supermercados pasamos a la tienda de las verduras; a comprar algunas legumbres para el caldo del día; almorzamos unos restos de pollo que habíamos tenido en el congelador por mucho tiempo, asados; con un caldo.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; un poco más tarde me enfrenté al lavatrastos: además de los platos del desayuno se habían acumulado los de la preparación del almuerzo -y los de esta comida- por lo que había un buen número.

Después de terminar con los trastos me preparé un café y le preparé un té a Rb; después realicé la mezcla para las gelatinas de los desayunos de la semana; el resto de la tarde me la pasé viendo videos de Youtube.

Y a ver cómo sigue eso...

martes, 7 de octubre de 2025

Salida final... Final exit... Sortie definitive...

Por alguna razón -el tema de la muerte ha sido más frecuente en mi vida en los últimos tiempos- bajé -y comencé a leer- el libro  Final Exit: The Practicalities of Self-Deliverance and Assisted Suicide for the Dying, de Derek Humphry; estuvo en la lista de los más leídos en el Imperio del Norte hace unos años.

Y, como ahora se puede conocer más al autor, me puse a buscar un poco de información sobre el mismo: un periodista británico -después se nacionalizó estadounidense, me parece- que asistió a su primera esposa cuando estaba en la última etapa de un cáncer de huesos.

El señor se casó tres veces; con la segunda fundaron la sociedad Cicuta (o Hemlock en el idioma más usado en los negocios) y ella misma fue una activista del derecho a la eutanasia; supuestamente ella había ayudado a que sus padres se eutanasiaran (existirá como verbo?).

Lo irónico -o quizá no- fue que, luego de muchos años más tarde ella también contrajo cáncer; se divorció de Derek y se adhirió al movimiento anti eutanasia; al final -parece que- se suicidó; dejando una nota en la que acusaba a este señor de haberla presionado para que terminara su existencia después del diagnóstico de cáncer.

Lo que también me parece -¿irónico? ¿hipócrita?- es que al final de su vida el autor no se decantó por la self-deliverance; sino que terminó sus días en un hospice en el estado en el que logró -a través de sus grupos- que se aprobara una ley para el suicidio asistido.

El libro me parece interesante; ceo que lo leeré completo -voy por el segundo o tercer capítulo-; aunque aún no he decidido en qué orden: bajé el archivo pdf y durante los últimos días me ha costado continuar con mis líneas de lectura habituales.

Y a ver cómo sigue eso... 

El viernes me levanté a las cinco y cuarto: era el último día de la semana laboral, durante el cual realizamos la tercera rutina de ejercicios; y hemos estado realizándola desde la semana anterior antes de que inicie la reunión diaria de mi equipo de trabajo.

Durante los días anteriores había estado tratando de trabajar en las asignaciones de nuestro supervisor en el Imperio del Norte; pero es frustrante porque no están bien definidas; y tampoco lo que tenemos que realizar está bien definido.

La reunión de las siete estuvo tranquila; nomás se revisaron un par de anomalías que habían sido reportadas el día anterior; me pareció raro que no se llevara a cabo la reunión semanal del equipo -la que se realiza a las diez y media-; pero me imaginé que la reunión del mediodía estaría más cargada.

Pero la reunión del mediodía tampoco estuvo pesada: el supervisor nomás realizó una revisión ligera de las últimas tareas; pero nada serio; por lo que pudimos almorzar en paz: era el último día de hash browns -de pollo y papas- y ensalada; también hemos estado tomando fresco de Rosa de Jamaica durante toda la semana.

Lo que no me esperaba -o sea, lo había mencionado por la mañana pero no le había puesto atención- fue una llamada a media tarde; en esta ocasión se dedicó a realizar una revisión 'detallada' del avance en la realización de las asignaciones; y no quedó nada satisfecho.

Cuando me cuestionó nopude contenerme y me puse a la defensiva; incluso subiendo el tono de mis palabras para tratar de explicarle las razones por las cuales no hemos podido alcanzar el nivel que él continúa exigiendo.

Al final la reunión se terminó con una conminación a incrementar el esfuerzo; y la promesa de los tres - el analista que menos me cae bien no asistió- de completar la asignación de acuerdo al plan: el lunes.

Al final de la tarde, después del horario laboral, realicé la limpieza que hago dos veces por semana en los pisos de las habitaciones, la sala-comedor, el baño y la cocina; luego, como nos estaba faltando lechugas, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur.

Como el tiempo estaba bastante pluvial llegamos nomás al supermercado más cercano; lo malo es que no había ninguno de los tres tipos de lechuga que utilizamos comunmente para las ensaladas; nomás compré una bolsa con lechuga ya picada -y un poco de zanahoria-; después, en la tienda, compré una pequeña zanahoria.

El sábado me levanté a las cinco menos veinte; con Rb habíamos acordado que la levantaría a las cinco, pues quería que lleváramos a su perra más anciana a la veterinaria que se encuentra en el lado opuesto de la ciudad: sus ojos habían estado empeorando; y quería también que revisaran su condición de rigidez en las piernas y la espalda.

Medité veintiún minutos y luego entré a la habitación de Rb; ella se alistó -y a la perra- y a las cinco salí a encender el automóvil; el tránsito -por la hora- estaba bastante ligero; llegamos al lugar apenas un poco después de las seis de la mañana.

La clínica atiende, los sábados, a partir de las siete de la mañana; Rb bajó un momento a su perra -a que hiciera sus necesidades-  y luego volvieron a subir al auto; pero la perra estaba incómoda y gimiendo; la bajé a caminar -apenas media cuadra- por casi media hora.

Un poco antes de las siete llegó otro automóvil; luego otro; a las siete ya habían tres o cuatro automóviles; pero, como habíamos llegado antes, Rb se formó al inicio de la cola; a las siete abrieron las puertas y Rb pasó a recepción a dar los datos de la perra.

Estuvimos esperando un poco en la sala de espera -es inmensa- y luego llamaron a Rb; la consulta fue bastante extensa y cuando salió, el veterinario le explicó una larga lista de instrucciones para que le diera varios medicamentos a la perra.

La cuenta fue alta (como ciento cincuenta dólares entre el costo de la consulta y tres o cuatro medicamentos que Rb tuvo que adquirir en el lugar); después del pago de la cuenta abordamos el automóvil e iniciamos el amino de vuelta.

Había una cantidad bastante alta de automóviles en la calle principal; temí que el tránsito de la ciudad hubiera aumentado; pero no, del otro lado de la calle había un operativo de la policía: al parecer querían detener el funcionamiento de los taxis y motocicletas piratas.

El embotellamiento fue, afortunadamente, bastante ligero; y el resto del camino a casa no fue demasiado extensa; incluso pasé a una gasolinera a rellenar el tanque de gasolina (veintiseis dólares); además, debía calibrar las dos llantas traseras (una apenas llegaba a diez PSI y la otra a veinte, cuando lo indicado es treinta y tres).

Al retornar a casa procedí a prepararme el desayuno de los fines de semana; después me metí a la habitación, hice algunas lecciones de Duolingo; pero me sentía bastante fatigado; salí a avisarle a Rb que trataría de dormir un rato.

Puse una alarma para las diez y media y traté de conciliar el sueño; me dormí un rato pero estuve siendo despertado por algún que otro vehículo que pasaba por el boulevard; a las diez y media sonó la alarma y me levanté.

Desinfecté la lechuga -y zanahoria- que había adquirido el día anterior y, luego, preparé las dos ensaladas que había previsto llevar para el almuerzo con mi hija mediana; después saqué a caminar a la perra más pesada; Rb me acompañó con su otro perro.

Un poco antes de las doce (después de bañarme) cargué el automóvil con mis dos mochilas e inicié el viaje hacia el departamento de mis hijos; era bastante temprano y encontré muy poco tránsito; un poco después de las doce y media estaba parqueándome en el edificio.

Subí -por las gradas- al séptimo nivel y le escribí a mi hija para que saliera a abrirme; también toqué el timbre; pero nadie salió; por lo que me puse a jugar un par de partidas de ajedrez; al rato salió mi hija.

Nos saludamos y le propuse que nos dirigiéramos al parque temático: el día se veía bastante gris pero, aún, no había empezado a llover; por lo que pudimos realizar la caminata de casi un kilómetro hasta el lugar.

Pasamos a comprar un par de hot dogs antes de ingresar al parque; apenas habíamos ingresado cuando empezó a llover; no muy fuerte, nomás algunas gotas grandes; lo malo es que una de las áreas techadas -y con mesa- estaba bastante ocupada; la otra estaba reservada por una celebración del día del niño.

Lo malo es que la lluvia estaba empezando a arreciar, po lo que no podíamos utilizar alguna de las áreas verdes para tomar los alimentos; afortunadamente encontramos un pequeño lugar techado en un pasillo al aire libre; había ya varias familias en el lugar.

Procedimos a almorzar allí; utilizando la caja y el tablero del Scrabble como mesas: hot dogs, ensaladas, snacks y un par de coquitas; la lluvia arreció y el lugar empezó a llenarse más; de hecho tuve que llamar la atención de una persona quién estaba acercándose demasiado a nuestro entorno -estaba de espaldas-.

Eran dos o tres familias con varios niños; y el espacio estaba bastante limitado; dos de las familias lograron acomodarse allí y la tercera se quedó de pie; un poco más tarde la familia que estaba en el lado contrario se retiró y los que estaban de pie empezaron a acomodarse en el lugar; pero les ofrecí que nos moveríamos para que pudieran estar todos juntos.

Terminamos de almorzar y le pregunté a mi hija si le interesaba aprender a resolver el cubo de 4x4 o el de 5x5; a lo cual declinó; entonces le propuse una partida de Scrabble; la cual completamos en un tiempo bastante considerable.

Luego nos dirigimos a la rueda de Chicago más grande del lugar; pero la misma no estaba en funcionamiento; no estaba lloviendo más, pero me imagino que tienen algunas reglas para el funcionamiento de este tipo de juegos mecánicos.

Entonces le propuse a mi hija que asistiéramos a la última función del teatro -a las cuatro-; aceptó y nos dirigimos al lugar; ella no había visto la obra musical -yo la veía por sexta vez, me parece-; cuando terminó empezamos el camino de regreso al departamento.

En el camino pasamos a un supermercado y compré una magdalena; cuando llegamos al departamento le propuse prepararle un café -ella preparó su propia bebida- y le envié un mensaje a mi hija mayor y a mi hijo menor, invitándolos a una bebida caliente.

Mi hija mayor me contestó en el acto; y salió de su habitación, al parecer sigue con sus costumbre noctámbulas: se notaba que estaba despertándose; mi hijo menor no me contestó: sospecho que acaba de perder su trabajo, pues, aunque me transfirió la cuota mensual del departamento -y del último préstamo- no me pidió que le transfiriera el monto que le he estado depositando para la compra de acciones de su empresa.

Preparé un par de cafés -había llevado la olla que compré la semana anterior en la tienda de ropa usada- y estuve la siguiente media hora con mis hijas; un poco antes de las seis me despedí de ambas y me dirigí al automóvil; mi hija mayor me acompañó al mismo.

Inicié el viaje de retorno a la casa de Rb; la primera parte del trayecto estuvo bastante libre; pero, casi a la mitad del camino, el tránsito se paralizó por casi diez minutos; de hecho me quedó en el paso a desnivel, justo en la cuesta de salida.

Llamé a Rb para pedirle que revisara Waze para ver si había alguna razón por la que el tránsito estaba detenido; ella revisó el sitio y me llamó de vuelta: al parecer había un accidente justo frente a la megarefreiglesia que se encuentra al final de la encuesta de entrada al área en la que vivimos.

Le pregunté por la otra entrada al municipio y me comentó que se encontraba libre; decidí utilizar esta última; la cual no estaba libre; de hecho estaba bastante concurrida; pero al menos el tránsito no estaba detenido; a las seis menos cuarto Rb me volvió a llamar pero yo ya venía a la altura del supermercado más cercano.

Me sentía bastante agotado; de hecho en el trayecto estaba pensando que la reunión de la bebida caliente -y magdalena- con mis hijas la había sentido bastante tediosa; pero creo que se debía a que me había levantado bastante temprano -igual que casi toda la semana-.

El domingo me levanté a las seis y media; medité pero decidí no realizar nada más: ni wordle, ni Duolingo, ni lectura, ni nada; después de los veintiún minutos de meditación nomás retorné a las sábanas y no me volví a levantar hasta casi las nueve.

A esa hora salí de la habitación a prepararme el desayuno de los domingos: huevo con tortilla de harina y frijoles volteados -y café-; Rb me pidió a media mañana que la acompañara al supermercado: quería ver si ya habían lechugas disponibles.

Caminamos al supermercado más cercano en dirección sur; pero no había lechugas; al parecer las lluvias han provocado una reducción de las entregas; entonces nos dirigimos a los supermercados en la dirección opuesta; allí sí encontramos de una variedad de lechugas; y compramos -a un precio bastante elevado- otro par de una segunda variedad.

También compramos un poco de bananos; luego retornamos a casa; yo había estado sopesando trabajar un poco -para evitar un poco la debacle que me imagino que produciría pronto por el poco avance en el proyecto-; pero al final no tuve ánimos.

Rb me pidió que la ayudara a cortar algunas flores de loroco y saqué la escalera de la bodega; al mediodía preparamos alitas de pollo; las que acompañamos con un resto de caldo que nos sobró de los almuerzos de la semana -y refresco de Rosa de Jamaica-.

Por la tarde tampoco leí ni nada; nomás me estuve viendo videos de Youtube de algunos canales de divulgación científica; también terminé de ver la última película de Mark Wahlberg.

Al final de la tarde ayudé a Rb en la preparación de los almuerzos de la semana: piqué, con ayuda del procesador manual, un par de zanahorias grandes y varios chiles pimientos; también preparé las gelatinas para mis desayunos de la semana.

Por la noche, como Rb tenía que entrar a su clase de Teología -está por terminar el semestre- me metí a mi habitación a ver el último capítulo de Gen V; después separamos los almuerzos en cuatro porciones, para almacenarlos en la refrigeradora; y aproveché para meter mis gelatinas a la misma.

El lunes me levanté a las cinco y cuarto; medité los veintiún minutos de mi práctica actual y luego salí a encender la computadora del trabajo y la personal; después desperté a Rb; completamos la rutina de ejercicios sin contratiempos y, después de una ducha, entré a la reunión diaria del equipo.

A esta reunión no entró nadie más de mi área -ni mi supervisor-; pero tampoco estuvo tan animada; nomás se revisaron los últimos errores encontrados: incluyendo el que había reportado el viernes; pero no hubo mucho jaleo.

El resto de la mañana traté de completar mis tareas pendientes; se suponía que era el último día para completar al cien por ciento las asignaciones que empezamos el miércoles anterior; pero no pude completarlo todo.

La reunión del mediodía estuvo ligera; revisando el avance y recibiendo -nuevamente- la instrucción de completar todo para el final del día -lo que, técnicamente, no era posible, por las limitaciones con el equipo-.

Almorzamos la primera de las cuatro porciones que preparamos y separamos el día anterior; acompañado de un refresco de mora que Rb preparó desde la tarde anterior; el resto de la tarde estuve pendiente de que nos llamaran nuevamente a reunión; pero no hubo otra; a las cuatro de la tarde cerré la computadora del trabajo y me pasé a la cama de Rb; a hacer Duolingo.

Por alguna razón se me olvidó realizar la limpieza que hago frecuentemente el primer día de la semana laboral; estaba en la habitación de Rb -me quedé viendo el quinto capítulo de Task- cuando me recordó la limpieza; por lo que puse una alarma para realizarla al día siguiente.

Y a ver cómo va eso...