miércoles, 12 de noviembre de 2025

La salud, la vida, y esas cosas... Health, life and those things... La santé, la vie et ces choses...

La situación doméstica ha estado mera rara durante los últimos días -o semanas? o meses? o años?-; o sea, siempre he mostrado respeto por las vulnerabilidades de Rb en esta área: acepté tomar antibióticos -lo cual odio- cuando ella se trató por Helicobacter Pylori. 

Y para la pandemia, incluso, me retiré de su casa durante un par de meses porque ella se sentía muy insegura por mis salidas semanales para ver a mi hijo menor -luego retorné y me establecí en su casa, cuando las medidas de aislamiento se recrudecieron-.

Cuido a sus perros -les doy de comer, básicamente- cuando tiene que acudir a alguna cita médica o realización de exámenes de laboratorio -o cuando tiene que salir por cualquier razón-; lo cual, generalmente, no ha representado una gran carga.

Pero lo que se viene -me temo- está un poco más serio: la siguiente semana tendrá que ir a realizarse una serie de exámenes al hospital al que acaba de acudir; y luego, casi seguramente, tendrá que estar hospitalizada por un par de días -no sé si más- por una cirugía.

Y allí es donde entro yo -y fue parte del drama por el cual no terminamos (por primera vez) la rutina de ejercicios del viernes-: a Rb le preocupa -o se siente culpable- de la sobrecarga de trabajo que representará hacerme cargo de sus perros.

Porque además de que los alimenta religiosamente -en la cama, y a la más anciana la obliga a comer- tres veces al día, también se levanta todos los días a las tres de la mañana para darle algunos trozos de pollo a la susodicha: teme que dejarla sin comer durante más de ocho horas le dañe más el páncreas -o algún otro órgano, no estoy seguro.

O sea, la perra tiene más de quince años de vivir con ella; y, según estimaciones del veterinario, ya tenía tres años cuando ella la adoptó -alguien la había rescatado de un grupo que llegaba a alimentarse a un contenedor de basura; y tiene más de una década comiendo una comida exclusiva por su pancreatitis. 

Hace cuatro o cinco años estuvo a punto de ponerla a dormir: la perra estuvo muy mal, con vómitos  constantes y temió que ya no iba a poder alimentarla; y desde esa fecha la obliga -en la mayoría de las ocasiones- a ingerir las pequeñas croquetas con las que la alimenta.

Y, también, desde esa fecha se levanta todos los días a las tres de la mañana, a asegurarse que siempre tiene algo en el estómago; hace unas semanas -o meses- la ví bastante desmejorada: le estaba costando levantarse -duerme más de veinte horas al día- y se notaba rigidez en las extremidades.

Le indiqué a Rb que lo mejor es que se preparara; luego vió que los ojos habían empezado a irritársele (le hecha gotas varias veces al día porque ya no produce lágrimas); entonces decidió llevarla a la clínica en donde operaron a su otro perro.

En esa ocasión le dieron varios medicamentos para la rigidez; y le aumentaron las dosis de las gotas en los ojos -creo que también le prescribieron otro tipo de gotas-; de todos modos le dijeron que debía prepararse; pero la medicina le cayó muy bien a la perra; la rigidez desapareció y ha retornado a su rutina de los últimos años.

Yo había estimado que podía levantarme un par de días a las tres y alimentar a la perra -y alimentar también a los otros dos durante el día-; pero este día Rb se puso mas seria: durante su recuperación (1 semana? dos semanas?) no podrá realizar esfuerzos, por lo que se preocupa de la carga que me está imponiendo.

Por supuesto que me he estado mostrando estóico; tratando de tranquilizarla e indicándole que cruzaremos cada puerta conforme vaya presentándose; pero insiste en el control: hoy quería 'enseñarme' cómo le aplica gotas en los ojos a su perra; mi respuesta, como siempre: no, nomás dame un horario detallado de lo que hay que hacer cada día, yo me encargo.

Y a ver cómo va eso. 

El sábado me levanté a las seis y media; había dejado la alarma de la tablet, además de la del celular pues temía que no iba a depertarme a tiempo; después de meditar me metí a la ducha; quería salir de casa antes de las siete y media.

Después de la ducha aún leí un capítulo de Expediente Hermes; después, un poco antes de las siete empecé a caminar hacia el punto en donde abordamos los buses intermunicipales; y fue una buena decisión porque a medio camino el tránsito estaba bastante pesado.

Cuando llegué a la ruta intermunicipal el bus estaba arrancando; me llamó la atención que el ayudante me cobró medio dolar cuando usualmente me cobran un poco más en las ocasiones en las que voy hasta el periférico.

Cuando llegamos a esa ruta el bus iba algo rápido por lo que me bajé un par de calles antes del lugar en el que debía tomar el Transmetro; de hecho cuando me bajé del bus ví que había una unidad en la estación; por lo que tuve que esperar un buen tiempo para la siguiente.

Al final llegué al centro histórico un poco antes de las ocho y media; consideré -como la última vez- pasar un poco de tiempo por la calle principal; pero luego decidí caminar despacio hasta la calle donde vive mi ahijada.

Llegué justo un par de minutos antes de las nueve a la calle; la llamé y le comenté que estaba esperandola frente a su casa; en donde me tocó que ver una escena bien rara: un tipo -justo en la casa de enfrente- sacó a una mujer -con un bebé- de su casa y le tiró una bolsa.

La señora se recompuso un poco y luego empezó a somatar la puerta; el señor volvió a salir con otra bolsa y se la entregó; en el ínterin se dió cuenta que estaba observando la escena y empezó a gritarme, amenazándome; yo nomás caminé un paso más cerca de la puerta de la casa de mi amiga.

Un poco después ésta salió y le comenté lo que había visto; de hecho vimos a la señora en el otro extremo de la calle, empezando a cruzar la misma; mi amiga me comentó que el día anterior -o el anterior- alguien había denunciado a este señor y la policía había llegado al lugar, haciendo bastante relajo.

Empezamos a caminar hacia el lugar a donde habíamos previsto desayunar: un comedor con el nombre de una tira cómica que -hace más de cuarenta años- era publicada en el periódico más popular del país.

Yo había sugerido el lugar unas semanas antes: luego de intercambiar algunos mensajes por whatsapp había estado buscando en Internet lugares económicos cercanos en donde tomar  un desayuno en paz.

Llegamos al lugar sin mucha dificultad y se veía bastante bien: en la puerta se encontraba una señorita -aparentemente esperando a alguien- y adentro había tres o cuatro mesas ocupadas -un poco después entraron un par de policías a tomar sus alimentos-.

El desayuno estubo bien -super típico-; empezando por café y avena -o arroz con leche, no estoy seguro-; luego el mesero -que al principio había notado bastante serio- se acercó a presentarnos el menú; mi ahijada ordenó huevos con tomate y cebolla y yo huevos con chorizo.

Cada desayuno incluía frijoles -bastante aguados- y una pequeña porción de plátanos cocidos; estuvimos en el lugar por un poco más de una hora, entre desayuno y conversación; al final  pagué la cuenta -ocho dólares-; aunque le pregunté si tenía medio dólar, para dejarle al mesero -sí tenía-.

Un poco después de las diez y media le pregunté si retornaría a su casa o iría -como es su costumbre- a la calle más popular en el centro; confirmando lo segundo; como yo tenía que tomar el transmetro cerca del lugar caminamos hasta su destino.

Nos despedimos al inicio de la calle y yo me dirigí -a un par de avenidas- a la estación del transmetro; desde allí me conecté a Internet y le avisé a Rb que empezaba mi viaje de retorno -eran las once y dos minutos-; como había visto a una unidad pasar un poco antes temí que tendría que esperar -como la última vez- mucho tiempo.

Pero no, la siguiente pasó sin tanta demora; en el camino me vine armando el cubo de rubik de 4x4x4 y el de 5x5x5; incluso un joven hizo el intento de conversar sobre el mismo; pero el ruido del vehículo estaba muy alto.

No había mucho tránsito en el periférico por lo que poco después llegué a la penúltima estación; desde allí caminé hasta el comercial en donde se estacionan los busitos que tomamos para retornar a casa; afortunadamente el mismo casi estaba por empezar su recorrido; con lo que vine a casa a las doce y cuatro minutos.

Encontré a Rb terminando de preparar sus porciones de pan y  galletas; un poco después sacamos a caminar a los perros; luego preparamos el almuezo: pollo dorado y ensaladas de lechuga, zanahoria, aguacate y manzana -roja en esta ocasión-.

Después del almuerzo estuvimos en el patio, bajando un par de güisquiles y casi tres cuartos de libra de flores de loroco; eso no tardó mucho; por lo que antes de salir a los supermercados me entretuve en mi habitación viendo la primera parte de una película de ciencia ficción de Dave Bautista.

A las cinco nos alistamos y caminamos hasta la altura del supermercado más alejado en dirección sur; pero no entramos, nomás dimos media vuelta y, en el de la mitad del camino, compramos un poco de bananos.

Luego, en la tienda de costumbre, compramos manzanas, tomates y un cartón de huevos; también pasamos a la panadería pues yo debía comprar pan para el desayuno que había previsto para el día siguiente con mi hija mediana.

Por la noche estuve viendo algunos videos de Youtube, leyendo otro poco de Expediente Hermes y acompañando a Rb en su habitación; también pagué la cuenta mensual de Internet -por error había transferido los treinta dólares a una cuenta que no he usado en varios años, afortunadamente el banco receptor anuló la transacción-. 

El domingo lo había previsto casi en la misma forma que el día anterior: debía encontrar a mi hija mediana en el departamento a las ocho y media; ella ha estado trabajando por la noche, incluyendo sábados y domingos, descansando los miércoles y jueves -creo-.

O sea, por cuestiones monetarias prefirió trabajar todo el fin de semana y descansar entre semana; y a mí llegar -o salir de acá- entre semana se me hace bastante difícl; o sea, el mes pasado nos reunimos un jueves; y me llevó casi media hora nomás salir a la calzada principal luego de que nos despedimos; pero la idea no fue buena.

Me levanté -al igual que el día anterior- a las seis y media, medité y luego me metí a la cocina a preparar un par de mis panes especiales -envueltos en papel de aluminio-; metí los dos panes, con el litro de Incaparina y los bananos que había comprado durante la semana, en la mochila con aislante térmico.

A las siete y media me metí a la ducha; luego estuve leyendo un poco antes de cargar las cosas en el automóvil -había comprado consumibles para el departamento la semana anterior-; un poco antes de las ocho Rb salió de la habitación, me despedí de ella y me dirigí al departamento de mis chicos.

El tránsito estaba muy muy ligero; tanto que llegué antes de las ocho y media al edificio -también tomé una ruta que usualmente evito, cerca de la Universidad-; hice dos viajes entre el auto y el departamento para subir los consumibles -dos paquetes de papel higiénico, otro de toallas plásticas, un gran recipiente de detergente de ropa y un paquete de dos recipientes de desinfectante para pisos-.

En el segundo viaje encontré a mi hija mediana en la sala; y no se veía muy bien, me comentó que nomás había dormido como cuatro horas -sale a media noche del trabajo- y que debía volver al trabajo al mediodía; cuando le dí la opción de quedarnos en el departamento, en vez de ir al parque temático, la tomó de inmediato.

Y al principio ni siquiera tenía apetito; una hora o así más tarde -estuvimos conversando en la sala durante ese tiempo- iba a tomar agua, le ofrecí Incaparina -fue raro porque, al parecer, el sello de aluminio del tetrabrick estaba abierto-; y luego consumimos los panes que había llevado.

Luego del desayuno continuamos en el lugar y, un poco más tarde, jugamos una buena partida de Scrabble; yo le había indicado a mi hija que podía pasar a dejarla a su trabajo, pero al final prefirió que me retirara a las once, pues quería descansar un poco antes de prepararse para salir a tomar el autobús.

Por lo que a esa hora me despedí de mi hija, bajé al parqueo, e inicié el trayecto de vuelta a la casa de Rb; el tránsito seguía bastante confortable; vine como a las once y media y estuve haciendo algunas lecciones de Duolingo antes de ayudar con el almuerzo: alitas de pollo y ensaladas.

Después sacamos a caminar a los perros; no había muchos trastos pero los lavé antes de preparar un té de manzanilla y una taza de café; el resto de la tarde me la pasé viendo videos de Youtube y leyendo un poco del libro en Portugués: Agilidade Emocional; la verdad la autora no me cae muy bien: es una psicóloga -blanca- de Sudáfrica; que aún se benefició -como el hombre más rico del mundo- del Appartheid.

Al final de la tarde preparamos la tortilla española para tres almuerzos de la semana: Rb sofrió champiñones y frío una torta de pollo; yo pelé y cubiqué tres libras de papas y las puse a hervir durante diez minutos; luego preparé la tortilla, con media docena de huevos.

A diferencia de la última vez, utilicé un sartén para darle vuelta a la misma -la última vez lo había realizado con una tapadera de aluminio pero no quedó bien- con lo que el resultado fue mucho mejor; luego de veinte minutos de cocción -diez de cada lado- la dejé enfriándo antes de dividirla en seis porciones.

Por la noche intenté continuar con la película de Bautista, pero, al final, decidí que no la completaría; un poco antes de las nueve me dí cuenta que no había completado los retos del día en Duolingo; y no pude terminarlos antes de las nueve; con lo que, además de quedar en primer lugar en la liga semanal, entré en la de la semana siguiente.

La semana ha estado bastante lenta: el lunes realizamos la rutina de ejercicios a las seis de la mañana; pero los perros estuvieron interrumpiendola para salir al patio; por lo que decidí que no me bañaría antes de la reunión -sino después-.

La reunión estuvo tranquila -aunque la atendí un poco sudado (igual la temperatura está bastante baja, por lo que el sudor no era mucho)- después de la misma sí, me metí a la ducha, luego salí a prepararme el desayuno.

En la reunión habían indicado que realizarían una actualización de la aplicación durante el día; y eso me estuve haciendo todo el día: esperando el release; el cuál no sucedió; al mediodía almorzamos una de las porciones de tortilla española, y ensalada.

Al final de la tarde Rb me pidió que la acompañara a la farmacia: necesitaba una de las medicinas que le administra a los perros -y a ella misma- para proteger el sistema digestivo cuando ingieren alguno de los medicamentos de sus tratamientos.

El martes me levanté a las cuatro y media: Rb había planificado realizarse los exámenes necesarios antes de someterse a la cirugía para la extirpación del útero -y un ovario, me parece- y me había pedido que la llevar al hospital.

La vez anterior que habíamos acudido al hospital habían sido bastante puntuales en su horario de apertura: las seis de la mañana; y, como el tránsito para entrar a la ciudad se pone pesado luego de las cinco, acordamos salir a esa hora.

Medité los veintiún minutos y luego salí de la habitación; a las cinco de la mañana abordamos el auto y empezamos el trayecto; el cual estuvo bastante tranquilo; llegamos al lugar diez o quince minutos antes de la hora de apertura.

Pero en esta ocasión no fueron tan puntuales; llegaron las seis y cinco y aún no se veía nada; además, una indigente se había acercado al auto -creo que con la intención de cobrar por parquearnos en el lugar-; por fin llegaron un par de personas, esperé a que Rb ingresara al lugar e inicié el viaje de regreso.

El tránsito de vuelta no estuvo tan mal como la vez anterior -según Rb se debe a que ya no hay clases en la mayoría de los colegios- y cinco minutos antes de las siete estaba parqueando el auto frente a la casa de Rb.

Como faltaba una hora para la primera reunión del día pensé que aún podía tomar una siesta; pero los perros estuvieron entrando y saliendo; por lo que nomás estuve dormitando durante menos de media hora.

Cuando la alarma sonó me levanté y entré a la reunión de equipo; la cual estuvo, como el día anterior, bastante ligera; según el desarrollador principal iban a liberar en el transcurso del día; pero, igual que el día anterior, no volvió a suceder.

Almorzamos una sopa de hígados de pollo que Rb había preparado el domingo -yo había preparado media taza de arroz a las nueve de la mañana-; el resto de la tarde transcurrió igual: caminata de perros, té, café, y un poco de Expediente Hermes.

A las cinco nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; caminamos hasta el más alejado y luego retornamos al mercado que queda a mitad del camino; allí compramos un poco de bananos; yo también compré una bolsa de marshmellows y Rb compró un panqué de Bimbo, para obsequiármelo.

Y a ver cómo sigue eso... 

viernes, 7 de noviembre de 2025

Lluvia de Noviembre y Noviembre sin tí... November rain and November without you... La pluie de Novembre et Novembre sans toi...

El penúltimo mes del año empezó el sábado pasado; trágico porque, de acuerdo a nuestra legislación laboral, es un día de asueto; pero no es flotante, o sea que si cae en un fin de semana está 'perdido'; menos -claro- para los burócratas, ellos sí tuvieron libre el lunes.

Y este mes está algo raro: o quizá más normal que otros años; unas semanas antes anunciaron una serie de dieciseis frentes fríos -la verdad, no tengo muy claro qué significa eso- y el lunes tres de noviembre amaneció un ambiente bastante gris.

O sea, el cielo completamente encapotado y durante casi todo el día estuvo soplando un viento bastante más fuerte que el normal; al parecer estos dos últimos meses del año se parecerán más a los de la antigüedad: fríos y ventosos.

Ayer estaba pensando en las dos partes del título de este texto: para mi generación el tema de Guns N' Roses fue icónico, o sea, los adolescentes de la generación X nos emocionábamos cuando veíamos en la TV -o escuchábamos en la radio- el mismo.

Esa es la primera parte, la segunda es una canción más o menos con el mismo sentido, pero de una banda mexicana; creo que surgió una situación chistosa cuando muchos empezaron a -irónicamente- confundir -o mezclar- ambos temas.

When I look into your eyes
I can see a love restrained
But darlin' when I hold you
Don't you know I feel the same?

Nothin' lasts forever
And we both know hearts can change
And it's hard to hold a candle
In the cold November rain

Porque te extraño desde aquel noviembre
Cuando soñamos juntos a querernos siempre
Me duele, este frío noviembre
Cuando las hojas caen a morir por siempre

Noviembre sin ti es sentir que la lluvia
Me dice llorando que todo acabó
Noviembre sin ti es pedirle a la luna
Que brille en la noche de mi corazón, otra vez

Y a ver cómo va eso... 

El martes -después de la debacle del día anterior- me levanté con el firme propósito de mejorar en mi desempeño laboral; la noche anterior había cambiado las alarmas diarias para levantarme -así como todos los martes y jueves siguientes- a las siete y media.

Como venía de ocho meses -desde marzo- de levantarme una hora antes me desperté temprano; pero seguí en la cama hasta que la alarma sonó; entonces me levanté a meditar, y, luego, a entrar a la reunión de las ocho.

La reunión estuvo normal; pero después, y por primera vez en muchos muchos meses, me pasé las siguientes cuatro horas trabajando de forma ininterrumpida; o sea, desayuné trabajando, poniéndome al día con lo que no había estado haciendo durante la última semana.

Ni siquiera paré para las lecciones matutinas de Duolingo: las hice cuando fuí al baño a media mañana; tampoco estuve dormitando en la cama, ni leí nada fuera de cuestiones laborales; creo que la mañana fue bastante productiva.

Al mediodía almorzamos lo mismo que el día anterior: pollo guisado, arroz y aguacate; acompañado con refresco de rosa de Jamaica; habíamos sacado a los perros antes del almuerzo; luego tomé media hora -por mi hora de almuerzo- para avanzar un poco en Expediente Hermes.

Por la tarde le bajé un poco al ritmo laboral; pero, aún así, contacté al programador que más ha ayudado al equipo local, para revisar un fallo que estaba teniendo en la aplicación; al final de la tarde actualicé el tracking de las tareas -lo que había dejado descuidado durante los días anteriores-.

A las cinco -por el nuevo horario laboral- nos dirigimos con Rb a los supermercados en dirección norte; ella necesitaba unos aros nuevos -compramos anteojos baratos para utilizar los aros con nuestros lentes prescritos-; también compramos un poco de bananos en el otro supermercado.

Cuando retornamos vi que tenía un mensaje en whatsapp de la amiga con la que me reuní el mes pasado -luego de visitar a mi amigo voluntario-: quería que le ayudara con un formulario de Excel; el archivo estaba protegido y no le permitía imprimir correctamente cierta información.

Había hecho esto en mi trabajo anterior por lo que realicé la búsqueda en Internet y le envié el archivo desprotegido; luego tomé la cena que he estado consumiendo últimamente: un banano, un poco de papaya y una galleta con frijoles; después me metí a la habitación a empezar el libro de la línea que antes leía entre cada línea -ahora es francés y portugués-: How to think about money.

El miércoles le bajé un poco al ritmo de trabajo que había mostrado la mañana del día anterior; antes de la reunión diaria hicimos la rutina de los miércoles, luego, la ducha; Rb realizó su visita semanal al supermercado ese día: al siguiente quería ir al hospital en donde había pagado ya una consulta con la ginecóloga.

Por la tarde fuimos convocados a una reunión con el supervisor del Imperio del Norte; hizo una reunión express antes de presentarle resultados a su jefe -o algo así entendí-; lo bueno es que yo había revisado, con el analista que mejor me cae, la inviabilidad de un par de mis tareas.

La reunión no estuvo tan mal; o sea, al inicio insitió en seguirme cuestionando sobre las tareas que había marcado como bloqueadas; pero, cuando le expliqué que no quería apagar servidores de forma remota, nomás las marcó como N/A. 

Al final de la tarde, después del horario laboral, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur;  como ya habíamos realizado la rutina de ejercicios en la mañana no planeábamos llegar hasta el más lejano; pero al final sí, allí compramos sal de cocina y yo compré un litro de Incaparina; que pienso utilizar en el desayuno del Domingo con mi hija mediana.

Y esta semana tuve dos incidentes en mi práctica diaria de meditación; el miércoles fue por la noche: me había retirado a mi habitación a leer un poco de Expediente Hermes -el libro de ciencia ficción en Español que había empezado a leer-; luego inicié los veintiún minutos de meditación; pero estos fuero interrumpidos por un quejido de la perra más anciana de Rb.

La perra ha dormido en la sala desde hace muchos meses -durmió en la habitación de Rb por mucho tiempo- y, a veces, se comporta de forma rara; escuché a Rb salir de su habitació y sacarla al patio; luego, un poco más tarde, escuché otro par de quejidos de la perra.

Aunque estaba meditando me dije que seguramente iba a ser interrumpido; y, efectivamente, un poco después Rb abrió la puerta para comentarme lo sucedido; y que no sabía porqué se había quejado la perra en el patio.

En alguna otra ocasión mi meditació había sido interrumpida -quizá en tres o cuatro veces en el último año- y simplemente reiniciaba el contador de tiempo del celular; en esta ocasión no lo hice: creo que ya llevaba más de diecinueve minutos; nomás lo día por terminado.

El jueves tenía la alarma del celular para las siete y media; por el cambio de horario la primera reunión es -durante los próximos cuatro meses- a las ocho de la mañana; pero me desperté a las siete: a esa hora Rb entró a la habitación a avisarme que salía hacia el hospital en el centro histórico.

Me quedé dormitando en la cama y me levanté, a meditar, a las siete y media; luego entré a la reunión; en la misma anunciaron que durante el día  se estaría liberando una nueva versión de la aplicación que debemos probar.

Como el día anterior habíamos ya presentado los avances finales de la ronda anterior -el supervisor incluso terminó con un 'Good Job'- la ejecución de tareas fue casi nula en todo el día; Rb m escribió un poco antes del mediodía para contarme sobre su consulta.

Y lo más notable de la misma fue la confirmación de que tendrá que someterse a una cirugía para la extirpación de una masa en el útero -y un par de miomas que surgieron cuando empezó a tomar pastillas anticonceptivas-; vino a casa un par de horas más tarde.

Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección norte; en el más alejado -en donde tomamos los buses intermunicipales- compramos un poco de pan; luego, en una panadería del camino, compré el pan para mis desayunos. 

El viernes fue el  segundo incidente de mi práctica de meditación: al parecer Rb le agregó un ingrediente extra a los almuerzos de esta semana -comino, me parece- y eso me provocó algunas molestias estomacales desde el lunes.

Pero no habían estado tan serias; era más como una incomodidad abdominal; y, me parece, estuve yendo al baño en dos -o hasta tres- ocasiones en el día -usualmente es nomás una vez-; el viernes fue diferente.

Me desperté un poco antes de que sonara la alarma -la hora para levantarme estos días es a las seis y veinte- con un brazo completamente dormido; logré conciliar el sueño nuevamente y me levanté cuando sonó el celular.

Empecé a meditar pero me empecé a sentir realmente mal del estómago; aún intenté hacerme el valiente y continuar con la meditación, pero no pude: tuve que levantarme y acudir al baño; luego -de una pausa de cinco o seis minutos- retorné a meditar los últimos siete minutos, para completar el ciclo.

Después desperté a Rb y preparé las computadoras: enciendo la del trabajo para estar listo para entrar a la reunión tan pronto como salgo de la ducha, enciendo la personal para poner audios en portugués -y me calzo los audifonos blue tooth- y enciendo la de Rb pues allí es donde ponemos los videos con las rutinas de ejercicios.

Rb se levantó algo nostálgica porque se empezó a dar cuenta de las dificultades logísticas que conllevará su operación; incluso antes de empezar la rutina me empezó a cuestionar sobre mi compromiso para ayudarla mientras se recupera; mi respuesta: hablemos en otro momento.

Pero después de la segunda pausa de la rutina -faltando el último grupo de ejercicios de kickboxing y los de estiramiento (o sea, unos doce minutos)- se metió al baño -a llorar, creo-; la esperé un momento, pero luego nomás cerré el reproductor de videos.

Cuando salió del baño entré a la ducha y, después, a la reunión diaria del equipo; la cual estuvo igual de tranquila que el día anterior: el nuevo release no había sido instalado como estaba previso, y el desarrollador principal indicó que tampoco ocurriría en el día, que tendríamos que esperar hasta el lunes.

O sea, me tocó que pasar, otra vez, todo el día sin ninguna actividad laboral; al mediodía preparamos el almuerzo tradicional del último día laboral: pescado frito y ensalada de lechuga, zanahoria, manzana verde y aguacate; como habíamos sacado a los perros antes del almuerzo nomás esperé un poco antes de lavar los trastes del día.

Un poco antes de las tres preparé un café instantáneo para mí y un té de manzanilla para Rb; la tarde laboral terminó sin ningún contratiempo; hice la limpieza a las cuatro y media y, a las cinco, sRb me pidió que la acompañara a comprar uvas -en una tienda en dirección norte-; aproveché para comprar un par de pliegos de papel de regalo.

Por la noche estuve viendo el final de una película de Sylvester Stallone que había empezado a ver al principio de la semana: A bullet to the head; después acompañé a Rb mientras veía algunas de sus series.

Y a ver cómo sigue eso...

martes, 4 de noviembre de 2025

La última decisión... The last decision... La dernière décision...

Nunca me cayó bien Kahneman; o sea, un -judío- súbdito británico -nacido en Palestina, cuando aún era un protectorado de ese imperio- que se convirtió en un académico de la psicología y ganó el premio Nobel de economía -igual, no confío mucho en esos galardones-.

Empecé a leer Thinking, Fast and Slow hace unos años; pero no pasé de los primeros capítulos; no recuerdo el motivo por el que no lo completé; hay autores que me generan animadversión y me cuesta separar al autor de su obra.

Pero uno de estos días en la lista de artículos que Google me presenta en el navegador de mi celular apareció -nuevamente- algo relacionado con este personaje;  el título estaba en tiempo presente, pero recordé vagamente que había leído algo sobre su muerte no mucho tiempo atrás.

Entonces entré a Wikipedia y confirmé que, de hecho, murió a principios del año pasado; pero, también, encontré que a principios de este año había vuelto a ser noticia pues se había divulgado que había muerto por suicidio asistido.

Resulta que la persona con la que escribió ese libro que dejé a medias había publicado un artículo en el WSJ: este periodista rememoraba los últimos días de Daniel, quien estaba en una relación con la viuda de la persona con la que desarrolló la mayor parte de sus teorías.

Cuenta que fueron a París, tuvieron días de gozo y luego se dirigieron a Suiza, en donde el suicidio asistido es completamente legal; el señor acababa de cumplir noventa años y temía que los riñones ya no le funcionarían mucho y que la memoria empezaba a fallarle.

Y entonces, tomó la última decisión. 

El viernes retorné al trabajo -después del segundo día de vacaciones del mes-; el dia anterior había visto algunos mensajes y la situación no se veía nada esperanzadora: habían estado teniendo problemas con la última actualización, e incluso con alguno de los equipos.

EL día empezó con la rutina de ejercicios de los viernes, luego ducha, y después la reunión diaria; después de la misma me hice el firme propósito de avanzar en las tareas que tenía pendientes; pero no, aún tuvimos que esperar hasta el mediodía para que la versión se estabilizara.

Yo envié un correo al inicio del día informando de las dificultades que tenía con el equipo al que no podía acceder; incluí a mi supervisora local, al que está en el Imperio del Norte y al PM; pero no sirvió de mucho; en todo caso, un poco después del mediodia se veía un poco mejor la situación.

Con Rb cocinamos el pescado de los viernes -ya hacía algunas semanas que no consumíamos pescado en este día de la semana- y, después del almuerzo, sacamos a caminar a los perros; después lavé los trastos y preparé un té -de manzanilla- y un café.

Después de las dos de la tarde -almuerzo- ya no avancé casi nada, consolándome con la intención de hacer algo el fin de semana; por la noche empecé con la última parte -de dos únicamente- del libro en español: Yo siempre seré yo, a pesar de tí.

El sábado me levanté a las seis y media, medite y luego me metí a la ducha; salí con el tiempo justo para llegar a la hora esperada a la cafetería en la que usualmente invito a desayunar a mis amigos y conocidos; en esta ocasión se trataba de mi único amigo de la facultad.

Llegue un poco antes de las siete y media al lugar; el cual estaba bastante vacío; el tiempo estaba bastante gris; aunque aun no estaba lloviendo se sentía la humedad en el ambiente; mi amigo llegó un poco más tarde, con ropa de lluvia, pues anda en moto.

Le entregué una bolsa de ziplock con diez bolsitas de té de jazmín y compramos un par de desayunos; lue nos estuvimos una hora y media entre desayuno y conversación; al parecer está por empezar a trabajar con su sobrino -como residente de obras, entendí-.

Sigue en conflictos con su hija mediana -que se gradúa este año-, con su hija mayor -quién volvió a casa luego de un matrimonio de un par de años- y con su esposa, por -creo- aliarse con sus hijas en los conflictos filiales.

Con el único que se consuela es con su hijo mediano: está en el segundo año en la facultad y, al parecer, es un estudiante exitoso de la ingeniería en informática; además, es el único con el que puede comunicarse de buena forma.

A las nueve y veinte -había puesto la alarma de mi celular- le indiqué a mi amigo que me retiraría y salimos del lugar; en el parqueo aún me preguntó sobre el sello del ticket del parqueo, pero a mí nunca me habían dado de eso.

Vine a la casa de Rb a las nueve y media y nos dirigimos a PriceSmart; mis hijos mayor y menor me habían enviado un listado de algunos consumibles para el departamento; también quería comprar galletas dulces y saladas.

El viaje al supermercado se realizó sin contratiempos; pero, cuando apague el automóvil temí que no arrancaría nuevamente -como la semana anterior-, pues ví que el indicador de millas recorridas no se apagaba -al parecer es lo normal-.

Incluso consideramos, con Rb, comprar un dispositivo para arrancar el automóvil cuando la bateria está descargada -lo vimos en el lugar, y costaba como cien dólares-; al final llenamos la carreta -esta vez sí teníamos una lista algo cargada-, pagamos y retornamos al auto; mientras yo iba a dejar la carreta Rb encendió el auto.

Pero cuando regresé, lo apagué; afortunadamente arrancó sin ninguna dificultad, o sea, fue una falsa alarma; retornamos a casa y almacené las compras que llevaré a mis hijos a mediados de mes; también realicé los depósitos a Rb y el mantenimiento del departamento.

Por la tarde terminé de leer el libro en Español; y me pasé casi toda la tarde viendo videos de Youtube; al inicio de la noche empecé a ver una serie que Rb me había recomendado unos meses atrás: The Assassin; creo que la recomendación fue porque uno de los protagonistas actuaba en la serie del doctor autista.

El domingo me levanté a las seis y media y realicé la misma rutina que el dia anterior; y llegué a la misma cafetería del día anterior a la misma hora; y un poco antes de la hora acordada mi doctora me escribió: apenas estaba saliendo de su casa.

Como vive en el centro histórico me imaginé que tendría que esperarla quince o veinte minutos; pero fue más: un poco más tarde me envió una fotografía del estado del periférico; estaba completamente detenido.

Ví Waze y noté un accidente en la ruta; pero más tarde -llegó con más de media hora de atraso- me comentó que, al parecer, habían cerrado una parte del periférico por un evento de ciclismo; cuando llegó ordenamos dos desayunos típicos.

Y nos estuvimos un poco menos de una hora entre conversación y desayuno -también me regaló un llavero y un magnético para el refrigerador, de su viaje el mes anterior a España-; yo había visto en sus estados de Whatsapp -y me había comentado un par de meses antes- su asistencia a un congreso de medicina laboral en la capital de la madre patria.

También comentamos la finalización de su maestría -con una universidad Chilena- sobre ese mismo tema; se tardó más de dos años en presentar la tesis, pero todo fue concluido casi al mismo tiempo que el viaje a Europa.

Y luego se quedó con un sentimiento de pérdida de rumbo: a sus treinta y siete años no sabe qué otro objetivo plantearse, para continuar avanzando en la vida; nomás tiene claro que quiere dejar la casa materna.

Cuando la alarma del celular sonó -la había programado para las nueve y diez- le indiqué que debía retirarme -Rb me había llamado un poco antes para pedirme que pasara a la ferretería donde usualmente nos proveemos, a comprar una unidad filtrante-; además a ambos nos dieron un ticket en el parqueo, que debíamos sellar para salir del parqueo.

Eso último estuvo raro y sospecho que hay gente que se aprovecha del espacio de parqueo para dejar su automóvil sin consumir en el negocio; o sea, el ticket decía que después de hora y media cobrarían dos dólares por cada hora; y fue la primera vez que me enteraba.

Al final nos sellaron el ticket y no hubo ningun problema para abandonar el lugar; pasé a la ferretería a comprar la unidad filtrante -treinta dólares- y luego retorné a casa de Rb; quien me estaba esperando para acudir a los supermercados en dirección sur.

Y es que debíamos de proveernos de pollo para preparar los almuerzos para la semana: pollo guisado; tomamos la mochila con aislante térmico y caminamos hasta el supermercado más alejado; allí compramos varias libras de pollo.

En el otro supermercado compramos lechugas -acompañaremos el pollo con ensaladas- y un poco de bananos; en el supermercado Rb saludó a una anciana que vive en la esquina de la otra calle y, cuando caminábamos de regreso, me comentó que había crecido con los hijos de la misma.

Lo interesante fue que volvimos a encontrar a la misma señora en la tienda de la esquina; ellas se pusieron a conversar un rato -hablando sobre la vida actual de las personas con las que Rb pasó parte de su adolescencia- y yo nomás esperé a que terminaran.

El día anterior Rb había preparado empanadas de pollo utilizando una masa de plátanos verdes en lugar de masa de maíz; y había preparado unas tortillas para el almuerzo del domingo: las cuales doró en aceite de oliva y las acompañamos con guacamol y el mismo relleno de las empanadas.

Por la tarde estuve leyendo un poco del libro de francés -L'anomalie- y viendo muchos videos de Youtube; a las cuatro de la tarde pelé y corté en cubos las papas que habíamos comprado por la mañana.

También corté en cuadros el chile pimiento, majé cuatro dientes de ajo y piqué en trozos muy finos un par de ramos de culantro; le entregué todo lo preparado a Rb y ella preparó las piezas de pollo y lo puso todo a hervir en una olla.

Al inicio de la noche me dí cuenta que era el segundo día del mes y no había realizado lo que acostumbro el día anterior: cambiar la ropa de cama; quité el cubrecolchón, la sabana, el edredón y la funda de la almohada y saqué un juego nuevo del armario.

Además, como se cumplía ya un año desde que habíamos comprado la unidad filtrante anterior, después de tomar una cena ligera, empecé a preparar el cambio de la misma; lo que no recordaba era que se debe realizar una lavada completa del ecofiltro.
 
Por lo que Rb salió de su habitación -faltaba una hora para su clase de teología- y procedimos con la operación que realizamos cada seis meses: vaciar el filtro, reservar agua para el lavado, y desarmarlo; entonces Rb lavó toda la parte exterior y yo lavé el nuevo; luego lo dejamos secando.
 
Mientras todo se secaba intenté avanzar un poco en una tarea de mi trabajo, me conecté a un par de máquinas en el Imperio del Norte; pero, al parecer, el procedimiento que debía probar no estaba operativo; por lo que nomás tomé un par de capturas de pantalla evidenciando el fallo.
 
A las siete y media Rb entró a su clase de teología; la misma tarde un par de horas y, en el ínterin, terminé de documentar el fallo, envié el correo a mi supervisor -copiando a mis tres compañeritos, mi supervisora local y el PM- y después, ví un poco de The Assassin.
 
El lunes me levanté a las cinco y veinte; no me dí cuenta que era el primer día después del cambio de horario en el Imperio del Norte; o sea, hubiera podido dormir una hora más: fue hasta las siete, que entré a la aplicación en la que nos reunimos que ví que había sido reprogramada para las ocho.
 
Así que, con el cabello aún mojado -por la ducha post ejercicios- me volví a meter a la cama y me quedé allí por otros cuarenta y cinco minutos; estuve realmente dormitando, pero sentí que me cayó bien.
 
Después de las reunión -y durante casi todo el día- volví a la cama; o sea, el supervisor había contestado a mi correo con la indicación que reportara un fallo e indicándole al analista que trabaja con él que preparara otro par de equipos y me ayudara con las tareas, pero no ví ninguna respuesta de este último.
 
Entonces, me pasé casi toda la mañana en cama; entre Duolingo, lectura y dormitar; al mediodía almorzamos la primera -de cuatro- de las porciones de pollo guisado que preparamos el día anterior.
 
Por la tarde continué sin avanzar en el trabajo; me llamó la atención que no hubo reunión al mediodía, pero no me preocupé del hecho; me imaginé que mi supervisor andaba en tareas más serias.
 
Después de preparar té y café retorné a la cama, a leer la primera parte del siguiente libro en Español: Expediente Hermes; un relato de ciencia ficció que se ganó algún premio en Europa; mientras estaba en cama escuché un par de notificaciones de la computadora pero no les dí importancia.
 
Y realmente la tenían: la primera era de mi supervisor, pidiéndome acceder a una llamada, también me había escrito uno de los analistas y mi supervisora; al final se habían reunido los tres y un tema principal -creo- era por qué yo no había seguido las indicaciones recibidas más temprano.
 
Total que entré con quince minutos de retraso a la reunión -el analista incluso me había escrito al whatsapp-; después de la reunón mi supervisora me escribió para indagar más sobre mi mal proceder; le indiqué que lo que había reportado se había resuelto; pero que entendía que debía haber notificado del hecho.
 
Nomás me dijo que lo tomara como una lección aprendida; y entonces me pasé el siguiente par de horas -o tres horas- tratando de ponerme al día con el trabajo; estuve en eso hasta la noche.
 
Y es que, la verdad, me fastidia sentir que no rindo en mi trabajo; o sea, es bien frustrante probar las mismas cosas y encontrar los mismos errores; pero, al final, es el trabajo que he estado haciendo; o la misma naturaleza de mis funciones, durante más de una década; y, generalmente, no me ha pesado.
 
Y a ver cómo sigue eso...