La verdad es que me está preocupando la situación con el automóvil este año: en enero un choque con otro auto; hace un par de meses llamar a una grúa porque no arrancaba; y, el domingo último, un derrape (en el paso a desnivel para entrar al boulevard) que terminó en la defensa frontal partida y una rueda dañada.
Afortunadamente siempre uso cinturón de seguridad; pero el daño al auto es bastante extenso y este mes sobrepasaré mi presupuesto por un gran margen (también estoy cubriendo el costo de la lavadora/secadora del departamento de mis hijos).
Y me ha hecho incluso sopesar la conveniencia de seguir manejando; pero creo que es irreal negarme a hacerlo: vivo en la periferia de la ciudad y el transporte es bastante ineficiente.
Así que ni modo: a ser más consciente a la hora de conducir y a tomar las cosas con calma; al final todos vamos a morirnos, pero lo mejor es tratar de vivir cada día lo mejor que podamos -o al menos eso creo-.
Y a ver cómo va eso...
El domingo pasado, después del mediodía, transcurrió más o menos en la misma forma que los anteriores: no me gustó: me pasé un par de horas tratando de no dormirme en mi habitación; ni leí ni nada. En la noche me dije que debo preparar un horario como el que preparaba cuando mis hijos pasaban los sábados conmigo: dosificar actividades.
El lunes me levanté a las siete y media; entré a la reunión y luego continué trabajando -y dormitando- en cama; hasta después de las nueve; el trabajo ha estado bastante tranquilo.
Por la tarde, después del horario laboral, hicimos la rutina de ejercicios de los lunes; por la noche estuve viendo el tercer capítulo de Lionness y otro capítulo de The Old Man.
El martes me levanté a las seis y media pues quería avanzar un poco en mis tareas antes de entrar a la reunión diaria; revisé algunos detalles de la app que estamos probando pero no pude aclarar mucho.
Después de la reunión me quedé dormitando en la cama; salí de la habitación a desayunar después de las nueve; el resto de la mañana estuvo bastante tranquila: me puse a dividir las 2240 preguntas que tengo en veinte archivos y empecé a practicar con el primero de ellos.
Por la tarde, luego del horario laboral, fuimos con Rb a los supermercados en dirección norte; en la tienda verde de descuentos compramos un tubo de pegamento acrílico para reparar la bicicleta estacionaria.
La semana pasada -o antepasada- Rb me llamó porque la bicicleta había empezado a hacer un ruido luego de que escuchó que algo se había zafado; el sábado -o domingo, no recuerdo- la desarmé y vimos que el fieltro del freno se había caído.
También compramos bananos en el supermercado que se encuentra en el comercial donde tomamos los buses intermunicipales; y finalmente, en una verdurería del camino compramos tres papayas pequeñas y un poco de culantro.
Por la noche ví el último capítulo de la primera temporada de The Old man y vimos una parte del segundo capítulo de una competencia de pastelería de temporada que hemos visto durante los últimos años.
Me retiré a mi habitación un poco antes de las once y estuve leyendo un poco del libro de No Ficción que acabo de empezar: Play to Learn; un poco después de medianoche estaba empezando a dormirme cuando un zancudo empezó a zumbar cerca de mi oído.
Me levanté para tratar de atraparlo pero no pude verlo; volví a intentar dormirme pero volvió el zancudo; total que pasé muy mala noche: traté de dormir bajo las sábanas pero estaba muy incómodo; incluso escuché cuando Rb se levantó a alimentar a su perra a las tres de la madrugada.
El miércoles me levanté a las siete y media -de mal humor-; medité y luego tomé la computadora del comedor a la cama para entrar a la reunión; en la que no participé pues el project manager se dedicó a revisar -con el programador más antiguo- el estado actual de varias tareas.
Después de la reunión me quedé haciendo Duolingo en la cama -ayer terminamos el reto semanal con Rb- y después estuve leyendo un poco de Play to Learn; afortunadamente no me dormí porque no recordaba de mi reunión quincenal con mi supervisora.
La reunión estuvo tranquila: me comentó cómo estuvo la reunión del día de ayer con el Director del área -vino del Imperio del Norte y ‘rifaron’ lugares para asistir a la reunión general (yo no salí elegido)- y luego conversamos sobre la última actividad del evento de ciberseguridad que concluye este viernes.
Después de la reunión terminé de leer la parte actual de Play to Learn y continué con el de francés en turno: Comme un long accident de char; también me puse a reparar la bicicleta: le apliqué pegamento a la pieza de fieltro y a la base plástica; dejé reposar diez minutos y luego los aseguré con una llave de tubo y un alambre.
Además ayudé con el almuerzo: piqué papas y culantro para el menú del día: Pollo en crema con loroco; al final de la tarde -luego del horario laboral- realizamos con Rb la rutina de ejercicios de los miércoles.
El jueves; después de meditar y entrar a la reunión diaria -en la cual no participé pues únicamente han estado revisando las tareas más prioritarias- me quedé en cama haciendo Duolingo y leyendo; a las nueve salí pues Rb salía hacia su visita semanal al mercado del centro histórico; durante estos últimos días he estado trabajando en -la depuración, randomización de respuestas y separación en veinte archivos de- las más de dos mil preguntas de Product Owner, CEH, CompIT y CF.
Por la tarde, después del horario laboral, fuimos a los supermercados en dirección sur a comprar bananos (también pasé a la panadería a comprar pan para mis desayunos del fin de semana); por la noche vinieron a dejar el par de raquetas que adquirimos en Línea (matazancudos, que supuesteamente los atraen con luz ultravioleta) (veinte dólares ambas).
El viernes prometía ser un día interesante: habíamos programado la reunión con la que concluiríamos el evento de ciberseguridad que hemos tenido por tres meses: se trataba de una sesión de la versión libre de una plataforma similar a Kahoot.
Pero, la PM (quién se había ofrecido a dirigir la reunión) informó el día anterior que estaría en un par de días de certificación; que ya había hecho arreglos para ausentarse esa hora pero que enviaba el contenido en caso que hubiera alguna dificultad.
La reunión diaria estuvo igual que los últimos días: únicamente los devs presentaron sus avances en las tareas más prioritarias; a las diez me reuní con el analista más joven -y más inteligente, creo- y revisamos un poco de código -en lo que debo mejorar aún-.
A las once tuvimos la reunión del evento de ciberseguridad y todo marchó sobre ruedas: de los doce convocados únicamente una persona no pudo asistir -estaba en una reunión de trabajo- y, por fin, dimos por concluido el evento.
Ahora nomás toca realizar un par de actividades de cierre: una encuesta de satisfacción y un informe de lo realizado; y el cinco de diciembre -día en la que nos han convocado a la reunión del equipo de fin de año, en el parque temático más grande de la ciudad- entregaremos los certificados de participación y el premio al campeón.
Por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los viernes; el día anterior había terminado de ver el capítulo de Lionness que tenía pendiente, el viernes por la noche traté de ver Alien: Romulus y un poco de Cross; pero no avancé mucho en ninguna de ambas.
La verdad me estaba sintiendo bastante soñoliento -hice un gran esfuerzo para no dormitar-; y luego, casi a medianoche, me costó conciliar el sueño -luego de meditar y leer la mitad de la última parte de Comme un long accident de char-; afortunadamente la respiración abdominal vino al rescate.
El sábado me levanté a las seis menos cuarto; había planeado meditar, luego hacer un poco de Duolingo, luego bañarme y, después, meterme a la cocina a preparar el desayuno al que había invitado a mi amigo asiático con rasgos de autismo.
Realicé las actividades de acuerdo a lo planeado y a las siete estaba terminando de lavar los trastos que utilicé para preparar el desayuno: omelette de embutidos, champiñones y chile pimiento; frijoles refritos, platanos fritos, tomate rodajado, salsa de tomate, crema y café con pan.
A esa hora me dí cuenta que mi amigo me había escrito cinco minutos antes de las siete -hora convenida-; comentándome que estaba por salir de su casa, que vendría como a las siete y cuarto; y, efectivamente, un poco después de las siete me llamó de garita para confirmar el apellido de Rb; luego nos pasamos las siguientes cuatro horas entre desayuno, revisión de aplicaciones en su computadora y conversación -aunque es difícil caracterizar esto último: mi amigo habla y habla sin parar; apenas puedo introducir unas palabra o una corta frase durante esas cuatro horas-.
A las diez le comenté que a las once -como siempre- saldríamos con Rb de casa; quince minutos antes de esa hora -tenía una alarma- le comenté que podía pedir su Uber y salimos hacia la garita; el auto ya estaba esperándolo -a una cuadra de distancia- y corrió al mismo; con Rb fuimos al supermercado más cercano en dirección sur a comprar pollo para el almuerzo.
Después del almuerzo me puse a bajar algunos libros en francés pues hoy termino el actual; un rato después mi amigo me escribió para comentarme que tendrá que venir mañana a la colonia pues olvidó su ID en garita.
Por la tarde me costó nuevamente no dormirme -por haberme levantado antes de las seis de la mañana-; me puse a buscar libros en francés para continuar en esta línea y bajé dos o tres que encontré en una lista al final del actual; por la noche terminé de leer Comme un long accident de char; continué con Everybody Lies y me dormí antes de media noche.
El domingo me levanté a seis de la mañana; había dejado la alarma para esa hora considerando que nomás quería meditar, hacer un poco de Duolingo y bañarme antes de dirigirme al desayuno programado con mi doctora.
Todo fue bien en la mañana y llegué al restaurante cinco minutos antes de la hora prevista (siete de la mañana) incluso aún no habían abierto el restaurante; a las siete lo abrieron y entré a esperar a mi amiga.
La doctora llegó unos minutos más tarde y nos pasamos las siguientes tres horas y media entre conversación y desayuno; en general, a sus treinta y seis años, aún busca un camino vital; entre pareja y estabilidad familiar.
A las diez y media nos despedimos e inicié el retorno a casa; había estado lloviznando durante una buena parte de la mañana y, al tomar el paso a desnivel frente al lugar en donde usualmente tomamos los buses intermunicipales, el auto derrapó y le fuí a pegar al bordillo de la pared.
El golpe fue bastante fuerte -creo que tampoco iba a una velocidad adecuada- pero afortunadamente traía cinturón de seguridad; afortunadamente -también- no había ningún vehículo al frente o detrás; porque hubiera sido bastante aparatoso el resultado.
Salí del lugar pero escuché que la llanta delantera derecha hacía un ruido raro; temí que hubiera explotado el neumático por lo que conduje a muy baja velocidad (debajo de los diez kilómetros por hora) y me subí a la banqueta a un par de calles.
Bajé a revisar y afortunadamente la llanta no había explotado; me imagino que la flecha (o rótula, o lo que sea que sostiene a la llanta) se torció (o rompió); me subí al auto y seguí conduciendo; pero la estabilidad estuvo bien complicada; un poco de velocidad y el auto empezaba a irse hacia un lado.
Por suerte pude completar el viaje sin ninguna otra contrariedad -la vuelta en U estuvo bastante complicada- y un poco después estaba estacionándome frente a la casa de Rb; me dí cuenta que tres o cuatro casas antes había un vehículo del ministerio de salud y me pregunté si había alguna emergencia médica.
Rb estaba afuera y me pidió las llaves del auto pues en la guantera mantiene los carnets de vacunación de sus perros y el personal de sanidad en el vehículo andaba vacunando contra la rabia a las mascotas de la calle; sacó a su perra más anciana y la llevó a vacunar; luego me pidió ayuda con la perra más gorda y ella se hizo cargo de su perro; no costó mucho llevarlos a que los vacunaran.
Después preparamos alitas; lo que almorzamos, con una ensalada y un poco de caldo; más tarde lavé los trastes del almuerzo y preparé té de manzanilla para Rb y té de menta para mí -lo que consumí con lo último del pan de los desayunos del fin de semana-.
En la tarde le escribí al mecánico -un poco antes le había escrito a mi doctora y a mi amigo que vive al otro lado de la ciudad- para comentarle lo sucedido con el auto y preguntarle sobre su nivel de ocupación estos tiempos: me ofreció venir el martes.
Rb me había preguntado un poco después de que vine si me dolía algo y en ese momento me dí cuenta que me estaba doliendo la parte izquierda del cuerpo (la verdad es que el cinturón de seguridad funcionó de maravilla) y me dí cuenta que tenía una cicatriz cerca de la cintura, en donde el cinturón evitó que saliera volando.
Pasé el resto de la tarde en mi cama, viendo videos de resúmenes de películas y series del canal de Fedelobo -y también dormitando un poco, creo-; un poco después de las cinco y media mi amigo autista asiático vino por su documento de identificación y pasó saludando.
Aún estuvimos conversando un poco fuera de casa pues quería mostrarme el apartamento que fue a ver este día (es en un edificio de diecisiete pisos que el gobierno está promoviendo para brindar oportunidades a personas de escasos recursos); está ubicado un la periferia de la ciudad en el lado norte y su precio es como la tercera parte de lo que me costó el de mis hijos.
Por la noche ví una pequeña parte de una película de Ghost in the Shell -Animé-; las noches anteriores estuve viendo algunos trozos de otras versiones -o variaciones de la misma serie-; también preparé las gelatinas para mis desayunos de los primeros cuatro días de la semana.
Y a ver sigue va eso...