lunes, 26 de agosto de 2024

Días y días... Days and Days... Jours et jours...

El lunes pasado me levanté a las seis y media; medité y entré a la reunión diaria; el resto de la mañana estuve afinando la app de estudio: le agregué código para guardar las preguntas contestadas erróneamente y bajarlas al final del ejercicio -dividí las quinientas preguntas en cinco grupos para facilitar su manejo-. A las once hicimos la rutina de ejercicios de los lunes.

Por la tarde hice un examen online para el certificado previo al que estoy estudiando y obtuve una calificación de 90%; me da esperanzas para el examen del próximo mes; después del horario laboral acompañé a Rb a la tienda, compramos una papaya; que pelé y partí cuando regresamos a casa; a las siete entré a una clase de Educación en Medios, patrocinada por la embajada del Imperio; una decepción realmente, pero ni modo, es lo que hay.

El martes me levanté a las seis de la mañana para avanzar un poco en mis tareas antes de la reunión diaria; luego de la reunión me quedé en cama leyendo un poco del libro de Julio Verne y haciendo Duolingo; un poco después de las nueve me levanté a desayunar.

Después del desayuno estuve resolviendo un par de los archivos de preguntas de la app y viendo un par de scripts de Python para concatenar los archivos con las respuestas incorrectas (al final fueron setenta y dos); luego estuve un rato en la cama de Rb y tuvimos una discusión bien interesante al comentarle sobre mis últimas lecturas de ACT, que aún no tenía claros mis valores y que quería hacer terapia.

Fue una conversación extraña porque parece un tema bastante sensible -se supone que ella estuvo en terapia- y se emociona bastante al hablar de los cambios que produce en los terceros la transformación de una persona que acude a terapia; igual surgió nuevamente el par de conflictos -desavenencias realmente- que hemos tenido en las últimas semanas; pero al final nomás me quedé más pensativo que de costumbre -que ya es bastante-.

Un poco después del mediodía la amiga de Rb -nuestra editora- le escribió para comentarle sobre las ‘regalías’ de los seis libros de orto-caligrafía que elaboramos hace como seis años -se supone que al final imprimieron nomás cinco- y el resultado fue este: después de todo este tiempo nos tocan ochocientos dólares a cada uno (la editora, Rb y yo); al menos compraré -por fin- una portátil en la que pueda instalar la última versión de Ubuntu.

Por la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur, a comprar bananos, lechugas -y sal y arroz para un experimento culinario que quería hacer Rb-; luego nomás esperé a las siete para la segunda -y última clase- de medios de la embajada del imperio.

El miércoles me levanté a las cinco y media para realizar algo en el trabajo antes de la reunión diaria; estuve revisando algunas tareas y después de la reunión me quedé un rato en cama; a media mañana tuve la reunión quincenal con mi supervisora; me comentó que tenía luz verde con mi propuesta de training en ciberseguridad; a principios de semana la pm más nueva me había contactado para ofrecerse como soporte y este día el programador que ha ido a todas las reuniones informales hizo lo mismo.

A las once realizamos la rutina de ejercicios; he estado avanzando un poco en mis lecturas -ya solo un ciclo de The Seven husbands of Evelyn Hugo- y he dedicado bastante tiempo a mi preparación para el exámen de Professional Scrum Product Owner I: este día extraje las respuestas incorrectas del examen de PSM (cinco preguntas) y del de PSPOI (veintitrés preguntas) y las agregué al archivo con las otras quinientas cuarenta y nueve.

Además, el día anterior había metido todas las respuestas incorrectas que había obtenido después de haber revisado las quinientas un par de veces (setenta y dos) y me había enfocado en mejorar mi comprensión de las mismas.

Después del horario laboral fuimos con Rb a los supermercados en dirección norte: ella tenía que reponer un colador que había quemado un par de días antes -intentó colar arroz caliente y la redecilla de plástico se derritió-; ahora compró uno metálico.

También compró algunas medicinas pues ha estado teniendo ciertas molestias en su aparato reproductor; aprovechando la salida pasamos a una tienda de frutas donde se abasteció de uvas y compramos, en la tienda del boulevard, una papaya para las cenas.

El viernes por la mañana me reuní con el dev y la PM que se ofrecieron a ayudarme con el evento de ciberseguridad que estoy preparando para los próximos tres meses; había previsto media hora pero al final nos tardamos un poco más de una hora en ampliar el contenido y definir algunas fechas para empezar.

Como es costumbre durante las últimas semanas, realizamos la rutina de ejercicios  a las once de la mañana; por la tarde Rb se dirigió a su iglesia pues tenía que participar en una actividad para cumplir con los requisitos del programa de estudios teológicos que retomó hace un par de años -después de tenerlo en pausa por más de tres décadas-.

El sábado me levanté a las siete de la mañana; después que Rb tomara su desayuno nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; no nos tardamos mucho más de una hora; después del mediodía hice veinte minutos de bicicleta estacionaria, luego me bañé y me dirigí al departamento de mis hijos; había quedado en que llegaría por mi hijo menor a la una.

Llegué unos minutos antes de la una; como nos asignaron el parqueo más cercano al portón está bastante fácil el ingreso; subí al séptimo nivel y entré al apartamento; mi hijo aún estaba alistándose por lo que aproveché para lavar los trastes que tenían en el lavatrastos.

Un poco después salió de su habitación y conversamos un momento; le propuse que almorzáramos en el parque recreativo más grande de la ciudad -está a ochocientos metros de distancia-; y nos dirigimos caminando al lugar.

Compramos una pizza y un doble litro de pepsi y buscamos una mesa para almorzar; lo bueno es que el parque es bastante amplio y hay varias áreas exclusivas para ingerir alimentos; después del almuerzo nos estábamos dirigiendo al zoológico del lugar pero retornamos al teatro a ver el musical que presentan varias veces todos los fines de semana.

Después del musical caminamos al final del zoológico; hay una nutria en un pequeño estanque; como ya eran más de las cuatro de la tarde iniciamos el viaje de regreso; en el camino pasamos a una panadería por un pequeño zepelín.

Cuando entramos al apartamento estaba mi hija preparando su desayuno -a sus veintisiete años continúa con muy mala higiene de sueño-; preparé té y compartimos el zepelín entre los tres; luego conversamos sobre la situación en general y cómo podría hacerse el apartamento un poco más confortable; un poco después de las cinco me despedí de ambos y retorné a casita.

El domingo me volví a levantar a las siete; después de desayunar retorné a la cama a hacer Duolingo y a leer un poco del libro de la línea de español: Los escorpiones; después de que Rb tomara su desayuno nos dirigimos al supermercado en donde compramos artículos a granel.

Antes del supermercado pasamos a dos grandes tiendas de artículos chinos; en la primera Rb compró unas coderas y yo compré tres cubos Rubik de 3x3x3; en la siguiente tienda Rb compró unas pesas y un mat de ejercicios, yo no compré nada.

Lo interesante es que Rb había olvidado su tarjeta de débito pero, afortunadamente, yo cargaba efectivo por lo que pude hacerme cargo de estos pagos; en el supermercado extrajimos trescientos dólares de un cajero automático y procedimos con las compras: yo compré comida para los perros de mis papás -en dos semanas voy a su casa- y un par de artículos para mis hijos -parte de su cuota mensual es para consumibles-.

Después retornamos a casa a almorzar; a las tres y cuarto me dirigí a la casa del voluntario que vive en la colonia donde viví por más de una década; pasé por él a las tres y media y nos dirigimos a una cafetería en donde frecuentemente invito a desayunar a mis conocidos.

Aunque en esta ocasión él había invitado: como no había almorzado él ordenó una hamburguesa y yo pedí un café y un pastelito; estuvimos en el lugar un par de horas, entre conversación y comida; además le regalé uno de los cubos que había comprado en la mañana; a las cinco y media lo fui a dejar a su casa y retorné a mi casita.

Por la noche terminé, por primera vez, el repaso completo de las quinientos setenta y siete preguntas que tengo en la app para la preparación del examen de Product Owner -antes lo había dividido en cinco partes-; pero, además, corregí algunas de las preguntas para que se alinearan a la última versión de la guía; me dormí un poco después de medianoche pero al final mi puntuación fue de noventa y seis -nomás veinte preguntas respondidas incorrectamente-.

Y a ver cómo sigue eso...

domingo, 18 de agosto de 2024

El Estudio... The Study... Le Studio...

Creo que -con pocas excepciones- a lo largo de mi vida esta afirmación ha sido veraz: me gusta estudiar; y sí, fui maltratado de niño -de forma muy fea- porque a veces no obtenía las calificaciones que mi madre esperaba; pero bueno, de todos modos me gustó estudiar; y más que estudiar -creo- leer.

Porque incluso le comentaba a Rb un episodio del tiempo que pasé en el Imperio del Norte: acostumbraba leer con mi primer device inteligente -una de las primeras Palm Pilot- y en varias ocasiones alguno de mis compañeros de trabajo me preguntó qué estaba estudiando; mi respuesta: not studying, just reading.

Y he estado pensando esto porque han sido pocas las ocasiones en que me quedado sin involucrarme en un estudio -formal o informal-; la última década ha sido muy buena: un master en ciberseguridad; más de cien cursos en Coursera; algo así en Platzi; y ahora me puse como meta obtener el certificado de Professional Scrum Product Owner.

Estoy tratando de involucrar a una ex compañera de la maestría -que vive en el país donde los ingleses ejecutaron al pirata William Walker- y le he estado enviando, cada dos días, los videos que ChatGPT organizó para dosificar un curso en mes y medio.

Se supone que para la mitad del próximo mes habremos observado todos los videos y estaremos preparados para someternos al examen (una hora, ochenta preguntas, doscientos dólares); pero, he empezado a autoexaminarme diariamente en con el contenido de un libro con más de quinientas preguntas sobre el tema.

Y a ver cómo va eso...

Por la tarde del domingo pasado me embarqué en mi nuevo proyecto: prepararme para la certificación como Professional Scrum Product Owner I; he estado viendo unos videos de un curso de Udemy que bajé hace unas semanas -y la semana pasada involucré a mi compañera de la república al sur de nuestro país con quien llevé la maestría en ciberseguridiad-.

Hace unos días redescubrí un libro que había bajado sobre el tema hacía algunas semanas; es un epub con varios exámenes de muestra para obtener esta certificación; entonces, me puse a trabajar en: convertir el archivo, primero a pdf luego a txt; extraer la información; almacenarla en una base de datos -al final mejor la metí en un archivo json-, y crear una app en react para practicar con las preguntas del libro -son más de quinientas-.

Y eso me pasé haciendo toda la tarde -y parte de la noche- del domingo: con el archivo como txt, primero intenté crear una base de datos en postgresql -pero había que realizar muchas configuraciones en mi máquina con fedora 39-; luego instalé mysql y creé la estructura de las tablas para almacenar la información.

Luego me decanté por json y estuve escribiendo -con ayuda de las cuatro AI- un script en Python para extraer la información del archivo de texto; eso me llevó la mayor parte del tiempo; al final logré limpiar y depurar bastante la información para luego almacenarla.

El lunes por la mañana empecé a escribir una app en React para revisar las más de quinientas preguntas;  y un poco antes del mediodía llegué a un muy buen punto en el desarrollo y lo subí a github para poder practicar en cualquier lugar -con acceso a Internet al menos-

Por la tarde salimos a comprar los ingredientes para preparar una refa para el personal del servicio de extracción de basura; el plan -se me había ocurrido hace algunos meses- era obsequiarlos con un sandwich, un jugo, un par de bananos y un par de bolsas de snacks; lo último lo habíamos comprado hace algunas semanas, y Rb había comprado los jugos hace unos días; este día compramos los bananos, el jamón, las salsas y el pan.

El martes estuvimos pendientes de la hora en la que entraría el camión de la basura; Rb había revisado el número de personas y había concluido que venían aproximadamente seis personas; aunque yo usualmente veo tres (o quizá había más en otras actividades).

Un poco antes del mediodía -cuando el señor de la garita nos avisó- salí con la caja en la que habíamos puesto las seis refas y, como a tres casas de distancia, le pedí al conductor del camión de la basura que bajara y le hice entrega de las refas.

Continué refinando la app para autoexamen: le puse un límite -primero de cinco y luego de tres- al número de preguntas incorrectamente respondidas para repasarlas; luego le puse un límite de tres al número de repasos para facilitar el aprendizaje espaciado; después del horario laboral llevamos a los tres perros de Rb a su vacuna anual -no estoy seguro de cuales- y fue una faena meter a los dos grandes atrás y tratar de controlarlos en la clínica veterinaria.

El miércoles estaba pensando que por alguna razón -tendencia a hábitos- Rb ha estado, desde hace algunas semanas, haciendo ejercicios todos los días; creo que empezó después del viaje a la casa de mi hermano mayor: como no estaba por acá para salir a caminar empezó a ejercitarse también los martes y jueves.

Yo le indiqué que no aumentaría el número de días que hemos estado ejercitandonos desde el año pasado -o más bien desde este año-: no creo conveniente llegar a extremos pues temo el efecto rebote; pero, después de que traje la bicicleta estacionaria, había pensado en realizar ejercicios en la misma los martes y jueves; aunque no lo he hecho religiosamente; creo que -a mis cincuenta y uno- realizar ejercicios, que aceleran la respiración y las palpitaciones, tres veces a la semana es suficiente.

Además, por alguna razón Rb ha preferido que las rutinas de los lunes, miércoles y viernes se realicen a las once de la mañana en vez de a las cuatro de la tarde; lo que me causa cierto conflicto, pues es aún horario laboral.

Llevamos un poco más de una semana de hacer los ejercicios antes del mediodía y el miércoles no fue la excepción; por la tarde, después del horario laboral, salimos a la gasolinera a ver si estaba el camión que vende uvas; no estaba.

El jueves me levanté a las seis de la mañana; era feriado laboral por ser la fiesta patronal dela ciudad; medité y me bañé; luego me dirigí al restaurante en donde nos habíamos citado con mi doctora para desayunar.

Como no había casi nada de tráfico llegué al lugar con quince minutos de anticipación; iba a enviar -como es mi costumbre- un mensaje  avisando que ya estaba en el lugar pero ví que quince minutos antes me había escrito para comentarme que no había sonado su alarma y que estaba alistándose.

Me dispuse a esperar -me imaginé que una media hora- revisando mis correos, jugando un poco de ajedrez, revisando la app de autoevaluación y -finalmente- haciendo Duolingo; estaba a medias con Duolingo cuando se apareció mi doctora; estuvimos las siguientes tres horas en el lugar entre desayuno y conversación -trece dólares-; como a media reunión Rb me escribió porque no se recordaba que iba a salir; ella se dirigió al mercado del centro histórico.

A las once retorné a mi casita y seguí afinando algunos detalles de la app de autoevaluación; Rb retornó al mediodía -me trajo unos enrolladitos de canela- y almorzamos un caldo de hígados de pollo con arroz; por la tarde hicimos ejercicios -Rb bicicleta estacionaria y abdominales y yo únicamente bicicleta estacionaria-; por la noche terminé el libro de programación que estaba leyendo desde hacía algunas semanas (grokking simplicity) y empecé el siguiente de la línea: Ciberseguridad para principiantes.

El viernes me levanté a las seis y media de la mañana; medité y -a las siete- entré a la reunión diaria; el día anterior había trabajado un rato y presenté el resultado de mi última tarea; la reunión estuvo bien escueta pues muchos habían tomado como puente el día.

Por la tarde -un poco después de las tres- vino una de las amigas que Rb conserva del antiguo X; hacía casi un año había venido a visitarla y en esta ocasión la excusa fue que quería probar unas tostadas con salsa que Rb había mostrado en una publicación.

Yo aproveché para darle una de las últimas libras de café que me quedan del viaje a mi últma jornada de voluntariado; también compartí con ella uno de los flanes que preparé el día anterior -con cobertura de dulce de leche- para el sábado.

Un poco después de las seis la amiga de Rb se despidió y continuamos con nuestra rutina diaria; yo no cené pues el día había estado bastante copioso en el tema de comida; por la noche estuve leyendo Vingt mille lieues sous la mer.

Otra: después de más de cuatro años -creo- es posible que veamos un poco de frutos de los más de nueve libros de ortocaligrafía que confeccionamos con Rb -y nuestra editora, e incluso mis hijas- hace ya varios años; al parecer el domingo hablarán con Rb para ver algo de resultados financieros.

Ayer, sábado, me levanté a las ses menos veinte; medité, hice Duolingo y me bañé; luego me puse a preparar el desayuno pues había invitado nuevamente a mi amigo asiático autista; toda la operación del desayuno me tomó cuarenta minutos: a las siete mi amigo se presentó, mientras yo estaba terminando de preparar el café.

Estuvimos las siguientes tres horas y media entre desayuno -y flan-, conversación y un poco de computadoras -él ha traído últimamente su portátil-; también me trajo un mini ajedrez magnético -pensado para viajes- yo había esperado uno de figuras grandes -y estaba dispuesto a pagar por él-, pero ni modo, no siempre las cosas suceden como uno espera.

Otra: un poco después de las ocho mi hija mayor me escribió para que le prestara ocho dólares: tenía que ir a su clase presencial mensual y lo había olvidado -y no tenía dinero para Uber-; la operación estuvo embrollada: le transferí el dinero a una cuenta que ya no usa y me tocó volver a enviar la misma cantidad a la cuenta correcta.

Por la tarde me puse a revisar mi máquina con Fedora 39 pues estuve observando una ralentización general de su operación; al final encontré que hay varios sectores defectuosos en el disco -no es la primera vez que veo esto con máquinas corriendo Linux- y me deprimió un poco el hecho de que deberé -nuevamente- backupear la información para salvar algo; también estuve practicando el exámen PSPOI.

Hoy me levanté a las seis y media -anoche me dije que debo acostumbrarme a esta hora pues de lunes a viernes me ayuda a entrar con tiempo a mi trabajo-; después de meditar volví a la cama a leer un poco -después de sacar (y meter) a la perra más anciana de Rb-; estaaba dormitando y luego puse la alarma para las ocho y media.

Me levanté a preparar mi desayuno y luego hice un poco de Duolingo; antes de llevar a Rb a su iglesia (usualmente salimos de acá a las diez menos cuarto); había un poco de tráfico pero un poco después estaba de vuelta en casa.

Me pasé las siguientes dos horas -hasta que Rb me llamó para que fuera por ella- sacando copia de la información con Fedora 39 y almacenándola en el disco portátil de Rb; además traté de depurar un poco -en la máquina más nueva de Rb- mi disco duro portátil -tiene muchos archivos duplicados-.

Avancé bastante con lo primero pero no con lo segundo -son varias horas de procesamiento por lo que lo realizaré uno de estos días de madrugada-; un poco después de las doce y media Rb me llamó y fuí por ella; luego preparamos las alitas de los domingos; luego tuvimos que esperar a que la lluvia amainara para sacar a caminar a sus perros; en el ínterin revisé dos quintos de las preguntas del exámen y veo que estoy mejorando día con día.

Y a ver cómo sigue eso.

domingo, 11 de agosto de 2024

El final de las vacaciones -otra vez-... The end of the holidays -again-... La fin des vacances -encore-...

Pasé -casi- diez años sin tomar vacaciones y no las extrañaba; en trabajos anteriores -casi siempre con una duración de un par de años- usualmente el fin de un o y el inicio de otro marcaban mis 'vacaciones'; aunque realmente nunca lo disfruté: estar sin trabajo me intranquiliza.

Y por estas fechas mis compañeros bromean acerca de que me paso la mayor parte del tiempo de vacaciones; y no es tanto así pero el año pasado tomé -en total- más de treinta días de vacaciones y este estoy tomando aún más.

El año pasado fueron dos períodos de diez días; este año serán tres -además de los dos jueves adicionales que debo tomar cada mes-; y no es que lo previera de esa forma; de hecho esperaba conservar cinco años como balance, para la hora de mi liquidación: eso hubiera sido un pago adicional de dos meses y medio de salario.

Pero no, el año pasado el área de recursos humanos de la empresa envió un correo electrónico para informarnos que debíamos ponernos al día con las vacaciones atrasadas; y este año mi supervisora me comentó que mi exceso de días de vacaciones estaba afectando negativamente algún indice del departamento.

Según entendí, su jefe le había dicho que debía encargarse de que ese índice volviera a la normalidad: esa es la razón por la que debo estar tomando -hasta que sea necesario- un par de días de vacaciones cada mes -además de los períodos 'normales'-.

Y a ver cómo sigue eso.


El domingo pasado, a las nueve y media, llevé a Rb a su iglesia; retorné a la casa y estuve leyendo un poco, haciendo Duolingo (primer lugar de la liga!) y afinando algunos detalles de la app de react que publiqué para registrar mis gastos; al mediodía Rb me llamó para que retornarla a casa.

El resto de la tarde me la pasé leyendo -y bajando la última película de Dead Pool-; el libro de francés que estoy leyendo es una adaptación de Vingt Mille Lieues sous les mers -de Julio Verne- y estoy encontrando la lectura bastnante árdua.

El lunes me levanté a las seis y media; medité y retorné a la cama; estuve avanzando en el ciclo actual de la línea de ficción (The seven husbands of Evelyn Hugo); también pagué la primera cuota mensual de mantenimiento del apartamento; debo aún ver cómo es el pago de los impuestos sobre el mismo.

A las once empecé a prepara las papas asadas que he cocinado en cada ocasión que a Rb se le antoja que preparemos pollo asado: papas cocidas y luego asadas sobre las brasas; nos tomó bastante tiempo comopletar toda la comida: piernas y pechuga de pollo, y unos cuantos embutidos para mi persona.

Almorzamos un poco después de la una; luego de la caminata canina me puse a a desocupar el lavatrastos: había quedado con una montaña de utensilios luego de la preparación del almuerzo; también pelé y partí la papaya y preparé té para Rb y café para mí.

Durante la tarde recibí un mensaje de mi ahijada, cancelando la reunión que habíamos planeado para el sábado aunque, un poco más tarde, la reprogramé para el domingo; no me gusta mucho el día, pero a veces es lo que hay.

El martes por la tarde fuimos a los supermercados en dirección norte a comprar alimentos para los desayunos de la semana; además, desde ese día dejé de anotar las ocurrencias del día en la hoja de google que venía llenando desde hacía unos meses.

El miércoles fue mi último día de vacaciones y, además de los ejercicios antes del mediodía -y que me tocó nuevamente salir a comprar verduras porque el señor vino a la hora en la que Rb estaba en su reunión semanal de trabajo- no hubo muchas novedades.

El jueves -al igual que los días anteriores- me levanté a las seis y media; después de meditar encendí mi computadora del trabajo y entré a la reunión; como era mi retorno a labores no tuve mucho que reportar en la misma.

Rb se fue a su visita semanal al mercado del centro histórico a las nueve y media; yo me alisté y salí a las diez y media; no había mucho tráfico en el boulevard principal pero decidí caminar el par de kilómetros hasta el lugar en el cual pasan los buses intermunicipales.

Abordé el bus un poco después y me apeé en la estación final: al lado de la estación intermedia del transmetro más grande; luego busqué como llegar al Obelisco pues desde allí planeaba caminar otro par de kilómetros hasta el lugar del almuerzo con el equipo de trabajo.

Pero el transporte público de la ciudad es un relajo: hay varios sistemas en las avenidas principales que funcionan con diferentes tarjetas de pago -de las cuales no poseo ninguna-; afortunadamente pasó un bus de un nuevo experimento municipal -incluso aún no están cobrando- y lo abordé para dirigirme a la terminal.

Un poco antes de llegar al punto final de la ruta me apeé y caminé durante  casi media hora para llegar al mismo centro comercial en donde tuvimos el último almuerzo de fin de año -en donde pagué más de diez dólares solo de parqueo-.

Llegué con un par de minutos de anticipación y encontré al mismo dev que llegó a la reunión de los juegos del jueves anterior y, llegando, a uno de los nuevos devs que acaban de agregarse al equipo; en la siguiente media hora empezó a llegar el resto de personas -al final nos reunimos como una docena-.

El restaurante en cuestión tiene el nombre de una especia hindú por lo que se podía adivinar cuál sería la naturaleza de la comida; y no me gustó: demasiado exótica y las cantidades fueron muy pequeñas; sentí que el costo de la misma -que debió ser bastante elevado- se justificó más por la presentación -era una bandeja de cobre con la mayor parte de utensilios del mismo material-.

Mientras los alimentos estaban siendo servidos mi supervisora realizó una presentación sobre los resultados del último trimestre -y mostró, como un proyecto, mi propuesta de educación en ciberseguridad- según los cuales no le ha ido tan mal a la empresa durante este año.

A las tres de la tarde nos despedimos y un poco después me dirigí a la otra reunión que había programado para ese día: el dev con el que trabajé hace diez años -y que ahora vive en el Imperio del Norte, y me ha ayudado en la transferencia de dinero a mi hija mediana- vino unos días y tenía pendiente invitarlo a un café -o desayuno- desde hacía mucho tiempo.

Llegué al lugar un poco después de las tres y media y me dispuse a esperarlo; en el ínterin conecté los dos teléfonos que cargaba -el antiguo, quebrado; y el nuevo, aún en fase de configuración- con la red del comercial y la de la telefónica.

Un poco antes de la hora acordada -cuatro de la tarde- mi amigo me escribió para decirme que estaba en el tráfico y que llegaría con treinta o treinta y cinco minutos de retraso; seguí esperando y a la hora indicada mi amigo me indicó que ya se encontraba en el lugar; lo raro fue que en el mismo restaurante hay como tres o cuatro sucursales de la misma panadería industrial -y restaurante-, por lo que aún tuve que subir -y bajar- varios niveles para encontrarlo.

Al final nos encontramos -está un poco más gordo que hace cinco años- y, como me indicó que no había tenido tiempo de almorzar, lo invité a un almuerzo en el lugar -super caro! como veinte dólares por una pasta- y yo compré un capuchino y un pastel de zanahoria.

Mi amigo andaba con su hija de dos años -nacida en el imperio del norte- y su esposa -a la que la empresa también proveyò de trabajo para que ambos pudieran habitar en uno de los estados sureños de ese país- por lo que un poco despues llegaron a saludarlo -y a dejarle a la niña-.

Estuvimos en el lugar un poco más de una hora y media -le entregué la penúltima bolsa de café que traje de la jornada médica- y le agradecí por los servicios que me ha estado prestando durante los últimos cinco años -aún no sé si seguiré enviando dinero a mi hija mediana por su medio-.

Un poco después de las seis salí del comercial y, viendo que la ruta de retorno hacia mi casa estaba un poco complicada -por la hora el Transmetro iba a estar muy lleno- ordené un Uber moto hasta una estación intermedia; estaba empezando a lloviznar pero, afortunadamente, fueron solo unas gotitas; media hora después -y tres dólares más tarde- estaba apeándome en la estación cerca de la cual se encuentra el Mc Donald's donde me he reunido con mi amigo, el poeta.

En la estación tomé el Transmetro en dirección sur y me apeé en la estación que se encuentra en el comercial desde donde salen los busitos que vienen hasta casa; a donde llegué alrededor de las siete y media; por la noche estuve haciendo Duolingo y avanzando un poco en mis lecturas -también he estado jugando (a veces obsesivamente) ajedrez contra el teléfono-.

El viernes me levanté a las seis y media, medité e ingresé a la reunión diaria del equipo de trabajo; un poco después -y de acuerdo a lo que habíamos conversado con los dos compañeros de área que acudieron al almuerzo del jueves- le pedí a nuestro project manager que nos reuniéramos para ver algunos riesgos del proyecto.

Nos reunimos a las once, por lo que no pude acompañar a Rb en la realización de la rutina de ejercicios de los viernes; la reunión duró un poco más de media hora y básicamente le comentamos al PM que -debido a los cambios que ha estado sufriendo el proyecto- la calendarización inicial estaba en riesgo de cumplimiento.

Al final, como no se veía nada claro, les pedí a todos que nos comprometiéramos a un par de acciones -yo elegí hacer una comparación entre la calendarización anterior y el estado actual del proyecto-, lo que me ocupó el resto del día -estuve tan inmerso en la actividad que ni siquiera preparé el típico té de la tarde-.

A las cinco envié un correo con el resultado de la comparación que estuve realizando durante todo el día; luego seguí trabajando en la afinación de los detalles de la app que he estado trabajando para trackear mis gastos diarios.

Por otra parte -justo una semana después de mi última visita-, mi prima favorita me contactó por WA -realmente me contactó el día anterior pero traté de ignorarla- para que le prestara ciento cincuenta dólares; que supuestamente retornarían la última semana del mes; le contesté por la mañana y acordé prestarle sesenta dólares (los cuales anoté como un regalo en mi tracking de gastos).

Ayer me levanté a las seis y media de la mañana pues quería meditar y hacer Duolingo antes de salir; habíamos acordado con Rb acudir a los supermercados en dirección norte; a los cuales nos dirigimos luego de que ella terminara de desayunar.

Almorzamos unos hashbrowns de papa y queso y a las dos y media -luego de sacar a caminar a los perros- tomé el auto y me dirigí a la habitación de mi hijo -un par de días antes me había contactado por WA para que lo ayudara a mover sus últimas posesiones al apartamento que acabo de adquirir-.

Pasé a llenar el tanque de gasolina -treinta dólares- y llegué justo a tiempo a la casa en donde mi hijo ha vivido durante los últimos cuatro años; lo ayudé a bajar algunas cajas -y una guitarra- y nos dirigimos al apartamento; luego de subir sus últimas posesiones preparé té y -su hermana salió de su habitación- tomamos té y galletas.

Luego le propuse a mi hijo que me acompañara a su antigua habitación pues quería pasar por la bicicleta estacionaria -habíamos acordado que la adquiriría, abonando una parte a su cuota mensual de mantenimiento y acreditando el resto a su línea de crédito- y le ofrecí acompañarlo al supermercado y retornarlo al apartamento.

La bicicleta no es muy pesada -doscientos dólares-; le quitamos el timón y el asiento y la metí a los asientos traseros del automóvil; luego lo acompañé al supermercado que se encuentra en la misma colonia y -como no habían algunos artículos que él buscaba- pasamos a otro supermercado en el camino hacia el apartamento.

Pasé a dejarlo al edificio y luego tomé el camino de retorno; me metí por la ruta paralela a la universidad, olvidando que era la hora en la que salen los estudiantes universitarios de la jornada vespertina del sábado, por lo que me costó un poco pasar por el lugar.

Pero no estuvo tan mal; un poco antes de las seis estaba estacionándome frente a la casa de Rb; bajé la bicicleta estacionaria y estuvimos reordenando un poco la sala para hacer un espacio adecuado para la misma; por la noche terminé de ver Rebel Moon II.

Hoy me levanté a las seis y media; medité y, luego de hacer Duolingo, salí a preparar el desayuno de los Domingos; luego estuve escribiendo un poco en el blog y, un poco después de las ocho, me metí a la ducha; Rb salió de la habitación un poco después y me despedí de ella; pues había quedado de reunirme con mi ahijada a las nueve, en un Mc Donald's cerca del centro histórico.

No había nada de tráfico por lo que llegué con veinte minutos de anticipación; le envié un mensaje a mi ahijada, comentándole que ya estaba en el lugar y me entretuve jugando algunas partidas de ajedrez; un poco después de las nueves se hizo presente y compartimos un desayuno típico del lugar.

En total nos estuvimos dos horas entre desayuno y conversación -también ella invitó a pastelitos-; le llevaba los chocolates que mi antiguo supervisor me regaló en nuestro último desayuno -y unas gomitas que me sobraron del almuerzo del jueves-; ella me llevaba una caja de galletas danesas.

La conversación cubrió los temas típicos: familia, trabajo, amigos, vida, muerte, etc; un poco después de las once ofrecí pasarla a dejar a una de las avenidas principales del centro histórico -en donde la he dejado en las ocasiones anteriores- y luego retorné a mi casita.

Cuando entré a casa encontré a Rb haciendo una rutina de bicicleta estacionaria, guiada por un video de Youtube; cuando ella terminó me puse mi ropa de ejercicios -short, banda en la cabeza y pesas en las piernas- y completé los mismos quince minutos; luego me bañé -de nuevo-.

Luego estuve buscando opciones para bajar los videos de Youtube y de cambiar la voz de la señora española que dirige los ejercicios pues su tono es muy agudo; luego de algunos scripts en mi máquina con Linux le mostré el resultado a Rb y le pareció.

A la una me puse a preparar la ensalada con la que usualmente acompañamos las alitas de pollo de los domingos y después del almuezo sacamos a caminar a los perros de Rb...

The works...

domingo, 4 de agosto de 2024

Tecnología y Finanzas Personales... Technology and Personal Finance... Technologie et finances personnelles...

Durante los últimos cinco años he llevado un registro bastante detallado de mis egresos personales; no de los ingresos, pues realmente es muy poco lo que cambian de mes a mes; aunque por esa época aún estaba generando dinero de forma esporádica con la confección de libros de texto.

Pero bueno, no creo tener mucho control sobre el nivel de ingresos -no tengo espíritu emprendedor- pero sí sobre la forma en la que se gastan; y la verdad vivo de forma bastante frugal -y feliz-: no tengo auto -aunque el de Rb está a mi nombre- ni ninguna posesión -ni siquiera el terreno que mis padres me cedieron está (aún) a mi nombre-.

A partir de Noviembre del año pasado -debido al préstamo de casi diez mil dólares que le otorgué a mi hija mediana- me dió curiosidad evaluar la relación Ingresos/Egresos en mis finanzas personales: empecé a registrar mensualmente los ingresos -básicamente mi salario mensual, más los intereses que estaban produciendo el monto que tenía en mis cuentas de ahorros y alguna que otra jornada médica a la que estaba acudiendo-.

Y -con excepción de los meses en los que desembolsé el monto que mi hija mediana me pidió prestado- la relación no ha estado tan mal: usualmente la relación Egresos/Ingresos se mantiene entre el treinta y el cuarenta por ciento (el mes que le envié la segunda parte del préstamo fue de más de doscientos cincuenta por ciento, eso sí).

Y bueno, no sé cómo seguir ahora: todos mis ahorros los utilicé para adquirir un apartamento de tres habitaciones en el séptimo nivel de un edificio que se encuentra a un par de kilómetros de mi vieja alma mater; y al final ví el gasto -o inversión- como una forma de facilitarle un poco la vida a mis peques: no más estar pagando alquiler (ahora nomás deben hacerse cargo de los gastos que conlleva una propiedad: pago de mantenimiento, servicios, impuestos, etc).

Y, también estoy replanteándome cómo continuar con la gestión de mis finanzas personales: mis cuentas bancarias quedaron casi a cero (básicamente tengo los tres mil dólares que Rb usualmente mantiene como ahorro en mis cuentas); además deberé estar administrando -al menos por un par de años- los pagos que conlleva poseer un apartamento.

Y a ver cómo sigue eso...

El lunes pasado cambié un poco mi rutina de vacaciones: como no quería volver a levantarme hasta media mañana puse el reloj para las siete y media; medité y volví a la cama: aún no me estaba sintiendo todo lo bien que esperaba; o sea, el día anterior había estado la mayor parte del día en el baño -o dormitando-.

Estaba tan mal que ni siquera tuveánimos de leer en ese par de días; afortunadamente volvimos a almorzar el caldo de pollo del día anterior; lo que sentí que le hizo bastante bien a mi estómago; aún estuve yendo varias veces al baño y la verdad estaba temiendo deshidratarme, por el nivel de líquidos desechados; lo que sí estuve haciendo sin falta es Duolingo.

Por suerte entré a una liga bastante tranquila - a pesar de no haber esperado hasta la noche, como de costumbre- y me he mantenido en el primer lugar -en la penúltima semana de la liga dorada-; por la tarde -después del almuerzo- estuve viendo un poco de una película que acababa de bajar: The Peacemaker; y por la noche ví la mitad de la última película de la saga de Planet of the Apes.

Al final de la noche me volvieron los ánimos de la lectura por lo que avancé con el ciclo actual de Aurore en New York; un poco antes de medianoche medité y luego, antes de dormirme, puse la alarma para las siete y media de la mañana.

El martes me levanté con un poco mejor ánimo que los días anteriores; medité y luego me puse a completar el ciclo de Aurore y a continuar con Tracers in the Dark; después me puse a hacer mi lección matutina de Duolingo -espero lograr el primer lugar de la liga esta semana-; un poco después de las ocho Rb entró a la habitación a comentarme que nuestro país tenía la oportunidad de conseguir su segunda medalla olímpica -aún no se sabía si de Oro, Plata o Bronce, pero que era segura una medalla-.

Recordamos un poco la primera medalla olímpica -de plata, en marcha, hace doce años- y yo estaba casi seguro que había escrito sobre eso en este espacio; pero no, luego estuve revisando las entradas de hace doce años y a pesar de haber bastante información -al parecer fue un año intenso- no encontré ninguna mención.

Pero sí, recuerdo claramente la ocasión: retornábamos a la ciudad -era un sábado (eso lo acabo de confirmar en Google) y habíamos visitado a una ahijada del voluntario que vive en la colonia en la que habité más de una década-; el viaje desde San Juan del Obispo lo estábamos finalizando al caer la noche y en la ruta que entra a la ciudad iba una motocicleta de la empresa municipal del transporte con un rótulo luminoso anunciando la noticia.

Creo que les envié un mensaje de texto a mis hijos para comentarles la novedad; y uno o dos años después acudimos al museo olímpico en donde -por un tiempo- se exhibió una representación de la medalla de plata.

Como aún andaba recuperándome de la -espero- intoxicación alimentaria de la semana pasada, no salí para nada durante la mañana; luego del almuerzo sacamos a caminar los perros de Rb; y, como quería dar por finalizado el capítulo de los libros donados a la biblioteca, confirmé con mi amigo, el Testigo de Jehová, la reunión de las cuatro de la tarde para entregarle los últimos libros -de texto- aún en mi posesión.

A las tres y media cargamos la última caja de libros en el auto de Rb y nos dirigimos al comercial en donde usualmente tomamos los buses municipales; estábamos por llegar cuando Rb me sugirió que fueramos al otro comercial -en donde están nuestros bancos- para comprar una red de aguacates.

Como no se veía mucho tráfico consideré que no nos llevaríamos más de media hora; pero, tres minutos después de la hora acordada con mi amigo -cuatro y media-, aún nos encontrábamos a unos cientos de metros del lugar de la reunión; afortunadamente pudimos realizar la entrega sin ninguna dificultad y, para justificar el parqueo en el lugar, entramos al supermercado a comprar una libra de azúcar.

El miércoles me levanté temprano -ya me sentía mucho mejor del estómago-; medité, hice Duolingo y leí un poco de Aurore en New York; a las ocho y media -después de desayunar- me despedí de Rb pues habíamos acordado con mi hija mayor empezar la mudanza al apartamento a las nueve de la mañana.

El tránsito estaba algo pesado por lo que un poco después de las nueve recibí un mensaje de mi hija; inquiriéndo sobre mi avance; llegué con cinco o seis minutos de retraso y empezamos a bajar sus -posesiones- para acomodarlas en el baúl del auto -y los asientos traseros-.

Afortunadamente pudimos vaciar completamente su habitación; ella le tomó una foto al espacio vacío -creo que para mandársela a su landlord- y nos dirigimos al apartamento; mi hija me acababa de entregar el control del portón del parqueo por lo que ingresamos directamente al segundo nivel; parqueamos el auto cerca de los elevadores y acudimos con la señora de recepción a avisarle que estaríamos subiendo bártulos en uno de ellos.

La subida no nos llevó mucho tiempo y un poco antes de las once le propuse a mi hija ir por un Ecofiltro; los de la empresa eléctrica habían llegado mientras estábamos subiendo las cosas y ella fue a verificar la instalación de la electricidad.

El tránsito estaba un poco pesado y en cierto momento le propuse a mi hija regresarla al apartamento y realizar la compra online; al final subimos a un comercial cerca de donde vive mi hijo menor y adquirimos el Ecofiltro -de peltre- y media docena de bombillas led.

Luego retornamos al departamento; la dejé en el lugar y retorné a mi casita; después del almuerzo sacamos a caminar a los perros de Rb y, como estaba en medio de su reunión de trabajo cuando vino el señor de las verduras, me tocó salir a realizar las compras de sus frutas.

El primer día de agosto era jueves y, como casi todas las semanas -cuando no trabajo en ese día de la semana-, acompañé a Rb al mercado del centro histórico en donde se provee de su consumo semanal de frutas -y algunas verduras-.

Rb quería verificar el precio de las uvas en el supermercado que se encuentra en el comercial en donde se parquean los busitos por lo que subimos al primer nivel del mismo; en un kiosco del lugar ví que estaban exhibiendo un celular como el que fui a buscar el sábado anterior; el precio era el esperado (cien dólares) por lo que lo adquirí en el acto.

Lo malo fue que la vendedora cambió en el acto la tarjeta sim del antiguo celular al nuevo por lo que perdí todos los diálogos de whatsapp del último año -incluyendo la información para pagar la cuota mensual de mantenimiento del apartamento- así como todos los recordatorios que me envío constantemente: una calamidad.

También en este día se llevaba a cabo la segunda reunión informal del equipo de trabajo: una compañera había organizado una noche de juegos en un edificio de apartamentos de una de las zonas más acaudaladas de la ciudad.

Me pasé la mayor parte de la tarde ‘trasladando’ la información del Samsung 04 al Samsung 05 -y perdiendo la información de whatsapp- y no me dí cuenta que tenía habilitados los datos moviles, por lo que cualquier saldo que tuviera fue consumido casi en el acto.

Me dí cuenta de esto cuando ya iba de camino a la reunión -habían convocado para las seis de la tarde, por lo que salí de acá un poco antes de las cinco de mi casa; el tránsito no estuvo muy fuerte para salir del municipio y en todo el trayecto nomás me detuve brevemente en el Obelisco.

Al final llegué al lugar quince minutos antes de lo esperado; por lo que pude entrar cómodamente al parqueo de visitas y subir al salón social -de lujo- del segundo nivel; me presenté con nuestro anfitrión -un amigo de nuestra compañera de trabajo- y esperamos a los siguientes asistentes -que empezaron a llegar después de las seis de la tarde-.

Llegó uno de los devs con varios juegos muy interesantes, mi supervisora, el único dev que llegó a la reunión que yo había organizado, nuestro PM, y, por último, la organizadora de esta; pidieron tres pizzas de Domino's y el anfitrión -antes de retirarse- dejó preparada la cafetera -la organizadora había llevado donas glaseadas-.

La reunión estuvo muy interesante -divertida?-; primero jugamos una versión de Dungeons & Dragons con cartas -eso fue el primer dev en llegar, nuestro anfitrión, el host y yo-; después -cuando el host se había retirado- jugamos Camel Up; por último -ya los siete- nos echamos varias partidas de Dutch Blitz.

A las diez el PM dijo que se tenía que retirar pero, entre finales y despedidas, terminamos saliendo un poco antes de las diez y media del lugar; aún vine a hacer algunas lecciones de Duolingo -sigo en primer lugar de la liga semanal!-.

El viernes me pasé casi toda la mañana tratando de recuperar la información que perdí cuando cambié de teléfono -no tuve mucho éxito-; también pagué mi parte de las pizzas y gaseosa de la noche anterior -menos de cuatro dólares!-.

Desde el cumpleaños de mi tía -hace algunas semanas- había acordado con Rb -y mi prima favorita- que la visitaríamos un viernes, por lo que, después de que Rb les diera de comer a sus perros, cargamos en el auto la torta vienesa que había comprado el día anterior y nos dirigimos al municipio en donde vive.

Nos hicimos menos de una hora de viaje -aunque, no tan sorprendentemente, me tocó que dar un par de vueltas en el parque central del municipio, para tomar correctamente el camino que lleva a su colonia-; mi prima estaba nomás con su hijo menor -que tiene serias dificultades mótrices- aunque un poco despuès llegó su hijo mayor -que a veces trabaja y acaba de entrar a la misma empresa en donde estoy por cumplir diez años-; estuvimos en el lugar un par de horas entre conversación y café con pastel -Rb llevaba, como de costumbre, su propio té y galletas-.

Otra de las pérdidas por haber cambiado de aparato fue que -debido a la versión de Android en el más nuevo- ya no pude instalar la app que he estado utilizando durante los últimos cinco años para llevar control de mis gastos: Dollarbird.

En los últimos tres teléfonos había instalado manualmente esta app encontrando el archivo apk en sitios que se dedican a mantener versiones antiguas; en el último teléfono ya no estaba disponible esta opción, debido a la versión Android; por lo que traté de instalar la última versión oficial, pero, ahora es versión de suscripción, y después de ingresar el quinto registro me pidió que empezara a pagar.

Además, desde hacía algunas semanas, había estado escribiendo una app en React para graficar los totales por mes y por categoría -dos gráficos- de la información almacenada durante los últimos cinco años; por lo que decidí escribir -con ayuda de ChatGPT, Gemini, Claude y Phind- un componente para capturar registros y bajar la información en formato CSV.

Eso estuve haciendo el día viernes antes de dirigirme a la casa de mi prima -con Rb-; y la mayor parte de la tarde se me fue en revisar un problema de compatibilidad en una librearía que maneja las fechas -el formato que usa Dollarbird es AAAA.MM.DD-; y al final no fue con ninguna AI sino con el puro Google y el foro oficial de la librería que logré resolver el problema -hasta el sábado-.

El sábado me levanté a las siete de la mañana; medité y volví a la cama; de donde me levanté hasta que Rb hizo bulla al preparar su desayuno -alrededor de las nueve-; preparé mi desayuno y luego la acompañé al supermercado; a comprar pollo, embutidos y carbón -planeamos preparar un asado el próximo martes-.

El resto de la mañana -y parte de la tarde- me la pasé revisando código de React hasta que logré publicar en github dos apps: una para agregar -y bajar como csv- registros de gastos; y el otro para cargar un csv y graficar totales por mes y por categoría de gasto; sigo -aún- con un ritmo de lectura bastante bajo; aunque he notado que me sucede especialmente con las líneas 'serias': programación y psicología (ACT).

Hoy me levanté a las seis y media de la mañana: es la hora a la que realmente espero estar iniciando mis actividades diarias; aunque estos últimos días he tenido serias dificultades para levantarme temprano; y es que, por alguna razón, he estado teniendo serias dificultades para conciliar el sueño; generalmente llego a la una o dos de la mañana dando vueltas en la cama.

Empezó, creo, alrededor del viaje a mi pueblo natal: viajé -tanto de ida como de vuelta- de noche; aunado a eso estuvo la mayor compra de mi vida; y la muerte de mi compañero del bachillerato; y bueno, vuelven las preocupaciones sobre cómo gestionaré los gastos que conlleva poseer un apartamento, o lo que haré cuando me quede sin trabajo... aún no sé.

Y a ver cómo sigue eso...