El auto de Rb está -otra vez- con fallos: esta semana -miércoles?- nos tocó que usarlo para recoger la nueva tarjeta de débito -la semana anterior se la clonaron y el banco la canceló- y, cuando íbamos en camino, se empezaron a sentir tirones en el motor cuando el dial de las RPM pasaba de dos a tres.
Primero pensé que estaba acelerando de forma incorrecta -antes, en alguna ocasión, sentía algo similar cuando -especialmente empezando a conducir- aceleraba muy intempesstivamente.
Pero no, traté de ir acelerando paulatinamente y siempre -entre dos y tres- sentía un tirón por parte del motor; Rb también lo notó y comentamos que algo no estaba bien; además, cuando intenté retroceder -al parquear el auto de retroceso- el auto no se movió cuando la palanca pasó a R.
Tuve que mover la palanca a las otras velocidades (uno y dos) y luego retornar a R para que funcionara esta función; total que cuando regresé a casa me puse a interrogar a un par de LLMs sobre las posibles causas del comportamiento del auto.
Creo que ChatGPT me indicó que podía ser tanto un problema de bujías sucias o solenoides desajustados (conozco algo de las primeras pero nada de los segundos) o, cuando agregué el detalle del retroceso, que podía ser algo de la caja automática de cambios.
La siguiente consulta fue si podía seguir conduciendo el automóvil mientras lo llevaba al mecánico -ese mismo día le escribí al mecánico regular y me comentó que podía venir a ver el auto el próximo martes- y la respuesta fue que sí; que aún podía conducirlo incluso por semanas.
Pero he tratado de no utilizarlo; aunque el jueves sí lo saqué porque era el día del mes que almorzaría con mi hija segunda; y luego había previsto usarlo el sábado por la mañana -desayuno con mi primo- y el domingo por la tarde -café con el voluntario que vive en la colonia donde crecieron mis hijos-.
El jueves funcionó más o menos bien, aunque sentí que la dificultad con el retroceso aumentó; tanto para estacionar como para salir del parqueo costó que R funcionara; el viernes le pregunté a otra LLM sobre el riesgo del uso -en este caso Mistral- y desde el principio respondió que era muy riesgoso continuar conduciéndolo, que podía dañar más lo que no estaba funcionando.
Entonces decidí que nomás lo utilizaría el sábado y que el domingo haría uso del transporte público para ir a la casa de mi amigo voluntario; lo que no estará muy bien pues se supone que iremos a la cafetería en la que usualmente invito a desayunar a mis conocidos y amigos.
Y a ver cómo sigue eso...
El martes era el primer día de mi último período -oficial- de vacaciones; había puesto la primera alarma -después de las tres AM- para las ocho y cuarto; el plan era levantarme, echarle agua a la comida de la perra más pesada -es parte del procedimiento-, luego meditar, después mi desayuno.
Creo que me logré dormir bastante rápido después de las tres de la mañana -creo que ayuda que le doy la comida y le echo las gotas, pero luego dejo a Rb que se haga cargo de sacarla al patio-.
De todos modos me desperté temprano -a las siete y media-; y no estoy seguro si fué nomás la costumbre, o el tránsito estaba más ruidoso que de constumbre; pero no me levanté a esa hora, nomás ví el celular y continué en cama hasta las ocho y media.
Cuando sonó la alarma me levanté, saludé a Rb, eché agua a la comida de la perra y retorne a la habitación a meditar; luego sí saqué los platos con comida de los perros y empezó el día.
Preveía un día sin ninguna actividad: el día anterior había intentado coordinar una reunión con mi amigo garífuna, pero no se pudo; después de desayunar me pasé la mayor parte de la mañana en cama, viendo videos de Youtube.
Al mediodía le propuse a Rb -y ella aceptó- que cambiáramos los coditos por ensalada: el domingo habíamos desinfectado un par de zanahorias y varias hojas de lechuga; almorzamos de esta forma y luego, mientras los perros comían, preparé un café y un té.
El dia estuvo bastante gris -y lento-, pero traté de racionalizar mi situación: debo aprender que no es necesario que esté ocupado para mantenerme tranquilo; de todos modos, después de la comida de los perros, aproveché a llamar a mi amigo que vivió mucho tiempo en la ciudad en la que viví algunos meses en el Imperio del Norte.
La conversación tardó casi una hora y estuvimos rememorando algunos recuerdos compartidos del lugar en el que crecimos; mi amigo sigue sin poder trabajar, debido a su situación irregular en el Imperio; al final incluso hablamos algo sobre Inteligencia Artificial, Nanotecnología y Mecánica Cuántica.
Después de la conversación con mi amigo me dirigí al supermercado más lejano en dirección sur: la bolsa de mayonesa, que uso -con la de ketchup- para preparar mis desayunos de viernes, sábado y domingo, estaba por terminar.
Pero no compré solo eso: aproveché para proveerme de coquitas y frijoles volteados para un par de meses; también compré un par de paquetes de galletas dulces -a veces tomo dos galletas en vez de una con mi taza de café de las tardes-.
En el camino de vuelta pasé a la tienda de las verduras: la papaya de la cena estaba por terminarse; pero fue lo único que adquiri en el lugar -Rb ya había hablado con la señora y nomás me presenté para recoger el pedido-.
Retorné a casa un poco antes de las cinco y media y, como lo he estado haciendo ultimamente, tomé mi cena un poco temprano: entre cinco y seis de la tarde me estoy sirviendo la porción de papaya, un banano y una galleta de soda con mayonesa.
Un poco antes de darle la comida de la noche a los perros llamé a mi primo favorito: el día anterior le había escrito y habíamos quedado de conversar por la noche, pero no había sucedido; le había vuelto a escribir por la tarde y quedamos en hablar a las ocho y media.
A esa hora lo llamé por Whatsapp; mi interés principal era coordinar mi próxima visita a mi tía; pero también queria explorar la posibilidad de verlo esta semana: he estado intentando coordinarlo desde el año pasado y quería aprovechar este período de vacaciones.
Al final -la conversación tardó menos de diez minutos- acordamos en que pasaría por su casa el sábado a las siete de la mañana, para compartir un desayuno en el restaurante en el que usualmente invito a mis conocidos/amigos.
El miércoles me volví a levantar temprano: había previsto reunirme con mi antiguo supervisor en la oficina de consultoría en ERP/CRM -ya hace más de quince años de eso- a las siete de la mañana; pero habia decidido no utilizar el automóvil.
Y es que ya me habia pasado unos meses antes el encontrarme con un tremendo embotellamiento al intentar salir, antes de las siete, en un día laboral; me levanté a las cinco y cuarto, medité, tomé una ducha y caminé hasta el comercial en donde tomamos los buses intermunicipales.
Usualmente los buses cobran medio dólar para el comercial en donde abordamos el Transmetro; y un veinticinco por ciento más cuando el viaje es hasta el periférico -en donde tomamos otra línea del Transmetro-; y aunque algunas veces han intentado cobrarme más, en este caso ni siquiera me preguntaron por mi destino, nomás no me dieron cambio para el billete con el segundo valor.
Iba relativamente temprano, tanto que hubiera podido caminar el par de kilómetros entre la segunda estación del transmetro y el restaurante a donde me dirigía; pero pensé que no valía la pena llegar todo sudado a mi destino; por lo que me quedé en la primera estación y allí abordé el Transmetro.
Al final llegué al restaurante con cinco minutos de anticipación -caminé despacio desde la estación del Transmetro-; esperé a que me asignaran mesa -en esta ocasión el desayuno era en un restaurante un poco elegante-; desde allí le escribí a mi amigo para comentarle que ya me encontraba en el lugar.
Él me respondió que ya se encontraba cerca; y, efectivamente, un poco más tarde entró por la parte posterior del lugar -le había comentado en dónde nos habían asignado-; mi amigo me llevaba un regalo y yo me disculpé por ir con las manos vacías; conversamos un poco antes de ordenar.
El restaurante es un poco más caro que el que frecuentemente utilizo para este tipo de reuniones; pero pedimos un par de desayunos en el punto medio; y nos pasamos el siguiente par de horas entre desayuno y conversación.
Mi amigo se ha mantenido ocupado bastante durante el último semestre: dirige un grupo de consultores; además participa en algunos conciertos -es uno de los pocos tenores del país-, imparte algunas clases de canto y le ayuda a su ex-pareja -y actual roommate- con un pequeño puesto de comida.
A las nueve le pregunté a mi amigo a dónde se dirigiría después del desayuno y me comentó que regresaría a su casa -vive en un extremo del centro histórico y trabaja desde su casa-; me ofreció llevarme a donde yo me dirigía y le pedí que me acercara al comercial desde donde se toman los busitos.
Abordamos su automóvil -anda estrenando un Kia modelo dos mil veintiséis- y, un poco más tarde, me dejó a un costado del comercial; nos despedimos y caminé a abordar el busito; un poco más tarde estaba apeándome frente a la calle de la casa de Rb.
Cuando vine Rb ya le había dado desayuno a sus animales por lo que nomás le apliqué gotas oftálmicas a la perra más anciana; también me comentó que le habían hablado del banco para informarle que ya podía recoger su nueva tarjeta de débito; aunque, por error no la enviaron a la agencia más cercana.
Abordamos el auto y nos dirigimos a este comercial -a unos ocho kilómetros de distancia-; en el camino notamos que, cuando las revoluciones del auto pasaban de uno a dos -creo que la escala están en los miles de RPM- el motor daba un pequeño tirón; lo comentamos y acordamos llamar al mecánico para la siguiente semana.
El tránsito estaba un poco pesado pero no nos llevó mucho tiempo llegar al comercial; nos parqueamos en el espacio externo y entramos a la nave principal; lo malo es que las gradas eléctricas estaban inmóviles en dirección ascendente; lo bueno es que había un ascensor en un lateral -una chica de un kiosco nos lo indicó-.
Y es que Rb aún anda en período de recuperación -apenas tres semanas después de la histerectomía-; nos tocó que esperar un poco en el área de servicio al cliente pero, finalmente, le entregaron la nueva tarjeta de débito.
En la planta baja encontramos una caseta de McDonald's y compré un McFlurry de temporada; luego entramos al supermercado del interior para comprar un poco de bananos; después de pasar a validar el ticket de parqueo -sin cargo- abordamos el auto e iniciamos el camino de vuelta; el tránsito estaba más pesado que de ida.
Nos tomó un buen tiempo avanzar en la carretera intermunicipal pero después, ya en el boulevard, el tránsito estaba más despejado; ya en casa le escribí a mi amigo para preguntar sobre su dirección: acababa de recibir el aguinaldo y quería obsequiarle un libro del que le había hablado varias veces: El dios de las pequeñas cosas.
Encontré el libro en una de las librerías más populares de la ciudad y, con los tres dólares de envío, el costo era de apenas unos veinticinco dólares; pagué con mi tarjeta de crédito online y coloqué el nombre y la dirección de mi amigo para su entrega.
Por la tarde estuve viendo videos de varios canales de divulgación científica en Youtube; y en la noche, como no había nuevos episodios del concurso de pasteles que estábamos viendo con Rb, nomás estuve en su cama con mi computadora.
El jueves me volví a levantar tardísimo: me desperté antes de las ocho pero nomás ví la hora en el celular y continué en cama hasta que la alarma sonó; cuando me levanté le eché agua a la comida de la perra más pesada y me retorné al cuarto a meditar.
Por alguna razón -no me había pasado antes- no me percaté que la alarma para alimentar a los perros iba a sonar un minuto y medio antes de que completara mi tiempo de meditación; así que el período de la mañana se acortó un poco.
Después de ayudarle a Rb con la comida de los perros me preparé el desayuno; después preparé los bártulos para la limpieza -tocaba el día anterior pero lo había olvidado por completo- y levanté lo que pude del suelo, antes de barrer y trapear.
Un poco antes de las diez de la mañana me metí a la ducha y me preparé para mi reunión con mi hija mediana: habíamos quedado en que llegaría a su lugar a las once y prefería llegar más temprano que tarde.
Salí de la casa a las diez de la mañana; el boulevard se veía vacío pero era nomás una apariencia: dos o tres calles más adelante empezaba un embotellamiento que llegaba hasta la carretera intermunicipal -y que seguía (aunque no tan pesado) hasta la ciudad-.
El periférico también estaba un poco cargado, con muchos camiones tratando de bajar a la carretera al Pacífico; y la calle principal al lado de la cual se encuentra el edificio en el que viven mis hijos tenía su cuota de transporte pesado.
En total el camino me llevó casi una hora; estacioné el auto tres minutos antes de las once y subí -por las gradas- al séptimo nivel; como no había usado los servicios sanitarios después de desayunar iba con deseos de pasar al baño y fue lo primero que hice al entrar al departamento.
Después -de lavarme las manos- le escribí a mi hija comentándole que ya estaba en el lugar y ella salió de su habitación -la nueva-; le propuse ir al parque temático; yo había elegido el día porque -suponía que- era el segundo día de descanso, con lo que esperaba que tuviéramos un mejor tiempo que el mes anterior-.
Mi hija me comentó que le habían cambiado sus días de descanso: de miércoles/jueves a lunes/jueves; pero al menos en esta ocasión llegué tres horas más tarde que la anterior; nos dirigimos al parque temático y entramos directamente al restaurante más grande del lugar.
Hice cola para comprar un par de menús de hamburguesas y le pedí a mi hija que subiera al segundo nivel -al área de mesas- a reservar un lugar; mientras estaba haciendo cola para recibir el pedido aproveché para jugar un par de partidas de ajedrez en Duolingo.
Cuando recibí el pedido subí al segundo nivel y me instalé en la mesa que mi hija estaba reservando; tomamos los alimentos y conversamos un poco sobre su situación laboral actual -es algo preocupante-.
Estuvimos un buen rato en el lugar, luego le propuse que nos dirigiéramos a una de las áreas verdes del lugar; el clima estaba bastante interesante: bastante fresco bajo la sombra pero bastante caluroso en las áreas soleadas.
Nos instalamos en unas bancas en donde el sol no era muy intenso y estuvimos armando el cubo de Rubik de dos por dos y el de tres por tres mirror; también le enseñé un poco del cubo de cuatro por cuatro; un poco más tarde le propuse que jugáramos algunas partidas de dominó y nos movimos a un lugar en donde pudieramos colocar las piezas.
Para terminar la tarde -habíamos acordado despedirnos a las tres- nos subimos a la rueda de Chicago más alta del lugar; por ser temporada de vacaciones escolares -y de convivios empresariales de fin de año- había bastante asistencia a los juegos; pero no tuvimos muchas dificultades para subir al juego mecánico.
Un poco después de las dos y media salimos del parque e iniciamos la caminata de regreso al departamento; llegamos antes de las tres y aún terminamos de armar el cubo de cuatro por cuatro en la sala; a las tres le indiqué a mi hija que me retiraba y nos despedimos.
Tuve un poco de dificultad saliendo del parqueo -está costando que la palanca de velocidades reconozca la reversa- pero la salida a la calle principal estuvo fácil; yo había estimado un tiempo de media hora para retornar a casa y la primera mitad del camino estuvo bien.
Lo malo fue la segunda mitad: en la avenida de entrada a la Universidad había un embotellamiento bastante fuerte; consideré tomar la ruta del periférico pero decidí continuar; y en la intersección del periférico y universidad encontré la fuente del atasco: había un gran pickup detenido casi a mitad de la calle, con algún problema mecánico, aunque también había una patrulla a su lado.
Cuando entré a la vía municipal también encontré un poco de tránsito; y es que a esa hora ya habían colocado el carril reversible para entrar: uno de los carriles de salida lo revierten; estaba casi por entrar al boulevard cuando me llamó Rb -faltaban nos minutos para las tres y media-.
Y es que yo le había ofrecido retornar a las tres y media, para la caminata de los perros; le comenté lo del embotellamiento en la Universidad -antes de entrar al boulevard había otra señora cubriendo uno de los carriles, con el auto (aparentemente) sobrecalentado-.
Afortunadamente el tránsito en el boulevard estaba bastante fluído, con lo que dos o tres minutos después de las tres y media estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb; entré a dejar la mochila y sacamos a caminar a los perros.
Cuando completamos las dos vueltas a la calle con ambos perros recogí los desechos de los perros del patio delantero; luego entramos a la casa y me preparé una taza de café -y preparé té para Rb-; a las cinco de la tarde le pedí a Rb que me acompañara a comprar el pan para los desayunos del viernes y el fin de semana.
Por la noche me puse a bajar Pokemón: Detective Pikachu; había empezado a verla un par de días antes pero el sitio en el que estaba haciéndolo no me había funcionado el día anterior -y en el otro estaba nomás con subtítulos en español-.
El viernes me levanté -otra vez- super tarde; me despertó -creo- el tránsito pero continué en cama hasta que sonó la alarma a las ocho y cuarto; iba a salir de la habitación pero Rb me comentó que ya le había echado agua a la comida de la perra más pesada.
Entonces le comenté que saldría a la hora en que les toca comer -las nueve menos cuarto-; medité y después salí de la habitación; ayudé con la alimentación de los perros y luego me preparé el desayuno de los viernes.
Después de desayunar estuve viendo videos de Youtube en la mesa del comedor; luego continué con lo mismo pero en la cama: al parecer la perra más pesada le había dado una madrugada ocupada a Rb y ella tomó una siesta por la mañana.
También estuve viendo unos videos educativos de un sitio que me salió -creo- como publicidad en Duolingo: es HP life -o algo así- y ofrece certificados en temas bastante ligeros: pensamiento crítico, networking, entre otros.
Al mediodía preparamos una mojarra; y almorzamos eso con una ensalada bastante abundante -manzana roja en lugar de manzana verde-; después del café de la tarde -a las tres y media- me dirigí al supermercado más cercano en dirección sur.
Necesitábamos comprar algunos ingredientes para el almuerzo del sábado y bananos para los desayunos y cenas; como también debíamos comprar en la tienda de las verduras Rb me sugirió que fueramos juntos -cuando yo trajera las compras del primer lugar-.
Cuando retorné del supermercado almacené en la refrigeradora la mayor parte de las compras -lechugas y varios tipos de carne de pollo- y luego nos dirigimos a la tienda de las verduras; como era la primera vez que Rb la visitaba en casi un mes me llevé el cubo de Rubik de cinco por cinco.
Creí que Rb se iba a tomar su tiempo conversando con la señora de la tienda -y su hija- y no quería aburrirme; pero no ocurrió lo que esperaba: ya tenían preparado el pedido y casi no nos tardamos en el lugar.
Por la noche estuve haciendo algunas lecciones de aritmética en Duolingo y completando algunas partidas de ajedrez -he vuelto a sobrepasar los mil cuatrocientos de ELO-; también terminé de ver la película que había bajado la noche anterior.