sábado, 13 de diciembre de 2025

Otra vez el auto... The car again... Encore la voiture…

El auto de Rb está -otra vez- con fallos: esta semana -miércoles?- nos tocó que usarlo para recoger la nueva tarjeta de débito -la semana anterior se la clonaron y el banco la canceló- y, cuando íbamos en camino, se empezaron a sentir tirones en el motor cuando el dial de las RPM pasaba de dos a tres.

Primero pensé que estaba acelerando de forma incorrecta -antes, en alguna ocasión, sentía algo similar cuando -especialmente empezando a conducir- aceleraba muy intempesstivamente.

Pero no, traté de ir acelerando paulatinamente y siempre -entre dos y tres- sentía un tirón por parte del motor; Rb también lo notó y comentamos que algo no estaba bien; además, cuando intenté retroceder -al parquear el auto de retroceso- el auto no se movió cuando la palanca pasó a R.

Tuve que mover la palanca a las otras velocidades (uno y dos) y luego retornar a R para que funcionara esta función; total que cuando regresé a casa me puse a interrogar a un par de LLMs sobre las posibles causas del comportamiento del auto.

Creo que ChatGPT me indicó que podía ser tanto un problema de bujías sucias o solenoides desajustados (conozco algo de las primeras pero nada de los segundos) o, cuando agregué el detalle del retroceso, que podía ser algo de la caja automática de cambios.

La siguiente consulta fue si podía seguir conduciendo el automóvil mientras lo llevaba al mecánico -ese mismo día le escribí al mecánico regular y me comentó que podía venir a ver el auto el próximo martes- y la respuesta fue que sí; que aún podía conducirlo incluso por semanas.

Pero he tratado de no utilizarlo; aunque el jueves sí lo saqué porque era el día del mes que almorzaría con mi hija segunda; y luego había previsto usarlo el sábado por la mañana -desayuno con mi primo- y el domingo por la tarde -café con el voluntario que vive en la colonia donde crecieron mis hijos-.

El jueves funcionó más o menos bien, aunque sentí que la dificultad con el retroceso aumentó; tanto para estacionar como para salir del parqueo costó que R funcionara; el viernes le pregunté a otra LLM sobre el riesgo del uso -en este caso Mistral- y desde el principio respondió que era muy riesgoso continuar conduciéndolo, que  podía dañar más lo que no estaba funcionando.

Entonces decidí que nomás lo utilizaría el sábado y que el domingo haría uso del transporte público para ir a la casa de mi amigo voluntario; lo que no estará muy bien pues se supone que iremos a la cafetería en la que usualmente invito a desayunar a mis conocidos y amigos.

Y a ver cómo sigue eso... 

El martes era el primer día de mi último período -oficial- de vacaciones; había puesto la primera alarma -después de las tres AM- para las ocho y cuarto; el plan era levantarme, echarle agua a la comida de la perra más pesada -es parte del procedimiento-, luego meditar, después mi desayuno.

Creo que me logré dormir bastante rápido después de las tres de la mañana -creo que ayuda que le doy la comida y le echo las gotas, pero luego dejo a Rb que se haga cargo de sacarla al patio-.

De todos modos me desperté temprano -a las siete y media-; y no estoy seguro si fué nomás la costumbre, o el tránsito estaba más ruidoso que de constumbre; pero no me levanté a esa hora, nomás ví el celular y continué en cama hasta las ocho y media.

Cuando sonó la alarma me levanté, saludé a Rb, eché agua a la comida de la perra y retorne a la habitación a meditar; luego sí saqué los platos con comida de los perros y empezó el día.

Preveía un día sin ninguna actividad: el día anterior había intentado coordinar una reunión con mi amigo garífuna, pero no se pudo; después de desayunar me pasé la mayor parte de la mañana en cama, viendo videos de Youtube.

Al mediodía le propuse a Rb -y ella aceptó- que cambiáramos los coditos por ensalada: el domingo habíamos desinfectado un par de zanahorias y varias hojas de lechuga; almorzamos de esta forma y luego, mientras los perros comían, preparé un café y un té.

El dia estuvo bastante gris -y lento-, pero traté de racionalizar mi situación: debo aprender que no es necesario que esté ocupado para mantenerme tranquilo; de todos modos, después de la comida de los perros, aproveché a llamar a mi amigo que vivió mucho tiempo en la ciudad en la que viví algunos meses en el Imperio del Norte.

La conversación tardó casi una hora y estuvimos rememorando algunos recuerdos compartidos del lugar en el que crecimos; mi amigo sigue sin poder trabajar, debido a su situación irregular en el Imperio; al final incluso hablamos algo sobre Inteligencia Artificial, Nanotecnología y Mecánica Cuántica.

Después de la conversación con mi amigo me dirigí al supermercado más lejano en dirección sur: la bolsa de mayonesa, que uso -con la de ketchup- para preparar mis desayunos de viernes, sábado y domingo, estaba por terminar.

Pero no compré solo eso: aproveché para proveerme de coquitas y frijoles volteados para un par de meses; también compré un par de paquetes de galletas dulces -a veces tomo dos galletas en vez de una con mi taza de café de las tardes-.

En el camino de vuelta pasé a la tienda de las verduras: la papaya de la cena estaba por terminarse; pero fue lo único que adquiri en el lugar -Rb ya había hablado con la señora y nomás me presenté para recoger el pedido-.

Retorné a casa un poco antes de las cinco y media y, como lo he estado haciendo ultimamente, tomé mi cena un poco temprano: entre cinco y seis de la tarde me estoy sirviendo la porción de papaya, un banano y una galleta de soda con mayonesa.

Un poco antes de darle la comida de la noche a los perros llamé a mi primo favorito: el día anterior le había escrito y habíamos quedado de conversar por la noche, pero no había sucedido; le había vuelto a escribir por la tarde y quedamos en hablar a las ocho y media.

A esa hora lo llamé por Whatsapp; mi interés principal era coordinar mi próxima visita a mi tía; pero también queria explorar la posibilidad de verlo esta semana: he estado intentando coordinarlo desde el año pasado y quería aprovechar este período de vacaciones.

Al final -la conversación tardó menos de diez minutos- acordamos en que pasaría por su casa el sábado a las siete de la mañana, para compartir un desayuno en el restaurante en el que usualmente invito a mis conocidos/amigos.

El miércoles me volví a levantar temprano: había previsto reunirme con mi antiguo supervisor en la oficina de consultoría en ERP/CRM -ya hace más de quince años de eso- a las siete de la mañana; pero habia decidido no utilizar el automóvil.

Y es que ya me habia pasado unos meses antes el encontrarme con un tremendo embotellamiento al intentar salir, antes de las siete, en un día laboral; me levanté a las cinco y cuarto, medité, tomé una ducha y caminé hasta el comercial en donde tomamos los buses intermunicipales.

Usualmente los buses cobran medio dólar para el comercial en donde abordamos el Transmetro; y un veinticinco por ciento más cuando el viaje es hasta el periférico -en donde tomamos otra línea del Transmetro-; y aunque algunas veces han intentado cobrarme más, en este caso ni siquiera me preguntaron por mi destino, nomás no me dieron cambio para el billete con el segundo valor.

Iba relativamente temprano, tanto que hubiera podido caminar el par de kilómetros entre la segunda estación del transmetro y el restaurante a donde me dirigía; pero pensé que no valía la pena llegar todo sudado a mi destino; por lo que me quedé en la primera estación y allí abordé el Transmetro.

Al final llegué al restaurante con cinco minutos de anticipación -caminé despacio desde la estación del Transmetro-; esperé a que me asignaran mesa -en esta ocasión el desayuno era en un restaurante un poco elegante-; desde allí le escribí a mi amigo para comentarle que ya me encontraba en el lugar.

Él me respondió que ya se encontraba cerca; y, efectivamente, un poco más tarde entró por la parte posterior del lugar -le había comentado en dónde nos habían asignado-; mi amigo me llevaba un regalo y yo me disculpé por ir con las manos vacías; conversamos un poco antes de ordenar.

El restaurante es un poco más caro que el que frecuentemente utilizo para este tipo de reuniones; pero pedimos un par de desayunos en el punto medio; y nos pasamos el siguiente par de horas entre desayuno y conversación.

Mi amigo se ha mantenido ocupado bastante durante el último semestre: dirige un grupo de consultores; además participa en algunos conciertos -es uno de los pocos tenores del país-, imparte algunas clases de canto y le ayuda a su ex-pareja -y actual roommate- con un pequeño puesto de comida.

A las nueve le pregunté a mi amigo a dónde se dirigiría después del desayuno y me comentó que regresaría a su casa -vive en un extremo del centro histórico y trabaja desde su casa-; me ofreció llevarme a donde yo me dirigía y le pedí que me acercara al comercial desde donde se toman los busitos.

Abordamos su automóvil -anda estrenando un Kia modelo dos mil veintiséis- y, un poco más tarde, me dejó a un costado del comercial; nos despedimos y caminé a abordar el busito; un poco más tarde estaba apeándome frente a la calle de la casa de Rb.

Cuando vine Rb ya le había dado desayuno a sus animales por lo que nomás le apliqué gotas oftálmicas a la perra más anciana; también me comentó que le habían hablado del banco para informarle que ya podía recoger su nueva tarjeta de débito; aunque, por error no la enviaron a la agencia más cercana.

Abordamos el auto y nos dirigimos a este comercial -a unos ocho kilómetros de distancia-; en el camino notamos que, cuando las revoluciones del auto pasaban de uno a dos -creo que la escala están en los miles de RPM- el motor daba un pequeño tirón; lo comentamos y acordamos llamar al mecánico para la siguiente semana.

El tránsito estaba un poco pesado pero no nos llevó mucho tiempo llegar al comercial; nos parqueamos en el espacio externo y entramos a la nave principal; lo malo es que las gradas eléctricas estaban inmóviles en dirección ascendente; lo bueno es que había un ascensor en un lateral -una chica de un kiosco nos lo indicó-.

Y es que Rb aún anda en período de recuperación -apenas tres semanas después de la histerectomía-; nos tocó que esperar un poco en el área de servicio al cliente pero, finalmente, le entregaron la nueva tarjeta de débito.

En la planta baja encontramos una caseta de McDonald's y compré un McFlurry de temporada; luego entramos al supermercado del interior para comprar un poco de bananos; después de pasar a validar el ticket de parqueo -sin cargo- abordamos el auto e iniciamos el camino de vuelta; el tránsito estaba más pesado que de ida.

Nos tomó un buen tiempo avanzar en la carretera intermunicipal pero después, ya en el boulevard, el tránsito estaba más despejado; ya en casa le escribí a mi amigo para preguntar sobre su dirección: acababa de recibir el aguinaldo y quería obsequiarle un libro del que le había hablado varias veces: El dios de las pequeñas cosas.

Encontré el libro en una de las librerías más populares de la ciudad y, con los tres dólares de envío, el costo era de apenas unos veinticinco dólares; pagué con mi tarjeta de crédito online y coloqué el nombre y la dirección de mi amigo para su entrega.

Por la tarde estuve viendo videos de varios canales de divulgación científica en Youtube; y en la noche, como no había nuevos episodios del concurso de pasteles que estábamos viendo con Rb, nomás estuve en su cama con mi computadora.

El jueves me volví a levantar tardísimo: me desperté antes de las ocho pero nomás ví la hora en el celular y continué en cama hasta que la alarma sonó; cuando me levanté le eché agua a la comida de la perra más pesada y me retorné al cuarto a meditar.

Por alguna razón -no me había pasado antes- no me percaté que la alarma para alimentar a los perros iba a sonar un minuto y medio antes de que completara mi tiempo de meditación; así que el período de la mañana se acortó un poco.

Después de ayudarle a Rb con la comida de los perros me preparé el desayuno; después preparé los bártulos para la limpieza -tocaba el día anterior pero lo había olvidado por completo- y levanté lo que pude del suelo, antes de barrer y trapear.

Un poco antes de las diez de la mañana me metí a la ducha y me preparé para mi reunión con mi hija mediana: habíamos quedado en que llegaría a su lugar a las once y prefería llegar más temprano que tarde.

Salí de la casa a las diez de la mañana; el boulevard se veía vacío pero era nomás una apariencia: dos o tres calles más adelante empezaba un embotellamiento que llegaba hasta la carretera intermunicipal -y que seguía (aunque no tan pesado) hasta la ciudad-.

El periférico también estaba un poco cargado, con muchos camiones tratando de bajar a la carretera al Pacífico; y la calle principal al lado de la cual se encuentra el edificio en el que viven mis hijos tenía su cuota de transporte pesado.

En total el camino me llevó casi una hora; estacioné el auto tres minutos antes de las once y subí -por las gradas- al séptimo nivel; como no había usado los servicios sanitarios después de desayunar iba con deseos de pasar al baño y fue lo primero que hice al entrar al departamento.

Después -de lavarme las manos- le escribí a mi hija comentándole que ya estaba en el lugar y ella salió de su habitación -la nueva-; le propuse ir al parque temático; yo había elegido el día porque -suponía que- era el segundo día de descanso, con lo que esperaba que tuviéramos un mejor tiempo que el mes anterior-.

Mi hija me comentó que le habían cambiado sus días de descanso: de miércoles/jueves a lunes/jueves; pero al menos en esta ocasión llegué tres horas más tarde que la anterior; nos dirigimos al parque temático y entramos directamente al restaurante más grande del lugar.

Hice cola para comprar un par de menús de hamburguesas y le pedí a mi hija que subiera al segundo nivel -al área de mesas- a reservar un lugar; mientras estaba haciendo cola para recibir el pedido aproveché para jugar un par de partidas de ajedrez en Duolingo.

Cuando recibí el pedido subí al segundo nivel y me instalé en la mesa que mi hija estaba reservando; tomamos los alimentos y conversamos un poco sobre su situación laboral actual -es algo preocupante-.

Estuvimos un buen rato en el lugar, luego le propuse que nos dirigiéramos a una de las áreas verdes del lugar; el clima estaba bastante interesante: bastante fresco bajo la sombra pero bastante caluroso en las áreas soleadas.

Nos instalamos en unas bancas en donde el sol no era muy intenso y estuvimos armando el cubo de Rubik de dos por dos y el de tres por tres mirror; también le enseñé un poco del cubo de cuatro por cuatro; un poco más tarde le propuse que jugáramos algunas partidas de dominó y nos movimos a un lugar en donde pudieramos colocar las piezas.

Para terminar la tarde -habíamos acordado despedirnos a las tres- nos subimos a la rueda de Chicago más alta del lugar; por ser temporada de vacaciones escolares -y de convivios empresariales de fin de año- había bastante asistencia a los juegos; pero no tuvimos muchas dificultades para subir al juego mecánico.

Un poco después de las dos y media salimos del parque e iniciamos la caminata de regreso al departamento; llegamos antes de las tres y aún terminamos de armar el cubo de cuatro por cuatro en la sala; a las tres le indiqué a mi hija que me retiraba y nos despedimos.

Tuve un poco de dificultad saliendo del parqueo -está costando que la palanca de velocidades reconozca la reversa- pero la salida a la calle principal estuvo fácil; yo había estimado un tiempo de media hora para retornar a casa y la primera mitad del camino estuvo bien.

Lo malo fue la segunda mitad: en la avenida de entrada a la Universidad había un embotellamiento bastante fuerte; consideré tomar la ruta del periférico pero decidí continuar; y en la intersección del periférico y universidad encontré la fuente del atasco: había un gran pickup detenido casi a mitad de la calle, con algún problema mecánico, aunque también había una patrulla a su lado.

Cuando entré a la vía municipal también encontré un poco de tránsito; y es que a esa hora ya habían colocado el carril reversible para entrar: uno de los carriles de salida lo revierten; estaba casi por entrar al boulevard cuando me llamó Rb -faltaban nos minutos para las tres y media-.

Y es que yo le había ofrecido retornar a las tres y media, para la caminata de los perros; le comenté  lo del embotellamiento en la Universidad -antes de entrar al boulevard había otra señora cubriendo uno de los carriles, con el auto (aparentemente) sobrecalentado-.

Afortunadamente el tránsito en el boulevard estaba bastante fluído, con lo que dos o tres minutos después de las tres y media estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb; entré a dejar la mochila y sacamos a caminar a los perros.

Cuando completamos las dos vueltas a la calle con ambos perros recogí los desechos de los perros del patio delantero; luego entramos a la casa y me preparé una taza de café -y preparé té para Rb-; a las cinco de la tarde le pedí a Rb que me acompañara a comprar el pan para los desayunos del viernes y el fin de semana.

Por la noche me puse a bajar Pokemón: Detective Pikachu; había empezado a verla un par de días antes pero el sitio en el que estaba haciéndolo no me había funcionado el día anterior -y en el otro estaba nomás con subtítulos en español-.

El viernes me levanté -otra vez- super tarde; me despertó -creo- el tránsito pero continué en cama hasta que sonó la alarma a las ocho y cuarto; iba a salir de la habitación pero Rb me comentó que ya le había echado agua a la comida de la perra más pesada.

Entonces le comenté que saldría a la hora en que les toca comer -las nueve menos cuarto-; medité y después salí de la habitación; ayudé con la alimentación de los perros y luego me preparé el desayuno de los viernes.

Después de desayunar estuve viendo videos de Youtube en la mesa del comedor; luego continué con lo mismo pero en la cama: al parecer la perra más pesada le había dado una madrugada ocupada a Rb y ella tomó una siesta por la mañana.

También estuve viendo unos videos educativos de un sitio que me salió -creo- como publicidad en Duolingo: es HP life -o algo así- y ofrece certificados en temas bastante ligeros: pensamiento crítico, networking, entre otros.  

Al mediodía preparamos una mojarra; y almorzamos eso con una ensalada bastante abundante -manzana roja en lugar de manzana verde-; después del café de la tarde -a las tres y media- me dirigí al supermercado más cercano en dirección sur.

Necesitábamos comprar algunos ingredientes para el almuerzo del sábado y bananos para los desayunos y cenas; como también debíamos comprar en la tienda de las verduras Rb me sugirió que fueramos juntos -cuando yo trajera las compras del primer lugar-.

Cuando retorné del supermercado almacené en la refrigeradora la mayor parte de las compras -lechugas y varios tipos de carne de pollo- y luego nos dirigimos a la tienda de las verduras; como era la primera vez que Rb la visitaba en casi un mes me llevé el cubo de Rubik de cinco por cinco.

Creí que Rb se iba a tomar su tiempo conversando con la señora de la tienda -y su hija- y no quería aburrirme; pero no ocurrió lo que esperaba: ya tenían preparado el pedido y casi no nos tardamos en el lugar.

Por la noche estuve haciendo algunas lecciones de aritmética en Duolingo y completando algunas partidas de ajedrez -he vuelto a sobrepasar los mil cuatrocientos de ELO-; también terminé de ver la película que había bajado la noche anterior.

martes, 9 de diciembre de 2025

Las últimas vacaciones... My last vacation... Les dernières vacances...

Pasé mucho tiempo sin tomar vacaciones; creo que influyó el hecho de que, cuando tomé unos días para la graduación de mi hija mayor, mi jefa me llamó un par de veces: nos llevábamos muy bien pero era una workaholic incorregible.

Además, el proyecto que estaba probando se descarriló: mis compañeros no realizaron las actividades que habíamos estado haciendo, pusieron como excusa que la aplicación no era adecuada -lo que no tenía sentido- y retorné a un proyecto descontrolado.

Entonces decidí no tomar más vacaciones; y es que tampoco me llamaba la atención ausentarme del trabajo: por un lado me intranquiliza no tener una estructura; por otro, esperaba acumular esos dias para que -en caso me despidieran- mi liquidación fuera más grande.

Al final no me despidieron -o sea sí, pero luego no- y aquí estoy con más de once años trabajando en la misma empresa; pero la acumulación de vacaciones no le cayó bien a mi supervisora actual: su jefe le indicó que mi situación afectaba algún indicador de recursos humanos.

Y desde hace un par de años estoy con la consigna de rebajar el número lo más rápido que se pueda: el año pasado tomé más de treinta dias -además de los dos jueves al mes que me pusieron de consigna-; este año creo que termino casi igual.

Y es que había acumulado más de cien días de vacaciones -por esto tiempos creo que ya bajaron a sesenta-; y al principio intenté 'utilizar' el tiempo realizando algún trabajo voluntario: participé en cuatro o cinco jornadas médicas en año y medio.

Pero ahora ya no; de dos de los proyectos ya no me volvieron a llamar; y tuve que declinar la oferta del tercero -aunque participé en el training anual- porque había empezado a hacer horas en otro proyectdo laboral -en el que estuve solo un mes-.

Así que este último mes del año -aunque había declinado tomar más vacaciones- pedí otros ocho días: iba a descansar del ocho al diecisiete -del lunes de esta semana al miércoles de la siguiente- pero entonces entró la cirugía de Rb; y tomé el lunes anterior.

Y, para terminar el año, desde el martes hasta el próximo miércoles estoy fuera del trabajo; traté de programar algunas reuniones con antiguos conocidos del voluntariado -o de trabajos anteriores- pero al final nomás coordiné con mi antiguo supervisor el miércoles.

También con mi hija mediana el jueves -habia previsto reunirme el martes o el viernes con mi amigo garífuna, pero me comentó que ya tenia ocupada su agenda; y a mis cincuenta y dos años aún estoy aprendiendo a relajarme cuando no tengo ninguna ocupación.

Y a ver cómo va eso. 

El viernes empezó el día normal -o al menos la normalidad de las últimas semanas- o sea, a las tres de la madrugada:  alimentar, aplicar gotas oftálmicas y sacar al patio; a la perra más anciana de Rb; dormir otro rato y levantarme a meditar a las siete y media; luego entrar a la reunión diaria.

Después de la misma me preparé el desayuno de los viernes; un poco más tarde Rb me recordó que era el día en que había decidido retornar a dormir a su habitación; entonces metí la ropa de cama usada a la canasta de ropa sucia.

Ayudé a Rb sacando la ropa de su cama al patio -estaba repleta de pelo de perros- y luego elegí ropa de cama limpia para la cama que Rb desocupaba; también traté de trabajar un poco: pero no en lo que se suponía que debía trabajar -seguir probando la app de siempre- sino que me puse a revisar el código pra automatizar pruebas que el analista más brillante nos había compartido unos meses atrás.

El código se divide en tres partes: sección web, sección de escritorio y sección funcional; al principio nomás estaba funcionando la última; me puse a revisar por qué no estaba funcionando la primera y logré -luego de un buen rato, y consultando varias LLM- que funcionara la versión web.

El resto del día me lo pasé tratando de reparar la versión de escritorio; pero no obtuve ningún resultado -además de aprender un poco de la estructura de los proyectos escritos en Playwright-; por una parte, creo que mejorar en este tema podría ayudarme en futuras oportunidades laborales; por otra parte, no sé.

Al final de la tarde, después del horario laboral, acudí al supermercado más cercano en dirección sur; compré algunas alitas de pollo y un muslo -para el almuerzo del día siguiente-; y un poco de lechuga y bananos.

De vuelta pasé a la tienda de las verduras: se suponía que nomás tendría que recoger el pedido que Rb había realizado más temprano; pero no, llegué y la hija de la señora me comentó que aún no tenía los detalles; llamó a su madre y, un poco después, me entregó una bolsa con el pedido.

Por la noche continuamos viendo el concurso de elaboración de pasteles temáticos -de Netflix, por supuesto-; continué la noche con la meditación a las diez y la última salida de los perros al patio un poco antes de las once; después intenté dormirme, pero tuve muchas dificultades: creo que mi cuerpo resintió el cambio de bolsa de dormir a cama.

El sábado me levanté a las cuatro y cuarenta y cinco; había quedado de reunirme con mi amigo voluntario -el conspiranóico-, en un Mc Donalds que abren bastante temprano, a las seis de la mañana. 

Después de meditar me metí a la ducha; luego esperé un poco pues aún no eran las cinco y media y no quería llegar excesivamente temprano al lugar; al final había olvidado que mi amigo -a veces- llega bastante temprano a nuestras reuniones.

Tomé el automóvil un poco después de las cinco y media pero manejé bastante tranquilo; las calles estaban bastante despejadas a esa hora; llegué al lugar y me estacioné a las cinco y cincuenta y cuatro; le envié un mensaje para avisar que ya estaba por allí.

Pero al conectarme ví que había enviado un mensaje a las cinco cuarenta y seis; entré al lugar y encontré a mi amigo sentado a una mesa infantil; nos saludamos y lo noté algo serio; me comentó que el lugar no le traía muy buenos recuerdos: algunos años atrás había tenido un episodio de delirio de persecución en el lugar.

Mi amigo es muy creativo pero ha tenido varios brotes psicóticos desde su juventud -ahora tiene más de cuarenta años-: al parecer entra en estados maníacos en los que pasa muchos días casi sin dormir.

Invité a desayunar a mi amigo ; luego -aprovechando que había refill de café- también compré un par de pastelillos; la verdad las dos horas que estuvimos en el lugar fueron bastante agradables: mucha conversación.

Algo inquietante -?- es que acaba de cumplir un mes en su nuevo trabajo -en donde debe administrar recursos, incluyendo humanos- y está resintiendo la presión; yo le dí soporte en la confección del currículum que utilizó en sus últimos dos movimientos laborales. 

Un poco antes de las ocho incluso mi amigo me incluyó en la selfie del día; luego, un poco más tarde, le indiqué que debía retirarme -quería regresar a la casa antes de la hora del desayuno de los perros- y nos despedimos; el periférico estaba tranquilo, no así la entrada al municipio.

No recordaba que los sábados ponían el carril reversible de los días laborales: en vez de los dos carriles de entrada y dos de salida colocan tres de salida y nomas uno de entrada; con lo que los tres carriles que alimentan la entrada se reducen a uno.

Pero aún así vine un poco después de las ocho y media; a tiempo de ayudarle a Rb a alimentar a sus perros; se suponía que ella iba a probar mi banquito de meditación, para darle de comer a la perra más anciana:  desde una semana atrás -o así- se la he tenido que estar llevando a la cama para que la alimente.

Como el desayuno había sido bastante escueto volví a desayunar -lo hago frecuentemente los viernes, sábado y domingo-: avena, banano y gelatina; intenté dormir un poco -me costó conciliar el sueño entre las tres y las cuatro cuarenta y cinco-: programé treinta minutos en el temporizador del celular, pero no estoy seguro si me dormí, creo que nomás dormité un poco. 

Cuando el celular sonó me levanté a preparar el almuerzo: había visto un short en Youtube mostrando un burrito -de zanahoria rallada y huevo- relleno de mayonesa de aguacate -huevo duro y aguacate (también le eché un poco de aceite de oliva)-.

Me tardé un poco confeccionando el par de burritos -pero salieron bien- y Rb me ayudó a prepara una sopa con el pollo comprado el día anterior; sacamos a caminar a los perros un poco tarde; después entramos a almorzar.

Después del almuerzo me puse a lavar los trastes: había un volcán de estos en el lavatrastos; luego, mientras los perros comían, preparé un café y un té de manzanilla; después de que los perros comieron fuimos al supermercado que se encuentra en el comercial en donde se estacionan los busitos.

Como ya habían pasado casi veinte días -dieciocho, para ser más exactos- desde la operación de Rb le había pedido que me acomopañara al supermercado; quería comprar los ingredientes para los almuerzos de la siguiente semana -y un par de magdalenas para la visita a mis padres el día siguiente-.

El tránsito de salida del municipio no estuvo muy pesado; y el comercial estaba bastante vacío; estacioné el auto y tomamos las gradas eléctricas -para evitar esfuerzos innecesarios-; utilizamos una carreta en el supermercado pues la lista de compras era algo larga. 

Lo malo es que no habíamos pasado al cajero antes de entrar al supermercado -y la tarjeta de débito de Rb se la repondrían hasta la siguiente semana-; por lo que dejé esperando a Rb antes de pasar a la autocaja del supermercado y utilicé el cajero automático del banco en el que me pagan el salario quincenal.

La cuenta fue de más de cincuenta dólares; pasamos al área de paquetes para que validaran el ticket del parqueo y luego nos dirigimos a la farmacia que está en el mismo nivel; allí le pedí a Rb que me esperara pues había otro cajero a donde me había enviado una transferencia móvil.

Pero el cajero -al lado del banco- no estaba funcionando; iba a retornar a la farmacia pero recordé que dos niveles arriba había otro cajero; así que me dirigí hacia allí -andaba cargando todas las compras-; el cajero funcionó correctamente y bajé con otros sesenta dólares.

Y es que había previsto pasar a llenar el tanque del auto -lo hago siempre antes de viajar a donde mis padres, para hacerme cargo personalmente del combustible que consumo en el viaje (son más de cien kilómetros)-; salimos del comercial y, cuatro o cinco calles más tarde entramos a la gasolinera -fueron quince dólares-.

Por la noche vimos el penúltimo capítulo de la edición de Halloween de una competicion de pasteles; como había previsto llevar emparedados a la visita del día siguiente preparé la bolsa completa; luego me comí las tapas del pan, con un poco de frijoles.

El domingo -al igual que el día anterior- volví a dormir muy poco: me levanté a las tres de la madrugada, para alimentar a la perra más anciana, luego volví a la cama y, aunque me costó conciliar el sueño, me quedé acostado hasta las cinco menos cuarto.

A esa hora me levanté a meditar, luego tomé una ducha; desde la noche anterior habia metido al auto todo lo que tenía que llevar al puerto: el saco con la comida para perros, la cafetera, agua pura; incluso el par de magdalenas que había comprado en el supermercado.

A las cinco y media arranqué el automóvil e inicié el trayecto hasta la casa de mis padres; la primera parte del camino estuvo bastante tranquila; pero la segunda mitad -nuevamente- fue bastante complicada: están construyendo una autopista por lo que, en la mayor parte, hay únicamente un carril en cada dirección.

Además, casi al setenta y cinco por ciento de la distancia, hubo una parte de varios kilómetros en donde la carretera está realmente mal: aparentemente nomas han estado vertiendo una capa de asfalto sobre la anterior; dejando una superficie en pésimas condiciones -muchas grandes grietas-.

Con todo, llegué a mi destino final casi a las siete y media; encontré a mi madre fuera de la casa y me bajé del auto a mover algunos sacos con material de reciclaje -mi madre continúa acumulando este tipo de material para venderlo en una recicladora- pues no habia espacio para estacionar el auto.

Después de estacionar el auto bajé el saco de alimento para perros; mi madre me comentó que mi padre no se encontraba: el día anterior uno de sus hermanos -quien vive a un par de kilómetros- llegó a traerlo para un viaje a la aldea de donde provienen.

Por lo que tuve una jornada bastante diferente a las últimas: usualmente mi padre acapara toda la atención -sus conocimientos de muchas areas son bastos- y mi madre se mantiene al margen; ahora -como en alguna otra ocasión- hemos podido conversar más libremente.

Calenté un poco de agua, preparé un par de tazas de café instantáneo y desayunamos con una de las magdalenas -y los sandwiches de jamón y queso-; después estuvimos conversando un poco sobre las últimas novedades familiares.

Después de completar el desayuno fuimos a la antigua presidente del comité de vecinos a entregarle la otra magdalena; la señora estaba algo indispuesta -al parecer se había golpeado un pie con la motocicleta- y nomás estuvimos un rato allí.

Le propuse a mi madre que salieramos a caminar -el sol no estaba muy fuerte- y nomás retornamos a verificar que el portón de la casa estuviera asegurado; luego salimos de la colonia y tomamos la carretera principal.

Caminamos dos o tres kilómetros, pasando frente a la cassa del hermano de mi papá con quien andaba de viaje; luego entramos a un par de senderos en un área bastante agreste; retornando un poco más tarde a la casa de mis padres.

A las diez de la mañana me despedí de mi madre y empecé el camino de regreso; llamé a Rb para comentarle que iniciaba el retorno (no habia podido comprar el día de servicio de internet que usualmente adquiero) y comencé el trayecto.

La primera parte del viaje fue bastante lenta, especialmente los kilómetros con muchas grietas en la carretera; pero la segunda mitad no estuvo tan mal; al final un poco después de una hora y cuarenta y cinco minutos estaba entrando a la gasolinera que se encuentra en el extremo del boulevard.

Rellené el tanque de gasolina -exactamente la misma cantidad que el día anterior-; Rb me llamó justo cuando estaba bajándome del auto y le comenté que en unos minutos estaría en casa.

Estacioné el auto y bajé un racimo de plátanos verdes que mi madre le envió a Rb -el miércoles, cuando la llamé le había comentado que no queríamos pescados por el período actual de reposo-; me sentía bastante cansado.

Esperamos hasta las doce y media y sacamos a caminar a los perros; la caminata con la perra más pesada se está volviendo cada día más tediosa: la perra, por alguna razón, se niega a caminar en varios sectores del camino; debo jalarla y es bastante pesada.

Las dos vueltas con el perro son más tranquilas: no se niega a caminar, y ahora Rb nos está acompañando la mayor parte del recorrido; después de entrar -y recoger los desechos de los perros en el patio- Rb se puso a preparar las alitas dominicales.

Yo preparé un par de ensaladas -bastante grandes- y calentamos un poco de caldo que nos había sobrado del día anterior; yo había desayunado cuando volví -avena y bananos- y sentí que el almuerzo fue demasiado grande.

La verdad sentí bastante modorra después del almuerzo y me recosté un rato; no me pude dormir pues me estaba sintiendo incómodo por el almuerzo excesivo; acordamos con Rb tomar una siesta después de alimentar a los perros a las tres menos cuarto.

Ayude a Rb con el almuerzo de los perros y luego jalé la almohada de la cama en la que duermo y me acosté en la cama de ella; al principio nomás permanecí aletargado durante un buen tiempo -escuchando los ronquidos de Rb- pero luego me quedé dormido.

Un poco antes de las cinco de la tarde escuché que Rb se levantaba y salí de la habitación para ayudarle a preparar los almuerzos de la semana: pollo con manzanas verdes; tuve que pelar y cuadricular ocho o nueve manzanas.

Por la noche vimos el último capítulo de la competencia de preparación de pasteles que habíamos empezado a ver a mediados de la semana; después de alimentar a los perros -a las ocho y cincuenta- dividimos los almuerzos en cuatro porciones y los refrigeramos.

El lunes estuvo bastante tranquilo; con los perros y el trabajo: la reunión de la mañana no tuvo muchos sobresaltos; pero, luego de la misma, el supervisor en el Imperio del Norte me escribió para indagar si había completado los reportes de incidentes.

Le comenté que sí, pero que coordinaría con el PM para ver si había alguno más que debiera creares -y si habian: diez-; después de la reunión -y mientras desayunaba- puse manos a la obra y completé la tarea antes de media mañana.

El resto del día lo pasé casi inactivo -al menos en cuestión laboral-; al mediodía consumimos la primer porción del pollo con manzanas verdes que habíamos preparado el día anterior -lo acompañamos con una porción de coditos de arroz.

Como el segundo de los racimos de bananos verdes finalmente empezó a madurar no hubo necesidad de acudir al supermercado a proveernos de esta fruta; sin embargo, me tocó acudir al centro comercial pues Rb necesitaba medicina antiparasitaria para sus perros.

Un poco antes de las cinco caminé hasta el supermercado más cercano en dirección sur; el trayecto es bastante corto -quizá medio kilómetro- y cuando llegué encontré al veterinario en la sala de espera.

Le comenté de las últimas molestias de salud de la perra más anciana -la semana anterior habia tenido un fluido viscoso en la orina, y esta semana Rb le había estado aplicando sávila pues se notaba irritada-; me indicó que lo mas seguro sería realizar un cultivo; así que a ver cuando hay que llevarla.

Recibí las pastillas y retorné a casa; durante la noche estuve viendo la primera parte de Detective Pikachu, y una pequeña parte de la versión del dosmil seis de Death Note; como el día siguiente iniciaban mis vacaciones quité todas las alarmas entre las tres y las ocho y cuarto.

También participé -entre siete y ocho de la noche- en la primera reunión -virtual- que organizó la encargada de la actividad educativa en la que participaré el otro año como voluntario -el título es Challenge Master, aunque aún no tengo claro toda la implicación-.

A la reunión acudimos once personas -incluyendo la organizadora- y allí me enteré que su esposo -trabajamos juntos hace algunos años y fue quien me invitó a unirme a la actividad- es el director del proyecto (ella es como la coordinadora general, o algo así).

También me enteré de que -salvo la otra chica que tomará los niveles académicos más bajos (yo me hago cargo de Secundaria y Universidad) y yo- todos han estado involucrados por varios años.

Como no pude asistir a la reunión anterior -fue presencial y me avisaron apenas un día antes- investigué un poco sobre la naturaleza del proyecto y me dí cuenta que asistí a una edición -como padre de participante- cuando mi hija mediana estaba en su segundo año de bachillerato.

Y a ver cómo sigue eso...

sábado, 6 de diciembre de 2025

Esas estafas... Those scams... Ces arnaques...

Esta semana paso algo raro -o quizá no tanto-: el miércoles llamaron a las tres de la mañana a Rb para confirmar el consumo de su tarjeta en un sitio de apuestas en línea; por supuesto que era una estafa.

Cuando Rb se levantó -a las ocho- me comentó lo que había pasado y llamó al servicio al cliente del banco en donde tiene su cuenta bancaria; pero no es la primera vez que pasa: cuando viajó a Medellín hace cinco o seis años le aparecieron un par de consumos de un restaurante de comida rápida local.

Y luego, uno o dos años después, le cargaron un consumo de un servicio de almacenamiento en la nube -en el Imperio del Norte-; en ambas ocasiones -y ahora también- la medida ha sido bloquear completamente la tarjeta de débito.

Lo que significa que, por el momento, nos hemos quedado sin un medio de pagar con tarjeta en los comercios -o sacar dinero de esta forma en los cajeros automáticos-; y que habrá que ir al banco -cuando Rb se sienta cómoda viajando (o caminando)- para obtener una nueva.

Y a ver cómo sigue eso... 

El domingo la alarma sonó a las tres de la mañana; estaba bastante dormido, por lo que me costó levantarme; y cuando salí de la habitación encontré al perro de Rb parado en la sala; y a la perra más anciana caminando.

Saqué al patio al perro y Rb me comentó que había estado chillando; al parecer andaba con molestias estomacales; le dí el pollo -y la pastilla- a la perra más anciana, luego le apliqué gotas en los ojos, y después la saqué al patio trasero.

Cuando la perra rascó la puerta permití que entrara, luego me despedí de Rb y retorné al saco de dormir; pero me costó conciliar el sueño; estuve -durante lo que sentí como mucho tiempo- dando vueltas hasta que, finalmente, concilié nuevamente el sueño.

Al igual que el día anterior, había quitado todas las alarmas, para despertarme al as ocho y veinte; le eché agua a la comida de la perra más pesada y medité durante veintidós minutos; luego salí a darles el desayuno, y a preparar mi desayuno dominical.

Luego del desayuno hice algunas lecciones de Duolingo, después estuve viendo algunos videos de Youtube; al mediodía Rb preparó -por primera vez después de un par de semanas- las alitas dominicales de costumbre; las cuales consumimos con un par de ensaladas.

A las tres y media me vestí e inicié la caminata hasta la pizzería que se encuentra en el comercial en donde usualmente abordamos los buses intermunicipales; llegué al lugar un poco antes de las cuatro y ví a mi amigo Testigo de Jehová esperando frente al lugar.

Procedimos a acomodarnos en una de las mesas del interior y ordenamos un par de cafés y pasteles (ambos ordenamos pastel de tres leches, pero no tenían en existencia, por lo que yo pedí uno de chocolate y mi amigo un pie de queso); un poco más tarde ordenamos también un par de porciones de pizza.

Nos estuvimos en el lugar por un poco más de una hora, entre café -había refill-, pastel, pizza y conversación; luego de este tiempo me hice cargo de la cuenta -como diez dólares- y nos despedimos; entonces entré al supermercado vecino a comprar aguacates y bananos.

Cuando retorné a casa nos metimos a la cocina a preparar los almuerzos de la semana: zanahoria, güisquil y champiñones mezclado con pechuga de pollo y algunas hierbas; lo que dividimos en cinco porciones; luego me dí cuenta que no había preparado gelatinas para mis desayunos, pero Rb me obsequió una de las suyas -de mango- para empezar la semana. 

Por la noche vimos un capítulo de una competencia de horneo de pasteles -en su versión holiday-; también ví un capítulo de Stranger Things, la quinta temporada; al final de la noche pude dormirme un poco antes de las once: he estado realizando la meditación nocturna a las diez.

El lunes no hubo ningún incidente a las tres de la madrugada; nomás le dí el pollo al a perra, le apliqué las gotas en los ojos, la saqué al patio y, cuando entró, volví a la cama; eso sí, quité todas las alarmas hasta las ocho y cuarto.

A esa hora me levanté a echarle agua a la comida de la perra más pesada y luego medite durante veintidos minutos; después salí a darles de comer a los perros, y a prepararme el desayuno.

Después de desayunar abordamos el auto con Rb: le tocaba la primera revisión luego de su cirugía -en la que se suponia debian quitarle el hilo quirúrgico-; salimos un poco después de las ocho y media y Rb se fue desayunando en el camino.

Habíamos estimado que el viaje nos tomaría hasta dos horas: el tránsito en el municipio es muy pesado por la mañana -casi a cualquier hora, realmente-, pero, afortunadamente, nos tomó nomás un poco más de una hora.

Un poco después de las nueve y media estaba estacionándome casi en el mismo lugar en el que dejé el auto un par de semanas antes cuando fuí a recogerla luego de la cirugía; pero, en esta ocasión, el par de indigentes que se mantienen 'cuidando' los autos se acercaron para informarme que la cuota era de dos dólares 'sin importar el tiempo'.

Entramos a las clinicas y nos tardamos bastante en la cola para pagar la consulta; luego nos tardamos bastante en la espera de la ginecóloga; un poco después de las diez y media entramos a consulta.

La ginecóloga revisó a Rb y confirmó que todo iba como se esperaba; también la subió a una camilla, para retirarle el hilo quirúrgico; la consulta tardó menos de media hora y luego salimos a abordar el auto -y a pagarle a los indigentes-.

Retornamos a casa un poco después del mediodía; nos esperamos un rato y luego sacamos a caminar a los perros; desde el día anterior Rb ha estado acompañándome una parte del camino cuando es el turno del perro.

Después de las caminatas caninas nos servimos la primera de las porciones que preparamos el día anterior, junto con una pequeña porción de fideos de arroz; después del almuerzo lavé los trastes y preparé las gelatinas para los desayunos del resto de la semana.

Por la tarde realicé los traslados que hago el primer día del mes: la suma que le transfiero a Rb por vivir en su casa y la cuota mensual de mantenimiento del departamentod de mis hijos; además, preparé -y envié por whatsapp- un mensaje proponiendoles un potluck para el día antes de navidad.

Como usualmente tengo libre la tarde del veinticuatro de diciembre; y mis dos hijos menores tienen el miércoles  como día de descanso -la grande empieza a trabajar a las cinco de la tarde- espero que podamos compartir un par de horas de ese día; por la noche vimos otro capítulo de la serie de competencia de pasteles.

El martes volví a la programación regular: no me costó mucho conciliar el sueño después de las tres de la mañana, y tenía la alarma del reloj para las siete y media; para meditar y luego entrar a la reunión diaria.

La reunión estuvo tranquila y después de la misma me preparé el desayuno; luego me quedé trabajando en la mesa del comedor -viendo algunos artículos de The Hacker News, realmente-; un poco más tarde Rb movió -por primera vez en un par de semanas- su computadora de la cama a la misma mesa.

El resto del dia fue más o menos como las últimas semanas (meses?); excepto que a la una y media el supervisor nos llamó a la reunión diaria -la tiene programada como diaria pero durante las últimas dos o tres semanas casi nunca la ha realizado-; en esta ocasión empezó a revisar el avance de la última asignación.

Yo había actualizado mi avance -o lo que tomaba como avance- más temprano pero, por alguna razón, los cambios no fueron grabados; de todos modos le dije que ya iba al ochenta por ciento de avance; entonces procedió a asignarnos las tareas del analista que menos bien me cae -andaba de vacaciones, hasta el viernes-.

Al analista más brillante de los tres le asignó un par de las tareas; y al analista que vive en la Ciudad Colonial le asignó muchas más; a mí nomás me asignó una; pero creo que era la más complicada (o al menos, en mi caso, nunca había realizado la misma).

Un poco antes de la hora de salida llamé a mi compañero que mejor me cae -el más inteligente- y le pedí ayuda con la realización de la tarea que me habían asignado; pero la verdad es que él tampoco sabía mucho del tema; revisamos el documento y al final me ofreció ayudarme al día siguiente, a las cuatro o cuatro y media de la tarde.

La verdad me sentí bastante desanimado por el asunto; pero creo que me ayudó caminar un poco -luego del horario laboral-: caminé al supermercado más cercano en direccion sur y compré un poco de bananos para los desayunos -y las cenas-.

Por la noche vimos un capítulo de la competencia de pasteles que habíamos estado viendo últimamente con Rb; también, antes y después de meditar, ví una parte del capítulo cuatro de la quinta temporada de Stranger Things.

El miércoles me levanté con un poco de mejor ánimo: desde la noche anterior me estuve diciendo que -al final- todo iba a estar bien; o sea, me había resignado a que pasaría todo el día esperando a la hora de la reunión con el analista que mejor me cae.

Me levanté a las siete y media, medité y entré a la reunión diaria; en la cual vimos los últimos incidentes reportados; y, es que de hecho, al final de la tarde -y noche- anterior, me había puesto a crear seis reportes que me había pedido mi supervisor.

Después de la reunión diaria programé la que esperaba tener a las cuatro de la tarde; pero, un rato después, el analista me escribió para comentarme que tenía disponibilidad para revisar el documento.

Estuvimos trabajando casi una hora en la realización de las actividades del mismo; la verdad es que estaba bastante complicado: la información no era clara y estaba -bastante- descontinuada; además le faltaban detalles técnicos -había referencias a varias carpetas pero no a los servidores en donde estaban-.

Al final marqué las cinco o seis casillas como completadas; y el resto del día estuve tratando de replicar alguna de las partes de las que aun tenía algunas dudas; una hora antes de que terminara el horario laboral hice la limpieza semanal de pisos.

Y después de las cinco de la tarde me dirigi a la tienda de las verduras: Rb había enviado un poco antes el pedido de sus frutas semanales -y una papaya-; cuando retorné pelé y troceé la última -Rb ya se está haciendo cargo, nuevamente, de la preparación previa-.

El jueves estuvo bastante tranquilo; el día anterior le había indicado a Rb que esperaba que el siguiente lunes retomara su actividad de las tres de la madrugada -alimentar a la perra, echarle gotas en los ojos y sacarla al patio-.

También -el día anterior- habíamos probado el uso de mi banco de meditación para que le dé de comer a su perra más anciana en el piso: el martes siguiente empezaba mi periodo de siete días de vacaciones y planeaba ausentarme en diversos horarios.

Y es más, el martes por la noche había llamado a mi madre para comentarle que llegaría a visitarlos el domingo; así que, al menos ese día, no planeaba estar a la hora en la que los tres perros toman su desayuno (a las nueve menos cuarto).

Entonces, el jueves empezó tranquilo: comida, gotas y salida de la perra a las tres; luego me costó un poco conciliar el sueño pues Rb notó que había agua alrededor de la porcelana del baño (un par de días antes también habíamos notado, pero en esa ocasión yo había derramado agua del lavatrastos).

No pudimos identificar la fuente de la fuga; y me estuve dando vueltas en la cama, pensando en lo que podría ser y cómo deberíamos tomar cartas en el asunto para eliminar la fuga.

De todos modos me levanté bastante descansado a las siete y media; medité y luego entré a la reunión diaria del equipo; la cual estuvo bastante normal: no he reportado ningún nuevo incidente después del último para de hace unos días.

El resto de la mañana pasó sin muchas novedades; le apliqué gotas a la perra a las diez de la mañana  y luego me fuí a meter a la cama con Rb; quería descansar por una hora -antes de las gotas de las once-; a esa hora me levanté y procedí con la aplicación.

Después revisé mis computadoras para ver si tenía alguna novedad; me encontré con dos mensajes: uno del otro analista que me cae bien, comentándome que mi supervisor andaba preguntando por mi persona; el otro de mi supervisor, nomas saludando.

Pero el analista me comentó que estaba en una reunión -llegué dos minutos tarde-; que es la que realizan cada dos semanas el penúltimo día de la semana; y a la que casi no acudo porque -casualmente- coincide con los jueves que he estado tomando -obligatoriamente- libres desde hace un par de años.

En esta reunión participa el jefe de mi supervisor -me parece que es el organizador- y es bastante tediosa: cada uno de los analistas debe comentar sobre lo sucedido en la última quincena -o semana-.

Cuando entré a la reunión uno de los originarios del subcontinente asiático estaba comentando sobre las dificultades que había encontrado mientras completaba sus tareas; se tomó bastante tiempo.

Luego el jefe de mi supervisor habló sobre el equipo local -habíamos tres analistas presentes pues el más brillante del equipo empezó un par de días de vacaciones-; cuando preguntó sobre los avances el otro anlista le comentó sobre las tareas que habíamos estado realizando.

A continuación nos preguntó sobre dificultades encontradas; allí aproveché para hablar: indiqué que no habíamos encontrado ningún incidente crítico; y los que habíamos encontrado los habíamos reportado en la hoja de cálculo creada para el efecto.

Después se enredó en una conversación con mi supervisor sobre un tipo de pruebas que desarrolló el analista que está de vacaciones y sobre las dificultades para realizarlas; al final siento que nomás quiere quedar bien con el jefe -como la mayoría, creo-.

Al mediodía saqué a caminar a los dos perros grandes; primero he estado sacando a la más pesada -se ha estado resistiendo más de lo acostumbrado a la caminata- y, en las dos vueltas con el perro, Rb me ha estado acompañando.

Almorzamos la cuarta porción de los almuerzos; luego lavé los trastos y después estuve viendo algunos videos de Youtube; hasta la hora de alimentar a los perros, a las tres menos cuarto; después preparé un té de manzanilla y una taza de café.

Como estábamos muy bien provistos de bananos -teníamos algunos en el refrigerador y unas de las dos pencas que había estado sin madurar durante mucho tiempo por fin había empezado a hacerlo- no me tocó que ir al supermercado.

Nomás salí -después del horario laboral- a la panadería de la vuelta, a comprar el pan para los desayunos del fin de semana -aunque me dí cuenta luego que nomás el viernes desayunaría en casa- y un par de cubiletes con chispas de chocolate.

Y a ver cómo sigue eso...