Esta semana paso algo raro -o quizá no tanto-: el miércoles llamaron a las tres de la mañana a Rb para confirmar el consumo de su tarjeta en un sitio de apuestas en línea; por supuesto que era una estafa.
Cuando Rb se levantó -a las ocho- me comentó lo que había pasado y llamó al servicio al cliente del banco en donde tiene su cuenta bancaria; pero no es la primera vez que pasa: cuando viajó a Medellín hace cinco o seis años le aparecieron un par de consumos de un restaurante de comida rápida local.
Y luego, uno o dos años después, le cargaron un consumo de un servicio de almacenamiento en la nube -en el Imperio del Norte-; en ambas ocasiones -y ahora también- la medida ha sido bloquear completamente la tarjeta de débito.
Lo que significa que, por el momento, nos hemos quedado sin un medio de pagar con tarjeta en los comercios -o sacar dinero de esta forma en los cajeros automáticos-; y que habrá que ir al banco -cuando Rb se sienta cómoda viajando (o caminando)- para obtener una nueva.
Y a ver cómo sigue eso...
El domingo la alarma sonó a las tres de la mañana; estaba bastante dormido, por lo que me costó levantarme; y cuando salí de la habitación encontré al perro de Rb parado en la sala; y a la perra más anciana caminando.
Saqué al patio al perro y Rb me comentó que había estado chillando; al parecer andaba con molestias estomacales; le dí el pollo -y la pastilla- a la perra más anciana, luego le apliqué gotas en los ojos, y después la saqué al patio trasero.
Cuando la perra rascó la puerta permití que entrara, luego me despedí de Rb y retorné al saco de dormir; pero me costó conciliar el sueño; estuve -durante lo que sentí como mucho tiempo- dando vueltas hasta que, finalmente, concilié nuevamente el sueño.
Al igual que el día anterior, había quitado todas las alarmas, para despertarme al as ocho y veinte; le eché agua a la comida de la perra más pesada y medité durante veintidós minutos; luego salí a darles el desayuno, y a preparar mi desayuno dominical.
Luego del desayuno hice algunas lecciones de Duolingo, después estuve viendo algunos videos de Youtube; al mediodía Rb preparó -por primera vez después de un par de semanas- las alitas dominicales de costumbre; las cuales consumimos con un par de ensaladas.
A las tres y media me vestí e inicié la caminata hasta la pizzería que se encuentra en el comercial en donde usualmente abordamos los buses intermunicipales; llegué al lugar un poco antes de las cuatro y ví a mi amigo Testigo de Jehová esperando frente al lugar.
Procedimos a acomodarnos en una de las mesas del interior y ordenamos un par de cafés y pasteles (ambos ordenamos pastel de tres leches, pero no tenían en existencia, por lo que yo pedí uno de chocolate y mi amigo un pie de queso); un poco más tarde ordenamos también un par de porciones de pizza.
Nos estuvimos en el lugar por un poco más de una hora, entre café -había refill-, pastel, pizza y conversación; luego de este tiempo me hice cargo de la cuenta -como diez dólares- y nos despedimos; entonces entré al supermercado vecino a comprar aguacates y bananos.
Cuando retorné a casa nos metimos a la cocina a preparar los almuerzos de la semana: zanahoria, güisquil y champiñones mezclado con pechuga de pollo y algunas hierbas; lo que dividimos en cinco porciones; luego me dí cuenta que no había preparado gelatinas para mis desayunos, pero Rb me obsequió una de las suyas -de mango- para empezar la semana.
Por la noche vimos un capítulo de una competencia de horneo de pasteles -en su versión holiday-; también ví un capítulo de Stranger Things, la quinta temporada; al final de la noche pude dormirme un poco antes de las once: he estado realizando la meditación nocturna a las diez.
El lunes no hubo ningún incidente a las tres de la madrugada; nomás le dí el pollo al a perra, le apliqué las gotas en los ojos, la saqué al patio y, cuando entró, volví a la cama; eso sí, quité todas las alarmas hasta las ocho y cuarto.
A esa hora me levanté a echarle agua a la comida de la perra más pesada y luego medite durante veintidos minutos; después salí a darles de comer a los perros, y a prepararme el desayuno.
Después de desayunar abordamos el auto con Rb: le tocaba la primera revisión luego de su cirugía -en la que se suponia debian quitarle el hilo quirúrgico-; salimos un poco después de las ocho y media y Rb se fue desayunando en el camino.
Habíamos estimado que el viaje nos tomaría hasta dos horas: el tránsito en el municipio es muy pesado por la mañana -casi a cualquier hora, realmente-, pero, afortunadamente, nos tomó nomás un poco más de una hora.
Un poco después de las nueve y media estaba estacionándome casi en el mismo lugar en el que dejé el auto un par de semanas antes cuando fuí a recogerla luego de la cirugía; pero, en esta ocasión, el par de indigentes que se mantienen 'cuidando' los autos se acercaron para informarme que la cuota era de dos dólares 'sin importar el tiempo'.
Entramos a las clinicas y nos tardamos bastante en la cola para pagar la consulta; luego nos tardamos bastante en la espera de la ginecóloga; un poco después de las diez y media entramos a consulta.
La ginecóloga revisó a Rb y confirmó que todo iba como se esperaba; también la subió a una camilla, para retirarle el hilo quirúrgico; la consulta tardó menos de media hora y luego salimos a abordar el auto -y a pagarle a los indigentes-.
Retornamos a casa un poco después del mediodía; nos esperamos un rato y luego sacamos a caminar a los perros; desde el día anterior Rb ha estado acompañándome una parte del camino cuando es el turno del perro.
Después de las caminatas caninas nos servimos la primera de las porciones que preparamos el día anterior, junto con una pequeña porción de fideos de arroz; después del almuerzo lavé los trastes y preparé las gelatinas para los desayunos del resto de la semana.
Por la tarde realicé los traslados que hago el primer día del mes: la suma que le transfiero a Rb por vivir en su casa y la cuota mensual de mantenimiento del departamentod de mis hijos; además, preparé -y envié por whatsapp- un mensaje proponiendoles un potluck para el día antes de navidad.
Como usualmente tengo libre la tarde del veinticuatro de diciembre; y mis dos hijos menores tienen el miércoles como día de descanso -la grande empieza a trabajar a las cinco de la tarde- espero que podamos compartir un par de horas de ese día; por la noche vimos otro capítulo de la serie de competencia de pasteles.
El martes volví a la programación regular: no me costó mucho conciliar el sueño después de las tres de la mañana, y tenía la alarma del reloj para las siete y media; para meditar y luego entrar a la reunión diaria.
La reunión estuvo tranquila y después de la misma me preparé el desayuno; luego me quedé trabajando en la mesa del comedor -viendo algunos artículos de The Hacker News, realmente-; un poco más tarde Rb movió -por primera vez en un par de semanas- su computadora de la cama a la misma mesa.
El resto del dia fue más o menos como las últimas semanas (meses?); excepto que a la una y media el supervisor nos llamó a la reunión diaria -la tiene programada como diaria pero durante las últimas dos o tres semanas casi nunca la ha realizado-; en esta ocasión empezó a revisar el avance de la última asignación.
Yo había actualizado mi avance -o lo que tomaba como avance- más temprano pero, por alguna razón, los cambios no fueron grabados; de todos modos le dije que ya iba al ochenta por ciento de avance; entonces procedió a asignarnos las tareas del analista que menos bien me cae -andaba de vacaciones, hasta el viernes-.
Al analista más brillante de los tres le asignó un par de las tareas; y al analista que vive en la Ciudad Colonial le asignó muchas más; a mí nomás me asignó una; pero creo que era la más complicada (o al menos, en mi caso, nunca había realizado la misma).
Un poco antes de la hora de salida llamé a mi compañero que mejor me cae -el más inteligente- y le pedí ayuda con la realización de la tarea que me habían asignado; pero la verdad es que él tampoco sabía mucho del tema; revisamos el documento y al final me ofreció ayudarme al día siguiente, a las cuatro o cuatro y media de la tarde.
La verdad me sentí bastante desanimado por el asunto; pero creo que me ayudó caminar un poco -luego del horario laboral-: caminé al supermercado más cercano en direccion sur y compré un poco de bananos para los desayunos -y las cenas-.
Por la noche vimos un capítulo de la competencia de pasteles que habíamos estado viendo últimamente con Rb; también, antes y después de meditar, ví una parte del capítulo cuatro de la quinta temporada de Stranger Things.
El miércoles me levanté con un poco de mejor ánimo: desde la noche anterior me estuve diciendo que -al final- todo iba a estar bien; o sea, me había resignado a que pasaría todo el día esperando a la hora de la reunión con el analista que mejor me cae.
Me levanté a las siete y media, medité y entré a la reunión diaria; en la cual vimos los últimos incidentes reportados; y, es que de hecho, al final de la tarde -y noche- anterior, me había puesto a crear seis reportes que me había pedido mi supervisor.
Después de la reunión diaria programé la que esperaba tener a las cuatro de la tarde; pero, un rato después, el analista me escribió para comentarme que tenía disponibilidad para revisar el documento.
Estuvimos trabajando casi una hora en la realización de las actividades del mismo; la verdad es que estaba bastante complicado: la información no era clara y estaba -bastante- descontinuada; además le faltaban detalles técnicos -había referencias a varias carpetas pero no a los servidores en donde estaban-.
Al final marqué las cinco o seis casillas como completadas; y el resto del día estuve tratando de replicar alguna de las partes de las que aun tenía algunas dudas; una hora antes de que terminara el horario laboral hice la limpieza semanal de pisos.
Y después de las cinco de la tarde me dirigi a la tienda de las verduras: Rb había enviado un poco antes el pedido de sus frutas semanales -y una papaya-; cuando retorné pelé y troceé la última -Rb ya se está haciendo cargo, nuevamente, de la preparación previa-.
El jueves estuvo bastante tranquilo; el día anterior le había indicado a Rb que esperaba que el siguiente lunes retomara su actividad de las tres de la madrugada -alimentar a la perra, echarle gotas en los ojos y sacarla al patio-.
También -el día anterior- habíamos probado el uso de mi banco de meditación para que le dé de comer a su perra más anciana en el piso: el martes siguiente empezaba mi periodo de siete días de vacaciones y planeaba ausentarme en diversos horarios.
Y es más, el martes por la noche había llamado a mi madre para comentarle que llegaría a visitarlos el domingo; así que, al menos ese día, no planeaba estar a la hora en la que los tres perros toman su desayuno (a las nueve menos cuarto).
Entonces, el jueves empezó tranquilo: comida, gotas y salida de la perra a las tres; luego me costó un poco conciliar el sueño pues Rb notó que había agua alrededor de la porcelana del baño (un par de días antes también habíamos notado, pero en esa ocasión yo había derramado agua del lavatrastos).
No pudimos identificar la fuente de la fuga; y me estuve dando vueltas en la cama, pensando en lo que podría ser y cómo deberíamos tomar cartas en el asunto para eliminar la fuga.
De todos modos me levanté bastante descansado a las siete y media; medité y luego entré a la reunión diaria del equipo; la cual estuvo bastante normal: no he reportado ningún nuevo incidente después del último para de hace unos días.
El resto de la mañana pasó sin muchas novedades; le apliqué gotas a la perra a las diez de la mañana y luego me fuí a meter a la cama con Rb; quería descansar por una hora -antes de las gotas de las once-; a esa hora me levanté y procedí con la aplicación.
Después revisé mis computadoras para ver si tenía alguna novedad; me encontré con dos mensajes: uno del otro analista que me cae bien, comentándome que mi supervisor andaba preguntando por mi persona; el otro de mi supervisor, nomas saludando.
Pero el analista me comentó que estaba en una reunión -llegué dos minutos tarde-; que es la que realizan cada dos semanas el penúltimo día de la semana; y a la que casi no acudo porque -casualmente- coincide con los jueves que he estado tomando -obligatoriamente- libres desde hace un par de años.
En esta reunión participa el jefe de mi supervisor -me parece que es el organizador- y es bastante tediosa: cada uno de los analistas debe comentar sobre lo sucedido en la última quincena -o semana-.
Cuando entré a la reunión uno de los originarios del subcontinente asiático estaba comentando sobre las dificultades que había encontrado mientras completaba sus tareas; se tomó bastante tiempo.
Luego el jefe de mi supervisor habló sobre el equipo local -habíamos tres analistas presentes pues el más brillante del equipo empezó un par de días de vacaciones-; cuando preguntó sobre los avances el otro anlista le comentó sobre las tareas que habíamos estado realizando.
A continuación nos preguntó sobre dificultades encontradas; allí aproveché para hablar: indiqué que no habíamos encontrado ningún incidente crítico; y los que habíamos encontrado los habíamos reportado en la hoja de cálculo creada para el efecto.
Después se enredó en una conversación con mi supervisor sobre un tipo de pruebas que desarrolló el analista que está de vacaciones y sobre las dificultades para realizarlas; al final siento que nomás quiere quedar bien con el jefe -como la mayoría, creo-.
Al mediodía saqué a caminar a los dos perros grandes; primero he estado sacando a la más pesada -se ha estado resistiendo más de lo acostumbrado a la caminata- y, en las dos vueltas con el perro, Rb me ha estado acompañando.
Almorzamos la cuarta porción de los almuerzos; luego lavé los trastos y después estuve viendo algunos videos de Youtube; hasta la hora de alimentar a los perros, a las tres menos cuarto; después preparé un té de manzanilla y una taza de café.
Como estábamos muy bien provistos de bananos -teníamos algunos en el refrigerador y unas de las dos pencas que había estado sin madurar durante mucho tiempo por fin había empezado a hacerlo- no me tocó que ir al supermercado.
Nomás salí -después del horario laboral- a la panadería de la vuelta, a comprar el pan para los desayunos del fin de semana -aunque me dí cuenta luego que nomás el viernes desayunaría en casa- y un par de cubiletes con chispas de chocolate.
Y a ver cómo sigue eso...
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