Debido a lo sedentario de mi trabajo, y eso a pesar que camino todo lo que puedo, ayer amenecí con dolor en las pantorrillas, producto de los ejercicios que estuvimos haciendo en el primer día del taller de teatro.
Para el segundo día se nos había pedido que lleváramos una nariz roja, de preferencia con elástico -o pita o lazo- incluida. Como no tengo de estas y no tenía tiempo para aquirir una llevé la que utilizo en mis visitas de los sábados.
El segundo día del taller inició con caminata alrededor -y entre- el aula al ritmo del sonido de unas gradas portátiles usadas como tambor. Al haber una pausa en el redoble debíamos de saltar, decir nuestro nombre, sonreir al público, recitar una receta de comida, maltratar en un lenguaje inventado y declarar nuestro amor en forma alternativa y sucesiva.
Luego realizamos un par de rondas de cuento aportando cada uno una palabra. Luego se trató de aportar una palabra al cuento pero ir recitándolo desde el principio hasta la palabra que agregábamos. Luego, por grupos de cuatro, pasamos al frente y debíamos contar una historia manteniendo las manos detrás de la espalda. El instructor iba indicando cuando el siguiente debía dar un paso al frente y continuar con la historia.
A continuación, y siempre en una ronda, empezamos a cantar al estilo ópera. Primero utilizando lo que nos recordáramos de cualquier canción de ópera. Luego debíamos de realizar los mismos gestos y utilizar la misma voz pero recitando una receta de comida. Luego una declaración de amor. Después insultando a alguien pero con palabras sin sentido. Por último practicamos en parejas -en mi caso en trío- la técnica del espejo, con la que debíamos imitar todo lo que el compañero hacía.
La parte más importante del segundo día vino a continuación: Por grupos de tres debíamos subir al escenario -me ofrecí como voluntario en el primer grupo- y tratar de abrir una caja imaginaria, dentro de las cuales estaban las narices rojas -estas si eran reales-. Los dos compañeros con los que pasé sí son actores en serio. A uno de ellos lo ví actuar hace unos meses en una comedia que se representó al aire libre en el Cerrito del Carmen en el Festival Xpresarte. En esa obra se utilizaba incluso un perrito amaestrado.
El otro voluntario fue el que el primer día hizo toda una rutina de mimo para expresar sentimientos amorosos. Estuvimos durante un tiempo que sentí bastante largo -entre cinco y diez minutos- tratando de descubrir como abrir la caja. Probamos con palancas imaginarias, una sierra imaginaria -mi idea-, a patadas, a batazos, con dinámita -insistí bastante en el tema-, levántandola y dejando caerla, hablándole con amor, etc. Al final la instructora nos indicó que la caja estaba abierta y sacamos las narices para colocárnosla.
Todo el grupo pasó sucesivamente al escenario y, salvo un grupo que no logró integrarse bien para intentar su apertura, finalmente abrimos la caja y nos colocamos la nariz roja. Creo que se trataba de aprender a interactuar y acoplarse a las ideas que iban surgiendo en el grupo y además como una iniciación a la portación de una nariz roja. En mi caso tengo más de ocho meses de utilizar continuamente la nariz por lo que no me emocionaba mucho el resultado final. Me interesó eso sí el desarrollo sobre el escenario.
Después que todos terminaron con el ejercicio de la caja hicimos una ronda y comentamos lo visto en el día. La misma voluntaria del primer día me dió aventón a una parada del transmetro y retorné a mi casa a lavar un pantalón de lona para el viernes y a coser un botón que le falta a la camisa que planeaba utilizar hoy. Un poco antes de dormirme llamé a Pv y nos pusimos al día de nuestra semana.
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