viernes, 28 de junio de 2024

Vacaciones, otra vez -la ciudad, otra vez-... Vacations, again -the city, again-... Les vacances, encore -la ville, encore-

El domingo había puesto la alarma para las seis de la mañana pero me quedé en la cama hasta las siete; me levanté a meditar y luego preparé el desayuno de los fines de semana; después volví a la cama; quería hacer Duolingo pero nomás volví a dormirme.

Un poco después de las nueve me levanté y me puse a hacer mi lección matutina de Duolingo; luego Rb me pidió que la ayudara a cortar las malezas del patio frontal; estuvimos trabajando en eso un poco más de una hora, despejando la mitad del área; después nos bañamos y almorzamos alitas y caldo de pollo.

Por la tarde estuvimos viendo series en la cama de Rb y a las cinco me vestí y subí al auto las provisiones que mi hija me había pedido; en el camino pasé a la tienda en la que usualmente compramos los electrodomésticos y artículos de cocina y compré un espejo de medio cuerpo.

Por la mañana Rb me había comentado que un camión se había llevado una pasarela en un lugar muy cerca de donde vive mi hija pero consideré que a esa hora ya había sido habilitado el paso: me equivoqué; el periférico aún se encontraba cerrado y habían policías municipales de tránsito desviando a los autos hacia la vía auxiliar; estuve como diez minutos en ese tráfico.

El resto del camino estuvo bastante tranquilo por lo que llegué con poco retraso a la habitación de mi hija; le escribí cuando me apeé del auto y luego entré a su habitación; le entregué los comestibles y luego estuvimos conversando sobre la semana que acababa de pasar en el interior del país; también observé que ya empieza a movilizarse con una sola muleta.

Estuve en la habitación de mi hija hasta un poco después de las siete y a esa hora me despedí e inicié el retorno a mi casita; no conduje sobre el periférico sino que tomé la ruta perpendicular que inicia en la calle donde vive mi hija; de allí salí a una de las rutas más populares pero por ser domingo el tráfico no estaba muy pesado.

Tomé un carril auxiliar para dirigirme al periférico pero la lluvia hizo que el tránsito se ralentizara bastante justo antes de entrar al mismo; iba conduciendo bastante rápido y estuve a punto de colisionar; incluso los neumáticos chillaron cuando pisé los frenos a fondo; afortunadamente aún pude desacelerar lo suficiente.

Ingresé al periférico sin ninguna otra novedad y, a pesar de la lluvia constante, pude completar el viaje de regreso sin ningún incidente; apeándome del automóvil estaba cuando me percaté que no le había llevado los embutidos -pepperoni y salami- a mi hija; los subí al freezer y le escribí para comentarle que se los llevaría en mi próxima visita.

El lunes me levanté bastante tarde: había decidido levantarme los días restantes de vacaciones sin la alarma del celular por lo que me despertaron los ruidos que empiezan a hacer los perros de Rb cerca de las ocho de la mañana; me levanté a meditar y luego salí de la habitación.

Desayuné con Rb pues me había pedido que acudiéramos a los supermercados en dirección sur durante la mañana; yo había tratado de programar una reunión con mi amigo garífuna pero me comentó -a pesar de que antes la habíamos acordado- que se encontraba ocupado con un proyecto.

Entonces traté de programar una reunión con mi amigo el Testigo de Jehová -realmente sentía que me estaban pesando las nueve bolsas de café restantes- pero me comentó que se estaba recuperando de un nuevo episodio de dengue -supuestamente es la segunda vez que se contagia- y me pidió que dejáramos la reunión para una siguiente ocasión.

Al final acordé una reunión con uno de mis últimos amigos del voluntariado en el que participé por diez años: nos vimos hace como tres meses y perdió su empleo hace como un mes -yo había estado ayudándole a cambiarse de empleo a finales del año pasado-.

Después del desayuno nos subimos al auto y acudimos a los supermercados en dirección sur; en el más alejado Rb adquirió pollo para su almuerzo del miércoles -yo almorzaré con mi hijo menor- y en el otro compramos bananos para nuestros desayunos.

Cuando retornamos Rb me pidió que la ayudara a limpiar la aspiradora robótica -durante mi ausencia de ocho días la hizo funcionar de nuevo- y después hicimos la rutina de ejercicios que corresponde a los lunes -con una adición de ejercicios abdominales que ella estuvo practicando la semana anterior-.

Al mediodía almorzamos pollo asado y caldo de lo mismo -con aguacate y arroz-; después de sacar a caminar a los perros de Rb preparé té para ambos y, un poco después de las tres, me dirigí al comercial en donde se estacionan los busitos que vienen al municipio.

Había acordado con mi amigo en reunirnos en un centro comercial que se encuentra en una calle aledaña a este último pero, diez minutos después de la hora acordada, me escribió diciendo que se encontraba en donde se estacionan los busitos; había una llovizna ligera pero no me afectó mucho retornar al centro comercial en donde se encontraba; subimos al food court del tercer nivel y lo invité a un cappuccino.

Nos pasamos las siguientes dos horas conversando sobre su situación familiar, laboral y personal -también le entregué una de las libras de café-; a pesar de su situación laboral -bastante inestable- se preocupa más por el plan -conspirativo- para reducir la población mundial.

Un poco después de las seis le indiqué que me retiraba y, luego de pasar al baño del centro comercial, nos despedimos y abordé el busito de vuelta a casa; por la noche estuve haciendo Duolingo, avanzando en The School of Life -me está costando- y viendo un poco de un programa de pasteles; a las once me retiré para lavarme los dientes, leer un poco más -La Disparition de Stephanie Mailer-, meditar y, finalmente, dormirme.

El martes no había puesto nuevamente la alarma y me desperté -por alguna razón- un poco después de las cuatro; salí al baño y volví a la cama; me desperté nuevamente un poco antes de las ocho y me levanté a meditar.

En la mañana fuimos a los supermercados en dirección sur; compramos verduras y yo compré un arrolladito para la reunión de la tarde con mi primo; almorzamos los mismo del día anterior: pollo asado y caldo de pollo.

A las tres y cuarto me dirigí -en busito- al comercial en donde me había reunido el día anterior con mi amigo del voluntariado; costó un poco que pasara el busito pero al final llegué antes de la hora de la reunión; mi primo sale de trabajar, del call center que se encuentra en el cuarto nivel del comercial, a las cuatro.

Lo invité a un cappuccino de la misma tienda del día anterior y compartí el arrolladito; aunque yo me lo comí casi todo; estuvimos en el área de las mesas por las siguientes dos horas conversando de literatura, libros, películas y la vida en general; a las seis y media nos despedimos y retorné a mi casita.

El miércoles me levanté -otra vez sin alarma- un poco después de las siete; me puse a hacer Duolingo y luego a leer un poco -realmente no he leído mucho en los días de vacaciones que he estado en casa-; a media mañana hicimos la rutina de ejercicios de los miércoles -con la rutina extra de abdominales-.

Luego de los ejercicios -y la respectiva ducha- Rb me ayudó a desinfectar los ingredientes y preparé dos ensaladas pues había planeado llevar eso para complementar el arroz chino que esperaba almorzar con mi hijo -realmente me preocupa su exceso de peso, pero no creo que pueda hacer mucho al respecto-.

A las doce y media tomé el auto y me dirigí a la habitación de mi hijo; empezó a llover bastante fuerte pero, afortunadamente, el tráfico no se vio afectado: llegué antes de la una a la colonia en la que vive; pero el lugar en el cual usualmente estaciono el auto estaba ocupado.

Subí el auto la banqueta y me dirigí a la casa en la que vive mi hijo; lo llamé desde afuera y subí a su habitación -en el segundo nivel-; como vi que la acera frente a su casa estaba desocupada le pedí que me acompañara a mover el auto hacia ese sitio y luego caminamos hasta el restaurante de comida china en el que comprábamos comida cuando salíamos con sus hermanas.

Luego retornamos a su habitación y almorzamos; se suponía que íbamos a revisar las últimas dos clases del curso de React al cual no pude asistir por mi viaje con los misioneros pero: 1) no llevaba el cargador de mi computadora de Fedora y 2) mi hijo me comentó que no había hecho los ejercicios de las clases.

Así que deberé de descargar las dos clases y verlas; entonces nomás nos pasamos un par de horas jugando Dominó y conversando sobre literatura, libros, películas y la vida en general; habíamos acordado terminar la reunión a las cinco y, un poco antes de esa hora, me despedí de mi hijo y, luego de abordar el automóvil, llamé a mi tía favorita para ver si podía llegar a verla.

Mi prima -su hija mayor- me había comentado hace un par de semanas que andaba con quebrantos de salud y aproveché para pasar a dejarle una de las libras de café que traje de mi viaje con los misioneros -me quedan siete (esta tarde le escribí a mi ex supervisora para ofrecerle una de las libras de café; quedó en que veríamos cuando podíamos compartir un rato, con su novio)-.

Pasé alrededor de una hora en la cocina de mi tía -me preparó café instantáneo y me obsequió un par de cubiletes-; conversando sobre su salud -la examinarán en un laboratorio del municipio este sábado- y un poco después de las seis y media me despedí para retornar a casita; estaba lloviendo bastante y el tráfico de la ciudad estaba pesado; al cabo de un poco más de media hora estaba estacionando el auto frente a la casa.

Ayer, que era el último día de mis vacaciones, había previsto más o menos las mismas actividades que el primer día de las mismas: por la mañana, acompañar a Rb a su salida semanal al mercado; me levanté antes de las ocho, medité y salí a desayunar; luego salimos a tomar el busito; no tardó mucho en pasar y tomamos dos rutas del transmetro: primero en el comercial en donde se estacionan los busitos, hacia el centro; luego otro hacia el centro histórico, pues quería comprar un par de bolsas de gelatina.

En la última ocasión había comprado de cuatro sabores diferentes pero ahora nomás había de naranja; compré dos libras y también adquirí -estaba en oferta- una bolsa para preparar flan -creo que lo prepararé cuando invite a alguno de mis amigos a desayunar-.

Después retornamos al mercado en donde Rb hace sus compras semanales; pero la mayor parte de los puestos estaban cerrando: era día municipal de fumigación y Rb casi no pudo comprar nada de sus frutas; después retornamos a la casa a almorzar lo mismo de los días anteriores: pollo asado y ensalada.

Por la tarde fuimos a los mercados en dirección sur; estábamos saliendo cuando salió nuestra vecina y Rb le ofreció que nos acompañara a caminar -al parecer anda en conflictos con la vecina con la que realizaba sus caminatas vespertinas-.

Fuimos hasta el mercado más distante; en donde adquirimos un poco de pollo, luego al siguiente mercado en donde compramos un poco de bananos; en el camino pasé a la panadería por el pan para mis desayunos de viernes, sábado y domingo; finalmente pasamos a la tienda a comprar un poco de verduras.

Por la noche continué con el libro de francés -La disparition de Stephanie Mailer- y en Duolingo me obsequiaron -lo hacen cada varios meses- tres días de la versión Super; a las once me retiré a mi habitación y después de leer un poco de Gamification, y meditar, me dormí.

Y así acabaron las vacaciones más largas -hasta el momento- de este año...

martes, 25 de junio de 2024

Vacaciones, otra vez -el regreso-... Vacations, again -the return-... Les vacances, encore -le retour-

La noche del jueves nos hospedamos en el mismo hotel donde habíamos dormido la primera noche del viaje -el sábado anterior-: está a un lado de la carretera por lo que me imaginé que no iba a poder dormir mucho; me asignaron una habitación diferente a la de la semana anterior, en donde me refugié para leer un poco y hacer Duolingo, antes de meditar y dormirme.

El líder del grupo aprovechó que mi habitación era la más cercana a la recepción para almacenar allí la hielera del viaje y tres o cuatro paquetes de agua pura; y me comentó que la salida estaba programada para las siete de la mañana.

Efectivamente no pude dormir mucho; había puesto la alarma para las seis de la mañana pero estuve despierto desde un poco después de las cuatro de la mañana; a las seis me levanté a meditar y luego hice un poco de Duolingo; antes de las siete saqué la hielera y el agua de la habitación y devolví las llaves y el control remoto de la televisión de la habitación.

A las siete llegó el autobús y subimos la hielera y las botellas de agua; luego ayudé a los misioneros a cargar las maletas a la parte trasera del bus; luego me instalé en uno de los últimos asientos; nos dirigimos al comedor a desayunar y después emprendimos el viaje a la ciudad colonial del país.

El tiempo estuvo bastante lluvioso por lo que las cuatro o cinco horas estimadas de viaje se convirtieron en casi ocho; al mediodía nos detuvimos en una gran intersección de la carretera y almorzamos en el restaurante de pollo frito más antiguo del país.

Fue un relajo controlar las ordenes porque algunos de los misioneros pidieron algo y luego recibieron algo distinto; yo nomás pedí un sandwich de pollo pues no me encontraba aún muy bien del estómago y ya había visto que la cena iba a ser en uno de los restaurantes más caros del país.

Después del almuerzo continuamos el camino; la lluvia seguía y la ruta que transitábamos se encuentra en una de las partes más altas del país por lo que la neblina era casi constante; había bastante transporte pesado en el camino y el conductor fue bastante prudente.

Un poco antes de las cinco de la tarde estábamos entrando a la ciudad colonial; hubo entonces una discusión entre los líderes de los misioneros y el líder local sobre la forma de proceder: el último quería que nos registráramos en el hotel y luego visitáramos las tiendas de la ciudad, pero la enfermera puertorriqueña insistía que ya no daría tiempo para realizar las compras si procedíamos de esta forma.

Al final prevaleció la opinión de la enfermera: el bus se detuvo en el parque central de la ciudad -el hotel se encuentra a cuatro o cinco calles del mismo- y recibió una remisión por acceder a un lugar delimitado; pero allí nos apeamos y nos tocó acompañar a los misioneros en sus compras de recuerdos y similares.

La enfermera compró unos tenis Nike pirata -bastante atractivos pues una parte del cuero había sido sustituido por tejidos tradicionales del lugar- y la mayoría de los jovencitos compraron ropa y  artículos de cuero o cerámica, con motivos de la cultura local.

También los acompañamos a una tienda de helados -yo no quise comprar nada en ningún lugar- y a uno de los sitios turísticos más visitados de la ciudad: un arco entre dos calles que es escenario de sesiones de fotografía de muchas celebraciones que se celebran en la misma.

Se suponía que debíamos presentarnos al hotel antes de las siete pues esa era la hora en la que estaba reservada la cena -el restaurante se encuentra a cuatro o cinco calles del hotel- y un poco antes de esa hora empezamos a caminar hacia el mismo; pero la mitad del grupo -yo iba en la retaguardia- se extravió y nos tardamos aún algunos minutos extras para llegar.

Un poco después de las siete -por fin- nos presentamos en la recepción del hotel y me asignaron una habitación bastante al fondo del mismo; entré a dejar mi mochila y a cambiarme de ropa y retorné a la recepción pues debíamos dirigirnos sin demora al restaurante.

Durante el viaje nos habían enviado por whatsapp el menú del restaurante para que la cena fuera menos tardada pero dos de los líderes querían cambiar su orden -la enfermera y el de The Batchelor-; el líder indagó sobre la requisición pero les confirmó que no se podía; la primera había pedido pescado asado y el segundo pasta con pollo -comentaron que no se habían dado cuenta que era un restaurante de carne asada-.

Amablemente me ofrecí a compartir mi menú -steak con tocino y chorizo- con el segundo -la verdad no tenía mucho apetito por la cena de la noche anterior-; y cuando llegó mi orden partí los dos trozos principales y se los cedí -aceptando un poco de pasta y pollo-; él declinó el segundo pero al final cenamos en paz.

También tomamos de postre pastelillos y café; yo había ordenado un pastel con base de espumilla pero al final, otra vez el relajo de las órdenes, tuve que conformarme con un cheesecake; que tampoco estuvo tan malo; después de la cena comenzamos el retorno al hotel: otra vez iba cerrando el grupo para evitar extravíos de personas.

Cuando estábamos a unas calles del hotel uno de los negros se percató que había olvidado la llave de su habitación; yo había estado conversando con la enfermera y llamé al restaurante para confirmar que allí se encontraba la llave olvidada; la llave estaba allí -junto con un llavero recién adquirido.

Le propuse a la enfermera que regresáramos nomás ella y yo pero me comentó que debía dirigir la actividad de revisión del día con los misioneros por lo que me pidió que regresara solo; retorné al restaurante, me entregaron la llave y me dirigí al hotel; pero no pude encontrarlo; me estuve dando vueltas algún tiempo hasta que cambié de Waze a Google Maps para un retorno hasta la puerta del hotel.

Fui a devolver la llave y el llavero a la enfermera -me invitó a acompañarlos en su actividad pero decliné- y luego me dirigí a mi habitación; no pude hacer que la televisión funcionara: había tres controles remotos; por lo que nomás leí un poco, hice Duolingo, medité y me dormí.

La alarma estaba puesta para las cuatro y media pues nos habían pedido que estuviéramos listos a las cinco de la mañana; por alguna razón -creo que bulla de tuberías- me desperté a las tres y media; no pude volver a dormirme por lo que me levanté a meditar; luego leí un rato y después preparé mi mochila.

Salí de la habitación a las cuatro y media y me dirigí a la recepción del hotel a entregar la llave de la habitación; la recepción estaba aún cerrada por lo que nomás me senté a esperar a que salieran todos; antes de las cinco empezaron a salir todos los jóvenes misioneros -y los cuatro líderes- y a las cinco llamar al autobús, subimos todas las maletas a la parte trasera del mismo y luego lo abordamos.

Habíamos -el líder más bien- elegido la hora pues no queríamos andar corriendo para entrar a la ciudad y llegar al aeropuerto -el vuelo salía a la una y ellos deberían de estar registrándose a las once de la mañana-; afortunadamente el tráfico fue casi inexistente -quizá porque era sábado por la mañana- y a las seis de la mañana estábamos entrando a la ciudad; deteniéndose en un Mc Donalds para tomar el desayuno.

Luego de que todos tomáramos el desayuno -siempre hay equivocaciones en las órdenes y entregas- volvimos a abordar el bus y nos dirigimos al aeropuerto; a las ocho de la mañana el grupo estaba haciendo fila para ingresar al área de registro por lo que aproveché para despedirme de todos -o de la mayoría al menos- con un abrazo -ya no vi a ninguna de las traductoras- y luego me dirigí a esperar el autobús.

Estuve un buen tiempo -quizá diez minutos- esperando el autobús y al ver que no pasaba decidí llamar una moto con Uber; el viaje me salió en veinte quetzales -1.50 de propina- y un poco después estaba abordando el Transmetro en la misma estación de la semana pasada.

Me bajé del mismo en el comercial desde donde salen los buses que vienen al municipio y a las nueve de la mañana estaba en la puerta de la casa, preguntándole por whatsapp a Rb si sus perros ya habían comido, pues no quería interrumpir su desayuno.

Ella me comentó que ya habían concluido por lo que entré a la casa; se puso muy contenta de verme; un poco más tarde estaba sentado en la puerta de la casa y, al saludar a nuestra vecina, Rb me susurró que podía darle una de las libras de café que había traído.

No lo había considerado pero creo que fue una buena idea -ella ha sido muy amable e incluso regañaba a los niños que se ponían a jugar futbol a la par del auto-; por lo que le obsequié una de las bolsas; antes del mediodía acudimos con Rb a los supermercados en dirección norte pues ella debía reponer su balanza -yo había olvidado que era el día de su cumpleaños y tampoco le hice mucha bulla al respecto-; compramos también bananos y yo adquirí la mayor parte de la lista que mi hija me envió el día anterior para su alacena.

Después pasamos a la tienda de las verduras y compré lo último de la lista: manzanas y un cartón de huevos; después del almuerzo sacamos a caminar a los perros y luego tomé una pequeña siesta; le había comentado a Rb que iba a ‘leer’ pero que esperaba descansar un rato pues me había levantado a las tres y media de la mañana.

Puse el reloj para despertarme en 20 minutos pero cuando sonó la alarma nomás la desconecté; me dormí una hora adicional; hasta que Rb llegó a la cama y me pidió que instalara el calentador de la ducha -que había comprado la semana pasada-.

Me sentía bastante inestable pero logré desconectar el calentador que ya no servía e instalar el nuevo; por la noche hice Duolingo (no había hecho ni la noche anterior ni por la mañana) y después avancé un poco en el libro The School of Life; también ví el cuarto capítulo de The Boys; a las once me retiré a mi habitación y no leí más sino que me dediqué a perder el tiempo en Fb; luego medité y después me dormí.

Y así concluyeron los ocho días de la misión...

lunes, 24 de junio de 2024

Vacaciones, otra vez -la misión-... Vacations, again -the mission-... Les vacances, encore -la mission-

El grupo al que me había comprometido a acompañar -y apoyar en la comunicación entre los mismos y la comunidad- estaba compuesto por veintitrés personas: cuatro líderes -dos mujeres y dos hombres- y el resto jovencitos de los últimos tres años de preparatoria; un poco más de la mitad de los jovencitos eran chicas y de los chicos todo eran negros salvo por el más joven.

De los líderes: la voz campante la llevaba una enfermera de origen puertorriqueño -por lo que hablaba perfectamente el español-, un ex ganador -dos veces- de The Batchelor, un ingeniero de Google y una contadora; de los jovencitos algunos chapurreaban algunas palabras de español y uno de los negros lo hablaba muy bien ya que sus padres lo habían enviado desde pequeño a una escuela totalmente en español.

También nos contó que su niñera era peruana por lo que había crecido hablando español; y realmente, salvo por la confusión con algunos artículos o algún tiempo verbal, su español era muy bueno; el de Batchelor también hablaba un poco porque, según él, se había dedicado al beisbol profesional y la mayoría de sus compañeros eran de origen dominicano o venezolano.

El domingo me levanté a las seis pues quería meditar y hacer Duolingo antes de reunirme con el grupo; a las siete nos dirigimos a desayunar a comedor de la noche anterior y luego pasamos las maletas del bus a siete pickups de doble tracción -el medio más efectivo de transportarse en el área a la cual íbamos-; después empezamos el viaje hacia el pueblo en donde pasaríamos los siguientes cinco días.

El viaje fue bastante tardado -más de cuatro horas-, los paisajes sorprendentes y el único incidente fue -más o menos a la mitad del camino- un control policial con todas las deficiencias de Latinoamérica; afortunadamente no hubo ningún contratiempo; también paramos, un poco después, en una gasolinera para que los jóvenes pudieran y al baño y/o comprar algo para comer.

El arreglo general en el transporte fue el mismo que el resto de los días: un conductor local, tres misioneros y una persona bilingüe -sólo éramos tres traductores, pero se complementaba con las otras personas que podían comunicarse en ambos idiomas-.

El almuerzo lo hicimos durante el trayecto -siempre las Lunch Boxes- y al llegar al pueblo fuimos directamente a registrarnos en el hotel -otra vez, habitación individual-; después nos organizamos para acudir al primer evento de la misión: una reunión con los líderes de los comités de mejora locales.

La mayor parte de la traducción de la reunión la hizo el otro traductor, ayudando un poco la otra traductora y -finalmente- también participé, aunque me sentí bastante inseguro en la actividad: estaba lloviendo y el techo de lámina sonaba demasiado fuerte como para permitir una comunicación adecuada.

Después de la reunión -tardó dos o tres horas- retornamos a los pickups y nos dirigimos al lugar en donde estaríamos desayunando y cenando durante el resto de nuestra estadía: la asociación tiene, en el centro del pueblo, unas instalaciones en donde venden el café que procesan e instalaciones para eventos, luego de la cena  retornamos al hotel y yo subí directamente a mi habitación a leer un poco, hacer Duolingo y meditar.

El lunes habían suspendido las clases en la mayoría de los departamentos y la actividad programada para la mañana involucraba escolares; pero, se organizaron para reunir a varias decenas de niños en una bodega de la asociación y allí impartieron alguna clase de educación cristiana y luego se pusieron a jugar con los niños.

Almorzamos en el lugar -lunch boxes- y luego nos dirigimos a la actividad de la tarde: visitas en casas; que sentí bien raras, por el nivel de vida de las personas; en la primera visitamos a un joven que sufrió un evento cerebrovascular hace una década que le dejó secuelas de esquizofrenia; en la segunda visitamos a un anciano que se lesionó la columna hace muchos años y que literalmente se arrastra para movilizarse -la comunidad le construyó una casa de blocks-.

Después de las actividades regresamos al pueblo y llevaron a los jóvenes a comprar helados; y, por supuesto, provocaron un descontrol ya que la mayoría de los negocios no están preparados para atender a veinte personas; también la chica que atendía el local era muy joven por lo que salí a pedir ayuda al otro traductor, quien se hizo cargo de la situación -además, se llevaron a la mitad de los jóvenes a otro local-.

La actividad de la mañana del martes se realizaron en un huerto comunitario: limpiar el terreno y sembrar algunas hortalizas; además, los jóvenes ayudaron a remover las raíces de un bananal para hacer más espacio para sembrar; en el mismo lugar ayudaron a recolectar huevos frescos y a limpiarlos para su posterior venta.

Por la tarde acudimos a un servicio religioso en una iglesia de la renovación carismática ortodoxa; que no sabía que existía: igual, la 'ortodoxia' esta fue introducida al país por un ex sacerdote católico a quien excomulgaron por estar metido en política -lideraba movimientos para invadir tierras y llegó a ocupar una curul del congreso por la época en la que yo andaba en la universidad-.

El servicio fue de lo más bizarro: una mezcla de ritos evangélicos y católicos; la oficiante fue una anciana -se supone que ella y otra mujer fundaron la iglesia- y no le vi orden por ningún lado: ella hablaba y cantaba; su padre tocaba la guitarra, una chica tocaba el bandoneón -o un teclado eléctrico-; al final el trabajador de Google compartió un mensaje -la puertorriqueña lo tradujo- y, luego de la ofrenda, el servicio acabó sin ningún incidente.

El inicio del servicio lo empezó a traducir la chica a la que ya conocía -nos cambiaron al traductor por otra chica el día anterior pues el otro grupo, al parecer, necesitaba autoridad masculina-, pero, al ver que no estaba familiarizada con las historias bíblicas -el papá de la señora había empezado a contar su versión de Jonás y la chica estaba teniendo problemas en seguirlo- me ofrecí para traducir el resto del servicio; que terminó con la historia de Noé y el Arca.

En la cena de ese día hubo un incidente bien feo: el contador general de la asociación estaba ayudando con los preparativos de la cena -la mesa caliente- y por, manipular sin cuidado el gel que se utiliza para mantener la llama bajo las bandejas de acero inoxidable, se quemó la cara; afortunadamente había un extintor funcional (habían dos pero uno no funcionó) por lo que se pudo controlar el fuego.

Y también, creo, el señor tuvo la fortuna de utilizar anteojos por lo que las quemaduras no fueron muy graves; creo que nomás de primer grado; sin embargo los jóvenes sufrieron una conmoción y vi que la puertorriqueña tuvo que conversar largamente con una de las chicas que no paraba de llorar.

El miércoles me levanté con la noticia de que el perro de Rb había empezado a sufrir molestias estomacales y la había mantenido despierta una gran parte de la madrugada; las noticias de este tipo fueron constantes durante los siguientes tres días e incluso, en algún momento, me pregunté si tendría que acortar mi participación en el viaje; afortunadamente no fue necesario.

La actividad de la mañana la realizamos en uno de los hogares que se encuentran en la periferia de una de las aldeas del poblado: ayudamos al matrimonio -la esposa con una vista muy muy corta- en todos los pasos de la preparación de tamales: desde la cocción de la masa hasta el asado de las hojas de bananos, la preparación del recado, el armado de los tamales y su puesta a cocinar.

Los jóvenes también ayudaron al señor de la casa a limpiar una parte del terreno que se utiliza para cultivar café: se trataba de retirar desechos de una serie de agujeros y rellenarlo con tierra suelta; en este lugar recibimos las bolsas del almuerzo y procedimos con el mismo; ya que desde aquí debíamos dirigirnos a la actividad de la tarde.

Por la tarde volvimos a la escuela en la que habíamos tenido la primera reunión de la semana para; los jóvenes misioneros impartieron la misma clase bíblica que habían presentado dos días antes y después se organizaron para un juego de futbol -eran como veinte contra veinte-; después de la actividad deportiva reunimos a todos en las gradas del campo de fútbol y repartimos los tamales que habían preparado en la mañana.

El jueves le pedí a Rb que me transfiriera sesenta y cinco dólares pues pensaba adquirir diez libras de café molido para repartir entre mis conocidos y primos; por la mañana acudimos a una escuelita en los linderos de otra de las aldeas del poblado y, después de una lección bíblica, pasamos algunas horas jugando con los niños del lugar.

Yo estuve conversando con unas niñas de sexto primaria en el aula en la que reciben clases los tres grados y, un poco después, se nos unió la líder del grupo que es contadora; estuvimos compartiendo los cuatro durante un poco más de una hora; hasta que avisaron que se terminaba la visita y retornamos hotel para preparar las cosas y cargarlas en los pickups para el viaje de regreso a la cabecera departamental.

Almorzamos en el hotel -las lunch boxes- y luego iniciamos el viaje de retorno; que se extendió durante toda la tarde pues la lluvia provocó que los transportes pesados avanzaran a baja velocidad, produciendo algunas colas -especialmente al pasar por poblaciones-.

Un poco antes de que cayera la noche llegamos al comedor en el cual habíamos cenado el sábado anterior; yo había estado extrañando el pan durante la cena por lo que esa noche me tomé tres tazas de café -con muffins-, además de una coca cola; lo cual no le cayó nada bien al estómago; el resultado fue que el día siguiente me sentía bastante indispuesto.

Pero eso es parte del final de la historia.


domingo, 23 de junio de 2024

Vacaciones, otra vez -el inicio-... Vacations, again -the beginning-... Les vacances, encore -le début-

El jueves de hace dos semanas había puesto la alarma para las seis de la mañana pues quería lavar un poco de ropa, incluida una chumpa impermeable que dejó mi hija mediana antes de irse al imperio del norte: creo que la última vez fue utilizada, por Rb, hace varios años y nomás ha estado en el cuarto de la lavandería por muchos meses.

Pero, como anoche me tomé un gran vaso de agua por la noche, me desperté a las cinco para ir al baño; luego me quedé en la cama: había esperado dormirme pero me puse a revisar mis correos y whatsapp y ya no concilié el sueño.

A las seis sonó la alarma y me levanté a meditar; también me di cuenta que, lo más probable, es que no lograré continuar con el ritmo de meditación (once minutos por la mañana y once minutos por la noche) durante la semana que iré a realizar trabajo voluntario: me imagino que compartiré habitación con alguien y no creo que nos sintamos cómodos con mi práctica.

Después de meditar recolecté un poco de ropa sucia y lo llevé a la lavadora, para completar un ciclo con la chumpa que debía lavar para mi viaje del sábado; luego de que Rb le diera de comer a sus perros -y desayunó también- empacamos las hamburguesas y ensaladas que habíamos preparado y nos fuimos al parque temático más grande de la ciudad; el viaje de ida no estuvo tan pesado; nos llevamos como cuarenta y cinco minutos para llegar al parqueo (por el que pagué dos dólares y medio).

Pero, por ser temporada escolar, el lugar estaba repleto (en el parqueo habían docenas de buses); en vez de comprar un brazalete -que sirve para subirse a cualquier juego durante un día- Rb compró un pasaporte -creo que son doce juegos pero puede usarse cualquier día-, lo que fue una buena decisión porque con tantos niños en el parque nomás se pudo subir a dos juegos (y el mejor para ella -el rascacielos- dejó de funcionar justo en su turno).

Al final se subió dos veces a una pequeña montaña rusa; antes del mediodía nos metimos al zoológico y luego retornamos al área techada para almorzar; después le propuse que volviéramos a casa pues retornaríamos justo a tiempo del almuerzo de sus animales.

Por la tarde -después de sacar a caminar a sus perros- fuimos a los supermercados que están en dirección sur: estaba lloviznando ligeramente; en el supermercado más alejado compré cinco latas de atún -parte del pedido de mi hija mayor-; luego, después de pasar al otro supermercado, caminamos de vuelta a casa.

Le propuse a Rb que vendría a dejar la bolsa de compras -estaba un poco pesada- pues quería quitar de los lazos la ropa que había lavado en la mañana -seguía lloviznando ligeramente-, mientras ella continuaba a la tienda de las verduras, a donde iría luego a buscarla.

Vine rápido a la casa, quité de los lazos la ropa -la chumpa que debo llevar al viaje del sábado estaba bastante seca- y luego me dirigí a la tienda -tomé en la salida el paraguas-; en donde compré el resto del pedido de mi hija: tomates, manzanas y limones.

Después retornamos a casa.

El viernes me levanté -sin alarma- a las seis y media; medité y salí a preparar mi desayuno de los fines de semana; después hice Duolingo; Rb se despertó -como siempre- a las ocho y, luego de que tomara su desayuno, nos dirigimos a tomar el busito; pues habíamos quedado de que la acompañaría en su visita semanal al mercado del centro histórico.

El busito no tardó mucho en pasar y luego tomamos el transmetro; en el mercado del centro histórico Rb adquirió frutas para toda la semana; luego retornamos al centro comercial en donde se estacionan los busitos que vienen al municipio; allí, en un supermercado, Rb compró algunas otras provisiones -y me compró un par de muffins en una panadería-.

Después del almuerzo -seguían las lloviznas- lavé los trastes y después me dirigí a la reunión que había concertado con mi ahijado profesional; cargué en el auto la despensa semanal de mi hija y un espejo de medio cuerpo que Rb me cedió en la época en la que compartí casa con mis hijas mayores.

Era un poco más tarde de las tres y, aunque la reunión estaba concertada para las cuatro, no quería arriesgarme a llegar tarde; pero no había mucho tráfico, al menos en la salida del municipio; el inconveniente llegó cuando traté de tomar la avenida sobre la cual está el comercial en donde habíamos acordado la reunión: cinco o seis calles antes de llegar al semáforo pasé un buen tiempo detenido.

Considerando que me iba a llevar mucho tiempo en la intersección giré noventa grados y me dirigí al comercial que está a la misma altura de mi destino pero del lado contrario de la vía principal; no tuve muchos contratiempos en llegar al comercial -aunque sí para encontrar parqueo: tuve que subir hasta el sexto nivel a parquearme!-; había considerado que gastaría cinco o seis dólares en el parqueo pero preferí pagar eso a estar media hora más en el tráfico.

Desde el comercial -bajé del sexto al primer nivel en elevador y luego caminé casi un kilómetro pues la pasarela no está tan cerca- llegué al café y me metí a los servicios sanitarios; después me senté en una mesa cerca de la puerta para esperar por mi ahijado.

Cuando estaba esperando se acerco un guardia del centro comercial a la puerta y me hizo señas de que saliera un momento; me preguntó si pensaba consumir!, otra vez no reaccioné como esperaría hacerlo: calmado y respondiendo normalmente; sino que subí mi tono de voz para afirmarle: por supuesto! en fin.

Al lugar había llegado con tres o cuatro minutos de anticipación y mi ahijado se apareció cinco o seis minutos después de la hora acordada; conversamos un momento y luego pedimos un café y un pastelillo (él había insistido en que en esta ocasión él quería hacerse cargo de la cuenta).

Además, le entregué un regalo que le llevaba: uno de los libros que me retornaron de la donación de la biblioteca; estuvimos en el lugar hasta las seis en una conversación muy animada sobre la vida y sucesos de cada uno.

A las seis nos despedimos y retorné por el auto; al final el costo del parqueo fue nomás de un par de dólares; le escribí a mi hija que iba tarde -antes le había enviado un mensaje informándole que llegaría entre cinco y media y seis de la tarde-.

El tráfico no estuvo más pesado que en otras ocasiones y a las seis y media estaba enviándole un mensaje -desde el primer nivel- a mi hija, avisándole que estaba por entrar en su habitación; la encontré un poco más animada que la semana anterior: ha estado ejercitándose un poco con la pierna que ha tenido inactiva por más de tres meses; preparé té -de manzanilla para ella y de hierbabuena para mí- y luego estuvimos una hora conversando sobre la vida y sucesos de ambos.

A las siete y media me despedí e inicié el viaje de vuelta a mi casita: estaba lloviendo un poco fuerte y el periférico estaba bastante lleno; afortunadamente no hubo ningún inconveniente y un poco más tarde estaba estacionando el auto frente a la casa.

Hice un poco de Duolingo y vi el tercer capítulo de la cuarta temporada de The Boys; también preparé la mochila con cuatro mudadas para el viaje que inicia este sábado -y termina el siguiente-; Rb también terminó de ver el último capítulo de la tercera temporada de The Chosen; a las once me retiré a mi habitación para leer, y meditar.

El sábado la alarma sonó a las seis y media; me levanté a meditar y luego preparé el desayuno de los fines de semana; después hice Duolingo y avancé un poco con mis lecturas; también terminé de revisar la mochila que Rb me prestó para el viaje -incluso me prestó un par de botas que utilizaba en su época de montañista-.

A las nueve me despedí de Rb y empecé el viaje para acompañar a un grupo de misioneros cristianos -aún no sabía si católicos o protestantes- en su visita a conocer a las personas que apadrinan: familias que perdieron todo en el conflicto armado y ahora cultivan café en sus pequeñas parcelas.

Debía estar en el aeropuerto a las once de la mañana -la coordinadora de la organización me había facilitado el contacto del líder local del grupo de visita y había confirmado la hora-; el busito no tardó mucho en pasar por lo que tomé el Transmetro con buen tiempo.

Me apeé en la estación más grande del mismo y desde allí tomé un autobús hacia el aeropuerto; llevaba una tarjeta prepago para abordar el bus pero ahora -según el conductor- solo aceptan efectivo -sesenta y cinco centavos de dólar-; llegué al aeropuerto con una hora de anticipación.

Al igual que en los otros viajes que he realizado de este tipo, había pagado por internet en mi celular para un par de semanas, por lo que estuve en comunicación constante con Rb; aprovechando que había llegado temprano entré a los baños y luego busqué una banca para esperar -leyendo- mientras llegaba la hora de la reunión.

A las once le escribí al líder del grupo -y a la coordinadora, pues no recibí respuesta-; ambos estaban en el lugar -con dos o tres compañeros adicionales-; al final el vuelo -cómo no- se atrasó casi una hora y un poco antes del mediodía estábamos abordando el bus que nos llevaría al departamento al que fui a recibir la inducción de este proyecto al principio del año.

Íbamos tres traductores: una de las chicas que conocí en la reunión de inducción -en trámites de graduarse como traductora en mi Alma Mater- y un tipo con todas las características de un latino crecido en el Imperio del Norte: tatuajes en brazos y cuello y una forma de hablar bastante distintiva.

La chica se fue en los asientos del frente -con el líder del grupo- y el otro traductor y yo nos fuimos hasta la parte de atrás; un poco más tarde nos repartieron lo que serían nuestros almuerzos durante la siguiente semana: Lunch Boxes -un emparedado de jamón y queso, un emparedado de jalea y mantequilla de maní, una manzana y una gaseosa-.

Lo malo del viaje fue que, justo cuando estábamos abordando el bus, se desató una lluvia torrencial, que ralentizó el tráfico de una forma extrema -al parecer también había uno o dos accidentes en la carretera-: el viaje hasta la salida de la ciudad -que normalmente toma veinte o treinta minutos- se alargó durante tres horas y media.

Finalmente logramos salir de la ciudad y en una de las ciudades vecinas el bus se detuvo en una gasolinera para que todos pudieran ir al baño -y/o comprar algo en la tienda de la gasolinera-; al ver que las colas estaban muy extendidas me pasé al comercial vecino y me metí a una tienda industrial a comprar unos tapones para oídos -para poder usar el baño-; además compré un helado.

Luego retorné al bus y el líder me pidió que ayudara a los estadounidenses en sus compras; entré a la tienda y estuve traduciendo mientras los jóvenes -eran en su mayoría sophomores, juniors y seniors- completaban las compras de snacks y bebidas.

El viaje continuó sin contratiempos durante las siguientes tres o cuatro horas y cuando la noche ya había caído llegamos a las afueras de la ciudad en donde se encuentran las oficinas de la organización con la que estaba colaborando: en esa área está el comedor en donde el grupo debía cenar y desayunar -y bastante cerca el hotel donde debíamos pernoctar-.

Después de una buena cena -siempre nos presentaron un bufé de desayuno o cena, además de café, pan y bebidas frías- nos dirigimos al hotel y luego de repartirnos las llaves y los controles de tv -todos los misioneros (incluidos los líderes) contaban con cuartos compartidos mientras que los miembros del equipo local teníamos habitaciones individuales-, nos retiramos para finalizar la primera jornada.

Ya en mi habitación me puse a hacer Duolingo y, luego de leer un poco, realizar la meditación nocturna; también estuve -en la mayor parte del viaje- viendo bastante televisión; y creo que es porque tengo más de quince años de no poseer este aparato doméstico; un poco después de las once me dormí.


jueves, 13 de junio de 2024

La Escuela de la Vida... The School of Life... L'Ecole de la Vie

Varias veces me he dicho que debo dejar de leer libros de crecimiento personal y similares: cuando era joven leí varios de Og Mandino -los dejaban de tarea en Bachillerato- y luego, en mis primeros años de Universidad, aumenté la lista de los mismos; y, a veces, vuelvo a caer en la tentación; como el título de esta entrada.

En la línea de lectura que ocupaban los libros en francés empecé a leer libros que tuvieran que ver con filosofía o psicología; pero luego creo que di un giro hacia temas más ligeros: como de autoconocimiento vocacional o incluso las cuatro mil semanas; incluso ordené -de manera aleatoria- la lista de los mismos, para llevar un orden en su lectura.

Y así llegué a La Escuela de la Vida; que básicamente trata de explicar cuál debería ser el comportamiento de una persona que se ha desarrollado 'normalmente'; o al menos, que es funcional como adulto; me llamó la atención que, en uno de los primeros capítulos, se extiende bastante sobre las ventajas de acudir a psicoterapia y todos sus beneficios.

O sea, el año pasado -o antepasado- estuve convencido de que quería acudir a terapia; y, si hubiera encontrado un profesional del análisis transaccional por acá, seguramente lo hubiera realizado; pero ahora no sé: he estado meditando de forma constante los últimos tres meses y creo que nomás continuaré practicando...

Y a ver cómo va eso.

El lunes la alarma sonó a las cinco pero nomás me quedé acostado; un rato después abrí los ojos y puse otra alarma para las seis; a esa hora me levanté a meditar; luego salí a la sala por la laptop y retorné a la cama; actualicé algunas de mis tareas y me puse a terminar de leer Lessons in Chemistry.

Después me puse a calcular el número de páginas para leer The seven husbands of Evelyn Hugo en seis ciclos; creo que ese será el número de secciones en las que dividiré mis lecturas normales; las de francés las estoy dividiendo en 10 o 12.

A las siete entré a la reunión de trabajo, en la que no hubo ninguna novedad; el resto de la mañana estuve dando los últimos toques al proyecto de gamificación de aprendizaje de conocimientos de ciberseguridad en el que he estado trabajando el último par de semanas y lo convertí a pdf.

El plan era presentar el documento a mi supervisora en la reunión bisemanal que debíamos tener el miércoles; el resto del día normal pasó normal en el trabajo; después del horario laboral hicimos, con Rb, la nueva rutina de ejercicios de fuerza y resistencia.

El martes a las cinco sonó la alarma; me quedé un momento en la cama y luego me levanté a meditar; después salí al comedor a trabajar un rato; encontré un par de incidentes que agregué a la app que utilizamos para reportarlos (aunque no tenía otra vez acceso al servidor en el que trabajamos).

A las siete entré a la reunión diaria y comenté sobre el incidente que estábamos teniendo (confirmé realmente pues uno de mis compañeros ya lo había mencionado); después de la reunión me fui a leer a la cama pero me volví a dormir hasta las nueve (estoy leyendo en español -Suerte- y en francés -Dangereusement Douce-).

Un poco después de las nueve de la mañana Rb entró a la habitación a preguntarme algo y me levanté para empezar a hacer Duolingo; a las diez salí de la habitación y me preparé el desayuno (avena, gelatina y banano);  después continué leyendo el libro de francés.

A mediodía calentamos las piernas de pollo que preparamos el día anterior (tenemos comida hasta para el viernes) y Rb preparó un poco de acelga con huevo -me sorprende la tolerancia que tengo ahora (en mi quinta década) a este tipo de alimentos-.

Después de sacar a caminar a los perros partí la papaya de las cenas de esta semana y un mango que Rb adquirió esta mañana en la tienda de verduras; luego preparé café (para mí) y té (para Rb); que acompañé con el último mini pingüino del paquete que compré para la reunión nocturna de la semana pasada.

Luego empecé a leer el nuevo libro de la línea en la que leía francés: The School of Life; que es de un judío inglés nacido en suiza, proveniente de una familia acaudalada; me ha estado costando avanzar en el mismo, por el recelo con este tipo de literatura.

Por la tarde fuimos a los supermercados en dirección norte; hasta ese día mi hija no me había pedido nada para la visita del viernes; el domingo pasado nomás me había solicitado un espejo de medio cuerpo o cuerpo entero; para su fisioterapia; Rb compró un mouse y yo compré tres cajas de té; por la noche continué con el libro sobre la vida.

El miércoles la alarma sonó a las cinco de la mañana; me quedé unos minutos en la cama; creo que estaba soñando algo bastante vívido, aunque cuando me levanté olvidé completamente de qué iba el mismo; me costó empezar a trabajar pues tuve que cambiar mi password principal y se llevó un tiempo la sincronización con todos los servicios.

A las nueve y media me reuní con mi supervisora y discutimos tres puntos: lo primero fue el envío de un par de encuestas a todo el equipo sobre la reunión de la semana pasada: confeccioné una para los que asistimos (cinco) y los que no asistieron (ocho); le mostré las preguntas y estuvo de acuerdo en que procediera con el envío de las mismas.

El segundo punto fueron las vacaciones: hoy empieza mi primer período extenso de las mismas y le comenté que la administradora del proyecto en el Imperio del Norte ya tenía conocimiento de las que tomaré el próximo mes; además me comentó que solo faltaba que una persona aprobara mis ausencias del Jueves cada dos semanas a partir del próximo mes.

El tercer punto fue mi propuesta para realizar una actividad de capacitación en el equipo con el tema de ciberseguridad y con la técnica de gamificación; le compartí el documento que había estado preparando y le di una explicación rápida de mi idea; no sé si lo aprobará (o si debe verificarlo con su jefe) pero, al menos, es una propuesta.

El resto del día estuvo bastante tranquilo en el tema laboral; nomás configuré mi correo para que envíe un mensaje a quien intente contactarme por ese medio durante las próximas dos semanas; además, más tarde, mi supervisora me confirmó que ya estaba aprobado el tema de los jueves... o sea, deberé bajar sustancialmente el centenar de días de vacaciones acumulados.

Y a ver cómo sigue eso...

lunes, 10 de junio de 2024

Languidecer... Languish... Languir...

Según Google -la de tiempo y recursos que se necesitaba antes para informarse- el título de este post es equivalente a: debilitarse, decaer, enflaquecer, marchitarse, mustiarse, postrarse; o, si vemos un sitio específico (la Real Academia Española):  Perder el espíritu o el vigor. Sin.: deprimirse, abatirse, desanimarse, desalentarse, descorazonarse, entristecerse.

Y justo ahorita olvidé porqué había decidido durante la semana que ese sería el título; me imagino que es un sentimiento con el que me identifico bastante: no tengo grandes objetivos en la vida; aparte de trabajar, leer, y ver a mis hijos y amigos de vez en cuando.

O sea, no soy parte de un gran proyecto laboral o familiar -o político o religioso o espiritual-; no estoy construyendo una gran obra para la posteridad -la casita del puerto aún está a medias y aún no me decido a dar el próximo paso- ni trabajando en alguna expresión artística -la redacción de libros de texto quedó en pausa hace más de tres años-.

Pero no me quita el sueño la situación: acabo de leer el libro Four thousand weeks y, aunque no era lo que esperaba, fue otro ladrillo en la construcción de la claridad que me permite tomar cada día como venga; aceptar que todo tiene un final y que lo mejor que puedo hacer es ocuparme en lo que me viene a la mano y tratar de no causar sufrimiento, empezando por mí mismo.

Y a ver cómo va eso.

El lunes pasado empezamos la semana con la nueva rutina de ejercicios de fuerza y resistencia: había calendarizado este cambio -de: fuerza, kickboxing y abdominales a: fuerza, kickboxing/abdominales y fuerza- para mediados de este mes pero, le propuse a Rb empezar de una vez, y ella estuvo de acuerdo; la mayor parte de esta nueva rutina es de brazos con pesas.

El martes salí de trabajar a las cuatro pues debíamos ir al supermercado antes de dirigirme a la reunión con mi equipo de trabajo; compramos bananos y lechuga en el supermercado y un poco de verduras en la tienda; también compré diez bolsas de agua pura -para el café-.

A las cinco y media me bañé y a las seis menos cuarto cargué en el auto mi mochila con las bolsas de agua pura y una canasta de plástico que Rb me prestó, en la cual llevaba: la cafetera, café, vasos desechables, el recipiente con pingüinos y galletas, azúcar y el juego de dominó de doce puntos.

El tránsito estuvo bastante calmado: volví a pasar por la curva en la que usualmente hay atraso sin ningún contratiempo; de hecho, en media hora estaba en la zona vecina en la cual se encuentra el edificio en el que se había previsto la reunión; aunque para llegar al mismo me tomó otros veinte minutos.

Aún así llegué temprano al lugar; me estacioné en un parqueo público (no el del edificio por lo que al final pagué siete dólares en lugar de cinco) y subí al noveno nivel; en donde está el salón social en donde habíamos sido planeado el evento.

Desde allí llamé a mi supervisora -creo que vive en un apartamento en el mismo edificio- y llegó un poco más tarde para entregarme las llaves del lugar; un poco después llegó una programadora; luego otro programador; y por último nuestro PM.

De los doce miembros del equipo, ocho habían confirmado; al final llegamos nomás cuatro -sin contar a la supervisora, pues ella llegó al inicio y al final-; y no jugamos nada: yo preparé café y conversamos con los dos programadores sobre libros y ciberseguridad (la programadora había llevado tres juegos -uno de ellos Settlers of Catan-).

Luego los dos programadores bajaron a comprar una pizza y me quedé conversando con el PM: sesenta y cuatro años y se casa la próxima semana (enviudó hace como diez años); con una carrera interesante: no estudió en la universidad sino se formó (y trabajó por veinticinco años) en una empresa; lo despidieron y se pasó un par de años buscando trabajo; incluso se fue un año a trabajar al Imperio del Norte -me pareció muy interesante su recorrido vital-.

Un poco después regresaron los programadores y vimos cuatro de los cinco videos que llevaba preparados; el primero lo habían visto el programador y el PM (la programadora no, pero tampoco le puso atención); el segundo no lo había visto nadie -al parecer-, y les encontraron interesante: Goal de Stephen Covey; y los dos de The Long Game no los habían visto pero tampoco los impactó tanto.

Entre videos, conversación y pizza llegaron las nueve y media -y retornó mi supervisora-; yo indiqué que debía salir antes de las diez del parqueo -porque no era el del edificio- y empaqué todo; el viaje de vuelta también estuvo super cómodo; lo no tan bueno, dos cosas: la cafetera estaba recién desconectada cuando la empaqué (llena casi hasta una cuarta parte) por lo que hizo un desastre en la canasta plástica (y la caja se suavizó) y en la mesa del comedor de Rb.

Y lo otro fue peor: olvidé el cargador de mi computadora del trabajo; vi que aún tenía un par de horas de carga pero empecé a ver qué opciones tenía para trabajar el miércoles: le escribí a mi amigo asiático -con quien teníamos previsto desayunar el sábado- para que me prestara un cargador; me contestó hasta la mañana del miércoles, mandándome una indicación de dónde podía comprar un cargador (cuarenta dólares).

También le escribí a mi hija mayor y a mi hijo menor; mi hija tiene un cable (el que le compré cuando fui a visitarla en el hospital) pero el problema es el transformador; los de celular usualmente alimentan 5V y la computadora necesita 12 (o 15, no estoy seguro); también le escribí (y llamé) a mi supervisora.

El miércoles por la mañana, me respondió indicándome que iba a verificar si allí estaba el cargador; a media mañana me envió una foto, confirmando que ya lo había recuperado; le escribí para que lo dejara en la recepción (o que nos pusiéramos de acuerdo); pues su hija de seis meses está recién operada y no me quería importunarla e interferir en su tiempo de cuidado.

Total que para terminar la noche del martes nomás hice Duolingo: apenas dos o tres lecciones pues además del incidente del cargador, cuando retorné a casa encontré a Rb bastante afectada porque había estado hablando con su pastor sobre los requisitos para continuar estudiando teología y su poca disposición a involucrarse en actividades eclesiásticas.

Traté de estar presente y ser empático con la situación de Rb -ha estado bastante afectada desde la pandemia- y además, no podía hacer mucho por lo del cargador; al final, el miércoles por la mañana me comentó que no durmió mucho por estar preocupada por la situación del cargador; yo dormí bastante bien, incluso me levanté bastante animado pues tuve -después de mucho tiempo- un sueño en inglés bastante extenso.

El miércoles no encendí la computadora del trabajo antes de la reunión; me levanté a las seis y cuarenta y, después de mi meditación matutina, entre a la reunión diaria utilizando mi computadora con Fedora; lo malo fue que la cámara estaba encendida, por lo que empezó a transmitir en cuanto me uní a la reunión (el programador que acudió a la reunión y uno de mis compañeros me avisaron por el chat de Teams); lo bueno es que siempre mantengo la cámara cubierta con un Post-it.

La reunión estuvo bien: afortunadamente el martes había trabajado un poco más de lo habitual en el seguimiento de la tarea en curso; además la administradora del proyecto, que está en el imperio del Norte, empezó a requerir a todos que indicáramos las vacaciones planeadas para los siguientes tres meses; yo indiqué los diez días que tengo a partir del próximo miércoles.

Y los otros diez días que tengo planeadas para la última semana de Julio: espero que en ese período me convoquen para repetir mi apoyo a la primera  jornada médica a la que acudí el año pasado; y sino, pues veré cómo me ocupo; a las once de la mañana RB se retiró a tomar una siesta- para reponer el desvelo de la noche anterior- y me indicó que le hablara al mediodía; como estaba leyendo Lessons in Chemistry, puse una alarma; y cuando sonó fui a despertarla.

Después del trabajo hicimos la nueva rutina de los miércoles: una mezcla entre kickboxing y ejercicios abdominales; a lo largo del día me había estado comunicando con mi supervisora pues vive en el edificio donde realizamos la actividad del día anterior, y me había confirmado que había recuperado el cargador de mi computadora.

Le pedí que lo dejara en la recepción y me indicó que trabajan 24x7 por lo que podía pasar a cualquier hora: decidí ir después de la comida nocturna de los perros (a las nueve de la noche); después de que Rb le dio de comer a sus perros preparó su segunda cena y luego nos subimos al automóvil; no nos costó llegar al edificio y nos metimos la parqueo público del mismo; en recepción me pidieron un documento de identificación y me percaté que no llevaba mi tarjetero.

Afortunadamente llevaba un viejo carnet del seguro social (es la segunda vez que me salva) y con el mismo me entregaron el cargador; luego vino lo chistoso (o no tanto) de la noche: nos confundimos del número de sótano en donde nos habíamos parqueado y tuvimos que pagar nuevamente la tarifa (es como dólar y medio).

Cuando pagué el parqueo el cajero indicó que el período para salir era de diez minutos; yo recordaba que habíamos bajado varios niveles y que nos habíamos estacionado en el tercer nivel; pero no estaba el auto allí; luego bajamos caminando un par de sótanos; al no encontrar el auto descendimos en el elevador hasta el sexto sótano y luego subimos de nivel en nivel; en realidad el auto estaba en el primer sótano; y cuando nos dirigimos a la salida el control nos indicó que debíamos pagar el parqueo. 

Me estacioné a un lado y me bajé a buscar nuevamente el cajero; luego salimos y retornamos sin ningún contratiempo; yo temía que había perdido mi tarjetero con todos los documentos pero, afortunadamente, nomás estaba en la repisa de la estantería en la cual suelo mantener la billetera, el tarjetero y mis llaves; venimos bastante tarde por lo que apenas hice un poco de Duolingo antes de retirarme a mi habitación; avancé un poco en Les derniers jours de nos peres (el autor mata al protagonista!), luego medité y me dormí.

El jueves me percaté que por dos días -o casi toda la semana, más bien- no había hecho mucho de Duolingo: el lunes porque usualmente me espero hasta la noche para tratar de que la liga asignada no sea tan competitiva; luego el martes retorné bien tarde de la actividad de mi equipo de trabajo, por lo que nomás hice tres o cuatro lecciones.

Y el miércoles por la noche tuve que retornar por el cargador de mi computadora y la salida se extendió por el incidente del parqueo; total, que para se momento apenas iba por la mitad del reto semanal: setenta y cinco lecciones; y mi compañera asignada tampoco fue de mucha ayuda: yo había completado veintiséis lecciones y ella nomás diez; usualmente cuando hacemos pareja con Rb (ella me elije o yo a ella) para el miércoles ya está completado el reto semanal.

Ese día me levanté a las cinco y media; medité y luego me puse a trabajar, avanzando un poco en las tareas asignada; luego entré a la reunión diaria; después de la reunión diaria me metí a la cama a leer un poco del libro en español; y me dormí un poco más de una hora: hasta que Rb entró a pedirme que le cambiara un billete por varios de menor denominación; eran casi las nueve y media.

Salí de la habitación y me puse a hacer Duolingo; Rb se fue y leí un poco antes de desayunar; también, antes de desayunar, saqué la basura; después continúe leyendo Suerte de Bárbara Blasco; al mediodía retornó Rb del mercado -me trajo media docena de muffins- y, por la tarde, fuimos a los supermercados que están en dirección norte; compre ingredientes para el desayuno del sábado con mi amigo asiático.

Por la noche hice más de una hora de Duolingo, luego vi un poco de Hyena Road y un poco de The Fifth Element; el viernes me levanté a las cinco, medité y salí a desocupar el lavatrastos -colocar todos los trastos en sus estanterías-; luego preparé el desayuno y, al ponerme a trabajar, no pude avanzar mucho porque había un error de acceso al servidor.

Un poco más tarde vi un mensaje de mi hija pidiéndome algunas provisiones para su alacena: pepinos, leche, huevos, limones y tortillas de harina; después del trabajo volvimos a hacer la rutina del lunes pues había modificado el video, cambiando un par de ejercicios repetidos.

El sábado me levanté a las cinco y cuarenta y cinco; medité, me bañé, hice Duolingo y me puse a preparar mi desayuno para invitados: omelette, frijoles, plátanos fritos y café; a las siete y diez vino mi amigo asiático; con quien desayunamos y estuvimos conversando hasta las once: como en un par de semanas va a Washington le pedí que si pasaba por un GoodWill o un Salvation Army Store me comprara un ajedrez de piezas grandes (yo los compraba, hace veinte años, por uno o dos dólares).

Después de que mi amigo se despidiera nos dirigimos con Rb a los supermercados de abajo; compré leche y tortillas de harina para mi hija; a las doce y media me dirigí a la habitación de mi hijo menor; el tráfico estuvo un poco pesado en la salida del municipio: llegué como dos o tres minutos tarde; lo llamé y entré a su habitación -estaba terminando de barrer-. 

Le propuse que comiéramos McDonald’s y nos dirigimos caminando a la tienda más cercana (quizá un par de kilómetros); luego retornamos a su habitación a almorzar; después recibimos la clase de React; en la cual vimos un par de hooks; bastante básica, la verdad.

A las seis se terminó la clase y me despedí de mi hijo; vine bastante rápido a casa -nada de tráfico-; por la noche hice Duolingo, terminé de ver The Fifth Element y terminé de leer Les derniers jours de nos peres -aún no sé si seguiré con otro del mismo autor-.

Ayer me levanté a las seis de la mañana; medité y me preparé el desayuno de los fines de semana; después me puse a trabajar porque había realizado un hallazgo el viernes y aún no lo había reportado; esto me llevó hasta las ocho; a esa hora me volví a meter a la cama y me dormí otro rato.

Un poco después de las nueve Rb entró a mi habitación para recordarme que debíamos ir al supermercado donde compramos productos a granel; sorprendentemente, en esta ocasión, el monto gastado estuvo dividido casi a la mitad con Rb: usualmente mi parte es mínima; compré un saquito de avena -similar a los que consumo- para mi hija mayor; fuera del supermercado Rb adquirió un cable USB C para cargar su celular.

Luego pasamos al supermercado en donde nos proveemos de consumibles a un precio bastante accesible; compré unos recipientes de plástico pues olvidé uno -con azúcar- de Rb la semana pasadaen la casa de mis papás -también compramos bolsas zips y plástico termoencogible-.

Retornamos a casa antes de las once; almacenamos todo y luego lavé los trastos de la mañana; después preparé un poco de avena y tomé mi segundo desayuno -usualmente los viernes sábados y domingos tomo dos desayunos pero no tomo cena-; antes del almuerzo estuve haciendo un poco más de Duolingo y luego leí un poco del libro de meditación.

Por la tarde terminé el libro -aún no sé que leeré en esta línea- y, a las cinco y cuarto, me dirigí a la habitación de mi hija mayor; le llevaba las provisiones que me había pedido -y el saquito de avena-; el tráfico estuvo bastante ligero y a las seis y media estaba subiéndome a la banqueta frente a su casa; la encontré de bajo ánimo: en la cita médica de dos días antes le habían dicho que ya puede apoyarse en la pierna lesionada pero le ha estado causando molestias.

Además, no le dieron instrucciones claras para empezar a ejercitarse; por lo que ha estado viendo algunos videos de YouTube para empezar a realizar fuerzas con la pierna afectada; preparé té de menta y compartimos unas galletas de chocolate; luego estuvimos conversando durante hora y media; un poco después de las siete me despedí y retorné a casita.

Estaba lloviznando -ya empezó la época- pero el periférico estaba bastante vacío; tampoco tuve contratiempos entrando al municipio por lo que, un poco más tarde, estaba estacionándome frente a mi casita; hice un poco de Duolingo y avancé -casi terminé- Lessons in Chemistry.

Y  sí, languishing, pero no, nada preocupante...





domingo, 2 de junio de 2024

Cónocete a tí mismo... Know yourself... Apprenez a vous connaître...

Desde finales del año pasado tengo la inquietud de construir una página web para sintetizar algunos conceptos que han sido bastante repetitivos en mis últimas lecturas -sobre todo en el área de no ficción y libros que leía con más frecuencia-: inteligencia emocional, valores y virtudes; y los principales rasgos que -creo- componen la personalidad: temperamento y carácter.

Además de la presentación de los diversos temas también quiero incluir elementos de gamificación: alguna actividad -semi- interactiva para interiorizar los conceptos y/o realizar actividades para accionar o mejorar en algunos de los aspectos presentados.

Quiero también aprovechar el curso de React que estamos recibiendo con mi hijo menor para aplicar esa tecnología a la página; por el lado del diseño ya mi hija mayor me envió un par de ilustraciones de una llave: la idea original es tener la llave rotando en el centro de la página; alrededor de la misma habrá tres puertas girando lentamente en el sentido contrario; debajo de la llave estará el título de esta entrada en griego antiguo: gnóthi seautón.

El lunes pasado la alarma sonó a las cinco de la mañana pero me recordé que no había reunión diaria, por lo que puse otra alarma para las seis; a esa hora me levanté y medité; luego salí al comedor a iniciar mi jornada laboral.

Estuve revisando un poco de la herramienta en la que realizo la mayor parte de mi trabajo y luego me puse a escribir a los compañeros del equipo local para confirmar su asistencia a la reunión que estoy organizando para el primer martes del mes de junio: short films y dominó: la mayor parte del equipo declinó la invitación pero cuatro o cinco confirmaron.

El martes la alarma volvió a sonar a las cinco pero, sin ninguna razón lógica, me levanté hasta las seis y cuarenta; después de la meditación matutina entré a la reunión diaria; durante la mañana todo el equipo tuvo que cambiar el registro del tiempo diario debido a una requisición de la administración del proyecto.

Ese día almorzamos lo mismo que el día anterior: una mezcla de arroz con zanahoria rallada y mollejas de pollo -y ensalada-; por la tarde acudimos a los supermercados en dirección sur; en donde compré embutidos para dos meses de mis desayunos así como las salsitas y los champiñones que planeo utilizar en el desayuno de este sábado.

El miércoles estuve tratando de comunicarme con mis padres y mi hermano mayor pues tenía programado bajar al puerto el sábado y quería encargarle pescados a mi madre; ninguno de los tres teléfonos contestó a mis intentos durante el día.

También me reuní con mi supervisora en la reunión que ha programado quincenalmente para revisar el avance del proyecto -y algunos otros asuntos concernientes al trabajo-; le confirmé mis vacaciones de julio, junio, diciembre; y el día extra que debo empezar a tomar para rebajar el saldo atrasado.

El jueves me desperté a las cinco de la madrugada y me quedé pensando si me levantaba; pero un zancudo empezó a zumbar cerca de mi oído por lo que finalmente salí de la cama: me levanté, medité y estuve trabajando un poco antes de la reunión diaria.

Rb salió a su visita semanal al mercado del centro histórico; durante la mañana continué tratando de comunicarme con mis padres y hermano mayor y seguían sin contestar a sus teléfonos; por la tarde fuimos a los supermercados en dirección norte a comprar un apagador: el de la sala ha estado fallando desde hace meses y, aunque aun no lo cambio, tenemos ya el repuesto.

También compré pastelillos para la reunión de equipo de la próxima semana: planeo llevarme la cafetera, café molido y un recipiente con pastelillos de chocolate y galletas; en su salida Rb me proveyó de dos magdalenas para la visita del sábado a mis padres y unos panecillos dulces para mis refacciones del resto de la semana.

El viernes me desperté a las cinco y media; medité y preparé mi desayuno: probé un sartén que Rb utilizaba antes pero ya no tiene teflón por lo que debo aún buscar una buena alternativa para cocinar; a las siete entré a la reunión e informé que estaba concluyendo las dos tareas que tenía asignadas y que me reuniría con mis compañeros para ver qué tarea podía desarrollar.

Al mediodía salí a llenar el tanque del automóvil -en total fueron como treinta dólares y pagué como dieciocho, por las visitas a mi hija-; el plan era rellenarlo el domingo para estimar el costo del viaje al puerto; por la tarde le escribí al analista mas joven y tomé un par de sus asignaciones.

Ayer me levanté a las cuatro y cuarto (la noche anterior me había retirado a las diez a mi habitación); medité, me bañé y cargué en el auto: la comida que compré para los perros de mis padres; dos cables de ethernet, la prensa de banco que compré para mi padre; la cafetera -con café y azúcar (que olvidé donde mis padres!)-, un par de libros que me sobraron de la donación a la biblioteca, las magdalenas, el agua pura y la mochila con aislante -y hielo adentro-

Salí de casa a las cinco menos cuarto; ni siquiera el guardia de la garita estaba despierto; tomé el camino al puerto con la obscuridad bastante pesada; llegando al lugar en donde antes había peaje el tránsito se detuvo un poco: un camión había colisionado con un pickup que transportaba arena -y una hormigonera, al parecer-; pero en general el camino estuvo tranquilo: son ciento diez kilómetros y estaba enviándole un mensaje de llegada a Rb a las seis y cuarto.

Cuando llegué a la casa de mis padres encontré que únicamente mi hermano mayor estaba levantado; luego fue a despertar a mi papá -aunque mi mamá andaba ya realizando mandados-; puse a funcionar la cafetera y un poco después retornó mi madre; desayunamos y luego conecté la computadora de escritorio de mi padre al router de Internet que le instalaron hace tres meses; comprobamos la conexión y todo quedó funcionando.

Luego estuvimos un rato en la casa que empecé a construir hace más de tres años; aún le faltan todos los detalles pero les informé -otra vez- que detendré la conexión hasta estar seguro que la propiedad me pertenece legalmente -o sea, que toda la papelería está en orden-.

Para terminar la mañana (había planeado retornar a las once) estuve casi una hora tratando de configurar la enorme pantalla de plasma para conectarla a Internet pero no solo no lo logré sino que desconfiguré el control remoto universal que estaban usando para controlarla: un desastre total; me disculpé con mi padre y un poco antes de las once me despedí de todos -mi madre me había conseguido varios pescados -que destripó-; los cargué en la mochila/hielera y empecé el camino de vuelta.

El retorno estuvo bastante bien: en la parte mala -donde se cayó un puente el año pasado-, y en la cual me había tardado dos horas en mi antepenúltimo viaje para avanzar cinco kilómetros me tardé nomás alrededor de quince minutos.

Vine un poco antes de las doce y media -a pesar de que (también) había un automóvil tirado al finalizar de subir la cuesta al municipio -había personas reparándolo en el lugar!-; preparé la ensalada para el almuerzo -y me tomé la bebida de mocaccino que había estado guardando para una situación especial-.

También, antes del almuezo, compré -en la librería de la vuelta- un poco de lana: mi hija me la había pedido para nuestra visita del domingo (y Rb me había comprado el resto del pedido en su visita matutina a los supermercados).

Por la tarde tomé una pequeña siesta -no sé si me dormí o nomás me aletargué pues nomás puse 30 minutos en el timer del celular y me metí en la cama-; hasta más tarde me recordé de la bebida de café y chocolate que había ingerido un poco antes del almuerzo.

Luego me di cuenta que había olvidado la clase de React: entré a la misma con casi una hora de retraso; pero no me perdí de mucho: básicamente estaban configurando el ambiente -instalación de Node, NPM y React- y creación del primer proyecto.

Estuve escuchando intermitentemente la clase y completando los ejercicios que la maestra indicaba; y además empezando a escribir las primeras líneas de código para mi proyecto web de autognosis: nomás para mejorar mi comprensión de los tres conceptos, nada de new age o teosofía.

Después de la seis -aunque no tuvo caso pues no había hecho lecciones en la mañana por lo que perdí los 30 minutos diarios de doble puntaje- hice Duolingo; y traté de leer un poco aunque me cuesta bastante cuando estoy desvelado.

Hoy me levanté a las siete; medité y me preparé el desayuno que correspondía al día de ayer; luego estuve haciendo Duolingo; a las ocho volví a la cama para dormir otro rato; un poco después de las nueve Rb entró a la habitación para pedirme que fuéramos a los supermercados a las diez.

Me levanté a las diez y puse a funcionar la lavadora con la carga mensual de mi ropa sucia; luego nos dirigimos a los supermercados que están en dirección sur: en el más lejano compramos un poco de pollo y en el intermedio nomás Rb adquirió una bolsa de galletas para su perra más pesada.

Al retornar empezamos preparar el almuerzo: alitas y ensalada; además estuve trabajando un poco en las primeras acciones de mi proyecto web; después del almuerzo sacamos a caminar a sus perros y luego estuve leyendo un poco en mi habitación: Les derniers jours de nos peres es de un autor suizo del cual leí un libro famoso -no recuerdo si lo leí en inglés o español- hace unos años.

A las cinco de la tarde tomé el automóvil y me dirigí a la casa de mi hija mayor; en el camino pasé a la gasolinera para comprobar el costo de mi viaje al puerto de ayer: rellené el tanque del auto y pagué quince dólares; cuando me tardé dos horas más el año pasado el costo fue de dieciocho dólares, así que creo que el auto es bastante económico.

Llegué a la casa de mi hija un poco después -había olvidado el celular por lo que no pude ver la hora, ni escribirle para avisarle que iba a entrar a su habitación-; llevaba su pedido (avena, papas, manzanas, lana, y limones en un recipiente de plástico) y nomás toqué la puerta de su habitación para avisarle que entraría.

Luego estuvimos más de una hora entre té y galletas, conversación sobre el proyecto web -espero que me ayude con más ilustraciones- y un corto juego de Scrabble en inglés; casi a las siete y media le indiqué que debía regresar a mi casa y nos despedimos... el viernes debe ir al seguro social a ver si la autorizan a apoyarse en la pierna fracturada.

Y a ver cómo sigue eso...