viernes, 28 de junio de 2024

Vacaciones, otra vez -la ciudad, otra vez-... Vacations, again -the city, again-... Les vacances, encore -la ville, encore-

El domingo había puesto la alarma para las seis de la mañana pero me quedé en la cama hasta las siete; me levanté a meditar y luego preparé el desayuno de los fines de semana; después volví a la cama; quería hacer Duolingo pero nomás volví a dormirme.

Un poco después de las nueve me levanté y me puse a hacer mi lección matutina de Duolingo; luego Rb me pidió que la ayudara a cortar las malezas del patio frontal; estuvimos trabajando en eso un poco más de una hora, despejando la mitad del área; después nos bañamos y almorzamos alitas y caldo de pollo.

Por la tarde estuvimos viendo series en la cama de Rb y a las cinco me vestí y subí al auto las provisiones que mi hija me había pedido; en el camino pasé a la tienda en la que usualmente compramos los electrodomésticos y artículos de cocina y compré un espejo de medio cuerpo.

Por la mañana Rb me había comentado que un camión se había llevado una pasarela en un lugar muy cerca de donde vive mi hija pero consideré que a esa hora ya había sido habilitado el paso: me equivoqué; el periférico aún se encontraba cerrado y habían policías municipales de tránsito desviando a los autos hacia la vía auxiliar; estuve como diez minutos en ese tráfico.

El resto del camino estuvo bastante tranquilo por lo que llegué con poco retraso a la habitación de mi hija; le escribí cuando me apeé del auto y luego entré a su habitación; le entregué los comestibles y luego estuvimos conversando sobre la semana que acababa de pasar en el interior del país; también observé que ya empieza a movilizarse con una sola muleta.

Estuve en la habitación de mi hija hasta un poco después de las siete y a esa hora me despedí e inicié el retorno a mi casita; no conduje sobre el periférico sino que tomé la ruta perpendicular que inicia en la calle donde vive mi hija; de allí salí a una de las rutas más populares pero por ser domingo el tráfico no estaba muy pesado.

Tomé un carril auxiliar para dirigirme al periférico pero la lluvia hizo que el tránsito se ralentizara bastante justo antes de entrar al mismo; iba conduciendo bastante rápido y estuve a punto de colisionar; incluso los neumáticos chillaron cuando pisé los frenos a fondo; afortunadamente aún pude desacelerar lo suficiente.

Ingresé al periférico sin ninguna otra novedad y, a pesar de la lluvia constante, pude completar el viaje de regreso sin ningún incidente; apeándome del automóvil estaba cuando me percaté que no le había llevado los embutidos -pepperoni y salami- a mi hija; los subí al freezer y le escribí para comentarle que se los llevaría en mi próxima visita.

El lunes me levanté bastante tarde: había decidido levantarme los días restantes de vacaciones sin la alarma del celular por lo que me despertaron los ruidos que empiezan a hacer los perros de Rb cerca de las ocho de la mañana; me levanté a meditar y luego salí de la habitación.

Desayuné con Rb pues me había pedido que acudiéramos a los supermercados en dirección sur durante la mañana; yo había tratado de programar una reunión con mi amigo garífuna pero me comentó -a pesar de que antes la habíamos acordado- que se encontraba ocupado con un proyecto.

Entonces traté de programar una reunión con mi amigo el Testigo de Jehová -realmente sentía que me estaban pesando las nueve bolsas de café restantes- pero me comentó que se estaba recuperando de un nuevo episodio de dengue -supuestamente es la segunda vez que se contagia- y me pidió que dejáramos la reunión para una siguiente ocasión.

Al final acordé una reunión con uno de mis últimos amigos del voluntariado en el que participé por diez años: nos vimos hace como tres meses y perdió su empleo hace como un mes -yo había estado ayudándole a cambiarse de empleo a finales del año pasado-.

Después del desayuno nos subimos al auto y acudimos a los supermercados en dirección sur; en el más alejado Rb adquirió pollo para su almuerzo del miércoles -yo almorzaré con mi hijo menor- y en el otro compramos bananos para nuestros desayunos.

Cuando retornamos Rb me pidió que la ayudara a limpiar la aspiradora robótica -durante mi ausencia de ocho días la hizo funcionar de nuevo- y después hicimos la rutina de ejercicios que corresponde a los lunes -con una adición de ejercicios abdominales que ella estuvo practicando la semana anterior-.

Al mediodía almorzamos pollo asado y caldo de lo mismo -con aguacate y arroz-; después de sacar a caminar a los perros de Rb preparé té para ambos y, un poco después de las tres, me dirigí al comercial en donde se estacionan los busitos que vienen al municipio.

Había acordado con mi amigo en reunirnos en un centro comercial que se encuentra en una calle aledaña a este último pero, diez minutos después de la hora acordada, me escribió diciendo que se encontraba en donde se estacionan los busitos; había una llovizna ligera pero no me afectó mucho retornar al centro comercial en donde se encontraba; subimos al food court del tercer nivel y lo invité a un cappuccino.

Nos pasamos las siguientes dos horas conversando sobre su situación familiar, laboral y personal -también le entregué una de las libras de café-; a pesar de su situación laboral -bastante inestable- se preocupa más por el plan -conspirativo- para reducir la población mundial.

Un poco después de las seis le indiqué que me retiraba y, luego de pasar al baño del centro comercial, nos despedimos y abordé el busito de vuelta a casa; por la noche estuve haciendo Duolingo, avanzando en The School of Life -me está costando- y viendo un poco de un programa de pasteles; a las once me retiré para lavarme los dientes, leer un poco más -La Disparition de Stephanie Mailer-, meditar y, finalmente, dormirme.

El martes no había puesto nuevamente la alarma y me desperté -por alguna razón- un poco después de las cuatro; salí al baño y volví a la cama; me desperté nuevamente un poco antes de las ocho y me levanté a meditar.

En la mañana fuimos a los supermercados en dirección sur; compramos verduras y yo compré un arrolladito para la reunión de la tarde con mi primo; almorzamos los mismo del día anterior: pollo asado y caldo de pollo.

A las tres y cuarto me dirigí -en busito- al comercial en donde me había reunido el día anterior con mi amigo del voluntariado; costó un poco que pasara el busito pero al final llegué antes de la hora de la reunión; mi primo sale de trabajar, del call center que se encuentra en el cuarto nivel del comercial, a las cuatro.

Lo invité a un cappuccino de la misma tienda del día anterior y compartí el arrolladito; aunque yo me lo comí casi todo; estuvimos en el área de las mesas por las siguientes dos horas conversando de literatura, libros, películas y la vida en general; a las seis y media nos despedimos y retorné a mi casita.

El miércoles me levanté -otra vez sin alarma- un poco después de las siete; me puse a hacer Duolingo y luego a leer un poco -realmente no he leído mucho en los días de vacaciones que he estado en casa-; a media mañana hicimos la rutina de ejercicios de los miércoles -con la rutina extra de abdominales-.

Luego de los ejercicios -y la respectiva ducha- Rb me ayudó a desinfectar los ingredientes y preparé dos ensaladas pues había planeado llevar eso para complementar el arroz chino que esperaba almorzar con mi hijo -realmente me preocupa su exceso de peso, pero no creo que pueda hacer mucho al respecto-.

A las doce y media tomé el auto y me dirigí a la habitación de mi hijo; empezó a llover bastante fuerte pero, afortunadamente, el tráfico no se vio afectado: llegué antes de la una a la colonia en la que vive; pero el lugar en el cual usualmente estaciono el auto estaba ocupado.

Subí el auto la banqueta y me dirigí a la casa en la que vive mi hijo; lo llamé desde afuera y subí a su habitación -en el segundo nivel-; como vi que la acera frente a su casa estaba desocupada le pedí que me acompañara a mover el auto hacia ese sitio y luego caminamos hasta el restaurante de comida china en el que comprábamos comida cuando salíamos con sus hermanas.

Luego retornamos a su habitación y almorzamos; se suponía que íbamos a revisar las últimas dos clases del curso de React al cual no pude asistir por mi viaje con los misioneros pero: 1) no llevaba el cargador de mi computadora de Fedora y 2) mi hijo me comentó que no había hecho los ejercicios de las clases.

Así que deberé de descargar las dos clases y verlas; entonces nomás nos pasamos un par de horas jugando Dominó y conversando sobre literatura, libros, películas y la vida en general; habíamos acordado terminar la reunión a las cinco y, un poco antes de esa hora, me despedí de mi hijo y, luego de abordar el automóvil, llamé a mi tía favorita para ver si podía llegar a verla.

Mi prima -su hija mayor- me había comentado hace un par de semanas que andaba con quebrantos de salud y aproveché para pasar a dejarle una de las libras de café que traje de mi viaje con los misioneros -me quedan siete (esta tarde le escribí a mi ex supervisora para ofrecerle una de las libras de café; quedó en que veríamos cuando podíamos compartir un rato, con su novio)-.

Pasé alrededor de una hora en la cocina de mi tía -me preparó café instantáneo y me obsequió un par de cubiletes-; conversando sobre su salud -la examinarán en un laboratorio del municipio este sábado- y un poco después de las seis y media me despedí para retornar a casita; estaba lloviendo bastante y el tráfico de la ciudad estaba pesado; al cabo de un poco más de media hora estaba estacionando el auto frente a la casa.

Ayer, que era el último día de mis vacaciones, había previsto más o menos las mismas actividades que el primer día de las mismas: por la mañana, acompañar a Rb a su salida semanal al mercado; me levanté antes de las ocho, medité y salí a desayunar; luego salimos a tomar el busito; no tardó mucho en pasar y tomamos dos rutas del transmetro: primero en el comercial en donde se estacionan los busitos, hacia el centro; luego otro hacia el centro histórico, pues quería comprar un par de bolsas de gelatina.

En la última ocasión había comprado de cuatro sabores diferentes pero ahora nomás había de naranja; compré dos libras y también adquirí -estaba en oferta- una bolsa para preparar flan -creo que lo prepararé cuando invite a alguno de mis amigos a desayunar-.

Después retornamos al mercado en donde Rb hace sus compras semanales; pero la mayor parte de los puestos estaban cerrando: era día municipal de fumigación y Rb casi no pudo comprar nada de sus frutas; después retornamos a la casa a almorzar lo mismo de los días anteriores: pollo asado y ensalada.

Por la tarde fuimos a los mercados en dirección sur; estábamos saliendo cuando salió nuestra vecina y Rb le ofreció que nos acompañara a caminar -al parecer anda en conflictos con la vecina con la que realizaba sus caminatas vespertinas-.

Fuimos hasta el mercado más distante; en donde adquirimos un poco de pollo, luego al siguiente mercado en donde compramos un poco de bananos; en el camino pasé a la panadería por el pan para mis desayunos de viernes, sábado y domingo; finalmente pasamos a la tienda a comprar un poco de verduras.

Por la noche continué con el libro de francés -La disparition de Stephanie Mailer- y en Duolingo me obsequiaron -lo hacen cada varios meses- tres días de la versión Super; a las once me retiré a mi habitación y después de leer un poco de Gamification, y meditar, me dormí.

Y así acabaron las vacaciones más largas -hasta el momento- de este año...

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