lunes, 24 de junio de 2024

Vacaciones, otra vez -la misión-... Vacations, again -the mission-... Les vacances, encore -la mission-

El grupo al que me había comprometido a acompañar -y apoyar en la comunicación entre los mismos y la comunidad- estaba compuesto por veintitrés personas: cuatro líderes -dos mujeres y dos hombres- y el resto jovencitos de los últimos tres años de preparatoria; un poco más de la mitad de los jovencitos eran chicas y de los chicos todo eran negros salvo por el más joven.

De los líderes: la voz campante la llevaba una enfermera de origen puertorriqueño -por lo que hablaba perfectamente el español-, un ex ganador -dos veces- de The Batchelor, un ingeniero de Google y una contadora; de los jovencitos algunos chapurreaban algunas palabras de español y uno de los negros lo hablaba muy bien ya que sus padres lo habían enviado desde pequeño a una escuela totalmente en español.

También nos contó que su niñera era peruana por lo que había crecido hablando español; y realmente, salvo por la confusión con algunos artículos o algún tiempo verbal, su español era muy bueno; el de Batchelor también hablaba un poco porque, según él, se había dedicado al beisbol profesional y la mayoría de sus compañeros eran de origen dominicano o venezolano.

El domingo me levanté a las seis pues quería meditar y hacer Duolingo antes de reunirme con el grupo; a las siete nos dirigimos a desayunar a comedor de la noche anterior y luego pasamos las maletas del bus a siete pickups de doble tracción -el medio más efectivo de transportarse en el área a la cual íbamos-; después empezamos el viaje hacia el pueblo en donde pasaríamos los siguientes cinco días.

El viaje fue bastante tardado -más de cuatro horas-, los paisajes sorprendentes y el único incidente fue -más o menos a la mitad del camino- un control policial con todas las deficiencias de Latinoamérica; afortunadamente no hubo ningún contratiempo; también paramos, un poco después, en una gasolinera para que los jóvenes pudieran y al baño y/o comprar algo para comer.

El arreglo general en el transporte fue el mismo que el resto de los días: un conductor local, tres misioneros y una persona bilingüe -sólo éramos tres traductores, pero se complementaba con las otras personas que podían comunicarse en ambos idiomas-.

El almuerzo lo hicimos durante el trayecto -siempre las Lunch Boxes- y al llegar al pueblo fuimos directamente a registrarnos en el hotel -otra vez, habitación individual-; después nos organizamos para acudir al primer evento de la misión: una reunión con los líderes de los comités de mejora locales.

La mayor parte de la traducción de la reunión la hizo el otro traductor, ayudando un poco la otra traductora y -finalmente- también participé, aunque me sentí bastante inseguro en la actividad: estaba lloviendo y el techo de lámina sonaba demasiado fuerte como para permitir una comunicación adecuada.

Después de la reunión -tardó dos o tres horas- retornamos a los pickups y nos dirigimos al lugar en donde estaríamos desayunando y cenando durante el resto de nuestra estadía: la asociación tiene, en el centro del pueblo, unas instalaciones en donde venden el café que procesan e instalaciones para eventos, luego de la cena  retornamos al hotel y yo subí directamente a mi habitación a leer un poco, hacer Duolingo y meditar.

El lunes habían suspendido las clases en la mayoría de los departamentos y la actividad programada para la mañana involucraba escolares; pero, se organizaron para reunir a varias decenas de niños en una bodega de la asociación y allí impartieron alguna clase de educación cristiana y luego se pusieron a jugar con los niños.

Almorzamos en el lugar -lunch boxes- y luego nos dirigimos a la actividad de la tarde: visitas en casas; que sentí bien raras, por el nivel de vida de las personas; en la primera visitamos a un joven que sufrió un evento cerebrovascular hace una década que le dejó secuelas de esquizofrenia; en la segunda visitamos a un anciano que se lesionó la columna hace muchos años y que literalmente se arrastra para movilizarse -la comunidad le construyó una casa de blocks-.

Después de las actividades regresamos al pueblo y llevaron a los jóvenes a comprar helados; y, por supuesto, provocaron un descontrol ya que la mayoría de los negocios no están preparados para atender a veinte personas; también la chica que atendía el local era muy joven por lo que salí a pedir ayuda al otro traductor, quien se hizo cargo de la situación -además, se llevaron a la mitad de los jóvenes a otro local-.

La actividad de la mañana del martes se realizaron en un huerto comunitario: limpiar el terreno y sembrar algunas hortalizas; además, los jóvenes ayudaron a remover las raíces de un bananal para hacer más espacio para sembrar; en el mismo lugar ayudaron a recolectar huevos frescos y a limpiarlos para su posterior venta.

Por la tarde acudimos a un servicio religioso en una iglesia de la renovación carismática ortodoxa; que no sabía que existía: igual, la 'ortodoxia' esta fue introducida al país por un ex sacerdote católico a quien excomulgaron por estar metido en política -lideraba movimientos para invadir tierras y llegó a ocupar una curul del congreso por la época en la que yo andaba en la universidad-.

El servicio fue de lo más bizarro: una mezcla de ritos evangélicos y católicos; la oficiante fue una anciana -se supone que ella y otra mujer fundaron la iglesia- y no le vi orden por ningún lado: ella hablaba y cantaba; su padre tocaba la guitarra, una chica tocaba el bandoneón -o un teclado eléctrico-; al final el trabajador de Google compartió un mensaje -la puertorriqueña lo tradujo- y, luego de la ofrenda, el servicio acabó sin ningún incidente.

El inicio del servicio lo empezó a traducir la chica a la que ya conocía -nos cambiaron al traductor por otra chica el día anterior pues el otro grupo, al parecer, necesitaba autoridad masculina-, pero, al ver que no estaba familiarizada con las historias bíblicas -el papá de la señora había empezado a contar su versión de Jonás y la chica estaba teniendo problemas en seguirlo- me ofrecí para traducir el resto del servicio; que terminó con la historia de Noé y el Arca.

En la cena de ese día hubo un incidente bien feo: el contador general de la asociación estaba ayudando con los preparativos de la cena -la mesa caliente- y por, manipular sin cuidado el gel que se utiliza para mantener la llama bajo las bandejas de acero inoxidable, se quemó la cara; afortunadamente había un extintor funcional (habían dos pero uno no funcionó) por lo que se pudo controlar el fuego.

Y también, creo, el señor tuvo la fortuna de utilizar anteojos por lo que las quemaduras no fueron muy graves; creo que nomás de primer grado; sin embargo los jóvenes sufrieron una conmoción y vi que la puertorriqueña tuvo que conversar largamente con una de las chicas que no paraba de llorar.

El miércoles me levanté con la noticia de que el perro de Rb había empezado a sufrir molestias estomacales y la había mantenido despierta una gran parte de la madrugada; las noticias de este tipo fueron constantes durante los siguientes tres días e incluso, en algún momento, me pregunté si tendría que acortar mi participación en el viaje; afortunadamente no fue necesario.

La actividad de la mañana la realizamos en uno de los hogares que se encuentran en la periferia de una de las aldeas del poblado: ayudamos al matrimonio -la esposa con una vista muy muy corta- en todos los pasos de la preparación de tamales: desde la cocción de la masa hasta el asado de las hojas de bananos, la preparación del recado, el armado de los tamales y su puesta a cocinar.

Los jóvenes también ayudaron al señor de la casa a limpiar una parte del terreno que se utiliza para cultivar café: se trataba de retirar desechos de una serie de agujeros y rellenarlo con tierra suelta; en este lugar recibimos las bolsas del almuerzo y procedimos con el mismo; ya que desde aquí debíamos dirigirnos a la actividad de la tarde.

Por la tarde volvimos a la escuela en la que habíamos tenido la primera reunión de la semana para; los jóvenes misioneros impartieron la misma clase bíblica que habían presentado dos días antes y después se organizaron para un juego de futbol -eran como veinte contra veinte-; después de la actividad deportiva reunimos a todos en las gradas del campo de fútbol y repartimos los tamales que habían preparado en la mañana.

El jueves le pedí a Rb que me transfiriera sesenta y cinco dólares pues pensaba adquirir diez libras de café molido para repartir entre mis conocidos y primos; por la mañana acudimos a una escuelita en los linderos de otra de las aldeas del poblado y, después de una lección bíblica, pasamos algunas horas jugando con los niños del lugar.

Yo estuve conversando con unas niñas de sexto primaria en el aula en la que reciben clases los tres grados y, un poco después, se nos unió la líder del grupo que es contadora; estuvimos compartiendo los cuatro durante un poco más de una hora; hasta que avisaron que se terminaba la visita y retornamos hotel para preparar las cosas y cargarlas en los pickups para el viaje de regreso a la cabecera departamental.

Almorzamos en el hotel -las lunch boxes- y luego iniciamos el viaje de retorno; que se extendió durante toda la tarde pues la lluvia provocó que los transportes pesados avanzaran a baja velocidad, produciendo algunas colas -especialmente al pasar por poblaciones-.

Un poco antes de que cayera la noche llegamos al comedor en el cual habíamos cenado el sábado anterior; yo había estado extrañando el pan durante la cena por lo que esa noche me tomé tres tazas de café -con muffins-, además de una coca cola; lo cual no le cayó nada bien al estómago; el resultado fue que el día siguiente me sentía bastante indispuesto.

Pero eso es parte del final de la historia.


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