lunes, 10 de junio de 2024

Languidecer... Languish... Languir...

Según Google -la de tiempo y recursos que se necesitaba antes para informarse- el título de este post es equivalente a: debilitarse, decaer, enflaquecer, marchitarse, mustiarse, postrarse; o, si vemos un sitio específico (la Real Academia Española):  Perder el espíritu o el vigor. Sin.: deprimirse, abatirse, desanimarse, desalentarse, descorazonarse, entristecerse.

Y justo ahorita olvidé porqué había decidido durante la semana que ese sería el título; me imagino que es un sentimiento con el que me identifico bastante: no tengo grandes objetivos en la vida; aparte de trabajar, leer, y ver a mis hijos y amigos de vez en cuando.

O sea, no soy parte de un gran proyecto laboral o familiar -o político o religioso o espiritual-; no estoy construyendo una gran obra para la posteridad -la casita del puerto aún está a medias y aún no me decido a dar el próximo paso- ni trabajando en alguna expresión artística -la redacción de libros de texto quedó en pausa hace más de tres años-.

Pero no me quita el sueño la situación: acabo de leer el libro Four thousand weeks y, aunque no era lo que esperaba, fue otro ladrillo en la construcción de la claridad que me permite tomar cada día como venga; aceptar que todo tiene un final y que lo mejor que puedo hacer es ocuparme en lo que me viene a la mano y tratar de no causar sufrimiento, empezando por mí mismo.

Y a ver cómo va eso.

El lunes pasado empezamos la semana con la nueva rutina de ejercicios de fuerza y resistencia: había calendarizado este cambio -de: fuerza, kickboxing y abdominales a: fuerza, kickboxing/abdominales y fuerza- para mediados de este mes pero, le propuse a Rb empezar de una vez, y ella estuvo de acuerdo; la mayor parte de esta nueva rutina es de brazos con pesas.

El martes salí de trabajar a las cuatro pues debíamos ir al supermercado antes de dirigirme a la reunión con mi equipo de trabajo; compramos bananos y lechuga en el supermercado y un poco de verduras en la tienda; también compré diez bolsas de agua pura -para el café-.

A las cinco y media me bañé y a las seis menos cuarto cargué en el auto mi mochila con las bolsas de agua pura y una canasta de plástico que Rb me prestó, en la cual llevaba: la cafetera, café, vasos desechables, el recipiente con pingüinos y galletas, azúcar y el juego de dominó de doce puntos.

El tránsito estuvo bastante calmado: volví a pasar por la curva en la que usualmente hay atraso sin ningún contratiempo; de hecho, en media hora estaba en la zona vecina en la cual se encuentra el edificio en el que se había previsto la reunión; aunque para llegar al mismo me tomó otros veinte minutos.

Aún así llegué temprano al lugar; me estacioné en un parqueo público (no el del edificio por lo que al final pagué siete dólares en lugar de cinco) y subí al noveno nivel; en donde está el salón social en donde habíamos sido planeado el evento.

Desde allí llamé a mi supervisora -creo que vive en un apartamento en el mismo edificio- y llegó un poco más tarde para entregarme las llaves del lugar; un poco después llegó una programadora; luego otro programador; y por último nuestro PM.

De los doce miembros del equipo, ocho habían confirmado; al final llegamos nomás cuatro -sin contar a la supervisora, pues ella llegó al inicio y al final-; y no jugamos nada: yo preparé café y conversamos con los dos programadores sobre libros y ciberseguridad (la programadora había llevado tres juegos -uno de ellos Settlers of Catan-).

Luego los dos programadores bajaron a comprar una pizza y me quedé conversando con el PM: sesenta y cuatro años y se casa la próxima semana (enviudó hace como diez años); con una carrera interesante: no estudió en la universidad sino se formó (y trabajó por veinticinco años) en una empresa; lo despidieron y se pasó un par de años buscando trabajo; incluso se fue un año a trabajar al Imperio del Norte -me pareció muy interesante su recorrido vital-.

Un poco después regresaron los programadores y vimos cuatro de los cinco videos que llevaba preparados; el primero lo habían visto el programador y el PM (la programadora no, pero tampoco le puso atención); el segundo no lo había visto nadie -al parecer-, y les encontraron interesante: Goal de Stephen Covey; y los dos de The Long Game no los habían visto pero tampoco los impactó tanto.

Entre videos, conversación y pizza llegaron las nueve y media -y retornó mi supervisora-; yo indiqué que debía salir antes de las diez del parqueo -porque no era el del edificio- y empaqué todo; el viaje de vuelta también estuvo super cómodo; lo no tan bueno, dos cosas: la cafetera estaba recién desconectada cuando la empaqué (llena casi hasta una cuarta parte) por lo que hizo un desastre en la canasta plástica (y la caja se suavizó) y en la mesa del comedor de Rb.

Y lo otro fue peor: olvidé el cargador de mi computadora del trabajo; vi que aún tenía un par de horas de carga pero empecé a ver qué opciones tenía para trabajar el miércoles: le escribí a mi amigo asiático -con quien teníamos previsto desayunar el sábado- para que me prestara un cargador; me contestó hasta la mañana del miércoles, mandándome una indicación de dónde podía comprar un cargador (cuarenta dólares).

También le escribí a mi hija mayor y a mi hijo menor; mi hija tiene un cable (el que le compré cuando fui a visitarla en el hospital) pero el problema es el transformador; los de celular usualmente alimentan 5V y la computadora necesita 12 (o 15, no estoy seguro); también le escribí (y llamé) a mi supervisora.

El miércoles por la mañana, me respondió indicándome que iba a verificar si allí estaba el cargador; a media mañana me envió una foto, confirmando que ya lo había recuperado; le escribí para que lo dejara en la recepción (o que nos pusiéramos de acuerdo); pues su hija de seis meses está recién operada y no me quería importunarla e interferir en su tiempo de cuidado.

Total que para terminar la noche del martes nomás hice Duolingo: apenas dos o tres lecciones pues además del incidente del cargador, cuando retorné a casa encontré a Rb bastante afectada porque había estado hablando con su pastor sobre los requisitos para continuar estudiando teología y su poca disposición a involucrarse en actividades eclesiásticas.

Traté de estar presente y ser empático con la situación de Rb -ha estado bastante afectada desde la pandemia- y además, no podía hacer mucho por lo del cargador; al final, el miércoles por la mañana me comentó que no durmió mucho por estar preocupada por la situación del cargador; yo dormí bastante bien, incluso me levanté bastante animado pues tuve -después de mucho tiempo- un sueño en inglés bastante extenso.

El miércoles no encendí la computadora del trabajo antes de la reunión; me levanté a las seis y cuarenta y, después de mi meditación matutina, entre a la reunión diaria utilizando mi computadora con Fedora; lo malo fue que la cámara estaba encendida, por lo que empezó a transmitir en cuanto me uní a la reunión (el programador que acudió a la reunión y uno de mis compañeros me avisaron por el chat de Teams); lo bueno es que siempre mantengo la cámara cubierta con un Post-it.

La reunión estuvo bien: afortunadamente el martes había trabajado un poco más de lo habitual en el seguimiento de la tarea en curso; además la administradora del proyecto, que está en el imperio del Norte, empezó a requerir a todos que indicáramos las vacaciones planeadas para los siguientes tres meses; yo indiqué los diez días que tengo a partir del próximo miércoles.

Y los otros diez días que tengo planeadas para la última semana de Julio: espero que en ese período me convoquen para repetir mi apoyo a la primera  jornada médica a la que acudí el año pasado; y sino, pues veré cómo me ocupo; a las once de la mañana RB se retiró a tomar una siesta- para reponer el desvelo de la noche anterior- y me indicó que le hablara al mediodía; como estaba leyendo Lessons in Chemistry, puse una alarma; y cuando sonó fui a despertarla.

Después del trabajo hicimos la nueva rutina de los miércoles: una mezcla entre kickboxing y ejercicios abdominales; a lo largo del día me había estado comunicando con mi supervisora pues vive en el edificio donde realizamos la actividad del día anterior, y me había confirmado que había recuperado el cargador de mi computadora.

Le pedí que lo dejara en la recepción y me indicó que trabajan 24x7 por lo que podía pasar a cualquier hora: decidí ir después de la comida nocturna de los perros (a las nueve de la noche); después de que Rb le dio de comer a sus perros preparó su segunda cena y luego nos subimos al automóvil; no nos costó llegar al edificio y nos metimos la parqueo público del mismo; en recepción me pidieron un documento de identificación y me percaté que no llevaba mi tarjetero.

Afortunadamente llevaba un viejo carnet del seguro social (es la segunda vez que me salva) y con el mismo me entregaron el cargador; luego vino lo chistoso (o no tanto) de la noche: nos confundimos del número de sótano en donde nos habíamos parqueado y tuvimos que pagar nuevamente la tarifa (es como dólar y medio).

Cuando pagué el parqueo el cajero indicó que el período para salir era de diez minutos; yo recordaba que habíamos bajado varios niveles y que nos habíamos estacionado en el tercer nivel; pero no estaba el auto allí; luego bajamos caminando un par de sótanos; al no encontrar el auto descendimos en el elevador hasta el sexto sótano y luego subimos de nivel en nivel; en realidad el auto estaba en el primer sótano; y cuando nos dirigimos a la salida el control nos indicó que debíamos pagar el parqueo. 

Me estacioné a un lado y me bajé a buscar nuevamente el cajero; luego salimos y retornamos sin ningún contratiempo; yo temía que había perdido mi tarjetero con todos los documentos pero, afortunadamente, nomás estaba en la repisa de la estantería en la cual suelo mantener la billetera, el tarjetero y mis llaves; venimos bastante tarde por lo que apenas hice un poco de Duolingo antes de retirarme a mi habitación; avancé un poco en Les derniers jours de nos peres (el autor mata al protagonista!), luego medité y me dormí.

El jueves me percaté que por dos días -o casi toda la semana, más bien- no había hecho mucho de Duolingo: el lunes porque usualmente me espero hasta la noche para tratar de que la liga asignada no sea tan competitiva; luego el martes retorné bien tarde de la actividad de mi equipo de trabajo, por lo que nomás hice tres o cuatro lecciones.

Y el miércoles por la noche tuve que retornar por el cargador de mi computadora y la salida se extendió por el incidente del parqueo; total, que para se momento apenas iba por la mitad del reto semanal: setenta y cinco lecciones; y mi compañera asignada tampoco fue de mucha ayuda: yo había completado veintiséis lecciones y ella nomás diez; usualmente cuando hacemos pareja con Rb (ella me elije o yo a ella) para el miércoles ya está completado el reto semanal.

Ese día me levanté a las cinco y media; medité y luego me puse a trabajar, avanzando un poco en las tareas asignada; luego entré a la reunión diaria; después de la reunión diaria me metí a la cama a leer un poco del libro en español; y me dormí un poco más de una hora: hasta que Rb entró a pedirme que le cambiara un billete por varios de menor denominación; eran casi las nueve y media.

Salí de la habitación y me puse a hacer Duolingo; Rb se fue y leí un poco antes de desayunar; también, antes de desayunar, saqué la basura; después continúe leyendo Suerte de Bárbara Blasco; al mediodía retornó Rb del mercado -me trajo media docena de muffins- y, por la tarde, fuimos a los supermercados que están en dirección norte; compre ingredientes para el desayuno del sábado con mi amigo asiático.

Por la noche hice más de una hora de Duolingo, luego vi un poco de Hyena Road y un poco de The Fifth Element; el viernes me levanté a las cinco, medité y salí a desocupar el lavatrastos -colocar todos los trastos en sus estanterías-; luego preparé el desayuno y, al ponerme a trabajar, no pude avanzar mucho porque había un error de acceso al servidor.

Un poco más tarde vi un mensaje de mi hija pidiéndome algunas provisiones para su alacena: pepinos, leche, huevos, limones y tortillas de harina; después del trabajo volvimos a hacer la rutina del lunes pues había modificado el video, cambiando un par de ejercicios repetidos.

El sábado me levanté a las cinco y cuarenta y cinco; medité, me bañé, hice Duolingo y me puse a preparar mi desayuno para invitados: omelette, frijoles, plátanos fritos y café; a las siete y diez vino mi amigo asiático; con quien desayunamos y estuvimos conversando hasta las once: como en un par de semanas va a Washington le pedí que si pasaba por un GoodWill o un Salvation Army Store me comprara un ajedrez de piezas grandes (yo los compraba, hace veinte años, por uno o dos dólares).

Después de que mi amigo se despidiera nos dirigimos con Rb a los supermercados de abajo; compré leche y tortillas de harina para mi hija; a las doce y media me dirigí a la habitación de mi hijo menor; el tráfico estuvo un poco pesado en la salida del municipio: llegué como dos o tres minutos tarde; lo llamé y entré a su habitación -estaba terminando de barrer-. 

Le propuse que comiéramos McDonald’s y nos dirigimos caminando a la tienda más cercana (quizá un par de kilómetros); luego retornamos a su habitación a almorzar; después recibimos la clase de React; en la cual vimos un par de hooks; bastante básica, la verdad.

A las seis se terminó la clase y me despedí de mi hijo; vine bastante rápido a casa -nada de tráfico-; por la noche hice Duolingo, terminé de ver The Fifth Element y terminé de leer Les derniers jours de nos peres -aún no sé si seguiré con otro del mismo autor-.

Ayer me levanté a las seis de la mañana; medité y me preparé el desayuno de los fines de semana; después me puse a trabajar porque había realizado un hallazgo el viernes y aún no lo había reportado; esto me llevó hasta las ocho; a esa hora me volví a meter a la cama y me dormí otro rato.

Un poco después de las nueve Rb entró a mi habitación para recordarme que debíamos ir al supermercado donde compramos productos a granel; sorprendentemente, en esta ocasión, el monto gastado estuvo dividido casi a la mitad con Rb: usualmente mi parte es mínima; compré un saquito de avena -similar a los que consumo- para mi hija mayor; fuera del supermercado Rb adquirió un cable USB C para cargar su celular.

Luego pasamos al supermercado en donde nos proveemos de consumibles a un precio bastante accesible; compré unos recipientes de plástico pues olvidé uno -con azúcar- de Rb la semana pasadaen la casa de mis papás -también compramos bolsas zips y plástico termoencogible-.

Retornamos a casa antes de las once; almacenamos todo y luego lavé los trastos de la mañana; después preparé un poco de avena y tomé mi segundo desayuno -usualmente los viernes sábados y domingos tomo dos desayunos pero no tomo cena-; antes del almuerzo estuve haciendo un poco más de Duolingo y luego leí un poco del libro de meditación.

Por la tarde terminé el libro -aún no sé que leeré en esta línea- y, a las cinco y cuarto, me dirigí a la habitación de mi hija mayor; le llevaba las provisiones que me había pedido -y el saquito de avena-; el tráfico estuvo bastante ligero y a las seis y media estaba subiéndome a la banqueta frente a su casa; la encontré de bajo ánimo: en la cita médica de dos días antes le habían dicho que ya puede apoyarse en la pierna lesionada pero le ha estado causando molestias.

Además, no le dieron instrucciones claras para empezar a ejercitarse; por lo que ha estado viendo algunos videos de YouTube para empezar a realizar fuerzas con la pierna afectada; preparé té de menta y compartimos unas galletas de chocolate; luego estuvimos conversando durante hora y media; un poco después de las siete me despedí y retorné a casita.

Estaba lloviznando -ya empezó la época- pero el periférico estaba bastante vacío; tampoco tuve contratiempos entrando al municipio por lo que, un poco más tarde, estaba estacionándome frente a mi casita; hice un poco de Duolingo y avancé -casi terminé- Lessons in Chemistry.

Y  sí, languishing, pero no, nada preocupante...





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