Mi nombre -o al menos, una de sus variantes- tiene una connotación -creo- bastante fuerte con los viajes; a pesar de eso no me gustan; o al menos ahora: recuerdo que era uno de mis motivaciones de joven al aplicar a algún trabajo.
Cuando tenía veintidós o así la panadería industrial para la que trabajaba me envió a la capital colombiana por un mes; para apoyar en el arranque de algunas líneas de producción; fue una experiencia rara: acababa de empezar mi convivencia con la madre de mis hijos.
Pero no fue la primera vez que salí del país: el departamento en el que crecí tiene frontera con el segundo país más grandes del Istmo (no sabía que nosotros estamos en tercer lugar... :S) y cuando tenía quince o dieciseis años -mientras permanecía unos días en la casa de un amigo de la iglesia- pasamos al otro país en caballo.
Luego estuvieron los tres viajes al imperio del norte -que completaron la ruptura de mi familia y me permitieron mejorar mi fluidez en inglés- que tienen tantos buenos y malos recuerdos; y, finalmente por ahora, hace cinco años me llevé a mi hija mayor y mi hijo menor a la graduación de la mediana.
Y ahora que vienen nuevamente las vacaciones he sopesado salir nuevamente del país: quiero ir a la capital de ese país al que entré ilegalmente en mi adolescencia a ver a una ex compañera del master de ciberseguridad, ayudarla con su examen de PSPOI y ver si puedo atender algún evento del mismo tipo.
Y a ver cómo va eso...
El domingo pasado -casi como el anterior- fue bastante tranquilo; de hecho temía que se repetiría el patrón de una semana antes: pasarme casi todo el día en cama; después de despertarme y meditar salí a prepararme el desayuno de los fines de semana.
Después volví a la cama a hacer Duolingo -y a escribir un poco-; cuando Rb se levantó yo me metí a su cama y leí un rato; pero realmente estuve dormitando; hasta las diez; a esa hora me levanté a preparar lo necesario para el asado: lavar las papas y preparar el carbón para iniciar el fuego; luego estuvimos durante más de tres horas -hasta las dos- cocinando: varias tandas de pollo, papas y finalmente mis embutidos.
En el ínterin almorzamos; despues de terminar el asado apagué las brasas y luego sacamos a caminar a los perros de Rb; posteriormente preparé té (de menta para mí y de manzanilla para Rb) y a las cuatro de la tarde -estaba sintiendo bastante pesado el día- nos dirigimos a los supermercados en dirección norte.
Necesitábamos un poco de bananos -no mucho, pues el lunes Rb debía pasar por el mismo lugar en su viaje a su cita con el fisioterapeuta- y luego de adquirirlos retornamos a casa; al inicio de la noche ví un capítulo de Terminator Zero y luego estuve avanzando en el nuevo libro de francés -Les heures souterraines- y después un poco con el libro de meditación.
También llamé a un amigo de mi época del bachillerato: era el primogénito de una de las familias más acaudaladas de la región -creo que era el único que llegaba en automóvil al instituto- y, después de graduarse -y pasar un par de años en el Imperio del Norte- se convirtió al cristianismo y ahora -junto con su esposa canadiense- dirige un gran Orfanato en un departamento vecino. Espero visitarlo en diciembre.
El lunes me levanté una hora antes de lo habitual (a las cinco y media); medité y luego me vestí y me preparé para ir a la casa de mi amigo de ascendencia asiática: habíamos quedado que a las siete y media estaría esperando que saliera a su trabajo para que me entregara el repuesto del auto.
Caminé hasta el lugar en el que pasan los buses intermunicipales (había menos tráfico del esperado pero no quise abordar uno de los busitos locales); a las seis de la mañana abordé el bus intermunicipal; este bus me deja a un par de cuadras del comercial en donde se estacionan los busitos locales; después de apearme caminé hasta la casa de mi amigo y llegué cinco minutos antes de las siete; le escribí por whatsapp y también lo llamé.
Unos minutos más tarde salió -aún en pijama- a entregarme el repuesto -también me regaló un puñado de chocolates de una bolsa que compró para halloween-; aún conversamos un rato y luego inicié el retorno a mi casa.
Caminé hasta el comercial y allí abordé un busito; el cual aún esperó diez minutos (hasta las siete y media) para iniciar su recorrido; al final retorné a casa un poco antes de las ocho y empecé con las labores diarias -luego de escribirle al mecánico para inquirir sobre la hora a la que vendría: me respondió que a las diez y media-.
Al final vino despues del mediodía. Rb fuer a su sesión de fisioterapia y retornó antes del mediodía; un poco antes de la una empezamos a recalentar el almuerzo y estabamos a la mitad de esto cuando se apareció el mecánico.
Salí a darle las llaves del auto -y el sensor- y nomás me comentó que era chino; yo le indiqué que le auto también, pero él me recordó que en realidad era japonés; estuvo trabajando como media hora -mientras nosotros empezábamos a almorzar- y luego nos informó que ya estaba -treinta dólares-.
Esto nos atrasó un poco con el paseo diario de los perros de Rb -estábamos justo sacándolos cuando nos comentó que ya estaba el auto-; a media tarde preparé un té de manzanilla para Rb y un café -con una bolsita de café petrificado que encontré en mi mochila-.
Durante la mayor parte de la tarde nos quedamos sin Internet; Rb llamó a la compañía y la guiaron un par de veces en el reseteo del router; al final no pudieron realizarlo y programaron la visita de un técnico -entre veinticuatro y treinta y seis horas-.
Me resigné a ir el martes por la madrugada al departamento de mis hijos para iniciar desde allí mi jornada laboral y me puse a avanzar en el libro de Mindfulness que llevo a medias; a las cuatro -después del horario laboral- nos preparamos para realizar la rutina de ejercicios de los lunes pero, antes, desconecté el router por un rato; luego lo reconecté y nos pusimos a hacer los ejercicios.
A media rutina verifiqué la computadora y comprobé que el servicio ya se había restablecido -de forma estable en esta ocasión-; al menos no tengo que volver a levantarme más temprano mañana; luego de terminar la rutina de ejercicios -y del baño correspondiente- me puse a actualizar las hojas en las que tengo el historial del dinero que Rb tiene en mis cuentas -que ahora incluye la deuda del mecánico- y a completar -nuevamente- el cuarto autoexamen de PSOPI/CompTIA/CEH.
En la mañana estuve trabajando un rato en el documento de instrucciones póstumas sobre el que he estado conversando durante esta año con Rb; hasta el momento nomás incluye detalles del departamento, cuenta bancaria, tipo de servicio y la música para el mismo; debo agregarle información más detallada.
El martes me levanté media hora antes de la hora usual pues quería realizar un par de pruebas antes de entrar a la reunión diaria; al final no pude completar la prueba y en la reunión nomás indiqué que estaba en progreso.
Por haberme levantado una hora antes el día anterior y media hora este día me sentía bastante agotado; me terminé durmiendo un par de horas entre las ocho y las diez y media de la mañana; por la tarde me reuní con el analista más joven -y más inteligente, creo- del equipo para tratar de replicar el issue que he estado tratando de reportar; no logramos avanzar, pero me dió algunas ideas para continuar.
Después del horario laboral fuimos con Rb a los supermercados en dirección sur; compramos un poco de bananos -y yo me proveí de varios insumos: bolsas de snacks para los almuerzos con mis hijos, leche en polvo para mis té chais y un par de bolsitas de crema, para el desayuno que prepararé a mitad del otro mes para compartir con mi amigo de ascendencia asiática.
Por la noche, por fin pasé el cuarto archivo del autoexamen; e inicié el quinto -de 10-; también preparé la penúltima porción de flan -compré ese par de libras de polvo para flan a finales del sexto mes de este año-.
El miércoles me levanté a meditar a las seis y media; luego empecé a replicar el issue que debía reportar; lo que terminé de hacer después de la reunión diaria; creé el elemento del reporte y lo envié; hice Duolingo y luego salí de la habitación, un poco después de las ocho de la mañana; desayuné -avena, banano, gelatina y flan- y luego esperé la reunión quincenal con mi supervisora.
A las nueve y media me reuní con mi supervisora y para iniciar -luego de que me preguntara qué estaba estudiando actualmente- le mostré la app que creé en React para estudiar -y que me permitió obtener el certificado PSPOI-.
La reunión se extendió por casi media hora completa y luego de despedirnos continué la documentación del issue que estaba trabajando, en la plataforma que utilizamos para gestionarlos; por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles; después de bañarnos salimos a la tienda a comprar una papaya -Rb había escrito por whatsapp a la señora de la tienda de verduras pero no tenía-; en la noche pagué el servicio de Internet del departamento de mis hijos.
El jueves salí de la habitación un poco antes de que Rb saliera a realizar su visita semanal al mercado del centro histórico; me quedé trabajando en la mesa del comedor y estaba viendo algunos videos cuando retornó.
Al principio de la jornada envié el flyer del segundo día de la tercera semana del curso de ciberseguridad que estamos impartiendo y por la tarde el video para finalizar el tema; por la tarde, después del horario laboral, fuimos a los mercados en dirección sur; compramos bananos para los desayunos; además, compré algunas bolsas de snacks, para los almuerzos mensuales con mis hijos y una bolsita de café instantáneo.
El viernes el trabajo estuvo bastante tranquilo; nomás le dí seguimiento a un reporte que había realizado un par de días antes; por la mañana mandé la evaluación de la tercera fase del curso de ciberseguridad; por la mañana Rb me pidió que la acompañara a la tienda de verduras; la verdad no tenía ganas de ver a nadie; me llevé puestos los audífonos USB -que pierden la señal como a media cuadra- y uno de mis cubos de Rubik de 3x3.
También empecé a revisar las cajas de plástico en las que tengo la mayor parte de mis pertenencias -ya son 8-; empecé por las dos que tengo en la estantería de mi habitación: no encontré mis pasaportes vencidos en ninguna de ellas.
Por la tarde nos reunimos con el Dev y la SM para evaluar el avance en el curso de ciberseguridad; y ver los pendientes para la siguientes semana -ya solo quedan cuatro-; un poco antes había entrado en la página del Servicio Exterior del país para ver los pasos para renovar el pasaporte y empecé el trámite para renovarlo por diez años (el último se me venció hace un par de años): ochenta y cinco dólares.
Después de la reunión continué con las cajas de plástico que están en la habitación que usamos de bodega -y alacena de la comida de los perros-; son dos columnas de tres cajas cada una; completé la primera columna y no encontré nada -muchos muchos recuerdos nomás-; luego tomé la segunda columna; justo en la segunda caja de la misma encontré un sobre con mis tres últimos pasaportes.
Para esto ya había confirmado la cita para realizar el trámite de renovación del pasaporte: el próximo jueves debo encontrarme a las siete de la mañana en las oficinas de migración; por la noche hice muchas lecciones de Duolingo: una de mis contactos en la app me ‘regaló’ tres días para que comprobara el funcionamiento del servicio pagado de esta app; al parecer es una nueva forma de promocionarse; además terminé de leer -casi a medianoche- The Road to Character.
El sábado me levanté a las seis y media; medité, desayuné e hice Duolingo (uno de mis contactos me ‘regaló’ tres días de Super Duolingo); luego esperé a que Rb se levantara pues habíamos planeado ir al supermercado por la mañana.
Fuimos a los supermercados en dirección sur; compramos ingredientes para los almuerzos de la próxima semana y retornamos a casa; había planeado hacer una rutina de bicicleta estática antes del mediodía, sacar a caminar a la perra más pesada de Rb y luego dirigirme al departamento de mis hijos.
Pero un poco después de las once mi hijo menor me escribió para pedir que retrasáramos nuestro encuentro una hora: estaba lavando ropa y otro de los inquilinos puso un ciclo extra largo; por lo que retrasé la rutina de ejercicios; igual un poco después de las doce y media ya estaba saliendo hacia el lugar de mis hijos -luego de haber hecho la rutina de ejercicios, sacado a caminar a la perra y bañarme-.
El tránsito estaba bastante ligero por lo que un poco después de la una y cuarto me estaba estacionando en nuestro parqueo dentro del edificio; les llevaba a mis hijos los consumibles que había comprado hacía unas semanas: jabón de ropa, cepillos, papel higiénico y bolsas para basura.
Subí al departamento con todos los insumos y al no encontrar a nadie procedí a sentarme frente al ventanal de la sala -completamente vacía- y tomé una fotografía a la calzada que está a una cuadra; luego me puse a hacer el autoexamen con el quinto archivo de las mil seiscientas preguntas en las que he estado trabajando desde hace unas semanas; un poco antes de concluirlo mi hijo salió de su habitación.
Le pedí un par de minutos pues me faltaban cuatro o cinco preguntas para terminar las ciento sesenta y siente preguntas; y las completé sin ningún error -ahora me toca el sexto archivo-; conversamos un poco y luego le propuse que compraramos una pizza y un calzone -las promociones de temporada en Domino’s pizza- y que almorzáramos -debido a la hora- en el mismo comercial.
Pedí en línea los productos y nos cruzamos la calzada para el gran centro comercial que se encuentra en el lugar; nuestro pedido ya estaba preparado cuando llegamos (nueve dólares) y almorzamos en una mesa del área general de comida del lugar.
Luego pasamos a dejar la media pizza que nos sobró a la refri y nos dirigimos al centro temático más grande de la ciudad -a ochocientos metros-; el día estaba bastante nublado pero tuvimos la fortuna de llegar al lugar sin ningún contratiempo.
Pero justo estábamos entrando cuando empezó a lloviznar; le propuse a mi hijo que nos refugiáramos en una de las áreas techadas del lugar; como había llevado siete de mis cubos -dos de 2x2, dos de 3x3, dos de 3x3 de espejo y el de 4x4- nos entretuvimos con los mismos.
Cuando la lluvia amainó un poco caminamos en el lugar pero no duró mucho la pausa; nos refugiamos en otra de las áreas destinadas al consumo de alimentos y esperamos nuevamente que la lluvia se calmara.
Un poco después de las cuatro le propuse que retornáramos al departamento: la lluvia había pasado y nomás los zapatos sufrieron por el área mojada; pasamos a comprar pan tostado a una panadería a la vuelta del edificio y preparé café en la cafetera de mi hijo.
Estuvimos tomando café -le escribimos a mi hija mayor pero no nos contestó- conversando sobre mis planes para la última semana del año: almuerzo de navidad y almuerzo de año nuevo; un poco después de las seis inicié el viaje de retorno a casita; a donde llegué un poco después sin ninguna novedad.
Un poco más tarde mi hija me respondió los mensajes de Whatsapp: andaba en uno de los turnos de ambulancia que debe completar para conseguir su certificado como técnico en urgencias médicas...
Y a ver cómo sigue eso.
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