jueves, 7 de octubre de 2021

Las cosas de la vida -y la muerte-... The things of life and death... Les choses de la vie -et de la mort-...

Había pensado escribir sobre esto hace unos siete u ocho años; estaba iniciando mi relación con Rb y sucedió aquí frente a su casa un evento bastante inusual: la casa de Rb se ubica a pocos metros de un cañón bastante amplio y bastante profundo y el día en cuestión una perra se extravió en el fondo del mismo.

La casa en donde esta perra vivía se encuentra justo en la otra calle y el hijo menor del matrimonio -creo que andaba por la mitad de la veintena de años- bajó a buscar a la perra y luego de varias horas tuvieron que llamar a los bomberos pues no había retornado.

Con Rb estábamos en el inicio de nuestra relación y no recuerdo si por mensajes de texto o por el messenger de Facebook o por Whatsapp me fue contando el desarrollo de la historia, desde que el joven vino a preguntar por la perra (creo que todos saben que ella se desvive por sus mascotas rescatadas), por la mañana me parece, hasta que todo terminó, por la noche.

Y las notificaciones estuvieron llegando a mi teléfono más o menos a cada hora: el joven viniendo, luego retornando y bajando al cañón, un tiempo después los papás del joven viniendo a buscarlo, luego la llamada a los bomberos, los que pusieron un puesto de rescate frente a la casa de RB; al final, muy tarde los bomberos subieron con el cadáver del joven... unas horas después otro equipo de bomberos rescató a la perra... viva.

Y el corolario de la historia es que un par de meses más tarde la municipalidad envió a un equipo de trabajadores a que colocaran una malla justo al otro lado de la calle de Rb -y cubriendo casi dos calles- para evitar que niños o mascotas tuvieran un acceso demasiado fácil al área.

 Otro evento del que me recordé hace poco -creo que estábamos hablando con Rb sobre el colegio de donde se graduó su mejor amigo- fue de la época en la que fuí profesor de bachillerato: hace 25 años era común que los estudiantes universitarios se emplearan como profesores de colegio pues, al ser un empleo de medio tiempo, les permitía continuar con los estudios superiores.

Y fue la opción que busqué para los últimos dos años de mi carrera; y por una u otra razón terminé como profesor de informática en uno de los colegios de un sector bastante privilegiado pero con alumnos que habían sido expulsados de colegios del mismo sector económico pero con reglas de disciplina y estudio más estrictas.

Escuché historias un poco mágicas, como que unos años antes un profesor de educación física, graduado de la escuela militar nacional había proclamado -cuando lo despidieron- que él únicamente había llegado a este colegio a realizar investigaciones sobre tráfico de drogas -o algún asunto de la misma índole-.

Pero sí había personajes variados: hijos de finqueros con una actitud hacia el estdio bastante pobre; hijos de antropólogos hippies, hijos de diputados -ahora creo que los envían a estudiar al extranjero- y también estaba un estudiante con un nombre extranjero pero al que llamaré Mario.

Yo llegué a la mitad del ciclo escolar cuando Mario estaba cursando el cuarto bachillerato; con muy pocas excepciones el alumnado estaba en la fase difícil de la adolescencia y la rebeldía afloraba en su mayor parte con desgano hacia el estudio y en algunos casos con connato de violencia.

Mario era uno de los alumnos más tranquilos pero la razón era rara; aunque tenía a mi cargo el área informática durante ese semestre me encargué nomás de la parte teórica, bastante aburrida por cierto; pero recuerdo que Mario llegaba usualmente a dormirse al escritorio; y a ninguno de sus compañeros lo sorprendía.

También, a pesar de tener un rostro agraciado y un color de ojos bastante claro, su apariencia era usualmente desaseada: su camisa andaba siempre arrugada, los pantalones usualmente tenían alguna mancha y su cabello rizado se veía realmente mal.

Recuerdo que sus apellidos eran de origen francés -o suizo, no estoy seguro- y en alguna ocasión conversamos brevemente sobre su origen familiar; en general era bastante tranquilo pero no invitaba a confidencia; y así acabo el cuarto bachillerato.

La cosa no cambió mucho el siguiente año aunque alguno de los compañeros llevó un periódico en donde se daba cuenta de un desfile de moda en un gran centro de convenciones de la ciudad y la mayor parte de los alumnos se mostró sorprendida de ver que uno de los modelos era Mario; bromearon con que se había tenido que bañar para asistir al mismo.

Un corto tiempo después hubo un pequeño incidente cuando la directora -el colegio era dirigido por un matrimonio en su cincuentena- sacó con bastantes muestras de disgusto a un par de jóvenes que habían ingresado para visitar a algunos de sus amigos.

No recuerdo haber visto que Mario interactuara con este par de jóvenes pero se me quedó en la memoria uno de ellos: rubio, bajo y con el cabello recojido en una coleta; se veía una especie de playboy local y cuando llegó había sido rodeado por un grupo de alumnas a las que ya conocía, o eso me lo pareció.

Por alguna razón en esa época era bastante asiduo del periódico local de mayor circulación -allí fue donde conseguí la mayor parte de mis empleos durante más de la mitad de mi vida laboral- y un día encontré en la sección nacional una nota en la que relataban que habían encontrado en el baúl de un auto, y con señales de tortura, a dos personas: Mario y el joven de la coleta.

Unos días después comenté la noticia con uno de sus ex compañeros y su comentario fue bastante filosófico: e que al anda mal acaba... hace una década o así -cuando Internet entraba de lleno en la esfera privada- busqué información sobre Mario -tecleé sus cuatro nombres en Google- y encontré su lápida -hay un sitio que se dedic a recopilar este tipo de información-.

Creo que allí me enteré que su mamá -o abuela o tía- era antropóloga pero no me enteré de mucho más; hasta hace unos meses que volví a recordarme de tema y busqué nuevamente su nombre y ví que apareció en un informe de las naciones unidas -o una organización simiar- como víctima de ejecución extrajudicial y señalando como responsable a un mando medio de nuestra institución policíaca local... la verdad quién sabe como estuvo todo.

Y luego pienso en cómo nuestra ciudad es un pañueo -o todo está conectado con todo-: porque el mejor amigo de Rb, es como 10 años menor y lo ha conocido desde que asistían a la escuela dominical, se graduó de ese coegio; y también proclamaba que era básicamente el desagüe de los buenos colegios y en los últios años él mismo andaba en monkey business.

Y al inicio de esta semana Rb recibió una llamada bien triste de la esposa de su amigo: había ido en viaje de trabajo a uno de los puertos del pacífico de nuestro país y tenía tres días sin dar señales de vida; como Rb conoce muy bien los detalles de su vida su conclusión fue rápida: desaparecido.

Y hace un par de días publicaron en las noticias locales sobre un vehículo calcinado encontrado en un departamento aledaño a este puerto de pacífico: era la camioneta de lujo que manejaba el amigo de Rb; y eso... las cosas de la vida... y la muerte.