jueves, 24 de enero de 2019

Impermanencia (nothing lasts forever)...

Que nada es para siempre es tan obvio que por la misma razón lo olvidamos fácilmente.  El año pasado estuve casi seis meses buscando trabajo porque me habían despedido (despidieron como a 300 personas)... al final ya no me despidieron.  Ahora llevo casi cuatro meses de trabajar desde casa, acudiendo a la oficina sólamente una vez cada dos o tres semanas, y aunque sabía que eso se iba a terminar, no creí que fuera a cambiar de forma tan abrupta.

Ayer por la tarde me escribió la compañerita a la que tampoco despidieron de mi área, me envió un correo en donde se indicaba que teníamos que desocupar la oficina entre hoy y mañana pues va a haber una remodelación total del área y todos se van a su casa durante cuatro o cinco semanas.  Hasta allí todo bien, nada cambia para nosotros, el inconveniente es lo que viene después, se supone que ya no habrá más trabajo remoto.  Ni siquiera uno o dos días a la semana como estuve trabajando durante un buen tiempo.

Al menos será dentro de 1 mes o así, y al menos no se trata de un despido.  La verdad es que los últimos tres o cuatro meses del año pasado estuvieron bastante tranquilos, desde Octubre he estado trabajando casi exclusivamente de forma remota, lo cual tiene -como todo- sus ventaja y desventajas. Algunas de las ventajas son la comodidad de trabajar en pijama, nada de transporte y libertad de movimiento, entre las desventajas está la falta de actividad -aunque con Rb hemos estado haciendo aeróbicos últimamente-, la dificultad de realizar trámites (debo enviarle un libro a mi hermana y lo haré hasta el sábado), y que a veces la rutina es cansada.

Nos enviaron una hoja para inventariar el equipo a sacar.  La verdad es que lo único que he sacado siempre ha sido mi portátil.  En la oficina trabajo con dos monitores extras y aunque había oído a varios compañeros quejarse de la incomodidad de no tener monitores extras en casa a mí no me llamaba la atención traer otro.  Hoy me dirigí a la oficina con la intención de retirar los papeles personales de mi archivo y dejar la hoja de inventario con los detalles de la portátil.  Cuando se lo propuse al encargado de área me indicó que el equipo que quedara en el piso ya no podría ser recuperado pues van a hacer un rediseño total y quién sabe a quién le asignarán el equipo no retirado.

Total que me tocó que empacar incluso el teléfono (con headset), teclado, ratón y los dos monitores.  Como iba a ser un poco incómodo traerlo por transporte público llamé a Rb para que fuera por mí.  Llegó como a las 10 y un poco antes de las 11 estaba ya instalando mi portátil y un monitor extra en el espacio que uso para trabajar en casa.  Hasta nuevo aviso.

Después de leer The Hate U Give leí Speak of Me as I am, luego busqué en GoodReads los libros más populares el año pasado.  Allí caí en la cuenta que he estado leyendo casi solo Young Adult libros.  Bajé un libro de Ciencia Ficción (The Forever War) pero quería leer algo  un poco más interesante.  Este sábado fuimos por fín a la biblioteca de la universidad con mi hijo, encontré un libro de ensayos psicoanalíticos (El amor en los tiempos de la soledad) muy interesante, también avancé un poco en el libro de hábitos que empecé el año pasado.  En mi teléfono empecé a leer The Mars Room que es un libro sobre prisiones femeninas.

El año pasado leí en la biblioteca Siete Años, la narrativa alemana es rara.  El autor hace decir al protagonista (un arquitecto con un matrimonio bastante disfuncional) que no lee ficción, pero que se acuerda que cuando era joven y terminaba una novela usualmente tenía la sensación de ver la vida un poco más clara.  Eso me parecio muy interesante.  Es como me siento algunos días.  En dos semanas cumplo cuarenta y seis años y sigo sin encontrar un trabajo  (o carrera) estable, sin ninguna propiedad o adquisición memorable y sin expectativa de que eso cambie.  

lunes, 7 de enero de 2019

Ending 2018… (it’s 2019 already?)

A mediados de noviembre le propuse a mi hijo menor que se fuera conmigo en Mayo a la graduación de su hermana, en el tercer país al sur del nuestro.  A finales de ese mes me reuní con mi hija mayor, muy cerca de su cumpleaños número 20.  Mi hijo aceptó acompañarme y fui con el abogado de costumbre por una carta notarial para que la madre de mis hijos autorizara el trámite del pasaporte.  También empecé los trámites para renovar mi visa del imperio (aunque como la anterior se venció hace más de tres años, era prácticamente solicitar una nueva, no una renovación).

A principios de mes acudí a la embajada del imperio y me denegaron la visa.  Según la oficial del consulado porque hay muy pocas garantías para mi retorno al país.  En fin, yo nomás quería visitar a mis amigos que no he visto en una década, pero a veces las cosas no salen como uno espera, probaré nuevamente al final de este año o al inicio del próximo, esta vez para asistir al retiro de toma de preceptos en mi antiguo templo.

El trámite del pasaporte de mi hijo también fue un calvario.  Fui un lunes a mediodía por el número que entregan ahora en el cual le asignan una hora para llegar en una fecha específica (al día siguiente).  Llegamos con mi hijo el martes a la hora indicada (medio día) y se tardaron hora y media en atendernos e indicarnos que la carta no era aceptable porque no había forma de comunicarse con la mamá de mis hijos (no hay teléfono en su casa y supuestamente le robaron el celular hace un par de meses).  Me molesté bastante y terminé casi gritándole a la burócrata.  Nos retiramos del lugar y con mi hijo quedamos en acudir la semana siguiente y que él dejara su celular en casa.

La siguiente semana (la tercera de diciembre) acudí también el lunes al mediodía por el número, y en esta ocasión el empleado que estaba atendiendo no entendió bien para quien era el pasaporte y durante un momento se negó a darme un número, le aclare bien el caso y me dio un número para el día siguiente a las 8 de la mañana.  Mi hijo llegó a mi trabajo a las 7:30 y llegamos un poco antes de las ocho a migración, otra vez se tardaron un montón en atendernos y terminamos con la misma burócrata quien nos indicó que la carta se veía muy bien pero que la firma de la mamá del menor no coincidía con la copia del documento de identificación.  

Esta vez iba más tranquilo y le pedí que lo reconsiderara, me pidió que le sacara una ampliación al documento y que retornara. Fuimos con mi hijo a un café internet e íbamos a imprimir una ampliación de la copia del documento pero al verlo bien en la computadora, coincidimos ambos en que la firma estaba diferente.  Quedamos en volver la siguiente semana.  Esa fue la semana antes de Navidad.  Le pedí a mi hijo que le propusiera a su madre que realizara ella el trámite y yo le firmaba el documento de autorización pero no aceptó.  El día de Navidad acudimos nuevamente con el abogado quien nos proveyó otra carta de autorización, mi hijo se la llevó y acordamos que lo llamaría al día siguiente luego de obtener un nuevo número.

El miércoles acudimos nuevamente a las 8 de la mañana, terminamos en la misma ventanilla pero esta vez no estaba la burócrata de costumbre, estaba un joven quien había declinado atendernos la primera vez que llegamos porque, según él, no iba a dar tiempo para que hiciéramos el trámite completo en la media hora que quedaba de su turno.  El joven empezó a revisar la carta de autorización pero recibió una llamada en su celular y se retiró a atenderla, dejando en su lugar a una señora que resultó ser un regalo de la providencia.  Además de ser abogada (pues firmaba incluyendo su número de colegiación), que dudo que los otros dos burócratas lo fueran, dio muestras de bastante sentido común y cortesía.

Autorizó la carta y toda la papelería y procedimos a realizar el trámite, el último paso era que autorizara la impresión del documento, en la estación de toma de fotografía también nos habíamos encontrado con una burócrata amable (increíble pero sí hay), lastimosamente la señora había ingresado mal mi nombre en el registro electrónico y la abogada rechazó nuestra papelería, pero, esto nomás nos retardó un poco teniendo que pasar nuevamente por una fotografía y la corrección de la información.  Retornamos con la abogada quien autorizó la impresión del pasaporte y 10 minutos después (casi 3 horas después de llegar) salimos con el pasaporte de mi hijo.  Estamos listos para Mayo.

Había planeado ofrecerle a mi hija mayor que nos acompañara.  Ya tiene más de un año viviendo sola y creo que está empezando a estudiar periodismo en la Universidad, en nuestro almuerzo de noviembre nos pusimos un poco al día y vi que, como una típica adolescente, malgasta la mayor parte del dinero que obtiene de su trabajo.  La verdad es que evité sermonearla porque al final es mayor de edad, vive sola y trabaja, no dependiendo de nadie.  Hace un par de días le escribí invitándola a que nos acompañara y aceptó, la verdad me alegra la expectativa de compartir unos días los cuatro en otro país.  Incluso le avisé a mi jefa para planificar bien mis días fuera.

La biblioteca de la Universidad la cierran todo el mes de diciembre (por lo menos no atienden los fines de semana) por lo que dejé en pausa el libro sobre hábitos que había empezado a leer en noviembre, a sugerencia de mi hijo leí Apocalipsis de Stephen King, y luego The Hate U Give, ahora estoy leyendo Speak of me as I am, también he estado leyendo un poco de Cincuenta cosas que hay que saber sobre Física.  La mayor parte de mi lectura ha sido en el Kindle o en mi celular.