Ayer cumplí cuarenta y siete años.
También cumplí diez años de ser voluntario en mi grupo de risoterapia; la convocatoria a la que asistí la documenté en este mismo blog cuando cumplí treinta y siete años... en ese tiempo estaba trabajando como Ingeniero de Soporte de un software de microfinanzas y recibí casi doscientos mensajes de felicitación en Facebook por mi cumpleaños.
Ayer recibí como veinticinco mensajes en Facebook, me llamó una amiga que ya no es parte del voluntariado, me escribieron mensajes otro par de conocidos y me llamó mi papá en la noche; también me puse de acuerdo con mi hija mayor para almorzar este día; no nos hemos visto desde nuestro almuerzo de Navidad.
También me escribió un ex compañero laboral de hace más de quince años, quien además de felicitarme me invitó a volver a trabajar como Consultor en Implementacion de ERP; le agradecí la oferta pero le comenté sobre mi estabilidad laboral actual.
Cuando inicié este año me propuse algunas metas -como casi todas las personas como casi todos los años-... leer más, cuidar mi situación financiera, aprender a malabarear con tres pelotas, y un desafío de treinta días. Empecé con renunciar a Facebook por un mes y la verdad no fue un gran desafío porque desde el año pasado (o el anterior) he ido reduciendo cada vez más el tiempo que le dedico a las redes sociales.
Ingreso a Twitter cada varios meses y a Facebook algunas veces por semana; evitar concientemente entrar a Facebook a enterarme de la vida de mis contactos fue bastante fácil, la única excepción fue la información necesaria para el viaje que realizamos con mi hijo menor para apoyar a una fundación educativa en el interior y algún seguimiento a mi otro grupo de voluntarios de risoterapia.
Desde la primera semana de Enero me puse a ver videos en Youtube para aprender a malabarear con tres pelotas; era uno de los temas que se suponía que nos enseñaban en mi grupo de voluntarios pero fue otra de las áreas manejadas deficientemente.
Por alguna razón había aceptado mi total falta de coordinación pero en esta ocasión abordé el malabarismo como lo hice con el cubo de Rubik: dividiendo el aprendizaje en partes; conseguí un par de videos que explicaban la forma de aprender a malabarear y empecé con lo más básico: una pelota; estuve practicando varios días el primer paso, luego un poco más de una semana con dos pelotas y finalmente aprendí la técnica de la cascada, ahora solo me falta practicar y practicar y practicar.
Malabarear con tres pelotas ha sido bastante complicado, he estado practicando dos o tres veces al día por al menos quince o veinte minutos -incluso bajé un video que cuenta los segundos con música de fondo-; no se si es la experiencia común pero luego de diez minutos o así los brazos me han dolido, lo que espero que mejore con la práctica; además en la tercera o cuarta semana de Enero tuve uno de mis períodos de desánimo; no se si sólo por la práctica de malabarear o tiene algo que ver que el trabajo está bastante irregular o que no avanzo mucho en mis lecturas o cualquier otra razón o combinación de las mismas.
Según Rb mis días azules también pudieron deberse a que uno de los libros que estoy leyendo documenta la historia del cáncer desde la antigüedad... quizá tiene razón, me parece un poco deprimente los estragos de la enfermedad, la forma en la que actúa la quimioterapia y los pocos avances que se han encontrado realmente para el tratamiento de la misma; pero quizá contribuye a mi bajo estado de ánimo el hecho de que únicamente salga de casa los sábados -para convivir con mi hijo menor- y de que me despierte todos los días a las cinco de la mañana para ayudarla a pasear a sus perros; ella se duerme nuevamente hasta las nueve y yo tengo que levantarme entre siete y ocho para trabajar.
Son tres libros los que estoy leyendo en forma paralela; los tres en inglés y dos del mismo autor, un médico nacido en India y especializado en Oncología; el primer libro es sobre el cáncer y el segundo sobre el gen; mucha de la información del segundo la conocía de manera superficial pues me ha tocado escribir sobre genética y herencia en los libros de ciencias naturales que escribí los últimos años.
Pero los detalles sobre Mendel, Darwin, Franklin y muchos otros están contados de una muy buena forma en el libro, junto con detalles que no había encontrado en ninguna otra parte -aunque la mayoría pueden ser corroborados con una buena búsqueda en Internet-.
El tercer libro es de un psicólogo israelí que ganó el premio Nóbel de Economía a principios de la década pasada; el libro se llama Thinking, fast and slow y examina de forma muy detallada los dos sistemas de pensamiento que la mayoría utilizamos: uno muy rápido que no analiza el entorno y el otro que necesita de más información para actuar.
Los tres libros los llevo como al veinticinco por ciento y creo que pasará un par de meses antes de que los concluya, pero también me ha gustado el ritmo de los mismos, la cantidad de información que contienen y la forma en la que están narrados.
En el mes de diciembre terminé el segundo libro de ciencias naturales que escribí el año pasado; de hecho un día antes de Navidad envié a la editorial la última unidad del mismo. Durante ese mes envié cuatro o cinco unidades completando en tres semanas lo que me había llevado antes tres meses; y luego ya no recibí noticias de ellos.
A finales de Enero le escribí a mi editor (no sé si esa es su función laboral o aún si realiza esa función en nuestra relación de trabajo) preguntando sobre el estado de la última información remitida y me contestó un par de días depués con un par de comentarios sobre una de las unidades y pidiendo un poco más de información para completar la última; además me ofreció continuar el trabajo con el tercer libro para completar el grupo.
Cuando estaba por terminar mi desafío de los treinta días sin Facebook empecé a pensar sobre el siguiente, sopesando principalmente dos: renunciar al azúcar (al menos al agregado al café y otras bebidas) o renunciar a ver porno; al menos por un mes.
Ambos temas son bastante sensitivos; todos los que me conocen saben sobre mi adicción a los dulces; el café lo tomo bastante dulce -Rb lo toma sin azúcar-, me encantan las donas y pasteles y en general cualquier alimento con un alto grado de dulzura; y el porno ha estado en mi vida desde mi niñez, ha sido un tema delicado aunque no tratado tan abiertamente como el anterior.
Por crecer en un puerto creo que tuve acceso a información que otras personas encuentran un poco más difícil, como revistas pornográficas; creo que las primeras que ví en mi etapa educativa primaria habían sido bajadas de un barco y compartidas luego en grupo.
Cuando entré a la adolescencia también llegó la televisión por cable a nuestra comunidad y, como muchos adolescentes de mi generación, esperaba con ansias los viernes por la noche de Cinemax; cuando estaba saliendo de la universidad encontré en una incipiente Internet la literatura erótica y estas últimas décadas he sido un visitante asiduo de los sitios gratuitos de videos de adultos.
Así que terminando Enero me decidí a un desafío personal de treinta días sin acceder a mis sitios habituales de videos o imágenes con contenido erótico; y puede parecer un cliché pero ayer que me puse a ver una película albanesa de ciencia ficción sobre un viaje a Alpha-Centauri, la robot se pasaba como un diez por ciento del tiempo desnuda y parte de su trabajo incluía satisfacer al piloto que dirigía la nave, en fin, no cabe duda que el sexo vende pero continúo con el desafío consciente de evitar la pornografía durante febrero.
Mi hijo va por sus primeras semanas en mi antigua facultad y, como casi todo en su vida, se lo está tomando tranquilo; mientras mi hija mayor había elegido natación como el área de deportes (en mi tiempo solo había atletismo) mi hijo se decantó por el ajedrez; y a diferencia de su hermana mayor, que recibía -sin necesitarlas- clases de inglés, él ha decidido presentar el certificado que lo libera de las mismas.
Durante el último mes hemos estado trabajando en una aplicación en Python para comparar documentos en formato PDF; hay varios de este tipo en el mercado y en mi trabajo uso uno de código abierto pero estamos aprovechando para practicar la programación orientada a objetos y estamos casi por finalizar la primera versión.
Este domingo fue la primera visita del año con mi antiguo grupo de risoterapia; visitamos un asilo al que fuimos un par de veces el año pasado y convivimos con sus cinco o seis residentes durante un par de horas; al final de la visita el encargado del grupo -que también se hace cargo de las visitas en general- me comentó que aún no ha revisado la app que le envié el año pasado para compartir la información de visitas.
Esta app la realicé utilizando MIT App Inventor y aunque muy básica me sirvió para aprender a compartir información utilizando la plataforma Firebase de Google; luego de completarla planeé subirla a la App Store pero al parecer únicamente aceptan código de Android o similares; este año retomé Android Studio (ahora con Kotlin) y estoy trabajando en la traducción de la App; aún me falta mucho.