Esta es mi tercera vez -al menos frente al volante-: la primera vez acababa de adquirir mi primer auto -en la época en la que quería conducir- y le dí un pequeño golpe a un pickup; pagué como cincuenta dólares por el daño y allí quedó todo -ni siquiera perdí tiempo de trabajo o de familia (mi segunda hija estaba por nacer, creo).
La segunda vez sucedió en el mismo auto: aceleré mientras estaba detenido en un semáforo en rojo y abollé completamente un gran pickup de un supermercado; ahora ya tenía tres hijos, había regresado de mi primer viaje al imperio del norte y tenía un bonito trabajo pero un feo matrimonio.
Esta vez fue más complicado porque el auto al que golpeé estaba asegurado y me tocó que pagar como doscientos cincuenta dólares -que no tenía-; perdí la tarde de trabajo y hasta me tocó que pedirle prestados diez dólares a un compañero de trabajo.
Y anoche: al final tuve que prestarle -regalarle más bien- cien dólares a mi hija mayor porque no pude ayudarla a moverse de lugar de habitación y también me tocó estar un par de horas soportando frío; además, deberé llevar el auto -la parte delantera quedó completamente abollada- al taller de la aseguradora.
Pero también -algo de cliché- me sirvió para comprobar la pregunta que estaba haciéndome desde que empecé a leer The Good Life: ¿A quién llamo cuando tengo dificultades?; le escribí a cuatro o cinco contactos para inquirir sobre cómo proceder y todos me contestaron de una u otra forma.
Además, como el accidente ocurrió a cuatro o cinco calles de donde viví hace cuatro o cinco años, llamé al voluntario con el que me reuno una vez al mes y él llegó al lugar del accidente; y al final dejé estacionado el auto en su parqueo pues no quería manejarlo hasta mi casita con el bumper frontal a punto de caerse.
La semana pasada continuó el bajo nivel de ocupación en mis labores; pero, me contactaron de la oficina -no había ido en mucho tiempo- para que llegara a cambiar cierta configuración de la computadora; lo malo es que no me comentaron que sería un formateo total.
El jueves acudimos a la tienda donde venden muchas baratijas a precios bastante accesibles y repuse la botella de ketchup que había finalizado un día antes y una cuerda de varios metros de seda: Rb me había compartido un video donde explicaban cómo hacer un artilugio para bajar frutas con un tubo, una botella de plástico y una cuerda.
El viernes -al igual que el miércoles- agregamos las dos botellas de concreto, de cuatro libras cada, en la rutina de ejercicios que realizamos al finalizar la jornada laboral; además, estuve revisando videos en Youtube similares al que Rb me había compartido y decidí construir el artilugio sin la cuerda.
El sábado por la mañana estuve nomás haciendo Duolingo y avanzando un poco con el libro del Genoma que estoy casi por concluir; antes del mediodía corté la parte lateral de un galón de aceite de automóvil -vacío- y construí el artilugio para bajar frutas; luego lo probamos con siete u ocho güisquiles y funcionó bastante bien.
Como había planeado una reunión con mi ahijada profesional para la mitad de la tarde ayudé a Rb a preparar el almuerzo: ensalada de pollo y sopa; a las tres menos cuarto me dirigí al Mc Donald's a donde había citado a mi ahijada; el viaje no estuvo tan mal y llegué quince minutos antes de lo acordado (a las tres y cuarto).
Mi ahijada me obsequió un cinturón de cuero y una billetera del mismo material y yo le entregué un libro que había recibido el año pasado; luego compré un par de cafés y ella compró un helado y un derretido de queso; estuvimos casi tres horas entre conversación y una partida muy larga de Scrabble.
A las seis y media pasé a dejarla a la avenida más populosa del centro histórico y retorné a mi casita; el domingo llevé -y traje- a Rb a su iglesia y por la tarde, luego del almuerzo -alitas- y sacar a sus perros estuve avanzando un poco en mis lecturas.
Este lunes estuvo bastante tranquilo en el trabajo y al finalizar la jornada realizamos por tercera ocasión la nueva rutina de ejercicios -la que nos dejó bastante afectados las semanas anteriores- y en esta ocasión no estuvo tan mal.
La semana pasada mi hija mayor me había pedido ayuda para moverse de lugar de habitación el penúltimo día del mes, y habíamos acordado que llegaría a su casa a las ocho de la noche, y que la ayudaría a transportar el minirefrigerador a su nueva casa.
Y por lo mismo -para no salir varias veces en la semana- había programado la actualización de mi computadora el mismo día a las dos de la tarde; por lo que ayer a la una y cuarto me dirigí a una oficina secundaria de la empresa en la que trabajo y llegué un poco antes de la hora al lugar.
Habían otras dos personas esperando para realizar el mismo procedimiento y la reunión empezó mal pues no había comprendido que sería un formateo total; empecé a subir una copia de mi información a la nube pero luego de una hora lo detuve y les pedí que procedieran.
Se suponía que el procedimiento no tardaba más de una hora pero ni siquiera pudieron comenzarlo: un proceso debía ser realizado desde las oficinas en el imperio del norte y no pudieron iniciarlo; al final a las seis de la tarde acordamos que me retiraría con la computadora y realizaría el procedimiento de forma remota.
Había estimado conducir una hora hasta la casa de mi hija -incluso la había contactado para pedirle que realizáramos la mudanza antes- y no tuve grandes dificultades saliendo del área empresarial de la ciudad; lo malo ocurrió justo a unas cuadras de donde vive mi amigo voluntario con quien compartimos colonia hace unos años -y a menos de diez minutos de la casa de mi hija-.
Esta vía lleva directamente al final del anillo periférico -y a una de las entradas de la Universidad- por lo que es bastante transitada -cuenta con tres carriles- usualmente conduzco por el carril izquierdo o central pero en esta ocasión aproveché que el carril derecho estaba bastante vacío.
Pero, casi llegando al último semáforo de esta vía una señorita atravesó con éxito los carriles izquierdo y central, y no verificó que yo venía en el carril derecho: le dí de lleno en la puerta del copiloto aplastando completamente el bumper frontal del auto de Rb -los silvines quedaron flotando-.
Afortunadamente la chica no se dió a la huida -hubiera sido complicado perseguirla- sino se parqueó en la calle a la que iba; yo también entré a la calle y me parqueé -incluso un señor que iba pasando me comentó: ella tuvo la culpa, debe de hacerse responsable, allí hay cámaras-.
Me bajé del auto y fuí a pedirle a la señorita que si hiciera responsable -iba acompañada de otra jovencita- y me dijo algo como: ellos me habían dado la vía por lo que no tengo la culpa; pero, insistí en que yo iba en la vía principal y nomás dijo: hay que esperar al seguro.
Entonces arranqué de nuevo el auto y lo parqueé frente al de ella, y empecé a escribirle a cuatro o cinco conocidos sobre la forma de proceder -antes le había escrito a mi hija para disculparme por no poder llegar y ofrecerle pagar por su mudanza; y a Rb para comentarle lo que había sucedido-.
Mi amigo que es Testigo de Jehová me llamó en el acto -la compañía telefónica ha estado regalando tiempo de aire estos días debido a una falla técnica- y me indicó -de una forma bastante chabacana- lo que podía esperar y cómo debía proceder.
Luego mis otros tres o cuatro contactos me empezaron a escribir mensajes sobre lo que podía esperar o cómo debía proceder; además, cuando le comenté a Rb que tenía frío, me sugirió que sacara una frazada del asiento trasero, después continué esperando.
Un poco después Rb me sugirió que llamara a mi amigo voluntario -no se me había ocurrido- y le escribí solicitándole ayuda; él llegó un poco después caminando y me acompañó en el final del evento: el ajustador del seguro llegó un poco después y acordaron hacerse responsables.
Me indicó los detalles del taller a donde debo llevar el auto y me entregó un marbete con la información del incidente y la dirección del taller; después de despedirnos del ajustador conduje el auto -como cuatro calles- hasta la casa de mi amigo y luego de parquearlo en su estacionamiento bajé los libros que había recibido la semana pasada y las herramientas -es una vaina con los talleres-.
Para retornar a mi casa había planeado pedir un Uber moto -en otras ocasiones el viaje me ha salido como en tres dólares- pero al revisar los detalles de los viajes encontré que -por alguna razón- la opción de automóvil estaba más barata en esta ocasión -seis dólares-.
Pedí el Uber y me despedí de mi amigo; como ya era bastante tarde no había mucho tráfico por lo que un poco más tarde estaba entrando en la calle donde vivo; en el ínterin le había pedido a Rb que me transfiriera cien dólares y le envié esta información a mi hija para que obtuviera el efectivo.
Cuando vine -un poco antes de las diez- Rb estaba a punto de cenar por lo que la acompañé -con más de dos horas de atraso de mi hora habitual- y luego estuve conversando con mi hija hasta que me confirmó que había concluido su mudanza.
Hice un poco de Duolingo y a las once de la noche -de acuerdo a la costumbre diaria- me retiré a mi habitación y dejé a medias el capítulo que estaba leyendo del libro sobre el Genoma -mientras esperaba en la oficina había leído los dos capítulos que me tocaban de The Good Life-.
Este día estuvo bastante cargadito laboralmente debido a que me tocó arrancar mi máquina desde cero; me desperté a las siete y media y ví que el técnico de IT me había escrito más temprano para confirmarme que ya podía iniciar el proceso.
Ayer habíamos quedado que íbamos a estar en contacto con la app de mensajería que usamos en la oficina y que debía esperar la indicación para empezar el proceso pues éste debía ser primero confirmado desde la oficina del Imperio del Norte.
Total que a las siete y media saqué un cable de transmisión que Rb tiene almacenado en la habitación de la comida de los perros y conecté mi máquina pues era recomendable utilizar una conexión física por lo delicado de la información a recibir.
Esuve más de dos horas trabajando en el re inicio de mi computadora y luego de verificar que ya estaba lista me dediqué el resto del día a instalar los programas que necesito para realizar mis funciones cotidianas.
Luego de la jornada laboral realizamos con Rb la rutina de ejercicios de Kickboxing y despues de una buena ducha continué con mi aprendizaje de Angular: por alguna razón ayer encontré una serie de videos oficiales en Youtube y empecé a hacer los ejercicios propuestos en mi máquina con Fedora.
Y a ver cómo sigue eso...