miércoles, 24 de enero de 2024

La vieja mentira... The old Lie... Le vieux mensonge...

...no dirías con tanto entusiasmo a niños 
ardientes por una gloria desesperada, 
La vieja mentira: Dulce et decorum est 
Pro patria mori.
Wilfred Owen


El título está en uno de los últimos capítulos de Genome The Autobiography of a Species in 23 Chapters; libro que estoy por terminar en un par de días, y que trata de la muerte desde el punto de vista de nuestro código genético.

Me ha estado costado bastante avanzar en el libro: lo he encontrado bastante denso en algunos puntos -o quizá es que he estado tratando de leerlo durante las tardes y acabo muchas veces dormitando-; pero me he forzado a continuar para seguir con el resto de las líneas de lectura.

Y es que mi ánimo ha estado tan bajo durante estas primeras semanas del año que incluso esta semana le comenté a Rb que estoy en ese ciclo en el que dejo de encontrarle sentido a muchas cosas; por ejemplo, decidí no formarme profesionalmente en tanatología.

O sea, creo que es como la vieja mentira: no hay decoro o dulzura en la muerte; es nomás el punto final de la vida; algunos lo tomarán con calma, otros con desesperación; en algunos casos será tranquilo, en la mayoría de los casos habrá dolor.

Pero eso, es nomás el final; y creo que una gran parte de mi decisión fue leer un poco sobre Elisabeth Kubler; la austríaca -convertida en estadounidense- que inició el movimiento del cuidado paliativo en el imperio del norte.

O sea, sí, empezó un movimiento que me parece bastante admirable; pero, por otra parte, también se involucró -en su época- con el espiritismo -supuestamente incluso su esposo la abandonó por esta razón- y, muriendo en el dos mil cuatro, nueve años antes había sufrido una serie de quebrantos de salud que la dejaron incapacitada.

Y, como quizá era de esperarse, cuando se vió confinada a una silla, renegaba de todo el trabajo que había hecho diciendo -según un artículo periodístico- que había desperdiciado su vida porque nada había cambiado en el sistema y que al final de su vida lo único que sentía era enojo.

Como le comentaba a Rb cuando -por fin- nos enviaron la información sobre el curso de tanatología que imparte la sección local de la fundación Elisabeth Kubler -son como mil dólares por nueve meses de estudio, pero le envié casi diez veces eso  a mi hija para su último año de universidad-: es bastante diferente hablar de algo a enfrentarlo.

Pero no se limita a formación; incluso me he estado cuestiónando últimamente sobre el sentido de seguir viendo frecuentemente a mis hijos; o a los conocidos a los que he estado viendo un poco más periódicamente desde hace dos años... está algo confuso el panorama.

No sé -bueno quizá sí sé- si una gran parte de la causa proviene del estado laboral en el que me encuentro: después de casi un año de estar en mi posición actual aún no veo claro cómo mi función -o el proceso del cual soy parte- encaja con el sistema al cual acepté moverme antes de la mitad del año pasado-.

O sea, los días van tan lentos -o vacios- que me ha permitido aumentar la cantidad de lectura e incluso explorar algunas otras opciones en el ínterin: el jueves y el viernes de la semana pasada nomás estuve revisando especificaciones de algunas funcionalidades.

El sábado por la mañana volví a subirme a los árboles del jardín -aunque había caído una llovizna ligera- para bajar ocho o nueve güisquiles -la mayoría de los cuales fue repartido en el vecindario- y al mediodía me dirigí a la habitación de mi hija mayor.

Con mi hija nos dirigimos a Taco Bell -luego de pasar a un cajero pues había olvidado mi efectivo y me tocó llamar a Rb para que me transfiriera cincuenta dólares- y almorzamos en el interior del restaurante; poniéndonos al día de las última novedades: al final del mes se cambiará de habitación y me pidió ayuda para la mudanza.

Luego regresamos a su habitación en donde estuvimos armando los cubos de rubik de 4x4x4 de colores y de 3x3x3 espejo; habíamos planeado hacer un par de ejercicios de ajedrez pero el tiempo se nos fue con un par de donas y té y a las cinco de la tarde me despedí pues había acordado reunirme con una conocida en las afueras de la universidad.

El tráfico estaba bastante pesado en la universidad por lo que entré a parquearme frente a la rectoría y le escribí a mi conocida -es una persona sorda bastante conocida en el medio y me interesaba practicar lenguaje de señas- y, luego de un par de mensajes, pasé por ella -y un su amigo sordo- justo en el portón de salida.

Nos dirigimos a un centro comercial en donde compartimos un café y un pastel -nos acompañó el amigo que llevábamos y otra persona sorda que se moviliza en motocicleta-; la reunión estuvo muy interesante pues aunque mi amiga se expresa bastante bien verbalmente los otros tipos utilizaban casi exclusivamente la lengua de señas.

Departimos en el lugar por un poco más de una hora -la llegada al lugar nos consumió bastante tiempo pues el tráfico en el anillo periférico estaba bastante pesado- y un poco antes de las siete les indiqué que me retiraba y nos despedimos; la verdad no me quedaron deseos de repetir la experiencia.

El domingo por la mañana había previsto llevar a Rb a su iglesia pero la noche anterior me había indicado que aún no se decidía a asistir; al final desistió y nomás me dirigí a las diez y media al Mc Donald's donde usualmente me reuno con mis conocidos.

Desde los últimos meses del año pasado había estado en conversaciones con una persona que quería donar algunos libros y me había ofrecido a trasladarlos a la biblioteca en la cual estuve realizando las reuniones de diálogo filosófico.

Como llegué un poco temprano al lugar me compré un helado y me dispuse a esperar a la señora; quien llegó con diez o quince minutos de retraso -y acompañada por su esposo y su bebé- y que afortunadamente se estacionó justo a mi lado en el parqueo: trasladamos de automóvil como cuarenta libros.

Por la tarde había planeado ir a visitar al voluntario que vive en la colonia en donde viví por más de ocho años; pero un poco después del mediodía me llamó para excusarse pues su familia que vive en uno de los departamentos del norte le había caído sin avisar: pospusimos la reunión.

El día anterior también me había escrito mi doctora para cancelar el desayuno que teníamos programado para el día de mi cumpleaños: debe someterse a un procedimiento médico y me propuso una reunión más tarde; pero había previsto almorzar en casa y por la tarde cenar con Rb.

Los primeros tres días de esta semana han seguido bastante calmados en el tema laboral; el domingo por la tarde saqué de la cubeta donde tenía sumergidas en agua las cuatro botellas que había llenado con cocreto el jueves; las puse sobre la balanza de la cocina y pesaron un poco más de cuatro libras.

Con estas botellas empezamos la ejercitación el lunes luego de terminar la jornada laboral; como estamos usando muñequeras que pesan una libra los ejercicios de fuerza lo estamos haciendo con un peso de un poco mas de cinco libras.

Y los ejercicios no se sintieron tan pesados como la semana pasada; además de que decidimos no hacer despechadas hasta fortalecer los brazos a través de la ejercitación con pesas; también los días subsiguientes el dolor no ha sido tan intenso como la semana pasada.

Ayer luego de la jornada laboral caminamos un par de kilómetros en direcció sur y luego pasamos a comprar aguacates a la tienda del señor de las frutas y verduras; y en el trayecto si empezó a sentirse el efecto de los ejercicios del día anterior.

Este día ha estado bastante tranquilo -aunque acabo de hablar con el dev que más nos ha apoyado- y debo de documentar un par de detalles de una de las funcionalidades que he estado revisando desde la semana pasada.

La semana pasada completé la primera temporada de Condor -el libro debe ser muy bueno- y aunque el desarrollo de la misma fue bastante satisfactorio -mucha mucha acción- el final se sintió muy apresurado; ahora estoy a la mitad de la segunda temporada y aunque ha habido menos acción espero que el final esté mejor.

También empecé a ver ayer Godzilla minus one...

Y a ver cómo va eso.

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