miércoles, 10 de abril de 2024

La ciudad en llamas... The city in flames... La ville en flammes...

No, no se está quemando la ciudad... pero casi... o tampoco, nomás uno de los vertederos de basura que se encuentran en la periferia ha estado en llamas durante la última semana: lo noté el domingo pasado mientras conducía a la casa de mi hija y luego lo he visto por las redes sociales: un desastre.

Afortunadamente hace dos o tres días hubo una lluvia más o menos fuerte por lo que -al menos- lo que andaba flotando por el ambiente hasta esos días fue -espero- lavado; pero las reacciones alérgicas en Rb y su perro más grande no se han hecho esperar...

Y a ver cómo sigue eso...

El jueves pasado -como todas las semanas- Rb fue al mercado a adquirir frutas y verduras y yo me quedé en casa -básicamente viendo videos de Youtube-; al retornar me trajo una docena de muffins de cítricos -los que terminé de consumir el domingo por la tarde-.

Por la tarde -luego del horario laboral- fuimos a los mercados en dirección norte en donde compré un par de rollos de lana para mi hija mayor y unas botellas de salsa de soya y ranch; además, recogimos un libro que nos ganamos la semana pasada.

El domingo, cuando estaba en la visita mensual al voluntario que vive en la colonia en donde habité por casi una década, Rb me llamó para comentarme que se había ganado un libro pero que no se acordaba de haber participado en algún concurso, por lo que creía que había sido yo.

Yo tampoco me recordaba de haber participado en algún concurso: había que llenar un formulario de google, y esto había sido hecho desde la cuenta de Twitter de Rb; pero, cuando retorné a casa y vi el formulario, recordé vagamente haber registrado el departamento de participación.

El jueves no llevaba un documento de identificación oficial -nomás un antiguo carnet del seguro social-; afortunadamente el servicio de entregas aceptó este documento y me entregó el libro: se trata de Septología, una trilogía del premio Nobel de literatura del año pasado -no creo leerlo muy pronto y al final nomás lo regalaré a alguno de mis conocidos-.

El viernes fue un día bastante malo: la perra más anciana de Rb se estuvo en la sala gimiendo entre una y dos de la mañana por lo que no pude dormir nada bien; pasé todo el día de mal humor y aunque Rb me preguntó en un par de ocasiones si estaba molesto por algo nomás lo negué.

Por la tarde avancé en el libro en francés en turno: Immortelle(s) y en el que tenía antes como entre líneas: Why has nobody told me that before; luego del horario laboral realizamos la rutina de ejercicios abdominales.

El sábado me levanté a las seis de la mañana y luego de los diez minutos de meditación preparé mi desayuno de los fines de semanas; luego de hacer Duolingo y leer un poco me dirigí a un Mc Donald's del centro histórico en donde había citado a mi ahijada profesional.

Nos encontramos a las nueve y estuvimos -entre desayuno y conversación- hasta casi el mediodía en el lugar; el tránsito había estado bastante pesado en el viaje de ida y estuvo un poco menos fuerte de vuelta a casa.

Además, en el centro, aproveché a cambiar el reintegro que tenía de la lotería de diciembre por dos números que se jugarían al día siguiente -ninguno de los dos resultó premiado y en esta ocasión ni siquiera reintegro-.

La tarde del sábado la utilizamos para apersonarnos en la agencia del municipio de la compañía telefónica pues habíamos estado viendo que podíamos rebajar el precio que pagamos mensualmente por el servicio de internet en unos seis dólares.

En el lugar encontramos a un ex compañero del voluntariado -quien antes trabajaba con la competencia y a quien había invitado a desayunar hace un par de años-; realizamos el trámite -fue bastante tardado- y luego compramos en el mismo centro comercial algunos productos para llevarle a mi hija mayor al día siguiente.

Después pasamos a la tienda del señor que nos provee de frutas y verduras a domicilio; allí adquirí huevos, manzanas y tomates para mi hija mayor; para finalizar, pasamos a la ferretería en donde compré cinco libras de cemento y una arroba de arena -dos dólares y medio-.

Por el resto de la tarde y la noche estuvimos nomas viendo series y películas en la computadora de Rb; por la noche nos quedamos sin internet: se suponía que esto duraría nomás quince minutos -de acuerdo al funcionario de la telefónica- pero pasamos toda la mañana del domingo sin servicio.

En la mañana llevé a Rb a su iglesia y aprovechamos antes para pasar a la agencia telefónica -el comercial se ubica del otro lado de la calle de la iglesia-; volvimos a encontrar a nuestro amigo del voluntariado y a mí me toco esperar el final del trámite pues Rb tuvo que dirigirse a su servicio.

Al final no se logró resolver el contratiempo con Internet pero sí avanzamos en su solución; cuando me despedí de mi amigo me pidió un favor algo raro: una foto con una mochila que debía entregarle a alguien más, creo.

Al mediodía Rb le pidió aventón a un miembro de su iglesia y retornó a casa sin mi asistencia y preparamos para almorzar las alitas tradicionales; afortunadamente un poco antes del mediodía lograron restablecer el servicio de internet.

Por la tarde preparé el concreto para rellenar las dos botellas de dos litros y medio; desafortunadamente le agregué mucha agua a la mezcla por lo que noté, casi de inmediato, que una buena sección de la parte superior quedo como puro líquido.

Inmergí las dos botellas en la cubeta de agua que mantenemos en la ducha y planeo dejarlas allí toda la semana para facilitar el curado del concreto; pero este domingo planeo preparar otras tres libras de concreto para rellenar el espacio que quedará luego de extraerles el líquido.

A las seis y media fui a la habitación de mi hija, con todo lo que había estado comprando en los días anteriores; el tráfico -aún a esa hora- estaba bastante pesado y, además, la visibilidad en el periférico estaba bastante baja: parecía neblina de invierno.

Le entregué las provisiones a mi hija y estuve en su habitación por una hora; además de preparar té y compartir las galletas de chispas de chocolate que llevaba aproveché para hacer un poco de limpieza en su piso.

El lunes se hizo viral la noticia de que el vertedero de basura que se encuentra en uno de los municipios periféricos de la ciudad había estado en llamas; afortunadamente hubo una lluvia un poco fuerte este día por lo que se limpió un poco el aire.

Pero, eso también provocó que se volviera a cortar el servicio de Internet; Rb llamó a la compañía telefónico y programaron la visita de un técnico; afortunadamente el servicio retornó a las pocas horas.

Después del horario laboral hicimos la rutina de ejercicios de fuerza y resistencia; por la noche empecé a ver la segunda parte de Dune 2: dura casi tres horas pero, de acuerdo a mi método, la estoy viendo como si fuera una serie: treinta o cuarenta y cinco minutos cada día.

Ayer hubo una reunión general en el trabajo: uno de nuestros líderes máximos presentó los objetivos anuales del departamento; un poco después de esa reunión nuestra manager nos agregó a otra reunión con un técnico en redes del Imperio del Norte.

Esta última reunión estuvo un poco rara: la red privada en la que estamos trabajando ralentiza la comunicación; pero, al final de la misma, logramos superar el obstáculo que os estaba impidiendo trabajar: ya puedo continuar con mis labores regulares.

Por la tarde bajé el libro con el que planeo continuar en la línea de inglés: The house of hidden meanings; lo ví en una lista de lo mejor de Non Fiction del año; son las memorias de RuPaul Charles -también se lo mandé a mi hija mayor-.

Después del trabajo caminamos a los supermercados en dirección sur; Rb compró un shampoo para combatir las alergias de su perro ya que al parecer la contaminación que está generando el incendio en el vertedero -sigue en curso- ha llegado a un nivel extremo...

Y a ver cómo sigue eso...





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