Por alguna razón -el tema de la muerte ha sido más frecuente en mi vida en los últimos tiempos- bajé -y comencé a leer- el libro Final Exit: The Practicalities of Self-Deliverance and Assisted Suicide for the Dying, de Derek Humphry; estuvo en la lista de los más leídos en el Imperio del Norte hace unos años.
Y, como ahora se puede conocer más al autor, me puse a buscar un poco de información sobre el mismo: un periodista británico -después se nacionalizó estadounidense, me parece- que asistió a su primera esposa cuando estaba en la última etapa de un cáncer de huesos.
El señor se casó tres veces; con la segunda fundaron la sociedad Cicuta (o Hemlock en el idioma más usado en los negocios) y ella misma fue una activista del derecho a la eutanasia; supuestamente ella había ayudado a que sus padres se eutanasiaran (existirá como verbo?).
Lo irónico -o quizá no- fue que, luego de muchos años más tarde ella también contrajo cáncer; se divorció de Derek y se adhirió al movimiento anti eutanasia; al final -parece que- se suicidó; dejando una nota en la que acusaba a este señor de haberla presionado para que terminara su existencia después del diagnóstico de cáncer.
Lo que también me parece -¿irónico? ¿hipócrita?- es que al final de su vida el autor no se decantó por la self-deliverance; sino que terminó sus días en un hospice en el estado en el que logró -a través de sus grupos- que se aprobara una ley para el suicidio asistido.
El libro me parece interesante; ceo que lo leeré completo -voy por el segundo o tercer capítulo-; aunque aún no he decidido en qué orden: bajé el archivo pdf y durante los últimos días me ha costado continuar con mis líneas de lectura habituales.
Y a ver cómo sigue eso...
El viernes me levanté a las cinco y cuarto: era el último día de la semana laboral, durante el cual realizamos la tercera rutina de ejercicios; y hemos estado realizándola desde la semana anterior antes de que inicie la reunión diaria de mi equipo de trabajo.
Durante los días anteriores había estado tratando de trabajar en las asignaciones de nuestro supervisor en el Imperio del Norte; pero es frustrante porque no están bien definidas; y tampoco lo que tenemos que realizar está bien definido.
La reunión de las siete estuvo tranquila; nomás se revisaron un par de anomalías que habían sido reportadas el día anterior; me pareció raro que no se llevara a cabo la reunión semanal del equipo -la que se realiza a las diez y media-; pero me imaginé que la reunión del mediodía estaría más cargada.
Pero la reunión del mediodía tampoco estuvo pesada: el supervisor nomás realizó una revisión ligera de las últimas tareas; pero nada serio; por lo que pudimos almorzar en paz: era el último día de hash browns -de pollo y papas- y ensalada; también hemos estado tomando fresco de Rosa de Jamaica durante toda la semana.
Lo que no me esperaba -o sea, lo había mencionado por la mañana pero no le había puesto atención- fue una llamada a media tarde; en esta ocasión se dedicó a realizar una revisión 'detallada' del avance en la realización de las asignaciones; y no quedó nada satisfecho.
Cuando me cuestionó nopude contenerme y me puse a la defensiva; incluso subiendo el tono de mis palabras para tratar de explicarle las razones por las cuales no hemos podido alcanzar el nivel que él continúa exigiendo.
Al final la reunión se terminó con una conminación a incrementar el esfuerzo; y la promesa de los tres - el analista que menos me cae bien no asistió- de completar la asignación de acuerdo al plan: el lunes.
Al final de la tarde, después del horario laboral, realicé la limpieza que hago dos veces por semana en los pisos de las habitaciones, la sala-comedor, el baño y la cocina; luego, como nos estaba faltando lechugas, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur.
Como el tiempo estaba bastante pluvial llegamos nomás al supermercado más cercano; lo malo es que no había ninguno de los tres tipos de lechuga que utilizamos comunmente para las ensaladas; nomás compré una bolsa con lechuga ya picada -y un poco de zanahoria-; después, en la tienda, compré una pequeña zanahoria.
El sábado me levanté a las cinco menos veinte; con Rb habíamos acordado que la levantaría a las cinco, pues quería que lleváramos a su perra más anciana a la veterinaria que se encuentra en el lado opuesto de la ciudad: sus ojos habían estado empeorando; y quería también que revisaran su condición de rigidez en las piernas y la espalda.
Medité veintiún minutos y luego entré a la habitación de Rb; ella se alistó -y a la perra- y a las cinco salí a encender el automóvil; el tránsito -por la hora- estaba bastante ligero; llegamos al lugar apenas un poco después de las seis de la mañana.
La clínica atiende, los sábados, a partir de las siete de la mañana; Rb bajó un momento a su perra -a que hiciera sus necesidades- y luego volvieron a subir al auto; pero la perra estaba incómoda y gimiendo; la bajé a caminar -apenas media cuadra- por casi media hora.
Un poco antes de las siete llegó otro automóvil; luego otro; a las siete ya habían tres o cuatro automóviles; pero, como habíamos llegado antes, Rb se formó al inicio de la cola; a las siete abrieron las puertas y Rb pasó a recepción a dar los datos de la perra.
Estuvimos esperando un poco en la sala de espera -es inmensa- y luego llamaron a Rb; la consulta fue bastante extensa y cuando salió, el veterinario le explicó una larga lista de instrucciones para que le diera varios medicamentos a la perra.
La cuenta fue alta (como ciento cincuenta dólares entre el costo de la consulta y tres o cuatro medicamentos que Rb tuvo que adquirir en el lugar); después del pago de la cuenta abordamos el automóvil e iniciamos el amino de vuelta.
Había una cantidad bastante alta de automóviles en la calle principal; temí que el tránsito de la ciudad hubiera aumentado; pero no, del otro lado de la calle había un operativo de la policía: al parecer querían detener el funcionamiento de los taxis y motocicletas piratas.
El embotellamiento fue, afortunadamente, bastante ligero; y el resto del camino a casa no fue demasiado extensa; incluso pasé a una gasolinera a rellenar el tanque de gasolina (veintiseis dólares); además, debía calibrar las dos llantas traseras (una apenas llegaba a diez PSI y la otra a veinte, cuando lo indicado es treinta y tres).
Al retornar a casa procedí a prepararme el desayuno de los fines de semana; después me metí a la habitación, hice algunas lecciones de Duolingo; pero me sentía bastante fatigado; salí a avisarle a Rb que trataría de dormir un rato.
Puse una alarma para las diez y media y traté de conciliar el sueño; me dormí un rato pero estuve siendo despertado por algún que otro vehículo que pasaba por el boulevard; a las diez y media sonó la alarma y me levanté.
Desinfecté la lechuga -y zanahoria- que había adquirido el día anterior y, luego, preparé las dos ensaladas que había previsto llevar para el almuerzo con mi hija mediana; después saqué a caminar a la perra más pesada; Rb me acompañó con su otro perro.
Un poco antes de las doce (después de bañarme) cargué el automóvil con mis dos mochilas e inicié el viaje hacia el departamento de mis hijos; era bastante temprano y encontré muy poco tránsito; un poco después de las doce y media estaba parqueándome en el edificio.
Subí -por las gradas- al séptimo nivel y le escribí a mi hija para que saliera a abrirme; también toqué el timbre; pero nadie salió; por lo que me puse a jugar un par de partidas de ajedrez; al rato salió mi hija.
Nos saludamos y le propuse que nos dirigiéramos al parque temático: el día se veía bastante gris pero, aún, no había empezado a llover; por lo que pudimos realizar la caminata de casi un kilómetro hasta el lugar.
Pasamos a comprar un par de hot dogs antes de ingresar al parque; apenas habíamos ingresado cuando empezó a llover; no muy fuerte, nomás algunas gotas grandes; lo malo es que una de las áreas techadas -y con mesa- estaba bastante ocupada; la otra estaba reservada por una celebración del día del niño.
Lo malo es que la lluvia estaba empezando a arreciar, po lo que no podíamos utilizar alguna de las áreas verdes para tomar los alimentos; afortunadamente encontramos un pequeño lugar techado en un pasillo al aire libre; había ya varias familias en el lugar.
Procedimos a almorzar allí; utilizando la caja y el tablero del Scrabble como mesas: hot dogs, ensaladas, snacks y un par de coquitas; la lluvia arreció y el lugar empezó a llenarse más; de hecho tuve que llamar la atención de una persona quién estaba acercándose demasiado a nuestro entorno -estaba de espaldas-.
Eran dos o tres familias con varios niños; y el espacio estaba bastante limitado; dos de las familias lograron acomodarse allí y la tercera se quedó de pie; un poco más tarde la familia que estaba en el lado contrario se retiró y los que estaban de pie empezaron a acomodarse en el lugar; pero les ofrecí que nos moveríamos para que pudieran estar todos juntos.
Terminamos de almorzar y le pregunté a mi hija si le interesaba aprender a resolver el cubo de 4x4 o el de 5x5; a lo cual declinó; entonces le propuse una partida de Scrabble; la cual completamos en un tiempo bastante considerable.
Luego nos dirigimos a la rueda de Chicago más grande del lugar; pero la misma no estaba en funcionamiento; no estaba lloviendo más, pero me imagino que tienen algunas reglas para el funcionamiento de este tipo de juegos mecánicos.
Entonces le propuse a mi hija que asistiéramos a la última función del teatro -a las cuatro-; aceptó y nos dirigimos al lugar; ella no había visto la obra musical -yo la veía por sexta vez, me parece-; cuando terminó empezamos el camino de regreso al departamento.
En el camino pasamos a un supermercado y compré una magdalena; cuando llegamos al departamento le propuse prepararle un café -ella preparó su propia bebida- y le envié un mensaje a mi hija mayor y a mi hijo menor, invitándolos a una bebida caliente.
Mi hija mayor me contestó en el acto; y salió de su habitación, al parecer sigue con sus costumbre noctámbulas: se notaba que estaba despertándose; mi hijo menor no me contestó: sospecho que acaba de perder su trabajo, pues, aunque me transfirió la cuota mensual del departamento -y del último préstamo- no me pidió que le transfiriera el monto que le he estado depositando para la compra de acciones de su empresa.
Preparé un par de cafés -había llevado la olla que compré la semana anterior en la tienda de ropa usada- y estuve la siguiente media hora con mis hijas; un poco antes de las seis me despedí de ambas y me dirigí al automóvil; mi hija mayor me acompañó al mismo.
Inicié el viaje de retorno a la casa de Rb; la primera parte del trayecto estuvo bastante libre; pero, casi a la mitad del camino, el tránsito se paralizó por casi diez minutos; de hecho me quedó en el paso a desnivel, justo en la cuesta de salida.
Llamé a Rb para pedirle que revisara Waze para ver si había alguna razón por la que el tránsito estaba detenido; ella revisó el sitio y me llamó de vuelta: al parecer había un accidente justo frente a la megarefreiglesia que se encuentra al final de la encuesta de entrada al área en la que vivimos.
Le pregunté por la otra entrada al municipio y me comentó que se encontraba libre; decidí utilizar esta última; la cual no estaba libre; de hecho estaba bastante concurrida; pero al menos el tránsito no estaba detenido; a las seis menos cuarto Rb me volvió a llamar pero yo ya venía a la altura del supermercado más cercano.
Me sentía bastante agotado; de hecho en el trayecto estaba pensando que la reunión de la bebida caliente -y magdalena- con mis hijas la había sentido bastante tediosa; pero creo que se debía a que me había levantado bastante temprano -igual que casi toda la semana-.
El domingo me levanté a las seis y media; medité pero decidí no realizar nada más: ni wordle, ni Duolingo, ni lectura, ni nada; después de los veintiún minutos de meditación nomás retorné a las sábanas y no me volví a levantar hasta casi las nueve.
A esa hora salí de la habitación a prepararme el desayuno de los domingos: huevo con tortilla de harina y frijoles volteados -y café-; Rb me pidió a media mañana que la acompañara al supermercado: quería ver si ya habían lechugas disponibles.
Caminamos al supermercado más cercano en dirección sur; pero no había lechugas; al parecer las lluvias han provocado una reducción de las entregas; entonces nos dirigimos a los supermercados en la dirección opuesta; allí sí encontramos de una variedad de lechugas; y compramos -a un precio bastante elevado- otro par de una segunda variedad.
También compramos un poco de bananos; luego retornamos a casa; yo había estado sopesando trabajar un poco -para evitar un poco la debacle que me imagino que produciría pronto por el poco avance en el proyecto-; pero al final no tuve ánimos.
Rb me pidió que la ayudara a cortar algunas flores de loroco y saqué la escalera de la bodega; al mediodía preparamos alitas de pollo; las que acompañamos con un resto de caldo que nos sobró de los almuerzos de la semana -y refresco de Rosa de Jamaica-.
Por la tarde tampoco leí ni nada; nomás me estuve viendo videos de Youtube de algunos canales de divulgación científica; también terminé de ver la última película de Mark Wahlberg.
Al final de la tarde ayudé a Rb en la preparación de los almuerzos de la semana: piqué, con ayuda del procesador manual, un par de zanahorias grandes y varios chiles pimientos; también preparé las gelatinas para mis desayunos de la semana.
Por la noche, como Rb tenía que entrar a su clase de Teología -está por terminar el semestre- me metí a mi habitación a ver el último capítulo de Gen V; después separamos los almuerzos en cuatro porciones, para almacenarlos en la refrigeradora; y aproveché para meter mis gelatinas a la misma.
El lunes me levanté a las cinco y cuarto; medité los veintiún minutos de mi práctica actual y luego salí a encender la computadora del trabajo y la personal; después desperté a Rb; completamos la rutina de ejercicios sin contratiempos y, después de una ducha, entré a la reunión diaria del equipo.
A esta reunión no entró nadie más de mi área -ni mi supervisor-; pero tampoco estuvo tan animada; nomás se revisaron los últimos errores encontrados: incluyendo el que había reportado el viernes; pero no hubo mucho jaleo.
El resto de la mañana traté de completar mis tareas pendientes; se suponía que era el último día para completar al cien por ciento las asignaciones que empezamos el miércoles anterior; pero no pude completarlo todo.
La reunión del mediodía estuvo ligera; revisando el avance y recibiendo -nuevamente- la instrucción de completar todo para el final del día -lo que, técnicamente, no era posible, por las limitaciones con el equipo-.
Almorzamos la primera de las cuatro porciones que preparamos y separamos el día anterior; acompañado de un refresco de mora que Rb preparó desde la tarde anterior; el resto de la tarde estuve pendiente de que nos llamaran nuevamente a reunión; pero no hubo otra; a las cuatro de la tarde cerré la computadora del trabajo y me pasé a la cama de Rb; a hacer Duolingo.
Por alguna razón se me olvidó realizar la limpieza que hago frecuentemente el primer día de la semana laboral; estaba en la habitación de Rb -me quedé viendo el quinto capítulo de Task- cuando me recordó la limpieza; por lo que puse una alarma para realizarla al día siguiente.
Y a ver cómo va eso...