sábado, 25 de octubre de 2025

Tarea y Cómo terminar una historia de amor... Task and How to end a love story... Tâche et Comment finir une histoire d'amour...

No sé si la serie será nombrada como Tarea en Español y Tâche en Francés; al final se oiría mejor en español algo como Fuerza Especial o Equipo de Trabajo; o algo similar; no tengo tanto conocimiento del tema en Francés; de pronto la dejan con el título en Inglés.

En el caso del libro -la segunda parte del título- la edición en Francés salió con el mismo texto en Inglés; pero la versión en Español sí tiene una carátula con el titulo traducido de forma similar al de esta entrada.

Terminé el libro hace un par de días; originalmente había creído que era un Young Adult Fiction pero está clasificada, de hecho, como un Romance; y no me pareció tan mal; o sea, tiene un final feliz; pero me reí en la parte final como no lo había hecho desde hace un buen tiempo.

Con respecto a la serie; empecé a verla porque seguía la línea de The mare of Easttown, la cual habíamos visto hacía varios años con Rb; en este caso ví la serie en soledad y me pareció muy buena.

O sea, Mark Ruffalo actúa muy bien cómo un ex sacerdote que abandonó los habítos, formó una familia -una hija biológica y dos adoptados- y que debe pasar por un camino bastante tortuoso para perdonar a su hijo adoptivo.

La serie tiene muchos elementos: pandillas -de motociclistas-, drogas, familias disfuncionales; venganzas, asesinatos, policías corruptos y un largo etcétera; terminé de verla este día; debo decir que me conmovió.

Después de terminar el libro de la escritora nacida en China, me quedé pensando en qué leer; aunque realmente lo había decidido un timepo atrás: Sandwich; los adultos entre sus hijos adultos y sus padres en la tercera edad -yo-.

Pero en audiovisual -aparte de los videos que he estado cosumiendo últimamente en Youtube- no sé qué otra cosa ver; esta semana esperaría terminar la última de las series que había empezado a ver en los últimos meses: Gen V.

Y a ver cómo sigue eso.

El martes retornamos al trabajo, luego del fin de semana largo; entré a la reunión de la mañana, en la que comentaron que el equipo del Imperio seguía en reunión con el cliente principal del proyecto; por lo que la mañana estuvo bastante tranquila.

La analista que trabaja más cerca del supervisor estuvo tratando de que retomáramos el trabajo que habíamos dejado pendiente el viernes; pero no fue mucho lo que pudimos avanzar.

Por la tarde, luego del horario laboral, fuimos a los supermercados en dirección sur: en el más alejado compré un par de paquetes de galletas dulces; también adquirimos un paquete de cepillos dentales; aunque el uso que queremos darle es la limpieza de las axilas de playeras.

El día anterior habiamos encontrado un charco de agua junto al lavatrastos de la cocina; cuando examinamos la bandeja de madera del mueble vimos que había un hermético con bastante agua (también había un par de esponjas metálicas ya oxidadas).

Tiré el agua del hermético y limpiamos la que estaba entre los trastos; y temí que tocaría cambiar  el lavatrastos -o al menos, realizar una reparación para eliminar la fuga-; pero, afortunadamente, la fuga es mínima, y puede ser controlada.

Por la noche terminé de leer las partes correspondientes del libro de francés y de portugués; he estado disminuyendo el número de páginas de cada uno, ya que es lo que leo con más asiduidad; aún así me quedó pendiente nomás la última parte de cada uno.

El miércoles, al igual que el primer y último día de la semana, la alarma del celular sonó a las cinco y cuarto; me levanté a meditar y luego entré a la habitación de Rb a despertarla; sigo escuchando los mismos cinco archivos de portugués mientras completamos los cincuenta minutos de ejercicios. 

Después de ducharme entré a la reunión de la mañana; en la que se examinó uno de los fallos que reporté hace unas semanas; pero la conclusión fue quedebía revisarse con más detalle; como a media mañana recibí un correo del supervisor en el que indicaba que las pruebas que había estado realizando durante la seman anterior habían concluido -y con gran éxito-.

Y un poco antes del mediodía llamó a todo el equipo local para revisar el avance en las asignaciones; yo le había enviado al final del día anterior un correo con el resumen de lo que habíamos estado trabajando; la verdad estaba bastante escueto.

Al principio de la reunión mis otros tres compañeros se mantuvieron en silencio; hasta que fue cuestionándolos uno a uno; al final concluyó con que retomaremos las reuniones diarias y quiere que continuemos compartiendo la cámara; por el bajo nivel de comunicación actual.

Por la noche ví el último capítulo de la segunda temporada de Gen V; pero me estuve durmiendo -y repitiendo- en varios episodios del mismo; luego realicé algunas lecciones de Portugués en Duolingo; y jugué varias partidas de ajedrez: aún no logro retornar al Elo de mil cuatrocientos.

El jueves me volví a levantar a meditar a las seis y media; luego entré a la reunión diaria del equipo; después de la reunión me quedé dormitando en la cama; en Duolingo he estado haciendo muchas lecciones (partidas) de ajedrez y algunas pocas de Portugués.

El trabajo siguió bien bajo: el ambiente en el que estamos probando sigue dando dificultades (desconexión o desconfiguración); y al final no tuvimos la -temida- reunión con el supervisor.

Rb se dirigió al mercado en el centro histórico después de desayunar; un poco después me escribió: el viaje en el busito le llevó más de una hora -usualmente tarda entre veinte y treinta minutos-; y, en general, el tránsito estaba superpesado en la ciudad.

Durante la tarde estuve probando un script en Python que el analista más inteligente del grupo me había compartido el día anterior: con el mismo se duplica una carpeta de pruebas en la herramienta que utilizamos para el efecto.

Con el script se ahorran varias horas de estar creando manualmente las carpetas, y pasando de la misma forma todos los casos de prueba que hemos estado utilizando en cada ronda (es muy brillante el joven).

Al final logré que el script funcionara en mi computadora: instalé la última versión de Python (no recordaba que tenía la versión anterior y otra más antigua ya instaladas) y, después de un poco de ajuste, pude crear una suite sin mucho esfuerzo.

Al final de la tarde acudimos con Rb a la ferreteria industrial en donde nos proveemos de herramientas -o aditivos industriales-; desde unos días atrás había estado observando cierta fuga de agua en el lavatrastos y, el día anterior, ví la causa: el agua se estaba filtrando por la parte oxidada del tubo metálico.

Lo bueno es que en casa de Rb almacené, cinco o seis años atrás, los tubos de pvc que utilicé para construir los biombos que usamos en el departamento que renté por un par de años; en la época en la que mis dos hijas se pasaron a vivir conmigo.

La mayor parte de los tubos nomás tienen pegados, con cinta adhesiva, codos de dos o tres vías -estos últimos los fabricamos con Rb en su oportunidad-; por lo que nomás necesitaba adaptadores hembra y macho para sustituir el tubo oxidado por uno de plástico.

Rb me sugirió que colocaramos un tubo más largo y que el brazo de la llave de agua tambiéń fuera más largo que el de metal; también compré un tubo de pegamento para unir los tubos, el codo y los adaptadores; luego pasamos al supermercado, en donde compramos un poco de bananos. 

En el camino de vuelta pasamos a la panadería que queda a medio camino; a comprar un poco de pan para mis desayunos; por la noche estuve viendo algunos videos de Youtube, avanzando en el libro Same as Ever y jugando muchas -demasiadas- partidas de ajedrez; también armé los cubos de rubik de 4x4 y de 5x5.

El viernes me levanté a las cinco y cuarto; medité y luego entré a la habitación de Rb a despertarla; me comentó que los gatos estuvieron haciendo mucho ruido por la madrugada y le dificultaron dormir; pero se levantó para que completaramos la rutina de ejercicios.

Después de la rutina -y la ducha- entré a la reunión diaria; la misma es a las siete pero generalmente la inician un par de minutos antes; yo entré a las siete con un minuto; y ya habían comentado que instalarían una nueva versión de la aplicación en la que trabajamos.

Después de la reunión me preparé el desayuno de los viernes y luego retorné un rato a la cama; aunque estuve pendiente de la reunión del equipo; el supervisor canceló la de las nueve de la mañana, pero envió una invitación para una a las once.

Como he querido mejorar un poco en mi desempeño laboral me dediqué un par de horas a agregar detalles a una serie de casos de prueba que he tenido pendiente durante mucho tiempo; hasta la hora de la reunión.

A las once entré a la reunión y -de acuerdo a lo que el supervisor había indiciado un par de días antes- encendí la cámara de mi computadora; pero fui el único en hacerlo; incluso el supervisor la mantuvo abierta únicamente por unos minutos.

Desde hace mucho tiempo tengo como background una escena de Minecraft -viene por defecto en el programa que usamos para reunirnos- y uno de los analistas en el Imperio del Norte me preguntó si vivía allí -de hecho nunca he jugado eso-.

Y el supervisor comentó que debía configurar su cuenta para usar un background como el que uso: durante el corto tiempo que encendió su cámara se vió un ambiente como el de una pequeña habitación de hotel.

La reunión estuvo propicia: yo he estado temiendo este tipo de reuniones durante los últimos meses; mi desempeño ha bajado mucho y me molesta que no pueda presentar resultados significativos.

De hecho, el miércoles me escribió mi antigua directora para pedirme información sobre un archivo en el que había trabajado cuatro años atrás; con lo que me puse a revisar la copia de respaldo que almacené en un disco duro externo.

Encontré mucha información de esa época; muchos planes de trabajo; muchos reportes del trabajo que realizaba; del equipo que dirigía; e incluso algo de código que utilizaba para realizar alguno de esos reportes; me puse nostálgico de ese tiempo -igual, sé que todo recuerdo es editado-.

En la reunión de la mañana habían indicado que se iba a liberar una nueva versión de la aplicación y que teníamos que realizar una comprobación rápida; pero no sucedió; y esa fue, más o menos, la misma información que nos proporcionó el supervisor en la reunión de las once.

La reunión tardó un poco más de media hora; y, en general, la encontré intrascendente; o sea, no hay agenda ni un verdadero seguimiento; de hecho ni siquiera interrogó a cada uno de los analistas -managing 101-; yo estuve participando pero porque me gusta ser una buena influencia.

Al mediodía Rb preparó el pescado usual de los viernes; yo preparé un par de ensaladas; y acompañé mi almuerzo con un poco de Pepsi que me sobró de mi almuerzo del sábado anterior -con mi hijo menor-.

Por la tarde le bajé el ritmo al trabajo -aunque avancé en este día más que en los anteriores-; después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; luego, a las cuatro, realicé la limpieza de los viernes.

Después de hacer la limpieza nos dirigimos al supermercado más cercano en direccion sur; como mi hija volvió a Atkins quería comprar Canchón; para acompañar las carnitas que planeo llevar el sábado.

En el camino pasamos a la ferretería: la noche anterior había pegado -mal- un par de los adaptadores de pvc y debía comprar otros dos, por si me faltaban en la reparación que había previsto realizar al final del día.

El día anterior había estado viendo videos en Youtube para explorar formas de extraer tubería con las uniones oxidadas; y, efectivamente, cuando intenté retirar el tubo metálico, este se rompió.

Utilizando una de las maniobras que había visto el día anterior -básicamente utilizando un alicate dentro del tubo, para que actuara como palanca- logré extraer la parte roscada del tubo quebrado.

Ya habíamos cortado el agua -después de almacenar un poco para las últimas actividades del día-; pero allí me dí cuenta -cuando desenrosqué la llave del agua- que necesitaba otro adaptador pues la rosca de la misma era más pequeña que la hembra de pvc.

Fuí a la ferreteria de la otra calle y compré un reductor de rosca -de metal-; luego, cuando quité el tubo quebrado me dí cuenta que tampoco funcionaría el macho de pvc: la rosca era muy pequeña.

Volví corriendo a la ferretería y apenas llegué a tiempo: ya habían bajado una de las dos cortinas frontales; el joven fue muy amable para buscar entre los distintos adaptadores y reductores hasta encontrar la solucion: un tubo con tornillo doble, un adaptador macho y otra unión para dos tubos.

Al final retorné a casa con los tres nuevos elementos y empecé a armar la solución: enrosqué un extremo del tubo metálico -utilizando teflón para sellarlo-, sobre él mismo enrosqué un adaptador hembra, también utilizando teflón.

En este adaptador -utilizando pegamento para pvc- coloqué el par de tubos en ángulo recto -el vertical largo y el horizontal corto-; en el otro extremo  había colocado el reductor -utilizando teflón- y en la rosca interna del mismo, también usando pvc, la llave del agua.

La reparación quedó finalizada y nomás dejé en reposo la armazón; planeamos abrir la llave de la calle hasta el día siguiente, para darle el tiempo al pegamento de pvc de realizar su trabajo de la mejor forma.

Por la noche estuve viendo una parte de una película asiática -no estoy seguro si es Koreana, China o Filipina- que había empezado a ver un par de días antes: es un largometraje con mucha mucha acción -y un poco de drama-.

Y a ver cómo sigue eso...

miércoles, 22 de octubre de 2025

Zapatos... Shoes... Chaussures...

Uno de mis recuerdos más lejanos es el siguiente: mi madre conminándome a ponerme los zapatos, pues mi padre retornaba del trabajo y no le gustaba ver que mi hermano mayor y yo anduviéramos descalzos.

Creo que era una forma de mostrar que estabamos siendo criados de la forma correcta; vivíamos practicamente en el monte, en una casa que habían construido con sus manos el papá y el esposo de mi madre.

Y, con mi hermano mayor, pasábamos la mayor parte del día en los caminos de tierra del lugar, en algún grupo de niños malvestidos y, generalmente, descalzos; la mayor parte de las familias dependían de las labores del puerto; mi padre trabajaba en la marina.

Luego, durante mi adolescencia, los zápatos eran una de las muestras de estatus social: calzar unos tenis de marcas como Nike, Reebok, Adidas o Puma indicaban que tus papás -o algún familiar muy cercano- vivía en el Imperio del Norte y podía proveerte de buenas posesiones.

Cuando retorné del Imperio del Norte -hace casi veinte años- traía dos o tres pares de tenis: unos Adidas verdes que me había regalado un amigo -los usé por dos o tres años, hasta que perdieron la suela en una celebración de mi grupo de voluntarios-.

Y unos Nike clásicos -blancos con motivos azules- que dejé de usar durante un tiempo porque se habían despegado; pero me tardaron otro buen número de años luego de mandarlos a reparar -estos los había comprado en una tienda de Goodwill-.

Y ahora me he quedado sin zapatos: los Reebok fabricados localmente que compré durante la pandemia están bastante deteriorados y los uso para sacar a caminar a los perros; y lo Reebok 'originales' -los compré en Amazon y me los trajo la mejor amiga de Rb hace año y medio- se están rompiendo en varias zonas.

En el penúltimo almuerzo trimestral también se despegó la suela de mis zapatos formales -ya tienen más de cinco años-; y unos Vans que había comprado hacía unos años en la tienda de ropa usada empezaron a romperse en la parte interna.

Los únicos que me quedaban en buen estado eran unos Nike Sb de gamuza; pero al elemento derecho de estos se le empezó a despegar la franja de caucho que une la suela con la parte superior; con eso me quedé sin zapatos.

Y lo noté el día sábado: recibí una invitación de mi primo favorito para una cena en la que celebrarían la graduación de su primogénito; en el pasado evitaba a ir a este tipo de eventos; pero, después de la pandemia, me he esforzado en romper el aislamiento.

La cuestión es que, literalmente, me he quedado sin zapatos.

Y a ver cómo sigue eso... 

El viernes pasado el trabajo continuó super tranquilo: desde el día anterior habíamos estado teniendo dificultades para conectarnos con el equipo que se encuentra en el Imperio del Norte; al parecer el último release no había estado muy bien. 

Yo había esperado actualizar el control de tareas actual pues no me había estado sintiendo muy bien de mi desempeño personal durante los últimos días -o semanas, o meses-; pero nomás marqué la mayor parte de tareas como bloqueadas.

Algo que me llamó la atención fue que no tuvimos la reunión semanal de equipo: al parecer el supervisor continuaba bastante ocupado con el trabajo en la nueva área; durante toda la semana tampoco tuvimos la reunión del mediodía.

Yo estuve en comunicación con los otros dos analistas del equipo local -el tercero, el que menos bien me cae- se había tomado unos días de vacaciones, por una 'emergencia'; pero no me esforcé mucho en continuar con las atribuciones asignadas. 

Al mediodía recibí una llamada de mi supervisor: estaba en reunión con una analista con la que trabajé brevemente unas semanas atrás; me pidió que le enseñara a utilizar la plataforma en la que registramos una gran parte de nuestro trabajo.

El lunes me había pedido más o menos lo mismo pero para la analista más antigua de su equipo; yo le había escrito a esta persona pero me había pedido que realizáramos el training al día siguiente ya que no tenía acceso al sitio.

Pero ya no tuve noticias de ella -al menos con respecto a este asunto-; la analista del viernes sí se mostró dispuesta a aprender; entonces programé una reunión para que pudieramos grabar las instrucciones.

Nos reunimos unos minutos más tarde y le mostré cómo ingresar a la plataforma, también a crear el espacio en el que se listan las tareas que debemos realizar rutinariamente; pero eso fue todo, la reunión fue bastante corta: ella tampoco tenía acceso.

El resto del día continuó normal: casi nada de actividades laborales; aproveché para avanzar en el libro en francés -Mon Mari-, en el libro en portugués -Harry Potter e a camara secreta- y en mejorar mi nivel de ajedrez en Duolingo: la semana anterior había alcanzado un elo de mil cuatrocientos; pero, luego de una mala racha, había bajado a menos de mil doscientos.

Al final de la tarde Rb entró a la clase de lengua y literatura que está recibiendo en su programa teológico; yo me quedé en mi habitación viendo algunos videos de Youtube -y resolviendo el wordle en inglés-; luego compartimos un poco de tiempo en su habitación.

El sábado me levanté a meditar a las seis y media; después sopesé las opciones de salir a prepararme el desayuno o escribir un poco; al final tiré una moneda al aire y terminé escribiendo acá por casi una hora.

Cuando escuché que Rb se levantó salí de la habitación; esperé a que terminara de preparar su desayuno y después me metí a la cocina a preparar mi panito de los sábados; y el café con el que lo acompaño.

Habíamos acordado acudir a los supermercados en dirección sur porlo que a las diez tomé una de las bolsas reusables y empezamos la caminata; en el local más alejado compré una bolsa grande de mayonesa y en el otro compramos un poco de bananos.

Luego pasamos a la tienda de las verduras: Rb quería comprar espinaca pues teme que su período prolongado pueda provocarle anemia; también compramos un poco de manzanas verdes; después retornamos a casa.

La visita a la tienda no me había parecido una muy buena idea:  Rb generalmente toma tiempo para conversar con las propietarias, y yo quería retornar a casa para empezar a prepararme para salir; en la mañana me había enterado que una de las entradas a la ciudad había colapsado.

Resulta que, durante la madrugada, un camión se había pasado llevando una pasarela-estación de transmetro en la ruta al Pacífico; la pasarela había cubierto totalmente ambos carriles por lo que había un embotellamiento bastante fuerte.

Previendo dificultades en el trayecto había sopesado la opción de irme en autobús o Uber; pero cuando regresamos del supermercado revisé Waze y no se veía mucho tránsito; incluso saqué a caminar a la perra más pesada de Rb -ella me acompañó con el otro perro-.

Después me bañé y salí a tomar el automóvil; y el tránsito estaba bastante fluido; tanto que llegué al departamento de mis hijos con casi media hora de antelación; subí al séptimo nivel y le escribí a mi hijo para que me abriera la puerta.

Lo cual espero que sea la última vez: mi hija mayor me había escrito unos días antes para comentarme que le había sacado duplicado a las dos llaves de la puerta de acceso al departamento; ese día le había transferido el valor de las copias (cinco dólares).

Mi hijo salió a brindarme acceso y luego continuó preparándose; al final salió como con quince minutos de retraso; la verdad me sentía molesto por la espera e incluso estuvo contemplando reclamarle; pero, al final, mejor me tranquilicé y le propuse que caminaramos al parque temático de costumbre.

La tarde estaba bastante gris pero llegamos al lugar sin ningún contratiempo; nos dirigimos al restaurante de pollo frito del lugar y compré un par de menús de piezas de pollo; luego caminamos hasta el área social en donde frecuentemente almorzamos.

Pero el lugar estaba acordonado; al parecer se iba a realizar un evento; y justo cuando llegábamos empezó una llovizna no tan ligera; caminamos hacia la otra área social techada; la verdad no tenía esperanzas de encontrar una mesa libre pues la lluvia arreció y mucha gente empezó a buscar un lugar para guarecerse.

Afortunadamente encontramos aún una mesa libre; en donde nos instalamos para tomar nuestro almuerzo; después del almuerzo estuve desarmando los cubos de Rubik que llevaba -como seis o siete- para que mi hijo los resolviera.

Después jugamos una partida de ajedrez: me había equivocado y lo metí en la mochila, en lugar del Scrabble; no puse mucho cuidado en el desarrollo de la partida y al final mi hijo capturó todas mis piezas; como la lluvia había amainado nos dirigimos a la rueda de Chicago; pero no estaba funcionando.

Entonces empezamos el retorno a casa; pero antes pasamos a un par de centros comerciales; en el primero mi hijo adquirió algunos artículos para preparar sus almuerzos; en el otro comercial retiré novecientos dólares de mi cuenta de ahorros.

Completamos el retorno a casa sin ningún percance; cuando entramos al departamento mi hija segunda estaba en la sala; y llamé a mi hija mayor para ofrecerle una bebida caliente; preparé un par de tazas de té de jazmín -mi hija mayor ha vuelto a su dieta- y un café.

En el primer comercial al que pasamos con mi hijo menor había comprado un par de cubiletes y los partí por la mitad para compartirlos; pero mi hija segunda indicó que acababa de almorzar -tampoco tomó nada- y mi hija mayor comentó que había vuelto a Atkins.

Departimos en el espacio de la sala durante más de media hora; después me despedí de los tres, aunque mi hija mayor insistió en acompañarme hasta el garage; tomamos el elevador y bajamos hasta el sótano; el retorno a casa se produjo sin ningún tropiezo.

El domingo le había pedido a Rb que me acompañara a la ferretería en la que usualmente nos proveemos: quería comprar una herramienta multiusos parecida a la que utilizo para regalársela al hijo de mi primo, por su graduación.

Mi primo me había escrito el día anterior, para invitarme a una cena que estaba organizando en el local de la iglesia a la que asiste con su familia; después de la meditación de la mañana del domingo había retornado a la cama; me levanté cuando escuché que Rb salió de su habitación.

Salimos de casa a las diez y Rb me sugirió que pasáramos a la tienda de ropa usada; yo le había comentado que me había quedado sin zapatos -o sea, debo reparar los Nike SB-  y, generalmente, en este lugar he encontrado buenas opciones.

Caminamos hasta la tienda -son dos kilómetros y medio de distancia- y encontré unos New Balance negros que me llamaron la atención; pero también ví otros más sencillos con una marca algo rara: I love comfort; al final me decidí por estos últimos -por ocho dólares, los otros costaban más del doble-.

Me dí cuenta que eran de mujer hasta que regresé a casa y ví la factura de la tienda; aunque no es la primera vez que me sucede: hace unos años estuve usando por mucho tiempo otro par de tenis que también descubrí -bastante tarde- que eran de una marca femenina.

Incluso fue el par de tenis que me llevé en el viaje a la Suiza centroamericana; cuando me llevé a mi hija mayor y mi hijo menor a la gradución de su hemana mediana; los zapatos eran cómodos y fueron bastante durables.

Después de la tienda de ropa pasamos a la ferretería; allí compré una herramienta multiusos similar a la que le regalamos al anciano que se ha estado haciendo cargo de las plantas del exterior de la casa de Rb.

La herramienta me costó doce dólares; aunque pagué la mitad de la misma con los puntos acumulados en la tarjeta de cliente frecuente del lugar; luego retornamos  a casa; al mediodía preparamos la alitas dominicales, y las acompañamos de una sopa de espinaca.

Seguidamente sacamos a caminar a los perros de Rb; el día había estado bastante gris pero la lluvia estaba pronosticada para la mitad de la tarde, por lo que pudimos concluir la caminata sin ninguna dificultad.

A media tarde preparé un té de jazmín para Rb y una taza de café para mí; el resto del día lo pasé viendo videos de Youtube, y terminando el libro de la línea de Ficción en Inglés: How to End a Love Story; el final era previsible, pero me gustó la forma en la que la autora lo desarrolló.

A las cinco ayudé a Rb con la preparación de los almuerzos de la semana: corté una porción de champiñones y machaqué algunos ajos; luego, a las cinco y media, me metí a la ducha y me preparé para acudir a la cena.

La lluvia había empezado un poco antes por lo que me llevé la chumpa de mi hija mediana que he estado usando en los últimos tiempos; el tránsito -a pesar de la lluvia, estaba bastante ligero; llegué al lugar de la reunión un poco después de las seis.

Lo malo es que en la calle en cuestión estaban preparando una alfombra de procesión; por lo que me tocó que dar un par de vueltas a la cuadra y, finalmente, dejar el auto estacionado en la avenida principal.

Revisé que las puertas estuvieran bien cerradas y me adentré en la calle; la iglesia en la que habían planeado la cena se encuentra casi a la mitad de la arteria y me tocó que tocar el portón pues todo estaba cerrado.

La esposa de mi primo salió a abrir y me encontré con dos mesas en el áre en la que usualmente se sientan los feligreses; una de las mesas estaba bastante llena y la otra completamente vacía; mi primo estaba en la parte frontal y fui a saludarlo.

Su hijo estaba sentado a la mesa, departiendo con los familiares del lado de su madre; fui a interrumpirlo y le entregué el regalo que le llevaba; después me acomodé en la mesa vacía; un poco después llegaron mis tíos y mi segunda prima favorita.

Yo había esperado encontrar a mi prima favorita -la mayor de los tres-; pero me comentó la presente que habían estado celebrando el cumpleaños del hijo mayor y que no iban a poder acudir.

La cena consistió de un asado típico: carne asada, guacamol y alguna otra guarnición; luego mi primo presentó un archivo de PowerPoint con muchas fotografías de su familia, centrándose en el desarrollo de su hijo, desde su etapa infantil hasta el presente.

En total estuve casi dos horas en el lugar; la mayor parte la pasé con mi prima y su segundo hijo; después de la presentación mi primo tomó la palabra para agradecer la presencia general; y luego casi todos los presentes pasaron a externar su bienestar.

Un poco antes de las ocho -mientras la mayoría hacía fila para tomarse una fotografía con el graduando- me despedí de mi prima y mis tíos y salí a buscar el auto; afortunadamente el mismo estaba sin novedad; llamé a Rb para comentarle que empezaba el retorno y procedí con el mismo.

 El lunes fue asueto: se celebra una revolución de hace casi cien años en el que se trató de cambiar el sistema político del país -como de una gran parte del mundo también-; pero, por supuesto, al menos acá, no iba a funcionar: estamos demasiado cerca del Imperio.

Me levanté a las cinco y cuarto, medité veintiún minutos y luego desperté a Rb; realizamos la rutina de ejercicio de los lunes; después me duché, y luego retorné a la cama; en donde estuve casi hasta media mañana.

Me levanté a desayunar a esa hora y, después, me pasé la mayor parte del día entre videos de Youtube y  lectura; también estuve cotizando la construcción de la pared en la sala del departamento de mis chicos.

 Al final de la tarde realicé la limpieza de pisos que hago dos veces a la semana; también cortamos algunos güisquiles y un poco de flores de loroco; los cuales Rb procedió a regalar a los vecinos; al principio de la noche ví el último capítulo de Task; el cual estuvo muy muy bueno.

Y a ver cómo sigue eso...

sábado, 18 de octubre de 2025

Un mejor futuro... A better future... Un meilleur avenir...

En el budismo -o al menos, en el budismo zen- -o al menos, así lo entendí- se enfatiza el no aferrarse; ni al pasado, ni al presente, ni al futuro; o sea, impermanencia total; yo lo he tomado -lo leí, creo, en alguna parte- como no esperar, no tener esperanza.

Lo que de buenas a primeras suena bastante dark: o sea, la mayor parte de las personas tienen la esperanza de un mejor mañana; y es lo que mueve a la mayoría a continuar con sus esfuerzos.

Pero, creo que, tiene sentido; al menos para mí: no importa el esfuerzo, o los resultados, o los fracasos; al final todos llegaremos al mismo lugar; o a la misma situación; o sea, nadie sale ganador de esta partida.

Yo, al menos, no lo encuentro deprimente; quién sabe si porque lo he intelectualizado; o simplemente porque ya tengo cincuenta y dos años y no espero grandes cosas de la vida; me basta con disfrutar -a veces no literalmente- el día, tratar de ser amable con las personas, y pasar un poco de tiempo con mis hijos.

Me puse a pensar -otra vez- en esto en la mañana del sábado anterior: vino de visita mi amigo asiático autista -trato de invitarlo a desayunar cada tres meses, pero la última vez lo había citado en la cafetería que más visito-.

En esta ocasión -igual que como seis meses atrás- le pedí que viniera a la casa de Rb: preparo un omelete con embutidos, champiñones y chile pimiento; frijoles refritos, platanos fritos, y café; han sido, en general, buenas reuniones.

La última vez había decidio no invitarlo acá pues no me había sentido cómodo cuanod Rb intentaba conversar 'normalmente' con él: yo nomás lo dejo que hable y hable y hable; agregando nomás, de vez en cuando, algún comentario.

Pero el sábado mi amigo estuvo actuando un poco diferente: hacía grandes pausas al hablar; e incluso tenía ciertas dificultades al responder a preguntas directas; yo lo noté un poco, pero no le dí mucha importancia; Rb lo notó y me conminó a que le preguntara si le había sucedido algo.

Trate de hacerle una pregunta bastante ligera; pero no me dió ninguna respuesta específica; más tarde le comenté a Rb que quizá estaba intentando auto regularse; o sea, a mí me ha sucedido varias veces; después de algún evento desafortunado, como un reclamo directo, o un deliz social importante, me retraigo.

Pero hubo algo más que me dejó pensativo: en cierto momento de la conversación mi amigo volvió a referirse a su situación indicando que esperaba que mejorara: encontrar un trabajo en donde reciba un poco más de dinero; y en el que sienta que su contribución es más importante.

Y es que, personalmente, yo no espero eso: me gusta mi trabajo -no es perfecto- y no espero encontrar otro 'mejor'; afortunadamente mis egresos son de alrededor de la mitad de mis ingresos; y tampoco tengo grandes aspiraciones sobre la 'contribución' que mi trabajo pueda representar.

Es más, en muchas ocasiones lo encuentro irrelevante: mucho del trabajo que realizo puede ser obviado; y no es que no me esfuerce; de hecho trato de realizar las tareas asignadas con el cuidado necesario; pero, muchas veces, el resultado queda totalmente fuera de mi control.

Entonces, le comentaba a Rb que me llamaba la atención las esperanzas de mi amigo; tenemos casi la misma edad, pero yo no ando en búsqueda de algo más; o sea, uno de mis temores vitales es que me despidan de mi trabajo actual -aunque en otras ocasiones deseo que lo hagan-, encuentro curiosa la diferencia.

Y a ver cómo sigue eso... 

El domingo anterior había previsto visitar al voluntario que vive en la colonia en la que crecieron mis chicos: repito lo mismo cada mes desde hace un par de años; había comprado, para el efecto, una bolsa de pan tostado.
 
Unos días antes Rb me había pedido que cortáramos el monte del patio delantero: había crecido bastante y les provoca dificultades a los perros cuando salen a aliviarse de sus necesidades fisiológicas; así que a media mañana nos pusimos a la tarea, completándolo en un poco más de un ahora.
 
A las tres menos cuarto me dirigí a la casa del voluntario; llevaba la bolsa de pan tostado que había comprado la tarde anterior, y el tablero de ajedrez: a pesar de no haber querido continuar con el cubo de Rubik, aún podemos jugar una partida cada mes.
 
El tránsito estaba bastante bien y llegué a la casa de mi amigo un poco antes de las tres de la tarde; y nos pasamos el siguiente par de horas entre café -había llevado un par de los paquetes individuales que me son tan convenientes- y ajedrez.
 
Al igual que las veces anteriores me esforcé en no ganar; pero estuve casi a punto de perder: me quedé sin la dama y mi amigo logró hacer una segunda; al final, y casi por casualidad, mi rey quedó en una posición sin opción a movimiento; o sea, ahogado; aunque mi amigo lo publicó como una victoria.
 
Un poco antes de las cinco me despedí de mi amigo y me dirigí a la cafetería en la que frecuentemente invito a mis conocidos a desayunar; allí me reuní con mi amiga psicóloga a la que ví hae casi tres meses -cuando hubo una serie de temblores en la ciudad-.
 
Mi amiga llegó un poco después de las cinco; el plan era que nos tomáramos un café y un pastel; pero mi amiga no había tenido tiempo de almorzar; con lo que ordenó una hamburguesa, yo pedí un café y un pastel, y me hice cargo de la cuenta.
 
Estuvimos por un poco más de una hora en el lugar; y, noté -no por primera vez, que en este caso yo ocupo el lugar del amigo autista: hablo y hablo y hablo; un poco antes de las siete nos despedimos y retorné a la casa de Rb.
 
El lunes esetuvo bastante tranquilo en el trabajo: al parecer el proyecto en el que trabajo está ampliando su área de aplicación, y el supervisor está tratando de involucrarse más en esa parte, dejando al equipo local sin mucho control.
 
Con Rb completamos la rutina de ejercicios a primera hora de la mañana; por la tarde, luego de la jornada laboral, bajamos a los supermercados en direcció sur a comprar un poco de canela y algunos bananos.
 
El martes continuó la saga actual de Rb y sus dificultades ginecológicas: luego de algunas semanas con medicación recetada por un endocrinólogo -para tratar la tiroides- empezó a tomar anticonceptivos, para controlar una pequeña masa en el útero.
 
Pero, al parecer, esto último no le cayó nada bien: su período se alargó por más de una semana y empezó a sentir algunas otras molestias; leyó en internet que si había dolores debía ir con el médico; y empezó a sentir dolores.
 
Entonces, ese día fue a la ginecóloga que le recetó los anticonceptivos; y, como la clínica ya no se encuentra en el municipio, la salí a dejar al transmetro; de allí viajó unos cuantos kilómetros hasta la estación cerca de la casa de su mejor amiga.
 
En ese lugar pasaron por ella los papás de su mejor amiga: la doctora está atendiendo en un hospital privado de una zona algo alejada; y Rb no quería manejar; la doctora le hizo un nuevo ultrasonido y determinó que, además de la masa encontrada antes, ahora se presentaban unos miomas.
 
Por lo que le indicó que no continuara con los anticonceptivos; los papás de la mejor amiga de Rb la habían esperado en la clínica y luego la trajeron a la colonia; después del horario laboral nos dirigimos a los supermecados en dirección sur.
 
El miércoles me tocaba salir de casa: la semana anterior la supervisora había pospuesto el almuerzo trimestral pues su hija -tiene un poco más de un año- estaba presentando problemas de salud -alguno de esos virus que captan en el colegio-.
 
Rb ordenó el medicamento que la ginecóloga le había indicado el día anterior: la indicación era que lo tomara si el flujo continuaba; pero había algo sobre esperar dos o tres días para ver la evolución.
 
Pero no, Rb llamó a la farmacia -fueron más de sesenta dólares-; yo había decidido pasar a saludar a mi amigo que vive en el otro lado de la ciudad; trabaja en un lugar más o menos cercano al lugar en el que estaba programado el almuerzo.
 
El almuerzo estaba previsto para las doce y media; salí a las diez de la mañana, previendo que me tomaría un par de horas llegar al edificio en el cual trabaja mi amigo; quien se suponía saldría a mediodía.
 
El plan era que nos reuniéramos a las doce, tomar un café -o similar- y luego me llevaría -en moto- al restaurante en donde debía estar media hora más tarde; al final llegué al lugar a las doce menos cuarto.
 
Le escribí a mi amigo y me quedé esperando en la parte frontal del edificio en el que trabaja; y esperé hasta las doce y cuarto sin ninguna respuesta; a esa hora le envié un mensaje comentándole que me retiraba y entré a la estación del transmetro que se encuentra frente al lugar.
 
Llegué al restaurante -mediterráneo- con cinco minutos de retraso; mi supervisora ya se encontraba con el discurso inicial; pero no fui el último: tres o cuatro personas llegaron durante la siguiente hora; y el último llegó casi a las tres.
 
La comida del lugar estuvo buena: gyro y papas fritas; las segundas las identifiqué, el primero lo nombró Rb cuando le envié una fotografía del almuerzo; pero la reunión fue bastante extensa: tres equipos diferentes presentaron los detalles de sus labores.
 
El fin de la reunión estaba previsto para las tres y media; el día anterior le había escrito a mi primo -el segundo hijo del hermano menor de mi papá- para que nos reuniéramos cuando saliera de su trabajo: sale a las cuatro y eran como cuatro o cinco estaciones de transmetro de distancia.
 
Pero la reunión se alargó; por lo que le envié un mensaje, comentándole lo sucedido y pidiéndole que nos reuniéramos en un punto intermedio; entonces pude despedirme tranquilamente de todas las personas que llegaron.
 
Después caminé hasta un Mc Donald's y me entretuve la siguiente hora jugando ajedrez en Duolingo; también estuve en constante comunicación con mi primo, para saber el progreso de su viaje; un poco después de las cinco nos encontramos en la estación del transmetro más cercana.
 
De allí caminamos a la estación anterior y tomamos una unidad hasta el comercial en donde se estacionan los busitos que llegan al municipio; a un lado -casi- de este comercial hay otro en donde se encuentra Dunkin Donuts, hacia allí nos dirigimos.
 
Invité a mi primo a café y donas -él ordenó dos- y nos quedamos en el lugar por un poco más de una hora; Rb me había escrito un poco antes para perdirme que retornara antes de las ocho, pues no quería empezar su nueva medicación en soledad.
 
Con mi primo la conversación es un poco rara: ha estado leyendo masivamente desde hace unos años -cerró la carrera de auditoría pero no ha hecho esfuerzos por graduarse- por lo que sus temas de conversación son bastante intelectuales.
 
Un poco antes de las siete le indiqué que debía retornar a mi casa y me acompañó hasta el busito; luego nos despedimos; vine como a las siete y media pero Rb me indicó que había decidido no tomar la medicación: entre sus ingredientes estaba el almidón de maíz.
 
El jueves siguió tranquilo el trabajo; de hecho continuamos sin las reuniones del mediodía; tampoco pude avanzar mucho -pero sí terminé una prueba que tenía pendiente desde hacía varias semanas-.

Rb salió al supermercado y volvió antes del mediodía; en el ínterin hice un poco de Duolingo, preparé una taza de arroz y salí a comprar un par de zanahorias, para las ensaladas del almuerzo; me trajo unos cubiletes.

Después del almuerzo Rb tuvo una crisis: mientras le estaba dando de comer a su perra más anciana me indicó que se sentía mal; sentía las manos dormidas y una debilidad extrema; yo estaba lavando los trastes del almuerzo.

Con las manos jabonosas me acerqué y le hice un par de preguntas para evaluar su nivel de malestar; ella se acostó en el piso -había estado sentada- y me indicó que temía desmayarse; traté de tranquilizarla.

Luego se desesperó porque la perra no comía -lleva alimentándola de esa forma durante varios años- y la situación se puso bastante dramática -o tensa?-; yo traté de continuar con mi rutina; me preparé un café y le preparé un té.

Un poco después Rb se tranquilizó; y me indicó que no le había gustado que me mantuviera tan pasivo mientras ella sentía que debía ir a un hospital, o llamar a los bomberos, o algo parecido.

Yo nomás le indiqué que estaba dispuesto a realizar alguna de esas acciones cuando la situación lo ameritara; al final nos reímos -un poco- del suceso, y continuamos la jornada normal: incluso salimos a caminar al final de la tarde.

Y a ver cómo sigue eso...