martes, 7 de octubre de 2025

Salida final... Final exit... Sortie definitive...

Por alguna razón -el tema de la muerte ha sido más frecuente en mi vida en los últimos tiempos- bajé -y comencé a leer- el libro  Final Exit: The Practicalities of Self-Deliverance and Assisted Suicide for the Dying, de Derek Humphry; estuvo en la lista de los más leídos en el Imperio del Norte hace unos años.

Y, como ahora se puede conocer más al autor, me puse a buscar un poco de información sobre el mismo: un periodista británico -después se nacionalizó estadounidense, me parece- que asistió a su primera esposa cuando estaba en la última etapa de un cáncer de huesos.

El señor se casó tres veces; con la segunda fundaron la sociedad Cicuta (o Hemlock en el idioma más usado en los negocios) y ella misma fue una activista del derecho a la eutanasia; supuestamente ella había ayudado a que sus padres se eutanasiaran (existirá como verbo?).

Lo irónico -o quizá no- fue que, luego de muchos años más tarde ella también contrajo cáncer; se divorció de Derek y se adhirió al movimiento anti eutanasia; al final -parece que- se suicidó; dejando una nota en la que acusaba a este señor de haberla presionado para que terminara su existencia después del diagnóstico de cáncer.

Lo que también me parece -¿irónico? ¿hipócrita?- es que al final de su vida el autor no se decantó por la self-deliverance; sino que terminó sus días en un hospice en el estado en el que logró -a través de sus grupos- que se aprobara una ley para el suicidio asistido.

El libro me parece interesante; ceo que lo leeré completo -voy por el segundo o tercer capítulo-; aunque aún no he decidido en qué orden: bajé el archivo pdf y durante los últimos días me ha costado continuar con mis líneas de lectura habituales.

Y a ver cómo sigue eso... 

El viernes me levanté a las cinco y cuarto: era el último día de la semana laboral, durante el cual realizamos la tercera rutina de ejercicios; y hemos estado realizándola desde la semana anterior antes de que inicie la reunión diaria de mi equipo de trabajo.

Durante los días anteriores había estado tratando de trabajar en las asignaciones de nuestro supervisor en el Imperio del Norte; pero es frustrante porque no están bien definidas; y tampoco lo que tenemos que realizar está bien definido.

La reunión de las siete estuvo tranquila; nomás se revisaron un par de anomalías que habían sido reportadas el día anterior; me pareció raro que no se llevara a cabo la reunión semanal del equipo -la que se realiza a las diez y media-; pero me imaginé que la reunión del mediodía estaría más cargada.

Pero la reunión del mediodía tampoco estuvo pesada: el supervisor nomás realizó una revisión ligera de las últimas tareas; pero nada serio; por lo que pudimos almorzar en paz: era el último día de hash browns -de pollo y papas- y ensalada; también hemos estado tomando fresco de Rosa de Jamaica durante toda la semana.

Lo que no me esperaba -o sea, lo había mencionado por la mañana pero no le había puesto atención- fue una llamada a media tarde; en esta ocasión se dedicó a realizar una revisión 'detallada' del avance en la realización de las asignaciones; y no quedó nada satisfecho.

Cuando me cuestionó nopude contenerme y me puse a la defensiva; incluso subiendo el tono de mis palabras para tratar de explicarle las razones por las cuales no hemos podido alcanzar el nivel que él continúa exigiendo.

Al final la reunión se terminó con una conminación a incrementar el esfuerzo; y la promesa de los tres - el analista que menos me cae bien no asistió- de completar la asignación de acuerdo al plan: el lunes.

Al final de la tarde, después del horario laboral, realicé la limpieza que hago dos veces por semana en los pisos de las habitaciones, la sala-comedor, el baño y la cocina; luego, como nos estaba faltando lechugas, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur.

Como el tiempo estaba bastante pluvial llegamos nomás al supermercado más cercano; lo malo es que no había ninguno de los tres tipos de lechuga que utilizamos comunmente para las ensaladas; nomás compré una bolsa con lechuga ya picada -y un poco de zanahoria-; después, en la tienda, compré una pequeña zanahoria.

El sábado me levanté a las cinco menos veinte; con Rb habíamos acordado que la levantaría a las cinco, pues quería que lleváramos a su perra más anciana a la veterinaria que se encuentra en el lado opuesto de la ciudad: sus ojos habían estado empeorando; y quería también que revisaran su condición de rigidez en las piernas y la espalda.

Medité veintiún minutos y luego entré a la habitación de Rb; ella se alistó -y a la perra- y a las cinco salí a encender el automóvil; el tránsito -por la hora- estaba bastante ligero; llegamos al lugar apenas un poco después de las seis de la mañana.

La clínica atiende, los sábados, a partir de las siete de la mañana; Rb bajó un momento a su perra -a que hiciera sus necesidades-  y luego volvieron a subir al auto; pero la perra estaba incómoda y gimiendo; la bajé a caminar -apenas media cuadra- por casi media hora.

Un poco antes de las siete llegó otro automóvil; luego otro; a las siete ya habían tres o cuatro automóviles; pero, como habíamos llegado antes, Rb se formó al inicio de la cola; a las siete abrieron las puertas y Rb pasó a recepción a dar los datos de la perra.

Estuvimos esperando un poco en la sala de espera -es inmensa- y luego llamaron a Rb; la consulta fue bastante extensa y cuando salió, el veterinario le explicó una larga lista de instrucciones para que le diera varios medicamentos a la perra.

La cuenta fue alta (como ciento cincuenta dólares entre el costo de la consulta y tres o cuatro medicamentos que Rb tuvo que adquirir en el lugar); después del pago de la cuenta abordamos el automóvil e iniciamos el amino de vuelta.

Había una cantidad bastante alta de automóviles en la calle principal; temí que el tránsito de la ciudad hubiera aumentado; pero no, del otro lado de la calle había un operativo de la policía: al parecer querían detener el funcionamiento de los taxis y motocicletas piratas.

El embotellamiento fue, afortunadamente, bastante ligero; y el resto del camino a casa no fue demasiado extensa; incluso pasé a una gasolinera a rellenar el tanque de gasolina (veintiseis dólares); además, debía calibrar las dos llantas traseras (una apenas llegaba a diez PSI y la otra a veinte, cuando lo indicado es treinta y tres).

Al retornar a casa procedí a prepararme el desayuno de los fines de semana; después me metí a la habitación, hice algunas lecciones de Duolingo; pero me sentía bastante fatigado; salí a avisarle a Rb que trataría de dormir un rato.

Puse una alarma para las diez y media y traté de conciliar el sueño; me dormí un rato pero estuve siendo despertado por algún que otro vehículo que pasaba por el boulevard; a las diez y media sonó la alarma y me levanté.

Desinfecté la lechuga -y zanahoria- que había adquirido el día anterior y, luego, preparé las dos ensaladas que había previsto llevar para el almuerzo con mi hija mediana; después saqué a caminar a la perra más pesada; Rb me acompañó con su otro perro.

Un poco antes de las doce (después de bañarme) cargué el automóvil con mis dos mochilas e inicié el viaje hacia el departamento de mis hijos; era bastante temprano y encontré muy poco tránsito; un poco después de las doce y media estaba parqueándome en el edificio.

Subí -por las gradas- al séptimo nivel y le escribí a mi hija para que saliera a abrirme; también toqué el timbre; pero nadie salió; por lo que me puse a jugar un par de partidas de ajedrez; al rato salió mi hija.

Nos saludamos y le propuse que nos dirigiéramos al parque temático: el día se veía bastante gris pero, aún, no había empezado a llover; por lo que pudimos realizar la caminata de casi un kilómetro hasta el lugar.

Pasamos a comprar un par de hot dogs antes de ingresar al parque; apenas habíamos ingresado cuando empezó a llover; no muy fuerte, nomás algunas gotas grandes; lo malo es que una de las áreas techadas -y con mesa- estaba bastante ocupada; la otra estaba reservada por una celebración del día del niño.

Lo malo es que la lluvia estaba empezando a arreciar, po lo que no podíamos utilizar alguna de las áreas verdes para tomar los alimentos; afortunadamente encontramos un pequeño lugar techado en un pasillo al aire libre; había ya varias familias en el lugar.

Procedimos a almorzar allí; utilizando la caja y el tablero del Scrabble como mesas: hot dogs, ensaladas, snacks y un par de coquitas; la lluvia arreció y el lugar empezó a llenarse más; de hecho tuve que llamar la atención de una persona quién estaba acercándose demasiado a nuestro entorno -estaba de espaldas-.

Eran dos o tres familias con varios niños; y el espacio estaba bastante limitado; dos de las familias lograron acomodarse allí y la tercera se quedó de pie; un poco más tarde la familia que estaba en el lado contrario se retiró y los que estaban de pie empezaron a acomodarse en el lugar; pero les ofrecí que nos moveríamos para que pudieran estar todos juntos.

Terminamos de almorzar y le pregunté a mi hija si le interesaba aprender a resolver el cubo de 4x4 o el de 5x5; a lo cual declinó; entonces le propuse una partida de Scrabble; la cual completamos en un tiempo bastante considerable.

Luego nos dirigimos a la rueda de Chicago más grande del lugar; pero la misma no estaba en funcionamiento; no estaba lloviendo más, pero me imagino que tienen algunas reglas para el funcionamiento de este tipo de juegos mecánicos.

Entonces le propuse a mi hija que asistiéramos a la última función del teatro -a las cuatro-; aceptó y nos dirigimos al lugar; ella no había visto la obra musical -yo la veía por sexta vez, me parece-; cuando terminó empezamos el camino de regreso al departamento.

En el camino pasamos a un supermercado y compré una magdalena; cuando llegamos al departamento le propuse prepararle un café -ella preparó su propia bebida- y le envié un mensaje a mi hija mayor y a mi hijo menor, invitándolos a una bebida caliente.

Mi hija mayor me contestó en el acto; y salió de su habitación, al parecer sigue con sus costumbre noctámbulas: se notaba que estaba despertándose; mi hijo menor no me contestó: sospecho que acaba de perder su trabajo, pues, aunque me transfirió la cuota mensual del departamento -y del último préstamo- no me pidió que le transfiriera el monto que le he estado depositando para la compra de acciones de su empresa.

Preparé un par de cafés -había llevado la olla que compré la semana anterior en la tienda de ropa usada- y estuve la siguiente media hora con mis hijas; un poco antes de las seis me despedí de ambas y me dirigí al automóvil; mi hija mayor me acompañó al mismo.

Inicié el viaje de retorno a la casa de Rb; la primera parte del trayecto estuvo bastante libre; pero, casi a la mitad del camino, el tránsito se paralizó por casi diez minutos; de hecho me quedó en el paso a desnivel, justo en la cuesta de salida.

Llamé a Rb para pedirle que revisara Waze para ver si había alguna razón por la que el tránsito estaba detenido; ella revisó el sitio y me llamó de vuelta: al parecer había un accidente justo frente a la megarefreiglesia que se encuentra al final de la encuesta de entrada al área en la que vivimos.

Le pregunté por la otra entrada al municipio y me comentó que se encontraba libre; decidí utilizar esta última; la cual no estaba libre; de hecho estaba bastante concurrida; pero al menos el tránsito no estaba detenido; a las seis menos cuarto Rb me volvió a llamar pero yo ya venía a la altura del supermercado más cercano.

Me sentía bastante agotado; de hecho en el trayecto estaba pensando que la reunión de la bebida caliente -y magdalena- con mis hijas la había sentido bastante tediosa; pero creo que se debía a que me había levantado bastante temprano -igual que casi toda la semana-.

El domingo me levanté a las seis y media; medité pero decidí no realizar nada más: ni wordle, ni Duolingo, ni lectura, ni nada; después de los veintiún minutos de meditación nomás retorné a las sábanas y no me volví a levantar hasta casi las nueve.

A esa hora salí de la habitación a prepararme el desayuno de los domingos: huevo con tortilla de harina y frijoles volteados -y café-; Rb me pidió a media mañana que la acompañara al supermercado: quería ver si ya habían lechugas disponibles.

Caminamos al supermercado más cercano en dirección sur; pero no había lechugas; al parecer las lluvias han provocado una reducción de las entregas; entonces nos dirigimos a los supermercados en la dirección opuesta; allí sí encontramos de una variedad de lechugas; y compramos -a un precio bastante elevado- otro par de una segunda variedad.

También compramos un poco de bananos; luego retornamos a casa; yo había estado sopesando trabajar un poco -para evitar un poco la debacle que me imagino que produciría pronto por el poco avance en el proyecto-; pero al final no tuve ánimos.

Rb me pidió que la ayudara a cortar algunas flores de loroco y saqué la escalera de la bodega; al mediodía preparamos alitas de pollo; las que acompañamos con un resto de caldo que nos sobró de los almuerzos de la semana -y refresco de Rosa de Jamaica-.

Por la tarde tampoco leí ni nada; nomás me estuve viendo videos de Youtube de algunos canales de divulgación científica; también terminé de ver la última película de Mark Wahlberg.

Al final de la tarde ayudé a Rb en la preparación de los almuerzos de la semana: piqué, con ayuda del procesador manual, un par de zanahorias grandes y varios chiles pimientos; también preparé las gelatinas para mis desayunos de la semana.

Por la noche, como Rb tenía que entrar a su clase de Teología -está por terminar el semestre- me metí a mi habitación a ver el último capítulo de Gen V; después separamos los almuerzos en cuatro porciones, para almacenarlos en la refrigeradora; y aproveché para meter mis gelatinas a la misma.

El lunes me levanté a las cinco y cuarto; medité los veintiún minutos de mi práctica actual y luego salí a encender la computadora del trabajo y la personal; después desperté a Rb; completamos la rutina de ejercicios sin contratiempos y, después de una ducha, entré a la reunión diaria del equipo.

A esta reunión no entró nadie más de mi área -ni mi supervisor-; pero tampoco estuvo tan animada; nomás se revisaron los últimos errores encontrados: incluyendo el que había reportado el viernes; pero no hubo mucho jaleo.

El resto de la mañana traté de completar mis tareas pendientes; se suponía que era el último día para completar al cien por ciento las asignaciones que empezamos el miércoles anterior; pero no pude completarlo todo.

La reunión del mediodía estuvo ligera; revisando el avance y recibiendo -nuevamente- la instrucción de completar todo para el final del día -lo que, técnicamente, no era posible, por las limitaciones con el equipo-.

Almorzamos la primera de las cuatro porciones que preparamos y separamos el día anterior; acompañado de un refresco de mora que Rb preparó desde la tarde anterior; el resto de la tarde estuve pendiente de que nos llamaran nuevamente a reunión; pero no hubo otra; a las cuatro de la tarde cerré la computadora del trabajo y me pasé a la cama de Rb; a hacer Duolingo.

Por alguna razón se me olvidó realizar la limpieza que hago frecuentemente el primer día de la semana laboral; estaba en la habitación de Rb -me quedé viendo el quinto capítulo de Task- cuando me recordó la limpieza; por lo que puse una alarma para realizarla al día siguiente.

Y a ver cómo va eso... 

 

jueves, 2 de octubre de 2025

Lluvia, Lluvia... Rain, Rain... Pluie, Pluie...

Este año las lluvias han caído con bondad en nuestro país; no sé si se debe a las tormentas tropicales que se han estado formando en los océanos que nos rodean o a una agudización de El Niño (o La Niña, no llevo la cuenta); pero, a diferencia de los dos años anteriores, las lluvias han sido bastante constantes durante los últimos meses.

Y es que en los dos años anteriores -no recuerdo si tres años atrás fue así- el calor de mediados de año estuvo intenso; la casa de Rb es bastante baja y en varias ocasiones estar dentro de una habitación se sentía como un horno.

Pero este año no, casi desde finales de abril casi todas las tardes hemos tenido precipitaciones; lo que ha sido un alivio, al menos temporal; lo malo es que la infraestructura de la ciudad -y del país en general- es bastante frágil: apenas llueve un poco más de lo habitual y la ruta asfáltica -y los puentes- empiezan a averiarse.

La semana pasada -o la anterior- estuvieron difundiéndose videos del colapso de un muro en el lado opuesto de la ciudad; incluso en uno de ellos un motorista fue arrastrado por la corriente de agua que bajaba por la calzada.

Y este día el tránsito se quedó casi paralizado en la mayor parte de la urbe: ví algunos videos -y fotos- de varias calzadas en donde el agua llegaba casi a la mitad de la altura de los automóviles; y otras rutas prácticamente cortadas por árboles caídos.

Hace poco escuché que el lema de la ciudad -de las familias que la poseen, realmente- que es La Ciudad del Mañana; no es por el futuro, sino porque cada vez que sales a la calle, es probable que retornes hasta el día siguiente.

Y a ver cómo va eso...

El lunes me levanté a las cinco y cuarto; me había despertado alrededor de las cuatro de la mañana -me imagino que un auto muy ruidoso pasó por el boulevard- pero continué en cama hasta que sonó la alarma.

Medité veintiún minutos y luego salí a la mesa del comedor a encender mis dos computadoras: la del trabajo para no entrar tarde a la reunión diaria -después de la rutina de ejercicios- y la de Ubuntu para escuchar audios en portugués durante la rutina.

Después entré a la habitación de Rb, a despertarla; terminamos la rutina un poco antes de las siete y nos metimos a la ducha; después me conecté a la reunión diaria; el día anterior por la tarde había trabajado un rato en la replicación de un reporte y me tocó que explicar un poco casi al final de la reunión.

El resto de la mañana traté de trabajar un poco; pero, la realidad es que, no encuentro una forma de abordar el trabajo últimamente: llevamos más de un año en el proyecto y no encuentro que mejore mi participación -es más, está empeorando-.

Incluso le comenté a Rb que estaba llegando a un punto bastante incómodo en el trabajo en equipo; mis tres compañeros son bastante jóvenes -mi supervisor también, creo- y no encuentro la forma en la que nos organicemos -para mejora del equipo, realmente-.

Al mediodía Rb me pidió que la acompañara al patio delantero: el endocrinólogo le indicó que debía tomar un baño de sol de al menos quince minutos cada día; y accedí, con gusto, a acompañarla.

Al mediodía me reuní con los otros tres analistas y mi supervisor en el Imperio del Norte; lo que no contribuyó en nada a mi estado anímico; deo buscar la forma de mejorar en este aspecto; mientras la reunión se alargaba empeé a ayudar a Rb en la preparación del almuerzo.

Durante los primeros dos días previmos preparar burritos y acompañarlos con un caldo de pollo; para la preparación de los primeros estamos utilizando unas pechugas de pollo que asamos la última vez que utilizamos la parrilla.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; el tiempo sigue bastante raro: sol radiante durante la mañana y lloviznas esporádicas -y a veces no tanto- durante las tardes y las noches; justo estábamos empezando la caminata cuando empezó a llover.

Acordamos dar al menos una vuelta -para que los perros tuvieran la oportunidad de aliviar sus sistemas excretores- y al terminar la misma metí a los dos perros grandes a casa; Rb había visto un ave rara en el barranco al otro lado de la calle y sacó su celular para documentar el hallazgo.

Entré a la casa y -como casi siempre- desperté a la perra más anciana; la misma ha entrado -tristemente (?)- en una nueva fase de decrepitud: desde hace tres o cuatro días ha estado teniendo dificultades para andar (rigidez y cojera en alguna pata).

Y hoy se veía un poco peor: la saqué a la puerta y ni siquiera quería bajar la grada para acceder al patio, en donde usualmente orina; de hecho no bajó de la grada frontal sino que en el mismo lugar se inclinó un poco y orinó; creo que vienen tiempos difíciles.

Otra: he estado estudiando preguntas del exámen de AWS desde hace varias semanas; este día había llegado a un buen punto en la revisión de las doscientas cincuenta; pero, leyendo un poco en Internet, encontré que lo que he estado estudiando ya no está vigente.

Al parecer -desde hace un par de años- hay una nueva versión del exámen -al parecer más complicado-; por lo que me puse a buscar más información -al inicio me desanimé al enterarme- y encontré un documento con más de seiscientas preguntas; las cuales debo formatear para el uso en mi herramienta de repaso.

El martes me volví a levantar a las cinco y cuarto: aunque no era día de hacer la rutina de ejercicios antes de la reunión diaria quería aprovechar la hora temprana para completar al menos algunas de las tareas que el supervisor me había asignado.

Después de meditar encendí la computadora del trabajo y empecé a replicar algunos de los puntos pendientes; realmente no pude adelantar mucho en la hora restante; a las siete entré a la reunión; y el resto del día ya no pude adelantar mucho: recibimos varios mensajes confusos sobre la actualización a la última versión de la herramienta en prueba.

Almorzamos lo mismo que el día anterior: burritos de pollo y verduras; acompañado de un caldo de pollo con arroz; después de Rb se despidió, pues había quedado en encontrarse con su mejor amiga en la casa de los papás.

Estuvimos en comunicación -se fue en busito/Transmetro- e incluso contemplamos -en caso de que en la ciudad hubiera lluvia- la solicitud de un Uber para completar el trayecto; pero no hubo necesidad: a pesar de que el día estuvo nublado, pudo llegar sin contratiempos a su destino.

Yo seguí trabajando por la tarde -aunque no pude avanzar mucho-; les día la comida a los perros a las tres menos cuarto y, cuando llegó la hora final de la jornada laboral, nomás continué en las computadoras (no quería salir).

Rb me llamó un poco más tarde y me preguntó por mi hora de salida hacia la casa de su amiga -ya eran las cuatro y media-; con lo que me vestí -gorra incluida, pues ando con un cabello descomunal- y salí a tomar el automóvil.

Una de las razones para no querer salir era el temor de encontrar el embotellamiento que ha sido más constante por las tardes; en la garita le hablé al guardian pues era posible que vinieran a entregar un pedido de harinas que Rb había hecho unos días antes.

El guardian aceptó amablemente el encargo y salí a la calzada; sorprendentemente no había embotellamiento; de hecho la ruta hasta la carretera intermunicipal estaba casi vacía -a Rb le había tomado más de media hora llegar a ese punto-; y la lentitud en el avance empezaba apenas en el inicio del carril reversible.

Después de entrar a la ciudad tomé el periférico -más lleno, pero manejable- y, un poco después, estaba estacionándome frente a la escuela pública que se ubica a pocas casas de la casa de la mejor amiga de Rb.

Toqué el intercomunicador del portón y Rb salió a recibirme; y luego estuvimos un poco más de una hora en la sala de la casa -es una casa inmensa-; la amiga de Rb me obsequió con té y pastel de tres leches (dos porciones!) y me entregó los cuatro cubos de rubik de 6x6x6 que había adquirido en un Walmart del Imperio del Norte y enviado a su casa.

Un poco después de las seis nos despedimos de la amiga de Rb -y de sus papás y de su esposo- e iniciamos el camino de vuelta a casa; el cual tampoco estuvo tan mal: treinta y cinco minutos después estaba estacionando el auto.

Por la noche estuve viendo el tercer capítulo de Task, resoslviendo el cubo de Rubik de 4x4x4 y viendo algunos videos de Youtube; como el día siguiente era de levantarse temprano por los ejercicios, un poco después de las diez y media me retiré a mi habitación.

El miércoles fue el primer día del décimo mes del año: también se celebra -por acá- el día del niño; y me fue mi tercer día consecutivo levantándome a las cinco y cuarto; medité los veintiún minutos, encendí mis dos computadoras y entré a despertar a Rb.

Completamos los cincuenta minutos de ejercicios y luego me metí al baño; a continuación entré a la reunión diaria; la que estuvo un poco más animada que de costumbre, pues se decidió liberar -por fin- la última versión.

Después de la reunión preparé mi desayuno y luego retorné a la cama; me estuve dormitando un rato -después de resolver los tres wordles-, pero puse una alarma para las nueve de la mañana: era día de reunión uno a uno con mi supervisora local.

A las nueve y media entré a la reunión con mi supervisora: la verdad, ninguna novedad; nomás me recordó que debía enviar mi requisición por los dos días de vacaciones que debo tomar mensualmente -me había decidido ya por el nueve y el treinta-. 

También comentó que había establecido la fecha para la reunión trimestral del equipo -el miércoles ocho- y de una reunión adicional que estaba planeando para esta semana: al parecer el jefe de los desarrolladores en el Imperio del Norte comentó en una reunión que el proyecto estaba en peligro de cancelación -nada nuevo, realmente-.

A media mañana el programador remoto que más nos ha ayudado confirmó que empezaba con la actualización y, un par de horas después, confirmó que ya podíamos empezar con nuestras pruebas.

En el ínterin ayudé a Rb con el procesamiento del almuerzo: habíamos planeado preparar hashbrowns de papas y pollo molido; acompañandolos con una ensalada de tamaño mediano; antes de la una servimos el almuerzo.

Después del almuerzo Rb tuvo su reunión de equipo semanal; yo preparé café y té -después de lavar los trastos que habían sobrado de la preparación y del almuerzo- y luego nomás estuve esperando a que llegara la hora del final de la jornada: antes había tratado de adelantar algo del trabajo pero el equipo estaba siendo constantemente tomado por otro analista.

Después del horario laboral nos dirigimos a los supermercados en dirección norte: no era día de supermercados -usualmente, desde hace varios años, han sido los martes y jueves-, pero, por haber hecho la rutina por la mañana -y necesitar bananos- aprovechamos para salir a caminar.

En la tienda verde descuentos Rb adquirió un sombrero de tela -hemos estado, por prescripción médica, tomando baños de sol (quince minutos) al mediodía-; en el otro supermercado compramos bananos; y en una tienda a medio camino Rb compró cuatro libras de uvas.

A las siete cené lo que he estado consumiendo últimamente: banano, papaya y una galleta soda con frijoles; también traté de completar la tarea más urgente que me asignó mi supervisor -aprovechando que ya nadie estaba trabajando-; pero no pude completarla, al parecer hay algo que no funciona con la última versión.

Preparé un documento con las capturas de pantalla y se lo envié por mensaje a mi supervisor, comentándole las dificultades que estaba teniendo; un rato después me contestó, pero la comunicación definitivamente no está en su mejor momento.

Luego tomé mi computadora con Ubuntu y, en la cama de Rb, me puse a ver el tercer capítulo de la segunda temporada de Gen V -el spin off de The Boys-; también completé algunas lecciones de Duolingo: íbamos bastante atrasados con el reto semanal -no con Rb-.

El jueves me levanté a las seis y media; la noche anterior había considerado volver a levantarme a las cinco y cuarto, para empezar la jornada laboral con una hora de anticipación; pero luego, ya en la cama, dije, No, para qué?

O sea, hubiera podido actualizar el marcaje de las tareas que había -cuasi- completado; o trabajar en la más urgente -por la que le había escrito la noche anterior a mi supervisor en el Imperio del Norte-; pero al final decidí nomás continuar con la rutina normal.

Después de meditar encendí la computadora del trabajo y entré a la reunión diaria; mi supervisor estaba allí pero no hubo muchas novedades; en el ínterin resolví los tres wordle; o al menos el de inglés y portugúes (spoil y árabe), el de francés no pude (pizza).

Me quedé en la cama después de la reunión pero no me volví a dormir; hice un poco de Duolingo; y luego traté de completar la tarea más prioritaria de la lista que me habían asignado un par de días antes; y un poco antes de las nueve salí de la habitación: Rb salía hacia el mercado.

Estuve trabajando seriamente la mayor parte de la mañana; primero grabé un video en el que mostraba por qué no podía completar una de las tareas; mi supervisor me escribió mas tarde indicando que tendríamos una reunión para ver el desarrollo de la misma.

También estuve hablando con el analista que está en el Imperio del Norte, pidiéndole apoyo para otro par de pruebas; las cuales fueron, en su mayor parte, exitosas; Rb retornó un poco antes del mediodía y me convidó a acompañarla en su baño de sol.

Aunque no había sol; de todos modos estuvimos en la grada de la entrada a la casa; como ya había hecho las lecciones de Duolingo -y quería continuar trabajando- saqué la computadora del trabajo e incluso llamé al analista local más brillante, para que me apoyara en la investigación de uno de los problemas que había encontrado.

Estuvimos por un poco más de quince minutos en el exterior y luego retornamos a la mesa del comedor; la reunión con mi compañero continuaba pero recibí una llamada de la analista que está en el Imperio.

Pero no era una llamada de ella: había llegado la hora de la reunión diaria del equipo; entré a la misma y pasé la siguiente media hora escuchando -y presentando- los avances en las tareas asignadas -o lo que cada uno estimó-.

De hecho ese día tuve una reunión interesante una hora y media antes: mi supervisora local había convocado a todo el equipo -somos en total como diez o doce personas- para conversar sobre un comentario del programador principal en el imperio: el presupuesto del proyecto estaba en peligro.

Ese comentario fue interpretado por alguien como una amenaza a la continuación del trabajo; yo recuerdo haber escuchado el comentario pero no me pareció tan alarmante; quizá porque ya he estado en muchos proyectos; varios de los cuales han sido cancelados.

La reunión era para calmar las aguas pues algunos de los compañeros tienen uno o dos años en el equipo; y muchos no han pasado por este tipo de procesos aún; pero no sentí que la reunión hubiera servido de mucho; o sea, son cosas que pasan.

Al inicio de la reunión -por alguna razón estaba animado al inicio de la misma- estuve saludando a todos; y comentando sobre la reunión trimestral  del miércoles de la siguiente semana: es un restaurante de comida mediterránea, muy cerca del departamento de la supervisora.

Por la tarde le bajé el ritmo al trabajo; estuve jugando algunas partidas de ajedrez en Duolingo -sigo sin poder salir del rango de Elo entre mil y mil cien- ; al finalizar la jornada laboral íbamos a ir a los supermercados en dirección sur, pero la lluvia se puso algo intensa.

De hecho en la ciudad se formó un caos vehicular por la inundación de muchas de las avenidas principales; también contribuyó al mismo la caída de varios árboles dentro y fuera de la ciudad.

Un poco después de las cinco, aún con una ligera llovizna, decidimos salir hacia el supermercado más cercano en dirección sur; nos abrigamos con las chumpas impermeables y salimos al boulevard bajo el paraguas; el tránsito en el boulevard estaba detenido en dirección a la ciudad.

De hecho la cola se extendía hasta donde la vista alcanzaba; creo que cubría los cinco o seis kilómetros del boulevard; Rb andaba calzada con los tenis que adquirió el domingo y estaba teniendo molestias en el pie derecho; pasamos a una tienda a comprar una curita.

La razón de ir al supermercado era que nos habíamos quedado sin lechugas para las ensaladas del almuerzo; pero no encontramos en los refrigeradores del lugar; por lo que nomás compramos un poco de hígados y mollejas de pollo; luego retornamos a casita.

Por la noche terminé de leer La Uruguaya; aún no decido si veré la película; la narración es muy buena; después estuve considerando con qué seguir en la misma línea y encontré que ya tenía en la tableta Yo siempre seré yo a pesar de tí.

Y a ver cómo sigue eso... 

lunes, 29 de septiembre de 2025

Trabajo Remoto... Remote work... le travail en ligne...

Por alguna razón -seguramente por estar metido en tecnología desde hace mucho tiempo- el trabajo remoto fue algo que experimenté mucho antes que la mayoría de las personas: o sea, cuando se vino la pandemia yo ya llevaba un par de años trabajando desde casa -de Rb-.

Y es que este era uno de los 'beneficios' que ofrecían cuando empecé en este trabajo hace más de once años: después del primer año se podía tomar un día para trabajar desde casa, en el segundo y tercer año se podían aumentar consecutivamente; pero no se podía pasar de tres días por semana.

Pero yo ya había experimentado esto en un trabajo dos o tres empresas antes: hubo semanas en que me enviaban a trabajar desde casa; lo que era un problema por -varias- dos razones; la primera era que no tenía servicio de internet en casa.

O sea, había usado una herramienta para obtener la contraseña del internet de un vecino -la que utilicé por casi una década-; pero la señal no siempre era la necesaria para realizar mi trabajo.

Lo otro era que vivía solo y, como siempre he tendido al ostracismo, cuando me tocaba trabajar desde casa mi aislamiento se agudizaba: recuerdo una ocasión en la que nomás salí una o dos veces de mi habitación durante varios días.

O sea, me deprimía el trabajo remoto.

Entonces, después del primer año mi supervisora local me indicó que ya podía empezar a trabajar desde casa; y amablemente decliné su oferta, arguyendo que me sentía mejor llegando a la oficina.

Y así pasaron los otros dos años; algunas veces -creo que para alguno de los días festivos en el Imperio del Norte- me quedé trabajando en la casa de Rb -algunos fines de semana también, creo-, pero, en general, estaba viendo trabajando en la oficina.

Pero todo cambió en el cuarto año, creo: una noche mi jefa mi llamó para que revisara algo; entonces le pedí ayuda a Rb para llevar mi computadora de la oficina a su casa; y me quedé allí trabajando toda la semana.

Después regresé a la oficina pero mi jefa siguió insistiendo para que trabajara fuera de los horarios normales; por lo que mi retorno a la oficina fue intermitente; hasta que un día me indicó que mejor me quedara fijo trabajando remoto; eso fue como dos años antes de la pandemia.

La cuestión es que esa jefa se cambió -primero de área de trabajo, luego de empresa- hace ya más de tres años; y yo me cambié de área hace un par de años; pero todo seguía igual: el trabajo remoto estaba garantizado -o al menos, mi supervisora lo ha reiterado varias veces-.

Y es que, con el nivel de embotellamientos que se están manejando en la ciudad- el traslado a la oficina es una locura: hasta dos horas para un trayecto que no debería de tardar más de media.

Porque, ahora que vivo en casa de Rb -me deshice de mis cosas a media pandemia- el trayecto se ha más que duplicado; pero aún si viviera en el departamento de mis hijos, no creo que las cosas fueran muy diferentes: la cantidad de vehículos en las pocas -y destartaladas- calles de la ciudad es excesivo.

Esta mañana estaba escuchando un video del CEO (?) de Platzi (lo escucho frecuentemente, desde que fue una de las primeras personas en presentar un punto de vista adecuado sobre la pandemia) sobre el fin del trabajo remoto: a él le conviene cualquier evento que incremente la búsqueda de educación en tecnología.

El señor peroraba sobre el origen del boom en el trabajo remoto -la pandemia-, los efectos que tuvo en la industria de tecnología, los países más beneficiados con esta modalidad, y el efecto del aumento (muy alto) en el costo de las visas HB1 que están por aplicar en el Imperio.

O sea, el 'gobierno' quiere que haya menos trabajadores extranjeros; pero también se puso a hablar sobre la 'necesidad' de la presencialidad y uno de los factores que más afectan a los trabajadores en este aspecto: la antigüedad -o experiencia-; el número mágico -según él- es de diez años.

El retorno a la oficina ha estado preocupándome -también a Rb- desde hace algunos meses: desde principios de año se ha estado hablando sobre la instalación de un laboratorio local -con equipo del Imperio-, lo que implicaría -al menos en cierto nivel- la presencialidad.

Aunque la supervisora local ha indicado que esto no acabará el trabajo remoto insinuó que se requeriría la asistencia a la oficina algunos días a la semana; o sea, trabajo híbrido; creo que dos días a la semana de tráfico no estarían tan mal.

Se supone que el espacio físico ya ha sido adquirido y equipado; y se estaba hablando que era cuestión de uno o dos meses para que vinieran los técnicos del Imperio a establecer los procedimientos de uso; pero esta semana el supervisor en el Imperio dijo que eso sería hasta el otro año.

Pero también deslizó -su acento es bastante fuerte- que estaba hablando con la supervisora local para que todos regresaramos a trabajar a la oficina; o sea, el fin del trabajo remoto ha sido -y será- durante algunos meses como una espada de Damocles. 

Y a ver cómo sigue eso...

El jueves Rb fue a su cita con el endocrinólogo; había estado bastante nerviosa y por la mañana tuvimos un connato de discusión porque no percibí el ambiente y traté de bromear sobre alguna situación cotidiana.

La clínica a donde debía ir se encuentra en el municipio por lo que, después de desayunar, caminó hasta la carretera intermunicipal y tomó un us en sentido contrario a la ciudad.

Me llamó un poco después de las diez -bastante temprano- para comentarme los resultados de la consulta: estaba tranquila porque el profesional -un señor bastante grande- le indicó que aún no estaba en menopausia -o perimenopausia- sino que todas sus molestias se debían a la tiroides -y al bajo consumo de azucar-.

Por lo que le ajustó la medicina para la tiroides -le bajó a la mitad lo que le había indicado la ginecóloga- y le indicó que debía consumir dos cucharadas de azucar cada día -sorprendente, realmente-; la verdad es que escuchaba bastante aliviada.

En el trabajo continué tratando de aplicarme en las tareas que el supervisor me había asignado para la semana; aunque, la verdad, me ha estado costando trabajo completar las tareas: el equipo que esta en el Imperio del Norte es usado frecuentemente por alguno de los otros tres analistas locales -o las cuatro o cinco personas en el imperio-.

Por la tarde acudimos a los supermercados en dirección Norte: quería comprar algunas bolsas de paquetes de café instantáneo; había declinado seguir adquiriendo este producto porque ya no estaba tomando café con mis hijos, pero ahora -creo- hemos recomenzado la tradición.

También compramos -en el otro supermercado- bananos y, en la panadería a mitad del camino- el pan de los desayunos del fin de semana; por la noche estuve repasando las preguntas de AWS -ya completé doscientas cincuenta preguntas con más del noventa por ciento de aciertos- y avanzando en la lectura en portugués.

El viernes me levanté a meditar a la cinco y cuarto; después entré a la habitación de Rb a despertarla para la rutina de ejercicios del último día de la semana laboral; la cual terminamos un poco antes de las siete.

Después de los ejercicios me metí a la ducha y, después, entré a la reunión diaria; había dejado encendida la computadora del trabajo desde antes de empezar la rutina, pero aún así, entré cuando ya llevaban un par de minutos en la misma.

A media mañana tuvimos la reunión del equipo: cinco personas en el Imperio, cuatro acá; y aquí fue donde el supervisor dejó entrever que quiere que retornemos a trabajar a la oficina, también habló sobre las deficiencias que estaba encontrando en las tareas que me ha estado asignando últimamente.

El resto del día estuvo más tranquilo; o sea, debía de estar esforzándome en terminar las tareas, pero no encuentro sentido en estar probando funcionalidades en una app que será sustituida el siguiente día hábil.

Nomás me estuve leyendo el libro de la línea de Ficción (inglés), jugando ajedrez y estudiando las preguntas del certificado de AWS -no pude completar las doscientas cincuenta palabras, pero voy avanzando-; por la noche ví el último capítulo de The Peacemaker; y una película de acción china.

El sábado -creo que tenía más de un año de no hacerlo- no me levanté cuando sonó la alarma a las seis y media; nomás la desconecté; lo bueno es que tenía otra a las siete de la mañana -la puse hace unos días, por si se me olvida poner el temporizador al meditar-; a esa hora me levanté e inicié la rutina diaria.

Después de meditar, resolver los wordle y hacer un poco de Duolingo salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; cuando Rb salió a la habitación a las ocho le pedí que fueramos a las diez a los supermercados, pues no quería iniciar el viaje al departamento de mis hijos después del mediodía.

Ella propuso que saliéramos a las nueve y media; y a esa hora nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el mas alejado compré siete coquitas -me tocó que comprar una bolsa de plástico pues no había previsto esa compra-; en el otro supermercado compramos lechugas.

Retornamos antes de las one y puse a desinfectar las lechugas y la zanahoria -me tocó que comprar en la tienda de la esquina- para la ensalada que había planeado llevar al almuerzo con mi hija mayor; después mezclé esto con un pepino y un aguacate; y llené dos bolsitas con aderezo.

Luego saqué a caminar a la perra más pesada -Rb sacó al otro perro- y después me metí a la ducha; al final valió la pena empezar más temprano: salí de casa un poco antes del mediodía y encontré un tránsito bastante ligero; realicé el trayecto en alrededor de treinta minutos.

Encontré que la cortina del parqueo estaba completamente enrollada y me imaginé que estaban teniendo problemas mecánicos; me quedé un rato en el auto porque era bastante temprano; jugué un par de partidas de ajedrez y luego subí caminando hasta el nivel en el que viven mis hijos.

Como aún no tengo copia de las llaves me tocó que escribirle a mi hija mayor para que me abriera la puerta (faltaban aún quince minutos para la una) y ella salió un poco después; nos saludamos y luego nos dirigimos al parque temático de costumbre.

Antes de entrar pasamos a una tienda de conveniencia -en una gasolinera- a comprar dos hot dogs; al entrar al parque nos dirigimos directamente al área social, en donde frecuentemente almorzamos.

El área estaba bastante libre y dimos buena cuenta del almuerzo: hot dog, ensalada, snacks y una coquita; pasó saludando el trabajador que últimamente ha reconocido nuestras visitas al lugar y más tarde reaccioné mal al acercamiento de un niño que quería ver los dos cubos de Rubik que tenía en la mesa (4x4 y 5x5).

Mi hija mayor notó mi reacción y me comentó que se notaba que no me gustan los niños (me preguntó si así había sido con ellos, lo cual negué; aunque no estoy seguro); realmente lo que me molestó es que llegaran a interrumpir nuestro almuerzo; y a alargar la mano hacia un objeto que no era de su propiedad.

No pudimos subirnos a la rueda de Chicago pues una llovizna se había estado presentando intermitentemente; le propuse a mi hija ver nuevamente la obra de teatro que habíamos visto el mes anterior -con mi hijo menor percibimos ciertas variantes la semana anterior- y nos dirigimos al teatro del lugar.

Después nos retiramos del parque; quería comprar una pequeña olla para ya no utilizar las jarrillas eléctricas en las que han estado calentando agua durante el último año -aprovechar la estufa eléctrica- pero no encontré en ninguno de los dos supermercados a los que pasamos.

También pasé a un banco a despositar los doscientos dólares que mi hja mediana me había entregado un par de semanas antes; pero fue todo mal: de los diez billetes de veinte dólares únicamente dos cumplían con los estándares del banco; por lo que tengo que ver qué hago con el resto.

Al llegar al departamento le escribí a mis otros dos hijos para ver si nos acompañarían con una bebida caliente -mi hija mayor ya había aceptado-; mi hija mediana salió de su habitación pero nos comentó que tomaría cereal -acompañándonos-; mi hijo menor no contestó; un rato más tarde escuché que salía de su habitación al baño (y luego lo ví retornar a su habitación).

A las seis de la tarde me despedí de mis hijas e inicié el retorno a la casa de Rb; el tránsito estaba bastante fluido; excepto en el lugar en el que he estado encontrando un embotellamiento los últimos sábado; por lo que me desvié hacia el periférico y mi tiempo no se alargó mucho.

El domingo tenía un desayuno con mi amigo Testigo de Jehová; tenía pendiente invitarlo pues la última vez sentí que la cuenta había sido muy elevada y él había insistido en pagarla -creo que porque se atrasó más de una hora-.

Me levanté a las seis y media, medité, me duché y tomé el automóvil; el lugar de la reunión queda a tres kilómetros de la casa de Rb; y por ser domingo, el tránsito era casi inexistente; el viaje duró alrededor de cinco minutos.

Aún me entretuve un momento en el parqueo; luego me senté a una de las mesas del restaurante en donde habíamos acordado reunirnos; una mesera se acercó a ofrecerme el menú y le indiqué que mi amigo estaba por llegar -lo ví entrando al comercial-.

Procedimos a ordenar -yo, un desayuno, mi amigo un submarino- y nos acomodamos en una mesa en el interior; estuvimos en el lugar por un poco más de hora y media, entre desayuno y conversación -mi amigo tuvo que pedir que le cambiaran el sandwich de su menú, porque se habían confundido-.

Un poco antes de las nueve mi amigo me sugirió que saliéramos del lugar pues había varias personas esperando a encontrar un lugar para acomodarse; salimos a sentarnos un momento  en uno de los arriates del lugar y, a las nueve -como habíamos acordado- le ofrecí pasar a dejarlo al lugar en el que tomaría su autobús.

Vine bastante rápido a casa y encontré a Rb terminando de desayunar; un poco más tarde nos dirigimos al mismo comercial en donde me había reunido con mi amigo; pero, en esta ocasión, caminando; allí compramos un poco de pollo y luego nos dirigimos a la tienda de ropa usada en la que usualmente nos proveemos.

Rb compró un par de tenis -varios de sus pares han terminado su tiempo de vida útil- y un par de playeras; también compramos un par de cazos -yo de peltre y ella de acero-; yo para el departamento de mis hijos y ella para sustituir el trasto en el que preparamos el té de la tarde -estaba un poco oxidado-.

También pasamos a la tienda verde de descuentos: el plástico que Rb pone alrededor del lavatrastos, cuando descama los pescados de los viernes,  se rompió en la última ocasión y debíamos sustituirlo -la otra mitad la usamos para cubrir la casita del gas propano-.

Después empezamos a caminar hacia casa; pero a las pocas calles Rb se recordó que debíamos comparar algunos ingredientes para los almuerzos de la semana; el sol estaba bastante fuerte pero retornamos al supermercado.

Rb iba a comprar una botella de agua en el lugar pero se olvidó de agregarla a la canasta; a medio camino pasamos a una tienda grande, pero ella no cargaba efectivo y yo nomás cargaba billetes de la más alta denominación.

Continuamos la caminata hasta casa pero el sol afectó bastante a Rb; al final del recorrido se encontraba totalmente agotada; tuvo que venir a descansar un poco antes de ponernos a preparar el almuerzo de los domingos: alitas de pollo y ensalada.

Por la tarde estuve avanzando en la lectura de How to End a Love Story; estuve considerando ver alguna serie o película pero no encontré algo que me llamara la atención; por la noche acompañé a Rb mientras veía sus serie; y me retiré media hora antes de lo habitual pues los lunes, miércoles y viernes me estoy levantando una hora antes.

Y a ver cómo sigue eso...