viernes, 7 de noviembre de 2025

Lluvia de Noviembre y Noviembre sin tí... November rain and November without you... La pluie de Novembre et Novembre sans toi...

El penúltimo mes del año empezó el sábado pasado; trágico porque, de acuerdo a nuestra legislación laboral, es un día de asueto; pero no es flotante, o sea que si cae en un fin de semana está 'perdido'; menos -claro- para los burócratas, ellos sí tuvieron libre el lunes.

Y este mes está algo raro: o quizá más normal que otros años; unas semanas antes anunciaron una serie de dieciseis frentes fríos -la verdad, no tengo muy claro qué significa eso- y el lunes tres de noviembre amaneció un ambiente bastante gris.

O sea, el cielo completamente encapotado y durante casi todo el día estuvo soplando un viento bastante más fuerte que el normal; al parecer estos dos últimos meses del año se parecerán más a los de la antigüedad: fríos y ventosos.

Ayer estaba pensando en las dos partes del título de este texto: para mi generación el tema de Guns N' Roses fue icónico, o sea, los adolescentes de la generación X nos emocionábamos cuando veíamos en la TV -o escuchábamos en la radio- el mismo.

Esa es la primera parte, la segunda es una canción más o menos con el mismo sentido, pero de una banda mexicana; creo que surgió una situación chistosa cuando muchos empezaron a -irónicamente- confundir -o mezclar- ambos temas.

When I look into your eyes
I can see a love restrained
But darlin' when I hold you
Don't you know I feel the same?

Nothin' lasts forever
And we both know hearts can change
And it's hard to hold a candle
In the cold November rain

Porque te extraño desde aquel noviembre
Cuando soñamos juntos a querernos siempre
Me duele, este frío noviembre
Cuando las hojas caen a morir por siempre

Noviembre sin ti es sentir que la lluvia
Me dice llorando que todo acabó
Noviembre sin ti es pedirle a la luna
Que brille en la noche de mi corazón, otra vez

Y a ver cómo va eso... 

El martes -después de la debacle del día anterior- me levanté con el firme propósito de mejorar en mi desempeño laboral; la noche anterior había cambiado las alarmas diarias para levantarme -así como todos los martes y jueves siguientes- a las siete y media.

Como venía de ocho meses -desde marzo- de levantarme una hora antes me desperté temprano; pero seguí en la cama hasta que la alarma sonó; entonces me levanté a meditar, y, luego, a entrar a la reunión de las ocho.

La reunión estuvo normal; pero después, y por primera vez en muchos muchos meses, me pasé las siguientes cuatro horas trabajando de forma ininterrumpida; o sea, desayuné trabajando, poniéndome al día con lo que no había estado haciendo durante la última semana.

Ni siquiera paré para las lecciones matutinas de Duolingo: las hice cuando fuí al baño a media mañana; tampoco estuve dormitando en la cama, ni leí nada fuera de cuestiones laborales; creo que la mañana fue bastante productiva.

Al mediodía almorzamos lo mismo que el día anterior: pollo guisado, arroz y aguacate; acompañado con refresco de rosa de Jamaica; habíamos sacado a los perros antes del almuerzo; luego tomé media hora -por mi hora de almuerzo- para avanzar un poco en Expediente Hermes.

Por la tarde le bajé un poco al ritmo laboral; pero, aún así, contacté al programador que más ha ayudado al equipo local, para revisar un fallo que estaba teniendo en la aplicación; al final de la tarde actualicé el tracking de las tareas -lo que había dejado descuidado durante los días anteriores-.

A las cinco -por el nuevo horario laboral- nos dirigimos con Rb a los supermercados en dirección norte; ella necesitaba unos aros nuevos -compramos anteojos baratos para utilizar los aros con nuestros lentes prescritos-; también compramos un poco de bananos en el otro supermercado.

Cuando retornamos vi que tenía un mensaje en whatsapp de la amiga con la que me reuní el mes pasado -luego de visitar a mi amigo voluntario-: quería que le ayudara con un formulario de Excel; el archivo estaba protegido y no le permitía imprimir correctamente cierta información.

Había hecho esto en mi trabajo anterior por lo que realicé la búsqueda en Internet y le envié el archivo desprotegido; luego tomé la cena que he estado consumiendo últimamente: un banano, un poco de papaya y una galleta con frijoles; después me metí a la habitación a empezar el libro de la línea que antes leía entre cada línea -ahora es francés y portugués-: How to think about money.

El miércoles le bajé un poco al ritmo de trabajo que había mostrado la mañana del día anterior; antes de la reunión diaria hicimos la rutina de los miércoles, luego, la ducha; Rb realizó su visita semanal al supermercado ese día: al siguiente quería ir al hospital en donde había pagado ya una consulta con la ginecóloga.

Por la tarde fuimos convocados a una reunión con el supervisor del Imperio del Norte; hizo una reunión express antes de presentarle resultados a su jefe -o algo así entendí-; lo bueno es que yo había revisado, con el analista que mejor me cae, la inviabilidad de un par de mis tareas.

La reunión no estuvo tan mal; o sea, al inicio insitió en seguirme cuestionando sobre las tareas que había marcado como bloqueadas; pero, cuando le expliqué que no quería apagar servidores de forma remota, nomás las marcó como N/A. 

Al final de la tarde, después del horario laboral, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur;  como ya habíamos realizado la rutina de ejercicios en la mañana no planeábamos llegar hasta el más lejano; pero al final sí, allí compramos sal de cocina y yo compré un litro de Incaparina; que pienso utilizar en el desayuno del Domingo con mi hija mediana.

Y esta semana tuve dos incidentes en mi práctica diaria de meditación; el miércoles fue por la noche: me había retirado a mi habitación a leer un poco de Expediente Hermes -el libro de ciencia ficción en Español que había empezado a leer-; luego inicié los veintiún minutos de meditación; pero estos fuero interrumpidos por un quejido de la perra más anciana de Rb.

La perra ha dormido en la sala desde hace muchos meses -durmió en la habitación de Rb por mucho tiempo- y, a veces, se comporta de forma rara; escuché a Rb salir de su habitació y sacarla al patio; luego, un poco más tarde, escuché otro par de quejidos de la perra.

Aunque estaba meditando me dije que seguramente iba a ser interrumpido; y, efectivamente, un poco después Rb abrió la puerta para comentarme lo sucedido; y que no sabía porqué se había quejado la perra en el patio.

En alguna otra ocasión mi meditació había sido interrumpida -quizá en tres o cuatro veces en el último año- y simplemente reiniciaba el contador de tiempo del celular; en esta ocasión no lo hice: creo que ya llevaba más de diecinueve minutos; nomás lo día por terminado.

El jueves tenía la alarma del celular para las siete y media; por el cambio de horario la primera reunión es -durante los próximos cuatro meses- a las ocho de la mañana; pero me desperté a las siete: a esa hora Rb entró a la habitación a avisarme que salía hacia el hospital en el centro histórico.

Me quedé dormitando en la cama y me levanté, a meditar, a las siete y media; luego entré a la reunión; en la misma anunciaron que durante el día  se estaría liberando una nueva versión de la aplicación que debemos probar.

Como el día anterior habíamos ya presentado los avances finales de la ronda anterior -el supervisor incluso terminó con un 'Good Job'- la ejecución de tareas fue casi nula en todo el día; Rb m escribió un poco antes del mediodía para contarme sobre su consulta.

Y lo más notable de la misma fue la confirmación de que tendrá que someterse a una cirugía para la extirpación de una masa en el útero -y un par de miomas que surgieron cuando empezó a tomar pastillas anticonceptivas-; vino a casa un par de horas más tarde.

Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección norte; en el más alejado -en donde tomamos los buses intermunicipales- compramos un poco de pan; luego, en una panadería del camino, compré el pan para mis desayunos. 

El viernes fue el  segundo incidente de mi práctica de meditación: al parecer Rb le agregó un ingrediente extra a los almuerzos de esta semana -comino, me parece- y eso me provocó algunas molestias estomacales desde el lunes.

Pero no habían estado tan serias; era más como una incomodidad abdominal; y, me parece, estuve yendo al baño en dos -o hasta tres- ocasiones en el día -usualmente es nomás una vez-; el viernes fue diferente.

Me desperté un poco antes de que sonara la alarma -la hora para levantarme estos días es a las seis y veinte- con un brazo completamente dormido; logré conciliar el sueño nuevamente y me levanté cuando sonó el celular.

Empecé a meditar pero me empecé a sentir realmente mal del estómago; aún intenté hacerme el valiente y continuar con la meditación, pero no pude: tuve que levantarme y acudir al baño; luego -de una pausa de cinco o seis minutos- retorné a meditar los últimos siete minutos, para completar el ciclo.

Después desperté a Rb y preparé las computadoras: enciendo la del trabajo para estar listo para entrar a la reunión tan pronto como salgo de la ducha, enciendo la personal para poner audios en portugués -y me calzo los audifonos blue tooth- y enciendo la de Rb pues allí es donde ponemos los videos con las rutinas de ejercicios.

Rb se levantó algo nostálgica porque se empezó a dar cuenta de las dificultades logísticas que conllevará su operación; incluso antes de empezar la rutina me empezó a cuestionar sobre mi compromiso para ayudarla mientras se recupera; mi respuesta: hablemos en otro momento.

Pero después de la segunda pausa de la rutina -faltando el último grupo de ejercicios de kickboxing y los de estiramiento (o sea, unos doce minutos)- se metió al baño -a llorar, creo-; la esperé un momento, pero luego nomás cerré el reproductor de videos.

Cuando salió del baño entré a la ducha y, después, a la reunión diaria del equipo; la cual estuvo igual de tranquila que el día anterior: el nuevo release no había sido instalado como estaba previso, y el desarrollador principal indicó que tampoco ocurriría en el día, que tendríamos que esperar hasta el lunes.

O sea, me tocó que pasar, otra vez, todo el día sin ninguna actividad laboral; al mediodía preparamos el almuerzo tradicional del último día laboral: pescado frito y ensalada de lechuga, zanahoria, manzana verde y aguacate; como habíamos sacado a los perros antes del almuerzo nomás esperé un poco antes de lavar los trastes del día.

Un poco antes de las tres preparé un café instantáneo para mí y un té de manzanilla para Rb; la tarde laboral terminó sin ningún contratiempo; hice la limpieza a las cuatro y media y, a las cinco, sRb me pidió que la acompañara a comprar uvas -en una tienda en dirección norte-; aproveché para comprar un par de pliegos de papel de regalo.

Por la noche estuve viendo el final de una película de Sylvester Stallone que había empezado a ver al principio de la semana: A bullet to the head; después acompañé a Rb mientras veía algunas de sus series.

Y a ver cómo sigue eso...

martes, 4 de noviembre de 2025

La última decisión... The last decision... La dernière décision...

Nunca me cayó bien Kahneman; o sea, un -judío- súbdito británico -nacido en Palestina, cuando aún era un protectorado de ese imperio- que se convirtió en un académico de la psicología y ganó el premio Nobel de economía -igual, no confío mucho en esos galardones-.

Empecé a leer Thinking, Fast and Slow hace unos años; pero no pasé de los primeros capítulos; no recuerdo el motivo por el que no lo completé; hay autores que me generan animadversión y me cuesta separar al autor de su obra.

Pero uno de estos días en la lista de artículos que Google me presenta en el navegador de mi celular apareció -nuevamente- algo relacionado con este personaje;  el título estaba en tiempo presente, pero recordé vagamente que había leído algo sobre su muerte no mucho tiempo atrás.

Entonces entré a Wikipedia y confirmé que, de hecho, murió a principios del año pasado; pero, también, encontré que a principios de este año había vuelto a ser noticia pues se había divulgado que había muerto por suicidio asistido.

Resulta que la persona con la que escribió ese libro que dejé a medias había publicado un artículo en el WSJ: este periodista rememoraba los últimos días de Daniel, quien estaba en una relación con la viuda de la persona con la que desarrolló la mayor parte de sus teorías.

Cuenta que fueron a París, tuvieron días de gozo y luego se dirigieron a Suiza, en donde el suicidio asistido es completamente legal; el señor acababa de cumplir noventa años y temía que los riñones ya no le funcionarían mucho y que la memoria empezaba a fallarle.

Y entonces, tomó la última decisión. 

El viernes retorné al trabajo -después del segundo día de vacaciones del mes-; el dia anterior había visto algunos mensajes y la situación no se veía nada esperanzadora: habían estado teniendo problemas con la última actualización, e incluso con alguno de los equipos.

EL día empezó con la rutina de ejercicios de los viernes, luego ducha, y después la reunión diaria; después de la misma me hice el firme propósito de avanzar en las tareas que tenía pendientes; pero no, aún tuvimos que esperar hasta el mediodía para que la versión se estabilizara.

Yo envié un correo al inicio del día informando de las dificultades que tenía con el equipo al que no podía acceder; incluí a mi supervisora local, al que está en el Imperio del Norte y al PM; pero no sirvió de mucho; en todo caso, un poco después del mediodia se veía un poco mejor la situación.

Con Rb cocinamos el pescado de los viernes -ya hacía algunas semanas que no consumíamos pescado en este día de la semana- y, después del almuerzo, sacamos a caminar a los perros; después lavé los trastos y preparé un té -de manzanilla- y un café.

Después de las dos de la tarde -almuerzo- ya no avancé casi nada, consolándome con la intención de hacer algo el fin de semana; por la noche empecé con la última parte -de dos únicamente- del libro en español: Yo siempre seré yo, a pesar de tí.

El sábado me levanté a las seis y media, medite y luego me metí a la ducha; salí con el tiempo justo para llegar a la hora esperada a la cafetería en la que usualmente invito a desayunar a mis amigos y conocidos; en esta ocasión se trataba de mi único amigo de la facultad.

Llegue un poco antes de las siete y media al lugar; el cual estaba bastante vacío; el tiempo estaba bastante gris; aunque aun no estaba lloviendo se sentía la humedad en el ambiente; mi amigo llegó un poco más tarde, con ropa de lluvia, pues anda en moto.

Le entregué una bolsa de ziplock con diez bolsitas de té de jazmín y compramos un par de desayunos; lue nos estuvimos una hora y media entre desayuno y conversación; al parecer está por empezar a trabajar con su sobrino -como residente de obras, entendí-.

Sigue en conflictos con su hija mediana -que se gradúa este año-, con su hija mayor -quién volvió a casa luego de un matrimonio de un par de años- y con su esposa, por -creo- aliarse con sus hijas en los conflictos filiales.

Con el único que se consuela es con su hijo mediano: está en el segundo año en la facultad y, al parecer, es un estudiante exitoso de la ingeniería en informática; además, es el único con el que puede comunicarse de buena forma.

A las nueve y veinte -había puesto la alarma de mi celular- le indiqué a mi amigo que me retiraría y salimos del lugar; en el parqueo aún me preguntó sobre el sello del ticket del parqueo, pero a mí nunca me habían dado de eso.

Vine a la casa de Rb a las nueve y media y nos dirigimos a PriceSmart; mis hijos mayor y menor me habían enviado un listado de algunos consumibles para el departamento; también quería comprar galletas dulces y saladas.

El viaje al supermercado se realizó sin contratiempos; pero, cuando apague el automóvil temí que no arrancaría nuevamente -como la semana anterior-, pues ví que el indicador de millas recorridas no se apagaba -al parecer es lo normal-.

Incluso consideramos, con Rb, comprar un dispositivo para arrancar el automóvil cuando la bateria está descargada -lo vimos en el lugar, y costaba como cien dólares-; al final llenamos la carreta -esta vez sí teníamos una lista algo cargada-, pagamos y retornamos al auto; mientras yo iba a dejar la carreta Rb encendió el auto.

Pero cuando regresé, lo apagué; afortunadamente arrancó sin ninguna dificultad, o sea, fue una falsa alarma; retornamos a casa y almacené las compras que llevaré a mis hijos a mediados de mes; también realicé los depósitos a Rb y el mantenimiento del departamento.

Por la tarde terminé de leer el libro en Español; y me pasé casi toda la tarde viendo videos de Youtube; al inicio de la noche empecé a ver una serie que Rb me había recomendado unos meses atrás: The Assassin; creo que la recomendación fue porque uno de los protagonistas actuaba en la serie del doctor autista.

El domingo me levanté a las seis y media y realicé la misma rutina que el dia anterior; y llegué a la misma cafetería del día anterior a la misma hora; y un poco antes de la hora acordada mi doctora me escribió: apenas estaba saliendo de su casa.

Como vive en el centro histórico me imaginé que tendría que esperarla quince o veinte minutos; pero fue más: un poco más tarde me envió una fotografía del estado del periférico; estaba completamente detenido.

Ví Waze y noté un accidente en la ruta; pero más tarde -llegó con más de media hora de atraso- me comentó que, al parecer, habían cerrado una parte del periférico por un evento de ciclismo; cuando llegó ordenamos dos desayunos típicos.

Y nos estuvimos un poco menos de una hora entre conversación y desayuno -también me regaló un llavero y un magnético para el refrigerador, de su viaje el mes anterior a España-; yo había visto en sus estados de Whatsapp -y me había comentado un par de meses antes- su asistencia a un congreso de medicina laboral en la capital de la madre patria.

También comentamos la finalización de su maestría -con una universidad Chilena- sobre ese mismo tema; se tardó más de dos años en presentar la tesis, pero todo fue concluido casi al mismo tiempo que el viaje a Europa.

Y luego se quedó con un sentimiento de pérdida de rumbo: a sus treinta y siete años no sabe qué otro objetivo plantearse, para continuar avanzando en la vida; nomás tiene claro que quiere dejar la casa materna.

Cuando la alarma del celular sonó -la había programado para las nueve y diez- le indiqué que debía retirarme -Rb me había llamado un poco antes para pedirme que pasara a la ferretería donde usualmente nos proveemos, a comprar una unidad filtrante-; además a ambos nos dieron un ticket en el parqueo, que debíamos sellar para salir del parqueo.

Eso último estuvo raro y sospecho que hay gente que se aprovecha del espacio de parqueo para dejar su automóvil sin consumir en el negocio; o sea, el ticket decía que después de hora y media cobrarían dos dólares por cada hora; y fue la primera vez que me enteraba.

Al final nos sellaron el ticket y no hubo ningun problema para abandonar el lugar; pasé a la ferretería a comprar la unidad filtrante -treinta dólares- y luego retorné a casa de Rb; quien me estaba esperando para acudir a los supermercados en dirección sur.

Y es que debíamos de proveernos de pollo para preparar los almuerzos para la semana: pollo guisado; tomamos la mochila con aislante térmico y caminamos hasta el supermercado más alejado; allí compramos varias libras de pollo.

En el otro supermercado compramos lechugas -acompañaremos el pollo con ensaladas- y un poco de bananos; en el supermercado Rb saludó a una anciana que vive en la esquina de la otra calle y, cuando caminábamos de regreso, me comentó que había crecido con los hijos de la misma.

Lo interesante fue que volvimos a encontrar a la misma señora en la tienda de la esquina; ellas se pusieron a conversar un rato -hablando sobre la vida actual de las personas con las que Rb pasó parte de su adolescencia- y yo nomás esperé a que terminaran.

El día anterior Rb había preparado empanadas de pollo utilizando una masa de plátanos verdes en lugar de masa de maíz; y había preparado unas tortillas para el almuerzo del domingo: las cuales doró en aceite de oliva y las acompañamos con guacamol y el mismo relleno de las empanadas.

Por la tarde estuve leyendo un poco del libro de francés -L'anomalie- y viendo muchos videos de Youtube; a las cuatro de la tarde pelé y corté en cubos las papas que habíamos comprado por la mañana.

También corté en cuadros el chile pimiento, majé cuatro dientes de ajo y piqué en trozos muy finos un par de ramos de culantro; le entregué todo lo preparado a Rb y ella preparó las piezas de pollo y lo puso todo a hervir en una olla.

Al inicio de la noche me dí cuenta que era el segundo día del mes y no había realizado lo que acostumbro el día anterior: cambiar la ropa de cama; quité el cubrecolchón, la sabana, el edredón y la funda de la almohada y saqué un juego nuevo del armario.

Además, como se cumplía ya un año desde que habíamos comprado la unidad filtrante anterior, después de tomar una cena ligera, empecé a preparar el cambio de la misma; lo que no recordaba era que se debe realizar una lavada completa del ecofiltro.
 
Por lo que Rb salió de su habitación -faltaba una hora para su clase de teología- y procedimos con la operación que realizamos cada seis meses: vaciar el filtro, reservar agua para el lavado, y desarmarlo; entonces Rb lavó toda la parte exterior y yo lavé el nuevo; luego lo dejamos secando.
 
Mientras todo se secaba intenté avanzar un poco en una tarea de mi trabajo, me conecté a un par de máquinas en el Imperio del Norte; pero, al parecer, el procedimiento que debía probar no estaba operativo; por lo que nomás tomé un par de capturas de pantalla evidenciando el fallo.
 
A las siete y media Rb entró a su clase de teología; la misma tarde un par de horas y, en el ínterin, terminé de documentar el fallo, envié el correo a mi supervisor -copiando a mis tres compañeritos, mi supervisora local y el PM- y después, ví un poco de The Assassin.
 
El lunes me levanté a las cinco y veinte; no me dí cuenta que era el primer día después del cambio de horario en el Imperio del Norte; o sea, hubiera podido dormir una hora más: fue hasta las siete, que entré a la aplicación en la que nos reunimos que ví que había sido reprogramada para las ocho.
 
Así que, con el cabello aún mojado -por la ducha post ejercicios- me volví a meter a la cama y me quedé allí por otros cuarenta y cinco minutos; estuve realmente dormitando, pero sentí que me cayó bien.
 
Después de las reunión -y durante casi todo el día- volví a la cama; o sea, el supervisor había contestado a mi correo con la indicación que reportara un fallo e indicándole al analista que trabaja con él que preparara otro par de equipos y me ayudara con las tareas, pero no ví ninguna respuesta de este último.
 
Entonces, me pasé casi toda la mañana en cama; entre Duolingo, lectura y dormitar; al mediodía almorzamos la primera -de cuatro- de las porciones de pollo guisado que preparamos el día anterior.
 
Por la tarde continué sin avanzar en el trabajo; me llamó la atención que no hubo reunión al mediodía, pero no me preocupé del hecho; me imaginé que mi supervisor andaba en tareas más serias.
 
Después de preparar té y café retorné a la cama, a leer la primera parte del siguiente libro en Español: Expediente Hermes; un relato de ciencia ficció que se ganó algún premio en Europa; mientras estaba en cama escuché un par de notificaciones de la computadora pero no les dí importancia.
 
Y realmente la tenían: la primera era de mi supervisor, pidiéndome acceder a una llamada, también me había escrito uno de los analistas y mi supervisora; al final se habían reunido los tres y un tema principal -creo- era por qué yo no había seguido las indicaciones recibidas más temprano.
 
Total que entré con quince minutos de retraso a la reunión -el analista incluso me había escrito al whatsapp-; después de la reunón mi supervisora me escribió para indagar más sobre mi mal proceder; le indiqué que lo que había reportado se había resuelto; pero que entendía que debía haber notificado del hecho.
 
Nomás me dijo que lo tomara como una lección aprendida; y entonces me pasé el siguiente par de horas -o tres horas- tratando de ponerme al día con el trabajo; estuve en eso hasta la noche.
 
Y es que, la verdad, me fastidia sentir que no rindo en mi trabajo; o sea, es bien frustrante probar las mismas cosas y encontrar los mismos errores; pero, al final, es el trabajo que he estado haciendo; o la misma naturaleza de mis funciones, durante más de una década; y, generalmente, no me ha pesado.
 
Y a ver cómo sigue eso...  
 
 
 

 

viernes, 31 de octubre de 2025

Inversiones... Investments... Investements...

El mes pasado -a diferencia de los dieciocho meses anteriores- mi hijo no me envió su recibo de pago con la evidencia del descuento de cien dólares para adquisición de acciones de la empresa en la que trabaja; me temí lo peor: creí que lo habían despedido -o había renunciado-.

Pero esperé tres semanas -hasta el sábado de nuestro almuerzo mensual- para preguntarle si seguía trabajando donde mismo; me respondió afirmativamente y entonces lo cuestioné sobre la compra de acciones.

Y se disculpó por no haberme informado antes: al parecer la división en la que trabaja -es como la rama internacional de la empresa canadiense- está siendo absorbida por la matriz, quien recomprará las acciones.

O sea que hasta allí llegó nuestra aventura en invertir; o al menos en esta empresa y de esta forma; le pedí que me enviara más información y, a media semana le pedí las credenciales para entrar a la página en la que se gestionan las acciones.

Un par de días después me envió los datos y pude entrar al sitio; y resulta que -si leí bien la información- no nos fue tan mal: o sea, después de dieciocho meses la suma invertida ha crecido en un diez por ciento -una ganancia de trescientos dólares-; lo que no es ningun breaking point, pero al menos, creo, le queda la experiencia a mi hijo.

Y a ver cómo va eso. 

El sábado me levanté a meditar a las seis y media; después salí a la calle a abrir la llave de paso del agua; también abrí las llaves que están al lado de la casa, las que van hacia -y desde, creo- el depósito de agua que está en el techo; al parecer el cambio de metal a pvc en el lavatrastos funcionó. 

Después me preparé el desayuno de los fines de semana; como un par de días antes Rb se había enterado de una campaña municipal de vacunación de mascotas, a las nueve y media le pusimos los arneses a los perros y los subimos al auto, también llevamos a la vecina -y su pequeña perra-.

La campaña se realizaría en un enorme comedor -en donde solíamos almorzar algunas veces antes de la pandemia, y las algergias de Rb- y hacia allí nos dirigimos; pero el tránsito estaba super pesado, de hecho me crucé el arriate central doscientos o trescientos metros antes de la vuelta en U (y el auto iba tan cargado que pasó raspandose en las separaciones de concreto).

Llegamos al lugar pero estaba cerrado; la vecina se bajó a averiguar sobre el evento de vacunación pero nadie le dió razón; Rb también se bajó y el guardia de la colonia aledaña le comentó que era hasta la una de la tarde; entonces decidimos regresar a casa.

Rb estuvo escribiéndole a la persona de la municipalidad que le había comunicado los detalles el día anterior; y, al parecer, sí era la hora correcta pero el lugar no: al parecer se iba a realizar dentro de esa colonia -y por alguna razón el guardia prefirió no darnos acceso-.

Como el mismo jueves habíamos pasado viendo un afiche, que anunciaba un evento similar, en una colonia que nos queda en el camino hacia los supermercados, Rb me comentó que iba a ir a confirmar la información; me ofrecí a acompañarla.

Y es que, a mitad del camino hacia este lugar, está la chicharronera en la que compro carnitas para el almuerzo con mi hija mayor -una de las opciones según Atkins-; entonces nos dirigimos al lugar, Rb confirmó en garita que al día siguiente estarían vacunando mascotas y retornamos a casa.

En el camino pasé a comprar una libra de carnitas -diez dólares-; cuando retornamos a casa preparé un par de ensaladas -antes de salir había dejado desinfectando unas hojas de lechuga-; la ensalada consistió de eso, aguacate, zanahoria y pepino.

También empaqué seis hojas de lechuga para acompañar las carnitas; puse los tres herméticos en la mochila con aislante térmico; junto con un par de bolsitas de aderezo, los platos y cubiertos para el almuerzo, y un par de coquitas de plástico.

A las once y cuarto saqué a caminar a la perra más pesada de Rb; ella me acompañó con el otro perro grande; luego me metí a la ducha; como el tránsito había estado terrible durante toda la mañana decidí salir a las doce menos cuarto; pero, al igual que la semana pasada, no tuve muchas dificultades y llegué antes de las doce y media al edificio donde viven mis hijos.

Estacioné el auto y subí caminando los siete niveles; como ya cuento con copia de las llaves de acceso entré al área común del departamento; mi hija mediana estaba allí y aproveché para comentarle sobre el presupuesto para construir una pared en la sala -y que ella lo use como habitación-.

Un poco más tarde salió mi hija mayor y nos dirigimos al parque temático; el día estaba un poco gris pero no se veían más signos de lluvia; nos dirigimos al área social en la que usualmente almorzamos; pero, otra vez, estaba reservada.

Entonces nos caminamos a la otra área techada -no nos gusta pues usualmente ponen música a alto volúmen-, en donde habíamos almorzado con mi hijo menor la semana anterior; allí sí encontramos mesas y procedimos a almorzar.

Después del almuerzo mi hija estuvo resolviendo todos los cubos que llevaba en la mochila -como ocho-; luego jugamos una extensa partida de Scrabble; como había quedado de reunirme con mi amigo, el Testigo de Jehova, y nuestro ex compañero de trabajo que ahora vive en Nicaragua; le pedí a mi hija que retornáramos al departamento antes de las cinco de la tarde.

El plan era que tomáramos una bebida caliente entre cinco y cinco y media y que a esa hora yo me retiraría del lugar; había quedado con mis amigos de reunirnos a las seis de la tarde en uno de los centros comerciales más lujosos de la ciudad.

Desde la última vez que habíamos desayunado con mi amigo -el Testigo-, habíamos previsto reunirnos con el otro en su próximo viaje al país -viene cada tres o cuatro meses-; y el primero me había escrito por la mañana, comentándome que la reunión podía ser realizada en la tarde.

En el desayuno de hace unos meses yo había ofrecido invitarlos a ambos a un café; y, el día sábado, me había ofrecido incluso a retornarlo a su casa -vive en un municipio de nuestro departamento vecino en dirección norte-; luego había tenido inquietud por manejar tarde hasta el lugar -son casi veinte kilómetros-.

De todos modos, antes de salir de la casa de Rb, le había comentado que seguramente retornaría tarde, pues había acordado la reunión con mis dos amigos; un poco después de las cinco de la tarde nos retiramos del parque temático.

La última actividad en el mismo fue subirnos a la rueda de Chicago; pero, para hacer esto tuve que adquirir un boleto con doce juegos -usualmente adquiero uno cada cierto número de meses-: el anterior ya solo tenía uno disponible; para comprar este boleto utilicé uno de los veinte dólares que mi hija segunda me había entregado el mes anterior -y que el banco no me había aceptado-.

Yo planeaba adquirir el boleto (son como nueve dólares) con moneda nacional; pero temí que lo que cargaba en la billetera no me alcanzaría para invitar a mis amigos más tarde: le había devuelto dos billetes de cien a mi hija mediana pues se había confundido cuando me pagó la mensualidad para habitar el departamento.

Total que cuando llegamos al lugar en donde venden boletos mi hija mayor me comentó que aceptaban dólares; le pasé uno de los billetes al cajero y, al igual que en el banco, me indicó que no podía recibírmelo -por una mancha de un par de milímetros en un borde-. 

Me pregunto si tenía otros y le mostré los otros seis: también en las mismas condiciones, y a un par les falta un pequeño trozo -también, un par de milímetros- en una esquina; al final aceptó que le había presentado primero.

Me vendió el boleto, me dió el cambio en moneda nacional y nos dirigimos a la rueda de Chicago con mi hija mayor; después nos retiramos del lugar; en el camino pasé a comprar un zepelin y luego nos dirigimos al departamento.

Encontramos a mi hija segunda en la sala y le ofrecí una bebida caliente; pero ella prefiere prepararse su propio café; preparé un té de jazmín para mi hija mayor y yo me preparé un café instantáneo -le escribí a mi hijo menor pero no recibí una respusta-.

Estuvimos en la sala conversando y a las cinco y media me despedí de mis dos hijas; mi hija mayor -como de costumbre- se ofreció a acompañarme al auto; nos despedimos y subió; yo entré al auto e intenté encenderlo, pero fallé.

Me parece que -otra vez- saqué mal la llave del encendido y dejé el auto conectado, con lo que la batería se descargó; le escribí a mi amigo el Testigo, comentándole que no iba a poder llegar, debido a la falla; luego subí al departamento a pedirle a mi hija que escribiera en el chat del edificio, pidiendo favor de conexión para cargar la batería del auto.

Pero nadie respondió en el chat; le escribí al amigo ex voluntario que vive a un par de cuadras del lugar; pero ví en sus estados de Whatsapp que andaba en una fiesta de su escuela de escultura; también le escribí a Rb para ponerla al tanto.

Ella me sugirió que le escribiera a mi amigo voluntario al que visito cada mes; y, de hecho, lo llamé; le pedí que llegara al lugar para pasarme corriente y él fue muy amable de aceptar mi petición; le envié mi ubicación y me dispuse a esperarlo; y llegó, en efecto, una media hora más tarde.

Durante ese tiempo mi hija mayor me estuvo explicando algunos conceptos básicos del poker; pero después nomás nos dedicamos a observar la calzada, para otear la llegada de mi amigo; ví pasar su camioneta y un minuto después me llamó para comentarme que estaba frente al edificio.

Bajamos con mi hija mayor, abrimos la cortina del parqueo y mi amigo se parqueó al lado del automóvil; conecté con cuidado -siempre me pone nervioso- la batería del auto de mi amigo con la del auto de Rb, esperamos unos minutos y luego lo arranqué.

Costó un poco pero arrancó; dejamos ambos automóviles funcionando durante un rato y luego los desconecté; guardé los cables de carga y me despedí de mi hija mayor; salí antes del parqueo pero, en la misma calle, llamé a mi amigo para indicarle que iría por delante y me despediría en su casa.

El tránsito estaba bastante tranquilo por lo que en muy poco tiempo llegamos a su casa; pero justo frente a su portón había un camión estacionado; pregunté en la tienda si era de ellos pero me indicaron que no.

Temí que alguien lo hubiera dejado y se hubiera ido a atender otros menesteres -en la calle hay varios puestos de comida-; pero no, me acerqué a la puerta del piloto -todo estaba polarizado- y ví que alguien adentro estaba usando un celular; dí varios pequeños golpes al vidrio y, cuando lo bajó un poco, le indiqué que necesitábamos entrar al parqueo.

Mi amigo estacionó su auto, cerró el portón y, entonces sí, nos despedimos; luego continué mi retorno a la casa de Rb; cuando entré le escribí a mis amigos lamentándome por no poderlos ver ese día, pero indicando que esperaba que pudiéramos hacerlo en el futuro próximo.

Rb salió al patio a recibirme -con sus dos perros grandes-; y comentamos sobre los hechos del día; luego cené y, un poco más tarde, la acompañé un par de horas en su habitación; ella viendo sus series y yo haciendo lecciones de Duolingo.

El domingo me levanté a meditar a las seis y media; luego pasé al baño y volví a meterme a las sábanas; no tenía ningún ánimo de empezar el día; como teníamos que salir a las nueve y media, para las vacunas de los perros, pusé la alarma para las ocho y media.

Rb entró a mi habitación cinco minutos antes de que sonara la alarma: me quería contar que había salido a arrancar el automóvil y todo se veía bien; le pregunté si lo había dejando funcionando y me comentó que no, que lo había apagado.

Me levanté a prepararme el desayuno de los domingos; después esperé a que Rb preparara a los perros para llevarlos a sus vacunas; habíamos acordado con la vecina que nos acompañaría, pero ella había salido un poco antes pues decidió irse caminando.

A las nueve y media subimos a los tres perros de Rb al auto y nos dirigimos al parque de la colonia en la que habían programado la jornada de vacunación; el tránsito estaba bastante ligero por lo que llegamos en un par de minutos; creí que debía mostrar mi licencia en la garita de la colonia, pero el guardia me indicó que podía entrar así nomás.

Cuando estacioné el auto frente al parque vimos que una pareja estaba entrando con un perro; bajamos a los tres de Rb del auto y esperamos a que lo vacunaran para acercarnos a las tres personas que estaban adminstrando la vacuna antirrábica.

El proceso fue bastante express: Rb llevaba los controles de vacunación de cada uno y luego de menos de diez minutos retornamos al automóvil; entonces le comenté a Rb que aún le daba tiempo de ir a la iglesia -el día anterior había decidido que no realizaría su visita mensual, debido a la vacunación-.

Retornamos a casa, metimos a los perros a casa, Rb tomó unos güisquiles que habíamos cosechado durante la semana -y que pensaba regalar a los ancianos que la acompañaron la semana anterior a la clínica ginecológica- y volvimos a abordar el automóvil.

EL tránsito seguía bastante tranquilo por lo que no tuvimos muchas dificultades en llegar a la iglesia; me parqueé frente a la iglesia, nos despedimos con Rb y empecé el retorno a casa; pero en el camino se me ocurrió que podía -por fin- cambiar las llantas traseras del auto.

Continué conduciendo hasta el pinchazo al que había llevado el automóvil, la última vez que intenté reparar la llanta trasera del lado del piloto; estaba atendiendo el mismo jove y, al consultarlo, me indicó que me cobraría ocho dólares por el cambio de ambas llantas, entonces le pedí que cambiara solo una.

La operación no llevo mucho tiempo; aunque sí se necesita mucha fuerza; la llanta que le coloqué -que me regaló mi único amigo de la facultad- se veía más vieja que la que le estaba quitando; pero espero que esta no deje escapar el aire como la anterior.

Después que la llanta estuvo reinstalada le pagué los cuatro dólares al joven y me dirigí, por fin, a casita; estuve buscando alguna manguera con aireador para el lavatrastos pero no encontré una buena oferta; también partí la papaya que Rb había dejado preparada para el efecto.

Al mediodía Rb me escribió para que fuera por ella a la iglesia; el tránsito se mantuvo bastante tranquilo y cuando llegué ella había cruzado la calle para facilitar el abordaje al auto; el retorno tampoco nos presentó dificultades.

Pero, como habíamos acordado más temprano, conduje hasta el supermercado más lejano en dirección sur; allí compramos varios muslos de pollo -importado- para los almuerzos de la semana.

Cuando retornamos a casa preparamos el almuerzo -alitas de pollo y ensalada- y, después de sacar a los perros, esperé un rato para lavar los trastos de la comida; luego preparé un café y un té de jazmín; el resto de la tarde lo pasé viendo videos de Youtube.

El lunes fue un dia bastante típico: meditación a primera hora, reunión diaria; luego casi nada: al parecer los problemas de conexión seguían bloqueando el trabajo del equipo local; aunque, a media mañana el supervisor me asignó una tarea; la cual me llevó casi todo el día.

Al final del día laboral nos dirigimos al supermercado más cercano en dirección sur; como ya habíamos hecho la rutina de ejercicios por la mañana, no caminamos hasta el extremo; compramos allí un poco de bananos y retornamos a casa.

El martes también se veía tranquilo; me levanté a las seis y media -una hora y diez minutos más tarde que el día anterior-  medité y luego entré a la reunión diaria; al parecer el trabajo que realizamos el día anterior no tuvo ningún efecto.

En la reunión mencionaron que iba a liberarse una nueva versión de la app; la cual estuvimos esperando durante todo el día; pero, al final, no se concretó; a media mañana el supervisor me llamó para preguntarme por el analista que menos bien me cae; al parecer estaba tratando de localizarlo y no lo lograba.

Le escribí al susodicho y nomás me contestó unos minutos después, comentándome que ya había hablado con el supervisor; durante la llamada del primero ocurrió algo que me desestabilizó: el supervisor me preguntó si estaría dispuesto a viajar al Imperio del Norte.

Le dí mi respuesta standard: si se necesitaba que viajara, estaba dispuesto; me preguntó sobre la visa y le comenté que no tenía; que tendría que ir a la embajada a verla; pero, la verdad, ni él ni yo nos mostarmos muy entusiasmados: a mí no me llama la atención -y hacce como seis años me negaron la visa- y él, al parecer, requiere que alguien vaya de forma express.

Le comenté sobre esto al analista que mejor me cae -es muy brillante- y, coincidentemente, acaba de tramitar su visa -supuestamente quería ir con sus amigos a algunos partidos del mundial el otro año-; espero que pueda viajar, creo que es una muy buena oportunidad en su carrera.

Yo, por otro lado, le comenté a Rb que, a menos que fuera completamente necesario, me sentía bastante agusto sin salir del país; pero quién sabe si siempre tendré la opción de mantener la comodidad; pues tanto este como un eventual nuevo trabajo pueden requerirlo.

Otra situación que me llamó la atención fue el retorno a la empresa de un ex compañero -proveniente de la Suiza centroamericana- con quien había hablado el año pasado: luego de acá se fue a una empresa Argentina que terceriza servicios; el año pasado estaba en uno de los proveedores de servicios de nuestra empresa.

El señor es bastante pretencioso: contaba que se había hecho cargo de un casino durante algún tiempo; que ganaba veinte o treinta mil dólares por mes -o algo así- y que estaba constantemente recibiendo llamadas para resolver conflictos internos.

Pues trabajamos juntos en algunos proyectos hace cuatro o cinco años; luego se retiró; trabajando un tiempo -con los argentinos- en alguna rama de Alphabet; y me escribió ayer, comentándome que había retornado.

Lo interesante fue que me comentó que lo despidieron del último trabajo por 'confiar' en un programador que debía supervisar: supuestamente este mantuvo un 'progreso teórico' en un proyecto y al final no entregaron; y mi ex compañero aceptó la responsabilidad y salió.

Dice que hace un mes lo llamaron de acá -había re aplicado hace un año o así- para ofrecerle una gran posición dirigiendo un proyecto en el cual tiene libertad de acción; aunque, me comenta, siente que 'las cosas ya no son las mismas'.

Estuvimos conversando un poco más de quince minutos y luego continué con mi rutina diaria; pero, ambos hechos -la 'propuesta' de mi supervisor y el retorno del ex compañero- me dejaron con una nostalgia un poco rara.

Por la tarde -y la noche- estuve leyendo los primeros capítulos del libro actual de Francés (l'anomalie), el último capítulo de Harry Potter e a camara secreta y los casi últimos capítulos de ACT with love; también superé -otra vez- el nivel ELO de mil cuatrocientos. 

El miércoles me levanté a las cinco y veinte a meditar; a partir de este día empece a integrar en esta actividad frases de afirmación para mejorar en algunas áreas de mi vida -financiera, interna e interpersonal-; después levante a Rb e hicimos la rutina de ejercicios de la mitad de semana.

El trabajo continua raro: el supervisor involucró a nuestra manager local en la reunión diaria e hizo hincapié en la importancia de completar nuestras asignaciones en el período indicado; pero la aplicación no ha estado colaborando.

Al final de la tarde Rb salió a comprar algunas verduras al señor que viene -frecuentemente- dos veces por semana a la calle; se suponía que el viernes no vendria pues debe someterse a una operación en una pierna, debido a una vena -o arteria, no lo tengo muy claro-.

El jueves era el segundo dia de vacaciones del mes; me levanté a meditar a las seis y media pero luego volví a la cama; no volví a levantarme hasta un poco antes de las nueve; me preparé el desayuno y luego me vestí para acompañar a Rb al supermercado.

Salimos a las diez y el busito no tardó mucho en pasar por el boulevard; el tránsito no estaba muy pesado y un poco después llegamos al comercial en donde termina el viaje; caminamos hasta el comercial de la siguiente cuadra, pues allí hay un almacén de telas y Rb necesitaba adquirir un poco.

Yo me había estado sintiendo mal del estómago y no recordaba -al principio- si había comido algo diferente en la semana; luego recordé que sí: dos o tres días antes la señora que vive en la tercera casa -a quien frecuentemente regalamos güisquiles- vino a regalarle unas empanadas a Rb.

Como están hechas de maiz y ella no puede consumir este grano me las transfirió: ese día me comí dos o tres, y luego una en cada día siguiente; las mismas habían sido rebosadas en aceite y -creo- esto  alteró completamente mi ciclo estomacal.

Por ese motivo no compré un café -y dona- en el comercial; luego nos pasamos al supermercado donde Rb se provee semanalmente de aguacates; también compramos un poco de pollo -y Rb compró un par de zepelines en la panadería del lugar-.

Luego de completar las compras retornamos a la estación de los busitos y volvimos a casa; el tránsito seguía bastante tranquilo; yo me seguí sintiendo mal del estómago e incluso consideré no salir a la reunión que había programado con mi ahijado profesional, pero al final decidí que sí.

Almorzamos lo mismo de los cuatro días anteriores: piernas de pollo doradas y sopa de espinaca, con aguacate y arroz; luego lavé los trastes y, después, estuve leyendo un poco del libro de Francés.

Rb se retiró un momento a descansar a su habitación y, a las tres de la tarde, preparé un té de jazmín y un café instantáneo; a las cuatro de la tarde me despedí y empecé a caminar hasta la ruta intermunicipal.

Allí tomé el autobús hasta el periférico; pero no iba muy bien, o sea, iba armando el cubo de Rubik pero también iba sumido en otros pensamientos; tanto que no me apeé en la estación de costumbre; esperé hasta que el autobús llegara al punto más cercano de la calzada a la que iba -aún a dos o tres kilómetros de distancia- y allí me bajé.

Consideré tomar el Tranmetro pero era super temprano -faltaban como quince minutos para las cinco-, por lo que decidí caminar; crucé la calle y empecé a caminar en la acera del periférico, llegué hasta la intersección con la vía principal y de allí me dirigí a la cafetería en donde había citado a mi ahijado.

Llegué con cinco o diez minutos de antelación y me quedé en la puerta; mi amigo llegó como con diez minutos de retraso; entramos al lugar y ordené un cappuccino grande y un pastel de fresas con crema; mi ahijado pidió el mismo pastel pero un café negro.

Luego estuvimos un par de horas en el lugar; entre café, pastel y conversación; él sigue con los conflictos con su esposa -tiene dos hijos con una pareja anterior y dos con esta señora-; han tenido un negocio en conjunto por tres años y, al parecer, ella le hace la vida imposible.

A las siete y media dí por concluida la reunión, nos despedimos y caminé hasta el periférico, a abordar el transmetro; el cual tardó bastante en pasar, casi hasta las ocho; el viaje en esa unidad es de tres o cuatro estaciones, y luego me tocó que caminar hasta el lugar en donde puedo abordar los buses intermunicipales.

Este me dejó en donde había iniciado mi viaje más temprano, de allí caminé a casa, llegando un poco antes de las nueve; encontré a Rb en su penúltima clase de lenguaje del curso de teología; tenía mal configurado su Teams y se oía a sus compañeros con eco; por lo que estuve un buen rato en mi habitación, leyendo el inicio del libro de Portugués: Agilidade Emocional.

Y a ver cómo sigue eso...