domingo, 16 de noviembre de 2025

Inversiones (casi escribo "malas")... Investments (I almost wrote "bad")... Investissements (j’ai presque écrit “mauvaises”)...

El miercoles por la tarde me escribio mi hijo menor por whatsapp: me envió un screenshot del depósito que le habían hecho por la recompra de acciones que habían realizado en su trabajo.

Lo primero que noté fue que la cantidad que recibió era la mitad de lo que había visto en el sitio de la empresa que gestiona esta información -quienes administran las acciones-: en la página decía que las acciones tenian un valor de tres mil dólares; el depósito que ví fue de mil quinientos.

Lo cuestioné sobre la cantidad y me envió un screenshot del documento de liquidación; el valor de cada acción era como la mitad de lo que decía la página de stocks; me molestó un poco el hecho; o sea, en vez de ganar un diez por ciento con las inversiones había perdido el cincuenta por ciento.

Y me puse a rumiar pensamientos: qué estafa; siempre se aprovechan de los pequeños inversores; las empresas siempre fastidian a sus empleados; y así; pero nole dí mas importancia; tampoco le comenté nada a mi hijo.

Pero también me dije que no volvería a invertir; o al menos a hacerlo de la forma en la que me metí en esta aventura: o sea, con una completa ignorancia de cómo funcionan los procesos; básicamente aceptando mi desconocimiento.

Pero el jueves recibí otro mensaje de mi hijo: le había escrito -a los tres, realmente-: había depositado en la cuenta del edificio donde viven los cincuenta dólares que habían pedido como aporte extraordinario, por la compra de una bomba de agua.

Mi hijo me comentó que no había revisado su correo durante los últimos dos días -había estado fuera-; y que se acababa de percatar que las acciones habían sido adquiridas a mitad de precio porque una parte del valor se había trasladado a acciones de la empresa matriz.

Y, con el valor de mercado de las mismas, entonces quedamos casi en la misma posición: o sea, sin pérdidas; pero aún deberémos averiguar cuáles son las condiciones en las que serán administradas; o sea, se supone que esas sí pagan dividendos anuales; aunque me preocupan los cargos de administración.

Y a ver cómo va eso... 

El miércoles me levanté a las seis y veinte; me levanté algo raro porque me recordé que, durante la noche, había estado teniendo sensaciones raros en las piernas: me había despertado y sentía las sentía ingrávidas.

La noche anterior había confirmado si aún no me tocaba aumentar en un minuto la duración de mis periodos de meditación; pero no, al parecer aún tenía que esperar hasta el viernes para el cambio.

Medité veintiún minutos y luego salí a despertar a Rb, para realizar la rutina de ejercicios de mitad de la semana; y, aunque los perros no estuvieron interrumpiendo, igual decidí volver a tomar la ducha hasta después de que terminara la reunión diaria.

La reunión continuó en la misma forma: apenas revisamos algunos nuevos reportes de fallos que un par de analistas habían reportado; y la indicación de que se realizaría la actualización durante el día.

Después de hacer Duolingo estaba considerando retornar a la cama -el baño me había relajado-; pero noté que era el día en el que me reuno con mi supervisora local a las nueve y media -reunión bimensual 1:1-.

A la hora convenida entré a la reunión con mi supervisora; ella entró como cinco mintuos más tarde, aduciendo problemas con la herramienta que utilizamos; y la reunión estuvo bastante tranquila: no se habló del incidente de la semana pasada -mi irresponsabilida-.

El único tema que yo tenía en mente era el convivio de fin de año del equipo: el año pasado lo realizamos en el parque temático a donde acudimos con mis hijos; pero este años aún no se ha confirmado nada -ni siquiera un convivio de toda la empresa-.

Antes de tocar el punto laboral estuvimos conversando un poco de temas personales; yo tenía la idea de que mi supervisora era católica -le pregunté si pertenecía al Opus Dei- pero, sorprendentemente, me comentó que era evangélica.

Al mediodía recalentamos la segunda porción de tortilla española de la semana; acompañada de una gran ensalada -y refresco de Rosa de Jamaica-; como habíamos sacado a caminar a los perros antes del almuerzo, nomás esperé un rato antes de lavar los trastos del almuerzo -aunque el lavatrastos estaba más lleno que de costumbre-.

Mientras Rb le daba de comer a sus perros yo puse un poco de manzanilla en la olla y le preparé un té; también preparé un café para mí; como había quedado en reunirme con mi amigo poeta a las cinco y media -y el tránsito es muy variable por acá-, salí de mi trabajo a las cuatro y media.

A esa hora tome mi mochila, encendí el automóvil e inicié el viaje de ida; sorprendentemente el tránsito estaba bastante ligero: no me tocó que parar en ningún tramo del boulevard; y en el resto del camino nomás en un sector se ralentizó.

Con lo que llegué al lugar de costumbre a las cinco y diez; había considerado que me iba a tocar esperarlo; pero justo entrando al restaurante recibí un mensaje de que se atrasaría al menos quince minutos; al final fueron como veinticinco minutos.

De acuerdo a lo que había previsto había ordenado un pastel tres leches y un té frío; cuando mi amigo llegó pudimos ordenar un par de cenas típicas -las empiezan a servir a las seis y faltaban como cinco minutos para esa hora-; luego nos estuvimos en el lugar por casi dos horas, entre cena y conversación.

Además, casi al final de la reunión, le dí los seis billetes de veinte dólares que no me había aceptado el banco; a las ocho menos veinte nos despedimos; abordé el automóvil y le envié un mensaje a Rb para comentarle que empezaba mi retorno.

El tránsito de vuelta tampoco estuvo muy fuerte; me vine por varias calzadas principales y no hubo embotellamiento en ningún lugar; al final vine un poco después de las ocho y cuarto; acompañé a Rb en su cama mientras veía alguna de sus series; también vimos la segunda parte del primer episodio de una competencia de pasteles -la noche anterior habíamos visto la primera-.

El jueves me levanté a las seis y media; medité y luego retorné a la cama: era mi primer jueves de vacaciones -de los dos que me obligan a tomar al mes- y puse la alarma del celulara para las ocho y media.

A esa hora me levanté a preparar el desayuno, y a esperar a que Rb alimentar a a sus perros; un poco antes de las diez nos dirigimos al mercado en el Centro Histórico; Rb debía ir a consultar al internista en donde se someterá a la cirugia, y me había pedido que la acompañara al mercado, para traer de vuelta las moras que compra en el lugar.

El tránsito estaba bastante normal; un poco de embotellamiento antes de salir a la ruta intermunicipal; el busito se estaciona un rato en ese lugar y vimos cómo lo abordaba uno de los voluntarios con quien visitábamos hace diez años -también lo había visto en una sucursal de la telefónica hace unos años-.

Estuvimos conversando un rato con el joven, mientras el busito reiniciaba la marcha; nos despedimos en el comercial en donde la ruta finaliza; en el mismo lugar hay otra sucursal de la telefónica, a donde se dirigía a trabajar nuestro amigo.

De allí tomamos un transmetro hasta el centro; a medio trayecto el joven que iba sentado a la par de Rb se levantó; yo me percaté que había una tarjeta de pago del transporte entre los asientos y le pedí a Rb que verificara si tenía la de ella; entonces se la dimos al joven.

Lo raro es que justo cuando vi el piso de la unidad, había otra tarjeta; y, como de esa, era mucho más difícil saber a quien pertenecía, nomás la guardé en la bolsa del mercado de Rb; la usé en el viaje de vuelta, tenía apenas tres pasajes.

En el mercado Rb compró tres libras de moras y un ciento de bolsas transparentes; estas últimas las quiere utilizar para separar porciones de comida de sus perros grandes, para facilitarme un poco la vida, cuando me toque hacerme cargo de estos, mientras ella se recupera de la operación. 

Luego de las compras me despedí de Rb, ella se dirigió a la estación desde donde toma el transmetro hacia el hospital; yo me dirigí a otra estación cercana, para empezar el viaje de retorno; la estación no estaba muy llena; al parecer el partido de futbol de la selección -contra el país que creó el Imperio del Norte para ahorrarse un mes de viaje de sus barcos- bajó la afluencia de personas en las calles ese día.

Me apeé del transmetro en el comercial en donde se estacionan los busitos; entré al supermercado del lugar y compré un poco de bananos y una red de aguacates; luego pasé al banco a retirar los últimos novecientos dólares que tenía en mi cuenta bancaria.

Luego salí del comercial, a abordar el busito; el cual no tardó mucho en iniciar el recorrido -a pesar que nomás veníamos dos o tres pasajeros-; creí que venía con bastante tiempo antes del almuerzo, pero de hecho ya era la una de la tarde.

Le envié un par de fotografías a Rb -había olvidado la lista de preguntas para la consulta con el internista y el dermatólogo- y luego me preparé el almuerzo: la última porción de tortilla española; acompañada de ensalada -antes de salir había preparado las ensaladas, así Rb podía llevarse la suya al hospital-.

Almorcé y luego saqué a caminar a los perros; quería ver cuánto tiempo me tomaba el procedimiento -para visualizar cómo estarán mis dos semanas siguientes- pues me toca sacar a cada perro grande por separado.

Al final entre la caminata de los dos perros grandes -incluyendo recoger sus desechos- y sacar a la pequeña -y más vieja- al patio pasaron treinta minutos; lo que no está tan mal: o sea, puedo tomar treinta minutos para almorzar y otros treinta para las caminatas.

Rb se pasó toda la tarde en el hospital: había llevado su almuerzo pues debía acudir a dos citas médicas; la primera con el internista, para evaluar sus condiciones para una intervención quirúrgica (histerectomía, me parece); la segunda con el dermatólogo, pues había observado que un piquete en el pie se le había desarrollado de una forma rara; incluso creía que era tiña.

Pero no, no era tiña; el dermatólogo la revisó y le indicó que la forma en la que había evolucionado se debía a la edad; creo que le recetó una crema antiséptica; ahora, con el internista hubo un poco de confusión porque el exámen de sangre indicaba un grado de diabetes; de hecho le indicó que debía volver a realizarlo, para descartar un error en la medición.

Y además, le dió la luz verde para la intervención quirúrgica; o sea, le indicó que el martes siguiente debía entrar al quirófano; Rb me llamó en cuanto salió de las consultas, para contarme todo eso; luego empezó el camino de retorno y llegó a casa cuando ya había oscurecido.

El viernes fue -en general- un día bastante tranquilo; o sea, la noche anterior empezamos a afinar los detalles para los tres días que Rb estará ausente por su cirugía -y que yo me tendré que hacer cargo, desde las tres AM hasta las once PM de sus perros-; me desperté a las seis y media y, después de meditar, levanté a Rb para realizar la rutina de ejercicios.

Al igual que los días anteriores, me duché hasta después de la reunión de equipo diaria; luego me metí a la cocina y me preparé el desayuno de los viernes; estoy utilizando por estos días dieciseis o diecisiete gramos de embutidos y treinta gramos de repollo, con la torta de huevo que preparo para mis panes.

Durante la mañana estuve avanzando un poco en las tareas del trabajo; pero muy poco; por ser viernes preparamos el penúltimo de los pescados que traje de la última visita a mis padres; y por la tarde me dediqué a leer.

Después del horario laboral nos dirigimos a la tienda verde de descuentos: Rb quería comprar un paquete de pañales para adultos, le pidieron una docena para la cirugía; yo aproveché para comprar dos paquetes de dulces para repartirlos en caso haya convivio de fin de año.

En la noche empecé a ver la última película de Leonardo de Caprio: One battle after another; está super larga -más de dos horas y media- por lo que decidí dosificarla en cinco partes, de treinta y dos minutos cada una.

El sábado me levanté a las siete y media, medité y volví un rato a la cama; puse la alarma del celular para después de las ocho, pero me levanté cuando escuché que Rb empezaba sus actividades diarias -creo que sacó a los perros al patio-.

Preparé mi desayuno de los sábados y luego retorné a la cama a hacer Duolingo, y a leer un poco: he estado leyendo un poco más en Español; me ha costado iniciar con el siguiente libro en la línea de No Ficción: Proust and the Squid.

A media mañana nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; nos metimos al mas lejano pues yo quería sacar cien dólares del cajero automático que se encuntra en el lugar: como no iba a poder ver a mi hija el siguiente sábado -un día antes de su cumpleaños- había planeado entregarle ese mismo día su regalo de cumpleaños.

Pero el cajero no servía; de todos modos aproveché para comprar una bolsa de tortillas de maiz y una bolsa de soya texturizada; planeo utilizarlos dos o tres días durante el período de convalecencia de Rb; también compré un hermético con cuatro cubiletes, para mi visita del día siguiente al voluntario que me rescató cuando la batería del auto se descargó el mes pasado.

En el otro supermercado ibamos a comoprar bananos, pero no encontramos ningún racimo en buenas condiciones -de hecho casi no habían bananos en el lugar de costumbre-; retornamos a casa y, a las once, saqué a caminar a la perra más pesada de Rb.

Luego me metí a la ducha; salí de casa después del mediodía pero el tránsito -sorprendentemente- estaba bastante ligero; llegué a la casa de mis hijos a la una menos cuarto; nomás llevaba mi mochila negra con los cubos de Rubik y el Scrabble.

Le escribí a mi hijo para notificarle que ya había llegado; nomás le dió un (Y) a mi mensaje; y me estuve en el área de la sala -que pronto se convertirá en la habitación de mi hija mediana- haciendo algunas lecciones de Duolingo.

Mi hija mayor salió un rato después -con cara de almohada- y estuvimos conversando un momento; mi hijo salió después de la una y cuarto; le propuse que nos dirigiéramos al parque temático e iniciamos la caminata hacia el lugar.

En el camino le pregunté sobre alguna preferencia para almorzar; me comentó que había desayunado pollo como a media mañana y que, realmente, no tenía apetito; con lo que nos quedamos sin almorzar.

El parque estaba un poco más concurrido que de costumbre -me imagino que debido a que mucha gente ya anda de vacaciones, especialmente los que se relacionan con la educación-; el lugar donde usualmente almorzamos estaba reservado por un convivio.

Nos dirigimos a una banca en una de las sendas del lugar y allí nos estuvimos un poco más de una hora, conversando y armando los siete u ocho cubos de Rubik que llevaba; después nos subimos a la rueda de Chicago de costumbre.

Para terminar la visita del lugar entramos a ver la nueva obra de teatro que montaron con temática navideña; entramos al lugar a la última función - a las cuatro de la tarde-; la obra está pasable: mucho baile y casi nada de argumento.

La duración de la misma es de un poco menos de media hora; luego de lo cual empezamos el camino de regreso al departamento; le pedí a mi hijo que me acompañara a un cajero automático, pues quería retirar el efectivo que planeaba obsequiarle a mi hija mayor.

En el camino hay dos comerciales en donde hay varios cajeros automáticos; pero ninguno de los tres aceptó la transacción móvil que había realizado más temprano; en la panadería del primer lugar compré un par de zapelines.

Cuando regresamos al departamento le envié un mensaje a mi hija mayor invitándola a un té -de jazmín-, pero no me respondió; le ofrecí a mi hijo un café instantáneo; pero me dí cuenta que no llevaba paquetes de café; él tomó un poco de agua y yo preparé un té de jazmín; compartimos uno de los zepelines.

Un poco después de las cinco y media me despedí de mi hijo, bajé al sótano e inicié el camino de regreso a casa de Rb; el tránsito estuvo un poco pesado en una parte de la calzada colindante a la casa de mis hijos, pero no mucho, no tuve muchas dificultades para alcanzar mi destino.

El domingo me levanté a las siete y media y, al igual que el día anterior, luego de meditar veintidos minutos retorné un rato a la cama; me levanté cuando escuché que Rb sacaba a sus perros de la habitación.

Me iba a preparar mi desayuno de los domingos: una torta de huevo, tortilla de harina y frijoles; pero no encontré ninún paquete de frijoles volteados -no me dí cuenta que me había quedado sin provisiones de este alimento-; por lo que nomás fue la torta de huevo con tortillad de harina.

Después del desayuno estuve haciendo un poco de Duolingo y leyendo un poco de Proust and the Squid -es muy bueno: sobre la historia y elementos de la lectura-; a las diez de la mañana nos dirigimos al supermercado en donde compramos artículos a granel.

En el camino pasamos a otro supermercado para comprar bananos -ya no teníamos para acabar el día-; luego seguimos al que nos dirigíamos; allí Rb compró un frasco de semillas de marañón y un saco de comida para perros; yo compré una bandeja de alitas de pollo.

También compré un frappuccino y un pastel tres leches; pero me cuidé de no consumir lo primero -ni lo segundo, realmente- en el camino: en una de las penúltimas visitas al supermercado me había dado un brain-freez bien feo; y venía manejando, por lo que nos puse en un riesgo muy alto sin ninguna necesidad.

Retornamos a casa con las compras; y yo dí buena cuenta del frappuccino y de la mitad del pastel de tres leches; un poco más tarde Rb empezó a preparar las alitas de pollo dominicales y sacamos a caminar a los perros; yo preparé un par de ensaladas y completamos el almuerzo.

Después del almuerzo lavé los trastes que había en el lavatrastos y luego me estuve viendo algunos videos de Youtube; a las dos y media metí mi computadora y mi tablet -y el tablero de ajedrez- en la mochila y, a las tres menos cuarto, me dirigí a la casa del voluntario que visito mensualmente.

Llegué al lugar justo a las tres de la tarde, estacioné el auto un poco atrás pues alguien se había parqueado justo frente a la casa de mi amigo; toqué el portón y, esperé a que mi amigo bajara.

Volví a agradecerle por la ayuda brindada el mes anterior cuando la batería del auto se había descargado; y nos pasamos el siguiente par de horas entre conversación, café y cubiletes -ahora sí llevaba paquetes- y enseñándole a obtener libros de la página en la cual me  surto de los mismos.

Al final bajamos cinco libros de Agatha Christie -en español y en formato pdf- y uno de Julio Verne; a las cinco de la tarde me despedí de mi amigo e inicié el camino de retorno; el tránsito estuvo bastante ligero por lo que menos de veinte minutos más tarde ya estaba estacionando el auto frente a la cassa de Rb.

Por la noche estuve viendo algunos videos de Youtube, el primer capítulo de Pluribus, y la tercera parte -de cinco- de One battle after another; también hice algunas lecciones de Duolingo; aunque las partidas de ajedrez en esto último no han estado funcionando tan bien.

Y a ver cómo sigue eso..

miércoles, 12 de noviembre de 2025

La salud, la vida, y esas cosas... Health, life and those things... La santé, la vie et ces choses...

La situación doméstica ha estado mera rara durante los últimos días -o semanas? o meses? o años?-; o sea, siempre he mostrado respeto por las vulnerabilidades de Rb en esta área: acepté tomar antibióticos -lo cual odio- cuando ella se trató por Helicobacter Pylori. 

Y para la pandemia, incluso, me retiré de su casa durante un par de meses porque ella se sentía muy insegura por mis salidas semanales para ver a mi hijo menor -luego retorné y me establecí en su casa, cuando las medidas de aislamiento se recrudecieron-.

Cuido a sus perros -les doy de comer, básicamente- cuando tiene que acudir a alguna cita médica o realización de exámenes de laboratorio -o cuando tiene que salir por cualquier razón-; lo cual, generalmente, no ha representado una gran carga.

Pero lo que se viene -me temo- está un poco más serio: la siguiente semana tendrá que ir a realizarse una serie de exámenes al hospital al que acaba de acudir; y luego, casi seguramente, tendrá que estar hospitalizada por un par de días -no sé si más- por una cirugía.

Y allí es donde entro yo -y fue parte del drama por el cual no terminamos (por primera vez) la rutina de ejercicios del viernes-: a Rb le preocupa -o se siente culpable- de la sobrecarga de trabajo que representará hacerme cargo de sus perros.

Porque además de que los alimenta religiosamente -en la cama, y a la más anciana la obliga a comer- tres veces al día, también se levanta todos los días a las tres de la mañana para darle algunos trozos de pollo a la susodicha: teme que dejarla sin comer durante más de ocho horas le dañe más el páncreas -o algún otro órgano, no estoy seguro.

O sea, la perra tiene más de quince años de vivir con ella; y, según estimaciones del veterinario, ya tenía tres años cuando ella la adoptó -alguien la había rescatado de un grupo que llegaba a alimentarse a un contenedor de basura; y tiene más de una década comiendo una comida exclusiva por su pancreatitis. 

Hace cuatro o cinco años estuvo a punto de ponerla a dormir: la perra estuvo muy mal, con vómitos  constantes y temió que ya no iba a poder alimentarla; y desde esa fecha la obliga -en la mayoría de las ocasiones- a ingerir las pequeñas croquetas con las que la alimenta.

Y, también, desde esa fecha se levanta todos los días a las tres de la mañana, a asegurarse que siempre tiene algo en el estómago; hace unas semanas -o meses- la ví bastante desmejorada: le estaba costando levantarse -duerme más de veinte horas al día- y se notaba rigidez en las extremidades.

Le indiqué a Rb que lo mejor es que se preparara; luego vió que los ojos habían empezado a irritársele (le hecha gotas varias veces al día porque ya no produce lágrimas); entonces decidió llevarla a la clínica en donde operaron a su otro perro.

En esa ocasión le dieron varios medicamentos para la rigidez; y le aumentaron las dosis de las gotas en los ojos -creo que también le prescribieron otro tipo de gotas-; de todos modos le dijeron que debía prepararse; pero la medicina le cayó muy bien a la perra; la rigidez desapareció y ha retornado a su rutina de los últimos años.

Yo había estimado que podía levantarme un par de días a las tres y alimentar a la perra -y alimentar también a los otros dos durante el día-; pero este día Rb se puso mas seria: durante su recuperación (1 semana? dos semanas?) no podrá realizar esfuerzos, por lo que se preocupa de la carga que me está imponiendo.

Por supuesto que me he estado mostrando estóico; tratando de tranquilizarla e indicándole que cruzaremos cada puerta conforme vaya presentándose; pero insiste en el control: hoy quería 'enseñarme' cómo le aplica gotas en los ojos a su perra; mi respuesta, como siempre: no, nomás dame un horario detallado de lo que hay que hacer cada día, yo me encargo.

Y a ver cómo va eso. 

El sábado me levanté a las seis y media; había dejado la alarma de la tablet, además de la del celular pues temía que no iba a depertarme a tiempo; después de meditar me metí a la ducha; quería salir de casa antes de las siete y media.

Después de la ducha aún leí un capítulo de Expediente Hermes; después, un poco antes de las siete empecé a caminar hacia el punto en donde abordamos los buses intermunicipales; y fue una buena decisión porque a medio camino el tránsito estaba bastante pesado.

Cuando llegué a la ruta intermunicipal el bus estaba arrancando; me llamó la atención que el ayudante me cobró medio dolar cuando usualmente me cobran un poco más en las ocasiones en las que voy hasta el periférico.

Cuando llegamos a esa ruta el bus iba algo rápido por lo que me bajé un par de calles antes del lugar en el que debía tomar el Transmetro; de hecho cuando me bajé del bus ví que había una unidad en la estación; por lo que tuve que esperar un buen tiempo para la siguiente.

Al final llegué al centro histórico un poco antes de las ocho y media; consideré -como la última vez- pasar un poco de tiempo por la calle principal; pero luego decidí caminar despacio hasta la calle donde vive mi ahijada.

Llegué justo un par de minutos antes de las nueve a la calle; la llamé y le comenté que estaba esperandola frente a su casa; en donde me tocó que ver una escena bien rara: un tipo -justo en la casa de enfrente- sacó a una mujer -con un bebé- de su casa y le tiró una bolsa.

La señora se recompuso un poco y luego empezó a somatar la puerta; el señor volvió a salir con otra bolsa y se la entregó; en el ínterin se dió cuenta que estaba observando la escena y empezó a gritarme, amenazándome; yo nomás caminé un paso más cerca de la puerta de la casa de mi amiga.

Un poco después ésta salió y le comenté lo que había visto; de hecho vimos a la señora en el otro extremo de la calle, empezando a cruzar la misma; mi amiga me comentó que el día anterior -o el anterior- alguien había denunciado a este señor y la policía había llegado al lugar, haciendo bastante relajo.

Empezamos a caminar hacia el lugar a donde habíamos previsto desayunar: un comedor con el nombre de una tira cómica que -hace más de cuarenta años- era publicada en el periódico más popular del país.

Yo había sugerido el lugar unas semanas antes: luego de intercambiar algunos mensajes por whatsapp había estado buscando en Internet lugares económicos cercanos en donde tomar  un desayuno en paz.

Llegamos al lugar sin mucha dificultad y se veía bastante bien: en la puerta se encontraba una señorita -aparentemente esperando a alguien- y adentro había tres o cuatro mesas ocupadas -un poco después entraron un par de policías a tomar sus alimentos-.

El desayuno estubo bien -super típico-; empezando por café y avena -o arroz con leche, no estoy seguro-; luego el mesero -que al principio había notado bastante serio- se acercó a presentarnos el menú; mi ahijada ordenó huevos con tomate y cebolla y yo huevos con chorizo.

Cada desayuno incluía frijoles -bastante aguados- y una pequeña porción de plátanos cocidos; estuvimos en el lugar por un poco más de una hora, entre desayuno y conversación; al final  pagué la cuenta -ocho dólares-; aunque le pregunté si tenía medio dólar, para dejarle al mesero -sí tenía-.

Un poco después de las diez y media le pregunté si retornaría a su casa o iría -como es su costumbre- a la calle más popular en el centro; confirmando lo segundo; como yo tenía que tomar el transmetro cerca del lugar caminamos hasta su destino.

Nos despedimos al inicio de la calle y yo me dirigí -a un par de avenidas- a la estación del transmetro; desde allí me conecté a Internet y le avisé a Rb que empezaba mi viaje de retorno -eran las once y dos minutos-; como había visto a una unidad pasar un poco antes temí que tendría que esperar -como la última vez- mucho tiempo.

Pero no, la siguiente pasó sin tanta demora; en el camino me vine armando el cubo de rubik de 4x4x4 y el de 5x5x5; incluso un joven hizo el intento de conversar sobre el mismo; pero el ruido del vehículo estaba muy alto.

No había mucho tránsito en el periférico por lo que poco después llegué a la penúltima estación; desde allí caminé hasta el comercial en donde se estacionan los busitos que tomamos para retornar a casa; afortunadamente el mismo casi estaba por empezar su recorrido; con lo que vine a casa a las doce y cuatro minutos.

Encontré a Rb terminando de preparar sus porciones de pan y  galletas; un poco después sacamos a caminar a los perros; luego preparamos el almuezo: pollo dorado y ensaladas de lechuga, zanahoria, aguacate y manzana -roja en esta ocasión-.

Después del almuerzo estuvimos en el patio, bajando un par de güisquiles y casi tres cuartos de libra de flores de loroco; eso no tardó mucho; por lo que antes de salir a los supermercados me entretuve en mi habitación viendo la primera parte de una película de ciencia ficción de Dave Bautista.

A las cinco nos alistamos y caminamos hasta la altura del supermercado más alejado en dirección sur; pero no entramos, nomás dimos media vuelta y, en el de la mitad del camino, compramos un poco de bananos.

Luego, en la tienda de costumbre, compramos manzanas, tomates y un cartón de huevos; también pasamos a la panadería pues yo debía comprar pan para el desayuno que había previsto para el día siguiente con mi hija mediana.

Por la noche estuve viendo algunos videos de Youtube, leyendo otro poco de Expediente Hermes y acompañando a Rb en su habitación; también pagué la cuenta mensual de Internet -por error había transferido los treinta dólares a una cuenta que no he usado en varios años, afortunadamente el banco receptor anuló la transacción-. 

El domingo lo había previsto casi en la misma forma que el día anterior: debía encontrar a mi hija mediana en el departamento a las ocho y media; ella ha estado trabajando por la noche, incluyendo sábados y domingos, descansando los miércoles y jueves -creo-.

O sea, por cuestiones monetarias prefirió trabajar todo el fin de semana y descansar entre semana; y a mí llegar -o salir de acá- entre semana se me hace bastante difícl; o sea, el mes pasado nos reunimos un jueves; y me llevó casi media hora nomás salir a la calzada principal luego de que nos despedimos; pero la idea no fue buena.

Me levanté -al igual que el día anterior- a las seis y media, medité y luego me metí a la cocina a preparar un par de mis panes especiales -envueltos en papel de aluminio-; metí los dos panes, con el litro de Incaparina y los bananos que había comprado durante la semana, en la mochila con aislante térmico.

A las siete y media me metí a la ducha; luego estuve leyendo un poco antes de cargar las cosas en el automóvil -había comprado consumibles para el departamento la semana anterior-; un poco antes de las ocho Rb salió de la habitación, me despedí de ella y me dirigí al departamento de mis chicos.

El tránsito estaba muy muy ligero; tanto que llegué antes de las ocho y media al edificio -también tomé una ruta que usualmente evito, cerca de la Universidad-; hice dos viajes entre el auto y el departamento para subir los consumibles -dos paquetes de papel higiénico, otro de toallas plásticas, un gran recipiente de detergente de ropa y un paquete de dos recipientes de desinfectante para pisos-.

En el segundo viaje encontré a mi hija mediana en la sala; y no se veía muy bien, me comentó que nomás había dormido como cuatro horas -sale a media noche del trabajo- y que debía volver al trabajo al mediodía; cuando le dí la opción de quedarnos en el departamento, en vez de ir al parque temático, la tomó de inmediato.

Y al principio ni siquiera tenía apetito; una hora o así más tarde -estuvimos conversando en la sala durante ese tiempo- iba a tomar agua, le ofrecí Incaparina -fue raro porque, al parecer, el sello de aluminio del tetrabrick estaba abierto-; y luego consumimos los panes que había llevado.

Luego del desayuno continuamos en el lugar y, un poco más tarde, jugamos una buena partida de Scrabble; yo le había indicado a mi hija que podía pasar a dejarla a su trabajo, pero al final prefirió que me retirara a las once, pues quería descansar un poco antes de prepararse para salir a tomar el autobús.

Por lo que a esa hora me despedí de mi hija, bajé al parqueo, e inicié el trayecto de vuelta a la casa de Rb; el tránsito seguía bastante confortable; vine como a las once y media y estuve haciendo algunas lecciones de Duolingo antes de ayudar con el almuerzo: alitas de pollo y ensaladas.

Después sacamos a caminar a los perros; no había muchos trastos pero los lavé antes de preparar un té de manzanilla y una taza de café; el resto de la tarde me la pasé viendo videos de Youtube y leyendo un poco del libro en Portugués: Agilidade Emocional; la verdad la autora no me cae muy bien: es una psicóloga -blanca- de Sudáfrica; que aún se benefició -como el hombre más rico del mundo- del Appartheid.

Al final de la tarde preparamos la tortilla española para tres almuerzos de la semana: Rb sofrió champiñones y frío una torta de pollo; yo pelé y cubiqué tres libras de papas y las puse a hervir durante diez minutos; luego preparé la tortilla, con media docena de huevos.

A diferencia de la última vez, utilicé un sartén para darle vuelta a la misma -la última vez lo había realizado con una tapadera de aluminio pero no quedó bien- con lo que el resultado fue mucho mejor; luego de veinte minutos de cocción -diez de cada lado- la dejé enfriándo antes de dividirla en seis porciones.

Por la noche intenté continuar con la película de Bautista, pero, al final, decidí que no la completaría; un poco antes de las nueve me dí cuenta que no había completado los retos del día en Duolingo; y no pude terminarlos antes de las nueve; con lo que, además de quedar en primer lugar en la liga semanal, entré en la de la semana siguiente.

La semana ha estado bastante lenta: el lunes realizamos la rutina de ejercicios a las seis de la mañana; pero los perros estuvieron interrumpiendola para salir al patio; por lo que decidí que no me bañaría antes de la reunión -sino después-.

La reunión estuvo tranquila -aunque la atendí un poco sudado (igual la temperatura está bastante baja, por lo que el sudor no era mucho)- después de la misma sí, me metí a la ducha, luego salí a prepararme el desayuno.

En la reunión habían indicado que realizarían una actualización de la aplicación durante el día; y eso me estuve haciendo todo el día: esperando el release; el cuál no sucedió; al mediodía almorzamos una de las porciones de tortilla española, y ensalada.

Al final de la tarde Rb me pidió que la acompañara a la farmacia: necesitaba una de las medicinas que le administra a los perros -y a ella misma- para proteger el sistema digestivo cuando ingieren alguno de los medicamentos de sus tratamientos.

El martes me levanté a las cuatro y media: Rb había planificado realizarse los exámenes necesarios antes de someterse a la cirugía para la extirpación del útero -y un ovario, me parece- y me había pedido que la llevar al hospital.

La vez anterior que habíamos acudido al hospital habían sido bastante puntuales en su horario de apertura: las seis de la mañana; y, como el tránsito para entrar a la ciudad se pone pesado luego de las cinco, acordamos salir a esa hora.

Medité los veintiún minutos y luego salí de la habitación; a las cinco de la mañana abordamos el auto y empezamos el trayecto; el cual estuvo bastante tranquilo; llegamos al lugar diez o quince minutos antes de la hora de apertura.

Pero en esta ocasión no fueron tan puntuales; llegaron las seis y cinco y aún no se veía nada; además, una indigente se había acercado al auto -creo que con la intención de cobrar por parquearnos en el lugar-; por fin llegaron un par de personas, esperé a que Rb ingresara al lugar e inicié el viaje de regreso.

El tránsito de vuelta no estuvo tan mal como la vez anterior -según Rb se debe a que ya no hay clases en la mayoría de los colegios- y cinco minutos antes de las siete estaba parqueando el auto frente a la casa de Rb.

Como faltaba una hora para la primera reunión del día pensé que aún podía tomar una siesta; pero los perros estuvieron entrando y saliendo; por lo que nomás estuve dormitando durante menos de media hora.

Cuando la alarma sonó me levanté y entré a la reunión de equipo; la cual estuvo, como el día anterior, bastante ligera; según el desarrollador principal iban a liberar en el transcurso del día; pero, igual que el día anterior, no volvió a suceder.

Almorzamos una sopa de hígados de pollo que Rb había preparado el domingo -yo había preparado media taza de arroz a las nueve de la mañana-; el resto de la tarde transcurrió igual: caminata de perros, té, café, y un poco de Expediente Hermes.

A las cinco nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; caminamos hasta el más alejado y luego retornamos al mercado que queda a mitad del camino; allí compramos un poco de bananos; yo también compré una bolsa de marshmellows y Rb compró un panqué de Bimbo, para obsequiármelo.

Y a ver cómo sigue eso... 

viernes, 7 de noviembre de 2025

Lluvia de Noviembre y Noviembre sin tí... November rain and November without you... La pluie de Novembre et Novembre sans toi...

El penúltimo mes del año empezó el sábado pasado; trágico porque, de acuerdo a nuestra legislación laboral, es un día de asueto; pero no es flotante, o sea que si cae en un fin de semana está 'perdido'; menos -claro- para los burócratas, ellos sí tuvieron libre el lunes.

Y este mes está algo raro: o quizá más normal que otros años; unas semanas antes anunciaron una serie de dieciseis frentes fríos -la verdad, no tengo muy claro qué significa eso- y el lunes tres de noviembre amaneció un ambiente bastante gris.

O sea, el cielo completamente encapotado y durante casi todo el día estuvo soplando un viento bastante más fuerte que el normal; al parecer estos dos últimos meses del año se parecerán más a los de la antigüedad: fríos y ventosos.

Ayer estaba pensando en las dos partes del título de este texto: para mi generación el tema de Guns N' Roses fue icónico, o sea, los adolescentes de la generación X nos emocionábamos cuando veíamos en la TV -o escuchábamos en la radio- el mismo.

Esa es la primera parte, la segunda es una canción más o menos con el mismo sentido, pero de una banda mexicana; creo que surgió una situación chistosa cuando muchos empezaron a -irónicamente- confundir -o mezclar- ambos temas.

When I look into your eyes
I can see a love restrained
But darlin' when I hold you
Don't you know I feel the same?

Nothin' lasts forever
And we both know hearts can change
And it's hard to hold a candle
In the cold November rain

Porque te extraño desde aquel noviembre
Cuando soñamos juntos a querernos siempre
Me duele, este frío noviembre
Cuando las hojas caen a morir por siempre

Noviembre sin ti es sentir que la lluvia
Me dice llorando que todo acabó
Noviembre sin ti es pedirle a la luna
Que brille en la noche de mi corazón, otra vez

Y a ver cómo va eso... 

El martes -después de la debacle del día anterior- me levanté con el firme propósito de mejorar en mi desempeño laboral; la noche anterior había cambiado las alarmas diarias para levantarme -así como todos los martes y jueves siguientes- a las siete y media.

Como venía de ocho meses -desde marzo- de levantarme una hora antes me desperté temprano; pero seguí en la cama hasta que la alarma sonó; entonces me levanté a meditar, y, luego, a entrar a la reunión de las ocho.

La reunión estuvo normal; pero después, y por primera vez en muchos muchos meses, me pasé las siguientes cuatro horas trabajando de forma ininterrumpida; o sea, desayuné trabajando, poniéndome al día con lo que no había estado haciendo durante la última semana.

Ni siquiera paré para las lecciones matutinas de Duolingo: las hice cuando fuí al baño a media mañana; tampoco estuve dormitando en la cama, ni leí nada fuera de cuestiones laborales; creo que la mañana fue bastante productiva.

Al mediodía almorzamos lo mismo que el día anterior: pollo guisado, arroz y aguacate; acompañado con refresco de rosa de Jamaica; habíamos sacado a los perros antes del almuerzo; luego tomé media hora -por mi hora de almuerzo- para avanzar un poco en Expediente Hermes.

Por la tarde le bajé un poco al ritmo laboral; pero, aún así, contacté al programador que más ha ayudado al equipo local, para revisar un fallo que estaba teniendo en la aplicación; al final de la tarde actualicé el tracking de las tareas -lo que había dejado descuidado durante los días anteriores-.

A las cinco -por el nuevo horario laboral- nos dirigimos con Rb a los supermercados en dirección norte; ella necesitaba unos aros nuevos -compramos anteojos baratos para utilizar los aros con nuestros lentes prescritos-; también compramos un poco de bananos en el otro supermercado.

Cuando retornamos vi que tenía un mensaje en whatsapp de la amiga con la que me reuní el mes pasado -luego de visitar a mi amigo voluntario-: quería que le ayudara con un formulario de Excel; el archivo estaba protegido y no le permitía imprimir correctamente cierta información.

Había hecho esto en mi trabajo anterior por lo que realicé la búsqueda en Internet y le envié el archivo desprotegido; luego tomé la cena que he estado consumiendo últimamente: un banano, un poco de papaya y una galleta con frijoles; después me metí a la habitación a empezar el libro de la línea que antes leía entre cada línea -ahora es francés y portugués-: How to think about money.

El miércoles le bajé un poco al ritmo de trabajo que había mostrado la mañana del día anterior; antes de la reunión diaria hicimos la rutina de los miércoles, luego, la ducha; Rb realizó su visita semanal al supermercado ese día: al siguiente quería ir al hospital en donde había pagado ya una consulta con la ginecóloga.

Por la tarde fuimos convocados a una reunión con el supervisor del Imperio del Norte; hizo una reunión express antes de presentarle resultados a su jefe -o algo así entendí-; lo bueno es que yo había revisado, con el analista que mejor me cae, la inviabilidad de un par de mis tareas.

La reunión no estuvo tan mal; o sea, al inicio insitió en seguirme cuestionando sobre las tareas que había marcado como bloqueadas; pero, cuando le expliqué que no quería apagar servidores de forma remota, nomás las marcó como N/A. 

Al final de la tarde, después del horario laboral, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur;  como ya habíamos realizado la rutina de ejercicios en la mañana no planeábamos llegar hasta el más lejano; pero al final sí, allí compramos sal de cocina y yo compré un litro de Incaparina; que pienso utilizar en el desayuno del Domingo con mi hija mediana.

Y esta semana tuve dos incidentes en mi práctica diaria de meditación; el miércoles fue por la noche: me había retirado a mi habitación a leer un poco de Expediente Hermes -el libro de ciencia ficción en Español que había empezado a leer-; luego inicié los veintiún minutos de meditación; pero estos fuero interrumpidos por un quejido de la perra más anciana de Rb.

La perra ha dormido en la sala desde hace muchos meses -durmió en la habitación de Rb por mucho tiempo- y, a veces, se comporta de forma rara; escuché a Rb salir de su habitació y sacarla al patio; luego, un poco más tarde, escuché otro par de quejidos de la perra.

Aunque estaba meditando me dije que seguramente iba a ser interrumpido; y, efectivamente, un poco después Rb abrió la puerta para comentarme lo sucedido; y que no sabía porqué se había quejado la perra en el patio.

En alguna otra ocasión mi meditació había sido interrumpida -quizá en tres o cuatro veces en el último año- y simplemente reiniciaba el contador de tiempo del celular; en esta ocasión no lo hice: creo que ya llevaba más de diecinueve minutos; nomás lo día por terminado.

El jueves tenía la alarma del celular para las siete y media; por el cambio de horario la primera reunión es -durante los próximos cuatro meses- a las ocho de la mañana; pero me desperté a las siete: a esa hora Rb entró a la habitación a avisarme que salía hacia el hospital en el centro histórico.

Me quedé dormitando en la cama y me levanté, a meditar, a las siete y media; luego entré a la reunión; en la misma anunciaron que durante el día  se estaría liberando una nueva versión de la aplicación que debemos probar.

Como el día anterior habíamos ya presentado los avances finales de la ronda anterior -el supervisor incluso terminó con un 'Good Job'- la ejecución de tareas fue casi nula en todo el día; Rb m escribió un poco antes del mediodía para contarme sobre su consulta.

Y lo más notable de la misma fue la confirmación de que tendrá que someterse a una cirugía para la extirpación de una masa en el útero -y un par de miomas que surgieron cuando empezó a tomar pastillas anticonceptivas-; vino a casa un par de horas más tarde.

Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección norte; en el más alejado -en donde tomamos los buses intermunicipales- compramos un poco de pan; luego, en una panadería del camino, compré el pan para mis desayunos. 

El viernes fue el  segundo incidente de mi práctica de meditación: al parecer Rb le agregó un ingrediente extra a los almuerzos de esta semana -comino, me parece- y eso me provocó algunas molestias estomacales desde el lunes.

Pero no habían estado tan serias; era más como una incomodidad abdominal; y, me parece, estuve yendo al baño en dos -o hasta tres- ocasiones en el día -usualmente es nomás una vez-; el viernes fue diferente.

Me desperté un poco antes de que sonara la alarma -la hora para levantarme estos días es a las seis y veinte- con un brazo completamente dormido; logré conciliar el sueño nuevamente y me levanté cuando sonó el celular.

Empecé a meditar pero me empecé a sentir realmente mal del estómago; aún intenté hacerme el valiente y continuar con la meditación, pero no pude: tuve que levantarme y acudir al baño; luego -de una pausa de cinco o seis minutos- retorné a meditar los últimos siete minutos, para completar el ciclo.

Después desperté a Rb y preparé las computadoras: enciendo la del trabajo para estar listo para entrar a la reunión tan pronto como salgo de la ducha, enciendo la personal para poner audios en portugués -y me calzo los audifonos blue tooth- y enciendo la de Rb pues allí es donde ponemos los videos con las rutinas de ejercicios.

Rb se levantó algo nostálgica porque se empezó a dar cuenta de las dificultades logísticas que conllevará su operación; incluso antes de empezar la rutina me empezó a cuestionar sobre mi compromiso para ayudarla mientras se recupera; mi respuesta: hablemos en otro momento.

Pero después de la segunda pausa de la rutina -faltando el último grupo de ejercicios de kickboxing y los de estiramiento (o sea, unos doce minutos)- se metió al baño -a llorar, creo-; la esperé un momento, pero luego nomás cerré el reproductor de videos.

Cuando salió del baño entré a la ducha y, después, a la reunión diaria del equipo; la cual estuvo igual de tranquila que el día anterior: el nuevo release no había sido instalado como estaba previso, y el desarrollador principal indicó que tampoco ocurriría en el día, que tendríamos que esperar hasta el lunes.

O sea, me tocó que pasar, otra vez, todo el día sin ninguna actividad laboral; al mediodía preparamos el almuerzo tradicional del último día laboral: pescado frito y ensalada de lechuga, zanahoria, manzana verde y aguacate; como habíamos sacado a los perros antes del almuerzo nomás esperé un poco antes de lavar los trastes del día.

Un poco antes de las tres preparé un café instantáneo para mí y un té de manzanilla para Rb; la tarde laboral terminó sin ningún contratiempo; hice la limpieza a las cuatro y media y, a las cinco, sRb me pidió que la acompañara a comprar uvas -en una tienda en dirección norte-; aproveché para comprar un par de pliegos de papel de regalo.

Por la noche estuve viendo el final de una película de Sylvester Stallone que había empezado a ver al principio de la semana: A bullet to the head; después acompañé a Rb mientras veía algunas de sus series.

Y a ver cómo sigue eso...