martes, 25 de noviembre de 2025

El club de los veintisiete... The twenty-seven club... Le club des vingt-sept...

Consulté con Google sobre el título de esta entrada y su 'inteligencia artificial' me respondió lo siguiente: "El Club de los 27 es un término informal para referirse a un grupo de músicos populares (y a veces otros artistas) que fallecieron a la edad de 27 años. A menudo, estas muertes están asociadas con estilos de vida de alto riesgo, como el consumo de drogas y alcohol, aunque las causas varían e incluyen sobredosis, suicidios o accidentes. Aunque la idea de un pico estadístico de muertes a esa edad ha sido refutada, el concepto se ha consolidado como un mito cultural."

Y eso, un mito; pero muy utilizado -o romantizado?- por los jóvenes -o no tanto- de los últimos tiempos; el sábado que hablaba con mi hija mayor -ese día estaba cumpliendo veintisiete- me comentó algo como ¿sabes qué pasa después de los veintisiete?... vienen los veintiocho.

Pero sí sé a qué se refería... o sea, nos reímos de la referencia; aunque, en su caso, no debería ser de mucha broma: en su adolescencia -y temprana adultez- tuvo un par de connatos -no sé qué tan serios- de terminar con su existencia.

La primera -o segunda?- vez me preocupó bastante; después de cierto tiempo de consideración me dije: 'lo que deba ser será'; y 'toda vida tiene un inicio y un final; la mayoría sabemos cómo y cuándo inició, muy pocos saben cómo y cuándo terminará'.

Porque no se puede obligar a nadie a vivir -o a morir?-; y he aceptado que nadie tiene la vida comprada; igual mi hija mayor ha tenido actitudes bastante autodestructivas: toma -bastante?- alcohol, fuma en exceso, se autolesionaba -no sé si aún lo hace-.

Y no es que no me entristezca; amo a mis tres hijos, y -aunque ya son adultos- aún representan una gran parte de mis consideraciones al tomar una decisión vital, o en general de mi día a día; pero no puedo hacer más que eso: tratar de aprovechar el tiempo que tenemos en común en este ciclo.

Y a ver cómo va eso...  

El viernes me levanté a las tres de la madrugada a alimentar a la perra más anciana de Rb; además, por primera vez, decidí darle entre el pollo la pastilla que había estado ingiriendo a media mañana -cómo cuesta darle medicina-.

Después de eso volví a la cama; aunque no a la cama que utilizo normalmente: Rb decidió ocupar mi cama durante su recuperación porque la suya está demasiado baja y eso haría que se esforzara mucho para acostarse -y levantarse-; lo que podría afectar la cicatriz de la operación.

Entonces decidimos -decidí- que dormiría -con un saco de dormir- en el  cuarto donde están los alimentos de los perros: no creí conveniente sacar a los perros grandes del lugar en donde han dormido durante muchos años.

A las siete y media sonó la alarma del celular; aunque había estado despierto desde una media hora antes -incluso ví la hora un poco antes de las siete-; medité veintidos minutos y, luego, entre a la reunión del equipo.

La verdad es que esperaba un día complicado por el correo recibido -y respondido- el día anterior del supervisor en el imperio del norte; pero antes de entrar a la reunión ví que había respondido al correo con el que el compañero reportaba el trabajo del día anterior.

En el correo solicitaba que se ampliaran las pruebas que habíamos realizado -yo no habia cubierto casi la mitad de lo que me correspondía-; por lo que me propuse -ahora sí- esmerarme en completar un buen trabajo.

Y trabajé -casi dos horas!- de forma bastante dedicada en las tareas pendientes; pero luego -al ver que nada pasaba, y que un equipo que estaba utilizando me fuera removido- volví a mi ritmo normal: casi nada.

El resto del dia fue bastante normal (la verdad es que estoy sintiendo bastante cargante toda la rutina con los perros -y ahora tratando de que Rb se cuide-); por la tarde, después del horario laboral, me dirigí a los supermercados en dirección sur.

En el más alejado compre varios de los productos que utilizo en mis desayunos o almuerzos: café instantáneo, frijoles, tortillas de maiz, galletas y coquitas; en el otro compré bananos;  a la mitad del camino con este último pasé viendo el table dance que el MP cerró la semanana anterior, por un caso de desaparición de una dama.

El sábado me frustró no poder ver a mi hija mayor: o sea, había planificado -con ella- nuestro almuerzo mensual para un día antes de su cumpleaños número veintisiete; de hecho fue uno de los temas -presencial y virtual- del último desayuno con mi ahijada, y la conversación con mi amigo el antivacunas.

Pero ya había -más o menos- aceptado que las emergencias médicas son -generalmente- insalvables, e inoportunas; entonces me dediqué el día completo a la rutina de los perros de Rb; y a ayudarla con sus comidas y rutinas -incluida la preparación de la ducha-.

Incluso me toco que ir -porque Rb realmente no puede hacer nada más que dar unos pocos pasos cada ciertas horas- a la tienda de las verduras, a comprar plátanos, zanahorias y chiles pimientos.

Lo bueno es que Rb se había entendido con la señora -había hecho los arreglos del pedido por Whatsapp- por lo que no tuve nomás que presentarme, saludar, decir que iba por las verduras, y retornar a la casa; minimizando la interacción todo lo posible.

A las tres de la tarde tuve una videollamada con mi hija mayor: ella había lamentado que no pudiéramos vernos el día antes de su cumpleaños -le había avisado dos o tres días antes-; y aún intentó que llegara el domingo -aparentemente había pedido varios días de vacaciones-; tuvimos una conversacion de casi una hora.

La cual fue interrumpida en una ocasión por Rb -para avisarme que su perra más anciana estaba llorando-: al parecer quería salir al patio; a donde yo me había instalado para la conversacion con mi hija.

La conversación con mi hija estuvo bien; le comenté que, si todo iba bien, podía llegar algunas horas el siguiente sábado; también le comenté que estaba pensando participar como coach voluntario en una especie de feria científica que organiza una de esas nuevas universidades de papel.

Sobre esto último: después de la conversación que tuve con mi ex compañero hace unos meses, finalmente su esposa me escribió el viernes, para confirmar si estaba disponible para ayudar a su grupo: el evento es en Marzo, pero hay una reunión -virtual- en diciembre, y otro par en enero y febrero.

Además de esas reuniones estaba organizando un asado para el día siguiente (sábado); pero, como me estaba avisando un día antes, -y además, mi situación actual con Rb-, decliné gustosamente la participación en este.

La mayor parte de la noche -hasta la hora de finalización de las actividades con los perros: once de la noche- me la pasé en la habitacion de Rb; con los perros grandes; ella está ocupando la habitación en donde he dormido los últimos años.

El domingo me levanté a las tres de la mañana; el día anterior habia tenido ciertas dificultades para que la perra ingiriera la pastilla dentro de un trozo de pollo, por lo que en esta ocasión tuve más cuidado en prepararlo; y funcionó muy bien.

Rb salió de la habitación -al parecer, por alguna razón, a esa hora se toma la pastilla que toma permanentemente contra las convulsiones-; cruzamos algunas palabras y luego nos despedimos; volví a mi saco de dormir a intentar conciliar el sueño -esto es de lo que más me molesta de hacerme cargo de los perros, la interrupción de la rutina de dormir-.

Algunos minutos más tarde Rb me llamó desde la habitación; y me asusté al ver que algunas gotas de sangre estaban cayendo de la cicatriz abdominal de la operación: el día anterior había empezado a aplicarse unos parches de ácido halurónico prescritos por la doctora que la operó.

Se suponía que la función de los mismos es acelerar la cicatrización -lo que, la verdad, encuentro muy improbable-; y, al parecer, debido a la manipulación de la cicatriz se había acumulado sangre en la misma.

Rb estaba muy asustada e incluso sugirió ir a la emergencia del hospital en que la operaron; yo también me asusté -bastante- pero traté de mantener la ecuanimidad: le dije que esperáramos a ver si continuaba la hemorragia -habían incluso algunas gotas de sangre en el piso-.

Al final Rb incluso se tomó la temperatura para ver si había algún otro signo negativo; afortunadamente la medición no mostró ningún incremento; igual yo le había prevenido que aún un pequeño aumento era esperable; por lo reciente de la intervención quirúrgica.

La escena me recordó lo ocurrido unas semanas antes con su connato de desmayo; y no sé si mi actitud es de excesivo abandono; pero no creo que se deba aumentar las variables cuando una situación aún está iniciando; lo encuentro contraproducente.

Al final Rb se tranquilizó, la arropé y volví al saco de dormir; me costó bastante conciliar el sueño pero, eventualmente, me quedé dormido; hasta cerca de las ocho, cuando escuché que Rb sacaba a su perro al patio.

Me levanté a meditar a las ocho menos cinco, luego prepare la comida de los perros y salí a prepararme el desayuno; también le serví el desayuno a Rb; comentamos un poco los sucesos de la madrugada y me agradeció -nuevamente- por la forma en la que había manejado la situación.

Después del desayuno -y de ponerle las gotas de las diez a la perra más anciana- tomé el automóvil y me dirigí al comercial en donde se estacionan los busitos: en el supermercado del lugar nos proveemos frecuentemente de aguacates y -Rb- manzanas.

En el camino de vuelta pasé a una gasolinera a llenar el tanque; había visto el indicador por debajo de la mitad y cuando aborde el auto me dí cuenta que andaba a un cuarto del mismo; para terminar el viaje pasé al supermercado más cercano en dirección sur: en el primero no había encontrado fajitas de pollo -lo que Rb cocina par su perra más vieja- y en este -afortunadamente- sí había.

A la hora del almuerzo consumimos lo último de las verduras cocidas que había estado comiendo desde el jueves (el martes y miércoles había preparado mis tortillas con huevo duro y soya texturizada), con un poco de pollo y arroz.

El resto del día transcurrió más o menos como los anteriores: haciéndome cargo de los perros de Rb; a media tarde salí a cortar cinco güisquiles que había visto con un tamaño ya adecuado para la cosecha; un poco después de las cuatro me tocó que preparar los almuerzos de la semana.

O sea, los preparamos con Rb pero, debido a su estado, hice la mayor parte del trabajo: poner a cocer el arroz, partir las zanahorias y los hígados y controlar el cocido que preparamos con estos y mollejas e hígados de pollo (estos últimos los pudo cortar con una tijera).

Al final de la tarde ví el cuarto capítulo de Pluribus y, un poco más tarde, una pequeña parte de la última película de Predator (en la que Elle Fanning personifica a un bot sin extremidades inferiores); terminé el ciclo de los perros un poco antes de las once de la noche.

Lastimosamente la perra más pesada de Rb tuvo emergencias estomacales un poco después de medianoche: Rb me llamó por whatsapp para avisarme que quería salir al patio; incluso tuve que salir después para comprobar si había sido diarrea.

Pero no, no encontré diarrea por ningún lado; volví a acostarme y continué durmiendo hasta las tres de la madrugada; a esa hora volví a ver a Rb: mientras esperaba que la perra más anciana volviera de su salida al patio ella salió de la habitación -por la toma de su pastilla diaria-.

El lunes empezó -después de las tres de la mañana- bastante temprano: un poco después de las seis Rb me volvió a despertar: la perra más pesada volvió a necesitar salir al patio; en esta ocasión la observé mientras hacía sus necesidades; y no, no era diarrea, simplemente una consistencia -aparentemente- más suave.

Creí que no me volvería a dormir -la siguiente alarma era a las siete y media- pero me volví a meter al saco de dormir; y, eventualmente, creo que me quedé dormido;  cuando sonó la alarma me levanté a meditar.

Después entré a la reunión de equipo; y empecé la rutina diaria con los perros; la verdad es que al principio creí que serían nomas dos o tres días -la estadía de Rb en el hospital-; aunque antes de que sucediera eso, ya había comprendido que serían al menos dos semanas; y ahora nosé, quizá un mes? o mes y medio?

Según mi horario -el lunes por la noche metí todas las actividades a la alarma del celular- a las doce y media debía sacar a caminar a los perros grandes; se suponía que a la una y media teníamos nuestra reunión diaria del equipo, pero no ha estado sucediendo después de varias semanas.

Pero a las tres de la tarde recibi un mensaje del analista que mejor me cae: el supervisor andaba buscándome para que probara algunos bugs relacionados con las áreas de la aplicación que he probado últimamente.

Entré a la aplicación a ver si estaban reunidos y, efectivamente, los dos analistas estaban en reunión con el supervisor -el que menos bien me cae anda de vacaciones-; ví que habían estado reunidos por quince minutos y decidí no unirme a la reunión.

Un poco después el supervisor me escribió un mensaje en el chat grupal, asignándome cuatro -no sé si eran cinco porque uno estaba mal escrito- bugs para que los probara; me puse a trabajar en el acto y, un poco antes de finalizar el día laboral, le envié un correo con los resultados.

A las cinco me dirigí a los supermercados en dirección sur; pero no tenía intenciones de llegar hasta el más alejado: en el que queda a medio camino compré un poco de bananos; luego me dirigí a la tienda en donde usualmente compramos verduras; Rb le había enviado un mensaje a la tendera para que me preparara el pedido.

Pasé a la tienda y estaba la hija de la tendera; el pedido constaba de papaya, plátanos y peras; pero yo agregué un cartón de huevos pues ví que ya quedaban pocos en el refrigerador; la cuena fue de casi trece dólares(!).

Por la noche estuve viendo la segunda parte de Predator: Badlands, también ví la mayor parte de un nuevo video que publicó un Youtuber argentino que resume series: creo que es el video más largo que ha publicado en su canal, sobre Los Soprano.

Entre Predator y el resumen de Los Soprano llamé a mi antiguo supervisor en el Imperio del Norte; había esperado hasta esta semana pues quería aprovechar para felicitarlo -de antemano- por el Día de Acción de Gracias.

Mi supervisor estaba preparando unos emparedados -con jamón y tocino- y estuvimos conversando por casi media hora; sobre la familia, el trabajo, el clima, las mascotas (me envió un par de fotos de la perra Labrador de su hija). 

A las diez de la noche me metí a la habitación en la que estoy durmiendo a meditar veintidós minutos; luego, a las once, saqué por última vez en el día a los perros; después me metí al saco de dormir, aunque me costó un poco conciliar el sueño.

El martes me levanté a las tres de la mañana, a darle el pollo (y el polvo de las pastillas que se había acumulado en el pastillero, que equivalía a un poco más de la dosis diaria) a la perra más anciana de Rb.

Ella también salió de su habitación; nos saludamos y se retiró a seguir durmiendo, yo saqué a la perra al patio trasero y luego, cuando entró, le apliqué las gotas de los ojos que tocan a esa hora; después retorné a continuar durmiendo -me frustra la interrupción del sueño-.

Me costó volver a conciliar el sueño pero, eventualmente, me quedé dormido; hasta las siete y media; a esa hora sonó la alarma y me levanté a meditar; luego salí de la habitación para atender la reunión diaria.

Desde el día anterior le había indicado a Rb que esperaba que -justo una semana después de su operación- esperaba que comenzara a hacerse cargo de servir la comida en los platos de los perros; por lo que nomás tuve que agregarle agua -y caldo- a la comida, para ofrecérsela a las nueve menos cuarto.

Pero, a diferencia de otros días, la perra más anciana se negó a alimentarse sola; por lo que se la llevé a la cama a Rb y ella procedió a alimentarla manualmente; luego le aplicó las gotas para los ojos.

Luego preparé -y consumí- el desayuno; además de servirle a Rb las cuatro o cinco vituallas que componen el de ella;  a media mañana ví un mensaje de mi conocida original de Camerún; en el que me invitaba a unirme a un grupo voluntario de traducción.

Ingresé mi información, descargué la aplicación en el celular y empecé a completar uno de los entrenamientos -médicos- que proveen; pero no lo terminé pues alguien requirió de mi ayuda: me pasé la siguiente hora traduciendo español-inglés para una persona que estaba registrando a un niño para recibir ayuda social.

Un poco más tarde le envié un correo a mi mejor amiga en el Imperio del Norte -pasé un día de Acción de Gracias en su casa-, felicitándola por la fecha -y pidiéndole que definiéramos una fecha para una videollamada-; me contestó bastante rápido con el recuerdo de la celebración en conjunto y ofreciendo la llamada para Diciembre.

Y a ver cómo sigue eso... 

viernes, 21 de noviembre de 2025

Ejercicios... working out... faire du sport...

Hasta mis cincuenta años -o algo así- nunca hice deportes de forma rutinaria; o sea, en la escuela primaria jugaba partidos de futbol -incluso algunos formales-; igual en básico y bachillerato.

Y en la facultad me tocó que tomar un curso obligatorio de deportes durante el primer semestre: nomás correr y correr; incluso estuve intentando salir a correr durante el segundo año, pero me reencontré con un problema: hiperventilo bastante rápido.

O sea, corro algunas cuadras y empiezo a respirar demasiado rápido; lo mismo -o casi- ocurre cuando hago algún esfuerzo extra -como cuando he ayudado a empujar un auto para arrancarlo en segunda velocidad-.

Creo que desde mi adolescencia sospeché que tenía alguna relación con la causa de muerte de mi padre -un mes antes de que naciera-; sospecho -no sé si se puede confirmar- que hay algo de malo con mi sistema respiratorio -o todo el sistema, por lo que también me cuesta escuchar algunos tonos-. 

Cuando estaba en mi primer trabajo despues de la universidad consideré asistir a un gimnasio; alguien con quien compartí casa unos meses era fanático de la salud física; pero nomas fui un día.

Y entonces -treinta años después- Rb empezó a hacer ejercicios porque uno de sus doctores le sugirió que la podía ayudar a controlar sus accesos de ansiedad; con ella habíamos hecho algunas tarde de yoga cuando empezábamos la relación.

Pero, esta vez, sí nos dedicamos con seriedad al asunto: primero fueron dos días a la semana de ejercicios aeróbicos por treinta minutos; luego le agregamos pesas, luego le agregamos otros diez minutos, luego le agregamos resistencia, luego le agregamos otros diez minutos.

Al final terminamos con una rutina de tres veces a la semana, a primera hora, de cincuenta minutos con una mezcla de ejercicios aeróbicos, de fuerza y de resistencia; hasta esta semana: Rb se sometió a una histerectomía y debe guardar reposo por casi tres meses.

En estos tres años yo me he ausentado por uno o dos días -o incluso por ocho- pero Rb ha continuado ella sola la rutina; yo le indiqué que no lo haría -seguir en solitario-; así que, por el momento, el periodo más prolongado de ejercicios ha terminado.

Y a ver cómo sigue eso... 

El lunes empezó normal la semana: meditación a las seis y veinte, luego la rutina de ejercicios de los lunes; después entré a la reunion, y luego la ducha matutina; el resto de la mañana estuvo bastante tranquilo.

Almorzamos unas piernas cocidas en aceite y ensalada; habiamos sacado a caminar a los perros antes del almuerzo por lo que, luego de este, nomás esperé un poco antes de lavar los trastos y preparar el té y el café.

Al terminar la jornada laboral -a las cinco de la tarde- nos dirigimos a los supermercados en dirección norte; Rb quería comprar un pocillo de porcelana, para preparar té; tambien compramos, en la tienda verde de descuentos, un par de recipientes herméticos, y yo compré un litro de vinagre.

El martes empezó la saga de la cirugía de Rb: me levanté a meditar a las cuatro y veinte; había escuchado que Rb ya estaba despierta y, cuando salí de la habitación, la encontre tomando un atol -se lo habían prescrito-.

A las cinco de la mañana abordamos el automóvil y nos dirigimos al hospital del centro histórico; por lo temprano el tránsito estaba bastante fluido: llegamos veinte minutos antes de las cinco y estacioné el auto frente al lugar.

Un poco después de las seis empezó a llegar el personal médico; esperamos un momento y luego entramos a recepción; tuve que comprar una mascarilla para entrar -y mover un poco el auto pues me había estacionado en el lugar de las ambulancias-; la recepcionista del hospital le entregó a Rb tres formularios.

Nos acomodaron en una de las habitaciones y Rb llenó los tres formularios -eran autorizaciones y descargo de responsabilidad para el hospital-; la acomañé hasta las siete menos veinte y luego nos despedimos.

Saliendo del lugar saludé a una anciana que -un poco después- sospeché que era la hermana de Rb -se había ofrecido a acompañarla durante el día-; el viaje de vuelta estuvo bastante tranquilo y a las siete y veinte estaba entrando en casa.

Intenté dormir un poco más pero no pude conciliar el sueño; de todos modos me estuve en cama hasta las ocho menos cinco; a esa hora me levanté a encender la computadora para entrar a la reunión diaria.

No hubo muchas novedades en la reunión; después de la misma -a las nueve menos cuarto- les dí de comer a los perros -Rb me confeccionó un documento con las horas y los detalles para alimentarlos, y aplicarle gotas en los ojos a la más anciana-.

Después de alimentar a los perros me volví a meter a la cama e intenté -nuevamente- dormir un poco; pero no lo logré, por lo que me levanté a desayunar, después de las gotas de las diez para la perra más anciana.

El trabajo estuvo tranquilo; intenté dormir otro poco durante la mañana, pero nomás me estuve un rato en la cama de Rb; al medio día recibí una llamada de la analista que está en el Imperio del Norte: estaba teniendo dificultades en seguir un documento que tengo asignado desde hace varios meses.

Un poco después me llamó mi supervisor para cuestionar por qué el documento estaba incompleto; la verdad es que no le había puesto mucha atención, por lo que me ofrecí a revisarlo; lo que estuve haciendo hasta mitad de la tarde.

De hecho, por estar trabajando en la actualización del documento almorcé tarde, y me tocó que sacar a caminar a los dos perros grandes al mismo tiempo -usualmente, cuando estoy solo, los saco uno por uno, por precaución-.

Después de sacar a caminar a los perros les dí el almuerzo; por la tarde terminé de leer el libro de la línea de español -decidí terminarlo en el intermedio del libro de no ficción-; a las cinco cerré la computadora del trabajo y me llevé la personal a la cama de Rb.

Terminé de ver la última película de Leonardo de Caprio; también ví el tercer capítulo de Pluribus; el resto de la noche, después de darles la cena a los perros, me estuve viendo videos de Youtube; hasta las diez: como no quería dormirme muy tarde decidí meditar antes de las once; luego los saqué, por última vez al patio.

El miércoles me levanté a las tres pues Rb le ha dado -por los últimos cuatro años- una comida extra (de pollo) a su perra más anciana a esa hora; le dí el pollo, la saqué al patio y le apliqué unas gotas en los ojos.

Después traté de dormir un poco: planeaba levantarme a las cuatro y veinte pues tenia que cocer un huevo -hervido- para complementar los alimentos del día de Rb; no pude dormirme pero me quedé entre las sábanas hasta las cuatro y cuarto.

A esa hora me levanté, medité y luego salí a hervir un par de huevos -el día anterior había consumido uno de esa forma para el almuerzo-; después saqué de la refrigeradora la bolssa que Rb había dejado preparada para su primer día de recuperación hospitalaria.

A las cinco y cinco abordé el automóvil y me dirigí al hospital en el que Rb fue intervenida el día anterior -histerectomía-; el tránsito estaba tranquilo, aunque en el centro histórico -aún a esa hora- se complica un poco.

De todos modos llegué a mi destino a las seis menos veinte; me parqueé frente al espacio designado para ambulancias y me puse a jugar algunas partidas de ajedrez; a las seis y cinco, cuando ví que ya habían abierto, entré al lugar; la recepcionista me indicó que podía entrar hasta el área de encamamiento.

Entré y todo estaba cerrado, y vacío; pero el día anterior habíamos conversado con Rb y quedado en que llamaría a su hermana para que saliera a encontrarme -la señora (dieciséis años mayor que Rb) la acompañó desde el día anterior-; lo cual hice.

Encontré a Rb saliendo de la ducha -o sea, ya estaba en la cama pero acababa de salir del baño-; le entregué la bolsa con el desayuno y me estuve en el lugar hasta las seis menos veinte; conversando un poco -Rb me presentó a la enfermera, y contó la forma en la que nos conocimos-.

A las seis menos veinte salí a encender el auto e iniciar el camino de retorno a casa; el tránsito de vuelta estaba bastante tranquilo con lo que, a las siete y veinte, estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb; puse la alarma para las ocho menos cinco e intenté dormir, pero no lo logré.

Cuando la alarma sonó me levanté a encender la computadora del trabajo; como estaba solo le quité el headset y estuve en la reunión con los altavoces de la computadora; en el ínterin serví las porciones del desayuno de los perros.

El resto del día continué con la rutina del cuidado de los perros; la cual es bastante pesada: a la perra mas anciana hay que aplicarle tres tipos diferentes de gotas para los ojos en tres momentos diferentes; hay que darles de comer tres veces al día -cuatro a la más anciana-; sacarlos a caminar y algunas otras actividades adicionales.

Al final de la tarde -como a las cuatro- mi hija mediana me escribió para que pagara por la construcción de la división en el espacio de la sala del departamento -ahora será su habitación-; desde la mañana me había indicado que estaban trabajando en eso por lo que le pedí un par de fotos del trabajo, luego transferí los trescientos setenta dólares a la cuenta que me indicó.

Cuando terminé de trabajar -o al menos el horario- me dirigí a los supermercados en dirección sur; aunque nomás caminé al más cercano; compré un par de racimos de bananos -verdes- y tres pequeños paquetes de frijoles volteados; terminé el día alimentando a los perros a las nueve menos cuarto y sacandolos por última vez al patio a las once de la noche. 

El jueves empecé la rutina -que me debía mantener por casi dos semanas- a las tres de la mañana, alimentando a la perra más anciana, luego aplicándole unas gotas en los ojos y, por último sacándola al patio; luego retorné a la cama; lo bueno del día fue que no tenía que reiniciar a las cuatro.

Originalmente Rb me había pedido que ese día le llevara también alimentos para el día -había dejado preparado un paquete en la refrigeradora- pero, como le habían dicho que ese día le tocaba salir, y ademas no había consumido todos los alimentos que le llevé el miércoles, me pidió que nomás llegara por ella al mediodía.

Con lo que me levanté a las siete y media -me costó un poco volver a dormirme luego de las tres, pero sentí que descansé bastante-, medité y después entré a la reunión del equipo; en la que nos indicaron que debíamos realizar unas pruebas en una nueva versión en uno de los servidores.

Durante la mañana, además de hacerme cargo de los perros, estuve conversando con Rb para darle seguimiento a su salida del hospital; a media mañana me pidió que le transfiriera mil dólares a su cuenta -había mantenido en mi cuenta casi tres mil dólares desde varios años atras- y, a las once y media, me pidió que fuera por ella.

Me alisté, le avisé al analista que mejor me cae que iba a estar ausente -aduje problemas de conexión- y salí a tomar el auto; además llevaba una bolsa con seis onzas de flores de loroco, que la hermana de Rb le había pedido -y yo había cosechado después de la reunión del equipo-.

Cuando iba a un par de cuadras, ya en el boulevard, iba a poner un audio de portugues, pero me percaté que había tomado el celular que Rb ya no utiliza -se parece bastante al que estoy usando actualmente-; iba a retornar pero decidí continuar en el camino -lo cual fue un gran riesgo, pues iba completamente incomunicado-.

El tránsito estuvo un poco pesado en un par de puntos del camino; pero no excesivamente; de hecho me tomó casi el mismo tiempo que los viajes realizados a las cinco de la madrugada; eso sí, traté de ir con un poco más de precaución.

Por la hora también decidí entrar por el lado contrario del centro histórico; lo que me complicó un poco el final del trayecto; pero no mucho; un poco antes de las doce y media estaba parqueándome en la calle del hospital -no me pude parquear enfrente porque había una buena cantidad de vehículos-.

Creí que me iba a tocar que pagarle a algún indigente por 'cuidar' el vehículo -práctica que siempre me ha frustrado- pero, por haberme parqueado a casi media calle, la persona 'a cargo' de la acera no estaba pendiente de esa área.

Como andaba escapado de mi trabajo no puse mucho cuidado en parquearme correctamente -deje el auto bastante separado de la acera-, corrí a la recepción del hospital y la señora me indicó que podía entrar directamente a la habitación.

Pero la puerta del áre de encamamiento estaba cerrada y nomás se podía abrir desde el interior; había otra persona allí esperando -con uniforme médico- pero tampoco sabía como entrar; me percaté de un timbre en una de las paredes y lo presioné -aunque creo que no con la suficiente fuerza-.

Un poco después la persona se retiró y yo volví a presionar el timbre, el cual ahora si sonó en el interior; una señora salió a abrir y le indiqué que iba por una paciente; me dirigí a la habitación de Rb, toqué -luego de dudar de que fuera la correcta- y me respondieron afirmativamente.

Saludé a Rb y a su hermana y empezamos a preparar la salida; pero ellas fueron a despedirse de todo el personal; tomé el par de mochilas que Rb habia llevado y me dirigí al automóvil, lo moví para el frente del hospital y esperé muy poco a que salieran del lugar; a Rb la sacaron en silla de ruedas pero le tocó que caminar pues el auto estaba al otro lado de la calle.

Nos despedimos de la hermana de Rb -ella se fue a abordar el autobús en una calle aledaña y nosotros iniciamos el camino de vuelta; al final me ausente menos de dos horas -el final del camino lo conduje bastante despacio pues Rb se quejó de los túmulos-.

Cuando vine saqué a caminar a los perros; luego le serví parte de los alimentos que Rb trajo de vuelta -y me preparé las cuatro tortillas de maiz que he estado consumiendo desde el marte-; también confirmé con uno de los analistas si se habían reunido.

Pero no, no hubo ninguna reunión en mi ausencia; lo que si hubo -no ví el correo hasta mas tarde- fue un mensaje de mi supervisor pidiendo el detalle de las pruebas que -supuestamente- había hecho sobre una funcionalidad; temí la implicación del mismo -el correo incluí a mi supervisora local como destinatario- por lo que intenté preparar una buena respuesta.

La cual, realmente, no existía: la verdad es que no me he esforzado en realizar correctamente mi trabajo desde hace varios meses -años?-; de todos modos recabé la información, prepare un cuadro -aceptable, según yo- y respondí al correo.

La tarde continuó igual que la anterior -y, me imagino que las siguientes-; con la diferencia de que Rb me agradeció varias veces por hacerme cargo de todo; y yo quejándome de que mi trabajo ya no me satisface; pero bueno.

Al final de la tarde iba a ir al supermercado a comprar bananos; pero, haciendo cuentas, aún nos quedaban para terminar el día y empezar el siguiente, por lo que nomás fui a la panadería por el pan para los desayunos de viernes, sábado y domingo -hasta más tarde me dí cuenta que sí debía haber ido al supermercado pues nomás me quedaban tres tortillas de maíz-.

Por la noche ví la segunda parte de una película española en la que actúa el protagonista de las dos películas antiguas de Hellboy; también hice Duolingo, le dí de comer a los perros de Rb y, un poco antes de las once, los saqué por ultima vez al patio.

Y a ver cómo sigue eso... 

domingo, 16 de noviembre de 2025

Inversiones (casi escribo "malas")... Investments (I almost wrote "bad")... Investissements (j’ai presque écrit “mauvaises”)...

El miercoles por la tarde me escribio mi hijo menor por whatsapp: me envió un screenshot del depósito que le habían hecho por la recompra de acciones que habían realizado en su trabajo.

Lo primero que noté fue que la cantidad que recibió era la mitad de lo que había visto en el sitio de la empresa que gestiona esta información -quienes administran las acciones-: en la página decía que las acciones tenian un valor de tres mil dólares; el depósito que ví fue de mil quinientos.

Lo cuestioné sobre la cantidad y me envió un screenshot del documento de liquidación; el valor de cada acción era como la mitad de lo que decía la página de stocks; me molestó un poco el hecho; o sea, en vez de ganar un diez por ciento con las inversiones había perdido el cincuenta por ciento.

Y me puse a rumiar pensamientos: qué estafa; siempre se aprovechan de los pequeños inversores; las empresas siempre fastidian a sus empleados; y así; pero nole dí mas importancia; tampoco le comenté nada a mi hijo.

Pero también me dije que no volvería a invertir; o al menos a hacerlo de la forma en la que me metí en esta aventura: o sea, con una completa ignorancia de cómo funcionan los procesos; básicamente aceptando mi desconocimiento.

Pero el jueves recibí otro mensaje de mi hijo: le había escrito -a los tres, realmente-: había depositado en la cuenta del edificio donde viven los cincuenta dólares que habían pedido como aporte extraordinario, por la compra de una bomba de agua.

Mi hijo me comentó que no había revisado su correo durante los últimos dos días -había estado fuera-; y que se acababa de percatar que las acciones habían sido adquiridas a mitad de precio porque una parte del valor se había trasladado a acciones de la empresa matriz.

Y, con el valor de mercado de las mismas, entonces quedamos casi en la misma posición: o sea, sin pérdidas; pero aún deberémos averiguar cuáles son las condiciones en las que serán administradas; o sea, se supone que esas sí pagan dividendos anuales; aunque me preocupan los cargos de administración.

Y a ver cómo va eso... 

El miércoles me levanté a las seis y veinte; me levanté algo raro porque me recordé que, durante la noche, había estado teniendo sensaciones raros en las piernas: me había despertado y sentía las sentía ingrávidas.

La noche anterior había confirmado si aún no me tocaba aumentar en un minuto la duración de mis periodos de meditación; pero no, al parecer aún tenía que esperar hasta el viernes para el cambio.

Medité veintiún minutos y luego salí a despertar a Rb, para realizar la rutina de ejercicios de mitad de la semana; y, aunque los perros no estuvieron interrumpiendo, igual decidí volver a tomar la ducha hasta después de que terminara la reunión diaria.

La reunión continuó en la misma forma: apenas revisamos algunos nuevos reportes de fallos que un par de analistas habían reportado; y la indicación de que se realizaría la actualización durante el día.

Después de hacer Duolingo estaba considerando retornar a la cama -el baño me había relajado-; pero noté que era el día en el que me reuno con mi supervisora local a las nueve y media -reunión bimensual 1:1-.

A la hora convenida entré a la reunión con mi supervisora; ella entró como cinco mintuos más tarde, aduciendo problemas con la herramienta que utilizamos; y la reunión estuvo bastante tranquila: no se habló del incidente de la semana pasada -mi irresponsabilida-.

El único tema que yo tenía en mente era el convivio de fin de año del equipo: el año pasado lo realizamos en el parque temático a donde acudimos con mis hijos; pero este años aún no se ha confirmado nada -ni siquiera un convivio de toda la empresa-.

Antes de tocar el punto laboral estuvimos conversando un poco de temas personales; yo tenía la idea de que mi supervisora era católica -le pregunté si pertenecía al Opus Dei- pero, sorprendentemente, me comentó que era evangélica.

Al mediodía recalentamos la segunda porción de tortilla española de la semana; acompañada de una gran ensalada -y refresco de Rosa de Jamaica-; como habíamos sacado a caminar a los perros antes del almuerzo, nomás esperé un rato antes de lavar los trastos del almuerzo -aunque el lavatrastos estaba más lleno que de costumbre-.

Mientras Rb le daba de comer a sus perros yo puse un poco de manzanilla en la olla y le preparé un té; también preparé un café para mí; como había quedado en reunirme con mi amigo poeta a las cinco y media -y el tránsito es muy variable por acá-, salí de mi trabajo a las cuatro y media.

A esa hora tome mi mochila, encendí el automóvil e inicié el viaje de ida; sorprendentemente el tránsito estaba bastante ligero: no me tocó que parar en ningún tramo del boulevard; y en el resto del camino nomás en un sector se ralentizó.

Con lo que llegué al lugar de costumbre a las cinco y diez; había considerado que me iba a tocar esperarlo; pero justo entrando al restaurante recibí un mensaje de que se atrasaría al menos quince minutos; al final fueron como veinticinco minutos.

De acuerdo a lo que había previsto había ordenado un pastel tres leches y un té frío; cuando mi amigo llegó pudimos ordenar un par de cenas típicas -las empiezan a servir a las seis y faltaban como cinco minutos para esa hora-; luego nos estuvimos en el lugar por casi dos horas, entre cena y conversación.

Además, casi al final de la reunión, le dí los seis billetes de veinte dólares que no me había aceptado el banco; a las ocho menos veinte nos despedimos; abordé el automóvil y le envié un mensaje a Rb para comentarle que empezaba mi retorno.

El tránsito de vuelta tampoco estuvo muy fuerte; me vine por varias calzadas principales y no hubo embotellamiento en ningún lugar; al final vine un poco después de las ocho y cuarto; acompañé a Rb en su cama mientras veía alguna de sus series; también vimos la segunda parte del primer episodio de una competencia de pasteles -la noche anterior habíamos visto la primera-.

El jueves me levanté a las seis y media; medité y luego retorné a la cama: era mi primer jueves de vacaciones -de los dos que me obligan a tomar al mes- y puse la alarma del celulara para las ocho y media.

A esa hora me levanté a preparar el desayuno, y a esperar a que Rb alimentar a a sus perros; un poco antes de las diez nos dirigimos al mercado en el Centro Histórico; Rb debía ir a consultar al internista en donde se someterá a la cirugia, y me había pedido que la acompañara al mercado, para traer de vuelta las moras que compra en el lugar.

El tránsito estaba bastante normal; un poco de embotellamiento antes de salir a la ruta intermunicipal; el busito se estaciona un rato en ese lugar y vimos cómo lo abordaba uno de los voluntarios con quien visitábamos hace diez años -también lo había visto en una sucursal de la telefónica hace unos años-.

Estuvimos conversando un rato con el joven, mientras el busito reiniciaba la marcha; nos despedimos en el comercial en donde la ruta finaliza; en el mismo lugar hay otra sucursal de la telefónica, a donde se dirigía a trabajar nuestro amigo.

De allí tomamos un transmetro hasta el centro; a medio trayecto el joven que iba sentado a la par de Rb se levantó; yo me percaté que había una tarjeta de pago del transporte entre los asientos y le pedí a Rb que verificara si tenía la de ella; entonces se la dimos al joven.

Lo raro es que justo cuando vi el piso de la unidad, había otra tarjeta; y, como de esa, era mucho más difícil saber a quien pertenecía, nomás la guardé en la bolsa del mercado de Rb; la usé en el viaje de vuelta, tenía apenas tres pasajes.

En el mercado Rb compró tres libras de moras y un ciento de bolsas transparentes; estas últimas las quiere utilizar para separar porciones de comida de sus perros grandes, para facilitarme un poco la vida, cuando me toque hacerme cargo de estos, mientras ella se recupera de la operación. 

Luego de las compras me despedí de Rb, ella se dirigió a la estación desde donde toma el transmetro hacia el hospital; yo me dirigí a otra estación cercana, para empezar el viaje de retorno; la estación no estaba muy llena; al parecer el partido de futbol de la selección -contra el país que creó el Imperio del Norte para ahorrarse un mes de viaje de sus barcos- bajó la afluencia de personas en las calles ese día.

Me apeé del transmetro en el comercial en donde se estacionan los busitos; entré al supermercado del lugar y compré un poco de bananos y una red de aguacates; luego pasé al banco a retirar los últimos novecientos dólares que tenía en mi cuenta bancaria.

Luego salí del comercial, a abordar el busito; el cual no tardó mucho en iniciar el recorrido -a pesar que nomás veníamos dos o tres pasajeros-; creí que venía con bastante tiempo antes del almuerzo, pero de hecho ya era la una de la tarde.

Le envié un par de fotografías a Rb -había olvidado la lista de preguntas para la consulta con el internista y el dermatólogo- y luego me preparé el almuerzo: la última porción de tortilla española; acompañada de ensalada -antes de salir había preparado las ensaladas, así Rb podía llevarse la suya al hospital-.

Almorcé y luego saqué a caminar a los perros; quería ver cuánto tiempo me tomaba el procedimiento -para visualizar cómo estarán mis dos semanas siguientes- pues me toca sacar a cada perro grande por separado.

Al final entre la caminata de los dos perros grandes -incluyendo recoger sus desechos- y sacar a la pequeña -y más vieja- al patio pasaron treinta minutos; lo que no está tan mal: o sea, puedo tomar treinta minutos para almorzar y otros treinta para las caminatas.

Rb se pasó toda la tarde en el hospital: había llevado su almuerzo pues debía acudir a dos citas médicas; la primera con el internista, para evaluar sus condiciones para una intervención quirúrgica (histerectomía, me parece); la segunda con el dermatólogo, pues había observado que un piquete en el pie se le había desarrollado de una forma rara; incluso creía que era tiña.

Pero no, no era tiña; el dermatólogo la revisó y le indicó que la forma en la que había evolucionado se debía a la edad; creo que le recetó una crema antiséptica; ahora, con el internista hubo un poco de confusión porque el exámen de sangre indicaba un grado de diabetes; de hecho le indicó que debía volver a realizarlo, para descartar un error en la medición.

Y además, le dió la luz verde para la intervención quirúrgica; o sea, le indicó que el martes siguiente debía entrar al quirófano; Rb me llamó en cuanto salió de las consultas, para contarme todo eso; luego empezó el camino de retorno y llegó a casa cuando ya había oscurecido.

El viernes fue -en general- un día bastante tranquilo; o sea, la noche anterior empezamos a afinar los detalles para los tres días que Rb estará ausente por su cirugía -y que yo me tendré que hacer cargo, desde las tres AM hasta las once PM de sus perros-; me desperté a las seis y media y, después de meditar, levanté a Rb para realizar la rutina de ejercicios.

Al igual que los días anteriores, me duché hasta después de la reunión de equipo diaria; luego me metí a la cocina y me preparé el desayuno de los viernes; estoy utilizando por estos días dieciseis o diecisiete gramos de embutidos y treinta gramos de repollo, con la torta de huevo que preparo para mis panes.

Durante la mañana estuve avanzando un poco en las tareas del trabajo; pero muy poco; por ser viernes preparamos el penúltimo de los pescados que traje de la última visita a mis padres; y por la tarde me dediqué a leer.

Después del horario laboral nos dirigimos a la tienda verde de descuentos: Rb quería comprar un paquete de pañales para adultos, le pidieron una docena para la cirugía; yo aproveché para comprar dos paquetes de dulces para repartirlos en caso haya convivio de fin de año.

En la noche empecé a ver la última película de Leonardo de Caprio: One battle after another; está super larga -más de dos horas y media- por lo que decidí dosificarla en cinco partes, de treinta y dos minutos cada una.

El sábado me levanté a las siete y media, medité y volví un rato a la cama; puse la alarma del celular para después de las ocho, pero me levanté cuando escuché que Rb empezaba sus actividades diarias -creo que sacó a los perros al patio-.

Preparé mi desayuno de los sábados y luego retorné a la cama a hacer Duolingo, y a leer un poco: he estado leyendo un poco más en Español; me ha costado iniciar con el siguiente libro en la línea de No Ficción: Proust and the Squid.

A media mañana nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; nos metimos al mas lejano pues yo quería sacar cien dólares del cajero automático que se encuntra en el lugar: como no iba a poder ver a mi hija el siguiente sábado -un día antes de su cumpleaños- había planeado entregarle ese mismo día su regalo de cumpleaños.

Pero el cajero no servía; de todos modos aproveché para comprar una bolsa de tortillas de maiz y una bolsa de soya texturizada; planeo utilizarlos dos o tres días durante el período de convalecencia de Rb; también compré un hermético con cuatro cubiletes, para mi visita del día siguiente al voluntario que me rescató cuando la batería del auto se descargó el mes pasado.

En el otro supermercado ibamos a comoprar bananos, pero no encontramos ningún racimo en buenas condiciones -de hecho casi no habían bananos en el lugar de costumbre-; retornamos a casa y, a las once, saqué a caminar a la perra más pesada de Rb.

Luego me metí a la ducha; salí de casa después del mediodía pero el tránsito -sorprendentemente- estaba bastante ligero; llegué a la casa de mis hijos a la una menos cuarto; nomás llevaba mi mochila negra con los cubos de Rubik y el Scrabble.

Le escribí a mi hijo para notificarle que ya había llegado; nomás le dió un (Y) a mi mensaje; y me estuve en el área de la sala -que pronto se convertirá en la habitación de mi hija mediana- haciendo algunas lecciones de Duolingo.

Mi hija mayor salió un rato después -con cara de almohada- y estuvimos conversando un momento; mi hijo salió después de la una y cuarto; le propuse que nos dirigiéramos al parque temático e iniciamos la caminata hacia el lugar.

En el camino le pregunté sobre alguna preferencia para almorzar; me comentó que había desayunado pollo como a media mañana y que, realmente, no tenía apetito; con lo que nos quedamos sin almorzar.

El parque estaba un poco más concurrido que de costumbre -me imagino que debido a que mucha gente ya anda de vacaciones, especialmente los que se relacionan con la educación-; el lugar donde usualmente almorzamos estaba reservado por un convivio.

Nos dirigimos a una banca en una de las sendas del lugar y allí nos estuvimos un poco más de una hora, conversando y armando los siete u ocho cubos de Rubik que llevaba; después nos subimos a la rueda de Chicago de costumbre.

Para terminar la visita del lugar entramos a ver la nueva obra de teatro que montaron con temática navideña; entramos al lugar a la última función - a las cuatro de la tarde-; la obra está pasable: mucho baile y casi nada de argumento.

La duración de la misma es de un poco menos de media hora; luego de lo cual empezamos el camino de regreso al departamento; le pedí a mi hijo que me acompañara a un cajero automático, pues quería retirar el efectivo que planeaba obsequiarle a mi hija mayor.

En el camino hay dos comerciales en donde hay varios cajeros automáticos; pero ninguno de los tres aceptó la transacción móvil que había realizado más temprano; en la panadería del primer lugar compré un par de zapelines.

Cuando regresamos al departamento le envié un mensaje a mi hija mayor invitándola a un té -de jazmín-, pero no me respondió; le ofrecí a mi hijo un café instantáneo; pero me dí cuenta que no llevaba paquetes de café; él tomó un poco de agua y yo preparé un té de jazmín; compartimos uno de los zepelines.

Un poco después de las cinco y media me despedí de mi hijo, bajé al sótano e inicié el camino de regreso a casa de Rb; el tránsito estuvo un poco pesado en una parte de la calzada colindante a la casa de mis hijos, pero no mucho, no tuve muchas dificultades para alcanzar mi destino.

El domingo me levanté a las siete y media y, al igual que el día anterior, luego de meditar veintidos minutos retorné un rato a la cama; me levanté cuando escuché que Rb sacaba a sus perros de la habitación.

Me iba a preparar mi desayuno de los domingos: una torta de huevo, tortilla de harina y frijoles; pero no encontré ninún paquete de frijoles volteados -no me dí cuenta que me había quedado sin provisiones de este alimento-; por lo que nomás fue la torta de huevo con tortillad de harina.

Después del desayuno estuve haciendo un poco de Duolingo y leyendo un poco de Proust and the Squid -es muy bueno: sobre la historia y elementos de la lectura-; a las diez de la mañana nos dirigimos al supermercado en donde compramos artículos a granel.

En el camino pasamos a otro supermercado para comprar bananos -ya no teníamos para acabar el día-; luego seguimos al que nos dirigíamos; allí Rb compró un frasco de semillas de marañón y un saco de comida para perros; yo compré una bandeja de alitas de pollo.

También compré un frappuccino y un pastel tres leches; pero me cuidé de no consumir lo primero -ni lo segundo, realmente- en el camino: en una de las penúltimas visitas al supermercado me había dado un brain-freez bien feo; y venía manejando, por lo que nos puse en un riesgo muy alto sin ninguna necesidad.

Retornamos a casa con las compras; y yo dí buena cuenta del frappuccino y de la mitad del pastel de tres leches; un poco más tarde Rb empezó a preparar las alitas de pollo dominicales y sacamos a caminar a los perros; yo preparé un par de ensaladas y completamos el almuerzo.

Después del almuerzo lavé los trastes que había en el lavatrastos y luego me estuve viendo algunos videos de Youtube; a las dos y media metí mi computadora y mi tablet -y el tablero de ajedrez- en la mochila y, a las tres menos cuarto, me dirigí a la casa del voluntario que visito mensualmente.

Llegué al lugar justo a las tres de la tarde, estacioné el auto un poco atrás pues alguien se había parqueado justo frente a la casa de mi amigo; toqué el portón y, esperé a que mi amigo bajara.

Volví a agradecerle por la ayuda brindada el mes anterior cuando la batería del auto se había descargado; y nos pasamos el siguiente par de horas entre conversación, café y cubiletes -ahora sí llevaba paquetes- y enseñándole a obtener libros de la página en la cual me  surto de los mismos.

Al final bajamos cinco libros de Agatha Christie -en español y en formato pdf- y uno de Julio Verne; a las cinco de la tarde me despedí de mi amigo e inicié el camino de retorno; el tránsito estuvo bastante ligero por lo que menos de veinte minutos más tarde ya estaba estacionando el auto frente a la cassa de Rb.

Por la noche estuve viendo algunos videos de Youtube, el primer capítulo de Pluribus, y la tercera parte -de cinco- de One battle after another; también hice algunas lecciones de Duolingo; aunque las partidas de ajedrez en esto último no han estado funcionando tan bien.

Y a ver cómo sigue eso..