Es -otra vez- Navidad... estábamos haciendo cuentas con Rb y es la número trece que pasamos juntos; o sea, empezamos a salir a principios de Noviembre y pasamos esos dos meses casi sin salir de su casa.
Tengo mucho tiempo de no celebrar las fechas -aparte de alguna comida especial o darle regalos a mis hijos- pero he estado tratando de probar algunas actividades: el año pasado le pedí a mis hijos que se hicieran cargo -le regalo efectivo- de la factura del almuerzo de Navidad y Año Nuevo.
No me gustó la experiencia; o sea, me parece sobrevalorado; o quizá fueron los restaurantes que elegí; pero este año les propuse que realizáramos un potluck el 24; originalmente el plan estaba muy bien: los tres tenían libre el día; luego resultó que a mi hija mediana le cambaiaron el primer día de descanso y no pudo acompañarnos.
Pero los tres se esmeraron: mi hija mayor preparó unas entradas con queso mozarella, mi hijo cocinó curry estilo japonés -muy bueno- y mi hija mediana dejó un recipiente cerámico con un postre muy bueno -parecía un flan bastant exótico-.
Por mi parte, me hice cargo de las bebidas: llevé un par de litros de fresco de Rosa de Jamaica -lo preparé el día anterior-; además llevé cuatro vasos plásticos, que dejé en el departamento.
En la habitación de mi hija mediana encontré una pequeña figura de cartón de un mapache, con un par de separadores de libros alrededor del cuello; mi hijo me regaló una caja de incienso -igual que el año pasado- y mi hija mayor el usual calendario anual.
Es el tercer año seguido que me regala lo mismo -me encanta-; hace un par de años cada mes estaba decorado con un ave, pintada en acuarela; el año pasado eran escenas de películas de Estudio Ghibli; y ahora cada mes tiene una caricatura de un mapache, con temas alusivos al mes.
Yo les regalé a cada uno los cien dólares de costumbre -preparé tres sobres de origami- y, adicionalmente, les regalé lo que declaré sería el último cubo de Rubik que les estaré obsequiando: seis por seis por seis.
Y a ver cómo va eso...
El viernes fue un día tranquilo en el tema laboral; además, ya muchas de las tareas con los perros las está haciendo Rb: su recuperación ha ido produciéndose sin ningún sobresalto; al medidodía almorzamos el penúltimo pescado del freezer.
Por la tarde -después del horario laboral- nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; como Rb se ha estado sintiendo un poco más fortalecida, caminamos una par de cuadras después del supermercado más cercano; y compramos -de vuelta- pollo y bananos; en el camino de retorno pasamos a la tienda de las verduras.
El sábado habíamos previsto la colocación del vidrio trasero del auto que nos dejó el mecánico; Rb había llamado un par de días antes al taller de vidrios y le habian cotizado el cambio por sesenta y cinco dólares; yo había escrito el día siguiente y me habían cotizado diez dólares más elevado.
Me levanté a meditar a las seis de la mañana y tomé el auto a las seis y media; entré a la ciudad por la ruta alternativa y, por ser sábado y bastante temprano, el tránsito estaba manejable; llegué al lugar a las siete menos cuarto.
Cuando me estacioné frente al taller ví que había un autobús de la policia nacional y un auto blanco -este último tenía completamente abollado el vidrio frontal-; ví que habia una persona conversando con el conductor pero no creí que fuera personal del taller.
Pero sí, un poco después esta persona se dirigió a saludarme, y a indagar sobre el trabajo que buscaba; cuando le comenté los detalles me preguntó si ya me habían cotizado y le indiqué que me habían estimado un precio de sesenta y cinco dólares.
Se suponía que el taller atiende los días sábados de siete y media a una de la tarde; pero abrieron media hora antes; me pidieron que ingresara el auto a la nave principal y allí me pidieron la llave para estacionarlo ellos mismos; además, me indicaron que podía esperar en una sala de espera.
En la sala de espera había una cafetera y varios vasos desechables; me serví un café; un poco más tarde la misma persona que me había abordado más temprano me confirmó el precio y me pidió la información para la factura; además me indicó que para pagar con tarjeta de débito debía presentar una identificación.
Lo cual era un problema porque la tarjeta es de Rb; entonces le indiqué que iría a un cajero automático, a extraer efectivo; y el taller es tan bueno que incluso me ofreció el transporte hacia -y desde- el cajero automático.
Pero me negué: o sea, me gusta caminar; a dos o tres calles hay una gasolinera y, a un costado, un pequeño local con dos cajeros automáticos; pero el de la tarjeta tenía la bahía zafada, lo cual me dió completa desconfiana; continué caminando hasta un centro comercial a dos o tres calles de distancia.
En el centro comercial encontré un cajero en muy buenas condiciones; pero era tan moderno que por poco no logro realizar la transacción: a pesar de tener una bahía en buenas condiciones no estaba leyendo la tarjeta, pero el mismo mensaje indicaba que se podía hacer sin contacto.
Después de aproximar la tarjeta al sensor pude completar el retiro de ciento treinta dólares; luego retorné al taller; poco a poco empezó a llegar más gente, aunque no llego a ocuparse más de la cuarta parte de las sillas que había disponibles; al final me entregaron el auto casi a las diez.
El auto quedó bastante bien, despues de pagar inicié el trayecto de vuelta a casa; en el camino pasé a una gasolinera a llenar el tanque; o sea, iba a llenarlo, pero después de cuarenta dólares preferí que se quedara un poco vacío; pagué y continué el camino de retorno a casa.
Estacioné el auto frente a la casa de Rb y entré a la casa; un poco después ella salió y me comentó que el auto estaba -otra vez- botando un líquido; salí a verificar y tomé un par de videos del charco bajo el auto, y algunas gotas cayendo por un lateral del motor; le envié los videos al mecánico.
El mecánico contestó un poco más tarde, ofreciendo pasar en el transcurso del día; a las once y media sacamos a caminar a los perros de Rb, después me metí a la ducha, me vestí, tomé mi mochila y empecé el trayecto hacia la casa de mis hijos.
Camine hasta la carretera intermunicipal, había bastante tránsito, incluso rebasé a un par de busitos; tenía la intención de tomar un bus intermunicipal, pero uno de los busitos llegó justo en ese momento y lo abordé; en el comercial en donde se estacionan los buses pedí un Uber para la calzada en donde viven mis hijos.
El viaje en motocicleta me costó menos de tres dólares y no tomó más de diez o quince minutos; luego caminé un par de cuadras hasta la universidad y allí abordé un bus de la municipalidad -creo-, en el cual pude pagar utilizando la tarjeta del Transmetro.
El bus me dejó en el comercial que se encuentra a un par de calles de la casa de mis hijos, a donde llegué apenas un par de minutos después de la una; subí al séptimo nivel, le escribí a mi hijo para notificarle que ya había llegado y me instalé en la habitación que ahora funciona como sala.
Mi hijo salió casi a la una y media; traté de mantenerme ecuánime, conversamos un poco y le pregunté si prefería que llegara a la una y media; pero me dijo que no, que nomás tendrá más cuidado de prepararse con más antelación.
Entonces decidimos dirigirnos al parque temático; pero no llegamos: cuando íbamos a la altura del comercial en donde me había apeado del autobús, mi hijo me comentó que la espalda -creo que la parte baja- le estaba molestando y que no se sentía capaz de llegar a nuestro destino.
Le propuse que almorzáramos en el lugar y entramos en el KFC del comercial; compré un par de Big Box -quince dólares- y, la verdad, me pareció un exceso de comida -una hamburguesa, una pieza de pollo, papas y ensalada-; de hecho, incluso encontré demasiado dulce el té frío, por lo que preferí tomar un poco de coca cola.
Como no sabía qué podíamos hacer hasta las cinco se me ocurrió que practicaramos un poco de origami; entramos a una librería en el centro comercial y compré un paquete de post-it; luego caminamos de vuelta al departamento.
Estuvimos durante un par de horas haciendo varias decenas de piezas de origami modular; -también jugamos un par de partidas de dominó- el origami que planeábamos armar necesitaba treinta piezas, las cuales completamos, luego dejamos la figura a medias.
A las cinco -como habíamos acordado más temprano- me despedí de mi hijo e inicié el retorno a casa; crucé la calzada para ver cómo estaba el tema de los buses, pero no pude abordar uno porque no me dí cuenta que entraba en una ruta auxiliar antes de llegar a donde estaba esperando.
Tomé un taxi -pirata-, que cobran el mismo monto que los autobuses, y llegué a la estación central del Transmetro un poco más tarde, abordé la siguiente unidad que pasó y me apeé cuando alcancé la estación que queda en el comercial en donde se estacionan los busitos.
Me dirigí a la parte posterior del comercial y abordé la unidad que estaba llenándo, un poco después de las seis estaba entrando a la calle de la casa de Rb; por la noche ví el último capítulo publicado de Pluribus, también ví un poco de la última película de Lanthimos: Bugonia.
El domingo me levanté tarde; o sea, estoy intentando levantarme todos los días laborales -y sábado- a las siete y media; pero el domingo lo quité de esa alarma y puse una para las ocho y cuarto; después de meditar salí de la habitación pero Rb ya estaba dándole la comida a sus perros.
Me preparé el desayuno de los domingos y después me puse a alistar la declaración -a cero- mensual de impuestos; después del desayuno le propuse a Rb salir a caminar, aceptó y fuimos al supermercado en dirección sur -dejamos las llaves en garita, por si venía el mecánico-.
En el supermercado compramos un poco de bananos y aproveché a comprar un paquete de pan tostado: había previsto visitar a mi tía favorita por la tarde y no quería llegar con las manos vacías; casi al mediodía vino el mecánico -el día anterior me había escrito al final de la tarde para comentarme que pasaría a media mañana-.
Abrimos el motor del automóvil y le conté lo que había sucedido el día anterior, también le comenté que me parecía raro que él hubiera manejado el auto en las mismas condiciones; la verdad se veía algo apenado por la situación, y me pidió un poco de agua para intentar encontrar la fuga.
Pero ni siquiera necesitó el agua: entré a llevar un pichel y cuando salí me comentó que ya había visto el problema:se metió a ver el motor y encontró una manguera que había sido dañada por una polea -como que la manguera se zafó de su lugar y empezó a rozar-; se llevó la manguera y ofreció volver a instalarla al día siguiente
Rb salió y estuvimos conversando un poco sobre la situación del auto -y la vida en general-, luego retornamos al interior de la casa y, después de comentarle sobre la película que había empezado a ver el día anterior, le propuse que la viéramos juntos, aceptó y vimos la mitad de la misma, antes de empezar a preparar el almuerzo.
Preparamos -y almorzamos- las alitas de costumbre; después lavé los pocos trastes que se habían acumulado en el lavatrastos; a las tres comencé a caminar hacia la ruta intermunicipal; allí tomé el autobús y me apeé en una intersección que se encuentra bastante cerca de la casa de mi tía.
Llegué a este punto con casi media hora de anticipación, por lo que caminé varias calles para dar un gran rodeo, con el objeto de no llegar muy temprano; aún así llegué diez minutos antes de las cuatro de la tarde; toqué el portón pero nadie respondió; entonces llamé a mi primo, pero tampoco respondió.
Estaba pensando qué hacer -creo que hubiera esperado un poco más- cuando escuché que me hablaban: era mi tía que volvía del supermercado; nos saludamos y subimos al segundo nivel, en donde estuvimos la siguiente hora entre conversación y café con pan.
A las cinco sonó la alarma y le indiqué a mi tía que me retiraría; justo en ese momento llegó su esposo, quien me ofreció conducirme hasta la calzada principal pero, como había previsto caminar al Mc Donalds en donde había citado a mi amiga psicóloga- decliné su ofrecimiento.
El día anterior había estado viendo Google Maps para estimar el tiempo de caminata y la previsión fue más o menos correcta: llegué al lugar con diez minutos de anticipación; pero mi amiga había llegado antes -me había escrito veinte minutos antes-; estuvimos en el lugar hasta las siete, entre conversación y comida -ella compró un almuerzo y yo unas papas fritas-.
A las siete sonó una de mis alarmas y le pedí favor de que me acercara a una estación del Transmetro; mi amiga tiene un auto Kia del año -bastante moderno-, me dió aventón -perdiéndose un par de veces-hasta la calzada sobre la que circula el Transmetro, desde allí camine algunas calles hasta el comercial en donde se estacionan los busitos.
En el comercial entré al supermercado y compré las manzanas y peras que me había encargado Rb, también compré una pequeña red de aguacates; después salí a ver la situación de los buses: sabía que el ultimo busito salí a las siete y cuarto -eran ya las ocho menos cuarto- por lo que dí la vuelta a la cuadra hasta el lugar en donde pasan los buses intermunicipales.
Tenía la impresión que esos buses pasan hasta altas horas de la noche, pero no es así: en el punto había una fila de personas esperando para abordar un taxi -pirata-, y al enterarme de que cobran el doble que los busitos preferí esperar el bus intermunicipal -que cobra lo mismo que los busitos-.
Pero ya no pasó, estuve esperando en el lugar hasta las nueve menos cuarto; en el ínterin recibí un par de llamadas de Rb, preocupada por la situación del transporte; finalmente pedí un uber moto -con casi el mismo costo que el día anterior-, un poco después de las nueve llegué al mismo punto en donde había abordado el bus más temprano.
Empecé a caminar y llamé a Rb para comentarle que ya estaba en el boulevard y que llegaría en quince minutos; caminé algo apurado -estaba lloviznando- y a las nueve y diez entré a la calle en la que he vivido los últimos cuatro años; a pesar de la llovizna vine bastante seco.
Estuve revisando mis correos personales y realizando algunas transferencias hacia la cuenta de Rb; a las diez y media -como el último mes- me metí a mi habitación a meditar; después procedimos a porcionar los almuerzos para la semana -en esta ocasión Rb los preparó sola-; después preparé las gelatinas para mis desayunos de la semana -por primera vez (después de más de un año) sin Psyllium-.
El lunes me desperté bastante termpano; la alarma debía sonar a las siete y media pero aún no eran ni las siete; no sé si esto se debe a que he estado reduciendo mi uso de pantallas en la cama; además, estaba soñando algo interesante -aunque luego lo olvidé por completo-.
Medité durante veintidós minutos y luego jalé la computadora de la mesa del comedor hacia la cama; a las ocho entré a la reunión diaria; la cual estuvo bastante tranquila; aunque -igual que ultimamente- bastante extensa.
Salí de la habitación casi a las nueve y tomé el desayuno de los días laborales -avena, plátano y gelatina-; después me percaté que mi superviso me habia enviado un correo el viernes después de las cinco de la tarde; afortunadamente no lo ví ese día -o el fin de semana- porque seguramente hubeira trabajado en la tarea que me estaba asignando.
Aunque quien sabe, la asignación era algo ambigua: debía procesar cien archivos, pero no me quedaba claro el resultado que esperaba; consulté el tema con el analista que vive en la misma ciudad que mi familia paterna, tampoco pude sacar mucho en claro.
Le escribí un correo a mi supervisor, pidiéndole un poco más de detalles y, como había previsto, no recibí ninguna respuesta; entonces trabajé en la tarea de acuerdo a lo que había entendido; lo que, por otra parte, me daba la oportunidad de escribir un poco de código -lo que me encanta-.
Completé el trabajo en menos de una hora y el resto de la mañana estuve haciendo un poco de Duolingo, además de revisar mis correos personales; a las doce y media sacamos a caminar a los perros de Rb; después almorzamos la primera porción de los almuerzos semanales: cocido de pollo con hongos y pimientos, acompañados de coditos y aguacate.
Después del almuerzo lavé un poco de trastes y, mientras Rb preparaba algunas galletas que utiliza en sus cenas, me retiré un rato a la cama, en donde yací por veinte minutos -en dos ocasiones- pero sin dormirme -intenté meditar un poco-; cuando Rb terminó en la cocina me dió espacio para cortar y pelar una papaya bastante pequeña; después preparé un café y un té.
Además, Rb me había pedido que le escribiera al mecánico -esperando que aún pudiera venir durante el día- pero respondió con un audio, comentando que había tenido una emergencia médica con su hija y pidiéndonos tiempo para venir al día siguiente temprano.
Después del horario laboral fuimos a los supermercados en dirección norte; en la tienda verde de descuentos compramos algunos moldes de aluminio y una caja de pastel de chocolate; también frijoles para el desayuno que previsto con mi amigo de ascendencia asiática, en enero.
En el otro supermercado compramos un pollo entero, también mollejas y pechugas del mismo tipo de ave; la bolsa de compras venía bastante pesada; por la mañana Rb había comprado las verduras con las que pensaba rellenar el pollo antes de hornearlo.
El martes fue un día bastante tranquilo, al menos en el plano laboral: en la reunión de la mañana no hubo muchas novedades, excepto que acababan de liberar una nueva versión de la app y debíamos hacer un chequeo rápido.
También me reuní con el analista que vive en la misma ciudad donde vive mi familia paterna; como se iría de vacaciones a partir del día siguiente le había pedido que me explicara algunas de las tareas que realiza usualmente.
Como a media mañana vino el mecánico -con su hijo- y me mostró la manguera que había conseguido para sustituir la que estaba provocando la fuga del refrigerante en el motor; procedió a instalarla y luego estuvo un buen tiempo probando el auto.
Un poco antes de mediodía me devolvió las llaves del auto y, al preguntarle por los cargos, me indicó que no me cobraría pues nos había entregado el auto en esas condiciones; también conversaron un poco con Rb sobre la salud de su hija.
A mitad de la tarde tuve la reunión con el analista que se iba de vacaciones al día siguiente; fue de casi una hora y se extendió bastante en su explicación; la verdad no puse toda la atención debida pero sí grabé toda la reunión.
Después del horario laboral nos dirigimos con Rb al supermercado más alejado en dirección sur; era la primera vez -desde la histerectomía- que se atrevía a bajar hasta ese lugar -la pendiente es bastante elevada y hay muchas gradas en las aceras-.
Compré varios ingredientes para el desayuno que prepararé en enero -y algunos para mis desayunos de los fines de semana-; en el otro supermercado compré embutidos para mis desayunos -ya me había quedado sin reservas- y bananos.
El miércoles tocaba trabajar nomás mediodía, de acuerdo con la legislación local; a la reuinón de la mañana entró menos de la mitad de los asistentes habituales -mi supervisor, que está de vacaciones, asistió-; el analista que menos bien me cae -y que es el único que no está de vacaciones- entró tarde y salió temprano.
De heho, al final de la reunión el supervisor estaba hablándole pues debía explicarle una tarea que tenía que completar antes del mediodía; como no lo encontraba me imaginé que me llamaría más tarde.
Y así fue; aunque ya estaba en la misma reunión el otro analista: resulta que ninguno de los dos podía grabar la reunión -no sé si ambos estaban utilizando el celular para la misma-; y el supervisor quería que yo también escuchara la explicación, por si luego había necesidad de mi actuación.
Pero yo sí pude grabar la reunión; el supervisor se explayó bastante en lo que mi compañero tenía que hacer; luego me indicó que debía llamarlo más tarde pues debía explicarme otra funcionalidad; también grabé esa reunión.
Se suponía que debía reunirme con mi supervisora local a las nueve y media -tiene programada esa reunión personal cada dos semanas- pero no respondió a mis mensajes; después de terminar la reunión con mi supervisor en el Imperio del Norte le hablé a mi compañero y le envié el enlace de la grabación.
El resto de la mañana no hice mucho más; a las once y media sacamos a caminar a los perros de Rb; luego me metí a la ducha y me preparé para salir; el tránsito se oía bastante pesado; y salí casi a las doce y cuarto.
En efecto, el tránsito estaba pesado, la cola se extendía hacia abajo, por el boulevard; en total me tardé más de media hora para salir a la ruta inter municipal; afortunadamente la van respondió bien, y, en la ciudad el tráfico estaba bastante ligero, llegué al departamento de mis hijos apenas tres minutos después de la una.
Y, como les había comentado que probablemente llegaría más cerca de la una y media que de la una, mis dos hijos aún estaban acicalándose; mi hija mayor salió un poco más tarde y me comentó que nomás debía hornear las entradas que había preparado: deditos de queso.
Mi hijo menor salió después, me mostró que ya tenía preparados tres platos con el curry estilo japonés que había preparado; entré a la habitación de mi hija mediana y le dejé sus dos regalos de navidad: el cubo de rubik -envuelto en papel de cumpleaños- y el sobre con los cien dólares.
Mi hija horneó las entradas y nos acomodamos en la habitación que ahora funciona como sala; dando buena cuenta de un banquete de tres platos: deditos de mozarella como entrada, curry estilo japonés como plato principal, y de postre, flan; acompañado del refresco de Rosa de Jamaica que había llevado.
Después del almuerzo realizamos el intercambio de regalos y después jugamos una partida de Scrabble en inglés; les había indicado a mis hijos que me retiraría a las cinco de la tarde; por lo que, luego de un par de partidas de dominó, mi hija mayor me acompañó al parqueo.
El tránsito estaba bastante ligero y vine a casa un poco después de las cinco y media; Rb había preparado el relleno del pollo durante la tarde -yo había picado las verduras la noche anterior- y nos pusimos a preparar los rollos de pollo y el pollo relleno.
En la cena consumí uno de los tamales que me había venido a regalar una vecina la noche anterior; pasamos una buena parte de la noche horneando: un pyrex con el pollo relleno, dos moldes de aluminio con los rollos, dos moldes de aluminio con pastel de chocolate y dos moldes de aluminio con un pastel de zanahoria que Rb adecuó a sus restricciones.
Terminamos de cocinar cerca de las once de la noche; en el ínterin estuvimos viendo la última parte del capítulo final de la competición de pasteles; también logré armar el cubo de Rubik de seis por seis por seis -mi hija mayor me estuvo enviando fotos de su cubo con varios pasos ya logrados-; yo logré completarlo antes de medianoche.
Antes de la medianoche ya sentía los párpados bastante pesados, por lo que me lavé los dientes cuando faltaban al menos quince minutos para la medianoche; pero me quedé acompañando a Rb mientras pasaba toda la bulla de los fuegos artificiales de Navidad.
Nos dimos el abrazo a medianoche y esperé cerca de diez minutos antes de retirarme a mi habitación; pero la bulla seguía; me metí a la cama y puse Mission: Impossible - Fallout en mi computadora personal; ví diez o quince minutos, luego cerré la compu y me dormí.
El jueves me levanté super tarde: la noche anterior había quitado todas las alarmas que había mantenido desde la operación de Rb; nomás dejé la del mediodía para sacar a caminar a los perros; y puse una a las ocho y veinte o algo así.
De todos modos me desperté temprano; ví la ventana y la luz aún estaba bastante gris; por lo que continué dormitando hasta que sonó la alarma; había estado soñando -por lo que pareció- un buen rato con mis chicos; aunque el sueño era algo confuso: eran adolescentes y mis dos hijas se fracturaban.
En el sueño tenía que llevarlas al hospital y la situaciń era algo confusa con ambas: mi hija mayor tenía el brazo fracturado y la doctora decía que no se enyesaría sino que debía curarse naturalmente; tampoco había un buen diagnóstico para mi hija mediana; y mi hijo menor aún estaba bastante pequeño; fue un sueño raro.
Salí de la cama un poco después de las nueve -cuando escuché que Rb ya había alimentado a sus perros-; desayuné uno de los tamales que Rb me había traído de la panadería el día anterior, con una taza de chocolate que me había sobrado de la noche anterior.
También me comí un trozo bastante grande del pastel de chocolate que preparé la noche anterior; Rb me había pedido que camináramos hasta un supermercado en dirección norte que queda a casi tres kilómetros, por lo que a las diez salimos de casa.
Por ser Navidad las calles estaban bastante vacías; pero caminamos con bastante calma, pues -otra vez- no habíamos realizado esa caminata en varios meses; en el supermercado Rb compró algunas frutas y luego emprendimos el camino de vuelta.
En la tienda de ropa usada en la que usualmente nos proveemos -queda como a mitad del camino- Rb compró un par de tenis; y, en la tienda verde de descuentos, compré tres cuadernos -me gusta regalarle un cuaderno a mis hijos en Año Nuevo-, también compré algunos lapiceros con tinta gel.
Retornamos a casa al mediodía, sacamos a caminar a los perros y luego almorzamos la mitad del pollo que horneamos la noche anterior; acompañado de Rosa de Jamaica; había previsto trabajar un poco por la tarde, pero al final no me dieron ánimos; me puse a ver otro poco de la película de Tom Cruise.
También me puse a armar nuevamente el cubo de seis por seis por seis; pero, a diferencia de la noche anterior, me quedé trabado con el primer paso: llegué a armar hasta cuatro centros completos, pero al intentar el penúltimo terminé desarmándolo varias veces.
Un poco antes de que cayera la noche realicé la limpieza semanal; después intenté nuevamente con el cubo de Rubik, pero lo dejé por la paz; ya por la noche hice algunas lecciones de Duolingo -Ajedréz y Portugués- y cené otro trozo del pastel de chocolate.
Otra Navidad.
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