jueves, 18 de diciembre de 2025

Autos y Ajedrez... Cars and Chess... Voitures et Échecs...

Sigue la saga con los autos: el mecánico vino hace dos días y no pudo encontrar el fallo del auto de Rb; o sea, al parecer el problema con la aceleración era porque tenía una manguera zafada en el motor -alimentación de aire o algo así-.

Me imagino que se salió de su lugar por haber pasado sin mucho cuidado en la ruta al puerto -y desde el puerto- en donde habia demasiadas grietas en el camino; pero la razón de que la reversa no funcionaba no pudo encontrarla.

Entonces -como no es experto en cajas automáticas- diagnosticó lo más "simple": cambiar la caja; o sea, encontrar una usada (sin garantía) o adquirir una nueva; igual la cuenta sería de más de mil dólares.

Me estuvo explicando la situación y las posibles opciones; pero preferí entrar y comentarle a Rb los detalles; estuvimos conversando un momento sobre opciones, pero decidimos que no valía la pena: o sea, pasó lo mismo con la camioneta anterior y al final Rb la cambió por el auto actual.

Rb salió de la casa y conversamos con el mecánico sobre nuestras reservas; cuando le pregunté si tenía una opción nos ofreció una camioneta MPV dos años más antigua que el Protegé actual.

Se supone que se la compró -al crédito- a una de sus clientas y que la ha tenido en su casa durante unos meses -alguien le quebró el vidrio trasero-; nos mostró algunas fotos y acordamos adquirirlo por mil quinientos dólares -transfiriéndole el auto por novecientos-.

La iba a traer al día siguiente -miércoles- pero al final nos la trajo el jueves; y si en general es más amplia (siete asientos) y más potente (el motor es de dos mil quinientos centímetros cúbicos); y se le notan los mas de veinte años: la manecilla de una puerta lateral está quebrada.

No todos los controles de los vidrios eléctricos funcionan bien; y hay que cambiarle el vidrio trasero; pero consideramos, con Rb, que nos puede servir, al menos durante unos cuatro o cinco años.

Le entregamos las llaves del auto Protegé y entramos a casa a completar la transacción: aún habia cien dólares en el saldo que el mecánico tenía por la adquisición de la camioneta anterior; y le transferí al diferencia -una parte a la cuenta de su esposa y una parte a su propia cuenta-.

Y en ajedrez: me había propuesto alcanzar un nivel de mil quinientos en Duolingo antes del final de año; la verdad es que la app es bastante irregular: las primeras semanas nomás permitía jugar con las blancas.

Ademas, la asignación de puntos después de cada partida no es siempre lógica; pero he estado jugando bastante -demasiado?- durante las últimas semanas: y el martes, un poco antes de las seis de la tarde lo conseguí: obtuve un ELO de mil quinientos cuatro.

Me mantuve sobre el nivel de mil quinientos durante los dos días siguientes; hasta que el jueves -mi retorno al trabajo- estuve jugando varias partidas en el transcurso del día y retorné a mil trescientos.  

Y a ver cómo sigue eso... 

El sábado me levanté a las cinco menos veinte: había quedado -el martes- con mi primo que pasaría por su casa a las siete de la mañana para convidarlo a un desayuno; había intentado organizar este evento desde hace un par de años.

Es una de las personas con las que realmente me interesa fortalecer una relación -es dos años menor que yo- pero no había sido muy insistente en las invitaciones: su hijo mayor se acaba de graduar del nivel medio, el segundo está en el nivel básico y sus hijas gemelas están en el último año del nivel primario.

Mi primo ha tenido una vida muy ordenada: empezó a trabajar antes de cumplir la mayoría de edad y ha estado -prácticamente- en la empresa desde entonces -y ya tiene cincuenta años-; se casó a los treinta y uno y compró una casa; es enorme -no estoy seguro si tres o cuatro niveles- y le dá posada en un nivel a sus padres.

Entonces, cuando mi primo se ponía evasivo con fechas, me dije: tiene una familia bien estructurada, con un trabajo demandante y necesita todo el tiempo que pueda pasar con su familia; no andaré agregando presión a su vida.

Pero esta semana que hablamos me comentó que su familia se había ido al departamento de donde procede su esposa -sefueron los cinco- y consideré que era una buena oportunidad para tener una pequeña reunión.

Después de darle el pollo a la perra de Rb a las tres de la mañana la saqué al patio y volví a la cama -Rb se quedó esperando su retorno-; pero me costó volver a conciliar el sueño; sin embargo, no me costó mucho levantarme a las cinco menos veinte, medité y luego me metí a la ducha.

Después de vestirme ví que apenas eran las seis y diez; y no quería llegar muy temprano a la casa de mi primo -me había quedado la inquietud de conducir el auto  después de las respuestas de Mistral-; jugué una partida de ajedrez y saqué las bolsas de la basura; después arranqué el auto e inicié el trayecto.

Cuando llegué al puente que conecta el municipio con la ciudad -queda en lo más profundo de la hondonada que separa ambos municipios- ví que había una unidad de los bomberos y algunas personas de uniforme en el lado del puente en el que iba conduciendo.

Afortunadamente solo estaban cubriendo uno de los dos carriles por lo que nomás me moví al carril interior y pude continuar mi camino -me imaginé que alguien había saltado al precipicio (suceden uno o dos casos cada varios años)-.

Llegué a la calle en la que vive mi primo con más de quince minutos de anticipación; continué conduciendo por la calle lateral pues no quería llegar muy temprano; y no quería utilizar el retroceso del auto.

Después de avanzar ocho o diez calles entré en una avenida y conduje -en sentido contrario por la siguiente calle-; aún así llegué con doce minutos de antelación; me estacioné al otro lado de la calle pues un automóvil estaba justo frente a la casa.

Esperé un par de minutos y luego llamé a mi primo, aunque no me contestó, le envié un mensaje por whatsapp -pero no me dí cuenta que no estaba conectado a la red-; me propuse a esperar un poco jugando una partida de ajedrez.

Pero unos minutos mas tarde mi primo devolvió la llamada; le comenté en donde estaba -el auto que estaba frente a su casa era el de su padre- y me indicó que saldría en el acto; un momento después salió mi tío y luego mi primo.

Me bajé del auto, saludé a mi tío y le indiqué a mi primo en donde me había estacionado; nos despedimos de mi tío y, con mi primpo, abordamos el auto y conduje hasta el restaurane en donde usualmente invito a desayunar a mis amigos y conocidos.

Estaba decidido a utilizar solo una vez el retroceso y, efectivamente, para parquearme me tocó que bajar la palanca a todas las posiciones antes de poder retroceder; pero el auto quedó estacionado en el primer intento.

En el restaurante ordenamos un par de desayunos (catorce dólares) y nos pasamos la siguiente hora y media entre desayuno y conversación; la verdad es que hacía mucho tiempo que no nos tomábamos un tiempo de esta forma y fue muy bueno.

Aunque no realicé la pregunta que he tenido desde hace varios meses: mi primo me ha estado enviando durante un tiempo videos sobre la Tierra Plana y otras teorías de conspiración similares.

O sea, no me sentí cómodo de cuestionarlo directamente sobre el tema; pero se emocionó comentándome que lleva siete años -o más- de estar estudiando detenidamente la biblia; se considera un exégeta.

En general el tiempo compartido fue bastante bueno; a las ocho y media le propuse que nos retiráramos del lugar -aunque primero pasé a los servicios sanitarios- , arranqué el auto y retorné a dejarlo a su casa; luego conduje hasta la casa de Rb.

La verdad es que desde la noche anterior me había quedado bastante intranquilo por las respuestas de la LLM, por lo que anduve bastante pendiente del comportamiento del auto; afortunadamente no hubo ningún inconveniente en el camino de retorno por lo que, un poco más tarde, -y utilizando otra vez el retroceso- estacioné el auto frente a la casa de Rb.

Rm me comentó que el tránsito en el boulevard había estado terrible toda la mañana -de hecho me afectó el embotellamiento por un par de calles antes de dejar el boulevard- debido al suceso del puente: una persona se había -o intentado- tirar al vacío.

Como aún era temprano invertí una buena cantidad de tiempo en hacer lecciones de Duolingo -la noche anterior había vuelto (después de muchos días) a alcanzar el nivel de mil cuatrocientos de ELO-; y, a las once y media, empecé a preparar el almuerzo.

El sábado anterior había probado una receta que ví en un video de Youtube: burritos de huevo y zanahoria rellenos con mayonesa de aguacate, pechuga de pollo y lechuga; pero ese día había dividido en dos la tortilla de huevo y zanahoria, por lo que no habían podido cerrarse muy bien.

Lo había realizado de esta forma porque creí que al realizar un enrollado, con la tortilla -cuadrada- completa, quedarían muy grandes; pero había decidido probar de esta forma; además, se me había ocurrido agregarles un poco de champiñones fritos.

Nos metimos a la cocina con Rb; ella preparó un caldito de pollo y sofrió los champiñones; yo preparé el resto; cuando ambas cosas (el caldo y el burrito) estuvieron listos sacamos a caminar a los perros. 

Después de sacar a los tres perros -y recoger los desechos del patio- entramos a almorzar; después me puse los audífonos y mientras escuchaba un video de Youtube me puse a lavar la montaña de trastos que habíamos utilizado en la preparación -y consumo- del almuerzo.

Después de lavar los trastos busqué en Youtube el video en el que había aprendido a hacer el sobre de origami con el que les he entregado a mi hija mayor e hijo menor su regalo, durante los últimos años; en esta ocasión me tocó hacer, en paralelo, tres de estos, ya que ahora también está mi hija mediana por acá. 

A las tres menos cuarto le llevé la comida a los tres perros -la más anciana volvió a la rutina de ser alimentada por Rb en su cama- y luego preparé un café y un té; el resto de la tarde me la pasé viendo videos de Youtube.

Al final de la tarde nos dirigimos, con Rb, al supermercado más cercano en dirección sur: fue la primera salida extensa para ella, después de la operación; traté de moderar el ritmo de la marcha, para evitarle un sobreesfuerzo. 

El domingo me levanté tarde: Rb me habia comentado el día anterior que ella se estaria haciendo cargo de echarle agua a la comida de la perra más pesada -esto me dá diez o quince minutos más de descanso por las mañanas-; desconecté la alarma, medité y luego salí a ayudar con el desayuno de los perros.

Después del desayuno me estuve viendo algunos videos en la mesa del comedor; creo que empecé a ver The Running Man (la nueva versión: la anterior -hace como treinta años- la protagonizó Scharzenegger).

A la hora del almuerzo prescindimos de las alitas dominicales: como yo había salido a almorzar con mi hija mediana el jueves, Rb había congelado mi porción de pollo con manzanas verdes; ella calentó un poco de pollo que habíamos reservado en otra ocasión.

Después del almuerzo me vestí y me dirigí a la casa del voluntario que vive en la misma colonia en donde crecieron mis hijos; como había decidido no utilizar el automóvil caminé hasta la carretra intermunicipal.

Estaba llegando al lugar cuando ví que uno de los buses estaba continuando su recorrido; pero me esperaron -tuve que correr un poco-, con lo que llegué bastante temprano al comercial en donde está la estación del Transmetro.

Tomé la siguiente unidad y, dos estaciones más tarde, me apeé; llegué a la casa de mi amigo un poco antes de las tres; toqué el portón pero no oí ningún ruido en el interior; esperé un par de minutos y luego volví a tocar -quizá un poco más fuerte-; mi amigo salió y me preguntó por el automóvil.

Le comenté lo de las dificultades actuales y esperé a que sacara su auto: cuando había programado la reuntión del mes me propuso que la hicieramos en el restaurante en el que generalmente invito a desayunar a mis conocidos y amigos.

Nos dirigimos al lugar -había un poco de tráfico- y mi amigo se estacionó hasta el fondo del parqueo -estaba algo lleno el lugar-; en el interior del restaurante ordenamos dos capuchinos grandes y dos porciones de pastel (pagué diez dólares).

Nos estuvimos en el lugar un poco más de media hora, entre refacción, conversación y -al final- algunas partidas de dominó; la verdad no me estaba sintiendo muy bien -sentía cierto embotamiento en el cuerpo- por lo que a las cuatro y media le indiqué que retornaría a mi casa.

Lo acompañé hasta el automóvil, nos despedimos y crucé la calle para pasar por unos aguacates y manzanas que Rb me había encargado -también le compré algunas peras y, para mí, otra bolsa de malvaviscos-.

Después de pagar las compras salí a tomar el busito; el cual no tardó mucho en iniciar el recorrido hasta la calle de la casa de Rb; por la noche estuve viendo algunos videos de canales de difusión científica en Youtube.

El lunes me levanté a las cinco y veinte -igual que el sábado-; el día anterior le había escrito a mi amigo garífuna y habíamos acordado reunirnos, a las siete, en el restaurante que más visito.

Medité y luego me metí a la ducha; como no tenía mucho efectivo me hice una transferencia móvil -también tomé la nueva tarjeta de débito de Rb- y salí de casa; había considerado caminar hasta el lugar en donde tomé el bus el día anterior, pero un busito pasó apenas un par de calles después de que empezara a caminar.

Llegué a la estación final bastante temprano; pasé a un cajero en el lugar y luego por el paso subterráneo -el restaurante queda justo del otro lado de la calle, frente al comercial-; entonces revisé mi celular y ví que mi amigo me había escrito más temprano: iba a llegar a las siete y media.

Como no eran ni las siete -y había algo de frío en el ambiente- retorné al comercial  a esperar un poco de tiempo; me conecté con la wifi de la sucursal bancaria y estuve revisando mi correo electrónico; también me senté a una mesa y armé el cubo de Rubik de cuatro por cuatro.

Un poco antes de las siete y media volví a pasar bajo la calle principal y me dirigí al restaurante; estaba por llegar cuando ví que mi amigo se encontraba en el carril central -de forma ilegal, realmente-, esperando que los vehículos le dieran paso; tuvo que esperar algunos minutos, pues el tránsito estaba bastante pesado.

Nos saludamos cuando logró pasar y entramos al restaurante; yo ordené un desayuno de los que siempre tomo y él nomás ordenó un tazón de avena -casi ni tocó el tazón de frutas que lo acompaña-; la cuenta me salió nomás un poco más alta que la de la tarde anterior.

Estuvimos en el lugar durante un poco más de una hora, entre desayuno y conversación; lo segundo no me entusiasmó tanto: mi amigo es algo reservado con su vida personal y familiar -he entendido que tuvo varios hijos fuera del matrimonio, mientras viajaba  por el istmo-.

Y además, se entusiasmó hablándome sobre su vida espiritual: o sea, no se congrega en ninguna iglesia pero ha estado -según él- estudiando detenidamente la biblia durante varios años; y la verdad ya tengo poca paciencia con este tipo de temas.

Un poco después de las ocho y media mi amigo me externó que le preocupaba su auto -lo había dejado estacionado en un restaurante del otro lado de la calle-, por lo que le sugerí que dieramos fin a la reunión.

Caminamos hasta el comercial y nos despedimos; salí a tomar el busito, afortunadamente la unidad no se entretuvo mucho y, un poco más tarde, estaba entrando a la casa de Rb; apenas pasaban unos minutos de las nueve de la mañana.

Un poco más tarde Rb me pidió que la acompañara a la tienda de las verduras: necesitábamos papaya -y ella algunas peras-; pero la diligencia no nos tomó mucho tiempo; al mediodía calentamos la primera porción de la comida que preparamos el día anterior.

Mientras sacábamos a caminar a los perros había preparado dos tazas de arroz y combinamos esto con el pollo en crema -de almendras- y aguacate; después del almuerzo esperé hasta la hora de la comida de los perros y, mientras Rb les daba de comer, preparé un café y un té.

El café lo acompañé con un cuarto de muffin que había comprado el jueves anterior; además de una galleta y un pingüino de chocolate que Rb me había obsequiado el día que caminamos hasta el supermercado en dirección sur.

Durante la mañana -y parte de la tarde- estuve enviandole mensajes alusivos al fin de año a mis conocidos en Whatsapp y Fb; algunos me contestaron e intercambiamos mensajes; también me escribió el amigo con el que desayuné el miércoles anterior: había recibido el libro que le envié (El dios de las pequeñas cosas: veinte dólares) por delivery.

El martes -el penúltimo día de vacaciones- había decidido no salir de casa: esperábamos recibir al mecánico para que viera las dificultades del automóvil de Rb; y es que eran varias: aceleración irregular, dificultad para poner retroceso, ruido en los frenos y en una llanta trasera.

El mecánico había dicho que vendría a las nueve; al final vino como a las diez y media: el tránsito estaba super pesado en el boulevard; salí a comentarle los síntomas del auto y lo invité a abordarlo para que escuchara los ruidos -y lo demás-.

Lo raro fue que el auto no se comportó de la misma forma con la aceleración; pero, al intentar retroceder ya no funcionó la reversa; de hecho me tocó que manejar hasta el fondo de la calle y luego lo tuvimos que empujar para dar la vuelta.

Entonces tuvimos la conversación y análisis que describí al inicio de este texto; por la tarde caminamos con Rb hasta el supermercado en dirección norte; la distancia es de un par de kilómetros pero era la primera vez, desde la operación, que se atrevía a completarlo.

Además, la inclinacion es, quizá, de unos treinta grados; y hay muchas muchas gradas en toda la acera; caminamos a un ritmo bastante bajo y, en el supermercado, compramos un poco de pescado: estamos planeando preparar tacos de pescado uno de estos días.

El camino de retorno estuvo bastante tranquilo; Rb compró un poco de uvas en la tienda de la vuelta y luego retornamos a casa; por la noche estuvimos viendo la primera parte del ultimo capítulo disponible de la serie de competencia de pasteles.

El miércoles -mi último día de vacaciones- esperábamos recibir el automóvil del mecánico; pero no vino; lo llamé a media mañana y me comentó que estaba limpiándolo y revisando los frenos, para que no hubiera dificultades.

Me pasé el día viendo videos de Youtube -principalmente canales de difusion científica- y haciéndome cargo de la mayor parte de las tareas con los perros -aplicarle gotas a la perra más anciana, llevarles la comida, entre otros-.

También salí -me parece- un par de veces: por la mañana a la tienda de las verduras, por un poco de frutas; y por la tarde caminamos al supermercado mas cercano en dirección sur; aunque, en esta ocasión, avanzamos un poco más.

Por la noche vimos la segunda parte del último capítulo que han publicado de la competencia de pasteles; además, empecé a regularizarme del estómago: a las tres de la madrugada había tenido que ir un par de veces al baño.

Me costó volver a dormirme y a las seis me tuve que levantar nuevamente; en total fui unas seis o siete veces -generalmente nomás voy una vez-; pero al final de la tarde empecé a sentirme mejor.

El jueves me levanté a meditar a las siete y media de la mañana; unos días antes le había indicado a Rb que el diecisiete sería el último día en que me levantaría a las tres de la madrugada.

Medité veintidós minutos y luego entré a la reunión diaria; la cual estuvo bastante tranquila; nomás noté que el analista que mejor me cae anda de vacaciones; nuestro supervisor nos pidió que nos quedáramos luego de la reunión y nos asignó -con el otro analista que mejor me cae- una tarea para trabajar durante la siguiente hora y media.

Estuvimos trabajando en la asignación hasta las nueve y media y despues me preparé el desayuno; a media mañana entré a la reunión que el jefe de mi supervisor programa cada quince días; pero tampoco hubo muchas novedades.

El resto del día traté de completar algunas de las tareas que mi compañero que menos bien me cae no hizo -le asignaron la mayor parte de estas y no hizo nada-; y perdiendo muchas partidas de ajedrez -bajé más de doscientos puntos de ELO-.

Además, un poco antes del mediodía, el mecánico vino con el auto que estaremos usando en el corto/(y espero)mediano plazo: es automático pero tiene la palanca de velocidades en el timón; lo sacamos a dar una corta vuelta con Rb y luego lo parqueamos frente a la casa.

El mecánico -siempre anda con su hijo (que ahora tiene quince años)- se fue a trabajar en otro auto a un par de casas de distancia y con Rb sacamos a caminar a los perros; pero Rb notó que había un charco de agua bajo el auto -y que algo estaba goteando- por lo que le pedí que lo viera luego.

Y no encontró nada malo; se supone que algo de la refrigeración; igual me dejó algo intranquilo; quedando nada más en que debo mantenerme monitoreando el nivel de temperatura del motor mientras esté funcionando.

A las cinco de la tarde -cuando terminó mi horario laboral- le pedí a Rb que me acompañara a comprar el pan de mis desayunos de los fines de semana; además, pagué por un par de tamales para el veinticuatro de diciembre.

Cuando venimos -nos tocó que salir con paraguas porque estaba lloviznando- recogí todos los bártulos del piso y realicé la limpieza semanal -que había pasado por alto el día anterior-; por la noche estuve revisando mi correos personales y haciendo algunas lecciones de Duolingo -mientras Rb participaba en una reunión de su trabajo-. 

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