domingo, 29 de diciembre de 2024

La del estribo... The one on the stirrup... Celui sur l'étrier...

"A parting shot" sería, según ChatGPT, una mejor versión en inglés del dicho castellano (y en francés sería Le coup de l'etrier') en fin, la idea es la misma: un gesto de despedida; y es que esta es la última entrada del presente año.

Y había estado sopesando una forma diferente -o remarcable- de concluir este ciclo; como algo que he visto en otros blogs: una lista de los eventos más sobresalientes del año que está por concluir -como la compra del apartamento para mis hijos-; o incluso un resumen de mis lecturas -setenta y ocho libros; dos en papel-.

Pero no, será un post como todos los que he estado publicando durante los últimos meses -o años-: un recuento de lo que aconteció durante la última semana; los amigos que he visto, las series o películas consumidas; lo que he hecho con mis hijos, lo que he jugado o leído.

Y así...

El lunes era mi primer día de trabajo después de las últimas vacaciones del año; me levanté a las siete y media, medité y retorné a la cama; había visto desde el viernes que el PM había cancelado las reuniones diarias de esta semana pero aún revisé el calendario semanal para confirmar que no había.

Un poco antes de las nueve me levanté y preparé mi desayuno; luego trabajé un rato en la confirmación de la solución de una tarea que había abierto varias semanas atrás y que había sido completada durante mi ausencia: todo estaba correcto.

Antes del mediodía arranqué mi máquina con Fedora 39 (ha estado trabajando muy bien desde que la reviví la semana pasada) y empecé a correr el código que encontré el día anterior en el libro de Análisis de Datos: en RStudio.

Al mediodía calentamos la porción de pollo y papas y almorzamos; luego sacamos a caminar a los perros; continué trabajando en el código de R y a media tarde lavé los trastes del día y preparé té para Rb y café para mí.

El día anterior me había acabado lo último del frasco de café instantáneo por lo que este día abrí uno de los paquetes de café saborizado que mi amigo me regaló un par de sábados atrás: se suponía que era café con almendra pero realmente sabía mal.

A las cuatro de la tarde -seguía trabajando en RStudio- salimos hacia los mercados en dirección norte: había planeado comprar una caja de mezcla para pastel pues Rb está planeando hornear pollo el miércoles y quiero aprovechar para preparar un par de pastelillos de chocolate.

En el camino de vuelta pasamos a la farmacia pues Rb necesitaba alguna medicina para sus perros y también compramos un poco de bananos en una frutería que queda al lado de la farmacia; cuando retornamos a la colonia le regalamos una caja de galletas al guardia que está de turno y, luego de entrar a casa, realizamos la rutina de ejercicios de los lunes y después terminé el documento que estaba preparando en RStudio y lo subí a Github.

El martes era el día de Nochebuena y había estado previendo el envío de mensajes a mis conocidos en Whatsapp y Facebook para desearles una buena época de celebraciones; me levanté a las siete y media, medité y retorné a la cama.

Estuve de un humor bastante pésimo -no sé si más que de costumbre-; a tal punto que incluso Rb se resintió y se quejó de la injusticia de que la tratara mal; trabajé mediodía -aunque en realidad tenía muy poco por hacer-.

Creo que parte de la molestia de Rb era que estaba afanándose porque había previsto hornear varias comidas al día siguiente y estaba atareada con la preparación de los ingredientes para las mismas; almorzamos y sacamos a caminar a los perros; luego tomé el auto y me dirigí al apartamento de mis hijos; Waze me alertaba que la ruta tradicional estaba bastante llena y que al entrar por el otro lado a la ciudad me ahorraría casi la mitad del tiempo.

Y, efectivamente, en lugar de los treinta y siete minutos calculados para la ruta normal me hice nomás veintidós entrando por la ruta alterna; llegué al apartamento de mis hijos bastante temprano y pasé un par de horas en su apartamento.

Llevaba unas bolsas de snacks y unas botellitas de coca cola -también pasé, en la salida de la calle, regalándole una bolsa de café al guardia de turno-; estuvimos con mis hijos armando cubos de Rubik -yo ya había logrado internalizar los pasos necesarios para resolver el de 5x5x5- y luego los invité a caminar hasta un supermercado para comprar pan tostado: había planeado pasar a visitar a mi tía favorita más tarde.

Estábamos caminando hasta un supermercado a cinco o seis calles del edificio en el que viven pero ví qu emi hijo menor tenía dificultades para avanzar; al preguntarle sobre su estado nos comentó que la espalda había estado molestándolo desde hac un tiempo -la verdad tiene un sobrepeso evidente, y no sé cuál es la causa y cuál es el efecto-.

Retornamos media cuadra hasta otro supermercado, compramos un par de bolsas de pan tostado y luego retornamos al apartamento; como llevaba un par de bolsitas de café instantáneo, herví agua, preparé tres cafés y abrimos una de las bolsas de pan tostado.

También estuvimos viendo un par de videos de sitios de divulgación científica en español: Curiosamente y En Pocas palabras; a las cuatro y media me despedí de mis chicos y me dirigí a la casa de mi tía.

El tráfico -por ser veinticuatro de diciembre- estaba bastante ligero y un poco más tarde estaba parqueándome frente a la casa de mi primo; lo llamé para que abriera el portó y subí a saludar a su madre -y su padre-.

Estuve conversando con mi primo, mi tía y mi tío -curiosamente el tema principal fue la etapa de retiro laboral: a mí me faltan ocho años para tener derecho a hacerlo y a mi primo once años-; mi tío se ha retirado de dos lugares ya: veinte años como policía y -casi- veinte años como conductor de una fábrica de camas.

A las seis de la tarde me despedí de mis tíos y primo -luego de haberle proporcionado a mi tía la información  bancaria de mi padre, pues me había pedido que se la consiguiera- y retorné a casita; el tránsito estaba bastante tranquilo, con excepción de un sector en el boulevard principal en donde a veces los autos hacen doble fila para entrar a una colonia en el lado opuesto.

Cuando vine le pedí a Rb que me acompañara a ver si podía conseguir un tamal -la comida típica de este tipo de celebraciones- pero en la tienda de la esquina ya estaban agotados; nomás preparé una taza de chocolate -que había comprado hacía unas semanas-.

Un poco más tarde llamé a mi ex supervisor en el Imperio del Norte y estuvimos conversando un rato; también llamé a mi amigo anciano negro que vive en la misma ciudad del Imperio en la que pasé un par de años hace ya casi dos décadas.

Por deferencia a Rb me quedé despierto hasta después de medianoche: acompañándola para tranquilizar a sus perros debido a la bulla de juegos pirotécnicos que se acostumbra a quemar por estos lugares; creo que fue la segunda vez que hice los quince minutos de meditación después de medianoche.

El miércoles era Navidad; me levanté a meditar a las siete y media y luego retorné a dormitar a la cama; el resto del día me lo pasé entre lecturas -avanzando con Memory Piece-, viendo videos de Youtube y empecé a ver una serie de ciencia ficción: Invasion.

También fue un día de horneo constante; Rb empezó a preparar un pollo relleno desde media mañana y aprovechó para hornear algunas piezas de pan; yo también preparé el brownie que había adquirido la semana anterior -aunque se me quemó un poco el piso del mismo-.

A la hora acostumbrada -cuatro y media- realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles; también fui a tocarle la puerta a la vecina para regalarle uno de los dos moldes de aluminio con brownie; por la noche avancé en el reto semanal de Duolingo (cincuneta lecciones con puntuación perfecta) en el que mi acompañante ha contribuido muy poco; también ví un capítulo adicional de Invasion y avancé en el libro de Ficción en inglés: Memory Piece.

El jueves me levanté a las siete y media; medité y, a diferencia de otros días, no retorné a meditar a la cama: me puse a hacer algunas lecciones de Duolingo; tenía que acompañar a Rb en su visita semanal al mercado en el centro histórico.

Como había empezado -reiniciado, realmente- hace poco a leer un libro en español en papel, lo tomé, junto con los lentes de lectura que usualmente uso fuera de casa; salimos a tomar el busito y no tardó mucho hasta que pasara la unidad.

El transmetro no estaba muy concurrido este día -la semana entre Navidad y Año Nuevo usualmente es de baja actividad- por lo que llegamos bastante rápido al centro; en donde Rb compró algunas frutas; retornamos a la estación del Transmetro y dejamos pasar como cuatro unidades hasta que Rb vió llegar una vacía; en el comercial en donde se estacionan los busitos que vienen a la colonia pasamos a la óptica en donde ordenamos nuevos lentes la semana anterior.

Los anteojos aún no estaban listos por lo que nomas entramos al Supermercado del lugar a comprar una pequeña red de aguacates; luego salimos a tomar el busito de retorno; venimos a la casa bastante temprano y me puse a leer un poco de Memory Piece; al mediodía almorzamos parte de lo horneado el día anterior; por la tarde preparé té de manzanilla para Rb y café para mí; además, de la óptica le informaron a Rb qu elos anteojos estaban listos; acordamos salir a las cuatro.

El arranque del auto ha estado fallando últimamente: la semana pasada hubo algunas dificultades al arrancarlo en mis visitas a mis hijo; hoy que salimos sonó algo raro pero, al iniciar el viaje de retorno -recogimos los anteojos- no quiso arrancar; movía un poco las palancas y el timón y luego arrancó sin problemas.

Pasamos al supermercado más cercano en dirección sur: necesitábamos bananos para los desayunos; el auto arrancó sin problema; aunque me imagino que tendré que llamar al mecánico para que venga a revisar cual es el inconveniente actual.

El viernes se proyectaba como otro día tranquilo de trabajo desde casa; me levanté a las siete y media, medité y retorné a la cama a hacer un poco de Duolingo; me levanté un poco más tarde a prepararme el desayuno y luego estuve leyendo la última parte de La muerte del comendador.

El almuerzo fue de pescado y después sacamos a caminar a los perros de Rb; después preparé café y té; pero al principio de la tarde un mensaje fue enviado al grupo de trabajo por nuestro PM: necesitaban la ayuda de nuestra área para completar una tarea.

De los cuatro analistas que habemos en el departamento dos están de vacaciones -hasta el otro año- y el único que me acompaña ha sido bastante irresponsable; contesté casi inmediatamente al mensaje (menos de cinco minutos después) indicando que tomaría cartas en el asunto.

Y un poco más tarde le escribí en la misma herramienta a la persona a quien se supone debíamos ayudar: ofreciendo nuestro apoyo pero preguntando cuál era la naturaleza del soporte solicitado; la persona no me respondió por lo que será un inicio de semana interesante.

Al final de la tarde realizamos la rutina de ejercicios de los viernes y, después, le pedí a Rb que me acompañara a la panadería pues el día anterior no había comprado pan para los desayunos del fin de semana; también encargué un tamal para mi cena de la víspera de año nuevo.

El sábado me levanté a las siete y media; medité y retorné a la cama a hacer Duolingo; luego me levanté a preparar el desayuno de los fines de semana; a media mañana nos dirigimos a los supermercados en dirección sur: en el más alejado compramos pollo y en el intermedio compramos bananos; también compré tres cuadernos y tres lapiceros.

Cuando retornamos saqué la bicicleta estática de su rincón e hice la rutina de veintidós minutos en la misma; después saqué a caminar a la perra más pesada y a continuación me metí a la ducha: había planeado salir un poco después del mediodía hacia el apartamento de mis hijos.

Había estado a la expectativa del arranque del auto; afortunadamente no ha seguido dando problemas; el tránsito estaba bastante calmado y llegué al lugar de mis hijos a la una menos cuarto; me instalé en el espacio vacío que sería la sala y les envié un mensaje por whatsapp comentándoles que ya había llegado.

Salieron un poco más tarde y nos dirigimos -al igual que la semana anterior- a un restaurante Fancy de la ciudad; experiencia que espero no repetir; la comida no es un confort en mi vida y no me agradó nada ver a mis hijos paganod más de cincuenta dólares por un almuerzo para los tres.

Igual les agradecí el haber aceptado mi propuesta -mi hijo pagó en esta ocasión- y les comenté que esperaba prever algo más agradable para el próximo año; después del almuerzo regresamos al apartamento; de donde salimos un momento a comprar un par de cubiletes.

Retornando al apartamento tomamos café frío: mi hijo tenía -literalmente- la jarrilla de la cafetera dentro de la refrigeradora y luego completamos una partida de scrabble; mis hijos también me regalaron un par de figuras de origami: mi hija un búfalo y mi hijo un par de figuras de Totoro.

A las cinco y media me despedí de mis hijos y retorné a casa; el tránsito seguía tranquilo; cuando me parquée frente a la casa de Rb ví que el amigo que había venido a visitarla aún se encontraba en el lugar: un antiguo conocido del grupo de voluntarios que no había venido por más de cinco años había quedado en venir a mediodía.

La persona esta se había tomado una botella de vino por lo que estaba algo achispado; Rb ofreció que iríamos a dejarlo a un café en la entrada del sector en el que vivimos pero aún estuvimos conversando -y cenando- durante un par de horas.

Un poco después de las ocho abordamos el automóvil y nos dirigimos a la ruta interamericana pues cerca de esta cinta asfáltica se encuentra el negocio en el que había quedado de reunirse con un amigo; con el cual luego irían a buscar a su pareja a la salida de su trabajo.

El domingo no me quería levantar: Rb me había pedido ayuda el día anterior para que machacara los cafés que cortamos la semana anterior y no me apetecía dedicarme a la actividad; después de meditar volví a la cama y me levanté hasta después de las nueve.

Por haber cenado bastante el día anterior -y por no tener pan, por haberlo utilizado en la cena con mi amigo- no preparé el desayuno de los fines de seamana sino que nomás me pasé a la cama de Rb en donde estuve un rato acostado; hasta que ella se levantó a ver lo del café.

Me levanté y fui a ayudarla a machacar el café para que se le hiciera más fácil el proceso de despulpado; luego estuve leyendo un poco de Don’t Trust your gut; además, me recordé que había programado un Zoom con mi mejor amiga de la ciudad en la que viví hace casi dos décadas en el Imperio del Norte.

A las once y media abrí Zoom (para ella eran las nueve y media de la mañana) e ingresé a la sesión; lo interesante es que el esposo estaba utilizando la computadora y conversamos un rato hasta que llamó a mi amiga; con quien estuvimos más de hora y media en una conversación bastante agradable: ahora tiene siete nietos -cuando la conocí sus dos hijos estaban solteros-.

Al mediodía preparamos las tradicionales alitas de pollo de los domingos y una ensalada bastante abundante; uego sacamos a caminar a los perros; por la tarde ví otro par de capítulos de la serie y estuve practicando un poco con los cubos de Rubik; ya internalicé los movimientos para armar el de 5x5x5 y también logré -sin algoritmo- resolver el pequeño que mi hija me regaló que tiene piezas como prismas.

Y a ver cómo inicia el 2025.

lunes, 23 de diciembre de 2024

Mañana es Nochebuena y pasado es Navidad... Tomorrow is Christmas Eve and the day after is Christmas... Demain c'est la veille de Noël et après-demain c'est Noël...

El lunes me levanté a las siete y media de la mañana; la noche anterior había leído un poco más de la cuenta: reinicié la compilación en la que se encuentra el cuento que inspiró la película Arrival; medité quince minutos y retorné a la cama; puse la alarma para las ocho y cuarenta y me quedé dormitando; a la hora en la que la alarma sonó me levanté a preparar el desayuno.

En la mañana me puse al día con los impuestos del apartamento: es un montón de dinero -me parece que es diez veces la cantidad que Rb paga por su casa-; me tocó que llamar a la municipalidad y consultar el registro de la propiedad (dos dólares porque me confundí con la primera consulta).

Un poco antes del mediodía Rb me pidió que comprar un par de zanahorias en tienda de la esquina y eso, junto con la caminata de los perros fueron mis únicas salidas de casa:Me pasé todo el día en el interior, pues no había planeado ninguna reunión con alguno de mis conocidos o alguna salida.

Al mediodía almorzamos el pollo preparado el día anterior y luego la misma rutina: sacar a caminar a los perros, té con galletas y lectura; por la noche hice la media hora del reto de Duolingo de la semana anterior y -aparentemente-volví a quedar en una liga bastante tranquila: creo que iré nuevamente por el primer lugar.

El martes me levanté a las siete y media; medité y volví a la cama a hacer Duolingo y a dormitar; un poco después de las ocho Rb entró a la habitación para recordarme que iríamos a los supermercados en dirección sur a las nueve y cuarto.

Y es que había previsto una reunión con el único primo del lado paternal con quien me he comunicado contínuamente durante la última década; un poco después de las ocho salí de la habitación y me preparé el desayuno; la noche anterior le había escrito a mi compañero de trabajo que vive en el Imperio del Norte para pedirle el mismo favor que le solicito dos veces al año: transferirle cien dólares a mi hija mediana.

Después del desayuno estuve en comunicación con mi compañero; le transferí el dinero a la cuenta bancaria que mantiene en el país y, luego de recibir su confirmación, le mandé una captura de pantalla a mi hija, deseándole un feliz fin de año.

A las nueve y media nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el más alejado Rb compró peras para su consumo semanal y en el supermercado más cercano compramos bananos; después del almuerzo -y la caminata de los perros- me preparé para salir: había quedado de pasar por el trabajo de mi primo a las cinco de la tarde y estimé en un par de horas el tiempo de viaje.

Salí un poco antes de las tres de la tarde y tomé el busito en el boulevard; el transmetro estaba bastante vacío y, aunque el transbordo estuvo un poco tardado, aún llegué a la zona en la que trabaja mi primo -y donde están mis oficinas- a las cuatro y media.

Me metí a un supermercado para entrar a los servicios sanitarios y hacer un poco de tiempo -había wifi gratis en el mismo- y, luego de recorrer casi todos los pasillos, compré un eigth pack de coca colas pequeñas sin azúcar.

Pasé por la estación de autopago -llevaba la tarjeta de Rb- y al final me atrasé un poco: el supermercado está a cuatro o cinco calles del trabajo de mi primo y llegué con un par de minutos de retraso; me senté en unas mesas ubicadas en el dintel del edificio y esperé unos minutos; luego le escribí para ver si ya había salido; no estoy muy seguro si ya estaba en un grupo de empleados que estaban fumando cerca, o cuando llegó allí.

Total que nos saludamos y nos dirigimos a la estación de transmetro más cercana; estaba bastante llena y nos tardamos un poco en abordar una unidad; en la cual viajamos únicamente un par de estaciones: mi primo me había pedido que lo acompañara a un comercial en una de las zonas más afluentes de la ciudad.

Llegamos a la estación y caminamos cinco o seis calles hasta el mall; que es enorme -en el mismo invité a comer a mi amigo que vive en el estado de la estrella solitaria hace tres o cuatro meses- y super animado.

Buscamos la tienda que mi primo necesitaba -quería comprarle un par de crocs a su sobrina- y, luego de comprobar que no habían unidades de la talla que necesitaba, retornamos a la estación del transmetro: yo no me estaba sintiendo muy bien del estómago por lo que no tomamos o comimos algo.

Tomamos el transmetro y, en el centro histórico, transbordamos para dirigirnos a la zona en la que él vive; la reunión -bastante móvil- estuvo, a mi criterio, muy buena: mucha conversación sobre literatura y libros.

Nos despedimos una estación antes de la mía y luego me tomó que tomar uno de los buses intermunicipales -ya eran más de las ocho de la noche-; al final caminé el último tramo y entré a casa a las ocho y media.

Por la noche avancé en el libro de la línea de ficción: Memory Piece; además he estado leyendo, esporádicamente, el libro de cuentos del autor de The Story of your life -en el cual se basaron para la película Arrival-.

El miércoles me levanté a meditar a las siete y media -los últimos días me ha estado costando un poco mantener el hábito-; luego retorné a la cama; quería dormir hasta las ocho y media y levantarme con Rb; al final me levanté después de las nueve; salí a desayunar y luego me moví a la cama de Rb para leer un poco de los cuentos de ciencia ficción de Ted Chiang; un poco después me tocó que levantar los bártulos de mi habitación pues Rb puso a funcionar la aspiradora.

Almorzamos lo mismo que toda la semana: pollo con arroz y ensalada de lechuga, zanahoria, manzana verde y aguacate; luego sacamos a la caminata diaria con los perros; a media tarde preparé té para Rb y una taza de café para mí; y al final de la tarde hicimos la rutina de ejercicios de los miércoles; por la noche hice bastantes lecciones de Duolingo pero me cuidé de no completar las setenta y cinco lecciones del reto semanal: para que Rb pudiera aprovechar los quince minutos de punteo doble que le había enviado.

El jueves me desperté -algo me despertó- un poco después de las cinco de la mañana; hice varios intentos para continuar durmiendo pero no hubo caso: al final mejor me levanté a meditar y luego me quedé en la cama: avanzando en el libro de Murakami.

Me levanté después de que Rb saliera de su habitación; desayunamos y luego nos dirigimos a su visita semanal a los mercados en el centor histórico; aunque en esta ocasión a mí me interesaba el viaje pues planeaba comprar una caja de paquetes individuales de café en una tienda del centro.

Estábamos saliendo de la calle cuando un busito iba pasando en el boulevard; afortunadamente el conductor nos vió y pudimos abordarlo; el tráfico estaba un poco pesado en la sección normal y el transmetro no estaba muy lleno ese día.

Al llegar a la última estación del recorrido del Transmetro lo desabordamos y nos dirigimos a la tienda que había encontrado en Internet; pero resultó que el producto estaba agotado; pasamos al mercado; en donde Rb se proveyó de las frutas para toda su semana y después emprendimos el viaje de regreso a casa; en el camino pasamos al supermercado de costumbre: Rb quería comprar un poco de pollo; también adquirí un par de cubiletes para mis desayunos del fin de semana.

Volvimos a la casa, calentamos las porciones del almuerzo, las consumimos y luego sacamos a caminar a los perros; después de preparar café y té salimos nuevamente a los supermercados en dirección sur: Rb quería adquirir un par de moldes de papel de aluminio para las pechugas de pollo que planea hornear en navidad.

Por la noche terminé de leer la segunda tercera parte del segundo libro de La muerte del Comendador y avancé con el libro de francés; después empecé a leer el siguiente libro de no ficción: Don’t trust your gut.

El viernes me levanté a las seis y media de la mañana; medité, hice quince minutos de Duolingo y después me metí a la regadera: había planeado reunirme con mi amigo más antiguo del voluntariado; como era viernes había planeado no conducir sino salir a tomar el autobús intermunicipal; salí al boulevard un poco antes de las siete y media; en el camino me dí cuenta que el tránsito estaba bastante ligero.

A punto de llegar a la parada del autobús ví que una unidad se estaba yendo; pero no quise correr; esperé diez minutos para que llegara la siguiente; en donde quisieron cobrarme más de lo habitual -de hecho me cobraron un poco más pero querían cobrarme el doble de esa diferencia-.

En el periférico tomé el transmetro para recorrer dos o tres estaciones; llegué al lugar en el que había previsto la reunión antes de la hora indicada; pero no pude entrar al área de multirestaurantes porque abrían hasta después de las nueve.

Le envié un mensaje a mi amigo y me senté frente al comercial a esperarlo; mi amigo llegó un poco después de la hora acordada -un clásico- y le propuse que nos dirigiéramos al restaurante que más he visitado este mes en mis reuniones sociales.

Compramos un par de desayunos y estuvimos en el lugar un poco más de dos horas poniéndonos al día de la vida en general: anda con dificultades en su matrimonio (siete años, me parece) y acaba de cambiarse de casa -de un apartamento en la periferia de la ciudad (muy muy lejos) hasta una casa a pocas cuadras del lugar en el que nos encontramos ese día-.

También hablamos de los temas recurrentes: vida y muerte; y le comenté que me estaba planteando empezar un proyecto de voluntariado en algún hospital -u orfanato o asilo- para acompañar a los residentes con sesiones de lectura.

A las once y media Rb me llamó para preguntarme por dónde andaba y a qué hora esperaba retornar -no me agradó mucho la llamada- y le comenté que seguramente retornaría alrededor de una hora más tarde; cinco o diez minutos más tarde le propuse a mi amigo que concluyéramos la reunión; caminamos hasta la pasarela desde donde él tomó el camino a su casa; y yo me dirigí a la estación más cercana del Transmetro.

En la penúltima estación del periférico me apeé y caminé hasta el comercial en donde se estacionan los busitos que vienen a la colonia (en la calle anterior entré a la gasolinera para retirar de un cajero automático los doscientos dólares para regalos de navidad de mis hijos menor y mayor).

Vine a casa a las doce y media y ayudé a Rb con la preparación del almuerzo: pescado frito acompañado de acelga revuelta con tomate y huevo; luego sacamos a caminar a los perros; por la tarde estuve avanzando en el libro de no ficción que estoy leyendo; además de lavar los trastos del almuerzo y preparar té de manzanilla para Rb y té de menta para mí (en el desayuno había tomado bastante café pues mi amigo no lo consume).

Por la noche ví un capítulo -no planeo continuar- de una serie de ciencia ficción que juega con el concepto de inteligencia artificial y control social (Mrs Davies) y completé algunas lecciones de inglés, francés y portugués en la aplicación de Duolingo; aún en el primer lugar de la liga semanal.

El sábado -igual que el jueves- me volví a despertar mucho antes de la alarma de las siete y media; no tan temprano como ese día -cinco de la mañana- pero sí más de una hora antes; medité quince minutos y después retorné a la cama a hacer algunas lecciones de Duolingo; además consulté Whatsapp para ver cómo le está yendo a mis primos más cercanos: su abuela paterna falleció el día anterior y ví que andaban en un departamento del interior.

Esperé hasta escuchar que Rb salía de su habitación para preparar mi desayuno y mientras tomaba el mismo me puse al día con los impuestos del mes: llevo más de una década recibiendo un correo mensual en este día del mes para recordarme que debo presentar la declaración mensual, para evitar multas innecesarias.

Después de desayunar nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el mercado más alejado compramos varios tipos de pollo y en el más cercano, bananos y jamón para uno de los almuerzos de la siguiente semana.

Al regresar de los supermercados me puse a hacer la rutina de veintitres minutos de bicicleta estacionaria; luego saque a caminar a la perra más pesada de Rb, me bañé y me dirigí al apartamento de mis hijos.

El tránsito estaba bastante ligero por lo que llegué antes de la hora que había previsto (la una de la tarde) no ví a ninguno de mis hijos por lo que les envié un mensaje de whatsapp y me dispuse a esperarlos en la sala.

Un rato más tarde mi hija mayor salió de su habitación y mi hijo entró -con un pliego de papel de regalo-; nos dirigimos a Denny’s -de acuerdo al plan propuesto unas semanas antes- en donde almorzamos e intercambiamos regalos.

Yo le entregué a cada uno un cubo de 5x5x5 y un sobre con cien dólares; mi hija mayor me regaló un llavero con una figura de Rubik compuesta de pirámides y un regalo empacado; mi hijo me dió un regalo empacado.

Almorzamos -la cuenta fue de más de cincuenta dólares y fue cubierta por mi hija mayor- y luego retornamos al apartamento; salimos a comprar un arrolladito de Nestlé luego preparamos café; la última hora o así jugamos una partida de Scrabble en inglés.

Un poco después de las cinco me despedí de mis dos retoños e inicié el viaje de vuelta a la habitación; el tránsito estaba, afortunadamente, de nuevo bastante ligero por lo que un poco más tarde estaba parqueándome frente a la casa de Rb.

El domingo me levanté a las siete y media; me levanté a meditar y luego retorné a la cama; no hice Duolingo -de hecho no hice en todo el día, hasta la noche- ni leí nada, nomás me quedé dormitando en la cama.

Hasta que escuché que Rb se levantó; salí de la habitación y me preparé el desayuno de los domingos; después de desayunar retorné a la cama y avancé un poco en la lectura del libro de francés; a media mañana salimos con Rb a cortar café de las matas del frente y del patio de atrás; nos entretuvimos en la actividad más de dos horas y luego nos pusimos a preparar el almuerzo de los domingos: alitas de pollo, acompañado en esta ocasión con acelga.

Por la tarde avancé un poco en el libro de Análisis de Datos; y, a media tarde, ayudé a Rb con la preparación de los almuerzos de los primeros dos días de la semana: pollo asado y papas cocidas; por la noche hice las lecciones de Duolingo y continué con el libro de Análisis de Datos.

lunes, 16 de diciembre de 2024

La tercera ya está aquí… The third one is here... Le troisième est ici...

La semana pasada -no recuerdo qué día específicamente- cayó Damasco; y eso es nomás un decir; desde hace más de una década ese país -de donde era el padre de Steve Jobs, creo- había sido seccionado por una serie de fuerzas armadas.

Entre Kurdos, Turcos, Estadounidenses -claro-, Rusos y varios otros ejércitos de diversa fuente árabe se habían repartido una gran parte de sus -me imagino- grandes reservas petroleras; y, según Wikipedia, el gobierno central no cayó, hace cuatro años o así, nomás por la intervención rusa, que sirvió para estabilizar la situación con tantos combatientes de tantos bandos.

Hasta que ese día (o el anterior, o la semana pasada) el imperio decidió que sería bueno debilitar a su contendiente en la arena global; al parecer el oso (zarigüeya lo llamó un periodista judío de Argentina) está avanzando en la agresión -ya lleva tres años- a su vecino y -me imagino- antes de que el nuevo inquilino de la casa impóluta llegue con otras ideas, es mejor preparar el terreno.

En esta entrevista con el periodista argentino se discutía si ya había empezado la tercera guerra mundial y él decía que de hecho, debido al número de víctimas civiles, esta es realmente la cuarta: la tercera la define como todos esos conflictos que se dieron durante la guerra fría.

Según él el oso (se refirió de manera bastante despectiva) no tiene los medios (aunque pretenda) de realmente ser una fuerza global; dice que con nomás el arsenal nuclear de Europa sería acabado en cuestión de horas.

Y quién sabe qué nos trae el nuevo año; yo le comentaba a Rb -y a algún conocido- que creía que la tercera guerra mundial realmente había empezado; también que temo que se hará uso de armamento nuclear.

Según mi análisis -no soy estratega geopolítico o similar- no tendremos un holocausto nuclear global; al estilo del libro Never; lo que sí creo -pero otra vez, es nomás una idea vaga- es que cada bando -siempre los buenos contra los malos- destruirá una ciudad del bando global opuesto.

No creo que sean grandes ciudades -como lo ocurrido con Japón- ya que no les importará tanto mostrar lo mortífero de los medios de destrucción -eso ya lo vimos-; sino que servirá para demostrar que en efecto, están dispuestos a las últimas consecuencias.

Y a ver cómo nos va con eso.

El domingo por la tarde, después del tiempo en cama, nos pusimos a preparar los almuerzos de la semana: pelé y corté en cubos varias papas, un par de zanahorias y un güisquil; por la noche continué con el libro de francés: A quoi revent les etoiles; el libro relata la cotidianidad de cinco personas; quienes no se conocen directamente pero están relacionadas de alguna forma; y me pareció chocante el relato de uno de ellos: un adolescente que se reusa a salir de su habitación.

El lunes me levanté a las siete y media; medité y entré a la reunión diaria del equipo, la cual estuvo, nuevamente, enfocada en las tareas más urgentes del área de desarrollo: no volví a participar en la misma; luego salí al comedor y me preparé el desayuno; como mi madre envió varias docenas de plátanos -es de los pocos alimentos que Rb consume sin ninguna complicación- le pedí a Rb que dejara algunos sin cocinar para consumirlos en mis comidas de esta semana.

Creí que iba a ser un día sin ninguna actividad -ya van varios meses- pero la supervisora programó una reunión media hora antes del medio día: es la época del año en la que se debe completar el reporte de rendimiento anual.

La reunión fue bastante escueta: básicamente el lugar en el cual debemos ingresar la información solicitada para autoevaluarnos sobre nuestro desempeño durante el último año; y la forma de completar la tarea.

Almorzamos la primera porción del caldo de pollo que preparamos el día anterior y después sacamos a caminar a los perros; un poco más tarde lavé los trastes del día y luego preparé té de manzanilla para Rb y café para mí.

Como había quedado de reunirme con mi amigo Testigo de Jehová a las cinco, le pedí a Rb que hiciéramos la rutina de ejercicios una hora antes; a las tres y media nos preparamos y completamos los ejercicios.

Me bañé y me dirigí caminando hasta el comercial en donde tomamos los buses intermunicipales; en ese lugar me había reunido unos meses antes con mi amigo -cuando le entregué lo último de los libros que quería regalar- y lo esperé unos minutos.

Le envié un mensaje comentándole que ya me encontraba en el lugar y me respondió disculpándose por no haberme prevenido que no iba a poder llegar: un amigo de su infancia había muerto y estaba en su funeral; retorné caminando muy lentamente a casa.

Terminé de leer el libro de ficción -aunque, supuestamente, este no era de ficción-: Everybody lies y me puse a sopesar con cual seguir en esa línea de lectura; como había leído un capítulo de The city and the city intenté avanzar en el siguiente capítulo pero no me atrajo; decidí buscar otras opciones.

En la noche ví el último capítulo de la segunda temporada de Special Ops: Lioness; la serie dió un giro bastante interesante de la primera temporada, en vez de centrarse en la violencia se desarrolló más el conflicto geopolítico y familiar.

También decidí qué libro leer en la línea de ficción: Memory Piece; un libro relatado desde el punto de vista de una adolescente asiática viviendo en el Imperio del Norte (no estoy seguro si en Nueva York o en Nueva Jersey) y que narra las vicisitudes diarias de varias familias del mismo origen.

El martes la alarma sonó a las siete y media pero, como era mi primer día de vacaciones, seguí dormitando un ratito más; de todos modos, me pareció que la perra más anciana de Rb -que duerme en la sala- quería salir al patio; por lo que me levanté a sacarla, luego medité.

Después salí a abrir la puerta para meter a la perra -había rascado la puerta en cierto punto de mi periodo de meditación-; seguidamente hice mis lecciones matutinas de Duolingo: la semana anterior estuve en una liga muy fácil y quedé en primer lugar; al parecer se repite esta semana.

Al terminar mis lecciones de Duolingo -hice menos de quince minutos, para dejar los quince minutos dobles para la noche- continué con el último ciclo -estos fueron nomás tres- de La muerte del Comendador; Murakami es un muy buen escritor.

Un poco después de las nueve me levanté a preparar mi desayuno y a revisar mis correos personales; desayuné y luego retorné a la cama a continuar con el libro de Murakami; lo terminaré entre hoy y mañana y -de acuerdo a la predicción de Rb- sospecho que tendré resaca de lectura.

Había quedado con mi amigo que vive en el lado opuesto de la ciudad de que llegaría a la una a su lugar de trabajo; un poco antes de las once y media me metí a la regadera y luego salí a tomar el busito al boulevard.

El bus se tardó bastante en pasar; luego abordé el transmetro -corriendo la distancia entre ambos- y cambié de línea del mismo en el centro histórico; mi amigo empezó a escribirme un poco después de las doce y media: ya estaba desocupado.

Al final llegué a la una y dos minutos -dos minutos tarde- a la calle en donde está el call center en el que ahora trabaja y desde allí, subimos hasta su casa en motocicleta; había bastante tránsito pero mi amigo es bastante diestro conduciendo su vehículo.

En el pueblo en el que vive -es una aldea de un municipio de la periferia, opuesto al municipio en el que yo vivo- pasamos a una tienda de pollo frito y compré un par de porciones -había estimado que la esposa nos acompañaría, pero no-.

Almorzamos en su casa y luego bajamos -vive en lo alto de una colina, la pendiente es como de cuarenta y cinco grados y es más de medio kilómetro- a caminar y a comprar pan en una colonia vecina; retornamos y mi amigo preparó café; yo había comprado un par de bollos y varios cubiletes (me encantan estos últimos) y nos pasamos un poco más de media hora practicando los últimos tres pasos de la resolución del cubo de Rubik de 3x3x3.

A las cinco le indiqué que empezaría mi retorno a casa; me salió a dejar a la ruta principal en la motocicleta y allí abordé un bus que se dirigí a la terminal de la ciudad; la bajada no estuvo tan mal; lo que sí estuvo terrible fue el ingreso a la ciudad: en el boulevard que se puede recorrer en cinco o diez minutos el bus estuvo casi una hora.

Y al final me tocó apearme en una zona bastante riesgosa de la ciudad; de allí caminé a paso apresurado hasta la estación más cercana del transmetro; por venir jugando ajedrez se me pasó la estación en donde debía bajarme y tuve que retornar en la siguiente.

Ya habían pasado las siete y media cuando llegué al comercial en donde usualmente tomamos los busitos para retornar a la calle donde vivimos; llamé a Rb desde un teléfono público y le comenté que tomaría un bus intermunicipal.

El bus me dejó en el área de los supermercados en dirección norte y desde allí caminé hasta casa; estaba entrando a la calle a las ocho y media (tres horas y media de viaje!); aún vine a cenar y luego me puse a hacer Duolingo (completé el challenge semanal) y luego continué leyendo La muerte del Comendador.

El miércoles me levanté a meditar cuando la alarma sonó: a las siete y media; luego retorné a la cama y avancé un poco con el último ciclo de La muerte del Comendador; no estaba aún claro sobre si el libro era nomás la mitad de la obra (lo era en efectivo) y me entretuve un poco en la finalización.

Me quedé dormitando en la cama hasta las diez que Rb me comentó que hay había puesto a funcionar la aspiradora; me levanté a preparar el desayuno -sigo consumiendo plátanos del envío de mi madre- y después finalicé el libro de Murakami -y bajé la segunda parte-.

No tenía claro si quería seguir con el mismo libro (o sea, la segunda parte) o empezar otro; o incluso seguir con el siguiente ciclo de francés; al final decidí empezar la segunda parte de La muerte del Comendador y dejar pendiente una parte para dividir por la mitad en los siguientes ciclos.

Al mediodía recalentamos el pollo que preparamos el domingo y, después del almuerzo, sacamos a caminar a los perros de Rb; por la tarde traté de ver una serie de Star Wars (Skeleton Crew o algo así) pero no me llamó la atención, por lo que nomás continué con la primera parte del libro de Murakami; a las cuatro y media realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles.

Por la noche hice Duolingo -al parecer volveré a quedar en los primeros lugares de la liga- y después acompañé a Rb mientras veía sus series; además, nuestra editora -que es una de sus más antiguas amigas- le solicitó un préstamo -ciento veinticinco dólares- y le hice la transferencia.

El jueves me levanté a meditar a las siete y media y luego -vacaciones- retorné a la cama a hacer Duolingo y a dormitar; Rb se levantó un poco después de las ocho y yo salí de la habitación a las ocho y media, a preparar mi desayuno.

Como cada jueves que tengo vacaciones, a las nueve y cuarto salimos hacia el mercado del centro histórico; tomamos el busito en el boulevard; el cual avanzó muy lentamente: ya se vive la época navideña.

Finalmente llegamos a la estación del transmetro y abordamos una unidad hacia el centro histórico; Rb se aprovisionó de frutas para toda la semana y luego retornamos a la estación del transmetro en donde tomamos la unidad hacia el lugar en donde abordamos el busito que viene a la colonia.

Afortunadamente no había mucha gente en la estación; a pesar de lo cual aún dejamos pasar un par de unidades; en el comercial en donde se estacionan los busitos entramos al supermercado a comprar pollo y luego pasamos a la farmacia: Rb tenía que comprar alguna medicina para sus perros.

Después de las compras salimos a abordar el busito a casa; venimos sin ninguna novedad y, un poco después del mediodía, calentamos la sopa de pollo que consumimos durante los almuerzos de la semana.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros y luego estuve leyendo un poco el libro de francés; a las cuatro y media empecé a alistarme pues había quedado con mi ex compañero de trabajo en que pasaría a las cinco y media: ese día era el convivio de la empresa en uno de los edificios más altos de la ciudad.

Mi compañero me envió la ubicación live en whatsapp por lo que un poco antes de que llegara salí al boulevard; había comprado cafés en starbucks y nos dirigimos al centro de convenciones donde tendría lugar el evento.

El tránsito estaba bastante pesado pero llegamos un poco antes de la hora de inicio del registro de participantes (dieciocho horas); ya había bastante gente en la entrada: se supone que somos seis mil -varios call centers en la misma empresa- en el país.

Como mi compañero necesitaba usar un cajero automático subimos un par de niveles, al área financiera del edificio; aún no le habían realizado la transferencia pero yo aproveché para sacar un par de billetes de la más alta denominación de la cuenta de Rb.

Luego retornamos a la recepción del convivio y encontramos a otro par de compañeros con quienes empezamos a hacer cola; para ingresar debíamos mostrar el gafete de la empresa o el DPI nacional; yo llevaba mi viejo gafete -ya tiene más de diez años- y entré a reservar una mesa con otro par de compañeros.

Se suponía que el evento comenzaba a las siete de la noche pero a esa hora apenas estaban ingresando las primeras personas; a las ocho un par de maestros de ceremonia subieron al escenario y empezaron las actividades -yo había estado casi una hora jugando ajedrez en mi celular-.

Después de la bienvenida pasamos a las mesas de la cena buffet y después rifaron varias televisiones y juegos de Nintendo; y luego empezó el baile con un grupo musical en vivo; mi compañero había entrado bastante tarde pero habían lugares en la misma mesa; también llegó otro ex compañero -ellos aún están en el mismo equipo- y al final en la mesa nos reunimos más de una docena de miembros del mismo equipo (incluida la supervisora).

Un poco después de que empezara la música le pregunté a un compañero que debía pasar frente a mi casa en su retorno sobre la vuelta a su casa y me indicó que andaba manejando y que podía darme aventón.

Pocos minutos después me comentó que ya se retiraba y bajamos al tercer nivel a abordar el automóvil; un poco después de las diez de la noche estaba entrando a la calle en la que se encuentra la casa de Rb; aún vine a hacer las lecciones nocturnas de Duolingo -al parecer volveré a quedar en primer lugar en la liga semanal- y a leer un poco del libro sobre determinismo que me está costando completar.

El viernes me levanté a las siete y media de la mañana; medité y luego retorné a la cama a hacer Duolingo; y a dormitar otro rato; me levanté un poco antes de que Rb pusiera a funcionar la aspiradora; preparé mi desayuno, dí buena cuenta del mismo, y luego me metí a la cama de Rb a leer un rato; Rb me preguntó si quería acompañarla a la clínica veterinaria y le indiqué que no; un poco más tarde le dije que sí la acompañaría pero declinó mi ayuda.

Rb se llevó a su perro macho al veterinario pues ha estado teniendo dificultades con la evacuación de desechos y yo retorné a la mesa del comedor a ver algunos videos de youtube; cuando regresó la noté molesta pero nunca sé cómo actuar en esos casos.

Afortunadamente un poco más tarde me comentó que se había molestado porque me había negado -y luego me había ofrecido- a ayudarla; conversamos un poco sobre la situación y luego tuvimos un resto del día tranquilo.

Almorzamos lo mismo que los días anteriores: caldo de pollo; luego sacamos a caminar a sus perros; un poco antes de las dos y media de la tarde me merí a la regadera pues había quedado de reunirme con mi ahijado profesional a las cuatro de la tarde y no me apetecía conducir.

Caminé hasta el comercial en donde abordamos los buses intermunicipales -en el camino saqué cuarenta dólares de un cajero (y compré un número de lotería del sorteo más caro del año)- y abordé un bus hacia el periférico; allí me subi a una unidad del Transmetro y llegué -bastante temprano- al lugar de la reunión.

Mi ahijado llegó un poco tarde pero estuvimos aún un poco menos de dos horas en el lugar, entre café y pastel (yo) y una ensalada (él); en esta ocasión él corrió con la cuenta; mi ahijado adoptó el Islam hace unos años por lo que las conversacones son interesantes.

A las seis de la tarde nos despedimos e inicié mi viaje de retorno a casa: tomé la unidad de Transmetro de vuelta y luego caminé -desde el periférico- hasta el comercial en donde se estacionan los busitos que vienen a la colonia; vine a las siete de la noche y me puse a hacer mis lecciones de Duolingo y a leer un poco de Determined.

El sábado me levanté a las seis de la mañana; había programado un desayuno con mi supervisor de cinco o seis trabajos atrás: desde hace tres o cuatro años nos reunimos a medio año y a finales del mismo.

Aunque la última vez me había comentado que se iba a cambiar de trabajo me comentó que seguía en el mismo: en donde me contrató hace como dieciséis años y en el cual ha trabajado más de veinte; mi amigo es ingeniero químico pero se dedica a implementar soluciones de software en fábricas y negocios similares; además es barítono y volvió del país más próspero de América del Sur hace cuatro o cinco años con un esposo del mismo.

Había tenido en mente que debía llevar algún presente al desayuno pues usualmente se aparece con un detalle de su fábrica de chocolates -los primeros los consumí y los subsiguientes los he regalado en desayunos posteriores- pero en esta ocasión llegué con las manos vacías; él me llevaba un par de bolsas de café aromatizados.

Estuvimos en el lugar un poco más de dos horas entre desayuno -él corrió con la cuenta- y una conversación bastante extensa sobre la situación laboral, política y general del país; y arte: además de ser barítono también ha practicado la pintura y expuesto esculturas.

Un poco después de las nueve nos despedimos y retorné a casita; vine a encontrar a Rb en pleno desayuno -en su cama- y me metí a mi habitación a hacer mis lecciones matutinas de Duolingo; cuando Rb completó su desayuno nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el supermercado más lejano compramos pollo para la perra más anciana y yo compré una libra de azúcar -en la visita a mis papás me dí cuenta que ya me estaba faltando-.

En el siguiente supermercado adquirimos bananos para varios días y una bolsa de alas de pollo para varios domingos; al mediodía calentamos las verduras sobrantes de los almuerzos de la semana y Rb preparó un consomé de pollo.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros y después Rb me pidió ayuda para moler varias libras de fibra de varias procedencias: yuca, camote y plátano; me tocó que darle duro al molino y -luego de casi una hora- caí rendido al piso.

El domingo me levanté a las siete y media; medité y volví a la cama, a hacer Duolingo y a dormitar un poco; me levanté cuando oí a Rb dándole de comer a sus perros y me preparé el desayuno de los fines de semana; a media mañana nos dirigimos al supermercado en donde compramos provisiones a granel; el auto sonó un poco raro al encender -y también al pasar a la gasolinera a llenar el tanque (veinte dólares)-.

En el supermercado compramos algunas semillas que Rb consume, artículos de higiene personal y un par de cajas de galletas; luego salimos a cargarlo al auto; que no arrancó; abrí el capó y ajusté los bornes de la batería y pudimos regresar a casa.

En casa busqué herramientas -y papel de lija- en el antiguo espacio de trabajo del papá de Rb y salimos a limpiar de una mejor forma la conexión de la batería; luego probamos el arranque y todo funcionó bien.

Al mediodía preparamos alitas de pollo y caldo para almorzar; luego estuve concluyendo el libro que más me ha costado completar últimamente: Determined; a las tres me alisté y me dirigí a la casa del voluntario que vive en la colonia donde crecieron mis hijos.

Habíamos quedado -él me había indicado- en ir a una sucursal de la cafetería en la que me reuní los dos días anteriores con mis otros dos amigos; pasé por su casa y nos dirigimos al lugar; en donde estuvimos un par de horas entre conversación y un capuchino con pastel; un poco después de las cinco abordamos el auto y conduje de vuelta hasta su casa; después de despedirnos inicié el regreso a la casa de Rb.

El tránsito estaba algo pesado -había una lluvia ligera pero constante- y temí que la entrada al boulevard iba a estar complicada debido a un evento musical que habían programado en la mega iglesia del lugar para las siete de la noche.

Pero no, el embotellamiento era nomás en la salida de la ciudad; al entrar al municipio el flujo de vehículos era contínuo por lo que no tuve más inconvenientes para retornar a casa; por la noche terminé el libro Determined y sopesé con cuál seguir en la misma línea; al final me decanté por un libro del mismo autor de Everybody lies: Don’t trust your gut; además llegué al último ciclo del libro de no ficción; aún estoy considerando con cuál seguir en esa área.

Y a ver cómo va eso..

domingo, 8 de diciembre de 2024

Sokushinbutsu, mil días… Sokushinbutsu, a thousand days… Sokushinbutsu, mille jours…

Había leído sobre sokushinbutsu hace algunos años -me parece que en El Haiku de las palabras perdidas-: monjes budistas que se hacían enterrar para morir mientras meditaban y donar su cuerpo para que fuera exhibido en templos.

En la otra ocasión -no estoy seguro si fue en ese libro- me pareció algo raro: se alimentaban durante mucho tiempo nomás de agujas de pino para perder líquido y grasa y facilitar el proceso de momificación.

Acabo de encontrar nuevamente el tema en el libro de Murakami que estoy leyendo: explican un poco más detalladamente el proceso -o allí o en algún artículo que leí mientras revisaba el concepto-; y me llama la atención que el proceso que seguían tiene como base el número mil: en algún lugar dice que se requería esa cantidad de días para llevar a cabo el ritual; en otra parte decía que eran tres mil días: mil de preparación, mil de meditación y -finalmente- mil de reposo, antes de colocar la momia en un altar.

Y es que hace un par de días llegué al día número doscientos cincuenta de mi propio proceso de mil días; pero no, no espero morirme, iluminarme y automomoficarme al final de los mil días; nomás establecer el hábito -vitalicio?- de meditar diariamente.

Y a ver cómo va eso.

El domingo pasado fue el primer día del último mes del año; no había planeado ninguna salida pero Rb me había pedido el día anterior que la condujera (y de vuelta) de su iglesia; me levanté a las siete y media a meditar y luego retorné a la cama a dormitar.

Me levanté después de las ocho y media a preparar mi desayuno de los domingos (huevos, longaniza, frijoles) y después retorné a la cama a hacer Duolingo; hasta las diez, hora en la que me vestí y conduje el auto hasta la iglesia de Rb.

Retorné a realizar los pagos en línea que me toca hacer el primer día del mes: los treinta dólares que le deposito a Rb para los servicios, el servicio de mantenimiento del apartamento de mis hijos; y las cuotas de mantenimiento que me cobran dos bancos del sistema (estos dos últimos nomás los registro, son debitados automáticamente).

También realicé los trámites digitales para solicitar diez días de vacaciones durante el mes: estaré fuera del diez al veinte (próximo martes hasta el siguiente viernes) y luego tomaré libre también el veintiséis (por los jueves obligatorios que debo descansar); esto sumado al día y medio de Navidad y al medio día del fin de año me deja casi todo el mes fuera.

Al mediodía Rb me llamó para que fuera por ella y luego nos pusimos a preparar el almuerzo usual de los domingos: alitas de pollo, consomé de lo mismo y ensalada; por la tarde preparé té de manzanilla para Rb y de menta para mí.

Al final de la tarde nos pusimos a prepara los almuerzos de la semana: una mezcla de zanahoria, güisquil, arveja china, apio, culantro y pollo; luego -por poco lo olvidaba- preparé las gelatinas para mis desayunos de la semana; en la noche continué viendo Elevation y Red One.

El lunes me levanté a meditar a las siete y media y luego entré a la reunión diaria de mi trabajo; la cual estuvo igual a la primera de cada mes: básicamente el PM revisa los días en los que cada miembro del equipo no estará disponible en el mes.

Después de la reunión me quedé un rato leyendo en la cama; estaba a punto de terminar el libro de francés y aún tenía dudas de cual elegir para continuar; al final me decanté por A quoi revent les etoiles; al mediodía almorzamos lo que preparamos el día anterior acompañado con fideos de la tienda china; por la tarde -después del horario laboral- realizamos la rutina de ejercicios de los lunes.

Por la noche me puse a planificar un par de reuniones que espero realizar durante mis vacaciones: el primer sábado con mi antiguo supervisor y el próximo lunes -que técnicamente aún no son vacaciones- con mi amigo Testigo de Jehová.

En la noche terminé de ver Elevation y continué con Red One; también ví una de las series que he estado viendo con Rb desde el año pasado: Is it cake? -holiday edition-; además, avancé con Determined -sigue haciéndoseme cuesta arriba-.

También completé las lecciones nocturnas de Duolingo -usualmente no hago en todo el día lunes para evitar entrar en ligas muy competitivas-; la app me anunció que -nuevamente- estoy en el top 0.1% del año.

El martes me levanté a meditar a las siete y media; ha estado haciendo bastante frío desde hace un par de días por lo que he portado una playera durante las últimas meditaciones; a las ocho entré a la reunión diaria del equipo.

La reunión volvió a tratarse de revisar únicamente las tareas más urgentes de los dev por lo que mi equipo no tuvo ninguna participación; después de la reunión me quedé un rato en la cama y, un poco antes de las nueve, me levanté a desayunar.

Había hecho algunas lecciones de Duolingo antes de levantarme y, también, ví una oportunidad de apoyar durante un par de horas a un grupo de voluntariado con el que estuvimos traduciendo con Rb durante los últimos años; aunque en este caso se trata de atender durante un par de horas un local donde se estarán recibiendo donaciones.

Le propuse a Rb que participáramos y nos inscribí para estar, el sábado de cuatro a seis de la tarde, brindando información sobre la situación del municipio para el cual se estarán recolectando donaciones. 

Por la tarde acudimos a los supermercados en dirección sur; en el más alejado compré una botellita de salsa de soya: la que había estado utilizando me la acabé ese día; también compré tre pequeños bowls rosados de plástico; que planeo dejar en el departamento de mis hijos; en el otro supermercado compramos bananos -y yo compré una bolsita de salsa de queso bien artificial-; por último pasamos a la tienda de las verduras a adquirir una papaya.

El miércoles, después de meditar entré a la reunión diaria; a pesar de que en esta ocasión se realizó un repaso de todo el trabajo del equipo no participé en la misma: no había movido ninguna tarea del ciclo anterior al actual.

El día en general estuvo, como los anteriores, bastante tranquilo; almorzamos lo mismo que el día anterior; luego sacamos a caminar a los perros y luego tomamos té y galletas; para terminar la tarde realizamos los ejercicios de la rutina de la mitad de la semana.

La noche anterior me había dado cuenta que no le había transferido los cien dólares que le descuentan a mi hijo menor mensualmente -para comprar acciones de la empresa en la que trabaja-; por lo que realicé el depósito y le envié la notificación.

El jueves me levanté a meditar a las siete y media; luego hice un poco de Duolingo y después me metí al baño pues quería salir a las ocho y media hacia el parque temático más grande de la ciudad: en donde teníamos planeado realizar nuestro convivio departamental de fin de año.

Antes de salir le cargué un poco de saldo al teléfono para poder consultar Whatsapp mientras estuviera fuera; el tránsito estuvo bastante ligero hasta un par de cuadras antes de cruzar hacia la entrada del parque: las últimas cuatro o cinco cuadras me llevaron casi veinte minutos de conducción.

Por fín pude entrar al parqueo -sin pagar, pues nomás debíamos confirmar nuestro nombre en la entrada- y al bajarme del automóvil encontré a una de las compañeras de mi antiguo equipo -que aún es parte del grupo local-.

Entramos juntos al parque y luego nos dirigimos al lugar en el que la supervisora había indicado que nos juntáramos: bajo el arcoíris que da la bienvenida a las instalaciones; nos entregó un pasaporte para doce juegos mecánicos y la mitad del grupo quiso ir de inmediato a subirse a la montaña rusa.

Acompañé a la otra mitad -que no había desayunado- al restaurante de pollo del lugar a que tomaran su primera comida del día -yo compré un flan-; cargaba conmigo el scrabble con el que crecieron mis hijos -lo gané en un convivio hace como quince años-; y había esperado organizar una partida, pero no se pudo.

De todos modos el juego cumplió  su objetivo: en él llevaba protegidos los diplomas -y el vale de noventa dólares- para repartir a los participantes en el evento de ciberseguridad que facilité durante tres meses.

Después de que mis tres compañeros desayunaran buscamos al resto del equipo y nuestra supervisora sugirió elegir un juego en el que todos pudiéramos participar; la mayor parte nos subimos a la rueda de Chicago más grande del país; estuvo bien; después pasamos a almorzar: una comida típica de alguna región del país; antes de que sirvieran el almuerzo repartí -después de un pequeño discurso de la supervisora- los diplomas y el vale.

La comida estuvo bastante tardada y un poco antes de las tres de la tarde le envié un mensaje a Rb para avisarle que ya me dirigía de vuelta a casa; no hubo mucho tránsito de vuelta y un poco antes de las cuatro estaba estacionándome en nuestra calle.

Un poco más tarde nos dirigimos a los supermercados en dirección norte; Rb quería comprar algo en la tienda verde de descuentos y yo aproveché para comprar media libra de chocolate -usualmente preparo una taza para Navidad y Año Nuevo-; también pasamos al otro supermercado a comprar bananos y, en el camino, compré el pan para mis desayunos del viernes, sábado y domingo; por la noche -a las siete- participamos con Rb en una reunión para coordinar las actividades que esperan que realicemos durante el evento de voluntariado al cual nos anotamos para participar el sábado.

El viernes, antes de entrar a la reunión, moví una tarea del ciclo anterior al ciclo actual: el día anterior no había aparecido en la lista de devs a reportar los avances diarios; en ese día indiqué que aún estaba trabajando en la tarea asignada; el resto del día estuvo bastante tranquilo: almuerzo de pescado, caminata con los perros, té con galletas; al final de la tarde realizamos la rutina de ejercicios del último día laboral de la semana.

El sábado me levanté a las siete y media y, después de meditar, me quedé en la cama haciendo mis lecciones matutinas de Duolingo; un poco después de las ocho salí de la habitación a prepararme el desayuno de los sábados.

Después de que Rb desayunara nos dirigimos a los supermercados en dirección norte: en la reunión del jueves nos habían sugerido que lleváramos algún atuendo alusivo a las fiestas navideñas y decidimos comprar unos cuernos de reno.

Aprovechando el viaje pasamos a comprar bananos y pollo al siguiente supermercado; y, además, compré un par de magdalenas para el viaje que había planeado para el día siguiente; retornamos a casa a preparar el almuerzo y, después de la rutina del mediodía (almuerzo y caminata de los perros) nos dirigimos al centro comercial en el cual nos habíamos apuntado a apoyar: recaudar víveres para niños de escasos recursos del interior del país.

La verdad es que no habíamos previsto la naturaleza de la actividad: habíamos creído que se iba a tratar más de organizar y transportar que de promover (pedir) donaciones a las personas ingresando al supermercado: ninguno de los dos (Rb y yo) somos dados a este tipo de actividades: cuestiones de ventas o servicio al cliente; y en cierto momento Rb tuvo una actitud bastante negativa hacia la actividad pero, afortunadamente, pudimos cumplir con nuestro cometido y logramos llenar más de dos canastas de víveres.

Básicamente teníamos que abordar en frío a las personas que llegaban por una carreta para sus compras, comentarles la naturaleza de la actividad que estábamos realizando y ofrecerles los productos que teníamos seleccionados para los niños.

Debíamos estar de cuatro a seis pero -como no hubo mucho tránsito en el viaje de ida- estuvimos de tres y media hasta las seis de la tarde; además, Rb se ausentó en varias ocasiones para agregar productos a las canastas, por lo que en un par de ocasiones me quedé completamente solo en el área: ofreciendo los productos y recibiendo donaciones.

Casi al final de la actividad -luego de más de dos horas- me sentí un poco cansado -es un poco agotador que mucha gente te ignore o se niegue a colaborar- y dejé un rato a Rb sola mientras iba a los servicios sanitarios.

Al final, a las seis, nos despedimos de la otra voluntaria y nos retiramos del lugar -por haber comprado en el supermercado alguna fruta para Rb y un poco de granos para donar no nos cobraron por las dos horas y media de parqueo-; en el camino pasamos a llenar el tanque a una gasolinera y aproveché a comprar un combo de hotdog, snacks y gaseosa, con lo que me premié por el esfuerzo realizado.

Por la noche terminé de ver una película de paramédicos que había empezado a ver la noche anterior: Asphalt City; con Sean Penn y Mike Tyson; un drama médico bastante impactante: incluso le envié un mensaje a mi hija mayor comentándole sobre la misma -ella está por terminar un curso de técnico en urgencias médicas-.

El domingo me levanté a las cuatro y cinco; medité quince minutos y me metí a la ducha; después preparé seis panes con huevo con jamón, aguacate y tomate -la noche anterior había cargado en el auto el saco de comida para perros, las magdalenas y la cafetera-.

Un poco antes de las cinco de la mañana entré al dormitorio de Rb a despedirme; le compartí mi ubicación en Whatsapp -aunque no compartí live sino la ubicación- e inicié mi viaje trimestral al puerto; estaba bastante oscuro y algunas partes de la ruta realmente me ponen nervioso: no hay iluminación artificial y las señales de la carretera son muy escasas; pero en general el viaje pasó sin muchas complicaciones; excepto cuando ya había entrado al departamento en el que viven mis papás.

En cierta parte del camino pasé sobre un bache bastante profundo; iba a más de cien kilómetros por hora y el golpe fue bastante fuerte; durante un par de segundos perdí el control y creí que había estallado la llanta -la misma que golpeé hace unas semanas- pero, afortunadamente, nomás fue el golpe.

A las seis y veinte estaba estacionándome frente a la casa de mis papás y le envié un mensaje a Rb notificándole de mi ubicación; encontré a mi madre barriendo el frente de su casa (realmente la calle entre sus dos terrenos) y un poco después mi papá se levantó.

Preparé café y compartí una de las magdalenas -y los seis panes que había preparado- con mis padres y estuvimos conversando sobre los últimos acontecimientos familiares: el hijo menor de una de las hermanas de mi papá se suicidó el jueves último.

Yo había visto la noticia en el grupo de whatsapp de primos y tíos y estuve siguiendo los acontecimientos durante todo el día (era el día del convivio de mi trabajo): mi tía encontró a mi primo colgado y toda la familia se unió para apoyarla en el proceso.

Juntaron dinero para realizar los funerales y planearon velarlo ese día en el lugar, el día siguiente en la aldea de donde proviene la familia de mi papá y el sábado enterrarlo en el cementerio del lugar; además otro hermano de mi papá -enviudó hace como cuatro años- tiene planeada su boda para la próxima semana; en la rutina de la visita trimestral yo les entrego un saco de comida para perros y mi madre se ha encargado de conseguirnos varias libras de pescado -usualmente más de diez-.

Y en esta ocasión todo fue sobre ruedas; además, mi padre me enseñó las últimas adiciones a la construcción que están realizando en el terreno en donde yo edifiqué una construcción de un par de niveles; a las diez y media me despedí de mis progenitores e inicié el viaje de vuelta a la ciudad; a pesar de haber dos o tres lugares en donde la ruta ha sido dañada por el invierno -convirtiéndose en un cuello de botella-, llegué a la periferia de la ciudad bastante rápido.

Pero el último tramo sí estuvo un poco complicado: hace un par de inviernos una correntada se llevó el puente de cuatro o seis vías  y, hasta el momento, nomás han habilitado la mitad de la ruta; me llevó casi media hora recorrer un par de kilómetros; sin embargo, al mediodía ya estaba en casa entregándole a Rb los pescados y una bolsa con plátanos que mi madre le había enviado.

Almorzamos las tradicionales alitas de pollo -con la acostumbrada ensalada- y luego sacamos a caminar a los perros; yo me sentía bastante agotado -por haberme levantado tres horas antes de lo acostumbrado- por lo que le comenté a Rb que iba a descansar un rato.

Intenté dormir pero -por haber comido mucho (al retornar del viaje consumí unos plátanos con la avena de mis desayunos tradicionales)- no lo logré; aún así me quedé en la cama hasta las cuatro (un poco más de una hora): a esa hora me levanté a lavar los trastos del día y a ayudar con la preparación de los almuerzos de la semana.

Y a ver cómo sigue eso.

domingo, 1 de diciembre de 2024

El final, de nuevo -y gastando de más-... The end, again -and overspending-... La fin, encore une fois -et les dépenses excessives-...

Hoy empieza -otra vez- el último mes del año; aunque es la primera vez para el dos mil veinticinco; a la vez, ayer terminó el -segundo- mes con más gasto personal acumulado: el ochenta y tres punto veinte por ciento de mis ingresos del mes (en enero fue del doscientos setenta y dos punto sesenta y nueve por ciento, pero eso fue an once in a life event: el último trimestre de estudios de mi hija segunda en el imperio del norte).

El gasto del mes pasado se duplicó por dos eventos: el primero fue la financiación de la lavadora/secadora para el departamento de mis hijos (un servicio que ofrecía el edificio pero que fue cancelado por temas de presupuesto), lo cual -supuestamente- será amortizado en los meses venideros.

Casi al mismo tiempo tuve que gastar mas o menos la mitad del monto anterior para reparar el auto de Rb: hace un par de semanas derrapé en la curva del paso a denivel para tomar el boulevard local y me tocó afrontar todo el gasto de reparación.

Y bueno, el dinero dinero es; nomás energía que hay que administrar: o eso es lo que pienso; no quedarme en el límite pero tampoco preocuparme por seguir acumulando más y más; igual, en el otro extremo del mundo prácticamente se está gestando la tercera guerra mundial y quién sabe cómo irá a afectarnos localmente.

Y a ver cómo va eso.

 El lunes me levanté a meditar a las siete y media y luego jalé la computadora de la mesa del comedor a la cama para participar en la reunión diaria; el tiempo está bastante frío por lo que después de la reunión me quedé dormitando en cama.

Y me quedé dormitando mucho más tiempo que de costumbre: casi a las diez y media por fin me decidí a levantarme e ir a preparar mi desayuno; el que tomé al lado de Rb; luego retorné a la cama; en donde pasé la mayor parte del día: por la mañana estuve completando el ciclo actual de La valeur de l’inconnu; y compartiendo un poco de tiempo de intimidad con Rb.

Luego me tocó levantar las cosas del piso pues Rb puso a funcionar -como sucede tres veces a la semana- la aspiradora robótica; la que tuve que limpiar después de que finalizara: es la semana que me toca.

Además, Rb me pidió ayuda para trasladar, de la habitación de la comida de los perros hacia la lavandería en el fondo de la casa, una vieja computadora Apple que nuestra editora le regaló hace unos años -también pasé al mismo lugar la bicicleta-.

Almorzamos el asado que hemos tenido congelado por varias semanas; junto con las papas que preparé la noche anterior, chirmol y guacamol; a media tarde lavé los trastes del almuerzo y preparé té de manzanilla para Rb y café para mi persona; el resto de la tarde continuó tan tranquilo como la mañana: nomás viendo algunos videos de Youtube y avanzando de forma mínima en un par de tareas pendientes del trabajo.

El martes  me levanté a meditar a las siete y media y luego entré a la reunión del equipo; la cual estuvo más larga que habitualmente: el PM y el programador más antiguo se pusieron a revisar las tareas más prioritarias y eso les tomó más de media hora.

Al final nomás comentaron que -debido al día de acción de gracias que es este jueves- cancelarían las reuniones del miércoles, jueves y viernes: o sea que no más reuniones diarias durante el resto de la semana.

El resto del día estuvo bastante tranquilo: hice Duolingo (quedamos en el mismo reto semanal con Rb: el que terminamos por la noche) y, antes del medio día, completé el ciclo de La Valeur de l’inconnu pues el libro de tecnología lo estoy leyendo en laptop y el libro lo tenía nomás en la máquina con Fedora 39.

Al terminar el horario laboral fuimos a los supermercados en dirección sur: quería pasar a Office Depot a ver si podía imprimir allí los diplomas que debo entregar el primer jueves de diciembre; también imprimí una serie de memes para agregar a los marshmallows que planeo repartir el día del convivio del área; el plan era imprimir un diploma y ver como quedaba; también Rb se percató que una palabra en el mismo (que ya había notado antes) no se había corregido.

Y la impresión es carísima en el lugar (casi tres dólares por cuatro páginas); por lo que cuando retorné escribí al lugar al que pasé el domingo (que estaba cerrado) y en el mismo me confirmaron que se podía imprimir por una cuarta parte del precio; por la noche ví el siguiente capítulo de Lionness y acompañé a Rb a ver el capítulo de la serie de hornear pasteles de temporada que hemos estado viendo desde hace algunos años.

El miércoles me levanté a las siete y media; medité y, como no había reunión diaria, retorné a la cama; en donde estuve un poco más de media hora dormitando; luego me levanté a desayunar y a hacer las lecciones matutinas de Duolingo.

El resto de la mañana estuvo tranquilo: como anoche terminé la porción del libro de tecnología, continué avanzando con el libro en francés; luego me pasé al libro de meditación (mindfulness, realmente); a las nueve y media me reuní con mi supervisora pero teníamos únicamente dos puntos a revisar.

Por una parte, desde el lunes empezamos a utilizar la nueva herramienta para el registro de los tiempos de trabajo -yo completé el training la semana pasada-; y por el otro nomás confirmamos la finalización del evento de ciberseguridad que estuve facilitando.

Al mediodía calentamos la parte del asado; junto con las papas y, en mi caso, un chorizo y una longaniza; y almorzamos el recalentado acompañado de guacamole; al final de la tarde -después del horario laboral- realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles.

El jueves Rb salió hacia el mercado un poco después de las nueve; yo me había levantado a las siete y media a meditar y luego -como no había reunión diaria- retorné a la cama; a dormitar hasta las nueve; estuve escribiendo un poco de Python: mi amigo asiático me había enviado una muestra de una presentación que estaba haciendo para su trabajo; tenía que ver con los municipios del país y sus coordenadas geográficas.

Bajé -usé Gemini y Chatgpt- la información de los trescientos cuarenta municipios de Geonames y luego agregué la población de cada municipio; pero no había información para todos; por lo que -aconsejado nuevamente por las AIs- me metí al sitio del Instituto Nacional de estadística y bajé la base de datos del último censo (del dos mil dieciocho).

Volvimos a almorzar el mismo asado de toda la semana y, al finalizar la tarde, fuimos a los centros comerciales en dirección sur: Rb quería comprar de la pechuga de pollo que le prepara a su perra más anciana; lastimosamente no había en el supermercado más lejano -aunque indicaron que el pedido ingresaría al día siguiente-; por la noche estuve viendo una parte de la segunda película de Watchmen que sacaron este año.

El viernes tampoco había reunión diaria por lo que, luego de la meditación de las siete y media, me volví a meter entre las sábanas; me levanté hasta después de las nueve de la mañana; a preparar el desayuno de los fines de semana.

Terminé de limpiar la información que estaba preparando sobre la información geográfica y de población de los municipios del país y le envié el resultado a mi amigo asiático: un mapa con trescientos cuarenta círculos con un tamaño proporcional al número de pobladores de cada uno.

Al mediodía preparamos el penúltimo pescado del último envío de mis papás y por la tarde -con el té de menta- consumí uno de los cuartos del pan royal que compré el día anterior en la panadería -junto con el pan de los desayunos de la semana-.

Al finalizar la jornada laboral realizamos la rutina de ejercicios de los viernes; afortunadamente -a pesar de haber utilizado la pesa más grande en más partes de las flexiones- no sentí el desfallecimiento que había estado sintiendo los últimos viernes al empezar los ejercicios de estiramiento -al final de la rutina-.

Por la noche terminé de ver la película de Watchmen y empecé a ver dos nuevas: Elevation (con el capitán América negro y la esposa de Deadpool) y Red Alert (con la Roca y el capitán América); también terminé de leer la parte correspondiente de Everybody lies y me pasé a La valeur de l’inconnu.

El sábado me levanté a meditar a las siete y media; luego retorné a la cama pero no me dormí: habíamos acordado con Rb de salir luego de su desayuno a los supermercados en dirección sur, por lo que me puse a hacer las lecciones matutinas de Duolingo.

Luego me levanté a preparar el desayuno de los fines de semana y después retorné a la cama a completar el ciclo del libro de francés; ahora me tocaba la segunda cuarta parte del libro de Murakami (La muerte del Comendador).

A las nueve y media nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; bajamos hasta el supermercado más lejano -y con precios más bajos- pero nos informaron que no había entrado el pedido de pollo (se suponía que el día anterior lo estarían recibiendo).

Pasamos al otro supermercado -que queda más o menos a la mitad del camino- y allí compramos pechugas de pollo para los almuerzos de la otra semana -y Rb compró también para su perra más anciana-.

Retornamos a casa a las diez y media y me puse a hacer la rutina de bicicleta estática -de fondo pongo una list de reproducción de Eminem- y después saqué a caminar a la perra más voluminosa; después me bañé y, un poco antes de las doce, me dirigí al departamento de mis hijos; el plan era pasar al café internet que está fuera de la Universidad pues el miércoles había enviado los once diplomas y este día había enviado el cupón para el primer lugar del evento de ciberseguridad que facilité este año.

El tránsito estaba bastante pesado pero llegué al café internet un poco después de las doce y media; lo malo es que justo cuando llegué el encargado estaba entrando al baño; y luego me entretuvo diciendo que estaba en proceso.

Finalmente, a la una menos diez, y viendo que a otra persona que había llegado después que yo le había indicado que debía volver más tarde, le dije al encargado que pasaría antes de que cerraran; y me dirigí al lugar de mis hijos.

Llegué como a la una de la tarde -me molesta la impuntualidad pero traté de no conducir muy temerariamente- y subí al séptimo nivel; mi hijo ya estaba listo -aunque la cocina estaba bastante desordenada- y nos dirigimos al parque temático más grande de la ciudad.

Compramos una pizza y un litro y medio de Pepsi -diez dólares- y nos dirigimos a buscar una mesa para almorzar; pero, por ser temporada de convivios, las áreas de mesas estaban reservadas; afortunadamente encontramos sitio en uno de los lugares en los que solíamos almorzar cuando mis hijos eran aún niños -una banca semicircular de cemento bastante amplia bajo un grupo de árboles-.

Después de consumir un poco más de la mitad de la pizza -y recortar la caja para que (junto con el sobrante) cupiera en la mochila- le propuse a mi hijo una partida de Scrabble en inglés (el día anterior le había escrito a mi hija y este día había encontrado el juego a la par del filtro de agua).

La partida nos consumió un poco más de una hora y luego nos dirigimos a la última función del día de la obra de teatro: el musical que vi la semana anterior con mi hija mayor; la función se atrasó un poco (creo que los bailarines estaban aún participando en un desfile por el parque).

Después de la obra -casi a las cuatro y media- retornamos al lugar de mis hijos -a medio camino compré tres porciones de pastel de chocolate y una decena de pan tostado-; al llegar al departamento le escribí a mi hija pero no me contestó y creí que andaba ocupada con su curso de técnico en urgencias médicas.

Con mi hijo menor preparamos café, dimos cuenta de los pasteles de chocolate -y yo le escribí a mi hija mayor, comentándole que le dejaba una porción en los gabinetes-; un poco antes de las cinco y media me despedí de mi hijo y me dirigí al café internet (cuando estábamos en medio de la partida de Scrabble me habían llamado para confirmar la impresión de los documentos).

El tránsito no estuvo tan mal y un poco después pasé a recoger los diplomas y el cupón a entregar al campeón (y pagué los cinco dólares); después me dirigí a la casa de mi tía favorita: el día anterior le había escrito a su esposo para comentarle que quería pasar a verla a las cinco y media.

A esta reunión también llegué tarde -realmente muy tarde: casi media hora de retraso- pero, otra vez, traté de no manejar muy temerariamente; llamé a mi primo -el hijo menor de mi tía- para que saliera a abrir el portón y subí al segundo nivel -en donde mi tía y su esposo han aprovechado la bondad de mi primo por más de seis años-.

Me estuve en el lugar un poco más de una hora, entre café, pan tostado y conversación y un poco antes de las siete me despedí de mi tía y retorné a casita; el tránsito estaba -para variar- bastante pesado pero a las siete y veinte estaba parqueando el auto frente a la casa de Rb.

Por la noche avancé en la película Elevation (segunda tercera parte) y luego me puse a completar mis lecciones nocturnas de Duolingo; mientras Rb toma su segunda cena -parece del clan de los Hobbits- últimamente me he retirado a mi habitación a avanzar en la lectura; pero la noche de ese día no lo hice: me entretuve entre Ajedrez -vuelvo a perder consecutivamente luego de dos días muy buenos- y leer artículos de internet.

Y a ver cómo sigue eso...