Hoy empieza -otra vez- el último mes del año; aunque es la primera vez para el dos mil veinticinco; a la vez, ayer terminó el -segundo- mes con más gasto personal acumulado: el ochenta y tres punto veinte por ciento de mis ingresos del mes (en enero fue del doscientos setenta y dos punto sesenta y nueve por ciento, pero eso fue an once in a life event: el último trimestre de estudios de mi hija segunda en el imperio del norte).
El gasto del mes pasado se duplicó por dos eventos: el primero fue la financiación de la lavadora/secadora para el departamento de mis hijos (un servicio que ofrecía el edificio pero que fue cancelado por temas de presupuesto), lo cual -supuestamente- será amortizado en los meses venideros.
Casi al mismo tiempo tuve que gastar mas o menos la mitad del monto anterior para reparar el auto de Rb: hace un par de semanas derrapé en la curva del paso a denivel para tomar el boulevard local y me tocó afrontar todo el gasto de reparación.
Y bueno, el dinero dinero es; nomás energía que hay que administrar: o eso es lo que pienso; no quedarme en el límite pero tampoco preocuparme por seguir acumulando más y más; igual, en el otro extremo del mundo prácticamente se está gestando la tercera guerra mundial y quién sabe cómo irá a afectarnos localmente.
Y a ver cómo va eso.
El lunes me levanté a meditar a las siete y media y luego jalé la computadora de la mesa del comedor a la cama para participar en la reunión diaria; el tiempo está bastante frío por lo que después de la reunión me quedé dormitando en cama.
Y me quedé dormitando mucho más tiempo que de costumbre: casi a las diez y media por fin me decidí a levantarme e ir a preparar mi desayuno; el que tomé al lado de Rb; luego retorné a la cama; en donde pasé la mayor parte del día: por la mañana estuve completando el ciclo actual de La valeur de l’inconnu; y compartiendo un poco de tiempo de intimidad con Rb.
Luego me tocó levantar las cosas del piso pues Rb puso a funcionar -como sucede tres veces a la semana- la aspiradora robótica; la que tuve que limpiar después de que finalizara: es la semana que me toca.
Además, Rb me pidió ayuda para trasladar, de la habitación de la comida de los perros hacia la lavandería en el fondo de la casa, una vieja computadora Apple que nuestra editora le regaló hace unos años -también pasé al mismo lugar la bicicleta-.
Almorzamos el asado que hemos tenido congelado por varias semanas; junto con las papas que preparé la noche anterior, chirmol y guacamol; a media tarde lavé los trastes del almuerzo y preparé té de manzanilla para Rb y café para mi persona; el resto de la tarde continuó tan tranquilo como la mañana: nomás viendo algunos videos de Youtube y avanzando de forma mínima en un par de tareas pendientes del trabajo.
El martes me levanté a meditar a las siete y media y luego entré a la reunión del equipo; la cual estuvo más larga que habitualmente: el PM y el programador más antiguo se pusieron a revisar las tareas más prioritarias y eso les tomó más de media hora.
Al final nomás comentaron que -debido al día de acción de gracias que es este jueves- cancelarían las reuniones del miércoles, jueves y viernes: o sea que no más reuniones diarias durante el resto de la semana.
El resto del día estuvo bastante tranquilo: hice Duolingo (quedamos en el mismo reto semanal con Rb: el que terminamos por la noche) y, antes del medio día, completé el ciclo de La Valeur de l’inconnu pues el libro de tecnología lo estoy leyendo en laptop y el libro lo tenía nomás en la máquina con Fedora 39.
Al terminar el horario laboral fuimos a los supermercados en dirección sur: quería pasar a Office Depot a ver si podía imprimir allí los diplomas que debo entregar el primer jueves de diciembre; también imprimí una serie de memes para agregar a los marshmallows que planeo repartir el día del convivio del área; el plan era imprimir un diploma y ver como quedaba; también Rb se percató que una palabra en el mismo (que ya había notado antes) no se había corregido.
Y la impresión es carísima en el lugar (casi tres dólares por cuatro páginas); por lo que cuando retorné escribí al lugar al que pasé el domingo (que estaba cerrado) y en el mismo me confirmaron que se podía imprimir por una cuarta parte del precio; por la noche ví el siguiente capítulo de Lionness y acompañé a Rb a ver el capítulo de la serie de hornear pasteles de temporada que hemos estado viendo desde hace algunos años.
El miércoles me levanté a las siete y media; medité y, como no había reunión diaria, retorné a la cama; en donde estuve un poco más de media hora dormitando; luego me levanté a desayunar y a hacer las lecciones matutinas de Duolingo.
El resto de la mañana estuvo tranquilo: como anoche terminé la porción del libro de tecnología, continué avanzando con el libro en francés; luego me pasé al libro de meditación (mindfulness, realmente); a las nueve y media me reuní con mi supervisora pero teníamos únicamente dos puntos a revisar.
Por una parte, desde el lunes empezamos a utilizar la nueva herramienta para el registro de los tiempos de trabajo -yo completé el training la semana pasada-; y por el otro nomás confirmamos la finalización del evento de ciberseguridad que estuve facilitando.
Al mediodía calentamos la parte del asado; junto con las papas y, en mi caso, un chorizo y una longaniza; y almorzamos el recalentado acompañado de guacamole; al final de la tarde -después del horario laboral- realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles.
El jueves Rb salió hacia el mercado un poco después de las nueve; yo me había levantado a las siete y media a meditar y luego -como no había reunión diaria- retorné a la cama; a dormitar hasta las nueve; estuve escribiendo un poco de Python: mi amigo asiático me había enviado una muestra de una presentación que estaba haciendo para su trabajo; tenía que ver con los municipios del país y sus coordenadas geográficas.
Bajé -usé Gemini y Chatgpt- la información de los trescientos cuarenta municipios de Geonames y luego agregué la población de cada municipio; pero no había información para todos; por lo que -aconsejado nuevamente por las AIs- me metí al sitio del Instituto Nacional de estadística y bajé la base de datos del último censo (del dos mil dieciocho).
Volvimos a almorzar el mismo asado de toda la semana y, al finalizar la tarde, fuimos a los centros comerciales en dirección sur: Rb quería comprar de la pechuga de pollo que le prepara a su perra más anciana; lastimosamente no había en el supermercado más lejano -aunque indicaron que el pedido ingresaría al día siguiente-; por la noche estuve viendo una parte de la segunda película de Watchmen que sacaron este año.
El viernes tampoco había reunión diaria por lo que, luego de la meditación de las siete y media, me volví a meter entre las sábanas; me levanté hasta después de las nueve de la mañana; a preparar el desayuno de los fines de semana.
Terminé de limpiar la información que estaba preparando sobre la información geográfica y de población de los municipios del país y le envié el resultado a mi amigo asiático: un mapa con trescientos cuarenta círculos con un tamaño proporcional al número de pobladores de cada uno.
Al mediodía preparamos el penúltimo pescado del último envío de mis papás y por la tarde -con el té de menta- consumí uno de los cuartos del pan royal que compré el día anterior en la panadería -junto con el pan de los desayunos de la semana-.
Al finalizar la jornada laboral realizamos la rutina de ejercicios de los viernes; afortunadamente -a pesar de haber utilizado la pesa más grande en más partes de las flexiones- no sentí el desfallecimiento que había estado sintiendo los últimos viernes al empezar los ejercicios de estiramiento -al final de la rutina-.
Por la noche terminé de ver la película de Watchmen y empecé a ver dos nuevas: Elevation (con el capitán América negro y la esposa de Deadpool) y Red Alert (con la Roca y el capitán América); también terminé de leer la parte correspondiente de Everybody lies y me pasé a La valeur de l’inconnu.
El sábado me levanté a meditar a las siete y media; luego retorné a la cama pero no me dormí: habíamos acordado con Rb de salir luego de su desayuno a los supermercados en dirección sur, por lo que me puse a hacer las lecciones matutinas de Duolingo.
Luego me levanté a preparar el desayuno de los fines de semana y después retorné a la cama a completar el ciclo del libro de francés; ahora me tocaba la segunda cuarta parte del libro de Murakami (La muerte del Comendador).
A las nueve y media nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; bajamos hasta el supermercado más lejano -y con precios más bajos- pero nos informaron que no había entrado el pedido de pollo (se suponía que el día anterior lo estarían recibiendo).
Pasamos al otro supermercado -que queda más o menos a la mitad del camino- y allí compramos pechugas de pollo para los almuerzos de la otra semana -y Rb compró también para su perra más anciana-.
Retornamos a casa a las diez y media y me puse a hacer la rutina de bicicleta estática -de fondo pongo una list de reproducción de Eminem- y después saqué a caminar a la perra más voluminosa; después me bañé y, un poco antes de las doce, me dirigí al departamento de mis hijos; el plan era pasar al café internet que está fuera de la Universidad pues el miércoles había enviado los once diplomas y este día había enviado el cupón para el primer lugar del evento de ciberseguridad que facilité este año.
El tránsito estaba bastante pesado pero llegué al café internet un poco después de las doce y media; lo malo es que justo cuando llegué el encargado estaba entrando al baño; y luego me entretuvo diciendo que estaba en proceso.
Finalmente, a la una menos diez, y viendo que a otra persona que había llegado después que yo le había indicado que debía volver más tarde, le dije al encargado que pasaría antes de que cerraran; y me dirigí al lugar de mis hijos.
Llegué como a la una de la tarde -me molesta la impuntualidad pero traté de no conducir muy temerariamente- y subí al séptimo nivel; mi hijo ya estaba listo -aunque la cocina estaba bastante desordenada- y nos dirigimos al parque temático más grande de la ciudad.
Compramos una pizza y un litro y medio de Pepsi -diez dólares- y nos dirigimos a buscar una mesa para almorzar; pero, por ser temporada de convivios, las áreas de mesas estaban reservadas; afortunadamente encontramos sitio en uno de los lugares en los que solíamos almorzar cuando mis hijos eran aún niños -una banca semicircular de cemento bastante amplia bajo un grupo de árboles-.
Después de consumir un poco más de la mitad de la pizza -y recortar la caja para que (junto con el sobrante) cupiera en la mochila- le propuse a mi hijo una partida de Scrabble en inglés (el día anterior le había escrito a mi hija y este día había encontrado el juego a la par del filtro de agua).
La partida nos consumió un poco más de una hora y luego nos dirigimos a la última función del día de la obra de teatro: el musical que vi la semana anterior con mi hija mayor; la función se atrasó un poco (creo que los bailarines estaban aún participando en un desfile por el parque).
Después de la obra -casi a las cuatro y media- retornamos al lugar de mis hijos -a medio camino compré tres porciones de pastel de chocolate y una decena de pan tostado-; al llegar al departamento le escribí a mi hija pero no me contestó y creí que andaba ocupada con su curso de técnico en urgencias médicas.
Con mi hijo menor preparamos café, dimos cuenta de los pasteles de chocolate -y yo le escribí a mi hija mayor, comentándole que le dejaba una porción en los gabinetes-; un poco antes de las cinco y media me despedí de mi hijo y me dirigí al café internet (cuando estábamos en medio de la partida de Scrabble me habían llamado para confirmar la impresión de los documentos).
El tránsito no estuvo tan mal y un poco después pasé a recoger los diplomas y el cupón a entregar al campeón (y pagué los cinco dólares); después me dirigí a la casa de mi tía favorita: el día anterior le había escrito a su esposo para comentarle que quería pasar a verla a las cinco y media.
A esta reunión también llegué tarde -realmente muy tarde: casi media hora de retraso- pero, otra vez, traté de no manejar muy temerariamente; llamé a mi primo -el hijo menor de mi tía- para que saliera a abrir el portón y subí al segundo nivel -en donde mi tía y su esposo han aprovechado la bondad de mi primo por más de seis años-.
Me estuve en el lugar un poco más de una hora, entre café, pan tostado y conversación y un poco antes de las siete me despedí de mi tía y retorné a casita; el tránsito estaba -para variar- bastante pesado pero a las siete y veinte estaba parqueando el auto frente a la casa de Rb.
Por la noche avancé en la película Elevation (segunda tercera parte) y luego me puse a completar mis lecciones nocturnas de Duolingo; mientras Rb toma su segunda cena -parece del clan de los Hobbits- últimamente me he retirado a mi habitación a avanzar en la lectura; pero la noche de ese día no lo hice: me entretuve entre Ajedrez -vuelvo a perder consecutivamente luego de dos días muy buenos- y leer artículos de internet.
Y a ver cómo sigue eso...