La semana pasada -no recuerdo qué día específicamente- cayó Damasco; y eso es nomás un decir; desde hace más de una década ese país -de donde era el padre de Steve Jobs, creo- había sido seccionado por una serie de fuerzas armadas.
Entre Kurdos, Turcos, Estadounidenses -claro-, Rusos y varios otros ejércitos de diversa fuente árabe se habían repartido una gran parte de sus -me imagino- grandes reservas petroleras; y, según Wikipedia, el gobierno central no cayó, hace cuatro años o así, nomás por la intervención rusa, que sirvió para estabilizar la situación con tantos combatientes de tantos bandos.
Hasta que ese día (o el anterior, o la semana pasada) el imperio decidió que sería bueno debilitar a su contendiente en la arena global; al parecer el oso (zarigüeya lo llamó un periodista judío de Argentina) está avanzando en la agresión -ya lleva tres años- a su vecino y -me imagino- antes de que el nuevo inquilino de la casa impóluta llegue con otras ideas, es mejor preparar el terreno.
En esta entrevista con el periodista argentino se discutía si ya había empezado la tercera guerra mundial y él decía que de hecho, debido al número de víctimas civiles, esta es realmente la cuarta: la tercera la define como todos esos conflictos que se dieron durante la guerra fría.
Según él el oso (se refirió de manera bastante despectiva) no tiene los medios (aunque pretenda) de realmente ser una fuerza global; dice que con nomás el arsenal nuclear de Europa sería acabado en cuestión de horas.
Y quién sabe qué nos trae el nuevo año; yo le comentaba a Rb -y a algún conocido- que creía que la tercera guerra mundial realmente había empezado; también que temo que se hará uso de armamento nuclear.
Según mi análisis -no soy estratega geopolítico o similar- no tendremos un holocausto nuclear global; al estilo del libro Never; lo que sí creo -pero otra vez, es nomás una idea vaga- es que cada bando -siempre los buenos contra los malos- destruirá una ciudad del bando global opuesto.
No creo que sean grandes ciudades -como lo ocurrido con Japón- ya que no les importará tanto mostrar lo mortífero de los medios de destrucción -eso ya lo vimos-; sino que servirá para demostrar que en efecto, están dispuestos a las últimas consecuencias.
Y a ver cómo nos va con eso.
El domingo por la tarde, después del tiempo en cama, nos pusimos a preparar los almuerzos de la semana: pelé y corté en cubos varias papas, un par de zanahorias y un güisquil; por la noche continué con el libro de francés: A quoi revent les etoiles; el libro relata la cotidianidad de cinco personas; quienes no se conocen directamente pero están relacionadas de alguna forma; y me pareció chocante el relato de uno de ellos: un adolescente que se reusa a salir de su habitación.
El lunes me levanté a las siete y media; medité y entré a la reunión diaria del equipo, la cual estuvo, nuevamente, enfocada en las tareas más urgentes del área de desarrollo: no volví a participar en la misma; luego salí al comedor y me preparé el desayuno; como mi madre envió varias docenas de plátanos -es de los pocos alimentos que Rb consume sin ninguna complicación- le pedí a Rb que dejara algunos sin cocinar para consumirlos en mis comidas de esta semana.
Creí que iba a ser un día sin ninguna actividad -ya van varios meses- pero la supervisora programó una reunión media hora antes del medio día: es la época del año en la que se debe completar el reporte de rendimiento anual.
La reunión fue bastante escueta: básicamente el lugar en el cual debemos ingresar la información solicitada para autoevaluarnos sobre nuestro desempeño durante el último año; y la forma de completar la tarea.
Almorzamos la primera porción del caldo de pollo que preparamos el día anterior y después sacamos a caminar a los perros; un poco más tarde lavé los trastes del día y luego preparé té de manzanilla para Rb y café para mí.
Como había quedado de reunirme con mi amigo Testigo de Jehová a las cinco, le pedí a Rb que hiciéramos la rutina de ejercicios una hora antes; a las tres y media nos preparamos y completamos los ejercicios.
Me bañé y me dirigí caminando hasta el comercial en donde tomamos los buses intermunicipales; en ese lugar me había reunido unos meses antes con mi amigo -cuando le entregué lo último de los libros que quería regalar- y lo esperé unos minutos.
Le envié un mensaje comentándole que ya me encontraba en el lugar y me respondió disculpándose por no haberme prevenido que no iba a poder llegar: un amigo de su infancia había muerto y estaba en su funeral; retorné caminando muy lentamente a casa.
Terminé de leer el libro de ficción -aunque, supuestamente, este no era de ficción-: Everybody lies y me puse a sopesar con cual seguir en esa línea de lectura; como había leído un capítulo de The city and the city intenté avanzar en el siguiente capítulo pero no me atrajo; decidí buscar otras opciones.
En la noche ví el último capítulo de la segunda temporada de Special Ops: Lioness; la serie dió un giro bastante interesante de la primera temporada, en vez de centrarse en la violencia se desarrolló más el conflicto geopolítico y familiar.
También decidí qué libro leer en la línea de ficción: Memory Piece; un libro relatado desde el punto de vista de una adolescente asiática viviendo en el Imperio del Norte (no estoy seguro si en Nueva York o en Nueva Jersey) y que narra las vicisitudes diarias de varias familias del mismo origen.
El martes la alarma sonó a las siete y media pero, como era mi primer día de vacaciones, seguí dormitando un ratito más; de todos modos, me pareció que la perra más anciana de Rb -que duerme en la sala- quería salir al patio; por lo que me levanté a sacarla, luego medité.
Después salí a abrir la puerta para meter a la perra -había rascado la puerta en cierto punto de mi periodo de meditación-; seguidamente hice mis lecciones matutinas de Duolingo: la semana anterior estuve en una liga muy fácil y quedé en primer lugar; al parecer se repite esta semana.
Al terminar mis lecciones de Duolingo -hice menos de quince minutos, para dejar los quince minutos dobles para la noche- continué con el último ciclo -estos fueron nomás tres- de La muerte del Comendador; Murakami es un muy buen escritor.
Un poco después de las nueve me levanté a preparar mi desayuno y a revisar mis correos personales; desayuné y luego retorné a la cama a continuar con el libro de Murakami; lo terminaré entre hoy y mañana y -de acuerdo a la predicción de Rb- sospecho que tendré resaca de lectura.
Había quedado con mi amigo que vive en el lado opuesto de la ciudad de que llegaría a la una a su lugar de trabajo; un poco antes de las once y media me metí a la regadera y luego salí a tomar el busito al boulevard.
El bus se tardó bastante en pasar; luego abordé el transmetro -corriendo la distancia entre ambos- y cambié de línea del mismo en el centro histórico; mi amigo empezó a escribirme un poco después de las doce y media: ya estaba desocupado.
Al final llegué a la una y dos minutos -dos minutos tarde- a la calle en donde está el call center en el que ahora trabaja y desde allí, subimos hasta su casa en motocicleta; había bastante tránsito pero mi amigo es bastante diestro conduciendo su vehículo.
En el pueblo en el que vive -es una aldea de un municipio de la periferia, opuesto al municipio en el que yo vivo- pasamos a una tienda de pollo frito y compré un par de porciones -había estimado que la esposa nos acompañaría, pero no-.
Almorzamos en su casa y luego bajamos -vive en lo alto de una colina, la pendiente es como de cuarenta y cinco grados y es más de medio kilómetro- a caminar y a comprar pan en una colonia vecina; retornamos y mi amigo preparó café; yo había comprado un par de bollos y varios cubiletes (me encantan estos últimos) y nos pasamos un poco más de media hora practicando los últimos tres pasos de la resolución del cubo de Rubik de 3x3x3.
A las cinco le indiqué que empezaría mi retorno a casa; me salió a dejar a la ruta principal en la motocicleta y allí abordé un bus que se dirigí a la terminal de la ciudad; la bajada no estuvo tan mal; lo que sí estuvo terrible fue el ingreso a la ciudad: en el boulevard que se puede recorrer en cinco o diez minutos el bus estuvo casi una hora.
Y al final me tocó apearme en una zona bastante riesgosa de la ciudad; de allí caminé a paso apresurado hasta la estación más cercana del transmetro; por venir jugando ajedrez se me pasó la estación en donde debía bajarme y tuve que retornar en la siguiente.
Ya habían pasado las siete y media cuando llegué al comercial en donde usualmente tomamos los busitos para retornar a la calle donde vivimos; llamé a Rb desde un teléfono público y le comenté que tomaría un bus intermunicipal.
El bus me dejó en el área de los supermercados en dirección norte y desde allí caminé hasta casa; estaba entrando a la calle a las ocho y media (tres horas y media de viaje!); aún vine a cenar y luego me puse a hacer Duolingo (completé el challenge semanal) y luego continué leyendo La muerte del Comendador.
El miércoles me levanté a meditar cuando la alarma sonó: a las siete y media; luego retorné a la cama y avancé un poco con el último ciclo de La muerte del Comendador; no estaba aún claro sobre si el libro era nomás la mitad de la obra (lo era en efectivo) y me entretuve un poco en la finalización.
Me quedé dormitando en la cama hasta las diez que Rb me comentó que hay había puesto a funcionar la aspiradora; me levanté a preparar el desayuno -sigo consumiendo plátanos del envío de mi madre- y después finalicé el libro de Murakami -y bajé la segunda parte-.
No tenía claro si quería seguir con el mismo libro (o sea, la segunda parte) o empezar otro; o incluso seguir con el siguiente ciclo de francés; al final decidí empezar la segunda parte de La muerte del Comendador y dejar pendiente una parte para dividir por la mitad en los siguientes ciclos.
Al mediodía recalentamos el pollo que preparamos el domingo y, después del almuerzo, sacamos a caminar a los perros de Rb; por la tarde traté de ver una serie de Star Wars (Skeleton Crew o algo así) pero no me llamó la atención, por lo que nomás continué con la primera parte del libro de Murakami; a las cuatro y media realizamos la rutina de ejercicios de los miércoles.
Por la noche hice Duolingo -al parecer volveré a quedar en los primeros lugares de la liga- y después acompañé a Rb mientras veía sus series; además, nuestra editora -que es una de sus más antiguas amigas- le solicitó un préstamo -ciento veinticinco dólares- y le hice la transferencia.
El jueves me levanté a meditar a las siete y media y luego -vacaciones- retorné a la cama a hacer Duolingo y a dormitar; Rb se levantó un poco después de las ocho y yo salí de la habitación a las ocho y media, a preparar mi desayuno.
Como cada jueves que tengo vacaciones, a las nueve y cuarto salimos hacia el mercado del centro histórico; tomamos el busito en el boulevard; el cual avanzó muy lentamente: ya se vive la época navideña.
Finalmente llegamos a la estación del transmetro y abordamos una unidad hacia el centro histórico; Rb se aprovisionó de frutas para toda la semana y luego retornamos a la estación del transmetro en donde tomamos la unidad hacia el lugar en donde abordamos el busito que viene a la colonia.
Afortunadamente no había mucha gente en la estación; a pesar de lo cual aún dejamos pasar un par de unidades; en el comercial en donde se estacionan los busitos entramos al supermercado a comprar pollo y luego pasamos a la farmacia: Rb tenía que comprar alguna medicina para sus perros.
Después de las compras salimos a abordar el busito a casa; venimos sin ninguna novedad y, un poco después del mediodía, calentamos la sopa de pollo que consumimos durante los almuerzos de la semana.
Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros y luego estuve leyendo un poco el libro de francés; a las cuatro y media empecé a alistarme pues había quedado con mi ex compañero de trabajo en que pasaría a las cinco y media: ese día era el convivio de la empresa en uno de los edificios más altos de la ciudad.
Mi compañero me envió la ubicación live en whatsapp por lo que un poco antes de que llegara salí al boulevard; había comprado cafés en starbucks y nos dirigimos al centro de convenciones donde tendría lugar el evento.
El tránsito estaba bastante pesado pero llegamos un poco antes de la hora de inicio del registro de participantes (dieciocho horas); ya había bastante gente en la entrada: se supone que somos seis mil -varios call centers en la misma empresa- en el país.
Como mi compañero necesitaba usar un cajero automático subimos un par de niveles, al área financiera del edificio; aún no le habían realizado la transferencia pero yo aproveché para sacar un par de billetes de la más alta denominación de la cuenta de Rb.
Luego retornamos a la recepción del convivio y encontramos a otro par de compañeros con quienes empezamos a hacer cola; para ingresar debíamos mostrar el gafete de la empresa o el DPI nacional; yo llevaba mi viejo gafete -ya tiene más de diez años- y entré a reservar una mesa con otro par de compañeros.
Se suponía que el evento comenzaba a las siete de la noche pero a esa hora apenas estaban ingresando las primeras personas; a las ocho un par de maestros de ceremonia subieron al escenario y empezaron las actividades -yo había estado casi una hora jugando ajedrez en mi celular-.
Después de la bienvenida pasamos a las mesas de la cena buffet y después rifaron varias televisiones y juegos de Nintendo; y luego empezó el baile con un grupo musical en vivo; mi compañero había entrado bastante tarde pero habían lugares en la misma mesa; también llegó otro ex compañero -ellos aún están en el mismo equipo- y al final en la mesa nos reunimos más de una docena de miembros del mismo equipo (incluida la supervisora).
Un poco después de que empezara la música le pregunté a un compañero que debía pasar frente a mi casa en su retorno sobre la vuelta a su casa y me indicó que andaba manejando y que podía darme aventón.
Pocos minutos después me comentó que ya se retiraba y bajamos al tercer nivel a abordar el automóvil; un poco después de las diez de la noche estaba entrando a la calle en la que se encuentra la casa de Rb; aún vine a hacer las lecciones nocturnas de Duolingo -al parecer volveré a quedar en primer lugar en la liga semanal- y a leer un poco del libro sobre determinismo que me está costando completar.
El viernes me levanté a las siete y media de la mañana; medité y luego retorné a la cama a hacer Duolingo; y a dormitar otro rato; me levanté un poco antes de que Rb pusiera a funcionar la aspiradora; preparé mi desayuno, dí buena cuenta del mismo, y luego me metí a la cama de Rb a leer un rato; Rb me preguntó si quería acompañarla a la clínica veterinaria y le indiqué que no; un poco más tarde le dije que sí la acompañaría pero declinó mi ayuda.
Rb se llevó a su perro macho al veterinario pues ha estado teniendo dificultades con la evacuación de desechos y yo retorné a la mesa del comedor a ver algunos videos de youtube; cuando regresó la noté molesta pero nunca sé cómo actuar en esos casos.
Afortunadamente un poco más tarde me comentó que se había molestado porque me había negado -y luego me había ofrecido- a ayudarla; conversamos un poco sobre la situación y luego tuvimos un resto del día tranquilo.
Almorzamos lo mismo que los días anteriores: caldo de pollo; luego sacamos a caminar a sus perros; un poco antes de las dos y media de la tarde me merí a la regadera pues había quedado de reunirme con mi ahijado profesional a las cuatro de la tarde y no me apetecía conducir.
Caminé hasta el comercial en donde abordamos los buses intermunicipales -en el camino saqué cuarenta dólares de un cajero (y compré un número de lotería del sorteo más caro del año)- y abordé un bus hacia el periférico; allí me subi a una unidad del Transmetro y llegué -bastante temprano- al lugar de la reunión.
Mi ahijado llegó un poco tarde pero estuvimos aún un poco menos de dos horas en el lugar, entre café y pastel (yo) y una ensalada (él); en esta ocasión él corrió con la cuenta; mi ahijado adoptó el Islam hace unos años por lo que las conversacones son interesantes.
A las seis de la tarde nos despedimos e inicié mi viaje de retorno a casa: tomé la unidad de Transmetro de vuelta y luego caminé -desde el periférico- hasta el comercial en donde se estacionan los busitos que vienen a la colonia; vine a las siete de la noche y me puse a hacer mis lecciones de Duolingo y a leer un poco de Determined.
El sábado me levanté a las seis de la mañana; había programado un desayuno con mi supervisor de cinco o seis trabajos atrás: desde hace tres o cuatro años nos reunimos a medio año y a finales del mismo.
Aunque la última vez me había comentado que se iba a cambiar de trabajo me comentó que seguía en el mismo: en donde me contrató hace como dieciséis años y en el cual ha trabajado más de veinte; mi amigo es ingeniero químico pero se dedica a implementar soluciones de software en fábricas y negocios similares; además es barítono y volvió del país más próspero de América del Sur hace cuatro o cinco años con un esposo del mismo.
Había tenido en mente que debía llevar algún presente al desayuno pues usualmente se aparece con un detalle de su fábrica de chocolates -los primeros los consumí y los subsiguientes los he regalado en desayunos posteriores- pero en esta ocasión llegué con las manos vacías; él me llevaba un par de bolsas de café aromatizados.
Estuvimos en el lugar un poco más de dos horas entre desayuno -él corrió con la cuenta- y una conversación bastante extensa sobre la situación laboral, política y general del país; y arte: además de ser barítono también ha practicado la pintura y expuesto esculturas.
Un poco después de las nueve nos despedimos y retorné a casita; vine a encontrar a Rb en pleno desayuno -en su cama- y me metí a mi habitación a hacer mis lecciones matutinas de Duolingo; cuando Rb completó su desayuno nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el supermercado más lejano compramos pollo para la perra más anciana y yo compré una libra de azúcar -en la visita a mis papás me dí cuenta que ya me estaba faltando-.
En el siguiente supermercado adquirimos bananos para varios días y una bolsa de alas de pollo para varios domingos; al mediodía calentamos las verduras sobrantes de los almuerzos de la semana y Rb preparó un consomé de pollo.
Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros y después Rb me pidió ayuda para moler varias libras de fibra de varias procedencias: yuca, camote y plátano; me tocó que darle duro al molino y -luego de casi una hora- caí rendido al piso.
El domingo me levanté a las siete y media; medité y volví a la cama, a hacer Duolingo y a dormitar un poco; me levanté cuando oí a Rb dándole de comer a sus perros y me preparé el desayuno de los fines de semana; a media mañana nos dirigimos al supermercado en donde compramos provisiones a granel; el auto sonó un poco raro al encender -y también al pasar a la gasolinera a llenar el tanque (veinte dólares)-.
En el supermercado compramos algunas semillas que Rb consume, artículos de higiene personal y un par de cajas de galletas; luego salimos a cargarlo al auto; que no arrancó; abrí el capó y ajusté los bornes de la batería y pudimos regresar a casa.
En casa busqué herramientas -y papel de lija- en el antiguo espacio de trabajo del papá de Rb y salimos a limpiar de una mejor forma la conexión de la batería; luego probamos el arranque y todo funcionó bien.
Al mediodía preparamos alitas de pollo y caldo para almorzar; luego estuve concluyendo el libro que más me ha costado completar últimamente: Determined; a las tres me alisté y me dirigí a la casa del voluntario que vive en la colonia donde crecieron mis hijos.
Habíamos quedado -él me había indicado- en ir a una sucursal de la cafetería en la que me reuní los dos días anteriores con mis otros dos amigos; pasé por su casa y nos dirigimos al lugar; en donde estuvimos un par de horas entre conversación y un capuchino con pastel; un poco después de las cinco abordamos el auto y conduje de vuelta hasta su casa; después de despedirnos inicié el regreso a la casa de Rb.
El tránsito estaba algo pesado -había una lluvia ligera pero constante- y temí que la entrada al boulevard iba a estar complicada debido a un evento musical que habían programado en la mega iglesia del lugar para las siete de la noche.
Pero no, el embotellamiento era nomás en la salida de la ciudad; al entrar al municipio el flujo de vehículos era contínuo por lo que no tuve más inconvenientes para retornar a casa; por la noche terminé el libro Determined y sopesé con cuál seguir en la misma línea; al final me decanté por un libro del mismo autor de Everybody lies: Don’t trust your gut; además llegué al último ciclo del libro de no ficción; aún estoy considerando con cuál seguir en esa área.
Y a ver cómo va eso..
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