Había leído sobre sokushinbutsu hace algunos años -me parece que en El Haiku de las palabras perdidas-: monjes budistas que se hacían enterrar para morir mientras meditaban y donar su cuerpo para que fuera exhibido en templos.
En la otra ocasión -no estoy seguro si fue en ese libro- me pareció algo raro: se alimentaban durante mucho tiempo nomás de agujas de pino para perder líquido y grasa y facilitar el proceso de momificación.
Acabo de encontrar nuevamente el tema en el libro de Murakami que estoy leyendo: explican un poco más detalladamente el proceso -o allí o en algún artículo que leí mientras revisaba el concepto-; y me llama la atención que el proceso que seguían tiene como base el número mil: en algún lugar dice que se requería esa cantidad de días para llevar a cabo el ritual; en otra parte decía que eran tres mil días: mil de preparación, mil de meditación y -finalmente- mil de reposo, antes de colocar la momia en un altar.
Y es que hace un par de días llegué al día número doscientos cincuenta de mi propio proceso de mil días; pero no, no espero morirme, iluminarme y automomoficarme al final de los mil días; nomás establecer el hábito -vitalicio?- de meditar diariamente.
Y a ver cómo va eso.
El domingo pasado fue el primer día del último mes del año; no había planeado ninguna salida pero Rb me había pedido el día anterior que la condujera (y de vuelta) de su iglesia; me levanté a las siete y media a meditar y luego retorné a la cama a dormitar.
Me levanté después de las ocho y media a preparar mi desayuno de los domingos (huevos, longaniza, frijoles) y después retorné a la cama a hacer Duolingo; hasta las diez, hora en la que me vestí y conduje el auto hasta la iglesia de Rb.
Retorné a realizar los pagos en línea que me toca hacer el primer día del mes: los treinta dólares que le deposito a Rb para los servicios, el servicio de mantenimiento del apartamento de mis hijos; y las cuotas de mantenimiento que me cobran dos bancos del sistema (estos dos últimos nomás los registro, son debitados automáticamente).
También realicé los trámites digitales para solicitar diez días de vacaciones durante el mes: estaré fuera del diez al veinte (próximo martes hasta el siguiente viernes) y luego tomaré libre también el veintiséis (por los jueves obligatorios que debo descansar); esto sumado al día y medio de Navidad y al medio día del fin de año me deja casi todo el mes fuera.
Al mediodía Rb me llamó para que fuera por ella y luego nos pusimos a preparar el almuerzo usual de los domingos: alitas de pollo, consomé de lo mismo y ensalada; por la tarde preparé té de manzanilla para Rb y de menta para mí.
Al final de la tarde nos pusimos a prepara los almuerzos de la semana: una mezcla de zanahoria, güisquil, arveja china, apio, culantro y pollo; luego -por poco lo olvidaba- preparé las gelatinas para mis desayunos de la semana; en la noche continué viendo Elevation y Red One.
El lunes me levanté a meditar a las siete y media y luego entré a la reunión diaria de mi trabajo; la cual estuvo igual a la primera de cada mes: básicamente el PM revisa los días en los que cada miembro del equipo no estará disponible en el mes.
Después de la reunión me quedé un rato leyendo en la cama; estaba a punto de terminar el libro de francés y aún tenía dudas de cual elegir para continuar; al final me decanté por A quoi revent les etoiles; al mediodía almorzamos lo que preparamos el día anterior acompañado con fideos de la tienda china; por la tarde -después del horario laboral- realizamos la rutina de ejercicios de los lunes.
Por la noche me puse a planificar un par de reuniones que espero realizar durante mis vacaciones: el primer sábado con mi antiguo supervisor y el próximo lunes -que técnicamente aún no son vacaciones- con mi amigo Testigo de Jehová.
En la noche terminé de ver Elevation y continué con Red One; también ví una de las series que he estado viendo con Rb desde el año pasado: Is it cake? -holiday edition-; además, avancé con Determined -sigue haciéndoseme cuesta arriba-.
También completé las lecciones nocturnas de Duolingo -usualmente no hago en todo el día lunes para evitar entrar en ligas muy competitivas-; la app me anunció que -nuevamente- estoy en el top 0.1% del año.
El martes me levanté a meditar a las siete y media; ha estado haciendo bastante frío desde hace un par de días por lo que he portado una playera durante las últimas meditaciones; a las ocho entré a la reunión diaria del equipo.
La reunión volvió a tratarse de revisar únicamente las tareas más urgentes de los dev por lo que mi equipo no tuvo ninguna participación; después de la reunión me quedé un rato en la cama y, un poco antes de las nueve, me levanté a desayunar.
Había hecho algunas lecciones de Duolingo antes de levantarme y, también, ví una oportunidad de apoyar durante un par de horas a un grupo de voluntariado con el que estuvimos traduciendo con Rb durante los últimos años; aunque en este caso se trata de atender durante un par de horas un local donde se estarán recibiendo donaciones.
Le propuse a Rb que participáramos y nos inscribí para estar, el sábado de cuatro a seis de la tarde, brindando información sobre la situación del municipio para el cual se estarán recolectando donaciones.
Por la tarde acudimos a los supermercados en dirección sur; en el más alejado compré una botellita de salsa de soya: la que había estado utilizando me la acabé ese día; también compré tre pequeños bowls rosados de plástico; que planeo dejar en el departamento de mis hijos; en el otro supermercado compramos bananos -y yo compré una bolsita de salsa de queso bien artificial-; por último pasamos a la tienda de las verduras a adquirir una papaya.
El miércoles, después de meditar entré a la reunión diaria; a pesar de que en esta ocasión se realizó un repaso de todo el trabajo del equipo no participé en la misma: no había movido ninguna tarea del ciclo anterior al actual.
El día en general estuvo, como los anteriores, bastante tranquilo; almorzamos lo mismo que el día anterior; luego sacamos a caminar a los perros y luego tomamos té y galletas; para terminar la tarde realizamos los ejercicios de la rutina de la mitad de la semana.
La noche anterior me había dado cuenta que no le había transferido los cien dólares que le descuentan a mi hijo menor mensualmente -para comprar acciones de la empresa en la que trabaja-; por lo que realicé el depósito y le envié la notificación.
El jueves me levanté a meditar a las siete y media; luego hice un poco de Duolingo y después me metí al baño pues quería salir a las ocho y media hacia el parque temático más grande de la ciudad: en donde teníamos planeado realizar nuestro convivio departamental de fin de año.
Antes de salir le cargué un poco de saldo al teléfono para poder consultar Whatsapp mientras estuviera fuera; el tránsito estuvo bastante ligero hasta un par de cuadras antes de cruzar hacia la entrada del parque: las últimas cuatro o cinco cuadras me llevaron casi veinte minutos de conducción.
Por fín pude entrar al parqueo -sin pagar, pues nomás debíamos confirmar nuestro nombre en la entrada- y al bajarme del automóvil encontré a una de las compañeras de mi antiguo equipo -que aún es parte del grupo local-.
Entramos juntos al parque y luego nos dirigimos al lugar en el que la supervisora había indicado que nos juntáramos: bajo el arcoíris que da la bienvenida a las instalaciones; nos entregó un pasaporte para doce juegos mecánicos y la mitad del grupo quiso ir de inmediato a subirse a la montaña rusa.
Acompañé a la otra mitad -que no había desayunado- al restaurante de pollo del lugar a que tomaran su primera comida del día -yo compré un flan-; cargaba conmigo el scrabble con el que crecieron mis hijos -lo gané en un convivio hace como quince años-; y había esperado organizar una partida, pero no se pudo.
De todos modos el juego cumplió su objetivo: en él llevaba protegidos los diplomas -y el vale de noventa dólares- para repartir a los participantes en el evento de ciberseguridad que facilité durante tres meses.
Después de que mis tres compañeros desayunaran buscamos al resto del equipo y nuestra supervisora sugirió elegir un juego en el que todos pudiéramos participar; la mayor parte nos subimos a la rueda de Chicago más grande del país; estuvo bien; después pasamos a almorzar: una comida típica de alguna región del país; antes de que sirvieran el almuerzo repartí -después de un pequeño discurso de la supervisora- los diplomas y el vale.
La comida estuvo bastante tardada y un poco antes de las tres de la tarde le envié un mensaje a Rb para avisarle que ya me dirigía de vuelta a casa; no hubo mucho tránsito de vuelta y un poco antes de las cuatro estaba estacionándome en nuestra calle.
Un poco más tarde nos dirigimos a los supermercados en dirección norte; Rb quería comprar algo en la tienda verde de descuentos y yo aproveché para comprar media libra de chocolate -usualmente preparo una taza para Navidad y Año Nuevo-; también pasamos al otro supermercado a comprar bananos y, en el camino, compré el pan para mis desayunos del viernes, sábado y domingo; por la noche -a las siete- participamos con Rb en una reunión para coordinar las actividades que esperan que realicemos durante el evento de voluntariado al cual nos anotamos para participar el sábado.
El viernes, antes de entrar a la reunión, moví una tarea del ciclo anterior al ciclo actual: el día anterior no había aparecido en la lista de devs a reportar los avances diarios; en ese día indiqué que aún estaba trabajando en la tarea asignada; el resto del día estuvo bastante tranquilo: almuerzo de pescado, caminata con los perros, té con galletas; al final de la tarde realizamos la rutina de ejercicios del último día laboral de la semana.
El sábado me levanté a las siete y media y, después de meditar, me quedé en la cama haciendo mis lecciones matutinas de Duolingo; un poco después de las ocho salí de la habitación a prepararme el desayuno de los sábados.
Después de que Rb desayunara nos dirigimos a los supermercados en dirección norte: en la reunión del jueves nos habían sugerido que lleváramos algún atuendo alusivo a las fiestas navideñas y decidimos comprar unos cuernos de reno.
Aprovechando el viaje pasamos a comprar bananos y pollo al siguiente supermercado; y, además, compré un par de magdalenas para el viaje que había planeado para el día siguiente; retornamos a casa a preparar el almuerzo y, después de la rutina del mediodía (almuerzo y caminata de los perros) nos dirigimos al centro comercial en el cual nos habíamos apuntado a apoyar: recaudar víveres para niños de escasos recursos del interior del país.
La verdad es que no habíamos previsto la naturaleza de la actividad: habíamos creído que se iba a tratar más de organizar y transportar que de promover (pedir) donaciones a las personas ingresando al supermercado: ninguno de los dos (Rb y yo) somos dados a este tipo de actividades: cuestiones de ventas o servicio al cliente; y en cierto momento Rb tuvo una actitud bastante negativa hacia la actividad pero, afortunadamente, pudimos cumplir con nuestro cometido y logramos llenar más de dos canastas de víveres.
Básicamente teníamos que abordar en frío a las personas que llegaban por una carreta para sus compras, comentarles la naturaleza de la actividad que estábamos realizando y ofrecerles los productos que teníamos seleccionados para los niños.
Debíamos estar de cuatro a seis pero -como no hubo mucho tránsito en el viaje de ida- estuvimos de tres y media hasta las seis de la tarde; además, Rb se ausentó en varias ocasiones para agregar productos a las canastas, por lo que en un par de ocasiones me quedé completamente solo en el área: ofreciendo los productos y recibiendo donaciones.
Casi al final de la actividad -luego de más de dos horas- me sentí un poco cansado -es un poco agotador que mucha gente te ignore o se niegue a colaborar- y dejé un rato a Rb sola mientras iba a los servicios sanitarios.
Al final, a las seis, nos despedimos de la otra voluntaria y nos retiramos del lugar -por haber comprado en el supermercado alguna fruta para Rb y un poco de granos para donar no nos cobraron por las dos horas y media de parqueo-; en el camino pasamos a llenar el tanque a una gasolinera y aproveché a comprar un combo de hotdog, snacks y gaseosa, con lo que me premié por el esfuerzo realizado.
Por la noche terminé de ver una película de paramédicos que había empezado a ver la noche anterior: Asphalt City; con Sean Penn y Mike Tyson; un drama médico bastante impactante: incluso le envié un mensaje a mi hija mayor comentándole sobre la misma -ella está por terminar un curso de técnico en urgencias médicas-.
El domingo me levanté a las cuatro y cinco; medité quince minutos y me metí a la ducha; después preparé seis panes con huevo con jamón, aguacate y tomate -la noche anterior había cargado en el auto el saco de comida para perros, las magdalenas y la cafetera-.
Un poco antes de las cinco de la mañana entré al dormitorio de Rb a despedirme; le compartí mi ubicación en Whatsapp -aunque no compartí live sino la ubicación- e inicié mi viaje trimestral al puerto; estaba bastante oscuro y algunas partes de la ruta realmente me ponen nervioso: no hay iluminación artificial y las señales de la carretera son muy escasas; pero en general el viaje pasó sin muchas complicaciones; excepto cuando ya había entrado al departamento en el que viven mis papás.
En cierta parte del camino pasé sobre un bache bastante profundo; iba a más de cien kilómetros por hora y el golpe fue bastante fuerte; durante un par de segundos perdí el control y creí que había estallado la llanta -la misma que golpeé hace unas semanas- pero, afortunadamente, nomás fue el golpe.
A las seis y veinte estaba estacionándome frente a la casa de mis papás y le envié un mensaje a Rb notificándole de mi ubicación; encontré a mi madre barriendo el frente de su casa (realmente la calle entre sus dos terrenos) y un poco después mi papá se levantó.
Preparé café y compartí una de las magdalenas -y los seis panes que había preparado- con mis padres y estuvimos conversando sobre los últimos acontecimientos familiares: el hijo menor de una de las hermanas de mi papá se suicidó el jueves último.
Yo había visto la noticia en el grupo de whatsapp de primos y tíos y estuve siguiendo los acontecimientos durante todo el día (era el día del convivio de mi trabajo): mi tía encontró a mi primo colgado y toda la familia se unió para apoyarla en el proceso.
Juntaron dinero para realizar los funerales y planearon velarlo ese día en el lugar, el día siguiente en la aldea de donde proviene la familia de mi papá y el sábado enterrarlo en el cementerio del lugar; además otro hermano de mi papá -enviudó hace como cuatro años- tiene planeada su boda para la próxima semana; en la rutina de la visita trimestral yo les entrego un saco de comida para perros y mi madre se ha encargado de conseguirnos varias libras de pescado -usualmente más de diez-.
Y en esta ocasión todo fue sobre ruedas; además, mi padre me enseñó las últimas adiciones a la construcción que están realizando en el terreno en donde yo edifiqué una construcción de un par de niveles; a las diez y media me despedí de mis progenitores e inicié el viaje de vuelta a la ciudad; a pesar de haber dos o tres lugares en donde la ruta ha sido dañada por el invierno -convirtiéndose en un cuello de botella-, llegué a la periferia de la ciudad bastante rápido.
Pero el último tramo sí estuvo un poco complicado: hace un par de inviernos una correntada se llevó el puente de cuatro o seis vías y, hasta el momento, nomás han habilitado la mitad de la ruta; me llevó casi media hora recorrer un par de kilómetros; sin embargo, al mediodía ya estaba en casa entregándole a Rb los pescados y una bolsa con plátanos que mi madre le había enviado.
Almorzamos las tradicionales alitas de pollo -con la acostumbrada ensalada- y luego sacamos a caminar a los perros; yo me sentía bastante agotado -por haberme levantado tres horas antes de lo acostumbrado- por lo que le comenté a Rb que iba a descansar un rato.
Intenté dormir pero -por haber comido mucho (al retornar del viaje consumí unos plátanos con la avena de mis desayunos tradicionales)- no lo logré; aún así me quedé en la cama hasta las cuatro (un poco más de una hora): a esa hora me levanté a lavar los trastos del día y a ayudar con la preparación de los almuerzos de la semana.
Y a ver cómo sigue eso.
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