lunes, 27 de enero de 2025

Accidente CerebroVascular... Stroke... Accident vasculaire cérébral...

La búsqueda de patrones es uno de los fenómenos más comunes -creo- en la experiencia humana: nos pasamos una buena parte de la vida observando -o buscando- los eventos que ocurren alrededor, para intentar darle un sentido a la narración que es nuestra vida.

Cuando mis hijos estaban naciendo me era frecuente observar a parejas en estado de gestación; o cuando una persona anda en  medio de la compra de un automóvil de cierta marca o color, casi indefectiblemente empieza a notar más elementos de este tipo en su ambiente.

Y a veces lo que uno encuentra es muy interesante: la semana pasada empecé a leer un libro -en francés- que empieza con un accidente transitorio cerebrovascular; luego, un par de noches más tarde, uno de mis amigos me llamó para comentarme que había sufrido un derrame cerebral.

Y esta mañana, al resolver el Wordle del día -ya llevo casi tres semanas al hilo- me encuentro con esta palabra -que no conocía-: Shunt; que, en medicina, es un cáteter que drena el líquido cefalorraquideo desde el cerebro hacia el abdomen; aunque veo que es más utilizado en casos de hidrocefalia, que en caso de derrame cerebral.

El cerebro...

El lunes me desperté antes de que sonara la alarma (a las siete de la mañana); creo que estaba soñando algo muy vívido y terminé abriendo los ojos; me quedé acostado un rato y luego me levanté; unos minutos antes de mi horario regular; y medité dieciséis minutos.

Durante la meditación de la noche anterior -aún debo mejorar en la parte de no pensar- me percaté que el día anterior debía haber aumentado en uno la cantidad de minutos de meditación de cada sesión; la noche anterior, también, me había estado sintiendo mal del estómago: creo que era nuevamente indigestión; el desayuno con mi amigo fue abundante; además, él trajo una magdalena de chocolate y comí de la misma tanto en la mañana como en la tarde.

Total que me retiré a mi habitación antes de la hora habitual (me estaba sintiendo bastante incómodo del estómago); aún así completé la parte del libro de francés que estoy leyendo; luego medité y me dormí; después de levantarme -y meditar- jalé la computadora del trabajo hacia la cama y confirmé que no había reunión diaria: la semana anterior el PM la había cancelado debido a que es un asueto en el Imperio del Norte.

Tampoco hice Duolingo; los lunes, si tengo los treinta minutos de puntos dobles, prefiero empezar el trabajo semanal hasta la noche, para evitar entrar en ligas muy competitivas; tampoco desayuné; el estómago aún está en fase de retorno a la normalidad; nomás le ayudé a Rb a machacar el café que cortamos la semana pasada, para facilitar el descascaramiento.

Por la situación estomacal no comí nada durante toda la mañana; hasta el almuerzo; preparé la ensalada de costumbre -aunque me serví un poco menos que a RB- y calentamos el arroz con hígados de pollo que preparamos el día anterior.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; andaba un Husky suelto y traté de alejarlo a la perra que saco a pasear; el animal intentó atacar al perro que Rb cargaba; también la niña de la tercera casa sacó -sin correa- a su perro; por la tarde preparé café y me comí un par de trozos de la magdalena de chocolate que mi amigo trajo al desayuno del día anterior; y esas fueron las únicas dos comidas del día; no cené nada.

Por la noche hice más de una hora de Duolingo, quedando en la segunda posición de la liga semanal; también terminé de leer la parte en turno de How Google Works y avancé con Granby au passe simple; me retiré a mi habitación un poco antes de las once de la noche.

El martes tenía la alarma para que sonara a las seis y media: había una capacitación programada para las siete y quería meditar antes de la misma; a pesar del estómago pasé una buena noche; pero -creo que por los perros de la tercera casa- me desperté un poco antes de las seis.

Continué dormitando hasta que sonó la alarma y me levanté a meditar; luego jalé la computadora del trabajo, resolví el Wordle del día (llevo doce días consecutivos) y me preparé a entrar a la reunión; pero había un mensaje de que se estaba cancelando el evento.

Al parecer la persona que debía impartir el entrenamiento tenía otra reunión de emergencia; aproveché para completar la sección del libro de francés que tenía a medias; luego entré a la reunión diaria del equipo; varios comentaron lo que había notado desde ayer: hay problemas de conexión con el sitio de trabajo.

El resto del día estuvo normal: un poco de trabajo, un poco de lectura, un poco de coding (estoy tratando de ser más constante en mi actividad en Github); además, he estado mejorando las pregunta de ITIL Foundation (quitando los números y cambiando el orden de las respuestas.

Este día -al igual que el anterior- no ingerí ningún alimento en toda la mañana: un poco antes de la una de la tarde me comí uno de los panes que me sobraron del desayuno con mi amigo; y luego almorcé lo mismo que toda la semana: arroz con hígados y mollejas de pollo (y zanahoria) y ensalada.

Después del horario laboral nos dirigimos con Rb a los supermercados en dirección norte; como el mecánico aun no se aparecía dejamos las llaves del auto en la garita; Rb compró unas galletas para su perra más grande en el supermercado de descuentos (también un paquete de mascarillas); en el otro supermercado compramos bananos.

Cuando retornamos el guardia nos comentó que el mecánico se encontraba dentro de la calle; lo encontramos debajo del automóvil y nos comentó que el starter del auto se había deteriorado y por eso ya no arrancaba; se lo llevó a un electromecánico para su reparación.

El miércoles tenía la reunión quincenal con mi supervisora -afortunadamente nuestra relación es bastante cordial-; en la misma nomás revisamos las últimas novedades del trabajo (y le comenté que quería certificarme en ITIL Foundation).

Además le comenté que iba a necesitar tres días de vacaciones durante la primera semana de Febrero; a lo que no recibí la respuesta esperada: me comento que debe consultarse con el programador más antiguo del proyecto.

Al igual que los dos días anteriores, no volví a comer nada hasta la hora del almuerzo (lo mismo: arroz con zanahoria, hígados y mollejas de pollo); por la tarde terminé el libro de la línea de francés y el de No ficción.

Al final de la jornada laboral realizamos los ejercicios de la rutina de ejercicios de los miércoles; por la noche estuve buscando opciones para continuar en la línea de lectura en francés: durante los ejercicios estuve escuchando una conferencia de un filósofo francés, y bajé un par de libros del mismo.

No recordaba -hasta la noche anterior- que había pedido como día de vacaciones el penúltimo jueves del mes; usualmente acompaño a Rb a su visita semanal al mercado en el centro histórico cuando tomo este día de vacaciones; y ese era el plan.

Pero, el jueves temprano me recordé que el mecánico había quedado en venir a reinstalar el starter del auto ese día por la mañana; la reparación del starter costó cien dólares y el trabajo del mecánico nos costaría otros veinte dólares.

Cuando Rb se levantó vino a mi habitación a comentarme la visita esperada del mecánico y a indicarme que lo mejor era que yo lo esperara; coincidimos ambos en el mejor curso de acción para el día; así que pasé mi día de vacaciones como otro día normal de trabajo: medité temprano, resolví el wordle del día (ya llevo más de dos semanas sin saltarme ningún día); hice mis lecciones matutinas de Duolingo y resolví un par de grupos de preguntas del exámen de ITIL.

Luego salí al comedor y me preparé el desayuno normal; el resto de la mañana lo utilicé en actualizar un poco de código en Github, avanzar en la lectura del ciclo de psicología/meditación y resolver los cubos de Rubik de 3x3x3, 4x4x4 y 5x5x5x.

El mecánico vino bastante tarde -pero aún antes de que Rb retornara del mercado- e instaló el starter del auto; lo probamos y todo parece que funciona bien; además, le pedí que me cotizara un par de tolvas que van bajo el motor del auto -una está deteriorada y la otra creo que no la tenía cuando Rb lo adquirió-.

Por la tarde fuimos a los supermercados en dirección norte; en el mercado más distante Rb adquirió un poco de pollo para los almuerzos del fin de semana y, en la panadería a mitad del camino, compré el pan de mis desayunos del fin de semana.

Cuando regresamos empecé a leer el siguiente libro que había considerado en la línea de ficción: The Invisible Life of Addie Larue; pero no me gustó: es de fantasía, algo de inmortales; por lo que ví qué otras opciones tenía en mi lista.

Me decanté por When we were birds, de una escritora de Trinidad y Tobago; y, aunque el estilo de la misma no me está gustando mucho (escribe de la misma forma que hablan los angloparlantes con poca cultura) la historia está muy buena.

También empecé a leer el siguiente libro en francés: Les yeux de Mona; es básicamente un estudio de más de cincuenta obras de arte -el pretexto es la explicación de las mismas a una niña que está en peligro de perder la vista-; también está muy bueno.

El viernes me desperté un poco antes de que sonara la alarma; había estado teniendo un sueño bien raro: en el mismo estaba visitando a Mahatma Gandhi; era todo muy raro; como que lo estábamos entrevistando, pero, por supuesto, su comportamiento no era muy normal.

Cuando me desperté me recordé del anciano que visitamos con el grupo que vino del Imperio del Norte el año pasado: o sea, es un anciano que no podía utilizar sus piernas y la comunidad le había construido una casita.

Me levanté a meditar y luego jalé la computadora a la cama, para entrar a la reunión diaria del equipo; en el ínterin completé la palabra de wordle del día; el patrón de las reuniones sigue sin cambiar: no hay participación de nuestra área.

Después de la reunión me quedé en la cama, viendo si podía adelantar un poco en la última tarea en la que estaba involucrado; pero no encontré muchas opciones; completé las lecciones de Duolingo y revisé mis correos personales.

El resto de la mañana estuvo normal; más o menos a mitad de la jornada, aprovechando que me envió cierta información, le comenté a mi supervisora que no habíamos recibido la aprobación de mis vacaciones por parte del dev más antiguo del equipo.

Un poco más tarde ví que envió un recordatorio, pero este también se quedó sin respuesta; estoy planeando escribirle a esta persona directamente el próximo lunes -por la app interna de mensajería- para obtener su aprobación.

Por la tarde estuve leyendo un poco del libro de francés; además estoy intentando agregar las obras de arte que se mencionan en el mismo a mi ambiente; por lo pronto puse en el escritorio de mi laptop con Ubuntu las dos primeras obras: Venus y las tres gracias de Botticelli y la Mona Lisa de Leonardo.

Al final de la tarde hicimos la rutina de ejercicios de los viernes; después del baño me metí a la cama de Rb y avancé en la película en francés que había estado viendo durante la semana: Ad Vitam; pero antes de terminarla recibí una llamada.

Casi nadie me llama por teléfono; y ni siquiera tenía registrado el número, pero era mi amigo que vive en la colonia que residí por una década; me comentó que había sufrido un derrame cerebral el lunes de la semana.

La verdad la llamada fue bastante rara: o sea, quien me llamaba me saludó por el pseudónimo que utilizaba en el grupo de risoterapia en el que participé durante más de diez años; casi nadie me conoce ya por ese nombre.

Pero la voz sonaba diferente; y la razón era el accidente cerebrovascular que había sufrido: según mi amigo, se durmió el domingo de forma normal; pero cuando se despertó en la mañana del domingo sintió algo raro en el rostro: tenía torcidos el ojo izquierdo y el mismo lado de la boca.

Pasó el lunes sin hacer nada y el martes le pidió a un tío (que había sufrido un evento similar unos años antes) que lo acompañara al doctor; el mismo confirmó el diagnóstico y empezó el tratamiento: mi amigo debe tomar diez dósis de medicamentos diariamente.

Además, medirse la presión arterial (según el médico esa fue la causa) tres veces al día y medir su nivel de azúcar en la sangre cada dos días; estuvimos hablando casi media hora y quedamos en vernos el segundo domingo de febrero.

El sábado temprano me encontraba soñando una de las escenas típicas -o más bien una mezcla de las mismas-: llegaba tarde a un exámen del primer curso de matemáticas de la facultad; el auxiliar era el mismo de la vida real (luego llegó a ser rector de la universidad nacional, luego lo metieron preso, acusado de corrupción).

Total que estaba haciendo el exámen y el auxiliar se iba; tenía que salir a buscarlo para entregar lo poco que había contestado del mismo; también -o luego- iba en automóvil con mi hijo mayor; él en el asiento del piloto pero yo era el que manejaba; un relajo.

El reloj sonó a las siete y media y me levanté a meditar; luego hice la palabra diaria de Wordle (Crisp, en tres líneas) y las lecciones matutinas de DUolingo; la app está dándome demasiado tiempo doble en la mañana: aunque completé más de media hora aún tenía cincuenta y tres minutos extras.

Había escuchado -mientras meditaba- que Rb se había levantado a sacar a uno de sus perros; luego de que entraran ya no los escuché; a las ocho y media me levanté a preparar mi desayuno de los sábados, mientras escuchaba un poco de boops -la música (prohibida) de mi adolescencia-. 

La noche anterior mi hija me había escrito para comentarme que estaban por revisar (nuevamente!) la cuota mensual de mantenimiento del apartamento; la verdad me frustra: en noviembre (o diciembre) aumentaron más del treinta por ciento de la misma (además de una cuota ‘extraordinaria’) y no sé qué esperar.

Durante el desayuno pagué la cuenta de la electricidad del lugar de mis hijos; me sorprende que, a pesar de haber agregado una secadora/lavadora, la cuota anda más o menos en el mismo nivel que antes; también le transferí doscientos dólares a Rb pues planeaba comprar comida para sus perros.

Después del desayuno nos dirigimos a la sucursal local del supermercado en donde compramos artículos a granel; aunque cuando salimos, la llanta que me dió problemas el día anterior estaba nuevamente -aunque no completamente- baja.

Pasamos a la gasolinera que queda a tres o cuatro cuadras y, además de llenar el tanque, pedí prestado el calibrador para reponer el aire de la llanta en cuestión; esos fueron como treinta dólares en combustible -aparentemente está nuevamente al alza-.

En el supermercado Rb compró un par de sacos de comida para sus perros -teme que por la inflación se le estará dificultando este año la disponibilidad de variedad de comidas para sus perros-; yo también compré un saco de comida para los perros de mis papás (me toca que ir a verlos a principios de Marzo.

También compré, en la salida del supermercado, un pastel de tres leches; tenía varios meses de no adquirir este tipo de pastel en esta cadena, pues los últimos los había encontrado demasiado secos; afortunadamente el de esta ocasión estaba muy bien en ese aspecto.

A las once y media empecé a preparar las ensaladas que llevaría para el almuerzo con mi hija mayor; luego saqué a caminar a la perra más pesada de Rb y, después de tomar una ducha, tomé el automóvil y me dirigí al apartamento dem is hijos.

El tránsito estaba bastante fluido; me parece que no me tuve que detener -aparte de los semáforos- en ningún lugar de la ruta; llegué al edificio en donde viven mis hijos antes de la una y encontré a mi hija mayor terminando de trapear la sala del apartamento.

Le propuse que fueramos al parque temático de costumbre y le pedí ayuda para cargar una de las mochilas: en una llevaba mis dos cajas de lápices de dibujo, cuatro o cinco cubos de Rubik y mi computadora; en la otra -la térmica- llevaba dos ensaladas, dos aderezos, dos coquitas y una bolsa de snacks -también un par de platos hondos-.

Llegamos al parque sin ninguna novedad y nos dirigimos a comprar un par de hamburguesas con queso; había bastante viento en la ciudad -creo que producto de algún frente frío que acaba de entrar al país- y nos sentamos en unas mesas detrás del quiosco en donde compramos las hamburguesas.

Después del almuerzo nos dirigimos a la rueda de Chicago más alta del parque -y del país, creo- pero, me parece que debido al viento, no estaba en funcionamiento; entonces nos dirigimos al zoológico, en donde observamos algunos de los animales del lugar.

Antes de retornar a su lugar de habitación le propuse a mi hija que practicáramos un poco la resolución de los cubos de Rubik de 4x4x4 y 5x5x5: aún le falta internalizar un paso del primero y uno del segundo; nos estuvimos un buen rato en una banca del lugar; luego retornamos a casa.

En el camino pasamos a un supermercado pues quería reponer el té que había tomado de su reserva la semana anterior; pero no ví del mismo tipo -amaretto-, por lo que nomás compré un par de cajas -estaban en ‘oferta’- de manzanilla con miel; también compramos, en el mismo comercial, un zeppelin.

Antes de subir al nivel en el que viven -séptimo- le pedí a mi hija que me acompañara a revisar el aire de la llanta que había rellenado por la mañana; luego de comprobar que no se veía en mal estado subimos al departamento.

Le escribí a mi hijo menor para proponerle que nos acompañara con un cafecito y un trozo de zeppelin pero no obtuve ninguna respuesta; le propuse a mi hija que vieramos una parte de FLow, lo cual hicimos, acompañando con una taza de café y un poco de zeppelin.

A las cinco y media me despedí de mi hija y retorné a mi casita; el tránsito seguía ligero por loq ue cuando me estaba parqueando aún no había oscurecido -eran casi las seis de la tarde-; por la noche entré a una aplicación que mi hija me había recomendado como una alternativa -o complemento- a Duolingo: Busuu; la había instalado en mi móvil por la tarde y la exploración de la misma que hice en la noche me agradó.

También completé algunas lecciones de DUolingo, repasé las primeras dos (de cuatro) partes del exámen de ITIL Foundation que he estado repasando (100% y 94% respectivamente) y leí un poco de Las que no duermen NASH; el nuevo libro de Dolores Redondo.

Un poco antes de las once me retiré a mi habitacón; leí un poco, medité e intenté dormirme; pero, me imagino que por toda la comida del día, me costó bastante dormirme: estuve intentando inducir el sueño a través de la respiración, finalmente me dormí.

El domingo me levanté a las siete y media; medité dieciseis minutos y retorné a la cama; pero no me dormí: resolví el Wordle del día, luego hice algunas de lecciones de Duolingo y algunas lecciones de Busuu.

También resolví los dos questionarios de ITIL Foundation (100% y 98%); después me levanté a preparar mi desayuno de los domingos; el que acompañé con un cuarto del pastel de tres leches que traje el día anterior.

A las nueve y media -ya que habíamos quedado con Rb de empezar a preparar los ingredientes para los almuerzos de la semana a las diez- llené un cubo de agua, le eché detergente y salí a lavar el auto; la llanta trasera estaba más baja que la tarde anterior -pero no tanto como la mañana anterior-; me tomé mi tiempo para lavar el auto (utilicé una playera vieja en una escoba, para enjabonarlo).

Aproveché el pretexto para saludar al anciano que sale a caminar todas las mañanas en la calle (y que se ha hecho cargo de las malezas que rodean el cerco desde hace más de un año); después entré a cortar y cocer las papas que utilizaríamos para preparar el día siguiente la tortilla española; también corté en cubos pequeños un poco de champiñones y un par de chiles pimientos.

Almorzamos las alitas de los domingos, acompañado de un consomé; después sacamos a caminar a los perros; aproveché el tiempo entre la caminata y la comida de los perros -más o menos media hora- para completar la primera sección del libro de Dolores Redondo.

Rb le dió de comer a sus perros quince minutos antes de lo usual: queríamos salir antes de las tres hacia la casa de nuestra editora; el tránsito estaba bastante ligero por lo que, aunque pasamos a una gasolinera a rellenar la llanta trasera que anda perdiendo aire, llegamos a la casa al otro lado de la ciudad antes de las cuatro de la tarde.

Nuestra editora nos recibió en la sala de su casa -es una mansión de tres niveles- y estuvimos en esa área un rato pues su padre -padece diabetes y se había herido la pierna unos días antes- llegó para que le realizaran una curación -el esposo de nuestra editora es un pediatra (semi) retirado-.

Después pasamos al comedor; Rb llevaba su propia comida -por aquello de la contaminación cruzada- y nuestra editora nos compartió un pastel de pollo muy bueno -acompañado de sopa de verduras y una ensalada bastante variada-.

La sobremesa estuvo extensa -conversando sobre muchas situaciones cotidianas: Rb y nuestra editora se conocen desde hace más de cuarenta años- y al caer la noche subimos al tercer nivel; en donde han instalado una mesa de juegos; nos enseñaron un juego de cartas y conocimientos.

A las ocho de la noche Rb indicó que debíamos retirarnos pues antes de las nueve sus perros debían cenar; por lo que completamos el último turno del juego y nos despedimos; el retorno estuvo tan tranquilo como la ida; aunque me sentí bastante raro de andar manejando de noche en ese extremo de la ciudad.

Antes de las nueve estaba parqueando el auto frente a la casa de Rb y, aprovechando que aún no eran las nueve, me metí a mi habitación a hacer unas lecciones de Duolingo; luego hice algunas lecciones de Busuu, y terminé de completar el segundo grupo de preguntas de ITIL Foundation.

Salí un momento de la habitación después de las diez y le comenté a Rb que iba a tratar de acostarme un poco más temprano pues, debido a la profusión de comida del día, temía que me iba a costar conciliar el sueño; afortunadamente no fue el caso.

Y a ver cómo sigue eso...

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lunes, 20 de enero de 2025

Segunda vez, y el auto otra vez... Second time and the car again... Deuxieme Fois et la voiture encore...

Hace unas semanas estaba pensando que era una lástima que únicamente un año pude ayudar como traductor en jornádas médicas; aunque no, realmente fueron dos años; porque el hospital en el municipio aledaño fue en agosto del 2023; y aunque estuve dispuesto el año pasado a repetir ese, no se dió.

El año pasado asistí cinco o seis días a traducir en un departamento aledaño a la ciudad; luego fuí por un par de dias a un departamento bastante alejado -para recibir capacitación- y, unos meses después, volví al mismo departamento a acompañar a una iglesia del Imperio del Norte.

El primer evento no me gustó: me tocó que viajar todos los días al lugar; el segundo estuvo bien; y el tercero también; aunque, no recuerdo la razón, no pensaba repetir el tercer (en el primero, definitivamente, no quería continuar).

Total: en el hospital me reporté disponible para repetir pero no me convocaron; en el segundo grupo no respondí llamados (aunque luego intenté comunicarme) y del tercero ya no había tenido noticias; con lo que creí que hasta allí llegaba mi aventura como traductor.

Pero no, la semana pasada me contactaron del tercer grupo y quieren que acuda nuevamente al día de capacitación -y esperaría repetir al menos otra visita grupal- por lo que, al parecer, aún es algo en progreso.

 Y el auto nos volvió a fallar: después de algunas semanas de arranques irregulares ayer volvió a morirse; se encienden las luces del tablero pero no arranca; esperamos que el mecánico venga mañana y nos pueda dar un buen diagnóstico.

Y a ver cómo va eso...

 El lunes me levanté a meditar a las siete y media; me sentía un poco agotado -he tenido dificultades para conciliar el sueño y, debido a nuevos perros en la cuadra, creo que me he estado despertando de madrugada-, medité y salí a traer la computadora para entrar a la reunión de equipo.

Después de la reunión me quedé en la cama, revisando mis correos personales; a las nueve Rb entró a la habitación: no había podido dormir bien por estar pensando en el perro que le vinieron a ofrecer el otro día (estaba convencida que lo fueron a abandonar en cualquier lugar).

Un poco antes del mediodía ví un mensaje que mi único amigo de la infancia me había dejado en whatsapp: quería que lo llamara; lo que me preocupó un poco pues usualmente soy yo el que lo llama.

En el ínterin llamé a mi amigo que vivía en la ciudad del Imperio en donde viví hace casi veinte años -aunque ahora ya se cambió de estado (y costa)-; estuvimos conversando un rato sobre las últimas novedades: aún no ha encontrado trabajo en la localidad en la que vive desde finales del año pasado.

Al mediodía logré comunicarme con mi amigo de la infancia -al parecer habían cortado la electricidad en su colonia y por eso no había podido contestar mis llamadas anteriores-; lo que quería era un préstamo.

Le transferí sesenta dólares y pensé que debía empezar a elaborar en una buena excusa para no seguir prestando (regalando más bien) dinero; y creo que lo que haré es aducir problemas en mi cuenta bancaria; creo que me ha funcionado otros años.

Por la tarde terminé el libro de Análisis de Datos de la línea de tecnología; y al finalizar la tarde completamos la rutina de ejercicios de los días lunes; después de la ducha terminé de ver la película de El Señor de los Anillos.

También ví el siguiente capítulo (creo que el séptimo) de la primera temporada de EL día del chacal; y, como el final del libro de tecnología fue bastante anticlimático, empecé a leer el siguiente libro en la misma línea: Hackers and Painters.

El día empezaba a clarear el martes cuando un zancudo me despertó; o eso creo: escuché a un insecto revoloteando cerca de mi cabeza y ya no me pude volver a dormir; me levanté -era un poco antes de las siete-, salí al baño y jalé la computadora del trabajo a la cama; luego medité quince minutos.

Entré a la reunión a las ocho -aunque no aparecí en el listado de tareas pendientes del ciclo- y después me quedé en la cama haciendo Duolingo y revisando mis correos; además llegué a la pregunta 56 -de 330- del cuestionario de ITIL.

Aunque no me gusta tomar vacaciones ya acepté que debo descansar dos jueves al mes; por lo que llené el formulario -y la base de datos- para descansar dentro de un par de días -y dentro de dos semanas-; a las nueve y media salí, por fin, de la cama y me preparé el desayuno.

El resto del día estuvo bastante normal: un poco de trabajo, un poco de lectura, un poco de código e incluso he estado resolviendo el wordle del día; luego del horario laboral fuimos a los supermercados en dirección sur; nomás compramos bananos.

El miércoles me levanté a las siete y media y, después de meditar, retorné a la cama a hacer las lecciones matutinas de Duolingo; la noche anterior había (re) encontrado un curso básico de Python en la página de Cisco y este día completé un para de las cinco secciones.

Los primeros dos días de la semana almorzamos el pollo en crema (vegetal) que habíamos preparado el domingo; este día preparamos -nuestra versión de- espaguetis a la bolognesa.

Al final del día realizamos los ejercicios de la rutina de la mitad de la semana; por la noche dejé casi completado el reto semanal (sesenta lecciones con más del 90% de exactitud); también terminé de leer el libro de la línea de ficción: Memory Piece; puse en la lista de espera uno de los libros que encontré en GoodReads, pero aún no sé con cual continuar.

El jueves me levanté a meditar a las siete y media; después -como era mi primer día de vacaciones del año- retorné a la cama a hacer Duolingo; y a leer un poco del libro de francés (Granby au passé simple): habíamos quedado con Rb de salir hacia el mercado en el centro histórico después de que desayunara.

Un poco después de las nueve y cuarto salimos de casa; llegando a la garita vimos un busito que avanzaba por el boulevard; ya no tuvimos tiempo de abordarlo, por lo que nos tocó que esperar casi quince minutos al siguiente.

El tránsito no estaba muy pesado y el Transmetro tampoco estaba muy lleno; en la municipalidad tomamos la siguiente unidad de transporte y, en la tienda de especias del centro histórico, compramos algunos ingredientes: yo, cuatro bolsas de gelatina; Rb, canela y otra especie.

Después retornamos en Transmetro al mercado, en donde Rb adquirió las frutas que consume habitualmente durante la semana; después del mercado retornamos al centro comercial desde donde salen los busitos que vienen al boulevard; allí compramos una pequeña red de aguacates y luego abordamos el bus a casa.

Por la tarde -seguía de vacaciones- avancé en la lectura del libro de francés, en el curso de Python -es bastante básico- y también estuve practicando la solución de los cubos de Rubik de 3x3x3 y 4x4x4.

Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; yo tenía que comprar aún algunos ingredientes para el desayuno del domingo (invité a mi amigo que vive en el otro extremo de la ciudad) y algunos elementos de limpieza que me encargó mi hija mayor.

En el camino de regreso pasamos a la panadería en la que usualmente me proveo de pan para los desayunos del fin de semana; por la noche estuve jugando varias partidas de ajedrez: decidí bajar de nivel el programa -de siete a cuatro- para tratar de mejorar un poco mi estrategia.

Este día recibí un mensaje de un número que no tenía registrado en whatsapp; tampoco estaba en mi teléfono anterior (aún sobrevive); pero sí lo encontré en mi correo de Microsoft: era del BA con el que trabajé hace algunos años y a quien quise regalar un libro de PM el año pasado.

Ya lleva más de un año buscando empleo y me contactó para inquirir si sabía de alguna oportunidad dentro de la empresa en la que continúo; le indiqué que averiguaría con mi supervisora; aprovechando el momento le escribí al costarricense con quien él trabajaba en la época en la que coincidimos laboralmente.

Esta persona se había pasado a trabajar -según él- a Alphabet -realmente a una tercerizadora de servicios de Argentina- y, como en su perfil de LinkedIn aún no había cambiado su información, lo contacté por whatsapp para ver si aún andaba por allí.

Me respondió -bien tarde- comentándome que ahora trabajaba con la filial local de una oficina que le provee servicios a la empresa en la que trabajo -trabajé muy de cerca con ellos hace unos tres o cuatro años y supe de varios ex compañeros que se habían mudado hacia allí-.

De hecho me indicó que andaban buscando una persona para cubrir una función similar a la mía y me preguntó si quería pasarme (“me pagan mucho mejor que allí”, fue su comentario); le señalé que no tenía planes de cambiarme (ya más de diez años por acá) pero que, cuando me despidieran, eran mi primera opción; estuvimos conversando casi hasta media noche.

El viernes retorné a trabajar; me levanté a las siete y media, después entré a la reunión diaria; pero aún no se ve nada claro con las asignaciones de nuestro equipo; de hecho sigue la misma mecánica: nomás participa el equipo principal en la actualización diaria.

A media mañana recibí una llamada que me puso contento: era de la organización con la que fui a traducir el año pasado -a uno de los departamentos más peligrosos del país- y querían saber si quería continuar este año.

Por supuesto que acepté de inmediato; y quedaron de enviarme la información para repetir el día de capacitación al que asistí en el mismo mes del año anterior; le comenté a Rb sobre mis planes (no recordaba el drama que habíamos tenido el año pasado por el mismo evento) y no se mostró muy sorprendida.

Por la tarde continué avanzando en el curso de Python básico, practicando con los cubos de Rubik y jugando algunas partidas de ajedrez -aún en el nivel 4 de 10-; para finalizar la semana realizamos los ejercicios de la rutina de los viernes; después ví una parte de la película Chacal (con Richard Gere y Bruce Willis).

También terminé de leer el libro de la línea de español: de la autora coreana y cuyo protagonista padece de alexitimia (spoiler alert: al final del libro ya no sufre del padecimiento y el arco es más o menos el mismo de Harry Potter -o Jesus-).

Sopesé con qué libro continuar en esa línea; la mayor parte de lo que leo lo encuentro en las referencias de GOodReads pero, por ser un sitio anglo, no he visto mucho de libros en español; al final me decidí por un libro de Dolores Redondo (creo que sería el séptimo u octavo de la misma autora).

También encontré un libro en francés que agregué a la lista de esa línea: Les Yeux de Mona; primero lo ví en español (los ojos de MOna), pero al ver el nombre de su autor y confirmar que es francés, decidí aprovechar el hecho: me ha costado encontrar libros en ese idioma.

El sábado me levanté a meditar a las siete y media y luego retorné a la cama a hacer mis lecciones matutinas de Duolingo; habíamos quedado con Rb de ir a los supermercados en dirección sur después de que desayunara por lo que me levanté a preparar mi desayuno.

En el mercado más lejano Rb compró unas mollejas y en el que queda a medio camino compramos un poco de bananos; nos tardamos menos de una hora en el recorrido por lo que cuando regresamos me puse a leer un poco antes de preparar las ensaladas que pensaba llevar por la tarde para almorzar con mi hijo.

A las once y media empecé a preparar las ensaladas: zanahoria rallada, aguacate y manzana verde en trozos y lechuga picada; y preparé dos porciones de treinta y cinco gramos de aderezo ranch; metí eso, junto con dos coquitas y una bolsa de snacks en la mochila hielera de Rb.

Metí mi Ideapad en mi mochila regular y puse ambas mochilas -junto con la bolsa de mandarinas y los recipientes de desinfectantes y limpiavidrios- en el lado del copiloto del auto; afortunadamente no había mucho tránsito por lo que me llevé un poco más de media hora en el trayecto.

Pero, al bajarme del auto me dí cuenta que la llanta trasera del lado del piloto estaba completamente desinflada: debía repararla antes de volver a casa; le comenté a mi hijo lo que me había pasado pero le indiqué que vería la solución luego de retornar del parque temático al que hemos estado acudiendo cada mes.

Caminamos el par de kilómetros que nos separan del parque temático -mi hijo me ayudó con la mochila regular, mientras yo llevaba la hielera- y en el camino pasamos a un cajero puse me había quedado sin efectivo.

En el parque nos dirigimos directamente a la tienda en donde venden comida rápida y compramos un par de hamburguesas con queso (cuatro dólares); luego buscamos un lugar para almorzar, lastimosamente el lugar más amplio con mesas estaba -otra vez- ocupado por alguna empresa.

Afortunadamente la banca bajo los árboles, en donde hemos comido en otras ocasiones, estaba vacía; limpié el área con las toallitas con lejía que cargo en la mochila y procedimos con el almuerzo; luego armamos un par de veces los cubos de 3x3x3, 4x4x4 y 5x5x5.

Después invité a mi hijo a que nos subieramos en la rueda de Chicago más grande del lugar; había un fila un poco extensa pero no tardamos tanto en ocupar una de las canastillas del juego mecánico.

Después de bajar de la rueda de Chicago retornamos al departamento de mis hijos; en el camino pasamos a comprar un par de zepelines (uno para el café de la tarde y el otro para el desayuno del día siguiente).

Cuando entramos al edificio le pedí a mi hijo que me acompañara a quitar la llanta del auto que necesitaba llevar al pinchazo (encontré uno a mitad del camino entre el apartamento y el parque: cerraban a las cinco de la tarde); había planeado llevar la llanta cargándola en el hombro.

Pero luego decidí poner la llanta de emergencia y conducir el auto hasta el pinchazo; lo raro es que la llanta de emergencia -es una donita- tambien estaba baja; por lo que ni apreté mucho los tornillos y le pedí a mi hijo que se subiera y me acompañara.

Cuando desinstalé la llanta me dí cuenta que tenía un tornillo incrustado; y efectivamente, el señor en el pinchazo utilizó un alicate para extraerlo y luego -usando una herramienta que parece aguja capotera- le colocó un tarugo; aproveché para que la reinstalara (tres dólares); luego conduje el auto de vuelta al edificio donde viven mis hijos.

Al entrar al departamento y poner agua a calentar me percaté que ya no cargaba paquetes de café instantáneo (el último lo había utilizado el mes anterior en la casa de mi amigo voluntario) por lo que tomamos un par de paquetes de té de mi hija mayor y con eso preparamos un par de tazas de té.

Le habíamos escrito ambos a mi hija mayor para ver si nos acompañaba con una bebida caliente y un trozo de zeppelin; y a ver una parte de la película animada FLow; pero ella no respondió a nuestros mensajes -no ha perdido la costumbre de dormir la mayor parte del día-.

Con mi hijo menor tomamos té de amaretto y zeppelin y vimos la mitad de FLow -está muy buena-; a las cinco y media me estaba despidiendo de mi hijo cuando mi hija mayor salió de su habitación; me despedí también de ella; luego retorné a mi casita.

Por la noche ví una parte de la película del Chacal que había empezado a ver la noche anterior e hice algunas lecciones de Duolingo; había tenido -lo brindan cada cierto tiempo- SuperDuolingo por tres días por lo que había acumulado bastante puntos en la liga semanal; pero llegó a su final el sábado por la noche.

El domingo me quería levantar a las siete de la mañana: había invitado a desayunar a mi amigo que vive al otro lado de la ciudad y me había confirmado que vendría a las nueve; planeaba meditar, hacer Duolingo, limpiar la mesa y, luego, ponerme a preparar el desayuno (usualmente esto último me toma como una hora).

Puse la alarma para las siete de la mañana y me dormí un poco después de medianoche; lo raro fue que Rb vino a hablarme de madrugada: un alacrán se había metido en su cama y la había picado -dos veces, en un brazo-; no creo haber respondido muy bien a su noticia pero intenté seguir durmiendo.

Me levanté a las siete, medité, hice las lecciones matutinas de Duolingo y luego limpié la mesa del comedor (metí mis dos computadoras a mi habitación y la de Rb al cuarto de la comida de los perros); después tomé una ducha y me metí a la cocina.

Rb se levantó un poco después y me comentó -nuevamente- lo del alacrán; continué preparando el desayuno: omelette de embutidos y champiñones, frijoles refritos, plátanos fritos y café.

Mi amigo vino un poco después de que completara el desayuno (a las nueve y un minuto) y nos pasamos el siguiente par de horas entre desayuno, conversación (con Rb, sobre sus viajes) y práctica del paso cinco de la solución del cubo de Rubik de 3x3x3; además le comenté lo de la dificultad reciente del auto para arrancar.

De hecho salimos a ver el estado del motor y arrancamos el auto un par de veces, sin ningún incidente; un poco después de las once mi amigo empacó la bocina USB, que le había regalado un poco más temprano, y nos despedimos.

Con Rb preparamos las alitas y ensalada de los domingos y almorzamos; después sacamos a caminar a los perros; habíamos quedado en ir a un supermercado que queda a -más o menos- tres kilómetros de distancia por lo que, después de lavar los trastos y preparar tés, nos dispusimos al viaje en auto.

Pero el auto no arrancó; lo que es una decepción; pero, por otra parte, me conformé que haya sido acá y no en algún lugar desde donde hubiéramos tenido que pagar una grúa para moverlo.

Entré a escribirle al mecánico y quedó en que viene el próximo martes por la tarde; luego nos dirigimos caminando a los supermercados en dirección norte: necesitábamos hígados de pollo para los almuerzos de la semana.

Pero en el supermercado en donde nos proveemos habitualmente no había lo que necesitábamos por lo que caminamos hasta el que habíamos previsto ir en automóvil; adquirimos un par de bandejas de hígados y un galón de lejía; luego retornamos a casa.

En total caminamos por casi un par de horas entre la ida y la venida del supermercado; después nos pusimos a preparar los almuerzos de la semana: yo exprimí un poco de ajo, rallé un par de zanahorias y corté un par de chiles pimientos en juliana -y corté en trozos las bandejas de hígados de pollo-.

Rb picó las mollejas del pollo y luego preparó una gran fuente de arroz, mezclándolo todo con los ingredientes que habíamos preparado anteriormente; para terminar la tarde le envié -por un servicio de transferencia de archivos- la película que empecé a ver ayer, al amigo que vino esta mañana.

Y a ver cómo sigue eso...

lunes, 13 de enero de 2025

Almendras y amígdalas… Amandes et amygdales… almonds and amygdala…

La primera vez que escuché -o leí, más bien- la expresión alexitímia me pareció un ideal: no experimentar emociones; o al menos eso fue lo que entendí cuando leí el libro de Goleman: Inteligencia Emocional.

O sea, para mí era muy atractiva la idea de no ser esclavo de mis emociones; creo que por esa época llevaba cuatro o cinco años de convivencia con la madre de mis hijos y estaba harto del drama: desde joven traté de no tener mucho drama -o que el drama fuera más o menos controlado- pero con la mamá de mis hijos la relación era bastante tórrida -y/o tóxica?-; pasábamos de pelearnos a intimar.

Entonces, razonaba, si no me dejaba llevar por la emociones -o si no las sentía- podría tener una vida más tranquila -sin los altibajos que conllevan la ira, la tristeza, entre otros-; por supuesto que era nomás una ilusión.

Porque al final, las emociones (creo) son las que nos hacen humanos, o al menos nos reviste de humanidad; y estar fuera de la ‘normalidad’ usualmente nos coloca una diana en la espalda.

Y eso es lo que le pasa al protagonista de Almendra -esta palabra en el griego antiguo se utilizó para nombrar a la amígdala-: por cuestiones fisiológicas (sus amígdalas en el cerebro no se desarrollaron adecuadamente) padece de alexitimía.

O sea, no puede sentir -y menos, expresar- emociones: si se quema aún así vuelve a acercar la mano al objeto caliente; no se ríe, ni puede racionalizar la tristeza de ver a su madre y abuela siendo asesinadas frente al mismo; el libro se compone de setenta y cinco capítulos y estuve sopesando si leerlo en dos o en tres partes (25 capítulos o 38); al final -lanzando una moneda al alire- me decidí a leerlo en dos partes.

Aún debo leer la segunda…

Y el orden normal no funcionó: aunque la noche anterior medité, leí e intenté dormirme; me fue imposible conciliar el sueño; estoy sospechando que la causa es demasiado almuerzo: la pizza que preparé el sábado -con trigo sarraceno- estuvo bastante grande (de hecho la dividí en tres partes en vez de dos).

Estuve dando vueltas en la cama hasta altas horas de la madrugada; incluso cerca de las tres estuve a punto de quedarme dormido pero un zancudo me interrumpió: traté de ignorarlo pero, finalmente, me levanté y utilicé la raqueta para eliminarlo.

Escuché cuando Rb se levantó a darle de comer a su perra mas anciana y oí los mensajes de la aspiradora robótica cuando la puso a cargar; en algún momento después -muy después- de las tres me dormí.

A las siete y media la alarma del celular sonó y me levanté a meditar; luego retorné a la cama a esperar la primera reunión de equipo de la semana: la mayor parte del equipo retornaba de vacaciones de este día por lo que estaba a la expectativa.

La reunión estuvo tranquila: al parecer se acerca un gran deployment y las tareas que está realizando mi equipo han quedado en segundo plano; volví a almorzar lo de los dos días anteriores: Super Pizza de trigo Sarraceno.

Al final del día laboral hicimos con Rb los ejercicios de la rutina del día lunes y por la noche hice algunas lecciones de DUolingo; empecé mal la semana en esta área pues el día anterior había -por error- utilizado los treinta minutos de puntos dobles y el lunes me olvidé en todo el día de hacer lecciones.

Afortunadamente pude dormir sin ningún sobresalto; me levanté a meditar a las siete pues la directora del grupo de voluntariado al que me anoté la semana anterio había quedado de venir alrededor de las ocho de la mañana.

Había ordenado un calendario/planificador anual de la fundación (seis dólares) y me había enviado un mensaje un par de días antes comentándome que -por estar el colegio de su hija en el sector- vendría personalmente a entregármelo.

Medité quince minutos, luego hice un poco de Duolingo y luego me di una ducha; después salí a desayunar al comedor; al final la señora vino alrededor de media mañana y en lugar de un calendario me trajo dos.

Almorzamos una parte del asado que preparamos el domingo y luego sacamos a caminar a los perros; al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; en el más alejado compré un frasco de café instantáneo de los más baratos.

En el siguiente supermercado -el que queda a medio camino- compré otro frasco de café instantáneo -de una marca no tan popular que maneja Nestlé- y adquirimos bananos y lechuga -además, pasamos a la veterinaria pues Rb necesitaba cierta medicina para sus perros-; por la noche avancé un poco en el libro de inglés (Memory Piece) y en el reto semanal de Duolingo: completar setenta y cinco lecciones para recibir treinta minutos de puntos dobles.

El miércoles tenía la expectativa de dos reuniones: la primera era con mi supervisora; un par de días antes me había enviado la convocatoria para nuestras reuniones quincenales para ver la actualidad del trabajo.

La otra reunión la había convocado el compañero que menos bien me cae; los otros dos no tanto: uno es bien jovencito, muy inteligente e incluso me dió aventón para retornar del convivio del trabajo en Diciembre; el otro vive en la misma pequeña ciudad en la que nació -y creció- mi padre; e incluso lo invité a desayunar la última vez que fui a visitar a mi tío paterno más joven (me lleva como doce años o así).

Pero este compañero tiene la costumbre de quejarse y quejarse -sin proponer una solución- y no sé qué tan joven sea pero su personalidad no me agrada (otra: los tres se anotaron al evento de ciberseguridad del año pasado, él no hizo ninguna actividad).

La reunión con mi supervisora estuvo normal: afortunadamente nos llevamos bien y nomás nos pusimos al día de los últimos acontecimientos del ámbito laboral; la otra reunión estuvo más o menos como lo esperaba.

El compañerito se empezó a quejar de que había ‘descubierto’ algunas tareas que no se habían realizado bien; y que, al final del día, sentía que lo que estábamos realizando no tenía sentido; y blah, blah, blah; traté de mantenerme en silencio pero al final terminé sugiriendo que, antes de seguir haciendo alboroto por la situación actual, sería mejor exponer -nuevamente- la situación, pero brindar alguna propuesta o alternativa; igual creo que mis palabras cayeron al vacío.

El jueves me levanté a las siete y media, medité y luego entré a la reunión del equipo; la cual continuó con la tendencia: cero interacciones con mi equipo; después salí a desayunar pues Rb tenía que ir a su visita semanal al mercado en el centro histórico; almorzamos lo mismo que -casi- toda la semana: pollo asado y (yo) embutidos; después de sacar a caminar a los perros estuve viendo un poco de un curso de Python en Kaggle.

Al terminar la jornada laboral nos dirigimos a los supermercados en dirección norte: Rb quería revisar el tamaño de los moldes de aluminio que utilizó en la jornada de horneo de Navidad; pero ya no había de esos modelos; nomás compró un par de bolsas de sal en el lugar.

Luego, en el supermercado, compramos un poco de bananos y yo adquirí un ingrediente que no había comprado en varios meses: queso con tocino para las galletas de mi cena; en el camino pasamos a la panadería y compré pan para los desayunos del fin de semana; por la noche estuve viendo un capítulo de El día de Chacal: la clásica historia de la Guerra fría sobre un francotirador por contrato, entrenado por el mismo ejército británico.

El viernes me costó levantarme; he continuado dificultad a la hora de conciliar el sueño; medité y luego retorné a la cama para entrar a la reunión de la mañana; la cual estuvo igual que toda la semana; después me quedé dormitando un rato en la cama; a media mañana me levanté a preparar el desayuno de los fines de semana: Rb me había obsequiado el día anterior una caja con ocho donas.

En la mañana continué -y concluí- el curso de Python en Kaggle -era super básico- y empecé a contemplar la posibilidad de obtener la certificación básica de CCNA: bajé un par de preguntas de exámenes y las formateé para usarlas con mi aplicación de React.

A media mañana pagué la factura de Internet -es la mitad del dinero que le transfiero mensualmente a Rb por permitirme vivir en su casa- y aproveché para pagar la factura de Internet del apartamento de mis hijos -y agregué el monto al balance-.

En la tarde, al final de la jornada laboral, realizamos los ejercicios de la rutina de los viernes; en la noche cambié el libro de la línea de español; el día anterior había empezado a leer El pequeño libro de la buena suerte, pero se me hizo muy intrascendente.

Así que, viendo opciones, empecé un libro que había visto hace algunos años -no recuerdo si en una biblioteca o en una feria del libro-: Almendra; es de una autora coreana -como la premio nobel de literatura del año pasado- y me gustó tanto que decidí leerlo nomás en dos partes.

También me costó -creo que por el libro- conciliar el sueño; llegué hasta casi media madrugada sin poder pegar las pestaña; al final me levanté a correr la cortina -lo que casi nunca hago- de la habitación, para reducir la cantidad de luz proyectada.

El sábado me levanté a meditar a las siete y media -a pesar del desvelo- y luego -como teníamos que salir más tarde hacia el supermercado en el que compramos artículos a granel- retorné a la cama a hacer mis lecciones matutinas de Duolingo.

Después de preparar el desayuno -y desayunar- nos dirigimos con Rb al supermercado; yo quería ver algunos artículos de limpieza que mis hijos me habían encargado; pero no encontré buenas opciones; Rb compró un saco de comida para uno de sus perros y varias de sus bolsas de semillas -yo compré la arroba habitual de avena-.

También compré un recipiente con mini cupcakes ya que debía ir al día siguiente a visitar a mi amigo que vive en la colonia en la que residí por más de una década -y en la que mis hijos crecieron-; por la tarde inicié otro curso -ahora en Machine Learning- en Kaggle.

Por la tarde ví dos capítulos de la serie El día del chacal; además, empecé a sopesar la idea de certificarme en ITIL Foundations en vez de CCNA; por lo que bajé un par de libros del tema y preparé trescientas treinta preguntas para utilizar con mi app de React.

En la noche ví un poco de la película -la había empezado el día anterior- La guerra de los Rohirrim -una caricatura japonesa con una precuela del Señor de los Anillos-; también concluí el ciclo de How Google Works y continué con Granby au passe simple.

El domingo me levanté a las siete y media; medité y retorné a la cama a hacer DUolingo; me sentía bastante agotado pues he continuado con dificultades para dormir -lo que, realmente, no es nada nuevo en mi vida-.

Como sabía que teníamos que salir hacia los supermercados en dirección sur con Rb puse la alarma para las nueve menos diez y continué dormitando; al final me levanté a las nueve, me vestí y salí a saludar a Rb.

Quien estaba bastante decaída y me comentó que no había podido dormir mucho: el día anterior una vecina vino a comentarle que se iba a mudar y no podía llevarse a su perro: quería ver si Rb podía adoptarlo; ella se negó pero la deprimió no poder hacerlo -y pensar que el perro sería pronto echado a la calle-.

Como Rb aún no había desayunado me metí a su cama y continué dormitando otra hora; un poco después de las diez me indicó que estaba lista y nos dirigimos al supermercado más cercano en direcciń sur.

Rb compró un poco de pollo y lechuga y luego retornamos a casa; yo no había desayunado y aún estaba dudando si hacerlo -o como: lo normal (avena y banano) o fin de semana (frijol, huevo, café y pan)-; al final desayuné lo segundo.

Después salimos a cosechar el café maduro de las plantas del frente de la casa; varias matas estaban bastante cargadas de fruto rojo por lo que puse un video de ACT en mi nueva computadora y usé los audífonos bluetooth por casi una hora, mientras -subido a la escalera- dejaba a las plantas sin café cerezo.

Después del almuerzo regular de los domingos (alitas con consomé y ensalada) sacamos a caminar a los perros y un poco más tarde -a las tres- me dirigí a la casa del voluntario que vive en la colonia donde crecieron mis hijos.

Era nuestro primer café del año y yo llevaba unos cuantos mini cupcakes y un par de las donitas que Rb me obsequió un par de días antes; la reunión estuvo normal: un par de horas tomando café y -al final- repasando los dos primeros pasos de la solución del cubo de Rubik de 3x3x3.

A las cinco y media me despedí de mi amigo y retorné a casita; por la noche estuve a punto de bajar de la liga -más de tres años de permanencia- más alta de Duolingo: tres o cuatro personas hicieron más de tres mil puntos ese día; al final me tocó que utilizar la media hora de puntos dobles.

Y quedé en el último lugar -pero al menos, permanecí en la misma liga-: el lugar dieciséis; por la noche ví el sexto capítulo de la primera temporada de El día del chacal y otro poco de la película animada de la serie del Señor de los Anillos.

Y a ver cómo sigue eso...

lunes, 6 de enero de 2025

Dificultades con el sueño, otra vez... Problems sleeping, again... Problèmes de sommeil, encore...

Me sucede de vez en cuando -desde mi infancia-: por más que intento conciliar el sueño paso horas en la cama nomás dando vueltas; muchas veces pensando en el pasado o preocupándome por el futuro, pero a veces -como anoche- sin ninguna razón en particular, nomás no puedo dormir.

Algo que he notado en los últimos años es que mi sistema digestivo ya no es tan benévolo como en el pasado: cuando ingiero alguna comida muy diferente -o como una cantidad un poco más elevada de lo normal- el estómago no me permite tranquilizarme lo suficiente para dormir.

Se supone que conforme acumulamos mas años la necesidad de dormir disminuye; o algo parecido a eso he leído en algún artículo; pero creo que eso se refiere a las últimas décadas de la vida humana; no creo aún haber llegado a ese punto.

Pero esta semana estuvo bastante difícil en esa área.

Y a ver cómo sigue eso... 

El lunes me había propuesto escribirle a la analista a la que había contactado -sin éxito- el viernes anterior: nuestro PM había pedido a nuestra área apoyo en ciertas tareas y nomás un compañero y yo hemos estado activos esta semana.

Pero no lo hice: me levanté a las siete y media, medité, verifiqué que no había reunión diaria y retorné a la cama; en donde estuve dormitando hasta pasadas las nueve; luego me levanté, aunque no desayuné inmediatamente.

El día anterior -por la cena del sábado- no había desayunado y había estado contemplando volver a la rutina de ayuno intermitente; al mediodía almorzamos un par de piezas de pollo reservadas de la semana pasada; por la tarde estuve leyendo un poco y, al final de la tarde, realizamos la rutina de ejercicios de los lunes; en la noche ví varios capítulos de la serie de Apple Invasion.

La semana anterior había quedado, con mi amigo asiático con algunos rasgos de autista, de llegar a su casa a las cinco y media pues el camión de mudanzas contratado llegaría a las seis; me levanté a las cinco, medité quince minutos y me dirigí a la colonia en la que viví más de una década -y en la que crecieron mis chicos-; no había nada de tránsito por lo que -a pesar de conducir despacio- llegué bastante rápido a su casa.

Me estacioné en la calle y bajé del automóvil; iba a llamarlo pero no tengo su número guardado dentro de mis contactos por lo que entré a Whatsapp; y ví un mensaje que me había enviado a las dos y media de la madrugada: ya no requería mi ayuda.

Dudé si llamarlo (aún eran las cinco y media de la mañana) pero decidí mejor retornar a mi casita; tenía esperanzas de dormir un poco antes de que empezara mi jornada laboral -las ocho-; regresé antes de las seis y me metí a la cama; pero no pude dormirme; manejar me había despertado completamente (afortunadamente, por otra parte); por lo que nomás estuve en cama; un poco después de las siete Rb llegó a la cama -había tenido un sueño raro- y estuvimos en cama hasta después de las ocho.

La mañana estuvo bastante tranquila; desayuné a media mañana y estuve terminando el libro de francés; almorzamos la mitad de los rollos de pollo que horneamos la semana anterior y luego sacamos a caminar a los perros.

Luego me dirigí al departamento de mis hijos; llevaba tres coquitas y dos bolsas gigantes de snacks (como la semana anterior) y una bolsa de tostadas; el tránsito estuvo bastante tranquilo por lo que llegué antes de las dos y media a su lugar.

Mi hija estaba en la sala y mi hijo salió un poco más tarde, refaccionamos los snacks y, como llevaba mi computadora, nos pusimos a ver algunos videos de Youtube (como la semana anterior) y después preparé café instantáneo y compartimos las tostadas; un poco después de las cuatro y media me despedí de mis chicos -mi hija iniciaba su turno laboral media hora más tarde- y retorné a mi casita; el tránsito estaba -nuevamente- bastante ligero.

Por la noche continué viendo más capítulos de la segunda temporada de Invasion; y me esperé hasta la media noche acompañando a Rb para darle soporte con sus perros -por la bulla de los fuegos artificiales de la medianoche-; a las doce y cuarto me retiré a mi habitación; meditando por primera vez en el nuevo año antes de dormirme.

El miércoles -por ser el primer día del año- era asueto laboral; me levanté a meditar a las siete y media y luego retorné a la cama; puse la alarma para las nueve menos diez y, cuando sonó, me levanté a desayunar.

Por la mañana estuve realizando los pagos del primer día del mes (la mitad de la cantidad con la que apoyo a Rb en las facturas mensuales, el mantenimiento del apartamento y las cuotas que dos bancos me cobran por el manejo de cuenta); aunque la operación no estuvo tan fácil pues el sistema estaba bastante lento.

Al mediodía almorzamos la otra mitad del pollo que horneamos la semana pasada y, después de sacar a caminar a los perros, ví los últimos tres capítulos de la segunda temporada de Invasion -creo que pronto publicarán la tercera-.

Al final de la tarde hicimos la rutina de ejercicios de los miércoles y, después del baño, vimos la mitad de No Country for Old Men (creí que Rb ya la había visto, pero no); también avancé un poco en el reto semanal de Duolingo.

El jueves era el primer día laboral del año; el día anterior el PM había enviado una convocatoria para empezar las reuniones diarias del equipo; me levanté a las siete y media, medité y entré a la reunión; en la que el Dev más antiguo -no sé si sea manager- revisó la disponibilidad de los miembros del equipo -en el Imperio del Norte tienen un asueto en la tercera semana-; y revisó algunos de los pendientes del mes anterior.

El resto del día estuvo tranquilo; avancé en el libro de no ficción (How Google Works) y en el libro de francés; Rb me había pedido que fueramos a los supermercados en dirección norte a las cuatro pues tenía que enviar unas medicinas a su sobrina que vive en el departamento en el cual nació.

Aprovechando el viaje pasamos a Office Depot a ver computadoras: mi portátil con Fedora 39 ya no me estaba dejando entrar a VSCode desde principios de la semana; había estado viendo portátiles en la página de la tienda en la que usualmente me proveo de implementos de tecnología pero no había visto algo que me llamara la atención.

En Office Depot encontré una de la misma marca que he estado usando durante más de diez años -tanto en el trabajo como en lo personal- y estaba en cuatrocientos dólares; la adquiría y por un centavo extra me obsequiaron una bocina USB.

Y luego nos pegamos una buena empapada: había estado nublado todo el día pero no creí que fuera a llover; pero cuando salimos de Office Depot había una llovizna un poco fuerte; de todos modos decidimos caminar (la portátil estaba dentro de dos bolsas plásticas y la bocina en otra).

Cuando llegamos a casa encendí la laptop y todo estaba normal (aunque los ventiladores estaban bastante ruidosos); la caja de la bocina -por no tener bolsa doble- sí estaba mojada en algunos puntos; lo bueno es que está completamente rodeada de otra bolsa plástica.

En todo caso, decidí regalarsela a mi amigo que vive en el otro extremo de la ciudad; empecé a revisar la portátil y me gustó en general; tiene un disco de medio tera y Windows 11; decidí reducir el tamaño de la instalación e instalar también ubuntu 24.04 LTS.

El viernes me levanté a meditar a las siete y media; al igual que el día anterior entré luego a la reunión diaria y -otra vez, como el día anterior- no me volví a dormir luego de la misma: me quedé en la mesa del comedor.

Luego de la reunión me dirigí a la panadería más cercana -el día anterior todas las panaderías estaban cerradas y en la tienda tampoco había pan- a adquirir pan para el desayuno; luego del mismo empecé con la instalación de Ubuntu.

Todo marchó bien y la portátil tiene un inicio en el que se puede seleccionar con qué sistema operativo arrancar: Ubuntu -por defecto- y Windows 11; al mediodía almorzamos pescado y por la tarde -luego de trabajar varias sesiones con Ubuntu- arranqué la máquina con Windows 11.

Y todo se estropeó: al reiniciar la computadora se quedaba en un loop antes de entrar al menú de selección de sistema; finalmente logré que arrancara Windows pero ya no me fue posible arrancar Ubuntu.

Me pasé el resto de la tarde intentando reparar el menú inicial; incluso consideré formatear el disco y dejar nomás Ubuntu (creo que eventualmente lo haré); a las cuatro y media realizamos la rutina de ejercicios de los viernes.

Por la noche continué reparando el acceso al menú de selección de sistemas operativos; desde la tarde estuve trabajando con Claude, ChatGPT y Phind; incluso llegué -en dos ocasiones- al límite de preguntas en el primero; afortunadamente tenía suficiente información para completar la tarea con el segundo; por la noche pude restaurar el acceso.

El sábado me levanté a meditar a las siete y media y luego retorné a la cama; me parece que en la madrugada el perro del vecino de la tercera casa se puso a ladrar por lo que me despertó e interrumpió mi ciclo de sueño.

Me levanté un poco después de las nueve y preparé mi desayuno; luego retorné a la cama a hacer las lecciones matutinas de Duolingo; no había terminado cuando Rb me pidió que la ayudara a preparar las masas de la pizza del almuerzo.

Luego se molestó porque yo insistí en no utilizar algunos ingredientes que me estaba ofreciendo; la verdad fue bastante confuso: utilicé una receta que me proporcionó ChatGPT; al final utilicé un par de ingredientes de los rechazados y puse a leudar la mezcla.

Luego Rb tomó las bolsas del mercado y salió; como habíamos quedado de ir a los mercados en dirección sur, también salí; pero la situación fue muy confusa: se puso a caminar a un paso bastante firme -a varios metros de distancia- y cuando estábamos más o menos a mitad del camino se detuvo y me reclamó por mi falta de comprensión (o por no aceptar mis errores, algo así).

Continuó en la misma distancia hasta llegar al supermercado más alejado; allí adquirió algunos productos  y yo compré embutidos para el asado a preparar el siguiente día y un poco de jamón para la pizza del día.

Después de pagar en caja metí las compras frías en la mochila y las frutas de Rb en otra bolsa; cargué con la mochila y dejé la bolsa; el camino hacia el otro supermercado lo recorrimos de la forma normal; en el otro supermercado Rb compró pollo para el asado y yo compré queso para la pizza; cuando retornamos me retiré a mi habitación a continuar configurando Ubuntu: me percaté que la computadora no emitía ningún sonido.

Al mediodía preparamos las pizzas y, luego de consumir la mitad, sacamos a caminar a los perros; después continué configurando Ubuntu; fue bastante trabajoso y tanto ChatGpt como Claude, Gemini, Phind e incluso Mistral; se quedaron cortos.

Al final encontré la solución en uno de los foros de Ubuntu -o de Reddit, no recuerdo muy bien- pero era una configuración del arranque del sistema: la tarjeta de sonido no estaba siendo reconocida por la falta de una instrucción al inicio; resuelto el problema del sonido salí a lavar los trastes -era una montaña, realmente- y preparé té de manzanilla para Rb y café -estoy por terminar la bolsa que me regaló mi amigo- para mí.

Después del café -con galletas- de la tarde terminé de aplicar la solución que había encontrado para el sonido y, un poco después de las seis, Rb me pidió que la condujera a una gran ferretería en la que había encontrado un cortador de pastillas: su hermana le regaló una dotación para un año de la medicina que debe tomar diariamente pero la dosis es el doble.

Acudimos a este supermercado -el tráfico estaba bastante pesado- y preguntamos por carbón -al día siguiente prepararíamos un asado y no habíamos comprado aún- pero las bolsas estaban bastante caras; compramos el cortador de pastillas y nos dirigimos al supermercado más cercano en dirección sur.

Pero allí tampoco había carbón; nos dirigimos al siguiente supermercado y, al parecer, muchas personas hicieron asados al final del año: tampoco había en el lugar; afortunadamente vimos en una tienda cuando iniciábamos el viaje de regreso; Rb se bajó a comprar un par de bolsas y luego retornamos a casa.

El domingo también me levanté mal: por alguna razón me desperté como a las cuatro de la madrugada y no pude volver a dormirme; es más, creo que me desperté antes de las tres pues recuerdo que escuché gemir a la perra más anciana de Rb (lo hace a veces, en previsión del pollo que le dan a las tres).

Total que entre las tres y las cuatro -y varias veces antes de las siete y media- escuché ladrar al perro (o los perros) de la tercera casa y, aunque traté repetidamente de conciliar el sueño, no pude seguir durmiendo.

Me levanté a las siete a meditar y luego retorné a la cama; traté de hacer Duolingo pero nomás presioné por error el icono para completar treinta minutos con doble punteo (la recompensa del reto semanal); apenas hice algunas lecciones.

Rb entró a la habitación -o yo salí un momento- y le comenté lo de la madrugada; ni siquiera desayuné: seguí en la cama hasta media mañana; finalmente me levanté antes de las once pues habíamos quedado de empezar el fuego para el asado a esa hora.

Preparé la fogata: teníamos media bolsa de meses anteriores y dos bolsas pequeñas adquiridas el día anterior; además puse a cocer en agua las doce papas que habíamos adquirido en la tienda la semana anterior.

Luego nos pasamos las siguientes dos horas cocinando pollo asado, papas asadas y los embutidos que había adquirido el día anterior en el supermercado; después almorzamos: pizza del día anterior con ensalada.

Por la tarde estuve revisando un componente de React que había escrito el año pasado: quiero ser más constante en la escritura de código, aprovechando la nueva computadora; me pasé un buen rato revisando por qué los meses no se estaban totalizando de forma correcta en una gráfica.

Fue un proceso bastante trabajoso: bajé el código de GitHub; instalé las herramientas necesarias en mi Ideapad y estuve revisando el código durante un buen tiempo; finalmente encontré -con la ayuda de ChatGPT y Claude- la causa del error, lo corregí y actualicé el código en línea.

Por la noche hice un poco de Duolingo y leí una buena parte de Don’t trust your gut; aunque fue más tarde que me dí cuenta que estaba leyendo la línea de No Ficción en lugar de la primera línea del ciclo: ficción (Memory Piece); casi terminé el primer libro y debo reiniciar el orden correcto.

Antes de retirarme a mi habitación le comenté a Rb que creía que la fuente de mis problemas de sueño de la madrugada había sido el orden en el que cambié mi rutina la noche anterior: meditar, leer, dormir en vez de leer, meditar, dormir.

Así que intenté volver al orden normal.

Y a ver cómo sigue eso...