Hace unas semanas estaba pensando que era una lástima que únicamente un año pude ayudar como traductor en jornádas médicas; aunque no, realmente fueron dos años; porque el hospital en el municipio aledaño fue en agosto del 2023; y aunque estuve dispuesto el año pasado a repetir ese, no se dió.
El año pasado asistí cinco o seis días a traducir en un departamento aledaño a la ciudad; luego fuí por un par de dias a un departamento bastante alejado -para recibir capacitación- y, unos meses después, volví al mismo departamento a acompañar a una iglesia del Imperio del Norte.
El primer evento no me gustó: me tocó que viajar todos los días al lugar; el segundo estuvo bien; y el tercero también; aunque, no recuerdo la razón, no pensaba repetir el tercer (en el primero, definitivamente, no quería continuar).
Total: en el hospital me reporté disponible para repetir pero no me convocaron; en el segundo grupo no respondí llamados (aunque luego intenté comunicarme) y del tercero ya no había tenido noticias; con lo que creí que hasta allí llegaba mi aventura como traductor.
Pero no, la semana pasada me contactaron del tercer grupo y quieren que acuda nuevamente al día de capacitación -y esperaría repetir al menos otra visita grupal- por lo que, al parecer, aún es algo en progreso.
Y el auto nos volvió a fallar: después de algunas semanas de arranques irregulares ayer volvió a morirse; se encienden las luces del tablero pero no arranca; esperamos que el mecánico venga mañana y nos pueda dar un buen diagnóstico.
Y a ver cómo va eso...
El lunes me levanté a meditar a las siete y media; me sentía un poco agotado -he tenido dificultades para conciliar el sueño y, debido a nuevos perros en la cuadra, creo que me he estado despertando de madrugada-, medité y salí a traer la computadora para entrar a la reunión de equipo.
Después de la reunión me quedé en la cama, revisando mis correos personales; a las nueve Rb entró a la habitación: no había podido dormir bien por estar pensando en el perro que le vinieron a ofrecer el otro día (estaba convencida que lo fueron a abandonar en cualquier lugar).
Un poco antes del mediodía ví un mensaje que mi único amigo de la infancia me había dejado en whatsapp: quería que lo llamara; lo que me preocupó un poco pues usualmente soy yo el que lo llama.
En el ínterin llamé a mi amigo que vivía en la ciudad del Imperio en donde viví hace casi veinte años -aunque ahora ya se cambió de estado (y costa)-; estuvimos conversando un rato sobre las últimas novedades: aún no ha encontrado trabajo en la localidad en la que vive desde finales del año pasado.
Al mediodía logré comunicarme con mi amigo de la infancia -al parecer habían cortado la electricidad en su colonia y por eso no había podido contestar mis llamadas anteriores-; lo que quería era un préstamo.
Le transferí sesenta dólares y pensé que debía empezar a elaborar en una buena excusa para no seguir prestando (regalando más bien) dinero; y creo que lo que haré es aducir problemas en mi cuenta bancaria; creo que me ha funcionado otros años.
Por la tarde terminé el libro de Análisis de Datos de la línea de tecnología; y al finalizar la tarde completamos la rutina de ejercicios de los días lunes; después de la ducha terminé de ver la película de El Señor de los Anillos.
También ví el siguiente capítulo (creo que el séptimo) de la primera temporada de EL día del chacal; y, como el final del libro de tecnología fue bastante anticlimático, empecé a leer el siguiente libro en la misma línea: Hackers and Painters.
El día empezaba a clarear el martes cuando un zancudo me despertó; o eso creo: escuché a un insecto revoloteando cerca de mi cabeza y ya no me pude volver a dormir; me levanté -era un poco antes de las siete-, salí al baño y jalé la computadora del trabajo a la cama; luego medité quince minutos.
Entré a la reunión a las ocho -aunque no aparecí en el listado de tareas pendientes del ciclo- y después me quedé en la cama haciendo Duolingo y revisando mis correos; además llegué a la pregunta 56 -de 330- del cuestionario de ITIL.
Aunque no me gusta tomar vacaciones ya acepté que debo descansar dos jueves al mes; por lo que llené el formulario -y la base de datos- para descansar dentro de un par de días -y dentro de dos semanas-; a las nueve y media salí, por fin, de la cama y me preparé el desayuno.
El resto del día estuvo bastante normal: un poco de trabajo, un poco de lectura, un poco de código e incluso he estado resolviendo el wordle del día; luego del horario laboral fuimos a los supermercados en dirección sur; nomás compramos bananos.
El miércoles me levanté a las siete y media y, después de meditar, retorné a la cama a hacer las lecciones matutinas de Duolingo; la noche anterior había (re) encontrado un curso básico de Python en la página de Cisco y este día completé un para de las cinco secciones.
Los primeros dos días de la semana almorzamos el pollo en crema (vegetal) que habíamos preparado el domingo; este día preparamos -nuestra versión de- espaguetis a la bolognesa.
Al final del día realizamos los ejercicios de la rutina de la mitad de la semana; por la noche dejé casi completado el reto semanal (sesenta lecciones con más del 90% de exactitud); también terminé de leer el libro de la línea de ficción: Memory Piece; puse en la lista de espera uno de los libros que encontré en GoodReads, pero aún no sé con cual continuar.
El jueves me levanté a meditar a las siete y media; después -como era mi primer día de vacaciones del año- retorné a la cama a hacer Duolingo; y a leer un poco del libro de francés (Granby au passé simple): habíamos quedado con Rb de salir hacia el mercado en el centro histórico después de que desayunara.
Un poco después de las nueve y cuarto salimos de casa; llegando a la garita vimos un busito que avanzaba por el boulevard; ya no tuvimos tiempo de abordarlo, por lo que nos tocó que esperar casi quince minutos al siguiente.
El tránsito no estaba muy pesado y el Transmetro tampoco estaba muy lleno; en la municipalidad tomamos la siguiente unidad de transporte y, en la tienda de especias del centro histórico, compramos algunos ingredientes: yo, cuatro bolsas de gelatina; Rb, canela y otra especie.
Después retornamos en Transmetro al mercado, en donde Rb adquirió las frutas que consume habitualmente durante la semana; después del mercado retornamos al centro comercial desde donde salen los busitos que vienen al boulevard; allí compramos una pequeña red de aguacates y luego abordamos el bus a casa.
Por la tarde -seguía de vacaciones- avancé en la lectura del libro de francés, en el curso de Python -es bastante básico- y también estuve practicando la solución de los cubos de Rubik de 3x3x3 y 4x4x4.
Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; yo tenía que comprar aún algunos ingredientes para el desayuno del domingo (invité a mi amigo que vive en el otro extremo de la ciudad) y algunos elementos de limpieza que me encargó mi hija mayor.
En el camino de regreso pasamos a la panadería en la que usualmente me proveo de pan para los desayunos del fin de semana; por la noche estuve jugando varias partidas de ajedrez: decidí bajar de nivel el programa -de siete a cuatro- para tratar de mejorar un poco mi estrategia.
Este día recibí un mensaje de un número que no tenía registrado en whatsapp; tampoco estaba en mi teléfono anterior (aún sobrevive); pero sí lo encontré en mi correo de Microsoft: era del BA con el que trabajé hace algunos años y a quien quise regalar un libro de PM el año pasado.
Ya lleva más de un año buscando empleo y me contactó para inquirir si sabía de alguna oportunidad dentro de la empresa en la que continúo; le indiqué que averiguaría con mi supervisora; aprovechando el momento le escribí al costarricense con quien él trabajaba en la época en la que coincidimos laboralmente.
Esta persona se había pasado a trabajar -según él- a Alphabet -realmente a una tercerizadora de servicios de Argentina- y, como en su perfil de LinkedIn aún no había cambiado su información, lo contacté por whatsapp para ver si aún andaba por allí.
Me respondió -bien tarde- comentándome que ahora trabajaba con la filial local de una oficina que le provee servicios a la empresa en la que trabajo -trabajé muy de cerca con ellos hace unos tres o cuatro años y supe de varios ex compañeros que se habían mudado hacia allí-.
De hecho me indicó que andaban buscando una persona para cubrir una función similar a la mía y me preguntó si quería pasarme (“me pagan mucho mejor que allí”, fue su comentario); le señalé que no tenía planes de cambiarme (ya más de diez años por acá) pero que, cuando me despidieran, eran mi primera opción; estuvimos conversando casi hasta media noche.
El viernes retorné a trabajar; me levanté a las siete y media, después entré a la reunión diaria; pero aún no se ve nada claro con las asignaciones de nuestro equipo; de hecho sigue la misma mecánica: nomás participa el equipo principal en la actualización diaria.
A media mañana recibí una llamada que me puso contento: era de la organización con la que fui a traducir el año pasado -a uno de los departamentos más peligrosos del país- y querían saber si quería continuar este año.
Por supuesto que acepté de inmediato; y quedaron de enviarme la información para repetir el día de capacitación al que asistí en el mismo mes del año anterior; le comenté a Rb sobre mis planes (no recordaba el drama que habíamos tenido el año pasado por el mismo evento) y no se mostró muy sorprendida.
Por la tarde continué avanzando en el curso de Python básico, practicando con los cubos de Rubik y jugando algunas partidas de ajedrez -aún en el nivel 4 de 10-; para finalizar la semana realizamos los ejercicios de la rutina de los viernes; después ví una parte de la película Chacal (con Richard Gere y Bruce Willis).
También terminé de leer el libro de la línea de español: de la autora coreana y cuyo protagonista padece de alexitimia (spoiler alert: al final del libro ya no sufre del padecimiento y el arco es más o menos el mismo de Harry Potter -o Jesus-).
Sopesé con qué libro continuar en esa línea; la mayor parte de lo que leo lo encuentro en las referencias de GOodReads pero, por ser un sitio anglo, no he visto mucho de libros en español; al final me decidí por un libro de Dolores Redondo (creo que sería el séptimo u octavo de la misma autora).
También encontré un libro en francés que agregué a la lista de esa línea: Les Yeux de Mona; primero lo ví en español (los ojos de MOna), pero al ver el nombre de su autor y confirmar que es francés, decidí aprovechar el hecho: me ha costado encontrar libros en ese idioma.
El sábado me levanté a meditar a las siete y media y luego retorné a la cama a hacer mis lecciones matutinas de Duolingo; habíamos quedado con Rb de ir a los supermercados en dirección sur después de que desayunara por lo que me levanté a preparar mi desayuno.
En el mercado más lejano Rb compró unas mollejas y en el que queda a medio camino compramos un poco de bananos; nos tardamos menos de una hora en el recorrido por lo que cuando regresamos me puse a leer un poco antes de preparar las ensaladas que pensaba llevar por la tarde para almorzar con mi hijo.
A las once y media empecé a preparar las ensaladas: zanahoria rallada, aguacate y manzana verde en trozos y lechuga picada; y preparé dos porciones de treinta y cinco gramos de aderezo ranch; metí eso, junto con dos coquitas y una bolsa de snacks en la mochila hielera de Rb.
Metí mi Ideapad en mi mochila regular y puse ambas mochilas -junto con la bolsa de mandarinas y los recipientes de desinfectantes y limpiavidrios- en el lado del copiloto del auto; afortunadamente no había mucho tránsito por lo que me llevé un poco más de media hora en el trayecto.
Pero, al bajarme del auto me dí cuenta que la llanta trasera del lado del piloto estaba completamente desinflada: debía repararla antes de volver a casa; le comenté a mi hijo lo que me había pasado pero le indiqué que vería la solución luego de retornar del parque temático al que hemos estado acudiendo cada mes.
Caminamos el par de kilómetros que nos separan del parque temático -mi hijo me ayudó con la mochila regular, mientras yo llevaba la hielera- y en el camino pasamos a un cajero puse me había quedado sin efectivo.
En el parque nos dirigimos directamente a la tienda en donde venden comida rápida y compramos un par de hamburguesas con queso (cuatro dólares); luego buscamos un lugar para almorzar, lastimosamente el lugar más amplio con mesas estaba -otra vez- ocupado por alguna empresa.
Afortunadamente la banca bajo los árboles, en donde hemos comido en otras ocasiones, estaba vacía; limpié el área con las toallitas con lejía que cargo en la mochila y procedimos con el almuerzo; luego armamos un par de veces los cubos de 3x3x3, 4x4x4 y 5x5x5.
Después invité a mi hijo a que nos subieramos en la rueda de Chicago más grande del lugar; había un fila un poco extensa pero no tardamos tanto en ocupar una de las canastillas del juego mecánico.
Después de bajar de la rueda de Chicago retornamos al departamento de mis hijos; en el camino pasamos a comprar un par de zepelines (uno para el café de la tarde y el otro para el desayuno del día siguiente).
Cuando entramos al edificio le pedí a mi hijo que me acompañara a quitar la llanta del auto que necesitaba llevar al pinchazo (encontré uno a mitad del camino entre el apartamento y el parque: cerraban a las cinco de la tarde); había planeado llevar la llanta cargándola en el hombro.
Pero luego decidí poner la llanta de emergencia y conducir el auto hasta el pinchazo; lo raro es que la llanta de emergencia -es una donita- tambien estaba baja; por lo que ni apreté mucho los tornillos y le pedí a mi hijo que se subiera y me acompañara.
Cuando desinstalé la llanta me dí cuenta que tenía un tornillo incrustado; y efectivamente, el señor en el pinchazo utilizó un alicate para extraerlo y luego -usando una herramienta que parece aguja capotera- le colocó un tarugo; aproveché para que la reinstalara (tres dólares); luego conduje el auto de vuelta al edificio donde viven mis hijos.
Al entrar al departamento y poner agua a calentar me percaté que ya no cargaba paquetes de café instantáneo (el último lo había utilizado el mes anterior en la casa de mi amigo voluntario) por lo que tomamos un par de paquetes de té de mi hija mayor y con eso preparamos un par de tazas de té.
Le habíamos escrito ambos a mi hija mayor para ver si nos acompañaba con una bebida caliente y un trozo de zeppelin; y a ver una parte de la película animada FLow; pero ella no respondió a nuestros mensajes -no ha perdido la costumbre de dormir la mayor parte del día-.
Con mi hijo menor tomamos té de amaretto y zeppelin y vimos la mitad de FLow -está muy buena-; a las cinco y media me estaba despidiendo de mi hijo cuando mi hija mayor salió de su habitación; me despedí también de ella; luego retorné a mi casita.
Por la noche ví una parte de la película del Chacal que había empezado a ver la noche anterior e hice algunas lecciones de Duolingo; había tenido -lo brindan cada cierto tiempo- SuperDuolingo por tres días por lo que había acumulado bastante puntos en la liga semanal; pero llegó a su final el sábado por la noche.
El domingo me quería levantar a las siete de la mañana: había invitado a desayunar a mi amigo que vive al otro lado de la ciudad y me había confirmado que vendría a las nueve; planeaba meditar, hacer Duolingo, limpiar la mesa y, luego, ponerme a preparar el desayuno (usualmente esto último me toma como una hora).
Puse la alarma para las siete de la mañana y me dormí un poco después de medianoche; lo raro fue que Rb vino a hablarme de madrugada: un alacrán se había metido en su cama y la había picado -dos veces, en un brazo-; no creo haber respondido muy bien a su noticia pero intenté seguir durmiendo.
Me levanté a las siete, medité, hice las lecciones matutinas de Duolingo y luego limpié la mesa del comedor (metí mis dos computadoras a mi habitación y la de Rb al cuarto de la comida de los perros); después tomé una ducha y me metí a la cocina.
Rb se levantó un poco después y me comentó -nuevamente- lo del alacrán; continué preparando el desayuno: omelette de embutidos y champiñones, frijoles refritos, plátanos fritos y café.
Mi amigo vino un poco después de que completara el desayuno (a las nueve y un minuto) y nos pasamos el siguiente par de horas entre desayuno, conversación (con Rb, sobre sus viajes) y práctica del paso cinco de la solución del cubo de Rubik de 3x3x3; además le comenté lo de la dificultad reciente del auto para arrancar.
De hecho salimos a ver el estado del motor y arrancamos el auto un par de veces, sin ningún incidente; un poco después de las once mi amigo empacó la bocina USB, que le había regalado un poco más temprano, y nos despedimos.
Con Rb preparamos las alitas y ensalada de los domingos y almorzamos; después sacamos a caminar a los perros; habíamos quedado en ir a un supermercado que queda a -más o menos- tres kilómetros de distancia por lo que, después de lavar los trastos y preparar tés, nos dispusimos al viaje en auto.
Pero el auto no arrancó; lo que es una decepción; pero, por otra parte, me conformé que haya sido acá y no en algún lugar desde donde hubiéramos tenido que pagar una grúa para moverlo.
Entré a escribirle al mecánico y quedó en que viene el próximo martes por la tarde; luego nos dirigimos caminando a los supermercados en dirección norte: necesitábamos hígados de pollo para los almuerzos de la semana.
Pero en el supermercado en donde nos proveemos habitualmente no había lo que necesitábamos por lo que caminamos hasta el que habíamos previsto ir en automóvil; adquirimos un par de bandejas de hígados y un galón de lejía; luego retornamos a casa.
En total caminamos por casi un par de horas entre la ida y la venida del supermercado; después nos pusimos a preparar los almuerzos de la semana: yo exprimí un poco de ajo, rallé un par de zanahorias y corté un par de chiles pimientos en juliana -y corté en trozos las bandejas de hígados de pollo-.
Rb picó las mollejas del pollo y luego preparó una gran fuente de arroz, mezclándolo todo con los ingredientes que habíamos preparado anteriormente; para terminar la tarde le envié -por un servicio de transferencia de archivos- la película que empecé a ver ayer, al amigo que vino esta mañana.
Y a ver cómo sigue eso...
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