lunes, 10 de marzo de 2025

La expansión... The expanse... L'étendue...

No recuerdo cuál fue la serie más extensa que he visto; ni hace cuanto; o sea, hace como quince años empecé a ver House MD, a partir de la temporada cuatro o cinco; y luego continué hasta el final -creo que fueron siete temporadas-.

También -por esa época- ví, casi integramente Homeland -estuvo muy buena-; quizá la mitad de The Big Bang Theory; toda la serie de Breaking Bad; y toda la serie de Silicon Valley; además, Be Positive, y alguna que otra serie corta o de una o dos temporadas.

Pero, desde hace algunos años, he estado limitando mi consumo de audiovisuales; incluso las películas -como Flow- las veo en dos o tres sesiones: trato de utilizar mi tiempo en actividades menos 'pasivas'; como jugar ajedrez, resolver cubos de Rubik o leer.

Pero ayer empecé a ver The Expanse; que es una serie de ciencia ficción y que ha sido recomendada varias veces por uno de mis divulgadores de Youtube favoritos -le CEO de una academia de tecnología de Latinoamérica-.

Empecé a ver el primer capítulo de la primera temporada -creo que acaban de sacar la sexta- pero el sitio en el que estaba reproduciéndola se empezó a parar; por lo que mejor bajé toda la primera temporada; lo chistoso(?) es que ya había visto el primer capítulo en el pasado.

Creo que los capítulos tardan como cuarenta y cinco minutos; y creo que la primera temporada contiene en total ocho capítulos; al menos ya tengo todos los capítulos en mi computadora con Ubuntu; creo que veré la primera temporada -me llevará un poco más de una semana-; y luego decidiré si continúo con el resto.

Y a ver cómo va eso.

El lunes pasado me levanté a las siete y media; como me dormí un poco antes de medianoche, sentí que el sueño me sustentó bastante; medité, resolví el Wordle del día y luego entré a la reunión diaria; después continué con el trabajo en los documentos que estaba preparando desde la semana anterior: aún me faltaba completar tres de los mismos; también estuve en estrecha comunicación con mi compañero en el Imperio del Norte.

Creé una carpeta compartida en nuestro sitio laboral pues estábamos empezando a hacernos bola con los cambios que estábamos introduciendo en los documentos en los que ya habíamos avanzado; me pasé casi todo el día inmerso en la misma tarea; un poco después del mediodía subí el séptimo documento a la carpeta compartida; para el almuerzo consumimos, con Rb, una de las porciones de Pollo en crema -de almendras- y loroco.

Un poco antes del almuerzo había llamado a una persona que conocí en un grupo de intercambio de idiomas: un anciano argelino que ahora vive en el Imperio del Norte y que habla además de su idioma natal (árabe), francés, español, inglés, portugués, y creo que también un poco de mandarín.

Estuvimos conversando casi solo en inglés; intenté expresarme en francés pero dijo que no me entendía; también hablamos un poco en español; su nivel es bastante bueno; quedamos en que volveríamos a conversar para explorar el intercambio de español/francés.

Después de sacar a caminar a los perros, lavar los trastes, y preparar café y té; empecé a trabajar en el penúltimo documento de la lista actual; también retrasamos la hora de los ejercicios media hora: a las cinco realizamos la rutina de ejercicios de los lunes.

Después me tomé un poco de tiempo para ver una parte de la última película del Capitán América; luego subí el documento completado a la carpeta compartida -la verdad no estaba muy grande-, con lo que ya me quedaba nomás uno.

Cuando Rb se sirvió su segunda cena en la cama -lo que hace desde hace más de un año-, me retiré a mi habitación -lo que hago desde hace unos meses, pues me molesta el olor de la comida en la cama- y comencé a leer el libro en español de turno: Una suerte pequeña.

Retorné luego, un rato, a la habitación de Rb; hasta las once; a esa hora me retiré a mi habitación y completé la segunda (de tres) parte del libro en francés que estoy leyendo: Dieu expliqué à mes petits-enfants; no diré que me parece banal, pero bueno.

El martes me desperté un poco antes de las siete: el edredón se había corrido y el clima está bastante fresco, por lo que el frío me despertó; pero no me levanté hasta las siete y media; a esa hora bajé de la cama a meditar, luego resolví el Wordle del día, y entré a la reunión diaria; en la cual seguimos sin participar mucho, aunque ahora acude a las mismas quien nos está asignando tareas.

Después de la reunión me quedé en la cama, comenzando el trabajo en el último de los documentos de la lista; también conversé un poco con el compañero en el Imperio del Norte: queríamos sincronizar los cambios; continué trabajando toda la mañana en el documento -excepto un momento un poco antes de las once, en que hice las lecciones de Duolingo-; y subí el resultado un poco antes del mediodía.

Y es que ese era el día de la semana en el que había estado conduciendo a Rb, y su perro, a la veterinaria en donde están tratando su párpado; lo bueno es que puedo conectarme desde el celular -gracias a que Rb pone el suyo en modo hotspot-.

A las tres subimos el perro de Rb al asiento trasero del auto y conduje hasta la clínica veterinaria; cuando me estacioné frente al supermercado del lugar revisé los mensajes y, efectivamente, me había escrito mi compañero; lo bueno es que nomás confirmé que ya había subido el documento a la carpeta compartida.

Rb bajó a su perro y se dirigieron a la clínica; yo entré al supermercado y ordené un capuchino y un par de porciones de magdalena (dos dólares y medio); pero justo en el momento se interrumpió la energía eléctrica; con lo que tuve que esperar un rato.

Lo bueno es que llevaba los cubos de Rubik de 4x4x4 y de 5x5x5; la electricidad retornó unos minutos después y me estuve en el lugar un poco más de media hora; pero aún no había terminado el café cuando Rb retornó con su perro.

Abordamos el automóvil e iniciamos el camino de regreso a casa; en una gasolinera del camino paramos para rellenar el tanque de gasolina (dieciocho dólares); lo que cubro en su totalidad cada vez que viajo al puerto a visitar a mis padres.

Cuando retornamos verifiqué que no hubiera habido novedades en el trabajo y me relajé un poco: había completado los nueve documentos en menos del tiempo esperado; a las cinco de la tarde nos dirigimos a los supermercados en dirección sur.

No entramos al supermercado más lejano; nomás caminamos hasta su altura; luego retornamos al que queda a medio trayecto; allí Rb compró bananos y lechugas; después regresamos a casa; por la noche estuve actualizando mi registro de gastos (el mes pasado fue un éxito: gasto del cuarenta por ciento de los ingresos); no tengo muchas esperanzas este mes: además de los cien dólares que le dejé a mis padres, para emergencias.

Por el mismo viaje, debo cubrir más parte de la gasolina, y el regalo de cien dólares para el cumpleaños de mi hijo menor: en tres semanas cumple veintitres; cuando Rb llevó su segunda cena a la habitación, aproveché para salir al comedor y llamar a quien fue mi supervisor en la ciudad del Imperio del NOrte en la que viví hace casi veinte años.

El miércoles el trabajo bajó un poco -bajó casi todo-: el día anterior había enviado los nueve documentos que me habían requerido, así que estaba nomás a la expectativa de la retroalimentación del nuevo asignador, quien los estaba revisando.

Medité, completé el Wordle y entré a la reunión diaria; salí de la habitación un poco después de las nueve; pero no hice Duolingo hasta más tarde, y Busuu; a media mañana me reuní con mi supervisora; era la reunión quincenal; en la misma nomás le comenté que me estaban asignando más tareas, por lo que consideraba conveniente no tomar los dos jueves de vacaciones este mes, recomenzar en abril con el patrón.

Estuvo de acuerdo; el resto de la reunión no varió mucho: me comentó que la capacitación en la principal herramienta que utilizamos iba a continuar (no había entrado a ninguna de las tres reuniones); y que habría una reunión de equipo a finales del mes.

Al mediodía preparamos, con Rb, unos fideos de camote; para terminar de preparar -nuestra versión de- espaguetis a la boloñesa; después del almuerzo sacamos a caminar a los perros, luego lavé los trastes y preparé café y té; después del horario laboral hicimos la rutina de ejercicios de los miércoles; durante el día había acordado reunirme con el programador local con quien más me comunico: quería mostrarme un framework de JavaScript en el que ha estado trabajando últimamente.

La reunión era a las seis; pero, aunque el señor de las verduras había venido a media tarde, aún necesitábamos huevos de la tienda; y también preparar la papaya que cenamos casi todos los días; al final Rb me propuso que me quedara preparando la papaya -frecuentemente lo hago- mientras ella se dirigía a la tienda; lo hicimos así y a las seis ya estaba libre para la reunión.

La misma tardé casi una hora; y, la verdad, no me entusiasmó: he estado usando React desde el año pasado y me ha permitido crear algunas apps que uso en el teléfono; Astro se ve atractivo, pero nomás lo veo como otra opción.

En la noche empecé a leer el siguiente libro de la línea entrelecturas: Second Act; había elegido el libro por el tema: relatos de personas en la segunda parte de la vida; pero luego dudé en continuarlo; en la introducción dice que son las historias biográficas -y algo de ciencias sociales- de muchas personas como Ray Krock o Toni MOrrison (triunfando bastante tarde); pero no le veo mucha diferencia con lo que acabo de leer en la misma línea: What should I do with the rest of my life.

O sea, quiero leer algo sobre la segunda parte de la vida; pero no sobre el triunfo en la misma, o el éxito en alguna área; quizá nomás sobre qué puedo esperar, o cómo afrontar de una forma más efectiva los últimos años (espero que aún veinte).

También terminé de leer Dieu explique a mes petit-enfants; y no, no me gustó; tampoco lo aborrecí; simplemente me llama la atención los malabares que tiene que hacer el autor para explicar su creencia en dios.

El jueves me levanté a las seis y media; había dejado la alarma del celular para esa hora porque tenía la capacitación -la cuarta para el grupo, la primera para mí- sobre la tecnología en la que trabajamos actualmente.

Medité y luego jalé la computadora -de la mesa del comedor a la cama- para atender la capacitación; antes hice el wordle diario; la reunión estuvo interesante; y, como el conferenciante se había quejado de que casi no había preguntas, me aseguré de indagar en varios de los puntos que presentó.

A las ocho nos tocó pasarnos a la siguiente reunión; en la que casi no participa mi área -aunque ahora también entra quien nos está asignando tareas-; a media reunión Rb entró a saludar; me levanté luego de que la reunión acabara; me preparé el desayuno y realicé mis lecciones matutinas de Duolingo; el día anterior había estado viendo algunos videos sobre conversaciones en francés, y debo mejorar en esa línea.

A las nueve Rb se despidió, para dirigirse a su visita semanal a los supermercados del centro histórico; al parecer había bastante tránsito en la ciudad, debido a una protesta de un culto judío que ha sido estado siendo procesado por la justicia local; algo de robo -o abuso- de niños.

No tenía ninguna asignación pendiente; pero mi compañero en el Imperio del Norte me escribió para comentarme que debíamos (debía yo) revisar los nueve documentos para resaltar algunos términos; como no me gusta complicarme la vida, bajé los nueve documentos a mi disco local, los convertí a PDF y realicé una búsqueda general en el grupo completo -algo que realizaba en mis funciones anteriores-; no estuvo tan complicada la cosa.

Rb retornó un poco antes del mediodía, cargada de sus frutas para la semana; también me trajo una mini magdalena, de una de nuestras pastelerías favoritas; por la tarde nomás estuve esperando retroalimentación de mi compañero en el trabajo, pero no hubo ninguna.

Aproveché para explorar qué libros podría agregar a mi lista anual; al final bajé Flourish, de Martin Seligman, como sustituto a Second Act; también avancé en When to tell when you will die; ya nomás me queda un ciclo.

El viernes me levanté nuevamente a las siete y media; el día anterior me había sentido bastante agotado al final del día, debido a que me había levantado una hora antes, para atender la capacitación sobre la tecnología que utilizamos; entonces me recordé que, a partir del próximo lunes, ese mi horario habitual: hay cambio de horas en el Imperio del Norte.

Después de meditar jalé la computadora de la mesa del comedor a mi cama, para entrar a la reunión diaria de mi equipo de trabajo; antes había resuelto el wordle del día del New York Times, llevo un streak de diecinueve días; el anterior máximo fue de dieciocho.

La noche anterior también había empezado a resolver un wordle en francés: ví que Rb había encontrado un sitio para realizarlo en español; pero no me llama la atención en este último idioma; después de la reunión me quedé en la cama haciendo un poco de Duolingo; luego me levanté a preparar el desayuno de los fines de semana; el día anterior había comprado, además del pan habitual, un par de cubiletes -gasté casi el triple de lo que gasto semanalmente en este rubro-.

A media mañana entré a la nueva reunión semanal que organiza la persona que nos está asignando tareas -a la que entré tarde la semana anterior-; en esta ocasión había puesto una alarma en el celular para evitar saltármela.

La reunión estuvo tranquila: básicamente sobre lo que hemos estado realizando; pero, esta persona nos recordó que nos había pedido un correo semanal detallando las tareas que habíamos realizado; después de la reunión preparé el correo que había sido solicitado: afortunadamente mi semana estuvo bastante ocupada, por lo que no tuve inconveniente en enviar un sumario de lo que había estado haciendo, con mi compañero en el Imperio.

Un poco más tarde volvimos a reunirnos; en esta ocasión; para revisar un documento y la forma de aplicarlo; fue una reunión de más de una hora en la que estuve tomando nota de los cambios necesarios; al parecer el nuevo lead tenía una reunión con su jefe, por lo que suspendió la reunión, pero indicó que volvería -justo a la hora del almuerzo de casi todos- a convocarnos nuevamente.

Les comenté la situación del almuerzo a mis compañeros: no me preocupaba tanto almorzar trabajando, sino la salida posterior con los perros de Rb; dos de los otros tres indicaron que también tomaban su hora de almuerzo al mismo tiempo.

Y uno de ellos -mi compañero menos favorito- le escribió al lead indicando que salí a almorzar e informando que retornaría en una hora; yo respondí al mensaje con un ‘same here’ y el otro compañero con un ‘me too’.

Y cerré la computadora; mientras almorzábamos con Rb, pescado frito y un resto del pollo que habíamos consumido los primeros dos días de la semana laboral; luego acompañé a Rb en la caminata diaria de sus perros.

Retorné un poco antes de las dos y me uní a la llamada; nomás estaba el lead y el compañero que toma su almuerzo a las dos; pero la llamada estaba silenciosa; cuando entré el lead empezó a indicarme más comentarios para el documento.

La llamada tardó un poco menos -al parecer, el lead tenía que acudir a otra reunión-; los otros dos compañeros se unieron un momento; pero la llamada fue concluida bastante rápido; lavé los trastes, preparé café y té -debo de dejar de tomar café dos veces al día: me produce molestias estomacales, por lo que debo retorna al té de menta por las tardes-; luego modifiqué el documento en el que trabajamos con los comentarios recibidos.

Al finalizar el horario laboral (a las cuatro y media) realizamos, con Rb, la rutina de ejercicios de los viernes; habíamos hablado de salir más tarde a la tienda, yo no tenía ganas, pero me había resignado a hacerlo; afortunadamente, Rb tampoco estaba animada para hacerlo, por lo que lo dejamos para el día siguiente.

Por la noche estuve avanzando en la última parte de Hackers and Painters -últimos dos capítulos- y buscando con qué continuar en esa línea; había considerado leer un libro sobre c o c++; al final decidí empezar a aprender Rust.

El sábado la alarma del celular sonó a las seis y diez; había programado reunirme con mi único amigo de la facultad a las siete y veinte y querí realizar un par de actividades antes de salir de casa: meditar, wordle en inglés y lecciones de Duolingo.

Me costó levantarme, hice dieciséis minutos de meditación -era el último de estos cincuenta días- y, luego de resolver el wordle del día (me tardé bastante en encontrar la palabra: navel), hice dos o tres lecciones de DUolingo, portugués, me parece.

A las siete menos diez me metí al baño y a las siete y diez estaba arrancando el auto; no había mucho tránsito y, un par de minutos antes de la hora convenida, estaba estacionando en el Mc Donald’s del periférico más cercano.

Le envié un mensaje a mi amigo y me dispuse a esperarlo; no tardó mucho en llegar; aunque se atrasó: debía llevar a sus dos hijos mayores a dos universidades diferentes y ambos tardaron más tiempo del que esperaba, en alistarse.

Estuvimos en el lugar por una hora y media, entre conversación, un par de desayunos de los más usuales: egg mcmuffin, me parece; su hija mayor está ahora -quince días- dando clases en un colegio y su segundo hijo va en el segundo año en la facultad.

A las nueve le escribí a Rb para comentarle que retornaría pronto a casa y que podríamos dirigirnos a los supermercados; la verdad no me atraía mucho compartir más tiempo con mi amigo; un poco más tarde me despedí e inicié el camino de retorno a mi casa; vine a encontrar a Rb aún desayunando y luego se puso a hacer sus lecciones de Duolingo; yo hice un poco de Busuu y, luego, nos dirigimos a los supermercados en dirección norte.

En el supermercado de descuentos Rb compró un cargador para su teléfono; luego pasamos a la ferretería grande: necesitaba sacar un poco de efectivo; pero ya no hay cajero automático en el lugar; pasamos al otro supermercado y ambos sacamos un poco de efectivo; en el camino de vuelta pasamos a una tienda en la que habíamos dejado pagada una papaya -y un par de bolsitas de café instantáneo-; luego retornamos a casa.

Cuando regresamos terminamos de preparar el almuerzo: jocón de pollo; y, después de tomarlo, y sacar a caminar a los perros, me puse a leer un poco del libro de matemáticas en francés; también terminé de ver la película que llevaba a medias: Companion.

Además, mi hijo menor me contactó por whatsapp: le había enviado -les había enviado- un link sobre unas becas en Taiwán, pero resulta que eran para nivel de licenciatura; pero aprovechó la comunicación para solicitar un préstamo; le transferí cuarenta dólares, que ofreció retornar en el resto del mes; por la noche terminé de leer la parte del libro en francés que tenía entre manos -creo que ya voy por la mitad- y practiqué un poco con los cubos de Rubik de 4x4x4 y 5x5x5;

El domingo me volví a levantar a las seis y diez; y mi primer pensamiento fue que a partir del día siguiente debía empezar a levantarme a las seis y media: una hora antes de lo que me he estado levantando estos últimos cuatro meses, debido al cambio de hora en el Imperio.

Después de meditar -y resolver el wordle del día-, hice varias lecciones de Duolingo -más del doble que el día anterior-; luego me metí a la ducha; llegué al restaurante en donde había programado el desayuno con mi doctora casi a la hora esperada: siete y media.

Le envié un mensaje para comentarle que ya estaba en el lugar y, unos minutos más tarde, la ví entrar en el lugar; al igual que el día anterior, me hice cargo de la factura -ella al menos lo ha hecho en algunas ocasiones-.

Luego, nos pasamos dos horas y media poniéndonos al día de nuestras vidas, desde la última vez que habíamos coincidido; creo que no nos veíamos desde Octubre; en general, creo que, está mejorando: en esta ocasión no hubo lágrimas en el recuento.

Puse una alarma para las diez y, unos minutos después de esa hora, la acompañé al parqueo, para despedirnos; la salida estuvo un poco complicada, debido a la cantidad de automóviles a esa hora de la mañana.

Retorné a casa sin mucho contratiempo; Rb sacó a los perros al patio cuando vió que estaba estacionando el auto y luego retornó a terminar su desayuno; luego fuimos al supermercado más cercano en dirección sur; en donde compramos un poco de bananos.

Al mediodía preparamos las alitas de pollo dominicales; y luego, como habíamos sacado a caminar a los perros antes del almuerzo, nomás esperé a que les diera la comida, para lavar los trastes y preparar los tés de la tarde.

El resto de la tarde nomás acompañé a Rb en la cama, mientras ella veía alguna serie en su computadora, me puse a ver algunos videos en francés y a actualizar mis registros financieros; a media tarde me contactó una de las personas que se anunció en un grupo de intercambio de idiomas: le había enviado un mensaje en francés ofreciendo mi ayuda para practicar inglés y español.

Y a ver como sigue eso.


lunes, 3 de marzo de 2025

Ahora sí, trabajando... Now working... Maintenant, je travaille...

Trabajar, como aprender, es uno de los valores que han guiado mi vida durante mucho tiempo; -también la puntualidad, ayudar al prójimo, la paternidad-; aunque ya hace un tiempo que no he meditado en los valores personales.

En fin, pasas mucho tiempo sin ser productivo me producía antes molestias emocionales: y es que en mi trabajo actual, a pesar de tener períodos bastante sobrecargados de trabajo, por su misma naturaleza, también ha habido períodos en los que paso días -o semanas, o meses- sin hacer, practicamente nada.

Antes me preocupaba, especialmente cuando acababa de comenzar, y me intranquilizaba la situación; ahora he aprendido a tomarlo como viene; no sé si ha influido el hecho de que ya llevo más de cinco años de trabajar de forma contínua desde casa.

He aprovechado para leer, aprender un poco más de tecnología, mejorar mis hablidades como malabarista, mejorar un poco en el ajedrez, aprender francés -y un poco de portugués-; e incluso mejorar mi alimentación y mi estado físico en general.

Pero ahora, debido a los cambios que han estado ocurriendo en mi área, el trabajo se ha estado incrementando bastante: la semana pasada, después del lunes, no tuve ningún día ocioso; es más, incluso el sábado y domingo trabajé la mayor parte del día.

Y a ver cómo sigue eso.

El lunes pasado me levanté a las siete y media; medité y jalé la computadora de la mesa del comedor a la cama; para entrar a la reunión diaria; la cual no tuvo mucha novedad para mi área.

Resolví el wordle del día e hice dos o tres lecciones de francés en Busuu; luego, salí a prepararme el desayuno; después terminé de leer la última parte del libro Les Yeux de Mona; e inicié con el siguiente en la línea de francés: La philosophie expliquee a ma fille.

La persona que nos estará asignando ahora tareas nos había convocado para una reunión, a las doce del mediodía; participamos los cuatro analistas de mi equipo, acompañados por otros dos del imperio del Norte.

A mis tres compañeros les indicaron que continuaran con lo que estaban haciendo; a mí me asignaron la actualización de cierta documentación, ayudando a uno de los analistas del Imperio.

Lo contacté por la tarde para ver si podíamos reunirnos para afinar detalles; pero prefirió que nos reuniéramos hasta el día siguiente: le mandé una invitación para la ocho de la mañana del martes.

Al final de la tarde; después del horario laboral; realizamos la rutina de ejercicios de los lunes; luego estuve leyendo un poco de When to tell when we’ll die; ya llevo a la mitad el libro; además, luego de su segunda cena Rb botó -accidentalmente- las dos o tres porciones de papaya que teníamos en el refrigerador.

El martes me levanté a meditar a las siete y media; luego hice wordle y entré a la reunión diaria; después me levanté a desayunar, pues había programado la reunión con el analista con quien debo trabajar para las ocho y media.

La reunión estuvo super rara: me explicó que debíamos ‘crear’ varios documentos para probar una tecnología que no he conocido; basándonos en documentos de años anteriores sobre otra tecnología.

Igual le comenté que trabajaría en los mismos: me envió los documentos de años anteriores y un template para los nuevos; estaba trabajando sobre eso, al mediodía, cuando el supervisor nos convocó a una reunión a todo el equipo.

Yo estaba justo terminando de servirme el almuerzo (lo que preparamos el domingo con Rb: verduras cocidas con pollo y fideos de arroz) pero me conecté a la llamada; la cual era nomás para mostrarnos la forma en la que estaba realizando una tarea con la nueva tecnología.

Luego del almuerzo le quité los audífonos a la computadora y salí con Rb y los perros; a darles las dos vueltas a la cuadra; cuando retorné la reunión seguía en marcha; al final fue de casi una hora.

El analista con el que estoy trabajando estuvo contactándome por el messenger parra ver si tenía alguna duda con la asignación; nomás le contesté que al final del día le enviaría mis avances.

Y es que a las tres de la tarde tenía que llevar a Rb y a su perro a que le aplicaran la tercera dosis de óxido nitroso; cuando estábamos saliendo del boulevard observamos que en la vía contraría había un gran congestionamiento porque estaban instalando un túmulo.

No nos costó mucho llegar a la clínica; y, como nuevamente no había un parqueo libre, metí el auto a un espacio frente al supermercado del lugar; Rb bajó a su perro y yo entré a la tienda a comprar un capuchino y un par de porciones de pan de banano.

Le había pedido a Rb que intentara minimizar la estadía, pues tenía que retornar a continuar con mi trabajo; y estaba terminando el café cuando retornaron; nos subimos al auto e iniciamos el camino de regreso.

El cual estuvo bastante tardado: el tránsito estaba bastante pesado; más que las dos semanas anteriores, lo cual atribuimos al túmulo que estaban instalando; y en efecto, cuando pasamos por el lugar, apenas estaban retirándose los policías que habían estado custodiando la construcción.

Como teníamos que salir a los supermercados, nomás entré y continué con mi trabajo; a las cinco nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el más lejano Rb adquirió media docena de peras.

En el otro supermercado -el que queda a mitad del trayecto- compramos un poco de bananos y, como yo había expresado mi molestia de ir a la tienda por esto, una papaya -bastante cara, pero bueno-.

Regresamos un poco antes de las seis y continué con la redacción del documento en el que había estado trabajando todo el día; un poco después de las siete terminé los cambios y se lo envié a mi compañero en el Imperio del Norte; luego estuve en la cama de Rb, haciendo un poco de Duolingo y jugando un poco de ajedrez.

El miércoles empecé a trabajar en los documentos que habíamos revisado el día anterior con mi nuevo compañero -del Imperio del Norte-; además, nuestro PM nos había convocado a una reunión antes del medio día para revisar un reporte que acababa de publicar.

A la reunión invitó también al nuevo, aunque no tenía mucho que opinar sobre el mismo; a media tarde envié la primera versión del primer documento creado (son nueve! y los quieren para el próximo martes!!).

Luego me puse a revisar los bases que el nuevo compañero me acababa de compartir; después del horario laboral completamos los ejercicios de la rutina de los miércoles; en la noche bajé -y comencé a ver- una película animada de The Witcher.

Algo de una aventura con unas sirenas; también avancé en el libro de filosofía en francés; de hecho el mismo día había bajado varios libros del mismo tipo en ese idioma: divulgación de varios temas como matemáticas, Dios, etc.

El jueves, después de meditar, hacer wordle y entrar a la reunión diaria; salí de la cama pues usualmente me quedo en el comedor cuando Rb realiza su salida semanal al supermercado del centro histórico.

Como casi todos los días de la semana, estuve trabajando en la redacción de documentos técnicos: avancé un poco en el segundo de los mismos; de hecho ni siquiera salí a ver qué me había traído Rb (eran un par de zepelines) cuando regresó del mercado.

Almorzamos lo mismo que toda la semana: la mezcla de verduras y pollo que habíamos preparado el domingo por la tarde; también ví que me estaban convocando a acompañar a una iglesia en el grupo en el que he ayudado como traductor.

Pero, por la situación actual del trabajo, decidí no responder al llamado; aunque no contesté inmediatamente, al mensaje que recibí en Whatsapp, decidí que, de ser posible, participaré en un par de estas jornadas a partir de mayo -se supone que las últimas se realizan en el mes de agosto-.

Por la noche terminé de ver la película de The Witcher que había dejado a medias el día anterior; además completé el libro en francés sobre filosofía; también me puse a revisar el estado de mis otras seis -o siete- líneas de lectura; y encontré que, con excepción de la línea de no ficción, estaba en el último ciclo de todas.

El viernes me desperté un poco antes de que sonara la alarma; pero me quedé dormitando hasta las siete y media; después de la meditación resolví el wordle del día -fuzziy, streak de 12 días-.

Después de entrar a la reunión diaria salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; después estuve trabajando en el tercer documento -de la lista de nueve!-; a media mañana me puse a hacer Duolingo y retorné a la cama.

Un poco más tarde Rb llegó a avisarme que la computadora -tenía ambas encendidas- estaba sonando como Skype; y era eso: había una reunión -nueva- de equipo que había olvidado.

De hecho tres personas me habían escrito para que me uniera; además, tuve bastantes dificultades para conectarme pues tenía la herramienta grupal abierta en Opera en mi computadora personal y traté de entrar desde allí.

Pero no estaba bien configurada; y, por tratar de entrar rápido a la computadora de mi trabajo, se había congelado el escritorio; total que entré retarde; pero, al final, fui el que más participó en la misma; está rara la situación.

Al mediodía comimos pescado frito y lo último de la mezcla del domingo; por la tarde, después de sacar a caminar a los perros, lavar los trastes y prepararme un café -y un té para Rb- terminé de leer el libro de ficción: When we were birds.

Al final de la tarde -después del horario laboral- realizamos los ejercicios de la rutina de los viernes; la cual me ha estado agotando un poco más, debido a que estoy utilizando la pesa más grande en varios ejercicios.

En la noche hice un inventario rápido de las seis o siete líneas de lectura que llevo en paralelo: con excepción de No Ficción, en todas estaba en el último ciclo de cada libro; revisé los próximos a leer en cada área.

El sábado me levanté a las seis: debido a las tareas que me asignaron durante la semana, consideré oportuno dedicar una buena parte de mi fin de semana a la redacción de tres de los nueve documentos que nos tocaba completar el martes siguiente.

O sea, había escrito tres entre el martes y el viernes; y ese día mi colega en el Imperio del Norte me indicó los tres que convendría redactar; total que puse la alarma para las seis de la mañana.

Me levanté a meditar y, luego de resolver el Wordle del día, me puse un timer de cuarenta y cinco minutos: pensaba aplicar la técnica Pomodoro; o sea, sumergirme en el trabajo en bloques grandes y tomarme pausas cortas.

Al final los cuarenta y cinco minutos se convirtieron en hora y media; pero logré avanzar bastante; salí de la habitación cuando Rb vino a saludarme, después de las ocho; a prepararme el desayuno de los fines de semana.

Después del desayuno nos dirigimos al supermercado en donde compramos artículos a granel; Rb compró varios paquetes de las nueces que consume durante la semana; yo compré algunos consumibles para mis hijos: un paquete de treinta y dos rollos de papel higiénico, un paquete de 6 toallas de papel para cocina, y una bolsa de jabón de manos.

También compré galletas soda y Chiky (me cobraron dos paquetes de estas últimas, cuando nomás adquirí uno); en el camino de vuelta pasamos a llenar el tanque del auto (veinticinco dólares): al día siguiente tocaba la visita trimestral a mis padres.

Para completar la mañana, pasamos al supermercado más cercano en dirección sur: necesitábamos tomates, bananos y sal de cocina; cuando retornamos a casa me puse a realizar los pagos del primer día del mes: los treinta dólares que le pago a Rb por vivir en su casa, los ciento cuarenta dólares del mantenimiento del apartamento (ese monto me sigue produciendo incomodidad emocional).

Por la tarde continué trabajando en el segundo documento que me había propuesto completar durante el fin de semana; también ví un poco de la última película del Capitán América; y una parte de una película mejicana de acción.

En la noche le cargué un poco de (un dolar y medio) Internet a mi celular: cuando viajo me gusta compartir mi locación en tiempo real con Rb; además empecé el tercer documento del fin de semana.

El domingo me levanté a las cuatro de la mañana; había estado considerando la hora más conveniente, pues no quería manejar antes de que saliera el sol: la última vez me sentí muy inseguro en varias partes del camino.

Después de meditar me metí a la ducha y, luego de secarme y vestirme, me metí a la cocina a preparar los panes con huevos con embutidos que suelo llevar en las visitas a mis papás.

La noche anterior había colocado, en el asiento trasero del auto, el saco de comida de perros que les he estado llevando a mis padres últimamente; también la cafetera eléctrica.

Después de preparar ocho panes y empacarlos; metí cuatro paquetes de gel congelado en la mochila con aislante térmico; luego coloqué todo, junto con los dos pasteles que había comprado el día anterior, en el auto, y entré a despedirme de Rb.

Había esperado hasta las cinco y media para iniciar la marcha: aún no estaba claro, pero consideré que no tardaría mucho en empezar a iluminarse el ambiente; y, en efecto, un poco después de salir de la ciudad, las bombillas de la carretera empezaron a apagarse, debido a la claridad del día.

El camino no estuvo tan lleno; aún así me tardé media hora más de lo acostumbrado: en los cien kilómetros hay, al menos, tres lugares en los que la ruta se reduce de cuatro o seis carriles a únicamente dos.

En dos lugares esto ocurre porque el invierno de hace más de un año dañó la infraestructura; en la última parte -casi llegando al puerto- más de la mitad del camino está siendo remozado para la construcción de una nueva autopista -me imagino que privada-.

Al final llegué a las siete y media al lugar en donde viven mis padres -y donde tengo una casa a medio construir- y encontré a mi madre limpiando el patio; percibí -no soy bueno en eso- un ánimo bastante bajo.

Mi padre salió un poco después y me puse a preparar el café instantáneo que llevaba; lo que desayunamos con la magdalena y los panes que había preparado para la ocasión.

Afortunadamente, en esta ocasión, la cantidad de zancudos era mucho menor que la última vez -casi inexistente-; luego de desayunar estuvimos conversando un poco: mi padre tiene una situación rara en su trabajo; debido a una operación quirúrgica a finales del año pasado, no ha recibido el salario de su trabajo durante este año.

Incluso me comentaron que mi hermana menor les había enviado un poco de dinero; lo que me sorprendió un poco: creo que ella gana menos de la mitad (o la tercera parte?) de lo que yo percibo; y yo les había indicado a mis padres que me avisaran si necesitaban apoyo financiero.

Como la conversación estaba siendo bastante incómoda, mi madre sugirió que fueramos a ver la casa que tienen a medias en el lado opuesto de la calle -y a un costado de la que yo llevo a medias-; luego les pedí que me acompañaran a un cajero automático.

En el camino pasamos a entregarle la segunda magdalena a la familia con la que más se han relacionado durante el par de décadas que llevan viviendo en el lugar; la señora no estaba, por lo que le entregué el presente al padre de familia.

El sol estaba bastante fuerte, pero no extremadamente; caminamos hasta un supermercado pero los cajeros no funcionaban -me había enviado un par de cientos de dólares a dos diferentes sistemas-.

Les propuse que camináramos hasta la playa y que, en el camino, probáramos en otros cajeros; y sí, afortunadamente, encontramos un cajero funcionando, en el exterior de un banco.

Completamos la caminata hasta la playa -estaba bastante llena de gente- y luego retornamos a casa; mi madre me entregó los pescados de costumbre y yo les entregué cien dólares, para emergencias -siguen negándose a facilitarme las cosas-.

A las once de la mañana le pedí a mi padre que me ayudara a revisar los líquidos del motor del auto; como ha pasado últimamente, el del radiador estaba un poco bajo por lo que lo rellené; luego me despedí de ambos y empecé el viaje de retorno.

El cual estuvo un poco más tardado que el de más temprano: había más camiones en el camino, por lo que no pude acelerar en varias partes del mismo; afortunadamente la parte final no estuvo muy difícil: una hora y cuarenta y cinco minutos después de la salida, estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb.

Bajé la cafetera, mi mochila y la mochila térmica -con los pescados- y me puse a avanzar un poco en el documento que estaba preparando desde la noche anterior; luego preparé la ensalada, para acompañar las alitas de pollo dominicales.

Después del almuerzo, y sacar a caminar a los perros, dediqué otros treinta minutos a avanzar en el trabajo; luego lavé los trastes del almuerzo y preparé té de manzanilla para Rb y café para mí; lo que consumí con el último tercio de uno de los zepelines que Rb me trajo el jueves -y un pan de manteca y una galleta Chiky-.

Luego me tomé una hora para completar el libro de la línea de español (Las que no duermen); y me dormí diez o quince minutos; cuando la alarma sonó salí a trabajar una hora -en la que casi concluí el documento que estaba preparando-.

A las cinco la alarma sonó y me puse a ayudar a Rb con la preparación de los almuerzos de los primeros dos días de la semana: Pollo en Crema con Loroco; después estuve viendo un poco de la última película de Capitán América.

Como Rb tenía su clase de Teología a las siete -en la cual debía presentar una prédica-, aproveché para encerrarme en mi habitación para terminar el tercer documento; después de revisar los dos completados el día anterior los envié a mi colega en el Imperio del Norte.

Después de que la clase de Rb terminó, estuve un rato en su cama, viendo un poco de la película que llevo a medias; pero me sentía bastante agotado (andaba de pie desde las cuatro de la mañana) por lo que me cepillé la dentadura y me metí a mi habitación, en donde empecé a leer el siguiente libro en español: Una pequeña suerte; y, luego de meditar, me dormí.

Y a ver cómo sigue eso.