lunes, 3 de marzo de 2025

Ahora sí, trabajando... Now working... Maintenant, je travaille...

Trabajar, como aprender, es uno de los valores que han guiado mi vida durante mucho tiempo; -también la puntualidad, ayudar al prójimo, la paternidad-; aunque ya hace un tiempo que no he meditado en los valores personales.

En fin, pasas mucho tiempo sin ser productivo me producía antes molestias emocionales: y es que en mi trabajo actual, a pesar de tener períodos bastante sobrecargados de trabajo, por su misma naturaleza, también ha habido períodos en los que paso días -o semanas, o meses- sin hacer, practicamente nada.

Antes me preocupaba, especialmente cuando acababa de comenzar, y me intranquilizaba la situación; ahora he aprendido a tomarlo como viene; no sé si ha influido el hecho de que ya llevo más de cinco años de trabajar de forma contínua desde casa.

He aprovechado para leer, aprender un poco más de tecnología, mejorar mis hablidades como malabarista, mejorar un poco en el ajedrez, aprender francés -y un poco de portugués-; e incluso mejorar mi alimentación y mi estado físico en general.

Pero ahora, debido a los cambios que han estado ocurriendo en mi área, el trabajo se ha estado incrementando bastante: la semana pasada, después del lunes, no tuve ningún día ocioso; es más, incluso el sábado y domingo trabajé la mayor parte del día.

Y a ver cómo sigue eso.

El lunes pasado me levanté a las siete y media; medité y jalé la computadora de la mesa del comedor a la cama; para entrar a la reunión diaria; la cual no tuvo mucha novedad para mi área.

Resolví el wordle del día e hice dos o tres lecciones de francés en Busuu; luego, salí a prepararme el desayuno; después terminé de leer la última parte del libro Les Yeux de Mona; e inicié con el siguiente en la línea de francés: La philosophie expliquee a ma fille.

La persona que nos estará asignando ahora tareas nos había convocado para una reunión, a las doce del mediodía; participamos los cuatro analistas de mi equipo, acompañados por otros dos del imperio del Norte.

A mis tres compañeros les indicaron que continuaran con lo que estaban haciendo; a mí me asignaron la actualización de cierta documentación, ayudando a uno de los analistas del Imperio.

Lo contacté por la tarde para ver si podíamos reunirnos para afinar detalles; pero prefirió que nos reuniéramos hasta el día siguiente: le mandé una invitación para la ocho de la mañana del martes.

Al final de la tarde; después del horario laboral; realizamos la rutina de ejercicios de los lunes; luego estuve leyendo un poco de When to tell when we’ll die; ya llevo a la mitad el libro; además, luego de su segunda cena Rb botó -accidentalmente- las dos o tres porciones de papaya que teníamos en el refrigerador.

El martes me levanté a meditar a las siete y media; luego hice wordle y entré a la reunión diaria; después me levanté a desayunar, pues había programado la reunión con el analista con quien debo trabajar para las ocho y media.

La reunión estuvo super rara: me explicó que debíamos ‘crear’ varios documentos para probar una tecnología que no he conocido; basándonos en documentos de años anteriores sobre otra tecnología.

Igual le comenté que trabajaría en los mismos: me envió los documentos de años anteriores y un template para los nuevos; estaba trabajando sobre eso, al mediodía, cuando el supervisor nos convocó a una reunión a todo el equipo.

Yo estaba justo terminando de servirme el almuerzo (lo que preparamos el domingo con Rb: verduras cocidas con pollo y fideos de arroz) pero me conecté a la llamada; la cual era nomás para mostrarnos la forma en la que estaba realizando una tarea con la nueva tecnología.

Luego del almuerzo le quité los audífonos a la computadora y salí con Rb y los perros; a darles las dos vueltas a la cuadra; cuando retorné la reunión seguía en marcha; al final fue de casi una hora.

El analista con el que estoy trabajando estuvo contactándome por el messenger parra ver si tenía alguna duda con la asignación; nomás le contesté que al final del día le enviaría mis avances.

Y es que a las tres de la tarde tenía que llevar a Rb y a su perro a que le aplicaran la tercera dosis de óxido nitroso; cuando estábamos saliendo del boulevard observamos que en la vía contraría había un gran congestionamiento porque estaban instalando un túmulo.

No nos costó mucho llegar a la clínica; y, como nuevamente no había un parqueo libre, metí el auto a un espacio frente al supermercado del lugar; Rb bajó a su perro y yo entré a la tienda a comprar un capuchino y un par de porciones de pan de banano.

Le había pedido a Rb que intentara minimizar la estadía, pues tenía que retornar a continuar con mi trabajo; y estaba terminando el café cuando retornaron; nos subimos al auto e iniciamos el camino de regreso.

El cual estuvo bastante tardado: el tránsito estaba bastante pesado; más que las dos semanas anteriores, lo cual atribuimos al túmulo que estaban instalando; y en efecto, cuando pasamos por el lugar, apenas estaban retirándose los policías que habían estado custodiando la construcción.

Como teníamos que salir a los supermercados, nomás entré y continué con mi trabajo; a las cinco nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el más lejano Rb adquirió media docena de peras.

En el otro supermercado -el que queda a mitad del trayecto- compramos un poco de bananos y, como yo había expresado mi molestia de ir a la tienda por esto, una papaya -bastante cara, pero bueno-.

Regresamos un poco antes de las seis y continué con la redacción del documento en el que había estado trabajando todo el día; un poco después de las siete terminé los cambios y se lo envié a mi compañero en el Imperio del Norte; luego estuve en la cama de Rb, haciendo un poco de Duolingo y jugando un poco de ajedrez.

El miércoles empecé a trabajar en los documentos que habíamos revisado el día anterior con mi nuevo compañero -del Imperio del Norte-; además, nuestro PM nos había convocado a una reunión antes del medio día para revisar un reporte que acababa de publicar.

A la reunión invitó también al nuevo, aunque no tenía mucho que opinar sobre el mismo; a media tarde envié la primera versión del primer documento creado (son nueve! y los quieren para el próximo martes!!).

Luego me puse a revisar los bases que el nuevo compañero me acababa de compartir; después del horario laboral completamos los ejercicios de la rutina de los miércoles; en la noche bajé -y comencé a ver- una película animada de The Witcher.

Algo de una aventura con unas sirenas; también avancé en el libro de filosofía en francés; de hecho el mismo día había bajado varios libros del mismo tipo en ese idioma: divulgación de varios temas como matemáticas, Dios, etc.

El jueves, después de meditar, hacer wordle y entrar a la reunión diaria; salí de la cama pues usualmente me quedo en el comedor cuando Rb realiza su salida semanal al supermercado del centro histórico.

Como casi todos los días de la semana, estuve trabajando en la redacción de documentos técnicos: avancé un poco en el segundo de los mismos; de hecho ni siquiera salí a ver qué me había traído Rb (eran un par de zepelines) cuando regresó del mercado.

Almorzamos lo mismo que toda la semana: la mezcla de verduras y pollo que habíamos preparado el domingo por la tarde; también ví que me estaban convocando a acompañar a una iglesia en el grupo en el que he ayudado como traductor.

Pero, por la situación actual del trabajo, decidí no responder al llamado; aunque no contesté inmediatamente, al mensaje que recibí en Whatsapp, decidí que, de ser posible, participaré en un par de estas jornadas a partir de mayo -se supone que las últimas se realizan en el mes de agosto-.

Por la noche terminé de ver la película de The Witcher que había dejado a medias el día anterior; además completé el libro en francés sobre filosofía; también me puse a revisar el estado de mis otras seis -o siete- líneas de lectura; y encontré que, con excepción de la línea de no ficción, estaba en el último ciclo de todas.

El viernes me desperté un poco antes de que sonara la alarma; pero me quedé dormitando hasta las siete y media; después de la meditación resolví el wordle del día -fuzziy, streak de 12 días-.

Después de entrar a la reunión diaria salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; después estuve trabajando en el tercer documento -de la lista de nueve!-; a media mañana me puse a hacer Duolingo y retorné a la cama.

Un poco más tarde Rb llegó a avisarme que la computadora -tenía ambas encendidas- estaba sonando como Skype; y era eso: había una reunión -nueva- de equipo que había olvidado.

De hecho tres personas me habían escrito para que me uniera; además, tuve bastantes dificultades para conectarme pues tenía la herramienta grupal abierta en Opera en mi computadora personal y traté de entrar desde allí.

Pero no estaba bien configurada; y, por tratar de entrar rápido a la computadora de mi trabajo, se había congelado el escritorio; total que entré retarde; pero, al final, fui el que más participó en la misma; está rara la situación.

Al mediodía comimos pescado frito y lo último de la mezcla del domingo; por la tarde, después de sacar a caminar a los perros, lavar los trastes y prepararme un café -y un té para Rb- terminé de leer el libro de ficción: When we were birds.

Al final de la tarde -después del horario laboral- realizamos los ejercicios de la rutina de los viernes; la cual me ha estado agotando un poco más, debido a que estoy utilizando la pesa más grande en varios ejercicios.

En la noche hice un inventario rápido de las seis o siete líneas de lectura que llevo en paralelo: con excepción de No Ficción, en todas estaba en el último ciclo de cada libro; revisé los próximos a leer en cada área.

El sábado me levanté a las seis: debido a las tareas que me asignaron durante la semana, consideré oportuno dedicar una buena parte de mi fin de semana a la redacción de tres de los nueve documentos que nos tocaba completar el martes siguiente.

O sea, había escrito tres entre el martes y el viernes; y ese día mi colega en el Imperio del Norte me indicó los tres que convendría redactar; total que puse la alarma para las seis de la mañana.

Me levanté a meditar y, luego de resolver el Wordle del día, me puse un timer de cuarenta y cinco minutos: pensaba aplicar la técnica Pomodoro; o sea, sumergirme en el trabajo en bloques grandes y tomarme pausas cortas.

Al final los cuarenta y cinco minutos se convirtieron en hora y media; pero logré avanzar bastante; salí de la habitación cuando Rb vino a saludarme, después de las ocho; a prepararme el desayuno de los fines de semana.

Después del desayuno nos dirigimos al supermercado en donde compramos artículos a granel; Rb compró varios paquetes de las nueces que consume durante la semana; yo compré algunos consumibles para mis hijos: un paquete de treinta y dos rollos de papel higiénico, un paquete de 6 toallas de papel para cocina, y una bolsa de jabón de manos.

También compré galletas soda y Chiky (me cobraron dos paquetes de estas últimas, cuando nomás adquirí uno); en el camino de vuelta pasamos a llenar el tanque del auto (veinticinco dólares): al día siguiente tocaba la visita trimestral a mis padres.

Para completar la mañana, pasamos al supermercado más cercano en dirección sur: necesitábamos tomates, bananos y sal de cocina; cuando retornamos a casa me puse a realizar los pagos del primer día del mes: los treinta dólares que le pago a Rb por vivir en su casa, los ciento cuarenta dólares del mantenimiento del apartamento (ese monto me sigue produciendo incomodidad emocional).

Por la tarde continué trabajando en el segundo documento que me había propuesto completar durante el fin de semana; también ví un poco de la última película del Capitán América; y una parte de una película mejicana de acción.

En la noche le cargué un poco de (un dolar y medio) Internet a mi celular: cuando viajo me gusta compartir mi locación en tiempo real con Rb; además empecé el tercer documento del fin de semana.

El domingo me levanté a las cuatro de la mañana; había estado considerando la hora más conveniente, pues no quería manejar antes de que saliera el sol: la última vez me sentí muy inseguro en varias partes del camino.

Después de meditar me metí a la ducha y, luego de secarme y vestirme, me metí a la cocina a preparar los panes con huevos con embutidos que suelo llevar en las visitas a mis papás.

La noche anterior había colocado, en el asiento trasero del auto, el saco de comida de perros que les he estado llevando a mis padres últimamente; también la cafetera eléctrica.

Después de preparar ocho panes y empacarlos; metí cuatro paquetes de gel congelado en la mochila con aislante térmico; luego coloqué todo, junto con los dos pasteles que había comprado el día anterior, en el auto, y entré a despedirme de Rb.

Había esperado hasta las cinco y media para iniciar la marcha: aún no estaba claro, pero consideré que no tardaría mucho en empezar a iluminarse el ambiente; y, en efecto, un poco después de salir de la ciudad, las bombillas de la carretera empezaron a apagarse, debido a la claridad del día.

El camino no estuvo tan lleno; aún así me tardé media hora más de lo acostumbrado: en los cien kilómetros hay, al menos, tres lugares en los que la ruta se reduce de cuatro o seis carriles a únicamente dos.

En dos lugares esto ocurre porque el invierno de hace más de un año dañó la infraestructura; en la última parte -casi llegando al puerto- más de la mitad del camino está siendo remozado para la construcción de una nueva autopista -me imagino que privada-.

Al final llegué a las siete y media al lugar en donde viven mis padres -y donde tengo una casa a medio construir- y encontré a mi madre limpiando el patio; percibí -no soy bueno en eso- un ánimo bastante bajo.

Mi padre salió un poco después y me puse a preparar el café instantáneo que llevaba; lo que desayunamos con la magdalena y los panes que había preparado para la ocasión.

Afortunadamente, en esta ocasión, la cantidad de zancudos era mucho menor que la última vez -casi inexistente-; luego de desayunar estuvimos conversando un poco: mi padre tiene una situación rara en su trabajo; debido a una operación quirúrgica a finales del año pasado, no ha recibido el salario de su trabajo durante este año.

Incluso me comentaron que mi hermana menor les había enviado un poco de dinero; lo que me sorprendió un poco: creo que ella gana menos de la mitad (o la tercera parte?) de lo que yo percibo; y yo les había indicado a mis padres que me avisaran si necesitaban apoyo financiero.

Como la conversación estaba siendo bastante incómoda, mi madre sugirió que fueramos a ver la casa que tienen a medias en el lado opuesto de la calle -y a un costado de la que yo llevo a medias-; luego les pedí que me acompañaran a un cajero automático.

En el camino pasamos a entregarle la segunda magdalena a la familia con la que más se han relacionado durante el par de décadas que llevan viviendo en el lugar; la señora no estaba, por lo que le entregué el presente al padre de familia.

El sol estaba bastante fuerte, pero no extremadamente; caminamos hasta un supermercado pero los cajeros no funcionaban -me había enviado un par de cientos de dólares a dos diferentes sistemas-.

Les propuse que camináramos hasta la playa y que, en el camino, probáramos en otros cajeros; y sí, afortunadamente, encontramos un cajero funcionando, en el exterior de un banco.

Completamos la caminata hasta la playa -estaba bastante llena de gente- y luego retornamos a casa; mi madre me entregó los pescados de costumbre y yo les entregué cien dólares, para emergencias -siguen negándose a facilitarme las cosas-.

A las once de la mañana le pedí a mi padre que me ayudara a revisar los líquidos del motor del auto; como ha pasado últimamente, el del radiador estaba un poco bajo por lo que lo rellené; luego me despedí de ambos y empecé el viaje de retorno.

El cual estuvo un poco más tardado que el de más temprano: había más camiones en el camino, por lo que no pude acelerar en varias partes del mismo; afortunadamente la parte final no estuvo muy difícil: una hora y cuarenta y cinco minutos después de la salida, estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb.

Bajé la cafetera, mi mochila y la mochila térmica -con los pescados- y me puse a avanzar un poco en el documento que estaba preparando desde la noche anterior; luego preparé la ensalada, para acompañar las alitas de pollo dominicales.

Después del almuerzo, y sacar a caminar a los perros, dediqué otros treinta minutos a avanzar en el trabajo; luego lavé los trastes del almuerzo y preparé té de manzanilla para Rb y café para mí; lo que consumí con el último tercio de uno de los zepelines que Rb me trajo el jueves -y un pan de manteca y una galleta Chiky-.

Luego me tomé una hora para completar el libro de la línea de español (Las que no duermen); y me dormí diez o quince minutos; cuando la alarma sonó salí a trabajar una hora -en la que casi concluí el documento que estaba preparando-.

A las cinco la alarma sonó y me puse a ayudar a Rb con la preparación de los almuerzos de los primeros dos días de la semana: Pollo en Crema con Loroco; después estuve viendo un poco de la última película de Capitán América.

Como Rb tenía su clase de Teología a las siete -en la cual debía presentar una prédica-, aproveché para encerrarme en mi habitación para terminar el tercer documento; después de revisar los dos completados el día anterior los envié a mi colega en el Imperio del Norte.

Después de que la clase de Rb terminó, estuve un rato en su cama, viendo un poco de la película que llevo a medias; pero me sentía bastante agotado (andaba de pie desde las cuatro de la mañana) por lo que me cepillé la dentadura y me metí a mi habitación, en donde empecé a leer el siguiente libro en español: Una pequeña suerte; y, luego de meditar, me dormí.

Y a ver cómo sigue eso.


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