Hace más de tres años -antes de que empezara a llevar listado de libros por línea de lectura- encontré un par de libros con una protagonista llamada Olivia -u Olive, en inglés-: el primero lo leí en español; creo que encontré el título en uno de los listados de Goodreads: Luz de Febrero; el título original era Olive Again; y me dí cuenta cuando lo terminé y busqué más sobre la autora.
Entonces me enteré que era la continuación de otro libro: Olive Kitteridge; ambos libros me impresionaron -como a muchos lectores- por el estilo, y los personajes, creo: básicamente son un grupo de relatos de diferentes personajes en Nueva Inglaterra.
Y, viviendo en nuestra mágica región, uno creería que hay muy poco para relacionarse con el grupo de personas que retrata la autora; la mayoría descendientes de los primeros colonizadores de norteamérica; pero, quizá esa es la magia: el sufrimiento es universal.
Y acabo de encontrar el tercer libro en el que la autora coloca al personaje que une las historias de los dos libros; y de allí el título -en inglés- de ambos; el título es Tell me everything; y aquí continúan los relatos de personajes en el mismo lugar de Nueva Inglaterra; y por allí se cuela, otra vez, Olive Kitteridge.
Y la segunda parte del título de esta entrada: por vivir al lado de un cañón con bastante vegetación, recibimos con frecuencia visitas inesperadas: alguna serpiente de jardín, algún alacrán, frecuentes zancudos, y algunas moscas.
Debido a los penúltimos, hemos comprado una serie de raquetas eléctricas; y por las últimas adquirimos un par de matamoscas; especialmente los viernes, que cocinamos pescado, debemos hacer uso del matamoscas casi todas las semanas.
Usualmente es una -o dos- mosca que se cuela dentro de la casa y tenemos que ocuparnos de la misma; pero el día martes de la semana anterior fue un extremo: cuando retornamos de caminar por la tarde encontramos dos moscas revoloteando por la cocina.
Intentamos aplastarlas con el matamoscas pero no lo logramos; de hecho creí que había eliminado una en la ventana del comedor; pero por la noche, fue extremo: había una en la habitación de Rb, la que matamos con una raqueta eléctrica.
Luego, cuando empezaba a leer en mi habitación escuché otra; y fui por la raqueta eléctrica; me costó encontrarla pero por fin la atrapé; pero, seguí escuchando el vuelo de otra; y al final resultó que habían otras dos; al final fueron como seis moscas las que lograron colarse dentro de la casa ese día; toda una novedad.
Y a ver cómo sigue eso.
El lunes pasado me levanté a las seis y media: era el primer día después del cambio de horario en el Imperio del Norte; la participación de mi área en esta reunión sigue siendo la misma: ninguna; la reunión terminó como a las siete y media; me quedé en la cama -ya había resuelto el wordle en inglés- y estaba considerando si volverme a dormir un rato; pero, unos minutos antes de las ocho, recibí una llamada por whatsapp.
Como no tenía los audífonos perdí la llamada; pero la devolví en el acto: era la misma persona que me había escrito el día anterior por la tarde; esta persona vive en un país africano, que tiene como idiomas oficiales el francés y el inglés.
Estudia -en la universidad- para ser traductora; además de su idioma original: Basa(?), habla francés, español, inglés y chino; estuvimos conversando casi una hora -la mayor parte en español- y practiqué ¡por primera vez! hablando francés.
Después continuamos la conversación por mensajes de whatsapp; realmente espero aprovechar la oportunidad para ganar un poco de confianza en la conversación en francés; en el lado laboral, volví al bajo nivel que he tenido durante el último tiempo; con la excepción que el nuevo lead del equipo me contactó para requerir el documento que habíamos estado actualizando la semana anterior.
Se lo envié, comentándole que estaba disponible para continuar revisando el mismo; pero ya no obtuve noticias; por lo que nomás continué avanzando con el libro en francés de matemáticas que llevaba a medias; por la tarde, después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los lunes.
El martes me levanté a las seis y media, resolví el wordle del día y entré a la reunión diaria del equipo; no hubo ninguna novedad en la misma; luego me puse a hacer algunas lecciones de Duolingo y Busuu; durante el resto de la mañana estuve leyendo un poco del tercer libro en el que se menciona a Olive Kitteridge; el libro me gusta tanto que incluso intenté comentárselo a Rb; pero es un tema que no le interesa mucho.
Al mediodía almorzamos lo mismo que el día anterior -y los tres siguientes-: arroz con hígados de pollo y zanahoria; acompañado de una pequeña ensalada; después de sacar a caminar a los perros lavé los trastes del día.
A las tres Rb le puso el arnés a su perro y lo subió al auto; el cual conduje hasta la clínica veterinaria a donde hemos estado acudiendo durante las últimas semanas; se suponía que iba a ser el último martes de tratamiento.
Pero no, aún debemos llevarlo -al menos- otra vez; en el camino había activado el hotspot del celular de Rb, en caso me contactaran del trabajo; pero no recibí ningún mensaje; el trayecto de ida no estuvo muy complicado: habíamos salido un poco antes de las tres de la tarde de casa y llegamos con bastante anticipación al comercial en donde se encuentra la clínica.
Le propuse a Rb que llevara al perro a la clínica, aunque tuvieran que esperar; mientras yo me entretenía en el supermercado, con un café y un pan; también había llevado tres cubos de Rubik: 3x3x3, 4x4x4 y 5x5x5; Rb bajó al perro y se dirigió a la veterinaria; yo entré al supermercado y ordené lo mismo que en las últimas dos ocasiones; y me dispuse a la espera; la que no fue muy larga: no había consumido la mitad del café cuando Rb retornó con su perro.
Al parecer no estaban muy ocupado en la clínica por lo que los atendieron rápido: un veterinario examinó el párpado del perro, una asistente lo inyectó y retornaron al auto; tampoco encontramos mucho tránsito en el camino de vuelta.
A las cinco volvimos a salir, aunque esta vez a pie, para dirigirnos a los supermercados en dirección norte: quería comprar papel de aluminio, y algunos ingredientes para el desayuno que había planeado para el siguiente sábado.
En el supermercado de descuentos adquirí algunos abarrotes; y en el siguiente supermercado compramos bananos; luego caminamos de vuelta a casa; por la noche ví el tercer episodio de la primera temporada de The Expanse.
También terminé de leer la primera parte de Tell me Everything y terminé de leer el libro de matemáticas; empecé a leer el segundo libro de un filósofo francés contemporáneo; el libro se llama 101 expériences de philosophie quotidienne; y, aunque no creo que esté realizando los experimentos, tal como los indica el autor; me servirá para familiarizarme un poco más con el francés, al menos el escrito.
El miércoles me levanté a meditar a las siete y media; la noche anterior había tenido bastantes dificultades para dormirme; no sé si influyó el hecho de que tuve que dar caza a varias moscas dentro de mi habitación.
La cuestión es que me costó conciliar el sueño; y durante la noche -no estoy seguro de la hora, pero era bastante tarde- estuve escuchando el ladrido de los perros a un par de casas de distancia; y creo que también la perra más anciana de Rb se puso a chillar en la madrugada: sucede a veces, como está acostumbrada a que la alimenten alrededor de las tres, en ocasiones se despierta antes y se pone a chillar.
En fin, medité durante diecisiete minutos y luego jalé la computadora, de la mesa del comedor a la cama, para entrar a la reunión diaria; mientras la computadora encendía resolví el wordle del día; y el trabajo siguió tranquilo: nomás estuve esperando notificaciones sobre los documentos que había enviado la semana pasada; pero no hubo ninguna novedad; aproveché para adelantar en las lecturas.
Y el día estuvo bien ocupado, pero con la cuestión de las moscas: creo que fueron más de una docena las que exterminamos con Rb; usando un par de matamoscas de plástico y un par de raquetas eléctricas; realmente se sentía como una plaga; al final de la tarde; después del horario laboral, realizamos con Rb la rutina de ejercicios de los miércoles; luego del baño me metí a la habitación de Rb a ver un capítulo de The Expanse.
El jueves cambiamos nuestra rutina: usualmente Rb sale un poco después de las nueve pues es el día que reserva para su visita semanal al supermercado en el centro histórico; pero le habían avisado que ese día estaría cerrado.
Además, en el trabajo habían organizado la quinta -o sexta, no estoy seguro- reunión de capacitación sobre la tecnología con la que hemos estado trabajando desde el año pasado; y, debido al cambio de horario en el Imperio, tuve que entrar a la reunión a las seis de la mañana.
Entonces empecé mi rutina diaria a las cinco y media; medité, resolví el wordle y luego entré a la reunión de capacitación; la cual no fue muy buena porque la persona a cargo no pudo configurar de forma correcta su equipo y no presentó la información que había previsto.
Después de esta reunión; a las siete, me pasé a la reunión diaria del equipo; luego salí de la habitación a desayunar; pero después, bastante rápido, creo; nuestro nuevo lead nos convocó a una reunión; intrascendente, pero que me dejó bastante inquieto.
Básicamente se puso a tratar de asignar tareas; pero no tenía ni pies ni cabeza; lo que volvió a desestabilizar la relativa paz que había estado teniendo durante las últimas semanas (o meses); o sea: no veo un buen futuro en el área.
El resto del día pasó casi igual; excepto que durante el almuerzo preparamos pescado: como Rb debía ir al día siguiente al mercado del centro histórico preferimos consumir ese día el pescado semanal; al final de la tarde -después del horario laboral- nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el más distante compré unas salsitas de tomate y un paquete de queso en rodajas.
En el otro supermercado compramos bananos; además de los embutidos que utilizo durante los tres desayunos del fin de semana; también pasamos a la panadería de ese lado; en donde compré el pan para los desayunos.
Por la noche ví el quinto -o sexto- capítulo de la primera temporada de The Expanse; también avancé un poco en el libro de Seligman que estoy leyendo, es sobre Psicología Positiva, pero me está costando bastante avanzar en el mismo.
El viernes retorné a mi horario habitual -desde el principio de la semana- de despertar: a las seis y media sonó la alarma del reloj y me levanté a meditar; luego resolví el Wordle del día (llevo una serie más de veinte días) y luego entré a la reunión diaria del equipo.
Después empecé a hacer mis lecciones matutinas de Duolingo; pero no pude concentrarme en la misma porque me llamó el colega del Imperio del Norte con quien trabajé los documentos las semanas anteriores.
Total que ni siquiera completé una lección; y perdí los cuarenta y cinco minutos de puntos dobles; creo que es la vez que -habiendo empezado en la mañana- he punteado más bajo; creo que me quedé en veinticinco puntos.
Tuvimos una mini reunión de equipo -los cuatro analistas locales y el de los documentos- en la que revisamos una configuración remota con una tecnología con la que debemos interactuar; luego nomás esperé a la siguiente llamada: la semanal que programó nuestro nuevo lead; en donde nos presentó a dos nuevos integrantes del equipo -dos personas con bastante tiempo en la empresa-; además del de la documentación y otra analista que ha trabajado varios meses en el equipo.
También tuvimos que presentarnos los cuatro miembros del equipo local; la reunión no fue muy extensa y el mensaje fue el mismo: hay que seguir haciendo lo que podamos hacer por el momento; luego me levanté y me preparé mi desayuno de los viernes; con una variante: desde principios de la semana estoy ayudando a Rb a consumir unos restos de Psyllium que adquirió hace algunos años; y que estima que no agotará antes de su fecha de vencimiento (se vencen el próximo año).
Los primeros tres días de la semana intenté agregarle el polvo a la porción de avena que desayuno; pero no tuve muy buenos resultados; estoy planeando agregarle una cucharada a la gelatina semanal; pero ese día le agregué un cuarto -o media- cucharadita al huevo.
Y no salió tan mal; el resto del día laboral lo pasé actualizando mis registros personales; Rb salió hacia el mercado del centro histórico un poco después de las nueve y retornó al mediodía; con media docena de muffins.
También me compró un paquete con diez tortillas de harina: habías estado buscando este producto pues planeaba usarlo en la elaboración de los omelettes que hago cuando invito a desayunar a alguno de mis amigos.
Por la tarde -un poco antes de que nos pusiéramos a hacer los ejercicios de la rutina de los viernes- vino el señor de las verduras; le había encargado a Rb un plátano, dos tomates y un chile pimiento; después del horario laboral hicimos los cuarenta y cinco minutos de ejercicios de fuerza; para ‘aprovechar’ el tiempo escuché un par de videos en francés; uno explicaba varios términos ‘avanzados’ del idioma, el otro hablaba sobre la pronunciación de algunos sonidos del mismo.
Ese día aún encontramos algunas moscas dentro de la casa; busqué en internet y, efectivamente identificamos una variedad diferente a la mosca común; aunque, al parecer, cercanamente relacionada a la misma.
El sábado me levanté a las cinco y media de las cinco y media de la mañana; había previsto alguna reunión con la persona de Cameroon y, la noche anterior, le había enviado el horario que esperaba tener durante el fin de semana.
Incluso le había ofrecido que podía llamarme a las cinco de la mañana; para que pudiéramos intercambiar idiomas (español/francés) durante media hora; pero no me llamó; a las cinco y media sonó la alarma y me levanté a meditar.
Luego intenté resolver el wordle del día pero rompí mi racha (la palabra era ladle) de veintiseis días -la noche anterior, o la anterior a esa, había roto mi racha, mucho más corta de wordle en francés, la palabra era neufs).
Un poco después de las seis me metí a la ducha; luego me puse a preparar el desayuno pues había invitado a desayunar a mi amigo de ascendencia china -con algunos rasgos de autismo-; para las siete ya tenía preparada la comida: omelettes (con embutidos, champiñones, chile pimiento y Psyllium), frijoles refritos, tomate en rodaja, plátano frito, y café.
Mi amigo vino un poco después de las siete y nos pasamos las siguientes cuatro horas en el comedor: entre desayuno y conversación; en esta ocasión no trajo su computadora, pero me obsequió dos presentes: un pequeño libro artesanal, que se ganó en un evento de tecnología.
Y una revista del grupo de antropología gnóstica -yo lo considero, como varios países, una secta coercitiva- a la que asiste; me volvió a invitar a sus reuniones, pero creo que -esta vez- fui un poco brusco al negarme: o al negar rotundamente en la existencia de la magia.
A las once nos alistamos con Rb, pues habíamos planeado bajar a los supermercados en dirección sur; le propuse a mi amigo que nos acompañara caminando hasta encontrar un busito y, un poco después nos estábamos despidiendo, en el boulevard.
Con Rb caminamos nomás al supermercado más cercano en dirección sur; en donde adquirimos algunos bananos; Rb también compró un pequeño saco de comida para gatos: ahora, a partir del relajo de la gata de los vecinos, se ha propuesto alimentar a varios gatos -ferales y domésticos-.
Almorzamos pollo asado, un poco del arroz que nos había sobrado de los almuerzos semanales y una pequeña ensalada; luego hicimos una limpieza bastante amplia: en la mañana había matado una mosca y, por la tarde encontramos otro par.
Total que removimos la refri y la estufa; buscando lugares propicios para la reproducción de las moscas; también removimos las puertas del pequeño trastero que se encuentra bajo el lavatrastos; y nos deshicimos de la mayoría de cacharros -de metal- que almacenábamos en el lugar.
Para terminar, aumentamos la altura del último nivel de la repisa metálica en donde almacenamos la mayor parte de la vajilla y los ingredientes que utilizamos para cocinar; y aproveché para limpiar la estufa; y cambiar el papel de aluminio con el que protejo la superficie de las hornillas; para terminar la tarde ví el capítulo siete de la primera temporada de The Expanse; volví a ver los quince minutos iniciales de The Electric State pero continué hasta la hora de la película.
El domingo me levanté a las siete y media; no quería levantarme tan temprano, pero tampoco tan tarde; medité y retorné a la cama; a hacer un poco de DUolingo; creo que dormité un poco y me levanté a preparar mi desayuno del fin de semana a las nueve.
Un poco después de las diez nos dirigimos, con Rb, a los supermercados en dirección sur; el sol estaba bastante fuerte, pero, aún así, decidimos caminar hasta el más alejado; aunque no cruzamos la calle, nomás retornamos al supermercado que está a medio camino.
En este compramos bananos y lechugas; luego retornamos a casa; decidimos sacar a caminar a los perros antes de preparar el almuerzo; y, luego de preparar las alitas dominicales -y la ensalada para acompañarlas- terminamos la rutina de antes del mediodía.
Por la tarde lavé los trastes del almuerzo y preparé una taza de té, únicamente para Rb, pues yo debía salir a las tres de la tarde; a esa hora tomé el automóvil y me dirigí a la casa del voluntario que vive en la colonia donde crecieron mis hijos.
Llegué a la hora esperada: a las tres y cuarto; el plan era pasar a la peluquería que se encuentra al otro lado de la calle y luego tocar el portón; lo he hecho de la misma forma en varias ocasiones; pero en este caso había un joven esperando turno.
Lo raro -molesto para mí- fue que el joven estaba fuera de la peluquería, hablando por teléfono; y fue cuando intenté entrar que el peluquero me dijo que era su turno; así que tuve que esperar unos minutos antes de que se pusiera en acción.
Y el corte del joven -era algo de un estilo moderno- le tomó los quince minutos que había previsto; y cuando me senté en el sillón para el corte, ví que mi amigo había salido al portón de su casa: al parecer se había dado cuenta que me había parqueado y estaba esperándome.
Lo bueno es que mi corte de pelo es bastante sencillo: nomás pido que le pongan la guía número dos a la afeitadora; por lo que, menos de diez minutos después, crucé la calle, a saludar a mi amigo; y nos pasamos las siguientes dos horas en su comedor: llevaba un paquete de café instantáneo y cuatro cubiletes; me disculpé profusamente con mi amigo por hacerlo esperar frente a su casa; también me contó que esta semana tiene que ir nuevamente con el médico, para ver si le ajustan la medicina de la presión.
Y que está esperando a que le permitan manejar, pues lleva más de mes y medio de no salir de su casa, debido a la prohibición a conducir; a las cinco y media intenté hablar con el esposo y el hijo de mi tía -los llamé por whatsapp- pero ninguno respondió.
Había planeado pasar a visitar a mi tía favorita antes de retornar a casa de Rb; pero, al no poder confirmar que habría alguien en casa, nomás conduje de vuelta a casa; el tránsito estaba super ligero por lo que, un poco más tarde, estaba parqueándome.
Como habíamos acordado con Rb, me puse a pelar y partir dos libras y media de papas y, luego de cocinarlas, preparé la tortilla española que almorzaremos los primeros tres días de la semana; corté las papas en cubitos y los puse a hervir durante diez minutos; luego las mezclé con una cantidad similar de pollo cocido, champiñones y chile pimiento; sofreí la mezcla en aceite de oliva con un poco de ajo; y lo completé con siete huevos batidos; el resultado fue una tortilla española, que dividí en seis porciones.
Como Rb tenía su clase de teología aproveché para encerrarme un rato en mi habitación y terminar -por fin- la primera parte del libro Flourish; en el mismo Seligman actualiza su concepto de Psicología positiva; pero me ha estado costando bastante avanzar en el libro; creo que pasé tres días nomás en esta primera parte.
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