Consulté con Google sobre el título de esta entrada y su 'inteligencia artificial' me respondió lo siguiente: "El Club de los 27 es un término informal para referirse a un grupo de músicos populares (y a veces otros artistas) que fallecieron a la edad de 27 años. A menudo, estas muertes están asociadas con estilos de vida de alto riesgo, como el consumo de drogas y alcohol, aunque las causas varían e incluyen sobredosis, suicidios o accidentes. Aunque la idea de un pico estadístico de muertes a esa edad ha sido refutada, el concepto se ha consolidado como un mito cultural."
Y eso, un mito; pero muy utilizado -o romantizado?- por los jóvenes -o no tanto- de los últimos tiempos; el sábado que hablaba con mi hija mayor -ese día estaba cumpliendo veintisiete- me comentó algo como ¿sabes qué pasa después de los veintisiete?... vienen los veintiocho.
Pero sí sé a qué se refería... o sea, nos reímos de la referencia; aunque, en su caso, no debería ser de mucha broma: en su adolescencia -y temprana adultez- tuvo un par de connatos -no sé qué tan serios- de terminar con su existencia.
La primera -o segunda?- vez me preocupó bastante; después de cierto tiempo de consideración me dije: 'lo que deba ser será'; y 'toda vida tiene un inicio y un final; la mayoría sabemos cómo y cuándo inició, muy pocos saben cómo y cuándo terminará'.
Porque no se puede obligar a nadie a vivir -o a morir?-; y he aceptado que nadie tiene la vida comprada; igual mi hija mayor ha tenido actitudes bastante autodestructivas: toma -bastante?- alcohol, fuma en exceso, se autolesionaba -no sé si aún lo hace-.
Y no es que no me entristezca; amo a mis tres hijos, y -aunque ya son adultos- aún representan una gran parte de mis consideraciones al tomar una decisión vital, o en general de mi día a día; pero no puedo hacer más que eso: tratar de aprovechar el tiempo que tenemos en común en este ciclo.
Y a ver cómo va eso...
El viernes me levanté a las tres de la madrugada a alimentar a la perra más anciana de Rb; además, por primera vez, decidí darle entre el pollo la pastilla que había estado ingiriendo a media mañana -cómo cuesta darle medicina-.
Después de eso volví a la cama; aunque no a la cama que utilizo normalmente: Rb decidió ocupar mi cama durante su recuperación porque la suya está demasiado baja y eso haría que se esforzara mucho para acostarse -y levantarse-; lo que podría afectar la cicatriz de la operación.
Entonces decidimos -decidí- que dormiría -con un saco de dormir- en el cuarto donde están los alimentos de los perros: no creí conveniente sacar a los perros grandes del lugar en donde han dormido durante muchos años.
A las siete y media sonó la alarma del celular; aunque había estado despierto desde una media hora antes -incluso ví la hora un poco antes de las siete-; medité veintidos minutos y, luego, entre a la reunión del equipo.
La verdad es que esperaba un día complicado por el correo recibido -y respondido- el día anterior del supervisor en el imperio del norte; pero antes de entrar a la reunión ví que había respondido al correo con el que el compañero reportaba el trabajo del día anterior.
En el correo solicitaba que se ampliaran las pruebas que habíamos realizado -yo no habia cubierto casi la mitad de lo que me correspondía-; por lo que me propuse -ahora sí- esmerarme en completar un buen trabajo.
Y trabajé -casi dos horas!- de forma bastante dedicada en las tareas pendientes; pero luego -al ver que nada pasaba, y que un equipo que estaba utilizando me fuera removido- volví a mi ritmo normal: casi nada.
El resto del dia fue bastante normal (la verdad es que estoy sintiendo bastante cargante toda la rutina con los perros -y ahora tratando de que Rb se cuide-); por la tarde, después del horario laboral, me dirigí a los supermercados en dirección sur.
En el más alejado compre varios de los productos que utilizo en mis desayunos o almuerzos: café instantáneo, frijoles, tortillas de maiz, galletas y coquitas; en el otro compré bananos; a la mitad del camino con este último pasé viendo el table dance que el MP cerró la semanana anterior, por un caso de desaparición de una dama.
El sábado me frustró no poder ver a mi hija mayor: o sea, había planificado -con ella- nuestro almuerzo mensual para un día antes de su cumpleaños número veintisiete; de hecho fue uno de los temas -presencial y virtual- del último desayuno con mi ahijada, y la conversación con mi amigo el antivacunas.
Pero ya había -más o menos- aceptado que las emergencias médicas son -generalmente- insalvables, e inoportunas; entonces me dediqué el día completo a la rutina de los perros de Rb; y a ayudarla con sus comidas y rutinas -incluida la preparación de la ducha-.
Incluso me toco que ir -porque Rb realmente no puede hacer nada más que dar unos pocos pasos cada ciertas horas- a la tienda de las verduras, a comprar plátanos, zanahorias y chiles pimientos.
Lo bueno es que Rb se había entendido con la señora -había hecho los arreglos del pedido por Whatsapp- por lo que no tuve nomás que presentarme, saludar, decir que iba por las verduras, y retornar a la casa; minimizando la interacción todo lo posible.
A las tres de la tarde tuve una videollamada con mi hija mayor: ella había lamentado que no pudiéramos vernos el día antes de su cumpleaños -le había avisado dos o tres días antes-; y aún intentó que llegara el domingo -aparentemente había pedido varios días de vacaciones-; tuvimos una conversacion de casi una hora.
La cual fue interrumpida en una ocasión por Rb -para avisarme que su perra más anciana estaba llorando-: al parecer quería salir al patio; a donde yo me había instalado para la conversacion con mi hija.
La conversación con mi hija estuvo bien; le comenté que, si todo iba bien, podía llegar algunas horas el siguiente sábado; también le comenté que estaba pensando participar como coach voluntario en una especie de feria científica que organiza una de esas nuevas universidades de papel.
Sobre esto último: después de la conversación que tuve con mi ex compañero hace unos meses, finalmente su esposa me escribió el viernes, para confirmar si estaba disponible para ayudar a su grupo: el evento es en Marzo, pero hay una reunión -virtual- en diciembre, y otro par en enero y febrero.
Además de esas reuniones estaba organizando un asado para el día siguiente (sábado); pero, como me estaba avisando un día antes, -y además, mi situación actual con Rb-, decliné gustosamente la participación en este.
La mayor parte de la noche -hasta la hora de finalización de las actividades con los perros: once de la noche- me la pasé en la habitacion de Rb; con los perros grandes; ella está ocupando la habitación en donde he dormido los últimos años.
El domingo me levanté a las tres de la mañana; el día anterior habia tenido ciertas dificultades para que la perra ingiriera la pastilla dentro de un trozo de pollo, por lo que en esta ocasión tuve más cuidado en prepararlo; y funcionó muy bien.
Rb salió de la habitación -al parecer, por alguna razón, a esa hora se toma la pastilla que toma permanentemente contra las convulsiones-; cruzamos algunas palabras y luego nos despedimos; volví a mi saco de dormir a intentar conciliar el sueño -esto es de lo que más me molesta de hacerme cargo de los perros, la interrupción de la rutina de dormir-.
Algunos minutos más tarde Rb me llamó desde la habitación; y me asusté al ver que algunas gotas de sangre estaban cayendo de la cicatriz abdominal de la operación: el día anterior había empezado a aplicarse unos parches de ácido halurónico prescritos por la doctora que la operó.
Se suponía que la función de los mismos es acelerar la cicatrización -lo que, la verdad, encuentro muy improbable-; y, al parecer, debido a la manipulación de la cicatriz se había acumulado sangre en la misma.
Rb estaba muy asustada e incluso sugirió ir a la emergencia del hospital en que la operaron; yo también me asusté -bastante- pero traté de mantener la ecuanimidad: le dije que esperáramos a ver si continuaba la hemorragia -habían incluso algunas gotas de sangre en el piso-.
Al final Rb incluso se tomó la temperatura para ver si había algún otro signo negativo; afortunadamente la medición no mostró ningún incremento; igual yo le había prevenido que aún un pequeño aumento era esperable; por lo reciente de la intervención quirúrgica.
La escena me recordó lo ocurrido unas semanas antes con su connato de desmayo; y no sé si mi actitud es de excesivo abandono; pero no creo que se deba aumentar las variables cuando una situación aún está iniciando; lo encuentro contraproducente.
Al final Rb se tranquilizó, la arropé y volví al saco de dormir; me costó bastante conciliar el sueño pero, eventualmente, me quedé dormido; hasta cerca de las ocho, cuando escuché que Rb sacaba a su perro al patio.
Me levanté a meditar a las ocho menos cinco, luego prepare la comida de los perros y salí a prepararme el desayuno; también le serví el desayuno a Rb; comentamos un poco los sucesos de la madrugada y me agradeció -nuevamente- por la forma en la que había manejado la situación.
Después del desayuno -y de ponerle las gotas de las diez a la perra más anciana- tomé el automóvil y me dirigí al comercial en donde se estacionan los busitos: en el supermercado del lugar nos proveemos frecuentemente de aguacates y -Rb- manzanas.
En el camino de vuelta pasé a una gasolinera a llenar el tanque; había visto el indicador por debajo de la mitad y cuando aborde el auto me dí cuenta que andaba a un cuarto del mismo; para terminar el viaje pasé al supermercado más cercano en dirección sur: en el primero no había encontrado fajitas de pollo -lo que Rb cocina par su perra más vieja- y en este -afortunadamente- sí había.
A la hora del almuerzo consumimos lo último de las verduras cocidas que había estado comiendo desde el jueves (el martes y miércoles había preparado mis tortillas con huevo duro y soya texturizada), con un poco de pollo y arroz.
El resto del día transcurrió más o menos como los anteriores: haciéndome cargo de los perros de Rb; a media tarde salí a cortar cinco güisquiles que había visto con un tamaño ya adecuado para la cosecha; un poco después de las cuatro me tocó que preparar los almuerzos de la semana.
O sea, los preparamos con Rb pero, debido a su estado, hice la mayor parte del trabajo: poner a cocer el arroz, partir las zanahorias y los hígados y controlar el cocido que preparamos con estos y mollejas e hígados de pollo (estos últimos los pudo cortar con una tijera).
Al final de la tarde ví el cuarto capítulo de Pluribus y, un poco más tarde, una pequeña parte de la última película de Predator (en la que Elle Fanning personifica a un bot sin extremidades inferiores); terminé el ciclo de los perros un poco antes de las once de la noche.
Lastimosamente la perra más pesada de Rb tuvo emergencias estomacales un poco después de medianoche: Rb me llamó por whatsapp para avisarme que quería salir al patio; incluso tuve que salir después para comprobar si había sido diarrea.
Pero no, no encontré diarrea por ningún lado; volví a acostarme y continué durmiendo hasta las tres de la madrugada; a esa hora volví a ver a Rb: mientras esperaba que la perra más anciana volviera de su salida al patio ella salió de la habitación -por la toma de su pastilla diaria-.
El lunes empezó -después de las tres de la mañana- bastante temprano: un poco después de las seis Rb me volvió a despertar: la perra más pesada volvió a necesitar salir al patio; en esta ocasión la observé mientras hacía sus necesidades; y no, no era diarrea, simplemente una consistencia -aparentemente- más suave.
Creí que no me volvería a dormir -la siguiente alarma era a las siete y media- pero me volví a meter al saco de dormir; y, eventualmente, creo que me quedé dormido; cuando sonó la alarma me levanté a meditar.
Después entré a la reunión de equipo; y empecé la rutina diaria con los perros; la verdad es que al principio creí que serían nomas dos o tres días -la estadía de Rb en el hospital-; aunque antes de que sucediera eso, ya había comprendido que serían al menos dos semanas; y ahora nosé, quizá un mes? o mes y medio?
Según mi horario -el lunes por la noche metí todas las actividades a la alarma del celular- a las doce y media debía sacar a caminar a los perros grandes; se suponía que a la una y media teníamos nuestra reunión diaria del equipo, pero no ha estado sucediendo después de varias semanas.
Pero a las tres de la tarde recibi un mensaje del analista que mejor me cae: el supervisor andaba buscándome para que probara algunos bugs relacionados con las áreas de la aplicación que he probado últimamente.
Entré a la aplicación a ver si estaban reunidos y, efectivamente, los dos analistas estaban en reunión con el supervisor -el que menos bien me cae anda de vacaciones-; ví que habían estado reunidos por quince minutos y decidí no unirme a la reunión.
Un poco después el supervisor me escribió un mensaje en el chat grupal, asignándome cuatro -no sé si eran cinco porque uno estaba mal escrito- bugs para que los probara; me puse a trabajar en el acto y, un poco antes de finalizar el día laboral, le envié un correo con los resultados.
A las cinco me dirigí a los supermercados en dirección sur; pero no tenía intenciones de llegar hasta el más alejado: en el que queda a medio camino compré un poco de bananos; luego me dirigí a la tienda en donde usualmente compramos verduras; Rb le había enviado un mensaje a la tendera para que me preparara el pedido.
Pasé a la tienda y estaba la hija de la tendera; el pedido constaba de papaya, plátanos y peras; pero yo agregué un cartón de huevos pues ví que ya quedaban pocos en el refrigerador; la cuena fue de casi trece dólares(!).
Por la noche estuve viendo la segunda parte de Predator: Badlands, también ví la mayor parte de un nuevo video que publicó un Youtuber argentino que resume series: creo que es el video más largo que ha publicado en su canal, sobre Los Soprano.
Entre Predator y el resumen de Los Soprano llamé a mi antiguo supervisor en el Imperio del Norte; había esperado hasta esta semana pues quería aprovechar para felicitarlo -de antemano- por el Día de Acción de Gracias.
Mi supervisor estaba preparando unos emparedados -con jamón y tocino- y estuvimos conversando por casi media hora; sobre la familia, el trabajo, el clima, las mascotas (me envió un par de fotos de la perra Labrador de su hija).
A las diez de la noche me metí a la habitación en la que estoy durmiendo a meditar veintidós minutos; luego, a las once, saqué por última vez en el día a los perros; después me metí al saco de dormir, aunque me costó un poco conciliar el sueño.
El martes me levanté a las tres de la mañana, a darle el pollo (y el polvo de las pastillas que se había acumulado en el pastillero, que equivalía a un poco más de la dosis diaria) a la perra más anciana de Rb.
Ella también salió de su habitación; nos saludamos y se retiró a seguir durmiendo, yo saqué a la perra al patio trasero y luego, cuando entró, le apliqué las gotas de los ojos que tocan a esa hora; después retorné a continuar durmiendo -me frustra la interrupción del sueño-.
Me costó volver a conciliar el sueño pero, eventualmente, me quedé dormido; hasta las siete y media; a esa hora sonó la alarma y me levanté a meditar; luego salí de la habitación para atender la reunión diaria.
Desde el día anterior le había indicado a Rb que esperaba que -justo una semana después de su operación- esperaba que comenzara a hacerse cargo de servir la comida en los platos de los perros; por lo que nomás tuve que agregarle agua -y caldo- a la comida, para ofrecérsela a las nueve menos cuarto.
Pero, a diferencia de otros días, la perra más anciana se negó a alimentarse sola; por lo que se la llevé a la cama a Rb y ella procedió a alimentarla manualmente; luego le aplicó las gotas para los ojos.
Luego preparé -y consumí- el desayuno; además de servirle a Rb las cuatro o cinco vituallas que componen el de ella; a media mañana ví un mensaje de mi conocida original de Camerún; en el que me invitaba a unirme a un grupo voluntario de traducción.
Ingresé mi información, descargué la aplicación en el celular y empecé a completar uno de los entrenamientos -médicos- que proveen; pero no lo terminé pues alguien requirió de mi ayuda: me pasé la siguiente hora traduciendo español-inglés para una persona que estaba registrando a un niño para recibir ayuda social.
Un poco más tarde le envié un correo a mi mejor amiga en el Imperio del Norte -pasé un día de Acción de Gracias en su casa-, felicitándola por la fecha -y pidiéndole que definiéramos una fecha para una videollamada-; me contestó bastante rápido con el recuerdo de la celebración en conjunto y ofreciendo la llamada para Diciembre.
Y a ver cómo sigue eso...