domingo, 30 de noviembre de 2025

Lectura e idiomas... Reading and languages... Lecture et langues...

Estoy -despues de varios años- en un período de no lectura; me ha ocurrido varias -muchas?- veces en la vida: de pronto no leo; lo que me preocupa; en algunas ocasiones han sido las circunstancias: contexto familiar, laboral o social.

En otras ocasiones se ha tratado de decepción lectora -no sé si se ha acuñado la expresión, pero sospecho que sí-: a veces no le hallo sentido a la lectura; o sea, enterarme de la opinión de otra persona sobre un tema; o de la exposición -en prosa o verso- de una experiencia.

En esta ocasión -creo que- se trata de una combinación de lo primero con lo segundo: llevo diez días de hacerme cargo de la mayor parte de las tareas domésticas -y de los perros de Rb-; lo peor es la interrupción del sueño.

O sea, Rb tiene la creencia que su perra más anciana debe ser alimentada cada seis horas -por aquello de una pancreatitis -crónica-; entonces, desde hace cuatro o cinco años se levanta a las tres de la madrugada a darle un par de onzas de pollo cocido.

A mí me ha parecido un soberano sinsentido -pero también es cristiana, y la he aceptado como es-; y, como no me afectaba, me decía: es su vida, son sus decisiones; pero ahora sí me afecta: como no puede inclinarse, llevo diez días de estar interrumpiendo mi descanso nocturno para darle de comer a la perra a las tres de la mañana.

Lo que espero que no se alargue por más de otras dos o tres semanas -realmente no creo que pueda aguantar más de ese tiempo-; he bajado el número de día para hacer la limpieza de dos a uno; y he ido, con el transcurso de los días, transfiriendo algunas actividades a Rb -como servir la comida de sus perros-.

Eso por el lado físico; por el lado anímico lo que me ha estado bloqueando es la lectura de libros 'serios'; o sea, el libro de Francés está un poco complicado -l'anomalie- y el libro en portugués es algo técnico -Agilidade Emocional-; pero, el libro de la línea de tecnología se me está haciendo cuesta arriba: DevOps.

Y es que es una combinación de resistencia a la lectura por la parte aridez del tema - es como la base teórica y formal de DevOps- y, por otra parte, me pone en frente la pregunta de qué haré en el tiempo que me queda de vida laboral.

O sea, llevo mas de doce años de dedicarme a mi función actual -más o menos- y no me llama la atención 'explorar' nuevas áreas profesionales: no quiero regresar a la parte industrial de mi carrera -especialmente administrar gente-.

Ni quiero pasarme a desarrollar, o retornar a implementar ERPs -o alguna tecnología similar-; o a impartir trainings, o a dirigir un laboratorio de calidad, o a implementar sistemas de gestión de calidad.

Y sobre lo segundo: he dejado de estudiar idiomas en Duolingo; o sea, pasé más de tres años tomando lecciones de Francés -avancé mucho en lectura y escucha; no mucho en escritura y menos en pronunciación- y varios meses en portugués.

Sigo -con dificultades- leyendo libros en francés y en portugués -en el primero he leído más de una docena, en el segundo dos o tres-; pero he dejado de completar lecciones de ambos idiomas en Duolingo.

La app cambió la forma en la que distribuye la publicidad en la versión sin costo: ahora hay que ver anuncios cada dos o tres lecciones; por lo que, durante las últimas semanas, me he dedicado más a jugar partidas de ajedrez.

Se supone que debería estar mejorando mi nivel de ELO -me había puesto como meta de fin de año llegar al nivel de mil quinientos- y, aunque en algunas ocasiones he llegado hasta los mil cuatrocientos puntos, mi promedio se ha mantenido alrededor de los mil trescientos cincuenta.

Y a ver cómo sigue eso... 

El trabajo estuvo bastante suave -o al menos eso parecía- durante el martes; o sea, pude estar en la llamada de una hora con esa app como intérprete voluntario -también saqué la basura e hice alguna otra pequeña actividad en el ínterin-.

Un poco antes de mediodía recibí un mensaje de la persona que me contactó la semana anterior para que la ayudara como voluntario; me dió acceso a la plataforma de la actividad y pude enterarme un poco más de los detalles.

Y, al final, resulta que la actividad no me es completamente desconocida: en el segundo año de mi hija mediana (becada) en uno de los colegios más caros del país asistí -también llevé a mis otros dos hijos- a la edición que hicieron en el lugar de esta actividad.

Es una iniciativa global: en muchos países se organizan grupos de jóvenes para presentar temas científicos, técnicos, artísticos, entre otros; la duración de la presentación es de ocho minutos y, al parecer, debo darle apoyo al grupo de esta universidad -de papel- que presentará el tema científico este año.

Al mediodía consumimos la segunda porción de la comida que preparamos el domingo; también extraje un poco del jugo de los plátanos cocidos que Rb ha estado consumiendo durante la mañana y la noche.

En el almuerzo le agradecí a Rb por la preparación de las comidas de sus perros; y además le comenté que planeo salir el sábado y domingo: el primer día espero ir a ver a mi hija mayor, por lo que le pregunté si habría inconveniente en alimentar media hora antes a sus perros; no puso objeciones.

El domingo será -espero- un poco más fácil: le propuse a mi amigo Testigo de Jehová que nos tomemos un café en la pizzería del comercial en donde tomamos los buses intermunicipales.

Como llegar al lugar -a pie- no me toma más de quince minutos, no creo que la ausencia sea más de un par de horas; y, de acuerdo al horario, entre dos y cuarenta y cinco y siete de la noche no hay ninguna actividad con los perros.

Al final de la tarde, después del horario laboral, me dirigí a la tienda verde de descuentos, quería comprar un aireador para la llave de agua del lavatrastos (está muy alta y estoy dejando un reguero de agua cada vez que lavo platos).

El aireador me costó dos dólares y medio -también compré un botecito de salsa de soya-; luego me pasé a la ferretería en la que usualmente nos proveemos de implementos para la casa: queria comprar un adaptador para instalar el aireador en la llave del lavatrastos.

Pero no encontré; o sea, encontré dos adaptadores de pvc hembra; pero temí que no fueran a funcionar; estuve un gran rato en el lugar y luego empecé mi retorno a casa; por la noche estuve viendo algunos videos en Youtube del canal Herejes. 

El miércoles fue un día bastante tranquilo; se suponía que iban a liberar una nueva versión de la aplicación que probamos; pero eso lo hicieron hasta casi el mediodía; a media mañana tuve la reunión bisemanal con mi supervisora local.

Aproveché la misma para comentarle que no iba a poder participar en el convivio de fin de año del equipo: la celebración la realizarán en la ciudad colonial; se supone que las actividades laborales finalizarán a las nueve de la mañana; pero la actividad -al parecer- abarcará toda la tarde.

Estuvimos  conversando un poco sobre la situación en la que me encuentro actualmente (haciéndome cargo de la mayor parte de las actividades domésticas, debido a la convalecencia de Rb); ella también acaba de mudarse de departamento pues a principios del próximo año le dará la bienvenida a su segundo bebé.

Por la tarde fui a la ferretería a comprar un par de adaptadores hembras de PVC y utilice un trozo de tubo del mismo material para instalar el aireador en el lavatrastos; pero no funcionó: un extremo se enroscó bien en la llave del agua, pero en el otro extremo el aireador no quedó bien: el diámetro de la rosca es más pequeño que la rosca del PVC.

Por la noche estuve viendo el final de la última película de Predator: Badlands; la verdad me pareció aceptable, aunque he leído muchas opiniones encontradas en la web; también continué viendo algunos videos de Herejes. 

El jueves fue el segundo día de vacaciones forzadas del mes; Rb me había preguntado (!) si iba a salir, pero le confirmé que prefería quedarme todo el día en casa; para ayudarla con la recuperación.

Y al final, muy tarde, me dí cuenta que no era un buen día para pedir vacaciones: justo ese día, por ser el Día de Acción de Gracias, las actividades en el trabajo bajan casi a cero, pues todos los compañeros en el Imperio del Norte están de asueto.

A media mañana me dirigí -nuevamente- a la ferretería a la que había acudido un par de días antes; ese día había encontrado un adaptador de pvc en donde la manguera del aireador quedaba bastante ajustada -aunque no completamente-; compré uno de esos.

Almorzamos lo mismo que toda la semana: arroz con hígados y mollejas de pollo, zanahoria y chile pimiento; intenté una nueva instalación con los dos adaptadores de pvc de la ferretería pero no volvió a funcionar nuevamente: en esta ocasión sellé el aireador con silicón; pero la rosca de PVC no entró en la llave del agua; lo desinstalé por completo.

A media tarde me dirigí a los supermercados en dirección sur; pero nomás al más cercano; en donde compré un poco de lechuga, para el almuerzo del sábado; también compré bananos y una nueva bolsa de marshmellows.

En la panadería de la vuelta compré el pan para los desayunos del viernes, sábado y domingo; por la noche ví el primer capítulo de la quinta temporada de  Stranger Things (la habían estrenado el día anterior, pero creo que esa noche ví un capítulo de Is It Cake? con Rb).

El viernes (Black Friday) también estuvo bastante tranquilo el trabajo: a la reunión diaria apenas acudimos cuatro o cinco personas -menos de la mitad de la asistencia regular-; no asistió mi supervisor.

Traté de  avanzar un poco en las tareas pendientes; de hecho reporté un par de cuestiones que encontré en la revisión de un par de funcionalidades, que he estado probando desde hace algunas semanas.

Pero, en general, el día transcurrió casi de la misma forma que el resto de la semana: dándole de comer a los perros, sacándolos al patio -y a su caminata diaria- y aplicándole gotas oftalmológicas a la perra mas anciana.

Un poco antes de las cinco me dirigí a los supermercados en dirección sur; en el más cercano compré tres libras de fajitas de pollo -para los almuerzos de la siguiente semana-; de vuelta pasé a la tienda, por el pedido que Rb había realizado en el lugar.

Por la noche vimos el capítulo final -de tres, nomás- de It is Cake? version Holiday; luego estuve viendo una parte de una película de acción con la protagonista de la serie de películas de Underworld.

El sábado, después de darle el pollo -a las tres de la madrugada- a la perra más anciana, quité todas las alarmas de temprano, dejando como primera la de las ocho y cuarto; a esa hora me levanté a echarle agua a la comida de la perra más pesada, luego medité durante veintidós minutos. 

Después de meditar le dí la comida a los perros; luego le apliqué unas gotas a la perra más anciana; y me preparé el desayuno de los sábados; y compartimos con Rb el desayuno, en la mesa del comedor.

La noche anterior Rb me había pedido que acudiera a la farmacia, a comprar un par de cajas de una medicina antiflatulenta -y un bote de salicicato de bismuto, para el perro-; pero, como tenía que comprar carnitas para el almuerzo con mi hija mayor, había decidido salir hasta las once de la mañana.

Y es que a las diez y a las once hay que aplicarle una gota de diferente tipo a la perra más anciana; a las once me dirigí a la farmacia en dirección norte; el tránsito se veía bastante pesado -aunque yo me movilicé a pie-.

Compré en la farmacia las dos medicinas que Rb me había solicitado y luego pasé a la chicharronera cercana a la casa, a comprar la comida (Keto) con la que he obsequiado a mi hija mayor los últimos meses.

Al mediodía calentamos la última porción de la mezcla de arroz, hígados y mollejas de pollo, zanahoria y chile pimiento; la verdad es que el sabor ya se sentía un poco diferente; pero, me imagino que es lo que sucede a la mayor parte de alimentos conservados en refrigeración.

Después del almuerzo preparé un par de ensaladas, las cuales empaque, junto con un par de coquitas, las carnitas, y platos y cubiertos, en la mochila con aislante hermético; luego tomé una ducha y, a las dos y cuarto, abordé el auto para dirigirme a la casa de mis hijos.

Cuando salí el boulevard se veía bastante despejado; pero, unas pocas calles más adelante, el embotellamiento vehicular se notaba terrible; por lo que me pasé sobre el bordillo del boulevard y tomé el sentido contrario para entrar a la ciudad por el otro acceso.

El tránsito en la otra dirección tampoco estuvo tan fácil; o sea, el flujo no estaba detenido en ningún tramo, pero en varios sectores había autos estacionados a la vera del camino, reduciendo los dos carriles de circulación a solo uno.

De hecho continué conduciendo por el carril que estaba parcialmente ocupado, y pasé golpeando el retrovisor de un auto más o menos del mismo tamaño; y raspando la puerta de un pickup bastante más alto que el auto de Rb.

Afortunadamente ninguno de los dos autos me interrumpieron -creo que solo el primero estaba ocupado, cuando ocurrió el incidente- por lo que continué conduciendo hasta entrar a la vía de entrada a la ciudad.

La cuesta de entrada estaba bastante concurrida; pero, aquí hay cuatro carriles -en el otro únicamente dos-; de todos modos me tocó que llamar a mi hija mayor, pues apenas estaba entrando al a ciudad cuando ví en el celular que quedaban cinco minutos para las tres.

Al final llegué a la casa de mi hija como a las tres y veinte; me estacioné en el lugar reservado y subí al séptimo nivel; entré al departamento y me anuncié; pero al no recibir respuesta inicié una llamada en whatsapp; sin embargo, mi hija salió -casi en el acto- de su habitación.

Nos dirigimos al parque temático aunque ya era bastante tarde; tenia la impresión que cerraban el acceso a las cuatro de la tarde -y que desocupaban el lugar a las cinco- pero llegamos un poco antes de las cuatro menos diez.

Preguntamos en la entrada -hay dos puntos de control- y nos comentó la guardia que usualmente cierran el acceso a las cuatro y el parque a las cinco; pero que ya estaban en jornada de fin de año; lo que significa que cierran el acceso a las ocho y el parque a las nueve.

Nos dirigimos al area social techada, pero esta estaba reservada; por lo que buscamos un lugar alternativo; afortunadamente encontramos libre la banca bajo dos -o tres- árboles en la que hemos almorzado varias veces.

Procedimos a almorzar -yo ya había almorzado en la casa de Rb, pero no me pareció adecuado nomás acompañar a mi hija-; mi hija también habia llevado un hermético con varios brownies de chocolate -de bajas calorías-.

Estuvimos un buen rato en el lugar, después nos dirigimos a la rueda de Chicago; al principio creí que no estaba funcionando -habíamos tratado de ver desde donde estábamos almorzando y no se veía en movimiento-, pero sí, estaba funcionando y nos subimos.

Luego -ya eran más de las cinco- empezamos el camino de regreso a casa; retornamos cuando ya estaba oscureciendo, pero no tuvimos ningún inconveniente volviendo al departamento; en donde estuvimos -en el espacio ahora designado como sala- hasta las seis y veinte.

A esa hora me despedí de mi hija -ella bajó a acompañarme al parqueo- e inicié el viaje de vuelta a casa; el tránsito estaba mucho más despejado por lo que, un poco antes de las siete, estaba parqueando el auto frente a la casa de Rb.

Vine a cenar -aunque la comida del día habia sido copiosa: dos desayunos y dos almuerzos- y después estuvimos viendo con Rb un capítulo de una competencia de preparación de pasteles -aunque nomás vimos la mitad pues el episodio tarda casi hora y media-.

Y a ver cómo sigue eso.

martes, 25 de noviembre de 2025

El club de los veintisiete... The twenty-seven club... Le club des vingt-sept...

Consulté con Google sobre el título de esta entrada y su 'inteligencia artificial' me respondió lo siguiente: "El Club de los 27 es un término informal para referirse a un grupo de músicos populares (y a veces otros artistas) que fallecieron a la edad de 27 años. A menudo, estas muertes están asociadas con estilos de vida de alto riesgo, como el consumo de drogas y alcohol, aunque las causas varían e incluyen sobredosis, suicidios o accidentes. Aunque la idea de un pico estadístico de muertes a esa edad ha sido refutada, el concepto se ha consolidado como un mito cultural."

Y eso, un mito; pero muy utilizado -o romantizado?- por los jóvenes -o no tanto- de los últimos tiempos; el sábado que hablaba con mi hija mayor -ese día estaba cumpliendo veintisiete- me comentó algo como ¿sabes qué pasa después de los veintisiete?... vienen los veintiocho.

Pero sí sé a qué se refería... o sea, nos reímos de la referencia; aunque, en su caso, no debería ser de mucha broma: en su adolescencia -y temprana adultez- tuvo un par de connatos -no sé qué tan serios- de terminar con su existencia.

La primera -o segunda?- vez me preocupó bastante; después de cierto tiempo de consideración me dije: 'lo que deba ser será'; y 'toda vida tiene un inicio y un final; la mayoría sabemos cómo y cuándo inició, muy pocos saben cómo y cuándo terminará'.

Porque no se puede obligar a nadie a vivir -o a morir?-; y he aceptado que nadie tiene la vida comprada; igual mi hija mayor ha tenido actitudes bastante autodestructivas: toma -bastante?- alcohol, fuma en exceso, se autolesionaba -no sé si aún lo hace-.

Y no es que no me entristezca; amo a mis tres hijos, y -aunque ya son adultos- aún representan una gran parte de mis consideraciones al tomar una decisión vital, o en general de mi día a día; pero no puedo hacer más que eso: tratar de aprovechar el tiempo que tenemos en común en este ciclo.

Y a ver cómo va eso...  

El viernes me levanté a las tres de la madrugada a alimentar a la perra más anciana de Rb; además, por primera vez, decidí darle entre el pollo la pastilla que había estado ingiriendo a media mañana -cómo cuesta darle medicina-.

Después de eso volví a la cama; aunque no a la cama que utilizo normalmente: Rb decidió ocupar mi cama durante su recuperación porque la suya está demasiado baja y eso haría que se esforzara mucho para acostarse -y levantarse-; lo que podría afectar la cicatriz de la operación.

Entonces decidimos -decidí- que dormiría -con un saco de dormir- en el  cuarto donde están los alimentos de los perros: no creí conveniente sacar a los perros grandes del lugar en donde han dormido durante muchos años.

A las siete y media sonó la alarma del celular; aunque había estado despierto desde una media hora antes -incluso ví la hora un poco antes de las siete-; medité veintidos minutos y, luego, entre a la reunión del equipo.

La verdad es que esperaba un día complicado por el correo recibido -y respondido- el día anterior del supervisor en el imperio del norte; pero antes de entrar a la reunión ví que había respondido al correo con el que el compañero reportaba el trabajo del día anterior.

En el correo solicitaba que se ampliaran las pruebas que habíamos realizado -yo no habia cubierto casi la mitad de lo que me correspondía-; por lo que me propuse -ahora sí- esmerarme en completar un buen trabajo.

Y trabajé -casi dos horas!- de forma bastante dedicada en las tareas pendientes; pero luego -al ver que nada pasaba, y que un equipo que estaba utilizando me fuera removido- volví a mi ritmo normal: casi nada.

El resto del dia fue bastante normal (la verdad es que estoy sintiendo bastante cargante toda la rutina con los perros -y ahora tratando de que Rb se cuide-); por la tarde, después del horario laboral, me dirigí a los supermercados en dirección sur.

En el más alejado compre varios de los productos que utilizo en mis desayunos o almuerzos: café instantáneo, frijoles, tortillas de maiz, galletas y coquitas; en el otro compré bananos;  a la mitad del camino con este último pasé viendo el table dance que el MP cerró la semanana anterior, por un caso de desaparición de una dama.

El sábado me frustró no poder ver a mi hija mayor: o sea, había planificado -con ella- nuestro almuerzo mensual para un día antes de su cumpleaños número veintisiete; de hecho fue uno de los temas -presencial y virtual- del último desayuno con mi ahijada, y la conversación con mi amigo el antivacunas.

Pero ya había -más o menos- aceptado que las emergencias médicas son -generalmente- insalvables, e inoportunas; entonces me dediqué el día completo a la rutina de los perros de Rb; y a ayudarla con sus comidas y rutinas -incluida la preparación de la ducha-.

Incluso me toco que ir -porque Rb realmente no puede hacer nada más que dar unos pocos pasos cada ciertas horas- a la tienda de las verduras, a comprar plátanos, zanahorias y chiles pimientos.

Lo bueno es que Rb se había entendido con la señora -había hecho los arreglos del pedido por Whatsapp- por lo que no tuve nomás que presentarme, saludar, decir que iba por las verduras, y retornar a la casa; minimizando la interacción todo lo posible.

A las tres de la tarde tuve una videollamada con mi hija mayor: ella había lamentado que no pudiéramos vernos el día antes de su cumpleaños -le había avisado dos o tres días antes-; y aún intentó que llegara el domingo -aparentemente había pedido varios días de vacaciones-; tuvimos una conversacion de casi una hora.

La cual fue interrumpida en una ocasión por Rb -para avisarme que su perra más anciana estaba llorando-: al parecer quería salir al patio; a donde yo me había instalado para la conversacion con mi hija.

La conversación con mi hija estuvo bien; le comenté que, si todo iba bien, podía llegar algunas horas el siguiente sábado; también le comenté que estaba pensando participar como coach voluntario en una especie de feria científica que organiza una de esas nuevas universidades de papel.

Sobre esto último: después de la conversación que tuve con mi ex compañero hace unos meses, finalmente su esposa me escribió el viernes, para confirmar si estaba disponible para ayudar a su grupo: el evento es en Marzo, pero hay una reunión -virtual- en diciembre, y otro par en enero y febrero.

Además de esas reuniones estaba organizando un asado para el día siguiente (sábado); pero, como me estaba avisando un día antes, -y además, mi situación actual con Rb-, decliné gustosamente la participación en este.

La mayor parte de la noche -hasta la hora de finalización de las actividades con los perros: once de la noche- me la pasé en la habitacion de Rb; con los perros grandes; ella está ocupando la habitación en donde he dormido los últimos años.

El domingo me levanté a las tres de la mañana; el día anterior habia tenido ciertas dificultades para que la perra ingiriera la pastilla dentro de un trozo de pollo, por lo que en esta ocasión tuve más cuidado en prepararlo; y funcionó muy bien.

Rb salió de la habitación -al parecer, por alguna razón, a esa hora se toma la pastilla que toma permanentemente contra las convulsiones-; cruzamos algunas palabras y luego nos despedimos; volví a mi saco de dormir a intentar conciliar el sueño -esto es de lo que más me molesta de hacerme cargo de los perros, la interrupción de la rutina de dormir-.

Algunos minutos más tarde Rb me llamó desde la habitación; y me asusté al ver que algunas gotas de sangre estaban cayendo de la cicatriz abdominal de la operación: el día anterior había empezado a aplicarse unos parches de ácido halurónico prescritos por la doctora que la operó.

Se suponía que la función de los mismos es acelerar la cicatrización -lo que, la verdad, encuentro muy improbable-; y, al parecer, debido a la manipulación de la cicatriz se había acumulado sangre en la misma.

Rb estaba muy asustada e incluso sugirió ir a la emergencia del hospital en que la operaron; yo también me asusté -bastante- pero traté de mantener la ecuanimidad: le dije que esperáramos a ver si continuaba la hemorragia -habían incluso algunas gotas de sangre en el piso-.

Al final Rb incluso se tomó la temperatura para ver si había algún otro signo negativo; afortunadamente la medición no mostró ningún incremento; igual yo le había prevenido que aún un pequeño aumento era esperable; por lo reciente de la intervención quirúrgica.

La escena me recordó lo ocurrido unas semanas antes con su connato de desmayo; y no sé si mi actitud es de excesivo abandono; pero no creo que se deba aumentar las variables cuando una situación aún está iniciando; lo encuentro contraproducente.

Al final Rb se tranquilizó, la arropé y volví al saco de dormir; me costó bastante conciliar el sueño pero, eventualmente, me quedé dormido; hasta cerca de las ocho, cuando escuché que Rb sacaba a su perro al patio.

Me levanté a meditar a las ocho menos cinco, luego prepare la comida de los perros y salí a prepararme el desayuno; también le serví el desayuno a Rb; comentamos un poco los sucesos de la madrugada y me agradeció -nuevamente- por la forma en la que había manejado la situación.

Después del desayuno -y de ponerle las gotas de las diez a la perra más anciana- tomé el automóvil y me dirigí al comercial en donde se estacionan los busitos: en el supermercado del lugar nos proveemos frecuentemente de aguacates y -Rb- manzanas.

En el camino de vuelta pasé a una gasolinera a llenar el tanque; había visto el indicador por debajo de la mitad y cuando aborde el auto me dí cuenta que andaba a un cuarto del mismo; para terminar el viaje pasé al supermercado más cercano en dirección sur: en el primero no había encontrado fajitas de pollo -lo que Rb cocina par su perra más vieja- y en este -afortunadamente- sí había.

A la hora del almuerzo consumimos lo último de las verduras cocidas que había estado comiendo desde el jueves (el martes y miércoles había preparado mis tortillas con huevo duro y soya texturizada), con un poco de pollo y arroz.

El resto del día transcurrió más o menos como los anteriores: haciéndome cargo de los perros de Rb; a media tarde salí a cortar cinco güisquiles que había visto con un tamaño ya adecuado para la cosecha; un poco después de las cuatro me tocó que preparar los almuerzos de la semana.

O sea, los preparamos con Rb pero, debido a su estado, hice la mayor parte del trabajo: poner a cocer el arroz, partir las zanahorias y los hígados y controlar el cocido que preparamos con estos y mollejas e hígados de pollo (estos últimos los pudo cortar con una tijera).

Al final de la tarde ví el cuarto capítulo de Pluribus y, un poco más tarde, una pequeña parte de la última película de Predator (en la que Elle Fanning personifica a un bot sin extremidades inferiores); terminé el ciclo de los perros un poco antes de las once de la noche.

Lastimosamente la perra más pesada de Rb tuvo emergencias estomacales un poco después de medianoche: Rb me llamó por whatsapp para avisarme que quería salir al patio; incluso tuve que salir después para comprobar si había sido diarrea.

Pero no, no encontré diarrea por ningún lado; volví a acostarme y continué durmiendo hasta las tres de la madrugada; a esa hora volví a ver a Rb: mientras esperaba que la perra más anciana volviera de su salida al patio ella salió de la habitación -por la toma de su pastilla diaria-.

El lunes empezó -después de las tres de la mañana- bastante temprano: un poco después de las seis Rb me volvió a despertar: la perra más pesada volvió a necesitar salir al patio; en esta ocasión la observé mientras hacía sus necesidades; y no, no era diarrea, simplemente una consistencia -aparentemente- más suave.

Creí que no me volvería a dormir -la siguiente alarma era a las siete y media- pero me volví a meter al saco de dormir; y, eventualmente, creo que me quedé dormido;  cuando sonó la alarma me levanté a meditar.

Después entré a la reunión de equipo; y empecé la rutina diaria con los perros; la verdad es que al principio creí que serían nomas dos o tres días -la estadía de Rb en el hospital-; aunque antes de que sucediera eso, ya había comprendido que serían al menos dos semanas; y ahora nosé, quizá un mes? o mes y medio?

Según mi horario -el lunes por la noche metí todas las actividades a la alarma del celular- a las doce y media debía sacar a caminar a los perros grandes; se suponía que a la una y media teníamos nuestra reunión diaria del equipo, pero no ha estado sucediendo después de varias semanas.

Pero a las tres de la tarde recibi un mensaje del analista que mejor me cae: el supervisor andaba buscándome para que probara algunos bugs relacionados con las áreas de la aplicación que he probado últimamente.

Entré a la aplicación a ver si estaban reunidos y, efectivamente, los dos analistas estaban en reunión con el supervisor -el que menos bien me cae anda de vacaciones-; ví que habían estado reunidos por quince minutos y decidí no unirme a la reunión.

Un poco después el supervisor me escribió un mensaje en el chat grupal, asignándome cuatro -no sé si eran cinco porque uno estaba mal escrito- bugs para que los probara; me puse a trabajar en el acto y, un poco antes de finalizar el día laboral, le envié un correo con los resultados.

A las cinco me dirigí a los supermercados en dirección sur; pero no tenía intenciones de llegar hasta el más alejado: en el que queda a medio camino compré un poco de bananos; luego me dirigí a la tienda en donde usualmente compramos verduras; Rb le había enviado un mensaje a la tendera para que me preparara el pedido.

Pasé a la tienda y estaba la hija de la tendera; el pedido constaba de papaya, plátanos y peras; pero yo agregué un cartón de huevos pues ví que ya quedaban pocos en el refrigerador; la cuena fue de casi trece dólares(!).

Por la noche estuve viendo la segunda parte de Predator: Badlands, también ví la mayor parte de un nuevo video que publicó un Youtuber argentino que resume series: creo que es el video más largo que ha publicado en su canal, sobre Los Soprano.

Entre Predator y el resumen de Los Soprano llamé a mi antiguo supervisor en el Imperio del Norte; había esperado hasta esta semana pues quería aprovechar para felicitarlo -de antemano- por el Día de Acción de Gracias.

Mi supervisor estaba preparando unos emparedados -con jamón y tocino- y estuvimos conversando por casi media hora; sobre la familia, el trabajo, el clima, las mascotas (me envió un par de fotos de la perra Labrador de su hija). 

A las diez de la noche me metí a la habitación en la que estoy durmiendo a meditar veintidós minutos; luego, a las once, saqué por última vez en el día a los perros; después me metí al saco de dormir, aunque me costó un poco conciliar el sueño.

El martes me levanté a las tres de la mañana, a darle el pollo (y el polvo de las pastillas que se había acumulado en el pastillero, que equivalía a un poco más de la dosis diaria) a la perra más anciana de Rb.

Ella también salió de su habitación; nos saludamos y se retiró a seguir durmiendo, yo saqué a la perra al patio trasero y luego, cuando entró, le apliqué las gotas de los ojos que tocan a esa hora; después retorné a continuar durmiendo -me frustra la interrupción del sueño-.

Me costó volver a conciliar el sueño pero, eventualmente, me quedé dormido; hasta las siete y media; a esa hora sonó la alarma y me levanté a meditar; luego salí de la habitación para atender la reunión diaria.

Desde el día anterior le había indicado a Rb que esperaba que -justo una semana después de su operación- esperaba que comenzara a hacerse cargo de servir la comida en los platos de los perros; por lo que nomás tuve que agregarle agua -y caldo- a la comida, para ofrecérsela a las nueve menos cuarto.

Pero, a diferencia de otros días, la perra más anciana se negó a alimentarse sola; por lo que se la llevé a la cama a Rb y ella procedió a alimentarla manualmente; luego le aplicó las gotas para los ojos.

Luego preparé -y consumí- el desayuno; además de servirle a Rb las cuatro o cinco vituallas que componen el de ella;  a media mañana ví un mensaje de mi conocida original de Camerún; en el que me invitaba a unirme a un grupo voluntario de traducción.

Ingresé mi información, descargué la aplicación en el celular y empecé a completar uno de los entrenamientos -médicos- que proveen; pero no lo terminé pues alguien requirió de mi ayuda: me pasé la siguiente hora traduciendo español-inglés para una persona que estaba registrando a un niño para recibir ayuda social.

Un poco más tarde le envié un correo a mi mejor amiga en el Imperio del Norte -pasé un día de Acción de Gracias en su casa-, felicitándola por la fecha -y pidiéndole que definiéramos una fecha para una videollamada-; me contestó bastante rápido con el recuerdo de la celebración en conjunto y ofreciendo la llamada para Diciembre.

Y a ver cómo sigue eso... 

viernes, 21 de noviembre de 2025

Ejercicios... working out... faire du sport...

Hasta mis cincuenta años -o algo así- nunca hice deportes de forma rutinaria; o sea, en la escuela primaria jugaba partidos de futbol -incluso algunos formales-; igual en básico y bachillerato.

Y en la facultad me tocó que tomar un curso obligatorio de deportes durante el primer semestre: nomás correr y correr; incluso estuve intentando salir a correr durante el segundo año, pero me reencontré con un problema: hiperventilo bastante rápido.

O sea, corro algunas cuadras y empiezo a respirar demasiado rápido; lo mismo -o casi- ocurre cuando hago algún esfuerzo extra -como cuando he ayudado a empujar un auto para arrancarlo en segunda velocidad-.

Creo que desde mi adolescencia sospeché que tenía alguna relación con la causa de muerte de mi padre -un mes antes de que naciera-; sospecho -no sé si se puede confirmar- que hay algo de malo con mi sistema respiratorio -o todo el sistema, por lo que también me cuesta escuchar algunos tonos-. 

Cuando estaba en mi primer trabajo despues de la universidad consideré asistir a un gimnasio; alguien con quien compartí casa unos meses era fanático de la salud física; pero nomas fui un día.

Y entonces -treinta años después- Rb empezó a hacer ejercicios porque uno de sus doctores le sugirió que la podía ayudar a controlar sus accesos de ansiedad; con ella habíamos hecho algunas tarde de yoga cuando empezábamos la relación.

Pero, esta vez, sí nos dedicamos con seriedad al asunto: primero fueron dos días a la semana de ejercicios aeróbicos por treinta minutos; luego le agregamos pesas, luego le agregamos otros diez minutos, luego le agregamos resistencia, luego le agregamos otros diez minutos.

Al final terminamos con una rutina de tres veces a la semana, a primera hora, de cincuenta minutos con una mezcla de ejercicios aeróbicos, de fuerza y de resistencia; hasta esta semana: Rb se sometió a una histerectomía y debe guardar reposo por casi tres meses.

En estos tres años yo me he ausentado por uno o dos días -o incluso por ocho- pero Rb ha continuado ella sola la rutina; yo le indiqué que no lo haría -seguir en solitario-; así que, por el momento, el periodo más prolongado de ejercicios ha terminado.

Y a ver cómo sigue eso... 

El lunes empezó normal la semana: meditación a las seis y veinte, luego la rutina de ejercicios de los lunes; después entré a la reunion, y luego la ducha matutina; el resto de la mañana estuvo bastante tranquilo.

Almorzamos unas piernas cocidas en aceite y ensalada; habiamos sacado a caminar a los perros antes del almuerzo por lo que, luego de este, nomás esperé un poco antes de lavar los trastos y preparar el té y el café.

Al terminar la jornada laboral -a las cinco de la tarde- nos dirigimos a los supermercados en dirección norte; Rb quería comprar un pocillo de porcelana, para preparar té; tambien compramos, en la tienda verde de descuentos, un par de recipientes herméticos, y yo compré un litro de vinagre.

El martes empezó la saga de la cirugía de Rb: me levanté a meditar a las cuatro y veinte; había escuchado que Rb ya estaba despierta y, cuando salí de la habitación, la encontre tomando un atol -se lo habían prescrito-.

A las cinco de la mañana abordamos el automóvil y nos dirigimos al hospital del centro histórico; por lo temprano el tránsito estaba bastante fluido: llegamos veinte minutos antes de las cinco y estacioné el auto frente al lugar.

Un poco después de las seis empezó a llegar el personal médico; esperamos un momento y luego entramos a recepción; tuve que comprar una mascarilla para entrar -y mover un poco el auto pues me había estacionado en el lugar de las ambulancias-; la recepcionista del hospital le entregó a Rb tres formularios.

Nos acomodaron en una de las habitaciones y Rb llenó los tres formularios -eran autorizaciones y descargo de responsabilidad para el hospital-; la acomañé hasta las siete menos veinte y luego nos despedimos.

Saliendo del lugar saludé a una anciana que -un poco después- sospeché que era la hermana de Rb -se había ofrecido a acompañarla durante el día-; el viaje de vuelta estuvo bastante tranquilo y a las siete y veinte estaba entrando en casa.

Intenté dormir un poco más pero no pude conciliar el sueño; de todos modos me estuve en cama hasta las ocho menos cinco; a esa hora me levanté a encender la computadora para entrar a la reunión diaria.

No hubo muchas novedades en la reunión; después de la misma -a las nueve menos cuarto- les dí de comer a los perros -Rb me confeccionó un documento con las horas y los detalles para alimentarlos, y aplicarle gotas en los ojos a la más anciana-.

Después de alimentar a los perros me volví a meter a la cama e intenté -nuevamente- dormir un poco; pero no lo logré, por lo que me levanté a desayunar, después de las gotas de las diez para la perra más anciana.

El trabajo estuvo tranquilo; intenté dormir otro poco durante la mañana, pero nomás me estuve un rato en la cama de Rb; al medio día recibí una llamada de la analista que está en el Imperio del Norte: estaba teniendo dificultades en seguir un documento que tengo asignado desde hace varios meses.

Un poco después me llamó mi supervisor para cuestionar por qué el documento estaba incompleto; la verdad es que no le había puesto mucha atención, por lo que me ofrecí a revisarlo; lo que estuve haciendo hasta mitad de la tarde.

De hecho, por estar trabajando en la actualización del documento almorcé tarde, y me tocó que sacar a caminar a los dos perros grandes al mismo tiempo -usualmente, cuando estoy solo, los saco uno por uno, por precaución-.

Después de sacar a caminar a los perros les dí el almuerzo; por la tarde terminé de leer el libro de la línea de español -decidí terminarlo en el intermedio del libro de no ficción-; a las cinco cerré la computadora del trabajo y me llevé la personal a la cama de Rb.

Terminé de ver la última película de Leonardo de Caprio; también ví el tercer capítulo de Pluribus; el resto de la noche, después de darles la cena a los perros, me estuve viendo videos de Youtube; hasta las diez: como no quería dormirme muy tarde decidí meditar antes de las once; luego los saqué, por última vez al patio.

El miércoles me levanté a las tres pues Rb le ha dado -por los últimos cuatro años- una comida extra (de pollo) a su perra más anciana a esa hora; le dí el pollo, la saqué al patio y le apliqué unas gotas en los ojos.

Después traté de dormir un poco: planeaba levantarme a las cuatro y veinte pues tenia que cocer un huevo -hervido- para complementar los alimentos del día de Rb; no pude dormirme pero me quedé entre las sábanas hasta las cuatro y cuarto.

A esa hora me levanté, medité y luego salí a hervir un par de huevos -el día anterior había consumido uno de esa forma para el almuerzo-; después saqué de la refrigeradora la bolssa que Rb había dejado preparada para su primer día de recuperación hospitalaria.

A las cinco y cinco abordé el automóvil y me dirigí al hospital en el que Rb fue intervenida el día anterior -histerectomía-; el tránsito estaba tranquilo, aunque en el centro histórico -aún a esa hora- se complica un poco.

De todos modos llegué a mi destino a las seis menos veinte; me parqueé frente al espacio designado para ambulancias y me puse a jugar algunas partidas de ajedrez; a las seis y cinco, cuando ví que ya habían abierto, entré al lugar; la recepcionista me indicó que podía entrar hasta el área de encamamiento.

Entré y todo estaba cerrado, y vacío; pero el día anterior habíamos conversado con Rb y quedado en que llamaría a su hermana para que saliera a encontrarme -la señora (dieciséis años mayor que Rb) la acompañó desde el día anterior-; lo cual hice.

Encontré a Rb saliendo de la ducha -o sea, ya estaba en la cama pero acababa de salir del baño-; le entregué la bolsa con el desayuno y me estuve en el lugar hasta las seis menos veinte; conversando un poco -Rb me presentó a la enfermera, y contó la forma en la que nos conocimos-.

A las seis menos veinte salí a encender el auto e iniciar el camino de retorno a casa; el tránsito de vuelta estaba bastante tranquilo con lo que, a las siete y veinte, estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb; puse la alarma para las ocho menos cinco e intenté dormir, pero no lo logré.

Cuando la alarma sonó me levanté a encender la computadora del trabajo; como estaba solo le quité el headset y estuve en la reunión con los altavoces de la computadora; en el ínterin serví las porciones del desayuno de los perros.

El resto del día continué con la rutina del cuidado de los perros; la cual es bastante pesada: a la perra mas anciana hay que aplicarle tres tipos diferentes de gotas para los ojos en tres momentos diferentes; hay que darles de comer tres veces al día -cuatro a la más anciana-; sacarlos a caminar y algunas otras actividades adicionales.

Al final de la tarde -como a las cuatro- mi hija mediana me escribió para que pagara por la construcción de la división en el espacio de la sala del departamento -ahora será su habitación-; desde la mañana me había indicado que estaban trabajando en eso por lo que le pedí un par de fotos del trabajo, luego transferí los trescientos setenta dólares a la cuenta que me indicó.

Cuando terminé de trabajar -o al menos el horario- me dirigí a los supermercados en dirección sur; aunque nomás caminé al más cercano; compré un par de racimos de bananos -verdes- y tres pequeños paquetes de frijoles volteados; terminé el día alimentando a los perros a las nueve menos cuarto y sacandolos por última vez al patio a las once de la noche. 

El jueves empecé la rutina -que me debía mantener por casi dos semanas- a las tres de la mañana, alimentando a la perra más anciana, luego aplicándole unas gotas en los ojos y, por último sacándola al patio; luego retorné a la cama; lo bueno del día fue que no tenía que reiniciar a las cuatro.

Originalmente Rb me había pedido que ese día le llevara también alimentos para el día -había dejado preparado un paquete en la refrigeradora- pero, como le habían dicho que ese día le tocaba salir, y ademas no había consumido todos los alimentos que le llevé el miércoles, me pidió que nomás llegara por ella al mediodía.

Con lo que me levanté a las siete y media -me costó un poco volver a dormirme luego de las tres, pero sentí que descansé bastante-, medité y después entré a la reunión del equipo; en la que nos indicaron que debíamos realizar unas pruebas en una nueva versión en uno de los servidores.

Durante la mañana, además de hacerme cargo de los perros, estuve conversando con Rb para darle seguimiento a su salida del hospital; a media mañana me pidió que le transfiriera mil dólares a su cuenta -había mantenido en mi cuenta casi tres mil dólares desde varios años atras- y, a las once y media, me pidió que fuera por ella.

Me alisté, le avisé al analista que mejor me cae que iba a estar ausente -aduje problemas de conexión- y salí a tomar el auto; además llevaba una bolsa con seis onzas de flores de loroco, que la hermana de Rb le había pedido -y yo había cosechado después de la reunión del equipo-.

Cuando iba a un par de cuadras, ya en el boulevard, iba a poner un audio de portugues, pero me percaté que había tomado el celular que Rb ya no utiliza -se parece bastante al que estoy usando actualmente-; iba a retornar pero decidí continuar en el camino -lo cual fue un gran riesgo, pues iba completamente incomunicado-.

El tránsito estuvo un poco pesado en un par de puntos del camino; pero no excesivamente; de hecho me tomó casi el mismo tiempo que los viajes realizados a las cinco de la madrugada; eso sí, traté de ir con un poco más de precaución.

Por la hora también decidí entrar por el lado contrario del centro histórico; lo que me complicó un poco el final del trayecto; pero no mucho; un poco antes de las doce y media estaba parqueándome en la calle del hospital -no me pude parquear enfrente porque había una buena cantidad de vehículos-.

Creí que me iba a tocar que pagarle a algún indigente por 'cuidar' el vehículo -práctica que siempre me ha frustrado- pero, por haberme parqueado a casi media calle, la persona 'a cargo' de la acera no estaba pendiente de esa área.

Como andaba escapado de mi trabajo no puse mucho cuidado en parquearme correctamente -deje el auto bastante separado de la acera-, corrí a la recepción del hospital y la señora me indicó que podía entrar directamente a la habitación.

Pero la puerta del áre de encamamiento estaba cerrada y nomás se podía abrir desde el interior; había otra persona allí esperando -con uniforme médico- pero tampoco sabía como entrar; me percaté de un timbre en una de las paredes y lo presioné -aunque creo que no con la suficiente fuerza-.

Un poco después la persona se retiró y yo volví a presionar el timbre, el cual ahora si sonó en el interior; una señora salió a abrir y le indiqué que iba por una paciente; me dirigí a la habitación de Rb, toqué -luego de dudar de que fuera la correcta- y me respondieron afirmativamente.

Saludé a Rb y a su hermana y empezamos a preparar la salida; pero ellas fueron a despedirse de todo el personal; tomé el par de mochilas que Rb habia llevado y me dirigí al automóvil, lo moví para el frente del hospital y esperé muy poco a que salieran del lugar; a Rb la sacaron en silla de ruedas pero le tocó que caminar pues el auto estaba al otro lado de la calle.

Nos despedimos de la hermana de Rb -ella se fue a abordar el autobús en una calle aledaña y nosotros iniciamos el camino de vuelta; al final me ausente menos de dos horas -el final del camino lo conduje bastante despacio pues Rb se quejó de los túmulos-.

Cuando vine saqué a caminar a los perros; luego le serví parte de los alimentos que Rb trajo de vuelta -y me preparé las cuatro tortillas de maiz que he estado consumiendo desde el marte-; también confirmé con uno de los analistas si se habían reunido.

Pero no, no hubo ninguna reunión en mi ausencia; lo que si hubo -no ví el correo hasta mas tarde- fue un mensaje de mi supervisor pidiendo el detalle de las pruebas que -supuestamente- había hecho sobre una funcionalidad; temí la implicación del mismo -el correo incluí a mi supervisora local como destinatario- por lo que intenté preparar una buena respuesta.

La cual, realmente, no existía: la verdad es que no me he esforzado en realizar correctamente mi trabajo desde hace varios meses -años?-; de todos modos recabé la información, prepare un cuadro -aceptable, según yo- y respondí al correo.

La tarde continuó igual que la anterior -y, me imagino que las siguientes-; con la diferencia de que Rb me agradeció varias veces por hacerme cargo de todo; y yo quejándome de que mi trabajo ya no me satisface; pero bueno.

Al final de la tarde iba a ir al supermercado a comprar bananos; pero, haciendo cuentas, aún nos quedaban para terminar el día y empezar el siguiente, por lo que nomás fui a la panadería por el pan para los desayunos de viernes, sábado y domingo -hasta más tarde me dí cuenta que sí debía haber ido al supermercado pues nomás me quedaban tres tortillas de maíz-.

Por la noche ví la segunda parte de una película española en la que actúa el protagonista de las dos películas antiguas de Hellboy; también hice Duolingo, le dí de comer a los perros de Rb y, un poco antes de las once, los saqué por ultima vez al patio.

Y a ver cómo sigue eso... 

domingo, 16 de noviembre de 2025

Inversiones (casi escribo "malas")... Investments (I almost wrote "bad")... Investissements (j’ai presque écrit “mauvaises”)...

El miercoles por la tarde me escribio mi hijo menor por whatsapp: me envió un screenshot del depósito que le habían hecho por la recompra de acciones que habían realizado en su trabajo.

Lo primero que noté fue que la cantidad que recibió era la mitad de lo que había visto en el sitio de la empresa que gestiona esta información -quienes administran las acciones-: en la página decía que las acciones tenian un valor de tres mil dólares; el depósito que ví fue de mil quinientos.

Lo cuestioné sobre la cantidad y me envió un screenshot del documento de liquidación; el valor de cada acción era como la mitad de lo que decía la página de stocks; me molestó un poco el hecho; o sea, en vez de ganar un diez por ciento con las inversiones había perdido el cincuenta por ciento.

Y me puse a rumiar pensamientos: qué estafa; siempre se aprovechan de los pequeños inversores; las empresas siempre fastidian a sus empleados; y así; pero nole dí mas importancia; tampoco le comenté nada a mi hijo.

Pero también me dije que no volvería a invertir; o al menos a hacerlo de la forma en la que me metí en esta aventura: o sea, con una completa ignorancia de cómo funcionan los procesos; básicamente aceptando mi desconocimiento.

Pero el jueves recibí otro mensaje de mi hijo: le había escrito -a los tres, realmente-: había depositado en la cuenta del edificio donde viven los cincuenta dólares que habían pedido como aporte extraordinario, por la compra de una bomba de agua.

Mi hijo me comentó que no había revisado su correo durante los últimos dos días -había estado fuera-; y que se acababa de percatar que las acciones habían sido adquiridas a mitad de precio porque una parte del valor se había trasladado a acciones de la empresa matriz.

Y, con el valor de mercado de las mismas, entonces quedamos casi en la misma posición: o sea, sin pérdidas; pero aún deberémos averiguar cuáles son las condiciones en las que serán administradas; o sea, se supone que esas sí pagan dividendos anuales; aunque me preocupan los cargos de administración.

Y a ver cómo va eso... 

El miércoles me levanté a las seis y veinte; me levanté algo raro porque me recordé que, durante la noche, había estado teniendo sensaciones raros en las piernas: me había despertado y sentía las sentía ingrávidas.

La noche anterior había confirmado si aún no me tocaba aumentar en un minuto la duración de mis periodos de meditación; pero no, al parecer aún tenía que esperar hasta el viernes para el cambio.

Medité veintiún minutos y luego salí a despertar a Rb, para realizar la rutina de ejercicios de mitad de la semana; y, aunque los perros no estuvieron interrumpiendo, igual decidí volver a tomar la ducha hasta después de que terminara la reunión diaria.

La reunión continuó en la misma forma: apenas revisamos algunos nuevos reportes de fallos que un par de analistas habían reportado; y la indicación de que se realizaría la actualización durante el día.

Después de hacer Duolingo estaba considerando retornar a la cama -el baño me había relajado-; pero noté que era el día en el que me reuno con mi supervisora local a las nueve y media -reunión bimensual 1:1-.

A la hora convenida entré a la reunión con mi supervisora; ella entró como cinco mintuos más tarde, aduciendo problemas con la herramienta que utilizamos; y la reunión estuvo bastante tranquila: no se habló del incidente de la semana pasada -mi irresponsabilida-.

El único tema que yo tenía en mente era el convivio de fin de año del equipo: el año pasado lo realizamos en el parque temático a donde acudimos con mis hijos; pero este años aún no se ha confirmado nada -ni siquiera un convivio de toda la empresa-.

Antes de tocar el punto laboral estuvimos conversando un poco de temas personales; yo tenía la idea de que mi supervisora era católica -le pregunté si pertenecía al Opus Dei- pero, sorprendentemente, me comentó que era evangélica.

Al mediodía recalentamos la segunda porción de tortilla española de la semana; acompañada de una gran ensalada -y refresco de Rosa de Jamaica-; como habíamos sacado a caminar a los perros antes del almuerzo, nomás esperé un rato antes de lavar los trastos del almuerzo -aunque el lavatrastos estaba más lleno que de costumbre-.

Mientras Rb le daba de comer a sus perros yo puse un poco de manzanilla en la olla y le preparé un té; también preparé un café para mí; como había quedado en reunirme con mi amigo poeta a las cinco y media -y el tránsito es muy variable por acá-, salí de mi trabajo a las cuatro y media.

A esa hora tome mi mochila, encendí el automóvil e inicié el viaje de ida; sorprendentemente el tránsito estaba bastante ligero: no me tocó que parar en ningún tramo del boulevard; y en el resto del camino nomás en un sector se ralentizó.

Con lo que llegué al lugar de costumbre a las cinco y diez; había considerado que me iba a tocar esperarlo; pero justo entrando al restaurante recibí un mensaje de que se atrasaría al menos quince minutos; al final fueron como veinticinco minutos.

De acuerdo a lo que había previsto había ordenado un pastel tres leches y un té frío; cuando mi amigo llegó pudimos ordenar un par de cenas típicas -las empiezan a servir a las seis y faltaban como cinco minutos para esa hora-; luego nos estuvimos en el lugar por casi dos horas, entre cena y conversación.

Además, casi al final de la reunión, le dí los seis billetes de veinte dólares que no me había aceptado el banco; a las ocho menos veinte nos despedimos; abordé el automóvil y le envié un mensaje a Rb para comentarle que empezaba mi retorno.

El tránsito de vuelta tampoco estuvo muy fuerte; me vine por varias calzadas principales y no hubo embotellamiento en ningún lugar; al final vine un poco después de las ocho y cuarto; acompañé a Rb en su cama mientras veía alguna de sus series; también vimos la segunda parte del primer episodio de una competencia de pasteles -la noche anterior habíamos visto la primera-.

El jueves me levanté a las seis y media; medité y luego retorné a la cama: era mi primer jueves de vacaciones -de los dos que me obligan a tomar al mes- y puse la alarma del celulara para las ocho y media.

A esa hora me levanté a preparar el desayuno, y a esperar a que Rb alimentar a a sus perros; un poco antes de las diez nos dirigimos al mercado en el Centro Histórico; Rb debía ir a consultar al internista en donde se someterá a la cirugia, y me había pedido que la acompañara al mercado, para traer de vuelta las moras que compra en el lugar.

El tránsito estaba bastante normal; un poco de embotellamiento antes de salir a la ruta intermunicipal; el busito se estaciona un rato en ese lugar y vimos cómo lo abordaba uno de los voluntarios con quien visitábamos hace diez años -también lo había visto en una sucursal de la telefónica hace unos años-.

Estuvimos conversando un rato con el joven, mientras el busito reiniciaba la marcha; nos despedimos en el comercial en donde la ruta finaliza; en el mismo lugar hay otra sucursal de la telefónica, a donde se dirigía a trabajar nuestro amigo.

De allí tomamos un transmetro hasta el centro; a medio trayecto el joven que iba sentado a la par de Rb se levantó; yo me percaté que había una tarjeta de pago del transporte entre los asientos y le pedí a Rb que verificara si tenía la de ella; entonces se la dimos al joven.

Lo raro es que justo cuando vi el piso de la unidad, había otra tarjeta; y, como de esa, era mucho más difícil saber a quien pertenecía, nomás la guardé en la bolsa del mercado de Rb; la usé en el viaje de vuelta, tenía apenas tres pasajes.

En el mercado Rb compró tres libras de moras y un ciento de bolsas transparentes; estas últimas las quiere utilizar para separar porciones de comida de sus perros grandes, para facilitarme un poco la vida, cuando me toque hacerme cargo de estos, mientras ella se recupera de la operación. 

Luego de las compras me despedí de Rb, ella se dirigió a la estación desde donde toma el transmetro hacia el hospital; yo me dirigí a otra estación cercana, para empezar el viaje de retorno; la estación no estaba muy llena; al parecer el partido de futbol de la selección -contra el país que creó el Imperio del Norte para ahorrarse un mes de viaje de sus barcos- bajó la afluencia de personas en las calles ese día.

Me apeé del transmetro en el comercial en donde se estacionan los busitos; entré al supermercado del lugar y compré un poco de bananos y una red de aguacates; luego pasé al banco a retirar los últimos novecientos dólares que tenía en mi cuenta bancaria.

Luego salí del comercial, a abordar el busito; el cual no tardó mucho en iniciar el recorrido -a pesar que nomás veníamos dos o tres pasajeros-; creí que venía con bastante tiempo antes del almuerzo, pero de hecho ya era la una de la tarde.

Le envié un par de fotografías a Rb -había olvidado la lista de preguntas para la consulta con el internista y el dermatólogo- y luego me preparé el almuerzo: la última porción de tortilla española; acompañada de ensalada -antes de salir había preparado las ensaladas, así Rb podía llevarse la suya al hospital-.

Almorcé y luego saqué a caminar a los perros; quería ver cuánto tiempo me tomaba el procedimiento -para visualizar cómo estarán mis dos semanas siguientes- pues me toca sacar a cada perro grande por separado.

Al final entre la caminata de los dos perros grandes -incluyendo recoger sus desechos- y sacar a la pequeña -y más vieja- al patio pasaron treinta minutos; lo que no está tan mal: o sea, puedo tomar treinta minutos para almorzar y otros treinta para las caminatas.

Rb se pasó toda la tarde en el hospital: había llevado su almuerzo pues debía acudir a dos citas médicas; la primera con el internista, para evaluar sus condiciones para una intervención quirúrgica (histerectomía, me parece); la segunda con el dermatólogo, pues había observado que un piquete en el pie se le había desarrollado de una forma rara; incluso creía que era tiña.

Pero no, no era tiña; el dermatólogo la revisó y le indicó que la forma en la que había evolucionado se debía a la edad; creo que le recetó una crema antiséptica; ahora, con el internista hubo un poco de confusión porque el exámen de sangre indicaba un grado de diabetes; de hecho le indicó que debía volver a realizarlo, para descartar un error en la medición.

Y además, le dió la luz verde para la intervención quirúrgica; o sea, le indicó que el martes siguiente debía entrar al quirófano; Rb me llamó en cuanto salió de las consultas, para contarme todo eso; luego empezó el camino de retorno y llegó a casa cuando ya había oscurecido.

El viernes fue -en general- un día bastante tranquilo; o sea, la noche anterior empezamos a afinar los detalles para los tres días que Rb estará ausente por su cirugía -y que yo me tendré que hacer cargo, desde las tres AM hasta las once PM de sus perros-; me desperté a las seis y media y, después de meditar, levanté a Rb para realizar la rutina de ejercicios.

Al igual que los días anteriores, me duché hasta después de la reunión de equipo diaria; luego me metí a la cocina y me preparé el desayuno de los viernes; estoy utilizando por estos días dieciseis o diecisiete gramos de embutidos y treinta gramos de repollo, con la torta de huevo que preparo para mis panes.

Durante la mañana estuve avanzando un poco en las tareas del trabajo; pero muy poco; por ser viernes preparamos el penúltimo de los pescados que traje de la última visita a mis padres; y por la tarde me dediqué a leer.

Después del horario laboral nos dirigimos a la tienda verde de descuentos: Rb quería comprar un paquete de pañales para adultos, le pidieron una docena para la cirugía; yo aproveché para comprar dos paquetes de dulces para repartirlos en caso haya convivio de fin de año.

En la noche empecé a ver la última película de Leonardo de Caprio: One battle after another; está super larga -más de dos horas y media- por lo que decidí dosificarla en cinco partes, de treinta y dos minutos cada una.

El sábado me levanté a las siete y media, medité y volví un rato a la cama; puse la alarma del celular para después de las ocho, pero me levanté cuando escuché que Rb empezaba sus actividades diarias -creo que sacó a los perros al patio-.

Preparé mi desayuno de los sábados y luego retorné a la cama a hacer Duolingo, y a leer un poco: he estado leyendo un poco más en Español; me ha costado iniciar con el siguiente libro en la línea de No Ficción: Proust and the Squid.

A media mañana nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; nos metimos al mas lejano pues yo quería sacar cien dólares del cajero automático que se encuntra en el lugar: como no iba a poder ver a mi hija el siguiente sábado -un día antes de su cumpleaños- había planeado entregarle ese mismo día su regalo de cumpleaños.

Pero el cajero no servía; de todos modos aproveché para comprar una bolsa de tortillas de maiz y una bolsa de soya texturizada; planeo utilizarlos dos o tres días durante el período de convalecencia de Rb; también compré un hermético con cuatro cubiletes, para mi visita del día siguiente al voluntario que me rescató cuando la batería del auto se descargó el mes pasado.

En el otro supermercado ibamos a comoprar bananos, pero no encontramos ningún racimo en buenas condiciones -de hecho casi no habían bananos en el lugar de costumbre-; retornamos a casa y, a las once, saqué a caminar a la perra más pesada de Rb.

Luego me metí a la ducha; salí de casa después del mediodía pero el tránsito -sorprendentemente- estaba bastante ligero; llegué a la casa de mis hijos a la una menos cuarto; nomás llevaba mi mochila negra con los cubos de Rubik y el Scrabble.

Le escribí a mi hijo para notificarle que ya había llegado; nomás le dió un (Y) a mi mensaje; y me estuve en el área de la sala -que pronto se convertirá en la habitación de mi hija mediana- haciendo algunas lecciones de Duolingo.

Mi hija mayor salió un rato después -con cara de almohada- y estuvimos conversando un momento; mi hijo salió después de la una y cuarto; le propuse que nos dirigiéramos al parque temático e iniciamos la caminata hacia el lugar.

En el camino le pregunté sobre alguna preferencia para almorzar; me comentó que había desayunado pollo como a media mañana y que, realmente, no tenía apetito; con lo que nos quedamos sin almorzar.

El parque estaba un poco más concurrido que de costumbre -me imagino que debido a que mucha gente ya anda de vacaciones, especialmente los que se relacionan con la educación-; el lugar donde usualmente almorzamos estaba reservado por un convivio.

Nos dirigimos a una banca en una de las sendas del lugar y allí nos estuvimos un poco más de una hora, conversando y armando los siete u ocho cubos de Rubik que llevaba; después nos subimos a la rueda de Chicago de costumbre.

Para terminar la visita del lugar entramos a ver la nueva obra de teatro que montaron con temática navideña; entramos al lugar a la última función - a las cuatro de la tarde-; la obra está pasable: mucho baile y casi nada de argumento.

La duración de la misma es de un poco menos de media hora; luego de lo cual empezamos el camino de regreso al departamento; le pedí a mi hijo que me acompañara a un cajero automático, pues quería retirar el efectivo que planeaba obsequiarle a mi hija mayor.

En el camino hay dos comerciales en donde hay varios cajeros automáticos; pero ninguno de los tres aceptó la transacción móvil que había realizado más temprano; en la panadería del primer lugar compré un par de zapelines.

Cuando regresamos al departamento le envié un mensaje a mi hija mayor invitándola a un té -de jazmín-, pero no me respondió; le ofrecí a mi hijo un café instantáneo; pero me dí cuenta que no llevaba paquetes de café; él tomó un poco de agua y yo preparé un té de jazmín; compartimos uno de los zepelines.

Un poco después de las cinco y media me despedí de mi hijo, bajé al sótano e inicié el camino de regreso a casa de Rb; el tránsito estuvo un poco pesado en una parte de la calzada colindante a la casa de mis hijos, pero no mucho, no tuve muchas dificultades para alcanzar mi destino.

El domingo me levanté a las siete y media y, al igual que el día anterior, luego de meditar veintidos minutos retorné un rato a la cama; me levanté cuando escuché que Rb sacaba a sus perros de la habitación.

Me iba a preparar mi desayuno de los domingos: una torta de huevo, tortilla de harina y frijoles; pero no encontré ninún paquete de frijoles volteados -no me dí cuenta que me había quedado sin provisiones de este alimento-; por lo que nomás fue la torta de huevo con tortillad de harina.

Después del desayuno estuve haciendo un poco de Duolingo y leyendo un poco de Proust and the Squid -es muy bueno: sobre la historia y elementos de la lectura-; a las diez de la mañana nos dirigimos al supermercado en donde compramos artículos a granel.

En el camino pasamos a otro supermercado para comprar bananos -ya no teníamos para acabar el día-; luego seguimos al que nos dirigíamos; allí Rb compró un frasco de semillas de marañón y un saco de comida para perros; yo compré una bandeja de alitas de pollo.

También compré un frappuccino y un pastel tres leches; pero me cuidé de no consumir lo primero -ni lo segundo, realmente- en el camino: en una de las penúltimas visitas al supermercado me había dado un brain-freez bien feo; y venía manejando, por lo que nos puse en un riesgo muy alto sin ninguna necesidad.

Retornamos a casa con las compras; y yo dí buena cuenta del frappuccino y de la mitad del pastel de tres leches; un poco más tarde Rb empezó a preparar las alitas de pollo dominicales y sacamos a caminar a los perros; yo preparé un par de ensaladas y completamos el almuerzo.

Después del almuerzo lavé los trastes que había en el lavatrastos y luego me estuve viendo algunos videos de Youtube; a las dos y media metí mi computadora y mi tablet -y el tablero de ajedrez- en la mochila y, a las tres menos cuarto, me dirigí a la casa del voluntario que visito mensualmente.

Llegué al lugar justo a las tres de la tarde, estacioné el auto un poco atrás pues alguien se había parqueado justo frente a la casa de mi amigo; toqué el portón y, esperé a que mi amigo bajara.

Volví a agradecerle por la ayuda brindada el mes anterior cuando la batería del auto se había descargado; y nos pasamos el siguiente par de horas entre conversación, café y cubiletes -ahora sí llevaba paquetes- y enseñándole a obtener libros de la página en la cual me  surto de los mismos.

Al final bajamos cinco libros de Agatha Christie -en español y en formato pdf- y uno de Julio Verne; a las cinco de la tarde me despedí de mi amigo e inicié el camino de retorno; el tránsito estuvo bastante ligero por lo que menos de veinte minutos más tarde ya estaba estacionando el auto frente a la cassa de Rb.

Por la noche estuve viendo algunos videos de Youtube, el primer capítulo de Pluribus, y la tercera parte -de cinco- de One battle after another; también hice algunas lecciones de Duolingo; aunque las partidas de ajedrez en esto último no han estado funcionando tan bien.

Y a ver cómo sigue eso..

miércoles, 12 de noviembre de 2025

La salud, la vida, y esas cosas... Health, life and those things... La santé, la vie et ces choses...

La situación doméstica ha estado mera rara durante los últimos días -o semanas? o meses? o años?-; o sea, siempre he mostrado respeto por las vulnerabilidades de Rb en esta área: acepté tomar antibióticos -lo cual odio- cuando ella se trató por Helicobacter Pylori. 

Y para la pandemia, incluso, me retiré de su casa durante un par de meses porque ella se sentía muy insegura por mis salidas semanales para ver a mi hijo menor -luego retorné y me establecí en su casa, cuando las medidas de aislamiento se recrudecieron-.

Cuido a sus perros -les doy de comer, básicamente- cuando tiene que acudir a alguna cita médica o realización de exámenes de laboratorio -o cuando tiene que salir por cualquier razón-; lo cual, generalmente, no ha representado una gran carga.

Pero lo que se viene -me temo- está un poco más serio: la siguiente semana tendrá que ir a realizarse una serie de exámenes al hospital al que acaba de acudir; y luego, casi seguramente, tendrá que estar hospitalizada por un par de días -no sé si más- por una cirugía.

Y allí es donde entro yo -y fue parte del drama por el cual no terminamos (por primera vez) la rutina de ejercicios del viernes-: a Rb le preocupa -o se siente culpable- de la sobrecarga de trabajo que representará hacerme cargo de sus perros.

Porque además de que los alimenta religiosamente -en la cama, y a la más anciana la obliga a comer- tres veces al día, también se levanta todos los días a las tres de la mañana para darle algunos trozos de pollo a la susodicha: teme que dejarla sin comer durante más de ocho horas le dañe más el páncreas -o algún otro órgano, no estoy seguro.

O sea, la perra tiene más de quince años de vivir con ella; y, según estimaciones del veterinario, ya tenía tres años cuando ella la adoptó -alguien la había rescatado de un grupo que llegaba a alimentarse a un contenedor de basura; y tiene más de una década comiendo una comida exclusiva por su pancreatitis. 

Hace cuatro o cinco años estuvo a punto de ponerla a dormir: la perra estuvo muy mal, con vómitos  constantes y temió que ya no iba a poder alimentarla; y desde esa fecha la obliga -en la mayoría de las ocasiones- a ingerir las pequeñas croquetas con las que la alimenta.

Y, también, desde esa fecha se levanta todos los días a las tres de la mañana, a asegurarse que siempre tiene algo en el estómago; hace unas semanas -o meses- la ví bastante desmejorada: le estaba costando levantarse -duerme más de veinte horas al día- y se notaba rigidez en las extremidades.

Le indiqué a Rb que lo mejor es que se preparara; luego vió que los ojos habían empezado a irritársele (le hecha gotas varias veces al día porque ya no produce lágrimas); entonces decidió llevarla a la clínica en donde operaron a su otro perro.

En esa ocasión le dieron varios medicamentos para la rigidez; y le aumentaron las dosis de las gotas en los ojos -creo que también le prescribieron otro tipo de gotas-; de todos modos le dijeron que debía prepararse; pero la medicina le cayó muy bien a la perra; la rigidez desapareció y ha retornado a su rutina de los últimos años.

Yo había estimado que podía levantarme un par de días a las tres y alimentar a la perra -y alimentar también a los otros dos durante el día-; pero este día Rb se puso mas seria: durante su recuperación (1 semana? dos semanas?) no podrá realizar esfuerzos, por lo que se preocupa de la carga que me está imponiendo.

Por supuesto que me he estado mostrando estóico; tratando de tranquilizarla e indicándole que cruzaremos cada puerta conforme vaya presentándose; pero insiste en el control: hoy quería 'enseñarme' cómo le aplica gotas en los ojos a su perra; mi respuesta, como siempre: no, nomás dame un horario detallado de lo que hay que hacer cada día, yo me encargo.

Y a ver cómo va eso. 

El sábado me levanté a las seis y media; había dejado la alarma de la tablet, además de la del celular pues temía que no iba a depertarme a tiempo; después de meditar me metí a la ducha; quería salir de casa antes de las siete y media.

Después de la ducha aún leí un capítulo de Expediente Hermes; después, un poco antes de las siete empecé a caminar hacia el punto en donde abordamos los buses intermunicipales; y fue una buena decisión porque a medio camino el tránsito estaba bastante pesado.

Cuando llegué a la ruta intermunicipal el bus estaba arrancando; me llamó la atención que el ayudante me cobró medio dolar cuando usualmente me cobran un poco más en las ocasiones en las que voy hasta el periférico.

Cuando llegamos a esa ruta el bus iba algo rápido por lo que me bajé un par de calles antes del lugar en el que debía tomar el Transmetro; de hecho cuando me bajé del bus ví que había una unidad en la estación; por lo que tuve que esperar un buen tiempo para la siguiente.

Al final llegué al centro histórico un poco antes de las ocho y media; consideré -como la última vez- pasar un poco de tiempo por la calle principal; pero luego decidí caminar despacio hasta la calle donde vive mi ahijada.

Llegué justo un par de minutos antes de las nueve a la calle; la llamé y le comenté que estaba esperandola frente a su casa; en donde me tocó que ver una escena bien rara: un tipo -justo en la casa de enfrente- sacó a una mujer -con un bebé- de su casa y le tiró una bolsa.

La señora se recompuso un poco y luego empezó a somatar la puerta; el señor volvió a salir con otra bolsa y se la entregó; en el ínterin se dió cuenta que estaba observando la escena y empezó a gritarme, amenazándome; yo nomás caminé un paso más cerca de la puerta de la casa de mi amiga.

Un poco después ésta salió y le comenté lo que había visto; de hecho vimos a la señora en el otro extremo de la calle, empezando a cruzar la misma; mi amiga me comentó que el día anterior -o el anterior- alguien había denunciado a este señor y la policía había llegado al lugar, haciendo bastante relajo.

Empezamos a caminar hacia el lugar a donde habíamos previsto desayunar: un comedor con el nombre de una tira cómica que -hace más de cuarenta años- era publicada en el periódico más popular del país.

Yo había sugerido el lugar unas semanas antes: luego de intercambiar algunos mensajes por whatsapp había estado buscando en Internet lugares económicos cercanos en donde tomar  un desayuno en paz.

Llegamos al lugar sin mucha dificultad y se veía bastante bien: en la puerta se encontraba una señorita -aparentemente esperando a alguien- y adentro había tres o cuatro mesas ocupadas -un poco después entraron un par de policías a tomar sus alimentos-.

El desayuno estubo bien -super típico-; empezando por café y avena -o arroz con leche, no estoy seguro-; luego el mesero -que al principio había notado bastante serio- se acercó a presentarnos el menú; mi ahijada ordenó huevos con tomate y cebolla y yo huevos con chorizo.

Cada desayuno incluía frijoles -bastante aguados- y una pequeña porción de plátanos cocidos; estuvimos en el lugar por un poco más de una hora, entre desayuno y conversación; al final  pagué la cuenta -ocho dólares-; aunque le pregunté si tenía medio dólar, para dejarle al mesero -sí tenía-.

Un poco después de las diez y media le pregunté si retornaría a su casa o iría -como es su costumbre- a la calle más popular en el centro; confirmando lo segundo; como yo tenía que tomar el transmetro cerca del lugar caminamos hasta su destino.

Nos despedimos al inicio de la calle y yo me dirigí -a un par de avenidas- a la estación del transmetro; desde allí me conecté a Internet y le avisé a Rb que empezaba mi viaje de retorno -eran las once y dos minutos-; como había visto a una unidad pasar un poco antes temí que tendría que esperar -como la última vez- mucho tiempo.

Pero no, la siguiente pasó sin tanta demora; en el camino me vine armando el cubo de rubik de 4x4x4 y el de 5x5x5; incluso un joven hizo el intento de conversar sobre el mismo; pero el ruido del vehículo estaba muy alto.

No había mucho tránsito en el periférico por lo que poco después llegué a la penúltima estación; desde allí caminé hasta el comercial en donde se estacionan los busitos que tomamos para retornar a casa; afortunadamente el mismo casi estaba por empezar su recorrido; con lo que vine a casa a las doce y cuatro minutos.

Encontré a Rb terminando de preparar sus porciones de pan y  galletas; un poco después sacamos a caminar a los perros; luego preparamos el almuezo: pollo dorado y ensaladas de lechuga, zanahoria, aguacate y manzana -roja en esta ocasión-.

Después del almuerzo estuvimos en el patio, bajando un par de güisquiles y casi tres cuartos de libra de flores de loroco; eso no tardó mucho; por lo que antes de salir a los supermercados me entretuve en mi habitación viendo la primera parte de una película de ciencia ficción de Dave Bautista.

A las cinco nos alistamos y caminamos hasta la altura del supermercado más alejado en dirección sur; pero no entramos, nomás dimos media vuelta y, en el de la mitad del camino, compramos un poco de bananos.

Luego, en la tienda de costumbre, compramos manzanas, tomates y un cartón de huevos; también pasamos a la panadería pues yo debía comprar pan para el desayuno que había previsto para el día siguiente con mi hija mediana.

Por la noche estuve viendo algunos videos de Youtube, leyendo otro poco de Expediente Hermes y acompañando a Rb en su habitación; también pagué la cuenta mensual de Internet -por error había transferido los treinta dólares a una cuenta que no he usado en varios años, afortunadamente el banco receptor anuló la transacción-. 

El domingo lo había previsto casi en la misma forma que el día anterior: debía encontrar a mi hija mediana en el departamento a las ocho y media; ella ha estado trabajando por la noche, incluyendo sábados y domingos, descansando los miércoles y jueves -creo-.

O sea, por cuestiones monetarias prefirió trabajar todo el fin de semana y descansar entre semana; y a mí llegar -o salir de acá- entre semana se me hace bastante difícl; o sea, el mes pasado nos reunimos un jueves; y me llevó casi media hora nomás salir a la calzada principal luego de que nos despedimos; pero la idea no fue buena.

Me levanté -al igual que el día anterior- a las seis y media, medité y luego me metí a la cocina a preparar un par de mis panes especiales -envueltos en papel de aluminio-; metí los dos panes, con el litro de Incaparina y los bananos que había comprado durante la semana, en la mochila con aislante térmico.

A las siete y media me metí a la ducha; luego estuve leyendo un poco antes de cargar las cosas en el automóvil -había comprado consumibles para el departamento la semana anterior-; un poco antes de las ocho Rb salió de la habitación, me despedí de ella y me dirigí al departamento de mis chicos.

El tránsito estaba muy muy ligero; tanto que llegué antes de las ocho y media al edificio -también tomé una ruta que usualmente evito, cerca de la Universidad-; hice dos viajes entre el auto y el departamento para subir los consumibles -dos paquetes de papel higiénico, otro de toallas plásticas, un gran recipiente de detergente de ropa y un paquete de dos recipientes de desinfectante para pisos-.

En el segundo viaje encontré a mi hija mediana en la sala; y no se veía muy bien, me comentó que nomás había dormido como cuatro horas -sale a media noche del trabajo- y que debía volver al trabajo al mediodía; cuando le dí la opción de quedarnos en el departamento, en vez de ir al parque temático, la tomó de inmediato.

Y al principio ni siquiera tenía apetito; una hora o así más tarde -estuvimos conversando en la sala durante ese tiempo- iba a tomar agua, le ofrecí Incaparina -fue raro porque, al parecer, el sello de aluminio del tetrabrick estaba abierto-; y luego consumimos los panes que había llevado.

Luego del desayuno continuamos en el lugar y, un poco más tarde, jugamos una buena partida de Scrabble; yo le había indicado a mi hija que podía pasar a dejarla a su trabajo, pero al final prefirió que me retirara a las once, pues quería descansar un poco antes de prepararse para salir a tomar el autobús.

Por lo que a esa hora me despedí de mi hija, bajé al parqueo, e inicié el trayecto de vuelta a la casa de Rb; el tránsito seguía bastante confortable; vine como a las once y media y estuve haciendo algunas lecciones de Duolingo antes de ayudar con el almuerzo: alitas de pollo y ensaladas.

Después sacamos a caminar a los perros; no había muchos trastos pero los lavé antes de preparar un té de manzanilla y una taza de café; el resto de la tarde me la pasé viendo videos de Youtube y leyendo un poco del libro en Portugués: Agilidade Emocional; la verdad la autora no me cae muy bien: es una psicóloga -blanca- de Sudáfrica; que aún se benefició -como el hombre más rico del mundo- del Appartheid.

Al final de la tarde preparamos la tortilla española para tres almuerzos de la semana: Rb sofrió champiñones y frío una torta de pollo; yo pelé y cubiqué tres libras de papas y las puse a hervir durante diez minutos; luego preparé la tortilla, con media docena de huevos.

A diferencia de la última vez, utilicé un sartén para darle vuelta a la misma -la última vez lo había realizado con una tapadera de aluminio pero no quedó bien- con lo que el resultado fue mucho mejor; luego de veinte minutos de cocción -diez de cada lado- la dejé enfriándo antes de dividirla en seis porciones.

Por la noche intenté continuar con la película de Bautista, pero, al final, decidí que no la completaría; un poco antes de las nueve me dí cuenta que no había completado los retos del día en Duolingo; y no pude terminarlos antes de las nueve; con lo que, además de quedar en primer lugar en la liga semanal, entré en la de la semana siguiente.

La semana ha estado bastante lenta: el lunes realizamos la rutina de ejercicios a las seis de la mañana; pero los perros estuvieron interrumpiendola para salir al patio; por lo que decidí que no me bañaría antes de la reunión -sino después-.

La reunión estuvo tranquila -aunque la atendí un poco sudado (igual la temperatura está bastante baja, por lo que el sudor no era mucho)- después de la misma sí, me metí a la ducha, luego salí a prepararme el desayuno.

En la reunión habían indicado que realizarían una actualización de la aplicación durante el día; y eso me estuve haciendo todo el día: esperando el release; el cuál no sucedió; al mediodía almorzamos una de las porciones de tortilla española, y ensalada.

Al final de la tarde Rb me pidió que la acompañara a la farmacia: necesitaba una de las medicinas que le administra a los perros -y a ella misma- para proteger el sistema digestivo cuando ingieren alguno de los medicamentos de sus tratamientos.

El martes me levanté a las cuatro y media: Rb había planificado realizarse los exámenes necesarios antes de someterse a la cirugía para la extirpación del útero -y un ovario, me parece- y me había pedido que la llevar al hospital.

La vez anterior que habíamos acudido al hospital habían sido bastante puntuales en su horario de apertura: las seis de la mañana; y, como el tránsito para entrar a la ciudad se pone pesado luego de las cinco, acordamos salir a esa hora.

Medité los veintiún minutos y luego salí de la habitación; a las cinco de la mañana abordamos el auto y empezamos el trayecto; el cual estuvo bastante tranquilo; llegamos al lugar diez o quince minutos antes de la hora de apertura.

Pero en esta ocasión no fueron tan puntuales; llegaron las seis y cinco y aún no se veía nada; además, una indigente se había acercado al auto -creo que con la intención de cobrar por parquearnos en el lugar-; por fin llegaron un par de personas, esperé a que Rb ingresara al lugar e inicié el viaje de regreso.

El tránsito de vuelta no estuvo tan mal como la vez anterior -según Rb se debe a que ya no hay clases en la mayoría de los colegios- y cinco minutos antes de las siete estaba parqueando el auto frente a la casa de Rb.

Como faltaba una hora para la primera reunión del día pensé que aún podía tomar una siesta; pero los perros estuvieron entrando y saliendo; por lo que nomás estuve dormitando durante menos de media hora.

Cuando la alarma sonó me levanté y entré a la reunión de equipo; la cual estuvo, como el día anterior, bastante ligera; según el desarrollador principal iban a liberar en el transcurso del día; pero, igual que el día anterior, no volvió a suceder.

Almorzamos una sopa de hígados de pollo que Rb había preparado el domingo -yo había preparado media taza de arroz a las nueve de la mañana-; el resto de la tarde transcurrió igual: caminata de perros, té, café, y un poco de Expediente Hermes.

A las cinco nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; caminamos hasta el más alejado y luego retornamos al mercado que queda a mitad del camino; allí compramos un poco de bananos; yo también compré una bolsa de marshmellows y Rb compró un panqué de Bimbo, para obsequiármelo.

Y a ver cómo sigue eso... 

viernes, 7 de noviembre de 2025

Lluvia de Noviembre y Noviembre sin tí... November rain and November without you... La pluie de Novembre et Novembre sans toi...

El penúltimo mes del año empezó el sábado pasado; trágico porque, de acuerdo a nuestra legislación laboral, es un día de asueto; pero no es flotante, o sea que si cae en un fin de semana está 'perdido'; menos -claro- para los burócratas, ellos sí tuvieron libre el lunes.

Y este mes está algo raro: o quizá más normal que otros años; unas semanas antes anunciaron una serie de dieciseis frentes fríos -la verdad, no tengo muy claro qué significa eso- y el lunes tres de noviembre amaneció un ambiente bastante gris.

O sea, el cielo completamente encapotado y durante casi todo el día estuvo soplando un viento bastante más fuerte que el normal; al parecer estos dos últimos meses del año se parecerán más a los de la antigüedad: fríos y ventosos.

Ayer estaba pensando en las dos partes del título de este texto: para mi generación el tema de Guns N' Roses fue icónico, o sea, los adolescentes de la generación X nos emocionábamos cuando veíamos en la TV -o escuchábamos en la radio- el mismo.

Esa es la primera parte, la segunda es una canción más o menos con el mismo sentido, pero de una banda mexicana; creo que surgió una situación chistosa cuando muchos empezaron a -irónicamente- confundir -o mezclar- ambos temas.

When I look into your eyes
I can see a love restrained
But darlin' when I hold you
Don't you know I feel the same?

Nothin' lasts forever
And we both know hearts can change
And it's hard to hold a candle
In the cold November rain

Porque te extraño desde aquel noviembre
Cuando soñamos juntos a querernos siempre
Me duele, este frío noviembre
Cuando las hojas caen a morir por siempre

Noviembre sin ti es sentir que la lluvia
Me dice llorando que todo acabó
Noviembre sin ti es pedirle a la luna
Que brille en la noche de mi corazón, otra vez

Y a ver cómo va eso... 

El martes -después de la debacle del día anterior- me levanté con el firme propósito de mejorar en mi desempeño laboral; la noche anterior había cambiado las alarmas diarias para levantarme -así como todos los martes y jueves siguientes- a las siete y media.

Como venía de ocho meses -desde marzo- de levantarme una hora antes me desperté temprano; pero seguí en la cama hasta que la alarma sonó; entonces me levanté a meditar, y, luego, a entrar a la reunión de las ocho.

La reunión estuvo normal; pero después, y por primera vez en muchos muchos meses, me pasé las siguientes cuatro horas trabajando de forma ininterrumpida; o sea, desayuné trabajando, poniéndome al día con lo que no había estado haciendo durante la última semana.

Ni siquiera paré para las lecciones matutinas de Duolingo: las hice cuando fuí al baño a media mañana; tampoco estuve dormitando en la cama, ni leí nada fuera de cuestiones laborales; creo que la mañana fue bastante productiva.

Al mediodía almorzamos lo mismo que el día anterior: pollo guisado, arroz y aguacate; acompañado con refresco de rosa de Jamaica; habíamos sacado a los perros antes del almuerzo; luego tomé media hora -por mi hora de almuerzo- para avanzar un poco en Expediente Hermes.

Por la tarde le bajé un poco al ritmo laboral; pero, aún así, contacté al programador que más ha ayudado al equipo local, para revisar un fallo que estaba teniendo en la aplicación; al final de la tarde actualicé el tracking de las tareas -lo que había dejado descuidado durante los días anteriores-.

A las cinco -por el nuevo horario laboral- nos dirigimos con Rb a los supermercados en dirección norte; ella necesitaba unos aros nuevos -compramos anteojos baratos para utilizar los aros con nuestros lentes prescritos-; también compramos un poco de bananos en el otro supermercado.

Cuando retornamos vi que tenía un mensaje en whatsapp de la amiga con la que me reuní el mes pasado -luego de visitar a mi amigo voluntario-: quería que le ayudara con un formulario de Excel; el archivo estaba protegido y no le permitía imprimir correctamente cierta información.

Había hecho esto en mi trabajo anterior por lo que realicé la búsqueda en Internet y le envié el archivo desprotegido; luego tomé la cena que he estado consumiendo últimamente: un banano, un poco de papaya y una galleta con frijoles; después me metí a la habitación a empezar el libro de la línea que antes leía entre cada línea -ahora es francés y portugués-: How to think about money.

El miércoles le bajé un poco al ritmo de trabajo que había mostrado la mañana del día anterior; antes de la reunión diaria hicimos la rutina de los miércoles, luego, la ducha; Rb realizó su visita semanal al supermercado ese día: al siguiente quería ir al hospital en donde había pagado ya una consulta con la ginecóloga.

Por la tarde fuimos convocados a una reunión con el supervisor del Imperio del Norte; hizo una reunión express antes de presentarle resultados a su jefe -o algo así entendí-; lo bueno es que yo había revisado, con el analista que mejor me cae, la inviabilidad de un par de mis tareas.

La reunión no estuvo tan mal; o sea, al inicio insitió en seguirme cuestionando sobre las tareas que había marcado como bloqueadas; pero, cuando le expliqué que no quería apagar servidores de forma remota, nomás las marcó como N/A. 

Al final de la tarde, después del horario laboral, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur;  como ya habíamos realizado la rutina de ejercicios en la mañana no planeábamos llegar hasta el más lejano; pero al final sí, allí compramos sal de cocina y yo compré un litro de Incaparina; que pienso utilizar en el desayuno del Domingo con mi hija mediana.

Y esta semana tuve dos incidentes en mi práctica diaria de meditación; el miércoles fue por la noche: me había retirado a mi habitación a leer un poco de Expediente Hermes -el libro de ciencia ficción en Español que había empezado a leer-; luego inicié los veintiún minutos de meditación; pero estos fuero interrumpidos por un quejido de la perra más anciana de Rb.

La perra ha dormido en la sala desde hace muchos meses -durmió en la habitación de Rb por mucho tiempo- y, a veces, se comporta de forma rara; escuché a Rb salir de su habitació y sacarla al patio; luego, un poco más tarde, escuché otro par de quejidos de la perra.

Aunque estaba meditando me dije que seguramente iba a ser interrumpido; y, efectivamente, un poco después Rb abrió la puerta para comentarme lo sucedido; y que no sabía porqué se había quejado la perra en el patio.

En alguna otra ocasión mi meditació había sido interrumpida -quizá en tres o cuatro veces en el último año- y simplemente reiniciaba el contador de tiempo del celular; en esta ocasión no lo hice: creo que ya llevaba más de diecinueve minutos; nomás lo día por terminado.

El jueves tenía la alarma del celular para las siete y media; por el cambio de horario la primera reunión es -durante los próximos cuatro meses- a las ocho de la mañana; pero me desperté a las siete: a esa hora Rb entró a la habitación a avisarme que salía hacia el hospital en el centro histórico.

Me quedé dormitando en la cama y me levanté, a meditar, a las siete y media; luego entré a la reunión; en la misma anunciaron que durante el día  se estaría liberando una nueva versión de la aplicación que debemos probar.

Como el día anterior habíamos ya presentado los avances finales de la ronda anterior -el supervisor incluso terminó con un 'Good Job'- la ejecución de tareas fue casi nula en todo el día; Rb m escribió un poco antes del mediodía para contarme sobre su consulta.

Y lo más notable de la misma fue la confirmación de que tendrá que someterse a una cirugía para la extirpación de una masa en el útero -y un par de miomas que surgieron cuando empezó a tomar pastillas anticonceptivas-; vino a casa un par de horas más tarde.

Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección norte; en el más alejado -en donde tomamos los buses intermunicipales- compramos un poco de pan; luego, en una panadería del camino, compré el pan para mis desayunos. 

El viernes fue el  segundo incidente de mi práctica de meditación: al parecer Rb le agregó un ingrediente extra a los almuerzos de esta semana -comino, me parece- y eso me provocó algunas molestias estomacales desde el lunes.

Pero no habían estado tan serias; era más como una incomodidad abdominal; y, me parece, estuve yendo al baño en dos -o hasta tres- ocasiones en el día -usualmente es nomás una vez-; el viernes fue diferente.

Me desperté un poco antes de que sonara la alarma -la hora para levantarme estos días es a las seis y veinte- con un brazo completamente dormido; logré conciliar el sueño nuevamente y me levanté cuando sonó el celular.

Empecé a meditar pero me empecé a sentir realmente mal del estómago; aún intenté hacerme el valiente y continuar con la meditación, pero no pude: tuve que levantarme y acudir al baño; luego -de una pausa de cinco o seis minutos- retorné a meditar los últimos siete minutos, para completar el ciclo.

Después desperté a Rb y preparé las computadoras: enciendo la del trabajo para estar listo para entrar a la reunión tan pronto como salgo de la ducha, enciendo la personal para poner audios en portugués -y me calzo los audifonos blue tooth- y enciendo la de Rb pues allí es donde ponemos los videos con las rutinas de ejercicios.

Rb se levantó algo nostálgica porque se empezó a dar cuenta de las dificultades logísticas que conllevará su operación; incluso antes de empezar la rutina me empezó a cuestionar sobre mi compromiso para ayudarla mientras se recupera; mi respuesta: hablemos en otro momento.

Pero después de la segunda pausa de la rutina -faltando el último grupo de ejercicios de kickboxing y los de estiramiento (o sea, unos doce minutos)- se metió al baño -a llorar, creo-; la esperé un momento, pero luego nomás cerré el reproductor de videos.

Cuando salió del baño entré a la ducha y, después, a la reunión diaria del equipo; la cual estuvo igual de tranquila que el día anterior: el nuevo release no había sido instalado como estaba previso, y el desarrollador principal indicó que tampoco ocurriría en el día, que tendríamos que esperar hasta el lunes.

O sea, me tocó que pasar, otra vez, todo el día sin ninguna actividad laboral; al mediodía preparamos el almuerzo tradicional del último día laboral: pescado frito y ensalada de lechuga, zanahoria, manzana verde y aguacate; como habíamos sacado a los perros antes del almuerzo nomás esperé un poco antes de lavar los trastes del día.

Un poco antes de las tres preparé un café instantáneo para mí y un té de manzanilla para Rb; la tarde laboral terminó sin ningún contratiempo; hice la limpieza a las cuatro y media y, a las cinco, sRb me pidió que la acompañara a comprar uvas -en una tienda en dirección norte-; aproveché para comprar un par de pliegos de papel de regalo.

Por la noche estuve viendo el final de una película de Sylvester Stallone que había empezado a ver al principio de la semana: A bullet to the head; después acompañé a Rb mientras veía algunas de sus series.

Y a ver cómo sigue eso...