martes, 4 de noviembre de 2025

La última decisión... The last decision... La dernière décision...

Nunca me cayó bien Kahneman; o sea, un -judío- súbdito británico -nacido en Palestina, cuando aún era un protectorado de ese imperio- que se convirtió en un académico de la psicología y ganó el premio Nobel de economía -igual, no confío mucho en esos galardones-.

Empecé a leer Thinking, Fast and Slow hace unos años; pero no pasé de los primeros capítulos; no recuerdo el motivo por el que no lo completé; hay autores que me generan animadversión y me cuesta separar al autor de su obra.

Pero uno de estos días en la lista de artículos que Google me presenta en el navegador de mi celular apareció -nuevamente- algo relacionado con este personaje;  el título estaba en tiempo presente, pero recordé vagamente que había leído algo sobre su muerte no mucho tiempo atrás.

Entonces entré a Wikipedia y confirmé que, de hecho, murió a principios del año pasado; pero, también, encontré que a principios de este año había vuelto a ser noticia pues se había divulgado que había muerto por suicidio asistido.

Resulta que la persona con la que escribió ese libro que dejé a medias había publicado un artículo en el WSJ: este periodista rememoraba los últimos días de Daniel, quien estaba en una relación con la viuda de la persona con la que desarrolló la mayor parte de sus teorías.

Cuenta que fueron a París, tuvieron días de gozo y luego se dirigieron a Suiza, en donde el suicidio asistido es completamente legal; el señor acababa de cumplir noventa años y temía que los riñones ya no le funcionarían mucho y que la memoria empezaba a fallarle.

Y entonces, tomó la última decisión. 

El viernes retorné al trabajo -después del segundo día de vacaciones del mes-; el dia anterior había visto algunos mensajes y la situación no se veía nada esperanzadora: habían estado teniendo problemas con la última actualización, e incluso con alguno de los equipos.

EL día empezó con la rutina de ejercicios de los viernes, luego ducha, y después la reunión diaria; después de la misma me hice el firme propósito de avanzar en las tareas que tenía pendientes; pero no, aún tuvimos que esperar hasta el mediodía para que la versión se estabilizara.

Yo envié un correo al inicio del día informando de las dificultades que tenía con el equipo al que no podía acceder; incluí a mi supervisora local, al que está en el Imperio del Norte y al PM; pero no sirvió de mucho; en todo caso, un poco después del mediodia se veía un poco mejor la situación.

Con Rb cocinamos el pescado de los viernes -ya hacía algunas semanas que no consumíamos pescado en este día de la semana- y, después del almuerzo, sacamos a caminar a los perros; después lavé los trastos y preparé un té -de manzanilla- y un café.

Después de las dos de la tarde -almuerzo- ya no avancé casi nada, consolándome con la intención de hacer algo el fin de semana; por la noche empecé con la última parte -de dos únicamente- del libro en español: Yo siempre seré yo, a pesar de tí.

El sábado me levanté a las seis y media, medite y luego me metí a la ducha; salí con el tiempo justo para llegar a la hora esperada a la cafetería en la que usualmente invito a desayunar a mis amigos y conocidos; en esta ocasión se trataba de mi único amigo de la facultad.

Llegue un poco antes de las siete y media al lugar; el cual estaba bastante vacío; el tiempo estaba bastante gris; aunque aun no estaba lloviendo se sentía la humedad en el ambiente; mi amigo llegó un poco más tarde, con ropa de lluvia, pues anda en moto.

Le entregué una bolsa de ziplock con diez bolsitas de té de jazmín y compramos un par de desayunos; lue nos estuvimos una hora y media entre desayuno y conversación; al parecer está por empezar a trabajar con su sobrino -como residente de obras, entendí-.

Sigue en conflictos con su hija mediana -que se gradúa este año-, con su hija mayor -quién volvió a casa luego de un matrimonio de un par de años- y con su esposa, por -creo- aliarse con sus hijas en los conflictos filiales.

Con el único que se consuela es con su hijo mediano: está en el segundo año en la facultad y, al parecer, es un estudiante exitoso de la ingeniería en informática; además, es el único con el que puede comunicarse de buena forma.

A las nueve y veinte -había puesto la alarma de mi celular- le indiqué a mi amigo que me retiraría y salimos del lugar; en el parqueo aún me preguntó sobre el sello del ticket del parqueo, pero a mí nunca me habían dado de eso.

Vine a la casa de Rb a las nueve y media y nos dirigimos a PriceSmart; mis hijos mayor y menor me habían enviado un listado de algunos consumibles para el departamento; también quería comprar galletas dulces y saladas.

El viaje al supermercado se realizó sin contratiempos; pero, cuando apague el automóvil temí que no arrancaría nuevamente -como la semana anterior-, pues ví que el indicador de millas recorridas no se apagaba -al parecer es lo normal-.

Incluso consideramos, con Rb, comprar un dispositivo para arrancar el automóvil cuando la bateria está descargada -lo vimos en el lugar, y costaba como cien dólares-; al final llenamos la carreta -esta vez sí teníamos una lista algo cargada-, pagamos y retornamos al auto; mientras yo iba a dejar la carreta Rb encendió el auto.

Pero cuando regresé, lo apagué; afortunadamente arrancó sin ninguna dificultad, o sea, fue una falsa alarma; retornamos a casa y almacené las compras que llevaré a mis hijos a mediados de mes; también realicé los depósitos a Rb y el mantenimiento del departamento.

Por la tarde terminé de leer el libro en Español; y me pasé casi toda la tarde viendo videos de Youtube; al inicio de la noche empecé a ver una serie que Rb me había recomendado unos meses atrás: The Assassin; creo que la recomendación fue porque uno de los protagonistas actuaba en la serie del doctor autista.

El domingo me levanté a las seis y media y realicé la misma rutina que el dia anterior; y llegué a la misma cafetería del día anterior a la misma hora; y un poco antes de la hora acordada mi doctora me escribió: apenas estaba saliendo de su casa.

Como vive en el centro histórico me imaginé que tendría que esperarla quince o veinte minutos; pero fue más: un poco más tarde me envió una fotografía del estado del periférico; estaba completamente detenido.

Ví Waze y noté un accidente en la ruta; pero más tarde -llegó con más de media hora de atraso- me comentó que, al parecer, habían cerrado una parte del periférico por un evento de ciclismo; cuando llegó ordenamos dos desayunos típicos.

Y nos estuvimos un poco menos de una hora entre conversación y desayuno -también me regaló un llavero y un magnético para el refrigerador, de su viaje el mes anterior a España-; yo había visto en sus estados de Whatsapp -y me había comentado un par de meses antes- su asistencia a un congreso de medicina laboral en la capital de la madre patria.

También comentamos la finalización de su maestría -con una universidad Chilena- sobre ese mismo tema; se tardó más de dos años en presentar la tesis, pero todo fue concluido casi al mismo tiempo que el viaje a Europa.

Y luego se quedó con un sentimiento de pérdida de rumbo: a sus treinta y siete años no sabe qué otro objetivo plantearse, para continuar avanzando en la vida; nomás tiene claro que quiere dejar la casa materna.

Cuando la alarma del celular sonó -la había programado para las nueve y diez- le indiqué que debía retirarme -Rb me había llamado un poco antes para pedirme que pasara a la ferretería donde usualmente nos proveemos, a comprar una unidad filtrante-; además a ambos nos dieron un ticket en el parqueo, que debíamos sellar para salir del parqueo.

Eso último estuvo raro y sospecho que hay gente que se aprovecha del espacio de parqueo para dejar su automóvil sin consumir en el negocio; o sea, el ticket decía que después de hora y media cobrarían dos dólares por cada hora; y fue la primera vez que me enteraba.

Al final nos sellaron el ticket y no hubo ningun problema para abandonar el lugar; pasé a la ferretería a comprar la unidad filtrante -treinta dólares- y luego retorné a casa de Rb; quien me estaba esperando para acudir a los supermercados en dirección sur.

Y es que debíamos de proveernos de pollo para preparar los almuerzos para la semana: pollo guisado; tomamos la mochila con aislante térmico y caminamos hasta el supermercado más alejado; allí compramos varias libras de pollo.

En el otro supermercado compramos lechugas -acompañaremos el pollo con ensaladas- y un poco de bananos; en el supermercado Rb saludó a una anciana que vive en la esquina de la otra calle y, cuando caminábamos de regreso, me comentó que había crecido con los hijos de la misma.

Lo interesante fue que volvimos a encontrar a la misma señora en la tienda de la esquina; ellas se pusieron a conversar un rato -hablando sobre la vida actual de las personas con las que Rb pasó parte de su adolescencia- y yo nomás esperé a que terminaran.

El día anterior Rb había preparado empanadas de pollo utilizando una masa de plátanos verdes en lugar de masa de maíz; y había preparado unas tortillas para el almuerzo del domingo: las cuales doró en aceite de oliva y las acompañamos con guacamol y el mismo relleno de las empanadas.

Por la tarde estuve leyendo un poco del libro de francés -L'anomalie- y viendo muchos videos de Youtube; a las cuatro de la tarde pelé y corté en cubos las papas que habíamos comprado por la mañana.

También corté en cuadros el chile pimiento, majé cuatro dientes de ajo y piqué en trozos muy finos un par de ramos de culantro; le entregué todo lo preparado a Rb y ella preparó las piezas de pollo y lo puso todo a hervir en una olla.

Al inicio de la noche me dí cuenta que era el segundo día del mes y no había realizado lo que acostumbro el día anterior: cambiar la ropa de cama; quité el cubrecolchón, la sabana, el edredón y la funda de la almohada y saqué un juego nuevo del armario.

Además, como se cumplía ya un año desde que habíamos comprado la unidad filtrante anterior, después de tomar una cena ligera, empecé a preparar el cambio de la misma; lo que no recordaba era que se debe realizar una lavada completa del ecofiltro.
 
Por lo que Rb salió de su habitación -faltaba una hora para su clase de teología- y procedimos con la operación que realizamos cada seis meses: vaciar el filtro, reservar agua para el lavado, y desarmarlo; entonces Rb lavó toda la parte exterior y yo lavé el nuevo; luego lo dejamos secando.
 
Mientras todo se secaba intenté avanzar un poco en una tarea de mi trabajo, me conecté a un par de máquinas en el Imperio del Norte; pero, al parecer, el procedimiento que debía probar no estaba operativo; por lo que nomás tomé un par de capturas de pantalla evidenciando el fallo.
 
A las siete y media Rb entró a su clase de teología; la misma tarde un par de horas y, en el ínterin, terminé de documentar el fallo, envié el correo a mi supervisor -copiando a mis tres compañeritos, mi supervisora local y el PM- y después, ví un poco de The Assassin.
 
El lunes me levanté a las cinco y veinte; no me dí cuenta que era el primer día después del cambio de horario en el Imperio del Norte; o sea, hubiera podido dormir una hora más: fue hasta las siete, que entré a la aplicación en la que nos reunimos que ví que había sido reprogramada para las ocho.
 
Así que, con el cabello aún mojado -por la ducha post ejercicios- me volví a meter a la cama y me quedé allí por otros cuarenta y cinco minutos; estuve realmente dormitando, pero sentí que me cayó bien.
 
Después de las reunión -y durante casi todo el día- volví a la cama; o sea, el supervisor había contestado a mi correo con la indicación que reportara un fallo e indicándole al analista que trabaja con él que preparara otro par de equipos y me ayudara con las tareas, pero no ví ninguna respuesta de este último.
 
Entonces, me pasé casi toda la mañana en cama; entre Duolingo, lectura y dormitar; al mediodía almorzamos la primera -de cuatro- de las porciones de pollo guisado que preparamos el día anterior.
 
Por la tarde continué sin avanzar en el trabajo; me llamó la atención que no hubo reunión al mediodía, pero no me preocupé del hecho; me imaginé que mi supervisor andaba en tareas más serias.
 
Después de preparar té y café retorné a la cama, a leer la primera parte del siguiente libro en Español: Expediente Hermes; un relato de ciencia ficció que se ganó algún premio en Europa; mientras estaba en cama escuché un par de notificaciones de la computadora pero no les dí importancia.
 
Y realmente la tenían: la primera era de mi supervisor, pidiéndome acceder a una llamada, también me había escrito uno de los analistas y mi supervisora; al final se habían reunido los tres y un tema principal -creo- era por qué yo no había seguido las indicaciones recibidas más temprano.
 
Total que entré con quince minutos de retraso a la reunión -el analista incluso me había escrito al whatsapp-; después de la reunón mi supervisora me escribió para indagar más sobre mi mal proceder; le indiqué que lo que había reportado se había resuelto; pero que entendía que debía haber notificado del hecho.
 
Nomás me dijo que lo tomara como una lección aprendida; y entonces me pasé el siguiente par de horas -o tres horas- tratando de ponerme al día con el trabajo; estuve en eso hasta la noche.
 
Y es que, la verdad, me fastidia sentir que no rindo en mi trabajo; o sea, es bien frustrante probar las mismas cosas y encontrar los mismos errores; pero, al final, es el trabajo que he estado haciendo; o la misma naturaleza de mis funciones, durante más de una década; y, generalmente, no me ha pesado.
 
Y a ver cómo sigue eso...  
 
 
 

 

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