miércoles, 20 de marzo de 2024

Los valores... The values... Les valeurs...

Leyendo What do you want out of life me topé con el libro Educated; la autora del primero lo pone como ejemplo de la forma en la que algunas personas tienen que separarse de los valores con los que crecieron para encontrar un sentido a la vida.

O algo así... Había visto Educated en alguna lista en donde usualmente encuentro mis recomendaciones de lectura (GoodReads); creo que no lo leí porque, usualmente, prefiero leer los libros que no alcanzaron la cúspide de las listas que este sitio publica.

Y me parece que una de las razones de no leerlo es que me sonaba a historia de superación de la comunidad negra; y estos libros son -para mí- usualmente muy emotivos: he leído bastante -quizá no suficiente- sobre la lucha de los derechos civiles de la comunidad y realmente me conmueven.

Pero no, la historia es sobre una chica criada sin ninguna educación formal -o asistencia médica formal- por una familia de religiosos fundamentalistas de la iglesia mormona; ella logra ingresar a la universidad y convertirse en una historiadora (PhD).

Entonces bajé el libro; pero estoy aún dudando si leer lo o no; al final es su historia -dentro de miles(?)- y al buscar un poco de información sobre la autora me encuentro con que hay un libro -posterior- de su madre; y sí, la señora autopublicó un libro para contar 'su versión de los hechos' y en su sitio hay otros títulos -publicados de la misma forma- sobre aceites esenciales y homeopatía.

O sea, la primera tiene un PhD en historia de una universidad inglesa y la segunda escribe sobre aceites esenciales y homeopatía; además de haber educado a sus hijos en una familia preparacionista... como que no habría muchas dudas de a quién creerle más.

Pero, como casi todo en la vida -me imagino-, las cosas no son tan sencillas como se ven a primera vista; al final, no todo lo que se relata en un libro de no ficción -como está catalogado el primero- es relatado como sucedió -y eso, dejando de lado la plasticidad de las memorias-.

Aún no me decido cuál será el siguiente libro cuando termine A good life...

El domingo por la mañana volvimos a acudir con Rb a la biblioteca del centro histórico: la directora me había contactado para comentarme que no podían utilizar la mayoría de los libros que le había llevado y que podía pasar a recoger el balance.

La verdad no le encuentro mucho sentido a esto: igual, los libros terminarán en la basura -no creo que alguna otra biblioteca pueda usarlos-; pero, como me había ofrecido a retirar los libros que no les interesaran, volví a parquearme en el mismo lugar (dos dólares) para recoger dos cajas de libros.

Aprovechando que estábamos en el centro dimos -nuevamente- un recorrido por la zona histórica e incluso entramos a una de las tiendas en donde adquirimos ropa usada: he estado buscando un Scrabble más portátil y encontré uno en seis dólares -aunque luego me di cuenta que le faltan 4 tiles-.

Retornamos a casa a preparar alitas de pollo y pasé el resto de la tarde entre lectura, ajedrez y Duolingo; a las seis de la tarde me dirigí a la habitación de mi hijo menor pues había quedado de llevarle a mi hija una bolsa de dormir: la noche anterior había estado realmente mala para ambos.

Afortunadamente tenía la bolsa que mi hija mediana dejó acá -y que me llevé a la primera jornada médica el año pasado-, ¡en la cual encontré el cubo de espejo que había dado por perdido el año pasado! con lo que ahora tengo ocho cubos para practicar.

Estuve con mis hijos un rato -la habitación aún seguía en un estado deplorable de limpieza- y estuvimos  conversando sobre las opciones para mi hija mayor -no podrá trabajar durante varios meses- y me ofrecí -cómo no- a mantener abierta la línea de crédito que les ofrezco para superar los baches.

También hablamos un poco sobre adolescencia y adultez: cuando comenté que actualmente la adolescencia se está prolongando más que en el pasado, mi hijo menor rebatió diciendo que ya tiene dos años viviendo solo y trabajando y que se considera un adulto funcional. No pude -quise- discutir sus argumentos.

El lunes empezó un poco lento en el trabajo: ya he terminado las asignaciones de este ciclo y nomás he estado tratando de adelantar un poco con algunas de las tareas perennes de mi función; por la noche -de acuerdo a lo conversado- pasé por un par de tiendas a adquirir un par de sillas de plástico e implementos para el hogar (avena, especias, pelador, lejía, etc).

Mi hija mayor había tenido que pernoctar una noche adicional en la habitación de su hermano porque su amigo andaba de viaje -creo que en el puerto- y hasta este día pudo entregarle las llaves para acceder a su habitación; a las ocho de la noche pasé por ella y nos dirigimos al lugar al que se movió el mes pasado (y donde se supone ocurrió la fractura de la pierna).

La casa está al lado del periférico por lo que el nivel de ruido es bastante alto -esto ha dificultado que pueda trabajar como traductora médica- y su habitación está en el tercer nivel -creo que esto empeora todo-; me estacioné en la acera -muy mala ubicación realmente- y la ayudé a transportar lo que llevaba hasta su cuarto.

Su habitación estaba -casi como la de su hermano- en bastantes malas condiciones; la única diferencia es que ella tiene un espacio un poco separado para los alimentos y también unos servicios independientes; estuve con ella un rato y luego nos despedimos.

Cuando estaba por abordar el automóvil me percaté que había olvidado mi mochila en la habitación -traía de regreso la bolsa de dormir de mi hija mediana- pero, afortunadamente, mi hijo me había hecho copia de las llaves por lo que pude retornar por la misma.

Ayer fue un día terrible -en el área personal-: me pasé el día trabajando un poco en mis tareas perennes y otro poco jugando ajedrez y avanzando con el libro en francés que estoy acelerando en su lectura; Rb fue -luego del mediodía- a un evento de su personaje de ficción favorito.

Se suponía que debía darle de comer a sus perros a media tarde -siempre lo he hecho y nunca he tenido dificultades con esto-; pero, ayer lo pasé completamente por alto; además, el evento al que Rb había ido fue cancelado por lo que estuvimos conversando sobre whatsapp y cuando vino estaba de muy mal humor.

Cuando Rb vino nos dirigimos a los supermercados en dirección sur: debíamos adquirir bananos y yo quería comprar un rollo de cinta médica pues mi hija mayor debe reponer su vendaje antes de la siguiente consulta médica -este viernes-.

Las compras estuvieron bien pero, cuando estaba lavando unos trastes, Rb abrió la refrigeradora y se dio cuenta que los recipientes de caldo de pollo que se le agregan a la comida de los perros estaban sin tocar: y allí ardió Troya; se me pasó completamente alimentar a sus perros.

Y, la verdad me preocupa que algo tan sencillo -y tan vital para ella: los perros son la principal razón de su vida- se esfumara completamente de mi mente; ya me ha pasado otras veces -en más de una ocasión me he saltado una reunión de trabajo-, pero ahora realmente me preocupa estar perdiendo facultades.

En fin, que Rb se puso hecha una furia -creo que tenía razón- y yo nomás me disculpé lo mejor que pude -muy mal realmente, no se me da-; y no sé que va a pasar: o sea, no me pesa volver a vivir solo, pero me preocupa tener sucesos de este tipo: olvidarme completamente de algo a lo que me había comprometido.

Por otra parte, la reacción inicial de Rb fue bastante extrema: azotó un par de puertas y elevó bastante la voz al reclamarme mi descuido -otra vez, creo que tenía razón-; pero luego se tranquilizó y trató de justificarme por la situación actual de mi hija mayor.

Y no sé si tiene algo de razón en esto último, o simplemente vuelvo a comprobar el gran aprecio que me tiene: digo, con la mamá de mis hijos un error de esta magnitud hubiera significado días y días de conflicto; con ella nos acostamos en paz -aunque yo sigo intranquilo por mi gazapo-.

Y a ver cómo sigue eso...


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