Frecuentemente -no sé si algún día se me pasará- ando buscando oportunidades de ayudar, especialmente si se trata de realizar trabajo voluntario; como visitas a hospitales, orfanatos o asilos de ancianos -hace mucho que no realizo esto-, o participación en jornadas médicas, o actividades similares.
Y este año -además del grupo en el que me ofrecí como tutor- contacté a un grupo que visita comunicades de escasos recursos, para organizar celebraciones infantiles: me anoté para participar en la actividad del mes de febrero.
Creía que este grupo era el brazo social de una compañía naviera -se llaman exactamente igual-; pero, al parecer, no es el caso: se trata, nomás, de la iniciativa de una joven -aunque ya tiene un bebé y un niño de año y medio- para llevar alegría a la niñez que vive en precariedad.
Que abunda en nuestro país...
El lunes pasado inició basante normal: meditación matutina, Duolingo, Busuu, Wordle, y desayuno de avena, banano y gelatina; también, las noticias nacionales se llenaron de información sobre un accidente en la entrada de la ciudad; murieron más de cincuenta personas -incluídos el conductor y el ayudante-.
Por la tarde, una hora antes del final de mi turno laboral, llevamos al perro de Rb a la veterinaria; había planeado, aprovechando la espera, entrar a un supermercado en el lugar para, por fin, probar unos hot dogs que han estado promoviendo desde el año pasado.
El parqueo estaba lleno y usé uno de los espacios reservados para el supermercado, en lo que Rb bajaba con el perro a la veterinaria; compré un hot dog y una gaseosa: tuve que esperar casi diez minutos pues se habían acabado.
Pero eso lo ví como una ventaja, pues no quería mover el auto; o dejarlo allí mientras iba por Rb a la veterinaria (está a tre o cuatro locales de distancia); pero Rb retornó con su perro antes de que acabara con el hot dog.
Me esperó un momento fuera del supermercado y luego retornamos a casa: en el camino me comentó el estado del animal: desde hace años le han surgido protuberancias en algunas partes del cuerpo; pero ahora tiene una en el párpado del ojo izquierdo.
Lo vieron un par de practicantes y un veterinario; el último le dijo que si se le operaba tendría que retirar el ojo; por lo que recomendó una aplicación de un congelante para reducir el tamaño y ver si podía extirparse sin cirugía.
Rb se sintió bastante responsable por el estado al que ha llegado el perro; aunque traté de hacerle ver que algunas veces no hay mucho qué hacer; le dieron una cita para continuar el tratamiento la siguiente semana (supuestamente son tres aplicaciones).
Este día también preparé la segunda carta para mi segunda hija; la anterior la envié en Diciembre (había planeado enviarle una por mes) a las direcciones de correo que aún tenía de ella; dos direcciones ya no están activas pero tampoco recibí respuestas de las otras dos.
Había planeado enviársela por la red social azul pero, cuando entré a nuestra conversación, encontré que -debido a que, al parecer no se había conectado- no se la podía enviar por allí; por lo que la coloqué, con un link, en la hoja de cálculo que compartimos para darle seguimiento a los pagos del préstamo que le brindé el año pasado; allí fue que verifiqué el último mes del año pasado que está viva: la primera semana de diciembre la modificó.
Como no tenía idea de su estado actual, decidí ver sus redes sociales; las cuales tiene bajo otro nombre; y encontré una publicación (una fotografía de un diorama) de un par de semanas atrás; o sea: está viva; después del horario laboral completamos, con Rb, la rutina de ejercicios del primer día de la semana.
El martes también inició bastante normal: meditación, reunión, Duolingo, Busuu; por la mañana mi hijo menor me escribió para comentarme que quería cambiarse de trabajo: están convocando a todo su equipo a la oficina y esta le queda muy lejos del departamento (además, empieza a trabajar a las tres o cuatro de la madrugada).
Le escribí a mi prima favorita -trabaja en una cuenta del call center en el mismo lugar de donde laboro- para ver si podía referirlo y, luego de intercambiar algunos mensajes entre los tres, el proceso quedo iniciado.
Al final del horario laboral fuimos a los supermercados en dirección sur; aproveché para comprar una bolsa de mayonesa pues la que estoy utilizando está por terminarse; en el otro supermercado compramos bananos.
El miércoles continuó la normalidad: meditación, reunión, Duolingo, Busuu; aunque este día -ya no es muy común-, Rb había sido convocada a una reunión semanal con su equipo de trabajo; además, vino el señor de las verduras.
Mi papá me llamó como a media mañana para pedirme la clave para acceder a su registro laboral: yo me quedé con las credenciales desde la ocasión en la que me tocó rescatarlo de un bache financiero; en un par de ocasiones me ha contactado para pedirme información almacenada en su perfil laboral; pero ahora quería la clave; de hecho habían intentado cambiar la misma para entrar pero no lograron cambiar el correo al cual está conectado.
Realicé una actualización de la misma y se la envié; recomendándole precaución pues es información bastante delicada; y, según entendí, estaba ingresando junto con la persona con la que tramitó su graduación de técnico en educación; al final del día laboral hicimos los ejercicios de la rutina de la mitad de la semana.
El jueves no hubo ninguna novedad con la meditación y la reunión diaria; por la mañana conversé con el encargado de la visita del domingo sobre ayudar con la animación del evento: un par de días antes había escrito en el grupo que la animadora había declinado su participación.
Rb fue al supermercado del centro histórico; de vuelta me trajo cuatro cubiletes; en la oficina está rara la situación: recibimos un correo en el que se informa que el equipo debe retornar a la oficina; y eso es concerniente al equipo que trabaja en el Imperio del Norte: a partir del lunes ya no se podrán conectar a los programas en los que trabajamos, a menos que estén en la oficina.
La cuestión con nuestro equipo es que: 1) no tenemos oficina. 2) aunque tuvieramos oficina, igual necesitaríamos acceso remoto; debido a la separación geográfica; creo que empeora la situación el hecho de que nuestra supervisora está de vacaciones -supuestamente retorna el lunes-.
A media mañana llamé a mi amigo que vivía en la ciudad en la que pasé un par de años -hace más de veinte años- y que ahora vive en un estado vecino del cual reside mi hija segunda; estuvimos conversando un buen rato.
Por la situación política actual del Imperio -y que mi amigo está en una situación irregular en ese país- ha decidido no salir a buscar trabajo; ya lleva un par de meses en esa ciudad -y esa situación-.
También, por la mañana mi hijo me escribió para pedirme prestada la bicicleta; pero al final de la tarde me volvió a escribir para declinar la petición: en el lugar de trabajo al que piensa cambiarse no hay parqueo para las mismas.
Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; compramos varios cuadriles de pollo para los almuerzos de la siguiente semana; también compré unos cubiletes para el desayuno que planeaba realizar con mi hijo el sábado.
En el otro supermercado compré unos tetrabrik de incaparina: el domingo voy a un departamento vecino y, como el bus pasará de madrugada, creo que me tocará desayunar en el mismo; por la noche empecé a ver la segunda temporada de The Night Agent; no sé si completaré esta temporada: la primera tenía buen argumento y ritmo; pero es difícil que esto se mantenga durante la segunda temporada de las series.
El viernes era el día de San Valentín (o día del Cariño, o día de la amistad) y me desperté un poco antes de que sonara la alarma: los perros de los vecinos siguen haciendo escándalo a deshoras; cuando la alarma sonó me levanté a meditar; luego jalé la computadora a la cama y entré a la reunión diaria; en el ínterin completé el wordle del día (décimo día consecutivo) y Rb entró a la habitación -creo que por el día del cariño-.
El resto del dia no tuvo ninguna novedad: el señor de las verduras vino un poco después de mediodía y Rb me compró un par de ingredientes que necesitaba para preparar el desayuno del día siguiente; después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los viernes; por la noche seguí avanzando con el libro en francés: ya son más de treinta obras de arte publicadas en la app de React que escribí para este fin.
El sábado me levanté a las cinco y media de la mañana: quería hacer mis lecciones de Duolingo, Busuu y el wordle de NYT, antes de salir de casa; cuando la alarma sonó me levanté a meditar y luego retorné a la cama a completar las lecciones de los idiomas que estoy aprendiendo -y el wordle-.
Cuando terminé todo me metí a la ducha; después me vestí y me metí a la cocina a preparar un par de panes para el desayuno con mi hijo menor; antes de las siete ya había terminado todo pero decidí no irme tan temprano: esperé unos minutos antes de salir a encender el auto.
Al final salí a las siete y cuarto de la casa de Rb; el tránsito no estaba muy pesado -excepto en la subida del puente, antes de entrar a la ciudad- y llegué al edificio en donde viven mis hijos antes de las ocho menos cuarto.
También, saliendo de la calle ví que un anciano que vive a la vuelta estaba pidiendo aventón (la mañana estaba fría y él andaba con mascarilla y guantes); detuve el auto y lo conduje hasta el lugar en el que frecuentemente tomamos el bus intermunicipal.
Como llegué antes de las ocho al edificio, me quedé en el auto diez minutos -aproveché para jugar un par de partidas de ajedrez- y luego subí caminando las gradas hasta el séptimo nivel; no había nadie a la vista en el apartamento de mis hijos por lo que nomás coloqué mi mochila en la sala (había olvidado mi computadora portátil!) y me puse a lavar los trastes que encontré sucios.
Mi hijo salió un poco más tarde y desayunamos -de pie- en la cocina; habíamos quedado de reunirnos por la mañana pues se había anotado a un curso de arte que llevaría hasta Noviembre; pero no le gustó: aparentemente el nivel era demasiado básico por lo que decidió no continuar -nomás tomó una clase, creo-.
Le propuse que fueramos al parque de atracciones que está a un par de kilómetros de distancia y caminamos hacia el mismo -antes habíamos bajado por el jabón de trastes, que había olvidado en el auto-; estuvimos un par de horas en el parque temático; entre práctica de cubos de Rubik (olvidé el de 5x5x5), conversación, rueda de Chicago gigante y un helado; luego retornamos al apartamento.
Aunque antes de subir le pedí a mi hijo que me acompañara al supermercado que se encuentra al otro lado de la gran avenida por la que viven; en este lugar -es un supermercado con precios bastante convenientes- compré media docena de paquetes de café instantáneo.
Un poco después de regresar al apartamento, me despedí de mi hijo e inicié el viaje de retorno; cuando estaba ya en el municipio recibí una llamada de Rb para ver por dónde andaba (eran las doce y media y había estimado regresar a esa hora).
Vine a preparar una ensalada, la cual acompañamos con hígados de pollo y arroz; después del almuerzo sacamos a los perros a caminar y pasé el resto de la tarde en casa; viendo una parte de The Gorge y un capítulo de The Night Agent.
Por la noche preparé las gelatinas para los desayunos de la semana siguiente, y el panito que planeaba llevar el domingo, a la visita en la que me había anotado desde el mes anterior, con un nuevo grupo de voluntarios.
El domingo me levanté a las cuatro y media; el día anterior -mientras estaba con mi hijo- el encargado del grupo de voluntarios me había llamado para confirmarme que pasarían por mí a las cinco; medité y luego me metí a la ducha; la noche anterior había dejado la mochila que llevaría al viaje; y la playera negra con la que debíamos identificarnos los voluntarios que no teníamos una prenda con el logo del grupo.
A las cinco de la mañana entré a Whatsapp para verificar la localización del bus; como ya venía bastante cerca, entré a la habitación a despedirme de Rb y salí a abordar el mismo; acababa de salir al boulevar cuando ví aproximarse la unidad de transporte; un busito tipo coaster; lo abordé y saludé a los que ya venían: como cuatro o cinco voluntarios.
Luego pasamos a la estación del transmetro cercana a la universidad por otro par de voluntarios y, finalmente, a un lugar en la zona cinco de la ciudad, en donde tenían preparadas bolsas de ropa y regalos, comida, bebida y demás implementos necesarios para la actividad.
Allí abordaron el bus cuatro o cinco personas adicionales -incluyendo un bebé de menos de dos años-; que luego me enteré que era el hijo mayor de la fundadora del grupo; después de esta parada el bus se dirigió al departamento de destino.
El viaje nos tomó casi tres horas; y utilicé cerca de una en las lecciones de Duolingo, Busuu y el wordle del día (el que no pude adivinar!); más o menos a medio camino nos detuvimos para pasar a comprar un poco de comida y utilizar los servicios sanitarios, pues el lugar al cual nos dirigíamos no contaba con servicios adecuados.
El sitio en cuestión es un grupo de construcciones bastante precarias -me pareció que era una cocina comunitaria o algo parecido-, al lado de un estrecho camino de terracería; eran, creo varias familias con treinta o cuarenta niños.
Nos pasamos las siguientes cuatro o cinco horas entre dinámicas infantiles -yo dirigí un par de las canciones que aprendí en el grupo en el que estuve participando más de diez años-, piñatas, almuerzo, regalos y actividades similares.
Un poco después de las dos de la tarde empezamos la limpieza general -también comimos un par de rebanadas de pizza-, nos despedimos de todos y empezamos el camino de regreso; el cual estuvo un poco complicado: estaba lloviendo, por lo que el bus no podía avanzar muy rápido; y el tráfico estaba un poco pesado en la entrada a la ciudad; a las cinco estábamos en el lugar en donde cargamos la mayor parte de insumos por la mañana.
Y luego el bus tuvo bastante trabajo para subir una cuesta al lado del gran teatro nacional: en el mismo lugar un camión y otro auto se habían quedado -casi al final de la cuesta- bloqueando ambos carriles; el bus, luego de más de diez minutos de espera, tuvo que intentar varias veces escalar la parte final de la cuesta; al final incluso tuvimos que movernos todos a la parte trasera del mismo y saltar, para ayudar al agarre de los neumáticos.
Un poco después de las cinco el bus me dejó en el comercial desde donde salen los busitos hacia el área en la que vivo -había aún una ligera llovizna-; cuando llegué a la estación no había buses pero un poco más tarde se estacionó el siguiente; y, a las seis menos cuarto, estaba entrando en casa.
Preparé un poco de café -Rb ya estaba calentando agua para esto- y comí un poco de pan dulce -Rb me había comprado un arrolladito en el supermercado-; Rb tenía que participar en su clase de teología a las siete y yo me puse a ver una parte de The Gorge y un capítulo de The Night Agent.
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