domingo, 29 de junio de 2025

El tránsito pesado...Traffic jams... Les embouteillages...

No me gusta manejar... se lo repito a mis hijos y a mis -pocos- conocidos con cierta frecuencia: a los veintiseis o veintisiete compré un auto -un Seat Marbella- y lo tuve cinco o seis años; también compré -cinco o seis años más tarde- otro auto un poco más grande.

Con el primero tuve un par de incidentes en el tráfico; el primero cuando estaba empezando a conducir; y no salió tan caro; el segundo sí fue bastante fuerte: en un semáforo en rojo dañé la defensa trasera de un pickup de un gran almacén.

Estuvo fea la cosa porque tuve que pagar como doscientos cincuenta dólares en el momento; la economía doméstica no estaba en su mejor momento; y fue después de mi primer viaje al imperio del norte; cuando los conflictos con la mamá de mis hijos estaban a la orden del día.

Lo curioso fue que después del segundo viaje; y por llevarme unos documentos a una entrevista, un auto le dió con todo en un costado, el cual quedó completamente volteado; la mamá de mis hijos salió con varios raspones en el rostro. 

Y ese fue el fin de ese auto; creo que luego -cuando ya no vivía con mi familia- fue vendido como chatarra; o no sé si siguieron utilizándolo; la cuestión es que pasaron casi diez años para que, por fin, pudiera desactivar la matrícula -y dejar de acumular impuestos de circulación-.

El otro auto también se lo dejé a la mamá de mis hijos; realmente no saqué más que mi ropa -y mi título- de la casa en la que mis hijos pasaron la mayor parte de su niñez; creo que al final lo vendieron, por falta de fondos; lo bueno es que no estaba a mi nombre.

Total que no me gusta manejar; o más bien, no me gusta poseer auto; en el imperio del norte compré uno -por unos cuantos cientos de dólares- en el primer viaje; y se lo dejé al amigo que me estaba hopedando, cuando retorné al país.

En el segundo viaje, por salvar a una amiga mexicana de una fiesta algo rara, tomé el auto de mi anfitriona; y al dar mal una vuelta, la policía me paró y mandaron el auto a un depósito; tuve que pagar como quinientos dólares en multas y almacenamiento.

Y allí fue cuando decidí no manejar nunca más; en el resto del tiempo utilicé una bicicleta para movilzarme en la ciudad: básicamente de la casa -como a diez millas- al trabajo; ambos lugares estaban en extremos opuestos de la ciudad; y a las bibliotecas y lugares en donde realizaba trabajo voluntario.

La cuestión es que cuando volví a establecerme en la ciudad -después de dos años de viajes al imperio del norte, y a dos cuadras de donde vivían mis hijos-, decidí no manejar; incluso pasé mucho tiempo sin una licencia de conducir.

Pero luego de lograr desactivar la tarjeta de circulación del auto blanco -y pagar impuestos atrasados como por cien dólares- decidí renovar mi licencia; mi justificación fue que en caso de emergencias podía ser de utilidad.

Pero me mantuve si manejar; excepto en dos ocasiones: en la primera, en mi segundo año de voluntariado, me tocó que encender el auto de una voluntaria; se había quedado sin batería y tuve que arrancarlo en segunda.

La segunda ocasión fue cuando acompañé a otra voluntaria a una entrevista de trabajo; y como no quería pagar parqueo, me dejó su auto; en esa ocasión dí un par de vueltas por una de las avenidas más concurridas de la zona, luego me metí a un supermercado, a pasar el tiempo.

Después sí me resigné a volver a manejar más constantemente: empecé mi relación con Rb (ya llevamos más de doce años juntos) y ella me ofreció su Honda Passport, por si quería llevar a mis hijos al puerto, a visitar a sus abuelos.

Acepté su ofrecimiento y en tres o cuatro ocasiones recorrimos los cien kilómetros hasta las costas del pacífico; en la primera ocasión el auto se sobrecalentó y fuimos ayudados por los operadores de grúa de la autopista.

Y, cinco o seis años después, otra vez, viniendo del puerto -esta vez solo- el auto se volvió a sobrecalentar; y, me parece que, el motor se fundió; la reparación se complicó -Rb ya le había cambiado la caja de cambios unos años antes- pues el mecánico no podía volver a montar el motor después de realizarle un overhaul.

Así que Rb decidió regalárselo -se lo vendió como en mil dólares, pero el mecánico aún no ha terminado de saldar la deuda, casi cuatro años después; y, la misma persona, le recomendó un auto, para sustituir la Honda Passport.

Así Rb adquirió el auto actual: un Mazda Protege automático, del año dos mil tres; lo compró en un poco más de dos mil dólares; y el auto ha funcionado -en su mayor parte bien-; durante los últimos tres años lo he llevado -casi- cada tres meses en los viajes que realizo a visitar a mis padres.

También he tenido dos incidentes: a inicios del año pasado le dí en el costado a un auto que se me cruzó en una de las avenidas más concurridas cerca de la universidad; la chica que iba en el otro auto tenía seguro, por lo que nomás tuve que pagar el Uber para volver a casa, y otros gastos menores.

Pero luego, casi al final del año, en una curva aceleré mal y me fuí a encunetar; con el saldo de la muleta del lado del copiloto completamente dañada; y el depósito del agua para el limpiaparabrisas roto; la broma me salió como en trescientos dólares.

Lo dicho, no me gusta manejar; el auto se mantiene parqueado frente a la casa de Rb la mayor parte del tiempo; generalmente lo utilizamos una vez a la semana: desayunos con mis amigos, visitas a mis hijos, llevar y traer a Rb de la iglesia.

Y una gran razón de esto es el tránsito: la ciudad nunca fue diseñada para tan gran cantidad de autos en las calles -de hecho no fue diseñada para nada: nomás fue creciendo sin ningún control-.

En cada salida debemos considerar al menos una hora de tránsito; sin importar la cercanía o lejanía del destino; pero la semana pasada fue un extremo: dos salidas entre semana.

El miércoles venía una persona de Nicaragua: el grupo cristiano en el que Rb trabaja como asistente del director iba a realizar un campamento en la ciudad; por lo que personas de varios paises de latinoamérica venían a la ciudad.

Rb se había comprometido a recoger a esta persona en el aeropuerto y llevarla a la casa de la mamá del director del grupo: un apartamento en una de las zonas más afluentes de la ciudad.

Habíamos planeado que me escapara una hora antes de la salida del trabajo; sacamos el auto un poco antes de las tres y nos dirigimos al aeropuerto; Rb se atrevió a manejar en el viaje de ida -evita más que yo la conducción-.

El tránsito estuvo pesado pero no extremadamente; llegamos con un buen tiempo de antelación al aeropuerto; dejamos el auto en el parqueo del lugar y nos dirigimos al portón por donde entran las personas al país.

El joven no tardó en salir y nos dirigimos al lugar en donde se hospedaría; pero, resultó que le habían confiscado las botellas de shampoo y otros artículos de limpieza antes de subir al avión; por lo que pasamos a un supermercado, para que se proveyera de lo necesario.

Eso nos atrazó un poco más de media hora; después del supermercado nos dirigimos al edificio de apartamentos; allí Rb y el joven se bajaron en la recepción, ya que no había espacio para parquear el auto.

Yo di una vuelta en U y me parqueé un momento frente al edificio: costó un poco que bajara la señora a recibir al joven; pero un poco después empezamos el viaje de vuelta; el cual estuvo terrible: nos tocó retornar a la hora pico.

A pesar de que empezamos la salida de la zona un poco después de las cuatro y media, parecía que nos juntamos con todos los trabajadores que finalizan su trabajo al final de la tarde: no nos costó llegar mucho llegar a una de las calles principales de salida (y entrada) a la ciudad; pero, allí, avanzar tres calles nos tomó más de media hora.

Una situación desesperante; a la cual no estamos acostumbrados, pero que a la mayoría de la población -que maneja- debe serle muy común en su trajín diario; al final nos tomó casi dos horas retornar a casa.

Lo bueno es que ya le había cambiado el tapón del radiador al auto; lo que, al menos, ha asegurado que el sistema de refrigeración del motor funcione de forma normal; afortunadamente no hemos tenido problemas de sobrecalentamiento.

El jueves era mi segundo día de vacaciones -forzadas- del mes; después de meditar -y resolver los wordle de inglés, francés y portugués- retorné a dormitar a la cama; me levanté un poco después de las ocho, a desayunar, y a prepararme para acompañar a Rb al mercado del centro histórico.

Como me había quedado sin gelatinas una semana antes, nos dirigimos a la tienda en la que me proveo de esto, tomando otra unidad del Transmetro, muy cerca del mercado en donde Rb compra su fruta semanal.

En la tienda encontré gelatinas de tres sabores -aunque de uno de los mismos nomás había una libra- y compré cinco libras; Rb compró una libra de gelatina sin sabor -la única que puede consumir con seguridad-.

Luego retornamos al mercado; el cual estaba a punto de cerrar, pues -según algunos carteles de la municipalidad- iban a completar una de las jornadas rutinarias de limpieza; después del supermercado tomamos el transmetro, para retornar al comercial en el que se estacionan los busitos del sector.

En el comercial entramos al supermercado; Rb quería comprar un poco de pollo -y un paquete de pan tostado, para mi persona-; luego retornamos a casa; el almuerzo de ese día -y el siguiente- consistió de unos burritos muy buenos.

El viernes nos tocó que volver a salir: como era día de ejercicios, y Rb se había comprometido a acompañar a su grupo del trabajo en el campamento durante un par de horas, habíamos acordado realizar la rutina de ejercicios a las once de la mañana.

Lo que no me percaté fue que justo a esa hora tenía programada la reunión de los últimos viernes en la que hemos estado trabajando, con todo el equipo local, para armar la presentación que debemos realizar la primera semana de julio.

Con Rb hicimos la rutina entre once y doce; después ví que el resto del equipo se había reunido; y nomás agregué un par de reacciones a los mensajes finales de la misma; un poco después el programador que me ayudó el año pasado con el evento de ciberseguridad - y que le encanta el protagonismo- me pidió que programara la última reunió para el siguiente jueves.

Almorzamos lo mismo que el día anterior y realizamos el resto de la rutina de la tarde sin ningún cambio -sacar a caminar a los perros y preparar café y té-; a las cuatro de la tarde tomamos el auto para dirigirnos al centro cristiano de convenciones en el que estaban realizando el campamento.

El lugar se encuentra en la ribera del lago más grande -y contaminado- de la ciudad; en uno de los municipios aledaños a la misma; y quién sabe si mucha gente empezó a abandonar la ciudad debido a que se venía un fin de semana largo, o es la norma y no sabíamos.

La cuestión es que salir de nuestro municipio no fue muy tardado; pero, justo después, pasamos más de una hora -nuevamente- en el tránsito; en varios sectores, completamente detenido; en el resto a una velocidad extremadamente baja, y casi bumper con bumper.

Afortunadamente,  pudimos entrar al desvío del municipio al final de una cuesta bastante pronunciada; y, después de cruzar el poblado municipal, continuar circunvalando el lago, hasta llegar al centro de convenciones.

Y digo afortunadamente porque, luego del desvío que nosotros tomamos, el tránsito seguía igual -o peor- de atascado; a diferencia del miércoles, el viernes la lluvia estuvo presente casi todo el día; no fuerte, pero sí constante; lo que contribuye, creo, a la baja velocidad en general.

El portón del centro de convenciones estaba cerrado, por lo que puse el auto en modo de parqueo y me bajé a hablar con el guardían de la garita; le indicamos el evento al que asistíamos y nos comentó los detalles para llegar al lugar.

La verdad yo no me había percatado de que se trataba de un campamento; antes había creído que era una reunión de los líderes del grupo en el que Rb trabaja; pero no, habían sesenta o setenta jóvenes -no ví a muchos de ellos- que estaban acampando en el lugar.

Rb llevaba su colección de numismática -tiene billetes de muchos países alrededor del mundo- pues había comentado con la persona del miércoles acerca de esta afición; se instalaron en unas mesas varias personas a admirar los diseños e idiomas de muchos de los elementos de la colección.

Yo volví a encontrar al joven al que Rb hospedó en su casa hace un par de años: colombiano, y con un perfil profesional bastante similar al mío; o eso era en ese tiempo; ahora está dando soporte a SAP.

Estuvimos conversando un buen tiempo sobre el estado actual de la tecnología, los empleos de cada uno; e inclusive un poco sobre las opciones de capacitación disponibles en línea, para mejorar el perfil profesional de cada uno.

Creo que estuvimos menos de una hora en el lugar -llegar nos tomó casi dos horas- y luego el director indicó que se reunirían para cenar; yo le ofrecí a Rb que podía quedarse y yo me hacía cargo de sus perros; afortunadamente no aceptó.

Como había otra persona que venía hacia la ciudad -en su viaje de vuelta a su casa, en un departamento en el extremo opuesto de la capital-, Rb se ofreció a pasar a dejarlo al poblado del municipio, donde tomaría un bus.

Pero, como al final, tenía que pasar por la ciudad para abordar el bus hacia su poblado, propuse que lo pasaramos a dejar al comercial en donde se estacionan los busitos de nuestro sector; y donde podía tomar el transmetro hacia el centro de la ciudad.

Por lo que no pasamos por el poblado del municipio; utilizamos Waze para completar la circunvalación del lago; y salir por el otro extremo; la verdad es que fue un trayecto bastante riesgoso: casi no hay iluminación en el mismo, y la lluvia continuaba.

Afortunadamente la mayor parte de la subida -es una ascensión bastante pronunciada- tuvimos a un pickup -que se veía bastante cargado- delante de nuestro auto; por lo que pude guiarme con sus luces, para avanzar en el camino.

La salida no nos tomó tanto tiempo como la entrada; y, por haber tomado la ruta inversa, retornamos a la ruta nacional en un lugar bastante cerca de la ciudad; el tránsito aún estaba un poco pesado, pero lo estaba más en el sentido contrario.

Un poco más tarde estábamos dejando al señor en el comercial desde donde podía tomar el Transmetro; e iniciando, finalmente, el retorno a la casa de Rb; pasaban de las siete de la noche, por lo que el embotellamiento diario ya había disminuido un poco. 

El sábado me amaneció doliendo la pierna izquierda; no sé si se debió a los ejercicios que hicimos el viernes -el miércoles, por las molestias de salud de Rb, no habíamos realizado la rutina del día-; o por la tensión del viaje del día anterior.

A media mañana caminamos a los supermercados en dirección sur; en el más lejano compré una bolsa de Ketchup -ya está por acabárseme la actual-; y un paquete de pan tostado: había planeado visitar a mi tía favorita, al final del día.

Después de retornar de los supermercados estuve avanzando en la última parte del ciclo del libro de Terapia de Aceptación y Compromiso -ACT- que estoy leyendo; luego, a las once y media, saqué a la perra más pesada de Rb, a su caminata diaria.

Después me bañé, y me dirigí al departamento de mis hijos; salí un poco después de las doce; y el tránsito volvía a estar bastante pesado, justo en el punto en el que el boulevard desemboca a la ruta que une a ambos municipios.

Pero, debido a que había salido temprano, llegué al edificio en donde viven mis hijos quince minutos antes de la una; subí las gradas de los siete niveles y me instalé en el espacio que corresponde a la sala del departamento.

El área se ve bastante descuidada -no tienen ni un año de haber estrenado el departamento- pero me senté junto a la pared, y le envié un mensaje a mi hijo menor, comentándole que ya había llegado.

Pasó la hora acordad para la visita (una de la tarde) pero preferí seguir esperando; como a los diez minutos salió de su habitación; con el cabello bastante corto; o sea, desde la pandemia había estado usando el cabello hasta debajo de los hombros, pero ahora tenía un corte casi similar al mío.

Le pedí que se sentara un momento y volví a disculparme por mi intervención con su hermana en la última visita; y por mi negatividad en muchas de mis conversaciones; ví que se le aguaban los ojos, pero sigo sin saber cómo reacciones en estas situaciones.

Luego le propuse que fueramos al parque temático de costumbre; afortunadamente, a persar del pronóstico, no llovió durante toda la tarde; en el parque le  indiqué que podíamos comprar pizza o pollo; prefirió pollo.

Nos tocó que hacer una fila un poco tardada -el parque estaba más lleno que de costumbre, quizá por el fin de semana largo-; tanto para pagar por un par de menús de nuggets de pollo, como para recibir el pedido.

Lo bueno fue que el área de mesas no estaba reservada en esta ocasión; pudimos ocupar una de las mesas del lugar, y almorzar en paz; luego jugamos varias partidas de dominó; un poco antes de las cuatro propuse que nos subieramos a la Rueda de Chicago; luego nos retiramos del lugar.

Llegamos de vuelta al apartamento bastante temprano; un poco mi hijo había declinado mi oferta de café, por lo que nomás estuvimos en el espacio de la sala, resolviendo algunos cubos de Rubik -no llevaba el de 4x4x4 ni el de 5x5x5-.

Mi hija mayor salió de su habitación en cierto momento; al parecer sigue su rutina de dormir de día; y también ví una cantidad bastante grande de colillas de cigarros en uno de los botes de basura que mantienen en la cocina.

Al parecer -también- siguen en conflictos personales; no estoy seguro si se saludaron, o intentaron hacerlo; a las cinco -como habíamos acordado más temprano con mi hijo- nos despedimos y me calcé los zapatos -hemos acordado no utilizarlos dentro-; antes de retirarme llamé a mi hija para que saliera y nos despidiéramos.

Era bastante temprano para mi siguiente compromiso: había estado hablando durante la semana con mi primo favorito, para coordinar mi visita a su madre, ese día, a las seis de la tarde -estoy procurando visitarla con la misma frecuencia que visito a mis padres-.

Antes de encender el auto jugué dos o tres partidas de ajedrez en el  celular, y luego, sí; abrí la puerta del estacionamiento e inicié mi viaje hacia la casa en la que mi primo alberga a sus padres -y a otra familia del lado de su esposa, me parece-.

El tránsito estaba bastante tranquilo; aunque había empezado a lloviznar ligeramente; llegué con bastante anticipación a la casa de mi primo; pero, antes de estacionarme, otro auto me adelantó y se paró en el lugar; de allí se bajó un tipo, tocó el portón de la casa, y, al salir mi primo, conversó un momento con el mismo.

Yo estaba aún en el auto, un poco atrás; pero bajé el vidrio del lado del piloto (todos los vidrios están polarizados) y saludé a mi primo; el tipo se subió, por fin, al auto, con lo que pude parquearme en el lugar.

Conversé apenas un poco con mi primo, ya que estaba ocupado, y subí al segundo nivel de la casa; la construcción es enorme; no estoy seguro si tiene tres o cuatro niveles; y muchas muchas habitaciones.

Encontré a mi tía, quien me recibió bastante efusivamente; le entregué el paquete de pan tostado que llevaba; y ella me ofreció café; luego nos instalamos en su cocina, a tomar café, y conversar durante un poco más de una hora: muchas muchas noticias familiares.

Un poco después de las siete le comenté a mi tía que tenía que retirarme e inicié el viaje de vuelta; debido a la hora -y el día- el tránsito estaba bastante ligero; por lo que un poco después estaba estacionándome frente a la casa de Rb.

Espero no volver a conducir tanto durante la misma semana en mucho mucho tiempo.

Y a ver cómo va eso... 

lunes, 23 de junio de 2025

Las parejas -y el destino-... The couples -and destiny-... Les couples -et le destin...

El concepto de pareja siempre se me ha escapado: desde niño soñaba con tener una familia nuclear feliz; no sé si se deba a mi propia experiencia infantil; o a alguna extraña fijación producto de la televisión y demás consumo de media.

Pero luego empecé a tener hijos con la primer pareja que tuve; de quien me separé, luego de casi una década de convivencia; y luego casi nada; alguna que otra relación esporádica -me importaban mucho mis tres hijos-, hasta llegar a Rb; ya llevamos más de una década de estar juntos y, me parece que, tres años de legalizar nuestra unión.

Pero no es algo que dé por hecho; o sea, acepté casarme porque no quería volver a empezar a buscar dónde vivir: me parece que por esa época ya tenía más de un año de haberme establecido en su casa; pero no creo en el 'hasta que la muerte los separe'.

Pero de las parejas 'felices' que antes tomaba como modelo no he visto un buen desarrollo: mi prima favorita aceptó que su esposo tiene otra relación; y que vive la mitad de la semana en cada hogar del que forma parte; también me acabo de enterar -ella me contó- que su papá -esa gran pareja cristiana- tiene una hija (bastante grande) fuera del matrimonio.

En fin, es un concepto bastante confuso; y las parejas homosexuales no creo que lo tengan más fácil -al final, creo que mis tres hijos son parte de la comunidad LGTB, aunque no estoy seguro de cual letra le aplica a cada uno-: hace unos tres años mi ex supervisor me comentó que había retornado del país más póspero del sur, en compañía de su esposo.

La última vez que nos reunimos me comentó que andaban con conflictos familiares -y de pareja, creo-; y el sábado que desayunamos, me contó de la situación actual: están actualmente en medio de una convivencia bastante complicada, luego de un intento de suicido por parte del susodicho.

Y el destino: acabo de volver a leer un muy buen artículo de uno de los escritores contemporaneos locales; antes publicaba bastante en su blog, ahora no ha publicado en más de seis meses; pero tiene ya varios libros publicados -además, estudió (pero no se graduó, adivino) ingeniería, letras y filosofía, en la universidad nacional-.

En el artículo en el que celebraba la victoria de Argentina en el último mundial, metía la historia de porqué su padre le iba a los alemanes: había obtenido una beca para Alemania Federal, en su juventud, la cual fue cancelada cuando un grupo armado asesinó al embajador de ese país.

Juan Pablo dice algo así como: si ese atentado no hubiera ocurrido, habría ido a estudiar a Alemania, habría trabajado en el lugar, desarrollándose en el mismo; y yo no hubiera nacido; y es una historia que he escuchado o leído, o visto en no pocas ocasiones: si X, Y, o Z hubiera (o no hubiera) ocurrido, entonces yo estaría haciendo A, B o C (o no estaría haciendo D, E o F).

Pero al final, ¿quién sabe, no?

El sábado me levanté antes de que sonara la alarma: la había puesto para las seis de la mañana, pues debía de estar antes de las siete en el restaurante en donde me reuniría con el ex supervisor a quien veo dos veces al año; este era el desayuno de medio año.

Pero, como otros días, el zumbido de un zancudo me despertó quince minutos antes de que sonara la alarma; me sentía aún cansado, pero me levanté a meditar; después consideré si hacer los wordle del día, pero me decidí a meterme a la ducha.

Después de bañarme volví a consultar la página de waze para ver cómo andaba el tránsito en la ciudad; según el sitio el recorrido era de quince minutos; consideré el doble del tiempo y salí un poco antes de las seis y media.

En el periférico volví a ver la hora y, casi al noventa por ciento del recorrido, aún quedaban siete minutos antes de las siete de la mañana; la entrada al parqueo del restaurante estuvo rara: había un camión tapando la entrada, y detrás del mismo, una unidad de distribución de Pan Bimbo.

Total que tuve que ocupar la mitad del espacio del segundo carril -aún pasó un auto bocinando-, pero pude entrar sin demasiadas -adicionales- complicaciones; había planeado resolver los tres wordle del día (inglés, francés y portugués) o hacer alguna lección de Duolingo, mientras esperaba; pero el wifi del restaurante no funcionó.

Además, mi amigo llegó bastante rápido: no ví el mensaje en el acto -por no tener conexión a internet- sino hasta que regresé a casa; pero  las siete y tres minutos me había enviado un mensaje de voz, comentándome que ya estaba parqueándose.

No veía a mi amigo desde diciembre; y creo que ya aprendí a poner en contexto sus comentarios: la primera vez, hace unos tres años, que me comentó que estaba por cambiarse de trabajo, asumí que la siguiente vez que lo vería estaría ya en otra empresa.

Pero no, al parecer, le gusta compartir sueños -o deseos- en los que realmente no cree; y,  me parece que es una costumbre que compartimos -aunque espero que en mi caso, sea un poco menos seria-; la última vez que nos vimos me comentó que andaba con problemas de pareja.

Algo de que habían ido a Ciudad de México con su familia -y su pareja- y habían tenido ciertas diferencias; pero estas fueron tan serias que, en un momento, consideró dejar a todos allí y tomar un boleto a Miami -o algún lugar igual de exótico-.

Al parecer, lo de los problemas con su pareja sí eran serios: en esta ocasión me comentó que habían terminado la relación romántica; que siguen viviendo juntos porque, al final, él lo había traído al país, pero que, después de un par de intentos de suicidio -uno, dudoso, el otro sí más serio- nomás estaban viviendo como roomies.

Y me pareció algo violenta la situación: en cierta ocasión lo dejó prácticamente encerrado en donde viven, pues debía ir a trabajar, y temía que simplemente abandonara la seguridad que le proporcionaba; también me comentó que le había tocado escuchar cuando llegaba con sus amigos sexuales.

O sea, qué incómoda la situación; creo que retornaron al país hace cinco o seis años; luego de un par de años de convivencia en Chile -entendí que en ese país se habían podido legalizar su situación matrimonial-.

Y mi amigo, huérfano desde niño, -me parece que- ha desarrollado un complejo de salvador; o así es como lo percibo: lágrimas saltaron a sus ojos cuando me contaba el temor al abandono que ha padecido su -ahora- ex pareja.

Estuvimos en el restaurante un poco más de dos horas; poniéndonos al día de las vidas de cada uno; el trabajo, las parejas, la familia; un poco después de las nueve y media le comenté que ya debía retirarme, y quedamos en que llegaría a conocer el negocio de comida que tienen con su inquilino, en el centro histórico.

El tránsito de vuelta estuvo bastante tranquilo; un poco antes de las diez de la mañana estaba parqueándome frente a la casa de Rb; llegué justo en el momento en que ella estaba saliendo hacia el supermercado, por lo que me ofrecí a acompañarla.

Fuimos nomas al supermercado más cercano; en donde adquirimos un poco de pollo; y lechugas para las ensaladas de los almuerzos; sacamos a caminar a los perros antes de la comida del medio día.

Por la tarde salimos al patio trasero a cosechar algunas flores de loroco; y, como vimos que el racimo de bananos silvestres ya tenía más unidades amarillas, aprovechamos para bajar el mismo; para lo cual utilicé un par de las cuerdas que habíamos comprado para la ocasión de las tarimas de madera.

El proceso estuvo un poco tardado: aseguré alternativamente el racimo, utilizando dos pitas de plástico; pero al final estuvo bien, ya que pude completar el procedimiento sin mucho daño a los bananos.

Después separé las diferentes pencas de frutos -aunque algunos se separaron en el transcurso-; y, aprovechando que no estaba lloviendo, salimos a repartirlos a los vecinos de la calle -y al guardián de la colonia-.

Yo consumí uno de los que ya estaban amarillos; repartimos cuatro o cinco pencas a los vecinos, una al guardián de turno, reservamos una para el del día siguiente; y Rb preparó una buena cantidad de tortillas, con una de las que aún estaban verdes.

A media meditación nocturna -debo mejorar en dejar ir los pensamientos- me recordé que no había hecho los wordle del día; y, como el de francés lo renuevan cada día a las seis de la tarde -por la diferencia de horario con Francia- nomás pude completar el de inglés y el de portugués.

El domingo me levanté a las seis y media y lo primero que hice, después de meditar, fue resolver los wordle en los tres idiomas; después regresé a la cama a dormitar; hasta que escuché que Rb se levantaba y salí a prepararme el desayuno de los fines de semana.

Después del desayuno, o a media mañana más bien, nos dirigimos, caminando, a la tienda de ropa usada en la que generalmente nos proveemos; en el trayecto pasamos a dejarle la penca de bananos silvestres al guardián de turno.

En la tienda de ropa Rb anduvo por muchos de los pasillos, buscando ropa para el evento de su trabajo al que tendrá que atender durante la semana; afortunadamente me había dejado su celular, por lo que pude jugar varias partidas en chess.com.

Ella adquirió varias mudadas de ropa; yo nomás compré un helado, cuando pasamos a pagar a la caja; retornamos a casa antes de mediodía y preparamos las alitas de pollo dominicales, acompañadas de un poco de caldo y fideos.

Por la tarde había planeado trabajar un poco; pero cuando entré al sitio en cuestión me di cuenta que no podía avanzar mucho: como que la última actualización no se ha completado por lo que el alcance de lo que podía hacer era muy limitado.

Entonces me puse a terminar de ver la última parte de The cat returns; y después la segunda parte -creo que la dividiré en cinco- de la última película de la franquicia de Mission Impossible.

Y a ver cómo sigue eso…

viernes, 20 de junio de 2025

Aparatos... Gadgets... Gadgets...

De las primeras compras que realicé cuando empecé a trabajar como ingeniero fue una computadora -lo primero creo que fue una cama y una bicicleta-: era una pc usada con un monitor ámbar -o verde, no recuerdo-.

Y es que la tecnología ha sido -desde mi adolescencia- uno de mis temas favoritos; recuerdo que por mi época universitaria tenía una revista con modelos de varias computadoras personales; que, por ese tiempo, no podía adquirir.

Desde esa primera PC -que envié al final a la casa de mis papás, cuando empecé la convivencia con la madre de mis hijos- casi siempre he tenido una computadora: fue en una de estas que mis hijos aprendieron a leer -antes de que cumplieran tres años-.

Y es el regalo que les realicé a cada uno de mis hijos -en lugar de una fiesta, que es lo que se acostumbra por estos lados- cuando fueron cumpliendo los quince años: una computadora portátil, nueva, de paquete.

De hecho esas fueron las primeras tres computadoras que compré nuevas; el resto siempre lo iba adquiriendo de segunda mano; pero, en general, cumplieron su función: mantenerme al día con la tecnología -y un poco de programación-.

En mi segundo viaje al Imperio del Norte compré mi primer dispositivo móvil (inteligente): un compañero de trabajo -y buen amigo- estaba cambiando de celular, y me vendió -en cincuenta dólares, creo- su Palm Pilot.

Aunque no, eso fue en mi último viaje al Imperio; en el segundo había comprado -en ebay- una palm de las que aún usaban stylus para ingresar información en la pantalla; la del tercer viaje tenía un teclado qwerty físico.

Fue también en el tercer -y último- viaje que compré mi primera computadora portátil: en el lugar en el que realizaba trabajo voluntario adquirí un par de laptops reconstruidas; la primera fue una Dell que me costó menos de cien dólares, la segunda era una Lenovo. 

 Ambas eran bastante antiguas para la época -dos mil ocho-, la batería apenas aguantaba y el wifi costaba que funcionara; pero aún así podía conectarme a la red desde el exterior de algunas tiendas -o desde el interior de las bibliotecas-.

Las dos computadoras las traje conmigo en el último viaje de vuelta; y fue con una de ellas que hackeé el wifi del vecino en la habitación en la que viví casi una década; ambas me aguantaron más de cinco años luego de que las comprara.

La siguiente me la envió mi amigo científico a quien apoyé en algunas clínicas de Linux en el lugar en el que realizábamos trabajo voluntario; creo que le envié de vuelta sesenta o setenta dólares; las siguiente dos también me las envió el mismo amigo, aunque esas no me las cobró.

Esas dos las usé por el siguiente lustro; hasta que, la última me dejó a principios del presente año; y entonces compré la primera computadora nueva para mi uso personal: la Lenovo que utilizo ahora para cuestiones que no tienen que ver con mi trabajo -para eso uso la de la misma marca que me proporciona la empresa-.

En el caso de los celulares; después de perder el Huawei en el viaje a la Suiza Centroamericana, compré un Samsung; y ahorita voy por el tercer dispositivo de la misma marca; lo uso principalmente para hacer Duolingo y jugar ajedrez. 

También fue para avanzar en Duolingo que compré mi primera tablet -ayer compré la segunda-: el celular que usaba en ese tiempo tenía una pantalla pequeña y se me dificultaba responder los ejercicios escritos.

Pero la tablet no me funcionó para eso: la versión Go de Android que tenía instalada no funcionaba bien con la app de Duolingo; entonces la empecé a utilizar nomás para leer -y jugar algunas veces ajedrez-; y me acompañó hasta hace un par de semanas.

Uno días antes empezó a perder carga con mucha rapidez; la estuve utilizando conectada, pero un día ya no encendió; la dejé sobre una caja de plastico que tengo en mi estantería de la ropa; y un par de días más tarde la batería estaba completamente inflada.

Entonces utilicé el Kindle para continuar leyendo; lo que fue una molestia por dos razones: la primera es que el format que el lector que este modelo trae no lee archivos epub; nomás mobi; así que tuve que convertir los siete libros a medias a este último formato.

La otra cuestión fue que me empezó a cansar mucho la lectura: la pantalla del Kindle no brilla -se supone que es una ventaja porque es como si fuera papel-; pero, con mi estado actual de la visión -uso lentes de lectura desde hace casi diez años, utilizar una lámpara me cansaba demasiado rápido la vista.

Por eso, y porque ví hace un par de día que el Kindle estaba perdiendo muy rápido la carga -tiene como ocho o nueve años de edad- decidí adquirir una nueva tablet; la anterior la había comprado justo en los días de la pandemia y era marca EPIK -o sea, genérica-.

Estuve buscando en internet algunos modelos parecidos en tamaño; y ayer que fuimos a los supermercados en dirección norte le pedí a Rb que pasaramos a Office Depot: había visto una tablet de ocho pulgadas marca RCA.

Nos tocó que salir con paraguas y chumpas pues la lluvia ha estado cayendo de forma intermitente; y en esa tienda de Office Depot no tenían el modelo -era una oferta disponible únicamente en algunas tiendas-.

Después de Office Depot pasamos a Dollar City y luego al supermercado; había decidido pasar el sábado a la sucursal de la primer tienda, a adquirir la tablet; pero, justo saliendo del supermercado Rb me sugirió pasar a una tienda de electrodomésticos a mitad del camino

Y resultó que solo tenían en existencia dos tablets; la más barata, una Samsung A9, costaba ciento veinte dólares dólares (la de la otra tienda costaba un poco menos de cien); por lo que utilicé la tarjeta de Rb para comprarla.

Por la noche le instalé un lector que maneja los dos formatos de los libros que estoy usando (Epub y Mobi) y además, empecé a utilizar una aplicación online para mejorar mi nivel de ajedrez.

También, ayer empecé a ver una película de Studio Ghibli que no fue dirigida por Miyazaki: The Cat Returns; el día anterior -o dos días antes- había terminado de ver la primera de este director -de las exitosas, al menos-: Porco Rosso.

Y a ver cómo sigue eso... 

martes, 17 de junio de 2025

El Día del Padre —y los hermanos—... Father's Day —and the siblings—... La fête des Pères —et les frères et sœurs—...

El año pasado, por estas fechas, me encontraba en medio del último viaje que realicé como traductor para grupos de misioneros estadounidenses -este año participé en la capacitación con la misma organización, pero ya no pude viajar-.

Fue una muy buena experiencia: el grupo venía de una iglesia de Atlanta y la mayor parte de los adolescentes tenían una muy buena actitud de servicio; los líderes eran una enfermera puertorriqueña -que, por supuesto, hablaba un español nativo- y un vendedor de casas -ganador de alguna edición de The Bachelor-.

Me estaba recordando este día que, en esta fecha -y antes de salir del hotel en el que nos hospedábamos-, me puse a enviar mensajes de felicitación a todos mis familiares, conocidos y amigos, con quienes comparto el título de padre.

Y, si no estoy mal, el primer mensaje alusivo a la fecha, tanto el año pasado como hoy, fue de mi padre; de hecho, me parece que ya han sido varios años que recibo un mensaje felicitándome por el día.

Y es algo agradable; o sea, no somos tanto de andar hablándonos por cualquier motivo; menos de este tipo; o al menos, yo no lo hago: no los contacto en sus cumpleaños -usualmente se me pasan las fechas- o en ocasiones como Navidad o Año Nuevo.

Pero este día -como el año pasado- también me puse a enviar mensajes de felicitación a mis conocidos y amigos; también recibí -luego del mensaje de mi padre- un saludo de un voluntario al que no he visto en casi un año -pero quien me ha pedido préstamos realmente pequeños en un par de ocasiones durante este tiempo-.

No sé cómo se establecen este tipo de tradiciones familiares; a mis hijos traté de celebrarles dos ocasiones especiales en el año: el cumpleaños de cada uno, y la Navidad -en grupo-; alguna vez también celebramos el Día del Niño; pero no mucho más.

En mi casa paterna casi nunca celebramos nada; aunque mi papá varias veces nos llevó regalos para Navidad -y a mis hermanos pequeños alguna vez les organizaron fiestas de cumpleaños-; pero no mucho más.

Recuerdo, eso sí, un año -era ya adolescente- cuando mi madre nos envolvió unos calcetines -o una playera- y nos entregó regalos para el día del cariño; la verdad me conmovió su gesto.

Y ahora que mis hijos ya son adultos -aunque esta generación lleva los tiempo bien diferentes- he continuado con los regalos cada cumpleaños y Navidad: se ha vuelto costumbre entregarles cien dólares en caa ocasión.

Entonces, es muy raro que no los contacte en las fechas memorables; creo que en la pandemia no lo hice; pero ese fue un evento que removió la mayor parte de las costumbres para la mayoría de la gente.

Pero no ha sido el caso inverso; ha sido muy raro el año en que me han contactado para mi cumpleaños; mi hija mayor y mi hijo menor, en alguna ocasión; la mediana creo que nunca; y en el día del Padre, creo que nomás mi hija mayor se ha recordado algunos días más tarde.

O sea, me hubiera gustado  establecer ciertas tradiciones; pero, me imagino, que el primer requisito hubiera sido tener una familia tradicional; lo cual no pude proporcionarle a mis hijos; en fin.

Y también he estado pensando este día sobre lo disfuncional de mi familia paterna: en general me siento bien de estar yendo a ver a mis padres cada tres meses -ya van tres o cuatro años de esto-; pero siento menos voluntad de contactar a mis hermanos.

Mi hermano mayor es un hermitaño -casi literal-: a sus cincuenta y cuatro años nunca ha tenido una relación de pareja oficial; vive en la casa que mis padres construyeron mientras íbamos creciendo.

Ha vivido en el mismo lugar toda su vida; y en completa soledad por casi dos décadas; apenas sale de allí: creo que hace tres años, y el año pasado, visitó a mis padres después de no haberlos visto por más de diez años.

Y es que tiene una actitud bastante retrógrada: me parece que aún utiliza un teléfono analógico -o al menos no smartphone-; y, aunque en el pasado se mantenía en comunicación más o menos constante con mis papás, ahora eso ha terminado.

Me lo comentaron mis padres cuando los visité el primer día de este mes: mi padre cambió de número de celular y ya no pudieron comunicarse con mi hermano mayor; y él casi nunca contesta a las llamadas.

Total que me pidieron que le comentara del cambio de número, en caso pudiera comunicarme con mi hermano mayor; lo cual intenté durante las primeras dos semanas del mes: le estuve pidiendo prestado el teléfono a Rb para llamar a mi hermano.

Y nunca me contestó: tiene la costumbre de dejar el teléfono tirado por cualquier lado de la casa; o simplemente no encenderlo; por lo que, la segunda semana o así, le escribí a un excompañero de estudios, para pedirle que, de ver a mi hermano, confirmara si estaba usando el mismo número.

Mi amigo me escribió la semana siguiente, contándome que había visto a mi hermano; y que le había comentado que sí, que seguía utilizando el mismo aparato -y número-; por lo que me dije que, seguramente, no quería ser contactado.

Pero anoche me llamó; o bueno, llamó al celular de Rb; y hablamos un rato -accidentalmente corté la comunicación pues estaba sosteniendo mis anteojos con la misma mano, y ya no volvimos a llamarnos-.

Y la situación es rara: primero me comentó que había visto las llamadas perdidas; que no sabía si el celular aún funcionaba y que por eso estaba devolviendo la comunicación; pero, cuando le comenté que mi papá había cambiado de celular se mostró molesto: estuvo, al parecer hace algunos meses, intentando comunicarse durante todo un día.

Y había decidido que eso había sido un abuso: que no le contestaran durante todo el día, y que no intentaran comunicarse de alguna forma; total que está molesto, y -entendí- decidió cortar la comunicación; la verdad me pareció una actitud bastante inmadura, pero al final, ¿quién soy yo para juzgar?

Aún conversamos un poco, sobre nuestros hermanos menores, nuestros tíos -hermanos de nuestro papá biológico- y de alguna otra de las cuestiones sobre las que casi nunca nos ponemos de acuerdo; lueg la comunicación se cortó.

Y no creo que volvamos a hablar en el futuro próximo; o sea, me imagino que tendrá que pasar alguna tragedia familiar para que volvamos a coincidir en algún lugar y ponernos al día sobre los últimos acontecimientos de la vida de cada quién.

Y la situación con mis hermanos menores no es mejor: la más pequeña no me ha hablado desde hace un par de años; cuando me negué -estaba trabajando- a ir por su hijo a la estación de autobuses, cuando se trasladaba entre las dos costas del país.

La ocasión anterior me había llamado para pedirme un préstamo de casi cien dólares para pagar las multas que había acumulado al conducir su motocicleta; y la vez anterior, para pedirme una cantidad mucho más grande -como tres mil dólares- para 'conseguir' una plaza en el gobierno; nomás la ayudé con la de la moto.

Y con mi hermano menor la cosa estuvo peor: su esposa me llamó un día, llorando, para que les ayudara con un préstamo de trescientos dólares -por unos días- para terminar algún trabajo que estaban haciendo; los días fueron interminables. 

El año siguiente -eso ya fue hace más de cuatro años, me parece- mi hermano me llamó pues necesitaba cierta cantidad de dinero -casi igual de fuerte- para completar alguna obra; le conté lo de su esposa, y un poco después cortó la llamada.

A veces me gustaría tener una mejor relación personal con cada uno de mis familiares: con mi madre, envejecida y aún trabajando sin descanso para seguir construyendo edificaciones que quién sabe a quién le quedarán.

Con mi padre, aún estudiando para obtener su título de licenciado, y aún considerando si se jubila o no; con mi hermano mayor, autoaislándose durante la mayor parte de su vida; con mi hermano menor, alcohólico empedernido y con una familia bastante disfuncional; y con mi hermana menor, quien crió sola a su hijo, y aún lo mantiene bajo su ala.

Y mis hijos: la mayor está por llegar a los veintisiente y aún le huye al trabajo -la mayor parte del tiempo ha trabajado nomás medio tiempo-; la mediana, quien -al parecer- quiere desconectarse completamente de sus orígenes.

Y mi hijo menor, super endeudado a los veintitrés -tuve que prestarle tres mil dólares para que saldara un par de tarjetas de crédito- y creyendo -aún- que el dinero es la respuesta a las partes más importantes de la vida.

Pero no sé realmente cómo se resuelve eso.

Acabo de terminar de leer Fuego en la garganta; y me pareció bastante bueno: el final se sintió un poco a la carrera, pero creo que la autora le dió un buen cierre a la historia; ahora he empezado Los besos en el pan, de Almudena Grandes.

Y en el trabajo he tenido una semana bastante buena: el primer día de la semana había programado una reunión con mi lead y un analista en el Imperio del Norte, para completar una asignación.

Después de la reunión me quedé avanzando con el analista; y luego -hasta casi las siete- trabajando solo en un par de cuestiones técnicas que, la verdad, me llamaron la atención: información geográfica, elaboración de mapas, e incluso un poco de Python.

Y hoy, después de la reunión diaria matutina, me reuní con el Project Manager del grupo, para aclarar algunas dudas sobre el organigrama; luego con el analista y el lead; y, hasta el mediodía, continué trabajando en lo mismo que el día anterior.

Fue muy bueno...  

 

domingo, 15 de junio de 2025

El reto 2025 -y no creerás esta oportunidad-... The challenge 2025 -and you won't believe this opportunity-... Le défi 2025 -et tu ne vas pas croire cette opportunité-...

Hace unos años -cuatro? cinco?- estuve realizando challenges cuando llegaba el mes de enero: fueron dos o tres años seguidos, en los que aprendí a malabarear, mejoré un poco mi escritura de código y dejé de agregarle azúcar a las bebidas como el café y el té.
 
También logré -por varios meses, en varias ocasiones- eliminar mi consumo de media para adultos -lo que casi siempre lleva al autoplacer, o como se le conoce por estos días en ciertos círculos de internet: PMO-; algo que ha sido -desde los catorce años- una constante en mi vida desde mi descubrimiento de los viernes por la noche en el cable.
 
Total que en cada ocasión que realizaba los retos personales, el resultado era, en general, satisfactorio: y con lo último pasa que es un tema super común en la mayor parte de media, escrita, auditiva o visual: el sexo vende.
 
Y ahora acabo de empezar un nuevo reto: pasar cien días -a partir del lunes pasado- sin las primeras dos letras; la última no está descartada, pues aún cada varias semanas -o meses- tenemos relaciones con Rb, y, realmente no creo en eso de la energía sexual y sandeces similares.
 
El inicio del reto ocurrió porque andaba buscando libros en portugués para continuar leyendo luego de que termine A Lua de Johana; y en una de las búsquedas en el sitio en el cual obtengo los libros digitales, encontré un libro de un autor de India -pero con nombre bastante portugués- que se trataba de cortar el ciclo de PMO.
 
Es un psicólogo -creo- que incluso en la introducción aclara que él aún no ha logrado librarse por completo -es como un culto que salió de Reddit y ese tipo de lugares- pero da algunas estrategias para no desperdiciar la energía sexual; lugares comunes como visualizar, meditar, etc.
 
O sea, el libro es bastante básico; pero, al hojearlo, me puse a pensar en que -al igual con mi reto de mil días de meditación diaria (voy casi a la mitad!)- podía realizar algo retante durante este año; por lo que desde ese día -aunque por la mañana había estado en algunos hilos relacionados en el antiguo Twitter- decidí cortar PM; y quedarme con la O cuando se trate de Rb.
 
Lo que he estado considerando es encontrar alguna forma de celebración -o autoreconocimiento- para cuando alcance algunos hitos en el camino: por ejemplo, al llegar a veinticinco, cincuenta y setenta y cinco días; pero aún no se me ha ocurrido nada.
 
La segunda parte del título tiene que ver con un amigo que ha estado en los círculos del MLM desde hace unos años; y no sé que pensar: el tipo es brillante -y proviene de un entorno acomodado: su padre era abogado y él estudió en uno de los mejores colegios (católicos) del país).
 
Pero su vida ha dado varios giros inesperados durante la última década (?): se divorció; sus hijos están por terminar la universidad en una de las universidades más caras del país; perdió su trabajo hace como cuatro o cinco años -en el cual duró casi veinte- y ahora tiene casi un año de trabajar en una sección del gobierno local.
 
Y ya me había comentado en alguna ocasión -con mucho entusiasmo- sobre varios 'proyectos' de emprendimiento en los que se estaba involucrando: páginas en las que podía vender cursos, esquemas de afiliación, y así.
 
Según recuerdo, la última vez que nos habíamos visto -más de un año atrás- me había presentado algo de afiliados: marketing digital, ventas online, algo de cruceros, la verdad era algo confuso; yo nomás le agradecí por la información y le pedí que me hiciera llegar material escrito para comprender mejor.
 
Lo nuevo está contado al final de esta entrada. 
  
El miércoles tuve vacaciones; se suponía que debía tomarla los jueves, pero justo ese día de la semana había una reunión con mi supervisora, el pm, nuestro lead y su jefe -y mi compañero más brillante- por lo que cambié el día -lo había validado con mi supervisora-.
 
Después de que Rb tomara su desayuno nos dirigimos al mercado del centro histórico; en el camino de vuelta me bajé en una estación a mitad del camino: había estado viendo en Marketplace una escalera de tres escalones que mi hija mayor me había pedido.
 
Y en un lugar cerca de esta estación hay una tienda que las estaba vendiendo a muy buen precio; corrí casi todo el trayecto a la tienda -una calle, realmente- y adquirí una escalera china plegable con cuatro escalones -las de tres se le habian terminado al señor- por treinta dólares.
 
El lunes hice ejercicios en soledad: Rb ha estado enferma del aparato respiratorio; cada día de la semana sus estornudos y toses fueron empeorando un poco más; por lo que también el miércoles y el viernes tuve que completar la rutina de ejercicios solo; y los tres días las hice sin pausa -ni agua-; nomás adelanté las dos pausas de cada rutina.
 
El jueves realizamos la reunión programada, mi compañerito presentó el proyecto -su inglés es bastante débil y, en general, habla muy bajo-; pero me siento agradecido de que me haya incluido en sus dos propuestas de mejora del departamento; al final el jefe de nuestro lead aprobó la realizacón del proyecto, por lo que habrá que escribir código.
 
A la reunión de la una de ese día -nos hemos quejado varias veces, y con varias personas (incluso el organizador) por la hora, pues tres de nosotros tomamos nuestro almuerzo a la misma- entramos los cuatro analistas, pero no entró el lead; al parecer andaba ocupado.

El viernes nos reunimos los seis trabajadores del equipo local -esa fue la razón por la que no tomé el día de vacaciones en ese día-: estamos preparando una presentación; la cual programé de forma semanal, ya que en la primera no veía muchos avances; total que estoy tratando de ordenar las actividades.
 
Debido a esta actividad me había reunido con mi lead el lunes, para aclarar la estructura del equipo; ese mismo día -o el siguiente- me reuní con el lead de los devs para tener la estructura de su área un poco más clara; y el viernes presenté la gráfica organizacional que había preparado, con la información recabada.
 
Rb fue, finalmente, al médico el jueves; acudió a una clínica de una cadena de farmacias -me parece- y no le cayó bien el médico -tiene la costumbre de entablar conversaciones bastante personales con la mayor parte de personas con las que interactúa-; le diagnosticó rinitis estacional.
 
Lo cual está convencida que no fue un diagnóstico acertado; cree que es un virus el que la ha estado afectando; y yo también creo esto último: desde la mitad de la semana empecé con molestias en la garganta: dolor al deglutir.
 
El sábado temprano hice wordle en inglés, francés y portugués; también completé varias lecciones de Duolingo; sigo con los repasos diarios de portugués, francés e inglés; y además, empecé los árboles de italiano en francés y portugués en francés; después salí a preparme el desayuno de los fines de semanas.
 
A las nueve y media fuimos a los supermercados en dirección sur; en el más lejano compramos pollo para los almuerzos de la semana; también compré mayonesa, aceite y gelatina; en el otro supermercado compramos bananos; y un poco de pollo para los almuerzos del fin de semana.
 
Retornamos a casa a las diez y media; leí un poco de Fuego en la Garganta y, a las once, empecé a preparar el almuerzo -keto- que había previsto con mi hija mayor: antes de salir había dejado dos pechugas, estilo cordon bleu en la refri; también había desinfectado lechuga, fresas y lavado un par de pepinos.
 
Preparé las ensaladas; pasé los rollos de pechuga por huevo batido y harina de almendras; y los puse durante quince minutos en aceite a fuego medio; después de voltearlas saqué a la perra más pesada de Rb, a su caminata diaria.
 
Cuando retornamos de la caminata puse las pechugas en papel absorbente; a las doce me bañé y tomé el auto -la llanta trasera del lado del piloto vuelve a perder aire- para dirigirme al departamento de mis hijos.
 
Llevaba la escalera que había adquirido el miércoles, el desinfectante para pisos y el detergente que había adquirido la semana anterior en el supermercados de productos a granel; y las bolsas de a basura que había comprado el martes -el martes y el jueves me había tocado salir solo, pues Rb estaba en reposo-.
 
El tránsito estaba terrible: apenas a un par de calles, luego de salir al boulevard, encontré el embotellamiento de costumbre; pero llegué al edificio en el que viven mis hijos un poco antes de la una; y como no quería realizar dos viajes en el elevador, subí todo al mismo tiempo. 
 
Encontré a mi hija terminando la limpieza de los pisos; la esperé un momento y luego nos dirigimos al parque temático de costumbre; en donde almorzamos, luego de comprar dos latas de gaseosas -dietéticas- por el doble del precio que se adquieren en el exterior.
 
Después del almuerzo estuvimos resolviendo los seis cubos de Rubik: dos de 3x3, uno de 2x2, uno de espejo de 3x3, uno de 4x4 y uno de 5x5; luego le dí el pasaporte a mi hija, quien se subió a un juego mecánico en el que unas balsas son elevadas en una torre y bajan por un resbaladero lleno de agua.
 
Para terminar la tarde en el parque, nos subimos a la rueda de Chicago más grande; afortunadamente no había mucha gente en las atracciones; por lo que la cola fue mínimoa; y, un poco después, nos retiramos del lugar.
 
Caminamos hasta el departamento un poco después de las cuatro; y como habíamos acordado departir hasta las seis, mi hija propuso una partida de Scrabble; la cual estuvo muy buena, utilizamos todas las fichas del juego.
 
Casi terminando la partida -después de las cinco y media- encontré un mensaje en Whatsappa de uno de mis excompañeros de la facultad; proponiéndome que nos reuniéramos para tomarnos un café.
 
La verdad es que trato de aprovechar las oportunidades de este tipo, dado el tamaño tam minúsculo de mi círculo social; por lo que ni me recordé que, después de nuestra última reunión, había decidido no volver a contactarlo: ese día me presentó una gran oportunidad de hacer negocios (MLM, afiliaciones, y así).
 
Lo llamé de vuelta pero no contestó; luego le dejé un mensaje en whatsapp para que me llamara al celular; me despedí de mi hija un poco antes de las seis e inicié el camino de vuelta a casa; en el camino me llamó mi amigo; y quedamos en que pasaría por mi casa un poco más tarde.
 
Un poco después de las siete salí al boulevard y nos dirigimos al café en el que nos habíamos reunido la última vez -se encuentra en el mismo comercial del supermercado más cercano en dirección sur-; pero el mismo estaba cerrado: el horario de atención termina a las siete de la noche.
 
Nos dirigimos a otro lugar -en donde me reuní con mi amigo Testigo de Jehová la última vez-; pero en el camino me propuso quedarnos en el café de una gasolinera; en donde intentó sacar dinero de un cajero automático.
 
Pero el mismo estaba en mantenimiento; por lo que me tocó pagar los cinco dólares de los dos cafés con dona -lo cual, realmente, no me pesó-; después me estuvo contando lo mal que le va en el trabajo del gobierno: un compañero antiguo de la facultad es su jefe, y no se llevan bien.
 
Noté que empezó a usar expresiones como; la personalidad de algunos individuos; persona narcisita y persona reprimida; lo cual asocié con el lenguaje que utilizan en los grupos de pseudo emprendedores actuales.
 
Finalmente me comentó la razón de la reunión: estaba en 'otro' esquema de marketing multinivel; pero este es bueno, pues apenas está empezando en latinoamérica; por otro lado, le congelaron la tarjeta de crédito y necesitaba "solo" trescientos dólares para aprovechar esta oportunidad 'única'.
 
Un poco antes de esto había puesto la alarma del celular para que empezara a sonar; y le pedí que me explicara lo último en el camino, mientras me retornaba a mi colonia; también le pedí que me mandara los detalles por whatsappa, para discutirlos con mi pareja; y me dije: otra de mis 'amistades' que marcaré en rojo.
 
La verdad es que la salida nocturna no le cayó nada bien a mi sistema respiratorio: llevaba ya varios días de estar sintiendo molestias en la garganta -Rb me ha estado dando té de varias hojas por la mañana y la noche- y sentí, luego de entrar a casa, que tenía un poco de fiebre.
 
El domingo me levanté a las seis y media y me sentía apaleado: como que entré al por ciclo del episodio viral; medité, resolví los wordle en inglés, francés y portugués; y me volví a dormir un rato.
 
Luego reuní los ánimos para levantarme a poner una carga de ropa en la lavadora: por alguna razón no lavé el primer día del mes -como de costumbre- y la canasta de ropa sucia estaba a rebozar; incluso lavé únicamente la mitad del contenido.
 
Eran como las siete cuando puse a funcionar la lavadora; que marcaba un ciclo de cuarenta y ocho minutos; aunque, por la baja presión del agua entubada, generalmente le toma casi el doble del tiempo programado para completar el ciclo.
 
Volví a meterme a la cama -realmente me estaba sintiendo mal- y estuve durmiendo hasta después de las ocho; hora en la que Rb me habló, pues la fuga de agua de una de las entradas de la lavadora había empeorado, con lo que se estaba derramando demasiada agua; me levanté a cerrar la llave de esa rama.
 
Después preparé mi desayuno de los domingos; no tenía ganas de hacer nada, salvo de retornar a la cama a continuar durmiendo; pero el té que me preparó Rb me devolvió bastante energía; por lo que, aunque ella había declinado, le propuse que fueramos a la tienda de celulares, a que adquiriera uno nuevo.
 
Rb había decidido actualizar su celular un par de semanas atrás: el actual (Huawei) estaba perdiendo la carga muy rápido; y, como a final de mes tendrá que estar todo el día fuera, había planeado adquirir uno de la marca Honor, que, según la publicidad, cuenta con una batería de larga duración.
 
Total que a media mañana nos dirigimos al centro comercial en el que está la tienda de celulares; yo quería aprovechar para depositar ochenta dólares, que tenía guardados desde hace varios años, en mi cuenta de ahorros.
 
En el camino pasamos a una gasolinera, pues la llanta trasera estaba muy baja; a la otra trasera también le estaba faltando el aire; llegamos al comercial y nos parqueamos en el parqueo externo.
 
Rb se dirigió al local de los celulares y yo fui al banco; el cual tiene en el lugar un pésimo servicio: no hay atención cara a cara; sino que instalaron cuatro o cinco estaciones similares a autoservicio; con cápsulas, pantallas y teléfono.
 
Se tardaron un montón de tiempo en procesar el depósito de los ochenta dólares -creo que también influyó el que no llevara anteojos, con lo que no había podido llenar por completo la boleta de depósito- pero, finalmente, me retornaron la boleta y la libreta actualizada.
 
Después busqué a Rb; quien estaba terminando de adquirir su nuevo teléfono; el cual le costó una unidad de la moneda local -ya que ella paga una mensualidad por el servicio telefónico y de internet-, cubierto por mi persona; después nos retiramos del lugar; felizmente sin pagar parqueo, ya que nos habíamos quedado en el exterior.
 
Cuando venimos me metí un rato a la cama; aunque los síntomas durante la semana habían sido ligeros; desde la tarde del sábado había empezado con un poco de secreción nasal; la misma se había incrementado el domingo, con un poco de tos.
 
Para almorzar calentamos el caldo de pollo que Rb había preparado el día anterior para su almuerzo; lo que consumimos con arroz, aguacate; y la porción de costumbre de las alitas dominicales.
 
Como habíamos sacado a caminar a los perros antes del almuerzo; hice lo único que quería en la tarde: me metí a la cama y me dormí casi tres horas; sin ningún esfuerzo, y sin ninguna culpabilidad.
 
Cuando me desperté encontré un mensaje de mi amigo de la noche anterior; comentándome que ya no necesitaba el préstamo, y disculpándose por el abuso de confianza al solicitarlo; como consuelo le envié un mensaje bien dramático, comentándole que estaba enfermo.
 
Y creo que allí quedara eso... 
 
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martes, 10 de junio de 2025

Otro libro a medias -y el algoritmo más importante-... Another half-read book —and the most important algorithm—... Un autre livre à moitié lu — et l’algorithme le plus important —...

He renunciado a terminar otro libro -ya llevo varios en los úlltimos años-: después de pasar de la mitad, me empecé a preguntar por qué estaba leyendo un libro de no ficción en el que un exitoso hombre de negocios señalaba algunos errores a evitar, al lanzar una empresa.

Y sé que no debo ser un asesino -o investigador- para disfrutar de un buen libro de acción; o un doctor para leer un buen drama médico; pero esto es no ficción, lo que se supone que leo para no leer solo cuestiones entretenidas.

Pero no, definitivamente no está entre mis esperanzas; para estos dieciocho o veinte años que me queda sobre la faz del planeta, convertirme en un emprendedor: lo quise hacer cuando tenía menos de treinta, pero no estaba nada preparado.

En fin, total  que terminé cerrando Build: es un libro de alguien que colaboró con el desarrollo del Iphone, y luego creó una empresa de termostatos, que vendió a Google, por una cantidad -me imagino- que aumentó mucho más los millones que ya tendría en su cuenta bancaria.

No sé qué quiero hacer con el tiempo que me queda; pero no creo que emprendedor sea una etiqueta que me atraiga; o sea, si pudiera continuar trabajando en lo mismo que he estado trabajando los últimos años, me daría por bien servido.

Porque, a pesar de las mútiples dificultades que tengo -y he tenido- en estos once años de trabajo, es la posición en la que mejor me ha ido; y creo que eso se refleja con las contribuciones extras que a veces hago; o que nunca -hasta el año pasado- hubiera tomado vacaciones.

Entonces empecé a ver qué otras opciones había -digo, esta línea la titulé: tecnología- y encontré un libro que, casualmente, ya estaba entre mi lista de pendientes: The Phoenix Project; que, al parecer, es a tecnología lo que The Goal fue a producción; a ver qué tal.

La segunda parte del título... en la segunda temporada de The Big Bang Theory -no sé si ví todas las temporadas- hay un capítulo titulado The Friendship Algorithm; en el que el personaje principal -autista- diseña un diagrama de flujo para hacer amigos.

Fue divertido que al aplicarlo entra en un loop infinito; siendo rescatado del mismo por el ingeniero del grupo -a quien desprecia por considerar que un MsC no se acerca siguiera a un PhD- al agregar una derivación al loop en el que se había estancado.

La televisión -?- por supuesto es nomás una buena representación de la mente de los libretistas; aunque mucha gente -por alguna razón- toma lo que sucede en la pantalla como si fuera una verdad como una montaña; pero me gustó la alegoría.

Y la idea me pareció brillante; o sea, un método para conseguir amigos sería algo de mucho beneficio; pero no existe; me imagino que es bastante básico: ser una buena persona, ser una persona agradable, ser una persona amable; o ser extrovertido.

Contaba, algunas publicaciones atrás, que había cortado la comunicación con mi único amigo de la infancia -no me volvió a contactar después que le presté sesenta y cinco dólares-; y también decidí no volver a contactar a uno de mis amigos del voluntariado -esos fueron otros ochenta dólares-.

Hace más de un año había cortado la comunicación con mi conocido que es promotor cultural: me había pedido un préstamo de quinientos o seiscientos dólares; y eso sí me puso en qué pensar -preferí cortar por lo sano-.

Y es que incluso con mi hija segunda, no sé si el problema sea el dinero; el año pasado le envié nueve mil dólares, para que completara el pago de su último año de universidad -creo que es MsA- y el poco contacto que teníamos -nos mensajeábamos dos o tres veces por año, en facebook-, se cortó completamente.

Sé que está viva porque Facebook bloquea el envío de adjuntos después de que el usuario no ha accedido a la cuenta después de cierto tiempo -ignoro cuál es el límite-; y he estado enviándole por correo, por Drive y por Facebook, una carta, desde el mes de febrero.

He estado pensando si debo seguir escribiéndole, o nomás aceptar que todo se termina nomás; debería estar satisfecho que es un adulto funcional; graduada de una universidad del Imperio del Norte, y trabajando en el sistema educativo -si sus planes se cumplieron-.

Y al amigo arquitecto, que canceló la invitación de este último fin de semana, también aplicaré lo mismo; o sea, habíamos hablado algunas semanas antes, confirmamos el miércoles, y el viernes me comentó que no iba a poder venir.

No sé realmente cómo funciona la amistad; quizá sucede que, quizá a cierta edad, o, por el tipo de personalidad; simplemente se debe aceptar que la amistad estrecha es solo una quimera; y, al menos, continuar con los contactos que aceptan una reunión de vez en cuando.

Y me he estado cuestionando esto durante este día, en parte porque se suponía que hoy iba a ir a la casa de uno de mis ex compañeros del primer trabajo en el que laboré como ingeniero: lo ví, por casualidad, hace como seis años, en un supermercado.

Luego lo contacté, después de conseguir su contacto, cuando acudíal colegio profesional a recibir mi plaqueta por el aniversario de veinticinco años; nos reunimos hace un par de meses: lo invité a un café y un pastelito.

Y hemos intercambiado mensajes de vez en cuando, por whatsapp; el martes pasado lo saludé por esa vía, y le comenté que debíamos volver a reunirnos, que lo invitaría a lo mismo; pero me dijo que me invitaba a su casa para este día.

Entonces le indiqué que quedaría a la espera de los detalles para la visita: hora, dirección,  e indicaciones para la garita; y esa fue la última comunicación; y no sé como proceder; lo que estaba pensando es escribirle mañana, y preguntarle si había un mes específico para su invitación, o estaba abierta.

Pero, eso: no sé cómo proceder; o sea, no me siento especialmente bien de no conocer a muchas personas que no puedan apartar media hora o una hora, cada cierto número de semana para tomar una bebida tibia y conversar un poco.

Aunque tampoco es que para mí sea muy agradable la perspectiva: el domingo pasado fuimos por la mañana con Rb al supermercado en el que compramos artículos a granel -compré detergente y desinfectante para mis hijos-.

También adquirí una magdalena, para llevarla por la tarde, en mi visita semanal al voluntario que vive en la colonia en la que crecieron mis hijos; después de almorzar, y de sacar a caminar a los perros, me dirigí al lugar.

Había estado sopesando visitar a mi tía favorita; pero no me alcanzaban los ánimos; en donde mi amigo estuve de tres de la tarde a cinco; llevaba unos paquetes de café instantáneo, la magdalena adquirida por la mañana, y mi set de ajedrez mas nuevo.

Y estuvimos conversando, tomando café -y media magdalena- y jugando por un buen tiempo; o sea, fue un suceso -en su mayor parte- agradable; pero cuando me subí al auto para retornar a casa, no quería más que eso: retornar a casa.

También, ayer le envié un mensaje -en whatsapp- a mi hijo menor: disculpándome por lo sucedido el último día que nos vimos, y por la negatividad de mis conversaciones -evitaré seguir hablando sobre la muerte-; y proponiéndole este sábado, o el último del mes, para nuestra nueva reunión; aún no ha respondido.

Y a ver cómo sigue eso... 

 

sábado, 7 de junio de 2025

Murderbot —y la cejijunta—... Murderbot —and the bushy-eyebrowed one—... Murderbot —et la mono-sourcil—...

Hace cinco o seis años -o quizá un poco más- encontré el primer libro de la serie Murderbot; me gustó la idea de un bot humanoide especializado en la seguridad de grupos de investigación.

Que hackea su governor module pero en vez de dejar el trabajo para el cual fue construido se dedica a descargar muchas horas de dramas televisivos para verlos mientras está haciendo otra cosa. 

Ese fue el primer libro; luego entran temas como la independencia, la lealtad, la reparación de daños pasados; creo que he leído cuatro o cinco libros de la serie -incluyendo algunos muy cortos-.

Y además -bendita época de Internet- estuve, hace unos años, leyendo un poco más sobre la autora: al parecer tiene otra serie de libros de fantasía; pero fue con Murderbot con lo que ha alcanzado más éxito; creo que incluso uno o dos premios de ciencia ficción. 

Estuve leyendo su blog; me enteré que había tenido dificultades para completar una serie de giras que su editor organizó para promocionar los libros; también que le habían disgnosticado -y estaba en tratamiento- cáncer.

Y hace algunos meses me había enterado que Apple estaba preparando una adaptación de los libros; en general me gustan las producciones de esta compañía: creo que siguen el camino creativo que les inculcó Jobs.

Pero, la verdad, lo que he visto -los cinco capítulos que han publicado de la primera temprada- no me han gustado mucho: a pesar de que -se supone que- la autora está involucrada en la serie, la encuentro demasiado separada de los libros.

O sea, hay bastante acción -en los libros hay mucha- pero el tono que eligieron me parece demasiado ingénuo: o sea, el grupo de humanos con los que el bot tiene que tratar son -según el libro- un grupo de personas que creen en la libertad, pero la toman en serio.

En la serie -siento que- exageran mucho la parte hippie del grupo; presentándo al grupo como infantilizado; pero me imagino que es bastante complicado representar algo más serio dado el estado actual de la cultura global.

Y Frida Kahlo; la semana pasada me enteré -gracias a mi amigo autista de ascendencia asiática- que la embajada de nuestro gran vecino del sur estaba organizando una exposición de obras -copias, realmente- de Frida Kahlo y Diego Rivera.

No me gusta especialmente este tipo de pinturas -aunque en Les Yeux de Mona hablan sobre un cuadro de esta artista que está en uno de los museos principales de Paris- pero en nuestro país hay realmente muy pocos espacios culturales.

También estaba recordándome que cuando era niño, ví en algunas ocasiones un programa que repetían, en el canal de televisión del ejército, con obras de la artista, y una voz en off explicando sus orígenes: me pareció -era muy joven- bastante bizarro el estilo de collares de espinas y venas expuestas.

También ví -hace varias décadas- una película que narraba la complicada situación que tuvo el matrimonio: o sea, él era varias décadas mayor; y las infidelidades de ambos fueron bastante públicas.

No recuerdo si en la película -o en algún artículo- me enteré que el último acto rebelde de la pintora fue participar en una manifestación en la que se condenaba el derrocamiento del segundo presidente que intentaba que esta gran finca en la que vivimos cambiara un poco.

Total que mi amigo me comentó que había ido el sábado pasado; comentándome que estaba interesante la exposición; me había decidido a visitarla; pero aún no sabía si ir solo o con alguno de mis hijos.

Y entonces se me ocurrió pedirle a Rb que me acompañara; le pregunté si le gustaba ese tipo de arte -Rb es super creativa, y muy buena-; y me dijo que no especialmente; pero que si era para ir a la exposición -se había enterado por Twitter- que estaba dispuesta.

Esa conversación la tuvimos el jueves, me parece; ese día hicimos algo que es muy difícil que suceda: como se pasó lloviendo toda la tarde, para bajar a los supermercados en dirección sur, utilizamos el automóvil.

Y no fuimos a los de la dirección contraria porque el tránsito se pone mucho peor en cuanto empieza cualquier lluvia; total que fuimos al mercado más lejano; en donde compramos un par de latas de champiñones, pues esperaba que el sábado nos visitara nuestro amigo arquitecto.

Aprovechamos a pasar a la gasolinera, para reponer el combustible que consumí en la visita a mis padres el domingo anterior -esos fueron quince dólares-; y pasamos al otro supermercado por unos bananos; y lechugas para las ensaladas de la siguiente semana.

El miércoles había enviado, por correo electrónico, la factura por las horas que trabajé en el segundo proyecto el mes anterior: en total fueron ciento cincuenta y dos horas; o sea, nomas ocho menos de lo que hubiera sido un mes completo.

Y justo al día siguiente recibí el depósito de los dólares en la cuenta que había configurado para el efecto; como había quedado que un diez por ciento le reembolsaría a mi amigo por la referencia laboral, me comuniqué con el mismo y le deposité la cantidad -en la moneda local-.

Total que el jueves fue un día super ocupado: tuvimos una reunión extensa con nuestro lead, replicando un proceso para verificar su funcionamiento; y luego tuvimos otra reunión con nuestra supervisora local; en la que nos transmitió parte de la visión general de nuestra área.

El viernes nos reunimos -después de la reunión de primera hora- con los otros tres analistas; estuvimos más de una hora trabajando en lo que habíamos visto el día anterior, con nuestro lead; apenas después de que terminara esta reunión, preparé mi desayuno.

Y luego tuvimos otra reunión con todo el equipo local: la primera semana de julio tenemos que realizar una presentación sobre el proyecto en el que estamos trabajando; la reunión fue bastante extensa, pero creo que vamos avanzando en la asignación.

En la tarde recibí un mensaje de mi amigo arquitecto, cancelando nuestro desayuno del día siguiente; y entonces, pensé en que debe haber alguna forma para mejorar mi forma de cultivar amistades; o sea, que esta sea importante para ambas partes.

Decidí marcar a este amigo como al anterior que canceló nuestro último desayuno el mes pasado: en rojo, indicando que no haré un nuevo intento para un nuevo encuentro; pero eso me regresa -casi- a la casilla cero: ¿cómo cultivo amistades? 

 Le comenté a Rb que nuestro amigo había cancelado, y su primer comentario fue el mismo: no más; también se alegró porque no tendría que preparar unas tartaletas que había previsto.

Pero le comenté que podíamos aprovechar para ir a la exposición en la embajada -originalmente o habíamos previsto para el domingo-; estuvo de acuerdo y, por la noche, preparó una nueva receta que quería probar para el almuerzo del día siguiente: albóndigas de pollo.

Total que el sábado -en vez de levantarme a preparar el desayuno para compartir con alguien más- me levanté a la misma hora, resolví los wordle en inglés y francés, y luego preparé mi desayuno normal de los fines de semana.

Después retorné a la cama, a leer un poco de Le syndrome du spaguetti, un poco de A Lua de Joana, y a hacer algunas lecciones de Duolingo; también jugué algunas partidas de ajedrez -sigo mejorando, poco a poco-.

Luego, a las nueve, me vestí y salí de la habitación; Rb estaba desayunando, luego de darle de comer a sus perros; y un poco después de las diez nos dirigimos a la embajada; el tránsito estaba terrible: apenas a un par de calles empezaba el embotellamiento.

Pero logramos llegar a la embajada antes de las once -cinco minutos antes-; tuve que pagar tres dólares al señor que se mantiene 'cuidado' los autos en el lugar; y pedirle favor a los policías locales para acceder al recinto: primero nos habían dicho que ibamos a tener que esperar una hora, pues el grupo ya había ingresado.

Afortunadamente salió una señora con una lista de control de ingreso; en la que Rb anotó nuestros datos, previo a ingresar; la exposición estuvo interesante: básicamente fueron dos grandes salas con trabajos de los dos pintores.

En la primera sala, la mayor parte del espacio estaba dedicado a Frida Kahlo; varios cuadros con datos biográficos, y reproducciones varias de sus obras; en un espacio un poco más pequeño, lo mismo para Diego Rivera.

Luego, en otra sala del segundo nivel, y con una duración de una media hora; estan realizando una proyección inmersiva con todo el recorrido artístico de los dos pintores: son una serie de proyectores cubriendo la totalidad de las paredes, y el techo, me parece.

En general fue una muy buena experiencia; salimos del lugar casi al mediodía y, de acuerdo al o que le había comentado antes a Rb, nos dirigimos al Mc Donalds más cercano: quería probar un helado de Oreo que han estado promocionando últimamente.

Luego retornamos a casa; el tránsito seguía igual de pesado; pero, afortunadamente, antes de una hora más tarde, estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb; y terminándome el helado.

En el almuerzo consumimos la mitad de las álbondigas que preparamos la noche anterior; acompañados de arroz; como habíamos sacado a caminar a los perros al retornar, Rb se retiró a su habitación y yo llamé a mi amigo que vivía en la ciudad en la que pasé un par de años en el Imperio del Norte.

Después me puse a bajar algunos libros en francés y portugués: del primer idioma he estado leyendo bastante desde el año pasado: una porción entre cada una de las líneas de lectura; del segundo estoy leyendo mi primer libro: unas pocas páginas entre cada línea de lectura.

Y a ver cómo sigue eso... 

 

miércoles, 4 de junio de 2025

Renunciar... Quitting... Abandonner...

Renunciar es algo que hecho muchas veces... creo que ha marcado el rumbo de mi vida: por ejemplo, después de diez años de convivir con la madre de mis hijos, dije 'no más'; o quizá nomás me rendí... algo complicado.

Pero también ocurrió en el tema laboral: renuncié a mi primer trabajo como ingeniero porque no estaba teniendo tiempo para prepararme para los trámites de graduación -perdí una vez el exámen privado-.

Y luego, cada vez que nacía uno de mis tres hijos, renunciaba al trabajo en cuestión; la mayor parte de personas me decían: qué vas a hacer; usuamente mi respuesta era: ya veremos; y generalmente tenía un tiempo bastante duro para conseguir otro empleo.

También me fuí del país un tiempo; he repetido muchas veces la historia que me fui con la intención de no volver; pero luego me tranquilicé y me dije que no estaba bien que mis hijos crecieran sin un padre -al menos cercano-.

Cuando retorné al país me costó bastante conseguir un empleo; a las pocas semanas de empezar a buscar, entré a la fase de entrenamiento de uno de los mejores call centers de la ciudad; renuncié a las tres semanas, pues conseguí un trabajo haciéndome cargo de un centro de impresión.

El trabajo tenía dos líneas de responsabilidad: la digital se centraba en gestionar la data que recibíamos de varias empresas de servicios para el procesamiento y envío; la de producción exigía que se exprimiera a los operarios.

Y renuncié cuando la administración empezó a exigirme que despidiera a los empleados que no se alineaban con el trabajo; y volví a entrar a la fase de entrenamiento en otro gran call center; aunque allí nomás fuí una mañana: por la tarde me confirmaron en una posición para dar soporte a una solución de microfinanzas.

Pero, después de ese trabajo, ya no lo había hecho de la misma forma: esa oficina fue adquirida por una gran corporación y despidieron a la mitad del personal -incluyéndome-; me costó conseguir otro trabajo, pero entré a una oficina gubernamental.

Allí renuncié porque no me gustó la burocracia; pero ya tenía asegurada una posición como auditor en un banco del sistema: iluso de mí; el mismo también tenía una parte gubernamental.

Renuncié de ese banco para aceptar el retorno a la solucińo de microfinanzas; y de esta renuncié porque mi anterior jefa -en venganza a mi jefa de ese momento- me refirió a otro banco, trabajando en proyectos.

De este banco me despidieron: no me esforcé en integrarme al equipo de trabajo -de hecho casi que hice todo lo contrario-; y me costó, otra vez, encontrar un nuevo empleo; que es en el que he estado los últimos once años.

Pero, cuando tenía menos de un año en el lugar actual, una supervisora del equipo de microfinanzas me ofreció un pequeño contrato, para realizar el mismo tipo de trabajo que estaba haciendo, y que me consumiría nomás unas cuantas horas por la noche.

Intenté realizarlo -había otro compañero, bastante joven, en la aventura-, pero no me sentí con ningún ánimo de hacer lo mismo que estaba haciendo durante el día; renuncié al día siguiente.

Luego estuvieron los libros: durante cuatro o cinco años, primero en colaboración con Rb, corregimos, editamos y redactamos varias decenas de libros para distintos niveles de la educación formal; allí no renuncié, simplemente se secó el pozo.

Y hace un mes había empezado otra aventura, similar a la de hace más o menos una década: estaba haciendo unas horas para otra empresa; pero no me sentí con nada de ánimos para realizar más de lo mismo.

O sea, me encanta mi trabajo: he estado haciendo, prácticamente, lo mismo por más de una década; pero el ritmo del mismo ha disminuido con los años; y ha estado bien; empezar un nuevo ciclo con otro proyecto -y en paralelo-, no me motivó para nada -aunque básicamente estaba duplicando mi salario-; por lo que lo volví a hacer -espero que por última vez-.

No sé qué pasará realmente; muchas veces he dicho -especialmente cuando empezaba en este trabajo- que mi ideal es morirme trabajando: no me interesa un retiro, 'gozar' de tiempo sin trabajar, o cuestiones similares.

Con algunos compañeros bromeaba que lo que quería es que, en un día cualquiera, alguien dijera, ya no se escuchó ningún sonido en el cubículo de Koan; y que comprobaran que simplemente había dejado de respirar.

Pero la vida -casi nunca- es tan sencilla; actuamente tengo cincuenta y dos años; se supone que dentro de ocho años podría retirarme de mi periodo laboral -recibiendo mensualmente menos de la mitad de mi salario actual-.

Si lograra trabajar por acá esos ocho años restantes, tendría el número de cuotas suficientes (doscientos cuarenta) que la seguridad social local exige para tramitar la jubilación -de hecho, mi padre anda por estos días, a sus setenta años, considerando su retiro-.

Lo del segundo proyecto lo había considerado como una salida a mi continua preocupación: ¿qué pasará cuando me despidan de este trabajo? al menos ahora ya tengo una respuesta; o al menos una no respuesta: trabajar doble no me funciona.

Y al menos me quedan dos lecciones: la primera, que es la mar de obvia, es que el networking es el camino mejor transitado hacia una nueva posición -casi que en cuaquier circunstancia-.

La segunda es que, por primera vez, conocí un proceso completamente en mi segundo idioma; o sea, me reuno diariamente con un equipo que no habla mi idioma materno; y la mayor parte del trabajo se realiza de esta forma.

Pero el proceso de contratación -hace más de diez años- fue en su mayor parte en español; nomás tuve una entrevista -un poco accidentada- con la jefa de mi jefa -quien luego sería mi jefa por más de cinco años-.

Y a ver cómo sigue eso. 

 

lunes, 2 de junio de 2025

La foto... The photo... La photo...

A mediados de la semana pasada recibí -en whatsapp- un mensaje del hermano menor de mi papá -creo que él tendría diez o doce años cuando mi papá murió (un mes antes de que yo naciera)-: era una foto de mi madre; una foto muy muy antigua.

Le agradecí por el detalle, y me comentó que había encontrado el retrato en uno de los álbums que aún conserva entre las cosas que dejaron mis abuelos; y este domingo que visité a mis papás le enseñé la imagen a mi madre. 

Se puso nostálgica -creo que es un sentimiento esperable- y nos comentó -estábamos desayunando con mi papá- que en esa foto tenía quince años y tres meses; y que faltaban tres meses para que naciera mi hermano mayor.

O sea, mi papá era una persona rara: murió cuando mi hermano mayor tenía un poco más de un año -y faltaba un mes para que yo naciera-; y, si no estoy mal, él tenía veinticinco o veintiseis años; pero no estoy seguro de éste último dato.

Pero sí, mi madre se quedó viuda, con un hijo menor de dos años, y otro hijo a un mes del alumbramiento; y aún no era mayor de edad...

La semana pasada decidí que ya no seguiría con el segundo proyecto: en más de una ocasión había tenido que participar en dos reuniones diferentes; y no me gusta realizar ese tipo de malabares; le comenté a mi amigo que ya no seguiría con el proyecto, y por supuesto, no le gustó.

Y es que el miércoles, en la reunión quincenal con mi supervisora- me enteré que, a corto/mediano plazo, tendremos que estar acudiendo al lugar de trabajo por a menos un par de meses: están planeando equipar un laboratorio y será necesario bastante trabajo de configuración.

Entonces, como no me gusta alargar las cosas, decidí ya no continuar; aunque aún no he presentado mi carta formal de renuncia; y tampoco sé si es necesario, ya que apenas fueron un par de semanas involucrado en las actividades: realmente no sé como proceder.

Y me dije que eso me dejaría tiempo para acompañar a -al menos- un equipo de misioneros del Imperio; un poco antes había hablado con el coordinador y le había indicado que andaba con dificutades de saud; y que le confirmaría mi participación en a siguiente semana.

Pero, cuando le comenté a Rb sobre as fechas, resulta que la última semana de mes tendrá que ausentarse durante el día, por actividades de su trabajo; y ya me había ofrecido a cuidar de sus perros en ese período.

O sea que no, tampoco estaré reaizando trabajo voluntario durante el resto del año; lo que había estado temiendo -debido al otro proyecto-; y que sospechaba que terminaría sucediendo, por tratar de realizar más actividades que de costumbre.

También fue una semana más agitada que de costumbre: el miércoles Rb fue por una compañera de su trabajo, a la cual había ofrecido hospedaje durante una noche; se fue a media mañana y retornó un poco después del mediodía.

La persona -una hondureña- fue bastante gentil en su comportamiento -incluso me regaló un paquete de cemitas y unos dulces de coco-; el miércoles nos acompañó en nuestra caminata del fin de la tarde.

El jueves ambas se dirigieron al mercado del centro histórico; y también me obsequió media docena de muffins de una de mis panaderías favoritas; al final de la tarde nos tocó que llevarla a un Airbnb en una de las zonas más opulentas de la ciudad.

Y las direcciones en esa zona son bastante confusas; salimos a las cuatro de la tarde de casa, el tránsito estaba bastante pesado; y en la zona nos tocó que dar dos o tres vueltas hasta lograr encontrar -bastante tarde- la dirección del lugar.

El retorno también estuvo bastante tardado; especialmente la salida de la zona; luego ya nos encontramos con el tráfico normal de los jueves por la tarde; al final regreamos como a las siete y media, bastante agotados del viaje.

El sábado, en nuestra visita a los supermercados en dirección sur, compré un par de magdalenas -y recibí tres, por la promoción en el supermercado-: al día siguiente planeaba la visita trimestral a mis papás.

Usualmente llevo dos pasteles o magdalenas o algún producto similar: uno para compartirlo con mis padres, el otro para regalárselo a la familia con la que mis padres se han llevado muy bien durante varias décadas.

La tercera había planeado regalársela a nuestra vecina: debido a diferencias de opinión sobre alimentar o no a los gatos callejeros tuvieron un pequeño conflicto con Rb, y estimé conveniente limar un poco de asperezas.

Al mediodía me dirigí al departamento de mis hijos; llevaba tres cemitas y los dulces de coco que me habían regalado a media semana; llegué sin mucho contratiempo al edificio y subí al séptimo nivel: mi hija estaba terminando de hacer la limpieza.

Me comentó -otra vez- las dificultades que ha tenido para que su hermano la ayude con la limpieza del lugar: el top de la cocina estaba sucio; y vimos una taza con restos de café, ya en la canasta en la que ponen a secar los trastos lavados.

Le comenté que trataríamos de hablar con su hermano; y llamé a  mi hijo, pues ya pasaba de la una de la tarde y no había aparecido; nomás me contestó que estaba vistiéndose; salió un poco más tarde y nos dirigimos al parque temático de costumbre.

Antes de entrar al parque compramos un par de hotdogs y unas gaseosas, en la gasolinera que se encuentra a una cuadra del lugar; ya había notado que mi hijo andaba con pocos ánimos -pero es que, creo que al igual que yo, tiende a la melancolía-.

Almorzamos en el lugar y armamos todos los cubos de rubik que llevaba -como ocho-; luego nos subimos a la rueda de Chicago -me tocó que comprar antes un pasaporte de doce juegos, pues el que me habían obsequiado en diciembre ya solo tenía un número-.

Después retornamos al departamento; iba a preparar café y compartir las cemitas; pero en eso, empezamos a conversar los tres sobre la limpieza; y no fue una buena discusión: cada uno se limitó a defender su opinión.

Y a final, mi hijo indicó que separaría todo -cocinar y purificar el agua, incluso- para que no tuvieran ninguna actividad en conjunto; y se haría cargo nomás de lo que él realizara; me pareció extremo, pero no sé cómo -o si puedo- proceder.

Total que no quiso café, yo me preparé uno de Nescafé, y mi hija mayor se preparó un té; tampoco quisieron cemitas: mi hija indicó que está limitando su consumo de carbohidratos, mi hijo simplemente se negó; ni dulces.

Me despedí un poco después de las seis de la tarde y retorné a la casa de Rb, aún había luz de día cuando estacioné el auto frente a la casa; por la noche estuve preparando las cosas que llevaría al día siguiente en mi visita a la casa de mis padres.

Y también tuvimos un pequeño conflicto con Rb: me tocó que salir casi a las nueve de la noche, pues había olvidado comprar agua pura -mis padres utiliza agua de un pozo- y ella nomás agregó a la compra un poco de especias que necesitábamos para el día siguiente.

Me molestó -no sé si soy irracional- que simplemente aprovechara la oportunidad para realizar lo menos posible: y es que creo que es muy notorio en su caso; como con la limpieza; no le gusta, y no la hace.

Entonces, cuando retorné de la tienda, Rb estaba afuera, después de haberles dado de comer a sus animales; extendió los brazos cuando entré, pero nomás pasé a su lado; o sea, fui consciente de mi rechazo; y un rato después me reclamó por lo sucedido; nomás le dí la razón.

El domingo me levanté a las cuatro y media de la mañana; medité y me bañé; luego saqué las dos mochilas de mi habitación: en la normal llevaba las cemitas y los dulces, en la térmica llevaba hielo; la noche anterior había subido el saco de la comida de perros.

Un poco después de las cinco entré -de acuerdo a lo que me había pedido la noche anterior- a despedirme de Rb y luego inicié a conducción hacia el puerto; cuando iba casi a medio camino me percaté que había olvidado las magdalenas.

La carretera estaba bastante vacía; nomás me costó el último tramo del camino: al parecer van a construir una parte con peaje, por lo que estan bloqueando la mitad de la autopista, reduciendo las vías a la mitad.

Llegué a la casa de mis papás un poco antes de las siete de la mañana; mi papá salió a recibirme y me comentó que mi madre andaba en búsqueda del pescado que generalmente le envían a Rb.

Mi madre llegó un poco después y, al negarse ambos a acompañarme a un restaurante a desayunar, puse a calentar agua, para preparar café; el cual compartimos con las cemitas que había llevado.

Estuvimos el resto de la mañana -hasta las diez y media- en el área que usan para ingerir los alimentos; llamé al amigo que vivía en la ciudad del Imperio en la que estuve un par de años; también llamé a tío que me había enviado la foto de mi madre.

A las diez y media le pedí a mi padre que me ayudara a revisar el radiador del auto; y comprobamos que el nuevo tapón está realizando un muy buen trabajo: el nivel del refrigerante era normal -aún después del viaje del jueves-; también les dejé setenta dólares en efectivo, pues, al parecer, no ha regularizado su situación salarial.

El viaje de retorno estuvo un poco más tardado: la ruta es bastante usada por el transporte pesado y, en algunos tramos, es bastante complicado el avance; además, el puente para ingresar a la ciudad aún está en reparación, lo que dificulta bastante la última parte del viaje.

Pero retorné un poco después del mediodía; aún a tiempo para preparar la ensalada con la que acompañaríamos las alitas dominicales; después de sacar a caminar a los perros nos pusimos a separar los pescados en porciones.

Como la señora que usualmente nos ayuda con esto no se encontraba, a mi madre le tocó que adquirir los pescados por su cuenta:  y compró tres atunes enormes; tan grandes que incluso tuvo que quitarles la cabeza y la cola, para que cupieran en la mochila-hielera.

La operación nos llevó un buen tiempo, pues a diferencia de otras ocasiones, tuvimos que trozear los atunes; pero, afortunadamente, todo quedó muy bien colocado en la parte superior del freezer.

Al final de la tarde preparé las papas asadas con las que usualmente acompañamos a semana de asado; estuve leyendo un poco de Get Out of Your Mind, y decidí continuar con dos capítulos en vez de tres.

Por la noche me dí cuenta que no había preparado las gelatinas para mis desayunos semanales; ya eran las diez de la noche, pero me puse a la tarea, de modo que antes de retirarme a mi habitación, puse los cuatro moldes en la refri. 

 Ah, y las magdalenas -y el duce-; la tercera magdalena se la había regalado a uno de los guardias el viernes; la primera se la regalé a un vecino, quien en una ocasión me dió una buena referencia de un mecánico; la tercera la partí en dos: conservé una mitad y le regalé la otra mitad a la vecina.

El dulce de coco se lo regalé al otro guardia, cuando entré en mi viaje de regreso del puerto; también, cuando saqué a caminar a la perra, le regalé cuatro o cinco mangos que mi madre había enviado -pequeños y maduros-; y varios plátanos.