Renunciar es algo que hecho muchas veces... creo que ha marcado el rumbo de mi vida: por ejemplo, después de diez años de convivir con la madre de mis hijos, dije 'no más'; o quizá nomás me rendí... algo complicado.
Pero también ocurrió en el tema laboral: renuncié a mi primer trabajo como ingeniero porque no estaba teniendo tiempo para prepararme para los trámites de graduación -perdí una vez el exámen privado-.
Y luego, cada vez que nacía uno de mis tres hijos, renunciaba al trabajo en cuestión; la mayor parte de personas me decían: qué vas a hacer; usuamente mi respuesta era: ya veremos; y generalmente tenía un tiempo bastante duro para conseguir otro empleo.
También me fuí del país un tiempo; he repetido muchas veces la historia que me fui con la intención de no volver; pero luego me tranquilicé y me dije que no estaba bien que mis hijos crecieran sin un padre -al menos cercano-.
Cuando retorné al país me costó bastante conseguir un empleo; a las pocas semanas de empezar a buscar, entré a la fase de entrenamiento de uno de los mejores call centers de la ciudad; renuncié a las tres semanas, pues conseguí un trabajo haciéndome cargo de un centro de impresión.
El trabajo tenía dos líneas de responsabilidad: la digital se centraba en gestionar la data que recibíamos de varias empresas de servicios para el procesamiento y envío; la de producción exigía que se exprimiera a los operarios.
Y renuncié cuando la administración empezó a exigirme que despidiera a los empleados que no se alineaban con el trabajo; y volví a entrar a la fase de entrenamiento en otro gran call center; aunque allí nomás fuí una mañana: por la tarde me confirmaron en una posición para dar soporte a una solución de microfinanzas.
Pero, después de ese trabajo, ya no lo había hecho de la misma forma: esa oficina fue adquirida por una gran corporación y despidieron a la mitad del personal -incluyéndome-; me costó conseguir otro trabajo, pero entré a una oficina gubernamental.
Allí renuncié porque no me gustó la burocracia; pero ya tenía asegurada una posición como auditor en un banco del sistema: iluso de mí; el mismo también tenía una parte gubernamental.
Renuncié de ese banco para aceptar el retorno a la solucińo de microfinanzas; y de esta renuncié porque mi anterior jefa -en venganza a mi jefa de ese momento- me refirió a otro banco, trabajando en proyectos.
De este banco me despidieron: no me esforcé en integrarme al equipo de trabajo -de hecho casi que hice todo lo contrario-; y me costó, otra vez, encontrar un nuevo empleo; que es en el que he estado los últimos once años.
Pero, cuando tenía menos de un año en el lugar actual, una supervisora del equipo de microfinanzas me ofreció un pequeño contrato, para realizar el mismo tipo de trabajo que estaba haciendo, y que me consumiría nomás unas cuantas horas por la noche.
Intenté realizarlo -había otro compañero, bastante joven, en la aventura-, pero no me sentí con ningún ánimo de hacer lo mismo que estaba haciendo durante el día; renuncié al día siguiente.
Luego estuvieron los libros: durante cuatro o cinco años, primero en colaboración con Rb, corregimos, editamos y redactamos varias decenas de libros para distintos niveles de la educación formal; allí no renuncié, simplemente se secó el pozo.
Y hace un mes había empezado otra aventura, similar a la de hace más o menos una década: estaba haciendo unas horas para otra empresa; pero no me sentí con nada de ánimos para realizar más de lo mismo.
O sea, me encanta mi trabajo: he estado haciendo, prácticamente, lo mismo por más de una década; pero el ritmo del mismo ha disminuido con los años; y ha estado bien; empezar un nuevo ciclo con otro proyecto -y en paralelo-, no me motivó para nada -aunque básicamente estaba duplicando mi salario-; por lo que lo volví a hacer -espero que por última vez-.
No sé qué pasará realmente; muchas veces he dicho -especialmente cuando empezaba en este trabajo- que mi ideal es morirme trabajando: no me interesa un retiro, 'gozar' de tiempo sin trabajar, o cuestiones similares.
Con algunos compañeros bromeaba que lo que quería es que, en un día cualquiera, alguien dijera, ya no se escuchó ningún sonido en el cubículo de Koan; y que comprobaran que simplemente había dejado de respirar.
Pero la vida -casi nunca- es tan sencilla; actuamente tengo cincuenta y dos años; se supone que dentro de ocho años podría retirarme de mi periodo laboral -recibiendo mensualmente menos de la mitad de mi salario actual-.
Si lograra trabajar por acá esos ocho años restantes, tendría el número de cuotas suficientes (doscientos cuarenta) que la seguridad social local exige para tramitar la jubilación -de hecho, mi padre anda por estos días, a sus setenta años, considerando su retiro-.
Lo del segundo proyecto lo había considerado como una salida a mi continua preocupación: ¿qué pasará cuando me despidan de este trabajo? al menos ahora ya tengo una respuesta; o al menos una no respuesta: trabajar doble no me funciona.
Y al menos me quedan dos lecciones: la primera, que es la mar de obvia, es que el networking es el camino mejor transitado hacia una nueva posición -casi que en cuaquier circunstancia-.
La segunda es que, por primera vez, conocí un proceso completamente en mi segundo idioma; o sea, me reuno diariamente con un equipo que no habla mi idioma materno; y la mayor parte del trabajo se realiza de esta forma.
Pero el proceso de contratación -hace más de diez años- fue en su mayor parte en español; nomás tuve una entrevista -un poco accidentada- con la jefa de mi jefa -quien luego sería mi jefa por más de cinco años-.
Y a ver cómo sigue eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario