Uno de mis recuerdos más lejanos es el siguiente: mi madre conminándome a ponerme los zapatos, pues mi padre retornaba del trabajo y no le gustaba ver que mi hermano mayor y yo anduviéramos descalzos.
Creo que era una forma de mostrar que estabamos siendo criados de la forma correcta; vivíamos practicamente en el monte, en una casa que habían construido con sus manos el papá y el esposo de mi madre.
Y, con mi hermano mayor, pasábamos la mayor parte del día en los caminos de tierra del lugar, en algún grupo de niños malvestidos y, generalmente, descalzos; la mayor parte de las familias dependían de las labores del puerto; mi padre trabajaba en la marina.
Luego, durante mi adolescencia, los zápatos eran una de las muestras de estatus social: calzar unos tenis de marcas como Nike, Reebok, Adidas o Puma indicaban que tus papás -o algún familiar muy cercano- vivía en el Imperio del Norte y podía proveerte de buenas posesiones.
Cuando retorné del Imperio del Norte -hace casi veinte años- traía dos o tres pares de tenis: unos Adidas verdes que me había regalado un amigo -los usé por dos o tres años, hasta que perdieron la suela en una celebración de mi grupo de voluntarios-.
Y unos Nike clásicos -blancos con motivos azules- que dejé de usar durante un tiempo porque se habían despegado; pero me tardaron otro buen número de años luego de mandarlos a reparar -estos los había comprado en una tienda de Goodwill-.
Y ahora me he quedado sin zapatos: los Reebok fabricados localmente que compré durante la pandemia están bastante deteriorados y los uso para sacar a caminar a los perros; y lo Reebok 'originales' -los compré en Amazon y me los trajo la mejor amiga de Rb hace año y medio- se están rompiendo en varias zonas.
En el penúltimo almuerzo trimestral también se despegó la suela de mis zapatos formales -ya tienen más de cinco años-; y unos Vans que había comprado hacía unos años en la tienda de ropa usada empezaron a romperse en la parte interna.
Los únicos que me quedaban en buen estado eran unos Nike Sb de gamuza; pero al elemento derecho de estos se le empezó a despegar la franja de caucho que une la suela con la parte superior; con eso me quedé sin zapatos.
Y lo noté el día sábado: recibí una invitación de mi primo favorito para una cena en la que celebrarían la graduación de su primogénito; en el pasado evitaba a ir a este tipo de eventos; pero, después de la pandemia, me he esforzado en romper el aislamiento.
La cuestión es que, literalmente, me he quedado sin zapatos.
Y a ver cómo sigue eso...
El viernes pasado el trabajo continuó super tranquilo: desde el día anterior habíamos estado teniendo dificultades para conectarnos con el equipo que se encuentra en el Imperio del Norte; al parecer el último release no había estado muy bien.
Yo había esperado actualizar el control de tareas actual pues no me había estado sintiendo muy bien de mi desempeño personal durante los últimos días -o semanas, o meses-; pero nomás marqué la mayor parte de tareas como bloqueadas.
Algo que me llamó la atención fue que no tuvimos la reunión semanal de equipo: al parecer el supervisor continuaba bastante ocupado con el trabajo en la nueva área; durante toda la semana tampoco tuvimos la reunión del mediodía.
Yo estuve en comunicación con los otros dos analistas del equipo local -el tercero, el que menos bien me cae- se había tomado unos días de vacaciones, por una 'emergencia'; pero no me esforcé mucho en continuar con las atribuciones asignadas.
Al mediodía recibí una llamada de mi supervisor: estaba en reunión con una analista con la que trabajé brevemente unas semanas atrás; me pidió que le enseñara a utilizar la plataforma en la que registramos una gran parte de nuestro trabajo.
El lunes me había pedido más o menos lo mismo pero para la analista más antigua de su equipo; yo le había escrito a esta persona pero me había pedido que realizáramos el training al día siguiente ya que no tenía acceso al sitio.
Pero ya no tuve noticias de ella -al menos con respecto a este asunto-; la analista del viernes sí se mostró dispuesta a aprender; entonces programé una reunión para que pudieramos grabar las instrucciones.
Nos reunimos unos minutos más tarde y le mostré cómo ingresar a la plataforma, también a crear el espacio en el que se listan las tareas que debemos realizar rutinariamente; pero eso fue todo, la reunión fue bastante corta: ella tampoco tenía acceso.
El resto del día continuó normal: casi nada de actividades laborales; aproveché para avanzar en el libro en francés -Mon Mari-, en el libro en portugués -Harry Potter e a camara secreta- y en mejorar mi nivel de ajedrez en Duolingo: la semana anterior había alcanzado un elo de mil cuatrocientos; pero, luego de una mala racha, había bajado a menos de mil doscientos.
Al final de la tarde Rb entró a la clase de lengua y literatura que está recibiendo en su programa teológico; yo me quedé en mi habitación viendo algunos videos de Youtube -y resolviendo el wordle en inglés-; luego compartimos un poco de tiempo en su habitación.
El sábado me levanté a meditar a las seis y media; después sopesé las opciones de salir a prepararme el desayuno o escribir un poco; al final tiré una moneda al aire y terminé escribiendo acá por casi una hora.
Cuando escuché que Rb se levantó salí de la habitación; esperé a que terminara de preparar su desayuno y después me metí a la cocina a preparar mi panito de los sábados; y el café con el que lo acompaño.
Habíamos acordado acudir a los supermercados en dirección sur porlo que a las diez tomé una de las bolsas reusables y empezamos la caminata; en el local más alejado compré una bolsa grande de mayonesa y en el otro compramos un poco de bananos.
Luego pasamos a la tienda de las verduras: Rb quería comprar espinaca pues teme que su período prolongado pueda provocarle anemia; también compramos un poco de manzanas verdes; después retornamos a casa.
La visita a la tienda no me había parecido una muy buena idea: Rb generalmente toma tiempo para conversar con las propietarias, y yo quería retornar a casa para empezar a prepararme para salir; en la mañana me había enterado que una de las entradas a la ciudad había colapsado.
Resulta que, durante la madrugada, un camión se había pasado llevando una pasarela-estación de transmetro en la ruta al Pacífico; la pasarela había cubierto totalmente ambos carriles por lo que había un embotellamiento bastante fuerte.
Previendo dificultades en el trayecto había sopesado la opción de irme en autobús o Uber; pero cuando regresamos del supermercado revisé Waze y no se veía mucho tránsito; incluso saqué a caminar a la perra más pesada de Rb -ella me acompañó con el otro perro-.
Después me bañé y salí a tomar el automóvil; y el tránsito estaba bastante fluido; tanto que llegué al departamento de mis hijos con casi media hora de antelación; subí al séptimo nivel y le escribí a mi hijo para que me abriera la puerta.
Lo cual espero que sea la última vez: mi hija mayor me había escrito unos días antes para comentarme que le había sacado duplicado a las dos llaves de la puerta de acceso al departamento; ese día le había transferido el valor de las copias (cinco dólares).
Mi hijo salió a brindarme acceso y luego continuó preparándose; al final salió como con quince minutos de retraso; la verdad me sentía molesto por la espera e incluso estuvo contemplando reclamarle; pero, al final, mejor me tranquilicé y le propuse que caminaramos al parque temático de costumbre.
La tarde estaba bastante gris pero llegamos al lugar sin ningún contratiempo; nos dirigimos al restaurante de pollo frito del lugar y compré un par de menús de piezas de pollo; luego caminamos hasta el área social en donde frecuentemente almorzamos.
Pero el lugar estaba acordonado; al parecer se iba a realizar un evento; y justo cuando llegábamos empezó una llovizna no tan ligera; caminamos hacia la otra área social techada; la verdad no tenía esperanzas de encontrar una mesa libre pues la lluvia arreció y mucha gente empezó a buscar un lugar para guarecerse.
Afortunadamente encontramos aún una mesa libre; en donde nos instalamos para tomar nuestro almuerzo; después del almuerzo estuve desarmando los cubos de Rubik que llevaba -como seis o siete- para que mi hijo los resolviera.
Después jugamos una partida de ajedrez: me había equivocado y lo metí en la mochila, en lugar del Scrabble; no puse mucho cuidado en el desarrollo de la partida y al final mi hijo capturó todas mis piezas; como la lluvia había amainado nos dirigimos a la rueda de Chicago; pero no estaba funcionando.
Entonces empezamos el retorno a casa; pero antes pasamos a un par de centros comerciales; en el primero mi hijo adquirió algunos artículos para preparar sus almuerzos; en el otro comercial retiré novecientos dólares de mi cuenta de ahorros.
Completamos el retorno a casa sin ningún percance; cuando entramos al departamento mi hija segunda estaba en la sala; y llamé a mi hija mayor para ofrecerle una bebida caliente; preparé un par de tazas de té de jazmín -mi hija mayor ha vuelto a su dieta- y un café.
En el primer comercial al que pasamos con mi hijo menor había comprado un par de cubiletes y los partí por la mitad para compartirlos; pero mi hija segunda indicó que acababa de almorzar -tampoco tomó nada- y mi hija mayor comentó que había vuelto a Atkins.
Departimos en el espacio de la sala durante más de media hora; después me despedí de los tres, aunque mi hija mayor insistió en acompañarme hasta el garage; tomamos el elevador y bajamos hasta el sótano; el retorno a casa se produjo sin ningún tropiezo.
El domingo le había pedido a Rb que me acompañara a la ferretería en la que usualmente nos proveemos: quería comprar una herramienta multiusos parecida a la que utilizo para regalársela al hijo de mi primo, por su graduación.
Mi primo me había escrito el día anterior, para invitarme a una cena que estaba organizando en el local de la iglesia a la que asiste con su familia; después de la meditación de la mañana del domingo había retornado a la cama; me levanté cuando escuché que Rb salió de su habitación.
Salimos de casa a las diez y Rb me sugirió que pasáramos a la tienda de ropa usada; yo le había comentado que me había quedado sin zapatos -o sea, debo reparar los Nike SB- y, generalmente, en este lugar he encontrado buenas opciones.
Caminamos hasta la tienda -son dos kilómetros y medio de distancia- y encontré unos New Balance negros que me llamaron la atención; pero también ví otros más sencillos con una marca algo rara: I love comfort; al final me decidí por estos últimos -por ocho dólares, los otros costaban más del doble-.
Me dí cuenta que eran de mujer hasta que regresé a casa y ví la factura de la tienda; aunque no es la primera vez que me sucede: hace unos años estuve usando por mucho tiempo otro par de tenis que también descubrí -bastante tarde- que eran de una marca femenina.
Incluso fue el par de tenis que me llevé en el viaje a la Suiza centroamericana; cuando me llevé a mi hija mayor y mi hijo menor a la gradución de su hemana mediana; los zapatos eran cómodos y fueron bastante durables.
Después de la tienda de ropa pasamos a la ferretería; allí compré una herramienta multiusos similar a la que le regalamos al anciano que se ha estado haciendo cargo de las plantas del exterior de la casa de Rb.
La herramienta me costó doce dólares; aunque pagué la mitad de la misma con los puntos acumulados en la tarjeta de cliente frecuente del lugar; luego retornamos a casa; al mediodía preparamos la alitas dominicales, y las acompañamos de una sopa de espinaca.
Seguidamente sacamos a caminar a los perros de Rb; el día había estado bastante gris pero la lluvia estaba pronosticada para la mitad de la tarde, por lo que pudimos concluir la caminata sin ninguna dificultad.
A media tarde preparé un té de jazmín para Rb y una taza de café para mí; el resto del día lo pasé viendo videos de Youtube, y terminando el libro de la línea de Ficción en Inglés: How to End a Love Story; el final era previsible, pero me gustó la forma en la que la autora lo desarrolló.
A las cinco ayudé a Rb con la preparación de los almuerzos de la semana: corté una porción de champiñones y machaqué algunos ajos; luego, a las cinco y media, me metí a la ducha y me preparé para acudir a la cena.
La lluvia había empezado un poco antes por lo que me llevé la chumpa de mi hija mediana que he estado usando en los últimos tiempos; el tránsito -a pesar de la lluvia, estaba bastante ligero; llegué al lugar de la reunión un poco después de las seis.
Lo malo es que en la calle en cuestión estaban preparando una alfombra de procesión; por lo que me tocó que dar un par de vueltas a la cuadra y, finalmente, dejar el auto estacionado en la avenida principal.
Revisé que las puertas estuvieran bien cerradas y me adentré en la calle; la iglesia en la que habían planeado la cena se encuentra casi a la mitad de la arteria y me tocó que tocar el portón pues todo estaba cerrado.
La esposa de mi primo salió a abrir y me encontré con dos mesas en el áre en la que usualmente se sientan los feligreses; una de las mesas estaba bastante llena y la otra completamente vacía; mi primo estaba en la parte frontal y fui a saludarlo.
Su hijo estaba sentado a la mesa, departiendo con los familiares del lado de su madre; fui a interrumpirlo y le entregué el regalo que le llevaba; después me acomodé en la mesa vacía; un poco después llegaron mis tíos y mi segunda prima favorita.
Yo había esperado encontrar a mi prima favorita -la mayor de los tres-; pero me comentó la presente que habían estado celebrando el cumpleaños del hijo mayor y que no iban a poder acudir.
La cena consistió de un asado típico: carne asada, guacamol y alguna otra guarnición; luego mi primo presentó un archivo de PowerPoint con muchas fotografías de su familia, centrándose en el desarrollo de su hijo, desde su etapa infantil hasta el presente.
En total estuve casi dos horas en el lugar; la mayor parte la pasé con mi prima y su segundo hijo; después de la presentación mi primo tomó la palabra para agradecer la presencia general; y luego casi todos los presentes pasaron a externar su bienestar.
Un poco antes de las ocho -mientras la mayoría hacía fila para tomarse una fotografía con el graduando- me despedí de mi prima y mis tíos y salí a buscar el auto; afortunadamente el mismo estaba sin novedad; llamé a Rb para comentarle que empezaba el retorno y procedí con el mismo.
El lunes fue asueto: se celebra una revolución de hace casi cien años en el que se trató de cambiar el sistema político del país -como de una gran parte del mundo también-; pero, por supuesto, al menos acá, no iba a funcionar: estamos demasiado cerca del Imperio.
Me levanté a las cinco y cuarto, medité veintiún minutos y luego desperté a Rb; realizamos la rutina de ejercicio de los lunes; después me duché, y luego retorné a la cama; en donde estuve casi hasta media mañana.
Me levanté a desayunar a esa hora y, después, me pasé la mayor parte del día entre videos de Youtube y lectura; también estuve cotizando la construcción de la pared en la sala del departamento de mis chicos.
Al final de la tarde realicé la limpieza de pisos que hago dos veces a la semana; también cortamos algunos güisquiles y un poco de flores de loroco; los cuales Rb procedió a regalar a los vecinos; al principio de la noche ví el último capítulo de Task; el cual estuvo muy muy bueno.
Y a ver cómo sigue eso...