viernes, 31 de octubre de 2025

Inversiones... Investments... Investements...

El mes pasado -a diferencia de los dieciocho meses anteriores- mi hijo no me envió su recibo de pago con la evidencia del descuento de cien dólares para adquisición de acciones de la empresa en la que trabaja; me temí lo peor: creí que lo habían despedido -o había renunciado-.

Pero esperé tres semanas -hasta el sábado de nuestro almuerzo mensual- para preguntarle si seguía trabajando donde mismo; me respondió afirmativamente y entonces lo cuestioné sobre la compra de acciones.

Y se disculpó por no haberme informado antes: al parecer la división en la que trabaja -es como la rama internacional de la empresa canadiense- está siendo absorbida por la matriz, quien recomprará las acciones.

O sea que hasta allí llegó nuestra aventura en invertir; o al menos en esta empresa y de esta forma; le pedí que me enviara más información y, a media semana le pedí las credenciales para entrar a la página en la que se gestionan las acciones.

Un par de días después me envió los datos y pude entrar al sitio; y resulta que -si leí bien la información- no nos fue tan mal: o sea, después de dieciocho meses la suma invertida ha crecido en un diez por ciento -una ganancia de trescientos dólares-; lo que no es ningun breaking point, pero al menos, creo, le queda la experiencia a mi hijo.

Y a ver cómo va eso. 

El sábado me levanté a meditar a las seis y media; después salí a la calle a abrir la llave de paso del agua; también abrí las llaves que están al lado de la casa, las que van hacia -y desde, creo- el depósito de agua que está en el techo; al parecer el cambio de metal a pvc en el lavatrastos funcionó. 

Después me preparé el desayuno de los fines de semana; como un par de días antes Rb se había enterado de una campaña municipal de vacunación de mascotas, a las nueve y media le pusimos los arneses a los perros y los subimos al auto, también llevamos a la vecina -y su pequeña perra-.

La campaña se realizaría en un enorme comedor -en donde solíamos almorzar algunas veces antes de la pandemia, y las algergias de Rb- y hacia allí nos dirigimos; pero el tránsito estaba super pesado, de hecho me crucé el arriate central doscientos o trescientos metros antes de la vuelta en U (y el auto iba tan cargado que pasó raspandose en las separaciones de concreto).

Llegamos al lugar pero estaba cerrado; la vecina se bajó a averiguar sobre el evento de vacunación pero nadie le dió razón; Rb también se bajó y el guardia de la colonia aledaña le comentó que era hasta la una de la tarde; entonces decidimos regresar a casa.

Rb estuvo escribiéndole a la persona de la municipalidad que le había comunicado los detalles el día anterior; y, al parecer, sí era la hora correcta pero el lugar no: al parecer se iba a realizar dentro de esa colonia -y por alguna razón el guardia prefirió no darnos acceso-.

Como el mismo jueves habíamos pasado viendo un afiche, que anunciaba un evento similar, en una colonia que nos queda en el camino hacia los supermercados, Rb me comentó que iba a ir a confirmar la información; me ofrecí a acompañarla.

Y es que, a mitad del camino hacia este lugar, está la chicharronera en la que compro carnitas para el almuerzo con mi hija mayor -una de las opciones según Atkins-; entonces nos dirigimos al lugar, Rb confirmó en garita que al día siguiente estarían vacunando mascotas y retornamos a casa.

En el camino pasé a comprar una libra de carnitas -diez dólares-; cuando retornamos a casa preparé un par de ensaladas -antes de salir había dejado desinfectando unas hojas de lechuga-; la ensalada consistió de eso, aguacate, zanahoria y pepino.

También empaqué seis hojas de lechuga para acompañar las carnitas; puse los tres herméticos en la mochila con aislante térmico; junto con un par de bolsitas de aderezo, los platos y cubiertos para el almuerzo, y un par de coquitas de plástico.

A las once y cuarto saqué a caminar a la perra más pesada de Rb; ella me acompañó con el otro perro grande; luego me metí a la ducha; como el tránsito había estado terrible durante toda la mañana decidí salir a las doce menos cuarto; pero, al igual que la semana pasada, no tuve muchas dificultades y llegué antes de las doce y media al edificio donde viven mis hijos.

Estacioné el auto y subí caminando los siete niveles; como ya cuento con copia de las llaves de acceso entré al área común del departamento; mi hija mediana estaba allí y aproveché para comentarle sobre el presupuesto para construir una pared en la sala -y que ella lo use como habitación-.

Un poco más tarde salió mi hija mayor y nos dirigimos al parque temático; el día estaba un poco gris pero no se veían más signos de lluvia; nos dirigimos al área social en la que usualmente almorzamos; pero, otra vez, estaba reservada.

Entonces nos caminamos a la otra área techada -no nos gusta pues usualmente ponen música a alto volúmen-, en donde habíamos almorzado con mi hijo menor la semana anterior; allí sí encontramos mesas y procedimos a almorzar.

Después del almuerzo mi hija estuvo resolviendo todos los cubos que llevaba en la mochila -como ocho-; luego jugamos una extensa partida de Scrabble; como había quedado de reunirme con mi amigo, el Testigo de Jehova, y nuestro ex compañero de trabajo que ahora vive en Nicaragua; le pedí a mi hija que retornáramos al departamento antes de las cinco de la tarde.

El plan era que tomáramos una bebida caliente entre cinco y cinco y media y que a esa hora yo me retiraría del lugar; había quedado con mis amigos de reunirnos a las seis de la tarde en uno de los centros comerciales más lujosos de la ciudad.

Desde la última vez que habíamos desayunado con mi amigo -el Testigo-, habíamos previsto reunirnos con el otro en su próximo viaje al país -viene cada tres o cuatro meses-; y el primero me había escrito por la mañana, comentándome que la reunión podía ser realizada en la tarde.

En el desayuno de hace unos meses yo había ofrecido invitarlos a ambos a un café; y, el día sábado, me había ofrecido incluso a retornarlo a su casa -vive en un municipio de nuestro departamento vecino en dirección norte-; luego había tenido inquietud por manejar tarde hasta el lugar -son casi veinte kilómetros-.

De todos modos, antes de salir de la casa de Rb, le había comentado que seguramente retornaría tarde, pues había acordado la reunión con mis dos amigos; un poco después de las cinco de la tarde nos retiramos del parque temático.

La última actividad en el mismo fue subirnos a la rueda de Chicago; pero, para hacer esto tuve que adquirir un boleto con doce juegos -usualmente adquiero uno cada cierto número de meses-: el anterior ya solo tenía uno disponible; para comprar este boleto utilicé uno de los veinte dólares que mi hija segunda me había entregado el mes anterior -y que el banco no me había aceptado-.

Yo planeaba adquirir el boleto (son como nueve dólares) con moneda nacional; pero temí que lo que cargaba en la billetera no me alcanzaría para invitar a mis amigos más tarde: le había devuelto dos billetes de cien a mi hija mediana pues se había confundido cuando me pagó la mensualidad para habitar el departamento.

Total que cuando llegamos al lugar en donde venden boletos mi hija mayor me comentó que aceptaban dólares; le pasé uno de los billetes al cajero y, al igual que en el banco, me indicó que no podía recibírmelo -por una mancha de un par de milímetros en un borde-. 

Me pregunto si tenía otros y le mostré los otros seis: también en las mismas condiciones, y a un par les falta un pequeño trozo -también, un par de milímetros- en una esquina; al final aceptó que le había presentado primero.

Me vendió el boleto, me dió el cambio en moneda nacional y nos dirigimos a la rueda de Chicago con mi hija mayor; después nos retiramos del lugar; en el camino pasé a comprar un zepelin y luego nos dirigimos al departamento.

Encontramos a mi hija segunda en la sala y le ofrecí una bebida caliente; pero ella prefiere prepararse su propio café; preparé un té de jazmín para mi hija mayor y yo me preparé un café instantáneo -le escribí a mi hijo menor pero no recibí una respusta-.

Estuvimos en la sala conversando y a las cinco y media me despedí de mis dos hijas; mi hija mayor -como de costumbre- se ofreció a acompañarme al auto; nos despedimos y subió; yo entré al auto e intenté encenderlo, pero fallé.

Me parece que -otra vez- saqué mal la llave del encendido y dejé el auto conectado, con lo que la batería se descargó; le escribí a mi amigo el Testigo, comentándole que no iba a poder llegar, debido a la falla; luego subí al departamento a pedirle a mi hija que escribiera en el chat del edificio, pidiendo favor de conexión para cargar la batería del auto.

Pero nadie respondió en el chat; le escribí al amigo ex voluntario que vive a un par de cuadras del lugar; pero ví en sus estados de Whatsapp que andaba en una fiesta de su escuela de escultura; también le escribí a Rb para ponerla al tanto.

Ella me sugirió que le escribiera a mi amigo voluntario al que visito cada mes; y, de hecho, lo llamé; le pedí que llegara al lugar para pasarme corriente y él fue muy amable de aceptar mi petición; le envié mi ubicación y me dispuse a esperarlo; y llegó, en efecto, una media hora más tarde.

Durante ese tiempo mi hija mayor me estuvo explicando algunos conceptos básicos del poker; pero después nomás nos dedicamos a observar la calzada, para otear la llegada de mi amigo; ví pasar su camioneta y un minuto después me llamó para comentarme que estaba frente al edificio.

Bajamos con mi hija mayor, abrimos la cortina del parqueo y mi amigo se parqueó al lado del automóvil; conecté con cuidado -siempre me pone nervioso- la batería del auto de mi amigo con la del auto de Rb, esperamos unos minutos y luego lo arranqué.

Costó un poco pero arrancó; dejamos ambos automóviles funcionando durante un rato y luego los desconecté; guardé los cables de carga y me despedí de mi hija mayor; salí antes del parqueo pero, en la misma calle, llamé a mi amigo para indicarle que iría por delante y me despediría en su casa.

El tránsito estaba bastante tranquilo por lo que en muy poco tiempo llegamos a su casa; pero justo frente a su portón había un camión estacionado; pregunté en la tienda si era de ellos pero me indicaron que no.

Temí que alguien lo hubiera dejado y se hubiera ido a atender otros menesteres -en la calle hay varios puestos de comida-; pero no, me acerqué a la puerta del piloto -todo estaba polarizado- y ví que alguien adentro estaba usando un celular; dí varios pequeños golpes al vidrio y, cuando lo bajó un poco, le indiqué que necesitábamos entrar al parqueo.

Mi amigo estacionó su auto, cerró el portón y, entonces sí, nos despedimos; luego continué mi retorno a la casa de Rb; cuando entré le escribí a mis amigos lamentándome por no poderlos ver ese día, pero indicando que esperaba que pudiéramos hacerlo en el futuro próximo.

Rb salió al patio a recibirme -con sus dos perros grandes-; y comentamos sobre los hechos del día; luego cené y, un poco más tarde, la acompañé un par de horas en su habitación; ella viendo sus series y yo haciendo lecciones de Duolingo.

El domingo me levanté a meditar a las seis y media; luego pasé al baño y volví a meterme a las sábanas; no tenía ningún ánimo de empezar el día; como teníamos que salir a las nueve y media, para las vacunas de los perros, pusé la alarma para las ocho y media.

Rb entró a mi habitación cinco minutos antes de que sonara la alarma: me quería contar que había salido a arrancar el automóvil y todo se veía bien; le pregunté si lo había dejando funcionando y me comentó que no, que lo había apagado.

Me levanté a prepararme el desayuno de los domingos; después esperé a que Rb preparara a los perros para llevarlos a sus vacunas; habíamos acordado con la vecina que nos acompañaría, pero ella había salido un poco antes pues decidió irse caminando.

A las nueve y media subimos a los tres perros de Rb al auto y nos dirigimos al parque de la colonia en la que habían programado la jornada de vacunación; el tránsito estaba bastante ligero por lo que llegamos en un par de minutos; creí que debía mostrar mi licencia en la garita de la colonia, pero el guardia me indicó que podía entrar así nomás.

Cuando estacioné el auto frente al parque vimos que una pareja estaba entrando con un perro; bajamos a los tres de Rb del auto y esperamos a que lo vacunaran para acercarnos a las tres personas que estaban adminstrando la vacuna antirrábica.

El proceso fue bastante express: Rb llevaba los controles de vacunación de cada uno y luego de menos de diez minutos retornamos al automóvil; entonces le comenté a Rb que aún le daba tiempo de ir a la iglesia -el día anterior había decidido que no realizaría su visita mensual, debido a la vacunación-.

Retornamos a casa, metimos a los perros a casa, Rb tomó unos güisquiles que habíamos cosechado durante la semana -y que pensaba regalar a los ancianos que la acompañaron la semana anterior a la clínica ginecológica- y volvimos a abordar el automóvil.

EL tránsito seguía bastante tranquilo por lo que no tuvimos muchas dificultades en llegar a la iglesia; me parqueé frente a la iglesia, nos despedimos con Rb y empecé el retorno a casa; pero en el camino se me ocurrió que podía -por fin- cambiar las llantas traseras del auto.

Continué conduciendo hasta el pinchazo al que había llevado el automóvil, la última vez que intenté reparar la llanta trasera del lado del piloto; estaba atendiendo el mismo jove y, al consultarlo, me indicó que me cobraría ocho dólares por el cambio de ambas llantas, entonces le pedí que cambiara solo una.

La operación no llevo mucho tiempo; aunque sí se necesita mucha fuerza; la llanta que le coloqué -que me regaló mi único amigo de la facultad- se veía más vieja que la que le estaba quitando; pero espero que esta no deje escapar el aire como la anterior.

Después que la llanta estuvo reinstalada le pagué los cuatro dólares al joven y me dirigí, por fin, a casita; estuve buscando alguna manguera con aireador para el lavatrastos pero no encontré una buena oferta; también partí la papaya que Rb había dejado preparada para el efecto.

Al mediodía Rb me escribió para que fuera por ella a la iglesia; el tránsito se mantuvo bastante tranquilo y cuando llegué ella había cruzado la calle para facilitar el abordaje al auto; el retorno tampoco nos presentó dificultades.

Pero, como habíamos acordado más temprano, conduje hasta el supermercado más lejano en dirección sur; allí compramos varios muslos de pollo -importado- para los almuerzos de la semana.

Cuando retornamos a casa preparamos el almuerzo -alitas de pollo y ensalada- y, después de sacar a los perros, esperé un rato para lavar los trastos de la comida; luego preparé un café y un té de jazmín; el resto de la tarde lo pasé viendo videos de Youtube.

El lunes fue un dia bastante típico: meditación a primera hora, reunión diaria; luego casi nada: al parecer los problemas de conexión seguían bloqueando el trabajo del equipo local; aunque, a media mañana el supervisor me asignó una tarea; la cual me llevó casi todo el día.

Al final del día laboral nos dirigimos al supermercado más cercano en dirección sur; como ya habíamos hecho la rutina de ejercicios por la mañana, no caminamos hasta el extremo; compramos allí un poco de bananos y retornamos a casa.

El martes también se veía tranquilo; me levanté a las seis y media -una hora y diez minutos más tarde que el día anterior-  medité y luego entré a la reunión diaria; al parecer el trabajo que realizamos el día anterior no tuvo ningún efecto.

En la reunión mencionaron que iba a liberarse una nueva versión de la app; la cual estuvimos esperando durante todo el día; pero, al final, no se concretó; a media mañana el supervisor me llamó para preguntarme por el analista que menos bien me cae; al parecer estaba tratando de localizarlo y no lo lograba.

Le escribí al susodicho y nomás me contestó unos minutos después, comentándome que ya había hablado con el supervisor; durante la llamada del primero ocurrió algo que me desestabilizó: el supervisor me preguntó si estaría dispuesto a viajar al Imperio del Norte.

Le dí mi respuesta standard: si se necesitaba que viajara, estaba dispuesto; me preguntó sobre la visa y le comenté que no tenía; que tendría que ir a la embajada a verla; pero, la verdad, ni él ni yo nos mostarmos muy entusiasmados: a mí no me llama la atención -y hacce como seis años me negaron la visa- y él, al parecer, requiere que alguien vaya de forma express.

Le comenté sobre esto al analista que mejor me cae -es muy brillante- y, coincidentemente, acaba de tramitar su visa -supuestamente quería ir con sus amigos a algunos partidos del mundial el otro año-; espero que pueda viajar, creo que es una muy buena oportunidad en su carrera.

Yo, por otro lado, le comenté a Rb que, a menos que fuera completamente necesario, me sentía bastante agusto sin salir del país; pero quién sabe si siempre tendré la opción de mantener la comodidad; pues tanto este como un eventual nuevo trabajo pueden requerirlo.

Otra situación que me llamó la atención fue el retorno a la empresa de un ex compañero -proveniente de la Suiza centroamericana- con quien había hablado el año pasado: luego de acá se fue a una empresa Argentina que terceriza servicios; el año pasado estaba en uno de los proveedores de servicios de nuestra empresa.

El señor es bastante pretencioso: contaba que se había hecho cargo de un casino durante algún tiempo; que ganaba veinte o treinta mil dólares por mes -o algo así- y que estaba constantemente recibiendo llamadas para resolver conflictos internos.

Pues trabajamos juntos en algunos proyectos hace cuatro o cinco años; luego se retiró; trabajando un tiempo -con los argentinos- en alguna rama de Alphabet; y me escribió ayer, comentándome que había retornado.

Lo interesante fue que me comentó que lo despidieron del último trabajo por 'confiar' en un programador que debía supervisar: supuestamente este mantuvo un 'progreso teórico' en un proyecto y al final no entregaron; y mi ex compañero aceptó la responsabilidad y salió.

Dice que hace un mes lo llamaron de acá -había re aplicado hace un año o así- para ofrecerle una gran posición dirigiendo un proyecto en el cual tiene libertad de acción; aunque, me comenta, siente que 'las cosas ya no son las mismas'.

Estuvimos conversando un poco más de quince minutos y luego continué con mi rutina diaria; pero, ambos hechos -la 'propuesta' de mi supervisor y el retorno del ex compañero- me dejaron con una nostalgia un poco rara.

Por la tarde -y la noche- estuve leyendo los primeros capítulos del libro actual de Francés (l'anomalie), el último capítulo de Harry Potter e a camara secreta y los casi últimos capítulos de ACT with love; también superé -otra vez- el nivel ELO de mil cuatrocientos. 

El miércoles me levanté a las cinco y veinte a meditar; a partir de este día empece a integrar en esta actividad frases de afirmación para mejorar en algunas áreas de mi vida -financiera, interna e interpersonal-; después levante a Rb e hicimos la rutina de ejercicios de la mitad de semana.

El trabajo continua raro: el supervisor involucró a nuestra manager local en la reunión diaria e hizo hincapié en la importancia de completar nuestras asignaciones en el período indicado; pero la aplicación no ha estado colaborando.

Al final de la tarde Rb salió a comprar algunas verduras al señor que viene -frecuentemente- dos veces por semana a la calle; se suponía que el viernes no vendria pues debe someterse a una operación en una pierna, debido a una vena -o arteria, no lo tengo muy claro-.

El jueves era el segundo dia de vacaciones del mes; me levanté a meditar a las seis y media pero luego volví a la cama; no volví a levantarme hasta un poco antes de las nueve; me preparé el desayuno y luego me vestí para acompañar a Rb al supermercado.

Salimos a las diez y el busito no tardó mucho en pasar por el boulevard; el tránsito no estaba muy pesado y un poco después llegamos al comercial en donde termina el viaje; caminamos hasta el comercial de la siguiente cuadra, pues allí hay un almacén de telas y Rb necesitaba adquirir un poco.

Yo me había estado sintiendo mal del estómago y no recordaba -al principio- si había comido algo diferente en la semana; luego recordé que sí: dos o tres días antes la señora que vive en la tercera casa -a quien frecuentemente regalamos güisquiles- vino a regalarle unas empanadas a Rb.

Como están hechas de maiz y ella no puede consumir este grano me las transfirió: ese día me comí dos o tres, y luego una en cada día siguiente; las mismas habían sido rebosadas en aceite y -creo- esto  alteró completamente mi ciclo estomacal.

Por ese motivo no compré un café -y dona- en el comercial; luego nos pasamos al supermercado donde Rb se provee semanalmente de aguacates; también compramos un poco de pollo -y Rb compró un par de zepelines en la panadería del lugar-.

Luego de completar las compras retornamos a la estación de los busitos y volvimos a casa; el tránsito seguía bastante tranquilo; yo me seguí sintiendo mal del estómago e incluso consideré no salir a la reunión que había programado con mi ahijado profesional, pero al final decidí que sí.

Almorzamos lo mismo de los cuatro días anteriores: piernas de pollo doradas y sopa de espinaca, con aguacate y arroz; luego lavé los trastes y, después, estuve leyendo un poco del libro de Francés.

Rb se retiró un momento a descansar a su habitación y, a las tres de la tarde, preparé un té de jazmín y un café instantáneo; a las cuatro de la tarde me despedí y empecé a caminar hasta la ruta intermunicipal.

Allí tomé el autobús hasta el periférico; pero no iba muy bien, o sea, iba armando el cubo de Rubik pero también iba sumido en otros pensamientos; tanto que no me apeé en la estación de costumbre; esperé hasta que el autobús llegara al punto más cercano de la calzada a la que iba -aún a dos o tres kilómetros de distancia- y allí me bajé.

Consideré tomar el Tranmetro pero era super temprano -faltaban como quince minutos para las cinco-, por lo que decidí caminar; crucé la calle y empecé a caminar en la acera del periférico, llegué hasta la intersección con la vía principal y de allí me dirigí a la cafetería en donde había citado a mi ahijado.

Llegué con cinco o diez minutos de antelación y me quedé en la puerta; mi amigo llegó como con diez minutos de retraso; entramos al lugar y ordené un cappuccino grande y un pastel de fresas con crema; mi ahijado pidió el mismo pastel pero un café negro.

Luego estuvimos un par de horas en el lugar; entre café, pastel y conversación; él sigue con los conflictos con su esposa -tiene dos hijos con una pareja anterior y dos con esta señora-; han tenido un negocio en conjunto por tres años y, al parecer, ella le hace la vida imposible.

A las siete y media dí por concluida la reunión, nos despedimos y caminé hasta el periférico, a abordar el transmetro; el cual tardó bastante en pasar, casi hasta las ocho; el viaje en esa unidad es de tres o cuatro estaciones, y luego me tocó que caminar hasta el lugar en donde puedo abordar los buses intermunicipales.

Este me dejó en donde había iniciado mi viaje más temprano, de allí caminé a casa, llegando un poco antes de las nueve; encontré a Rb en su penúltima clase de lenguaje del curso de teología; tenía mal configurado su Teams y se oía a sus compañeros con eco; por lo que estuve un buen rato en mi habitación, leyendo el inicio del libro de Portugués: Agilidade Emocional.

Y a ver cómo sigue eso...  

 

 

sábado, 25 de octubre de 2025

Tarea y Cómo terminar una historia de amor... Task and How to end a love story... Tâche et Comment finir une histoire d'amour...

No sé si la serie será nombrada como Tarea en Español y Tâche en Francés; al final se oiría mejor en español algo como Fuerza Especial o Equipo de Trabajo; o algo similar; no tengo tanto conocimiento del tema en Francés; de pronto la dejan con el título en Inglés.

En el caso del libro -la segunda parte del título- la edición en Francés salió con el mismo texto en Inglés; pero la versión en Español sí tiene una carátula con el titulo traducido de forma similar al de esta entrada.

Terminé el libro hace un par de días; originalmente había creído que era un Young Adult Fiction pero está clasificada, de hecho, como un Romance; y no me pareció tan mal; o sea, tiene un final feliz; pero me reí en la parte final como no lo había hecho desde hace un buen tiempo.

Con respecto a la serie; empecé a verla porque seguía la línea de The mare of Easttown, la cual habíamos visto hacía varios años con Rb; en este caso ví la serie en soledad y me pareció muy buena.

O sea, Mark Ruffalo actúa muy bien cómo un ex sacerdote que abandonó los habítos, formó una familia -una hija biológica y dos adoptados- y que debe pasar por un camino bastante tortuoso para perdonar a su hijo adoptivo.

La serie tiene muchos elementos: pandillas -de motociclistas-, drogas, familias disfuncionales; venganzas, asesinatos, policías corruptos y un largo etcétera; terminé de verla este día; debo decir que me conmovió.

Después de terminar el libro de la escritora nacida en China, me quedé pensando en qué leer; aunque realmente lo había decidido un timepo atrás: Sandwich; los adultos entre sus hijos adultos y sus padres en la tercera edad -yo-.

Pero en audiovisual -aparte de los videos que he estado cosumiendo últimamente en Youtube- no sé qué otra cosa ver; esta semana esperaría terminar la última de las series que había empezado a ver en los últimos meses: Gen V.

Y a ver cómo sigue eso.

El martes retornamos al trabajo, luego del fin de semana largo; entré a la reunión de la mañana, en la que comentaron que el equipo del Imperio seguía en reunión con el cliente principal del proyecto; por lo que la mañana estuvo bastante tranquila.

La analista que trabaja más cerca del supervisor estuvo tratando de que retomáramos el trabajo que habíamos dejado pendiente el viernes; pero no fue mucho lo que pudimos avanzar.

Por la tarde, luego del horario laboral, fuimos a los supermercados en dirección sur: en el más alejado compré un par de paquetes de galletas dulces; también adquirimos un paquete de cepillos dentales; aunque el uso que queremos darle es la limpieza de las axilas de playeras.

El día anterior habiamos encontrado un charco de agua junto al lavatrastos de la cocina; cuando examinamos la bandeja de madera del mueble vimos que había un hermético con bastante agua (también había un par de esponjas metálicas ya oxidadas).

Tiré el agua del hermético y limpiamos la que estaba entre los trastos; y temí que tocaría cambiar  el lavatrastos -o al menos, realizar una reparación para eliminar la fuga-; pero, afortunadamente, la fuga es mínima, y puede ser controlada.

Por la noche terminé de leer las partes correspondientes del libro de francés y de portugués; he estado disminuyendo el número de páginas de cada uno, ya que es lo que leo con más asiduidad; aún así me quedó pendiente nomás la última parte de cada uno.

El miércoles, al igual que el primer y último día de la semana, la alarma del celular sonó a las cinco y cuarto; me levanté a meditar y luego entré a la habitación de Rb a despertarla; sigo escuchando los mismos cinco archivos de portugués mientras completamos los cincuenta minutos de ejercicios. 

Después de ducharme entré a la reunión de la mañana; en la que se examinó uno de los fallos que reporté hace unas semanas; pero la conclusión fue quedebía revisarse con más detalle; como a media mañana recibí un correo del supervisor en el que indicaba que las pruebas que había estado realizando durante la seman anterior habían concluido -y con gran éxito-.

Y un poco antes del mediodía llamó a todo el equipo local para revisar el avance en las asignaciones; yo le había enviado al final del día anterior un correo con el resumen de lo que habíamos estado trabajando; la verdad estaba bastante escueto.

Al principio de la reunión mis otros tres compañeros se mantuvieron en silencio; hasta que fue cuestionándolos uno a uno; al final concluyó con que retomaremos las reuniones diarias y quiere que continuemos compartiendo la cámara; por el bajo nivel de comunicación actual.

Por la noche ví el último capítulo de la segunda temporada de Gen V; pero me estuve durmiendo -y repitiendo- en varios episodios del mismo; luego realicé algunas lecciones de Portugués en Duolingo; y jugué varias partidas de ajedrez: aún no logro retornar al Elo de mil cuatrocientos.

El jueves me volví a levantar a meditar a las seis y media; luego entré a la reunión diaria del equipo; después de la reunión me quedé dormitando en la cama; en Duolingo he estado haciendo muchas lecciones (partidas) de ajedrez y algunas pocas de Portugués.

El trabajo siguió bien bajo: el ambiente en el que estamos probando sigue dando dificultades (desconexión o desconfiguración); y al final no tuvimos la -temida- reunión con el supervisor.

Rb se dirigió al mercado en el centro histórico después de desayunar; un poco después me escribió: el viaje en el busito le llevó más de una hora -usualmente tarda entre veinte y treinta minutos-; y, en general, el tránsito estaba superpesado en la ciudad.

Durante la tarde estuve probando un script en Python que el analista más inteligente del grupo me había compartido el día anterior: con el mismo se duplica una carpeta de pruebas en la herramienta que utilizamos para el efecto.

Con el script se ahorran varias horas de estar creando manualmente las carpetas, y pasando de la misma forma todos los casos de prueba que hemos estado utilizando en cada ronda (es muy brillante el joven).

Al final logré que el script funcionara en mi computadora: instalé la última versión de Python (no recordaba que tenía la versión anterior y otra más antigua ya instaladas) y, después de un poco de ajuste, pude crear una suite sin mucho esfuerzo.

Al final de la tarde acudimos con Rb a la ferreteria industrial en donde nos proveemos de herramientas -o aditivos industriales-; desde unos días atrás había estado observando cierta fuga de agua en el lavatrastos y, el día anterior, ví la causa: el agua se estaba filtrando por la parte oxidada del tubo metálico.

Lo bueno es que en casa de Rb almacené, cinco o seis años atrás, los tubos de pvc que utilicé para construir los biombos que usamos en el departamento que renté por un par de años; en la época en la que mis dos hijas se pasaron a vivir conmigo.

La mayor parte de los tubos nomás tienen pegados, con cinta adhesiva, codos de dos o tres vías -estos últimos los fabricamos con Rb en su oportunidad-; por lo que nomás necesitaba adaptadores hembra y macho para sustituir el tubo oxidado por uno de plástico.

Rb me sugirió que colocaramos un tubo más largo y que el brazo de la llave de agua tambiéń fuera más largo que el de metal; también compré un tubo de pegamento para unir los tubos, el codo y los adaptadores; luego pasamos al supermercado, en donde compramos un poco de bananos. 

En el camino de vuelta pasamos a la panadería que queda a medio camino; a comprar un poco de pan para mis desayunos; por la noche estuve viendo algunos videos de Youtube, avanzando en el libro Same as Ever y jugando muchas -demasiadas- partidas de ajedrez; también armé los cubos de rubik de 4x4 y de 5x5.

El viernes me levanté a las cinco y cuarto; medité y luego entré a la habitación de Rb a despertarla; me comentó que los gatos estuvieron haciendo mucho ruido por la madrugada y le dificultaron dormir; pero se levantó para que completaramos la rutina de ejercicios.

Después de la rutina -y la ducha- entré a la reunión diaria; la misma es a las siete pero generalmente la inician un par de minutos antes; yo entré a las siete con un minuto; y ya habían comentado que instalarían una nueva versión de la aplicación en la que trabajamos.

Después de la reunión me preparé el desayuno de los viernes y luego retorné un rato a la cama; aunque estuve pendiente de la reunión del equipo; el supervisor canceló la de las nueve de la mañana, pero envió una invitación para una a las once.

Como he querido mejorar un poco en mi desempeño laboral me dediqué un par de horas a agregar detalles a una serie de casos de prueba que he tenido pendiente durante mucho tiempo; hasta la hora de la reunión.

A las once entré a la reunión y -de acuerdo a lo que el supervisor había indiciado un par de días antes- encendí la cámara de mi computadora; pero fui el único en hacerlo; incluso el supervisor la mantuvo abierta únicamente por unos minutos.

Desde hace mucho tiempo tengo como background una escena de Minecraft -viene por defecto en el programa que usamos para reunirnos- y uno de los analistas en el Imperio del Norte me preguntó si vivía allí -de hecho nunca he jugado eso-.

Y el supervisor comentó que debía configurar su cuenta para usar un background como el que uso: durante el corto tiempo que encendió su cámara se vió un ambiente como el de una pequeña habitación de hotel.

La reunión estuvo propicia: yo he estado temiendo este tipo de reuniones durante los últimos meses; mi desempeño ha bajado mucho y me molesta que no pueda presentar resultados significativos.

De hecho, el miércoles me escribió mi antigua directora para pedirme información sobre un archivo en el que había trabajado cuatro años atrás; con lo que me puse a revisar la copia de respaldo que almacené en un disco duro externo.

Encontré mucha información de esa época; muchos planes de trabajo; muchos reportes del trabajo que realizaba; del equipo que dirigía; e incluso algo de código que utilizaba para realizar alguno de esos reportes; me puse nostálgico de ese tiempo -igual, sé que todo recuerdo es editado-.

En la reunión de la mañana habían indicado que se iba a liberar una nueva versión de la aplicación y que teníamos que realizar una comprobación rápida; pero no sucedió; y esa fue, más o menos, la misma información que nos proporcionó el supervisor en la reunión de las once.

La reunión tardó un poco más de media hora; y, en general, la encontré intrascendente; o sea, no hay agenda ni un verdadero seguimiento; de hecho ni siquiera interrogó a cada uno de los analistas -managing 101-; yo estuve participando pero porque me gusta ser una buena influencia.

Al mediodía Rb preparó el pescado usual de los viernes; yo preparé un par de ensaladas; y acompañé mi almuerzo con un poco de Pepsi que me sobró de mi almuerzo del sábado anterior -con mi hijo menor-.

Por la tarde le bajé el ritmo al trabajo -aunque avancé en este día más que en los anteriores-; después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; luego, a las cuatro, realicé la limpieza de los viernes.

Después de hacer la limpieza nos dirigimos al supermercado más cercano en direccion sur; como mi hija volvió a Atkins quería comprar Canchón; para acompañar las carnitas que planeo llevar el sábado.

En el camino pasamos a la ferretería: la noche anterior había pegado -mal- un par de los adaptadores de pvc y debía comprar otros dos, por si me faltaban en la reparación que había previsto realizar al final del día.

El día anterior había estado viendo videos en Youtube para explorar formas de extraer tubería con las uniones oxidadas; y, efectivamente, cuando intenté retirar el tubo metálico, este se rompió.

Utilizando una de las maniobras que había visto el día anterior -básicamente utilizando un alicate dentro del tubo, para que actuara como palanca- logré extraer la parte roscada del tubo quebrado.

Ya habíamos cortado el agua -después de almacenar un poco para las últimas actividades del día-; pero allí me dí cuenta -cuando desenrosqué la llave del agua- que necesitaba otro adaptador pues la rosca de la misma era más pequeña que la hembra de pvc.

Fuí a la ferreteria de la otra calle y compré un reductor de rosca -de metal-; luego, cuando quité el tubo quebrado me dí cuenta que tampoco funcionaría el macho de pvc: la rosca era muy pequeña.

Volví corriendo a la ferretería y apenas llegué a tiempo: ya habían bajado una de las dos cortinas frontales; el joven fue muy amable para buscar entre los distintos adaptadores y reductores hasta encontrar la solucion: un tubo con tornillo doble, un adaptador macho y otra unión para dos tubos.

Al final retorné a casa con los tres nuevos elementos y empecé a armar la solución: enrosqué un extremo del tubo metálico -utilizando teflón para sellarlo-, sobre él mismo enrosqué un adaptador hembra, también utilizando teflón.

En este adaptador -utilizando pegamento para pvc- coloqué el par de tubos en ángulo recto -el vertical largo y el horizontal corto-; en el otro extremo  había colocado el reductor -utilizando teflón- y en la rosca interna del mismo, también usando pvc, la llave del agua.

La reparación quedó finalizada y nomás dejé en reposo la armazón; planeamos abrir la llave de la calle hasta el día siguiente, para darle el tiempo al pegamento de pvc de realizar su trabajo de la mejor forma.

Por la noche estuve viendo una parte de una película asiática -no estoy seguro si es Koreana, China o Filipina- que había empezado a ver un par de días antes: es un largometraje con mucha mucha acción -y un poco de drama-.

Y a ver cómo sigue eso...

miércoles, 22 de octubre de 2025

Zapatos... Shoes... Chaussures...

Uno de mis recuerdos más lejanos es el siguiente: mi madre conminándome a ponerme los zapatos, pues mi padre retornaba del trabajo y no le gustaba ver que mi hermano mayor y yo anduviéramos descalzos.

Creo que era una forma de mostrar que estabamos siendo criados de la forma correcta; vivíamos practicamente en el monte, en una casa que habían construido con sus manos el papá y el esposo de mi madre.

Y, con mi hermano mayor, pasábamos la mayor parte del día en los caminos de tierra del lugar, en algún grupo de niños malvestidos y, generalmente, descalzos; la mayor parte de las familias dependían de las labores del puerto; mi padre trabajaba en la marina.

Luego, durante mi adolescencia, los zápatos eran una de las muestras de estatus social: calzar unos tenis de marcas como Nike, Reebok, Adidas o Puma indicaban que tus papás -o algún familiar muy cercano- vivía en el Imperio del Norte y podía proveerte de buenas posesiones.

Cuando retorné del Imperio del Norte -hace casi veinte años- traía dos o tres pares de tenis: unos Adidas verdes que me había regalado un amigo -los usé por dos o tres años, hasta que perdieron la suela en una celebración de mi grupo de voluntarios-.

Y unos Nike clásicos -blancos con motivos azules- que dejé de usar durante un tiempo porque se habían despegado; pero me tardaron otro buen número de años luego de mandarlos a reparar -estos los había comprado en una tienda de Goodwill-.

Y ahora me he quedado sin zapatos: los Reebok fabricados localmente que compré durante la pandemia están bastante deteriorados y los uso para sacar a caminar a los perros; y lo Reebok 'originales' -los compré en Amazon y me los trajo la mejor amiga de Rb hace año y medio- se están rompiendo en varias zonas.

En el penúltimo almuerzo trimestral también se despegó la suela de mis zapatos formales -ya tienen más de cinco años-; y unos Vans que había comprado hacía unos años en la tienda de ropa usada empezaron a romperse en la parte interna.

Los únicos que me quedaban en buen estado eran unos Nike Sb de gamuza; pero al elemento derecho de estos se le empezó a despegar la franja de caucho que une la suela con la parte superior; con eso me quedé sin zapatos.

Y lo noté el día sábado: recibí una invitación de mi primo favorito para una cena en la que celebrarían la graduación de su primogénito; en el pasado evitaba a ir a este tipo de eventos; pero, después de la pandemia, me he esforzado en romper el aislamiento.

La cuestión es que, literalmente, me he quedado sin zapatos.

Y a ver cómo sigue eso... 

El viernes pasado el trabajo continuó super tranquilo: desde el día anterior habíamos estado teniendo dificultades para conectarnos con el equipo que se encuentra en el Imperio del Norte; al parecer el último release no había estado muy bien. 

Yo había esperado actualizar el control de tareas actual pues no me había estado sintiendo muy bien de mi desempeño personal durante los últimos días -o semanas, o meses-; pero nomás marqué la mayor parte de tareas como bloqueadas.

Algo que me llamó la atención fue que no tuvimos la reunión semanal de equipo: al parecer el supervisor continuaba bastante ocupado con el trabajo en la nueva área; durante toda la semana tampoco tuvimos la reunión del mediodía.

Yo estuve en comunicación con los otros dos analistas del equipo local -el tercero, el que menos bien me cae- se había tomado unos días de vacaciones, por una 'emergencia'; pero no me esforcé mucho en continuar con las atribuciones asignadas. 

Al mediodía recibí una llamada de mi supervisor: estaba en reunión con una analista con la que trabajé brevemente unas semanas atrás; me pidió que le enseñara a utilizar la plataforma en la que registramos una gran parte de nuestro trabajo.

El lunes me había pedido más o menos lo mismo pero para la analista más antigua de su equipo; yo le había escrito a esta persona pero me había pedido que realizáramos el training al día siguiente ya que no tenía acceso al sitio.

Pero ya no tuve noticias de ella -al menos con respecto a este asunto-; la analista del viernes sí se mostró dispuesta a aprender; entonces programé una reunión para que pudieramos grabar las instrucciones.

Nos reunimos unos minutos más tarde y le mostré cómo ingresar a la plataforma, también a crear el espacio en el que se listan las tareas que debemos realizar rutinariamente; pero eso fue todo, la reunión fue bastante corta: ella tampoco tenía acceso.

El resto del día continuó normal: casi nada de actividades laborales; aproveché para avanzar en el libro en francés -Mon Mari-, en el libro en portugués -Harry Potter e a camara secreta- y en mejorar mi nivel de ajedrez en Duolingo: la semana anterior había alcanzado un elo de mil cuatrocientos; pero, luego de una mala racha, había bajado a menos de mil doscientos.

Al final de la tarde Rb entró a la clase de lengua y literatura que está recibiendo en su programa teológico; yo me quedé en mi habitación viendo algunos videos de Youtube -y resolviendo el wordle en inglés-; luego compartimos un poco de tiempo en su habitación.

El sábado me levanté a meditar a las seis y media; después sopesé las opciones de salir a prepararme el desayuno o escribir un poco; al final tiré una moneda al aire y terminé escribiendo acá por casi una hora.

Cuando escuché que Rb se levantó salí de la habitación; esperé a que terminara de preparar su desayuno y después me metí a la cocina a preparar mi panito de los sábados; y el café con el que lo acompaño.

Habíamos acordado acudir a los supermercados en dirección sur porlo que a las diez tomé una de las bolsas reusables y empezamos la caminata; en el local más alejado compré una bolsa grande de mayonesa y en el otro compramos un poco de bananos.

Luego pasamos a la tienda de las verduras: Rb quería comprar espinaca pues teme que su período prolongado pueda provocarle anemia; también compramos un poco de manzanas verdes; después retornamos a casa.

La visita a la tienda no me había parecido una muy buena idea:  Rb generalmente toma tiempo para conversar con las propietarias, y yo quería retornar a casa para empezar a prepararme para salir; en la mañana me había enterado que una de las entradas a la ciudad había colapsado.

Resulta que, durante la madrugada, un camión se había pasado llevando una pasarela-estación de transmetro en la ruta al Pacífico; la pasarela había cubierto totalmente ambos carriles por lo que había un embotellamiento bastante fuerte.

Previendo dificultades en el trayecto había sopesado la opción de irme en autobús o Uber; pero cuando regresamos del supermercado revisé Waze y no se veía mucho tránsito; incluso saqué a caminar a la perra más pesada de Rb -ella me acompañó con el otro perro-.

Después me bañé y salí a tomar el automóvil; y el tránsito estaba bastante fluido; tanto que llegué al departamento de mis hijos con casi media hora de antelación; subí al séptimo nivel y le escribí a mi hijo para que me abriera la puerta.

Lo cual espero que sea la última vez: mi hija mayor me había escrito unos días antes para comentarme que le había sacado duplicado a las dos llaves de la puerta de acceso al departamento; ese día le había transferido el valor de las copias (cinco dólares).

Mi hijo salió a brindarme acceso y luego continuó preparándose; al final salió como con quince minutos de retraso; la verdad me sentía molesto por la espera e incluso estuvo contemplando reclamarle; pero, al final, mejor me tranquilicé y le propuse que caminaramos al parque temático de costumbre.

La tarde estaba bastante gris pero llegamos al lugar sin ningún contratiempo; nos dirigimos al restaurante de pollo frito del lugar y compré un par de menús de piezas de pollo; luego caminamos hasta el área social en donde frecuentemente almorzamos.

Pero el lugar estaba acordonado; al parecer se iba a realizar un evento; y justo cuando llegábamos empezó una llovizna no tan ligera; caminamos hacia la otra área social techada; la verdad no tenía esperanzas de encontrar una mesa libre pues la lluvia arreció y mucha gente empezó a buscar un lugar para guarecerse.

Afortunadamente encontramos aún una mesa libre; en donde nos instalamos para tomar nuestro almuerzo; después del almuerzo estuve desarmando los cubos de Rubik que llevaba -como seis o siete- para que mi hijo los resolviera.

Después jugamos una partida de ajedrez: me había equivocado y lo metí en la mochila, en lugar del Scrabble; no puse mucho cuidado en el desarrollo de la partida y al final mi hijo capturó todas mis piezas; como la lluvia había amainado nos dirigimos a la rueda de Chicago; pero no estaba funcionando.

Entonces empezamos el retorno a casa; pero antes pasamos a un par de centros comerciales; en el primero mi hijo adquirió algunos artículos para preparar sus almuerzos; en el otro comercial retiré novecientos dólares de mi cuenta de ahorros.

Completamos el retorno a casa sin ningún percance; cuando entramos al departamento mi hija segunda estaba en la sala; y llamé a mi hija mayor para ofrecerle una bebida caliente; preparé un par de tazas de té de jazmín -mi hija mayor ha vuelto a su dieta- y un café.

En el primer comercial al que pasamos con mi hijo menor había comprado un par de cubiletes y los partí por la mitad para compartirlos; pero mi hija segunda indicó que acababa de almorzar -tampoco tomó nada- y mi hija mayor comentó que había vuelto a Atkins.

Departimos en el espacio de la sala durante más de media hora; después me despedí de los tres, aunque mi hija mayor insistió en acompañarme hasta el garage; tomamos el elevador y bajamos hasta el sótano; el retorno a casa se produjo sin ningún tropiezo.

El domingo le había pedido a Rb que me acompañara a la ferretería en la que usualmente nos proveemos: quería comprar una herramienta multiusos parecida a la que utilizo para regalársela al hijo de mi primo, por su graduación.

Mi primo me había escrito el día anterior, para invitarme a una cena que estaba organizando en el local de la iglesia a la que asiste con su familia; después de la meditación de la mañana del domingo había retornado a la cama; me levanté cuando escuché que Rb salió de su habitación.

Salimos de casa a las diez y Rb me sugirió que pasáramos a la tienda de ropa usada; yo le había comentado que me había quedado sin zapatos -o sea, debo reparar los Nike SB-  y, generalmente, en este lugar he encontrado buenas opciones.

Caminamos hasta la tienda -son dos kilómetros y medio de distancia- y encontré unos New Balance negros que me llamaron la atención; pero también ví otros más sencillos con una marca algo rara: I love comfort; al final me decidí por estos últimos -por ocho dólares, los otros costaban más del doble-.

Me dí cuenta que eran de mujer hasta que regresé a casa y ví la factura de la tienda; aunque no es la primera vez que me sucede: hace unos años estuve usando por mucho tiempo otro par de tenis que también descubrí -bastante tarde- que eran de una marca femenina.

Incluso fue el par de tenis que me llevé en el viaje a la Suiza centroamericana; cuando me llevé a mi hija mayor y mi hijo menor a la gradución de su hemana mediana; los zapatos eran cómodos y fueron bastante durables.

Después de la tienda de ropa pasamos a la ferretería; allí compré una herramienta multiusos similar a la que le regalamos al anciano que se ha estado haciendo cargo de las plantas del exterior de la casa de Rb.

La herramienta me costó doce dólares; aunque pagué la mitad de la misma con los puntos acumulados en la tarjeta de cliente frecuente del lugar; luego retornamos  a casa; al mediodía preparamos la alitas dominicales, y las acompañamos de una sopa de espinaca.

Seguidamente sacamos a caminar a los perros de Rb; el día había estado bastante gris pero la lluvia estaba pronosticada para la mitad de la tarde, por lo que pudimos concluir la caminata sin ninguna dificultad.

A media tarde preparé un té de jazmín para Rb y una taza de café para mí; el resto del día lo pasé viendo videos de Youtube, y terminando el libro de la línea de Ficción en Inglés: How to End a Love Story; el final era previsible, pero me gustó la forma en la que la autora lo desarrolló.

A las cinco ayudé a Rb con la preparación de los almuerzos de la semana: corté una porción de champiñones y machaqué algunos ajos; luego, a las cinco y media, me metí a la ducha y me preparé para acudir a la cena.

La lluvia había empezado un poco antes por lo que me llevé la chumpa de mi hija mediana que he estado usando en los últimos tiempos; el tránsito -a pesar de la lluvia, estaba bastante ligero; llegué al lugar de la reunión un poco después de las seis.

Lo malo es que en la calle en cuestión estaban preparando una alfombra de procesión; por lo que me tocó que dar un par de vueltas a la cuadra y, finalmente, dejar el auto estacionado en la avenida principal.

Revisé que las puertas estuvieran bien cerradas y me adentré en la calle; la iglesia en la que habían planeado la cena se encuentra casi a la mitad de la arteria y me tocó que tocar el portón pues todo estaba cerrado.

La esposa de mi primo salió a abrir y me encontré con dos mesas en el áre en la que usualmente se sientan los feligreses; una de las mesas estaba bastante llena y la otra completamente vacía; mi primo estaba en la parte frontal y fui a saludarlo.

Su hijo estaba sentado a la mesa, departiendo con los familiares del lado de su madre; fui a interrumpirlo y le entregué el regalo que le llevaba; después me acomodé en la mesa vacía; un poco después llegaron mis tíos y mi segunda prima favorita.

Yo había esperado encontrar a mi prima favorita -la mayor de los tres-; pero me comentó la presente que habían estado celebrando el cumpleaños del hijo mayor y que no iban a poder acudir.

La cena consistió de un asado típico: carne asada, guacamol y alguna otra guarnición; luego mi primo presentó un archivo de PowerPoint con muchas fotografías de su familia, centrándose en el desarrollo de su hijo, desde su etapa infantil hasta el presente.

En total estuve casi dos horas en el lugar; la mayor parte la pasé con mi prima y su segundo hijo; después de la presentación mi primo tomó la palabra para agradecer la presencia general; y luego casi todos los presentes pasaron a externar su bienestar.

Un poco antes de las ocho -mientras la mayoría hacía fila para tomarse una fotografía con el graduando- me despedí de mi prima y mis tíos y salí a buscar el auto; afortunadamente el mismo estaba sin novedad; llamé a Rb para comentarle que empezaba el retorno y procedí con el mismo.

 El lunes fue asueto: se celebra una revolución de hace casi cien años en el que se trató de cambiar el sistema político del país -como de una gran parte del mundo también-; pero, por supuesto, al menos acá, no iba a funcionar: estamos demasiado cerca del Imperio.

Me levanté a las cinco y cuarto, medité veintiún minutos y luego desperté a Rb; realizamos la rutina de ejercicio de los lunes; después me duché, y luego retorné a la cama; en donde estuve casi hasta media mañana.

Me levanté a desayunar a esa hora y, después, me pasé la mayor parte del día entre videos de Youtube y  lectura; también estuve cotizando la construcción de la pared en la sala del departamento de mis chicos.

 Al final de la tarde realicé la limpieza de pisos que hago dos veces a la semana; también cortamos algunos güisquiles y un poco de flores de loroco; los cuales Rb procedió a regalar a los vecinos; al principio de la noche ví el último capítulo de Task; el cual estuvo muy muy bueno.

Y a ver cómo sigue eso...

sábado, 18 de octubre de 2025

Un mejor futuro... A better future... Un meilleur avenir...

En el budismo -o al menos, en el budismo zen- -o al menos, así lo entendí- se enfatiza el no aferrarse; ni al pasado, ni al presente, ni al futuro; o sea, impermanencia total; yo lo he tomado -lo leí, creo, en alguna parte- como no esperar, no tener esperanza.

Lo que de buenas a primeras suena bastante dark: o sea, la mayor parte de las personas tienen la esperanza de un mejor mañana; y es lo que mueve a la mayoría a continuar con sus esfuerzos.

Pero, creo que, tiene sentido; al menos para mí: no importa el esfuerzo, o los resultados, o los fracasos; al final todos llegaremos al mismo lugar; o a la misma situación; o sea, nadie sale ganador de esta partida.

Yo, al menos, no lo encuentro deprimente; quién sabe si porque lo he intelectualizado; o simplemente porque ya tengo cincuenta y dos años y no espero grandes cosas de la vida; me basta con disfrutar -a veces no literalmente- el día, tratar de ser amable con las personas, y pasar un poco de tiempo con mis hijos.

Me puse a pensar -otra vez- en esto en la mañana del sábado anterior: vino de visita mi amigo asiático autista -trato de invitarlo a desayunar cada tres meses, pero la última vez lo había citado en la cafetería que más visito-.

En esta ocasión -igual que como seis meses atrás- le pedí que viniera a la casa de Rb: preparo un omelete con embutidos, champiñones y chile pimiento; frijoles refritos, platanos fritos, y café; han sido, en general, buenas reuniones.

La última vez había decidio no invitarlo acá pues no me había sentido cómodo cuanod Rb intentaba conversar 'normalmente' con él: yo nomás lo dejo que hable y hable y hable; agregando nomás, de vez en cuando, algún comentario.

Pero el sábado mi amigo estuvo actuando un poco diferente: hacía grandes pausas al hablar; e incluso tenía ciertas dificultades al responder a preguntas directas; yo lo noté un poco, pero no le dí mucha importancia; Rb lo notó y me conminó a que le preguntara si le había sucedido algo.

Trate de hacerle una pregunta bastante ligera; pero no me dió ninguna respuesta específica; más tarde le comenté a Rb que quizá estaba intentando auto regularse; o sea, a mí me ha sucedido varias veces; después de algún evento desafortunado, como un reclamo directo, o un deliz social importante, me retraigo.

Pero hubo algo más que me dejó pensativo: en cierto momento de la conversación mi amigo volvió a referirse a su situación indicando que esperaba que mejorara: encontrar un trabajo en donde reciba un poco más de dinero; y en el que sienta que su contribución es más importante.

Y es que, personalmente, yo no espero eso: me gusta mi trabajo -no es perfecto- y no espero encontrar otro 'mejor'; afortunadamente mis egresos son de alrededor de la mitad de mis ingresos; y tampoco tengo grandes aspiraciones sobre la 'contribución' que mi trabajo pueda representar.

Es más, en muchas ocasiones lo encuentro irrelevante: mucho del trabajo que realizo puede ser obviado; y no es que no me esfuerce; de hecho trato de realizar las tareas asignadas con el cuidado necesario; pero, muchas veces, el resultado queda totalmente fuera de mi control.

Entonces, le comentaba a Rb que me llamaba la atención las esperanzas de mi amigo; tenemos casi la misma edad, pero yo no ando en búsqueda de algo más; o sea, uno de mis temores vitales es que me despidan de mi trabajo actual -aunque en otras ocasiones deseo que lo hagan-, encuentro curiosa la diferencia.

Y a ver cómo sigue eso... 

El domingo anterior había previsto visitar al voluntario que vive en la colonia en la que crecieron mis chicos: repito lo mismo cada mes desde hace un par de años; había comprado, para el efecto, una bolsa de pan tostado.
 
Unos días antes Rb me había pedido que cortáramos el monte del patio delantero: había crecido bastante y les provoca dificultades a los perros cuando salen a aliviarse de sus necesidades fisiológicas; así que a media mañana nos pusimos a la tarea, completándolo en un poco más de un ahora.
 
A las tres menos cuarto me dirigí a la casa del voluntario; llevaba la bolsa de pan tostado que había comprado la tarde anterior, y el tablero de ajedrez: a pesar de no haber querido continuar con el cubo de Rubik, aún podemos jugar una partida cada mes.
 
El tránsito estaba bastante bien y llegué a la casa de mi amigo un poco antes de las tres de la tarde; y nos pasamos el siguiente par de horas entre café -había llevado un par de los paquetes individuales que me son tan convenientes- y ajedrez.
 
Al igual que las veces anteriores me esforcé en no ganar; pero estuve casi a punto de perder: me quedé sin la dama y mi amigo logró hacer una segunda; al final, y casi por casualidad, mi rey quedó en una posición sin opción a movimiento; o sea, ahogado; aunque mi amigo lo publicó como una victoria.
 
Un poco antes de las cinco me despedí de mi amigo y me dirigí a la cafetería en la que frecuentemente invito a mis conocidos a desayunar; allí me reuní con mi amiga psicóloga a la que ví hae casi tres meses -cuando hubo una serie de temblores en la ciudad-.
 
Mi amiga llegó un poco después de las cinco; el plan era que nos tomáramos un café y un pastel; pero mi amiga no había tenido tiempo de almorzar; con lo que ordenó una hamburguesa, yo pedí un café y un pastel, y me hice cargo de la cuenta.
 
Estuvimos por un poco más de una hora en el lugar; y, noté -no por primera vez, que en este caso yo ocupo el lugar del amigo autista: hablo y hablo y hablo; un poco antes de las siete nos despedimos y retorné a la casa de Rb.
 
El lunes esetuvo bastante tranquilo en el trabajo: al parecer el proyecto en el que trabajo está ampliando su área de aplicación, y el supervisor está tratando de involucrarse más en esa parte, dejando al equipo local sin mucho control.
 
Con Rb completamos la rutina de ejercicios a primera hora de la mañana; por la tarde, luego de la jornada laboral, bajamos a los supermercados en direcció sur a comprar un poco de canela y algunos bananos.
 
El martes continuó la saga actual de Rb y sus dificultades ginecológicas: luego de algunas semanas con medicación recetada por un endocrinólogo -para tratar la tiroides- empezó a tomar anticonceptivos, para controlar una pequeña masa en el útero.
 
Pero, al parecer, esto último no le cayó nada bien: su período se alargó por más de una semana y empezó a sentir algunas otras molestias; leyó en internet que si había dolores debía ir con el médico; y empezó a sentir dolores.
 
Entonces, ese día fue a la ginecóloga que le recetó los anticonceptivos; y, como la clínica ya no se encuentra en el municipio, la salí a dejar al transmetro; de allí viajó unos cuantos kilómetros hasta la estación cerca de la casa de su mejor amiga.
 
En ese lugar pasaron por ella los papás de su mejor amiga: la doctora está atendiendo en un hospital privado de una zona algo alejada; y Rb no quería manejar; la doctora le hizo un nuevo ultrasonido y determinó que, además de la masa encontrada antes, ahora se presentaban unos miomas.
 
Por lo que le indicó que no continuara con los anticonceptivos; los papás de la mejor amiga de Rb la habían esperado en la clínica y luego la trajeron a la colonia; después del horario laboral nos dirigimos a los supermecados en dirección sur.
 
El miércoles me tocaba salir de casa: la semana anterior la supervisora había pospuesto el almuerzo trimestral pues su hija -tiene un poco más de un año- estaba presentando problemas de salud -alguno de esos virus que captan en el colegio-.
 
Rb ordenó el medicamento que la ginecóloga le había indicado el día anterior: la indicación era que lo tomara si el flujo continuaba; pero había algo sobre esperar dos o tres días para ver la evolución.
 
Pero no, Rb llamó a la farmacia -fueron más de sesenta dólares-; yo había decidido pasar a saludar a mi amigo que vive en el otro lado de la ciudad; trabaja en un lugar más o menos cercano al lugar en el que estaba programado el almuerzo.
 
El almuerzo estaba previsto para las doce y media; salí a las diez de la mañana, previendo que me tomaría un par de horas llegar al edificio en el cual trabaja mi amigo; quien se suponía saldría a mediodía.
 
El plan era que nos reuniéramos a las doce, tomar un café -o similar- y luego me llevaría -en moto- al restaurante en donde debía estar media hora más tarde; al final llegué al lugar a las doce menos cuarto.
 
Le escribí a mi amigo y me quedé esperando en la parte frontal del edificio en el que trabaja; y esperé hasta las doce y cuarto sin ninguna respuesta; a esa hora le envié un mensaje comentándole que me retiraba y entré a la estación del transmetro que se encuentra frente al lugar.
 
Llegué al restaurante -mediterráneo- con cinco minutos de retraso; mi supervisora ya se encontraba con el discurso inicial; pero no fui el último: tres o cuatro personas llegaron durante la siguiente hora; y el último llegó casi a las tres.
 
La comida del lugar estuvo buena: gyro y papas fritas; las segundas las identifiqué, el primero lo nombró Rb cuando le envié una fotografía del almuerzo; pero la reunión fue bastante extensa: tres equipos diferentes presentaron los detalles de sus labores.
 
El fin de la reunión estaba previsto para las tres y media; el día anterior le había escrito a mi primo -el segundo hijo del hermano menor de mi papá- para que nos reuniéramos cuando saliera de su trabajo: sale a las cuatro y eran como cuatro o cinco estaciones de transmetro de distancia.
 
Pero la reunión se alargó; por lo que le envié un mensaje, comentándole lo sucedido y pidiéndole que nos reuniéramos en un punto intermedio; entonces pude despedirme tranquilamente de todas las personas que llegaron.
 
Después caminé hasta un Mc Donald's y me entretuve la siguiente hora jugando ajedrez en Duolingo; también estuve en constante comunicación con mi primo, para saber el progreso de su viaje; un poco después de las cinco nos encontramos en la estación del transmetro más cercana.
 
De allí caminamos a la estación anterior y tomamos una unidad hasta el comercial en donde se estacionan los busitos que llegan al municipio; a un lado -casi- de este comercial hay otro en donde se encuentra Dunkin Donuts, hacia allí nos dirigimos.
 
Invité a mi primo a café y donas -él ordenó dos- y nos quedamos en el lugar por un poco más de una hora; Rb me había escrito un poco antes para perdirme que retornara antes de las ocho, pues no quería empezar su nueva medicación en soledad.
 
Con mi primo la conversación es un poco rara: ha estado leyendo masivamente desde hace unos años -cerró la carrera de auditoría pero no ha hecho esfuerzos por graduarse- por lo que sus temas de conversación son bastante intelectuales.
 
Un poco antes de las siete le indiqué que debía retornar a mi casa y me acompañó hasta el busito; luego nos despedimos; vine como a las siete y media pero Rb me indicó que había decidido no tomar la medicación: entre sus ingredientes estaba el almidón de maíz.
 
El jueves siguió tranquilo el trabajo; de hecho continuamos sin las reuniones del mediodía; tampoco pude avanzar mucho -pero sí terminé una prueba que tenía pendiente desde hacía varias semanas-.

Rb salió al supermercado y volvió antes del mediodía; en el ínterin hice un poco de Duolingo, preparé una taza de arroz y salí a comprar un par de zanahorias, para las ensaladas del almuerzo; me trajo unos cubiletes.

Después del almuerzo Rb tuvo una crisis: mientras le estaba dando de comer a su perra más anciana me indicó que se sentía mal; sentía las manos dormidas y una debilidad extrema; yo estaba lavando los trastes del almuerzo.

Con las manos jabonosas me acerqué y le hice un par de preguntas para evaluar su nivel de malestar; ella se acostó en el piso -había estado sentada- y me indicó que temía desmayarse; traté de tranquilizarla.

Luego se desesperó porque la perra no comía -lleva alimentándola de esa forma durante varios años- y la situación se puso bastante dramática -o tensa?-; yo traté de continuar con mi rutina; me preparé un café y le preparé un té.

Un poco después Rb se tranquilizó; y me indicó que no le había gustado que me mantuviera tan pasivo mientras ella sentía que debía ir a un hospital, o llamar a los bomberos, o algo parecido.

Yo nomás le indiqué que estaba dispuesto a realizar alguna de esas acciones cuando la situación lo ameritara; al final nos reímos -un poco- del suceso, y continuamos la jornada normal: incluso salimos a caminar al final de la tarde.

Y a ver cómo sigue eso...

sábado, 11 de octubre de 2025

Literatura y Esperanza... Literature and Hope... Littérature et Espoir...

Una de las razones por las que llegué al templo Zen al que acudí durante seis meses -durante el último de mis tres viajes al Imperio del Norte- fue la lectura de Eat, Pray, Love; o sea, el libro es como un chick flick, pero, al terminar de leerlo dije: debo, por fin, empezar a meditar.

O sea, había leído sobre el budismo mucho antes -y me había parecido algo muy deprimente-, pero me llamaba la atención la meditación; entonces me puse a buscar lugares para la práctica -internet no era tan tan popular aún-.

Acudí a un centro de yoga, a un templo -que me pareció- hindú y, finalmente, al templo Zen en donde tuve mi primer acercamiento -formal- al budismo; y estuve meditando continuamente durante casi seis meses.

Leí varios libros sobre Zen, algunos sobre meditación y algunos sobre budismo; también leí un poco sobre la autora de Eat, Pray, Love -un poco después Julia Roberts la personificó en la adaptación cinematográfica- y, luego, ya en el país; ví algún que otro libro de esta señora, en la biblioteca en la que pasábamos mucho tiempo con mis hijos.

Allí ví el libro La Firma de todas las cosas; pero antes me había enterado que había escrito Commited; en donde contaba cómo había decidido casarse con el tipo con el que termina en el libro anterior; pero la implicación era que lo había hecho nomás para que no lo sacaran del Imperio.

Luego, hace unos meses, leí un artículo en el que explicaba por qué había dejado de preocuparse de su cabello: había decidido utilizar el cabello casi al rape; y me enteré de esto porque una escritora de nuestro pequeño vecino del sur la estaba tomando como modelo a seguir.

Y esta semana me enteré de su último libro: Hasta la orilla del río; en donde habla sobre su adicción a las relaciones, el tiempo que estuvo de pareja con su mejor amiga -moribunda- y luego, con el compañero de cuarto de esta.

Creo que todo se resume en una imagen -del canal de Youtube de literatura en donde me enteré de la última parte-; en la imagen hay tres cuadros mostrandola a ella -con una persona diferente en cada una- y con estas frases: Novelista se casa con el hombre de sus sueños. Se enamora de su mejor amiga. Inicia una relación con el amigo de su amante fallecida.

Un rollo... 

El martes me levanté a las seis y media; desde el día anterior había decidido que ya no completaría los wordle diarios: la verdad es que -más que todo, por la situación laboral- mi ánimo había estado bastante bajo durante el último tiempo.

Medité, jalé la computadora a la cama y entré a la reunión diaria; la cual estuvo un poco diferente: en lugar de revisar la lista de hallazgos el PM retornó al reporte individual de cada desarrollador; fue una reunión bastante corta.

Un poco más tarde -pero no mucho- el supervisor en el Imperio del Norte nos llamó desde el grupo de la reunión del mediodía; pero los dos compañeros que menos bien me caen no pudieron ser localizados; nomás entramos el otro analista y yo.

La reunión estuvo terrible: básicamente la persona esta cuestionándonos sobre las razones por las que las tareas no habían sido completadas en el tiempo estipulado -el día anterior-; luego nomás nos advirtió que luego tendríamos reuniones uno a uno.

Pero el día se fue a peor: a mitad de la mañana perdimos el acceso a los servidores en el Imperio del Norte; consultamos con nuestro supervisor y nomás nos comentó que estaban teniendo problemas con el internet en las oficinas centrales.

Estuvimos el resto del día a la expectativa; yo también temiendo la reunión; pero no hubo retorno en el acceso; ni tuvimos la reunión del mediodía; o sea, el resto del día lo pasamos nomás a la espera.

Desde la semana anterior estaba previendo una semana difícil: la supervisora había convocado a la reunión/almuerzo trimestral en un restaurante cerca de su vivienda; y, debido a las lluvias de los últimos días, el tránsito ha estado más pesado que de costumbre.

Eso estaba previsto para el miércoles; la reunión estaba programada para el mediodía; además, había programado el primer día de vacaciones para el jueves -el día siguiente-; por último, estaba considerando reunirme con mi amigo el poeta: quería entregarle los dólares que no me recibieron en el banco.

Y es que mi amigo ha estado viajando en los últimos años a nuestro pequeño vecino: la medicina es más barata allí y, al parecer, debe de proveerse de varios medicamentos cuyo costo es menor allí; además, la economía allí está dolarizada.

La semana anterior le había escrito a mi amigo para invitarlo a una cena, y ofrecerle los billetes que no me habían aceptado en el banco; pero el día anterior le escribí para comentarle que las cuestiones laborales estaban intensas y que mejor dejábamos la reunión para el siguiente mes.

La noche anterior, también, tuve una extensa y animada conversación con el segundo hijo del hermano menor de mi padre -biológico-: cerró auditoría hace unos años pero se ha dedicado nomás a trabajar en call centers; fue una extensa conversación muy animada sobre literatura.

Pero bueno, estaba previendo una semana difícil; pero, a media mañana la supervisora escribió al grupo local comentando que debía hacerse cargo de una emergencia con su hija -tiene apenas un año- y que estaba moviendo la reunión para la siguiente.

A las tres y media empecé a realizar la limpieza que hago dos veces por semana: barrido de las dos habitaciones, el baño, la cocina y la sala/comedor; luego trapeado de las mismas áreas; no me lleva más de treinta minutos.

Despues, un poco después de las cuatro, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el más lejano compré un paquete de queso para sandwiches y una bolsita de crema -el sábado había programado un desayuno con mi amigo autista-.

En el otro supermercado compramos bananos y lechuga; además compré pepperoni, salami y jamón de pavo; para mis desayunos del fin de semana; aunque el día estuvo gris -y había llevado una chumpa- retornamos a casa sin ninguna dificultad.

Por la noche me metí a mi habitación a hacer Duolingo, ver algunos videos de filosofía en el canal de Roxana Kreimer  y leer un poco del libro de eutanasia que he estado leyendo fuera de mis líneas normales de lectura.

El miércoles fue un día super lento; me levanté a las cinco y cuarto, medité y entré a despertar a Rb; hicimos los cincuenta minutos de ejercicios sin ningún contratiempo y, luego de una ducha, entré a la reunión diaria.

Nadie más del equipo entró a esta reunión; y el primer comentario del desarrollador lider fue para confirmar si el equipo local aún no tenía acceso a las estaciones de trabajo en el Imperio del Norte (desde el día anterior, un poco después del mediodía, nos habíamos quedado sin acceso).

Le comenté que aún seguíamos sin acceso -de hecho, no había visto, por lo que entré a la VPN e intenté conectarme- y su único comentario fue 'Aaaw man'; y no obtuvimos acceso durante el resto del día; un poco antes del mediodía nuestro supervisor nos comentó que había problemas con un equipo y por eso no podíamos ingresar.

Total que todo el día fue nomás de espera; aproveché para agregar pasos a algunos procedimientos que había dejado nomás nombrados durante los últimos meses; y para avanzar en la lectura de Same as Ever.

Como el señor de las verduras no se apareción -ni le contestó a los mensajes en whatsapp a Rb- propuse que fueramos a la tienda, un poco después del horario laboral; Rb quería comprar sus frutas semanales; pero nomás compramos una papaya y un poco de culantro -no había de las frutas que Rb adquiere usualmente en el lugar.

Por la noche llegué -por fin- a un ELO de 1200 en el ajedrez de Duolingo; también ví el último capítulo de Gen V; y, para acompañar a Rb mientras veía sus series, armé los cubos de Rubik de 4x4 y 5x5; intenté continuar con la limpieza de las (últimas) preguntas de AWS pero aún voy  atrasado en la tarea.

El jueves me levanté a meditar a las seis y media; era el primer día de vacaciones (obligatorio) del mes; después de meditar retorné a la cama y continué dormitando, hasta las ocho y media.

A esa hora me levanté a desayunar, pues había acordado acompañar a Rb a su visita al mercado en la ciudad; también habíamos previsto acercarnos hasta el edificio de la empresa en la que trabajo: debía recoger un formulario para inscribirla en el seguro social como beneficiaria.

Después de desayunar preparamos una bolsa para las compras y salimos a esperar el busito; justo estábamos entrando a la calle de salida de la colonia cuando vimos pasar una unidad del transporte.

Un poco más tarde pasó otro, pero este nomás iba hasta la mitad del camino, por lo que continuamos esperando; pero unos minutos después escuchamos que llamaban a Rb -apenas lo escuchamos-: era la presidenta del comité de vecinos, quien nos ofreció aventón.

Abordamos el asiento trasero del pequeño automóvil e iniciamos el trayecto; el tránsito se estaba poniendo un poco pesado; y la señora no paraba de contar las peripecias que le ha tocado sortear con el comité; también nos contó que iba a visitar a un sobrino, padece esquizofrenia y está internado en uno de los hospitales públicos más grandes de la ciudad; también está recibiendo hemodiálisis.

La señora nos acercó a unas pocas calles del lugar en donde debíamos tomar el transmetro y continuó su camino; mientras caminábamos hasta la estación me percaté que, debido a que no llevaba celular, no tenía el nombre de la persona a quién debía acudir en el edificio a donde nos dirigíamos.

Paramos un momento pero decidimos continuar; la estación del transmetro no estaba muy llena; nos apeámos en la estación de la municipalidad y caminamos hasta la estación del mercado en donde Rb usualmente compra frutas y verduras; allí abordamos la siguiente unidad.

Un poco más tarde llegamos al edificio; entré a la edificación número uno, pues recordaba que me habían indicado que allí era donde se solicitaba el formulario necesario; me enviaron al sexto nivel, pero allí me indicaron que era en el otro edificio.

En el primer nivel de este lugar está un escritorio con una recepcionista; y allí era en donde debía solicitar el documento; esperaba que me entragaran dos copias pero, al final, nomás recibí una; ahora debo realizar el trámite con el seguro social.

Después de recibir el documento salí a encontrar a Rb -por normas del lugar no puede acceder nadie sin badge- y, en la estación que se encuentra justo delante del edificio- tomamos la unidad del transmetro.

Esa nos llevó hasta el lugar en donde debíamos abordar la segunda y, después de un rato, estábamos entrando al comercial desde donde tomamos los busitos para la casa de Rb; primero subimos al tercer nivel pues ámbos precisábamos utilizar los servicios.

Luego, en el segundo nivel, compré un folder, para proteger la hoja que había recibido un poco más temprano; finalmente entramos al supermercado del lugar; en donde compramos un poco de pollo, algunos aguacates, y azúcar para el consumo de Rb.

Después del supermercado pasamos a la farmacia del mismo nivel; luego salimos a abordar el busito para retornar a casa; el tránsito estaba bastante fluido y, un poco después de la una, estábamos entrando a la calle en que vivimos.

 Como ya era bastante tarde nos dispusimos a preparar el almuerzo: yo me encargué de las dos ensaladas y Rb recalentó la cuarta de las porciones de arroz con pollo e hígados; luego sacamos a caminar a los perros.

Afortunadamente el día estaba aún soleado (los tres días anteriores la lluvia había comenzado un poco después del mediodía) por lo que pudimos completar ambas vueltas sin ningún contratiempo; luego de entrar me retiré a mi habitación a leer un poco del libro de francés (Mon Mari).

Pero, realmente, empecé a dormitar; por lo que puse el temporizador para que sonara veinte minutos más tarde; cuando el tiempo se completó salí a lavar los trastes del almuerzo, pelar y picar una papaya, y preparar un café y un té.

El viernes la jornada empezó a las cinco y cuarto: medité y luego, después de encender mis dos computadoras, entré a despertar a Rb; completamos la rutina de ejercicios sin ningún contratiempo; después de tomar una ducha entré a la reunión diaria.

El resto del día estuvo bastante tranquilo: habían pronosticado un día bastante húmedo, como casi toda la semana; a media mañana tuvimos la reunión semanal con el supervisor, pero no hubo muchas novedades: me pidió que completara el ciclo de pruebas que había finalizado un par de días antes.

A media mañana le propuse a Rb que cambiáramos el grifo del lavatrastos; el empaque se había deteriorado desde hacía varias semanas por lo que no tenía tope al cerrar; nomás había que tener cuidado de no continuar girando.

Habíamos comprado un grifo unas semanas antes pero yo había estado evitando el cambio: la tubería de metal tiene una parte bastante corroída y temía que no resistiera el torque que sufriría al desatornillar la llave defectuosa.

Y en efecto, estuvo bastante complicado retirar la llave anterior: estuve forcejeando con la rosca pues, luego de cuatro años, había acumulado bastante herrumbre; entonces se me ocurrió calentarla con una veladora.

Luego de dejar bajo el acople la llama de la vela durante diez minutos volví a intentarlo; y, como no cedía, utilicé un martillo para golpear la llave de plomeria con la que estaba intentando hacerla girar; la llave se aflojó, por fin, e instalamos la nueva. 

Al mediodía almorzamos pescado, acompañado de la última porción de arroz con zanahoria y pollo; luego sacamos a caminar a los perros; la tarde continuó baja en materia laboral; cuando se terminó la jornada hice la limpieza de pisos.

Por la noche terminé de ver la segunda temporada de The Peacemaker; se supone que no habrá tercera, pero quién sabe; también leí -antes de dormirme- la segunda parte del capítulo de Harry Potter e a camara secreta que llevaba a medias.

El sábado me levanté a las cinco y media; una semana antes habíamos acordado con mi amigo asiático autista que vendría a desayunar a las siete de la mañana; medité, me bañé y me metí a la cocina a preparar el par de desayunos.

Terminé la preparación cinco minutos antes de las siete; como no había comprado pan el día anterior tomé la llave de la casa y me dispuse a salir; en el patio de al lado la vecina estaba empezando a barrer las hojas que la lluvia había acumulado el día anterior.

Y justo en ese momento mi amigo estaba llegando; le propuse que me acompañara y nos dirigimos a la tienda de la esquina a comprar un poco de pan; pero allí no había, por lo que tuvimos que salir a la panadería del boulevard.

Luego retornamos y procedimos a dar buena cuenta d elos dos desayunos; Rb se levantó -con sus perros- un poco más tarde, pero retornó a su cama a ver alguna serie en su computadora.

Cuando terminamos con el desayuno le propuse a mi amigo que jugaramos dominó, con un set de Rb que no llega hasta seis:seis, sino hasta doce:doce; jugamos varias partidas antes de que Rb saliera a desayunar.

Luego, después de terminar su desayuno, Rb se nos unió y jugamos tres o cuatro partidas extras; ya casi a las once le indiqué a mi amigo que teníamos que salir al supermercado, por lo que le ofrecí que nos acompañara en la caminata, a tomar el microbus.

Algo que noté -y bueno Rb lo notó más que yo- fue que mi amigo no estaba actuando igual que las veces anteriores: en esta ocasión no mantenía un dialogo sin parar; es más, hubo veces en que se quedó en silencio, incluso cuando le preguntamos algo.

Salimos con Rb y ami amigo al boulevard; en el camino al supermercado encontramos el busito que lo saca del municipio y nos despedimos antes de que lo abordara; luego continuamos con Rb hasta el supermerado más lejano.

Allí compré un poco de pan tostado, para la visita del día siguiente al voluntario que vive en la misma colonia donde mis hijos crecieron; en el otro supermercado compramos un poco de pollo para el almuerzo, y bananos.

Al retornar de los supermercados pasamos a la tienda de las verduras; a comprar algunas legumbres para el caldo del día; almorzamos unos restos de pollo que habíamos tenido en el congelador por mucho tiempo, asados; con un caldo.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; un poco más tarde me enfrenté al lavatrastos: además de los platos del desayuno se habían acumulado los de la preparación del almuerzo -y los de esta comida- por lo que había un buen número.

Después de terminar con los trastos me preparé un café y le preparé un té a Rb; después realicé la mezcla para las gelatinas de los desayunos de la semana; el resto de la tarde me la pasé viendo videos de Youtube.

Y a ver cómo sigue eso...

martes, 7 de octubre de 2025

Salida final... Final exit... Sortie definitive...

Por alguna razón -el tema de la muerte ha sido más frecuente en mi vida en los últimos tiempos- bajé -y comencé a leer- el libro  Final Exit: The Practicalities of Self-Deliverance and Assisted Suicide for the Dying, de Derek Humphry; estuvo en la lista de los más leídos en el Imperio del Norte hace unos años.

Y, como ahora se puede conocer más al autor, me puse a buscar un poco de información sobre el mismo: un periodista británico -después se nacionalizó estadounidense, me parece- que asistió a su primera esposa cuando estaba en la última etapa de un cáncer de huesos.

El señor se casó tres veces; con la segunda fundaron la sociedad Cicuta (o Hemlock en el idioma más usado en los negocios) y ella misma fue una activista del derecho a la eutanasia; supuestamente ella había ayudado a que sus padres se eutanasiaran (existirá como verbo?).

Lo irónico -o quizá no- fue que, luego de muchos años más tarde ella también contrajo cáncer; se divorció de Derek y se adhirió al movimiento anti eutanasia; al final -parece que- se suicidó; dejando una nota en la que acusaba a este señor de haberla presionado para que terminara su existencia después del diagnóstico de cáncer.

Lo que también me parece -¿irónico? ¿hipócrita?- es que al final de su vida el autor no se decantó por la self-deliverance; sino que terminó sus días en un hospice en el estado en el que logró -a través de sus grupos- que se aprobara una ley para el suicidio asistido.

El libro me parece interesante; ceo que lo leeré completo -voy por el segundo o tercer capítulo-; aunque aún no he decidido en qué orden: bajé el archivo pdf y durante los últimos días me ha costado continuar con mis líneas de lectura habituales.

Y a ver cómo sigue eso... 

El viernes me levanté a las cinco y cuarto: era el último día de la semana laboral, durante el cual realizamos la tercera rutina de ejercicios; y hemos estado realizándola desde la semana anterior antes de que inicie la reunión diaria de mi equipo de trabajo.

Durante los días anteriores había estado tratando de trabajar en las asignaciones de nuestro supervisor en el Imperio del Norte; pero es frustrante porque no están bien definidas; y tampoco lo que tenemos que realizar está bien definido.

La reunión de las siete estuvo tranquila; nomás se revisaron un par de anomalías que habían sido reportadas el día anterior; me pareció raro que no se llevara a cabo la reunión semanal del equipo -la que se realiza a las diez y media-; pero me imaginé que la reunión del mediodía estaría más cargada.

Pero la reunión del mediodía tampoco estuvo pesada: el supervisor nomás realizó una revisión ligera de las últimas tareas; pero nada serio; por lo que pudimos almorzar en paz: era el último día de hash browns -de pollo y papas- y ensalada; también hemos estado tomando fresco de Rosa de Jamaica durante toda la semana.

Lo que no me esperaba -o sea, lo había mencionado por la mañana pero no le había puesto atención- fue una llamada a media tarde; en esta ocasión se dedicó a realizar una revisión 'detallada' del avance en la realización de las asignaciones; y no quedó nada satisfecho.

Cuando me cuestionó nopude contenerme y me puse a la defensiva; incluso subiendo el tono de mis palabras para tratar de explicarle las razones por las cuales no hemos podido alcanzar el nivel que él continúa exigiendo.

Al final la reunión se terminó con una conminación a incrementar el esfuerzo; y la promesa de los tres - el analista que menos me cae bien no asistió- de completar la asignación de acuerdo al plan: el lunes.

Al final de la tarde, después del horario laboral, realicé la limpieza que hago dos veces por semana en los pisos de las habitaciones, la sala-comedor, el baño y la cocina; luego, como nos estaba faltando lechugas, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur.

Como el tiempo estaba bastante pluvial llegamos nomás al supermercado más cercano; lo malo es que no había ninguno de los tres tipos de lechuga que utilizamos comunmente para las ensaladas; nomás compré una bolsa con lechuga ya picada -y un poco de zanahoria-; después, en la tienda, compré una pequeña zanahoria.

El sábado me levanté a las cinco menos veinte; con Rb habíamos acordado que la levantaría a las cinco, pues quería que lleváramos a su perra más anciana a la veterinaria que se encuentra en el lado opuesto de la ciudad: sus ojos habían estado empeorando; y quería también que revisaran su condición de rigidez en las piernas y la espalda.

Medité veintiún minutos y luego entré a la habitación de Rb; ella se alistó -y a la perra- y a las cinco salí a encender el automóvil; el tránsito -por la hora- estaba bastante ligero; llegamos al lugar apenas un poco después de las seis de la mañana.

La clínica atiende, los sábados, a partir de las siete de la mañana; Rb bajó un momento a su perra -a que hiciera sus necesidades-  y luego volvieron a subir al auto; pero la perra estaba incómoda y gimiendo; la bajé a caminar -apenas media cuadra- por casi media hora.

Un poco antes de las siete llegó otro automóvil; luego otro; a las siete ya habían tres o cuatro automóviles; pero, como habíamos llegado antes, Rb se formó al inicio de la cola; a las siete abrieron las puertas y Rb pasó a recepción a dar los datos de la perra.

Estuvimos esperando un poco en la sala de espera -es inmensa- y luego llamaron a Rb; la consulta fue bastante extensa y cuando salió, el veterinario le explicó una larga lista de instrucciones para que le diera varios medicamentos a la perra.

La cuenta fue alta (como ciento cincuenta dólares entre el costo de la consulta y tres o cuatro medicamentos que Rb tuvo que adquirir en el lugar); después del pago de la cuenta abordamos el automóvil e iniciamos el amino de vuelta.

Había una cantidad bastante alta de automóviles en la calle principal; temí que el tránsito de la ciudad hubiera aumentado; pero no, del otro lado de la calle había un operativo de la policía: al parecer querían detener el funcionamiento de los taxis y motocicletas piratas.

El embotellamiento fue, afortunadamente, bastante ligero; y el resto del camino a casa no fue demasiado extensa; incluso pasé a una gasolinera a rellenar el tanque de gasolina (veintiseis dólares); además, debía calibrar las dos llantas traseras (una apenas llegaba a diez PSI y la otra a veinte, cuando lo indicado es treinta y tres).

Al retornar a casa procedí a prepararme el desayuno de los fines de semana; después me metí a la habitación, hice algunas lecciones de Duolingo; pero me sentía bastante fatigado; salí a avisarle a Rb que trataría de dormir un rato.

Puse una alarma para las diez y media y traté de conciliar el sueño; me dormí un rato pero estuve siendo despertado por algún que otro vehículo que pasaba por el boulevard; a las diez y media sonó la alarma y me levanté.

Desinfecté la lechuga -y zanahoria- que había adquirido el día anterior y, luego, preparé las dos ensaladas que había previsto llevar para el almuerzo con mi hija mediana; después saqué a caminar a la perra más pesada; Rb me acompañó con su otro perro.

Un poco antes de las doce (después de bañarme) cargué el automóvil con mis dos mochilas e inicié el viaje hacia el departamento de mis hijos; era bastante temprano y encontré muy poco tránsito; un poco después de las doce y media estaba parqueándome en el edificio.

Subí -por las gradas- al séptimo nivel y le escribí a mi hija para que saliera a abrirme; también toqué el timbre; pero nadie salió; por lo que me puse a jugar un par de partidas de ajedrez; al rato salió mi hija.

Nos saludamos y le propuse que nos dirigiéramos al parque temático: el día se veía bastante gris pero, aún, no había empezado a llover; por lo que pudimos realizar la caminata de casi un kilómetro hasta el lugar.

Pasamos a comprar un par de hot dogs antes de ingresar al parque; apenas habíamos ingresado cuando empezó a llover; no muy fuerte, nomás algunas gotas grandes; lo malo es que una de las áreas techadas -y con mesa- estaba bastante ocupada; la otra estaba reservada por una celebración del día del niño.

Lo malo es que la lluvia estaba empezando a arreciar, po lo que no podíamos utilizar alguna de las áreas verdes para tomar los alimentos; afortunadamente encontramos un pequeño lugar techado en un pasillo al aire libre; había ya varias familias en el lugar.

Procedimos a almorzar allí; utilizando la caja y el tablero del Scrabble como mesas: hot dogs, ensaladas, snacks y un par de coquitas; la lluvia arreció y el lugar empezó a llenarse más; de hecho tuve que llamar la atención de una persona quién estaba acercándose demasiado a nuestro entorno -estaba de espaldas-.

Eran dos o tres familias con varios niños; y el espacio estaba bastante limitado; dos de las familias lograron acomodarse allí y la tercera se quedó de pie; un poco más tarde la familia que estaba en el lado contrario se retiró y los que estaban de pie empezaron a acomodarse en el lugar; pero les ofrecí que nos moveríamos para que pudieran estar todos juntos.

Terminamos de almorzar y le pregunté a mi hija si le interesaba aprender a resolver el cubo de 4x4 o el de 5x5; a lo cual declinó; entonces le propuse una partida de Scrabble; la cual completamos en un tiempo bastante considerable.

Luego nos dirigimos a la rueda de Chicago más grande del lugar; pero la misma no estaba en funcionamiento; no estaba lloviendo más, pero me imagino que tienen algunas reglas para el funcionamiento de este tipo de juegos mecánicos.

Entonces le propuse a mi hija que asistiéramos a la última función del teatro -a las cuatro-; aceptó y nos dirigimos al lugar; ella no había visto la obra musical -yo la veía por sexta vez, me parece-; cuando terminó empezamos el camino de regreso al departamento.

En el camino pasamos a un supermercado y compré una magdalena; cuando llegamos al departamento le propuse prepararle un café -ella preparó su propia bebida- y le envié un mensaje a mi hija mayor y a mi hijo menor, invitándolos a una bebida caliente.

Mi hija mayor me contestó en el acto; y salió de su habitación, al parecer sigue con sus costumbre noctámbulas: se notaba que estaba despertándose; mi hijo menor no me contestó: sospecho que acaba de perder su trabajo, pues, aunque me transfirió la cuota mensual del departamento -y del último préstamo- no me pidió que le transfiriera el monto que le he estado depositando para la compra de acciones de su empresa.

Preparé un par de cafés -había llevado la olla que compré la semana anterior en la tienda de ropa usada- y estuve la siguiente media hora con mis hijas; un poco antes de las seis me despedí de ambas y me dirigí al automóvil; mi hija mayor me acompañó al mismo.

Inicié el viaje de retorno a la casa de Rb; la primera parte del trayecto estuvo bastante libre; pero, casi a la mitad del camino, el tránsito se paralizó por casi diez minutos; de hecho me quedó en el paso a desnivel, justo en la cuesta de salida.

Llamé a Rb para pedirle que revisara Waze para ver si había alguna razón por la que el tránsito estaba detenido; ella revisó el sitio y me llamó de vuelta: al parecer había un accidente justo frente a la megarefreiglesia que se encuentra al final de la encuesta de entrada al área en la que vivimos.

Le pregunté por la otra entrada al municipio y me comentó que se encontraba libre; decidí utilizar esta última; la cual no estaba libre; de hecho estaba bastante concurrida; pero al menos el tránsito no estaba detenido; a las seis menos cuarto Rb me volvió a llamar pero yo ya venía a la altura del supermercado más cercano.

Me sentía bastante agotado; de hecho en el trayecto estaba pensando que la reunión de la bebida caliente -y magdalena- con mis hijas la había sentido bastante tediosa; pero creo que se debía a que me había levantado bastante temprano -igual que casi toda la semana-.

El domingo me levanté a las seis y media; medité pero decidí no realizar nada más: ni wordle, ni Duolingo, ni lectura, ni nada; después de los veintiún minutos de meditación nomás retorné a las sábanas y no me volví a levantar hasta casi las nueve.

A esa hora salí de la habitación a prepararme el desayuno de los domingos: huevo con tortilla de harina y frijoles volteados -y café-; Rb me pidió a media mañana que la acompañara al supermercado: quería ver si ya habían lechugas disponibles.

Caminamos al supermercado más cercano en dirección sur; pero no había lechugas; al parecer las lluvias han provocado una reducción de las entregas; entonces nos dirigimos a los supermercados en la dirección opuesta; allí sí encontramos de una variedad de lechugas; y compramos -a un precio bastante elevado- otro par de una segunda variedad.

También compramos un poco de bananos; luego retornamos a casa; yo había estado sopesando trabajar un poco -para evitar un poco la debacle que me imagino que produciría pronto por el poco avance en el proyecto-; pero al final no tuve ánimos.

Rb me pidió que la ayudara a cortar algunas flores de loroco y saqué la escalera de la bodega; al mediodía preparamos alitas de pollo; las que acompañamos con un resto de caldo que nos sobró de los almuerzos de la semana -y refresco de Rosa de Jamaica-.

Por la tarde tampoco leí ni nada; nomás me estuve viendo videos de Youtube de algunos canales de divulgación científica; también terminé de ver la última película de Mark Wahlberg.

Al final de la tarde ayudé a Rb en la preparación de los almuerzos de la semana: piqué, con ayuda del procesador manual, un par de zanahorias grandes y varios chiles pimientos; también preparé las gelatinas para mis desayunos de la semana.

Por la noche, como Rb tenía que entrar a su clase de Teología -está por terminar el semestre- me metí a mi habitación a ver el último capítulo de Gen V; después separamos los almuerzos en cuatro porciones, para almacenarlos en la refrigeradora; y aproveché para meter mis gelatinas a la misma.

El lunes me levanté a las cinco y cuarto; medité los veintiún minutos de mi práctica actual y luego salí a encender la computadora del trabajo y la personal; después desperté a Rb; completamos la rutina de ejercicios sin contratiempos y, después de una ducha, entré a la reunión diaria del equipo.

A esta reunión no entró nadie más de mi área -ni mi supervisor-; pero tampoco estuvo tan animada; nomás se revisaron los últimos errores encontrados: incluyendo el que había reportado el viernes; pero no hubo mucho jaleo.

El resto de la mañana traté de completar mis tareas pendientes; se suponía que era el último día para completar al cien por ciento las asignaciones que empezamos el miércoles anterior; pero no pude completarlo todo.

La reunión del mediodía estuvo ligera; revisando el avance y recibiendo -nuevamente- la instrucción de completar todo para el final del día -lo que, técnicamente, no era posible, por las limitaciones con el equipo-.

Almorzamos la primera de las cuatro porciones que preparamos y separamos el día anterior; acompañado de un refresco de mora que Rb preparó desde la tarde anterior; el resto de la tarde estuve pendiente de que nos llamaran nuevamente a reunión; pero no hubo otra; a las cuatro de la tarde cerré la computadora del trabajo y me pasé a la cama de Rb; a hacer Duolingo.

Por alguna razón se me olvidó realizar la limpieza que hago frecuentemente el primer día de la semana laboral; estaba en la habitación de Rb -me quedé viendo el quinto capítulo de Task- cuando me recordó la limpieza; por lo que puse una alarma para realizarla al día siguiente.

Y a ver cómo va eso...