sábado, 11 de octubre de 2025

Literatura y Esperanza... Literature and Hope... Littérature et Espoir...

Una de las razones por las que llegué al templo Zen al que acudí durante seis meses -durante el último de mis tres viajes al Imperio del Norte- fue la lectura de Eat, Pray, Love; o sea, el libro es como un chick flick, pero, al terminar de leerlo dije: debo, por fin, empezar a meditar.

O sea, había leído sobre el budismo mucho antes -y me había parecido algo muy deprimente-, pero me llamaba la atención la meditación; entonces me puse a buscar lugares para la práctica -internet no era tan tan popular aún-.

Acudí a un centro de yoga, a un templo -que me pareció- hindú y, finalmente, al templo Zen en donde tuve mi primer acercamiento -formal- al budismo; y estuve meditando continuamente durante casi seis meses.

Leí varios libros sobre Zen, algunos sobre meditación y algunos sobre budismo; también leí un poco sobre la autora de Eat, Pray, Love -un poco después Julia Roberts la personificó en la adaptación cinematográfica- y, luego, ya en el país; ví algún que otro libro de esta señora, en la biblioteca en la que pasábamos mucho tiempo con mis hijos.

Allí ví el libro La Firma de todas las cosas; pero antes me había enterado que había escrito Commited; en donde contaba cómo había decidido casarse con el tipo con el que termina en el libro anterior; pero la implicación era que lo había hecho nomás para que no lo sacaran del Imperio.

Luego, hace unos meses, leí un artículo en el que explicaba por qué había dejado de preocuparse de su cabello: había decidido utilizar el cabello casi al rape; y me enteré de esto porque una escritora de nuestro pequeño vecino del sur la estaba tomando como modelo a seguir.

Y esta semana me enteré de su último libro: Hasta la orilla del río; en donde habla sobre su adicción a las relaciones, el tiempo que estuvo de pareja con su mejor amiga -moribunda- y luego, con el compañero de cuarto de esta.

Creo que todo se resume en una imagen -del canal de Youtube de literatura en donde me enteré de la última parte-; en la imagen hay tres cuadros mostrandola a ella -con una persona diferente en cada una- y con estas frases: Novelista se casa con el hombre de sus sueños. Se enamora de su mejor amiga. Inicia una relación con el amigo de su amante fallecida.

Un rollo... 

El martes me levanté a las seis y media; desde el día anterior había decidido que ya no completaría los wordle diarios: la verdad es que -más que todo, por la situación laboral- mi ánimo había estado bastante bajo durante el último tiempo.

Medité, jalé la computadora a la cama y entré a la reunión diaria; la cual estuvo un poco diferente: en lugar de revisar la lista de hallazgos el PM retornó al reporte individual de cada desarrollador; fue una reunión bastante corta.

Un poco más tarde -pero no mucho- el supervisor en el Imperio del Norte nos llamó desde el grupo de la reunión del mediodía; pero los dos compañeros que menos bien me caen no pudieron ser localizados; nomás entramos el otro analista y yo.

La reunión estuvo terrible: básicamente la persona esta cuestionándonos sobre las razones por las que las tareas no habían sido completadas en el tiempo estipulado -el día anterior-; luego nomás nos advirtió que luego tendríamos reuniones uno a uno.

Pero el día se fue a peor: a mitad de la mañana perdimos el acceso a los servidores en el Imperio del Norte; consultamos con nuestro supervisor y nomás nos comentó que estaban teniendo problemas con el internet en las oficinas centrales.

Estuvimos el resto del día a la expectativa; yo también temiendo la reunión; pero no hubo retorno en el acceso; ni tuvimos la reunión del mediodía; o sea, el resto del día lo pasamos nomás a la espera.

Desde la semana anterior estaba previendo una semana difícil: la supervisora había convocado a la reunión/almuerzo trimestral en un restaurante cerca de su vivienda; y, debido a las lluvias de los últimos días, el tránsito ha estado más pesado que de costumbre.

Eso estaba previsto para el miércoles; la reunión estaba programada para el mediodía; además, había programado el primer día de vacaciones para el jueves -el día siguiente-; por último, estaba considerando reunirme con mi amigo el poeta: quería entregarle los dólares que no me recibieron en el banco.

Y es que mi amigo ha estado viajando en los últimos años a nuestro pequeño vecino: la medicina es más barata allí y, al parecer, debe de proveerse de varios medicamentos cuyo costo es menor allí; además, la economía allí está dolarizada.

La semana anterior le había escrito a mi amigo para invitarlo a una cena, y ofrecerle los billetes que no me habían aceptado en el banco; pero el día anterior le escribí para comentarle que las cuestiones laborales estaban intensas y que mejor dejábamos la reunión para el siguiente mes.

La noche anterior, también, tuve una extensa y animada conversación con el segundo hijo del hermano menor de mi padre -biológico-: cerró auditoría hace unos años pero se ha dedicado nomás a trabajar en call centers; fue una extensa conversación muy animada sobre literatura.

Pero bueno, estaba previendo una semana difícil; pero, a media mañana la supervisora escribió al grupo local comentando que debía hacerse cargo de una emergencia con su hija -tiene apenas un año- y que estaba moviendo la reunión para la siguiente.

A las tres y media empecé a realizar la limpieza que hago dos veces por semana: barrido de las dos habitaciones, el baño, la cocina y la sala/comedor; luego trapeado de las mismas áreas; no me lleva más de treinta minutos.

Despues, un poco después de las cuatro, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el más lejano compré un paquete de queso para sandwiches y una bolsita de crema -el sábado había programado un desayuno con mi amigo autista-.

En el otro supermercado compramos bananos y lechuga; además compré pepperoni, salami y jamón de pavo; para mis desayunos del fin de semana; aunque el día estuvo gris -y había llevado una chumpa- retornamos a casa sin ninguna dificultad.

Por la noche me metí a mi habitación a hacer Duolingo, ver algunos videos de filosofía en el canal de Roxana Kreimer  y leer un poco del libro de eutanasia que he estado leyendo fuera de mis líneas normales de lectura.

El miércoles fue un día super lento; me levanté a las cinco y cuarto, medité y entré a despertar a Rb; hicimos los cincuenta minutos de ejercicios sin ningún contratiempo y, luego de una ducha, entré a la reunión diaria.

Nadie más del equipo entró a esta reunión; y el primer comentario del desarrollador lider fue para confirmar si el equipo local aún no tenía acceso a las estaciones de trabajo en el Imperio del Norte (desde el día anterior, un poco después del mediodía, nos habíamos quedado sin acceso).

Le comenté que aún seguíamos sin acceso -de hecho, no había visto, por lo que entré a la VPN e intenté conectarme- y su único comentario fue 'Aaaw man'; y no obtuvimos acceso durante el resto del día; un poco antes del mediodía nuestro supervisor nos comentó que había problemas con un equipo y por eso no podíamos ingresar.

Total que todo el día fue nomás de espera; aproveché para agregar pasos a algunos procedimientos que había dejado nomás nombrados durante los últimos meses; y para avanzar en la lectura de Same as Ever.

Como el señor de las verduras no se apareción -ni le contestó a los mensajes en whatsapp a Rb- propuse que fueramos a la tienda, un poco después del horario laboral; Rb quería comprar sus frutas semanales; pero nomás compramos una papaya y un poco de culantro -no había de las frutas que Rb adquiere usualmente en el lugar.

Por la noche llegué -por fin- a un ELO de 1200 en el ajedrez de Duolingo; también ví el último capítulo de Gen V; y, para acompañar a Rb mientras veía sus series, armé los cubos de Rubik de 4x4 y 5x5; intenté continuar con la limpieza de las (últimas) preguntas de AWS pero aún voy  atrasado en la tarea.

El jueves me levanté a meditar a las seis y media; era el primer día de vacaciones (obligatorio) del mes; después de meditar retorné a la cama y continué dormitando, hasta las ocho y media.

A esa hora me levanté a desayunar, pues había acordado acompañar a Rb a su visita al mercado en la ciudad; también habíamos previsto acercarnos hasta el edificio de la empresa en la que trabajo: debía recoger un formulario para inscribirla en el seguro social como beneficiaria.

Después de desayunar preparamos una bolsa para las compras y salimos a esperar el busito; justo estábamos entrando a la calle de salida de la colonia cuando vimos pasar una unidad del transporte.

Un poco más tarde pasó otro, pero este nomás iba hasta la mitad del camino, por lo que continuamos esperando; pero unos minutos después escuchamos que llamaban a Rb -apenas lo escuchamos-: era la presidenta del comité de vecinos, quien nos ofreció aventón.

Abordamos el asiento trasero del pequeño automóvil e iniciamos el trayecto; el tránsito se estaba poniendo un poco pesado; y la señora no paraba de contar las peripecias que le ha tocado sortear con el comité; también nos contó que iba a visitar a un sobrino, padece esquizofrenia y está internado en uno de los hospitales públicos más grandes de la ciudad; también está recibiendo hemodiálisis.

La señora nos acercó a unas pocas calles del lugar en donde debíamos tomar el transmetro y continuó su camino; mientras caminábamos hasta la estación me percaté que, debido a que no llevaba celular, no tenía el nombre de la persona a quién debía acudir en el edificio a donde nos dirigíamos.

Paramos un momento pero decidimos continuar; la estación del transmetro no estaba muy llena; nos apeámos en la estación de la municipalidad y caminamos hasta la estación del mercado en donde Rb usualmente compra frutas y verduras; allí abordamos la siguiente unidad.

Un poco más tarde llegamos al edificio; entré a la edificación número uno, pues recordaba que me habían indicado que allí era donde se solicitaba el formulario necesario; me enviaron al sexto nivel, pero allí me indicaron que era en el otro edificio.

En el primer nivel de este lugar está un escritorio con una recepcionista; y allí era en donde debía solicitar el documento; esperaba que me entragaran dos copias pero, al final, nomás recibí una; ahora debo realizar el trámite con el seguro social.

Después de recibir el documento salí a encontrar a Rb -por normas del lugar no puede acceder nadie sin badge- y, en la estación que se encuentra justo delante del edificio- tomamos la unidad del transmetro.

Esa nos llevó hasta el lugar en donde debíamos abordar la segunda y, después de un rato, estábamos entrando al comercial desde donde tomamos los busitos para la casa de Rb; primero subimos al tercer nivel pues ámbos precisábamos utilizar los servicios.

Luego, en el segundo nivel, compré un folder, para proteger la hoja que había recibido un poco más temprano; finalmente entramos al supermercado del lugar; en donde compramos un poco de pollo, algunos aguacates, y azúcar para el consumo de Rb.

Después del supermercado pasamos a la farmacia del mismo nivel; luego salimos a abordar el busito para retornar a casa; el tránsito estaba bastante fluido y, un poco después de la una, estábamos entrando a la calle en que vivimos.

 Como ya era bastante tarde nos dispusimos a preparar el almuerzo: yo me encargué de las dos ensaladas y Rb recalentó la cuarta de las porciones de arroz con pollo e hígados; luego sacamos a caminar a los perros.

Afortunadamente el día estaba aún soleado (los tres días anteriores la lluvia había comenzado un poco después del mediodía) por lo que pudimos completar ambas vueltas sin ningún contratiempo; luego de entrar me retiré a mi habitación a leer un poco del libro de francés (Mon Mari).

Pero, realmente, empecé a dormitar; por lo que puse el temporizador para que sonara veinte minutos más tarde; cuando el tiempo se completó salí a lavar los trastes del almuerzo, pelar y picar una papaya, y preparar un café y un té.

El viernes la jornada empezó a las cinco y cuarto: medité y luego, después de encender mis dos computadoras, entré a despertar a Rb; completamos la rutina de ejercicios sin ningún contratiempo; después de tomar una ducha entré a la reunión diaria.

El resto del día estuvo bastante tranquilo: habían pronosticado un día bastante húmedo, como casi toda la semana; a media mañana tuvimos la reunión semanal con el supervisor, pero no hubo muchas novedades: me pidió que completara el ciclo de pruebas que había finalizado un par de días antes.

A media mañana le propuse a Rb que cambiáramos el grifo del lavatrastos; el empaque se había deteriorado desde hacía varias semanas por lo que no tenía tope al cerrar; nomás había que tener cuidado de no continuar girando.

Habíamos comprado un grifo unas semanas antes pero yo había estado evitando el cambio: la tubería de metal tiene una parte bastante corroída y temía que no resistiera el torque que sufriría al desatornillar la llave defectuosa.

Y en efecto, estuvo bastante complicado retirar la llave anterior: estuve forcejeando con la rosca pues, luego de cuatro años, había acumulado bastante herrumbre; entonces se me ocurrió calentarla con una veladora.

Luego de dejar bajo el acople la llama de la vela durante diez minutos volví a intentarlo; y, como no cedía, utilicé un martillo para golpear la llave de plomeria con la que estaba intentando hacerla girar; la llave se aflojó, por fin, e instalamos la nueva. 

Al mediodía almorzamos pescado, acompañado de la última porción de arroz con zanahoria y pollo; luego sacamos a caminar a los perros; la tarde continuó baja en materia laboral; cuando se terminó la jornada hice la limpieza de pisos.

Por la noche terminé de ver la segunda temporada de The Peacemaker; se supone que no habrá tercera, pero quién sabe; también leí -antes de dormirme- la segunda parte del capítulo de Harry Potter e a camara secreta que llevaba a medias.

El sábado me levanté a las cinco y media; una semana antes habíamos acordado con mi amigo asiático autista que vendría a desayunar a las siete de la mañana; medité, me bañé y me metí a la cocina a preparar el par de desayunos.

Terminé la preparación cinco minutos antes de las siete; como no había comprado pan el día anterior tomé la llave de la casa y me dispuse a salir; en el patio de al lado la vecina estaba empezando a barrer las hojas que la lluvia había acumulado el día anterior.

Y justo en ese momento mi amigo estaba llegando; le propuse que me acompañara y nos dirigimos a la tienda de la esquina a comprar un poco de pan; pero allí no había, por lo que tuvimos que salir a la panadería del boulevard.

Luego retornamos y procedimos a dar buena cuenta d elos dos desayunos; Rb se levantó -con sus perros- un poco más tarde, pero retornó a su cama a ver alguna serie en su computadora.

Cuando terminamos con el desayuno le propuse a mi amigo que jugaramos dominó, con un set de Rb que no llega hasta seis:seis, sino hasta doce:doce; jugamos varias partidas antes de que Rb saliera a desayunar.

Luego, después de terminar su desayuno, Rb se nos unió y jugamos tres o cuatro partidas extras; ya casi a las once le indiqué a mi amigo que teníamos que salir al supermercado, por lo que le ofrecí que nos acompañara en la caminata, a tomar el microbus.

Algo que noté -y bueno Rb lo notó más que yo- fue que mi amigo no estaba actuando igual que las veces anteriores: en esta ocasión no mantenía un dialogo sin parar; es más, hubo veces en que se quedó en silencio, incluso cuando le preguntamos algo.

Salimos con Rb y ami amigo al boulevard; en el camino al supermercado encontramos el busito que lo saca del municipio y nos despedimos antes de que lo abordara; luego continuamos con Rb hasta el supermerado más lejano.

Allí compré un poco de pan tostado, para la visita del día siguiente al voluntario que vive en la misma colonia donde mis hijos crecieron; en el otro supermercado compramos un poco de pollo para el almuerzo, y bananos.

Al retornar de los supermercados pasamos a la tienda de las verduras; a comprar algunas legumbres para el caldo del día; almorzamos unos restos de pollo que habíamos tenido en el congelador por mucho tiempo, asados; con un caldo.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; un poco más tarde me enfrenté al lavatrastos: además de los platos del desayuno se habían acumulado los de la preparación del almuerzo -y los de esta comida- por lo que había un buen número.

Después de terminar con los trastos me preparé un café y le preparé un té a Rb; después realicé la mezcla para las gelatinas de los desayunos de la semana; el resto de la tarde me la pasé viendo videos de Youtube.

Y a ver cómo sigue eso...

martes, 7 de octubre de 2025

Salida final... Final exit... Sortie definitive...

Por alguna razón -el tema de la muerte ha sido más frecuente en mi vida en los últimos tiempos- bajé -y comencé a leer- el libro  Final Exit: The Practicalities of Self-Deliverance and Assisted Suicide for the Dying, de Derek Humphry; estuvo en la lista de los más leídos en el Imperio del Norte hace unos años.

Y, como ahora se puede conocer más al autor, me puse a buscar un poco de información sobre el mismo: un periodista británico -después se nacionalizó estadounidense, me parece- que asistió a su primera esposa cuando estaba en la última etapa de un cáncer de huesos.

El señor se casó tres veces; con la segunda fundaron la sociedad Cicuta (o Hemlock en el idioma más usado en los negocios) y ella misma fue una activista del derecho a la eutanasia; supuestamente ella había ayudado a que sus padres se eutanasiaran (existirá como verbo?).

Lo irónico -o quizá no- fue que, luego de muchos años más tarde ella también contrajo cáncer; se divorció de Derek y se adhirió al movimiento anti eutanasia; al final -parece que- se suicidó; dejando una nota en la que acusaba a este señor de haberla presionado para que terminara su existencia después del diagnóstico de cáncer.

Lo que también me parece -¿irónico? ¿hipócrita?- es que al final de su vida el autor no se decantó por la self-deliverance; sino que terminó sus días en un hospice en el estado en el que logró -a través de sus grupos- que se aprobara una ley para el suicidio asistido.

El libro me parece interesante; ceo que lo leeré completo -voy por el segundo o tercer capítulo-; aunque aún no he decidido en qué orden: bajé el archivo pdf y durante los últimos días me ha costado continuar con mis líneas de lectura habituales.

Y a ver cómo sigue eso... 

El viernes me levanté a las cinco y cuarto: era el último día de la semana laboral, durante el cual realizamos la tercera rutina de ejercicios; y hemos estado realizándola desde la semana anterior antes de que inicie la reunión diaria de mi equipo de trabajo.

Durante los días anteriores había estado tratando de trabajar en las asignaciones de nuestro supervisor en el Imperio del Norte; pero es frustrante porque no están bien definidas; y tampoco lo que tenemos que realizar está bien definido.

La reunión de las siete estuvo tranquila; nomás se revisaron un par de anomalías que habían sido reportadas el día anterior; me pareció raro que no se llevara a cabo la reunión semanal del equipo -la que se realiza a las diez y media-; pero me imaginé que la reunión del mediodía estaría más cargada.

Pero la reunión del mediodía tampoco estuvo pesada: el supervisor nomás realizó una revisión ligera de las últimas tareas; pero nada serio; por lo que pudimos almorzar en paz: era el último día de hash browns -de pollo y papas- y ensalada; también hemos estado tomando fresco de Rosa de Jamaica durante toda la semana.

Lo que no me esperaba -o sea, lo había mencionado por la mañana pero no le había puesto atención- fue una llamada a media tarde; en esta ocasión se dedicó a realizar una revisión 'detallada' del avance en la realización de las asignaciones; y no quedó nada satisfecho.

Cuando me cuestionó nopude contenerme y me puse a la defensiva; incluso subiendo el tono de mis palabras para tratar de explicarle las razones por las cuales no hemos podido alcanzar el nivel que él continúa exigiendo.

Al final la reunión se terminó con una conminación a incrementar el esfuerzo; y la promesa de los tres - el analista que menos me cae bien no asistió- de completar la asignación de acuerdo al plan: el lunes.

Al final de la tarde, después del horario laboral, realicé la limpieza que hago dos veces por semana en los pisos de las habitaciones, la sala-comedor, el baño y la cocina; luego, como nos estaba faltando lechugas, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur.

Como el tiempo estaba bastante pluvial llegamos nomás al supermercado más cercano; lo malo es que no había ninguno de los tres tipos de lechuga que utilizamos comunmente para las ensaladas; nomás compré una bolsa con lechuga ya picada -y un poco de zanahoria-; después, en la tienda, compré una pequeña zanahoria.

El sábado me levanté a las cinco menos veinte; con Rb habíamos acordado que la levantaría a las cinco, pues quería que lleváramos a su perra más anciana a la veterinaria que se encuentra en el lado opuesto de la ciudad: sus ojos habían estado empeorando; y quería también que revisaran su condición de rigidez en las piernas y la espalda.

Medité veintiún minutos y luego entré a la habitación de Rb; ella se alistó -y a la perra- y a las cinco salí a encender el automóvil; el tránsito -por la hora- estaba bastante ligero; llegamos al lugar apenas un poco después de las seis de la mañana.

La clínica atiende, los sábados, a partir de las siete de la mañana; Rb bajó un momento a su perra -a que hiciera sus necesidades-  y luego volvieron a subir al auto; pero la perra estaba incómoda y gimiendo; la bajé a caminar -apenas media cuadra- por casi media hora.

Un poco antes de las siete llegó otro automóvil; luego otro; a las siete ya habían tres o cuatro automóviles; pero, como habíamos llegado antes, Rb se formó al inicio de la cola; a las siete abrieron las puertas y Rb pasó a recepción a dar los datos de la perra.

Estuvimos esperando un poco en la sala de espera -es inmensa- y luego llamaron a Rb; la consulta fue bastante extensa y cuando salió, el veterinario le explicó una larga lista de instrucciones para que le diera varios medicamentos a la perra.

La cuenta fue alta (como ciento cincuenta dólares entre el costo de la consulta y tres o cuatro medicamentos que Rb tuvo que adquirir en el lugar); después del pago de la cuenta abordamos el automóvil e iniciamos el amino de vuelta.

Había una cantidad bastante alta de automóviles en la calle principal; temí que el tránsito de la ciudad hubiera aumentado; pero no, del otro lado de la calle había un operativo de la policía: al parecer querían detener el funcionamiento de los taxis y motocicletas piratas.

El embotellamiento fue, afortunadamente, bastante ligero; y el resto del camino a casa no fue demasiado extensa; incluso pasé a una gasolinera a rellenar el tanque de gasolina (veintiseis dólares); además, debía calibrar las dos llantas traseras (una apenas llegaba a diez PSI y la otra a veinte, cuando lo indicado es treinta y tres).

Al retornar a casa procedí a prepararme el desayuno de los fines de semana; después me metí a la habitación, hice algunas lecciones de Duolingo; pero me sentía bastante fatigado; salí a avisarle a Rb que trataría de dormir un rato.

Puse una alarma para las diez y media y traté de conciliar el sueño; me dormí un rato pero estuve siendo despertado por algún que otro vehículo que pasaba por el boulevard; a las diez y media sonó la alarma y me levanté.

Desinfecté la lechuga -y zanahoria- que había adquirido el día anterior y, luego, preparé las dos ensaladas que había previsto llevar para el almuerzo con mi hija mediana; después saqué a caminar a la perra más pesada; Rb me acompañó con su otro perro.

Un poco antes de las doce (después de bañarme) cargué el automóvil con mis dos mochilas e inicié el viaje hacia el departamento de mis hijos; era bastante temprano y encontré muy poco tránsito; un poco después de las doce y media estaba parqueándome en el edificio.

Subí -por las gradas- al séptimo nivel y le escribí a mi hija para que saliera a abrirme; también toqué el timbre; pero nadie salió; por lo que me puse a jugar un par de partidas de ajedrez; al rato salió mi hija.

Nos saludamos y le propuse que nos dirigiéramos al parque temático: el día se veía bastante gris pero, aún, no había empezado a llover; por lo que pudimos realizar la caminata de casi un kilómetro hasta el lugar.

Pasamos a comprar un par de hot dogs antes de ingresar al parque; apenas habíamos ingresado cuando empezó a llover; no muy fuerte, nomás algunas gotas grandes; lo malo es que una de las áreas techadas -y con mesa- estaba bastante ocupada; la otra estaba reservada por una celebración del día del niño.

Lo malo es que la lluvia estaba empezando a arreciar, po lo que no podíamos utilizar alguna de las áreas verdes para tomar los alimentos; afortunadamente encontramos un pequeño lugar techado en un pasillo al aire libre; había ya varias familias en el lugar.

Procedimos a almorzar allí; utilizando la caja y el tablero del Scrabble como mesas: hot dogs, ensaladas, snacks y un par de coquitas; la lluvia arreció y el lugar empezó a llenarse más; de hecho tuve que llamar la atención de una persona quién estaba acercándose demasiado a nuestro entorno -estaba de espaldas-.

Eran dos o tres familias con varios niños; y el espacio estaba bastante limitado; dos de las familias lograron acomodarse allí y la tercera se quedó de pie; un poco más tarde la familia que estaba en el lado contrario se retiró y los que estaban de pie empezaron a acomodarse en el lugar; pero les ofrecí que nos moveríamos para que pudieran estar todos juntos.

Terminamos de almorzar y le pregunté a mi hija si le interesaba aprender a resolver el cubo de 4x4 o el de 5x5; a lo cual declinó; entonces le propuse una partida de Scrabble; la cual completamos en un tiempo bastante considerable.

Luego nos dirigimos a la rueda de Chicago más grande del lugar; pero la misma no estaba en funcionamiento; no estaba lloviendo más, pero me imagino que tienen algunas reglas para el funcionamiento de este tipo de juegos mecánicos.

Entonces le propuse a mi hija que asistiéramos a la última función del teatro -a las cuatro-; aceptó y nos dirigimos al lugar; ella no había visto la obra musical -yo la veía por sexta vez, me parece-; cuando terminó empezamos el camino de regreso al departamento.

En el camino pasamos a un supermercado y compré una magdalena; cuando llegamos al departamento le propuse prepararle un café -ella preparó su propia bebida- y le envié un mensaje a mi hija mayor y a mi hijo menor, invitándolos a una bebida caliente.

Mi hija mayor me contestó en el acto; y salió de su habitación, al parecer sigue con sus costumbre noctámbulas: se notaba que estaba despertándose; mi hijo menor no me contestó: sospecho que acaba de perder su trabajo, pues, aunque me transfirió la cuota mensual del departamento -y del último préstamo- no me pidió que le transfiriera el monto que le he estado depositando para la compra de acciones de su empresa.

Preparé un par de cafés -había llevado la olla que compré la semana anterior en la tienda de ropa usada- y estuve la siguiente media hora con mis hijas; un poco antes de las seis me despedí de ambas y me dirigí al automóvil; mi hija mayor me acompañó al mismo.

Inicié el viaje de retorno a la casa de Rb; la primera parte del trayecto estuvo bastante libre; pero, casi a la mitad del camino, el tránsito se paralizó por casi diez minutos; de hecho me quedó en el paso a desnivel, justo en la cuesta de salida.

Llamé a Rb para pedirle que revisara Waze para ver si había alguna razón por la que el tránsito estaba detenido; ella revisó el sitio y me llamó de vuelta: al parecer había un accidente justo frente a la megarefreiglesia que se encuentra al final de la encuesta de entrada al área en la que vivimos.

Le pregunté por la otra entrada al municipio y me comentó que se encontraba libre; decidí utilizar esta última; la cual no estaba libre; de hecho estaba bastante concurrida; pero al menos el tránsito no estaba detenido; a las seis menos cuarto Rb me volvió a llamar pero yo ya venía a la altura del supermercado más cercano.

Me sentía bastante agotado; de hecho en el trayecto estaba pensando que la reunión de la bebida caliente -y magdalena- con mis hijas la había sentido bastante tediosa; pero creo que se debía a que me había levantado bastante temprano -igual que casi toda la semana-.

El domingo me levanté a las seis y media; medité pero decidí no realizar nada más: ni wordle, ni Duolingo, ni lectura, ni nada; después de los veintiún minutos de meditación nomás retorné a las sábanas y no me volví a levantar hasta casi las nueve.

A esa hora salí de la habitación a prepararme el desayuno de los domingos: huevo con tortilla de harina y frijoles volteados -y café-; Rb me pidió a media mañana que la acompañara al supermercado: quería ver si ya habían lechugas disponibles.

Caminamos al supermercado más cercano en dirección sur; pero no había lechugas; al parecer las lluvias han provocado una reducción de las entregas; entonces nos dirigimos a los supermercados en la dirección opuesta; allí sí encontramos de una variedad de lechugas; y compramos -a un precio bastante elevado- otro par de una segunda variedad.

También compramos un poco de bananos; luego retornamos a casa; yo había estado sopesando trabajar un poco -para evitar un poco la debacle que me imagino que produciría pronto por el poco avance en el proyecto-; pero al final no tuve ánimos.

Rb me pidió que la ayudara a cortar algunas flores de loroco y saqué la escalera de la bodega; al mediodía preparamos alitas de pollo; las que acompañamos con un resto de caldo que nos sobró de los almuerzos de la semana -y refresco de Rosa de Jamaica-.

Por la tarde tampoco leí ni nada; nomás me estuve viendo videos de Youtube de algunos canales de divulgación científica; también terminé de ver la última película de Mark Wahlberg.

Al final de la tarde ayudé a Rb en la preparación de los almuerzos de la semana: piqué, con ayuda del procesador manual, un par de zanahorias grandes y varios chiles pimientos; también preparé las gelatinas para mis desayunos de la semana.

Por la noche, como Rb tenía que entrar a su clase de Teología -está por terminar el semestre- me metí a mi habitación a ver el último capítulo de Gen V; después separamos los almuerzos en cuatro porciones, para almacenarlos en la refrigeradora; y aproveché para meter mis gelatinas a la misma.

El lunes me levanté a las cinco y cuarto; medité los veintiún minutos de mi práctica actual y luego salí a encender la computadora del trabajo y la personal; después desperté a Rb; completamos la rutina de ejercicios sin contratiempos y, después de una ducha, entré a la reunión diaria del equipo.

A esta reunión no entró nadie más de mi área -ni mi supervisor-; pero tampoco estuvo tan animada; nomás se revisaron los últimos errores encontrados: incluyendo el que había reportado el viernes; pero no hubo mucho jaleo.

El resto de la mañana traté de completar mis tareas pendientes; se suponía que era el último día para completar al cien por ciento las asignaciones que empezamos el miércoles anterior; pero no pude completarlo todo.

La reunión del mediodía estuvo ligera; revisando el avance y recibiendo -nuevamente- la instrucción de completar todo para el final del día -lo que, técnicamente, no era posible, por las limitaciones con el equipo-.

Almorzamos la primera de las cuatro porciones que preparamos y separamos el día anterior; acompañado de un refresco de mora que Rb preparó desde la tarde anterior; el resto de la tarde estuve pendiente de que nos llamaran nuevamente a reunión; pero no hubo otra; a las cuatro de la tarde cerré la computadora del trabajo y me pasé a la cama de Rb; a hacer Duolingo.

Por alguna razón se me olvidó realizar la limpieza que hago frecuentemente el primer día de la semana laboral; estaba en la habitación de Rb -me quedé viendo el quinto capítulo de Task- cuando me recordó la limpieza; por lo que puse una alarma para realizarla al día siguiente.

Y a ver cómo va eso... 

 

jueves, 2 de octubre de 2025

Lluvia, Lluvia... Rain, Rain... Pluie, Pluie...

Este año las lluvias han caído con bondad en nuestro país; no sé si se debe a las tormentas tropicales que se han estado formando en los océanos que nos rodean o a una agudización de El Niño (o La Niña, no llevo la cuenta); pero, a diferencia de los dos años anteriores, las lluvias han sido bastante constantes durante los últimos meses.

Y es que en los dos años anteriores -no recuerdo si tres años atrás fue así- el calor de mediados de año estuvo intenso; la casa de Rb es bastante baja y en varias ocasiones estar dentro de una habitación se sentía como un horno.

Pero este año no, casi desde finales de abril casi todas las tardes hemos tenido precipitaciones; lo que ha sido un alivio, al menos temporal; lo malo es que la infraestructura de la ciudad -y del país en general- es bastante frágil: apenas llueve un poco más de lo habitual y la ruta asfáltica -y los puentes- empiezan a averiarse.

La semana pasada -o la anterior- estuvieron difundiéndose videos del colapso de un muro en el lado opuesto de la ciudad; incluso en uno de ellos un motorista fue arrastrado por la corriente de agua que bajaba por la calzada.

Y este día el tránsito se quedó casi paralizado en la mayor parte de la urbe: ví algunos videos -y fotos- de varias calzadas en donde el agua llegaba casi a la mitad de la altura de los automóviles; y otras rutas prácticamente cortadas por árboles caídos.

Hace poco escuché que el lema de la ciudad -de las familias que la poseen, realmente- que es La Ciudad del Mañana; no es por el futuro, sino porque cada vez que sales a la calle, es probable que retornes hasta el día siguiente.

Y a ver cómo va eso...

El lunes me levanté a las cinco y cuarto; me había despertado alrededor de las cuatro de la mañana -me imagino que un auto muy ruidoso pasó por el boulevard- pero continué en cama hasta que sonó la alarma.

Medité veintiún minutos y luego salí a la mesa del comedor a encender mis dos computadoras: la del trabajo para no entrar tarde a la reunión diaria -después de la rutina de ejercicios- y la de Ubuntu para escuchar audios en portugués durante la rutina.

Después entré a la habitación de Rb, a despertarla; terminamos la rutina un poco antes de las siete y nos metimos a la ducha; después me conecté a la reunión diaria; el día anterior por la tarde había trabajado un rato en la replicación de un reporte y me tocó que explicar un poco casi al final de la reunión.

El resto de la mañana traté de trabajar un poco; pero, la realidad es que, no encuentro una forma de abordar el trabajo últimamente: llevamos más de un año en el proyecto y no encuentro que mejore mi participación -es más, está empeorando-.

Incluso le comenté a Rb que estaba llegando a un punto bastante incómodo en el trabajo en equipo; mis tres compañeros son bastante jóvenes -mi supervisor también, creo- y no encuentro la forma en la que nos organicemos -para mejora del equipo, realmente-.

Al mediodía Rb me pidió que la acompañara al patio delantero: el endocrinólogo le indicó que debía tomar un baño de sol de al menos quince minutos cada día; y accedí, con gusto, a acompañarla.

Al mediodía me reuní con los otros tres analistas y mi supervisor en el Imperio del Norte; lo que no contribuyó en nada a mi estado anímico; deo buscar la forma de mejorar en este aspecto; mientras la reunión se alargaba empeé a ayudar a Rb en la preparación del almuerzo.

Durante los primeros dos días previmos preparar burritos y acompañarlos con un caldo de pollo; para la preparación de los primeros estamos utilizando unas pechugas de pollo que asamos la última vez que utilizamos la parrilla.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; el tiempo sigue bastante raro: sol radiante durante la mañana y lloviznas esporádicas -y a veces no tanto- durante las tardes y las noches; justo estábamos empezando la caminata cuando empezó a llover.

Acordamos dar al menos una vuelta -para que los perros tuvieran la oportunidad de aliviar sus sistemas excretores- y al terminar la misma metí a los dos perros grandes a casa; Rb había visto un ave rara en el barranco al otro lado de la calle y sacó su celular para documentar el hallazgo.

Entré a la casa y -como casi siempre- desperté a la perra más anciana; la misma ha entrado -tristemente (?)- en una nueva fase de decrepitud: desde hace tres o cuatro días ha estado teniendo dificultades para andar (rigidez y cojera en alguna pata).

Y hoy se veía un poco peor: la saqué a la puerta y ni siquiera quería bajar la grada para acceder al patio, en donde usualmente orina; de hecho no bajó de la grada frontal sino que en el mismo lugar se inclinó un poco y orinó; creo que vienen tiempos difíciles.

Otra: he estado estudiando preguntas del exámen de AWS desde hace varias semanas; este día había llegado a un buen punto en la revisión de las doscientas cincuenta; pero, leyendo un poco en Internet, encontré que lo que he estado estudiando ya no está vigente.

Al parecer -desde hace un par de años- hay una nueva versión del exámen -al parecer más complicado-; por lo que me puse a buscar más información -al inicio me desanimé al enterarme- y encontré un documento con más de seiscientas preguntas; las cuales debo formatear para el uso en mi herramienta de repaso.

El martes me volví a levantar a las cinco y cuarto: aunque no era día de hacer la rutina de ejercicios antes de la reunión diaria quería aprovechar la hora temprana para completar al menos algunas de las tareas que el supervisor me había asignado.

Después de meditar encendí la computadora del trabajo y empecé a replicar algunos de los puntos pendientes; realmente no pude adelantar mucho en la hora restante; a las siete entré a la reunión; y el resto del día ya no pude adelantar mucho: recibimos varios mensajes confusos sobre la actualización a la última versión de la herramienta en prueba.

Almorzamos lo mismo que el día anterior: burritos de pollo y verduras; acompañado de un caldo de pollo con arroz; después de Rb se despidió, pues había quedado en encontrarse con su mejor amiga en la casa de los papás.

Estuvimos en comunicación -se fue en busito/Transmetro- e incluso contemplamos -en caso de que en la ciudad hubiera lluvia- la solicitud de un Uber para completar el trayecto; pero no hubo necesidad: a pesar de que el día estuvo nublado, pudo llegar sin contratiempos a su destino.

Yo seguí trabajando por la tarde -aunque no pude avanzar mucho-; les día la comida a los perros a las tres menos cuarto y, cuando llegó la hora final de la jornada laboral, nomás continué en las computadoras (no quería salir).

Rb me llamó un poco más tarde y me preguntó por mi hora de salida hacia la casa de su amiga -ya eran las cuatro y media-; con lo que me vestí -gorra incluida, pues ando con un cabello descomunal- y salí a tomar el automóvil.

Una de las razones para no querer salir era el temor de encontrar el embotellamiento que ha sido más constante por las tardes; en la garita le hablé al guardian pues era posible que vinieran a entregar un pedido de harinas que Rb había hecho unos días antes.

El guardian aceptó amablemente el encargo y salí a la calzada; sorprendentemente no había embotellamiento; de hecho la ruta hasta la carretera intermunicipal estaba casi vacía -a Rb le había tomado más de media hora llegar a ese punto-; y la lentitud en el avance empezaba apenas en el inicio del carril reversible.

Después de entrar a la ciudad tomé el periférico -más lleno, pero manejable- y, un poco después, estaba estacionándome frente a la escuela pública que se ubica a pocas casas de la casa de la mejor amiga de Rb.

Toqué el intercomunicador del portón y Rb salió a recibirme; y luego estuvimos un poco más de una hora en la sala de la casa -es una casa inmensa-; la amiga de Rb me obsequió con té y pastel de tres leches (dos porciones!) y me entregó los cuatro cubos de rubik de 6x6x6 que había adquirido en un Walmart del Imperio del Norte y enviado a su casa.

Un poco después de las seis nos despedimos de la amiga de Rb -y de sus papás y de su esposo- e iniciamos el camino de vuelta a casa; el cual tampoco estuvo tan mal: treinta y cinco minutos después estaba estacionando el auto.

Por la noche estuve viendo el tercer capítulo de Task, resoslviendo el cubo de Rubik de 4x4x4 y viendo algunos videos de Youtube; como el día siguiente era de levantarse temprano por los ejercicios, un poco después de las diez y media me retiré a mi habitación.

El miércoles fue el primer día del décimo mes del año: también se celebra -por acá- el día del niño; y me fue mi tercer día consecutivo levantándome a las cinco y cuarto; medité los veintiún minutos, encendí mis dos computadoras y entré a despertar a Rb.

Completamos los cincuenta minutos de ejercicios y luego me metí al baño; a continuación entré a la reunión diaria; la que estuvo un poco más animada que de costumbre, pues se decidió liberar -por fin- la última versión.

Después de la reunión preparé mi desayuno y luego retorné a la cama; me estuve dormitando un rato -después de resolver los tres wordles-, pero puse una alarma para las nueve de la mañana: era día de reunión uno a uno con mi supervisora local.

A las nueve y media entré a la reunión con mi supervisora: la verdad, ninguna novedad; nomás me recordó que debía enviar mi requisición por los dos días de vacaciones que debo tomar mensualmente -me había decidido ya por el nueve y el treinta-. 

También comentó que había establecido la fecha para la reunión trimestral del equipo -el miércoles ocho- y de una reunión adicional que estaba planeando para esta semana: al parecer el jefe de los desarrolladores en el Imperio del Norte comentó en una reunión que el proyecto estaba en peligro de cancelación -nada nuevo, realmente-.

A media mañana el programador remoto que más nos ha ayudado confirmó que empezaba con la actualización y, un par de horas después, confirmó que ya podíamos empezar con nuestras pruebas.

En el ínterin ayudé a Rb con el procesamiento del almuerzo: habíamos planeado preparar hashbrowns de papas y pollo molido; acompañandolos con una ensalada de tamaño mediano; antes de la una servimos el almuerzo.

Después del almuerzo Rb tuvo su reunión de equipo semanal; yo preparé café y té -después de lavar los trastos que habían sobrado de la preparación y del almuerzo- y luego nomás estuve esperando a que llegara la hora del final de la jornada: antes había tratado de adelantar algo del trabajo pero el equipo estaba siendo constantemente tomado por otro analista.

Después del horario laboral nos dirigimos a los supermercados en dirección norte: no era día de supermercados -usualmente, desde hace varios años, han sido los martes y jueves-, pero, por haber hecho la rutina por la mañana -y necesitar bananos- aprovechamos para salir a caminar.

En la tienda verde descuentos Rb adquirió un sombrero de tela -hemos estado, por prescripción médica, tomando baños de sol (quince minutos) al mediodía-; en el otro supermercado compramos bananos; y en una tienda a medio camino Rb compró cuatro libras de uvas.

A las siete cené lo que he estado consumiendo últimamente: banano, papaya y una galleta soda con frijoles; también traté de completar la tarea más urgente que me asignó mi supervisor -aprovechando que ya nadie estaba trabajando-; pero no pude completarla, al parecer hay algo que no funciona con la última versión.

Preparé un documento con las capturas de pantalla y se lo envié por mensaje a mi supervisor, comentándole las dificultades que estaba teniendo; un rato después me contestó, pero la comunicación definitivamente no está en su mejor momento.

Luego tomé mi computadora con Ubuntu y, en la cama de Rb, me puse a ver el tercer capítulo de la segunda temporada de Gen V -el spin off de The Boys-; también completé algunas lecciones de Duolingo: íbamos bastante atrasados con el reto semanal -no con Rb-.

El jueves me levanté a las seis y media; la noche anterior había considerado volver a levantarme a las cinco y cuarto, para empezar la jornada laboral con una hora de anticipación; pero luego, ya en la cama, dije, No, para qué?

O sea, hubiera podido actualizar el marcaje de las tareas que había -cuasi- completado; o trabajar en la más urgente -por la que le había escrito la noche anterior a mi supervisor en el Imperio del Norte-; pero al final decidí nomás continuar con la rutina normal.

Después de meditar encendí la computadora del trabajo y entré a la reunión diaria; mi supervisor estaba allí pero no hubo muchas novedades; en el ínterin resolví los tres wordle; o al menos el de inglés y portugúes (spoil y árabe), el de francés no pude (pizza).

Me quedé en la cama después de la reunión pero no me volví a dormir; hice un poco de Duolingo; y luego traté de completar la tarea más prioritaria de la lista que me habían asignado un par de días antes; y un poco antes de las nueve salí de la habitación: Rb salía hacia el mercado.

Estuve trabajando seriamente la mayor parte de la mañana; primero grabé un video en el que mostraba por qué no podía completar una de las tareas; mi supervisor me escribió mas tarde indicando que tendríamos una reunión para ver el desarrollo de la misma.

También estuve hablando con el analista que está en el Imperio del Norte, pidiéndole apoyo para otro par de pruebas; las cuales fueron, en su mayor parte, exitosas; Rb retornó un poco antes del mediodía y me convidó a acompañarla en su baño de sol.

Aunque no había sol; de todos modos estuvimos en la grada de la entrada a la casa; como ya había hecho las lecciones de Duolingo -y quería continuar trabajando- saqué la computadora del trabajo e incluso llamé al analista local más brillante, para que me apoyara en la investigación de uno de los problemas que había encontrado.

Estuvimos por un poco más de quince minutos en el exterior y luego retornamos a la mesa del comedor; la reunión con mi compañero continuaba pero recibí una llamada de la analista que está en el Imperio.

Pero no era una llamada de ella: había llegado la hora de la reunión diaria del equipo; entré a la misma y pasé la siguiente media hora escuchando -y presentando- los avances en las tareas asignadas -o lo que cada uno estimó-.

De hecho ese día tuve una reunión interesante una hora y media antes: mi supervisora local había convocado a todo el equipo -somos en total como diez o doce personas- para conversar sobre un comentario del programador principal en el imperio: el presupuesto del proyecto estaba en peligro.

Ese comentario fue interpretado por alguien como una amenaza a la continuación del trabajo; yo recuerdo haber escuchado el comentario pero no me pareció tan alarmante; quizá porque ya he estado en muchos proyectos; varios de los cuales han sido cancelados.

La reunión era para calmar las aguas pues algunos de los compañeros tienen uno o dos años en el equipo; y muchos no han pasado por este tipo de procesos aún; pero no sentí que la reunión hubiera servido de mucho; o sea, son cosas que pasan.

Al inicio de la reunión -por alguna razón estaba animado al inicio de la misma- estuve saludando a todos; y comentando sobre la reunión trimestral  del miércoles de la siguiente semana: es un restaurante de comida mediterránea, muy cerca del departamento de la supervisora.

Por la tarde le bajé el ritmo al trabajo; estuve jugando algunas partidas de ajedrez en Duolingo -sigo sin poder salir del rango de Elo entre mil y mil cien- ; al finalizar la jornada laboral íbamos a ir a los supermercados en dirección sur, pero la lluvia se puso algo intensa.

De hecho en la ciudad se formó un caos vehicular por la inundación de muchas de las avenidas principales; también contribuyó al mismo la caída de varios árboles dentro y fuera de la ciudad.

Un poco después de las cinco, aún con una ligera llovizna, decidimos salir hacia el supermercado más cercano en dirección sur; nos abrigamos con las chumpas impermeables y salimos al boulevard bajo el paraguas; el tránsito en el boulevard estaba detenido en dirección a la ciudad.

De hecho la cola se extendía hasta donde la vista alcanzaba; creo que cubría los cinco o seis kilómetros del boulevard; Rb andaba calzada con los tenis que adquirió el domingo y estaba teniendo molestias en el pie derecho; pasamos a una tienda a comprar una curita.

La razón de ir al supermercado era que nos habíamos quedado sin lechugas para las ensaladas del almuerzo; pero no encontramos en los refrigeradores del lugar; por lo que nomás compramos un poco de hígados y mollejas de pollo; luego retornamos a casita.

Por la noche terminé de leer La Uruguaya; aún no decido si veré la película; la narración es muy buena; después estuve considerando con qué seguir en la misma línea y encontré que ya tenía en la tableta Yo siempre seré yo a pesar de tí.

Y a ver cómo sigue eso... 

lunes, 29 de septiembre de 2025

Trabajo Remoto... Remote work... le travail en ligne...

Por alguna razón -seguramente por estar metido en tecnología desde hace mucho tiempo- el trabajo remoto fue algo que experimenté mucho antes que la mayoría de las personas: o sea, cuando se vino la pandemia yo ya llevaba un par de años trabajando desde casa -de Rb-.

Y es que este era uno de los 'beneficios' que ofrecían cuando empecé en este trabajo hace más de once años: después del primer año se podía tomar un día para trabajar desde casa, en el segundo y tercer año se podían aumentar consecutivamente; pero no se podía pasar de tres días por semana.

Pero yo ya había experimentado esto en un trabajo dos o tres empresas antes: hubo semanas en que me enviaban a trabajar desde casa; lo que era un problema por -varias- dos razones; la primera era que no tenía servicio de internet en casa.

O sea, había usado una herramienta para obtener la contraseña del internet de un vecino -la que utilicé por casi una década-; pero la señal no siempre era la necesaria para realizar mi trabajo.

Lo otro era que vivía solo y, como siempre he tendido al ostracismo, cuando me tocaba trabajar desde casa mi aislamiento se agudizaba: recuerdo una ocasión en la que nomás salí una o dos veces de mi habitación durante varios días.

O sea, me deprimía el trabajo remoto.

Entonces, después del primer año mi supervisora local me indicó que ya podía empezar a trabajar desde casa; y amablemente decliné su oferta, arguyendo que me sentía mejor llegando a la oficina.

Y así pasaron los otros dos años; algunas veces -creo que para alguno de los días festivos en el Imperio del Norte- me quedé trabajando en la casa de Rb -algunos fines de semana también, creo-, pero, en general, estaba viendo trabajando en la oficina.

Pero todo cambió en el cuarto año, creo: una noche mi jefa mi llamó para que revisara algo; entonces le pedí ayuda a Rb para llevar mi computadora de la oficina a su casa; y me quedé allí trabajando toda la semana.

Después regresé a la oficina pero mi jefa siguió insistiendo para que trabajara fuera de los horarios normales; por lo que mi retorno a la oficina fue intermitente; hasta que un día me indicó que mejor me quedara fijo trabajando remoto; eso fue como dos años antes de la pandemia.

La cuestión es que esa jefa se cambió -primero de área de trabajo, luego de empresa- hace ya más de tres años; y yo me cambié de área hace un par de años; pero todo seguía igual: el trabajo remoto estaba garantizado -o al menos, mi supervisora lo ha reiterado varias veces-.

Y es que, con el nivel de embotellamientos que se están manejando en la ciudad- el traslado a la oficina es una locura: hasta dos horas para un trayecto que no debería de tardar más de media.

Porque, ahora que vivo en casa de Rb -me deshice de mis cosas a media pandemia- el trayecto se ha más que duplicado; pero aún si viviera en el departamento de mis hijos, no creo que las cosas fueran muy diferentes: la cantidad de vehículos en las pocas -y destartaladas- calles de la ciudad es excesivo.

Esta mañana estaba escuchando un video del CEO (?) de Platzi (lo escucho frecuentemente, desde que fue una de las primeras personas en presentar un punto de vista adecuado sobre la pandemia) sobre el fin del trabajo remoto: a él le conviene cualquier evento que incremente la búsqueda de educación en tecnología.

El señor peroraba sobre el origen del boom en el trabajo remoto -la pandemia-, los efectos que tuvo en la industria de tecnología, los países más beneficiados con esta modalidad, y el efecto del aumento (muy alto) en el costo de las visas HB1 que están por aplicar en el Imperio.

O sea, el 'gobierno' quiere que haya menos trabajadores extranjeros; pero también se puso a hablar sobre la 'necesidad' de la presencialidad y uno de los factores que más afectan a los trabajadores en este aspecto: la antigüedad -o experiencia-; el número mágico -según él- es de diez años.

El retorno a la oficina ha estado preocupándome -también a Rb- desde hace algunos meses: desde principios de año se ha estado hablando sobre la instalación de un laboratorio local -con equipo del Imperio-, lo que implicaría -al menos en cierto nivel- la presencialidad.

Aunque la supervisora local ha indicado que esto no acabará el trabajo remoto insinuó que se requeriría la asistencia a la oficina algunos días a la semana; o sea, trabajo híbrido; creo que dos días a la semana de tráfico no estarían tan mal.

Se supone que el espacio físico ya ha sido adquirido y equipado; y se estaba hablando que era cuestión de uno o dos meses para que vinieran los técnicos del Imperio a establecer los procedimientos de uso; pero esta semana el supervisor en el Imperio dijo que eso sería hasta el otro año.

Pero también deslizó -su acento es bastante fuerte- que estaba hablando con la supervisora local para que todos regresaramos a trabajar a la oficina; o sea, el fin del trabajo remoto ha sido -y será- durante algunos meses como una espada de Damocles. 

Y a ver cómo sigue eso...

El jueves Rb fue a su cita con el endocrinólogo; había estado bastante nerviosa y por la mañana tuvimos un connato de discusión porque no percibí el ambiente y traté de bromear sobre alguna situación cotidiana.

La clínica a donde debía ir se encuentra en el municipio por lo que, después de desayunar, caminó hasta la carretera intermunicipal y tomó un us en sentido contrario a la ciudad.

Me llamó un poco después de las diez -bastante temprano- para comentarme los resultados de la consulta: estaba tranquila porque el profesional -un señor bastante grande- le indicó que aún no estaba en menopausia -o perimenopausia- sino que todas sus molestias se debían a la tiroides -y al bajo consumo de azucar-.

Por lo que le ajustó la medicina para la tiroides -le bajó a la mitad lo que le había indicado la ginecóloga- y le indicó que debía consumir dos cucharadas de azucar cada día -sorprendente, realmente-; la verdad es que escuchaba bastante aliviada.

En el trabajo continué tratando de aplicarme en las tareas que el supervisor me había asignado para la semana; aunque, la verdad, me ha estado costando trabajo completar las tareas: el equipo que esta en el Imperio del Norte es usado frecuentemente por alguno de los otros tres analistas locales -o las cuatro o cinco personas en el imperio-.

Por la tarde acudimos a los supermercados en dirección Norte: quería comprar algunas bolsas de paquetes de café instantáneo; había declinado seguir adquiriendo este producto porque ya no estaba tomando café con mis hijos, pero ahora -creo- hemos recomenzado la tradición.

También compramos -en el otro supermercado- bananos y, en la panadería a mitad del camino- el pan de los desayunos del fin de semana; por la noche estuve repasando las preguntas de AWS -ya completé doscientas cincuenta preguntas con más del noventa por ciento de aciertos- y avanzando en la lectura en portugués.

El viernes me levanté a meditar a la cinco y cuarto; después entré a la habitación de Rb a despertarla para la rutina de ejercicios del último día de la semana laboral; la cual terminamos un poco antes de las siete.

Después de los ejercicios me metí a la ducha y, después, entré a la reunión diaria; había dejado encendida la computadora del trabajo desde antes de empezar la rutina, pero aún así, entré cuando ya llevaban un par de minutos en la misma.

A media mañana tuvimos la reunión del equipo: cinco personas en el Imperio, cuatro acá; y aquí fue donde el supervisor dejó entrever que quiere que retornemos a trabajar a la oficina, también habló sobre las deficiencias que estaba encontrando en las tareas que me ha estado asignando últimamente.

El resto del día estuvo más tranquilo; o sea, debía de estar esforzándome en terminar las tareas, pero no encuentro sentido en estar probando funcionalidades en una app que será sustituida el siguiente día hábil.

Nomás me estuve leyendo el libro de la línea de Ficción (inglés), jugando ajedrez y estudiando las preguntas del certificado de AWS -no pude completar las doscientas cincuenta palabras, pero voy avanzando-; por la noche ví el último capítulo de The Peacemaker; y una película de acción china.

El sábado -creo que tenía más de un año de no hacerlo- no me levanté cuando sonó la alarma a las seis y media; nomás la desconecté; lo bueno es que tenía otra a las siete de la mañana -la puse hace unos días, por si se me olvida poner el temporizador al meditar-; a esa hora me levanté e inicié la rutina diaria.

Después de meditar, resolver los wordle y hacer un poco de Duolingo salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; cuando Rb salió a la habitación a las ocho le pedí que fueramos a las diez a los supermercados, pues no quería iniciar el viaje al departamento de mis hijos después del mediodía.

Ella propuso que saliéramos a las nueve y media; y a esa hora nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; en el mas alejado compré siete coquitas -me tocó que comprar una bolsa de plástico pues no había previsto esa compra-; en el otro supermercado compramos lechugas.

Retornamos antes de las one y puse a desinfectar las lechugas y la zanahoria -me tocó que comprar en la tienda de la esquina- para la ensalada que había planeado llevar al almuerzo con mi hija mayor; después mezclé esto con un pepino y un aguacate; y llené dos bolsitas con aderezo.

Luego saqué a caminar a la perra más pesada -Rb sacó al otro perro- y después me metí a la ducha; al final valió la pena empezar más temprano: salí de casa un poco antes del mediodía y encontré un tránsito bastante ligero; realicé el trayecto en alrededor de treinta minutos.

Encontré que la cortina del parqueo estaba completamente enrollada y me imaginé que estaban teniendo problemas mecánicos; me quedé un rato en el auto porque era bastante temprano; jugué un par de partidas de ajedrez y luego subí caminando hasta el nivel en el que viven mis hijos.

Como aún no tengo copia de las llaves me tocó que escribirle a mi hija mayor para que me abriera la puerta (faltaban aún quince minutos para la una) y ella salió un poco después; nos saludamos y luego nos dirigimos al parque temático de costumbre.

Antes de entrar pasamos a una tienda de conveniencia -en una gasolinera- a comprar dos hot dogs; al entrar al parque nos dirigimos directamente al área social, en donde frecuentemente almorzamos.

El área estaba bastante libre y dimos buena cuenta del almuerzo: hot dog, ensalada, snacks y una coquita; pasó saludando el trabajador que últimamente ha reconocido nuestras visitas al lugar y más tarde reaccioné mal al acercamiento de un niño que quería ver los dos cubos de Rubik que tenía en la mesa (4x4 y 5x5).

Mi hija mayor notó mi reacción y me comentó que se notaba que no me gustan los niños (me preguntó si así había sido con ellos, lo cual negué; aunque no estoy seguro); realmente lo que me molestó es que llegaran a interrumpir nuestro almuerzo; y a alargar la mano hacia un objeto que no era de su propiedad.

No pudimos subirnos a la rueda de Chicago pues una llovizna se había estado presentando intermitentemente; le propuse a mi hija ver nuevamente la obra de teatro que habíamos visto el mes anterior -con mi hijo menor percibimos ciertas variantes la semana anterior- y nos dirigimos al teatro del lugar.

Después nos retiramos del parque; quería comprar una pequeña olla para ya no utilizar las jarrillas eléctricas en las que han estado calentando agua durante el último año -aprovechar la estufa eléctrica- pero no encontré en ninguno de los dos supermercados a los que pasamos.

También pasé a un banco a despositar los doscientos dólares que mi hja mediana me había entregado un par de semanas antes; pero fue todo mal: de los diez billetes de veinte dólares únicamente dos cumplían con los estándares del banco; por lo que tengo que ver qué hago con el resto.

Al llegar al departamento le escribí a mis otros dos hijos para ver si nos acompañarían con una bebida caliente -mi hija mayor ya había aceptado-; mi hija mediana salió de su habitación pero nos comentó que tomaría cereal -acompañándonos-; mi hijo menor no contestó; un rato más tarde escuché que salía de su habitación al baño (y luego lo ví retornar a su habitación).

A las seis de la tarde me despedí de mis hijas e inicié el retorno a la casa de Rb; el tránsito estaba bastante fluido; excepto en el lugar en el que he estado encontrando un embotellamiento los últimos sábado; por lo que me desvié hacia el periférico y mi tiempo no se alargó mucho.

El domingo tenía un desayuno con mi amigo Testigo de Jehová; tenía pendiente invitarlo pues la última vez sentí que la cuenta había sido muy elevada y él había insistido en pagarla -creo que porque se atrasó más de una hora-.

Me levanté a las seis y media, medité, me duché y tomé el automóvil; el lugar de la reunión queda a tres kilómetros de la casa de Rb; y por ser domingo, el tránsito era casi inexistente; el viaje duró alrededor de cinco minutos.

Aún me entretuve un momento en el parqueo; luego me senté a una de las mesas del restaurante en donde habíamos acordado reunirnos; una mesera se acercó a ofrecerme el menú y le indiqué que mi amigo estaba por llegar -lo ví entrando al comercial-.

Procedimos a ordenar -yo, un desayuno, mi amigo un submarino- y nos acomodamos en una mesa en el interior; estuvimos en el lugar por un poco más de hora y media, entre desayuno y conversación -mi amigo tuvo que pedir que le cambiaran el sandwich de su menú, porque se habían confundido-.

Un poco antes de las nueve mi amigo me sugirió que saliéramos del lugar pues había varias personas esperando a encontrar un lugar para acomodarse; salimos a sentarnos un momento  en uno de los arriates del lugar y, a las nueve -como habíamos acordado- le ofrecí pasar a dejarlo al lugar en el que tomaría su autobús.

Vine bastante rápido a casa y encontré a Rb terminando de desayunar; un poco más tarde nos dirigimos al mismo comercial en donde me había reunido con mi amigo; pero, en esta ocasión, caminando; allí compramos un poco de pollo y luego nos dirigimos a la tienda de ropa usada en la que usualmente nos proveemos.

Rb compró un par de tenis -varios de sus pares han terminado su tiempo de vida útil- y un par de playeras; también compramos un par de cazos -yo de peltre y ella de acero-; yo para el departamento de mis hijos y ella para sustituir el trasto en el que preparamos el té de la tarde -estaba un poco oxidado-.

También pasamos a la tienda verde de descuentos: el plástico que Rb pone alrededor del lavatrastos, cuando descama los pescados de los viernes,  se rompió en la última ocasión y debíamos sustituirlo -la otra mitad la usamos para cubrir la casita del gas propano-.

Después empezamos a caminar hacia casa; pero a las pocas calles Rb se recordó que debíamos comparar algunos ingredientes para los almuerzos de la semana; el sol estaba bastante fuerte pero retornamos al supermercado.

Rb iba a comprar una botella de agua en el lugar pero se olvidó de agregarla a la canasta; a medio camino pasamos a una tienda grande, pero ella no cargaba efectivo y yo nomás cargaba billetes de la más alta denominación.

Continuamos la caminata hasta casa pero el sol afectó bastante a Rb; al final del recorrido se encontraba totalmente agotada; tuvo que venir a descansar un poco antes de ponernos a preparar el almuerzo de los domingos: alitas de pollo y ensalada.

Por la tarde estuve avanzando en la lectura de How to End a Love Story; estuve considerando ver alguna serie o película pero no encontré algo que me llamara la atención; por la noche acompañé a Rb mientras veía sus serie; y me retiré media hora antes de lo habitual pues los lunes, miércoles y viernes me estoy levantando una hora antes.

Y a ver cómo sigue eso... 

 

jueves, 25 de septiembre de 2025

Comunidad… Community… Communauté…

La socialización es un tema que siempre me sorprenderá: en algún punto del camino -creo que- debí aprender a encontrar -y preservar- amistades; y no sé si es causa o efecto -o combinación- la relación habilidades sociales/Asperger.

Pero, desde hace mucho tiempo, he resentido el no tener -aparte de Rb- a amistades en las cuales apoyarme; aunque, durante los últimos cuatro años, he trabajado conscientemente en mantener los -pocos- contactos que tengo con una persona de mi tiempo en la facultad, otro par de personas de trabajos/voluntariados, y mis primos.

Lo que más resiento de la situación es que los rasgos -que creo que son- más marcados sobre este tema se han agudizado en mis hijos: la mayor, básicamente, se dissocia si un diálogo no va bien, el menor es callado hasta el extremo, y la mediana... aún no la conozco lo suficiente en su etapa adulta.

Y no creo que pueda hacer mucho: o sea, el temperamento es innato y el caracter se forma de acuerdo a las condiciones de crecimiento; y la situación no fue muy ideal para ellos, proviniendo de un hogar roto y una madre bastante inestable -yo tampoco he tenido un comportamiento muy 'normal'.

Pero algo -creo- debo poder hacer: fomentar -de alguna forma- la comunicación, empezando entre los cuatro, y, poco a poco, quizá algún día, podrán comunicarse sin tanto drama, o, más bien, de una forma más adecuada.

Y a ver cómo va eso...

El sábado me levanté a meditar a las seis y media; después de los veinte minutos me quedé en la cama, aunque no me dormí nuevamente: resolví los tres wordle del día, hice las lecciones de Duolingo y continué con el repaso de AWS, también escribí -y publiqué- la entrada anterior de este espacio.

A media mañana fuimos a los supermercados en dirección sur: debíamos comprar algunos ingredientes para ensaladas y bananos -también quería comprar unas jeringas para seguir inyectando alcohol en un agujero de termitas-.

En el camino Rb se recordó que la semana siguiente queríamos agasajar con una refacción al personal del servicio de extracción de basura -comenzamos la tradición en agosto del año pasado-.

Entonces, al llegar a la altura del supermercado más alejado no dimos -como generalmente hacemos- la vuelta sino que entramos al lugar y adquirimos jamón, queso y aderezos para nuestra iniciativa de proyección social.

Otro de los esfuerzos en esta área es obsequiar los güisquiles que cosechamos, entre los vecinos de la calle; repartir ocho onzas de flor de loroco, cada vez que la enredadera del patio trasero florece y, cuando podemos, obsequiar algún alimento a los guardias de la calle: el jueves se me olvidó dejarle la pizza sobrante a mi hija mediana -y la gaseosa- y se los pasé dejando al guardia de turno.

Despues de adquirir los alimentos pasamos a una farmacia a comprar cuatro jeringas; luego nos dirigimos al siguiente supermercado, en donde compramos algunos bananos y un par de lechugas -una morada y una escarola-.

Luego retornamos a casa; en donde ayudé a Rb a encontrar el pescado que almorzaría -había congelado algunas sobras unas semanas antes-, luego de lo cual puse a desinfectar -agua y vinagre- algunas hojas de lechuga, y luego salimos a cortar flores de loroco.

Después sacamos a caminar a los perros; cuando entramos me puse a preparar el par de ensaladas que había previsto llevar para la reunión con mi hijo menor; luego las empaqué, con un par de porciones de aderezo y un par de de bolsas de snacks que había comprado en el supermercado más retirado.

Al final me metí a la ducha a las doce del mediodía -había esperado hacerlo más temprano pero no controlé bien el tiempo- y salí de casa a las doce y cuarto; encontrando el embotellamiento habitual a una calle de distancia.

En total me tardé más de treinta minutos en llegar hasta la ruta intermunicipal -generalmente son cinco o diez minutos-; por lo que llamé a mi hijo para comentarle la situación del tránsito e informarle que seguramente llegaría un poco tarde.

Pero el periférico y la avenida principal que tomo al final de ese trayecto estaban relativamente tranquilos -a pesar de la lluvia-: no encontré ningún atasco en estas dos partes, por lo que a la una y un mintuo estaba estacionándome en el sótano del edificio.

Subí al séptimo nivel utilizando las escaleras y a la una y cinco estaba llamándo a mi hijo-desde el pasillo, pues no tengo llaves por estos días- para avisarle que había llegado; él salió un poco después -creía que estaba en la sala, pero le recordé que le había dado mis llaves a la mediana-.

Mi hijo me entregó un par de pachones de limonada que había preparado para el almuerzo -durante la semana me había ofrecido que prepararía limonadas para sustituir las aguas gaseosas que usualmente aporto- e iniciamos a caminar al parque temático.

El día estaba bastante gris pero, afortunadamente, no estaba lloviendo aún; llegamos al lugar sin contratiempos y nos dirigimos al lugar en donde generalmente almorzamos: un área social, vecina a la piscina, con muchas mesas y un buen techo de terraza.

En el lugar saludé al joven conserje que nos había abordado el jueves anterior -cuando almorcé allí con mi hija mediana- y le preguté su nombre -se me había ocurrido al día siguiente que era lo indicado-; conversamos un poco y luego procedimos con el almuerzo.

Antes de entrar al parque habíamos comprado -en una gasolinera, en la calle vecina- un par de hotdogs de buen tamaño; eso lo combinamos con las ensaladas, los snacks y la limonada de mi hijo; realmente un muy buen almuerzo.

Luego procedimos a armar un par de cubos de Rubik, y a enfrascarnos en una buena partida de Scrabble; mientras estábamos almorzando -y en las dos actividades siguientes- nos habíamos percatado que la lluvia se mantenía constante -aunque no muy fuerte-.

Le propuse a mi hijo que nos moviéramos al teatro para ver -nuevamente- la obra que estaban presentando durante los últimos meses; mi esperanza era que durante los treinta o cuarenta minutos que tardaba la actividad la lluvia amainara.

Empacamos los utensilios de comida y los juegos y caminamos hasta el teatro; la lluvia no estaba tan ligera como se veía por lo que llegamos un poco mojados, aunque no empapados, al lugar; mi hijo notó que la obra, aunque era la misma, estaba siendo presentada con algunas variantes.

La presentación terminó un poco antes de las cuatro y nos dirimos caminando al departamento; la lluvia se había ido y nomás quedaban las calles mojadas; en el camino pasé a comprar un par de cubiletes.

A las cinco estábamos entrando al departamento -le pedí a mi hijo que utilizáramos las gradas- y le escribí a mis dos hijas para invitarlas a un café o té pues debíamos conversar los cuatro; mi hija mayor pidió café, mi hijo menor té -de jazmín-, mi hija menor indicó que acababa de comer, y yo me decanté por un café.

Luego tuvimos una conversación bastante extendida: repetí que el departamento lo había adquirido para los tres pero recordé las dos condiciones para la habitación -tres realmente-: no drogas o alcohol, no alojar a nadie más, y el pago de servicios/impuestos.

Y es que, desde hace algunos meses, la mayor y el menor -que acaban de cumplir un año viviendo en el lugar- han estado en conflictos por temas de limpieza y orden; incluso separaron -duplicaron- el uso de algunos utensilios.

Ahora que se agregó la mediana a la ecuación la situación no ha mejorado; aunque logramos -por fin- conversar un poco sobre la convivencia: el plan es construir una pared en la sala para que los tres tengan una habitación similar: con una pared completa con vistas al exterior.

Además se habló de equipar el departamento con una refrigeradora y una estufa; aunque me seguí oponiendo a la instalación de un calentador general de agua; sugerí que instalaran calentador de duchas, pero no sé qué harán.

Durante la conversación estuve observando la calzada que tenía que tomar -en donde tuve que esperar media hora dos días antes, para integrarme al tránsito- y, un poco después de las seis, les indiqué que me retiraría; procedí a darle un abrazo a cada uno.

La salida de la calle no estuvo tan mal; pero la calzada principal sí estaba más ocupada que otros días; pero lo peor fue llegar a la calle que acaba en el paso a desnivel que tomo antes de entrar a la ruta intermunicipal: estaba atascada.

Por lo que me desvié hacia la Universidad; pero el número de autos allí también era excesivo; me tardé como diez minutos avanzar un par de cuadras; luego entré al periférico, después al carril auxiliar del mismo y salí a la calle que pasa sobre el paso a desnivel.

Esta calle también estaba bastante llena; por lo que no llegué hasta el final de la misma -por donde también se puede ingresar al municipio- sino que me desvié para tomar la ruta que continúa después del paso a desnivel.

Felizmente el tránsito allí no estaba muy pesado por lo que entré a la carretera intermunicipal sin mucho trabajo; la entrada al municipio sí estuvo un poco pesada, pero, no mucho tiempo después, estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb.

Por la noche les envié, a mis tres hijos, un resumen de lo que habíamos conversado -espero que quede como evidencia-; por la noche ví un capítulo de Butterfly -la serie coreana de acción que empecé a ver durante la semana- y un capítulo d Task -una serie con Mark Ruffalo-.

El domingo me levanté media hora más tarde de lo acostumbrado: no me dí cuenta que había desconectado la alarma de las seis y media y me desperté cuando sonó la segunda, a las siete -esta la programé específicamente para no sobrepasar mi período de meditación, en caso me olvide de poner el temporizador con los veinte minutos-.

Después de meditar me quedé un rato en cama: resolví los tres wordles, hice varias lecciones de Duolingo y estuve repasando las preguntas del certificado de AWS -desde un par de días antes me había estado enfocando en las preguntas que respondo incorrectamente-.

Un poco después de las ocho me levanté y preparé el desayuno de los domingos; a pesar de que tengo en el freezer una bolsa con tortillas de harina, específicamente para este día, decidí utilizar dos rebanadas de pan sandwich que me sobraron de la última visita a mis padres.

Me preparé una variante de esos videos en los que preparan sandwiches de huevo, cocinando las rebanadas encima del huevo; no pude hacerlo tal cual pues el sarté que utilizo no tiene el tamaño para colocar las dos rebanadas al mismo tiempo.

Pero el desayuno estuvo bueno; lo complementé con mayonesa, salsa de tomate y un poco de frijoles volteados; y el perpetuo café con la última porción del pastelillo que Rb me obsequió el último jueves -y los últimos dos panes pequeños de los que compré ese día-.

Después del desayuno estuve leyendo un poco; y esperando la hora para ir a dejar a Rb a su iglesia: durante la semana había estado diciendo que quería ir más seguido -casi no asiste a la misma- y yo me había ofrecido a 'obligarla' a asistir este día.

A las diez de la mañana salí a encender el automóvil y nos dirigimos a la iglesia; la ruta estaba bastante vacía por lo que no tuvimos ningún contratiempo en llegar al lugar; Rb se apeó, yo dí una vuelta en U y retorné sin ninguna dificultad.

Estuve viendo algunos videos de divulgación científica -o de pensamiento crítico- y leyendo un poco del libro de terapia ACT que estoy leyendo en la última de mis líneas de lectura -ACT with love-; pero, en cierto momento, empecé a dormitar.

Me despertó el sonido de notificaciones de whatsapp: tengo desconectadas las notificaciones en el teléfono, pero, el año pasado -o antepasado- en una ocasión no fui a traer a Rb a la iglesia porque no leí sus mensajes -ni la llamada por whatsapp-; desde esa vez dejo abierta mi computadora para estar pendiente a esos sonidos.

Las notificaciones eran de mi hijo menor: había cotizado una refrigeradora y una estufa eléctrica -un poco más de mil dólares entre ambos- y me estaba enviando la información; le indiqué que debían hablar con sus hermanas para ponerse de acuerdo y nomás me notificó que había recibido la respuesta.

Un poco más tarde recibí el mensaje de Rb, pidiéndome que fuera por ella a la iglesia; volví a tomar el auto y, como de costumbre, ahora sí encontré más tránsito: en la entrada a la carretera intermunicipal había una buena aglomeración; y en el resto de la ruta me tocó que ir cambiando de carril continuamente, para avanzar.

Cuando llegué a la iglesia Rb ya se encontraba en la calle -había muchos feligreses aún en sus rutinas post servicio religioso- por lo que nomás paré para que abordara el automóvil, dí la vuelta en U e inicié el retorno a casa.

En donde ayudé con la preparación del almuerzo: una gran ensalada, la que consumimos con las alitas de pollo dominicales de costumbre; luego sacamos a caminar a los perros; a continuación lavé los trastes del día y, luego, preparé té de manzanilla y café.

Como habíamos previsto utilizar la mitad del asado que tenemos en el freezer en los almuerzos de la semana, decidimos preparar las papas asadas; por lo que después de lavar los trastes partí varias papas grandes y las puse a hervir -también preparé mis gelatinas para los desayunos de la semana-.

Al final de la tarde Rb preparó el aceite de oliva con culantro que utilizamos para aderezar las papas y me dediqué durante la siguiente media hora a la tarea de asarlas en la estufa, utilizando una plancha de hierro, otra de metal más delgado, y uno de los sartenes más antiguos.

Por la noche estuve viendo otro capítulo de la serie coreana de acción que llevo a medias; además, terminé el capítulo seis -el último- del curso de ajedrez en Duolingo; ahora planeo retornar a practicar francés, portugués e inglés en esa aplicación -y un poco de italiano-.

El lunes me levanté a las cinco y cuarto: habíamos quedado con Rb de realizar la rutina de los lunes a primera hora de la mañana -igual que el viernes anterior- y no quería entrar a la primera reunión sin haber tomado una ducha.

Después de meditar entré a la habitación de Rb a despertarla; luego hicimos los cincuenta y un minutos de ejercicios; aún me dió un buen tiempo de bañarme; luego entré a la reunión diaria; la que estuvo bastante tranquila.

Después de la reunión me preparé el desayuno -avena, banano y gelatina; Rb salió un poco después de las nueve -después de darles de comer a sus animales y desayunar ella misma-: había planeado el ultrasonido de la tiroides, que su ginecóloga ordenó en la última cita médica.

Estuvo un par de horas fuera; nos estuvimos comunicando continuamente durante este tiempo: el tránsito estuvo super pesado pero pudo pasar a la farmacia, al laboratorio; y por último, al supermercado, a comprar unos bananos.

Cuando retornó me mostró los resultados; tomé una foto al documento y lo alimenté auna LLM -nomás cubrí la información personal-; según esta generadora de texto el resultado está bien -combinado con el nivel de otros análisis, evaluados la semana anterior-; o sea, el tamaño de la tiroides es un poco menor al normal y hay asimetría; pero los resultados son los esperables dada su edad, sexo y estilo de vida. 

Aunque luego de la misma el supervisor estuvo enviándonos mensajes para que aceleráramos la ejecución de las tareas que nos había asignado la semana anterior; a la hora del almuerzo descongelamos una de las porciones de asado que habíamos tenido en el freezer por un par de meses.

Después sacamos a caminar a los perros; luego seguimos con la rutina: lavado de trastos, té/café y un poco de lectura del libro de francés; acompañados de algunas partidas de ajedrez en Duolingo.

A las cuatro de la tarde realicé la limpieza que hago dos veces por semana; después me estuve en mi habitación repasando las preguntas de AWS; aún no logro completar las cincuenta y un preguntas del cuarto archivo; y en el que combina los primeros tres mantengo una exactitud de más del noventa y cinco por ciento.

El martes me levanté a meditar a las seis y media; después retorné a la cama, resolví los tres wordle e hice algunas lecciones de Duolingo: como ya terminé las lecciones de ajedrez retorné a realizar el repaso diario de francés, inglés y portugués.

No tenía ganas de levantarme; un poco después de las ocho Rb entró a la habitación, conversamos un momento y luego se retiró; continué en la cama y le comenté que saldría a las diez.

Me estuve dormitando entre ocho y nueve de la mañana; un poco más tarde me llamó mi supervisor -afortunadamente había dejado la computadora preparada para no irse a dormir, y me había quedado con los audífonos puestos-: quería valorar el avance en la tarea que me había asignado más temprano.

Le contesté aún saliendo del sueño; la primera parte de su pregunta fue fácil; para la segunda tuve un poco de dificultad, por la niebla del sueño; entonces nos despedimos y me levanté; salí al comedor y me preparé el desayuno.

Después me pasé el resto de la mañana aplicándome en la tarea que debía completar; lo cual realicé -o realicé más o menos, más bien-; además, me tocó que salir a la panadería pues habíamos acordado con Rb preparar los seis panes con los que queríamos obsequiar al personal que se encarga de la extracción de basura.

El plan -lo hice en septiembre del año pasado y me propuse realizarlo al menos una vez cada año- es entregarles -en una caja de cartón- seis panes con jamón y queso; botellas de aderezo, bolsas de snacks, jugos en tetrabrick y fruta -el año pasado fueron bananos, este manzanas-.

Salí a la calle y me dirigí a la panadería en la que Rb ha horneado un par de veces su creaciones de panificación; pero estaba cerrada, afortunadamente la otra -la que queda más cerca- aún estaba abierta; y tenía justo la cantidad que necesitaba.

Un poco antes del mediodía nos pusimos a la tarea de preparar la refacción que queríamos obsequiar; íbamos a la mitad cuando se nos acabó el papel de aluminio con el que estábamos envolviendo los panes; afortunadamente teníamos una caja en bodega.

Terminamos la preparación y almacenamos los panes en la refrigeradora -y el resto de los elementos en la caja de cartón-; como había posibilidades de que mi equipo de trabajo se reuniera justo a la hora del almuerzo, le pedí a Rb que preparáramos todo antes de la hora usual.

Y antes de la una nos pusimos a calentar la segunda porción de asado de la semana; pero no hubo ninguna reunión; aparentemente nuestro supervisor ha andado con muchos pendientes; después del almuerzo íbamos a sacar a caminar a los perros, pero empezó a llover.

Además, el guardia de la calle nos había avisado que el camión de la basura había ingresado -yo le había pedido favor de que nos llamara cuando ocurriera- y, al salir al portón, confirmé que se encontraba en la entrada de la calle vecina.

Estaba lloviznando pero no tan fuerte; por lo que decidimos salir a dejarles los alimentos; pero, repentinamente la lluvia arreció, por lo que preferimos esperar a que pasaran por acá; un rato después la lluvia amainó y salimos con la caja -y un paraguas- a entregar la refacción.

Pero no vimos el camión en el lugar en donde lo había identificado más temprano; así que caminamos hasta el fondo de la siguiente calle -creímos que podía estar estacionado en la calle lateral-; pero no, no estaba; Rb pasó a garita y confirmó que el camión se había retirado, que seguramente retornaría más tarde -toda la basura de esta calle aún se encontraba en las aceras-.

Retornamos a casa con la caja y volví a meter los panes a la refri; un poco más tarde; ahora sí con la lluvia muy ligera, le propuse a Rb que sacaramos a caminar a sus perros: además, pasamos a entregarle el par de güisquiles, que había cosechado el día anterior, a una familia de la cuadra; y tres de los tetrabricks que nos sobraron al guardia de turno.

Al final de la tarde el guardian de la calle nos llamó para comentarnos que el camión del servicio de extracción de basura había vuelto -la verdad es que Rb ya había visto a los jóvenes juntando las bolsas de la calle-; salimos, otra vez, con la caja y se la entregamos al conductor -Rb se encargó de avisarle a todos los demás-.

Después de cumplir con este objetivo anual retornamos a casa y, luego, nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; caminamos hasta la altura del más lejano, a continuación retornamos al otro, para comprar bananos; allí vimos a la ex novia -y ahora mejora amiga- del veterinario saliendo de la clínica.

Nos acercamos a saludarla y estuvimos en el lugar -una larga plática entre ellas- durante más de media hora; al inicio, esta chica -que también fue voluntaria en el mismo grupo en el que estuvimos mucho tiempo- me hizo un comentario que me dejó muy incómodo: aunque muchas personas digan que no saluda o habla, siempre lo he visto como un genio.

Y es que no es la primera vez que alguien resalta estos dos rasgos de mi personalidad: la actitud antisocial, y el nivel de inteligencia superior a la media; pero ella fue bastante directa; y quizá porque me agrada, su comentario me dejó pensativo mucho tiempo.

El miércoles me levanté a las cinco y cuarto, medité y entré a la habitación de Rb: esta será -en el corto plazo- nuestra rutina de los lunes, miércoles y viernes, para realizar la rutina de ejercicios al inicio del día; la cual no estvo tan mal; lo malo es que me tardé en encender la computadora y entré tarde a la reunión diaria.

Un poco después de la reunión empecé a leer varios mensajes del supervisor en el Imperio del Norte: aparentemente lo están presionando con los resultados de nuestras tareas y ha estado poniéndose en modo persecución.

Por lo mismo he tratado de  aplicarme un poco más en el trabajo durante los últimos días; aunque sin descuidar las lecturas, y todas las otras actividades que me ocupan generalmente la jornada -ya estoy en el cuarto archivo de las preguntas para el certificado de AWS-.

Durante la mañana pagué por una estufa eléctrica y una refrigeradora, para el departamento de mis chicos: mi hijo menor se había mostrado sorprendido en la reunión del sábado, cuando les repetí que siempre estaba disponible para ayudarles con el equipamiento.

Desde ese día se dió a la tarea de buscar opciones para adquirir estos dos electrodomésticos: con su hermana mayor han estado viviendo durante un año en el lugar y nomás han tenido un par de hornillas eléctricas y una mini refrigeradora -además de un par de hervidores de agua-.

Pero el martes le había pedido a mi hijo que redactara un documento para el uso comunal de estos dos aparatos: han tenido dificultades con la comunicación y no mejoró cuando la mediana ocupó una de las habitaciones.

Al final, me enviaron cada uno una copia del documento acordado: especificando reglas de uso, limpieza y un mínimo de condiciones para que lleven la fiesta en paz; no tengo muchas esperanzas, pero bueno.

La cuenta ascendió a un poco más de mil dólares -casi ocho veces lo que pagan mensualmente por el mantenimiento del lugar-; lo que fue agregado al documento en el que contabilizo toda la información financiera que concierne al departamento.

Al final de la tarde Rb me propuso salir a caminar un poco en la cuadra; inicialmente me negué porque estaba enfrascado en el capítulo de Harry Potter e a camara secreta; pero luego recapacité y salimos a dar tres o cuatro vueltas en la cuadra.

Después salimos a la ferreteria que queda en la siguiente calle en el boulevard: Rb necesitaba adquirir un poco de pegamento para zapatos; ha tenido dificultades con un par de tenis que uitliza para las caminatas de las tardes.

Por la noche vimos el tercer capítulo de Task: Mark Ruffalo actúa como un agente del FBI, ex capellán y hastiado de todo: uno de sus dos hijos adoptivos está a la espera de la condena por haber asesinado a la esposa de Mark -interesante todo el drama-.

Y a ver cómo sigue eso...