miércoles, 9 de julio de 2025

Vacaciones y temblores —y perros—... Vacations and tremors —and dogs—... Vacances et secousses —et chiens—...

Ayer fue mi primer día de vacaciones en el segundo período más largo del año; el anterior fue de cuatro o cinco días, a finales de enero, para acudir a la inducción anual como traductor para el grupo de misioneros religiosos que vienen a conocer a quienes reciben su ayuda -y con quienes participé el año pasado-.

Y había previsto este período para acudir por segunda vez a realizar este tipo de trabajo voluntario; pero, debido a los desfases en los horarios y las fechas que surgieron por trabajar un mes en paralelo; tuve que declinar la oportunidad.

Pero como ya había ingresado esas fechas en nuestra programación anual -igual, como que el supervisor actual no le da mucha importancia al documento- decidí tomar los diez días que había previsto; empezando el ocho y retornando a trabajar el veintidos del mes.

El lunes le escribí a mi ex compañero de pasillo que trabaja -y reside- desde hace unos años en el estado de la estrella solitaria, en el imperio del norte; amablemente volvió a ayudarme a transferir los cien dólares que usualmente le envío a mi hija por su cumpleaños y navidad.

El martes me levanté a la misma hora -seis y media-, medité, resolví los tres wordle y me volví a acostar; no puse ninguna alarma pero, un poco después de las ocho y media, volví -otra vez- a padecer un episodio de parálisis de sueño.

Me costó bastante pasar al estado de vigilia; pero, afortunadamente, finalmente pude despertarme; Rb ya estaba en la preparación de su desayuno -eran casi las nueve- por lo que preparé -como había previsto- un poco de café; del cual compartí un poco.

A las nueve y media nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; como había planeado almorzar con mi amigo poeta, Rb me había pedido que realizáramos las compras del día por la mañana, así ella no tendría que salir por la tarde.

Caminamos hasta la altura del supermercado más lejano; luego, en el otro supermercado, compramos un poco de bananos; después retornamos a casa; era un poco temprano, pues había planificado salir a las once -esperaba que hora y media fuera suficiente para llegar a la zona financiera de la ciudad-.

Un poco antes de las once tomé una ducha, metí en la mochila la última de las bolsitas de café colombiano que me quedaban -y un paquete de incienso- y me dirigí a tomar el busito; el cual tardó un poco en pasar, pero antes de las once y media ya estaba en la estación del transmetro.

En el centro histórico transbordé de unidad y a las once y cuarto estaba llegando a la misma estación en la que me apeé el viernes último; luego caminé hasta el lugar en el que habíamos acordado reunirnos con mi amigo.

Llegué al lugar -uno de los edificios más antiguos de la ciudad- con cinco minutos de anticipación; pero ya estaba mi amigo -y su bicicleta- esperándome; nos dirigimos a un comedor cercano.

Mi amigo tuvo la gentileza de hacerse cargo de la cuenta -fueron dos almuerzos caseros- y estuvimos en el lugar un poco más de una hora; entre conversación y almuerzo, la primera enfocada en los últimos acontecimientos de la vida de ambos, los libros en curso, y hasta un par de temas un poco delicados: futbol, política y el sentido de la vida.

A la una y media nos retiramos del lugar -habíamos aprovechado la pausa del almuerzo en el trabajo de mi amigo- y, luego, en el mismo lugar donde nos habíamos encontrado, nos despedimos.

Faltaban dos horas para mi siguiente reunión: a las tres y media había programado encontrar a la psicóloga, hermana de mi doctor personal; en un centro cultural del centro histórico; el viaje en transmetro no me llevaría más de media hora.

Por lo que decidí realizar el trayecto a pie; la distancia -según google- es de cuatro kilómetros y medio, y el tiempo estimado para un caminante es de una hora y seis minutos; hice el recorrido a un ritmo bastante tranquilo, incluso pasé a una estacińo del transmetro a depositar diez quetzales en la tarjeta del servicio.

Llegué al centro histórico un poco antes de las tres; pero no me dirigí directamente al lugar en donde encontraría a mi amiga; pasé a la biblioteca del centro cultural de España -pasamos mucho tiempo allí cuando mis hijos iban creciendo-; y estaba en este lugar leyendo una revista cultural cuando la tierra empezó a temblar -y las columnas a crujir-.

La verdad es que este tipo de incidentes no me afectan mucho -algunas personas sí se ponen nerviosas; incluso mi vecino de mesa notó los movimientos y se mostró algo ansioso-; yo seguí leyendo otro rato y, luego, me dirigí a mi destino final.

Llegué al sitio con un poco de anticipación y me senté en una mesa en el patio central del lugar; esta es una casa antigua convertida en centro cultural; hay varias salas para exposiciones o clases y tres o cuatro locales comerciales.

Un joven salió de uno de los comercios -una cervecería- a ofrecer su producto; pero le indiqué que esperaba a alguien más; y que, además, había llegado por el café del lugar -aquí es donde mi amigo y su esposo chileno iniciaron su aventura empresarial-, pero este estaba cerrado.

Mi amiga llegó con unos minutos de retraso -me había escrito un poco antes para comentarme que estaba pidiendo una moto para llegar al lugar-; y nos estuvimos unos minutos conversando en el lugar; en donde sentimos el segundo -y mucho más fuerte- temblor de la tarde.

De hecho se escucharon varias alarmas en las cercanías -al parecer en el centro histórico hay alarmas sísmicas-; igual, no le dimos mucha importancia; aunque vimos que una señora -la del comercial que ofrece comida- se retiraba del lugar.

Como mi amiga no había almorzado preguntamos al chico de la cervecería si ofrecía alimentos; pero resultó que no; que la única opción acababa de esfumarce, con el retiro de la señora después del segundo temblor.

Entonces decidimos movernos a otro lugar -en el centro hay muchos sitios para comer-; por lo que empezamos a caminar hacia una de las avenidas más centrales; en el camino vimos a varios grupos de personas que habían sido retiradas de su lugar de trabajo, debido a los temblores.

Mi amiga decidió almorzar en el Burger King más cercano y hacia allí nos dirigimos; ella también fue bastante gentil de invitarme a una bebida shake y un pastelito; y con ella estuvimos en ese lugar un poco más de dos horas; entre almuerzo/refacción y conversación.

Los temas fueron, otra vez, los últimos acontecimientos en la vida de ambos; libros en progreso, pero incluso traramos temas un poco más escabrosos: las drogas alucinógenas, el suicidio, el dolor y la eutanasia; estuvo bastante interesante; aunque al final me sentí agotado anímicamente.

Cuando estábamos en el lugar mi amiga recibió una llamada de una tía, inquiriendo sobre su situación, debido a que seguían las réplicas de los temblores; yo también recibí una llamada de Rb, pero nomás le comenté que andaba por el centro y que aún no retornaría a casa.

A las cinco salimos del lugar y empezamos a caminar en dirección al departamento de mi amiga: el plan era que yo tomara el transmetro en una estación a mitad del recorrido, mientras ella continuaba hasta su casa; casi a punto de abordar el transporte recibí otra llamada de Rb.

Me actualizó sobre la situación general -hubo varios derrumbes en la ciudad y en algunos departamentos aledaños-; casualmente, con mi amiga, íbamos caminando por una calle aledaña al Palacio Nacional, y las alarmas sísmicas estaban sonando casi continuamente.

A las cinco y media abordé el Transmetro; el tránsito estaba bastante pesado y salir del centro histórico llevó bastante tiempo; pero el periférico estaba, sorprendentemente, bastante ligero; un poco más tarde estaba apeándome en la última estación.

Desde allí caminé hasta el comercial en donde se estacionan los busitos; pasaban de las siete pero me recordé que la última unidad de estos inicia su recorrido después de esa hora; al final lo abordé a las siete y cuarto; y el viaje comenzó a las siete y media.

Creo que por la hora el tránsito estaba batante fluido; a las siete y media estaba entrando en la cassa de Rb; ella estaba bastante afectada por haber estado pendiente de todas las noticias -incluso había instalado la app de las alarmas sísmicas- pero se mostró aliviada de que ya estuviera en casa.

Cené -un poco de papaya, un poco de mango, un banano y una galleta soda con mayonesa- y, después de hacer un poco de Duolingo, empecé a ver una película de acción/comedia, con Cena, Idris Elba y Priyanka Chopra.

Antes de dormir -y de acuerdo a las recomendaciones de muchos grupos locales- Rb preparó la famosa mochila de las setenta y dos horas -seguían las réplicas- con algunos implementos para ella, sus perros, y un poco para mí.

Hoy, afortunadamente, nos despertamos sin mucha novedad; mi alarma sonó a las seis y media y me levanté a meditar; luego resolví -hoy sí los tres- los wordle en Inglés, Francés y Portugués; después me volví a dormir otro rato.

Aunque unos días antes habíamos convenido con Rb de lelvar a su perro a una clínica veterinaria que está en uno de los otros extremos de la ciudad, antes de dormirnos habíamos acordado ver cómo estaba el día antes de salir: el presidente había decretado un día de teletrabajo, por los últimos acontecimientos.

Al igual que el día anterior, en mi segundo día de vacaciones no puse la alarma para iniciar mis actividades; o creo que si la programé para las nueve, pero la apagué sin levantarme; pero Rb entró a la habitación un poco después de las nueve.

Desayunamos y, al ver que no había muchas novedades, decidimos llevar al perro a la clínica: ha tenido, desde hace varios meses, algunas protuberancias en el cuerpo; las mismas son, al parecer, producto de la edad -la más anciana también tiene-; pero, una de las mismas empezó a crecer sobre uno de los párpados.

Debido a esto fue que estuvimos llevándolo a una clínica cercana hace unos meses -durante varias semanas me tocó que escaparme un poco antes del trabajo los martes-; en este lugar le estuvieron aplicando hidrógeno líquido para reducir el tamaño de la protuberancia.

Además, le habían indicado que, por el lugar en el que se encontraba, era impracticable una operación; que había una gran probabilidad de que el perro perdiera el ojo; pero la clínica de este día tiene a uno de los únicos oftalmólogos caninos del país. 

Rb le puso el arnés al perro y yo me llevé la tablet, para leer un poco; el tránsito no estuvo muy fuerte -¿quizá por el régimen decretado la noche anterior?- y no nos tocó que detenernos en ninguna parte del camino; un poco menos de una hora más tarde estaba estacionánome fuera de la clínica.

A este lugar acudimos en varias ocasiones durante la pandemia: la perra más anciana dejó de producir lágrimas y en este lugar las estuvieron tratando, y luego medicando, para diminuir la producción de legañas.

Pero nunca había entrado: es una clínica de lujo; con una amplia sala de espera -con múltimples asientos humano/perro- y con todo un equipo de personal médico para atender a las mascotas del sector más pudiente de la población.

Mientras Rb entraba con su perro a la consulta aproveché para hacer un par de lecciones de Duolingo -tan pronto como Rb cambió de aparato telefónico, configuré el hotspot personal para conectar mi teléfono al mismo-; y luego nomás estuve esperando que salieran.

Lo cual fue bastante tardado: además del reconocimiento general, le extrajeron una muestra de sangre; por lo que tuvimos que esperar al resultado; en el ínterin Rb me comentó que el diagnóstico era preocupante; posiblemente cáncer.

Cuando la veterinaria salió con los resultados, estuvieron conversando con Rb sobre los posibles cursos de acción; pero, además, le comentó que algunos valores de los exámenes indicaron posibles complicaciones internas: la vesícula y el hígado; también le examinaron los pulmones, para sopesar los riesgos de la anestesia.

Total que volvieron a examinar al perro; y, después de otra gran espera, la veterinaria programó la intervención para el próximo jueves; que hay que llevar al perro a primeras horas de la mañana -en ayunas-, lo evaluarán, decidirán si habrá operación o si nomás le darán otro tratamiento.

Afortunadamente estaré aún de vaciones; con lo que me ofrecí para hacerme cargo del transporte del mismo; lo que no esperaba es que, quizá, me tocará hacerlo solo: el viaje interfiere con los horarios de alimentación de las otras dos perras.

Y a ver cómo va eso... 

lunes, 7 de julio de 2025

El tercer mundo... The Third world... Le Tiers Monde...

Positivamente sé que los apagones no son exclusivos de esta región mágica del planeta; pero, los que son sin 'causa aparente' o 'razón justificada' han estado -y estarán- a la orden del día en las naciones subdesarrolladas.

Aunque, para ser sincero, a nosotros no nos va tan mal; o al menos, no nos va tan mal por esta época; según recuerdo -me parece que por mi época universitaria- existió un tiempo de racionamientos: a horas previamente establecidas se iba dejando sin corriente eléctrica a sectores específicos del país.

Pero, por alguna razón, eso ha quedado atrás -al menos por ahora-; las interrupciones eléctricas no son raras; afortunadamente no son tampoco muy extensas: cada varias semanas -o meses- el servicio eléctrico es interrumpido, pero la duración de la pausa es mínima.

Hasta anoche: un poco después de las siete nos quedamos sin energía eléctrica; como siempre, Rb se puso al teléfono para reportar el fallo -y ver de cuánto tiempo se trataría la interrupcion-; pero le fue imposible comunicarse con la compañía.

Y al parecer el fallo fue bastante extenso; incluso el servicio de internet -me imagino que algún punto de levantado de señal también murió- estaba fallando: al principio, ni siquiera twitter estaba reportando el problema; luego sí fue evidente que cubrió una gran parte de la ciudad.

Yo había salido a la calle a ver si el fallo era general y, efectivamente, las calles se veían oscuras en ambas direcciones del boulevard; al final la luz retornó más de dos horas más tarde; nomás nos tocó ajustar el nivel de enfriamiento de la refri: cada vez que se reinicia se coloca al medio, mientras nosotros utilizamos el mínimo; y el reloj del microondas.

Las delicias de vivir en el tercer mundo.

El viernes por la tarde probamos la nueva rutina de ejercicios que preparé para los miércoles: tomé el video anterior -cuarenta minutos-, le agregué el de veinte minutos de abdominales que Rb completó a media semana y le corté un par de las rutinas anteriores; al final quedó de cincuenta y dos minutos.

El sábado me levanté a las seis de la mañana; medité, ví los wordle de tres idiomas -sigo fallando casi todos los días en portugués- y después me vestí: había quedado de reunirme con mi amigo asiático a las siete de la mañana.

Llegué al restaurante en el que usualmente invito a mis amigos a desayunar con un par de minutos de anticipación; le envié un mensaje a mi amigo y  me senté en el área de espera; él llegó un poco más tarde.

Estuvimos en el lugar un poco más de un par de horas; entre desayuno, conversación y una pequeña partida de ajedrez -la que se negó a continuar jugando, aduciendo distracciones del ambiente-; también compré un par de pasteles: él cumplió años durante el mes.

A las diez le indiqué que me retiraría del lugar y nos despedimos; le escribí a Rb para comentarle que ya estaba en camino; el tránsito estaba bastante ligero y un poco más tarde estaba parqueándo el auto frente a la casa.

Por la tarde acudimos a los supermercados en dirección sur; aunque Rb no quería salir nos estaban faltando bananos para los desayunos de los días siguientes; también compré un paquete de pan tostado, pues al día siguiente me reuniría con mi amigo voluntario.

El domingo en la mañana fuimos al supermercado en el que adquirimos artículos en grandes cantidades; un par de días antes le había comentado a mis hijos para ver si querían que les proveyera de algo; me pidieron un fardo de papel higiénico.

En el viaje de ida pasamos a una gasolinera: el tanque de combustible estaba por debajo de la mitad; y las dos llantas traseras andaban bastante bajas -creo que tendremos que suustituir ambas muy pronto-; luego nos dirigimos al supermercado.

No acudimos a la sucursal de costumbre -la del periférico- sino a la que está en este municipio; yo siento que es más pequeña que la otra, pero igual, usualmente encontramos los mismos artículos.

Nos proveimos de un paquete de jugos para la refacción que planeamos ofrecerle -igual que el año pasado- al grupo de personas que se encargan del servicio de extracción de basura; también compré una caja de galletas con las que ceno; Rb compró varios paquetes de las nueces que consume diariamente.

En el almuerzo consumimos el resto del pollo agridulce que habíamos preparado el día anterior; después del almuerzo -y de sacar a caminar a los perros- me puse a cortar las verduras para el almuerzo de la semana: papas, guisquil y zanahorias en cubos; culantro finamente picado; ajo machacado.

A las tres menos cuarto tomé el automóvil y me dirigí a la casa del voluntario que vive en la colonia donde mis hijos crecieron; casi no había tráfico por lo que llegué un minuto antes de la hora prevista.

Me bajé del auto y toqué el portón; mi amigo no salió en el acto; pero gritó indicando que bajaría en un momento; de acuerdo a lo que habíamos previsto, nos dirigimos a la sucursal más cercana de la cafetería en la que había desayunado el día anterior.

En el lugar compré un par de cappuccinos y un par de porciones de pastel de fresas con crema; y estuvimos en el lugar un par de horas, entre conversación -me mostró el diálogo en whatsapp en el que yo le había indicado que nuestra reunión sería el día anterior-; por lo que me disculpé profusamente.

También jugamos una larga partida de ajedrez; aunque mi amigo no sabe todos los movimientos; como el enroque y sus condiciones, o comer al paso; la partida estuvo interesante y terminamos -traté bastante- en tablas.

A las cinco le indiqué que lo pasaría a dejar a su casa y abordamos el automóvil; luego inicié el camino de retorno; lo cual estuvo algo extraño pues una o dos calles adelante acababa de ocurrir un accidente de grandes proporciones -se veían grandes nubes de humo-.

Tomé una vía alternativa para no pasar por el lugar y, afortunadamente, pude continuar mi camino sin ninguna complicación; por la noche estuve leyendo un poco del libro de tecnología: The Phoenix Project; está muy bueno.

Y a ver cómo sigue eso... 

 

 

viernes, 4 de julio de 2025

Semana corta -y algo ocupada-... Short week -and somewhat busy-... La semaine courte -et assez occupée-...

El domingo por la mañana acudimos a la tienda verde de descuentos: Rb me había comentado que necesitaba algunos artículos del lugar; ya en el mismo compró un rotulador permanente negro y media docena de cajas de fósforos -yo compré un pingüino de crochet, para regalárselo a alguna de mis amigas-.

El lunes era un día de asueto por acá: se celebra alguna fundación del glorioso cuerpo armado -el que nunca ha estado en una guerra, y que, durante los últimos tiempos, ha servido para la protección de grupos al margen de la ley-; ese día fue completamente interno; nomás salimos después del almuerzo por la caminata de los perros.

El martes fue el primer día de Julio; como todos los principios de mes me apresuré a transferir los treinta y cinco dólares -la mitad de mi contribución a los gastos mensuales- a la cuenta de Rb; también a pagar el mantenimiento del apartamento de mis hijos; y los cien dólares para la compra de acciones de la empresa en la que trabaja mi hijo.

Quien me había escrito un par de días antes, para pedirme la división de su cuota mensual (de ciento cincuenta dólares) pues le habían pagado antes de lo esperado, lo que había desbalanceado su presupuesto -o sea, les falta planificación a mis hijos-.

Ese día había planeado reunirme con el excompañero de mi primer trabajo como profesional; a quién reencontré hace unos meses; por esto le pedí a Rb que salieramos más temprano, en nuestra visita a los supermercados en dirección sur.

Caminamos hasta el mas lejano; pero no encontramos allí nada de lo que necesitábamos; en el que queda a medio camino compramos un poco de pollo, unas lechugas, unas galletas, y los bananos con los que desayunamos -y cenamos- todos los días.

Cuando regresé a casa esperé a que fueran las cinco y media para llamar a mi amigo -ya me había cancelado en otro par de ocasiones-; y no respondió ni a mis mensajes de whatsapp ni a una llamada telefónica; por lo que procedí a marcarlo en rojo en mi calendario anual.

Pero, treinta o cuarenta minutos más tarde, me devolvió la llamada; comentándome que había visto que había intentado contactarlo; pero que acababa de empezar a trabajar y se le estaba dificultando la coordinación de los horarios -de hecho, eran casi las seis y aún estaba en su oficina-.

Al final me dijo que me iba a llamar el jueves o el viernes, para ver si podíamos reunirnos por la tarde; y hoy es viernes; pero tampoco esperaba que mantuviera sus buenas intenciones: ha tenido una inestabilidad laboral bastante preocupante, durante los últimos años.

El miércoles estuvo bastante ocupado el día: desde la mañana recibimos instrucciones bastante precisas de nuestro lead, sobre algunas tareas que debíamos completar antes de la reunión del mediodía.

Con Rb habíamos acordado hacer la rutina de ejercicios a las once de la mañana: planeamos salir de casa ese día a las tres y media para acudir a un conversatorio con tres de los caricaturistas más conocidos de nuestro medio -quienes llevan décadas publicando en los periódicos actuales o extintos-.

Pero, debido a la carga laboral del día, me disculpé con Rb pues tenía que presentar algunos resultados al mediodía; por lo que me encerré en mi habitación, mientras Rb realizaba una rutina de ejercicios completamente nueva, en la sala.

Al final ni siquiera pude avanzar mucho en la asignación recibida ese día; y en la reunión del mediodía tampoco se aclaró mucho la expectativa de la tarea, o los resultados esperados; al menos nos sirvió para considerar la actualización de las rutinas de ejercicios semanales.

A las tres y media nos dirigimos a uno de los lugares en donde se realizan conciertos o eventos multitudinarios: la feria del libro de la ciudad había comenzado allí unos días antes; por la hora el tráfico estaba bastante fluido por lo que llegamos al lugar con casi una hora de anticipación.

El evento estaba programado para las cinco de la tarde; aprovechando que llegamos bastante temprano realizamos un recorrido por los stands; que la verdad no me atraían: tengo varios años leyendo exclusivamente en formato digital.

Pero me recordé un poco de las ocasiones -varias- en las que acudí al lugar con mis hijos; primero estaban bastante pequeños -y mi situación económica era bastante precaria- y nomás aprovechábamos los libros o material sin costo -y las actividades similares-.

En las últimas ocasiones -ya entrando la mayor en la adolescencia, creo- fue mejorando mi mi comodidad y lleguamos a adquirir uno o varios libros para cada uno de mis chicos; en alguna ocasión fue: Me, Earl and the Dying girl.

A las cinco acudimos al salón; en donde el director de la publicación popular de la universidad católica más antigua del país entrevistó a los tres caricaturistas más conocidos: Fo, Filóchofo y Pablo Piloña; este último había invitado -por twitter- a Rb unos días antes.

Y es que hace casi una década esta persona había realizado un par de caricaturas de los perros de Rb; de hecho creo que nos reunimos en esas ocasiones en algún lugar del centro histórico para la entrega de los encargos.

La actividad estuvo interesante; los primeros dos artistas estudiaron arquitectura -ignoro si se graduaron- y el último estudió -me parece- diseño gráfico; y, por supuesto, reflejaron la precariedad y riesgos de dedicarse a esa profesión en nuestro medio.

A las cinco terminó la actividad y, luego de pagar el parqueo (cuatro dólares!!) nos retiramos del lugar; la salida estuvo bastante complicada pues había una doble fila de autos tapando el parqueo: esperaban entrar a un restaurante para terminar de ver el partido de la selección (perdió, 2-1 contra el equipo del imperio del norte).

Luego de superar ese obstáculo nos metimos al periférico; en donde el tránsito estaba fluyendo con bastante libertad; y, un poco después, estábamos entrando en casa; de hecho nos saltamos la última resolución del día: pasar a llenar el tanque de gasolina; anda a la mitad, pero acostumbramos no dejar que se vacíe tanto.

El jueves me quedé trabajando en la cama hasta las nueve de la mañana; empecé, como casi todos los días, a las seis y media: meditación y wordle en inglés, francés y portugués; había roto la racha de inglés un par de días antes, la de francés y la de portugués ese día; me siguen costando las palabras en este último idioma.

Rb salió un poco después de las nueve hacia el mercado del centro histórico y yo salí de la habitación a prepararme el desayuno; habíamos previsto una reunión con todo el equipo local (siete personas) para ultimar los detalles de la presentación del día siguiente.

La reunión la realizamos entre once y doce del mediodía; el script de la misma se había definido el viernes anterior -en la reunión a la que olvidé asistir, debido a la rutina de ejercicios- y nomás repasamos algunos detalles sobre el contenido de los puntos a exponer.

Por la tarde acudimos a los supermercados en dirección norte; el tiempo ha seguido lluvioso; aunque menos que la semana anterior; y ya se está perfilando lo duro que será la canícula -las caminatas del mediodía, con los perros, han empezado a sentirse bastante calurosas-.

El viernes me levanté a las seis y media; como era asueto en el imperio del norte -celebran su (esa sí es verdadera) independencia- se había cancelado la reunión de las siete de la mañana; después de meditar resolví los wordle en inglés (noventa y dos por ciento de aciertos, cuatro días de racha), francés (noventa y dos por ciento de aciertos, dos días de racha) y portugués (sesenta y uno por ciento de aciertos, cero días de racha).

Después me bañé, metí unos cubos de rubik en mi mochila y entré a despedirme de Rb: tenía reunión de nueve a once en uno de los restaurantes mejicanos más famosos de la ciudad; salí a las siete y media y, un poco después, tomé el busito que lleva hasta la estación del Transmetro más cercana.

La unidad hacia el centro pasó bastante rápido y no muy llena; creí que llegaría con media hora de anticipación al lugar en el cual nos había citado la supervisora; pero, la segunda unidad tardó más de media hora en pasar; e iba super llena.

Total que me apeé en la estación que queda a cuatro o cinco cuadras del restaurante casi a la hora en que debía iniciar la reunión; corrí un par de cuadras y llegué a donde creí que se ubicaba el restaurante; pero no, estaba del otro lado de la plazuela.

Finalmente llegué al lugar con cinco minutos de retraso; afortunadamente no había llegado ni la cuarta parte de los convocados -al final llegamos nomás como la mitad de los mismos: catorce personas-; y me senté en una mesa en la que nomás se había ubicado una de las últimas personas contratadas.

En la otra mesa había seis o siete compañeros -incluida mi supervisora-; pero, a diferencia de la última reunión, en la que me porté bastante apartado del grupo, ahora inicié una conversación, bastante animada, con la compañerita con quien me senté; un poco después llegó la PM que me ayudó el año pasado con el evento de ciberseguridad.

Al final en nuestra mesa había siete u ocho personas y tuve mucho cuidado de no tomar mi actitud natural: callado y apartado; nos sirvieron un desayuno bastante escueto: café, jugo de naranja, un coctel de frutas y un desayuno consistente de tres tacos de huevos y frijoles.

En medio del desayuno nuestra jefa presentó los resultados del último trimestre, así como las expectativas para el siguiente: entre estos últimos destacó el proyecto que presentó el más brillante de mis compañeros -y en el que, amablemente, me incluyó como proponente-.

Después nos tocó realizar la presentación en la que habíamos estado trabajando los últimos viernes: el compañero que menos bien me cae presentó una introducción sobre la herramienta a la que le damos soporte; luego yo hablé un poco sobre la estructura del equipo.

Tenía tres minutos para explicar cómo está constituido el equipo -tanto local como en el imperio del norte- pero, como nomás eran un par de organigramas, empecé con un poco de historia sobre la empresa -fundada en dos mil diecisiete- y la empresa de la cual salió (fundada en mil novecientos seis).

Me dí por satisfecho con mi presentación -creo que tardé un poco más del tiempo previsto- y le cedí la palabra al compañero que vive en los linderos de la ciudad colonial (justo en el pueblo en el que creció mi padre); y allí la cosa se complicó.

La página que se estaba usando para la presentación dejó de funcionar; en mi presentación utilicé un par de imágenes; en el resto de la misma se utilizaron diagramas; y había algún problema con el código con el que estos se habían definido (al final resultó que el problema era que se necesitaba conección a internet).

La presentación fue -con la salvedad del problema descrito- un éxito: finalmente se pudo reparar la presentación y mi compañero presento los flujos de trabajo; luego otro Dev presentó la estructura de la herramienta; y, finalmente, el Dev que me ayudó el año pasado con el evento de ciberseguridad presentó los avances que hemos realizado.

Para esto último se utilizaron dummies de vehículos y, al final, se repartieron tarjetas de información de los logros, calcomanías representando algunos elementos con los que trabajamos, y los carritos que nuestro amigo de la ciudad colonial preparó con cartón.

La reunión terminó un poco antes del mediodía y, aprovechando que el compañero de la ciudad colonial, podía tomar una ruta que me convenía, abordé su automóvil para dirigirme a mi casa; el tránsito estaba bastante ligero y nomás tuve que irlo guiando por las mejores rutas para entrar al municipio.

A las doce y media me apeé del vehículo de mi compañero de trabajo y empecé a caminar hacia la casa de Rb; previendo alguna confusión con las horas y el almuerzo la llamé para comentarle que en veinte minutos o así estaría llegando a casa; lo que fue un cálculo bastante aproximado de la duración de la caminata. 

domingo, 29 de junio de 2025

El tránsito pesado...Traffic jams... Les embouteillages...

No me gusta manejar... se lo repito a mis hijos y a mis -pocos- conocidos con cierta frecuencia: a los veintiseis o veintisiete compré un auto -un Seat Marbella- y lo tuve cinco o seis años; también compré -cinco o seis años más tarde- otro auto un poco más grande.

Con el primero tuve un par de incidentes en el tráfico; el primero cuando estaba empezando a conducir; y no salió tan caro; el segundo sí fue bastante fuerte: en un semáforo en rojo dañé la defensa trasera de un pickup de un gran almacén.

Estuvo fea la cosa porque tuve que pagar como doscientos cincuenta dólares en el momento; la economía doméstica no estaba en su mejor momento; y fue después de mi primer viaje al imperio del norte; cuando los conflictos con la mamá de mis hijos estaban a la orden del día.

Lo curioso fue que después del segundo viaje; y por llevarme unos documentos a una entrevista, un auto le dió con todo en un costado, el cual quedó completamente volteado; la mamá de mis hijos salió con varios raspones en el rostro. 

Y ese fue el fin de ese auto; creo que luego -cuando ya no vivía con mi familia- fue vendido como chatarra; o no sé si siguieron utilizándolo; la cuestión es que pasaron casi diez años para que, por fin, pudiera desactivar la matrícula -y dejar de acumular impuestos de circulación-.

El otro auto también se lo dejé a la mamá de mis hijos; realmente no saqué más que mi ropa -y mi título- de la casa en la que mis hijos pasaron la mayor parte de su niñez; creo que al final lo vendieron, por falta de fondos; lo bueno es que no estaba a mi nombre.

Total que no me gusta manejar; o más bien, no me gusta poseer auto; en el imperio del norte compré uno -por unos cuantos cientos de dólares- en el primer viaje; y se lo dejé al amigo que me estaba hopedando, cuando retorné al país.

En el segundo viaje, por salvar a una amiga mexicana de una fiesta algo rara, tomé el auto de mi anfitriona; y al dar mal una vuelta, la policía me paró y mandaron el auto a un depósito; tuve que pagar como quinientos dólares en multas y almacenamiento.

Y allí fue cuando decidí no manejar nunca más; en el resto del tiempo utilicé una bicicleta para movilzarme en la ciudad: básicamente de la casa -como a diez millas- al trabajo; ambos lugares estaban en extremos opuestos de la ciudad; y a las bibliotecas y lugares en donde realizaba trabajo voluntario.

La cuestión es que cuando volví a establecerme en la ciudad -después de dos años de viajes al imperio del norte, y a dos cuadras de donde vivían mis hijos-, decidí no manejar; incluso pasé mucho tiempo sin una licencia de conducir.

Pero luego de lograr desactivar la tarjeta de circulación del auto blanco -y pagar impuestos atrasados como por cien dólares- decidí renovar mi licencia; mi justificación fue que en caso de emergencias podía ser de utilidad.

Pero me mantuve si manejar; excepto en dos ocasiones: en la primera, en mi segundo año de voluntariado, me tocó que encender el auto de una voluntaria; se había quedado sin batería y tuve que arrancarlo en segunda.

La segunda ocasión fue cuando acompañé a otra voluntaria a una entrevista de trabajo; y como no quería pagar parqueo, me dejó su auto; en esa ocasión dí un par de vueltas por una de las avenidas más concurridas de la zona, luego me metí a un supermercado, a pasar el tiempo.

Después sí me resigné a volver a manejar más constantemente: empecé mi relación con Rb (ya llevamos más de doce años juntos) y ella me ofreció su Honda Passport, por si quería llevar a mis hijos al puerto, a visitar a sus abuelos.

Acepté su ofrecimiento y en tres o cuatro ocasiones recorrimos los cien kilómetros hasta las costas del pacífico; en la primera ocasión el auto se sobrecalentó y fuimos ayudados por los operadores de grúa de la autopista.

Y, cinco o seis años después, otra vez, viniendo del puerto -esta vez solo- el auto se volvió a sobrecalentar; y, me parece que, el motor se fundió; la reparación se complicó -Rb ya le había cambiado la caja de cambios unos años antes- pues el mecánico no podía volver a montar el motor después de realizarle un overhaul.

Así que Rb decidió regalárselo -se lo vendió como en mil dólares, pero el mecánico aún no ha terminado de saldar la deuda, casi cuatro años después; y, la misma persona, le recomendó un auto, para sustituir la Honda Passport.

Así Rb adquirió el auto actual: un Mazda Protege automático, del año dos mil tres; lo compró en un poco más de dos mil dólares; y el auto ha funcionado -en su mayor parte bien-; durante los últimos tres años lo he llevado -casi- cada tres meses en los viajes que realizo a visitar a mis padres.

También he tenido dos incidentes: a inicios del año pasado le dí en el costado a un auto que se me cruzó en una de las avenidas más concurridas cerca de la universidad; la chica que iba en el otro auto tenía seguro, por lo que nomás tuve que pagar el Uber para volver a casa, y otros gastos menores.

Pero luego, casi al final del año, en una curva aceleré mal y me fuí a encunetar; con el saldo de la muleta del lado del copiloto completamente dañada; y el depósito del agua para el limpiaparabrisas roto; la broma me salió como en trescientos dólares.

Lo dicho, no me gusta manejar; el auto se mantiene parqueado frente a la casa de Rb la mayor parte del tiempo; generalmente lo utilizamos una vez a la semana: desayunos con mis amigos, visitas a mis hijos, llevar y traer a Rb de la iglesia.

Y una gran razón de esto es el tránsito: la ciudad nunca fue diseñada para tan gran cantidad de autos en las calles -de hecho no fue diseñada para nada: nomás fue creciendo sin ningún control-.

En cada salida debemos considerar al menos una hora de tránsito; sin importar la cercanía o lejanía del destino; pero la semana pasada fue un extremo: dos salidas entre semana.

El miércoles venía una persona de Nicaragua: el grupo cristiano en el que Rb trabaja como asistente del director iba a realizar un campamento en la ciudad; por lo que personas de varios paises de latinoamérica venían a la ciudad.

Rb se había comprometido a recoger a esta persona en el aeropuerto y llevarla a la casa de la mamá del director del grupo: un apartamento en una de las zonas más afluentes de la ciudad.

Habíamos planeado que me escapara una hora antes de la salida del trabajo; sacamos el auto un poco antes de las tres y nos dirigimos al aeropuerto; Rb se atrevió a manejar en el viaje de ida -evita más que yo la conducción-.

El tránsito estuvo pesado pero no extremadamente; llegamos con un buen tiempo de antelación al aeropuerto; dejamos el auto en el parqueo del lugar y nos dirigimos al portón por donde entran las personas al país.

El joven no tardó en salir y nos dirigimos al lugar en donde se hospedaría; pero, resultó que le habían confiscado las botellas de shampoo y otros artículos de limpieza antes de subir al avión; por lo que pasamos a un supermercado, para que se proveyera de lo necesario.

Eso nos atrazó un poco más de media hora; después del supermercado nos dirigimos al edificio de apartamentos; allí Rb y el joven se bajaron en la recepción, ya que no había espacio para parquear el auto.

Yo di una vuelta en U y me parqueé un momento frente al edificio: costó un poco que bajara la señora a recibir al joven; pero un poco después empezamos el viaje de vuelta; el cual estuvo terrible: nos tocó retornar a la hora pico.

A pesar de que empezamos la salida de la zona un poco después de las cuatro y media, parecía que nos juntamos con todos los trabajadores que finalizan su trabajo al final de la tarde: no nos costó llegar mucho llegar a una de las calles principales de salida (y entrada) a la ciudad; pero, allí, avanzar tres calles nos tomó más de media hora.

Una situación desesperante; a la cual no estamos acostumbrados, pero que a la mayoría de la población -que maneja- debe serle muy común en su trajín diario; al final nos tomó casi dos horas retornar a casa.

Lo bueno es que ya le había cambiado el tapón del radiador al auto; lo que, al menos, ha asegurado que el sistema de refrigeración del motor funcione de forma normal; afortunadamente no hemos tenido problemas de sobrecalentamiento.

El jueves era mi segundo día de vacaciones -forzadas- del mes; después de meditar -y resolver los wordle de inglés, francés y portugués- retorné a dormitar a la cama; me levanté un poco después de las ocho, a desayunar, y a prepararme para acompañar a Rb al mercado del centro histórico.

Como me había quedado sin gelatinas una semana antes, nos dirigimos a la tienda en la que me proveo de esto, tomando otra unidad del Transmetro, muy cerca del mercado en donde Rb compra su fruta semanal.

En la tienda encontré gelatinas de tres sabores -aunque de uno de los mismos nomás había una libra- y compré cinco libras; Rb compró una libra de gelatina sin sabor -la única que puede consumir con seguridad-.

Luego retornamos al mercado; el cual estaba a punto de cerrar, pues -según algunos carteles de la municipalidad- iban a completar una de las jornadas rutinarias de limpieza; después del supermercado tomamos el transmetro, para retornar al comercial en el que se estacionan los busitos del sector.

En el comercial entramos al supermercado; Rb quería comprar un poco de pollo -y un paquete de pan tostado, para mi persona-; luego retornamos a casa; el almuerzo de ese día -y el siguiente- consistió de unos burritos muy buenos.

El viernes nos tocó que volver a salir: como era día de ejercicios, y Rb se había comprometido a acompañar a su grupo del trabajo en el campamento durante un par de horas, habíamos acordado realizar la rutina de ejercicios a las once de la mañana.

Lo que no me percaté fue que justo a esa hora tenía programada la reunión de los últimos viernes en la que hemos estado trabajando, con todo el equipo local, para armar la presentación que debemos realizar la primera semana de julio.

Con Rb hicimos la rutina entre once y doce; después ví que el resto del equipo se había reunido; y nomás agregué un par de reacciones a los mensajes finales de la misma; un poco después el programador que me ayudó el año pasado con el evento de ciberseguridad - y que le encanta el protagonismo- me pidió que programara la última reunió para el siguiente jueves.

Almorzamos lo mismo que el día anterior y realizamos el resto de la rutina de la tarde sin ningún cambio -sacar a caminar a los perros y preparar café y té-; a las cuatro de la tarde tomamos el auto para dirigirnos al centro cristiano de convenciones en el que estaban realizando el campamento.

El lugar se encuentra en la ribera del lago más grande -y contaminado- de la ciudad; en uno de los municipios aledaños a la misma; y quién sabe si mucha gente empezó a abandonar la ciudad debido a que se venía un fin de semana largo, o es la norma y no sabíamos.

La cuestión es que salir de nuestro municipio no fue muy tardado; pero, justo después, pasamos más de una hora -nuevamente- en el tránsito; en varios sectores, completamente detenido; en el resto a una velocidad extremadamente baja, y casi bumper con bumper.

Afortunadamente,  pudimos entrar al desvío del municipio al final de una cuesta bastante pronunciada; y, después de cruzar el poblado municipal, continuar circunvalando el lago, hasta llegar al centro de convenciones.

Y digo afortunadamente porque, luego del desvío que nosotros tomamos, el tránsito seguía igual -o peor- de atascado; a diferencia del miércoles, el viernes la lluvia estuvo presente casi todo el día; no fuerte, pero sí constante; lo que contribuye, creo, a la baja velocidad en general.

El portón del centro de convenciones estaba cerrado, por lo que puse el auto en modo de parqueo y me bajé a hablar con el guardían de la garita; le indicamos el evento al que asistíamos y nos comentó los detalles para llegar al lugar.

La verdad yo no me había percatado de que se trataba de un campamento; antes había creído que era una reunión de los líderes del grupo en el que Rb trabaja; pero no, habían sesenta o setenta jóvenes -no ví a muchos de ellos- que estaban acampando en el lugar.

Rb llevaba su colección de numismática -tiene billetes de muchos países alrededor del mundo- pues había comentado con la persona del miércoles acerca de esta afición; se instalaron en unas mesas varias personas a admirar los diseños e idiomas de muchos de los elementos de la colección.

Yo volví a encontrar al joven al que Rb hospedó en su casa hace un par de años: colombiano, y con un perfil profesional bastante similar al mío; o eso era en ese tiempo; ahora está dando soporte a SAP.

Estuvimos conversando un buen tiempo sobre el estado actual de la tecnología, los empleos de cada uno; e inclusive un poco sobre las opciones de capacitación disponibles en línea, para mejorar el perfil profesional de cada uno.

Creo que estuvimos menos de una hora en el lugar -llegar nos tomó casi dos horas- y luego el director indicó que se reunirían para cenar; yo le ofrecí a Rb que podía quedarse y yo me hacía cargo de sus perros; afortunadamente no aceptó.

Como había otra persona que venía hacia la ciudad -en su viaje de vuelta a su casa, en un departamento en el extremo opuesto de la capital-, Rb se ofreció a pasar a dejarlo al poblado del municipio, donde tomaría un bus.

Pero, como al final, tenía que pasar por la ciudad para abordar el bus hacia su poblado, propuse que lo pasaramos a dejar al comercial en donde se estacionan los busitos de nuestro sector; y donde podía tomar el transmetro hacia el centro de la ciudad.

Por lo que no pasamos por el poblado del municipio; utilizamos Waze para completar la circunvalación del lago; y salir por el otro extremo; la verdad es que fue un trayecto bastante riesgoso: casi no hay iluminación en el mismo, y la lluvia continuaba.

Afortunadamente la mayor parte de la subida -es una ascensión bastante pronunciada- tuvimos a un pickup -que se veía bastante cargado- delante de nuestro auto; por lo que pude guiarme con sus luces, para avanzar en el camino.

La salida no nos tomó tanto tiempo como la entrada; y, por haber tomado la ruta inversa, retornamos a la ruta nacional en un lugar bastante cerca de la ciudad; el tránsito aún estaba un poco pesado, pero lo estaba más en el sentido contrario.

Un poco más tarde estábamos dejando al señor en el comercial desde donde podía tomar el Transmetro; e iniciando, finalmente, el retorno a la casa de Rb; pasaban de las siete de la noche, por lo que el embotellamiento diario ya había disminuido un poco. 

El sábado me amaneció doliendo la pierna izquierda; no sé si se debió a los ejercicios que hicimos el viernes -el miércoles, por las molestias de salud de Rb, no habíamos realizado la rutina del día-; o por la tensión del viaje del día anterior.

A media mañana caminamos a los supermercados en dirección sur; en el más lejano compré una bolsa de Ketchup -ya está por acabárseme la actual-; y un paquete de pan tostado: había planeado visitar a mi tía favorita, al final del día.

Después de retornar de los supermercados estuve avanzando en la última parte del ciclo del libro de Terapia de Aceptación y Compromiso -ACT- que estoy leyendo; luego, a las once y media, saqué a la perra más pesada de Rb, a su caminata diaria.

Después me bañé, y me dirigí al departamento de mis hijos; salí un poco después de las doce; y el tránsito volvía a estar bastante pesado, justo en el punto en el que el boulevard desemboca a la ruta que une a ambos municipios.

Pero, debido a que había salido temprano, llegué al edificio en donde viven mis hijos quince minutos antes de la una; subí las gradas de los siete niveles y me instalé en el espacio que corresponde a la sala del departamento.

El área se ve bastante descuidada -no tienen ni un año de haber estrenado el departamento- pero me senté junto a la pared, y le envié un mensaje a mi hijo menor, comentándole que ya había llegado.

Pasó la hora acordad para la visita (una de la tarde) pero preferí seguir esperando; como a los diez minutos salió de su habitación; con el cabello bastante corto; o sea, desde la pandemia había estado usando el cabello hasta debajo de los hombros, pero ahora tenía un corte casi similar al mío.

Le pedí que se sentara un momento y volví a disculparme por mi intervención con su hermana en la última visita; y por mi negatividad en muchas de mis conversaciones; ví que se le aguaban los ojos, pero sigo sin saber cómo reacciones en estas situaciones.

Luego le propuse que fueramos al parque temático de costumbre; afortunadamente, a persar del pronóstico, no llovió durante toda la tarde; en el parque le  indiqué que podíamos comprar pizza o pollo; prefirió pollo.

Nos tocó que hacer una fila un poco tardada -el parque estaba más lleno que de costumbre, quizá por el fin de semana largo-; tanto para pagar por un par de menús de nuggets de pollo, como para recibir el pedido.

Lo bueno fue que el área de mesas no estaba reservada en esta ocasión; pudimos ocupar una de las mesas del lugar, y almorzar en paz; luego jugamos varias partidas de dominó; un poco antes de las cuatro propuse que nos subieramos a la Rueda de Chicago; luego nos retiramos del lugar.

Llegamos de vuelta al apartamento bastante temprano; un poco mi hijo había declinado mi oferta de café, por lo que nomás estuvimos en el espacio de la sala, resolviendo algunos cubos de Rubik -no llevaba el de 4x4x4 ni el de 5x5x5-.

Mi hija mayor salió de su habitación en cierto momento; al parecer sigue su rutina de dormir de día; y también ví una cantidad bastante grande de colillas de cigarros en uno de los botes de basura que mantienen en la cocina.

Al parecer -también- siguen en conflictos personales; no estoy seguro si se saludaron, o intentaron hacerlo; a las cinco -como habíamos acordado más temprano con mi hijo- nos despedimos y me calcé los zapatos -hemos acordado no utilizarlos dentro-; antes de retirarme llamé a mi hija para que saliera y nos despidiéramos.

Era bastante temprano para mi siguiente compromiso: había estado hablando durante la semana con mi primo favorito, para coordinar mi visita a su madre, ese día, a las seis de la tarde -estoy procurando visitarla con la misma frecuencia que visito a mis padres-.

Antes de encender el auto jugué dos o tres partidas de ajedrez en el  celular, y luego, sí; abrí la puerta del estacionamiento e inicié mi viaje hacia la casa en la que mi primo alberga a sus padres -y a otra familia del lado de su esposa, me parece-.

El tránsito estaba bastante tranquilo; aunque había empezado a lloviznar ligeramente; llegué con bastante anticipación a la casa de mi primo; pero, antes de estacionarme, otro auto me adelantó y se paró en el lugar; de allí se bajó un tipo, tocó el portón de la casa, y, al salir mi primo, conversó un momento con el mismo.

Yo estaba aún en el auto, un poco atrás; pero bajé el vidrio del lado del piloto (todos los vidrios están polarizados) y saludé a mi primo; el tipo se subió, por fin, al auto, con lo que pude parquearme en el lugar.

Conversé apenas un poco con mi primo, ya que estaba ocupado, y subí al segundo nivel de la casa; la construcción es enorme; no estoy seguro si tiene tres o cuatro niveles; y muchas muchas habitaciones.

Encontré a mi tía, quien me recibió bastante efusivamente; le entregué el paquete de pan tostado que llevaba; y ella me ofreció café; luego nos instalamos en su cocina, a tomar café, y conversar durante un poco más de una hora: muchas muchas noticias familiares.

Un poco después de las siete le comenté a mi tía que tenía que retirarme e inicié el viaje de vuelta; debido a la hora -y el día- el tránsito estaba bastante ligero; por lo que un poco después estaba estacionándome frente a la casa de Rb.

Espero no volver a conducir tanto durante la misma semana en mucho mucho tiempo.

Y a ver cómo va eso... 

lunes, 23 de junio de 2025

Las parejas -y el destino-... The couples -and destiny-... Les couples -et le destin...

El concepto de pareja siempre se me ha escapado: desde niño soñaba con tener una familia nuclear feliz; no sé si se deba a mi propia experiencia infantil; o a alguna extraña fijación producto de la televisión y demás consumo de media.

Pero luego empecé a tener hijos con la primer pareja que tuve; de quien me separé, luego de casi una década de convivencia; y luego casi nada; alguna que otra relación esporádica -me importaban mucho mis tres hijos-, hasta llegar a Rb; ya llevamos más de una década de estar juntos y, me parece que, tres años de legalizar nuestra unión.

Pero no es algo que dé por hecho; o sea, acepté casarme porque no quería volver a empezar a buscar dónde vivir: me parece que por esa época ya tenía más de un año de haberme establecido en su casa; pero no creo en el 'hasta que la muerte los separe'.

Pero de las parejas 'felices' que antes tomaba como modelo no he visto un buen desarrollo: mi prima favorita aceptó que su esposo tiene otra relación; y que vive la mitad de la semana en cada hogar del que forma parte; también me acabo de enterar -ella me contó- que su papá -esa gran pareja cristiana- tiene una hija (bastante grande) fuera del matrimonio.

En fin, es un concepto bastante confuso; y las parejas homosexuales no creo que lo tengan más fácil -al final, creo que mis tres hijos son parte de la comunidad LGTB, aunque no estoy seguro de cual letra le aplica a cada uno-: hace unos tres años mi ex supervisor me comentó que había retornado del país más póspero del sur, en compañía de su esposo.

La última vez que nos reunimos me comentó que andaban con conflictos familiares -y de pareja, creo-; y el sábado que desayunamos, me contó de la situación actual: están actualmente en medio de una convivencia bastante complicada, luego de un intento de suicido por parte del susodicho.

Y el destino: acabo de volver a leer un muy buen artículo de uno de los escritores contemporaneos locales; antes publicaba bastante en su blog, ahora no ha publicado en más de seis meses; pero tiene ya varios libros publicados -además, estudió (pero no se graduó, adivino) ingeniería, letras y filosofía, en la universidad nacional-.

En el artículo en el que celebraba la victoria de Argentina en el último mundial, metía la historia de porqué su padre le iba a los alemanes: había obtenido una beca para Alemania Federal, en su juventud, la cual fue cancelada cuando un grupo armado asesinó al embajador de ese país.

Juan Pablo dice algo así como: si ese atentado no hubiera ocurrido, habría ido a estudiar a Alemania, habría trabajado en el lugar, desarrollándose en el mismo; y yo no hubiera nacido; y es una historia que he escuchado o leído, o visto en no pocas ocasiones: si X, Y, o Z hubiera (o no hubiera) ocurrido, entonces yo estaría haciendo A, B o C (o no estaría haciendo D, E o F).

Pero al final, ¿quién sabe, no?

El sábado me levanté antes de que sonara la alarma: la había puesto para las seis de la mañana, pues debía de estar antes de las siete en el restaurante en donde me reuniría con el ex supervisor a quien veo dos veces al año; este era el desayuno de medio año.

Pero, como otros días, el zumbido de un zancudo me despertó quince minutos antes de que sonara la alarma; me sentía aún cansado, pero me levanté a meditar; después consideré si hacer los wordle del día, pero me decidí a meterme a la ducha.

Después de bañarme volví a consultar la página de waze para ver cómo andaba el tránsito en la ciudad; según el sitio el recorrido era de quince minutos; consideré el doble del tiempo y salí un poco antes de las seis y media.

En el periférico volví a ver la hora y, casi al noventa por ciento del recorrido, aún quedaban siete minutos antes de las siete de la mañana; la entrada al parqueo del restaurante estuvo rara: había un camión tapando la entrada, y detrás del mismo, una unidad de distribución de Pan Bimbo.

Total que tuve que ocupar la mitad del espacio del segundo carril -aún pasó un auto bocinando-, pero pude entrar sin demasiadas -adicionales- complicaciones; había planeado resolver los tres wordle del día (inglés, francés y portugués) o hacer alguna lección de Duolingo, mientras esperaba; pero el wifi del restaurante no funcionó.

Además, mi amigo llegó bastante rápido: no ví el mensaje en el acto -por no tener conexión a internet- sino hasta que regresé a casa; pero  las siete y tres minutos me había enviado un mensaje de voz, comentándome que ya estaba parqueándose.

No veía a mi amigo desde diciembre; y creo que ya aprendí a poner en contexto sus comentarios: la primera vez, hace unos tres años, que me comentó que estaba por cambiarse de trabajo, asumí que la siguiente vez que lo vería estaría ya en otra empresa.

Pero no, al parecer, le gusta compartir sueños -o deseos- en los que realmente no cree; y,  me parece que es una costumbre que compartimos -aunque espero que en mi caso, sea un poco menos seria-; la última vez que nos vimos me comentó que andaba con problemas de pareja.

Algo de que habían ido a Ciudad de México con su familia -y su pareja- y habían tenido ciertas diferencias; pero estas fueron tan serias que, en un momento, consideró dejar a todos allí y tomar un boleto a Miami -o algún lugar igual de exótico-.

Al parecer, lo de los problemas con su pareja sí eran serios: en esta ocasión me comentó que habían terminado la relación romántica; que siguen viviendo juntos porque, al final, él lo había traído al país, pero que, después de un par de intentos de suicidio -uno, dudoso, el otro sí más serio- nomás estaban viviendo como roomies.

Y me pareció algo violenta la situación: en cierta ocasión lo dejó prácticamente encerrado en donde viven, pues debía ir a trabajar, y temía que simplemente abandonara la seguridad que le proporcionaba; también me comentó que le había tocado escuchar cuando llegaba con sus amigos sexuales.

O sea, qué incómoda la situación; creo que retornaron al país hace cinco o seis años; luego de un par de años de convivencia en Chile -entendí que en ese país se habían podido legalizar su situación matrimonial-.

Y mi amigo, huérfano desde niño, -me parece que- ha desarrollado un complejo de salvador; o así es como lo percibo: lágrimas saltaron a sus ojos cuando me contaba el temor al abandono que ha padecido su -ahora- ex pareja.

Estuvimos en el restaurante un poco más de dos horas; poniéndonos al día de las vidas de cada uno; el trabajo, las parejas, la familia; un poco después de las nueve y media le comenté que ya debía retirarme, y quedamos en que llegaría a conocer el negocio de comida que tienen con su inquilino, en el centro histórico.

El tránsito de vuelta estuvo bastante tranquilo; un poco antes de las diez de la mañana estaba parqueándome frente a la casa de Rb; llegué justo en el momento en que ella estaba saliendo hacia el supermercado, por lo que me ofrecí a acompañarla.

Fuimos nomas al supermercado más cercano; en donde adquirimos un poco de pollo; y lechugas para las ensaladas de los almuerzos; sacamos a caminar a los perros antes de la comida del medio día.

Por la tarde salimos al patio trasero a cosechar algunas flores de loroco; y, como vimos que el racimo de bananos silvestres ya tenía más unidades amarillas, aprovechamos para bajar el mismo; para lo cual utilicé un par de las cuerdas que habíamos comprado para la ocasión de las tarimas de madera.

El proceso estuvo un poco tardado: aseguré alternativamente el racimo, utilizando dos pitas de plástico; pero al final estuvo bien, ya que pude completar el procedimiento sin mucho daño a los bananos.

Después separé las diferentes pencas de frutos -aunque algunos se separaron en el transcurso-; y, aprovechando que no estaba lloviendo, salimos a repartirlos a los vecinos de la calle -y al guardián de la colonia-.

Yo consumí uno de los que ya estaban amarillos; repartimos cuatro o cinco pencas a los vecinos, una al guardián de turno, reservamos una para el del día siguiente; y Rb preparó una buena cantidad de tortillas, con una de las que aún estaban verdes.

A media meditación nocturna -debo mejorar en dejar ir los pensamientos- me recordé que no había hecho los wordle del día; y, como el de francés lo renuevan cada día a las seis de la tarde -por la diferencia de horario con Francia- nomás pude completar el de inglés y el de portugués.

El domingo me levanté a las seis y media y lo primero que hice, después de meditar, fue resolver los wordle en los tres idiomas; después regresé a la cama a dormitar; hasta que escuché que Rb se levantaba y salí a prepararme el desayuno de los fines de semana.

Después del desayuno, o a media mañana más bien, nos dirigimos, caminando, a la tienda de ropa usada en la que generalmente nos proveemos; en el trayecto pasamos a dejarle la penca de bananos silvestres al guardián de turno.

En la tienda de ropa Rb anduvo por muchos de los pasillos, buscando ropa para el evento de su trabajo al que tendrá que atender durante la semana; afortunadamente me había dejado su celular, por lo que pude jugar varias partidas en chess.com.

Ella adquirió varias mudadas de ropa; yo nomás compré un helado, cuando pasamos a pagar a la caja; retornamos a casa antes de mediodía y preparamos las alitas de pollo dominicales, acompañadas de un poco de caldo y fideos.

Por la tarde había planeado trabajar un poco; pero cuando entré al sitio en cuestión me di cuenta que no podía avanzar mucho: como que la última actualización no se ha completado por lo que el alcance de lo que podía hacer era muy limitado.

Entonces me puse a terminar de ver la última parte de The cat returns; y después la segunda parte -creo que la dividiré en cinco- de la última película de la franquicia de Mission Impossible.

Y a ver cómo sigue eso…

viernes, 20 de junio de 2025

Aparatos... Gadgets... Gadgets...

De las primeras compras que realicé cuando empecé a trabajar como ingeniero fue una computadora -lo primero creo que fue una cama y una bicicleta-: era una pc usada con un monitor ámbar -o verde, no recuerdo-.

Y es que la tecnología ha sido -desde mi adolescencia- uno de mis temas favoritos; recuerdo que por mi época universitaria tenía una revista con modelos de varias computadoras personales; que, por ese tiempo, no podía adquirir.

Desde esa primera PC -que envié al final a la casa de mis papás, cuando empecé la convivencia con la madre de mis hijos- casi siempre he tenido una computadora: fue en una de estas que mis hijos aprendieron a leer -antes de que cumplieran tres años-.

Y es el regalo que les realicé a cada uno de mis hijos -en lugar de una fiesta, que es lo que se acostumbra por estos lados- cuando fueron cumpliendo los quince años: una computadora portátil, nueva, de paquete.

De hecho esas fueron las primeras tres computadoras que compré nuevas; el resto siempre lo iba adquiriendo de segunda mano; pero, en general, cumplieron su función: mantenerme al día con la tecnología -y un poco de programación-.

En mi segundo viaje al Imperio del Norte compré mi primer dispositivo móvil (inteligente): un compañero de trabajo -y buen amigo- estaba cambiando de celular, y me vendió -en cincuenta dólares, creo- su Palm Pilot.

Aunque no, eso fue en mi último viaje al Imperio; en el segundo había comprado -en ebay- una palm de las que aún usaban stylus para ingresar información en la pantalla; la del tercer viaje tenía un teclado qwerty físico.

Fue también en el tercer -y último- viaje que compré mi primera computadora portátil: en el lugar en el que realizaba trabajo voluntario adquirí un par de laptops reconstruidas; la primera fue una Dell que me costó menos de cien dólares, la segunda era una Lenovo. 

 Ambas eran bastante antiguas para la época -dos mil ocho-, la batería apenas aguantaba y el wifi costaba que funcionara; pero aún así podía conectarme a la red desde el exterior de algunas tiendas -o desde el interior de las bibliotecas-.

Las dos computadoras las traje conmigo en el último viaje de vuelta; y fue con una de ellas que hackeé el wifi del vecino en la habitación en la que viví casi una década; ambas me aguantaron más de cinco años luego de que las comprara.

La siguiente me la envió mi amigo científico a quien apoyé en algunas clínicas de Linux en el lugar en el que realizábamos trabajo voluntario; creo que le envié de vuelta sesenta o setenta dólares; las siguiente dos también me las envió el mismo amigo, aunque esas no me las cobró.

Esas dos las usé por el siguiente lustro; hasta que, la última me dejó a principios del presente año; y entonces compré la primera computadora nueva para mi uso personal: la Lenovo que utilizo ahora para cuestiones que no tienen que ver con mi trabajo -para eso uso la de la misma marca que me proporciona la empresa-.

En el caso de los celulares; después de perder el Huawei en el viaje a la Suiza Centroamericana, compré un Samsung; y ahorita voy por el tercer dispositivo de la misma marca; lo uso principalmente para hacer Duolingo y jugar ajedrez. 

También fue para avanzar en Duolingo que compré mi primera tablet -ayer compré la segunda-: el celular que usaba en ese tiempo tenía una pantalla pequeña y se me dificultaba responder los ejercicios escritos.

Pero la tablet no me funcionó para eso: la versión Go de Android que tenía instalada no funcionaba bien con la app de Duolingo; entonces la empecé a utilizar nomás para leer -y jugar algunas veces ajedrez-; y me acompañó hasta hace un par de semanas.

Uno días antes empezó a perder carga con mucha rapidez; la estuve utilizando conectada, pero un día ya no encendió; la dejé sobre una caja de plastico que tengo en mi estantería de la ropa; y un par de días más tarde la batería estaba completamente inflada.

Entonces utilicé el Kindle para continuar leyendo; lo que fue una molestia por dos razones: la primera es que el format que el lector que este modelo trae no lee archivos epub; nomás mobi; así que tuve que convertir los siete libros a medias a este último formato.

La otra cuestión fue que me empezó a cansar mucho la lectura: la pantalla del Kindle no brilla -se supone que es una ventaja porque es como si fuera papel-; pero, con mi estado actual de la visión -uso lentes de lectura desde hace casi diez años, utilizar una lámpara me cansaba demasiado rápido la vista.

Por eso, y porque ví hace un par de día que el Kindle estaba perdiendo muy rápido la carga -tiene como ocho o nueve años de edad- decidí adquirir una nueva tablet; la anterior la había comprado justo en los días de la pandemia y era marca EPIK -o sea, genérica-.

Estuve buscando en internet algunos modelos parecidos en tamaño; y ayer que fuimos a los supermercados en dirección norte le pedí a Rb que pasaramos a Office Depot: había visto una tablet de ocho pulgadas marca RCA.

Nos tocó que salir con paraguas y chumpas pues la lluvia ha estado cayendo de forma intermitente; y en esa tienda de Office Depot no tenían el modelo -era una oferta disponible únicamente en algunas tiendas-.

Después de Office Depot pasamos a Dollar City y luego al supermercado; había decidido pasar el sábado a la sucursal de la primer tienda, a adquirir la tablet; pero, justo saliendo del supermercado Rb me sugirió pasar a una tienda de electrodomésticos a mitad del camino

Y resultó que solo tenían en existencia dos tablets; la más barata, una Samsung A9, costaba ciento veinte dólares dólares (la de la otra tienda costaba un poco menos de cien); por lo que utilicé la tarjeta de Rb para comprarla.

Por la noche le instalé un lector que maneja los dos formatos de los libros que estoy usando (Epub y Mobi) y además, empecé a utilizar una aplicación online para mejorar mi nivel de ajedrez.

También, ayer empecé a ver una película de Studio Ghibli que no fue dirigida por Miyazaki: The Cat Returns; el día anterior -o dos días antes- había terminado de ver la primera de este director -de las exitosas, al menos-: Porco Rosso.

Y a ver cómo sigue eso... 

martes, 17 de junio de 2025

El Día del Padre —y los hermanos—... Father's Day —and the siblings—... La fête des Pères —et les frères et sœurs—...

El año pasado, por estas fechas, me encontraba en medio del último viaje que realicé como traductor para grupos de misioneros estadounidenses -este año participé en la capacitación con la misma organización, pero ya no pude viajar-.

Fue una muy buena experiencia: el grupo venía de una iglesia de Atlanta y la mayor parte de los adolescentes tenían una muy buena actitud de servicio; los líderes eran una enfermera puertorriqueña -que, por supuesto, hablaba un español nativo- y un vendedor de casas -ganador de alguna edición de The Bachelor-.

Me estaba recordando este día que, en esta fecha -y antes de salir del hotel en el que nos hospedábamos-, me puse a enviar mensajes de felicitación a todos mis familiares, conocidos y amigos, con quienes comparto el título de padre.

Y, si no estoy mal, el primer mensaje alusivo a la fecha, tanto el año pasado como hoy, fue de mi padre; de hecho, me parece que ya han sido varios años que recibo un mensaje felicitándome por el día.

Y es algo agradable; o sea, no somos tanto de andar hablándonos por cualquier motivo; menos de este tipo; o al menos, yo no lo hago: no los contacto en sus cumpleaños -usualmente se me pasan las fechas- o en ocasiones como Navidad o Año Nuevo.

Pero este día -como el año pasado- también me puse a enviar mensajes de felicitación a mis conocidos y amigos; también recibí -luego del mensaje de mi padre- un saludo de un voluntario al que no he visto en casi un año -pero quien me ha pedido préstamos realmente pequeños en un par de ocasiones durante este tiempo-.

No sé cómo se establecen este tipo de tradiciones familiares; a mis hijos traté de celebrarles dos ocasiones especiales en el año: el cumpleaños de cada uno, y la Navidad -en grupo-; alguna vez también celebramos el Día del Niño; pero no mucho más.

En mi casa paterna casi nunca celebramos nada; aunque mi papá varias veces nos llevó regalos para Navidad -y a mis hermanos pequeños alguna vez les organizaron fiestas de cumpleaños-; pero no mucho más.

Recuerdo, eso sí, un año -era ya adolescente- cuando mi madre nos envolvió unos calcetines -o una playera- y nos entregó regalos para el día del cariño; la verdad me conmovió su gesto.

Y ahora que mis hijos ya son adultos -aunque esta generación lleva los tiempo bien diferentes- he continuado con los regalos cada cumpleaños y Navidad: se ha vuelto costumbre entregarles cien dólares en caa ocasión.

Entonces, es muy raro que no los contacte en las fechas memorables; creo que en la pandemia no lo hice; pero ese fue un evento que removió la mayor parte de las costumbres para la mayoría de la gente.

Pero no ha sido el caso inverso; ha sido muy raro el año en que me han contactado para mi cumpleaños; mi hija mayor y mi hijo menor, en alguna ocasión; la mediana creo que nunca; y en el día del Padre, creo que nomás mi hija mayor se ha recordado algunos días más tarde.

O sea, me hubiera gustado  establecer ciertas tradiciones; pero, me imagino, que el primer requisito hubiera sido tener una familia tradicional; lo cual no pude proporcionarle a mis hijos; en fin.

Y también he estado pensando este día sobre lo disfuncional de mi familia paterna: en general me siento bien de estar yendo a ver a mis padres cada tres meses -ya van tres o cuatro años de esto-; pero siento menos voluntad de contactar a mis hermanos.

Mi hermano mayor es un hermitaño -casi literal-: a sus cincuenta y cuatro años nunca ha tenido una relación de pareja oficial; vive en la casa que mis padres construyeron mientras íbamos creciendo.

Ha vivido en el mismo lugar toda su vida; y en completa soledad por casi dos décadas; apenas sale de allí: creo que hace tres años, y el año pasado, visitó a mis padres después de no haberlos visto por más de diez años.

Y es que tiene una actitud bastante retrógrada: me parece que aún utiliza un teléfono analógico -o al menos no smartphone-; y, aunque en el pasado se mantenía en comunicación más o menos constante con mis papás, ahora eso ha terminado.

Me lo comentaron mis padres cuando los visité el primer día de este mes: mi padre cambió de número de celular y ya no pudieron comunicarse con mi hermano mayor; y él casi nunca contesta a las llamadas.

Total que me pidieron que le comentara del cambio de número, en caso pudiera comunicarme con mi hermano mayor; lo cual intenté durante las primeras dos semanas del mes: le estuve pidiendo prestado el teléfono a Rb para llamar a mi hermano.

Y nunca me contestó: tiene la costumbre de dejar el teléfono tirado por cualquier lado de la casa; o simplemente no encenderlo; por lo que, la segunda semana o así, le escribí a un excompañero de estudios, para pedirle que, de ver a mi hermano, confirmara si estaba usando el mismo número.

Mi amigo me escribió la semana siguiente, contándome que había visto a mi hermano; y que le había comentado que sí, que seguía utilizando el mismo aparato -y número-; por lo que me dije que, seguramente, no quería ser contactado.

Pero anoche me llamó; o bueno, llamó al celular de Rb; y hablamos un rato -accidentalmente corté la comunicación pues estaba sosteniendo mis anteojos con la misma mano, y ya no volvimos a llamarnos-.

Y la situación es rara: primero me comentó que había visto las llamadas perdidas; que no sabía si el celular aún funcionaba y que por eso estaba devolviendo la comunicación; pero, cuando le comenté que mi papá había cambiado de celular se mostró molesto: estuvo, al parecer hace algunos meses, intentando comunicarse durante todo un día.

Y había decidido que eso había sido un abuso: que no le contestaran durante todo el día, y que no intentaran comunicarse de alguna forma; total que está molesto, y -entendí- decidió cortar la comunicación; la verdad me pareció una actitud bastante inmadura, pero al final, ¿quién soy yo para juzgar?

Aún conversamos un poco, sobre nuestros hermanos menores, nuestros tíos -hermanos de nuestro papá biológico- y de alguna otra de las cuestiones sobre las que casi nunca nos ponemos de acuerdo; lueg la comunicación se cortó.

Y no creo que volvamos a hablar en el futuro próximo; o sea, me imagino que tendrá que pasar alguna tragedia familiar para que volvamos a coincidir en algún lugar y ponernos al día sobre los últimos acontecimientos de la vida de cada quién.

Y la situación con mis hermanos menores no es mejor: la más pequeña no me ha hablado desde hace un par de años; cuando me negué -estaba trabajando- a ir por su hijo a la estación de autobuses, cuando se trasladaba entre las dos costas del país.

La ocasión anterior me había llamado para pedirme un préstamo de casi cien dólares para pagar las multas que había acumulado al conducir su motocicleta; y la vez anterior, para pedirme una cantidad mucho más grande -como tres mil dólares- para 'conseguir' una plaza en el gobierno; nomás la ayudé con la de la moto.

Y con mi hermano menor la cosa estuvo peor: su esposa me llamó un día, llorando, para que les ayudara con un préstamo de trescientos dólares -por unos días- para terminar algún trabajo que estaban haciendo; los días fueron interminables. 

El año siguiente -eso ya fue hace más de cuatro años, me parece- mi hermano me llamó pues necesitaba cierta cantidad de dinero -casi igual de fuerte- para completar alguna obra; le conté lo de su esposa, y un poco después cortó la llamada.

A veces me gustaría tener una mejor relación personal con cada uno de mis familiares: con mi madre, envejecida y aún trabajando sin descanso para seguir construyendo edificaciones que quién sabe a quién le quedarán.

Con mi padre, aún estudiando para obtener su título de licenciado, y aún considerando si se jubila o no; con mi hermano mayor, autoaislándose durante la mayor parte de su vida; con mi hermano menor, alcohólico empedernido y con una familia bastante disfuncional; y con mi hermana menor, quien crió sola a su hijo, y aún lo mantiene bajo su ala.

Y mis hijos: la mayor está por llegar a los veintisiente y aún le huye al trabajo -la mayor parte del tiempo ha trabajado nomás medio tiempo-; la mediana, quien -al parecer- quiere desconectarse completamente de sus orígenes.

Y mi hijo menor, super endeudado a los veintitrés -tuve que prestarle tres mil dólares para que saldara un par de tarjetas de crédito- y creyendo -aún- que el dinero es la respuesta a las partes más importantes de la vida.

Pero no sé realmente cómo se resuelve eso.

Acabo de terminar de leer Fuego en la garganta; y me pareció bastante bueno: el final se sintió un poco a la carrera, pero creo que la autora le dió un buen cierre a la historia; ahora he empezado Los besos en el pan, de Almudena Grandes.

Y en el trabajo he tenido una semana bastante buena: el primer día de la semana había programado una reunión con mi lead y un analista en el Imperio del Norte, para completar una asignación.

Después de la reunión me quedé avanzando con el analista; y luego -hasta casi las siete- trabajando solo en un par de cuestiones técnicas que, la verdad, me llamaron la atención: información geográfica, elaboración de mapas, e incluso un poco de Python.

Y hoy, después de la reunión diaria matutina, me reuní con el Project Manager del grupo, para aclarar algunas dudas sobre el organigrama; luego con el analista y el lead; y, hasta el mediodía, continué trabajando en lo mismo que el día anterior.

Fue muy bueno...  

 

domingo, 15 de junio de 2025

El reto 2025 -y no creerás esta oportunidad-... The challenge 2025 -and you won't believe this opportunity-... Le défi 2025 -et tu ne vas pas croire cette opportunité-...

Hace unos años -cuatro? cinco?- estuve realizando challenges cuando llegaba el mes de enero: fueron dos o tres años seguidos, en los que aprendí a malabarear, mejoré un poco mi escritura de código y dejé de agregarle azúcar a las bebidas como el café y el té.
 
También logré -por varios meses, en varias ocasiones- eliminar mi consumo de media para adultos -lo que casi siempre lleva al autoplacer, o como se le conoce por estos días en ciertos círculos de internet: PMO-; algo que ha sido -desde los catorce años- una constante en mi vida desde mi descubrimiento de los viernes por la noche en el cable.
 
Total que en cada ocasión que realizaba los retos personales, el resultado era, en general, satisfactorio: y con lo último pasa que es un tema super común en la mayor parte de media, escrita, auditiva o visual: el sexo vende.
 
Y ahora acabo de empezar un nuevo reto: pasar cien días -a partir del lunes pasado- sin las primeras dos letras; la última no está descartada, pues aún cada varias semanas -o meses- tenemos relaciones con Rb, y, realmente no creo en eso de la energía sexual y sandeces similares.
 
El inicio del reto ocurrió porque andaba buscando libros en portugués para continuar leyendo luego de que termine A Lua de Johana; y en una de las búsquedas en el sitio en el cual obtengo los libros digitales, encontré un libro de un autor de India -pero con nombre bastante portugués- que se trataba de cortar el ciclo de PMO.
 
Es un psicólogo -creo- que incluso en la introducción aclara que él aún no ha logrado librarse por completo -es como un culto que salió de Reddit y ese tipo de lugares- pero da algunas estrategias para no desperdiciar la energía sexual; lugares comunes como visualizar, meditar, etc.
 
O sea, el libro es bastante básico; pero, al hojearlo, me puse a pensar en que -al igual con mi reto de mil días de meditación diaria (voy casi a la mitad!)- podía realizar algo retante durante este año; por lo que desde ese día -aunque por la mañana había estado en algunos hilos relacionados en el antiguo Twitter- decidí cortar PM; y quedarme con la O cuando se trate de Rb.
 
Lo que he estado considerando es encontrar alguna forma de celebración -o autoreconocimiento- para cuando alcance algunos hitos en el camino: por ejemplo, al llegar a veinticinco, cincuenta y setenta y cinco días; pero aún no se me ha ocurrido nada.
 
La segunda parte del título tiene que ver con un amigo que ha estado en los círculos del MLM desde hace unos años; y no sé que pensar: el tipo es brillante -y proviene de un entorno acomodado: su padre era abogado y él estudió en uno de los mejores colegios (católicos) del país).
 
Pero su vida ha dado varios giros inesperados durante la última década (?): se divorció; sus hijos están por terminar la universidad en una de las universidades más caras del país; perdió su trabajo hace como cuatro o cinco años -en el cual duró casi veinte- y ahora tiene casi un año de trabajar en una sección del gobierno local.
 
Y ya me había comentado en alguna ocasión -con mucho entusiasmo- sobre varios 'proyectos' de emprendimiento en los que se estaba involucrando: páginas en las que podía vender cursos, esquemas de afiliación, y así.
 
Según recuerdo, la última vez que nos habíamos visto -más de un año atrás- me había presentado algo de afiliados: marketing digital, ventas online, algo de cruceros, la verdad era algo confuso; yo nomás le agradecí por la información y le pedí que me hiciera llegar material escrito para comprender mejor.
 
Lo nuevo está contado al final de esta entrada. 
  
El miércoles tuve vacaciones; se suponía que debía tomarla los jueves, pero justo ese día de la semana había una reunión con mi supervisora, el pm, nuestro lead y su jefe -y mi compañero más brillante- por lo que cambié el día -lo había validado con mi supervisora-.
 
Después de que Rb tomara su desayuno nos dirigimos al mercado del centro histórico; en el camino de vuelta me bajé en una estación a mitad del camino: había estado viendo en Marketplace una escalera de tres escalones que mi hija mayor me había pedido.
 
Y en un lugar cerca de esta estación hay una tienda que las estaba vendiendo a muy buen precio; corrí casi todo el trayecto a la tienda -una calle, realmente- y adquirí una escalera china plegable con cuatro escalones -las de tres se le habian terminado al señor- por treinta dólares.
 
El lunes hice ejercicios en soledad: Rb ha estado enferma del aparato respiratorio; cada día de la semana sus estornudos y toses fueron empeorando un poco más; por lo que también el miércoles y el viernes tuve que completar la rutina de ejercicios solo; y los tres días las hice sin pausa -ni agua-; nomás adelanté las dos pausas de cada rutina.
 
El jueves realizamos la reunión programada, mi compañerito presentó el proyecto -su inglés es bastante débil y, en general, habla muy bajo-; pero me siento agradecido de que me haya incluido en sus dos propuestas de mejora del departamento; al final el jefe de nuestro lead aprobó la realizacón del proyecto, por lo que habrá que escribir código.
 
A la reunión de la una de ese día -nos hemos quejado varias veces, y con varias personas (incluso el organizador) por la hora, pues tres de nosotros tomamos nuestro almuerzo a la misma- entramos los cuatro analistas, pero no entró el lead; al parecer andaba ocupado.

El viernes nos reunimos los seis trabajadores del equipo local -esa fue la razón por la que no tomé el día de vacaciones en ese día-: estamos preparando una presentación; la cual programé de forma semanal, ya que en la primera no veía muchos avances; total que estoy tratando de ordenar las actividades.
 
Debido a esta actividad me había reunido con mi lead el lunes, para aclarar la estructura del equipo; ese mismo día -o el siguiente- me reuní con el lead de los devs para tener la estructura de su área un poco más clara; y el viernes presenté la gráfica organizacional que había preparado, con la información recabada.
 
Rb fue, finalmente, al médico el jueves; acudió a una clínica de una cadena de farmacias -me parece- y no le cayó bien el médico -tiene la costumbre de entablar conversaciones bastante personales con la mayor parte de personas con las que interactúa-; le diagnosticó rinitis estacional.
 
Lo cual está convencida que no fue un diagnóstico acertado; cree que es un virus el que la ha estado afectando; y yo también creo esto último: desde la mitad de la semana empecé con molestias en la garganta: dolor al deglutir.
 
El sábado temprano hice wordle en inglés, francés y portugués; también completé varias lecciones de Duolingo; sigo con los repasos diarios de portugués, francés e inglés; y además, empecé los árboles de italiano en francés y portugués en francés; después salí a preparme el desayuno de los fines de semanas.
 
A las nueve y media fuimos a los supermercados en dirección sur; en el más lejano compramos pollo para los almuerzos de la semana; también compré mayonesa, aceite y gelatina; en el otro supermercado compramos bananos; y un poco de pollo para los almuerzos del fin de semana.
 
Retornamos a casa a las diez y media; leí un poco de Fuego en la Garganta y, a las once, empecé a preparar el almuerzo -keto- que había previsto con mi hija mayor: antes de salir había dejado dos pechugas, estilo cordon bleu en la refri; también había desinfectado lechuga, fresas y lavado un par de pepinos.
 
Preparé las ensaladas; pasé los rollos de pechuga por huevo batido y harina de almendras; y los puse durante quince minutos en aceite a fuego medio; después de voltearlas saqué a la perra más pesada de Rb, a su caminata diaria.
 
Cuando retornamos de la caminata puse las pechugas en papel absorbente; a las doce me bañé y tomé el auto -la llanta trasera del lado del piloto vuelve a perder aire- para dirigirme al departamento de mis hijos.
 
Llevaba la escalera que había adquirido el miércoles, el desinfectante para pisos y el detergente que había adquirido la semana anterior en el supermercados de productos a granel; y las bolsas de a basura que había comprado el martes -el martes y el jueves me había tocado salir solo, pues Rb estaba en reposo-.
 
El tránsito estaba terrible: apenas a un par de calles, luego de salir al boulevard, encontré el embotellamiento de costumbre; pero llegué al edificio en el que viven mis hijos un poco antes de la una; y como no quería realizar dos viajes en el elevador, subí todo al mismo tiempo. 
 
Encontré a mi hija terminando la limpieza de los pisos; la esperé un momento y luego nos dirigimos al parque temático de costumbre; en donde almorzamos, luego de comprar dos latas de gaseosas -dietéticas- por el doble del precio que se adquieren en el exterior.
 
Después del almuerzo estuvimos resolviendo los seis cubos de Rubik: dos de 3x3, uno de 2x2, uno de espejo de 3x3, uno de 4x4 y uno de 5x5; luego le dí el pasaporte a mi hija, quien se subió a un juego mecánico en el que unas balsas son elevadas en una torre y bajan por un resbaladero lleno de agua.
 
Para terminar la tarde en el parque, nos subimos a la rueda de Chicago más grande; afortunadamente no había mucha gente en las atracciones; por lo que la cola fue mínimoa; y, un poco después, nos retiramos del lugar.
 
Caminamos hasta el departamento un poco después de las cuatro; y como habíamos acordado departir hasta las seis, mi hija propuso una partida de Scrabble; la cual estuvo muy buena, utilizamos todas las fichas del juego.
 
Casi terminando la partida -después de las cinco y media- encontré un mensaje en Whatsappa de uno de mis excompañeros de la facultad; proponiéndome que nos reuniéramos para tomarnos un café.
 
La verdad es que trato de aprovechar las oportunidades de este tipo, dado el tamaño tam minúsculo de mi círculo social; por lo que ni me recordé que, después de nuestra última reunión, había decidido no volver a contactarlo: ese día me presentó una gran oportunidad de hacer negocios (MLM, afiliaciones, y así).
 
Lo llamé de vuelta pero no contestó; luego le dejé un mensaje en whatsapp para que me llamara al celular; me despedí de mi hija un poco antes de las seis e inicié el camino de vuelta a casa; en el camino me llamó mi amigo; y quedamos en que pasaría por mi casa un poco más tarde.
 
Un poco después de las siete salí al boulevard y nos dirigimos al café en el que nos habíamos reunido la última vez -se encuentra en el mismo comercial del supermercado más cercano en dirección sur-; pero el mismo estaba cerrado: el horario de atención termina a las siete de la noche.
 
Nos dirigimos a otro lugar -en donde me reuní con mi amigo Testigo de Jehová la última vez-; pero en el camino me propuso quedarnos en el café de una gasolinera; en donde intentó sacar dinero de un cajero automático.
 
Pero el mismo estaba en mantenimiento; por lo que me tocó pagar los cinco dólares de los dos cafés con dona -lo cual, realmente, no me pesó-; después me estuvo contando lo mal que le va en el trabajo del gobierno: un compañero antiguo de la facultad es su jefe, y no se llevan bien.
 
Noté que empezó a usar expresiones como; la personalidad de algunos individuos; persona narcisita y persona reprimida; lo cual asocié con el lenguaje que utilizan en los grupos de pseudo emprendedores actuales.
 
Finalmente me comentó la razón de la reunión: estaba en 'otro' esquema de marketing multinivel; pero este es bueno, pues apenas está empezando en latinoamérica; por otro lado, le congelaron la tarjeta de crédito y necesitaba "solo" trescientos dólares para aprovechar esta oportunidad 'única'.
 
Un poco antes de esto había puesto la alarma del celular para que empezara a sonar; y le pedí que me explicara lo último en el camino, mientras me retornaba a mi colonia; también le pedí que me mandara los detalles por whatsappa, para discutirlos con mi pareja; y me dije: otra de mis 'amistades' que marcaré en rojo.
 
La verdad es que la salida nocturna no le cayó nada bien a mi sistema respiratorio: llevaba ya varios días de estar sintiendo molestias en la garganta -Rb me ha estado dando té de varias hojas por la mañana y la noche- y sentí, luego de entrar a casa, que tenía un poco de fiebre.
 
El domingo me levanté a las seis y media y me sentía apaleado: como que entré al por ciclo del episodio viral; medité, resolví los wordle en inglés, francés y portugués; y me volví a dormir un rato.
 
Luego reuní los ánimos para levantarme a poner una carga de ropa en la lavadora: por alguna razón no lavé el primer día del mes -como de costumbre- y la canasta de ropa sucia estaba a rebozar; incluso lavé únicamente la mitad del contenido.
 
Eran como las siete cuando puse a funcionar la lavadora; que marcaba un ciclo de cuarenta y ocho minutos; aunque, por la baja presión del agua entubada, generalmente le toma casi el doble del tiempo programado para completar el ciclo.
 
Volví a meterme a la cama -realmente me estaba sintiendo mal- y estuve durmiendo hasta después de las ocho; hora en la que Rb me habló, pues la fuga de agua de una de las entradas de la lavadora había empeorado, con lo que se estaba derramando demasiada agua; me levanté a cerrar la llave de esa rama.
 
Después preparé mi desayuno de los domingos; no tenía ganas de hacer nada, salvo de retornar a la cama a continuar durmiendo; pero el té que me preparó Rb me devolvió bastante energía; por lo que, aunque ella había declinado, le propuse que fueramos a la tienda de celulares, a que adquiriera uno nuevo.
 
Rb había decidido actualizar su celular un par de semanas atrás: el actual (Huawei) estaba perdiendo la carga muy rápido; y, como a final de mes tendrá que estar todo el día fuera, había planeado adquirir uno de la marca Honor, que, según la publicidad, cuenta con una batería de larga duración.
 
Total que a media mañana nos dirigimos al centro comercial en el que está la tienda de celulares; yo quería aprovechar para depositar ochenta dólares, que tenía guardados desde hace varios años, en mi cuenta de ahorros.
 
En el camino pasamos a una gasolinera, pues la llanta trasera estaba muy baja; a la otra trasera también le estaba faltando el aire; llegamos al comercial y nos parqueamos en el parqueo externo.
 
Rb se dirigió al local de los celulares y yo fui al banco; el cual tiene en el lugar un pésimo servicio: no hay atención cara a cara; sino que instalaron cuatro o cinco estaciones similares a autoservicio; con cápsulas, pantallas y teléfono.
 
Se tardaron un montón de tiempo en procesar el depósito de los ochenta dólares -creo que también influyó el que no llevara anteojos, con lo que no había podido llenar por completo la boleta de depósito- pero, finalmente, me retornaron la boleta y la libreta actualizada.
 
Después busqué a Rb; quien estaba terminando de adquirir su nuevo teléfono; el cual le costó una unidad de la moneda local -ya que ella paga una mensualidad por el servicio telefónico y de internet-, cubierto por mi persona; después nos retiramos del lugar; felizmente sin pagar parqueo, ya que nos habíamos quedado en el exterior.
 
Cuando venimos me metí un rato a la cama; aunque los síntomas durante la semana habían sido ligeros; desde la tarde del sábado había empezado con un poco de secreción nasal; la misma se había incrementado el domingo, con un poco de tos.
 
Para almorzar calentamos el caldo de pollo que Rb había preparado el día anterior para su almuerzo; lo que consumimos con arroz, aguacate; y la porción de costumbre de las alitas dominicales.
 
Como habíamos sacado a caminar a los perros antes del almuerzo; hice lo único que quería en la tarde: me metí a la cama y me dormí casi tres horas; sin ningún esfuerzo, y sin ninguna culpabilidad.
 
Cuando me desperté encontré un mensaje de mi amigo de la noche anterior; comentándome que ya no necesitaba el préstamo, y disculpándose por el abuso de confianza al solicitarlo; como consuelo le envié un mensaje bien dramático, comentándole que estaba enfermo.
 
Y creo que allí quedara eso... 
 
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