lunes, 17 de febrero de 2025

Otro voluntariado... Another volunteer opportunity... Un autre bénévolat..

Frecuentemente -no sé si algún día se me pasará- ando buscando oportunidades de ayudar, especialmente si se trata de realizar trabajo voluntario; como visitas a hospitales, orfanatos o asilos de ancianos -hace mucho que no realizo esto-, o participación en jornadas médicas, o actividades similares.

Y este año -además del grupo en el que me ofrecí como tutor- contacté a un grupo que visita comunicades de escasos recursos, para organizar celebraciones infantiles: me anoté para participar en la actividad del mes de febrero.

Creía que este grupo era el brazo social de una compañía naviera -se llaman exactamente igual-; pero, al parecer, no es el caso: se trata, nomás, de la iniciativa de una joven -aunque ya tiene un bebé y un niño de año y medio- para llevar alegría a la niñez que vive en precariedad.

Que abunda en nuestro país...

El lunes pasado inició basante normal: meditación matutina, Duolingo, Busuu, Wordle, y desayuno de avena, banano y gelatina; también, las noticias nacionales se llenaron de información sobre un accidente en la entrada de la ciudad; murieron más de cincuenta personas -incluídos el conductor y el ayudante-.

Por la tarde, una hora antes del final de mi turno laboral, llevamos al perro de Rb a la veterinaria; había planeado, aprovechando la espera, entrar a un supermercado en el lugar para, por fin, probar unos hot dogs que han estado promoviendo desde el año pasado.

El parqueo estaba lleno y usé uno de los espacios reservados para el supermercado, en lo que Rb bajaba con el perro a la veterinaria; compré un hot dog y una gaseosa: tuve que esperar casi diez minutos pues se habían acabado.

Pero eso lo ví como una ventaja, pues no quería mover el auto; o dejarlo allí mientras iba por Rb a la veterinaria (está a tre o cuatro locales de distancia); pero Rb retornó con su perro antes de que acabara con el hot dog.

Me esperó un momento fuera del supermercado y luego retornamos a casa: en el camino me comentó el estado del animal: desde hace años le han surgido protuberancias en algunas partes del cuerpo; pero ahora tiene una en el párpado del ojo izquierdo.

Lo vieron un par de practicantes y un veterinario; el último le dijo que si se le operaba tendría que retirar el ojo; por lo que recomendó una aplicación de un congelante para reducir el tamaño y ver si podía extirparse sin cirugía.

Rb se sintió bastante responsable por el estado al que ha llegado el perro; aunque traté de hacerle ver que algunas veces no hay mucho qué hacer; le dieron una cita para continuar el tratamiento la siguiente semana (supuestamente son tres aplicaciones).

Este día también preparé la segunda carta para mi segunda hija; la anterior la envié en Diciembre (había planeado enviarle una por mes) a las direcciones de correo que aún tenía de ella; dos direcciones ya no están activas pero tampoco recibí respuestas de las otras dos.

Había planeado enviársela por la red social azul pero, cuando entré a nuestra conversación, encontré que -debido a que, al parecer no se había conectado- no se la podía enviar por allí; por lo que la coloqué, con un link, en la hoja de cálculo que compartimos para darle seguimiento a los pagos del préstamo que le brindé el año pasado; allí fue que verifiqué el último mes del año pasado que está viva: la primera semana de diciembre la modificó.

Como no tenía idea de su estado actual, decidí ver sus redes sociales; las cuales tiene bajo otro nombre; y encontré una publicación (una fotografía de un diorama) de un par de semanas atrás; o sea: está viva; después del horario laboral completamos, con Rb, la rutina de ejercicios del primer día de la semana.

El martes también inició bastante normal: meditación, reunión, Duolingo, Busuu; por la mañana mi hijo menor me escribió para comentarme que quería cambiarse de trabajo: están convocando a todo su equipo a la oficina y esta le queda muy lejos del departamento (además, empieza a trabajar a las tres o cuatro de la madrugada).

Le escribí a mi prima favorita -trabaja en una cuenta del call center en el mismo lugar de donde laboro- para ver si podía referirlo y, luego de intercambiar algunos mensajes entre los tres, el proceso quedo iniciado.

Al final del horario laboral fuimos a los supermercados en dirección sur; aproveché para comprar una bolsa de mayonesa pues la que estoy utilizando está por terminarse; en el otro supermercado compramos bananos.

El miércoles continuó la normalidad: meditación, reunión, Duolingo, Busuu; aunque este día -ya no es muy común-, Rb había sido convocada a una reunión semanal con su equipo de trabajo; además, vino el señor de las verduras.

Mi papá me llamó como a media mañana para pedirme la clave para acceder a su registro laboral: yo me quedé con las credenciales desde la ocasión en la que me tocó rescatarlo de un bache financiero; en un par de ocasiones me ha contactado para pedirme información almacenada en su perfil laboral; pero ahora quería la clave; de hecho habían intentado cambiar la misma para entrar pero no lograron cambiar el correo al cual está conectado.

Realicé una actualización de la misma y se la envié; recomendándole precaución pues es información bastante delicada; y, según entendí, estaba ingresando junto con la persona con la que tramitó su graduación de técnico en educación; al final del día laboral hicimos los ejercicios de la rutina de la mitad de la semana.

El jueves no hubo ninguna novedad con la meditación y la reunión diaria; por la mañana conversé con el encargado de la visita del domingo sobre ayudar con la animación del evento: un par de días antes había escrito en el grupo que la animadora había declinado su participación.

Rb fue al supermercado del centro histórico; de vuelta me trajo cuatro cubiletes; en la oficina está rara la situación: recibimos un correo en el que se informa que el equipo debe retornar a la oficina; y eso es concerniente al equipo que trabaja en el Imperio del Norte: a partir del lunes ya no se podrán conectar a los programas en los que trabajamos, a menos que estén en la oficina.

La cuestión con nuestro equipo es que: 1) no tenemos oficina. 2) aunque tuvieramos oficina, igual necesitaríamos acceso remoto; debido a la separación geográfica; creo que empeora la situación el hecho de que nuestra supervisora está de vacaciones -supuestamente retorna el lunes-.

A media mañana llamé a mi amigo que vivía en la ciudad en la que pasé un par de años -hace más de veinte años- y que ahora vive en un estado vecino del cual reside mi hija segunda; estuvimos conversando un buen rato.

Por la situación política actual del Imperio -y que mi amigo está en una situación irregular en ese país- ha decidido no salir a buscar trabajo; ya lleva un par de meses en esa ciudad -y esa situación-.

También, por la mañana mi hijo me escribió para pedirme prestada la bicicleta; pero al final de la tarde me volvió a escribir para declinar la petición: en el lugar de trabajo al que piensa cambiarse no hay parqueo para las mismas.

Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; compramos varios cuadriles de pollo para los almuerzos de la siguiente semana; también compré unos cubiletes para el desayuno que planeaba realizar con mi hijo el sábado.

En el otro supermercado compré unos tetrabrik de incaparina: el domingo voy a un departamento vecino y, como el bus pasará de madrugada, creo que me tocará desayunar en el mismo; por la noche empecé a ver la segunda temporada de The Night Agent; no sé si completaré esta temporada: la primera tenía buen argumento y ritmo; pero es difícil que esto se mantenga durante la segunda temporada de las series.

El viernes era el día de San Valentín (o día del Cariño, o día de la amistad) y me desperté un poco antes de que sonara la alarma: los perros de los vecinos siguen haciendo escándalo a deshoras; cuando la alarma sonó me levanté a meditar; luego jalé la computadora a la cama y entré a la reunión diaria; en el ínterin completé el wordle del día (décimo día consecutivo) y Rb entró a la habitación -creo que por el día del cariño-.

El resto del dia no tuvo ninguna novedad: el señor de las verduras vino un poco después de mediodía y Rb me compró un par de ingredientes que necesitaba para preparar el desayuno del día siguiente; después del horario laboral, realizamos la rutina de ejercicios de los viernes; por la noche seguí avanzando con el libro en francés: ya son más de treinta obras de arte publicadas en la app de React que escribí para este fin.

El sábado me levanté a las cinco y media de la mañana: quería hacer mis lecciones de Duolingo, Busuu y el wordle de NYT, antes de salir de casa; cuando la alarma sonó me levanté a meditar y luego retorné a la cama a completar las lecciones de los idiomas que estoy aprendiendo -y el wordle-.

Cuando terminé todo me metí a la ducha; después me vestí y me metí a la cocina a preparar un par de panes para el desayuno con mi hijo menor; antes de las siete ya había terminado todo pero decidí no irme tan temprano: esperé unos minutos antes de salir a encender el auto.

Al final salí a las siete y cuarto de la casa de Rb; el tránsito no estaba muy pesado -excepto en la subida del puente, antes de entrar a la ciudad- y llegué al edificio en donde viven mis hijos antes de las ocho menos cuarto.

También, saliendo de la calle ví que un anciano que vive a la vuelta estaba pidiendo aventón (la mañana estaba fría y él andaba con mascarilla y guantes); detuve el auto y lo conduje hasta el lugar en el que frecuentemente tomamos el bus intermunicipal.

Como llegué antes de las ocho al edificio, me quedé en el auto diez minutos -aproveché para jugar un par de partidas de ajedrez- y luego subí caminando las gradas hasta el séptimo nivel; no había nadie a la vista en el apartamento de mis hijos por lo que nomás coloqué mi mochila en la sala (había olvidado mi computadora portátil!) y me puse a lavar los trastes que encontré sucios.

Mi hijo salió un poco más tarde y desayunamos -de pie- en la cocina; habíamos quedado de reunirnos por la mañana pues se había anotado a un curso de arte que llevaría hasta Noviembre; pero no le gustó: aparentemente el nivel era demasiado básico por lo que decidió no continuar -nomás tomó una clase, creo-.

Le propuse que fueramos al parque de atracciones que está a un par de kilómetros de distancia y caminamos hacia el mismo -antes habíamos bajado por el jabón de trastes, que había olvidado en el auto-; estuvimos un par de horas en el parque temático; entre práctica de cubos de Rubik (olvidé el de 5x5x5), conversación, rueda de Chicago gigante y un helado; luego retornamos al apartamento.

Aunque antes de subir le pedí a mi hijo que me acompañara al supermercado que se encuentra al otro lado de la gran avenida por la que viven; en este lugar -es un supermercado con precios bastante convenientes- compré media docena de paquetes de café instantáneo.

Un poco después de regresar al apartamento, me despedí de mi hijo e inicié el viaje de retorno; cuando estaba ya en el municipio recibí una llamada de Rb para ver por dónde andaba (eran las doce y media y había estimado regresar a esa hora).

Vine a preparar una ensalada, la cual acompañamos con hígados de pollo y arroz; después del almuerzo sacamos a los perros a caminar y pasé el resto de la tarde en casa; viendo una parte de The Gorge y un capítulo de The Night Agent.

Por la noche preparé las gelatinas para los desayunos de la semana siguiente, y el panito que planeaba llevar el domingo, a la visita en la que me había anotado desde el mes anterior, con un nuevo grupo de voluntarios.

El domingo me levanté a las cuatro y media; el día anterior -mientras estaba con mi hijo- el encargado del grupo de voluntarios me había llamado para confirmarme que pasarían por mí a las cinco; medité y luego me metí a la ducha; la noche anterior había dejado la mochila que llevaría al viaje; y la playera negra con la que debíamos identificarnos los voluntarios que no teníamos una prenda con el logo del grupo.

A las cinco de la mañana entré a Whatsapp para verificar la localización del bus; como ya venía bastante cerca, entré a la habitación a despedirme de Rb y salí a abordar el mismo; acababa de salir al boulevar cuando ví aproximarse la unidad de transporte; un busito tipo coaster; lo abordé y saludé a los que ya venían: como cuatro o cinco voluntarios.

Luego pasamos a la estación del transmetro cercana a la universidad por otro par de voluntarios y, finalmente, a un lugar en la zona cinco de la ciudad, en donde tenían preparadas bolsas de ropa y regalos, comida, bebida y demás implementos necesarios para la actividad.

Allí abordaron el bus cuatro o cinco personas adicionales -incluyendo un bebé de menos de dos años-; que luego me enteré que era el hijo mayor de la fundadora del grupo; después de esta parada el bus se dirigió al departamento de destino.

El viaje nos tomó casi tres horas; y utilicé cerca de una en las lecciones de Duolingo, Busuu y el wordle del día (el que no pude adivinar!); más o menos a medio camino nos detuvimos para pasar a comprar un poco de comida y utilizar los servicios sanitarios, pues el lugar al cual nos dirigíamos no contaba con servicios adecuados.

El sitio en cuestión es un grupo de construcciones bastante precarias -me pareció que era una cocina comunitaria o algo parecido-, al lado de un estrecho camino de terracería; eran, creo varias familias con treinta o cuarenta niños.

Nos pasamos las siguientes cuatro o cinco horas entre dinámicas infantiles -yo dirigí un par de las canciones que aprendí en el grupo en el que estuve participando más de diez años-, piñatas, almuerzo, regalos y actividades similares.

Un poco después de las dos de la tarde empezamos la limpieza general -también comimos un par de rebanadas de pizza-, nos despedimos de todos y empezamos el camino de regreso; el cual estuvo un poco complicado: estaba lloviendo, por lo que el bus no podía avanzar muy rápido; y el tráfico estaba un poco pesado en la entrada a la ciudad; a las cinco estábamos en el lugar en donde cargamos la mayor parte de insumos por la mañana.

Y luego el bus tuvo bastante trabajo para subir una cuesta al lado del gran teatro nacional: en el mismo lugar un camión y otro auto se habían quedado -casi al final de la cuesta- bloqueando ambos carriles; el bus, luego de más de diez minutos de espera, tuvo que intentar varias veces escalar la parte final de la cuesta; al final incluso tuvimos que movernos todos a la parte trasera del mismo y saltar, para ayudar al agarre de los neumáticos.

Un poco después de las cinco el bus me dejó en el comercial desde donde salen los busitos hacia el área en la que vivo -había aún una ligera llovizna-; cuando llegué a la estación no había buses pero un poco más tarde se estacionó el siguiente; y, a las seis menos cuarto, estaba entrando en casa.

Preparé un poco de café -Rb ya estaba calentando agua para esto- y comí un poco de pan dulce -Rb me había comprado un arrolladito en el supermercado-; Rb tenía que participar en su clase de teología a las siete y yo me puse a ver una parte de The Gorge y un capítulo de The Night Agent.

lunes, 10 de febrero de 2025

El italiano... The Italian... L'Italian...

Cuando participaba en el grupo de risoterapia conocí a un joven que estaba terminando la misma licenciatura en la que me gradué; pero en una universidad privada; como muchos -la mayoría?- de los participantes en este grupo tenía un comportamiento un poco diferente: a veces realmente me exasperaba.

Y no creo que hayamos realmente conversado de forma civilizada en alguna ocasión; pero sí noté que tenía un círculo de amigos bastante amplio; en fin; unos años después se marchó a Europa: lleva más de diez años viviendo en Italia.

Y con la distancia nuestra comunicación mejoró; o al menos fue un poco menos caótica; de hecho había aceptado alojarnos con Rb cuando -justo antes de la pandemia- habíamos planeado realizar un recorrido por una buena parte de Europa: España, Italia, Francia e Inglaterra.

Al final el viaje no se dió -COVID 19- y a mí me tranquilizó no tener que moverme (realmente no me gusta viajar); pero justo el último día del viaje que realicé la semana pasada recibí un mensaje de este amigo: estaba en el país e iba a celebrar su cumpleaños el segundo domingo de febrero; me invitaba a acompañarlo.

Al principio -y casi instantáneamente- decliné la invitación: creí que la celebración era el viernes a las seis y yo estaba retornando a la ciudad ese día a las cinco de la tarde; pero cuando le envié la captura de pantalla a Rb me indicó que era el domingo y que sería bueno que fuera; en caso concretáramos el viaje a Italia.

Así que volví a ver a mi amigo, el italiano...

El lunes pasado me desperté antes de que la alarma del celular sonara; creo que los perros de los nuevos vecinos de la calle siguen ladrando de forma muy fuerte; me quedé un rato en la cama pero luego ví el reloj de la tablet: las siete y veinte.

Desconecté la alarma del celular y me levanté a meditar; después traté de hacer el wordle del día (llevaba una racha de cinco días) pero no pude adivinar la palabra revue; entonces entré a la reunión diaria; la que estuvo bastante escueta: los devs más antiguos tomaron la mayor parte del tiempo discutiendo la forma de abordar un incidente; después de la reunión me quedé en la cama haciendo Busuu.

Un poco antes de las nueve Rb entró a la habitación a desearme un feliz cumpleaños; luego me levanté a preparar mi desayuno; al revisar mis correos personales (aún tengo hotmail, yahoo y gmail) ví la tarjeta virtual que me mejor amiga me manda anualmente.

La verdad no pasé un buen cumpleaños; me he estado sintiendo mal tanto emocional como físicamente; y en ambos casos me cuesta identificar el punto exacto del malestar; o sea, no tengo un dolor físico específico, pero me siento indispuesto del sistema digestivo o con cierta alergia en alguna parte del cuerpo.

Y en el tema anímico; no me siento molesto o triste, es nomás que no encuentro mucha satisfacción en la mayor parte de las actividades que realizo todos los días: trabajar, Duolingo, Busuu, estudiar ITL Foundation, leer, programar, etc.

Total que un poco después del almuerzo le comenté a Rb que no quería hacer nada (había contemplado ir a cenar al lugar al que iba hace como una década a celebrar mi cumpleaños); que quería algo agradable pero no quería salir.

Después del horario laboral completamos la rutina de ejercicios de los lunes y, después de bañarnos, le pedí a Rb que me acompañar a a la panadería de la vuelta, en donde compré una milhoja y un relámpago (o algo parecido); me comí la mitad de cada uno en la cena.

Al final recibí como veinte o treinta mensajes de felicitación de mis contactos en Facebook; mis papás me escribieron -fue el mensaje que recibí- en la madrugada y mis primas me felicitaron por whatsapp; y en general, creo que fue un buen cumpleaños.

El martes se cumplían cuarenta y nueve años desde el último gran terremoto -o el más mortifero- del país; y, casualmente, durante la madrugada de ese día hubo una serie de movimientos terrestres bastante fuertes; yo los sentí pero no me alcanzaron a despertarme.

Me levanté a meditar a las siete y media y después entré a la reunión diaria; habíamos estado a la expectativa de una sesión de capacitación con uno de los devs del imperio del norte; pero al final no se produjo; el día anterior había recibido -en mi celular- el boleto para el viaje del miércoles y durante la mañana del martes recibí -por el mismo medio- el boleto de retorno para el viernes a media mañana.

Ese día completé el último nivel de Francés de Busuu, y empecé las primeras lecciones del nivel anterior; voy a pagar los seis dólares por acceder a las conversaciones por un mes, pero aún no he decidido cuándo realizaré la operación.

Al terminar el horario laboral nos dirigimos con Rb a los supermercados en dirección sur; en la tienda de descuentos ella adquirió un pequeño bolso con aislamiento térmico y en el otro supermercado compré embutidos para mis desayunos; en el camino de vuelta compré un poco de pan para el día siguiente.

El miércoles me levanté temprano para hacer las lecciones de Duolingo y Busuu después de meditar y antes de meterme a la cocina, a preparar el pan que me llevaría para el almuerzo; antes de las nueve empaqué una mudada y calcetines para tres días en una mochila que Rb me prestó para el viaje; y, en el bolso de mano con aislamiento, puse la gaseosa y papas que había comprado el día anterior, junto con el pan que había preparado.

A las nueve me despedí de Rb e inicié a caminar hasta el lugar en el que abordamos los buses intermunicipales; el que me llevó hasta la estación del transmetro en el periférico y de allí viaje hasta la ruta interamericana; en donde está la estación de buses hasta el departamento al cual me dirigía.

Llegué con buen tiempo a la estación de buses y no tuve que esperar mucho hasta la hora en la que llamaron a abordar el autobús (las diez y cuarto); me llevé la bolsa de mano -con el cubo de 5x5x5 y la tablet- en el asiento.

Mi vecina de asiento era una de las traductoras del año pasado: en ese tiempo la había contactado para pedirle detalles específicos acerca de los viajes; y frente a nosotros iba otro par de traductoras, también del año pasado.

El viaje inició puntualmente, a las diez y media, y le avisé a Rb sobre los pormenores, activando la localización Live de whatsapp; a la una y media llegamos a mitad del camino; en donde todos debimos abandonar el bus -parte de la estrategia comercial-.

Mis compañeras entraron al restaurante y yo busqué una sombra al borde del camino para ingerir mi almuerzo; luego, antes de re abordar el bus, pasé a los servicios sanitarios del lugar; el resto del viaje continuó sin contratiempos y, un poco antes de las cuatro y media, estábamos entrando a la estación, en la cabecera departamental; allí nos esperaba la anterior coordinadora de viajes y, un poco después, se apareció el nuevo.

Colocamos las maletas en uno de los autos y nos dirigimos a las instalaciones de la ONG; en donde nos pasamos un par de horas repitiendo las lecciones de catación de café del año pasado; allí encontramos a cuatro o cinco traductores adicionales.

Después de la lección de cultura cafetalera nos llevaron al hotel en el cual me hospedé el año pasado, luego de regresar de las aldeas con el grupo misionero; y, luego de ocupar una habitación doble, subimos al lugar en donde ingerimos nuestros alimentos por tres días.

Realizamos varias actividades grupales: un pequeño devocional (me sorprendió la cantidad de actividades religiosas) y una pequeña dinámica para presentarnos a todo el grupo; un poco después de las nueve pudimos retirarnos a nuestras habitaciones.

Yo había estado a la expectativa de las habitaciones: quería continuar con mi hábito de meditar antes y después de dormir pero no quería incomodar a la persona con la que compartiría la habitación (el año pasado también había tenido que compartir).

La habitación tenía tres camas y únicamente eramos dos los ocupantes; por lo que, después de que mi compañero se durmió tomé el cubrecamas de la tercera cama y me metí al baño a realizar la meditación del final del día.

Y el jueves volví a repetir: me desperté a las cinco de la mañana -nos había convocado para empezar el día con un desayuno a las siete de la mañana- y, después de meditar -utilicé la misma ropa de cama- y bañarme, me quedé en cama haciendo las lecciones de Duolingo y Busuu.

También resolví el wordle del día y leí un poco del libro de Dolores Redondo antes de subir a desayunar; la verdad es que había pasado una mala noche: el hotel queda justo al lado de la carretera interamericana y el transporte pesado es bastante ruidoso; me parece que me desperté varias veces durante la noche.

El desayuno estuvo bastante tranquilo; creo que rezamos varias veces antes y después del mismo; y durante la mañana recibimos varias presentaciones acerca del trabajo que realiza la ONG en las comunidades más apartadas en el departamento; básicamente, lo mismo del año pasado.

Aunque, en realidad, no recordaba muchos de los puntos -y otros que repitieron varias veces no se respetaron en mi actuación del año pasado-; además, mucha mucha oración; o sea, es una ONG muy enfocada en la religión.

Almorzamos en el mismo lugar -también hubo refacción de frutas por la mañana y de pan con café por la tarde- y por la tarde continuamos con la capacitación; en este caso por medio de juegos de rol y traduciendo la presentación del personal administrativo.

Terminamos el evento un poco después de las cinco; nos dieron un tiempo de descanso -aproveché para avanzar un poco con Las que no duermen- y después, antes de la cena, recibimos otro devocional; la cena estuvo tranquila y con eso se terminó el programa.

Me retiré a la habitación bastante temprano y continué con el libro en español; mi compañero de habitación se durmió bastante rápido y yo me metí -antes de las once- al baño para realizar la meditación de la noche.

El año pasado no me quise quedar a dormir un segundo día en el evento: pedí que me llevaran a la estación de los buses un poco antes de la medianoche para tomar el bus que salí a esa hora; quería bajarme en la entrada del poblado en el que vivo.

Pero el bus pasó muy temprano (antes de las cuatro de la madrugada) por lo que tuve que llegar hasta las oficinas; y no logré encontrar transporte -ni Uber- a esa hora por lo que el retorno a casa fue bastante tardado; y luego, de acuerdo a mis notas, me pasé casi todo el día durmiendo.

Por eso, en esta ocasión, había decidido regresar con todo el grupo: a las diez y media del viernes; me volví a levantar a las cinco de la mañana, medité, y luego leí un poco antes de subir por el desayuno de las siete y media.

Lo que por supuesto estuvo precedido por una oración; también conviví un poco más con el grupo de traductores: dos chicas que ya había conocido el año pasado y un jovencito de la segunda ciudad más grande del país; el desayuno fue típico y un poco después de las ocho de la mañana empezamos a preparar el equipaje para nuestro transporte a la estación de buses; a donde llegamos a las nueve de la mañana.

Eramos en total seis: tres chicas del año pasado, una adicional -me parece que también participó en algún grupo antes- y otro compañero bastante nuevo en la traducción; una de las primeras propuso que fueramos a Wendy’s, ya que teníamos aún hora y media libre.

Caminamos tres o cuatro cuadras pero no encontramos el lugar; Google Maps funciona raro en los departamentos; por lo que entramos a una sucursal de la cadena de pollo frito más antigua del país y, luego, retornamos a la estación.

El bus salió puntualmente de la estación pero el recorrido fue bastante más lento que la última vez: encontramos aglomeración de vehículos en varias partes de la ruta, antes de salir del departamento; a la una y media llegamos al restaurante que se encuentra a la mitad del camino.

En el restaurante, como no traía comida, compré una porción de pastel red velvet y un café; y compartí la mesa con cuatro de las traductoras; luego retornamos al autobús para continuar el camino; yo temía que la segunda parte del trayecto fuera más lenta; pero no, por venir en sentido contrario al flujo del tránsito habitual llegamos al lugar en el que había indicado que me apearía a las cuatro de la tarde; me despedí de mis compañeritas y bajé del autobús.

Decidí pedir un Uber moto -se veía bastante tránsito- pero me costó encontrar una unidad; al final tuve que esperar como quince minutos antes de que llegara mi transporte -lo solicité hacia un punto a tres o cuatro cuadras de la colonia-.

Por fin llegó el señor y me transportó hasta el lugar indicado -dos dólares-; pasé a comprar pan a la panadería y antes de las cinco estaba entrando a la casa; Rb aún no había terminado de realizar la rutina de ejercicios de los viernes.

Como no había tenido una comida formal desde la mañana, me preparé uno de mis panitos y lo acompañé con café y una porción de pastel de zanahoria -Rb me recibió con un pastel de una de nuestras pastelerías favoritas-.

Por la noche estuve en la habitación de Rb, haciendo un poco de Duolingo, Busuu y jugando ajedrez en mi celular; a las once me retiré a mi habitación -estaba bastante cansado- y, después de meditar, me dormí.

El sábado me desperté un poco antes de que sonara la alarma del celular -a las siete y media- pero me quedé dormitando; cuando la alarma sonó me levanté a meditar; después retorné a la cama a hacer las lecciones de Duolingo y Busuu.

Un poco antes de las nueve me levanté a preparar mi desayuno de los sábados; habíamos quedado con Rb de acudir al supermercado en donde compramos artículos de ferretería, pues volvió a zafarse el freno de la bicicleta estática.

Caminamos hasta el supermercado -está en dirección norte- y después pasamos a la tienda de descuento pues Rb necesitaba un nuevo cable USB C -anoche vino a mi habitación a mostrarme cómo se había zafado el extremo del que estaba usando-.

Después pasamos a otro supermercado a comprar un poco de pollo; cuando entramos a la colonia vimos que estaban preparando el área del parqueo para una celebración infantil, por lo que decidimos sacar a caminar a los perros antes del evento.

Luego preparamos el almuerzo: caldo de pollo con fideos de arroz y ensalada; por la tarde reparé el bolso aislante (se le había zafado el zipper el último día de mi viaje) y luego estuve actualizando mis registros: me había tocado pagar el internet de la casa y el del apartamento de mis hijos; también ví el último capítulo de la primera temporada de Dune Prophecy; 

El domingo me levanté a meditar a las siete y media de la mañana; después retorné a la cama a hacer unas cuantas lecciones en Duolingo y Busuu; no tenía muchas ganas de levantarme pero, finalmente, lo hice a las nueve: a preparar mi desayuno de los fines de semana.

Con Rb habíamos quedado de ir al supermercado más cercano en dirección sur; más que necesitar comprar algo -aparte de bananos- queríamos salir a caminar un rato; lo que hicimos un poco después de las once de la mañana.

Al mediodía preparamos las alitas dominicales y una gran ensalada; después de sacar a caminar a los perros estuve actualizando la app en la que estoy publicando todas las obras de arte del libro que estoy leyendo en francés.

Un poco antes de las tres tomé una ducha y, luego, me dirigí a la casa del voluntario que vive en la colonia en la que mis hijos crecieron; no había casi nada de tráfico por lo que el viaje fue bastante corto; encontré a mi amigo un poco afectado por el derrame cerebral que sufrió hace unas pocas semanas; quizá lo que me sorprendió fue la confusión de su narración; según recuerda, el evento sucedió el día de mi última visita: en realidad fue un par de semanas mas tarde.

Mi amigo abordó el auto y nos dirigimos a la cafetería en la que frecuentemente desayuno en mi agenda social; estuvimos un poco más de dos horas entre un cappuccino y un pastel -en mi caso- y una enchilada -en el suyo-.

A las cinco y media pasé a dejarlo a su casa y me dirigí a una sucursal de una famosa cadena de restaurantes que se acaba de declarar en quiebra en el imperio del norte: un amigo que ha vivido durante mucho tiempo en Italia me había invitado a la celebración de su cumpleaños.

El tránsito en el periférico estaba bastante pesado y en el parqueo estaba peor: me tocó esperar un rato dentro del mismo para que hubiera una plaza vacía; pero entré sin mucho contratiempo; el lugar estaba lleno porque a esa hora se jugaba un partido -al parecer- famoso de futbol americano; saludé a mi amigo al entrar y luego le entregué el regalo que llevaba: había empacado un cubo de rubik de 3x3x3 en la bolsa roja que mi ahijada me obsequió en nuestro último desayuno.

Luego me tocó que pasar -literalmente- por debajo de una mesa para sentarme un rato al lado de algunos ex voluntarios a quienes no veía en casi una década -excepto con mi vecina de asiento, a quien encontré el primer día del mes-.

La mayor parte de personas pidieron comida y bebidas pero a mí no me apeteció estar mucho tiempo y percibí que el servicio iba muy lento; nomás me estuve en el lugar hasta un poco después de las siete; a esa hora volví a pasar por debajo de la mesa y me despedí de los ex voluntarios con los que había compartido la velada; luego me despedí del cumpleañero y retorné a casita.

Se suponía que Rb iba a tener su clase de teología a las siete y media; pero, justo a esa hora sacó a sus perros cuando vió que estacioné el auto: su pastor había tenido un contratiempo y no había podido presentar la clase.

Íbamos a ver La habitación de al lado -la última película de Almodovar- pero me entretuve en las lecciones de Duolingo y Busuu; y Rb está en los últimos capítulos de la última temporada de Malcolm in the middle; nomás estuve en Facebook viendo las publicaciones de la celebración de la noche.

Y a ver cómo sigue eso...

lunes, 3 de febrero de 2025

Carta a mi yo de 53 años... Letter to myself at 53 years old... Lettre à moi-même à 53 ans...


 

El arte... The art... L'art...

A veces se despierta el instinto artístico en mi persona: de niño, nunca aprendí a dibujar a mano alzada; de adolescente quise aprender a pintar pero no avancé mucho; en la universidad compré un par de teclados pero no tengo oído -no escucho algunos tonos-.

Pero sí era muy bueno reproduciendo dibujos: soy muy bueno en el dibujo técnico y dibujar a escala me gustaba en mi época universitaria; y hace unos años empecé la temporada con un reto de dibujo; y me gustó -en general- el resultado.

Hace cuatro o cinco años imprimí la ronda de noche en treinta o cuarenta hojas tamaño carta y la armé en la pared de la última habitación en la que he vivido solo; estuvo muchos meses en el lugar; y este año había pensado realizar algo similar: cada mes imprimir una obra de arte famosa y colgarla en mi habitación.

Pero esa intención no llegó a nada; y ya empezamos el segundo mes del año; pero sí encontré una forma de agrear arte a mi vida este año: decidí que, a la par de leer Les Yeux de Mona, voy a ir publicando las obras que menciona el libro (cincuenta y dos en total) en una simple app de React; actualmente llevo diecisiete obras.

Y a ver cómo sigue eso...


El lunes pasado me levanté a las siete y media; a pesar del exceso de alimentos del día anterior no tuve dificultades para dormirme; lo que sí creo que me afectó fue en el tema de los sueños: durante la madrugada me desperté por un sueño bastante vívido.

En el mismo me encontraba en Honduras; con Rb, viajando en un autobús y con muy poca información sobre el viaje; intentaba conversar con alguna persona del lugar pero eso no iba muy bien; creo que incluso una parte del sueño fue en inglés.

A las siete y media la alarma del celular sonó y me levanté a meditar; después retorné a la cama y resolví el Wordle del día; luego encendí la computadora del trabajo; pero encontré un mensaje del PM cancelando la reunión diaria.

Me quedé en la cama haciendo las lecciones de Busuu -ya voy al veinticinco por ciento del contenido-; y publicando la entrada semanal del blog;  después me levanté a desayunar; durante la mañana avancé un poco en el libro de francés; también me percaté de mi adición a un grupo de whatsapp para la capacitación de la otra semana en el departamento más grande al lado de nuestro vecino del norte.

Por lo que le escribí al Dev más antiguo de nuestro equipo -el que actúa como manager- y le pedí su autorización para ausentarme los últimos tres días de la próxima semana; a lo que accedió; le envié una copia de la conversación a mi supervisora y conseguí la aprobación de las vacaciones en el sistema.

Y a las once me metí a la cocina a preparar nuestra versión de tortilla española: dos libras de papas -cubos cocidos-, dos chiles pimientos, media libra de champiñones, media libra de pollo en trozos; pero era tanto el relleno que tuve que utilizar dos huevos extras (diez en total).

La parte más difícil (voltear la tortilla) me salió mejor que la última vez (nomás una pequeña parte del borde se quedó pegada a la sartén); almorzamos eso con un poco de ensalada; luego sacamos a caminar a los perros.

Un poco después lavé los trastes del almuerzo y me preparé un café (y un té de manzanilla para Rb); lo acompañé con una galleta de chocolate y el último cuarto del pastel de tres leches que compré el sábado.

Al final de la tarde hicimos los ejercicios de la rutina de los lunes; después del baño me metí a la cama de Rb a hacer los ejercicios de DUolingo, Busuu, IT Foundation; y ver un poco del primer capítulo de la serie de Dune; y por fin terminé la parte del libro de francés.

El martes me levanté a meditar a las siete y media; me parece que un poco antes de despertarme estaba teniendo -se están multiplicando- otro sueño en inglés -o en francés/portugués-; después de la meditación intenté resolver el wordle del día pero perdí mi racha en el número dieciocho.

La palabra era fever; pero no ayudó que ‘encontrara’ temprano las últimas dos letras; en la reunión no hubo participación de mi área pero, el dev más antiguo del equipo, pidió expresamente al PM que nos asignara unas tareas para completarlas en el día.

El PM nos convocó a una reunión express luego de la reunión diaria -pero el analista que menos bien me cae no estaba disponible por causas médicas- para repetir la petición del Dev más antiguo; luego nos quedamos nomás los tres analistas en la reunión.

Y para activar el día distribuí de forma rápida las tareas entre los tres y me dediqué el resto de la jornada a completar la tarea que había elegido; nomás paré un rato a las once para hacer unas lecciones de Duolingo (en el reto semanal estamos juntos con Rb) y al mediodía para almorzar.

Después del almuerzo -tortilla española con sopa de pollo- sacamos a caminar a los perros; luego le escribí al PM pues había encontrado cambios en el documento con las tareas que estábamos realizando; y, por supuesto, concluí que lo que hacíamos era bastante irrelevante.

De todos modos me agradó tener un día ocupado (Rb había estado desde el día anterior bastante concentrada en la preparación de unas guías que le pidió nuestra editora, el día de nuestra visita); después de sacar a caminar a los perros continué con el trabajo; tomando únicamente un poco de tiempo para lavar los trastes, preparar las bebidas de la tarde y completar un par de lecciones de Busuu.

Al final de la jornada laboral ya había terminado la asignación; pero me dí cuenta que habían cambiado el documento original, por lo que -afortunadamente- tendré más trabajo de este tipo en los días subsiguientes.

A las cuatro y media nos dirigimos a los supermercados en dirección sur: queríamos comprar un poco de banano; no me gustó la salida pues Rb se quedó un buen momento conversando con el guardia sobre el comportamiento de la señora que había venido a ofrecerle su perro.

O sea, incluso le ofrecí retornar a la casa y que me avisara cuando hubiera acabado; pero allí acabó; caminamos hasta el supermercado más lejano en dirección sur; Rb consiguió uvas y en el siguiente mercado compramos bananos; luego, en la tienda, compramos una papaya y unas manzanas verdes.

Cuando entramos a la colonia Rb volvió a quedarse conversando con el guardián; pero está bien porque nomás completé el camino a casa; en donde me preparé la cena: galletas de garbanzo con frijoles y papaya.

El día anterior estuvo un poco animado en el área laboral; pero para el miércoles básicamente volvimos a la normalidad: el poco efecto que tiene lo que estamos haciendo en el desarrollo del proyecto -y ya llevamos más de un año en el mismo-.

Me levanté a las siete y media a meditar; luego entré a la reunión -en la que ya no volvimos a participar- y después me quedé en cama haciendo las lecciones de Duolingo y Busuu; después me levanté a desayunar y luego me quedé en la mesa del comedor; actualizando el código que he estado escribiendo para mostrar las obras de arte de Les Yeux de Mona y mejorar las preguntas de ITIL Foundation.

Almorzamos lo mismo de toda la semana: tortilla española con ensalada; cuando sacamos a caminar a los perros pasé revisando la llanta del auto -pues habíamos quedado con Rb de acudir por la noche al supermercado en donde compramos artículos a granel- y estaba un poco baja.

Al terminar la jornada laboral hicimos los ejercicios de la rutina de los miércoles y, después del baño, me puse a hacer Duolingo y Busuu; después ví un poco del primer capítulo -no paso del mismo- de la serie de Dune.

A las siete -un poco después de que Rb cenara- nos dirigimos a la sucursal local del supermercado donde compramos artículos a granel; Rb compró un par de bolsas de comida para sus perros y yo compré un botella de jabón de trastes, para el apartamento de mis hijos; también compré, en la salida, un hotdog; el que ingerí en las mesas del lugar; luego retornamos a casa.

El jueves me levanté a las siete y media y, después de meditar, me quedé en la cama para atender la llamada diaria, hacer Duolingo y Busuu; Rb entró a despedirse antes de dirigirse al supermercado del centro histórico y me levanté a prepararme el desayuno.

Trabajé un poco en la mañana en las tareas que le han asignado al equipo -aunque a nadie en particular-; cuando Rb retornó, al mediodía, me trajo un par de zepelines de los que compro cuando visito a mis hijos.

Almorzamos lo mismo de toda la semana -tortilla española y ensalada- y, después de sacar a caminar a los perros, preparé el café y té de la tarde; el café lo tomé con un cuarto de un zeppelin; a media tarde abordé el auto y me dirigí a un pinchazo que queda a la altura del supermercado más alejado en dirección sur: la llanta que reparada un par de semanas atrás seguía perdiendo aire de forma paulatina.

La fuga de aire no era tan marcada pero, después de cinco días, ya se notaba la falta del mismo; tanto que en vez de dirigirme directamente al pinchazo; pasé a una gasolinera del otro lado del boulevard a rellenarla.

En el taller de llantas me atendió un joven y no logró encontrar ningún agujero -de forma obvia-; le echó agua jabonosa por todas partes y no se veía ninguna burbuja; luego le echó al aro y me dijo que podía ser que necesitara limpieza y la aplicación de un sellante.

Por eso me iba a cobrar cuatro dólares; pero le sugerí que revisara la válvula y, para asegurarnos, acordamos cambiarla (en total ocho dólares); se puso a trabajar en el acto: separando el neumático del metal, lijando el mismo y aplicándo un gel al caucho; también cambiando la válvula; terminó el trabajo, le pagué y retorné a casita.

Al terminar el horario laboral nos dirigimos a los supermercados en dirección norte; no necesitábamos específicamente provisiones, pero, aprovechamos estas caminatas para ver si encontramos bananos verdes en el supermercado; también compré, en el camino de vuelta, el pan de mis desayunos de los fines de semana.

Por la noche, después de Duolingo y Busuu, hice un repaso de las trescientas treinta y un preguntas para el examen de certificación de ITIL Foundation; me llevó casi cuarenta y cinco minutos y obtuve nomás veintidós incorrectas; además, me dí cuenta que el texto de una pregunta está incompleto.

Por la tarde había terminado el libro de No ficción en turno: How Google Works; por lo que bajé el siguiente: How to tell when we will die; que es de una artista/biracial/discapacitada/emo/bruja/etc; me planteé no leerlo por su vena artística; pero decidí al final que sí.

El viernes era el último día del mes; por la mañana me escribió mi segunda ahijada profesional para comentarme que al día siguiente habría una aglomeración de motocicletas en el centro debido a la Marcha del Zorro -una peregrinación en ese tipo de vehículo a Esquipulas-; le comenté que iba a usar transporte público.

En la reunión diaria no hubo muchas novedades; de hecho cuando entré -faltando un minuto para la hora- el PM estaba comentando que las asignaciones seguían sin cambio; terminé de hacer el Wordle del día: llevo tres día de racha, luego de perderla con dieciocho días sin errores.

Estoy considerando pagar Busuu -o su servicio premium- por uno o dos meses; son seis dólares y algo y me parece que los ejercicios de conversación pueden ayudarme a mejorar mi francés -es el área menos desarrollada en ese idioma-.

Al mediodía almorzamos pescado -la mitad de uno- con un poco de arroz de la semana pasada y un poco de ensalada; la rutina de la tarde estuvo normal: caminata con los perros, lavado de trastos, preparación de bebidas calientes; y al final de la tarde la rutina de ejercicios.

Luego del baño Rb me pidió que la acompañara a la tienda de las verduras pues necesitábamos otro cartón de huevos; me llevé mi cubo de Rubik de 5x5x5 porque me aburre esperar mientras conversa con la señora -o la hija, o el esposo, o cualquier persona-.

El sábado -primer día de febrero- había programado un desayuno con mi ahijada profesional; habíamos acordado reunirnos en el centro histórico, por lo que había decidido no utilizar el auto (las tarifas de parqueo son altas y se preveía una aglomeración de motocicletas por la Marcha del Zorro).

Como quería hacer Duolingo y Busuu antes de salir puse la alarma del reloj para las seis de la mañana; a esa hora me levanté (con dificultad porque me había acostado tarde) a meditar y luego retorné a la cama: completé el wordle del día, las lecciones de DUolingo y las de Busuu. 

Había considerado desayunar antes de salir -lo hago así a veces pues, a veces, el desayuno se tarda un poco en llegar-; pero al final salí de la habitación -después de todas las lecciones- a las siete y diez; me bañé y salí a tomar el bus.

El busito pasó antes de las siete y media y un poco antes de las ocho estaba en el comercial en donde está la estación del Transmetro; en ese lugar pasé a dos cajeros para obtener un par de cientos de la moneda local.

Abordé el transmetro y estaba apeándome en la estación del mercado del centro histórico un poco después de las ocho y cuarto; como la reunión estaba prevista para las nueve, y estaba a diez o doce calles de distancia, decidí caminar despacio; incluso me metí -casi a la mitad del camino- a una parroquia, para observar las pinturas clásicas -algunas muy deterioradas- del lugar; al final llegué al lugar con cinco minutos de anticipación.

Mi ahijada llegó un poco más tarde y nos pusimos en la fila para que nos asignaran una mesa; el lugar es bastante agradable: es una casa antigua -muy antigua- convertida en restaurante; algunas mesas están en el interior y otras en el jardín.

Nos asignaron una mesa en el interior y ordenamos un par de desayunos típicos (por quince dólares); estuvimos en el lugar por un par de horas; entre desayuno y conversación: ella tuvo que aplicarle eutanasia a su perro más grande, en la última semana del año pasado.

Un poco después de las once mi ahijada me propuso que tomáramos un helado en la avenida más popular del centro; a la cual nos dirigimos; en una de las heladerías más antiguas del país ordenamos un par de helados (la cuchara de plástico del mío tenía un cabello; y, aunque estoy convencido que era mío, me quedé con la duda).

Estuvimos nomás un rato en el lugar pues yo había previsto retirarme del centro a las once y ya había sobrepasado ese tiempo; me despedí de mi ahijada y me dirigí a tomar el Transmetro; el cual pasó bastante rápido; luego caminé al comercial donde se estacionan los busitos y, finalmente, llegué a casa un poco antes de la una.

Vine a encontrar a Rb a la mitad de la preparación del almuerzo -y con la novedad de que se había recortado el cabello-; y me propuso sacar a caminar a los perros antes del mismo; lo que hicimos en el acto.

Por la tarde cambié las sábanas de mi cama y puse en la lavadora la carga mensual de ropa sucia; de acuerdo a lo programado; luego estuve leyendo un poco de Hackers y Painters, actualizando la aplicación en donde estoy publicando las obras de arte de Les Yeux de Mona y viendo un poco de Dune, la serie; por la noche preparé la gelatina de los desayunos de la semana.

El domingo la alarma sonó a las seis de la mañana; Rb tenía que estar en su iglesia a las ocho y media por lo que habíamos planeado salir de aquí a las ocho; pero no me levanté a las seis; apagué esa alarma y seguí durmiendo hasta las siete.

A las siete me levanté a meditar -me costó bastante levantarme- y después salí a preparar el desayuno de los fines de semana; a las ocho encendí el automóvil (afortunadamente  funcionó la limpieza del aro pues no hubo más fuga de aire) y nos dirigimos a la iglesia.

Cuando retorné a casa me puse a hacer las lecciones de Busuu (terminé la parte final del curso de francés -de cuatro-, por lo que planeo pagar seis dólares por un mes práctica de conversación) y Duolingo.

Luego me puse a avanzar un poco en Hackers and Painters; además, pagué los doce dólares que costará el transporte para la actividad de voluntariado a la que me anoté para el tercer domingo de este mes: iremos en grupo a un departamento del interior a realizar una actividad recreativa con un grupo de niños: piñatas, juegos, comida y obsequio de ropa a las madres.

También estuve conversando con mi hijo menor: me pidió cambiar el horario de nuestra reunión del tercer sábado de este mes; al parecer estará en un curso de arte en la escuela municipal, por lo que llegaré a su casa a las ocho de la mañana ese día.

Por la tarde terminé de leer la sección en progreso de Hackers y Painters y vi un capítulo -el tercero- de la serie de Dune; luego, mientras Rb cenaba, empecé a leer la siguiente sección de Les Yeux de Mona; hasta hace poco me percaté que el orden de las obras de arte es cronológico; acaban de dejar el renacimiento y entrado en épocas menos luminosas.

Y a ver cómo va eso.

lunes, 27 de enero de 2025

Accidente CerebroVascular... Stroke... Accident vasculaire cérébral...

La búsqueda de patrones es uno de los fenómenos más comunes -creo- en la experiencia humana: nos pasamos una buena parte de la vida observando -o buscando- los eventos que ocurren alrededor, para intentar darle un sentido a la narración que es nuestra vida.

Cuando mis hijos estaban naciendo me era frecuente observar a parejas en estado de gestación; o cuando una persona anda en  medio de la compra de un automóvil de cierta marca o color, casi indefectiblemente empieza a notar más elementos de este tipo en su ambiente.

Y a veces lo que uno encuentra es muy interesante: la semana pasada empecé a leer un libro -en francés- que empieza con un accidente transitorio cerebrovascular; luego, un par de noches más tarde, uno de mis amigos me llamó para comentarme que había sufrido un derrame cerebral.

Y esta mañana, al resolver el Wordle del día -ya llevo casi tres semanas al hilo- me encuentro con esta palabra -que no conocía-: Shunt; que, en medicina, es un cáteter que drena el líquido cefalorraquideo desde el cerebro hacia el abdomen; aunque veo que es más utilizado en casos de hidrocefalia, que en caso de derrame cerebral.

El cerebro...

El lunes me desperté antes de que sonara la alarma (a las siete de la mañana); creo que estaba soñando algo muy vívido y terminé abriendo los ojos; me quedé acostado un rato y luego me levanté; unos minutos antes de mi horario regular; y medité dieciséis minutos.

Durante la meditación de la noche anterior -aún debo mejorar en la parte de no pensar- me percaté que el día anterior debía haber aumentado en uno la cantidad de minutos de meditación de cada sesión; la noche anterior, también, me había estado sintiendo mal del estómago: creo que era nuevamente indigestión; el desayuno con mi amigo fue abundante; además, él trajo una magdalena de chocolate y comí de la misma tanto en la mañana como en la tarde.

Total que me retiré a mi habitación antes de la hora habitual (me estaba sintiendo bastante incómodo del estómago); aún así completé la parte del libro de francés que estoy leyendo; luego medité y me dormí; después de levantarme -y meditar- jalé la computadora del trabajo hacia la cama y confirmé que no había reunión diaria: la semana anterior el PM la había cancelado debido a que es un asueto en el Imperio del Norte.

Tampoco hice Duolingo; los lunes, si tengo los treinta minutos de puntos dobles, prefiero empezar el trabajo semanal hasta la noche, para evitar entrar en ligas muy competitivas; tampoco desayuné; el estómago aún está en fase de retorno a la normalidad; nomás le ayudé a Rb a machacar el café que cortamos la semana pasada, para facilitar el descascaramiento.

Por la situación estomacal no comí nada durante toda la mañana; hasta el almuerzo; preparé la ensalada de costumbre -aunque me serví un poco menos que a RB- y calentamos el arroz con hígados de pollo que preparamos el día anterior.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; andaba un Husky suelto y traté de alejarlo a la perra que saco a pasear; el animal intentó atacar al perro que Rb cargaba; también la niña de la tercera casa sacó -sin correa- a su perro; por la tarde preparé café y me comí un par de trozos de la magdalena de chocolate que mi amigo trajo al desayuno del día anterior; y esas fueron las únicas dos comidas del día; no cené nada.

Por la noche hice más de una hora de Duolingo, quedando en la segunda posición de la liga semanal; también terminé de leer la parte en turno de How Google Works y avancé con Granby au passe simple; me retiré a mi habitación un poco antes de las once de la noche.

El martes tenía la alarma para que sonara a las seis y media: había una capacitación programada para las siete y quería meditar antes de la misma; a pesar del estómago pasé una buena noche; pero -creo que por los perros de la tercera casa- me desperté un poco antes de las seis.

Continué dormitando hasta que sonó la alarma y me levanté a meditar; luego jalé la computadora del trabajo, resolví el Wordle del día (llevo doce días consecutivos) y me preparé a entrar a la reunión; pero había un mensaje de que se estaba cancelando el evento.

Al parecer la persona que debía impartir el entrenamiento tenía otra reunión de emergencia; aproveché para completar la sección del libro de francés que tenía a medias; luego entré a la reunión diaria del equipo; varios comentaron lo que había notado desde ayer: hay problemas de conexión con el sitio de trabajo.

El resto del día estuvo normal: un poco de trabajo, un poco de lectura, un poco de coding (estoy tratando de ser más constante en mi actividad en Github); además, he estado mejorando las pregunta de ITIL Foundation (quitando los números y cambiando el orden de las respuestas.

Este día -al igual que el anterior- no ingerí ningún alimento en toda la mañana: un poco antes de la una de la tarde me comí uno de los panes que me sobraron del desayuno con mi amigo; y luego almorcé lo mismo que toda la semana: arroz con hígados y mollejas de pollo (y zanahoria) y ensalada.

Después del horario laboral nos dirigimos con Rb a los supermercados en dirección norte; como el mecánico aun no se aparecía dejamos las llaves del auto en la garita; Rb compró unas galletas para su perra más grande en el supermercado de descuentos (también un paquete de mascarillas); en el otro supermercado compramos bananos.

Cuando retornamos el guardia nos comentó que el mecánico se encontraba dentro de la calle; lo encontramos debajo del automóvil y nos comentó que el starter del auto se había deteriorado y por eso ya no arrancaba; se lo llevó a un electromecánico para su reparación.

El miércoles tenía la reunión quincenal con mi supervisora -afortunadamente nuestra relación es bastante cordial-; en la misma nomás revisamos las últimas novedades del trabajo (y le comenté que quería certificarme en ITIL Foundation).

Además le comenté que iba a necesitar tres días de vacaciones durante la primera semana de Febrero; a lo que no recibí la respuesta esperada: me comento que debe consultarse con el programador más antiguo del proyecto.

Al igual que los dos días anteriores, no volví a comer nada hasta la hora del almuerzo (lo mismo: arroz con zanahoria, hígados y mollejas de pollo); por la tarde terminé el libro de la línea de francés y el de No ficción.

Al final de la jornada laboral realizamos los ejercicios de la rutina de ejercicios de los miércoles; por la noche estuve buscando opciones para continuar en la línea de lectura en francés: durante los ejercicios estuve escuchando una conferencia de un filósofo francés, y bajé un par de libros del mismo.

No recordaba -hasta la noche anterior- que había pedido como día de vacaciones el penúltimo jueves del mes; usualmente acompaño a Rb a su visita semanal al mercado en el centro histórico cuando tomo este día de vacaciones; y ese era el plan.

Pero, el jueves temprano me recordé que el mecánico había quedado en venir a reinstalar el starter del auto ese día por la mañana; la reparación del starter costó cien dólares y el trabajo del mecánico nos costaría otros veinte dólares.

Cuando Rb se levantó vino a mi habitación a comentarme la visita esperada del mecánico y a indicarme que lo mejor era que yo lo esperara; coincidimos ambos en el mejor curso de acción para el día; así que pasé mi día de vacaciones como otro día normal de trabajo: medité temprano, resolví el wordle del día (ya llevo más de dos semanas sin saltarme ningún día); hice mis lecciones matutinas de Duolingo y resolví un par de grupos de preguntas del exámen de ITIL.

Luego salí al comedor y me preparé el desayuno normal; el resto de la mañana lo utilicé en actualizar un poco de código en Github, avanzar en la lectura del ciclo de psicología/meditación y resolver los cubos de Rubik de 3x3x3, 4x4x4 y 5x5x5x.

El mecánico vino bastante tarde -pero aún antes de que Rb retornara del mercado- e instaló el starter del auto; lo probamos y todo parece que funciona bien; además, le pedí que me cotizara un par de tolvas que van bajo el motor del auto -una está deteriorada y la otra creo que no la tenía cuando Rb lo adquirió-.

Por la tarde fuimos a los supermercados en dirección norte; en el mercado más distante Rb adquirió un poco de pollo para los almuerzos del fin de semana y, en la panadería a mitad del camino, compré el pan de mis desayunos del fin de semana.

Cuando regresamos empecé a leer el siguiente libro que había considerado en la línea de ficción: The Invisible Life of Addie Larue; pero no me gustó: es de fantasía, algo de inmortales; por lo que ví qué otras opciones tenía en mi lista.

Me decanté por When we were birds, de una escritora de Trinidad y Tobago; y, aunque el estilo de la misma no me está gustando mucho (escribe de la misma forma que hablan los angloparlantes con poca cultura) la historia está muy buena.

También empecé a leer el siguiente libro en francés: Les yeux de Mona; es básicamente un estudio de más de cincuenta obras de arte -el pretexto es la explicación de las mismas a una niña que está en peligro de perder la vista-; también está muy bueno.

El viernes me desperté un poco antes de que sonara la alarma; había estado teniendo un sueño bien raro: en el mismo estaba visitando a Mahatma Gandhi; era todo muy raro; como que lo estábamos entrevistando, pero, por supuesto, su comportamiento no era muy normal.

Cuando me desperté me recordé del anciano que visitamos con el grupo que vino del Imperio del Norte el año pasado: o sea, es un anciano que no podía utilizar sus piernas y la comunidad le había construido una casita.

Me levanté a meditar y luego jalé la computadora a la cama, para entrar a la reunión diaria del equipo; en el ínterin completé la palabra de wordle del día; el patrón de las reuniones sigue sin cambiar: no hay participación de nuestra área.

Después de la reunión me quedé en la cama, viendo si podía adelantar un poco en la última tarea en la que estaba involucrado; pero no encontré muchas opciones; completé las lecciones de Duolingo y revisé mis correos personales.

El resto de la mañana estuvo normal; más o menos a mitad de la jornada, aprovechando que me envió cierta información, le comenté a mi supervisora que no habíamos recibido la aprobación de mis vacaciones por parte del dev más antiguo del equipo.

Un poco más tarde ví que envió un recordatorio, pero este también se quedó sin respuesta; estoy planeando escribirle a esta persona directamente el próximo lunes -por la app interna de mensajería- para obtener su aprobación.

Por la tarde estuve leyendo un poco del libro de francés; además estoy intentando agregar las obras de arte que se mencionan en el mismo a mi ambiente; por lo pronto puse en el escritorio de mi laptop con Ubuntu las dos primeras obras: Venus y las tres gracias de Botticelli y la Mona Lisa de Leonardo.

Al final de la tarde hicimos la rutina de ejercicios de los viernes; después del baño me metí a la cama de Rb y avancé en la película en francés que había estado viendo durante la semana: Ad Vitam; pero antes de terminarla recibí una llamada.

Casi nadie me llama por teléfono; y ni siquiera tenía registrado el número, pero era mi amigo que vive en la colonia que residí por una década; me comentó que había sufrido un derrame cerebral el lunes de la semana.

La verdad la llamada fue bastante rara: o sea, quien me llamaba me saludó por el pseudónimo que utilizaba en el grupo de risoterapia en el que participé durante más de diez años; casi nadie me conoce ya por ese nombre.

Pero la voz sonaba diferente; y la razón era el accidente cerebrovascular que había sufrido: según mi amigo, se durmió el domingo de forma normal; pero cuando se despertó en la mañana del domingo sintió algo raro en el rostro: tenía torcidos el ojo izquierdo y el mismo lado de la boca.

Pasó el lunes sin hacer nada y el martes le pidió a un tío (que había sufrido un evento similar unos años antes) que lo acompañara al doctor; el mismo confirmó el diagnóstico y empezó el tratamiento: mi amigo debe tomar diez dósis de medicamentos diariamente.

Además, medirse la presión arterial (según el médico esa fue la causa) tres veces al día y medir su nivel de azúcar en la sangre cada dos días; estuvimos hablando casi media hora y quedamos en vernos el segundo domingo de febrero.

El sábado temprano me encontraba soñando una de las escenas típicas -o más bien una mezcla de las mismas-: llegaba tarde a un exámen del primer curso de matemáticas de la facultad; el auxiliar era el mismo de la vida real (luego llegó a ser rector de la universidad nacional, luego lo metieron preso, acusado de corrupción).

Total que estaba haciendo el exámen y el auxiliar se iba; tenía que salir a buscarlo para entregar lo poco que había contestado del mismo; también -o luego- iba en automóvil con mi hijo mayor; él en el asiento del piloto pero yo era el que manejaba; un relajo.

El reloj sonó a las siete y media y me levanté a meditar; luego hice la palabra diaria de Wordle (Crisp, en tres líneas) y las lecciones matutinas de DUolingo; la app está dándome demasiado tiempo doble en la mañana: aunque completé más de media hora aún tenía cincuenta y tres minutos extras.

Había escuchado -mientras meditaba- que Rb se había levantado a sacar a uno de sus perros; luego de que entraran ya no los escuché; a las ocho y media me levanté a preparar mi desayuno de los sábados, mientras escuchaba un poco de boops -la música (prohibida) de mi adolescencia-. 

La noche anterior mi hija me había escrito para comentarme que estaban por revisar (nuevamente!) la cuota mensual de mantenimiento del apartamento; la verdad me frustra: en noviembre (o diciembre) aumentaron más del treinta por ciento de la misma (además de una cuota ‘extraordinaria’) y no sé qué esperar.

Durante el desayuno pagué la cuenta de la electricidad del lugar de mis hijos; me sorprende que, a pesar de haber agregado una secadora/lavadora, la cuota anda más o menos en el mismo nivel que antes; también le transferí doscientos dólares a Rb pues planeaba comprar comida para sus perros.

Después del desayuno nos dirigimos a la sucursal local del supermercado en donde compramos artículos a granel; aunque cuando salimos, la llanta que me dió problemas el día anterior estaba nuevamente -aunque no completamente- baja.

Pasamos a la gasolinera que queda a tres o cuatro cuadras y, además de llenar el tanque, pedí prestado el calibrador para reponer el aire de la llanta en cuestión; esos fueron como treinta dólares en combustible -aparentemente está nuevamente al alza-.

En el supermercado Rb compró un par de sacos de comida para sus perros -teme que por la inflación se le estará dificultando este año la disponibilidad de variedad de comidas para sus perros-; yo también compré un saco de comida para los perros de mis papás (me toca que ir a verlos a principios de Marzo.

También compré, en la salida del supermercado, un pastel de tres leches; tenía varios meses de no adquirir este tipo de pastel en esta cadena, pues los últimos los había encontrado demasiado secos; afortunadamente el de esta ocasión estaba muy bien en ese aspecto.

A las once y media empecé a preparar las ensaladas que llevaría para el almuerzo con mi hija mayor; luego saqué a caminar a la perra más pesada de Rb y, después de tomar una ducha, tomé el automóvil y me dirigí al apartamento dem is hijos.

El tránsito estaba bastante fluido; me parece que no me tuve que detener -aparte de los semáforos- en ningún lugar de la ruta; llegué al edificio en donde viven mis hijos antes de la una y encontré a mi hija mayor terminando de trapear la sala del apartamento.

Le propuse que fueramos al parque temático de costumbre y le pedí ayuda para cargar una de las mochilas: en una llevaba mis dos cajas de lápices de dibujo, cuatro o cinco cubos de Rubik y mi computadora; en la otra -la térmica- llevaba dos ensaladas, dos aderezos, dos coquitas y una bolsa de snacks -también un par de platos hondos-.

Llegamos al parque sin ninguna novedad y nos dirigimos a comprar un par de hamburguesas con queso; había bastante viento en la ciudad -creo que producto de algún frente frío que acaba de entrar al país- y nos sentamos en unas mesas detrás del quiosco en donde compramos las hamburguesas.

Después del almuerzo nos dirigimos a la rueda de Chicago más alta del parque -y del país, creo- pero, me parece que debido al viento, no estaba en funcionamiento; entonces nos dirigimos al zoológico, en donde observamos algunos de los animales del lugar.

Antes de retornar a su lugar de habitación le propuse a mi hija que practicáramos un poco la resolución de los cubos de Rubik de 4x4x4 y 5x5x5: aún le falta internalizar un paso del primero y uno del segundo; nos estuvimos un buen rato en una banca del lugar; luego retornamos a casa.

En el camino pasamos a un supermercado pues quería reponer el té que había tomado de su reserva la semana anterior; pero no ví del mismo tipo -amaretto-, por lo que nomás compré un par de cajas -estaban en ‘oferta’- de manzanilla con miel; también compramos, en el mismo comercial, un zeppelin.

Antes de subir al nivel en el que viven -séptimo- le pedí a mi hija que me acompañara a revisar el aire de la llanta que había rellenado por la mañana; luego de comprobar que no se veía en mal estado subimos al departamento.

Le escribí a mi hijo menor para proponerle que nos acompañara con un cafecito y un trozo de zeppelin pero no obtuve ninguna respuesta; le propuse a mi hija que vieramos una parte de FLow, lo cual hicimos, acompañando con una taza de café y un poco de zeppelin.

A las cinco y media me despedí de mi hija y retorné a mi casita; el tránsito seguía ligero por loq ue cuando me estaba parqueando aún no había oscurecido -eran casi las seis de la tarde-; por la noche entré a una aplicación que mi hija me había recomendado como una alternativa -o complemento- a Duolingo: Busuu; la había instalado en mi móvil por la tarde y la exploración de la misma que hice en la noche me agradó.

También completé algunas lecciones de DUolingo, repasé las primeras dos (de cuatro) partes del exámen de ITIL Foundation que he estado repasando (100% y 94% respectivamente) y leí un poco de Las que no duermen NASH; el nuevo libro de Dolores Redondo.

Un poco antes de las once me retiré a mi habitacón; leí un poco, medité e intenté dormirme; pero, me imagino que por toda la comida del día, me costó bastante dormirme: estuve intentando inducir el sueño a través de la respiración, finalmente me dormí.

El domingo me levanté a las siete y media; medité dieciseis minutos y retorné a la cama; pero no me dormí: resolví el Wordle del día, luego hice algunas de lecciones de Duolingo y algunas lecciones de Busuu.

También resolví los dos questionarios de ITIL Foundation (100% y 98%); después me levanté a preparar mi desayuno de los domingos; el que acompañé con un cuarto del pastel de tres leches que traje el día anterior.

A las nueve y media -ya que habíamos quedado con Rb de empezar a preparar los ingredientes para los almuerzos de la semana a las diez- llené un cubo de agua, le eché detergente y salí a lavar el auto; la llanta trasera estaba más baja que la tarde anterior -pero no tanto como la mañana anterior-; me tomé mi tiempo para lavar el auto (utilicé una playera vieja en una escoba, para enjabonarlo).

Aproveché el pretexto para saludar al anciano que sale a caminar todas las mañanas en la calle (y que se ha hecho cargo de las malezas que rodean el cerco desde hace más de un año); después entré a cortar y cocer las papas que utilizaríamos para preparar el día siguiente la tortilla española; también corté en cubos pequeños un poco de champiñones y un par de chiles pimientos.

Almorzamos las alitas de los domingos, acompañado de un consomé; después sacamos a caminar a los perros; aproveché el tiempo entre la caminata y la comida de los perros -más o menos media hora- para completar la primera sección del libro de Dolores Redondo.

Rb le dió de comer a sus perros quince minutos antes de lo usual: queríamos salir antes de las tres hacia la casa de nuestra editora; el tránsito estaba bastante ligero por lo que, aunque pasamos a una gasolinera a rellenar la llanta trasera que anda perdiendo aire, llegamos a la casa al otro lado de la ciudad antes de las cuatro de la tarde.

Nuestra editora nos recibió en la sala de su casa -es una mansión de tres niveles- y estuvimos en esa área un rato pues su padre -padece diabetes y se había herido la pierna unos días antes- llegó para que le realizaran una curación -el esposo de nuestra editora es un pediatra (semi) retirado-.

Después pasamos al comedor; Rb llevaba su propia comida -por aquello de la contaminación cruzada- y nuestra editora nos compartió un pastel de pollo muy bueno -acompañado de sopa de verduras y una ensalada bastante variada-.

La sobremesa estuvo extensa -conversando sobre muchas situaciones cotidianas: Rb y nuestra editora se conocen desde hace más de cuarenta años- y al caer la noche subimos al tercer nivel; en donde han instalado una mesa de juegos; nos enseñaron un juego de cartas y conocimientos.

A las ocho de la noche Rb indicó que debíamos retirarnos pues antes de las nueve sus perros debían cenar; por lo que completamos el último turno del juego y nos despedimos; el retorno estuvo tan tranquilo como la ida; aunque me sentí bastante raro de andar manejando de noche en ese extremo de la ciudad.

Antes de las nueve estaba parqueando el auto frente a la casa de Rb y, aprovechando que aún no eran las nueve, me metí a mi habitación a hacer unas lecciones de Duolingo; luego hice algunas lecciones de Busuu, y terminé de completar el segundo grupo de preguntas de ITIL Foundation.

Salí un momento de la habitación después de las diez y le comenté a Rb que iba a tratar de acostarme un poco más temprano pues, debido a la profusión de comida del día, temía que me iba a costar conciliar el sueño; afortunadamente no fue el caso.

Y a ver cómo sigue eso...

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lunes, 20 de enero de 2025

Segunda vez, y el auto otra vez... Second time and the car again... Deuxieme Fois et la voiture encore...

Hace unas semanas estaba pensando que era una lástima que únicamente un año pude ayudar como traductor en jornádas médicas; aunque no, realmente fueron dos años; porque el hospital en el municipio aledaño fue en agosto del 2023; y aunque estuve dispuesto el año pasado a repetir ese, no se dió.

El año pasado asistí cinco o seis días a traducir en un departamento aledaño a la ciudad; luego fuí por un par de dias a un departamento bastante alejado -para recibir capacitación- y, unos meses después, volví al mismo departamento a acompañar a una iglesia del Imperio del Norte.

El primer evento no me gustó: me tocó que viajar todos los días al lugar; el segundo estuvo bien; y el tercero también; aunque, no recuerdo la razón, no pensaba repetir el tercer (en el primero, definitivamente, no quería continuar).

Total: en el hospital me reporté disponible para repetir pero no me convocaron; en el segundo grupo no respondí llamados (aunque luego intenté comunicarme) y del tercero ya no había tenido noticias; con lo que creí que hasta allí llegaba mi aventura como traductor.

Pero no, la semana pasada me contactaron del tercer grupo y quieren que acuda nuevamente al día de capacitación -y esperaría repetir al menos otra visita grupal- por lo que, al parecer, aún es algo en progreso.

 Y el auto nos volvió a fallar: después de algunas semanas de arranques irregulares ayer volvió a morirse; se encienden las luces del tablero pero no arranca; esperamos que el mecánico venga mañana y nos pueda dar un buen diagnóstico.

Y a ver cómo va eso...

 El lunes me levanté a meditar a las siete y media; me sentía un poco agotado -he tenido dificultades para conciliar el sueño y, debido a nuevos perros en la cuadra, creo que me he estado despertando de madrugada-, medité y salí a traer la computadora para entrar a la reunión de equipo.

Después de la reunión me quedé en la cama, revisando mis correos personales; a las nueve Rb entró a la habitación: no había podido dormir bien por estar pensando en el perro que le vinieron a ofrecer el otro día (estaba convencida que lo fueron a abandonar en cualquier lugar).

Un poco antes del mediodía ví un mensaje que mi único amigo de la infancia me había dejado en whatsapp: quería que lo llamara; lo que me preocupó un poco pues usualmente soy yo el que lo llama.

En el ínterin llamé a mi amigo que vivía en la ciudad del Imperio en donde viví hace casi veinte años -aunque ahora ya se cambió de estado (y costa)-; estuvimos conversando un rato sobre las últimas novedades: aún no ha encontrado trabajo en la localidad en la que vive desde finales del año pasado.

Al mediodía logré comunicarme con mi amigo de la infancia -al parecer habían cortado la electricidad en su colonia y por eso no había podido contestar mis llamadas anteriores-; lo que quería era un préstamo.

Le transferí sesenta dólares y pensé que debía empezar a elaborar en una buena excusa para no seguir prestando (regalando más bien) dinero; y creo que lo que haré es aducir problemas en mi cuenta bancaria; creo que me ha funcionado otros años.

Por la tarde terminé el libro de Análisis de Datos de la línea de tecnología; y al finalizar la tarde completamos la rutina de ejercicios de los días lunes; después de la ducha terminé de ver la película de El Señor de los Anillos.

También ví el siguiente capítulo (creo que el séptimo) de la primera temporada de EL día del chacal; y, como el final del libro de tecnología fue bastante anticlimático, empecé a leer el siguiente libro en la misma línea: Hackers and Painters.

El día empezaba a clarear el martes cuando un zancudo me despertó; o eso creo: escuché a un insecto revoloteando cerca de mi cabeza y ya no me pude volver a dormir; me levanté -era un poco antes de las siete-, salí al baño y jalé la computadora del trabajo a la cama; luego medité quince minutos.

Entré a la reunión a las ocho -aunque no aparecí en el listado de tareas pendientes del ciclo- y después me quedé en la cama haciendo Duolingo y revisando mis correos; además llegué a la pregunta 56 -de 330- del cuestionario de ITIL.

Aunque no me gusta tomar vacaciones ya acepté que debo descansar dos jueves al mes; por lo que llené el formulario -y la base de datos- para descansar dentro de un par de días -y dentro de dos semanas-; a las nueve y media salí, por fin, de la cama y me preparé el desayuno.

El resto del día estuvo bastante normal: un poco de trabajo, un poco de lectura, un poco de código e incluso he estado resolviendo el wordle del día; luego del horario laboral fuimos a los supermercados en dirección sur; nomás compramos bananos.

El miércoles me levanté a las siete y media y, después de meditar, retorné a la cama a hacer las lecciones matutinas de Duolingo; la noche anterior había (re) encontrado un curso básico de Python en la página de Cisco y este día completé un para de las cinco secciones.

Los primeros dos días de la semana almorzamos el pollo en crema (vegetal) que habíamos preparado el domingo; este día preparamos -nuestra versión de- espaguetis a la bolognesa.

Al final del día realizamos los ejercicios de la rutina de la mitad de la semana; por la noche dejé casi completado el reto semanal (sesenta lecciones con más del 90% de exactitud); también terminé de leer el libro de la línea de ficción: Memory Piece; puse en la lista de espera uno de los libros que encontré en GoodReads, pero aún no sé con cual continuar.

El jueves me levanté a meditar a las siete y media; después -como era mi primer día de vacaciones del año- retorné a la cama a hacer Duolingo; y a leer un poco del libro de francés (Granby au passé simple): habíamos quedado con Rb de salir hacia el mercado en el centro histórico después de que desayunara.

Un poco después de las nueve y cuarto salimos de casa; llegando a la garita vimos un busito que avanzaba por el boulevard; ya no tuvimos tiempo de abordarlo, por lo que nos tocó que esperar casi quince minutos al siguiente.

El tránsito no estaba muy pesado y el Transmetro tampoco estaba muy lleno; en la municipalidad tomamos la siguiente unidad de transporte y, en la tienda de especias del centro histórico, compramos algunos ingredientes: yo, cuatro bolsas de gelatina; Rb, canela y otra especie.

Después retornamos en Transmetro al mercado, en donde Rb adquirió las frutas que consume habitualmente durante la semana; después del mercado retornamos al centro comercial desde donde salen los busitos que vienen al boulevard; allí compramos una pequeña red de aguacates y luego abordamos el bus a casa.

Por la tarde -seguía de vacaciones- avancé en la lectura del libro de francés, en el curso de Python -es bastante básico- y también estuve practicando la solución de los cubos de Rubik de 3x3x3 y 4x4x4.

Al final de la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; yo tenía que comprar aún algunos ingredientes para el desayuno del domingo (invité a mi amigo que vive en el otro extremo de la ciudad) y algunos elementos de limpieza que me encargó mi hija mayor.

En el camino de regreso pasamos a la panadería en la que usualmente me proveo de pan para los desayunos del fin de semana; por la noche estuve jugando varias partidas de ajedrez: decidí bajar de nivel el programa -de siete a cuatro- para tratar de mejorar un poco mi estrategia.

Este día recibí un mensaje de un número que no tenía registrado en whatsapp; tampoco estaba en mi teléfono anterior (aún sobrevive); pero sí lo encontré en mi correo de Microsoft: era del BA con el que trabajé hace algunos años y a quien quise regalar un libro de PM el año pasado.

Ya lleva más de un año buscando empleo y me contactó para inquirir si sabía de alguna oportunidad dentro de la empresa en la que continúo; le indiqué que averiguaría con mi supervisora; aprovechando el momento le escribí al costarricense con quien él trabajaba en la época en la que coincidimos laboralmente.

Esta persona se había pasado a trabajar -según él- a Alphabet -realmente a una tercerizadora de servicios de Argentina- y, como en su perfil de LinkedIn aún no había cambiado su información, lo contacté por whatsapp para ver si aún andaba por allí.

Me respondió -bien tarde- comentándome que ahora trabajaba con la filial local de una oficina que le provee servicios a la empresa en la que trabajo -trabajé muy de cerca con ellos hace unos tres o cuatro años y supe de varios ex compañeros que se habían mudado hacia allí-.

De hecho me indicó que andaban buscando una persona para cubrir una función similar a la mía y me preguntó si quería pasarme (“me pagan mucho mejor que allí”, fue su comentario); le señalé que no tenía planes de cambiarme (ya más de diez años por acá) pero que, cuando me despidieran, eran mi primera opción; estuvimos conversando casi hasta media noche.

El viernes retorné a trabajar; me levanté a las siete y media, después entré a la reunión diaria; pero aún no se ve nada claro con las asignaciones de nuestro equipo; de hecho sigue la misma mecánica: nomás participa el equipo principal en la actualización diaria.

A media mañana recibí una llamada que me puso contento: era de la organización con la que fui a traducir el año pasado -a uno de los departamentos más peligrosos del país- y querían saber si quería continuar este año.

Por supuesto que acepté de inmediato; y quedaron de enviarme la información para repetir el día de capacitación al que asistí en el mismo mes del año anterior; le comenté a Rb sobre mis planes (no recordaba el drama que habíamos tenido el año pasado por el mismo evento) y no se mostró muy sorprendida.

Por la tarde continué avanzando en el curso de Python básico, practicando con los cubos de Rubik y jugando algunas partidas de ajedrez -aún en el nivel 4 de 10-; para finalizar la semana realizamos los ejercicios de la rutina de los viernes; después ví una parte de la película Chacal (con Richard Gere y Bruce Willis).

También terminé de leer el libro de la línea de español: de la autora coreana y cuyo protagonista padece de alexitimia (spoiler alert: al final del libro ya no sufre del padecimiento y el arco es más o menos el mismo de Harry Potter -o Jesus-).

Sopesé con qué libro continuar en esa línea; la mayor parte de lo que leo lo encuentro en las referencias de GOodReads pero, por ser un sitio anglo, no he visto mucho de libros en español; al final me decidí por un libro de Dolores Redondo (creo que sería el séptimo u octavo de la misma autora).

También encontré un libro en francés que agregué a la lista de esa línea: Les Yeux de Mona; primero lo ví en español (los ojos de MOna), pero al ver el nombre de su autor y confirmar que es francés, decidí aprovechar el hecho: me ha costado encontrar libros en ese idioma.

El sábado me levanté a meditar a las siete y media y luego retorné a la cama a hacer mis lecciones matutinas de Duolingo; habíamos quedado con Rb de ir a los supermercados en dirección sur después de que desayunara por lo que me levanté a preparar mi desayuno.

En el mercado más lejano Rb compró unas mollejas y en el que queda a medio camino compramos un poco de bananos; nos tardamos menos de una hora en el recorrido por lo que cuando regresamos me puse a leer un poco antes de preparar las ensaladas que pensaba llevar por la tarde para almorzar con mi hijo.

A las once y media empecé a preparar las ensaladas: zanahoria rallada, aguacate y manzana verde en trozos y lechuga picada; y preparé dos porciones de treinta y cinco gramos de aderezo ranch; metí eso, junto con dos coquitas y una bolsa de snacks en la mochila hielera de Rb.

Metí mi Ideapad en mi mochila regular y puse ambas mochilas -junto con la bolsa de mandarinas y los recipientes de desinfectantes y limpiavidrios- en el lado del copiloto del auto; afortunadamente no había mucho tránsito por lo que me llevé un poco más de media hora en el trayecto.

Pero, al bajarme del auto me dí cuenta que la llanta trasera del lado del piloto estaba completamente desinflada: debía repararla antes de volver a casa; le comenté a mi hijo lo que me había pasado pero le indiqué que vería la solución luego de retornar del parque temático al que hemos estado acudiendo cada mes.

Caminamos el par de kilómetros que nos separan del parque temático -mi hijo me ayudó con la mochila regular, mientras yo llevaba la hielera- y en el camino pasamos a un cajero puse me había quedado sin efectivo.

En el parque nos dirigimos directamente a la tienda en donde venden comida rápida y compramos un par de hamburguesas con queso (cuatro dólares); luego buscamos un lugar para almorzar, lastimosamente el lugar más amplio con mesas estaba -otra vez- ocupado por alguna empresa.

Afortunadamente la banca bajo los árboles, en donde hemos comido en otras ocasiones, estaba vacía; limpié el área con las toallitas con lejía que cargo en la mochila y procedimos con el almuerzo; luego armamos un par de veces los cubos de 3x3x3, 4x4x4 y 5x5x5.

Después invité a mi hijo a que nos subieramos en la rueda de Chicago más grande del lugar; había un fila un poco extensa pero no tardamos tanto en ocupar una de las canastillas del juego mecánico.

Después de bajar de la rueda de Chicago retornamos al departamento de mis hijos; en el camino pasamos a comprar un par de zepelines (uno para el café de la tarde y el otro para el desayuno del día siguiente).

Cuando entramos al edificio le pedí a mi hijo que me acompañara a quitar la llanta del auto que necesitaba llevar al pinchazo (encontré uno a mitad del camino entre el apartamento y el parque: cerraban a las cinco de la tarde); había planeado llevar la llanta cargándola en el hombro.

Pero luego decidí poner la llanta de emergencia y conducir el auto hasta el pinchazo; lo raro es que la llanta de emergencia -es una donita- tambien estaba baja; por lo que ni apreté mucho los tornillos y le pedí a mi hijo que se subiera y me acompañara.

Cuando desinstalé la llanta me dí cuenta que tenía un tornillo incrustado; y efectivamente, el señor en el pinchazo utilizó un alicate para extraerlo y luego -usando una herramienta que parece aguja capotera- le colocó un tarugo; aproveché para que la reinstalara (tres dólares); luego conduje el auto de vuelta al edificio donde viven mis hijos.

Al entrar al departamento y poner agua a calentar me percaté que ya no cargaba paquetes de café instantáneo (el último lo había utilizado el mes anterior en la casa de mi amigo voluntario) por lo que tomamos un par de paquetes de té de mi hija mayor y con eso preparamos un par de tazas de té.

Le habíamos escrito ambos a mi hija mayor para ver si nos acompañaba con una bebida caliente y un trozo de zeppelin; y a ver una parte de la película animada FLow; pero ella no respondió a nuestros mensajes -no ha perdido la costumbre de dormir la mayor parte del día-.

Con mi hijo menor tomamos té de amaretto y zeppelin y vimos la mitad de FLow -está muy buena-; a las cinco y media me estaba despidiendo de mi hijo cuando mi hija mayor salió de su habitación; me despedí también de ella; luego retorné a mi casita.

Por la noche ví una parte de la película del Chacal que había empezado a ver la noche anterior e hice algunas lecciones de Duolingo; había tenido -lo brindan cada cierto tiempo- SuperDuolingo por tres días por lo que había acumulado bastante puntos en la liga semanal; pero llegó a su final el sábado por la noche.

El domingo me quería levantar a las siete de la mañana: había invitado a desayunar a mi amigo que vive al otro lado de la ciudad y me había confirmado que vendría a las nueve; planeaba meditar, hacer Duolingo, limpiar la mesa y, luego, ponerme a preparar el desayuno (usualmente esto último me toma como una hora).

Puse la alarma para las siete de la mañana y me dormí un poco después de medianoche; lo raro fue que Rb vino a hablarme de madrugada: un alacrán se había metido en su cama y la había picado -dos veces, en un brazo-; no creo haber respondido muy bien a su noticia pero intenté seguir durmiendo.

Me levanté a las siete, medité, hice las lecciones matutinas de Duolingo y luego limpié la mesa del comedor (metí mis dos computadoras a mi habitación y la de Rb al cuarto de la comida de los perros); después tomé una ducha y me metí a la cocina.

Rb se levantó un poco después y me comentó -nuevamente- lo del alacrán; continué preparando el desayuno: omelette de embutidos y champiñones, frijoles refritos, plátanos fritos y café.

Mi amigo vino un poco después de que completara el desayuno (a las nueve y un minuto) y nos pasamos el siguiente par de horas entre desayuno, conversación (con Rb, sobre sus viajes) y práctica del paso cinco de la solución del cubo de Rubik de 3x3x3; además le comenté lo de la dificultad reciente del auto para arrancar.

De hecho salimos a ver el estado del motor y arrancamos el auto un par de veces, sin ningún incidente; un poco después de las once mi amigo empacó la bocina USB, que le había regalado un poco más temprano, y nos despedimos.

Con Rb preparamos las alitas y ensalada de los domingos y almorzamos; después sacamos a caminar a los perros; habíamos quedado en ir a un supermercado que queda a -más o menos- tres kilómetros de distancia por lo que, después de lavar los trastos y preparar tés, nos dispusimos al viaje en auto.

Pero el auto no arrancó; lo que es una decepción; pero, por otra parte, me conformé que haya sido acá y no en algún lugar desde donde hubiéramos tenido que pagar una grúa para moverlo.

Entré a escribirle al mecánico y quedó en que viene el próximo martes por la tarde; luego nos dirigimos caminando a los supermercados en dirección norte: necesitábamos hígados de pollo para los almuerzos de la semana.

Pero en el supermercado en donde nos proveemos habitualmente no había lo que necesitábamos por lo que caminamos hasta el que habíamos previsto ir en automóvil; adquirimos un par de bandejas de hígados y un galón de lejía; luego retornamos a casa.

En total caminamos por casi un par de horas entre la ida y la venida del supermercado; después nos pusimos a preparar los almuerzos de la semana: yo exprimí un poco de ajo, rallé un par de zanahorias y corté un par de chiles pimientos en juliana -y corté en trozos las bandejas de hígados de pollo-.

Rb picó las mollejas del pollo y luego preparó una gran fuente de arroz, mezclándolo todo con los ingredientes que habíamos preparado anteriormente; para terminar la tarde le envié -por un servicio de transferencia de archivos- la película que empecé a ver ayer, al amigo que vino esta mañana.

Y a ver cómo sigue eso...