sábado, 20 de septiembre de 2025

Independencia... Independence... Independencie...

La política -y todo lo que conlleva- es un tema bastante complicado; creo que siempre lo ha sido pero, por estos días, ha llegado a niveles surrealistas: un megalómano, estafador -como muchos 'hombres de negocios'- y criminal está dirigiendo el ala ejecutiva del país con el ejercito más grande del mundo.

Por otro lado, la constitución de este país ya tiene casi dos siglos y medio -creo que es, por mucho, la más estable-; o sea, en nuestro país -creo que- la última fue apenas redactada hace cuarenta años o así.

Y quienes la escribieron -al igual que todas las anteriores- fue un grupo de las personas que han mantenido el capital desde que eramos una colonia del imperio español: su único interés fue mantener todo el poder -y los bienes- en las mimas manos de siempre.

No sé si con el paso del tiempo me he vuelto más cínico -igual no creo (casi) nada que no pueda ver- pero no siento ninguna atracción sobre las celebraciones que se llevan a cabo por estos días en el país: desfiles de centros educativos y caravanas con antorchas.

Nunca hemos sido independientes.

Pero, al menos, es uno de los asuetos contemplados en el código de trabajo nacional: al menos es un día para realizar la mayor parte de mis actividades sin preocuparme -o casi- de que me contacten del trabajo.

Y así estuvo el día... 

El lunes fue un día de asueto en el país: se celebraban -conmemoraban- doscientos cuatro años de nuestra separación de la madre patria; me levanté a meditar y me sucedió algo interesante: me olvidé -me ha pasado ya en otra ocasión- de poner la alarma antes de meditar y extendí el tiempo hasta los cuarenta y un minutos.

O sea, más del doble de lo que ando meditando por estos días; y diez minutos más de lo que espero completar al final del reto de los mil días; la verdad no fue una mala experiencia.

Como había previsto una visia a mi tía favorita -ha andado con quebrantos de salud- le había pedido a Rb que realizáramos por la mañana las actividades de la tarde: limpieza de los pisos -ella lava el trapeador- y la rutina de ejercicios; además, debíamos preparar los almuerzos de la semana.

Antes de realizar la limpieza avancé un poco con el material de AWS: ya llevo dos archivos -de cincuenta y un preguntas cada uno- con un porcentaje de más de noventa por ciento el primero, y casi el ochenta por ciento el segundo.

A media mañana realicé el barrido y trapeado que completo dos veces por semana; luego Rb empezó a preparar el pollo con manzana verde que hemos consumido en un par de ocasiones; pero apenas estaba comenzando cuando la llama de la estufa se debilitó: tocaba cambiar el cilindro de propano.

Rb sugirió que empezáramos con la rutina pues el servicio de entrega del gas no es muy eficiente; y estábamos como a mitad de la rutina cuando vino un joven en motocicleta a realizar la entrega; me tocó que salir con pesas en los tobillos a recibir el nuevo cilindro.

Después de comprobar que el gas había quedado correctamente instalado continuamos con los ejercicios; después nos bañamos, sacamos a caminar a los perros y terminamos de preparar los almuerzos.

Almorzamos casi a las dos de la tarde y después estuve leyendo un poco de Les Delices de Tokyo -la parte final-; a las tres treinta y cinco tomé la otra mitad de los mini muffins, un par de güisquiles que habíamos cosechado por la mañana y mi mochila negra; y me dirigí a la casa de mi tía.

Las calles estaban bastante vacías por lo que llegué a la casa de mi tía diez minutos antes de lo que había previsto; me estacioné en la calle -a la par de la iglesia, pues había un auto frente a la casa- y toqué el portón.

Mi tío bajó a abrir el portón y subí al espacio que mi primo les proporciona para su habitación; un poco después salió mi tía; en el ínterín mi tío me estuvo explicando un poco la forma en la que interpreta la trompeta.

Le entregué a mmi tía la bolsa hermética en la que llevaba los mini muffins y los dos güisquiles; y nos estuvimos conversando por casi dos horas -mi primo favorito nos acompañó durante un rato-; fue una tarde bastante agradable.

Un poco antes de las seis de la tarde les comuniqué a mis tíos -mi primo se había despedido un rato antes- que me retiraría del lugar y mi tío me acompañó al portón -y a mover el auto que estaba estacionado frente a la casa-.

Por la noche vimos una película que había encontrado en un video de filosofía la semana anterior: Mr Church; en donde Eddy Murphy interpreta a un cocinero negro que entra en la vida de una madre moribunda y su hija de seis años; me recordó un poco a the lilies of the field. 

El martes me confundí al parar la alarma y me tocó que recomenzar la meditación cuando volvió a sonar a los cinco minutos; después hice los tres wordle y entré a la reunión diaria del equipo de trabajo.

Durante el resto de la mañana estuve tratando de adelantar un poco en las asignaciones que nos ha estado distribuyendo el supervisor en el imperio del norte; también leí un poco, repasé un poco de AWS e hice algunas lecciones de Duolingo.

La reunión del mediodía estuvo un poco intensa: las asignaciones han estado bastante pesadas y, la verdad, las encuentro irrelevantes; o sea, estamos probando algo cuando una nueva versión ya fue liberada.

La media hora programada se extendió a casi el doble; y en la última parte de la misma utilicé los audifonos con bluethoot para ayudar a servir el almuerzo -y consumirlo luego-; después sacamos a caminar a los perros.

Por la tarde lavé los trastes del día, preparé café y té -y consumí la penúltima cuarta parte de uno de los zepelines que Rb me trajo el jueves anterior- y luego estuve haciendo algunas lecciones de ajedrez en Duolingo.

A las cuatro y media caminamos a los supermercados en dirección sur; llegamos hasta la altura del más alejado pero allí nomás dimos la vuelta; en el que queda a mitad del camino compramos algunos bananos.

Por la noche ví el penúltimo capítulo de la segunda temporada de The Peacemaker; también bajé algunos libros pues aún no estaba seguro de qué libro leer despues de Les Delices de Tokyo; y de The Phoenix Project.

El miércoles fue un día bastante normal: reuniones de equipo durante la mañana, un poco de trabajo -sigue el supervisor en el imperio del norte con sus asignaciones- y, al final de la tarde, la rutina de ejercicios de la mitad de la semana.

Además, un poco de avance con la lectura -The Phoenix Project-, empecé a ver una serie coreana: The butterfly; y continué repasando la información de AWS: ya avancé hasta el tercer archivo -de cinco- con resultados bastante aceptables; también fue el último día (de cien) de mi reto de no acceder a sitios de contenido indecoroso.

El jueves empezó bastante temprano: me levanté a las cuatro y cuarto: habíamos acordado, con Rb, salir a las cinco de la madrugada con rumbo al laboratorio en el que se haría las casi veinte pruebas que la ginecóloga le había indicado, un par de semanas antes.

Medité veinte minutos y, a las cinco menos veinte, entré a la habitación de Rb, a despertarla; ella había preparado la mayor parte de lo que se llevaría, desde la noche anterior: agua, desayuno, entre otros.

A las cinco abordamos el auto e iniciamos el camino hacia el centro histórico: el laboratorio empieza a atender a las seis de la mañana por lo que preferimos esperar un rato en el lugar a enfrentarnos al tránsito del inicio del día.

Debido a la hora encontramos muy poco tránsito -aunque la ruta no estaba completamente vacía- y, un poco después de las cinco y media, nos estacionámos delante de la entrada al laboratorio; otras personas llegaron un poco antes de que abrieran.

A las seis de la mañana se presentaron los trabajadores, esperamos un par de minutos más y luego nos depedimos; e inicié el camino de vuelta a casa; el cual no estuvo tan tranquilo como el de más temprano: en un par de secciones tuve que avanzar muy lentamente.

Un poco más de una hora después estaba estacionando el automóvil frente a la casa de Rb; debía de darles el desayuno a los perros a las nueve menos cuarto, por lo que me preparé el propio y, después, le envié fotos a Rb documentando la alimentación de sus mascotas.

Después intenté dormir un poco pero la coducción hasta -y desde- el centro histórico me había dejado bastante despierto; me puse a hacer lecciones de Duolingo y a repasar la información del certificado de AWS.

Rb retornó un poco después de la mitad de la mañana: afortunadamente pudo hacerse todos los exámenes en el lugar -excepto el de densitometría, por el que pasó al hospital de la Cruz Roja- y retornó bastante temprano.

Sacamos a caminar a sus perros y luego me metí a la ducha: había acordado pasar por mi hija mediana a la una de la tarde, para almorzar juntos y pasar un poco de tiempo en el parque temático de costumbre -aunque con ella sería la primera vez-.

Los días han estado -y se espera que continúen- bastante grises: hay un par de depresiones tropicales en el pacífico por lo que, especialmente por las tardes, las lluvias han sido bastante frecuentes.

A las doce y cuarto tomé el auto y salí al boulevard, el cual estaba completamente lleno: la cola empezaba apenas en la siguiente calle; y la lluvia estaba un poco fuerte; me resigné a llegar tarde pero esperé hasta un poco antes de la una para llamar a mi hija.

A la una menos cuarto avisé que llegaría tarde: apenas iba por la mitad del camino; y la lluvia continuaba con una intensidad mediana; al final a la una y diecinueve minutos estaba delante de la puerta del apartamento de mis hijos -tuve que enviarle un mensaje a mi hija para que me abriera, ya que un par de semanas antes le había dado todas las llaves-.

Lo interesante fue que en ese sector la lluvia aún no se había presentado; por lo que pudimos caminar sin ningún contratiempo hasta el parque temático; allí compré una pizza y un doble litro de agua gaseosa.

Nos dirigimos al área de mesas -en el camino vimos a dos niños resbalarse debido a los restos de lluvia- y procedimos con el almuerzo; yo había llevado mi Scrabble pero no jugamos, únicamente le enseñé un poco de los algoritmos del cubo de Rubik de 4x4 y 5x5.

También conversamos un poco sobre sus planes a corto y mediano plazo: aún no ha conseguido empleo -está sobrecalificada para la mayoría de los que aplicó- y su plan a mediano plazo es retornar a Japón -estuvo allí algunos meses hace dos o tres años-. 

Como siempre, me ofrecí a ayudarla en lo que pudiera, aunque me cuesta pensar en formas de ayudarla; conversamos un poco sobre las lecturas que estamos llevando a cabo y esperamos en el lugar un buen tiempo ya que la lluvia había -por fin- llegado al sector.

Un poco después de las tres nos retiramos del lugar: mi intención era empezar el camino de vuelta a casa antes del tránsito del fin del día; pero no lo logré: nos despedimos un poco después de las cuatro de la tarde, y salí a un embotellamiento de media hora para avanzar un par de calles.

Pero eso fue lo más terrible; o sea, en el resto del trayecto también encontré otros puntos con avance lento, pero no como el principio; al final vine a casa un poco después de hora y media de empezar la conducción.

Y no me acordaba que era día de ir a los supermercados: aunque no nos urgían provisiones -Rb había comprado bananos por la mañana- debíamos pagar cincuenta centavos en la panadería en dirección norte.

Rb me había comprado el pan para mis desayunos del fin de semana -había salido a buscar uvas mientras yo manejaba de regreso- y la dependienta no tenía cambio; aunque la lluvia había amainado portamos chumpas y Rb sacó el paraguas.

Pasamos a la panadería -queda a mitad del trayecto- a pagar la deuda y luego caminamos hasta el lugar en donde pasan los buses intermunicipales; en el supermercado compramos un par de pencas de bananos verdes.

Por la noche estuve acompañando a Rb mientras veía sus series: generalmente utilizo este tiempo para hacer Duolingo, jugar ajedrez, leer un poco, armar algún cubo de Rubik, o -últimamente- repasar las preguntas para el exámen de AWS.

Debido a que me había levantado bastante temprano me sentía agotado; un poco después de las diez me despedí de Rb y me metí a mi habitación, a leer un poco, meditar y luego tratar de conciliar el sueño.

Además, habíamos acordado que el viernes empezaría -otra vez- bastante temprano: hacer ejercicios por la tarde le ha provocado -o eso sospecha- molestias estomacales a Rb, quería probar el efecto de hacerlos al inicio del día.

Pero, como yo empiezo a trabajar -por estos meses- a las siete de la mañana, acordamos que la levantaría a las cinco horas cincuenta y cinco minutos, para empezar la rutina a las seis de la mañana.

Pero, como yo medito veinte minutos después de despertarme -y veinte minutos antes de dormirme- debía levantarme a las cinco y veinte; por lo que puse la alarma para esa hora y empecé el día más de una hora antes de lo normal.

Ejercitarnos al empezar el día estuvo bien; aunque sentí ciertas molestias en los brazos y el abdomen por los últimos ejercicios agregados al video del día; lo malo fue que no me dió tiempo de bañarme antes de entrar a la reunión del inicio del día: terminamos justo a la hora.

Tomé la reunión en la mesa del comedor y cuando terminó -usualmente tarda media hora- me metí a la ducha; después me preparé el desayuno de los fines de semana; un poco después tuvimos la reunión semanal del equipo.

La cual estuvo un poco rara: mi supervisor se mostró bastante decepcionado de que no hubiera terminado una asignación después de tres días; y es que, la verdad, nomás le he estado dando largas al asunto.

Pero, después de la reunión, me puse a trabajar en el trabajo atrasado -incluso llamé al analista más brillante del equipo, para que me ayudara con un par de dudas-; al final no pude completar toda la tarea -por cuestiones del equipo-, pero reporté un par de hallazgos en la misma.

Para el almuerzo prescindimos del pescado de los viernes: debido a los cambios en la semana aún teníamos una porción de los almuerzos que preparamos el lunes; por lo que consumimos la última parte del pollo con manzanas verdes -y arroz-.

Por la tarde me ocupé completamente con una asignación en la que estamos trabajando los cuatro analistas -habíamos tenido una reunión un poco antes del mediodía-: preparar un grupo de pruebas bastante extenso; me pasé una buena parte de la tarde agregando detalles a mis casos de prueba.

Por la noche ví un capítulo de la segunda temporada de The Peacemaker, y el segundo capítulo de Butterfly; esta última serie es de acción -espías, sicarios y así- pero el transfondo es sobre la relación paterno-filial; creo que por eso me parece atractiva.

Un poco después de las once me despedí de Rb, me lavé los dientes y me metí a mi habitación; en donde leí la última parte del capítulo de Harry Potter e a camara secreta, medité y después, intenté conciliar el sueño.

Y a ver cómo sigue eso... 

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lunes, 15 de septiembre de 2025

El día del programador -o del informático-... The day of the programmer -or of the computer scientist-... Le jour du programmeur -ou de l'informaticien-...

El sábado se celebra la profesión mencionada en el título; es interesante que -según Wikipedia- la costumbre empezó en Rusia: se tomó la máxima potencia de dos que fuera menor al número de días del año; o sea, ocho -porque dos elevado a la seis es doscientos cincuenta y seis- para agasajar a los que se dedican al código (o, ultimadamente, a cualquier actividad que tenga que ver con las computadoras).

Ese día le contaba a Rb que la única vez que estuve en una celebración 'formal' fue en el trabajo que tuve en la penúltima empresa: organizaron una refacción y cada supervisor de área le dió un regalo a su 'mejor' colaborador; lo chistoso fue que yo era el único colaborador en mi área.

O sea, era mi jefa -una persona de quien no guardo muchos recuerdos agradables- y yo; -a mí me tocaba que hacer casi todo el trabajo, incluso de gestión-; tanto así que ella también se renunció un poco más tarde de que yo me retirara. En fin. 

Y me recordé de la fecha porque mi amigo Testigo de Jehová -que sí ha sido programador por más de treinta años- publicó en su estado de Whatsapp un mensaje alusivo al día; y, para continuar con mi campaña de 'no te aisles', le envié un mensaje a varios de mis contactos con quien compartimos esa línea laboral.

Y a ver cómo va eso.

El jueves fue un día de reuniones: por la mañana me reuní con los otros dos analistas con los que estamos trabajando en comenzar -por fin- con la automatización de algunas actividades de nuestra área.

La reunión del mediodía también fue un poco más extensa: el supervisor del Imperio del Norte ha estado más exigente con las asignaciones; y me tocó trabajar con otra analista -al parecer, también del subcontinente asiático- en un par de tareas.

Incluso hubo un connato de extensión del horario laboral: había algunas tareas que nomás podíamos realizar al final de la tarde; pero me negué porque me había ofrecido a conducir a los perros de Rb al veterinario y debíamos estar allí antes de las cuatro.

La visita al veterinario era para la aplicación de una serie de vacunas; a las cuatro menos cuarto metimos a los tres perros al automóvil y conduje a la veterinaria; no había tránsito y menos de diez minutos más tarde estábamos entrando al lugar.

La vacunación se realizó sin muchas dificultades -los grandes ni dieron muestras de sentir el pinchazo, la pequeña chilló, pero lo hace por cualquier cosa-; lo que el veterinario indicó -y no por primera vez- es que la perra más pesada debería de bajar de peso; pero eso, creo, estaría complicado.

Luego de las vacunas Rb y el veterinario aún conversaron sobre algo de los perros y, un poco más tarde, conduje el auto de vuelta a la casa; despues caminamos a los supermercados en dirección norte; en el mas alejado compramos un poco de bananos, y a medio camino de vuelta compré el pan de mis desayunos.

El viernes me levanté a las cinco de la mañana: quería trabajar en algunas tareas en las que no había podido avanzar mucho en los días anteriores; generalmente el tiempo antes de la reunión diaria es muy productivo.

Después de meditar me puse a organizar algunas de las tareas que me habían asignado y luego entré a la reunión diaria; también tuvimos la reunión semanal con el supervisor en el imperio del norte; esta estuvo un poco más tranquila que las anteriores.

Y en la reunión del mediodía me asignaron más tareas; o sea, al parecer, uno de los analistas había sido sobrecargado y el supervisor me ha estado trasladando algunas de las tareas que le había asignado originalmente.

Al final del horario laboral realizamos la rutina de ejercicios de los viernes; era la primera vez que practicábamos la nueva versión: con nueve ejercicios adicionales, algunos isométricos y otros de fuerza; estuvo bastante pesada.

Después de la rutina -me quedaron doliendo varios músculos abdominales- y de la ducha encontré un mensaje de mi primo más cercano en whatsapp: el día anterior le había escrito para proponerle una llamada.

No me había respondido en más de un día y temía que tenía que buscar otra forma de coordinar una visita a mi tía -de hecho lo había intentado llamar por teléfono durante el día y no me había respondido-; al final, al parecer, se había olvidado de responder el mensaje -y no había visto las llamadas-.

Conversamos -videollamada- durante unos minutos, sobre familia, trabajo y similares; también le pedí que confirmara si su madre estaría el siguiente lunes en su casa: ha estado con quebrantos de salud y quería pasar a visitarla por la tarde.

El sábado me levanté quince minutos antes de la hora acostumbrada -a las seis y cuarto-, medité y me metí a la ducha: había programado un desayuno con el analista más brillante -y joven- del equipo.

Habíamos acordado reunirnos, en la cafetería en la que usualmente invito a mis amigos y conocidos, a las siete y media; y como no quería andar corriendo con el auto salí de casa un poco después de las siete.

El tránsito estuvo bastante ligero y a las siete y media ya estaba en el lugar; como no tenía su número le envié un mensaje en la herramienta que usamos en el trabajo; al final llegó diez o quince minutos luego de la hora acordada; pero utilicé ese tiempo para completar algunas lecciones de Duolingo.

Cuando el analista llegó procedimos a ordenar un par de desayunos típicos del lugar; luego estuvimos conversando por un par de horas sobre cuestiones laborales, académicas y también de la vida: tiene la edad de mi hija mayor, se graduó el año pasado de ingeniero y ahora estudia una maestría en IA.

Pero no tiene muchas aspiraciones vitales; lo cual me parece muy interesante: en nuestra época el empuje por alcanzar metas, o sobresalir en la profesión era bastante marcado; me imagino que son cuestiones intergeneracionales.

Un poco antes de las diez nos despedimos e inicié la conducción hasta la casa de Rb; el tránsito seguía bastante tranquilo; vine a leer un poco, continuar con el repaso de las preguntas de AWS y algunas lecciones adicionales de ajedrez en Duolingo.

Como el día se veía bastante gris decidimos sacar a caminar a los perros antes del almuerzo; pero no nos dió tiempo a completar la rutina: terminando la primera vuelta empezó a lloviznar; entonces los metimos y procedimos a preparar el almuerzo.

Habíamos planificado preparar unas hamburguesas caseras; Rb preparó un par de panes con varias harinas diferentes al trigo, y una mezcla de pollo con vegetales para rellenarlos; también preparamos un caldo de pollo.

La lluvia se extendió -desde que metimos a los perros- hasta el final de la tarde; aproveché para leer un poco, seguir repasando el material de AWS y ver un capítulo de The Terminal List: Black Wolf.

Al final de la tarde caminamos hasta los supermercados en dirección sur; llegamos -como siempre- hasta la altura del más lejano, de allí volvimos al que queda a medio camino y compramos algunas alitas para los almuerzos del domingo -de Rb-.

El domingo habíamos previsto ir al supermercado en donde compramos artículos a granel; durante la semana le había enviado mensajes a mis hijos para verificar si necesitaban algo del lugar, pero ninguno me respondió.

Después de que Rb desayunara  tomamos una bolsa con aislante térmico, la subimos al automóvil y nos dirigimos al lugar; el tránsito estaba bastante tranquilo por lo que no tuvimos contratiempos en llegar al lugar; el cual está siendo modificado: algunas áreas del parqueo estaban cubiertas por páneles de construcción.

La lista de compras no era muy extensa: y la mayor parte de artículos eran míos; debía comprar avena para mis desayunos, galletas para mis cenas -y refacciones-, aderezo para ensaladas; e incluso había decidido comprar una bandeja de muffins, para las visitas de ese día y el siguiente.

Al final gasté casi cincuenta dólares en provisiones; en el camino de vuelta pasamos a una sucursal de la tienda verde de descuentos: Rb ha andado buscando unas bolsas que utiliza para preparar sus harinas y quería ver si había suerte.

Pero no hubo; al parecer este artículo ha sido descontinuado; aprovechando la visita al lugar compramos una recipiente hermético de gran capacidad: unas semanas antes habíamos desechado el que usamos para almacenar arroz en la cocina pues encontramos gorgojos en el mismo -no era mucho arroz pero lo congelé para eliminar la plaga-.

Después de la tienda retornamos a casa y -previendo lluvias más tarde- sacamos a caminar a los perros; luego preparamos las alitas dominicales y las acompañamos con el resto del caldo que habíamos preparado el día anterior.

Antes del almuerzo había llamado a mi prima favorita: habíamos estado conversando en whatsapp la semana anterior y me había ofrecido a llamar a las once de la mañana del domingo; al final la llamé a las once y cuarto.

Estuvimos conversando -videollamada- durante cerca de una hora: al parecer la relación con su padre ha estado bastante tensa últimamente ya que, además de que ha estado exigiéndole dinero a ella y sus hermanos, también ha aumentado el drama en su trabajo y en su iglesia.

Por la tarde -ya no llovió- continué con el estudio del material de AWS: he adelantado bastante con el primero de los archivos -cincuenta preguntas- y estoy llegando casi al mismo nivel con el segundo; también ví otro capítulo de The Terminal List.

Un poco antes de las tres de la tarde me dirigí a la casa del voluntario que vive en la colonia en la que crecieron mis hijos; habíamos acordado reunirnos a las tres de la tarde; llevaba la mitad de los mini muffins que compré por la mañana, unos paquetes de café instantáneo y mi ajedrez.

Llegué a la casa de mi amigo un poco antes de las tres -aún me tuve que detener un momento antes de cruzar la avenida, debido a una carrera con antorchas-, estacioné el auto y bajé a tocar el portón; mi amigo salió un poco después.

Preparamos un par de cafés -instantáneos: tres en uno-, dimos buena cuenta de la mayor parte de los muffins y jugamos una partida de ajedrez de más de una hora; al final quedamos empatados -me cuesta ser cruel-.

Un poco antes de las cinco me despedí de mi amigo y bajé a tomar el auto, para retornar a la casa de Rb; el tránsito -afortunadamente- estaba bastante tranquilo: al parecer muchas personas salieron de la ciudad, debido al fin de semana extendido; nomás en la salida de la ciudad encontré otra caravana con antorchas, pero, no mucho tiempo después, estaba estacionando el auto frente a la casa. 

Por la noche -cancelaron la clase de teología de Rb- vimos el último capítulo de la segunda temporada de Wednesday; la verdad no me agrada mucho el estilo de humor que utiliza la serie, pero es de las pocas cosas que aún vemos en conjunto.

Y a ver cómo sigue eso... 

jueves, 11 de septiembre de 2025

Curiosidad... Curiosity... Curiosité...

Hay muchos temas que me preocupan -otros que me provocan incomodidad- como el trabajo -presente y futuro-, mis chicos, mis padres, entre otros; y mi aspiración es acercarme a esta situación con curiosidad.

Porque al final todo pasa: o sea, todo sucede -o no- y luego viene otro suceso, y así sucesivamente; entonces -y esto, creo que es algo de budismo-, lo 'mejor' es conservar un estado de curiosidad.

Observar la situación, observar sus fuentes, observar las consecuencias, observar.

Y eso es algo que, creo, Rb ha estado haciendo muy bien con el último hecho -actual- en su vida: la menopausia -o perimenopausia, por el momento- ha hecho su arribo y, a pesar de haber pasado la mayor parte de su existencia temiéndola; ahora está estudiándola, mientras llega inexorablemente.

El temor proviene -así como la decisión de no reproducirse- de su niñez: su padre tenía cincuenta y cinco años al momento de su nacimiento, su madre diez menos; y le tocó ver -siendo muy pequeña- los estragos que el tiempo iba causando en su progenitora.

Pero ahora, en las primeras etapas de la menopausia -o quizá no tan primeras, ya que, al parecer, muchos de sus quebrantos de salud de los últimos tres o cuatro años, pueden trazarse hasta este proceso- ha estado con una actituda más como: qué interesante lo que le está sucediendo a mi cuerpo.

 Y a ver cómo va eso... 

El domingo me levanté a las cuatro y veinte; me costó levantarme pues había tenido dificultades para conciliar el sueño la noche anterior: los perros de los vecinos que viven a dos casas siguen ladrando casi con cualquier estímulo externo.

Creo que también estaba al pendiente de levantarme dos horas antes de mi hora habitual; me parece que escuché a la perra más anciana de Rb quejarse a media madrugada: ella se levanta todos los días a las tres AM a darle unos trozos de pollo cocido.

Había dejado la alarma de mi celular -y también el de mi tablet- y me levanté cuando ambos empezaron a sonar; medité veinte minutos y luego me metí a la ducha; la noche anterior había preparado nueve sandwiches de mortadela, lechuga y queso y los había dejado en la refri.

La refrigeradora estaba a tope: teníamos pollo para los almuerzos de la semana, legumbres para las ensaladas de un par de días; y mucha fruta que Rb consume regularmente -también había preparado mis gelatinas por la noche-.

Para que no pasara lo de la útima vez -olvidé las magdalenas en la mesa del comedor- Rb me había preparado una lista de lo que debía llevar: el saco de comida para perros que llevo a mis padres regularmente lo había dejado ya dentro del auto.

La lista incluía: la cafetera -y el café, azúcar y agua pura-, la mochila con aislante térmico -para los pescados que usualmente envía mi madre-, un par de güisquiles que cosechamos el día anterior; también cosechamos -e incluimos en la lista- media libra de lorocos. 

No quería empezar a manejar muy temprano pues el año anterior tuve una muy mala experiencia al manejar antes de la salida del sol: varias partes de la ruta nacional tienen muy mínima -o ninguna- iluminación artificial; por lo que es -creo- muy fácil salirse de la misma.

Como mi celular no tenía mucha carga -se me olvidó conectarlo la noche anterior- decidí bajar a la tablet varios audios de francés y portugués, para ir escuchando en el camino; también le cargué un día de internet a mi celular; al final esperé hasta las cinco y cuarto para entrar a despedirme de Rb.

Aún estaba oscuro cuando salí al boulevard, pero estimé que no pasaría mucho tiempo para que empezara a clarear el día; y, efectivamente, antes de llegar a la mitad del camino ya se podía ver muy bien la ruta.

Esa mitad del camino está en muy buenas condiciones -por fin- luego de que repararan -pasaron mas de dos años- el puente que la lluvia derribó, justo en la entrada al área metropolitana; lo duro fue la siguiente mitad: al parecer construirán otra autopista -pagada- y casi todo el trayecto es nomás de un carril en cada dirección.

Pero, por la hora tan temprana, no encontré mucho transporte pesado; con todo llegué a la casa de mis papás un poco antes de las siete de la mañana; me bajé del auto para quitar una bicicleta que habían dejado estacionada frente a la casa y dejé allí el auto.

Mi madre salió un poco después y le avisó a mi padre que había llegado; para facilitar el transporte de todo lo que llevaba -la cafetera, los sandwiches y los vegetales- había utilizado una caja de cartón y la pasé del auto al comedor de mis papás.

Puse a funcionar la cafetera y retorné al auto para bajar el saco con la comida para los perros; le pedí a mi madre que lavara tazas y luego consumimos algunos de los panes que llevaba; desafortunadamente una de las magdalenas mostraba ya señales de moho -no revisé la fecha de vencimiento el día anterior: vencía justo ese día-.

Consumimos una parte de la otra magdalena, junto con los sandwiches y el café que había preparado; después le estuve ayudando a mi padre con un archivo que no podía localizar en su correo electrónico: debía agregar contenido a un documento compartido de un proyecto de su clase -se supone que este año completa sus estudios de licenciatura-.

Además le ayudé a comprender -un poco- cómo funciona Duolingo: para completar sus créditos debe comprobar cierto nivel de una lengua extranjera -inglés- y, al parecer, en su clase están utilizando esta aplicación como parte del programa de aprendizaje.

Un poco antes de las diez mi madre me recomendó que revisara el nivel de los líquidos del automóvil; le pedí ayuda a mi padre y abrimos el capó del auto; todo estaba bien, excepto el depósito del agua para el winshield; lo rellené un poco.

A las diez de la mañana me despedí de mis padres y emprendí el camino de vuelta; de lo que llevaba nomás retorné la cafetera y la mochila con aislante teérmico -rellena de pescados enviados por mi madre-.

La primera parte del camino de vuelta estuvo un poco complicada: la ruta es nomás de un carril en cada dirección; y había un poco más de vehículos que unas horas antes; pero al final no me tardé mucho en alcanzar la mitad del camino.

Desde allí en adelante la situación estuvo mucho mejor: entre dos y tres carriles y la carretera en muy buenas condiciones; un poco después de las once ya estaba entrando al municipio; venía tan temprano que incluso pasé a una gasolinera a rellenar el tanque (diez dólares, contra veintidos del día anterior).

 A las once y media me estaba estacionando frente a la casa de RB; bajé las dos mochilas -la negra y la que tiene aislante térmico- y una bolsa con media docena de plátanos, que mi madre me obsequió al final de la visita; por haberme levantado a las cuatro de la mañana me sentía bastante agotado.

Al mediodía preparamos las alitas de costumbre -y las ensaladas- y luego tuvimos que esperar casi una hora para que amainara la lluvia para poder sacar a caminar a los perros; después preparé el café y té vespertinos.

Por la tarde avancé un poco en el repaso del material para prepararme para la certificación de AWS: separé las doscientas cincuenta preguntas en cinco archivos; y, aunque no he logrado pasar del primero de los mismos, creo que voy en la ruta correcta.

Además, le propuse a Rb que vieramos otro capítulo de la segunda temporada de Wednesday; aunque, por la mala noche de sueño, en cierta parte del mismo tuve un par de microsueños; cuando el capítulo terminó me retiré a mi habitación.

Quería leer un poco -y, de ser posible, dormir- hasta las cinco de la tarde; a esa hora habíamos planeado preparar las piernas que habíamos previsto para los almuerzos de la semana; tenía más de media hora libre, pero no pude conciliar el sueño.

Tampoco leí: me puse a jugar unas partidas de ajedrez contra Oscar en Duolingo; y luego estuve leyendo algunos artículos de Business Insider, revisando mis cuatro cuentas regulares de correos electrónicos, y actualizando mi bitácora de vida.

El resto de la semana estuvo bastante normalito; durante el fin de semana habían pronosticado varios días de lluvia, debido a una depresión tropical en el Pacífico; y sí, desde la tarde del domingo empezaron las tardes lluviosas.

El lunes y martes estuvieron bastante tranquilos en el trabajo; la rutina de ejercicios del lunes se está sintiendo un poco más tranquila debido a las respeticiones; y, tanto ese día como el siguiente, continué con el repaso de AWS.

El martes, por la mañana, me reuní con los dos analistas con los que estamos trabajando en un proyecto para automatizar parte del trabajo -se supone que la automatización es una parte vital de nuestra función, aunque ya llevamos más de dos años sin avanzar en la misma-. 

Ese día la llovizna fue más constante por la tarde; a la hora en la que nos tocaba salir hacia los supermercados en dirección sur -necesitábamos bananos- Rb me propuso que camináramos bajo la lluvia -hacía varios años que evitábamos esto-.

Sacamos las chumpas y el paraguas y caminamos hasta el supermercado más alejado; desde donde caminamos hacia el que queda a medio camino -aún pasamos a la veterinaria en el mismo centro comercial, pues Rb debía cotizar las vacunas de sus perros-.

En el supermercado compramos un poco de bananos y una lechuga; luego retornamos a casa; el trayecto no estuvo tan malo: la llovizna fue constante pero no muy fuerte; las chumpas y la sombrilla fueron suficientes para que el agua no llegara al cuerpo; lo peor fueron los autos que pasaban a toda velocidad en el boulevard.

El miercoles el día empezó lento; después de meditar, resolver los tres wordles, entrar a la reunión diaria y hacer Duolingo (casi solo ajedrez) estaba por continuar dormitando en la cama; entonces entró una llamada de mi supervisor en el imperio del norte.

Al parecer había tenido una reunión on su manager y no le había ido muy bien: quería que nos organizáramos para trabajar en tareas específicas; pero eso fue una llamada de más de una hora, que encontré superflua.

Empecé la llamada en la cama pero luego pasé la computadora a la mesa del comedor; y preparé mi desayuno mientras la misma se extendía durante más tiempo del normal; al final me asignaron tres o cuatro tareas; en las que pasé trabajando el resto del día.

El miércoles completé el ciclo -la mitad del libro- de La Uruguaya; el día anterior había terminado de leer el libro de Chelsea Manning -Readme.txt-; que me gustó, pero no me encantó: en todo caso, aún es una historia en desarrollo actualmente.

 Por la tarde, después del horario laboral, completamos la rutina de ejercicios de la mitad de la semana; había puesto una alarma para llamar a mi ex-supervisor, en el Imperio del Norte, pero me adelanté a la alarma y lo llamé a las ocho de la noche.

La llamada -por Facebook- no fue respondida; completé las lecciones nocturnas de Duolingo y ví el final del primer capítulo de la precuela de The Terminal List; entonces ví que me había escrito mi ex supervisor.

Comentando que había estado fuera y el celular no había sonado; lo llamé y estuvimos conversando por un poco más de veinte minutos; después de la conversación me envió algunas fotografías de su nieto; yo le envié el trailer de The Life of Chuck.

Antes de dormirme leí el par de capítulos que me tocaba de Les delicieux de Tokyo -bajé de cuatro capítulos a dos, para agilizar un poco el resto de las líneas- y una parte del capítulo en turno de HaLa rry Potter e a camara secreta.

Y a ver cómo sigue eso... 

domingo, 7 de septiembre de 2025

Once años... Eleven years... Onze anées...

Me gustan los números; y no es solamente (?) por que sea ingeniero; o quién sabe; pero hay muchos de los textos acá que tienen que ver con cantidades, o incluso fracciones; como el actual.

Y es que el martes cumplí once años de trabajar sin interrupciones en la misma empresa: exactamente once años atrás me presenté a la oficina a la que luego acudí diariamente durante casi cuatro años -luego empezó el trabajo híbrido, y luego el remoto-.

En eso mis hijos terminaron de creer, profundicé mi relacion con Rb e, incluso, sobrevivimos a una pandemia global que trastocó la vida de muchas personas y cambió muchas cosas en la vida de casi todos.

Coincidentalmente once años antes también fue un martes: originalmente me habían pedido que empezara el primer día de septiembre -un lunes-; pero, unos días antes, me escribieron para que me presentara el día martes.

Y es que el primer lunes de septiembre se conmemora el Labor day en el Imperio del Norte; por lo que la mayor parte de las operaciones se ralentizan localmente, debido a la ausencia de la mayor parte de nuestros colegas en el norte.

Yo venía de tres meses de una búsqueda implacable de trabajo -tenía mucha experiencia en eso-; y el retraso de un día me provocó cierta incomodidad; pero luego, todo fue marchando sobre ruedas; entramos -si mal no recuerdo- tres personas el mismo día: una ingeniera que iba a la misma posición y otra persona que iba a ver servidores.

Fue un día completo de inducción a la empresa y al día siguiente subí al noveno nivel del edificio; en donde ocupé uno de los cubículos, recibí una portátil y empecé la configuración de la misma para el trabajo que debía desempeñar.

Pasé un poco más de un año sin mucha supervisión: por alguna razón ni mi gerente local ni mi directora en el Imperio del Norte se ocuparon mucho de mí; me asignaron a un equipo y me tocó trabajar directametne con varias Project Managers en el Imperio (eran unas señoras muy simpáticas).

Luego, en el tercer año, me parece; me tocó trabajar directamente con la directora; lo que me salvó un par de años después de ser despedido -lo que le ocurrió a la casi totalidad del piso-; después ella se marchó y me quedé trabajando con una directora que reside en nuestro gran vecino del norte.

Allí fue donde me enteré de la posición en la que he estado durante más de dos años: agregandole Automate al título de la función que ejerzo; desde antes de la pandemia he estado trabajando desde casa; lo que me ha ahorrado mucho tiempo en el transporte.

Y me ha permitido formarme un poco más; lo no tan bueno es que -siento que- me he acomodado a este ritmo; y, es probable que pronto se termine; o al menos se termine parcialmente: estan por instalar un laboratorio local y nos llamarán a la presencialidad.

Y a ver cómo va eso.

El martes fue un buen día bastante tranquilo; de hecho estuve esperando que me enviaran algún correo -de Recursos Humanos al menos- felicitándome -o notando- por los once años de trabajar en la organización; pero nada.

Por la mañana me puse a resolver algo que había dejado pendiente del día anterior: el luens por la tarde recibí un correo del área de infraestructura, notificándome que un repositorio que había creado hacía más de tres años se había quedado con único adminsitrador (yo) y que era -por políticas de seguridad- que hubiera al menos dos.

Le escribí al Superivor de Devs de ese tiempo, preguntándole si tenía relación con la información allí almacenada; pero su respuesta fue negativa; también le escribí al último analista mejicano (de ese tiempo y equipo) que aún está en la empresa; tampoco tuve una respuesta positiva.

Entonces le escribí a mi antigua directora; la mejicana con la que trabajé un par de años luego de que me directora favorita se retirara de la empresa; le comenté la situación y me pidió que agregara a un par de personas con las que trabajé hace mucho tiempo, como administradores; además me auto excluí de ese repositorio.

Entonces dí un paso bastante riesgoso -creo-: le comenté que si tenía una posición en la que podía ocuparme estaba disponible; y sí, ella se mostró entusiasmada con mi retorno a su equipo; pero también me preguntó por mi nivel de satisfacción laboral.

Le comenté que con el trabajo todo bien pero que no me llamaba la atención retornar a trabajar a la oficina (son casi dos horas de viaje); entonces me dijo que iba  a tenerme en cuenta si se presentaba una oportunidad en su área; y no sé cómo sentirme con esto.

Al finalizar el horario laboral íbamos a ir a los supermercados en dirección norte; pero esetaba lloviendo, por lo que decidimos esperar cuarenta y cinco minutos; pero a esa hora seguía lloviendo, aunque muy ligeramente.

Como necesitábamos bananos para los desayunos -y cenas-: un par de pencas que compramos la semana anterior no se habían madurado, decidimos salir con chumpas y un paraguas; llegamos hasta el supermercado más grande en esa dirección bastante secos.

En el camino de ida aún pasamos por una farmacia al otro lado de la calle: Rb necesitaba medicina para el estómago pues sorprendió a su perra mayor comiendo -en el patio de enfrente- un poco de estiercol de algún animal.

Aunque la lluvia no amainó tampoco arreció; por lo que el camino de vuelta estuvo igual de tranquilo; por la noche ví, en la computadora de Rb, el primer capítulo de la serie The Punisher -es tan violenta que ralla en lo cómico- y una pequeña parte  de La Liga de la Justicia Apokolips War.

El miércoles la rutina matutina estuvo normal: meditación -estoy trabajando en la ralentización de la respiración-, wordle y reunión diaria; en esta última participó mi supervisor en el Imperio.

Desués de la reunión me quedé en la cama pero no dormité: hice varias lecciones de Duolingo (casi solo ajedrez) y leí un poco del quinto capítulo de Harry Potter e a Camara Secreta; un poco después de las nueve escuché que Rb ponía el tablero en la puerta de la cocina.

Y es que había programado una consulta con una ginecóloga: durante más de una semana había estado leyendo sobre los síntomas de la perimenopausia y había concluido que cumplía con la mayoría; quería una confirmación.

Me levanté a esa hora, me preparé el desayuno y devolví la computadora del trabajo a la mesa del comedor; se suponía que a las nueve y media tendría la reunión quincenal 1:1 con mi supervisora, pero -cinco minutos antes- la canceló; lo que me dejó con mal sabor de boca, por la conversación del día anterior con mi ex directora.

Aprovechando que tenía un poco de tiempo libre llamé a mi amigo que vivía en la ciudad en la que viví hace más de veinte años en el Imperio del Norte (ahora vive en Tennessee); estuvimos conversando un poco más de una hora.

Al mediodía Rb retornó de la clínica con una orden para una batería completa de exámenes (como cuatrocientos dólares); el resto del día se lo pasó llamando a varios laboratorios para coordinar la realización de todas las pruebas.

Almorzamos lo mismo de los tres días anteriores: comida china casera; comimos un poco tarde pues la reunión del mediodía (a las doce y media) se alargó un poco: el supervisor intentó ver avances en algunas tareas -aunque la verdad, el resultado no fue nada halagador-.

O sea, la semana pasada puso a uno de los analistas en el imperio del norte a revisar la configuración de un equipo -y a mí a ayudarlo-; la persona esta no envió los resultados y hasta este día vimos un poco de los mismos; al final me comprometí a realizar una mejor revisión.

Pero no trabajé en eso por la tarde: tengo que conectarme a varios equipos en el laboratorio en el Imperio del Norte y es bastante frecuente que alguien me desconecte por revisiones en los mismos.

A las cuatro y media realizamos la rutina de ejercicios de los días miércoles; aproveché para escuchar un par de podcasts en portugués: uno de una señora contando cómo aprendió más de siete idiomas por su propia cuenta; en el otro una chica habla sobre cinco libros que le ayudaron a organizarse mejor.

Después de la rutina -y la ducha- me puse a trabajar en la tarea pendiente; me tomó un poco más de una hora pero logré revisar todas las pantallas que debía; luego le envié un correo a mi supervisor -y al compañero al que debía ayudar- con los resultados.

Un poco después de las siete entré a la habitación de Rb e intenté encender la computadora en la que hemos estado viendo series y películas durante más de un año -es una Dell con más de diez años de operación-; y ya no encendió.

Entonces me llevé mi Lenovo personal a la cama y en la misma ví el segundo capítulo de The Punisher, primera temporada; después, cuando Rb le dió la cena a sus tres perros, me moví a mi habitación para continuar con la película de La Liga de la Justicia.  

El jueves había programado el primer día -obligatorio- de vacaciones del mes: ese día debía recoger a mi hija mediana en el aeropuerto nacional; había estado considerando si salir a las diez y media -el vuelo estaba programado para aterrizar a las once y media- o más tarde, considerando los trámites de migración.

Rb se fue, a su visita semanal al mercado del centro histórico, un poco después de las nueve; cerca de las diez y media me metí a la ducha, luego metí el libro Re entry a mi mochila, tomé el saco de dormir que mi hija dejó -hace seis años- en mi habitación e inicié el trayecto hacia el aeropuerto.

El tránsito no estuvo muy pesado con lo que un poco antes de las once y media estaba ingresando al parqueo del aeropuerto -tres dólares-; tuve que dar un par de vueltas en el segundo nivel del mismo para encontrar lugar.

Después me dirigí a la puerta de salida; en la que la gente se amontona para recibir a los viajeros; había una señora algo joven a la que pregunté sobre el número de puerta que había anotado; pero me comentó que ese número era interior, que al final todos salían por el mismo lugar.

Estuve esperando hasta la una de la tarde; finalmente mi hija completó los trámites -tuvo que registrar a la gata que traía- y salió con tres grandes maletas -y la jaula de la gata-; nos subimos al automóvil y nos dirigimos al apartamento.

En el camino me metí a una sucursal del restaurante de pollo más grande del país: quería comprar un par de pizzas, para que almorzaramos junto con sus hermanos; pero en el lugar no venden pizzas ya preparadas, o sea, hubieramos tenido que esperar.

Afortunadamente no había nadie detras en la cola del autoservicio, por lo que retrocedí y continuamos el camino; mi hija me pidió que pasaramos a un supermercado pues debía comprar una caja de arena -y arena- para el uso de la mascota.

Pasamos a un comercial en la ruta nacional y allí encontramos una veterinaria; mi hija adquirió lo necesario -incluida una pala de plástico- y luego continuamos el camino; llegamos al edificio un poco después de la una.

Subimos al séptimo nivel y entramos al departamento; mi hijo había amontonado más de diez bolsas de basura en la sala: al parecer había esperado -de hecho me lo confirmó más tarde- hasta el último día para vaciar la habitación que le había cedido a su hermana.

Ordené un par de pizzas de Domino's -y un doble litro de fanta- y mi hija me pidió que la llevara al supermercado, pues quería adquirir algunos artículos de limpieza; bajamos al parqueo y nos dirigimos al supermercado más cercano -a tres cuadras de distancia-.

En el lugar mi hija adquirió una escoba, un recogedor, y varios otros artículos de limpieza; luego retornamos al departamento; yo le había dejado mi celular a mi hijo menor -y dinero- para que recibiera las pizzas; pero justo cuando llegamos él estaba bajando por la comida; lo acomopañé a recepción.

Era una pizza mediana hawaiana y otra grande de tocino -esta última era super delgada, y cortada en cuadros, no en secciones de círculo-; mi hija mayor salió de su habitación -creo que tomó quince minutos de break- y comimos un poco en comunión.

Luego mi hija quería que la acompañara a adquirir un celular, una cama y algunos otros artículos -me preguntó si tenía tiempo-; pero le indiqué que del otro lado de la vía principal había un centro comercial en donde podía proveerse de todo eso.

Me despedí de mis tres hijos -y le entregué a la mediana todas las llaves del apartamento  que tenía en mi llavero- e inicié el camino de retorno a la casa de Rb; me sentía bastante agotado; afortunadamente el tránsito estuvo bastante ligero por lo que, a las cuatro y media que Rb me llamó, ya estaba llegando a la garita.

No recordaba que era uno de los días en que caminamos a los supermercados, pero me cayó bien la caminata; nos dirigimos a los supermercados en direción norte; en el más alejado compramos bananos -y en la farmacia a mitad del camino, desparasitantes; ahora sí, para nosotros-.

En el supermercado también adquirí un par de paquetes -de una docena, me parece- de galletas; y en una de mis panaderías favoritas pasé comprando el pan para mis desayunos del fin de semana; por la noche ví un capítulo de The Punisher, y un poco de una película de la Liga de la Justicia.   

El viernes el día estuvo bastante tranquilo; el día anterior había recibido un correo de mi supervisor en el Imperio del Norte: quería que le enviara una lista de los hallazgos de mi última asignación -dos días antes, al final de la tarde, le había enviado un documento PDF-.

Además, el analista que mejor me cae -es muy brillante- había convocado a una reunión para explicarnos -ahora somos tres en la iniciativa, no dos- el nuevo enfoque que quiere aplicar en la automatización; está pasando de Selenium en C Sharp a Selenium en TypeScript.

En la reunión semanal del equipo -la programa todos los viernes el supervisor- se me requirió la lista solicitada el día antes por correo; y en la reunión con mis dos compañeros analistas, revisamos el código con el que deberemos empezar a trabajar para implementar  la automatización de las pruebas.

Por la tarde estuve trabajando en la preparación del ambiente en la estación de trabajo que utilizo frecuentemente: actualización de Node, instalación de librerías y clonación del repositorio que nos compartió el compañero por la mañana.

También ocupé una gran parte del día en la preparación del material para una certificación de AWS en la que he estado trabajando desde mediados de la semana: buscando cómo mejorar mi perfil el miércoles le comenté al analista que está guiando la automatización sobre opciones de certificación.

Al final decidí buscar el Certified Solutions Architect - Associate y, después de bajar un par de libros con cuestionarios sobre el tema, conseguí formatear doscientas cincuenta preguntas para prepararme para el exámen -cuesta ciento cincuenta dólares-.

Pero cuando, el jueves, intenté responder a las preguntas terminé con una calificación de negativa de cincuenta; por lo que preparé otra herramienta para -primero- estudiar las preguntas y respuestas, antes de volver a probar un autoexamen.

Al final del viernes pude correr las pruebas que nos había presentado, por la mañana, el líder del proyecto; también terminé de preparar la herramienta para estudiar para el exámen de AWS y, finalmente, preparé la lista que el supervisor me había solicitado y se la envié por correo. 

Por la noche estuve trabajando en una nueva versión para la rutina de ejercicios de los viernes: un par de días antes habíamos conversado con Rb sobre agregar ejercicios utilizando una silla; las rutinas del lunes y miércoles son de cincuenta y dos minutos; la del viernes aún es de cuarenta y dos minutos.

Mientras Rb veía varias series yo bajé algunos videos de Youtube, recorté diez ejercicios y preparé secuencias de un minuto de duración; al final repartí nueve de los mismos -algunos duraban un poco más de un minuto- y ensamblé una versión final con una duración de cinuenta y un minutos; creo que lo probaremos la próxima vez.

Adicionalmente, por la tarde recibí un mensaje de mi hijo menor: otra vez se había quedado corto de fondos y me pidió un préstamo para la mitad del mes -cuarenta dólares-; y, realmente, prefiero que acuda a mí y no a una tarjeta de crédito.

El sábado no había programado ninguna salida (usualmente no salgo el día antes de viajar a visitar a mis padres); después del desayuno de Rb nos dirigimos a los supermercados en dirección sur: en el más alejado compramos piernas de pollo para los almuerzos de la semana.

Yo también adquirí un par de magdalenas, para mi visita del día siguiente; además me reabastecí de mayonesa y compré pan sandwich y queso: había decidio llevar sandwiches para desayunar con mis padres.

En el otro supermercado compramos medio pollo para el almuezo del día; y yo compré media libra de mortadela, para los sandwiches que pensaba preparar;  cuando entramos a la calle pasé a la tienda a comprar cinco litros de agua pura -en bolsa-, también para la visita.

Al mediodía Rb preparó un caldo de pollo muy bueno, el que complementamos con aguacate; luego sacamos a caminar a los perros, y después preparé un café instantáneo para mí y una taza de té para RB; a las tres y cuarenta me subí al auto para dirigirme a la cafetería en la que había acordado reunirme con mi amigo que tiene tres trabajos a la vez.

El tránsito estaba super pesado; el trayecto -de no más de diez minutos, usualmente- me tomó casi veinticinco minutos; llegué con dos o tres minutos de retraso y encontré a mi compañero ya instalado en una mesa en el restaurante.

Y también ví que acababa de almorzar: me comentó que había llegado mucho antes, pasado al banco y luego aprovechado para almorzar; entonces compré dos cappuccinos grandes y dos porciones de pastel; y saqué mi tablero de ajedrez.

Un día antes le había preguntado si prefería dominó, Scrabble o ajedrez; y se decantó por este último; aunque me dijo que tenía mucho tiempo de no jugar; y, en efecto, perdió bastante rápido su dama.

La verdad no hubo mucha concentración de ambos lados; o sea, estábamos consumiendo el café y el pastel; y conversando de las últimas novedades: a él lo despidieron de la empresa en la que hice algunas horas durante un mes; y al día siguiente consiguió otro trabajo -tercero- ganando más del doble.

Entonces un anciano se acercó a saludarnos, y a felicitarnos por dedicarnos al ajedrez; era un señor bastante simpático; que se retiró y retornó un par de veces para comentar sobre los beneficios de practicar el deporte ciencia; como la partida estaba ya definida le sugerí a mi amigo que le cediera su lugar.

Y el señor tampoco era tan bueno; tardó un poco más pero también perdió su reina; y, aunque la concentración no mejoró mucho en ambos bandos, traté de que el juego no se alargara mucho; luego de completar la partida le ofrecí a mi amigo que concluyéramos la reunión y nos despedimos en la entrada del restaurante -eran casi las seis de la tarde-.

El tránsito de vuelta estuvo -casi- tan pesado como el de ida; aún así pasé a una gasolinera en el camino: debía rellenar el tanque de gasolina, y calibrar el aire en las llantas; las dos de atrás siguen perdiendo aire; y las que me regaló mi amigo de la facultad siguen en el baúl.

Por la nohe vi el tercer capítulo de la segunda temporada de The PeaceMaker; y le propuse a Rb que vieramos un capítulo de la segunda temporada de Wednesday; además, ví una pequeña parte de la última película de The Naked Gun.

Como tenía que madrugar el domingo me despedí de Rb a las diez y media; me lavé los dientes y me metí a mi habitación; me sentía agotado por lo que pasé directamente a mis veinte minutos de meditación -creo que mi lectura fue mínima durante ese día (y el anterior)-.

Y a ver cómo sigue eso... 

martes, 2 de septiembre de 2025

La vida de Chuck... The life of Chuck... La vie de Chuck...

Cuando era joven ví -no recuerdo si la ví de principio a fin- Stand by me; la música me pareció genial; y la serie de aventuras que le suceden a los niños me pareció interesante; también la parte final.

Fue mucho tiempo después que me enteré que estaba basada en un cuento de Stephen King (The body); de quien ya había escuchado por Carrie y Cujo -el perro diabólico-; ahora también existe La Cúpula, La Neblina; y me imagino que muchas más.

Un gran contador de historias.

El primer libro que leí de este autor -lo encontré (sin pastas) en la casa de un amigo de bachillerato, por lo que al principio creí que era una historia real- fue Carrie; mucho tiempo después Saco de Huesos, La Zona Muerta, Mientras Escribo, La Cúpula, y quizá dos o tres más (mi hijo menor ha leído muchos más de este autor).

Y hace unos días me enteré de la película en el título de este texto: una Youtuber mejicana que publica videos dando su opinión de películas recientes sacó un nuevo video comentando sus impresiones de la misma.

Generalmente veo su contenido; pero, por alguna razón, decidí que prefería ver la película antes; creo que fue porque ví que estaba basada en un cuento de King; y leí algunos buenos comentarios sobre la cinta.

Entonces le propuse a Rb que nos tomaramos un tiempo para verla -hacía tiempo que no veíamos ninguna serie o película juntos-; ella aceptó y procedí a buscarla en nuestras páginas usuales -al final la terminé bajando con el cliente de Torrent-.

Y está muy buena; muy muy buena; es una muy buena alegoría al viaje mayor; y me recordó -muchas cosas, pero, especialmente- al arco de la historia del cuento en el que se basa la película Contacto.

Y es que, quizá por la edad, he estado encontrando más material audiovisual que -aunque en otros tiempos, o circunstancias, me hubiera incomodado, ahora- me da paz; como el TikTok que publicó en su estado una de mis conocidas de Camerún: I will never feel bad about where I am in life because we're doing all this stuff just to die.

Y a ver cómo va eso.

El domingo me levanté a las seis y media; medité -creo que me pondré a trabajar en ralentizar mi ritmo de respiración durante esta actividad-, hice los tres wordle y luego me puse a hacer lecciones de Ajedrez -echecs- en Duolingo.

A las ocho salí a prepararme el desayuno de los domingos -por fin me terminé el paquete de ocho tortillas de harina que he tenido en el freezer por varios meses-; Rb salió un poco después de su habitación y me pidió que la llevara a la iglesia a las diez -y no a las nueve cuarenta y cinco, como me había pedio el día anterior-.

A esa hora me vestí, tomé mis dos billeteras y las llaves del auto y nos dirigimos a la iglesia; el tránsito estaba bastante tranquilo; por lo que no tuvimos muchas dificultades en llegar al lugar; en donde Rb se apeó del auto y yo retorné a casa.

Antes de salir había empezado una lección de Data Analytics en la página de CISCO -paralelamente estoy haciendo algunas lecciones de React en freecodecamp- y eso fue lo que continué haciendo luego de retornar -también estuve hablando con mi amiga de Camerún-.

Y eso fue el resto de la mañana, además de preparar las gelatinas para los almuerzos de la semana; había puesto una alarma para las doce menos cuarto, pues el mediodía es usualmente la hora en la que Rb me llama para que vaya por ella.

Justo cinco minutos después del mediodía Rb me llamó -por whatsapp-; volví a vestirme y saqué el auto; el tránsito estaba un poco más pesado que en el primer viaje; pero no me tardé mucho en llegar al comercial que queda frente a la iglesia -habíamos acordado reunirnos en ese lugar-.

Encontré a Rb en la sección de congelados -estaba hablando con una pareja de ancianos y me los presentó como los papas de uno de sus alumnos (de hace más de treinta años)-; luego condujimos la carreta del supermercado hasta las cajas de autopago (frambuesas, bananos.

El viaje de regreso no estuvo tan complicado; o sea, había un poco de tránsito, pero era manejable; incluso pasé a una gasolinera a mitad del camino, a rellenar de aire la llanta trasera del lado del piloto; aunque la otra también andaba un poco baja.

Y me dije, otra vez, que debo pasar a un pinchazo a que sustituyan las dos llantas actuales por las dos que me regaló mi único amigo de la facultad; para el almuezo preparamos ensaladas (yo) y alitas de pollo (Rb).

Después sacamos a caminar a los perros; el tiempo ha estado -en general- bastante agradable; un poco más tarde me metí a la cocina a lavar los trastes del almuerzo, y a preparar café -el que consumí con el último cubilete del jueves- y té.

Durante la tarde continué avanzando en unos videos de Data Analytincs que estoy viendo en la página de CISCO; son bien básicos -o sea, la mayor parte de lo que enseñan ya lo he aplicado en mi trabajo-, pero me interesa obtener el badge para agregarlo a mi cuenta de Creedly.

Rb decidió hacer una siesta -se ha estado sintiendo más agotada últimamente- y quedamos en que la despertaría a las cuatro y media: a esa hora debíamos empezar a preparar los almuerzos de la semana siguiente.

Puse una alarma ya que a veces se me ha pasado la hora; la tarde se puso lluviosa y, después de despertar a Rb, me dediqué a pasar por el picador de verduras tres güisquiles, cuatro o cinco zanahorias, un puñado de arvejas chinas y un gran tallo de apio.

Por la noche ví el final de Ne Zha; después vimos la película que dá título a este texto; y esto lo pudimos realizar porque cancelaron la clase de teología a la que Rb asiste -online- los domingos por la noche.

El lunes me levanté a las seis y media; a pesar de que habían cancelado la reunión del día: era el Labor Day en el Imperio del Norte; me levanté a meditar y luego resolví los tres wordles.

Después jalé la computadora del trabajo a la cama; quería revisar los correos del fin de semana y realizar los pagos del primer día del mes: la cantidad simbólica que le transfiero a Rb; y la cuota mensual del mantenimiento del apartamento de mis chicos.

Además, empecé las lecciones semanales de Duolingo; eso me entretuvo hasta después de las ocho; luego me quedé dormitando en la cama; Rb entró un poco después a comentarme algo -no recuerdo el tema-; le contesté pero seguí en cama.

Me levanté un poco después de las nueve; me preparé el desayuno y me quedé trabajando en mi Lenovo personal; aprevachando que era el primer día del mes, preparé un mensaje de texto alegórico y se lo mandé a la mayor parte de mis conocidos en Whatsapp.

Algunos -más de la mitad?- me respondieron; y con dos o tres amplié un poco la conversación; el resto del día estuvo bastante calmado; un poco antes del mediodía el analista más joven le preguntó al supervisor si habría reunión al medio día; y le contesté -en un mensaje aparte- que era asueto para ellos.

Almorzamos la primera de las porciones de comida china que preparamos el día anterior y luego continuamos con la rutina normal; como el trabajo estaba tranquilo continué avanzando con el material de Cisco.

A las cuatro de la tarde hice la limpieza que hago dos veces por semana; luego, a las cinco, realizamos la rutina de ejercicios del primer día de la semana laboral; después de la ducha me retiré a mi habitación a realizar las lecciones nocturnas de Duolingo.

Un poco más tarde me pasé a la habitación de Rb; aunque, por haber estado medio dormitando, ya no quise ver ninguna película -o serie- nomás me estuve acompañándola, mientras jugaba algunas partidas de ajedrez -contra Oscar-.

Y a ver cómo sigue eso... 

 


domingo, 31 de agosto de 2025

No sé qué hacer... I don't know what to do... Je ne sais pas quoi faire...

A partir de la última conversación tensa que tuve con mi hijo -estaba tratando que se pusieran de acuerdo con la limpieza del departmento, pero fastidié la situación-, en la que me indicó que mis temas eran muy dark, me había  propuesto mejorar en ese aspecto, al menos en nuestras interacciones.

Por eso tuve una conversación un poco tranquila la siguiente vez que nos vimos: me disculpé por la forma en la que me expreso y le dije que esperaba mejorar en ese aspecto; que, al final, lo que me interesa es que tengamos un buen tiempo juntos.

Y las cosas han estado un poco mejor: después de que les anuncié el regreso de la mediana -viene el jueves-; -me parece que- la mayor y el menor se están comunicando un poco mejor -o al menos, se están comunicando-.

Pero, en la primera reunión de la tradición que espero establecer -tomar una bebida caliente luego de mi visita sabatina, acompañado de quien lo desee- volví a sufrir un desliz; no recuerdo qué estábamos comentando, pero dije: No sé qué hacer con mi vida.

Y mi hijo menor comentó: Eso es algo que dicen las personas en sus veinte años, no los mayores de cincuenta; y creo que tuvimos una pequeña discusión sobre el tema; pero, al final, yo soy el -más- adulto, y -creo que- debería ser más cuidadoso.

O sea, es -un poco- frecuente que me encuentre pensando 'qué hubiera pasado sí' o 'por qué estoy acá y en esta situación a mi edad'; o pensamientos de ese tipo; pero, al final, -creo que- estoy donde debo estar, haciendo lo que debo -o puedo- hacer.

Y debería ser suficiente; o no andar dándole más vueltas al asunto; o, como le comentaba alguna vez a mi antigua directora -favorita-: un día a la vez...

Y a ver cómo va eso. 

El miércoles me desperté con la sensación -me pasa a veces- de que estaba soñando algo importante, o esencial; medité, resolví los tres wordle y entré a la reunión diaria; en la que seguimos con una participación bastante baja.

A las ocho salí a prepararme el desayuno; luego estuve trabajando un poco en mis pendientes; pero iba a retornar a la cama a leer un rato, aunque, ahora sí, me aseguré que la computadora no se fuera a dormir -y que las llamadas y mensajes fueran audibles-.

Y justo estaba empezando a retomar la lectura cuando sonó una llamada; retorné a la mesa y me conecté a una reunión con el equipo local, nuestro supervisor en el Imperio, y otro de los analistas en el lugar.

En la reunión mi supervisor me pidió que trabajara con este analista: debíamos de completar una prueba bastante detallada en uno de los equipos que utilizamos en la operación general del área; luego me reuní, de forma express, con el analista que me dió aventón el día anterior.

Y, media hora después, inicié una serie de reuniones con el analista en el Imperio: nos pasamos el resto de la mañana trabajando en la asignación; aunque, por mi parte, fue más de documentación que de operación.

Un poco antes de la una de la tarde le comenté, a la persona con la que estaba trabajando, que debía ausentarme por mi hora de almuerzo: debía ayudar a Rb en la preparación de los wraps que hacemos con papel de arroz.

El almuerzo estuvo masivo: tres de estos wraps (con pollo, zanahoria rallada y lechuga), con guacamol, pico de gallo y, además, un tazón de caldo de pollo; después del mismo volví a llamar a mi compañero en el Norte.

Trabajamos un poco más y luego dimos por concluida la tarea; Rb tenía una reunión con su equipo de trabajo por lo que me retiré a la habitación a leer un poco; después lavé los trastos, y preparé café y té.

Al finalizar la tarde realizamos la rutina de ejercicios de media semana; los veinte minutos que agregamos hace poco a esa rutina han estado sintiendose un poco menos pesados; creo que, al final, el cuerpo se acostumbra a todo.

El jueves era mi segundo día -obligatorio- de vacaciones del mes que está por terminar; me levanté a la misma hora -llevo ya varios meses de levantarme a las seis y media-;  medité, resolví los wordle y completé casi una hora de Duolingo -me hestado dedicando casi solo a Ajedrez-.

Después salí de la habitación para desayunar; Rb salió un poco después -usualmente se levanta después de las ocho- de su habitación;  a las nueve y media nos dirigimos al mercado en el centro histórico.

Yo había decidido, el día anterior, llevar dos pares de zapatos para cotizar su reparación en el mercado: después de mi última salida a la oficina se despegó uno de los tacones de mi único par de zapatos formales; y, en la jornada médica más extensa del año pasado, se habían despegado los zapatos para montaña que Rb me había prestado.

Entonces, metí los dos pares de zapatos en una bolsa de plástico, y nos salimos a tomar el busito; el cual no tardó en pasar; lo malo es que el tránsito estaba super pesado: el embotellamiento empezaba apenas a un par de cuadras.

El transmetro -al menos- estaba bastante tranquilo: no nos costó mucho llegar hasta el mercado; pero, sorprendentemente, ya no existe este tipo de talleres en ese mercado; por lo que nomás acompañé a Rb mientras compraba las frutas de su semana, y luego caminamos hasta la estación para tomar la unidad de retorno.

Cuando llegamos a la estación estaba recién saliendo una unidad, bastante vacía; pero, afortunadamente, pasaron bastante rápido otro par de unidades, en las mismas condiciones: fue bastante cómodo el retorno.

En el comercial en donde se estacionan los busitos pasamos al Supermercado de costumbre; allí compramos un poco de pollo, la red de aguacates que compramos semanalmente; y Rb me compró -como casi siempre- una docena de muffins.

Después salimos a tomar el busito para regresar a casa; en total el viaje no duró un poco más de dos horas; almorzamos, por segundo día consecutivo, los wraps de papel de arroz; luego sacamos a caminar a los perros, lavé los trastos y preparé un café y un té.

A las cuatro de la tarde nos dirigimos a los supermercados en dirección sur: yo debía proveerme de los ingredientes para preparar un par de porciones de Cordon Bleu este sábado; el cielo estaba encapotado pero, a pesar de unas pocas gotas, retornamos sin novedades.

Por la noche ví una parte de la segunda película de Nhe Za y continué avanzando en el segundo libro de la serie de Harry Potter -que estoy leyendo en portugués- y en el libro de Tecnología: The Phoenix Project.  

El viernes -después de la meditación  los wordle- entré a la reunión diaria del equipo; por alguna razón -quizá porque era fin de semana largo en el Imperio del Norte- la mitad del grupo estaba ausente; pero sí estaba -creo- mi supervisor.

Con quien nos reunimos un poco más tarde -los viernes a media mañana tiene programada una reunión con todo el equipo- y nos asignó varias tareas específicas; en mi caso se trataba de revisar una funcionalidad que nunca había visto.

Estuve trabajando el resto del día en la misma, aunque no pude -otra vez- documentar mis hallazgos porque los equipos -nuevamente- fueron desconectados en el laboratorio que compartimos con varios grupos de trabajo.

Almorzamos pescado, ensalada y luego realizamos la rutina de la tarde: sacar a caminar a los perros -Rb y yo-, lavar los trastes -yo- y preparar café y té -también yo-; al finalizar la tarde realizamos la rutina de ejercicios de los viernes.

El sábado me desperté bastante temprano; usualmente vamos a los supermercados por la mañana pero en esta ocasión Rb había decidido no salir pues, debido a una visita a su iglesia por la tarde, quería preparar algunas de sus galletas.

A mí me vino bien porque me tocaba preparar el Cordon Bleu que había planeado llevar a la tarde mensual con mi hija mayor; después de desayunar me puse a preparar el pollo: aplané lo que pude las pechugas y luego hice rollos junto con jamón de pavo y queso.

Aprovechando que no salimos bajamos algunos güisquiles de la nueva enredadera; habíamos visto que dos ya estaban bastante grandes -por alguna razón se están desarrollando en parejas- y, a un lado de la casa, encontramos algunos otros.

Rb salio a regalar la mayor parte de la cosecha y yo empecé -a las once- a preparar el almuerzo que iba a llevar: ensalada de zanahoria, lechuga, aguacate y pepino; y las pechugas estilo Cordon Bleu.

Durante los últimos quince minutos de cocción aproveché para sacar a caminar a la perra más pesada de Rb -ella decidió sacar más tarde al otro perro grande-; un poco antes de las doce me metí a la ducha y a las doce y diez estaba arrancando el automóvil.

Llevaba la mochila con aislante térmico con la comida, los utensilios para el almuerzo y un par de coquitas; además había tenido cuidado de no olvidar lo que mi hijo menor me había pedido la semana anterior.

El tránsito estaba -cómo no- terrible: apenas a una calle de distancia encontré la cola casi completamente detenida; llamé a Rb para comentarle y se ofreció a revisar el mapa para ver si por el otro lado había mejor suerte.

Pero no: también hacia abajo había bastante tránsito; por lo que me resigné a continuar por la misma ruta; afortunadamente el tapón se encontraba tres o cuatro calles más adelante: la municipalidad había ocupado uno de los carriles en su tarea de recapeo.

Después de pasar el tramo con maquinaria pesada el tráfico estaba casi libre; hasta la subida en la entrada de la ciudad; el periférico no estuvo tan mal, pero la lluvia en esa zona de la ciudad ralentizó bastante la movilidad.

Lo raro es que cuando llegué al sector en el que viven mis hijos encontré el área completamente seca; al final llegué al edificio unos minutos antes de la una y subí -caminando los siete niveles- las dos mochilas -y la bolsa con las provisiones-.

Entré al departamento y le envié un mensaje a mi hija para comentarle que ya había llegado; salió un poco después y nos dirigimos al parque temático de costumbre; afortunadamente la lluvia aún no llegaba.

En el lugar nos dirigimos directamente al área de mesas y procedimos a dar buena cuenta del almuerzo; luego nos quedamos en el lugar armando los cubos de Rubik de 3x3 espejo, de 4x4 y de 5x5; a continuación jugamos una partida de Scrabble.

La partida de Scrabble estuvo bastante extensa; lo interesante es que la lluvia aún se tardaba; por lo que pudimos subirnos a la Rueda de Chicago más grande del lugar; después nos retiramos del parque y empezamos a caminar de vuelta al lugar de mis hijos.

En el camino pasamos comprando un zepelin -y una jeringa, pues había planeado inyectar alcohol en el agujero por el que unas termitas han estado saliendo a hacer caminos-; la lluvia -llovizna más bien- empezó un poco antes de que ingresaramos al edificio.

Pero llegamos casi secos; en el departamento preparamos café y té -hablé con mi hijo para invitarlo a acompañarnos-; había olvidado que le había encargado un paquete de té de jazmín: me entregó una caja con cien bolsitas -ocho dólares-.

Estuve departiendo con mis hijos -les recordé que el jueves llevaré a su hermana- hasta las seis de la tarde; a esa hora me despedí de ambos -aunque mi hija mayor insistió en acompañarme hasta el automóvil- e inicié el camino de vuelta a casa.

El tránsito estaba bastante tranquilo a esa hora -excepto en la entrada del municipio: la mega iglesia constantemente produce embotellamientos- y un poco más tarde estaba estacionándome frente a la casa de Rb.

Por la noche completé las lecciones nocturnas de Duolingo -casi solo de ajedrez-, ví una parte de Ne Zha y avancé un poco en el segundo libro de Harry Potter, que estoy leyendo en portugués.

Y a ver cómo sigue eso...         

miércoles, 27 de agosto de 2025

–Muchas veces– las cosas no salen como uno espera… –A lot of times– things don’t work as we expect… –Plusieurs fois– les choses ne fonctionnent pas comme on espère…

Creo que es un poco difícil de cuantificar el hecho mencionado en el título; será porque, como decía Sabato: la gente cree que los tiempos pasados fueron mejores porque tiene mala memoria; no sé.

Y es que -nada sorprendentemente-, luego del mes que pasé en un trabajo doble -lo sé, lo sé, el sueño húmedo de los que trabajan en tecnología por estos días-; y al que renuncié porque no me apetecía hacer lo mismo dos veces -aunque ganara el doble- y no quería estar saltando entre reuniones, me cuestionaba no haber sido capaz de hacer lo mismo que mi compañero laboral -él trabaja en tres empresas distintas, en paralelo-.

Pero bueno, me decía, tengo veinte años más que mi compañero; y hace ocho o diez años sí estuve realizando lo del trabajo paralelo: más de un año estuve escribiendo libros de texto para una editorial cristiana -lo que me permitió darles un departamento a mis hijos-.

En fin.

La semana pasada le había enviado un correo a mi compañero -por alguna razón no recibe ciertas notificaciones anuales de nuestra área de personal-; y me respondió un par de días después, agradeciendo la comunicación.

Y luego, el lunes, me escribió por whatsapp; para ponernos un poco al día; y me comentó que lo habían despedido de la empresa en la que habíamos hecho horas extras; él trabajó allí dos o tres meses, hasta que su manager le comentó que el propietario había decidido su salida.

Y no sé que pensar; o sea, el trabajo estaba bien; el salario incluso era un poco mejor del que percibo actualmente -muy ligeramente consideré dejar el actual para moverme al nuevo-; pero, al final, nadie sabe nunca cómo terminarán funcionando las cosas.

Quedamos con mi compañero en que lo visitaría en un par de semanas; o sea, lo despidieron de ese lugar y, la semana siguiente, firmó con otra empresa del Imperio del Norte para continuar con tres trabajo en paralelo.

Y a ver cómo va eso. 

El domingo había previsto un día bastante tranquilo: no teníamos planeada ninguna salida; y Rb me había pedido que le dedicaramos un tiempo a la remoción de la grama -y otras plantas indeseables- del patio del frente de su casa-.

Me levanté a las seis y media, medité veinte minutos, hice los tres wordles y casi una hora de lecciones de Ajedréz en Duolingo; después dormité durante veinte minutos, antes de salir a prepararme el desayuno de los domingos.

Desde hace unos meses -cuando desayuno en casa- he estado preparando una doblada de huevo y tortilla de harina; acompañada de frijoles volteados, y claro, el café de costumbre con algún pastelillo.

Después del desayuno retorné a la cama; me ha costado avanzar en el libro que estoy leyendo de No Ficción: Big Goals; como que el tema me produce disonancia cognitiva, por la forma en la que he estado tratando de vivir durante los últimos tiempos.

Pero debo avanzar en el mismo; y es que, por alguna razón, además de pasar bastante tiempo en el curso de Ajedréz de Duolingo también he estado perdiendo bastante -mucho- tiempo en el doomscrolling -sobre todo en los reels de la página azul-.

A las diez salimos al patio a cortar las gramas y otras plantas extrañas; pero no fue más de media hora; a Rb le tocó nomás botar un par de baños en el barranco; y, como no había sol, ni sudamos.

Después aprovechamos para cortar las flores de loroco que se habían acumulado durante la última semana en el patio trasero; lo cual nos tomó -quizá- otra media hora; al medio día preparamos las alitas -y ensaladas- dominicales.

Por la tarde me estuve viendo videos de youtube -otro  doomscrolling que debo controlar- y también empecé a ver la siguiente película de la Liga de la Justicia: Atlantis Kingdom; también terminé de ver -y borré de la computadora de Rb- Speed Racer.

A las cuatro Rb me pidió ayuda para la preparación de los almuerzos de la semana: serán dos días de albóndigas de pollo -tuve que partir media libra de champiñones- y dos días de unos wraps que preparamos con papel de arroz -chino-.

Para terminar la tarde hice las lecciones de Duolingo de las seis de la tarde -quedé en primer lugar de la liga semanal: de hecho es la seman en que más puntos he acumulado- y acompañé un rato a Rb mientras veía alguna serie española.

El lunes el trabajo estuvo un poco diferente: el supervisor que tenemos en el Imperio del Norte retornó de su semana de vacaciones; temprano nos avisó que nos reuniríamos a media mañana, pero yo confundí las horas -ellos están dos horas adelante- y creí que era al mediodía.

Por suerte revisé la herramienta en la que nos comunicamos y ví que uno de mis compañeros me estaba preguntando si pensaba entrar a la reunión; entré como con diez minutos de retraso.

Y la misma estuvo un poco intensa: hay varios issues importantes en la versión de la aplicación que debíamos entregar el mes pasado; la verdad es que quién sabe si llegaremos a buen puerto.

En la reunión mi supervisor me pidió que trabajara con el compañero que mejor me cae para documentar uno de los errores que había encontrado; planificamos la reunión para media tarde.

La reunión tardó más de una hora; pudimos ver -aunque no documentar- el problema que estábamos examinando; también quise aprovechar la misma para ver otro issue que me había indicado el supervisor más temprano.

Pero terminé la reunión sin documentar tampoco ese; entonces llegaron las cuatro de la tarde y me puse a la tarea que realizo dos veces por semana: barrer y trapear los pisos de las habitaciones y áreas comunes de la casa.

Luego nos pusimos, con Rb, a completar la rutina de ejercicios de los lunes; el nuevo video tarda doce minutos más que la versión anterior; y los primeros veinte minutos son bastante intensos; aunque, por ser ya la tercera vez, como que el cuerpo va aceptando el cambio. 

Después de la rutina de ejercicios -y la ducha- retorné a trabajar; pero los equipos que están en el laboratorio del Imperio dejaron de funcionar y no pude avanzar; nomás le mandé una captura de pantalla al supervisor.

Por la noche estuve viendo, casi la mitad de, una película que mezcla la Liga de la Justicia y Teen Titans; además, completé el ciclo del libro de No Ficción: Big Goals; escrito por una superviviente de bulimia adolescente -y parte del programa de Psicología Positiva-.

El martes quería levantarme temprano: como no había podido documentar el problema durante el lunes, planeé replicarlo antes de entrar a la reunión diaria -a las siete de la mañana-; y es que debía salir a las ocho y media: nuestra supervisora nos había convocado a una reunión a las diez en el mismo edificio de la última vez.

Pero no puse la alarma para levantarme antes; sin embargo, por alguna razón, me desperté a las cinco de la mañana -creo que fueron los perros que viven a dos casas: ladran de forma bastante molesta, a casi cualquier hora del día (o de la noche)-.

Entonces me levanté a meditar a esa hora; luego de lo cual encendí la computadora del trabajo y me conecté a los servidores del Imperio, para trabajar en el tema pendiente; pero ambos equipos seguían en el mismo estado de la noche anterior: aun arrancando.

Antes de las ocho de la mañana salí de la habitación a prepararme el desayuno normal -de avena, banano y gelatina-; luego me metí a la ducha; me vestí de manera semiformal: pantalón de vestir y camisa manga larga; me despedí de Rb, y me dirigí a la oficina.

A las ocho y treinta y tres estaba en el boulevard; el busito pasó un par de minutos más tarde; pero el embotellamiento empezaba apenas un par de cuadras más adelante; en total tardamos más de media hora en llegar a la ruta intermunicipal.

Allí el bus se estacionó otros diez minutos, esperando pasaje; total que llegamos al comercial en donde se encuentra la estación del transmetro a las nueve y media: sabía que llegaría tarde a la reunión.

Bajé a prisa del busito y corrí hasta la estación del transmetro; poco después pasó una unidad y la abordé hasta el centro histórico; a donde llegué a las diez menos diez; corrí dos o tres calles hasta la siguiente estación y tomé la siguiente unidad; al final llegué a mi destino a las diez y cuarto.

En la penúltima estación llamé al dev que me ayudó con el curso de ciberseguridad -había olvidado anotar el nivel en el cual nos reuniríamos-; salí en la última estación, entré al edificio y subí, por las escaleras, los tres niveles.

Llegué a la oficina en donde ya estaban reunidos casi todos los convocados -aún pasé al baño del lugar- y ocupé uno de los lugares frontales -llevaba en un recipiente hermético uno de los buses de papel que se utilizaría para la demostración-, entregando el dummy al presentador.

La reunión fue bastante intrascendente -o esa es mi opinión-; fuí el penúltimo en llegar: a las once entró el compañero que viene desde el departamento vecino -y quien, se suponía, realizaría parte de la presentación-; las anfitrionas eran dos PMs que habían conocido al equipo en la última reunión en el mismo lugar.

Y se suponía que les explicaríamos parte de nuestro trabajo; con el objetivo de recibir apoyo de las mismas, pues están involucradas en varios proyectos similares en nuestro departamento; pero no le ví -la verdad- mucho futuro.

A las doce se acabó la reunión; le pedí aventón al compañero que llegó a las once -en la penúltima reunión pasó a dejarme al lugar en donde tomamos los buses intermunicipales-; pero, al bajar al sótano, no logró entrar al elevador.

Entonces le pedí al analista más brillante del equipo -y que mejor me cae- que me diera aventón; en el convivio del fin del año pasado me pasó dejando al boulevard; pero no le avisé al otro compañero, por lo que aún me llamó para ver por donde andaba; nomás me disculpé por la confusión.

El tránsito estaba -cómo no- terrible; salir de la zona en la que estábamos fue bastante árduo; pero fue peor tomar una de las vías principales para salir de la ciudad; al final nos tardamos un poco más de una hora en el recorrido.

O sea, retorné casi a la una y media; afortunadamente Rb ya había sacado a caminar a los perros, por lo que nomás procedimos a calentar el almuerzo del día -segundo día de albóndigas de pollo y coditos-; después lavé los trastes y preparé café y té.

El resto de la tarde estuvo bastante tranquilo; incluso me permitió avanzar un poco en la sección en turno del libro en francés; a las cuatro de la tarde nos dirigimos a los supermercados en dirección norte.

Debía comprar algunos implementos para el departamento de mis hijos -mi hijo menor me había enviado un mensaje el domingo, pidiéndome artículos de limpieza-; pero también compré un par de bolsas de café, y unas galletas con orégano.

Por la noche terminé de ver la película de La Liga de la Justicia y Teen Titans; además, traté de completar varias lecciones de Duolingo: no había podido hacer mucho en el día y el día anterior había elegido a Rb para el challenge semanal: sesenta lecciones con más del noventa por ciento de exactitud.

Y a ver cómo sigue eso... 

 

domingo, 24 de agosto de 2025

Los errores... The mistakes... Les erreurs...

Como parte de los esfuerzos de integración que se realizan en el trabajo -es una empresa con más de treinta mil empleados trabajando en veintidos países- hay un grupo que está leyendo libros sobre liderazgo -aunque el actual es el clásico de Dale Carnegie-.

Hace un par de semanas preguntaban en el chat del grupo sobre el error más divertido o aleccionador; nadie contestó, o casi nadie: yo describí la vez en que -trabajando en un banco- le dí Reply All a un correo que incluía a toda la empresa.

Fue un error de principiante; y al inicio sufrí por el desliz; pero también se lo conté bastante rápido a mi jefa; quién se mostró bastante comprensiva; y me ayudó a gestionar las consecuencias -molesté a mucha gente-; nomás la administradora del grupo realizó un comentario sobre mi historia.

Me estaba recordando sobre esa publicación a mediados de esta semana; principalmente por el 'error' que cometí el lunes: no tener bloqueada físicamente la cámara de mi computadora del trabajo; un episodio realmente vergonzoso.

Además, el miércoles me tocaba la reunión quincenal con mi supervisora local: creo que es una de las atribuciones que todos los administradores de personal deben realizar; son reuniones de media hora en las que se evalúa el avance en los proyectos laborales, y se aprovecha para retroalimentación o resolución de dudas.

Pero la reunión estuvo -como la mayoría de las últimas- bastante tranquila: la única novedad fue que le avisé de una vez a mi supervisora que iba a tomar el primer jueves del mes como primer día de vacaciones -y el último también, me parece-.

Lo que no le comenté fue la razón de tomar el primero -usualmente es el segundo o tercero-; y es que es el día en que mi hija retorna al país; planeo salir bastante temprano de acá -alrededor de las once-, para llegar al mediodía, y esperarla quizá hasta una hora.

Y a ver cómo va eso... 

El jueves -hubo meditación y tres wordles, pero no reunión diaria- me quedé en la habitación hasta que Rb salió para su visita semanal a comprar fruta; ya no ha estado yendo hasta el centro histórico, sino únicamente al comercial en donde se estacionan los busitos.

Ese día, como casi todos los anteriores, me pasé jugando mucho ajedrez -demasiado, diría-: desde que Duolingo me permitió probar la versión beta de ese curso he estado haciendo casi todas las lecciones del día solo de esa clase.

Por la tarde fuimos a los supermercados en dirección sur; caminamos hasta el más alejado, en donde compré un par de pechugas ya que esperaba prepararlas estilo cordon bleu para el almuerzo del sábado con mi hijo menor.

En el otro supermercado compré cuatro onzas de jamón de pago y un paquete de diez cuadros de queso amarillo; también compramos algunos bananos y lechugas; para los almuerzos restantes de la semana.

El viernes sí hubo reunión diaria; aunque ha estado bastante calmada; lo que no hubo durante toda la semana fue la reunión de equipo: mi supervisor anda de vacaciones y a ninguno le interesó participar en la misma.

También traté de jugar menos ajedrez, y tratar de ver algunas de las pruebas que se supone que el equipo está cubriendo con la última versión de la aplicación en la que trabajamos; aunque, realmente, no pude avanzar mucho.

Ese día recibí un mensaje mero raro de un colega con quien trabajé hace casi veinte años -y a quien había bloqueado en whatsapp pues en las últimas reuniones intentó involucrarme en algun esquema multinivel-: me pedía que le revisara su curriculum -en inglés-, pues planeaba solicitar trabajo en un call center.

La verdad es que fue una serie de mensajes extraños: hace cuatro o cinco años fue despedido de una gran constructora en la que trabajó durante catorce años, dirigiendo el área de tecnología.

Era -aparentemente- un gran trabajo; y recibía una muy buena compensación -me parece que alrededor de tres mil dólares mensuales-; pero, desde entonces, no ha podido encontrar nada fijo; trabajando un par de años como auditor de procesos para una división del estado; y otro par como consultor para otro ministerio del mismo sector.

Saber que -por fin- estaba dándose cuenta de su situación, y buscando algo un poco más realista, me hizo pensar en el diálogo que hemos sostenido varias veces con Rb: nuestro próximo lugar de trabajo puede que sea en un call center.

Mi hijo menor trabaja en uno -gana aproximadamente mil dólares- y mi hija mayor también labora como traductora médica -gana menos, pero trabaja bien poco-; o sea, sería como la mitad de lo que percibo actualmente, pero entre eso y pasar varios años buscando trabajo, prefiero lo primero.

Y, por alguna razón, justo ese día Duolingo me empezó a enviar anuncios de contratación en el mismo call center en el que trabaja mi hijo menor; lo interesante es que era para Francés -aunque también hay opción para Alemán y Portugués-; el salario es un poco mejor, y me dije que, quizá lo mejor es que -por cuestiones de acento- le ponga más esfuerzo a portugués.

Por la noche estuve leyendo el libro de Francés que llevo actualmente -Les delicieux de Tokyo-, de Portugués -Harry Potter e a Cámara Secreta-; también continué con Justice League Flash Point y con la película live action Speed Racer.

El sábado, después de la meditación, los wordle y Duolingo; salí a prepararme el desayuno de los fines de semana; después retorné a la cama a leer un poco, pero tuve cuidado de no dormirme: me interesaba ir temprano a los supermercados.
 
Y es que el tránsito ha estado muy pesado durante el último mes -más que de costumbre- y no quería salir muy tarde hacia el departamento de mis hijos; además, debía preparar un par de pechugas estilo cordon bleu, y un par de ensaladas.
 
Un poco después de las nueve y media nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; no entramos en el más alejado, nomás llegamos hasta su altura; en el otro compramos un poco de bananos y pollo.
 
Retornamos a las diez y media y me estuve jugando ajedrez en Duolingo, hasta las once; a esa hora empecé la preparación del pollo -antes de salir más temprano había adelgazado la carne, preparado los rollos con jamón y queso, y dejado en reposo en la refri- y de las dos ensaladas.
 
Luego -durante la última cocción del pollo- saqué a caminar a la perra más pesada de Rb -ella sacó a su otro perro-; después empaqué todo en la mochila que tiene aislante térmico; también agregué un par de platos, tenedores, aderezos y un par de coquitas de tapa negra.
 
Luego me bañé; al final salí más tarde de lo previsto -a las doce y cuarto- pero, sorprendentemente, no había tránsito en el boulevard; ni siquiera en la vuelta en donde usualmente debo bajar la velocidad; encontré un pequeño embotellamiento en la subida a la ciudad.
 
Entrar al periférico también me costó un poco -como siempre-, pero llegué al edificio en alrededor de veinticinco minutos; que es casi la mitad de lo que me he tardado cuando encuentro más tráfico en el municipio.
 
Me parqueé en el sótano -por fin le pusieron el número de apartamento a nuestro lugar- y subí con lo que llevaba para mis hijos -servilletas de papel, jabón de manos y cucarachicida-; en la sala del apartamento le escribí a Rb para comentarle la ligereza del tránsito, y a mi hijo, para notificarle que ya había llegado.
 
Mi hijo salió bastante rápido y nos dirigimos al parque temático de costumbre; era temprano pero nos dirigimos directamente al área de mesas del lugar; afortunadamente estaba bastante vacía.
 
Almorzamos -la pechugas volvieron a quedar muy bien- y conversamos un poco -continuando los temas que habíamos estado tocando en el camino-; mientras almorzábamos empezó a llover, pero, por suerte, el área techada es bastante amplia.
 
Cuando terminamos de almorzar estuvimos armando los cubos de Rubik de 4x4 y de 5x5; luego jugamos una extensa partida de Scrabble en español; la lluvia no duró mucho, pero, por políticas del lugar, la rueda de Chicago a la que usualmente nos subimos no estaba funcionando.
 
Entonces emprendimos el camino de regreso a casa; en el trayecto pasamos a dos supermercados -de la misma cadena-: mi hijo me había pedido que lo acompañara a aprovisionarse de algunos artículos; los cuales no encontró en el primero.
 
En el segundo compró varias latas de frijoles y algunas otras provisiones; retornamos a casa alrededor de las cuatro y media; habíamos acordado finalizar la reunión a las cinco y media; y nos estuvimos conversando un momento en la sala.
 
Pero, como yo tenía una conversación pendiente -el retorno al país de mi hija segunda-, un poco antes de las cinco llamé a mi hija mayor, para ver si estaba en su habitación; no respondió las dos llamadas en Whatsapp -creí que estaba durmiendo-.
 
Entonces toqué la puerta de su habitación; y un momento más tarde salió de la misma, con una toalla alrededor del cabello -se estaba bañando y por eso no pudo contestar el teléfono-; entonces les comenté las últimas noticias de su hermana, y el retorno previsto.
 
Yo había estado preocupado durante la semana; especialmente porque el movimiento lógico era que mi hijo menor desocupara una de las dos habitaciones que ha ocupado durante el último año.
 
La conversación estuvo -en su mayor parte- positiva; o sea, mi hijo entendió que era necesario que redujera su ocupación; aunque hubo un poco de tensión sobre la cantidad de dinero que cada uno debe pagar a partir de Octubre.
 
Pero, en general, fue una buena conversación: hablamos un poco sobre la familia, las relaciones y los desafíos personales que tenemos por estar dentro del espectro neurodivergente; así que, al menos en principio, las cosas van marchando.
 
Y a ver cómo sigue eso.