Ayer fue mi primer día de vacaciones en el segundo período más largo del año; el anterior fue de cuatro o cinco días, a finales de enero, para acudir a la inducción anual como traductor para el grupo de misioneros religiosos que vienen a conocer a quienes reciben su ayuda -y con quienes participé el año pasado-.
Y había previsto este período para acudir por segunda vez a realizar este tipo de trabajo voluntario; pero, debido a los desfases en los horarios y las fechas que surgieron por trabajar un mes en paralelo; tuve que declinar la oportunidad.
Pero como ya había ingresado esas fechas en nuestra programación anual -igual, como que el supervisor actual no le da mucha importancia al documento- decidí tomar los diez días que había previsto; empezando el ocho y retornando a trabajar el veintidos del mes.
El lunes le escribí a mi ex compañero de pasillo que trabaja -y reside- desde hace unos años en el estado de la estrella solitaria, en el imperio del norte; amablemente volvió a ayudarme a transferir los cien dólares que usualmente le envío a mi hija por su cumpleaños y navidad.
El martes me levanté a la misma hora -seis y media-, medité, resolví los tres wordle y me volví a acostar; no puse ninguna alarma pero, un poco después de las ocho y media, volví -otra vez- a padecer un episodio de parálisis de sueño.
Me costó bastante pasar al estado de vigilia; pero, afortunadamente, finalmente pude despertarme; Rb ya estaba en la preparación de su desayuno -eran casi las nueve- por lo que preparé -como había previsto- un poco de café; del cual compartí un poco.
A las nueve y media nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; como había planeado almorzar con mi amigo poeta, Rb me había pedido que realizáramos las compras del día por la mañana, así ella no tendría que salir por la tarde.
Caminamos hasta la altura del supermercado más lejano; luego, en el otro supermercado, compramos un poco de bananos; después retornamos a casa; era un poco temprano, pues había planificado salir a las once -esperaba que hora y media fuera suficiente para llegar a la zona financiera de la ciudad-.
Un poco antes de las once tomé una ducha, metí en la mochila la última de las bolsitas de café colombiano que me quedaban -y un paquete de incienso- y me dirigí a tomar el busito; el cual tardó un poco en pasar, pero antes de las once y media ya estaba en la estación del transmetro.
En el centro histórico transbordé de unidad y a las once y cuarto estaba llegando a la misma estación en la que me apeé el viernes último; luego caminé hasta el lugar en el que habíamos acordado reunirnos con mi amigo.
Llegué al lugar -uno de los edificios más antiguos de la ciudad- con cinco minutos de anticipación; pero ya estaba mi amigo -y su bicicleta- esperándome; nos dirigimos a un comedor cercano.
Mi amigo tuvo la gentileza de hacerse cargo de la cuenta -fueron dos almuerzos caseros- y estuvimos en el lugar un poco más de una hora; entre conversación y almuerzo, la primera enfocada en los últimos acontecimientos de la vida de ambos, los libros en curso, y hasta un par de temas un poco delicados: futbol, política y el sentido de la vida.
A la una y media nos retiramos del lugar -habíamos aprovechado la pausa del almuerzo en el trabajo de mi amigo- y, luego, en el mismo lugar donde nos habíamos encontrado, nos despedimos.
Faltaban dos horas para mi siguiente reunión: a las tres y media había programado encontrar a la psicóloga, hermana de mi doctor personal; en un centro cultural del centro histórico; el viaje en transmetro no me llevaría más de media hora.
Por lo que decidí realizar el trayecto a pie; la distancia -según google- es de cuatro kilómetros y medio, y el tiempo estimado para un caminante es de una hora y seis minutos; hice el recorrido a un ritmo bastante tranquilo, incluso pasé a una estacińo del transmetro a depositar diez quetzales en la tarjeta del servicio.
Llegué al centro histórico un poco antes de las tres; pero no me dirigí directamente al lugar en donde encontraría a mi amiga; pasé a la biblioteca del centro cultural de España -pasamos mucho tiempo allí cuando mis hijos iban creciendo-; y estaba en este lugar leyendo una revista cultural cuando la tierra empezó a temblar -y las columnas a crujir-.
La verdad es que este tipo de incidentes no me afectan mucho -algunas personas sí se ponen nerviosas; incluso mi vecino de mesa notó los movimientos y se mostró algo ansioso-; yo seguí leyendo otro rato y, luego, me dirigí a mi destino final.
Llegué al sitio con un poco de anticipación y me senté en una mesa en el patio central del lugar; esta es una casa antigua convertida en centro cultural; hay varias salas para exposiciones o clases y tres o cuatro locales comerciales.
Un joven salió de uno de los comercios -una cervecería- a ofrecer su producto; pero le indiqué que esperaba a alguien más; y que, además, había llegado por el café del lugar -aquí es donde mi amigo y su esposo chileno iniciaron su aventura empresarial-, pero este estaba cerrado.
Mi amiga llegó con unos minutos de retraso -me había escrito un poco antes para comentarme que estaba pidiendo una moto para llegar al lugar-; y nos estuvimos unos minutos conversando en el lugar; en donde sentimos el segundo -y mucho más fuerte- temblor de la tarde.
De hecho se escucharon varias alarmas en las cercanías -al parecer en el centro histórico hay alarmas sísmicas-; igual, no le dimos mucha importancia; aunque vimos que una señora -la del comercial que ofrece comida- se retiraba del lugar.
Como mi amiga no había almorzado preguntamos al chico de la cervecería si ofrecía alimentos; pero resultó que no; que la única opción acababa de esfumarce, con el retiro de la señora después del segundo temblor.
Entonces decidimos movernos a otro lugar -en el centro hay muchos sitios para comer-; por lo que empezamos a caminar hacia una de las avenidas más centrales; en el camino vimos a varios grupos de personas que habían sido retiradas de su lugar de trabajo, debido a los temblores.
Mi amiga decidió almorzar en el Burger King más cercano y hacia allí nos dirigimos; ella también fue bastante gentil de invitarme a una bebida shake y un pastelito; y con ella estuvimos en ese lugar un poco más de dos horas; entre almuerzo/refacción y conversación.
Los temas fueron, otra vez, los últimos acontecimientos en la vida de ambos; libros en progreso, pero incluso traramos temas un poco más escabrosos: las drogas alucinógenas, el suicidio, el dolor y la eutanasia; estuvo bastante interesante; aunque al final me sentí agotado anímicamente.
Cuando estábamos en el lugar mi amiga recibió una llamada de una tía, inquiriendo sobre su situación, debido a que seguían las réplicas de los temblores; yo también recibí una llamada de Rb, pero nomás le comenté que andaba por el centro y que aún no retornaría a casa.
A las cinco salimos del lugar y empezamos a caminar en dirección al departamento de mi amiga: el plan era que yo tomara el transmetro en una estación a mitad del recorrido, mientras ella continuaba hasta su casa; casi a punto de abordar el transporte recibí otra llamada de Rb.
Me actualizó sobre la situación general -hubo varios derrumbes en la ciudad y en algunos departamentos aledaños-; casualmente, con mi amiga, íbamos caminando por una calle aledaña al Palacio Nacional, y las alarmas sísmicas estaban sonando casi continuamente.
A las cinco y media abordé el Transmetro; el tránsito estaba bastante pesado y salir del centro histórico llevó bastante tiempo; pero el periférico estaba, sorprendentemente, bastante ligero; un poco más tarde estaba apeándome en la última estación.
Desde allí caminé hasta el comercial en donde se estacionan los busitos; pasaban de las siete pero me recordé que la última unidad de estos inicia su recorrido después de esa hora; al final lo abordé a las siete y cuarto; y el viaje comenzó a las siete y media.
Creo que por la hora el tránsito estaba batante fluido; a las siete y media estaba entrando en la cassa de Rb; ella estaba bastante afectada por haber estado pendiente de todas las noticias -incluso había instalado la app de las alarmas sísmicas- pero se mostró aliviada de que ya estuviera en casa.
Cené -un poco de papaya, un poco de mango, un banano y una galleta soda con mayonesa- y, después de hacer un poco de Duolingo, empecé a ver una película de acción/comedia, con Cena, Idris Elba y Priyanka Chopra.
Antes de dormir -y de acuerdo a las recomendaciones de muchos grupos locales- Rb preparó la famosa mochila de las setenta y dos horas -seguían las réplicas- con algunos implementos para ella, sus perros, y un poco para mí.
Hoy, afortunadamente, nos despertamos sin mucha novedad; mi alarma sonó a las seis y media y me levanté a meditar; luego resolví -hoy sí los tres- los wordle en Inglés, Francés y Portugués; después me volví a dormir otro rato.
Aunque unos días antes habíamos convenido con Rb de lelvar a su perro a una clínica veterinaria que está en uno de los otros extremos de la ciudad, antes de dormirnos habíamos acordado ver cómo estaba el día antes de salir: el presidente había decretado un día de teletrabajo, por los últimos acontecimientos.
Al igual que el día anterior, en mi segundo día de vacaciones no puse la alarma para iniciar mis actividades; o creo que si la programé para las nueve, pero la apagué sin levantarme; pero Rb entró a la habitación un poco después de las nueve.
Desayunamos y, al ver que no había muchas novedades, decidimos llevar al perro a la clínica: ha tenido, desde hace varios meses, algunas protuberancias en el cuerpo; las mismas son, al parecer, producto de la edad -la más anciana también tiene-; pero, una de las mismas empezó a crecer sobre uno de los párpados.
Debido a esto fue que estuvimos llevándolo a una clínica cercana hace unos meses -durante varias semanas me tocó que escaparme un poco antes del trabajo los martes-; en este lugar le estuvieron aplicando hidrógeno líquido para reducir el tamaño de la protuberancia.
Además, le habían indicado que, por el lugar en el que se encontraba, era impracticable una operación; que había una gran probabilidad de que el perro perdiera el ojo; pero la clínica de este día tiene a uno de los únicos oftalmólogos caninos del país.
Rb le puso el arnés al perro y yo me llevé la tablet, para leer un poco; el tránsito no estuvo muy fuerte -¿quizá por el régimen decretado la noche anterior?- y no nos tocó que detenernos en ninguna parte del camino; un poco menos de una hora más tarde estaba estacionánome fuera de la clínica.
A este lugar acudimos en varias ocasiones durante la pandemia: la perra más anciana dejó de producir lágrimas y en este lugar las estuvieron tratando, y luego medicando, para diminuir la producción de legañas.
Pero nunca había entrado: es una clínica de lujo; con una amplia sala de espera -con múltimples asientos humano/perro- y con todo un equipo de personal médico para atender a las mascotas del sector más pudiente de la población.
Mientras Rb entraba con su perro a la consulta aproveché para hacer un par de lecciones de Duolingo -tan pronto como Rb cambió de aparato telefónico, configuré el hotspot personal para conectar mi teléfono al mismo-; y luego nomás estuve esperando que salieran.
Lo cual fue bastante tardado: además del reconocimiento general, le extrajeron una muestra de sangre; por lo que tuvimos que esperar al resultado; en el ínterin Rb me comentó que el diagnóstico era preocupante; posiblemente cáncer.
Cuando la veterinaria salió con los resultados, estuvieron conversando con Rb sobre los posibles cursos de acción; pero, además, le comentó que algunos valores de los exámenes indicaron posibles complicaciones internas: la vesícula y el hígado; también le examinaron los pulmones, para sopesar los riesgos de la anestesia.
Total que volvieron a examinar al perro; y, después de otra gran espera, la veterinaria programó la intervención para el próximo jueves; que hay que llevar al perro a primeras horas de la mañana -en ayunas-, lo evaluarán, decidirán si habrá operación o si nomás le darán otro tratamiento.
Afortunadamente estaré aún de vaciones; con lo que me ofrecí para hacerme cargo del transporte del mismo; lo que no esperaba es que, quizá, me tocará hacerlo solo: el viaje interfiere con los horarios de alimentación de las otras dos perras.
Y a ver cómo va eso...