viernes, 20 de junio de 2025

Aparatos... Gadgets... Gadgets...

De las primeras compras que realicé cuando empecé a trabajar como ingeniero fue una computadora -lo primero creo que fue una cama y una bicicleta-: era una pc usada con un monitor ámbar -o verde, no recuerdo-.

Y es que la tecnología ha sido -desde mi adolescencia- uno de mis temas favoritos; recuerdo que por mi época universitaria tenía una revista con modelos de varias computadoras personales; que, por ese tiempo, no podía adquirir.

Desde esa primera PC -que envié al final a la casa de mis papás, cuando empecé la convivencia con la madre de mis hijos- casi siempre he tenido una computadora: fue en una de estas que mis hijos aprendieron a leer -antes de que cumplieran tres años-.

Y es el regalo que les realicé a cada uno de mis hijos -en lugar de una fiesta, que es lo que se acostumbra por estos lados- cuando fueron cumpliendo los quince años: una computadora portátil, nueva, de paquete.

De hecho esas fueron las primeras tres computadoras que compré nuevas; el resto siempre lo iba adquiriendo de segunda mano; pero, en general, cumplieron su función: mantenerme al día con la tecnología -y un poco de programación-.

En mi segundo viaje al Imperio del Norte compré mi primer dispositivo móvil (inteligente): un compañero de trabajo -y buen amigo- estaba cambiando de celular, y me vendió -en cincuenta dólares, creo- su Palm Pilot.

Aunque no, eso fue en mi último viaje al Imperio; en el segundo había comprado -en ebay- una palm de las que aún usaban stylus para ingresar información en la pantalla; la del tercer viaje tenía un teclado qwerty físico.

Fue también en el tercer -y último- viaje que compré mi primera computadora portátil: en el lugar en el que realizaba trabajo voluntario adquirí un par de laptops reconstruidas; la primera fue una Dell que me costó menos de cien dólares, la segunda era una Lenovo. 

 Ambas eran bastante antiguas para la época -dos mil ocho-, la batería apenas aguantaba y el wifi costaba que funcionara; pero aún así podía conectarme a la red desde el exterior de algunas tiendas -o desde el interior de las bibliotecas-.

Las dos computadoras las traje conmigo en el último viaje de vuelta; y fue con una de ellas que hackeé el wifi del vecino en la habitación en la que viví casi una década; ambas me aguantaron más de cinco años luego de que las comprara.

La siguiente me la envió mi amigo científico a quien apoyé en algunas clínicas de Linux en el lugar en el que realizábamos trabajo voluntario; creo que le envié de vuelta sesenta o setenta dólares; las siguiente dos también me las envió el mismo amigo, aunque esas no me las cobró.

Esas dos las usé por el siguiente lustro; hasta que, la última me dejó a principios del presente año; y entonces compré la primera computadora nueva para mi uso personal: la Lenovo que utilizo ahora para cuestiones que no tienen que ver con mi trabajo -para eso uso la de la misma marca que me proporciona la empresa-.

En el caso de los celulares; después de perder el Huawei en el viaje a la Suiza Centroamericana, compré un Samsung; y ahorita voy por el tercer dispositivo de la misma marca; lo uso principalmente para hacer Duolingo y jugar ajedrez. 

También fue para avanzar en Duolingo que compré mi primera tablet -ayer compré la segunda-: el celular que usaba en ese tiempo tenía una pantalla pequeña y se me dificultaba responder los ejercicios escritos.

Pero la tablet no me funcionó para eso: la versión Go de Android que tenía instalada no funcionaba bien con la app de Duolingo; entonces la empecé a utilizar nomás para leer -y jugar algunas veces ajedrez-; y me acompañó hasta hace un par de semanas.

Uno días antes empezó a perder carga con mucha rapidez; la estuve utilizando conectada, pero un día ya no encendió; la dejé sobre una caja de plastico que tengo en mi estantería de la ropa; y un par de días más tarde la batería estaba completamente inflada.

Entonces utilicé el Kindle para continuar leyendo; lo que fue una molestia por dos razones: la primera es que el format que el lector que este modelo trae no lee archivos epub; nomás mobi; así que tuve que convertir los siete libros a medias a este último formato.

La otra cuestión fue que me empezó a cansar mucho la lectura: la pantalla del Kindle no brilla -se supone que es una ventaja porque es como si fuera papel-; pero, con mi estado actual de la visión -uso lentes de lectura desde hace casi diez años, utilizar una lámpara me cansaba demasiado rápido la vista.

Por eso, y porque ví hace un par de día que el Kindle estaba perdiendo muy rápido la carga -tiene como ocho o nueve años de edad- decidí adquirir una nueva tablet; la anterior la había comprado justo en los días de la pandemia y era marca EPIK -o sea, genérica-.

Estuve buscando en internet algunos modelos parecidos en tamaño; y ayer que fuimos a los supermercados en dirección norte le pedí a Rb que pasaramos a Office Depot: había visto una tablet de ocho pulgadas marca RCA.

Nos tocó que salir con paraguas y chumpas pues la lluvia ha estado cayendo de forma intermitente; y en esa tienda de Office Depot no tenían el modelo -era una oferta disponible únicamente en algunas tiendas-.

Después de Office Depot pasamos a Dollar City y luego al supermercado; había decidido pasar el sábado a la sucursal de la primer tienda, a adquirir la tablet; pero, justo saliendo del supermercado Rb me sugirió pasar a una tienda de electrodomésticos a mitad del camino

Y resultó que solo tenían en existencia dos tablets; la más barata, una Samsung A9, costaba ciento veinte dólares dólares (la de la otra tienda costaba un poco menos de cien); por lo que utilicé la tarjeta de Rb para comprarla.

Por la noche le instalé un lector que maneja los dos formatos de los libros que estoy usando (Epub y Mobi) y además, empecé a utilizar una aplicación online para mejorar mi nivel de ajedrez.

También, ayer empecé a ver una película de Studio Ghibli que no fue dirigida por Miyazaki: The Cat Returns; el día anterior -o dos días antes- había terminado de ver la primera de este director -de las exitosas, al menos-: Porco Rosso.

Y a ver cómo sigue eso... 

martes, 17 de junio de 2025

El Día del Padre —y los hermanos—... Father's Day —and the siblings—... La fête des Pères —et les frères et sœurs—...

El año pasado, por estas fechas, me encontraba en medio del último viaje que realicé como traductor para grupos de misioneros estadounidenses -este año participé en la capacitación con la misma organización, pero ya no pude viajar-.

Fue una muy buena experiencia: el grupo venía de una iglesia de Atlanta y la mayor parte de los adolescentes tenían una muy buena actitud de servicio; los líderes eran una enfermera puertorriqueña -que, por supuesto, hablaba un español nativo- y un vendedor de casas -ganador de alguna edición de The Bachelor-.

Me estaba recordando este día que, en esta fecha -y antes de salir del hotel en el que nos hospedábamos-, me puse a enviar mensajes de felicitación a todos mis familiares, conocidos y amigos, con quienes comparto el título de padre.

Y, si no estoy mal, el primer mensaje alusivo a la fecha, tanto el año pasado como hoy, fue de mi padre; de hecho, me parece que ya han sido varios años que recibo un mensaje felicitándome por el día.

Y es algo agradable; o sea, no somos tanto de andar hablándonos por cualquier motivo; menos de este tipo; o al menos, yo no lo hago: no los contacto en sus cumpleaños -usualmente se me pasan las fechas- o en ocasiones como Navidad o Año Nuevo.

Pero este día -como el año pasado- también me puse a enviar mensajes de felicitación a mis conocidos y amigos; también recibí -luego del mensaje de mi padre- un saludo de un voluntario al que no he visto en casi un año -pero quien me ha pedido préstamos realmente pequeños en un par de ocasiones durante este tiempo-.

No sé cómo se establecen este tipo de tradiciones familiares; a mis hijos traté de celebrarles dos ocasiones especiales en el año: el cumpleaños de cada uno, y la Navidad -en grupo-; alguna vez también celebramos el Día del Niño; pero no mucho más.

En mi casa paterna casi nunca celebramos nada; aunque mi papá varias veces nos llevó regalos para Navidad -y a mis hermanos pequeños alguna vez les organizaron fiestas de cumpleaños-; pero no mucho más.

Recuerdo, eso sí, un año -era ya adolescente- cuando mi madre nos envolvió unos calcetines -o una playera- y nos entregó regalos para el día del cariño; la verdad me conmovió su gesto.

Y ahora que mis hijos ya son adultos -aunque esta generación lleva los tiempo bien diferentes- he continuado con los regalos cada cumpleaños y Navidad: se ha vuelto costumbre entregarles cien dólares en caa ocasión.

Entonces, es muy raro que no los contacte en las fechas memorables; creo que en la pandemia no lo hice; pero ese fue un evento que removió la mayor parte de las costumbres para la mayoría de la gente.

Pero no ha sido el caso inverso; ha sido muy raro el año en que me han contactado para mi cumpleaños; mi hija mayor y mi hijo menor, en alguna ocasión; la mediana creo que nunca; y en el día del Padre, creo que nomás mi hija mayor se ha recordado algunos días más tarde.

O sea, me hubiera gustado  establecer ciertas tradiciones; pero, me imagino, que el primer requisito hubiera sido tener una familia tradicional; lo cual no pude proporcionarle a mis hijos; en fin.

Y también he estado pensando este día sobre lo disfuncional de mi familia paterna: en general me siento bien de estar yendo a ver a mis padres cada tres meses -ya van tres o cuatro años de esto-; pero siento menos voluntad de contactar a mis hermanos.

Mi hermano mayor es un hermitaño -casi literal-: a sus cincuenta y cuatro años nunca ha tenido una relación de pareja oficial; vive en la casa que mis padres construyeron mientras íbamos creciendo.

Ha vivido en el mismo lugar toda su vida; y en completa soledad por casi dos décadas; apenas sale de allí: creo que hace tres años, y el año pasado, visitó a mis padres después de no haberlos visto por más de diez años.

Y es que tiene una actitud bastante retrógrada: me parece que aún utiliza un teléfono analógico -o al menos no smartphone-; y, aunque en el pasado se mantenía en comunicación más o menos constante con mis papás, ahora eso ha terminado.

Me lo comentaron mis padres cuando los visité el primer día de este mes: mi padre cambió de número de celular y ya no pudieron comunicarse con mi hermano mayor; y él casi nunca contesta a las llamadas.

Total que me pidieron que le comentara del cambio de número, en caso pudiera comunicarme con mi hermano mayor; lo cual intenté durante las primeras dos semanas del mes: le estuve pidiendo prestado el teléfono a Rb para llamar a mi hermano.

Y nunca me contestó: tiene la costumbre de dejar el teléfono tirado por cualquier lado de la casa; o simplemente no encenderlo; por lo que, la segunda semana o así, le escribí a un excompañero de estudios, para pedirle que, de ver a mi hermano, confirmara si estaba usando el mismo número.

Mi amigo me escribió la semana siguiente, contándome que había visto a mi hermano; y que le había comentado que sí, que seguía utilizando el mismo aparato -y número-; por lo que me dije que, seguramente, no quería ser contactado.

Pero anoche me llamó; o bueno, llamó al celular de Rb; y hablamos un rato -accidentalmente corté la comunicación pues estaba sosteniendo mis anteojos con la misma mano, y ya no volvimos a llamarnos-.

Y la situación es rara: primero me comentó que había visto las llamadas perdidas; que no sabía si el celular aún funcionaba y que por eso estaba devolviendo la comunicación; pero, cuando le comenté que mi papá había cambiado de celular se mostró molesto: estuvo, al parecer hace algunos meses, intentando comunicarse durante todo un día.

Y había decidido que eso había sido un abuso: que no le contestaran durante todo el día, y que no intentaran comunicarse de alguna forma; total que está molesto, y -entendí- decidió cortar la comunicación; la verdad me pareció una actitud bastante inmadura, pero al final, ¿quién soy yo para juzgar?

Aún conversamos un poco, sobre nuestros hermanos menores, nuestros tíos -hermanos de nuestro papá biológico- y de alguna otra de las cuestiones sobre las que casi nunca nos ponemos de acuerdo; lueg la comunicación se cortó.

Y no creo que volvamos a hablar en el futuro próximo; o sea, me imagino que tendrá que pasar alguna tragedia familiar para que volvamos a coincidir en algún lugar y ponernos al día sobre los últimos acontecimientos de la vida de cada quién.

Y la situación con mis hermanos menores no es mejor: la más pequeña no me ha hablado desde hace un par de años; cuando me negué -estaba trabajando- a ir por su hijo a la estación de autobuses, cuando se trasladaba entre las dos costas del país.

La ocasión anterior me había llamado para pedirme un préstamo de casi cien dólares para pagar las multas que había acumulado al conducir su motocicleta; y la vez anterior, para pedirme una cantidad mucho más grande -como tres mil dólares- para 'conseguir' una plaza en el gobierno; nomás la ayudé con la de la moto.

Y con mi hermano menor la cosa estuvo peor: su esposa me llamó un día, llorando, para que les ayudara con un préstamo de trescientos dólares -por unos días- para terminar algún trabajo que estaban haciendo; los días fueron interminables. 

El año siguiente -eso ya fue hace más de cuatro años, me parece- mi hermano me llamó pues necesitaba cierta cantidad de dinero -casi igual de fuerte- para completar alguna obra; le conté lo de su esposa, y un poco después cortó la llamada.

A veces me gustaría tener una mejor relación personal con cada uno de mis familiares: con mi madre, envejecida y aún trabajando sin descanso para seguir construyendo edificaciones que quién sabe a quién le quedarán.

Con mi padre, aún estudiando para obtener su título de licenciado, y aún considerando si se jubila o no; con mi hermano mayor, autoaislándose durante la mayor parte de su vida; con mi hermano menor, alcohólico empedernido y con una familia bastante disfuncional; y con mi hermana menor, quien crió sola a su hijo, y aún lo mantiene bajo su ala.

Y mis hijos: la mayor está por llegar a los veintisiente y aún le huye al trabajo -la mayor parte del tiempo ha trabajado nomás medio tiempo-; la mediana, quien -al parecer- quiere desconectarse completamente de sus orígenes.

Y mi hijo menor, super endeudado a los veintitrés -tuve que prestarle tres mil dólares para que saldara un par de tarjetas de crédito- y creyendo -aún- que el dinero es la respuesta a las partes más importantes de la vida.

Pero no sé realmente cómo se resuelve eso.

Acabo de terminar de leer Fuego en la garganta; y me pareció bastante bueno: el final se sintió un poco a la carrera, pero creo que la autora le dió un buen cierre a la historia; ahora he empezado Los besos en el pan, de Almudena Grandes.

Y en el trabajo he tenido una semana bastante buena: el primer día de la semana había programado una reunión con mi lead y un analista en el Imperio del Norte, para completar una asignación.

Después de la reunión me quedé avanzando con el analista; y luego -hasta casi las siete- trabajando solo en un par de cuestiones técnicas que, la verdad, me llamaron la atención: información geográfica, elaboración de mapas, e incluso un poco de Python.

Y hoy, después de la reunión diaria matutina, me reuní con el Project Manager del grupo, para aclarar algunas dudas sobre el organigrama; luego con el analista y el lead; y, hasta el mediodía, continué trabajando en lo mismo que el día anterior.

Fue muy bueno...  

 

domingo, 15 de junio de 2025

El reto 2025 -y no creerás esta oportunidad-... The challenge 2025 -and you won't believe this opportunity-... Le défi 2025 -et tu ne vas pas croire cette opportunité-...

Hace unos años -cuatro? cinco?- estuve realizando challenges cuando llegaba el mes de enero: fueron dos o tres años seguidos, en los que aprendí a malabarear, mejoré un poco mi escritura de código y dejé de agregarle azúcar a las bebidas como el café y el té.
 
También logré -por varios meses, en varias ocasiones- eliminar mi consumo de media para adultos -lo que casi siempre lleva al autoplacer, o como se le conoce por estos días en ciertos círculos de internet: PMO-; algo que ha sido -desde los catorce años- una constante en mi vida desde mi descubrimiento de los viernes por la noche en el cable.
 
Total que en cada ocasión que realizaba los retos personales, el resultado era, en general, satisfactorio: y con lo último pasa que es un tema super común en la mayor parte de media, escrita, auditiva o visual: el sexo vende.
 
Y ahora acabo de empezar un nuevo reto: pasar cien días -a partir del lunes pasado- sin las primeras dos letras; la última no está descartada, pues aún cada varias semanas -o meses- tenemos relaciones con Rb, y, realmente no creo en eso de la energía sexual y sandeces similares.
 
El inicio del reto ocurrió porque andaba buscando libros en portugués para continuar leyendo luego de que termine A Lua de Johana; y en una de las búsquedas en el sitio en el cual obtengo los libros digitales, encontré un libro de un autor de India -pero con nombre bastante portugués- que se trataba de cortar el ciclo de PMO.
 
Es un psicólogo -creo- que incluso en la introducción aclara que él aún no ha logrado librarse por completo -es como un culto que salió de Reddit y ese tipo de lugares- pero da algunas estrategias para no desperdiciar la energía sexual; lugares comunes como visualizar, meditar, etc.
 
O sea, el libro es bastante básico; pero, al hojearlo, me puse a pensar en que -al igual con mi reto de mil días de meditación diaria (voy casi a la mitad!)- podía realizar algo retante durante este año; por lo que desde ese día -aunque por la mañana había estado en algunos hilos relacionados en el antiguo Twitter- decidí cortar PM; y quedarme con la O cuando se trate de Rb.
 
Lo que he estado considerando es encontrar alguna forma de celebración -o autoreconocimiento- para cuando alcance algunos hitos en el camino: por ejemplo, al llegar a veinticinco, cincuenta y setenta y cinco días; pero aún no se me ha ocurrido nada.
 
La segunda parte del título tiene que ver con un amigo que ha estado en los círculos del MLM desde hace unos años; y no sé que pensar: el tipo es brillante -y proviene de un entorno acomodado: su padre era abogado y él estudió en uno de los mejores colegios (católicos) del país).
 
Pero su vida ha dado varios giros inesperados durante la última década (?): se divorció; sus hijos están por terminar la universidad en una de las universidades más caras del país; perdió su trabajo hace como cuatro o cinco años -en el cual duró casi veinte- y ahora tiene casi un año de trabajar en una sección del gobierno local.
 
Y ya me había comentado en alguna ocasión -con mucho entusiasmo- sobre varios 'proyectos' de emprendimiento en los que se estaba involucrando: páginas en las que podía vender cursos, esquemas de afiliación, y así.
 
Según recuerdo, la última vez que nos habíamos visto -más de un año atrás- me había presentado algo de afiliados: marketing digital, ventas online, algo de cruceros, la verdad era algo confuso; yo nomás le agradecí por la información y le pedí que me hiciera llegar material escrito para comprender mejor.
 
Lo nuevo está contado al final de esta entrada. 
  
El miércoles tuve vacaciones; se suponía que debía tomarla los jueves, pero justo ese día de la semana había una reunión con mi supervisora, el pm, nuestro lead y su jefe -y mi compañero más brillante- por lo que cambié el día -lo había validado con mi supervisora-.
 
Después de que Rb tomara su desayuno nos dirigimos al mercado del centro histórico; en el camino de vuelta me bajé en una estación a mitad del camino: había estado viendo en Marketplace una escalera de tres escalones que mi hija mayor me había pedido.
 
Y en un lugar cerca de esta estación hay una tienda que las estaba vendiendo a muy buen precio; corrí casi todo el trayecto a la tienda -una calle, realmente- y adquirí una escalera china plegable con cuatro escalones -las de tres se le habian terminado al señor- por treinta dólares.
 
El lunes hice ejercicios en soledad: Rb ha estado enferma del aparato respiratorio; cada día de la semana sus estornudos y toses fueron empeorando un poco más; por lo que también el miércoles y el viernes tuve que completar la rutina de ejercicios solo; y los tres días las hice sin pausa -ni agua-; nomás adelanté las dos pausas de cada rutina.
 
El jueves realizamos la reunión programada, mi compañerito presentó el proyecto -su inglés es bastante débil y, en general, habla muy bajo-; pero me siento agradecido de que me haya incluido en sus dos propuestas de mejora del departamento; al final el jefe de nuestro lead aprobó la realizacón del proyecto, por lo que habrá que escribir código.
 
A la reunión de la una de ese día -nos hemos quejado varias veces, y con varias personas (incluso el organizador) por la hora, pues tres de nosotros tomamos nuestro almuerzo a la misma- entramos los cuatro analistas, pero no entró el lead; al parecer andaba ocupado.

El viernes nos reunimos los seis trabajadores del equipo local -esa fue la razón por la que no tomé el día de vacaciones en ese día-: estamos preparando una presentación; la cual programé de forma semanal, ya que en la primera no veía muchos avances; total que estoy tratando de ordenar las actividades.
 
Debido a esta actividad me había reunido con mi lead el lunes, para aclarar la estructura del equipo; ese mismo día -o el siguiente- me reuní con el lead de los devs para tener la estructura de su área un poco más clara; y el viernes presenté la gráfica organizacional que había preparado, con la información recabada.
 
Rb fue, finalmente, al médico el jueves; acudió a una clínica de una cadena de farmacias -me parece- y no le cayó bien el médico -tiene la costumbre de entablar conversaciones bastante personales con la mayor parte de personas con las que interactúa-; le diagnosticó rinitis estacional.
 
Lo cual está convencida que no fue un diagnóstico acertado; cree que es un virus el que la ha estado afectando; y yo también creo esto último: desde la mitad de la semana empecé con molestias en la garganta: dolor al deglutir.
 
El sábado temprano hice wordle en inglés, francés y portugués; también completé varias lecciones de Duolingo; sigo con los repasos diarios de portugués, francés e inglés; y además, empecé los árboles de italiano en francés y portugués en francés; después salí a preparme el desayuno de los fines de semanas.
 
A las nueve y media fuimos a los supermercados en dirección sur; en el más lejano compramos pollo para los almuerzos de la semana; también compré mayonesa, aceite y gelatina; en el otro supermercado compramos bananos; y un poco de pollo para los almuerzos del fin de semana.
 
Retornamos a casa a las diez y media; leí un poco de Fuego en la Garganta y, a las once, empecé a preparar el almuerzo -keto- que había previsto con mi hija mayor: antes de salir había dejado dos pechugas, estilo cordon bleu en la refri; también había desinfectado lechuga, fresas y lavado un par de pepinos.
 
Preparé las ensaladas; pasé los rollos de pechuga por huevo batido y harina de almendras; y los puse durante quince minutos en aceite a fuego medio; después de voltearlas saqué a la perra más pesada de Rb, a su caminata diaria.
 
Cuando retornamos de la caminata puse las pechugas en papel absorbente; a las doce me bañé y tomé el auto -la llanta trasera del lado del piloto vuelve a perder aire- para dirigirme al departamento de mis hijos.
 
Llevaba la escalera que había adquirido el miércoles, el desinfectante para pisos y el detergente que había adquirido la semana anterior en el supermercados de productos a granel; y las bolsas de a basura que había comprado el martes -el martes y el jueves me había tocado salir solo, pues Rb estaba en reposo-.
 
El tránsito estaba terrible: apenas a un par de calles, luego de salir al boulevard, encontré el embotellamiento de costumbre; pero llegué al edificio en el que viven mis hijos un poco antes de la una; y como no quería realizar dos viajes en el elevador, subí todo al mismo tiempo. 
 
Encontré a mi hija terminando la limpieza de los pisos; la esperé un momento y luego nos dirigimos al parque temático de costumbre; en donde almorzamos, luego de comprar dos latas de gaseosas -dietéticas- por el doble del precio que se adquieren en el exterior.
 
Después del almuerzo estuvimos resolviendo los seis cubos de Rubik: dos de 3x3, uno de 2x2, uno de espejo de 3x3, uno de 4x4 y uno de 5x5; luego le dí el pasaporte a mi hija, quien se subió a un juego mecánico en el que unas balsas son elevadas en una torre y bajan por un resbaladero lleno de agua.
 
Para terminar la tarde en el parque, nos subimos a la rueda de Chicago más grande; afortunadamente no había mucha gente en las atracciones; por lo que la cola fue mínimoa; y, un poco después, nos retiramos del lugar.
 
Caminamos hasta el departamento un poco después de las cuatro; y como habíamos acordado departir hasta las seis, mi hija propuso una partida de Scrabble; la cual estuvo muy buena, utilizamos todas las fichas del juego.
 
Casi terminando la partida -después de las cinco y media- encontré un mensaje en Whatsappa de uno de mis excompañeros de la facultad; proponiéndome que nos reuniéramos para tomarnos un café.
 
La verdad es que trato de aprovechar las oportunidades de este tipo, dado el tamaño tam minúsculo de mi círculo social; por lo que ni me recordé que, después de nuestra última reunión, había decidido no volver a contactarlo: ese día me presentó una gran oportunidad de hacer negocios (MLM, afiliaciones, y así).
 
Lo llamé de vuelta pero no contestó; luego le dejé un mensaje en whatsapp para que me llamara al celular; me despedí de mi hija un poco antes de las seis e inicié el camino de vuelta a casa; en el camino me llamó mi amigo; y quedamos en que pasaría por mi casa un poco más tarde.
 
Un poco después de las siete salí al boulevard y nos dirigimos al café en el que nos habíamos reunido la última vez -se encuentra en el mismo comercial del supermercado más cercano en dirección sur-; pero el mismo estaba cerrado: el horario de atención termina a las siete de la noche.
 
Nos dirigimos a otro lugar -en donde me reuní con mi amigo Testigo de Jehová la última vez-; pero en el camino me propuso quedarnos en el café de una gasolinera; en donde intentó sacar dinero de un cajero automático.
 
Pero el mismo estaba en mantenimiento; por lo que me tocó pagar los cinco dólares de los dos cafés con dona -lo cual, realmente, no me pesó-; después me estuvo contando lo mal que le va en el trabajo del gobierno: un compañero antiguo de la facultad es su jefe, y no se llevan bien.
 
Noté que empezó a usar expresiones como; la personalidad de algunos individuos; persona narcisita y persona reprimida; lo cual asocié con el lenguaje que utilizan en los grupos de pseudo emprendedores actuales.
 
Finalmente me comentó la razón de la reunión: estaba en 'otro' esquema de marketing multinivel; pero este es bueno, pues apenas está empezando en latinoamérica; por otro lado, le congelaron la tarjeta de crédito y necesitaba "solo" trescientos dólares para aprovechar esta oportunidad 'única'.
 
Un poco antes de esto había puesto la alarma del celular para que empezara a sonar; y le pedí que me explicara lo último en el camino, mientras me retornaba a mi colonia; también le pedí que me mandara los detalles por whatsappa, para discutirlos con mi pareja; y me dije: otra de mis 'amistades' que marcaré en rojo.
 
La verdad es que la salida nocturna no le cayó nada bien a mi sistema respiratorio: llevaba ya varios días de estar sintiendo molestias en la garganta -Rb me ha estado dando té de varias hojas por la mañana y la noche- y sentí, luego de entrar a casa, que tenía un poco de fiebre.
 
El domingo me levanté a las seis y media y me sentía apaleado: como que entré al por ciclo del episodio viral; medité, resolví los wordle en inglés, francés y portugués; y me volví a dormir un rato.
 
Luego reuní los ánimos para levantarme a poner una carga de ropa en la lavadora: por alguna razón no lavé el primer día del mes -como de costumbre- y la canasta de ropa sucia estaba a rebozar; incluso lavé únicamente la mitad del contenido.
 
Eran como las siete cuando puse a funcionar la lavadora; que marcaba un ciclo de cuarenta y ocho minutos; aunque, por la baja presión del agua entubada, generalmente le toma casi el doble del tiempo programado para completar el ciclo.
 
Volví a meterme a la cama -realmente me estaba sintiendo mal- y estuve durmiendo hasta después de las ocho; hora en la que Rb me habló, pues la fuga de agua de una de las entradas de la lavadora había empeorado, con lo que se estaba derramando demasiada agua; me levanté a cerrar la llave de esa rama.
 
Después preparé mi desayuno de los domingos; no tenía ganas de hacer nada, salvo de retornar a la cama a continuar durmiendo; pero el té que me preparó Rb me devolvió bastante energía; por lo que, aunque ella había declinado, le propuse que fueramos a la tienda de celulares, a que adquiriera uno nuevo.
 
Rb había decidido actualizar su celular un par de semanas atrás: el actual (Huawei) estaba perdiendo la carga muy rápido; y, como a final de mes tendrá que estar todo el día fuera, había planeado adquirir uno de la marca Honor, que, según la publicidad, cuenta con una batería de larga duración.
 
Total que a media mañana nos dirigimos al centro comercial en el que está la tienda de celulares; yo quería aprovechar para depositar ochenta dólares, que tenía guardados desde hace varios años, en mi cuenta de ahorros.
 
En el camino pasamos a una gasolinera, pues la llanta trasera estaba muy baja; a la otra trasera también le estaba faltando el aire; llegamos al comercial y nos parqueamos en el parqueo externo.
 
Rb se dirigió al local de los celulares y yo fui al banco; el cual tiene en el lugar un pésimo servicio: no hay atención cara a cara; sino que instalaron cuatro o cinco estaciones similares a autoservicio; con cápsulas, pantallas y teléfono.
 
Se tardaron un montón de tiempo en procesar el depósito de los ochenta dólares -creo que también influyó el que no llevara anteojos, con lo que no había podido llenar por completo la boleta de depósito- pero, finalmente, me retornaron la boleta y la libreta actualizada.
 
Después busqué a Rb; quien estaba terminando de adquirir su nuevo teléfono; el cual le costó una unidad de la moneda local -ya que ella paga una mensualidad por el servicio telefónico y de internet-, cubierto por mi persona; después nos retiramos del lugar; felizmente sin pagar parqueo, ya que nos habíamos quedado en el exterior.
 
Cuando venimos me metí un rato a la cama; aunque los síntomas durante la semana habían sido ligeros; desde la tarde del sábado había empezado con un poco de secreción nasal; la misma se había incrementado el domingo, con un poco de tos.
 
Para almorzar calentamos el caldo de pollo que Rb había preparado el día anterior para su almuerzo; lo que consumimos con arroz, aguacate; y la porción de costumbre de las alitas dominicales.
 
Como habíamos sacado a caminar a los perros antes del almuerzo; hice lo único que quería en la tarde: me metí a la cama y me dormí casi tres horas; sin ningún esfuerzo, y sin ninguna culpabilidad.
 
Cuando me desperté encontré un mensaje de mi amigo de la noche anterior; comentándome que ya no necesitaba el préstamo, y disculpándose por el abuso de confianza al solicitarlo; como consuelo le envié un mensaje bien dramático, comentándole que estaba enfermo.
 
Y creo que allí quedara eso... 
 
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martes, 10 de junio de 2025

Otro libro a medias -y el algoritmo más importante-... Another half-read book —and the most important algorithm—... Un autre livre à moitié lu — et l’algorithme le plus important —...

He renunciado a terminar otro libro -ya llevo varios en los úlltimos años-: después de pasar de la mitad, me empecé a preguntar por qué estaba leyendo un libro de no ficción en el que un exitoso hombre de negocios señalaba algunos errores a evitar, al lanzar una empresa.

Y sé que no debo ser un asesino -o investigador- para disfrutar de un buen libro de acción; o un doctor para leer un buen drama médico; pero esto es no ficción, lo que se supone que leo para no leer solo cuestiones entretenidas.

Pero no, definitivamente no está entre mis esperanzas; para estos dieciocho o veinte años que me queda sobre la faz del planeta, convertirme en un emprendedor: lo quise hacer cuando tenía menos de treinta, pero no estaba nada preparado.

En fin, total  que terminé cerrando Build: es un libro de alguien que colaboró con el desarrollo del Iphone, y luego creó una empresa de termostatos, que vendió a Google, por una cantidad -me imagino- que aumentó mucho más los millones que ya tendría en su cuenta bancaria.

No sé qué quiero hacer con el tiempo que me queda; pero no creo que emprendedor sea una etiqueta que me atraiga; o sea, si pudiera continuar trabajando en lo mismo que he estado trabajando los últimos años, me daría por bien servido.

Porque, a pesar de las mútiples dificultades que tengo -y he tenido- en estos once años de trabajo, es la posición en la que mejor me ha ido; y creo que eso se refleja con las contribuciones extras que a veces hago; o que nunca -hasta el año pasado- hubiera tomado vacaciones.

Entonces empecé a ver qué otras opciones había -digo, esta línea la titulé: tecnología- y encontré un libro que, casualmente, ya estaba entre mi lista de pendientes: The Phoenix Project; que, al parecer, es a tecnología lo que The Goal fue a producción; a ver qué tal.

La segunda parte del título... en la segunda temporada de The Big Bang Theory -no sé si ví todas las temporadas- hay un capítulo titulado The Friendship Algorithm; en el que el personaje principal -autista- diseña un diagrama de flujo para hacer amigos.

Fue divertido que al aplicarlo entra en un loop infinito; siendo rescatado del mismo por el ingeniero del grupo -a quien desprecia por considerar que un MsC no se acerca siguiera a un PhD- al agregar una derivación al loop en el que se había estancado.

La televisión -?- por supuesto es nomás una buena representación de la mente de los libretistas; aunque mucha gente -por alguna razón- toma lo que sucede en la pantalla como si fuera una verdad como una montaña; pero me gustó la alegoría.

Y la idea me pareció brillante; o sea, un método para conseguir amigos sería algo de mucho beneficio; pero no existe; me imagino que es bastante básico: ser una buena persona, ser una persona agradable, ser una persona amable; o ser extrovertido.

Contaba, algunas publicaciones atrás, que había cortado la comunicación con mi único amigo de la infancia -no me volvió a contactar después que le presté sesenta y cinco dólares-; y también decidí no volver a contactar a uno de mis amigos del voluntariado -esos fueron otros ochenta dólares-.

Hace más de un año había cortado la comunicación con mi conocido que es promotor cultural: me había pedido un préstamo de quinientos o seiscientos dólares; y eso sí me puso en qué pensar -preferí cortar por lo sano-.

Y es que incluso con mi hija segunda, no sé si el problema sea el dinero; el año pasado le envié nueve mil dólares, para que completara el pago de su último año de universidad -creo que es MsA- y el poco contacto que teníamos -nos mensajeábamos dos o tres veces por año, en facebook-, se cortó completamente.

Sé que está viva porque Facebook bloquea el envío de adjuntos después de que el usuario no ha accedido a la cuenta después de cierto tiempo -ignoro cuál es el límite-; y he estado enviándole por correo, por Drive y por Facebook, una carta, desde el mes de febrero.

He estado pensando si debo seguir escribiéndole, o nomás aceptar que todo se termina nomás; debería estar satisfecho que es un adulto funcional; graduada de una universidad del Imperio del Norte, y trabajando en el sistema educativo -si sus planes se cumplieron-.

Y al amigo arquitecto, que canceló la invitación de este último fin de semana, también aplicaré lo mismo; o sea, habíamos hablado algunas semanas antes, confirmamos el miércoles, y el viernes me comentó que no iba a poder venir.

No sé realmente cómo funciona la amistad; quizá sucede que, quizá a cierta edad, o, por el tipo de personalidad; simplemente se debe aceptar que la amistad estrecha es solo una quimera; y, al menos, continuar con los contactos que aceptan una reunión de vez en cuando.

Y me he estado cuestionando esto durante este día, en parte porque se suponía que hoy iba a ir a la casa de uno de mis ex compañeros del primer trabajo en el que laboré como ingeniero: lo ví, por casualidad, hace como seis años, en un supermercado.

Luego lo contacté, después de conseguir su contacto, cuando acudíal colegio profesional a recibir mi plaqueta por el aniversario de veinticinco años; nos reunimos hace un par de meses: lo invité a un café y un pastelito.

Y hemos intercambiado mensajes de vez en cuando, por whatsapp; el martes pasado lo saludé por esa vía, y le comenté que debíamos volver a reunirnos, que lo invitaría a lo mismo; pero me dijo que me invitaba a su casa para este día.

Entonces le indiqué que quedaría a la espera de los detalles para la visita: hora, dirección,  e indicaciones para la garita; y esa fue la última comunicación; y no sé como proceder; lo que estaba pensando es escribirle mañana, y preguntarle si había un mes específico para su invitación, o estaba abierta.

Pero, eso: no sé cómo proceder; o sea, no me siento especialmente bien de no conocer a muchas personas que no puedan apartar media hora o una hora, cada cierto número de semana para tomar una bebida tibia y conversar un poco.

Aunque tampoco es que para mí sea muy agradable la perspectiva: el domingo pasado fuimos por la mañana con Rb al supermercado en el que compramos artículos a granel -compré detergente y desinfectante para mis hijos-.

También adquirí una magdalena, para llevarla por la tarde, en mi visita semanal al voluntario que vive en la colonia en la que crecieron mis hijos; después de almorzar, y de sacar a caminar a los perros, me dirigí al lugar.

Había estado sopesando visitar a mi tía favorita; pero no me alcanzaban los ánimos; en donde mi amigo estuve de tres de la tarde a cinco; llevaba unos paquetes de café instantáneo, la magdalena adquirida por la mañana, y mi set de ajedrez mas nuevo.

Y estuvimos conversando, tomando café -y media magdalena- y jugando por un buen tiempo; o sea, fue un suceso -en su mayor parte- agradable; pero cuando me subí al auto para retornar a casa, no quería más que eso: retornar a casa.

También, ayer le envié un mensaje -en whatsapp- a mi hijo menor: disculpándome por lo sucedido el último día que nos vimos, y por la negatividad de mis conversaciones -evitaré seguir hablando sobre la muerte-; y proponiéndole este sábado, o el último del mes, para nuestra nueva reunión; aún no ha respondido.

Y a ver cómo sigue eso... 

 

sábado, 7 de junio de 2025

Murderbot —y la cejijunta—... Murderbot —and the bushy-eyebrowed one—... Murderbot —et la mono-sourcil—...

Hace cinco o seis años -o quizá un poco más- encontré el primer libro de la serie Murderbot; me gustó la idea de un bot humanoide especializado en la seguridad de grupos de investigación.

Que hackea su governor module pero en vez de dejar el trabajo para el cual fue construido se dedica a descargar muchas horas de dramas televisivos para verlos mientras está haciendo otra cosa. 

Ese fue el primer libro; luego entran temas como la independencia, la lealtad, la reparación de daños pasados; creo que he leído cuatro o cinco libros de la serie -incluyendo algunos muy cortos-.

Y además -bendita época de Internet- estuve, hace unos años, leyendo un poco más sobre la autora: al parecer tiene otra serie de libros de fantasía; pero fue con Murderbot con lo que ha alcanzado más éxito; creo que incluso uno o dos premios de ciencia ficción. 

Estuve leyendo su blog; me enteré que había tenido dificultades para completar una serie de giras que su editor organizó para promocionar los libros; también que le habían disgnosticado -y estaba en tratamiento- cáncer.

Y hace algunos meses me había enterado que Apple estaba preparando una adaptación de los libros; en general me gustan las producciones de esta compañía: creo que siguen el camino creativo que les inculcó Jobs.

Pero, la verdad, lo que he visto -los cinco capítulos que han publicado de la primera temprada- no me han gustado mucho: a pesar de que -se supone que- la autora está involucrada en la serie, la encuentro demasiado separada de los libros.

O sea, hay bastante acción -en los libros hay mucha- pero el tono que eligieron me parece demasiado ingénuo: o sea, el grupo de humanos con los que el bot tiene que tratar son -según el libro- un grupo de personas que creen en la libertad, pero la toman en serio.

En la serie -siento que- exageran mucho la parte hippie del grupo; presentándo al grupo como infantilizado; pero me imagino que es bastante complicado representar algo más serio dado el estado actual de la cultura global.

Y Frida Kahlo; la semana pasada me enteré -gracias a mi amigo autista de ascendencia asiática- que la embajada de nuestro gran vecino del sur estaba organizando una exposición de obras -copias, realmente- de Frida Kahlo y Diego Rivera.

No me gusta especialmente este tipo de pinturas -aunque en Les Yeux de Mona hablan sobre un cuadro de esta artista que está en uno de los museos principales de Paris- pero en nuestro país hay realmente muy pocos espacios culturales.

También estaba recordándome que cuando era niño, ví en algunas ocasiones un programa que repetían, en el canal de televisión del ejército, con obras de la artista, y una voz en off explicando sus orígenes: me pareció -era muy joven- bastante bizarro el estilo de collares de espinas y venas expuestas.

También ví -hace varias décadas- una película que narraba la complicada situación que tuvo el matrimonio: o sea, él era varias décadas mayor; y las infidelidades de ambos fueron bastante públicas.

No recuerdo si en la película -o en algún artículo- me enteré que el último acto rebelde de la pintora fue participar en una manifestación en la que se condenaba el derrocamiento del segundo presidente que intentaba que esta gran finca en la que vivimos cambiara un poco.

Total que mi amigo me comentó que había ido el sábado pasado; comentándome que estaba interesante la exposición; me había decidido a visitarla; pero aún no sabía si ir solo o con alguno de mis hijos.

Y entonces se me ocurrió pedirle a Rb que me acompañara; le pregunté si le gustaba ese tipo de arte -Rb es super creativa, y muy buena-; y me dijo que no especialmente; pero que si era para ir a la exposición -se había enterado por Twitter- que estaba dispuesta.

Esa conversación la tuvimos el jueves, me parece; ese día hicimos algo que es muy difícil que suceda: como se pasó lloviendo toda la tarde, para bajar a los supermercados en dirección sur, utilizamos el automóvil.

Y no fuimos a los de la dirección contraria porque el tránsito se pone mucho peor en cuanto empieza cualquier lluvia; total que fuimos al mercado más lejano; en donde compramos un par de latas de champiñones, pues esperaba que el sábado nos visitara nuestro amigo arquitecto.

Aprovechamos a pasar a la gasolinera, para reponer el combustible que consumí en la visita a mis padres el domingo anterior -esos fueron quince dólares-; y pasamos al otro supermercado por unos bananos; y lechugas para las ensaladas de la siguiente semana.

El miércoles había enviado, por correo electrónico, la factura por las horas que trabajé en el segundo proyecto el mes anterior: en total fueron ciento cincuenta y dos horas; o sea, nomas ocho menos de lo que hubiera sido un mes completo.

Y justo al día siguiente recibí el depósito de los dólares en la cuenta que había configurado para el efecto; como había quedado que un diez por ciento le reembolsaría a mi amigo por la referencia laboral, me comuniqué con el mismo y le deposité la cantidad -en la moneda local-.

Total que el jueves fue un día super ocupado: tuvimos una reunión extensa con nuestro lead, replicando un proceso para verificar su funcionamiento; y luego tuvimos otra reunión con nuestra supervisora local; en la que nos transmitió parte de la visión general de nuestra área.

El viernes nos reunimos -después de la reunión de primera hora- con los otros tres analistas; estuvimos más de una hora trabajando en lo que habíamos visto el día anterior, con nuestro lead; apenas después de que terminara esta reunión, preparé mi desayuno.

Y luego tuvimos otra reunión con todo el equipo local: la primera semana de julio tenemos que realizar una presentación sobre el proyecto en el que estamos trabajando; la reunión fue bastante extensa, pero creo que vamos avanzando en la asignación.

En la tarde recibí un mensaje de mi amigo arquitecto, cancelando nuestro desayuno del día siguiente; y entonces, pensé en que debe haber alguna forma para mejorar mi forma de cultivar amistades; o sea, que esta sea importante para ambas partes.

Decidí marcar a este amigo como al anterior que canceló nuestro último desayuno el mes pasado: en rojo, indicando que no haré un nuevo intento para un nuevo encuentro; pero eso me regresa -casi- a la casilla cero: ¿cómo cultivo amistades? 

 Le comenté a Rb que nuestro amigo había cancelado, y su primer comentario fue el mismo: no más; también se alegró porque no tendría que preparar unas tartaletas que había previsto.

Pero le comenté que podíamos aprovechar para ir a la exposición en la embajada -originalmente o habíamos previsto para el domingo-; estuvo de acuerdo y, por la noche, preparó una nueva receta que quería probar para el almuerzo del día siguiente: albóndigas de pollo.

Total que el sábado -en vez de levantarme a preparar el desayuno para compartir con alguien más- me levanté a la misma hora, resolví los wordle en inglés y francés, y luego preparé mi desayuno normal de los fines de semana.

Después retorné a la cama, a leer un poco de Le syndrome du spaguetti, un poco de A Lua de Joana, y a hacer algunas lecciones de Duolingo; también jugué algunas partidas de ajedrez -sigo mejorando, poco a poco-.

Luego, a las nueve, me vestí y salí de la habitación; Rb estaba desayunando, luego de darle de comer a sus perros; y un poco después de las diez nos dirigimos a la embajada; el tránsito estaba terrible: apenas a un par de calles empezaba el embotellamiento.

Pero logramos llegar a la embajada antes de las once -cinco minutos antes-; tuve que pagar tres dólares al señor que se mantiene 'cuidado' los autos en el lugar; y pedirle favor a los policías locales para acceder al recinto: primero nos habían dicho que ibamos a tener que esperar una hora, pues el grupo ya había ingresado.

Afortunadamente salió una señora con una lista de control de ingreso; en la que Rb anotó nuestros datos, previo a ingresar; la exposición estuvo interesante: básicamente fueron dos grandes salas con trabajos de los dos pintores.

En la primera sala, la mayor parte del espacio estaba dedicado a Frida Kahlo; varios cuadros con datos biográficos, y reproducciones varias de sus obras; en un espacio un poco más pequeño, lo mismo para Diego Rivera.

Luego, en otra sala del segundo nivel, y con una duración de una media hora; estan realizando una proyección inmersiva con todo el recorrido artístico de los dos pintores: son una serie de proyectores cubriendo la totalidad de las paredes, y el techo, me parece.

En general fue una muy buena experiencia; salimos del lugar casi al mediodía y, de acuerdo al o que le había comentado antes a Rb, nos dirigimos al Mc Donalds más cercano: quería probar un helado de Oreo que han estado promocionando últimamente.

Luego retornamos a casa; el tránsito seguía igual de pesado; pero, afortunadamente, antes de una hora más tarde, estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb; y terminándome el helado.

En el almuerzo consumimos la mitad de las álbondigas que preparamos la noche anterior; acompañados de arroz; como habíamos sacado a caminar a los perros al retornar, Rb se retiró a su habitación y yo llamé a mi amigo que vivía en la ciudad en la que pasé un par de años en el Imperio del Norte.

Después me puse a bajar algunos libros en francés y portugués: del primer idioma he estado leyendo bastante desde el año pasado: una porción entre cada una de las líneas de lectura; del segundo estoy leyendo mi primer libro: unas pocas páginas entre cada línea de lectura.

Y a ver cómo sigue eso... 

 

miércoles, 4 de junio de 2025

Renunciar... Quitting... Abandonner...

Renunciar es algo que hecho muchas veces... creo que ha marcado el rumbo de mi vida: por ejemplo, después de diez años de convivir con la madre de mis hijos, dije 'no más'; o quizá nomás me rendí... algo complicado.

Pero también ocurrió en el tema laboral: renuncié a mi primer trabajo como ingeniero porque no estaba teniendo tiempo para prepararme para los trámites de graduación -perdí una vez el exámen privado-.

Y luego, cada vez que nacía uno de mis tres hijos, renunciaba al trabajo en cuestión; la mayor parte de personas me decían: qué vas a hacer; usuamente mi respuesta era: ya veremos; y generalmente tenía un tiempo bastante duro para conseguir otro empleo.

También me fuí del país un tiempo; he repetido muchas veces la historia que me fui con la intención de no volver; pero luego me tranquilicé y me dije que no estaba bien que mis hijos crecieran sin un padre -al menos cercano-.

Cuando retorné al país me costó bastante conseguir un empleo; a las pocas semanas de empezar a buscar, entré a la fase de entrenamiento de uno de los mejores call centers de la ciudad; renuncié a las tres semanas, pues conseguí un trabajo haciéndome cargo de un centro de impresión.

El trabajo tenía dos líneas de responsabilidad: la digital se centraba en gestionar la data que recibíamos de varias empresas de servicios para el procesamiento y envío; la de producción exigía que se exprimiera a los operarios.

Y renuncié cuando la administración empezó a exigirme que despidiera a los empleados que no se alineaban con el trabajo; y volví a entrar a la fase de entrenamiento en otro gran call center; aunque allí nomás fuí una mañana: por la tarde me confirmaron en una posición para dar soporte a una solución de microfinanzas.

Pero, después de ese trabajo, ya no lo había hecho de la misma forma: esa oficina fue adquirida por una gran corporación y despidieron a la mitad del personal -incluyéndome-; me costó conseguir otro trabajo, pero entré a una oficina gubernamental.

Allí renuncié porque no me gustó la burocracia; pero ya tenía asegurada una posición como auditor en un banco del sistema: iluso de mí; el mismo también tenía una parte gubernamental.

Renuncié de ese banco para aceptar el retorno a la solucińo de microfinanzas; y de esta renuncié porque mi anterior jefa -en venganza a mi jefa de ese momento- me refirió a otro banco, trabajando en proyectos.

De este banco me despidieron: no me esforcé en integrarme al equipo de trabajo -de hecho casi que hice todo lo contrario-; y me costó, otra vez, encontrar un nuevo empleo; que es en el que he estado los últimos once años.

Pero, cuando tenía menos de un año en el lugar actual, una supervisora del equipo de microfinanzas me ofreció un pequeño contrato, para realizar el mismo tipo de trabajo que estaba haciendo, y que me consumiría nomás unas cuantas horas por la noche.

Intenté realizarlo -había otro compañero, bastante joven, en la aventura-, pero no me sentí con ningún ánimo de hacer lo mismo que estaba haciendo durante el día; renuncié al día siguiente.

Luego estuvieron los libros: durante cuatro o cinco años, primero en colaboración con Rb, corregimos, editamos y redactamos varias decenas de libros para distintos niveles de la educación formal; allí no renuncié, simplemente se secó el pozo.

Y hace un mes había empezado otra aventura, similar a la de hace más o menos una década: estaba haciendo unas horas para otra empresa; pero no me sentí con nada de ánimos para realizar más de lo mismo.

O sea, me encanta mi trabajo: he estado haciendo, prácticamente, lo mismo por más de una década; pero el ritmo del mismo ha disminuido con los años; y ha estado bien; empezar un nuevo ciclo con otro proyecto -y en paralelo-, no me motivó para nada -aunque básicamente estaba duplicando mi salario-; por lo que lo volví a hacer -espero que por última vez-.

No sé qué pasará realmente; muchas veces he dicho -especialmente cuando empezaba en este trabajo- que mi ideal es morirme trabajando: no me interesa un retiro, 'gozar' de tiempo sin trabajar, o cuestiones similares.

Con algunos compañeros bromeaba que lo que quería es que, en un día cualquiera, alguien dijera, ya no se escuchó ningún sonido en el cubículo de Koan; y que comprobaran que simplemente había dejado de respirar.

Pero la vida -casi nunca- es tan sencilla; actuamente tengo cincuenta y dos años; se supone que dentro de ocho años podría retirarme de mi periodo laboral -recibiendo mensualmente menos de la mitad de mi salario actual-.

Si lograra trabajar por acá esos ocho años restantes, tendría el número de cuotas suficientes (doscientos cuarenta) que la seguridad social local exige para tramitar la jubilación -de hecho, mi padre anda por estos días, a sus setenta años, considerando su retiro-.

Lo del segundo proyecto lo había considerado como una salida a mi continua preocupación: ¿qué pasará cuando me despidan de este trabajo? al menos ahora ya tengo una respuesta; o al menos una no respuesta: trabajar doble no me funciona.

Y al menos me quedan dos lecciones: la primera, que es la mar de obvia, es que el networking es el camino mejor transitado hacia una nueva posición -casi que en cuaquier circunstancia-.

La segunda es que, por primera vez, conocí un proceso completamente en mi segundo idioma; o sea, me reuno diariamente con un equipo que no habla mi idioma materno; y la mayor parte del trabajo se realiza de esta forma.

Pero el proceso de contratación -hace más de diez años- fue en su mayor parte en español; nomás tuve una entrevista -un poco accidentada- con la jefa de mi jefa -quien luego sería mi jefa por más de cinco años-.

Y a ver cómo sigue eso. 

 

lunes, 2 de junio de 2025

La foto... The photo... La photo...

A mediados de la semana pasada recibí -en whatsapp- un mensaje del hermano menor de mi papá -creo que él tendría diez o doce años cuando mi papá murió (un mes antes de que yo naciera)-: era una foto de mi madre; una foto muy muy antigua.

Le agradecí por el detalle, y me comentó que había encontrado el retrato en uno de los álbums que aún conserva entre las cosas que dejaron mis abuelos; y este domingo que visité a mis papás le enseñé la imagen a mi madre. 

Se puso nostálgica -creo que es un sentimiento esperable- y nos comentó -estábamos desayunando con mi papá- que en esa foto tenía quince años y tres meses; y que faltaban tres meses para que naciera mi hermano mayor.

O sea, mi papá era una persona rara: murió cuando mi hermano mayor tenía un poco más de un año -y faltaba un mes para que yo naciera-; y, si no estoy mal, él tenía veinticinco o veintiseis años; pero no estoy seguro de éste último dato.

Pero sí, mi madre se quedó viuda, con un hijo menor de dos años, y otro hijo a un mes del alumbramiento; y aún no era mayor de edad...

La semana pasada decidí que ya no seguiría con el segundo proyecto: en más de una ocasión había tenido que participar en dos reuniones diferentes; y no me gusta realizar ese tipo de malabares; le comenté a mi amigo que ya no seguiría con el proyecto, y por supuesto, no le gustó.

Y es que el miércoles, en la reunión quincenal con mi supervisora- me enteré que, a corto/mediano plazo, tendremos que estar acudiendo al lugar de trabajo por a menos un par de meses: están planeando equipar un laboratorio y será necesario bastante trabajo de configuración.

Entonces, como no me gusta alargar las cosas, decidí ya no continuar; aunque aún no he presentado mi carta formal de renuncia; y tampoco sé si es necesario, ya que apenas fueron un par de semanas involucrado en las actividades: realmente no sé como proceder.

Y me dije que eso me dejaría tiempo para acompañar a -al menos- un equipo de misioneros del Imperio; un poco antes había hablado con el coordinador y le había indicado que andaba con dificutades de saud; y que le confirmaría mi participación en a siguiente semana.

Pero, cuando le comenté a Rb sobre as fechas, resulta que la última semana de mes tendrá que ausentarse durante el día, por actividades de su trabajo; y ya me había ofrecido a cuidar de sus perros en ese período.

O sea que no, tampoco estaré reaizando trabajo voluntario durante el resto del año; lo que había estado temiendo -debido al otro proyecto-; y que sospechaba que terminaría sucediendo, por tratar de realizar más actividades que de costumbre.

También fue una semana más agitada que de costumbre: el miércoles Rb fue por una compañera de su trabajo, a la cual había ofrecido hospedaje durante una noche; se fue a media mañana y retornó un poco después del mediodía.

La persona -una hondureña- fue bastante gentil en su comportamiento -incluso me regaló un paquete de cemitas y unos dulces de coco-; el miércoles nos acompañó en nuestra caminata del fin de la tarde.

El jueves ambas se dirigieron al mercado del centro histórico; y también me obsequió media docena de muffins de una de mis panaderías favoritas; al final de la tarde nos tocó que llevarla a un Airbnb en una de las zonas más opulentas de la ciudad.

Y las direcciones en esa zona son bastante confusas; salimos a las cuatro de la tarde de casa, el tránsito estaba bastante pesado; y en la zona nos tocó que dar dos o tres vueltas hasta lograr encontrar -bastante tarde- la dirección del lugar.

El retorno también estuvo bastante tardado; especialmente la salida de la zona; luego ya nos encontramos con el tráfico normal de los jueves por la tarde; al final regreamos como a las siete y media, bastante agotados del viaje.

El sábado, en nuestra visita a los supermercados en dirección sur, compré un par de magdalenas -y recibí tres, por la promoción en el supermercado-: al día siguiente planeaba la visita trimestral a mis papás.

Usualmente llevo dos pasteles o magdalenas o algún producto similar: uno para compartirlo con mis padres, el otro para regalárselo a la familia con la que mis padres se han llevado muy bien durante varias décadas.

La tercera había planeado regalársela a nuestra vecina: debido a diferencias de opinión sobre alimentar o no a los gatos callejeros tuvieron un pequeño conflicto con Rb, y estimé conveniente limar un poco de asperezas.

Al mediodía me dirigí al departamento de mis hijos; llevaba tres cemitas y los dulces de coco que me habían regalado a media semana; llegué sin mucho contratiempo al edificio y subí al séptimo nivel: mi hija estaba terminando de hacer la limpieza.

Me comentó -otra vez- las dificultades que ha tenido para que su hermano la ayude con la limpieza del lugar: el top de la cocina estaba sucio; y vimos una taza con restos de café, ya en la canasta en la que ponen a secar los trastos lavados.

Le comenté que trataríamos de hablar con su hermano; y llamé a  mi hijo, pues ya pasaba de la una de la tarde y no había aparecido; nomás me contestó que estaba vistiéndose; salió un poco más tarde y nos dirigimos al parque temático de costumbre.

Antes de entrar al parque compramos un par de hotdogs y unas gaseosas, en la gasolinera que se encuentra a una cuadra del lugar; ya había notado que mi hijo andaba con pocos ánimos -pero es que, creo que al igual que yo, tiende a la melancolía-.

Almorzamos en el lugar y armamos todos los cubos de rubik que llevaba -como ocho-; luego nos subimos a la rueda de Chicago -me tocó que comprar antes un pasaporte de doce juegos, pues el que me habían obsequiado en diciembre ya solo tenía un número-.

Después retornamos al departamento; iba a preparar café y compartir las cemitas; pero en eso, empezamos a conversar los tres sobre la limpieza; y no fue una buena discusión: cada uno se limitó a defender su opinión.

Y a final, mi hijo indicó que separaría todo -cocinar y purificar el agua, incluso- para que no tuvieran ninguna actividad en conjunto; y se haría cargo nomás de lo que él realizara; me pareció extremo, pero no sé cómo -o si puedo- proceder.

Total que no quiso café, yo me preparé uno de Nescafé, y mi hija mayor se preparó un té; tampoco quisieron cemitas: mi hija indicó que está limitando su consumo de carbohidratos, mi hijo simplemente se negó; ni dulces.

Me despedí un poco después de las seis de la tarde y retorné a la casa de Rb, aún había luz de día cuando estacioné el auto frente a la casa; por la noche estuve preparando las cosas que llevaría al día siguiente en mi visita a la casa de mis padres.

Y también tuvimos un pequeño conflicto con Rb: me tocó que salir casi a las nueve de la noche, pues había olvidado comprar agua pura -mis padres utiliza agua de un pozo- y ella nomás agregó a la compra un poco de especias que necesitábamos para el día siguiente.

Me molestó -no sé si soy irracional- que simplemente aprovechara la oportunidad para realizar lo menos posible: y es que creo que es muy notorio en su caso; como con la limpieza; no le gusta, y no la hace.

Entonces, cuando retorné de la tienda, Rb estaba afuera, después de haberles dado de comer a sus animales; extendió los brazos cuando entré, pero nomás pasé a su lado; o sea, fui consciente de mi rechazo; y un rato después me reclamó por lo sucedido; nomás le dí la razón.

El domingo me levanté a las cuatro y media de la mañana; medité y me bañé; luego saqué las dos mochilas de mi habitación: en la normal llevaba las cemitas y los dulces, en la térmica llevaba hielo; la noche anterior había subido el saco de la comida de perros.

Un poco después de las cinco entré -de acuerdo a lo que me había pedido la noche anterior- a despedirme de Rb y luego inicié a conducción hacia el puerto; cuando iba casi a medio camino me percaté que había olvidado las magdalenas.

La carretera estaba bastante vacía; nomás me costó el último tramo del camino: al parecer van a construir una parte con peaje, por lo que estan bloqueando la mitad de la autopista, reduciendo las vías a la mitad.

Llegué a la casa de mis papás un poco antes de las siete de la mañana; mi papá salió a recibirme y me comentó que mi madre andaba en búsqueda del pescado que generalmente le envían a Rb.

Mi madre llegó un poco después y, al negarse ambos a acompañarme a un restaurante a desayunar, puse a calentar agua, para preparar café; el cual compartimos con las cemitas que había llevado.

Estuvimos el resto de la mañana -hasta las diez y media- en el área que usan para ingerir los alimentos; llamé al amigo que vivía en la ciudad del Imperio en la que estuve un par de años; también llamé a tío que me había enviado la foto de mi madre.

A las diez y media le pedí a mi padre que me ayudara a revisar el radiador del auto; y comprobamos que el nuevo tapón está realizando un muy buen trabajo: el nivel del refrigerante era normal -aún después del viaje del jueves-; también les dejé setenta dólares en efectivo, pues, al parecer, no ha regularizado su situación salarial.

El viaje de retorno estuvo un poco más tardado: la ruta es bastante usada por el transporte pesado y, en algunos tramos, es bastante complicado el avance; además, el puente para ingresar a la ciudad aún está en reparación, lo que dificulta bastante la última parte del viaje.

Pero retorné un poco después del mediodía; aún a tiempo para preparar la ensalada con la que acompañaríamos las alitas dominicales; después de sacar a caminar a los perros nos pusimos a separar los pescados en porciones.

Como la señora que usualmente nos ayuda con esto no se encontraba, a mi madre le tocó que adquirir los pescados por su cuenta:  y compró tres atunes enormes; tan grandes que incluso tuvo que quitarles la cabeza y la cola, para que cupieran en la mochila-hielera.

La operación nos llevó un buen tiempo, pues a diferencia de otras ocasiones, tuvimos que trozear los atunes; pero, afortunadamente, todo quedó muy bien colocado en la parte superior del freezer.

Al final de la tarde preparé las papas asadas con las que usualmente acompañamos a semana de asado; estuve leyendo un poco de Get Out of Your Mind, y decidí continuar con dos capítulos en vez de tres.

Por la noche me dí cuenta que no había preparado las gelatinas para mis desayunos semanales; ya eran las diez de la noche, pero me puse a la tarea, de modo que antes de retirarme a mi habitación, puse los cuatro moldes en la refri. 

 Ah, y las magdalenas -y el duce-; la tercera magdalena se la había regalado a uno de los guardias el viernes; la primera se la regalé a un vecino, quien en una ocasión me dió una buena referencia de un mecánico; la tercera la partí en dos: conservé una mitad y le regalé la otra mitad a la vecina.

El dulce de coco se lo regalé al otro guardia, cuando entré en mi viaje de regreso del puerto; también, cuando saqué a caminar a la perra, le regalé cuatro o cinco mangos que mi madre había enviado -pequeños y maduros-; y varios plátanos. 

martes, 27 de mayo de 2025

Leer, aprender y mainsplanning... Read, learn and mainsplanning... Lire, apprendre et mainsplanning...

Lo de que nada me llame la atención -o me emocione, realmente- me ha estado preocupando los últimos tiempos; incluso he pensado que puede ser patológico; o quién sabe, quizá nomás crecí con tan poco -y tan pocas expectativas- que simplemente no me permito esperar nada.

O sea, no me 'gusta' viajar; aunque de joven sí tenía cierta expectativa con este tema; al final, he estado en tres países: en Colombia, por trabajo; en el Imperio del Norte, por despecho; y en la Suiza centroamericana, para asistir a la graduación de mi hija mediana.

Pero he tenido -desde hace varios años- los recursos para ir a Europa; o sea, incluso lo planificamos con Rb antes de que se viniera la pandemia; pero no es algo que 'anhelo'; tampoco adquirir cosas -aunque el año pasado le compré el departamento a mis hijos- como automóviles o similares.

Y estaba comentándole eso este día -otra vez- a Rb, mientras sacábamos a caminar a sus perros; y su comentario fue que de hecho, sí tengo intereses: leer, aprender, y mansplanning; esto último me dolió -o molestó-; o sea, sí, a veces me cuesta quedarme callado.

En mi adolescencia -al menos un par de personas- me calificaron como sabihondo; también la madre de mis hijos me lo remarcó alguna vez; pero -iluso de mí- creí que ya había dejado atrás esas costumbres -que califico como- inmaduras.

O sea, según yo, es torpeza social: alguien más me dijo últimamente que interrumpo a las personas en las conversaciones; no sé si eso tiene remedio -o cura-; idealmente, creo, la atención plena (o mindfulness) sería un buen camino: darme cuenta de cuando no debo explicar las cosas, o interrumpir; y mantener la boca cerrada.

No sé si es posible, o cómo.

Por otro lado, terminando las dos vueltas que damos con los perros, me puse a pensar que de hecho sí, hay otra cosa que me llama la atención: la meditación; llevo casi cuatrocientos días de meditar antes y después de dormir.

El reto que me puse fue completar mil días -agregando un minuto cada cincuenta días, habiendo empezado con diez minutos-; y no había previsto qué hacer después de completar los mil días; pero, ahora creo que ya sé: acudir a un retiro de diez días de meditación Vipassana.

Hace más de diez años me anoté para asistir a uno de estos retiros, aquí en la ciudad; pero luego decliné la asistencia: mi excusa fue que serían dos fines de semana que no vería a mis peques; la razón más fuerte es que temía que la experiencia me cambiara; el temor de la pérdida del ego, me imagino.

Le comenté sobre el evento a la psicóloga a la que reencontré el mes pasado; y ella sí acudió; también lo hizo luego su hermano -mi doctor personal-; al final, creo, él fue nomás una vez; ella ha acudido varias veces durante los últimos años.

El segundo día del fin de semana pasado nos estuvimos -con Rb- casi todo el día pintando las dos habitaciones; el día anterior Rb había adquirido un galón de pintura de color azul claro; con lo que pintó un par de paredes de cada cuarto de dormir; también la mayor parte de manchas de las otras paredes.

Por la tarde cocinamos los almuerzos para los días laborales; y también preparé las gelatinas: abrí una nueva bolsa de Psyllium, por lo que la textura de las gelatinas mejoró bastante -con el anterior paquete usualmente quedaban varios grumos en la superficie-.

El lunes me llamaron del departamento al cual fui a acompañar a un grupo de misioneros el año pasado; decliné la llamada -apagué el teléfono-: con el segundo proyecto en el que estoy actualmente me he quedado sin disponibilidad para salir de la ciudad.

Y estoy en una disyuntiva (?) realmente: no creo que pueda estar más de algunas semans en el mismo; pero no estoy seguro del límite; y no quiero comprometerme a apoyar a un grupo y luego incumplir el compromiso; por otro lado, odio renunciar; o sea, nomás espero que las puertas vayan cerrándose.

El inicio de la semana laboral, por otra parte, estuvo bastante tranquilo: en el Imperio del Norte celebraban el Memorial Day (o día del soldado caído); que es el día en el que se honra a todos los que han muerto en las innumerales guerras que han tenido; total que tanto del trabajo, como del segundo proyecto, los mensajes se redujeron por completo.

Pero sí estuve trabajando; y en lo que me gusta: mi compañero más brillante me ha estado involucrando en una propuesta para automatizar una serie de tareas cotidianas; había visto algo del este código -o al menos del ambiente- hace un par de años; y estuve -desde el fin de semana- estudiando el código y, al final, cambiando una pequeña parte.

Por la noche avancé un poco con The Wandering Earth II (la noche anterior había terminado de ver la segunda temporada de The Last of Us; no me gustó el final: detesto cuando una serie se queda en un cliffhanger) y en la lectura de la última parte de Filterworld.

El cual terminé el martes por la mañana: después de meditar, resolver los wordles y entrar a la reunión de la mañana había pensado dormir un raro; pero no lo hice; nomás me quedé en la cama, pero completé la última parte del libro; la verdad me pareció interesante; ahora empiezo Feel Good Productivity.

Como tenía reunión del segundo proyecto a la una de la tarde (se supone que Martes y Jueves debemos hablar sobre los avances) salimos con Rb -y sus perros- a caminar, antes del almuerzo; después me encerré en mi habitación y comenté que seguía con lo mismo: KT.

Luego, aún a media reunión, salí al comedor y acompañé a Rb en el almuerzo; después lavé los trastes y, a las dos, entré a otra reunión: mi compañero más brillante había citado a nuestra supervisora para presentarle el proyecto en el que ha estado trabajando: automation.

La reunión fue corta y bastante productiva: según nuestra supervisora ahora debemos enviarle la propuesta a la persona en el Imperio del Norte que nos ha estado asignando tareas; pero, la reunión para formalizar la misma tendrá que tener lugar hasta dentro de dos semanas: nuestro PM anda de vacaciones.

Y a ver cómo sigue eso...
 

domingo, 25 de mayo de 2025

Cerrando -algunas- puertas... Closing -some- doors... Fermant -certaines- portes...

Hace dos o tres años -creo-, empecé una campaña personal para sobreponerme al aislamiento; creo que fue justo después de la pandemia, luego de no haber visto a mis hijos por más de un año.

Por la misma época salió el libro The Good Life; basado en el estudio con más duración sobre la felicidad; ya había leído muchos artículos sobre el mismo y la conclusión en todos era la misma: el aislamiento -especialmente el involuntario- es dañino.

Entonces preparé una hoja de cálculo y empecé a contactar a antiguos conocidos: la mayor parte fueron parte del voluntariado en el que estuve más de diez años, algunos de trabajos anteriores, un contacto de la universidad y uno de la niñez.

Y, en su mayor parte, la experiencia ha sido positiva: un par de veces al mes -los otros fines de semana los reservo para mis hijos, pues visito a cada uno de ellos una vez al mes- cito a una persona diferente y la invito a un desayuno -o a un café-.

Insisto, la mayor parte de la experiencia ha sido positiva.

O sea, me parece que -casi- todos aceptaron la invitación y hemos pasado un buen par de horas conversando sobre cualquier cosa; y, en algunos casos, también hemos jugado algunas partidas de dominó o scrabble.

Pero también han habido experiencias no muy positivas: uno de los voluntarios llegó, desayunó y se fue como a los veinte minutos o así ( a esta persona jamás la volví a contactar); en otra ocasión, estaba ya en el lugar y mi ex compañero de trabajo me envió un mensaje para cancelar.

Supuestamente estaba en el funeral de un amigo de su infancia; con esta persona -es el Testigo de Jehová- sí he continuado el contacto, e incluso -seis o siete meses después- nos tomamos un café -le regalé muchos libros para sus nietos, e incluso una de las calculadoras que mi hijo me devolvió, de su época en la facultad-.

 También dejé de visitar -había ído en varias ocasiones a su casa- a mi conocido que se dedica a la divulgación cultural en la ciudad: quería involucrarme en sus proyectos de difusión/comercio; pero la gota que sobrepasó el nivel fue cuando me pidió dinero prestado -una gran cantidad-; simplemente dejé de responder a sus llamadas.

Y creo que aplicaré lo mismo a otros dos: mi único amigo de la infancia me llamó hace unos meses para pedirme un préstamo -o un regalo- de sesenta dólares; y luego ya no me volvió a contactar; pienso que tomaré esa suma como el precio de aprender -nuevamente- que todo se acaba en la vida.

Casi lo mismo me pasó con otro voluntario: este me pidió prestado ochenta dólares hace varios años; nos hemos visto dos o tres veces más, y me indica que, 'pronto saldará la deuda'; pero -al igual que con el anterior- todo el contacto lo realizo yo; y, también me canceló este fin de semana.

Creo que lo había visto por última vez en diciembre del año pasado; y luego le había escrito un par de veces -o más- por whatsapp; finalmente, habíamos acordado en reunirnos el día de ayer; y el viernes por la noche me escribió para cancelar, por 'problemas familiares'.

O sea, quizá sí tenga problemas: la última vez me contó algunas dificultades que estaba teniendo con su esposa; llevan cuatro o cinco años casados y, al parecer, ninguno de los dos estaba preparado; para él era la primera vez, su esposa tenía una hija ya saliendo de la adolescencia.

Por último -en este tema-: el miércoles estaba realizando la rutina de ejercicios con Rb cuando recibí una llamada; paramos un momento y conteesté; era un ex compañero del bachillerato, comentándome que se iban a reunir el sábado por la noche, e invitándome al evento.

Por supuesto que no le dije que usualmente planifico mis fines de semana con varios meses de anticipación; y también me molestó la interrupción; y me dije que ya estaba bien: en el grupo de whatsapp solo publican un montón de tonterías -y mujeres desnudas-.

Había dudado varias veces sobre salirme del grupo: la nostalgia me ganaba, pues era el grupo con quien terminé la escolaridad formal; pero, luego de tirar una moneda, me salí del grupo; pero allí no terminó la historia: el viernes por la tarde recibí una llamada de alguien del grupo.

Y es que, el año pasado, había contactado a uno de estos compañeros; quién, después de casarse con una canadiense, dirige una comunidad cristiana en la que se hacen cargo de un gran grupo de  huerfanos.

Se suponía que el año pasado lo visitaría en el lugar -está a un par de horas de la ciudad- pero al final no me alcanzaron los ánimos para el viaje; también se suponía que me avisaría cuando estuviera en la ciudad, para tomarnos un café; pero tampoco recibí ninguna llamada.

Total que me llamó para comentarme que iba saliendo de la ciudad hacia el puerto en el que crecimos; que iba con otro compañero y le pasó el teléfono para saludarnos: y esta persona -uno de mis ex compañeros menos favoritos- empezó la conversación con un insulto.

O sea, retorno a la adolescencia; cuando, entre amigos, nos insultábamos para afirmar la amistad; pero no, no pudimos conversar; nomás les deseé un buen viaje y precaución en la ruta: son cuatrocientos kilómetros con bastante transporte pesado.

Y espero que allí quede la historia; como aún tengo algunos números entre mis contactos, hoy ví algunos estados en los que se aprecia que a la reunión -de más de cuarenta-, llegaron nomás como diez personas.

Pero, eso: siento que es mejor cerrar algunas puertas.

La semana laboral siguió más o menos el mismo patrón: casi nada de trabajo; aunque, el jueves y viernes me reuní con el compañero más brillante del equipo; me compartió el código que piensa presentar como una mejora para las tareas que realizamos.

El cual está un poco complicado; o al menos lo está para mí: es la base para empezar a automatizar algunos de los escenarios más básicos para probar la aplicación en la que trabajamos; y el viernes me envió el documento explicando el mismo.

Al final, el sábado, analicé -con la ayuda de las AIs- el código, el flujo, y los resultados; y luego hice algunas pequeñas modificaciones al mismo; además, corregí -también con la ayuda de las AIs- el documento de presentación de la propuesta de mejora.

En  el otro proyecto tampoco hice mucho; y me habían asignado ya una tarea un poco formal; la verdad no sé si estas asignaciones se realizan de forma automática; pero ví que el lead había pedido que se realizara -aunque yo la tenía asignada- y otro compañero lo hizo en el acto.

Entonces ví la forma en la que lo había realizado; y le escribí para aclarar una duda que tenía sobre la misma; o sea, era algo bien sencillo, que ese día no hubiera podido realizar; pero ahora sí; igual, no espero estar más que algunas semanas en este proyecto.

Luego de la semana sin muchas novedades, estaba esperando salir el sábado a desayunar con mi ex compañero del voluntariado; pero la noche del viernes canceló; por lo que me preparé para un fin de semana bastante tranquilo.

Pero no, no lo ha sido: Rb había comprado una cama -de lujo- entre semana; la adquirió completamente en línea y se la vinieron a dejar el marte o miércoles; un colchón ortopédico y una base bastante resistente.

Sin embargo, habíamos olvidado un detalle importante: sus tres perros están bastante grandes; la más anciana -y más pequeña de estatura- ya casi ni entra en su habitación; pero los otros dos -bastante altos- tuvieron mucha dificultad para subirse a la cama -duermen con ella-.

La base de la cama estaba instalada sin patas -o con las patas más pequeñas, como de cinco centímetros de altura-; entonces le indiqué a Rb que una opción era sustitur la base por tarimas de madera, de las que sirven para transportar cargamentos.

El jueves Rb pasó por una sucursal de la cadena de ferreterías donde trabaja mi amigo asiático; y me comentó que se veían varias pilas de tarimas fuera del almacén; por lo que le escribí a mi amigo para preguntarle sobre la adquisición de algunas de estas.

Mi amigo me indicó que la forma de comprarlas era abordar a cualquiera de los vendedores y realizar la compra; son super baratas, como medio dólar cada una; por lo que quedamos con Rb de realizar la compra el día sábado.

El sábado en la mañana fuimos a los supermercados en dirección sur; en el más alejado compramos un paquete de cuerdas, previendo que por la tarde iríamos a comprar tres o cuatro tarimas de madera; spoiler: las cuerdas fueron olvidadas en la mesa por la tarde.

Al mediodía preparamos unos sandwiches de pollo, con los panes de plátano verde que habíamos congelado el mes anterior; habíamos sacado a caminar a los perros antes del almuerzo, por lo que nomás lavé los trastes antes de preparar el té de la tarde.

Luego nos dirigimos al lugar en el que Rb había visto las tarimas el jueves; el lugar se veía bastante descuidado; y la atención fue pésima; o sea, al parecer el vendedor creyó, al inicio, que íbamos a comprar tarimas azulejos desechados -es parte del negocio-.

Y al percatarse que nomás queríamos las tarimas vacías, nomás se desentendió del asunto, preguntando sobre las tarimas a una persona de la bodega; entonces nos dirigimos a la sucursal en la que trabaja mi amigo -y donde están las oficinas centrales-.

Allí la atención fue muy buena, nomás esperamos un poco a que un vendedor se desocupara; y adquirimos cuatro tarimas de madera sin mucho contratiempo; incluso el despachador se encargó de asegurarlas sobre al automóvil -ellos tenían cuerda-.

Después de pasar a otra ferretería cercana, a comprar un poco de pintura de interior, retornamos a casa; el viaje fue bastante tardado pues, debido a las tarimas en el techo del auto, preferí manejar sin frenazos bruscos o giros pronunciados -además teníamos varias pendientes bastante pronunciadas en el camino-.

Pero llegamos a casa sin ninguna novedad; bajamos las tarimas del auto y procedimos a ajustarlas para sustituir la base de la cama (la cual, por indicación de Rb, sustituí por la de la cama en la que duermo); lo cual nos llevó bastante tiempo.

Tuvimos que cortar dos de las tarimas para ajustar el ancho; otra para ajustar el largo, y una sección del sobrante de las primeras, para ajustar un rectángulo que cubriera completamente el área del colchón.

Teníamos un par de serruchos pero a mí me tocó que realizar el noventa por ciento de los cortes; incluso me ampollé la palma de la mano derecha; pero, finalmente, la cama tiene una altura alcanzable para los dos perros más altos de Rb.

Después de todo esto, por la noche, estuve viendo un poco de la segunda película de La Tierra Errante; también pasé al Kindle el siguiente libro de francés: Le Syndrome du Spaguetty; y, finalmente, empecé a leer el primer libro en portugués: A Lua de Joana.

Y a ver cómo sigue eso...

 

lunes, 19 de mayo de 2025

El sentido de la vida -o la falta del mismo-... The meaning of life - or lack thereof -... Le sens de la vie - ou son absence -...

Estoy -casi- seguro que ya hay más de alguna entrada con el mismo título -o uno bastante similar-; porque al final mi vida parece transcurrir cíclicamente alrededor de los mismos temas: no importa el lugar o la década, como que la intranquilidad es el estandard.

Y es que, justo hace unos momentos, acabo de bajar otro de esos libros de los que innumerables veces me he dicho que dejaré de leer: Ikigai es un concepto japonés que significa "razón de ser" o "el valor de vivir" -encontrar tu propósito o significado en la vida-.

Este libro lo escribió uno de los bloggers que he seguido por más de dos décadas: Kirai -aunque él ya no ha publicado nada en su blog desde hace más de dos años-; o sea, ya lleva publicados como cuatro o cinco libros de fotografías, este de 'autoayuda' y uno -el último (?)- de ficción.

Total, que he estado durante las últimas semanas (meses?, años?) sintiéndome bastante desanimado; me cuesta levantarme, casi no trabajo -aunque estoy 'activo' en dos lugares diferentes-, muchos días tomo siestas en la mañana o en la tarde (con lo que me deprimía antes hacer so), no encuentro gozo o alegría en la mayor parte de las actividades.

Y que empecé a interrogar a las cuatro o cinco IAs a las que usualmente consulto mis síntomas -físicos o anímicos-; su respuesta: poner atención a lo que hago, evaluar las actividades que más me atraen -o que me gustaría hacer-, buscar el sentido de las cosas.

Y, por eso, bajé el libro de Kirai.

La semana pasada estuve de vacaciones los cuatro primeros días de la semana; se suponía que había tomado esos días libres para dedicarme a las actividades del segundo proyecto; pero no hice mucho, básicamente ví algunos videos, leí un poco y el miércoles asistí a una reunión de más de una hora.

No veo nada claro allí; y, no sé si eso es parte de lo que me está provocando el malestar emocional: no creo que pueda durar mucho dedicándole tiempo a este tipo de actividades; o sea, en cuanto haya algún traslape con mi trabajo, declinaré continuar.

Hice limpieza el lunes y el viernes, ejercicios el lunes, miércoles y viernes, y caminatas el martes y el jueves; una semana 'normal' por todo lo demás: meditación a las seis y media, un poco más de sueño, wordles, Duolingo (tercer lugar en la liga) y Busuu.

Como ya terminé el árbol de portugués en Duolingo -no lo sentí tan bueno como el de francés- he estado nomás realizando los refreshing diarios de Inglés, Francés y Portugués; y empecé a hacer algunas lecciones de Italiano.

Por estar realizando algunas actividades del segundo proyecto no acompañé a Rb a su visita semanal al mercado del centro histórico; y ella me trajo uno de mis pasteles favoritos: un pastel frío de Oreo.

El viernes retorné a mis actividades cotidianas en mi trabajo; había estado a la expectativa de cómo iba a combinar las actividades del segundo proyecto, pero al final ha sido sencillo: estoy haciendo lo mínimo en ambos casos -o a  veces, menos de lo mínimo-.

Pero sí tuve una reunión con mi lead, mi equipo local y uno de los compañeros en el imperio del norte: nos reunimos por casi una hora para revisar el avance en una tarea -que yo no conocía, por haber estado de vacaciones durante la semana previa-.

Después me reuní nomás con el compañero del Imperio; para ver si podía avanzar un poco en uno de los puntos -y es que las tres asignaciones que tenía eran compartidas: una con este y el otro par con un compañero del equipo local-.

Un poco más tarde me reuní con el compañero del equipo local; la verdad es que no pude avanzar mucho; y además, por error, apagué la máquina virtual que tengo asignada para realizar la mayor parte de mis tareas.

El sábado me levanté a la misma hora de siempre; había estado coordinando con mi ahijada profesional para pasar por ella a las nueve menos cuarto: ella vive -con su madre- en una parte bastante alejada, en el centro histórico.

Total que me levanté, medité, hice los wordle, y un par de lecciones de francés; esto último mientras me preparaba el desayuno; después de desayunar me metí a la ducha y, un poco después de las ocho me despedí de Rb y salí a encender el auto.

El tránsito -por ser sábado, temprano- estaba un poco pesado; por lo que los cuarenta minutos que había pronosticado Waze se alargaron un poco más; también tomé una ruta no muy conveniente en el centro: a las nueve menos cuarto estaba a ocho calles o así de mi destino.

Llamé a mi ahijada para comentarle que estaba por llegar, pero me tocó que realizar un desvío para evitar la ruta más congestionada; al final mi ahijada estaba delante de su casa, detuve el auto y le abrí la puerta.

Me recibió con un regalo -era una playera negra-; lo guardé en el asiento trasero y le entregué una de las bolsitas de café colombiano que mi compañero de trabajos me había obsequiado un par de semanas antes.

Después nos dirigimos a un lugar famoso por sus panes -se encuentra justo frente a uno de esos colegios de donde han salido varios presidentes de la repúbica; aunque al inicio yo no tenía idea de que se trataba de ese negocio-.

Según la página de referencias de Google el lugar lo abrían a las nueve de la mañana; llegamos a las nueve y diez y aún estaba cerrado; pero me estacioné en la acera de enfrente -otro auto llegó un poco después- y esperamos un rato, hasta que finalmente, abrieron.

Pedimos un par de panes y un café -luego repetimos el pedido de los panes- y estuvimos en el lugar por un par de horas; el ambiente es tranquilo: había una televisión pero sin volúmen; también había un playlist -este sí tenía volúmen- de Ricardo Arjona.

Como a mitad de nuestra comida llegó a sentarse, justo al lado de nuestra mesa, otra pareja de comensales: tuve mis dudas al inicio, pero luego me percaté que se trataba de otro voluntario que también acudía a la casa del que visito un domingo al mes.

Un poco antes de las once le indiqué a mi ahijada que tenía que retornar; pagué la cuenta (diez dólares, aunque creo que me cobraron el café dos veces) y luego pasé a dejarla a una calle cercana al centro histórico -hacia donde ella se dirigía-.

El tránsito de vuelta estuvo algo pesado en algunas de las calles cercanas al mercado de la terminal; pero aún así, un poco antes de las doce estaba estacionando el auto frente a la casa de Rb.

Aún me dió tiempo de ayudarla a preparar el almuerzo: estaba experimentando con un pollo con crema de almendras y cilantro; que la verdad, le quedó bastante bien: yo partí unos pocos champiñones y el cilantro.

Antes de almorzar sacamos a caminar a los perros; por lo que después del almuerzo ya no salimos al exterior; por la tarde ví un par de capítulos de la segunda temporada de Andor; había dejado de verla, pero por algún motivo decidí ver los últimos cuatro o cinco capítulos de la misma.

El domingo no había previsto ninguna salida; el viernes habían venido a cambiar el contador de agua de la casa -el martes pasaron revisándolo y nos notificaron que, debido a que la pantalla estaba empañada, tocaba cambio.

El jueves -en nuestra caminata a los supermercados- habíamos adquirido el contador -junto con varios otros componentes para el cambio- en la ferretería de la vuelta; el viernes, temprano, Rb llamó para notificar y el viernes por la tarde vinieron a instalarlo.

Pero dejaron un volcán, con toda la tierra que sacaron, a un lado de la banqueta; cuando retorné el sábado ví que Rb había llenado un baño con esta tierra; el plan era regarlo en el patio, pero los gatos empezaron a dejar allí sus desechos.

La perra más pesada de Rb se hizo aficionada a comerse los excrementos que dejan los gatos, por lo que el domingo por la mañana pasé el baño al patio trasero y regué la tierra en el vallado en el que se encuentra la planta de loroco.

Después fuimos a los supermercados en dirección sur; el día estaba bastante caluroso, pero caminamos hasta la altura del más lejano, luego retornamos al otro a comprar un poco de bananos -y una mallita de cabezas de ajo-.

Almorzamos las alitas de los domingos, acompañados de una ensalada bastante copiosa; por la tarde terminé de ver -los dos últimos capítulos- de Andor; y también leí un poco del libro de ACT -aunque me ha estado costando avanzar ahora que leo en el Kindle-.

Y a ver cómo sigue eso.