El lunes me pasó algo raro: terminé obteniendo -sin querer- un libro en papel; aunque creo que lo devolveré en el corto/mediano plazo; creo que es del segundo hijo del tío paterno con quien mejor me llevo.
No recuerdo cuando empezamos a llevarnos con el joven; cuando mis hijos estaban muy pequeños realicé un par de visitas a su casa; pero él también era un bebé en esa época; luego lo encontré algunas veces en la biblioteca de la universidad, cuando pasábamos las tardes allí con mis hijos.
Ha venido a quedarse una vez a la casa de Rb -cuando el transporte hacia su casa estaba en huelga- y luego lo invité una vez a cenar; creo que la última vez que lo ví fue el año pasado, para diciembre: realizamos una caminata bastante extensa buscando unos zapatos que él le quería regalar a su sobrina.
La cuestión es que llegué a la casa de mi tío el lunes por la mañana -un par de días antes me había auto invitado a desayunar en su casa-; cuando entré en el parqueo ví un mueble con muchos libros, uno de los mismos estaba fuera.
Tomé el libro y lo llevé conmigo a la mesa del comedor -cuando llegué mi tío estaba terminando de prepararse unos huevos revueltos-; y mientras desayunábamos (yo llevaba el café colombiano que me regalaron hace unas semanas y un poco de pan) comentámos algo del libro.
Al final de mi visita -un poco más de dos horas-, había dejado el libro en la mesa; mi tío lo tomó y me dijo 'es tuyo'; y no le aclaré que el libro lo había tomado de su propia librera; o sea, en ese momento pensé que me lo estaba regalando; hasta más tarde caí en la cuenta que -quizá- pensó que yo lo había llevado.
La verdad es que no estoy seguro; pero creo que el libro pertenece -realmente- a mi primo: hace unos años cerró auditoría en la universidad nacional; y, por alguna razón, le ha dado por leer libros serios; de filosofía y política; el libro en cuestión es de un autor indígena local, desaparecido durante el conflicto armado.
Le comenté la historia a Rb; y, curiosamente, ahora ella está leyendo el libro -son cuentos bastante interesantes que mezclan el conflicto social con la situación indígena en nuestro país-; pero debo devolver el libro; pronto le comentaré la historia a mi primo y coordinaré la devolución.
Pero el título de este post tiene que ver más con los libros digitales: hace muchos años que casi no leo en papel -cuestiones de costos y disponibilidad de los títulos que me interesa leer-; desde hace unos años llevo una lista de libros por categoría, para no deprimirme por no leer lo que debo leer.
Leo en paralelo seis o siete libros, dividiéndolos en cinco o seis partes, de cada grupo diferente: en inglés: ficción, no ficción, tecnología y psicología/meditación; también español, francés y portugués; además de otro libro adicional en inglés que leo -leía- más rápido (en vez de leer una parte en cada vuelta leía una parte entre cada grupo).
Ahora este último grupo -desde el año pasado realmente- lo intercambié con la línea de francés: de este modo me aseguro de leer bastante francés; y portugués apenas voy por el primer libro; y lo he llevado bastante lento; es un libro epistolar y nomás leo un par de cartas en cada vuelta -creo que son como cien de estas-.
La cuestión es que el año pasado -o antepasado-, por alguna razón, encontré una lista de libros de ciencia ficción que me interesaron; y allí rompí -un poco- mis líneas de lectura; si no mal recuerdo, leí en paralelo dos o tres libros de ficción (ciencia ficción).
Y ahora me está sucediendo un poco lo mismo: después de terminar el último libro de inglés (All Fours: no me gustó tanto tanto) no me decidía por el siguiente; aunque había marcado hacía un tiempo Annie Bot, también me interesaba The AI Con y Readme.txt.
Estos dos últimos son -supuestamente- de la línea de No Ficción: el primero es de una divulgadora científica que intenta demostrar -yo también lo creo- que el ciclo actual de avances en la Inteligencia Artificial es nomás una estafa: un truco para hacer dinero.
El otro libro lo escribió la persona -trans- que se hizo famosa hace unos años por compartir, por medio de Wikileaks, una gran cantidad de información clasificada sobre los desmanes que hizo el ejercito del imperio en las guerras de Irak y Afganistán.
También decidí realizar lo mismo, o casi, en la línea de español: empecé a leer Una mujer educada; que es ficción, pero con temas filosóficos; y También esto pasará; de la hija de una fundadora de una gran editorial española.
Y a ver cómo va eso.
El lunes me levanté veinte minutos antes de las seis: había quedado que llegaría a desayunar con mi tío -el hermano menor de mi papá biológico- a las ocho y media; estimaba que dos horas serían suficientes para el viaje.
Y es que, en ocasiones anteriores, había llegado muy temprano al lugar que fue la segunda -o tercera- ubicación de la capital de este reino durante el tiempo de la colonia española; tan temprano que me había tenido que ir a la plaza central a esperar.
Después de meditar me bañé, luego entré a despedirme de Rb; salí de casa a las seis y dieciocho; caminé hasta el lugar en donde pasan los buses intermunicipales y abordé un busito hacia la ruta interamericana.
Luego de apearme crucé la pasarela y esperé un bus hacia la ciudad colonial; durante todo el camino me fui jugando ajedrez en el teléfono; por lo que no percibí el paso del tiempo; total que llegué a la terminal de buses después de las ocho.
Caminé a toda prisa hasta el lugar en donde he abordado el bus hasta mi destino final; y estaba a medio camino -ya pasaban de las ocho y media- cuando leí un mensaje en whatsapp de mi tío, preguntando si iba a llegar.
Le contesté que estaba entrando a la ciudad -aunque realmente me faltaban como diez minutos-; total que llegué a las nueve cincuenta a la casa que mis abuelos repartieron entre sus hijos, y donde mi tío ha vivido toda su vida.
Cuando entré pasé tomando el libro al que me referí al principio de este texto; desayunamos con mi tío -el café ya estaba preparado- y le entregué una docena de limones que Rb había recibido el día anterior de una de las vecinas a las que le hemos regalado bananos silvestres.
Más o menos a medio desayuno se nos unió la hija menor de mi tío; comentaron que estaba por finalizar la carrera de diseño gráfico en la universidad nacional; la felicité profusamente y, cómo no, me ofrecí a ser su padrino de graduación.
La visita tardó un par de horas; un poco después de las diez y media le comenté a mi tío que me retiraría, pues había ofrecido a Rb retornar antes de la hora del almuerzo (una de la tarde); pero antes de salir, mi tío insistió que saludara a su hija mayor.
Mi prima tiene dos o tres años más que mi hija mayor -ya andará por los treinta- y dió a luz a su segunda hija hace tres o cuatro meses; su esposo es un enfermero de diálisis que también ha sido una figura del ajedrez en su departamento.
La verdad es que, a pesar de verla en la casa en mi última visita el año pasado, no sabía que estaban viviendo en el mismo lugar; pero sí, construyeron un par de habitaciones al fondo del terreno que le fue cedido a su padre.
Mi prima salió de sus aposentos con su esposo y su bebé; los felicité por su nueva hija -la mayor tiene casi diez años- y le comenté al joven que retornaría algún día por algunas clases de ajedrez: aún no logro resolver el cierre dama contra torre.
Me despedí bastante rápido de mis primos -y mi tío- y caminé un par de cuadras para abordar el bus que me retornaría a la ciudad colonial; no tardó mucho en ponerse en marcha y un poco más tarde estaba apeándome en el lugar en donde se estacionan los buses que suben a la ciudad.
El viaje estuvo -a pesar de que ese día habían ocurrido bloqueos en las principales arterias de la ciudad- bastante veloz; un poco después del mediodía me estaba apeándo en el lugar más cercano a la entrada al municipio.
Allí abordé -casualmente- el mismo busito que me había transportado por la mañana; me apeé en el lugar en donde lo abordé más temprano y de allí caminé a buen ritmo hasta la casa de Rb; total que vine antes de la una de la tarde: el viaje estuvo mucho más corto que en el sentido contrario.
Por la tarde avancé en la finalización de All Fours y empecé a leer -en paralelo- los tres libros en inglés; en la noche ví una pequeña parte de la tercera película del gato de Studio Ghibli: From Up on Poppy Hill; la cual está preciosa; pero el servido en el cual la estaba viendo no funcionó muy bien.
El martes me levanté a las seis y media y me hice el firme propósito de no dormirme después de meditar: como era martes y tenía treinta minutos dobles en Duolingo, realicé varias lecciones en francés e italiano, desde portugués, algunas lecciones de portugués e italiano, desde francés; y, finalmente, algunas de inglés.
Cuando Rb se despertó acordamos dirigirnos al banco a las diez de la mañana: durante la caminata del domingo habíamos encontrado una tarjeta de débito del banco en el que recibo los depósitos de mi trabajo.
El mismo domingo Rb había llamado al banco para notificar que había encontrado la tarjeta; el operador le indicó que la iba a bloquear -un error: confirmar el nombre completo de la propietaria- y, cuando se le pregutó cómo proceder, le indicó que la tarjeta debía ser devuelta en una agencia.
Yo no creía que fuera necesario, pero Rb insistió en que era lo mejor; iba a aprovechar para retirar dólares de mi cuenta -debo retirar una buena suma- pero, al final, dejé la libreta de ahorros; por lo que nomás entregamos la tarjeta -que fue cortada en el acto- y luego pasamos al supermercado, por unos bananos.
Por la tarde terminé el libro de español que llevaba -literalmente- a medias: Los besos en el pan; la verdad no me gustó tanto; o sea, es ficción, pero la verdad es que no me conmueve tanto lo que les pasa a las personas del primer mundo cuando sienten la pérdida de condiciones a las que en esta parte del mundo ni siquiera las conocemos.
Terminé de leer el libro un poco después de cenar; y empecé a leer Una mujer educada: una profesora de filosofía, divorciada y madre de un bebé ha sido diagnosticada con cáncer de páncreas -de lo que se murió Steve Jobs- y prepara un libro para cuando su hija crezca.
Nomás leí un capítulo de este libro -está muy bueno y son solo siete-; después empecé a leer el otro libro que decidí leer en paralelo: También esto pasará; que es sobre los conflictos de una mujer adinerada -e intelectual, entiendo-, al perder a su madre.
Antes de la cena había puesto a bajar la última película de Superman (la calidad está pasable, pero no he logrado encontrar subtítulos en inglés confiablels) y la película de Studio Ghibli que estoy viendo.
Después de cenar ví un poco de la película de Superman; y, mientras Rb realizaba su lectura diaria de la biblia -a las diez de la noche- volví a ver el principio de la película japonesa; aprovechando la opción la estoy viendo con subtítulos en francés.
Y a ver cómo sigue eso...
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