viernes, 25 de julio de 2025

Impuestos... Taxes... Impots...

He tenido una historia bastante accidentada con los impuestos: no solo de lo que debo pagar por los ingresos de mi trabajo, también con una oficina de consultoría que inicié hace más de dos décadas -e incluso con los vehículos!-.

Hubo una época, justo en la mitad de los viajes al imperio del norte, en el que dejé de pagar impuestos por varios meses; o sea, emití facturas y nunca declaré esos ingresos ante el ente tributario.

También tuve que pagar como diez años de impuestos atrasados porque el auto que dejé con la mamá de mis hijos nunca fue inmovilizado; quién sabe cuál sería su destino, pero al final tuve que desactivar su movilización -y pagar las multas correspondientes-.

En otra ocasión -un año antes de empezar en este trabajo, o así- tuve que pagar multas por más de un año sin declarar impuestos -no había facturado, pero es obligatorio declarar eso, o hay multa-.

Y en esa ocasión fue porque iba a volver a facturar y no podía emitir facturas hasta que mi situación fiscal se normalizara; total que pagué como quinientos dólares en multas y logré ponerme al día con el estado; lo 'chistoso' fue que el trabajo ese ya no salió.

En fin, después de esa última ocasión -y gran multa- me hice el firme propósito de declarar mensualmente la facturación a cero; lo que cambió cuando estuvimos trabajando en los libros con Rb: hubo muchos meses en que tuvimos que facturar ingresos por ese rubro.

Para evitar el olvido de la declaración a cero -y la multa correspondiente- programé una alerta en Hotmail, para recibir mensualmente un recordatorio de que debía realizar este trámite el veintiuno de cada mes.

Y me ha funcionado muy bien -excepto en una ocasión que declaré el mes corriente en lugar del mes anterior- hasta el mes pasado: no recibí la notificación, y olvidé por completo la declaración; resultado: multa de veinte dólares.

Y es que justo este mes debía pagar impuestos por un trabajo que Rb realizó el mes pasado, del cual emití la factura correspondiente; pero un par de días antes de realizar el trámite recibí un par de mensajes avisándome que estaba atrasado.

No le dí importancia -o, realmente, creí que se trataba de la factura- pero al declarar este mes salió un aviso que faltaba la daclaración del mes anterior; por lo que además de los cuarenta dólares de impuestos -esos los cubrió Rb, pues ella recibió el pago- tuve que pagar adicionalmente veinte, por el olvido.

Para evitar -espero!- que esto se vuelva a repetir, configuré otra alarma, ahora en Google, para que Gmail me envíe un correo el veintiuno de cada mes, a las tres de la madrugada, recordándome que debo declarar mi facturación a cero.

Y a ver cómo va eso... 

El domingo pasado no tenía ninguna actividad programada, o prevista; por la mañana fuimos a los supermercados en dirección sur; en el más lejano nos proveimos de pechugas de pollo para los almuerzos de la semana.

También compré una buena cantidad de bolsitas de frijoles, para mis desayunos de los fines de semana;  en el otro supermercado compramos bananos, alitas de pollo y un par de lechugas.

El lunes era mi último día de vacaciones -al menos de este periodo- y había programado un almuerzo con el ex compañero de facultad que encontré en la conmemoración de los veinticinco años de graduación. 

También era el día en que tenía que pagar los impuestos por la factura que había emitido el mes pasado, por la edición de libros que Rb había realizado para su amiga que vive en uno de los extremos más alejados de la ciudad.

Y fue al entrar a la aplicación de declaración de impuestos que me dí cuenta que había olvidado declarar el mes anterior a cero: por lo que tuve que pagar veinte dólares para dejar de seguir recibiendo avisos de que tengo omisos.

Configuré una nueva notificación con Google y espero que sea la última vez que se me olvida realizar la declaración mensual de impuestos; total que tuve que presentar dos declaraciones, una por la factura y otra por la omisión.

Además, durante todo el fin de semana, el banco en el que tengo la mayor parte de mis ahorros estuvo declinando la recepción de notas de crédito de otras cuentas bancarias, tanto propias como de otros bancos.

Me pasé desde el viernes tratando de trasladar algunas sumas desde el banco en el que recibo mi salario; también le pedí a Rb que me enviara desde el mismo banco; y nada funcionaba; al realizar una consulta por chat me indicaron que debía presentarme en el banco a actualizar mi información.

Entonces decidí que saldría una hora antes de lo planeado, para pasar al banco antes de reunirme con mi ex compañero de la facultad; salí a las once y media de casa -la reunión era a las doce y media-.

Esperé el busito en el boulevard y antes de las doce estaba en el banco; el trámite fue un poco tardado pues la secretaria no parecía tener mucha experiencia en esa parte del sistema; pero la actualización fue finalmente realizada.

Luego me fuí a la parte de los multirestaurantes que se encuentra en el tercer nivel del comercial en donde se estacionan los busitos; mi amigo llegó un poco más tarde y almorzamos un par de dobladas de una cadena local que es algo conocida.

Estuvimos conversando por casi una hora; recordando los viejos tiempos en la facultad; también me enteré de otro detalle: se cambió de carrera en la facultad porque otra estudiante le había dicho a su madre que era una pena que no pudiera avanzar en los estudios.

Me recordó a la última reunión que tuve con mi primer ahijado profesional: estudió en la universidad -le tomó como veinte años graduarse de licenciado en administración de empresas- porque se sentía menos cuando departía con un grupo de ingenieros.

En fin, las razones que cada persona tiene para realizar algunas cosas; en mi caso, estudié dos años de ingeniería en computación pero me pasé -bajé mis expectativas- a estudiar ingeniería industrial porque no tenía recursos para adquirir una computadora.

Después del almuerzo ambos acudimos a la sucursal de un banco que se encuentra en el segundo nivel del comercial; mi amigo tenía que hacer algún trámite y yo había planeado retirar una cantidad de dólares.

Y, aunque pasé antes a la ventanilla, mi amigo completó antes su transacción y se retiró del lugar; en mi caso la cajera me indicó que tenía que actualizar -aquí también!- mi información personal, antes de poder retirar.

Cuando salí del banco le escribí a mi ex compañero, agradeciendo su tiempo, y lamentando que ya no habíamos podido despedirnos con más calma; él me había enviado un mensaje un poco antes disculpándose por lo mismo.

Retorné a casa y continué con la rutina de los lunes: barrí y trapeé la mayor parte de habitaciones de la casa; y luego hicimos la rutina de ejercicios del primer día de la semana; por la noche estuve viendo una parte de la última película de Jurassic Park, y una parte de From Up on Poppy Hill.

El martes retorné -sin muchas novedades- a mis labores cotidianas; en la reunión de la mañana mi supervisor on site inquirió sobre las vacaciones, pero no más le comenté que había aprovechado para ver a algunos amigos; y me iba a asignar algunas tareas, pero no me quedó nada claro.

Por la tarde fuimos con Rb a los supermercados en direccón sur; teníamos que comprar lechugas para los almuerzos del resto de la semana; además adquirí embutidos para mis desayunos de los fines de semana.

Y en esta ocasión aumenté a seis las onzas -en lugar de cuatro- de jamón que adquiero para el efecto; junto con las cuatro de salami y peperoni; además, en lugar de las dieciseis porciones en las que divido esto, preparé veinte, las cuales coloqué en el congelador.

El miércoles tenía la reunión quincenal con mi supervisora local; por las vacaciones no nos habíamos reunido desde el almuerzo -aunque ahora fue desayuno- trimestral del equipo; y la reunión estuvo normal: felicitaciones por la presentación, agradecimiento por el continuo apoyo y así; no grandes cambios.

Además, había programado una reunión con mi mejor amiga del Imperio del Norte; a las doce y media tuvimos una reunión diaria express con mi equipo de trabajo; y a la una me conecté, por zoom, con mi amiga.

Estuvimos conversando -yo también almorzando- durante más de una hora: sobre nuestros hijos, el estado general del mundo, los libros que hemos leído últimamente (le recomendé Les Yeux de Mona- y temas similares. 

El jueves terminé de leer el segundo libro de ACT; el primero fue uno de los primeros del tema, en el cual se explicaban los principios de esta terapia; el segundo se enfocaba más en aplicaciones prácticas; anoche mismo bajé ACT with love; que creo que será el último que leeré del mismo tema.

Por la mañana pagué la factura de electricidad del departamento de mis hijos; y estuve en un largo diálogo -ella en español, yo en francés- con la última jovencita que me ha contactado de Camerún.

Después del horario laboral nos dirigimos a los supermercados en dirección sur; aunque no necesitábamos nada del que se encuentra más lejos, caminamos hasta su altura, para pasar al otro a comprar ingredientes para los almuerzos de la próxima semana.

También compré una gran unidad de canchón; que son unas hojas verdes parecidas a la lechuga, pero que, supuestamente, son una variedad de repollo: para utilizarlas en el almuerzo (keto) del sábado con mi hija mayor.

Y a ver cómo va eso. 

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