lunes, 4 de agosto de 2025

El octavo... The eighth... Le huitième...

El viernes fue el primer día del octavo mes del año; el mes anterior lo sentí bastante extenso: por una parte, recibimos el salario número catorce, lo que duplica mi ingreso mensual; pero también es el mes en el que pago el impuesto del colegio profesional; y había decidido -en enero- completar el pago del impuesto a la propiedad, por el departamento. 

Como cada primer día del mes, por la mañana le deposité a Rb la cantidad simbólica que le transfiero por habitar en su casa; también pagué el mantenimiento del apartamento de mis hijos, los montos que me cobran mensualmente dos bancos por que guarden mi dinero; y, por la tarde, la mitad del costo de las verduras de la semana.

El sábado me levanté a la misma hora -seis y media-, medité, hice los wordle y me metí a la ducha; quería salir a las siete y cuarto, pues había programado un desayuno con mi doctora a las siete y media en el restaurante de costumbre. 

Pero cuando salí el boulevard estaba atascado de vehículos; por lo que dí la vuelta en U y tomé el camino para entra a la ciudad por la otra vía -la que viene del Pacífico-; el camino estuvo más despejado -al menos en la primera parte-.

Sin embargo, aún estaba a media cuesta de entrada -por el otro lado es bajada, puente y subida, aquí es nomás cuesta hacia arriba- y ya casi eran las siete y media; llamé a mi amiga para comentarle que iba en camino; ella me comentó que apenas estaba saliendo de su casa.

Entonces conduje con más tranquilidad -la verdad es que debería de conducir siempre con más tranquilidad-; al final llegué al lugar del encuentro a las siete menos diez; y aún tuve que esperar un buen rato antes de que mi doctora llegara.

Invité a mi amiga a un desayuno de los habituales (quince dólares) y estuvimos en el lugar por casi tres horas -de hecho Rb me llamó a media mañana para comentarme que el tránsito seguía bastante pesado-; también le entregué un regalo -cumple años a mediado de mes-.

Un poco antes de las once la acompañé a su auto y nos despedimos; luego conduje hasta la casa de Rb; hubo varias secciones del camino bastante llenas de vehículos, pero no me tomó mucho tiempo el retorno a casa.

Por la tarde, casi al final, camimanos con Rb hasta la altura del supermercado más lejano en dirección sur: necesitábamos bananos para los desayunos; y un cartón de huevos, pues habíamos planeado preparar una tortilla española para la semana; cuando regresamos preparé las cuatro gelatinas de mis desayunos de la semana.

El domingo habíamos planificado acudir al supermercado en donde compramos artículos a granel; me levanté a la misma hora y completé la rutina de la mañana: meditación, wordle y Duolingo; luego salí a prepararme el desayuno del día.

Después retorné a la cama, pero no me dormí: estuve avanzando en el libro en francés (Ma vie, mon ex et autres calamités) y en el libro de tecnología (The Phoenix Project); este último me hizo recordarme de la época en la que estaba leyendo The Goal; ese par de años, hace más de veinte, que marcó el final de mi familia nuclear.

Después de que Rb desayunara nos dirigimos al supermercado; mis hijos (mi hija) me habían pedido toallas de papel y jabón de manos; además, debía comprar el saco de comida para perros que le llevo a mis padres cada tres meses.

El tránsito estaba bastante despejado y no tuvimos contratiempo para llegar a nuestro destino; pero allí sí hubo una dificultad: se formó una buena cola porque un trailer estaba tratando de parquearse en una de las bodegas; por lo que nos tocó que entrar por el lado contrario.

Compramos lo que llevábamos en la lista; yo tomé algunas muestras de galletas y fruta congelada que estaban repartiendo como muestras; pero decliné comprar el pastel tres leches de costumbre -o el frappuccino del lugar-.

Retornamos a casa bastante temprano; y aprovechamos para salir -a las once- a cortar un poco de la grama que ha ido creciendo en el patio delantero; después tome una ducha y ayudé a Rb a preparar una gran ensalada, para acompañar las alitas dominicales.

Después del almuerzo sacamos a caminar a los perros; luego estuve leyendo un poco -y pintando otro poco de acuarela-; un poco antes de las tres lavé los trastes del almuerzo y preparé tés -de manzanilla para Rb y de menta para mí-.

Al final de la tarde me metí a la cocina a preparar la tortilla española para los almuerzos de la semana; corté y herví las papas; y freí los champiñones y chiles pimientos, cortados en juliana.

Para preparar la tortilla utilicé el wok que Rb adquirió hace unos meses; su nivel de antiadherencia es sorprendente; aunque tuve un poco de dificultades para voltear la tortilla: al final, la mitad quedó muy bien y la otra mitad bastante dañada.

La puse a enfriar y, un par de horas más tarde, la dividí en seis porciones y las almacené en tres de los recipientes herméticos que compramos hace poco para ese fin; por la noche estuve viendo un poco de una película animada de la Liga de la Justicia, un poco de Zhe Na y un capítulo de Conan el niño del futuro.

Y a ver cómo sigue eso. 

 

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